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AYUNTAMIENTO DE MADRID

CONFERENCIAS
L E ID A S E N L O S D IA S 2 . 9 , 16 Y 23 DE
M A Y O C O N M O TIV O DE L A C O N M E M O ­
R A C IO N DEL C IN C U E N T E N A R IO DE LA

H EM ERO TECA M UN ICIPAL


{1 9 1 8 - 1968)

M A D R I D
ARTES G R A fIC A S M U N IC IP A L E S

1968

Ayuntamiento de Madrid
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Ayuntamiento de Madrid
Ayuntamiento de Madrid
Ayuntamiento de Madrid
Ayuntamiento de Madrid
AYUNTAMIENTO DE MADRID

CONFERENCIAS
L E ID A S EN L O S D IA S 2, 9. 16 Y 23 DE
M A Y O C O N M O TIV O DE L A C O N M E M O ­
R A C IO N DEL C IN C U E N T E N A R IO DE LA

H EM ERO TECA M UN ICIPAL


(19 18 -1968)

M A D R ID , 1968 A rtes G r á f ic a s M u n ic ip a l e s

Ayuntamiento de Madrid
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PROLOGO

A l cum plirse en el presente año 1968 el cincuente­


n ario de la fu n d a ció n — octubre de 1918— de la H em e­
roteca M unicipal de M adrid, m e pareció de rig or p ro­
poner al A yuntam iento de M adrid, en la persona de su
A lcalde, el excelentísim o señor don C arlos A ria s N a ­
varro, la celebración de tan im portante efem érides, de
m od o que quedara de ella constancia m em orable, pues
que la H em eroteca M unicipal de M a d rid es una insti­
tución tan adm irable en su con ju n to de fon d os com o
esencial al estudio de la H istoria de la España contem ­
poránea, y m otivo de m ucho interés para los curiosos
lectores, y a que en ella se conservan diarios y revistas
— m uchos y m uy im portantes, españoles y extra n jeros—
a partir del siglo x v i i . D iarios y revistas de las más
variadas dedicaciones y ten den cias: históricas, g eog rá ­
ficas, políticas, económ icas, científicas, literarias, cos­
tum bristas, etc.
H abien do aprobado m i iniciativa el excelentísim o
señor A lcalde, y aun estim ulándom e a llevarla a cabo

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con ilim itada generosidad; puesto de acuerdo con el
ilustrísim o señor don A n ton io A p a risi M ocholí, D ele­
ga d o de E ducación y Cultura del excelentísim o A ytin-
tamiento, decidim os que la conm em oración com pren­
diera los siguientes a ctos:

a) E x p o sició n , en el m ism o local d e la H em eroteca,


de un centenar de los más valiosos ejem plares d e diarios
y revistas, entre los miles en ella conservados.
b) S erie d e cin co conferencias, p o r personalidades
d e gran relieve en el p eriod ism o español, relativas a la
historia d e la H em eroteca o al estudio d e alguno d e sus
fon d os m ás notables.
c) C oncu rso de artículos o rep ortajes aparecidos en
la P rensa o leídos en la ra d io y televisión, c o n temas,
para la difusión entre los lectores y oyentes, que estim u­
lasen el con ocim ien to d e los fo n d o s p reciosos guardados
en este excepcion al cen tro de cultura. P ara este c o n ­
cu rso fu eron establecidos tres prem ios, de 20.000, 15.000
y 10.000 pesetas.

E l dia 2 de m ayo quedó inaugurada la E xp osición ,


de valor excepcional, en la Sala P om peyana de la H em e­
roteca. E x p osición que perm aneció abierta hasta el
día 12 de junio, y que recibió la atenta visita de varios
miles de españoles y extran jeros, m uchos de los cuales,
im presionados por la im portancia de los ejem plares
expuestos, encargaron copias al S ervicio de M icro film
establecido en la propia H em eroteca.
L a muerte del gra n periodista y dram aturgo don
F ran cisco S errano A n gu ita , acaecida el 12 de feb rero

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de 1968, a quien se había encargado una de las co n fe ­
rencias conm em orativas, m otivó que el cu rso divulgador
quedara reducido a las cuatro en este volum en reunidas,
que leyeron en el salón de T apices del A yuntam iento,
a las veinte horas de los días 2, 9, 16 y 23 de m ayo,
don A n ton io D ía z Cañabate (C ron ista oficia l de la
V illa ), ilustre escritor y periodista; don E u log io V arela
H ervías, que fu é D irector de la H em eroteca entre los
años 1944 y 1967, y J efe Inspector del Cuerpo Facul­
tativo de A rch iv eros Bibliotecarios M unicipales; don
José Altabella, p ro fe so r de la Escuela O ficia l de P erio­
dism o, y en la Escuela del P eriodism o de la Iglesia,
h istoriador notabilísim o del periodism o español, y don
T om ás B orrá s (C ron ista o ficia l de la V illa ), periodista
de honor, dram aturgo y narrador admirable.
C on tra cuanto parecían presum ir los temas y pre­
m ios establecidos para el con cu rso de artículos y repor­
tajes, sólo concurrieron los cin co trabajos siguientes:

1. A r tíc u lo titulado L a H e m ero teca Mxtnicipal, fir­


m ado p or d on M a rin o G óm ez Santos, publicado en el
diario de M a d rid A B C ú \7 abril de 1968.
2. E l artículo titulado H o r a s co n p eriód icos, firm ado
p o r d on Juan Sam pelayo, p u blicado en el diario m a­
drileño A rrib a el 18 de febrero d e 1968.
3. R e p o rta je titulado B od a s d e O ro d e un M u seo
P eriod ístico, firm ado p o r d on Juan P érez M ateos, p u bli­
cado, a través de los servicios especiales d e la A gen cia
E fe, en E l C om ercio, d e G ijó n , y en E l Id ea l Gallego,
d e E a C oruña, y en otros p eriód icos de E spaña durante
el m es de m arzo de 1968.

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4. A rtícu lo titulado L a H e m e r o te c a M u nicipal cum ­
ple m edio siglo, firm a d o p o r d on C ésar d e N avascués,
y publicado en el diario m adrileño P u eb lo el 17 de abril
de 1968.
5. R ep orta je d e dos artículos b a jo el título com ún
E n la H em ei'oteca pu ede le e r s e ..., firm ados p o r don
José R om án O ro z co , y publicados en el diario M adrid
los días 2 9 y 30 de enero d e 1968.

El Jurado nom brado para otorg a r los prem ios


a cordó dejar desierto el prim ero, y conceder el segundo
a don Juan Sam pelayo, y el tercero a don José R om án
O rozco. P rem ios que fu eron entregados a sus gana­
dores por el excelentísim o señor A lca ld e de M adrid,
don Carlos A ria s N avarro, en el salón de T apices del
A yuntam iento, a las veinte horas del 31 de m ayo, en
la sesión de clausura de los festejos de m ayo en honor
de San Isidro.
D on A n ton io Y ebra, adm irable artista, pintó el
cartel anunciador del cincuentenario y m odeló en plata
y en bronce la medalla conm em orativa de la efem érides.
H e creído oportuno añadir, en el A p én d ice de este
libro, la B r e v e historia de la H em eroteca M unicipal de
M adrid, de la que soy autor, por haber aparecido antes,
pero en la m uy limitada tirada de la revista V illa de
M adrid, núm ero 24.

F e d e r ic o C arlos S a in z de R obles,
D irecto r de ¡a H em eroteca Municipal.

Junio de 1968.

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M E M O R IA S DE UN VENDEDOR
DE P E R IO D IC O S

P o i A N T O N IO D IA Z C A Ñ A B A T E

E s una tarde d e p rim eros d e abril. E l señ or V en a n cio sale


de su casa. E n el portal se encuentra co n el señor Zacarías, zapa­
tero rem endón y p ortero de la finca. E stá m ano sobre mano,
fum ando un pitillo y m irando al techo. E l señ or V en a n cio, zum ­
bón, le d i c e :
— A s í m e gustan a m í los h om bres, que n o pierdan com ba
en el trabajo. Se está usted m atando, com padre.
E l señor Zacarías, con mucha calma, re s p o n d e :
— Pues, sí, señor, m atándom e estoy. E sto y dándole vueltas
a las musarañas. M e traen a m i lo co las musarañas. ¿U ste d las
con oce ?
— N o ten go ese gusto. L as he o íd o de m entar, p ero n o las trato.
— H a ce usted m al. L as musarañas ayudan lo suyo a vivir
Y o , d e cuando en cu ando, ech o un p á rra fo con ellas.
— ¡V a y a , vaya co n las m usarañas! ¿ Y dónde están, que no
las v e o ?
— N o es fácil. S on invisibles. S on aire. Las musarañas son
el aire de nuestros pensam ientos.
— S eñ or Zacarías, siem pre lo he d ich o. U sted se ha equivocao
de oficio. U sted ha debid o ser periodista. T ie n e usted to d o el

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aire d e d on M a ria n o de Cavia, ¿ N o co n o ció usted a don M a ria n o?
Y o , si. E ra m os con cu rdán eos d e la m ism a taberna. L a d e la
Cruzada en la calle de ídem . A llí recalaba to d o s los anocheceres
don M ariano. Y a había escrito su artículo para E l Im parcial.
S e sentaba en un rincón. P e d ía una botella d e vin o. S e la trin ­
caba p oq u ito a p o co . Y mientras tanto hacía lo que usted. H ablaba
con las musarañas. A veces, p orqu e ha d e saber usted que
era un señor m u y llanote, charlaba con m igo. M e llamaba co m ­
pañero. “ ¿ Q u é hay, co m p a ñ e ro ? ¿ C ó m o v a el p a p el? ¿ S e vende
m u c h o ? ...” T am bién c o n o cí a Joaquín D icenta. ¡V a y a tío el
D ic e n ía ! E ra más bu eno que el pan, p ero cu ando se calentaba
con el m orapio era tem ible. T en ía el gen io al v iv o, la lengua pronta
y las m anos m ás prontas todavía. M u y juerguista. P u n to fuerte
en casa de la C oncha, en la calle de A rlabán , y en L o s Grafaieles,
d e la calle d e E chegaray. D e las musarañas, n i hablar. D icen ta no
quería visiones llenas d e aire, sino hem bras d e carne y hueso pa
enam orarlas co n su labia, que, ¡éch ele usted labia a d on Joaquín
pa engatusar m u je r e s !... P ues, sí, señ or Zacarías, usted podia
haber sido d e los que escriben en los papeles.
— L as cosas de la vida, señor V en a n cio, el sino d e las p erso­
nas. M e fa ltó la escuela. ¡ S i y o hubiera id o a la escu ela ! P ero
mi padre, D io s le haya perdonao, era republicano federal, y decía
que en la escuela sólo se aprendía el oscurantism o, y se n egó
a que fuera y él m ism o m e enseñó a leer y escribir y las cuatro
reglas, y co m o era zapatero rem endón, zapatero rem endón fui
y o. E so sí, leer p o r m i cuenta he leído lo m ío. H a sid o m i vicio.
— N o diga usted eso. L eer n o es un v icio . E s co m o sí m e
d ijera usted que una beata es una viciosa. L a s letras son, com o
decía usted antes de las musarañas, el aire d e nuestros pensam ien­
tos, lo que nos ayuda a v iv ir diferenciándonos d e los animales.
P a m í la lectura ha sido m i vida, M e he ganao con ella los gar­
banzos y ahora m i h ijo se gana las angulas tam bién con ella.
Setenta años ju stos y cabales d e periodista, con q u e calcule
usted. E m p ecé a vender papel a los diez años. H a ce dos cum plí

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ochenta y le traspasé el n egocio a m i h ijo. Setenta años vendiendo
periódicos y a dan de si. P ero, bueno, m e v o y , que las musarañas
m e van a poner tibio, p orqu e estoy interrum piendo el chism orreo
que se traen co n usted.
— C on ellas tengo tiem po de hablar d e sobra, p orqu e y o no
m e h e ju bilao com o usted, pero ya tra b a jo na m ás que p o r cum ­
plir co n la parroqu ia antigua, que v o y a cum plir los setenta y och o
el m es que viene. Siéntese y echarem os un párrafo.
Y el señ or V e n a n d o n o se h izo rogar. E ra parlanchín y no
sabia lo que hacer con su tiem po ocioso.
— P ues, sí, señor, setenta años vendiendo p eriód icos. M i padre
era albañil y m i m adre lavandera, d e las del M anzanares. E ram os
seis herm anos. E l m ayor, m enda. A mi padre le tiraba el vin o
y a m i m adre el agua. Y a m í m e tiraba la calle a vender p erió­
dicos. A l am anecer, mi casa se ponía en pie. M i padre se iba al
ta jo. M i m adre, al río. M is herm anos, a la escuela, y y o, a pre­
gon ar el papel hasta las dos d e la tarde. Y a sabía leer, p ero que
d e corrid o, y lo prim erito que hacía era repasar los titulares de
E l L ibera l y de E l Im parcial pa enterarm e d e lo que había pasado
en el m undo. Y n o era curiosidad, era la necesidad d e saber lo
que iba a pregon ar. H o y esto del periodism o ha variao total­
m ente. H o y apenas se pregona, p orqu e habrá usted observao
que apenas hay vendedores ca llejeros ambulantes. H o y casi todo
el papel se ven de en los qu ioscos a la chita callando. M u y des­
cansan, pero m uy p o c o divertido. L o s pregon es d e todas clases
eran la alegría de los M adriles, el g rito que animaba a los co m ­
pradores. H abía que tener salero pa gritar. A u n q u e m e esté mal
el decirlo, y o he nacido en la calle de Cabestreros, y lo prim ero
que h izo m i m adre, después de llevarm e a la m isa d e la iglesia
d e la P alom a, fu é darm e a beber agua en la fuente d e los m achos
que estaba orilla de m i casa. S eg ú n m e d ijo m e bebí u n trago
co m o una persona m ayor, y sentenció que iba a ser un hom bre
de p rovech o. E l caso es que los de allá a b a jo, los que nacíamos
de la plaza del P ro g re so para abajo, éram os los que dábam os al

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pregón un d e jo que daba gu sto de oírlo y que era un aliguí que
entraba p or los oíd os y term inaba en el bolsillo pa sacudirse la
perra chica que costaba el p eriód ico. H abía tres acontecim ientos
que 110 fa lla b a n : el escándalo del C on greso, el crim en pasional
y la cogid a de un torero. L a política, los toros y el am or había
que airearlos, p ero a m o d o , c o m o un sargento d e trom petas florea
un toque. ¡ E l L iberal, co n el retrato d e la cam arera asesinada por
su ch u la n g a ! ¡ L a C orres, co n el escándalo d e R o d r ig o S oriano
en el C o n g re so ! ¡ E l H era ld o, co n la cog id a d e B o m b ita ! Y el
ñ oreo estaba en el ton o de la v o z . Y se gritaba corrien d o co m o si
tuviéram os m ucha prisa que la n oticia llegara a todas partes.
Y llegaba, ya lo cre o que llegaba. H abía los ven dedores que tra­
bajaban los barrios apartados del cen tro y los que n o salían de
los alrededores d e la P uerta del Sol. Y o era d e éstos. Y o corría
todas las calles céntricas cuarenta o cincuenta v eces echando el
bofe, ¿ Y qué m e im portaba el b ofe, si había b eb id o agua en la
fuente d e los m achos de C abestreros ? ¡ M en u d o b ofe tenía y o I
M e acuerdo d e cuando L a C ierva fu é m inistro d e la G ob er­
nación, m e parece que p o r el año de m il novecientos siete. ¡L a
que arm ó I N o se le ocu rrió m ás que las tabernas tenían que
cerrar a las d oce de la n och e y que n o pod ían abrir los dom ingos
y que los teatros tenían que term inar la fu n ción a las d o ce y media.
Y a se acordará usted que entonces en M a d rid se v iv ía m ás de
n och e que d e día. L o s p eriód icos la tom aron con L a C ierva. T u v o
la mala suerte d e que era diputado p o r M uía, p rov in cia d e M urcia,
y y a puede usted figu rarse el ju g o que le sacaron los dem onios
de los periodistas a la m uía y a la cierva. S e publicaba entonces un
sem anario, el G ed eón , que tenía la gracia p o r arrobas. S e vendía
que te lo quitaban de las m anos. M e acuerdo que el m inistro d e
H acien d a d e aquel G ob iern o que presidía d o n A n to n io M aura
era d on G uillerm o O sm a, m uy aficion ado a to d o lo inglés y que
tenia fam a d e que sus discursos en el C on greso eran m u y p e­
sados. ¿ Y sabe usted có m o le llam aba el G ed e ó n ? L o r d W illiam
L atisbury. Y fui y o un día y p r e g o n é : el G ed eón con el dis­

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cu rso d e L o r d L a tisb u ry ; oig a usted, y vendi treinta m anos en
un santiamén. M e lo puede usted creer. Y o la gozaba. N o m e
cambiaba p o r nadie. M e creía d e v erd a d u n periodista (así nos
llamábamos m u y u fa n os), p ero n o d e los que vendían p eriód icos,
sino d e los q u e los escribían.
U n a v ez estaba y o p regon ando E l ¡m pa rcial y E l Liberal,
que eran los dos que cortaban el bacalao. A cababa de salir el
A B C, y 3. m i co m o n o tenía el n om bre m etido en el m agín se
m e resistía el pregon arlo. Y va se m e acerca un señor m uy
apersonan y m e d ic e ;
— ¿T ie n e s e l A B C f
— Si, señor — y se lo alargué.
— E nton ces, ¿ p o r qué n o lo p reg on a s? T o m a estos dos reales
para que n o se te olv id e el chillarlo m ás veces que a los otros.
Y lu ego m e enteré que aquel señ or era d o n T o rcu a to L uca
d e T en a, el du eño d e A B C. M e lo d ijo un v e je te que n o vendía
más que E l M o tín , un p erió d ico anticlerical que hacia d on José
N akens. E l M o tín se vendía p o co , y el viejales se desesperaba.
Y y o le a con se ja b a : ¿ P o r qué n o vende usted los demás p erió­
dicos ? Y m e contestaba fu r io s o :
— ¿Q u ié n , y o ? P ero ¿ tú sabes quién soy y o ? S o y un h ijo
espiritual de d on F ra n cisco P i y M argall y firm é co n él el pacto
sinalagm ático de la república federal, y un h om bre sinalagm á­
tico, ¿crees tú que puede difun dir p o r u nos m iserables céntim os
la prensa que n os aprisiona, que nos ahoga, que hizo fracasar el
pacto sinalagm ático?
— O ig a usted, ¿ y qué es eso d e sinalagm ático?
P o r p o co m e pega.
— M acaco, ¿ y tú quieres saber lo que es sinalagm ático cuando
no lo sabia n i el p ro p io d on F ra n cisco P i y M a rg á ll? E s decir,
sí lo sabía. L o sinalagm ático es lo bilateral. ¿ T e enteras.''
Y y o d ije que sí para que n o se enfureciera más.
"H a b ía otro v en d edor de otro p eriód ico, tam bién anticlerical,
que se llamaba E l C en cerro, y para llamar m ás la atención llevaba

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un cencerro que hacía sonar a tiem po que g rita b a : “ ¡C o n tra los
frailes que com en y n o tra b a ja n !” , y un ch un gón le d ijo un d ía :
“ Y usted qué, ¿ e n qué tr a b a ja ?” E l ven d edor v o c ife r ó : “ ¡ Y o
n o trabajo, p ero tam poco c o m o !” Y le arreó con el cen cerro en
la cabeza, que d e p o co se la parte.
” U n p eriód ico con el que m e defendí m u y bien fu é L a H o ja
de P arra, que lo dirigía F ra n cisco G óm ez H id a lg o y que era
del gén ero que entonces se llamaba sicalíptico. C olaboraba en
él un dibujante que se firm aba D em etrio, especialista en dibu jar
pantorrillas fem eninas en aquellos tiem pos d e la falda larga que
n o se veian ni los pies. D em etrio dibu jaba cada pantorra, que
aquello era el desiderátum , y chillaba y o : ¡L a H o j a d e P a rra con
las verdaderas pantorrillas de la C h elito y a lg o d e su cam isa!
Y m e hinchaba, c o m o usted lo oye. L o s días que se m e daba bien
ganaba m ás jorn a l que m i padre y que m i m adre. E so sí, m e lo
ganaba a conciencia. S in parar desde que amanecía hasta las tan­
tas de la m adrugada. M ire usted, señor Zacarías, pa ser algo, lo
que sea, en esta vid a, lo p rim ero de tod o se necesita tener afi­
ción . Y la verdad, la m ayoría de los vendedores d e p eriód icos de
m i tiem po, d e afición, nada. L o que querían era ganar con pocas
penas y tra b a jos, sin dar g olp e, y créam e a m í, sin dar g olp e n o se
p uede llegar a ser ni el con d e d e R om an on es, n i d o n Juan M arch.
” Y o he v iv id o tod a m i v ía d e vender p eriód icos y jam ás m e
faltó una peseta en el bolsillo, ni en m i casa un bienestar m odesto,
pero seguro. A p o co de casarm e m e establecí en un puesto fijo ,
que h oy es uno de los qu ioscos de m ás venta de M adrid. C on lo
que m e p rod u cía crié a tres chicas y un ch ico, oig a usted, y có m o
m e tiraría la afición al ca llejeo pa acá y pa allá que algunos días
dejaba a la parienta en el puesto y y o m e iba co m o cuando era
un chicuelo p o r el gu sto d e ir a buscar com pradores, de meterles
el papel p or los o jo s . Y en m i puesto n o m e estaba callao. N o podia.
E l g rito m e salía del alm a. ¿ C óm o n o gritar el crim en d el capitán
Sánchez, la cog id a y m uerte d e Joselito o la retirada de la política
d e don A n to n io M a u ra ? P e r o ya d ig o que el p reg ón es un arte,

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y la m ayor parte d e los vendedores pegaban v o ce s sin saber lo que
decían. A l capataz al entregarles las m anos de papel le pregun­
taban : “ ¿ H a pasao a lg o ? ” Y el capataz contestaba: “ U n incendio
en la calle d e F u en carral.” Y o al prin cip io m e fiaba d e lo que
decían los capataces, hasta que un día rae d ijo u n o : “ U n crim en
en la G uindalera, p ero p oca cosa .” Y y o , que todavía estaba en
babia, m e fui a tod o m eter pa la carrera d e San Jerónim o
y em pecé a v o c e a r : “ ¡ E l L ib era l c o n el crim en de la Guindalera,
p ero p oca c o s a !” Y un com p ra d or vu elve al p o c o y m e d ice ;
“ O y e , tú, cach o d e idiota, ¿ c ó m o dices que p oca cosa y han ase­
sinan a dos hermanas y una tía s u y a ?” Y desde entonces resolví
enterarm e p or m í m ism o y elegía y o lo que m ás p od ía tirar de la
venta. Y tenía un o jo que acertaba d e todas, todas. P e ro , claro,
lo que pasa, que los indocum entaos abusaban de los pregones
terroríficos, y se dió la orden d e p roh ibir los pregon es floreaos,
n o se p odía v ocea r m ás que el n om bre d e los p eriód icos m ondo
y liron do. Y nos h icieron la cusca. Y co m o la venta b a jó , v o lv i­
m os a lo de antes.
"D u ra n te la p roh ib ición lo ú nico que se p odía añadir era con
la lista de la lotería. Y y a ve usted, y o en jam ás lo dije. Y es
que desde chiquitito le he tenido tirria a la lotería, y verá usted
p or qué. T en d ría y o m is buenos quince años o p or ahí cuando
ocu rrió, ya no m e acuerdo de qué crim en pasional, que fu é m uy
sonao. S e m e d ió la venta al pelo. Sería la una de la madrugada
cuando estando en la P uerta del S o l se m e p a só p or la chola
hacer balance. V e in tio ch o pesetas co m o vein tiocho soles tenía en la
buchaca. U n capital. T enía, adem ás, un ham bre regular. Y p e n s é ;
“ ¿ P o r qué n o m e v o y ahí a la calle de Carretas, a casa S ix to,
a com erm e unas tajás d e bacalao, que lo hacen que lo b o r d a n ? ”
P a allá que m e v o y , m e determ iné. Y en esto se m e acerca una
chiquilla que m e gustaba u n rato y que ven día lotería. Y va
y m e d ic e : “ V en a n cio, estoy desesperé. L a hora que es y aún no
m e he estrenao. T e n g o la negra, y m ira, estoy segura de que si
alguien m e estrena, de aquí a que m e vaya h ago una buena ven ta.”

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Y se m e p a só p o r la d io la com prarla un p a r de décim os. Y p e n s e :
L a h a g o u n fa v o r, p ero m e quedo sin bacalao, p orqu e n o m e
p u e d o presentar en m i casa con p o co dinero, sabiendo que ha
h alñdo crim en pasional. L a chiquilla se ech ó a llorar, ¡ L o que
pueden unas lágrim as en los o jo s d e una m u jer que n os hace t i lm .
C u atro décim os d e a d u ro la com pré, p orqu e m e d ije, m e toca,
s ^ u r o , que esto n o es ju gar, esto es hacer una o b ra de can d ad.
L a paliza que m e atizó m i padre fu é de a o rd a g o. N o m e toco
o i d reintegro. Y le tom é tal o d io a la lotería, que n o h e vuelto
a ju g a r n i u n céntim o en tod a m i vid a y n o gritaba la lista,
aunque m e asparan.
" Y o tenía pasión p or los p eriódicos. L o s quería y los quiero
co m o a m is h ijo s y a m i costilla, que m e salió de azúcar cande.
E llo s m e daban d e com er. E llos m e daban el bienestar que p r o ­
p orcion a el contentarse con lo que se tiene, sin apetecer garam ­
bainas ni tonterías. U n o d e m is parroquianos era d on A n to n io
A s e n jo , un h om bre pequeñito y que to d o lo que tem a d e pequeño
lo tenia d e buena persona. E ra m u y n om brado, p orqu e en cola ­
bora ción co n o tro periodista, A n g e l T o rre s del A la m o , escribían
obras para el teatro que gustaban m ucho. A m í m e regalaba
entradas para verlas y m e iba co n la parienta y lo pasábam os en
grande. C uando ven ía al puesto charlábam os un rato. H ablába­
m os d e p eriódicos, d e los que se vendían y d e los que n o se v e n ­
dían , y d p orqu é de ello. Y o le hablaba co n mi ignorancia, pero
co n el calor que se habla d e lo que se quiere. Y él se percató.
U n d ía le d ije que y o tenía m u ch o olfa to para saber cu ando apa­
recía un p erió d ico n u evo si iba a tener v id a o n o, y m e equivocaba
p oca s v fx e s . Y le decia y o al ch ico en grande d e d on A n t o n io :
L a práctica, ¿sa b e usted?, cu ando m e m alicio que u n p eriód ico
n o v a a v iv ir, ¿ sabe usted lo que h ago ?, pues gu ard o los núm eros
qu e v a n saliendo. M e dan pena. A m o s, algo asi com o si fueran
u n os m ñ os que estuvieran amenazaos de quedarse sin padres
p orq u e csto-s estaban m u y m alitos, y m e los llevo a m i casa com o
» fu era la In clu sa o u n asilo. ¿ P o r qué n o iba a haber una

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Inclusa o un asilo para los p eriód icos, no le parece a usted?
Y d o n A n to n io A s e n jo m e con testó:
— P ues la hay, am igo V en a n cio. M e extraña que no la conozca
usted. C uan do quiera, pod em os ir a verla. Y o soy su director.
— D o n A n ton io, ¿ está usted hablando en serio ?
— Y tan en serio. E sa Inclusa o asilo, co m o usted dice, se
llama la H em eroteca M unicipal.
— ¿M u n icip a l? ¿ D e l A yu n ta m ien to?
— S í, señor, del A yuntam iento, ¿ p o r qué le extraña a usted
tanto ?
— H om b re, pues la verdad, y usted disimule, n o creí y o que
el A yu n tam ien to se ocupara d e recoger los pobres p eriódicos.
¿ Y hay m u ch os?
— H a y m iles y miles, q u erido V enan cio.
” O ig a usted, señor Zacarías, y fui a la H em eroteca M unicipal
y m e quedé b izco, p e ro que de los dos o jo s . A q u ello era el paraiso
d e la P rensa, es decir, el cielo y el infierno d e tod os los p eriód i­
cos, p orq u e allí iban tod os, lo m ism o lo s buenos que lo s m alos.
Y o creia que los p eriód icos se m oría n to d o s los días, pa los
restos. P o r eso y o coleccion aba unos cuantos p a salvarlos d e la
quem a. B u e n o ; pues, n o, señor. L o s p eriód icos n o se mueren
absolutamente. Y o ya sabía que los p eriód icos tenían alma, com o
cada h ijo de vecin o. E l alma de sus escritos. P ues esta alm a es
la que se salva en la H em eroteca M unicipal. E sta alm a, gracias
a ella, n o se m uere del tod o. S e conserva allí un pedacito
d e ella.
” L o s p eriód icos son m i pasión, p orqu e han sid o mi vida. L es
debo la felicidad, p orq u e y o, aquí d on de usted m e v e, he sido
y soy feliz. Y o nunca le he llamao perra a la vida. Y cuente usted
que he pasao ham bre y calam idades a manta, pero las calamidades
y el ham bre m e los echaba a la espalda cu ando p o r esas calles
de mis M adriles voceaba E l Im parcial y E l L iberal, L a C orres
y el H era ld o. N o m e cam biaba p or nadie, ni de chiquilicuatro,
ni de jov en zu elo, n i ya de hom bre, ni ahora de v ie jo . A h o ra no

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voceo, no co rro , n o ven do, pero sin faltar iin dia v o y al puesto
y m e siento allí rodeado d e papel p or todas partes. P ro cu ro no
faltar p or las tardes a la h ora que salen lo s p eriód icos. ¿ A que
no sabe usted p or q u é? P ues para oler a tinta fresca del papel
que acaba de salir de las máquinas. P a m í ese o lo r es m ás rico
que el de todas las flores. E l o lo r de las flo re s es una cursilería.
E l de los perfum es de las perfum erías, n o digam os. U nicam ente
el de algunas frutas m e vien e bien a la nariz. ¿ Y sabe usted
p or q u é? M e v a usted a llamar raro. N o le hace. P ues porque
el olor a tinta fresca del papel recién im preso es un o lo r parecido
al de la manzana, al d e la fresa, al del m elón de V illa co n e jo s,
y , ¡ah í va esa lie b re !, al d e la m u je r ; vam os, que atrae, que nos
empapa, con un si n o es de dulce y o tro sí y no es de am argo.
¡ Cuántos amaneceres m e he tirao d e la cam a y sin desayunarm e,
p orq u e n o había con qué, m e h e id o a la calle c o n el estóm ago
a la fu n era la ! Y m e daban el papel y lo co g ia y m e lo llevaba
a las napias y m e entraba el o lo r, y oig a usted, era co m o si m e
entrara un tazón bien colm a o d e ca fé co n leche. M e entraban
ganas de m ord er un tro zo d e p eriód ico co m o si fuera un churro.
N o . N o he com id o nunca papel, pero cuantísimas noches m e he
arropao en el catre co n el sobrante de la venta del día. E l papel
es m e jo r que una manta d e Falencia. A llá en los b u enos tiem pos
d e L a Ccorrespondencia de E spaña, d e L a C o r r e s de m is años
m ozos, era el p eriód ico m ás leído de M a d rid . L e llamaban el
g o rro de dorm ir, p orq u e to d o el m undo se acostaba co n ella para
leerla al calorcito de la cam a. ¿U s te d ha usao g o r r o d e d o rm ir?
P ues n o sabe usted lo que se ha p erdido. A h o r a la gente n o sabe
lo que es eso, p orqu e sabe lo que es la calefacción central, o el
calor ese que llam an n egro, quizá p o r lo n egro que p on e a la hora
d e pagar la cuenta d e la electricidad. P e r o cuando el brasero
era el rey d el calor, en la cam a el cu erp o entraba en reacción,
pero la cabezota se quedaba co m o u n tém pano y el g o r r o derretía
el hielo. B ueno, pues y o m e en volvía la cabeza en u n p eriód ico,
y tan ricam ente. D orm ía envuelto en papel d e la cabeza a los pies.

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D e m anera que n o ex a g ero si le d ig o que pa mí los p eriódicos
han sido la felicidad.
"H a s ta el cariñ o m e vin o p or ellos. M i m u jer vendía p erió­
dicos. E ram os adem ás vecin os. V iv ía m os en la calle del A guila,
en una casa de co rre d o r que tiraron hace ya años. ¡ Q u é lástima
las casas de c o r r e d o r ! A m í que no m e digan que eran antihigié­
nicas. ¿ Q u e n o había agua en los cu a rtos? ¿ Y pa q u é ? L a fuente
estaba en el patio. A llí iba la vecin dad a co g e r el agua. Y cuánto
m e jo r así. ; L o que disfrutaban las com adres ch ism orreando en
torn o d e ella! Y lo que animaban a la reunión las bron cas que
se organizaban p or u n quítam e allá ese cubo. ¿ Q u e las habita­
cion es eran chicas ? j P u es anda que las d e ahora son grandes,
y p a que quepa una cam a la tienes que doblar durante el día
com o si fuera un fu e lle ! A llí, en la calle del A gu ila , se v iv ía que
era una bendición. E ra y o un p isp a jo todavía cuando una mañana
al abrir m i puerta m e topé de m anos a boca co n una pispaja
peinada con dos coletas m u y graciosas. C o m o y o salía disparado
la pegué un em p u jón que de p oco la tiro.
— ¡ A n d a, h ijo , que no pareces una criatura, pareces u n c ic ló n !
¿ A n d e vas tan alocao que n o m e has estrellao d e m ila g ro ?
— A l tajo.
— ¿ Q u é o ficio tienes?
— P eriodista.
— ¡ A n d a la ó r d ig a ! E l m ism ito que y o. ¿ Y c ó m o no te
con o zco ?
— P orq u e som os m uchos, y M a d rid es m uy grande.
”Y desde entonces todas las mañanas n os esperábam os el
uno al o tro pa ir ju n tos. F u im os crecien do. E lla se h izo una
chavalota de bu en ver. T e n ía un genial m u y p arecido al m ió.
L o s dos éram os alegres, L o s dos teníam os las penas de la falta
de dinero en nuestras casas, Y a nosotros, ¡q u é ! M a d rid era
nuestro. T en íam os to d o el día p or delante para corretearlo
a nuestras anchas, sin que nadie n os d ijera p or aquí o p o r allí,
sin que nadie nos m andara ni n os sujetara. ¿ N o vale esto n a ?

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P a ella y pa m í valia todo el o ro del m undo. Ibam os ju n tos hasta
cog er el papel. E ntonces nos separábam os. N o queríam os com ­
petencia. C ada uno p or su lao. N i ella ni y o pensábam os en
am oríos. H ablábam os d e las cosas d e los ch icos y d e las cosas
de la venta. C uando se h izo una chavalita m u y aparente, se hizo
un tanto arisca. S e sabía c o n buen palm ito. Y ya se sabe, una
m u jercita que anda sola p o r las calles, n o sólo de día, sino tam­
bién de noche, siem pre tiene zánganos al lao que pretenden
llevarse la m iel d e guaga. P e r o ¡bu en a era la niña p a hacerse
de m ie l! Paraba tan en seco a los m oscones, que n o les quedaba
gana pa insistir. E lla y y o seguíam os siendo tan sólo vecinos
y com pañeros. A m í m e gustaba com o hem bra, p ero sin pensar
en el aprovechen, Y v in o el diablo y la enredó. ¿ S abe usted quién
fu é el d ia b lo ? P u es un p eriód ico que h e raentao antes. L a H o ja
d e P arra. Y a sabe usted que era un p eriód ico de un v e rd e subido.
Y a sabe usted que p or lo m ism o se ven día c o m o rosquillas.
U n a mañana, a p o c o de salir de la calle del A gu ila , v o y y la d i g o ;
— H o y m e p on g o las botas, p orqu e h o y sale L a H o ja de Parra.
¿ Q u é tal se te da a ti? ¿ T e forra s co m o y o ?
— A m í n o m e se da ni bien ni m al, p orqu e n o la tom o. Y o
n o ven do porquerías.
” O ig a usted, señor Zacarías, sentí co m o u n m azazo en los
o jo s y rae la quedé m irando com o alelao. M e lo n o tó y m e d ic e :
— T e has quedao d e un aire. ¿ Q u é te ha pasao?
— ¿ A m í? N a d a ... ¿ Y qué tienes tú que ver co n que L a H o ja
d e P arra sea una p orqu ería ? ¡ A llá ca c u a l! A lo que estamos,
tuerta.
Y m uy seria m e respondió.
— T ú eres un h om bre y los hom bres tenéis bula. Y o co g í los
prim eros núm eros de L a H o j a d e P a rra p orqu e n o sabía lo que
era, p orqu e ni p or cu riosidad reparé en los d ib u jo s que tenía den­
tro, pero un día m e se acerca un viejales asqueroso y m e com pra
la H o ja y la abre y m e enseña a una tía pin don ga en camisa,
y m e d ice al o íd o : “ S i m e d eja s verte así, te d o y cin co d u ros,”

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¿ Y sabes lo que h ic e ? A g a rr é la m ano de H o ja s que llevaba y se
las estampé en m itad de la chola. A la h ija de m i m adre n o la
ve en cam isa ni su m arido. Y se acabó p a m í la indecencia esa.
” M e quedé callao. E lla tam bién. Y n o pasó m ás. N o v o lv i­
m os a hablar de eso, pero sus palabras se m e quedaron grabás
en las entrañas. Y cada vez que vendía una H o ja m e acordaba
de ella. Y sin darm e cuenta em pecé a m irarla c o n otros o jo s ,
con o jo s de h om bre que ha descubierto a una m u jer, pero no
a una m u jer cualquiera, sino a su m u jer, a la m edia naranja, a la
m adre de sus h ijos. P ero ¡q u é h ijo s ni que o ch o cu artos!
¿Q u ié n era y o p a tener h ijos si ganaba unos reales d e na que m e
quitaba m i m adre na m ás llegar a casa, si n o tenía más que mis
buenos diecioch o a ñ os? S oñ aba el cie g o que veia. ¿ A usted n o le
gusta soñar, señor Z a ca ría s? A m í es que m e chifla. L o m ism o
m e da soñar dorm ido que despierto. D espierto y dorm ido soñaba
co n ella, co n la P atro de m is entretelas. Y m e com ía los sueños.
¡M á s ricos estaban! Sí, m u y ricos, riq u ísim os; pero lo que pasa,
tod os los días perdices term inan p o r cansar. L a P atro después me
lo d ijo. D e seguida se apercibió de lo que creía y o tener m uy
ocu lto, d e que m e hacía tilín. Y la m uy indina n o m e daba tanto
así d e p ie pa que m e insinuara. A l contrario, cada v ez más
m etida en sí, m e daba la im presión d e que le era indiferente.
Iba con m ig o co m o un guardacantón que andara y que hablara de
cosas tontas. Y cada día m ás ju n cal. M e traía frito. ¿ Será posible
que esta m u jer sea d e cartón p ied ra ?
”Y en esto, una crisis ministerial m uy sonada. Cualquiera
se acuerda y a d e qué crisis fué, c o n las que había en aquella
época cada tres o cuatro m eses o a lo m e jo r semanas. L as crisis
pa los periodistas eran pan bendito. N o m e im porta que piense
usted de m i que so y un presum ido que se las echa de m uy leído
y escribido. Sí, señ or, lo soy. D esde que tuve más o m enos uso
de razón m e leía los p eriód icos, no le d ig o a usted que de cabo
a rabo, p ero p o c o m enos. M e enteraba d e todo, estaba al tanto
de todo. Sabía de política, de teatros, de toros y de crím enes

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cuanto habia que saber. Y p or esto el día de crisis m inisterial en
seguida m e daba cuenta d e si la gen te ib a a tirar del papel o no.
P orq u e había crisis que no pasaban de nubes de verano, y éstas
n o preocupaban a la gente. L as g ord a s eran las que ponían a M a ­
drid en un g rito , al r o jo v iv o . V a m o s p o r partes. V a m o s a ver,
señor Z a ca ría s : usted tiene m uy p ocos años m enos que y o. S om os
del m ism o tiempo. ¿U ste d se puede explicar que d e M a d rid hayan
desaparecido los ca fé s? U sted sabe com o y o que M a d rid entero
y verdadero v iv ía en los cafés, desde el señorón hasta el obrero,
pasando p o r el menestral. Cada u n o en su café, pero tod os en el
café. L o s días d e crisis los cafés rebosaban de parroquia. N o se
podía dar un paso p o r ellos. S e p od ia cortar el hum o con las
manos. O ían hasta los más sordos que una tapia los gritos de las
tertulias. E n tod os los cafés había su cerillero correspondiente
que ven día tabaco y sum inistraba el recado d e escribir. A lg u n os
tam bién vendían p eriódicos. E n éstos nos estaba proh ibida la
entrada a los callejeros. E n los otros p odíam os entrar libremente.
Y o tenía unos cuantos que visitaba diariam ente, sobre to d o en
invierno, pa calentarm e unas m iajas. N o se p od ía vocear, pero
sí ofrecer el papel p o r lo bajines co n el crim en o lo que fuera.
Y o los dias de crisis m e em papaba bien d e tod o lo que decían
los p olíticos y los periodistas. Y m e iba a u n café. Y m e acer­
caba a una m esa y decía con a lgo de m is te rio : “ E l Parlam entario
con las declaraciones verídicas del R om an ones en las que dice
que d on Segism undo M o re t está m och a les.” E n otra m esa anun­
ciaba que don M elquíades A lv a re z era y a m ás m on árqu ico que
el rey. Y la gente picaba y y o vendía el triple que m is com p a ­
ñeros. E l dia aquel de la crisis aquella de que estoy hablando
le d ije a la P a tr o : C o g e el doble de m anos, que hay crisis gorda,
y pregon a E l L ib era l co n la probable lista grande.
— A m o s anda, tú estás chalao. ¿ T e crees que el personal no
sabe que n o ha habido so rte o ?
— P e ro si es la política, so atontá, tú hazm e caso a m í, y a las
cuatro te espero en la cabecera d el R astro pa irn os al ca fé de

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S an M illán, o al de San Isidro, o al del P ilar, al que te cumpla,
p a tom ar ca fé a cuenta de la crisis.
"E le g im o s el de San Isid ro, que ya record ará usted que tenía
vicaría, y aunque la P atro y y o n o éram os n ovios ni p or pienso,
las vicarías d e los cafés eran sitios m uy apropiaos pa hablar
con despacio y sin m irones, p orq u e allí cada cual iba a lo suyo.
L a P a tro era m u y rem olona pa decir que sí a cualquier cosa.
Y m e contestó que m e fuera a tom ar ca fé con d on E ugen io M o n ­
tero R ío s, que sonaba pa m inistro. L a convencí y fuim os. E ra la
prim era v ez que nos veíam os b a jo techao. E n tró m ás asustada
que un g ato en una perrera. Y o pedí café y una cop a d e anís.
— T óm a te tú otra — la animé— . U n día es un día, y no todos
traen una crisis co m o ésta que no se sabe lo que va a pasar. ¿ H as
v en d ió m u ch o?
— T o d o lo que saqué y m ás que hubiera tenido. L o de la lista
grande ha sid o un aliguí m enudo. E res un hacha.
Y o m e puse la m ar de orgu lloso y d ije ; C o m o que so y un
periodista que n i d on José O rtega y M unilla,
— ¿Q u ié n es ése ?
— P ero, chica, ¿ n o sabes quién e s ? E l director d e E l Im -
parcial.
— M u y señ or m ío, pero no m e trato con gen te de chistera.
E n cuanto a lo del anís, te lo agradezco, p ero m e se sube a la
cabeza.
” ¿ Q u é m e d ió en aquel m om en to? S eñ or Zacarías, el h om ­
bre es un m isterio. A m í la P atro m e gustaba más que com er
con los dedos, p ero m e im ponía m ás que m i padre co n la m or-
daga, cuando m e atizaba cada m am porro que rae partía el alma.
Y o le decía un ch icoleo a la m ism ísim a Cibeles y era más atre­
v id o que d on Juan T e n o rio en la escena del sofá, p ero ju n to a la
P atro es que ni resollaba, y en aquel m om ento, a! oír lo del anís,
m e arranqué sin pensarlo y d ije d ig o ; “ P ues eso es lo que y o
quiero, que se te suba a la cabeza pa que m e contestes a una
p re g u n ta ...” ¡ M aldita sea ! N o había term inado d e decirlo, cuando

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de la calle llega una v o z . “ ¡E l extraordinario de L a C orres con
la solución d e la c r is is !” ¡M i m a d re! Y pegué u n salto en el
diván. ¡ A h í va I U n extraordinario d e L a C orres, y y o sin
enterarme. V en g a , vám onos m ás que aprisa. ¡L a tengo tizna!
Y fu i a llamar al cam arero pa pagar, y la P atro m e d ic e ;
— E spera, estáte quieto. ¿ Q u é pregunta es ésa tan particular
que m e ibas a hacer ? D e aquí no sales sin que m e la digas.
— M ira, P atro, te v o y a decir m i verdad. N o era na. F u é un
pronto que m e dió, p ero que y a ha pasao.
— P ues si ha pasao, dile que vuelva.
¡ L a C o rres co n la solución de la crisis! P e g u é o tro brinco.
— ¡ Q u e te estés quieto, te he d ic h o ! D esem bucha ahora m ism o
y luego te vas.
” Y a se puede im aginar mi situación. ¿Q u ié n se declaraba
p or lo fin o co n un extraordinario de L a C o rres en la calle?
E m p ecé a decir tonterías y la P atro se iba pon ien do m uy ner­
viosa. Las m u jeres son tam bién un m isterio. L a P atro también
tuvo su pronto.
— ¿ N o rae lo quieres d e cir? P u es te lo v o y a decir y o. M e
ibas a decir que estás chalaito p o r mis pedazos.
" O ig a usted, m e quedé co m o el rey Chindasvinto en la plaza
de O riente, d e piedra. T a l cara de pasm ao debí de pon er que la
P atro soltó el trapo.
— ¡A y , h ijo , ni que hubieras visto a la tarántula m aldita!
¿ A que he dao en la y em a ?
” D ije que sí con un suspiro. Y allá que te v a el ja r ro de
agua fría. Q u e nones, que estaban verdes. Y m e envalentoné.
Y la dije to d o lo que se m e ocu rrió de tierno y algo más. Y que
si quieres arroz, Catalina. Q u e éram os dos crios, que entre los
dos no ganábam os más que p a alpiste, que ven diendo p eriódicos
n o se p odia vivir. Q u e y o era un buen ch ico, p ero sin o ficio pa
mantener una casa. Y m e lo puede usted creer, estuve tentao de
ahogarla. P a m í la P rensa era lo más sagrao del m undo. P a m í,
venderla era tanto co m o escribirla, p or eso los ven dedores nos

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llamábamos periodistas, p orqu e ahora tod o ha variao, p ero en
m is buenos tiem pos los vendedores ca llejeros ambulantes, que
eran los más, h icieron m ucho p o r la Prensa, se la metían p o r los
o jo s y p o r los o íd o s a los com pradores, y y o m e consideraba un
hacha, y o presum ía de vender m ás papel que nadie, y m e revolví
con tra la P atro y la d ije co n v o z fuerte. “ T ú m e podrás dar unas
calabazas m ás grandes que las bolas del puente de Segovia, te
podrás creer que n o sirvo pa na, pero y o te aseguro que ven ­
diendo p eriód icos v iv ir é ; que vendiendo p eriódicos sacaré p’Iante
una casa y lo que se presen te; con tig o m e jo r que con nadie, p o r­
que tú eres la m u jer de m i a lm a ; la que co n o cí d e niña y se me
entró en las entretelas; la que soñé envuelto en p e rió d ic o s ; la
que llevo p or las calles delante de mí co m o una estrella que me
gu ía co m o a los R eyes M a g os, p orq u e tú eres m i reina m aga.”
Y entonces la P atro m e co g ió una m ano. “ N o sigas. L a suerte
está echada. C ontigo pan y p e rió d ico s.” Y así nos hicim os novios.
” M e dió la buena. Saqué un núm ero alto y m e libré de quin­
tas. Y o no sé quién m e em pujaba. Q u izá D ios, p ero y o no paraba
en tod o el día y en toda la noche. Y o corría co m o un gam o las
tardes de toros, desde la im prenta de E l E nano, que se tiraba
en la calle del A r c o de Santa M aría, hasta la plaza d e toros p re­
gonando la reseña d e la corrida, y vendía más que nadie, pero
pasaban los años y y o veía que la P atro se iba a salir co n la suya,
que ganaba unas pesetejas, p ero n o las suficientes pa casarm e con
todas sus consecuencias. L a P atro n o decía na. Su m adre la había
quitado d e la calle y había entrado en un taller de plancha, donde
pron to fu é una buena y bien pagada oficiala, E n tre los ven de­
dores y o tenía m uchas envidias, p ero tam bién tenia am igos que
m e apreciaban. U n o d e ellos, D io s le tenga en su gloria, era un
vejete, soltero, sin fam ilia, que tenía un puesto fijo de Prensa
en la P uerta del S ol. E ra un ágiúla pa el com ercio. F u é el prim ero
al que se le ocu rrió vender libros en su puesto y guías de M adrid
y postales, y cuando y o andaba m ás desesperado m e d i j o : “ ¿ Q ué
te pasa, V en a n cio, te v e o así co m o co n su m id o? ¿ T e se da mal la

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v en ta ?” “ N o , s e ñ o r; p ero n o m e da lo suficiente p a poder
casarm e, que es m i pío, p orqu e tengo la n ovia más h on ra y más
bonita de los M adriles, y esto m e trae a m al tra er.” “ P ues n o te
apures, E spera unas m iajas, que a lo m e jo r se te arregla el
casorio. Y o estoy y a pa el arrastre con este reum a que m e tiene
m edio baldao, y he pensao retirarm e a mi pueblo con u nos cuar-
tejos ahorraos desde que pude, y entonces este puesto será tuyo.
E stoy pendiente de que m e vendan la casa que fu é de mis padres
en el p u eb lo.” Y la co m p ró y m e traspasó el puesto sin pagarle
un céntim o. Y al año d e ser m ío, m ás valiente que el C id m e case
en la P alom a, y la V ir g e n fu é nuestra m adrina. N o sólo el puesto
fu é p ’arriba, sino que la maestra d e la P atro la ced ió el taller de
plancha p or p o co din ero pagado a plazos, ¡ Y p a qué en el m undo
có m o vivíam os el m a trim o n io !
L a plática fu é interrum pida en este punto p or la llegada de
una parroquiana del señor Zacarías. C uando la despacha, insta
a su am igo para que continúe sus m em orias, p ero éste alegó que
tenia prisa.
¿ P risa, y lleva usted casi una h ora hablando ? Siéntese y siga
dándole a la m uy, que le o ig o co n m ucho gusto.
P ero rae tem o que m is amables lectores n o sean de la mism a
opinión del zapatero y estén y a fatigados de las M em orias d e un
ven dedor de periód icos, que no son precisam ente las de m íster
Churchill o las del señor G il R ob les, y n o m e u n o a la petición
del señor Zacarías.
D ejem os m archar al señor V en a n cio, p erson a je n o im aginario,
p erson a je al que con ocí y de quien escuché el relato que acabáis
d e leer, malamente transcrito p o r m i plum a. E ste relato quiere
ser hum ilde con tribu ción al h om en aje d ebid o al cincuentenario
d e la fu n dación de la H em eroteca M unicipal, una d e las insti­
tuciones de las que puede sentirse orgu lloso el A yu n tam ien to de
M ad rid . Salvo contadas ocasiones, el A yu n tam ien to de M adrid
n o ha tenido buena Prensa. A m i ju icio , bastantes v eces in ju s­
tamente. E l A yuntam iento n o ha gu ardado ren cor a los apasio­

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nados ataques. E l A yuntam iento, un buen dia, hace cincuenta
años, a co rd ó reunir, coleccionar, guardar toda la Prensa. Guar­
darla con am or. Y creó una H em eroteca reputada p o r magnífica.
P ara los que escribim os en los p eriódicos, una H em eroteca es
algo entrañable. E sto y totalm ente de acuerdo con el señor V e ­
nancio. U n a H em eroteca es el paraíso de los p eriódicos. A llí
quedan, perduran nuestras almas, nuestros escritos, flo r de un
día. A llí, guardadas con am or, las flores no se marchitan. A llí
las encontram os fragantes a las bellas, pálidas a las m ediocres,
lacias a las desafortunadas, p ero todas intactas. Y algunas tienen
suerte. V u elv en a nacer. Salen de nuevo a la calle en form a de
refritos. ¿ Y p o r qué n o ? L as patatas refritas son incomibles,
p ero una buena crón ica sabe quizá m e jo r recién renacida. E nvidio
con todas veras a m i q u erido y adm irado am igo F ed erico Carlos
Sainz d e R obles, actual director d e la H em eroteca. ¡ Q u é delicia
ser el je fe de m illones de h oja s im presas! P o rq u e sí, una biblio­
teca n o está mal, p ero entre los libros abundan los pelm azos, los
que la tom an con un tema y se largan hablando d e él 800 páginas.
U n p eriód ico, en cam bio, es co m o un baile en el que se encuen­
tran m ultitud d e señoritas, unas guapas, otras feas, y u n o puede
elegir p o r su pareja a la que más le agrade, que a lo m e jo r es
la fea, p orq u e esto v a en gustos. E l gran escritor R afael Sánchez
M azas m e solía d e c ir : “ Cada v ez m e revientan m ás los escritores
que escriben dem asiado b ie n .” E n los p eriód icos n o se suele
escribir dem asiado bien, p ero sí cosas vivas, que n os atraen com o
u na m u jer fea, que tiene su gracia en su fealdad. Si y o fuera
F ed erico C arlos Sainz d e R ob les cu ando llegara a la H em eroteca
en lugar de ped ir los p eriód icos del día, p e d ir ía ; ¡ A ver, que m e
traigan L a Ib eria d e 1865, que ven d rá buena co n los artículos
de C arlos R u b io y d e P ráxed es M a teo S a g a sta ! Y en el silencio,
en el am biente p ro p icio del v ie jo y adm irable caserón donde está
instalada la H em eroteca, viviría los tiem pos antañones, los tiem ­
pos que están n o m uertos, sino v iv o s en los m illones d e páginas
d e m iles y m iles de p eriód icos, d e esos p eriód icos que han sido

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mi vida, m i pobre vida co m o !a del señ or V en a n cio, p ero que
com o él n o la cam bio p or ninguna, co m o n o cam bio p o r ningún
o tro h on or el que m e ha con ced id o don C arlos A ria s N avarro,
alcalde d e M adrid, al perm itirm e hablar palabras banales en h om e­
n aje a la H em eroteca M unicipal, orgu llo d e m is M adriles, a los
que he dedicado, n o sólo m i am or de h ijo , sino las florecillas
silvestres de mis pobres escritos, volanderos co m o el vocear de
un ven dedor de periódicos.

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F R A N C IS C O FABRO DE BREM UNDANS

(1621 - 1698) *

P o r E U L O G IO V A R E L A H E R V IA S

H eraos sentido siem pre una enorm e simpatia p or los tipos


raros literarios. Criaturas que quedan m uchas veces relegadas en
el olvid o. C arecen de b rillo y sus vidas n o han sido nunca regis­
tradas en la nóm ina de la celebridad. E spectros vagantes en cierto
m om ento histórico, y, sin em bargo — m irados amorosam ente— ,
descubrim os que fu eron personas interesantes y atrayentes. A sí,
Juan de la E spina, H u arte d e San Juan, Juan V ice n cio Lasta-
nosa, el d octor L a g u n a ... H om b res originales que, elegantemente,
renunciaron al relum bre y a la fam a fáciles, D e nuestros am igos
— amplia baraja— sacam os uno para presentar a ustedes el
esquem a de una v id a y de una obra que n o ha sido suficientemente
valorada.
F ran cisco F abro de B rem undans se nos presenta co m o un
tipo crepuscular, m isterioso e incierto. Cuando, inexpertamente,
nos introducim os en la selva de inexactitudes e im provisaciones
que se llam a H istoria d e la Prensa, com prendim os que el perfil
de este h om bre era descaradam ente incom pleto. V erd a d es que

* E x tr a c t o d e u n am p lio e stu d io , dond e se pu b lica rá n las fu e n te s y lo s docu m en tos


in é d ito s que h an s e r v id o de cim ie n to s a este tra b a jo .

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en 1960 se carecía de datos docum entales L o p o co que sabía­
m os era lo que — laboriosam ente— habia reunido d on Juan P érez
d e G uzm án E xcelen te y honesto historiador que n o pretendió
trazar una b iografía d e F a b ro, sino coloca r un hito co rre cto en
los inicios de la historia de la G aceta de M adrid. Sus originales
aportaciones, que tenían la lozanía de lo recién descubierto, se
han m architado y se han con vertid o en u n tóp ico m anido y flá c­
cid o. F a b ro fu é u n genial gacetero, lo de “ gen ial” es añadidura
recientisima.
D efin ición superficial. F a b ro n o fu é sim plem ente uno de tan­
tos reim presores de los papeles n oticiosos de Francia, H olanda
e Italia. E n sus gacetas se percibe un “ a lg o ” m uy distinto al
servil estilo d e las gacetas coetáneas. E se m atiz diferencial lo
hallam os en los ceñ id os com entarios a las noticias políticas o cas­
trenses, en la prudencia y m edida — resultado de una experiencia
política propia— de las inform aciones recibidas, en la perm anente
vigilancia de respetar la verd ad o la posibilidad d e la verdad.
E l sensacionalism o g ro se ro y bu rdo ja m á s aparece en sus p erió­
dicos, ¡ C laro que fu é un p eriod ista ! L a prueba la tenem os — y es
decisiva— en su reiterada pretensión d e v is ita r— “ entrevistar” —
al em bajador de A u stria , en M ad rid , para adquirir “ noticias
frescas” sobre los graves acontecim ientos d e H u n gría® . S í fué,
efectivam ente, u n.gacetero, p ero algo m ás que eso. E se acento es,
precisam ente, la distinción de su tra b a jo y de su personalidad.
F u é secretario de Juan de A u stria , después del año 1660,
y, luego, ascendió al C o n se jo R eal, 1678. C uando d e él se habla,
suelen los escritores citar dos libros s u y o s ; p ero, al parecer, se
trata de un sencillo alarde erudito. S o n estos lib r o s : H isto ria de

1 VARELA H e r v I a s , E. ; C a s e ta N u e v a , 1 6 6 1 -1 6 6 2 (N a t a s s o b r e la h is to r ia d el
pcriodisiH o e s p a ñ o l e n la s ep u n d a m itad d e l s ig lo [ M u r c ía U 1960.
* F ú m z DE G uzm A n, J. : B o s q u e jo h is tó r ic o -io c u m e n ta l d e la ''G a c e ta de M a d r i d " .
M a d r id , 1902,
* M a u r a , G . : D o cu m e n to s in é d ito s r e fe r e n t e s a las p o s tr im e r ia s d e la C a sa de
A u s t r ia en tEspaña.— B o l. A cad . de la /íiV l^ n a .— M a d r id , 1925, t. L X X X V III,
p á g . 190 (C a r la alem ana, fe ch a d a e l 10 d e o c tu b r e d e 168 6),

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los h ech os del S eren issim o S eñ o r D o n Juan de A u stria , en el
P rincipado de Cataluña (Z a ra goza , 1673) * y V ia je d el R e y
N u estro S eñ o r D o n C arlos S egu n d o al R e y n o d e A r a g ó n (M a ­
drid, 1680)®.
M erece la pena que nos detengam os un m om ento. L a lectura
de am bos volúm enes es sabrosa. E l dedicado al Infante está escrito
con severa elegancia. N o encontram os en él las retorcidas volutas
del gusto barroco. E l estilo es sobrio, ord en ado y m edido, F abro
había expuesto — claramente— su criterio sobre la m anera de
escribir la H istoria m u ch os años a n tes: “ E g li é p er certo cosa
degna di com passione, e di sdegno, il veder dar n om e di Storie,
a racconti volgari, pou eri per lo piú di veritá, d’ordine, di stile
et eziandio di Gram m atica, et abbondeuoli di frasi e di parole
barbare, e di vaneggiaraenti di cieca passione, v e rso il partito
done il loro A u t o r e ” ®. Y ahora se ciñe a aquellas norm as y nos
p rop orcion a una obra de calidad literaria y una fuente valiosa
de con ocim ien to. E s m uy difícil escribir sobre lo que sucede co e ­
táneamente, p orqu e las cosas y los hom bres no tienen, en la p ro­
fundidad del tiem po, la perspectiva indispensable. E ncontram os
en su con stru cción calidades n o ta b le s: templanza, tino y discre­
ción . E stilo reg id o p or la atenta observación del encadenam iento

* H is to r ia de ¡o s h ech a s d e l S e r e n iss im o S e ñ o r D o n Juan d e A u s t n a . e n e l P r in c i­


pad o de C a taluñ a. P a r te I . E s c r iv ió la D o n F rasxcisco F a b ro B rc m u n d a n , C ria d o d e sv
M a g e s ta d , y O fic ia l m a y o r d o L e ttg v a s de las S e c r e ta ría s d e E s ta d o y G u e rr a de
sv A tie s a . I la o f r e c e y d ed ica a l R e y n v estro S e ñ o r d on C a rlos I I .— Im p riin íó só
en ^anagoga, c o n L ic e n c ia y P r íu ile g ío , en la E m p re n ta de D ie g o D o r m e r , Im p re sso r
de U C iu d a d , y del H o s p ita l R eal y ücn cral de N v e s tr a Señ ora de G ra d a .
Año M . DC. L X X IIL
* V i a je d el R ey U estro S eñ or D on C a rlo s S cgvn d o Al R cyn o de A ragón.
E n tra d a d e s v M a g e s ta d e n Z a ra g o sa . I n ra m o n to s o le m n e de lo s F v e r o s y p rin cip io s
d e ¿ftf C o r te s G en er a le s d el m ism o R c y n o , e l a ñ o M . D C . L X X V I T , B n r e la c ió n diaria.
E s c r ita p o r D o n F r a n c is c o F a b r o B rom xm d an , d e l C o n s e jo d e s v M a g e s ta d , s v S e c r e ­
ta rio, In térp rete de la L cn gva L a tin a , en la S e c r e ta r ía de E s ta d o de el U o rte:
y dedicada a s v M a g e s ta d p o r m ano d el S e ñ o r M a r q u é s d e C a n a les, C a u a llero de ¡a
O rd en d e C a iatran a, d e l C o n s e jo de s v M a g e s ta d , y s v S e c r e ta r io de E s ta d o d e E sp a ñ a
y e l N o r t e .— E n M a d r id , Im p re n ta de B ern a rd o de V íU a*D íego, Im p re s so r de su
M a g esta d . A ñ o M. DC. L X X V II.
* 'Carta a A l e ja n d r o P e r la s c a , s, f.

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de los hechos, sin o tr o aditam ento que la reflexión política que
sugieren los sucesos^. E l escritor está form a d o en la escuela
hum anística. S e p e rcib e n — claros y lejanos ecos— la resonancia
de las ideas y preceptos d e T á cito , L u cia n o y T ito L iv io . P ero,
adem ás, creem os encontrar otros v a lo r e s : suavidad, flexibilidad
y transparencia. P ara n osotros eso representa la herencia inte­
lectual d e los escritores italianos, c o m o C arlos M aría M aggi,
Stradi, Pallavicini y Silos, y de los franceses B alzac y L a M oth e
de V a yer. Señales inequívocas que declaran cuál fu é el elevado
nivel espiritual en que se había edu cado F abro.
E l segundo libro, p or su con d ición d e ser un diario de viaje,
tiene otra factura. F a b ro fu é su cron ista áulico. S e ha depurado
el e s tilo — apenas si existen italianism os— y ha alcanzado una
soltura notable. L a obra, pues, está condicionada. P o r tanto, la
lison ja, el requiebro y el rendim iento son insoslayables; mas, así
tod o, hay cierta discreta contención.

¿Q u ié n fu é este h o m b re ? L a pregunta salta inevitablemente.


D ispon em os d e m u y pocas referencias exactas. P o r o tro lado,
F a b ro se com placía en arroparse en una niebla sospechosa. S ólo
luce con orgu llo sus títulos oficiales. Calla. ¿C ela ría un secreto?
¿ O sería uno d e tantos aventureros que se injertaban en socie­
dades extrañas para m edrar, ocultando su verdadera y dudosa
p roced en cia ? In terrogaciones que n os in cita ro n — ^vehemente­
m ente— a “ desenm ascarar” tan h uidizo y m isterioso personaje.
S in brú ju la, sí autorizada pauta, nos lanzam os a hurgar, aventar
y enredar en papeles extravagantes.
L a corta cosech a reunida, la presentam os co m o una mínima
n ovedad erudita.
F ije m o s , cron ológicam ente, los lím ites d e su existencia. Se
dejaba llamar “ el b o r g o ñ ó n ” . N ace en la “ Im perial ciudad de

’ M e ló , F . d e M . ; M is i o n a d e lo s m o v im ie n to s , se p a r a c ió n y giierrO' de C ataluñ a
c» tie m p o d e F e lip e 7 F .— B a rc e lo n a , 1885, pág. 13; " ... aquí no h allarás citadas
sen ten cias o a fo r is m o s d e f il ó s o fo s y p o lít ic o s ; t o d o e s d e l q u e lo e s c r ib e " .

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Besan^on, en el C on d a d o de B o r g o ñ a ” . E l día 22 d e abril d e 1621
fué bautizado en la parroqu ia de Saint-P ierre. S u s padres fu eron
P ed ro F aivre y H u m berta R egnaude, vecinos y naturales de la
antigua “ V e s o n tio ” Fam ilia patricia y de antiguo abolengo,
form ada p o r tres ramas, una d e ellas adoptó el top ón im o de
Brem undans de cierta p oblación de la B orgoña® .
M u ere en M a d rid — en la calle de Silva— cuando tenía setenta
y siete años, el dia 12 de enero d e 1698, y enterrado en la desapa­
recida iglesia de San F elipe N eri, d e C lérigos M enores
D isp on em os d e dos fechas exactas — hasta ahora ignoradas—
para encuadrar en el tiem po su existencia. Intentarem os — en la
m edida que n os sea dable— ilustrar tan dilatada vida. L o prim ero
que se nos presenta es una im presionante s o rp re s a : desde niño
fu é p a je o contino en casa de don D ie g o Saavedra F a ja rd o . A sí
nos lo d ice N icolá s A n to n io D ato de extraordinaria significa­
ción y trascendencia. E l haber sido educado en el h oga r del gran
escritor y diplom ático aclara m uchas cosas que parecían incom ­
prensibles. E x p lica el rum bo de su carrera y la inclinación d e sus
preferencias y gustos literarios. ¿C u á n d o Saavedra F a ja r d o re co ­
g ió al niño b o r g o ñ ó n ? N o s valdrem os de una hipótesis para
exp licar el hecho.
Saavedra F a ja rd o , en 1638, realiza un v ia je p olítico al C ondado
d e B orgoñ a . E xtra ord in a rio peón español en el ju e g o diplom á­
tico d e aquel instante. “ E n t r é — dice— p o r el P ontilier en B o r ­
goñ a. H asta allí n o estaba m altratada m u ch o la m on tañ a; todo
lo dem ás se v e abrasado, y m u ch o más la llanura, en que no
puede im aginarse m iseria tan grande que n o hayan padecido
estos vasallos, m ás d e las armas am igas y auxiliares que d e las

‘ A r c h iv e s m u n icip a les <le V ille de B esa n gon . S ig n a . G. G. 174, fo l, 17r.


C on serva d os e n )a bib lio te ca d e la ciu dad-
• S v c H A U x : G a le r ie íicrá td o'u obilia ric d e la F r a n ch e C oM te.— P a r ís , 1878, t. I.
pág. 226,
P a r r o q u ia de San M a r tin , M a d rid . L ib r o de d e fu n c io n e s y en terram ien tos.
T. X I , f o l . 12 V .
n B ib lia th eea H is p a n o n o va .— M a d rid , 1788, t. I I , A p é n d ice s .

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enemigas. V iv e n p o r los bosques com ien d o yerba, y , a veces,
im os a o tr o s ; co n esta desesperación salen a matar a los cam i­
nantes, sin que se pueda dar un p a so sin un co n v o y
C on este p elig ro y con fu sión , falta el com ercio y la c u ltu r a ...” ’ L
Y , en el rig o r d e tanta desdicha, B esanqon era diezm ada p or
la peste.
D o n D ie g o am aba tiernam ente a los n iñ os. S on adm irables
penetración y com pren sión — las bellas páginas que dedica a des­
cribir el re fle jo d e las em ociones en los infantes^®. C uando llegó
a B esanqon, su fin o espíritu estaba deprim ido y entristecido. N o
p od ia soportar el espectáculo lacerante de tanta desgracia y d olor.
E ntonces, en aquella h ora crítica, entra un m ozo en su aposento
con un papel en la m ano. Im p lora rem edio a su m iseria. F rancisco
tiene “ serena la frente y los o ju e lo s v iv o s ” . Suplica. Choque
sentim ental... D o n D ie g o se enternece. E scuch a con m o v id o el
d olo ro so relato y, generosam ente, da a aquel m o z o ham briento
y desesperado algo m ás que lo que solicita ba : su casa y su alta
p rotección. M om en to inefable. R a sg o de ternura y am or que en­
cen d ió una m ágica estrella— la de la esperanza— en el alm a de
aquel niño triste.
L a vid a c o r r e ... D o n D ie g o Saavedra F a ja r d o asiste a la
D ieta de R atisbona, 1640. E n este año publica sus admirables
E m p resa s en M u n i c h » . V ie n e a la C orte a ren dir el fru to d e sus
arduas gestiones diplom áticas, y, p o c o después, se le nom bra
em bajador plenipotenciario en el C on greso d e M ü nster. F a b ro le

R e la c ió n d e D e n D ie g o d e S a a v e d r a F a x a r d a , C o n s e je r a d el S u p rem a y R ea l
C o n s e jo de I n d ia s . E m b a x a d o r p o r s n M a g o sta d C a lá lio a d el R e y D o n
e l G ra n d e. M . S e ñ o r al E l e c to r de B a v ie r a et> la jo m a d a q u e p o r s u M a g eM a d tuso
al C on d a d o de B o r g o ñ a . a ñ o J Í Í Í . - G o n e á l e z P a le n c x a , A . ; O b r a s c o m p leta s de
S a a v ed ra F a ja rd o .— M í i ñ i . 194 6, p á g s . 1333-1341.
« E m p r e s a , I , O p . c it-, p á g - 172. . n . /
M I d e a ! d e v n P r in c ip e / P o litic o C h rislia n o . / R e p r e s e n ta d a e » eren E m p r e s a s . /
D ed ic a d o / al P r in c ip e d e las E s p a ñ a s . / M v e s tr o S e ñ o r . / P o r / D o » D seg o
F a x a r d o / á e l C ostsejo de s v M a g e s ta d ! e n e l S u p r em o d e lo s "
ex tra o rd in a rio e n M a n lv a i E s g u is a r o s i R e s id e n te e n A l e m a n x a . - E n M o n a c o . / E n la
em pren ta d e / N io o lo E n r ic e , a 1 d e m a r z o / 1640.

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acom pañaba: “ l o predissi in sino da M unster che piegherebbe il
Cardinal! Chigi, quando mal arriuasse al T r o n o di Sim one
P ie tro ” dice cuando recibe la noticia de la elevación de M o n ­
señor P aravicini al cardenalato.
T a n tos n egocios, tantos conocim ientos co n person ajes de ca li­
dad, la casa de Saavedra F a ja rd o era una escuela excepcional
y única. P arece com o si é s te — atento a su m agisterio— hubiera
querido aplicar sus ideas a un m olde hum ano. “ E l maestro se
cop ia en el discípulo y d eja en él un retrato y sem ejanza su ya”
“ F orm ar p lan teles— dice— de su jetos que vayan sucediendo en
los carg os y o fic io s ” , era práctica excelente para form ar servi­
dores id ón eos para la nación. L a con viven cia y el trato en países
distintos m od ificaron el carácter y la personalidad de F a b ro, co n ­
virtiéndole en un jo v e n interesante Saavedra F a ja rd o regía
una pequeña oficin a diplom ática, integrada p or un secretario y tres
oficiales d e secretaría i®. C reem os firm em ente que uno d e estos
oficiales era nuestro F abro.
E n la E m bajad a co n o ció a la flo r d e la D iplom acia, sobre
tod o a dos grandes d ip lom á ticos: al L e g a d o P on tificio F abio
C higi y a A n to n io B run, éste cola b ora d or inapreciable de nues­

>5 C a rla a C a rlo s M a r ía M a p g i. 30 d e j u li o d e 1659-


w E m p r e s a , I , p á g . 171.
” E m p r e s a , L X V . O p . c it., p á g . 505.
“ S a a v e d ra F a ja r d o ; O p . c it., p á g . 5 0 5 : " ... n in g u n a ju v e n t u d sale acertada
en su patria. L o s p arien tes y a m ig o s la h acen lice n cio s a y a tre v id a . N o a s í en tie rra s
e x tra ñ a s , d on d e la n e ce s id a d oblig a a la c o n s id e r a c ió n e n co m p o n e r las a ccio n e s y en
g r a n g e a r v o lu n t a d e s " , p u es “ fu e r a de la p a tria se p ierd e a q u e lla ru d eza y en co­
g im ie n to n atu ral, a q u e lla a ltiv e z n e c ia e in h u m an a que o rd in a ria m e n te n a ce y d u ra
en lo s que n o h an p r a c tic a d o c o n d iv e r s a s n a cio n e s. E n tr e ellas se a p re n d e n las
costu m b res y los e s tilo s ” .
1» S a a v e d ra F a ja r d o ; O p . c it., p á g . 1 3 61; “ Y o re c ib í en B r u s e la s p o r secreta rio
a J u a n d e A r r a z o la -O ñ a te , que lo fu é de L en gu as d el C on de d e V illa m e d ia n a en
In g la te rra , p e r s o n a in te lige n te y m u y atenta a l s e r v ic io de V, M a g e s ta d , y te n g o
tam bién tre s o fic ia le s d e S e c r e ta r ía ; su p lico a V. M a g e sta d , se s ir v a d e u s a r con
tod os d e su a costu m brad a b e n ig n id a d , su p u esto q u e los g a sto s y o b lig a cio n e s en que
m e h a llo y o n o ten g o c o n q u é da rle s g a g e s ” (M iin s t c r , 6 d e f e b r e r o d e 164 4),
“ E le v a d o al Papado con el n om bre de A le ja n d r o V II. V éase; F raga I e i-

BARNE, M . ; S a a v ed ra F a ja r d o y las neB C ciaciones d e M iin s le r (1 6 4 3 -1 6 4 5 ) a tra v és


d e los d o cu m en to s r e la tiv o s a ¡a m a d ia rión d e l íV nncio Chipi.

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tro m inistro E n ambiente tan selecto, F a b ro afinó su habili­
dad y lo g r ó el con ocim ien to p erfecto d e la lengua latina, francesa,
italiana, española y germánica®®. D esde el año 1638 a 1645 duró
el aprendizaje de F a b ro a la som bra de la sabiduría y experiencia
de aquel m agn ífico patrón.
S aavedra F a ja r d o regresa a M a d rid en 1645. E sta es la fecha
en que F a b ro se separó de su protector. Iniciase un n uevo periodo
d e su vid a. A pen as si g o z ó unas semanas de libertad. P ro n to entra
al servicio de otros insignes personajes. D urante algunos años,
y sucesivamente, fu é secretario del m arqués d e Caracena, con de
d e Fuensaldaña y m arqués de la Fuente. E xtraordin arias p erso­
nalidades que son los actores destacados en la com p lejid a d militar
y política d e E u rop a . M u y difícil — p or n o decir im posible— es
seguir a F a b ro p o r los distintos p a íse s: Flandes, Italia, A lem ania,
F rancia y A ustria. D e aquellos próceres n os com place destacar
ahora la noble fig u ra del m arqués de Caracena. M ilitar ilustre
que gustaba distraer sus o cios en em presas espirituales. P ublicó
a su costa a Q u eved o, G ón g ora , R a im u n do L u lio ..., form ó una
exqu isita librería®® y una im portante galería d e pintura durante
sus estadas en los P aíses B a jo s e Italia. A u la nueva donde
F a b ro m old eó su sensibilidad literaria y artística.
F u é el m arqués d e C a ra cen a — y n o otro— quien presentó
a F a b ro a Juan de A ustria, p rim ero en M ilán , y años después en
F landes cuando acom pañaba al infante el barón de L isola C ono­

T eu ch bs d e V ebexk es, A. de; U n d ip lo m a íic fr a n c -c o m lo is an X V I I ’ s ié c h .


A n to in e f lr i m ( " l á M - l S i f ; B e s a n g o n , 1932.
ss V era y Z ó S i c a , Juan A n to n io : El E m b a x a d c r .— S e v illa , 1 6 2 0 , pag. 622:
“ Las len g u a s m ás n e ce sa ria s p a ra se r v ir s e d e lla s en E u ro p a s o n la latin a , e sp añ ola,
ita lia n a , fra n c e s a y a le m a n a ." S o n m u c h o s lo s te s tim o n io s co n te m p o rá n e o s q u e citan
o s la rara liahilidatl d e F a bro.
25 V iN D E L , P . : B ib lió filo s c é le b r e s : el M arqu és de C a ra cen a , 160H-166S.— M.3-

d r id , 1923. . . X- -
2‘ E l barón de L is o la fu é un d ip lo m á tic o s a g a cís im o al s e r v ic io úe icsp ana.
C on tra e l c é le b re fo lle to , in s p ira d o p o r L u is X IV : T r a ité d e s d r o its d e la R e y n c
T res C h é tie n n e su r d iv e r s É ta ts de la M o n a r c h ic d 'E s p a g n e, p u b lic ó L is o la una
a g u d a r é p lic a ; B o u c l i e r d 'E ta t e t d e /ic r fír a c o n t r e le d e s s e m m a m fe s tc m c n t d e 'c o u v c r t
d e la M o n a r e h ie U n iv e r s a lle ; s o u s le v a in p r é l c x t e d e s prclen lio< is d e la R c y n e de

Ayuntamiento de Madrid
cim iento, sin duda, superficial que, m ás tarde, se con vertiría en
una dilatada dependencia y servicio. P o r tanto, lo apuntado p or
P érez de G uzm án es la verdad a medias

Inicia F a b ro su carrera literaria con un rarísim o lib rito ; 11


T ullio m od ern o, V enecia, 1648^ 4 “ C he que sti frutti della m ia
giovan ezza” . L o dedica al fam oso m éd ico veneciano C arlos larca.
P a rece desprenderse que F a b ro tenia casa abierta en V en ecia :
“ L a generositá di V . S. E ccina. e stata cotanto libérale di m e
e verso la m ia casa di queste salutari scien ze” E s lícito, pues,
suponer que allí casóse con la italiana M aría de Carrara, que
m u rió en M adrid.
E n este pequeño volu m en se recuerda co n em oción y nobleza
a su protector, d on D ie g o de Saavedra F a ja rd o . S e sim ula un
v ia je lite ra rio — y creo que fu é dedicado a Juan F ra n cisco L o r e -
dani, senador veneciano p o r E u rop a, y F a b ro es quien hace
el p rogram a ideal d e la aven tu ra: “ E ’ s’in con tri l’occasion e d’im -
barcarti per Ispagna, o per F rancia, n on ti m ancaranno in quei
fiorittim i R egn i occa sion e d’essercitare i tu oi talenti. N e l p rim o
ti prom etto v n sicuro, e ben ign o ricou ero della cortesia d i quel
G rande, ch e gia m 'h o n o ró d ’v n p osto assai considerabile alia m ia
etá d ’allora nella sua casa, v o g lio dire dell’ E ccelentissinio in
tutti i m odi D o n D ie g o Saavedra, il cu i titolo, e nom e hauerei
detto pin breuem ente co n di Seneca P o litico dé nostri tem pi”

F ra n ce. S. 1., s. 1677-— S o b r e L is o la véase: P b e id r a m , A. F .; F r a n s-P a til,


F r e ih c r r von L ú o ia .— L e ip z ig , 1894. Im p o rta n te s son las p ág in as d e d ica d a s a la
a c tiv id a d d ip lom á tica de L is o la en las obras de Ohno K lo p p ; D ar d r c is ñ g iS h n g e
X W cp .— P a n d e r b o m , 1891-1 846, y D e r F a ll d e s H a u s e s S lu a r t m td á ic sttc e s w n des
H a u s c s H a m ie v e r i n G r o s s b iito n ie n u n d Irla n d i n Z m a m m e n h a n g c d e r europaisclren
A n g e le g e n h c ile n v o n 1 6 6 0-1 714.— W ie n , 1875-1880.
xs P ÍR E Z 0E G u z m á n ; L o e . c it., p á g . 43.
I I / T a U io / m o d ern o , / O n e r o / I d e a dcll’ E h q u e n c o / sv b lim c / d i / F r a n c e s c o F a-
b r o / d e ’ B rcm oH dani. / A c c a d c m ic o I n c ó g n ito .— V e n e tia , M . D C . X L V I I I / P r e s s o M at-
tc o L e n i / c o n licen za d e ’ S u p e rio r i e P r iu ile g i.
f D ed ica toria .
C a rta a Juan F r a n c is c o L o r c d a n i.— M ilá n , 15 de a g o s to d e 1660.
“ I I T u llio . P r ó lo g o .

Ayuntamiento de Madrid
E l con ten ido de tan breve volum en n o es más que u n escapa­
rate, donde F a b ro luce un gran m uestrario de su eru d ición g re co -
latino, salpicado co n algunas m ostacillas críticas sobre la elocuen­
cia usual d e entonces.
V en ecia sostu vo durante los años 1648-1651 una lucha en
el m ar co n los tu rcos p o r la p osesión de la isla de Candía, llave
del E g e o . E l enfrentam iento de ambas fuerzas despertó un
interés extraordinario en todas partes, im prim iéndose infinidad
d e relaciones de aquellos sucesos. F a b ro p u b licó un la rgo a v is o :
L ’E r o e trionfante, istoria d elle g lo rió se asion i di M o c e n ig o I I .
P rocu r a to re di S a n -M a rco e Capitana g en eró le d el tnare. V e -
necia, 1651 ®®.
E l relato d e las accion es navales y los incidentes d e la co n ­
quista y aniquilam iento d e las guarniciones turcas se relatan con
puntualidad. T a n to, que da la im presión de un detallado diario
de operaciones, cosa que rechaza el autor P recision es que
parecen redactadas p o r un testigo d e las acciones*®. P ara F a b ro
esto era lo m enos im portante, lo im portante verdaderam ente era
e n jo y a r — co n m etáforas y com paraciones excesivas— el estilo
elogioso y servil co n que alabar la grandeza, v a lo r y prudencia
d e A lv is e M o ce n ig o en aquella g loriosa ocasión **. E l folleto se
im prim e a raiz d e la victoria militar, F a b ro tiene p r is a — m ucha
prisa— para divulgar la gran noticia antes que M o ce n ig o llegase
a V enecia. L a intención e s — indudablem ente— interesada, m uy

« DusCEV, J . ; A m h i d i R agtisii. D o c m n e n le suU ’im p e r io tu r c o n e l s o c o lo X V I I


e t su lla g u e r r a d i CaKdia.— R o m a , 1935.— Y , ta m b ién , V a l e r i o , A ; S to r ia d o cu m en ­
tada d i F e n f j í o . — V e n e z ia , 1 91 4, t . V I I , p á g s . 339-430-
L ’ H e r o e , pág. 1 4 ; “ M e d ic h a r o , ch’ il m ió s c o p o non e que di fo rm a r un
g io m a le , et u n re g istr o d i tu tte l ’a ttio n e , e n o m in i di co lo r o , c h e sc g n a la r o m o el lo ro
c o r a g io d u ra n te d u e a tta cb i, p re s s o 11 q u a li p a io non lieu i soaram u coie g li assedi
m a g g io r i d elle re ce n ti g u e r r a d e l a C r is tia n itá .”
*5 V H e r o c , p á g . 9 : “ M a n o n m ’ a u u cd o , c h e m cn tre m i se r m o a s p ie g a r la sue
f o r m e d i d ir e i ’ in im ic o s ’ ap p resta a d a r g li fa r e , e t a m e d a s c r iu ir e ."
“ L 'H e r o e . P r ó l o g o ; “ H a ch iam ato d ’ a rte in a iu to p e r n o n is c r iu ir c v n a storia
c o n sim p lici n a r r a z io n c , e t a d o p e ra to o g n i m ió s p iiit o p e r a d o rn a rla , p a ren d on i q u esto
l ’ oh lig o di c o lu i, o ’ ha d a sla scia re a ll’e tá fu tu r e sp ie ga ti in n o b ile m e m o rie g li illu s lr i
e t a d m ira b ili g e s ti d 'v n o d e m a g g io r i C a p itan i d el s e c o lo .”

Ayuntamiento de Madrid
interesada. ¿E sp era ría alguna recom pensa más sustanciosa que
“ !a bolsa d e ám bar” ? Posiblem ente. C on esa esperanza levantó
el prim er arco triu n fa l— de papel— en la carrera laureada de
M ocen igo.
M ilá n — com o m ás tarde Z aragoza— d e jó huella profundísim a
en el alm a d e F a b ro. Clim a excitante d e cultura y sensibilidad
espiritual enm arcado en una selecta e internacional sociedad m un­
dana. Circunstancias favorables en que F a b ro se d esen volvió con
elegancia. E n esta ciudad editó un bello volu m en d e cartas lite­
rarias cu yo m od elo bien pudiera ser las L e tte r e s choisies
de J. L . G uez d e B alzac, tan adm iradas p or él. E n las L e tte r e s
hem os encontrado los p ocos datos autobiográficos que utilizam os
en este trabajo.
Sin em bargo, aquella grata v id a está com prendida entre dos
corch etes penosísim os y alarmantes. F a b ro dram atiza aquellos
dos m om entos p eligrosos. E n 1655 le amenazan gravísim am ente,
su vida está en entredicho, tanto que su patrón le proh íbe salir
d e casa hasta que el espíritu de venenosa venganza se hubiera
aplacado. F a b ro sabe que la m ano es m uy p oderosa y temible.
¿ Cuál fu é la causa del a gravio ? L a d escon ocem os E l corchete
final es más grave. F a b ro recibe una visita en su casa a las tres
de la mañana. E l secretario francés W ie ru m b y él discuten sobre
el abon o d e pagas d e b id a s: “ n o sé qual arma — dice — co n que m e
disparó u nos cien balazos, cogién d om e en las entrañas. Y o , p ob re-
cilio, co g id o tan de im proviso, apenas tuve aliento para gritar dos

2* D eU c t L c t t c r e / d i / F r a n c e s c o F a b r i / B r c m o n d a m . / S c r i tt c in v a r ié ¡in g a s , et
in / i i v e r s i a r g c m c n ti. / L ib r i i r é / D ed ic a ti / A l'I llm o . S ig n a re. S ig . e P a d ra n e C olm o /
;; S ig . M á r c h e s e / C ero n im a / T a le n ti F io r c n o a / R e g . D ac. S e n a to r c , M á rch ese di
C o n íu rb io . / S i g n o r c d i O lc n g o e t d e'S essa n ta D e c a . / rio iti dcUa C ittá d i M ifa n o , e tc.
[a d . t il ) .] .— I n M ila n o , n e lla R e g . D u c . C o r te , p e r G iu lio C e sa re / M alatesta . Stam -
p a tore R e g . C am / M . D C . L X I .
“ C a ria a i b a ró n d e C a p p lie r s , s . f ., en la q u e lo p id e le e n v íe u n e je m p la r da
la p r im e r a e d ic ió n d e las L e tteres c h o isie s p a ra co m p a ra rla con la e d ic ió n de
L e y d e n , 1648. L a s L e t t r e s c h o isie s , s u iv a n t a c o p ie de P a rts, t u v o u n a g r a n ace p ta ció n
litera ria , c on ocem os la e d ic ió n c ita d a , la d e L e y d e n , 1652.— A m ste rd a in , 1656 y 1678.
»< 'C o ria al M a r q u é s d e P¡ . — M ilá n , 12 d e j im i o de 1665.

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veces tra id or” L a agresión se h izo el 14 d e abril de 1660.
¿ N o determ inaría el m iedo el p roy ecto d e abandonar rápidam ente
Italia? N o s tem em os que sí, p orqu e a los intelectuales les viene
m uy bien aquello d e que al “ que huye, puente de plata” .
L a vid a d e F a b ro en M ilán fu é placentera. L a am bición, el
deseo d e afirm ar su p erson a lid a d — desga já n d ose d e su con d ición
subordinada— fu eron los dos resortes que pu sieron en acción la
energía y voluntad de su espíritu jov en , E s el gran m om ento en
que el hom bre aspira a la plenitud intelectual y a transm itir la
sabid u ría — ya decantada— que ha lograd o atesorar. A p ro v e ch ó
la coyuntura propicia para con seguir la amistad de hom bres
selectos. L a lista de aquellas relaciones literarias y personales
es m uy amplia y significativa, altamente significativa; A le ja n d ro
Perlasca, F ra n cisco C airo, Salvador R osa, P e d ro S trozzi, Carlos
M aría M a ggi, el prín cipe T r ib u id o , F ra n cisco B ignani, S ertorio
O rsato, F ra n cisco de Gram ont, barón d e Cappliers, F rancisco
L ored a n o ...
F u é adm itido — con respeto y simpatia— en la cultísim a A c -
cadem ia dei F a ticosi L ee discursos notables en la im aginaria
A ccadem ia dei A m artelatti *®. P o r aquellos años había alcanzado
la meta apetecida: la estim ación de los ingenios superiores.
V e m o s a F a b ro co m o un fin o h om bre de m u n do, de am plio
criterio y de maneras gentiles. Su generosidad le lleva a preparar
las ediciones del A r t e p oético *'>, del padre A le ja n d r o D onato,
y la R icrea tion e del S avio del padre B ertoli. S u curiosidad
intelectual era insaciable p or estar al corrien te del m ovim iento
literario. A n ota cuidadosam ente las obras d e B alzac y d e L a
M otte ele V ayer.

C a rta a M ig u e l ¡tu r r ie ta . — M ilá n . 14 de a b r il d e 1660.


C a rta al P r ín c ip e A v c llin o . — M ilá n , 1 ! d e a g o s to d e 1660-
™ C a rta a la M a r g tie s a de B o r g o m a in e r o .— -M ilá n , 10 d e a b r il d e 1659.
A r s / p o é tic a / A le x a n d r i / D o n a ti / S c n e s is / c S o c ic ta te l e s a s / L i b r i T r e s /
n o iio iiia e / T y p is H . H . di D u c c ji. M . 11. L I X / S u p e rio r u m p e n n is s u s .
“ B a r to li, U a n ie llo ; L a R ic r e a tio n e d e l S a v ia , i « d is co r s o c o n ¡a n a tu ra e con
D io.— R o m a , 1659,

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F u é festeja d o y obsequiado p or los proceres de la ciu d a d :
le consideraban com o un huésped grato. A sí, el patricio milanés
F ran cisco B enzi le recibió en su casa cerca del L a g o C o m o :
“ L ’A u to re fú inuitato dal S ig. B enzi l’A u to n n o del 1653 alia
sua deliziosa V illa della R ienza, doue lo teñe 15 giorn i inm erso
in tutti i gusti della stazione, ora su 'l L a g o, ora ne’ pas seggi
d e’ sobborgh i, e delle colin e di quel am eno con torn o, trattandolo
nel rim anente con tautezza direttamente apposta alie R e g ó le del
V ito che’l P etrarca prescriue al suo solitario” C om odidad,
distinción y holgura.
L o s n egocios, que fu eron m uchos y de responsabilidad, no
im pidieron a F a b ro dedicarse a actividades intelectuales. Lástim a
que las L e tte r e s no n os p rop orcion en más que pocas ilustraciones
autobiográficas. R ealizó varias obras que se han perd id o o no
hem os ten ido la suerte d e hallar los m anuscritos, a pesar de
nuestra voluntad y diligencia. C o m o lo que intentam os — sin caer
en la liviandad de un panegírico— es dar a con ocer un perfil
más ceñ ido d e la personalidad de F a b ro, citam os las noticias que
hem os e n co n tra d o ;

1. D iscu rso so b re la literatura de los celtas antiguos, ex te n ­


sión, p rog reso s, religión , arte militar y ciencias (1655).
2. Galería d e escrito res italianos con tem p orá n eos (sin fecha).
3. B iogra fía de P ie tr o S tr o e z i (1657).
4. Cartas espirituales (1660).

E l brillante p e río d o italiano se cierra. F abro va a lanzarse


a la incierta aventura española.

Juan d e A u stria I I — co n sólida cultura renacentista— aspi­


raba, nada m enos, que a revivir la “ gloria del héroe a n tigu o” .
D espertó un gran interés su fig u ra y fu é rodeada d e una aureola
prestigiosa, tanto en E spaña com o en el extra n jero. S irva de

^2 C a rta a F r a n c e s c o B e n s i , C om o,— M ü á n , 29 de in arao de 1660.

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ejem plo el elogio de Baltasar Gracián^®. Se esperaba de su
actuación política ia “ restauración de la M on a rq u ía ” , en trance
de muerte. A tm ósfera deslum bradora y esperanzada, F abro soñó
con ingresar en aquel círcu lo prom etedor.
F abro, p or entonces, tenía cuarenta años. L as circunstancias
políticas habían cam biado radicalmente. P o r el T ra ta d o de los
P irineos (1 659), M ilá n dejaba de estar b a jo la C oron a española.
E l pueblo celeb ró la noticia con alegría exp losiva y agresiva.
E l con de de Fuensaldaña abandona la bellísima ciudad el 18 de
abril d e 1661, y, con él, algunos españoles de la administra­
ción real.
F abro, escorado en im a Italia inquieta, n o tiene porven ir
cierto. Supone que la m e jo r y m ás prudente solu ción sería entrar
al servicio de Juan de A ustria. S e con ocía bien y tenía seguridad
en sus habilidades y conocim ientos. D ecid e, p o r fin, entrar en
el difícil y p elig roso ju e g o de los intereses y am biciones del
Infante.
S e ha especulado sobre el m om ento y ocasión en que Fabro
co n o ció al d e A ustria. N uestra op in ión es que el con ocim ien to
— anterior— fu é superficial, tanto en M ilán co m o en Flandes.
L a suposición negativa se basa en algo m uy significativo. Cuando
A le ja n d ro Perlasca envía a F abro, para su censura, un “ fra g ­
m ento d e la H istoria del S erenísim o S eñ or D on Juan de A u s ­

« E l C r itic ó n . E d . C s ja d o r .— M a d r id , 1913, pág. 197. M e r e ce la p e n a d a r a c o ­


n o c e r este t e x t o , p o r lo que represen ta y p o r las esp eran zas pu estas e n tina n u ev a
p olítica de E sp a ñ a , en a q u e llo s m o m e n to s ; "A l S e r e n ís im o Señor D on Juan de
A u s tr ia .— S e re n ísim o S e ñ o r ; A r c o v is to s o y b io n v is to el q u e tan tas tem pestades serena,
b rilla n te r a y o d el p laneta c u a rto y ra y o a rd ie n te d e la g u e r r a . H o y e n e m u la c ió n de
las a ce ra d a s b o ja s d e B e lo n a , siem p re a u g u sta s, siem p re v ic to r io s a s , en la hercúlea
m ano de V . A . lle g a n a tan flo r e c ie n te s p lan tas estas de M in e rv a , p rom etién d ose
etern id a d es d e se g u rid a d a som bra d e ta n in m o rla l p la u sib le lu c im ie n to . De h ojas
a h o ja s v a la co m p eten cia y n o e x tr a ñ a , pu es c o n ig u a l fe lic id a d su e le n a lte rn a rse las
fa tig a s d e P a la s va lie n te y las d e licia s de P a la s e stu d io sa , y m ás e n u n C é sa r n ovel,
g lo ria de A u s tr ia y bla só n de E spaña. La edad, s e ñ o r v a r o n il, m al d elin ead a en
estos borron ea, bien id e a d a e n lo s a cie rto s de la a n cia n a ju v e n t u d de V . A . , v in cu la
s u p a tr o c in io en qu ien to d a la M o n a r q u ía C a tó lica , s u d esem peñ o, in a u g u ra n d o que
q u ien , c u a n d o habia d e s e r jo v e n , será u n ja y á n d e l v a lo r , u n h é r o e d e la v ir tu d y uii
f é n ix d e la fa m a .— B . L . P . de V . A . L o r e n z o G r a c iá n .”

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tria” n o encontram os, en la carta co n que F a b ro agradece el
en vío del m anuscrito, una palabra encom iástica o aduladora hacia
el Infante. F rialdad que parece significativa, o, dicho de otra
manera, que el d e A ustria n o era, entonces, el blanco de sus
recónditas apetencias. F a b ro se jactaba d e tener “ m u ch os y bue­
nos valed ores” , los cuales allanarían el cam ino de su am bición,
¿C u á n d o vin o a E spa ñ a ? E xiste un débil indicio para sospechar
que fu é ya avanzado el año 1661. A prin cipios d e 1660 y a tenia
un v ago p ro y e c to : “ es sopra íu tto nell’apparenza del viaggio
che d ou ró fo rse fare la prossiina P rim avera, per térra verso
S p agn a” L a fecha d e la aprobación de las L e tte r e s es d e 4 de
ju lio d e 1660, y la estam pación se realiza en el veran o d e 1661.
P arece ló g ico pensar, dado el carácter de su autor, que desearía
saborear el é x ito social de su libro, que, efectivam ente, lo tuvo.
P ara nosotros, los prim eros tiem pos de su estancia en E s ­
paña — 1661-1665— es una h o ja en blanco. H am bre, miseria e in-
certid u m bre: “ desesperándom e del tod o la cortedad de mis
m éritos y el d e ser de tan p o co p rov ech o en el R ea l S ervicio
de V . A . Supuesto lo cual, y el pensar que D io s y la conciencia
m e han de obligar en breve a privarm e de la m ayor honra, y más
con form e a m i inclinación, que puedo tener en el m undo, para
v olv er a asistir a mis obligaciones después de seis años de
ausencia, y co rre r la fortun a q u e y o p u d ie r e : m e saca lágrimas
d e sa n gre” D ram atism o n o sim ulado. E l de A ustria difiere el
cum plim iento d e sus prom esas. L as urgencias vitales y la nece­
sidad cercan al pobre F abro. L as lum inosas ilusiones se desva­
necen : ya n o es el escritor con siderado en M ilán p or todos.
L e encontram os en E xtrem adura, en 1665. ¿ Q u é m isión tenía
en aquella tierra en g u erra ? N o lo acertam os a explicar. Fabro
quería desligarse del com p rom iso adquirido con el Infante. “ O y ó

•• C a rla a A te ia n d r o P c r ia s c a , s. f.
C a rta a l D u q u e d e N a v a g lie s . P a r de F ran cia..— M ilá n , 20 d e fe b r e ro d e 1660.
« 'Carla a Juan d e A n .riria, s. f . V é a n s e o tro s te x to s, d el m ism o e stilo , p u b lica d os
p o r PÉREZ DE G u z m í h ; O f . c it., p á g . 47.

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— [e l marqués de C aracena]— mis razones tocante a m i jornada
en Italia, y aunque lo tenia dispuesto diferentemente, v in o en
que le persuadió ser de m ayor conveniencia mía, que es acudir
a m i familia. T o q u é le lo de A lem ania, para lo que m e o fr e ció su
apoyo, aprobando la traqa” H iz o otras gestiones. E n aquellos
días — abatido y am argado— pensaba buscar alivio a su real nece­
sidad en Europa.
N o llegó a realizarse la ruptura. E l Infante le tranquilizó
y le dió ciertas seguridades. D escon ocem os las palabras apaci­
guadoras : m as la generosidad del de A ustria era m uy corta. E n ­
contram os a F abro en M a d rid en n oviem bre d e 1665. Juan de
A ustria le propu so que sirviese una de sus secretarías y que
escribiese un libro sobre su vida, E n ca rgo, éste, que era un
h on or inapreciable y una intima satisfacción. M u ch o más sabiendo
que idéntico encargo se le había hecho al fam oso cronista José
Pellicer O ssau y que su tra b a jo n o había sido adm itido
M eses d e agobiante p ris a : M a d rid y C onsuegra en busca de
materiales auténticos. E l trabajo es incesante. Inicia la redacción
de las “ D écadas de S. A . ” . D esde este instante, F a b ro se c o n ­
vierte en el fiel satélite de Juan d e A ustria. Juntos con vivieron
los duros y azarosos años, que term inan cu ando el Infante fu é
n om brado V irre y y V ic a r io general del R e in o de A r a g ó n (1669).

E n Z a ragoza se m uda la estrella d e F ra n cisco F a b ro d e B r e ­


mundans. H alla la paz, el reposo y la seguridad de su hogar.
Z aragoza le sonríe, acoged ora y liberal. Casa a su h ija Isabel
Juana co n el d o cto r Ign a cio de Licergárate, con lucim iento''*’ .
P ero lo verdaderam ente im portante es que se desenvuelve en
ambiente intelectual selectísim o y grato. A n u d a amistades v e rd a ­

C a rta a l O b isp o de N e g r ia , 30 d e m a y o d e 1665. P u b lic a d a p o r V a r e l a H e r ­


v í a s : O p . c it.. p á g , X L I ,
^ C a rta d e P e l li c e r O ssa u a D ie g o D o r m e r .— M a d r id , 13 de e n e r o d e 1674
A r c h iv o N o ta ria l d e Z aragoza - E s c r ib a n o , B ra u lio V illa n n e v a , fo ls . 478*484.
E n tr e los te stig o s a p a re ce Juan V ic e n c io d e L a stan osa.

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deras e in variables: L á za ro R o m e o , L u p ercio A n ton io M olina,
D ie g o V icen cio V idan ia, D om in g o de la R ipa, L u is P orter Ca-
sanate, A n d rés de U z ta r r o z ... T ra b a ja incesantemente. D e vez
en v ez realiza viajes confidenciales a M ad rid . S u diaria ocu pa­
ció n es ordenar la m ultitud de copias de los docum entos proce­
dentes de los archivos de M a d rid . C onsuegra y N ápoles, para
enjaretar la biog ra fía de Juan de A ustria. T area difícil y co m ­
p le ja : “ n o es la m en or — [d ificu lta d ]— escribir los sucesos más
p rop ios d e nuestras patrias y de nuestros tiem pos, sin em bargo,
de que las novedades trate con sig o el cu rso de las noticias más
caudalosas, y parece m e jo r se pueda pintar d e vista que d e m e­
m o r ia " T erm in a el m anuscrito, y , en 1673, su entrañable
am igo D ie g o D o rm e r im prim e elegantísiraamente la obra en
Zaragoza.
S ólo fu é publicada la prim era parte. Pensaban el patrón y
autor continuar la o b r a ; p ero la m uerte de Juan d e A ustria,
ocu rrid a en 1679, interrum pió el trabajo, quedando algunas par­
tes hechas en m anuscrito listo para la im presión.
Z a ragoza tiene una trad ición gaceteril m u y antigua y m uy
amplia. E ra el “ centro de donde salían las líneas de la novedad
a la circu n feren cia” F a b ro publica aquí su prim er periódico,
titulado A v is o s O rdinarios / d e las cosa s del N o r te , en la im ­
prenta d e D ie g o D orm er
E s p reciso detenernos unos m inutos. Juan V ice n cio d e L as-
tanosa era persona d e gustos delicados ■'®. Invita a F a b ro a co n ­
tem plar y a exam inar sus coleccion es. “ T u v e la h on ra de ser
con vid ad o d e V m . a ju zg a r d e los regalos de su casa de H uesca,
y las curiosidades exquisitas y preciosas de su cop iosísim o m u ­

® B iR i.. N a C. S e c . m ss. u iim . 2 .3 7 8 , fo l. 45.


“ C o le c c ió n de d o a im e n to s in é d ilo s p a ra la H is to r ia d e E s p a ñ a , t. L X V III,
pág. 15.
“ V éase el ín d ice de lo s n ú m e ro s p u b lica d os e n V a k e la H e k v Ia s; O p. c ít-,

pág. L X X I V ,
» D e l A r c o , R . ; L a a riu lició n a ra g o n esa e n e l s ig lo X V I I en to r n o a L a sta n osa .
M a d r id , 1934.

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seo” D e p ron to, surgen v ie jo s recuerdos de su juventud. Si,
F a b ro tam bién am ó a esas antiguallas... H abla ante un circulo
de eruditos, sus palabras p ro d u je ro n una profunda im p resión ;
“ donde se manifiesta m ayor exp resión al estudio de las más
recóndita y venerable antigü edad” F a b ro iden tificó aquel
tesoro “ de medallas descon ocid as” com o procedente de la gran
fam ilia celta, y sus derivaciones celtibéricas regionales. N oved ad
científica im portantísima. Juan V ice n cio de L astanosa le invitó
a que escribiera un discurso recog ien d o sus conclusiones arqueo­
lógicas y numismáticas.
D urante la estancia en Z a ra g oza preparó varios tratados. A l ­
gunos se han p erdido, de otros quedan fragm entos d e los m anus­
critos. H e aquí la lista de los títu lo s :

1. D écad as d e la vida de su A lte z a D o n Juan d e A u stñ a .


2. D isertación d e las m edallas antiguas españolas d el m useo
de D o n Juan V icen cio de Lastanosa.
3. H isto ria d e la parte d el reinado d e F elip e I V y biografía
de D o n L u is B enavides, M a rq u és de Caracena.
4. H isto ria de las rev o lu cio n es d e N avarra.
5. D escrip ció n florida d e A ra n ju ez.

E l Infante envía a F a b ro a M a d rid en 1676, S e ocu pa de


los n egocios diplom áticos d e su p a tró n : “ P ro te stó te — le dice
a D orm er *’*’— , n o m e han d e ja d o las cartas d e F landes un m o ­
mento libre, p or lo m u ch o que había de descifrar, y n o será p oco

^ S o b r e este te m a y la e d ic ió n d e l t e x to d e F abro, v éa se: V arela H e r v ía s :

D is c r tú ciá n s o b r e io s m edallas a n tigu a s esp a ñ o la s d el M u s c o de D on V ic e n c io Juan


d e L a sta n o sa , a c u y a p e tic ió n la e s c r ib ió D o n F r a n c is c o F a b r o .— N u m e r a r io H is p á n ic o .
M a d r id , 1960, t. I X , p á g s. 199-212.
66 C op ia t d e u n a ca rta d el D o c t o r D ie g o V ic e n c io / de V id an ia. C iuda dano de
H u e s c a / R e ta r C a th e- / d rá iico de D ig e s t o V ie - / }0 y C ó d ig o s en ít* U n iversid ad .
S- l-, s. i. (H u e s c a , 2 0 d e m a yo d e 168 1).
^ E l in teresa n te e p is to la r io d e F a b r o , q u e e x is te en la B ib lio te ca N a c io n a l, está
e n este m om en to en im p re s ió n . L a e d ic ió n la h a ce M a r ía d e l P ila r L a m a rq u e , A r c h i ­
vera -B ib lio te ca ría, T o d a s U s r e fe r e n c ia s a las ca rta s deben bu sca rse en e sa p u b lica ció n .

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lo que habrá de cifrar en sus respuestas” ®’ . L o s “ austríacos”
esperaban pron to acontecim ientos sensacionales. Inesperadamente,
C arlos I I manda llamar a Juan de A ustria y le encarga el g o b ie r­
no (14 de enero de 1667). D an za de ceses y de nombram ientos.
D esbordada alegría popular. E n el m es de m arzo em pieza a actuar
el Infante.
F a b ro está atento al com pás. E s su m om ento. C on habilidad,
astucia y cautela prepara el cam ino — o los cam inos— para el
lo g ro de sus ardientes deseos. N o hace la gestión personalmente,
sino que se cubre c o n la respetabilidad del secretario P e d ro de
C olom a, que presenta el m em orial. T o d o v a bien. “ S ó lo se dilata
el darm e posesión para v e r la form a d e acom odar, a un tiem po,
a D . Juan d e A le g ría y a m í : lo qual cada hora estoy esperando.
E sto es, a m igo m ío, lo que asta aora m e passa, y mediante D ios
y salud, con fío n o em peoraré, p orqu e tengo (a m ás del principal)
otros m uchos y p od erosos va led ores”
E l é x ito ya está cerca. “ L a consulta de m í n uevo em pleo en
la Secretaria d e E stado del N o rte subió, y ju z g o havrá bajado
y a favorablem ente, según todas las premisas que se han anti­
cip ad o en este últim o p asso” R ecib e el em pleo y el título
de Secretario, intérprete de lengua latina, en la Secretaria de
E stado del N o r t e — ad h on orem — el 31 de diciem bre d e 1678.
S u ardiente am bición quedó satisfecha y cum plida.
A b r e casa, ordena sus papeles en el estudio nuevo. S e encuen­
tra segu ro y honrado. R e cib e una enorm e sa tisfa cción : le han
n om brado cronista en la jorn a d a real d e Z aragoza, cuando
C arlos II fu é a ju ra r los F ueros d e A ra g ó n . L a alegría es sólo
p o r el h on or, porqu e, desgraciadam ente, n o percibirá ayuda de
costas.
R ápidam ente se introduce en la vida social y política de la
V illa. Continúa trabajando en la b iografía d e Juan de A ustria.

C a rta a D ie g o D o rm er..— M a d r id , 20 d e o ctu b re d e 1676.


“ lU d e m .— M a d r id , 15 d e m a r z o d e 1677.
/W d e m .— M a d r id , 3 de ab ril de 1677.

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D e Cataluña le piden que term ine las “ a diciones” prom etidas.
S e asocia c o n el librero G abriel d e L e ó n para llevar a cabo las
tareas literarias proyectadas.
E ntre estos p royectos, hay uno sumamente in teresan te: “ tam ­
bién se harán a v isos” E s to lo dice en m arzo d e 16?7. T ien e
p r is a — F a b ro tu vo siem pre la angustia d e la prem ura— porque
sabe “ que a los sucessos del tiem po n o es fácil tom alle el p u ls o ”
E l 4 de ju lio aparece la C aseta Ordinaria de M adrid. C om pone
un “ p e rió d ic o ” notable. E l tenía la constante p reocu pación de
“ distinguir lo creíble de lo fin jid o ” ®®. Sus p a p e le s— en la
m edida de lo posible en aquella P rensa incipiente— son serios,
veraces y ponderados. S e ha citado — p or el excelente P érez de
G uzm án— un te x to satírico en que se alude al nom bram iento de
F a b ro co m o “ g a cetero” oficial®®. N i el título ni la p rovisión
original se han encontrado.
La C aseta Ordinaria d e M ad rid se pu blicó regularmente
desde 1677 hasta 1680, en que fu é su sp en d id a — co m o todas las
otras gacetas— p or ord en del C o n se jo de Castilla.
F a b ro B rem undans prepara la ed ición del V ia je, que aparece
en 1680. D ed ica su tie m p o — el que le d eja la Secretaría— al cu l­
tivo de amistades distinguidas. M u ch os d e sus am igos habían
ro to el tradicional aislam iento intelectual, lo que llama Ortega
y Gasset “ tibetanism o” . L as nuevas ideas venidas d e E u rop a son
recibidas con calor y simpatía. S e leen libros y p eriód icos fran ­
ceses e italianos en círcu los herm éticos. U n o d e ellos fu é la

00 C a rta a D ie g o D o rín e r .’^ M & á z iá , 15 de m a r ío de 1677-

P ed ro 0£ A rga y ón : C a se ta d e Z a ra g o z a , 2 4 d e d i c i e m b r e de 1696.
E n la s n u m erosa s n o ta s que F a bro in s e r tó , para ju s tific a r la e x a c t it u d de sus

in fo r m a c io n e s , en la s N u s v a s s in g u la r es c o n c c tn ic M c s a la s o la G u e rr a S a g ra d a eoHtra
los tu r c o s y en la s N o tic ia s O rd in a ria s d cl N o r t e , .. , n os descu b re esa co n sta n te

p re o c u p a c ió n .

w PÉREZ DE G ü zaA w : O p. e ü ., pág- 5 3 .* — A u n q i w e ste a u tor n o d ió la r e fe r e n c ia

de dón d e h a b ía a d q u ir id o el dato, podem os id e n tific a r la fu e n te : " D i a r i o d e N o tic ia s "


d e 1667-167S . D é c im a s a t a p a r te d e la s m isc e lá n e a s , y p a p e le s v a rio s, cu r io s o s y m a ­
n u s c r ito s de D o n Juan A n to n io V a lc n c io lá iá q u c c .— C ol. d e D ocs. in é d ito s p a ra la
H is t o ñ a d e E s p a ñ a , t. L X V I I , pág- 120.

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casa del gran m arqués d e A g r ó p o lis. E n ella co n o ció Fabro
a A lfo n s o S ilíceo, B artolom é d e O ca m p o, N icolá s A n to n io ...
P o r o tro lado, cultivó asiduam ente la amistad co n graves reli­
g io s o s ; fra y A n ton io d e Fuentem ayor, fra y M anuel Guerra, fray
Juan S osa C orrea, y los eruditos c lé r ig o s : Castillo S olórzano,
X a v ie r d e Fresneda, V entim iglia, C ortés O s so rio ...
A qu ellos aires ven idos de E u rop a , enam oraban a F a b ro, y p ro ­
yecta encontrar un eco al m ovim iento intelectual español. Inte­
lectuales aislados y sin m ás relación que la epistolar. L anza la
idea d e publicar en M a d rid una “ revista sabia” , co m o en París,
R om a , L on d res y L e ip z ig ; L o s M ercu rio s literarios españo­
les, 1681. “ Q u e ahora ha d e im prim ir, acreditan el ingenio y es­
tudio del autor y serán el h on or y el aplauso de E spañ a”
C onocem os exactam ente el plan, la organ ización y el sentido
literario d e la publicación T a n n oble e interesante iniciativa
n o llegó a cuajar. ¡L á stim a g ra n d e!
E n este año de 1681 ó 1682, publica una relación sobre las
festividades, actos y cerem onias d e la coloca ción de la prim era
piedra de la nueva B asílica de N uestra Señora del P ilar, de
Z aragoza
E n abril de 1683 levántase la p roh ibición de publicar p e rió ­
dicos, U n n uevo horizonte se abre. L as circunstancias políticas
de E u rop a, a partir de 1683, habían cam biado fundamentalmente.
L a sublevación de E m é tico T ek eli® ’ en H u n gría, la situación de
A ustria ante el form idable avance d e los otom anos hacia V iena,

V id . V i d a n i a : O p . cif.
V é a s e la cita d a c o rre s p o n d e n cia d e F a b ro c o n D ie g o D o rm e r.
^ R e la c ió n d e ¡a f e s t i v a c eleb rid a d c o n que se c o lo c ó la p rím era p ie d r a de la
n u eva y m á s su m p tu c s a F á b r ic a d el S a n to T e m p lo d e N u estra S eñora d e l P ila r .
Z a r a g o z a , p or lo s H e r e d e r o s d e A g u s tín V e r g é s , 1681, F a b r o u t iliz ó m u ch as noticias
Que él c o n o c ía m u y bie n , p o r q u e f u é J u a n d e A u s tr ia el q u e t u v o la in icia tiv a de
c o n s tr u ir u n tem p lo m a je stu o s o en d o n d e a lb e rg a r a la V ir g e n d e l P ilar.
” E l o d io q u e d e s p e r tó T ek eU se r e fle ja cla ra m en te en las ga ce ta s. “ E s t o sírva
d e un b rev e e p ílo g o d e la v id a d e ese m a ld ito y s a c r ile g o liom bre E m é r íc o T e k e l i .. . ”
C om p en d io d e la v id a d e E m é t ic o T c k e li, C a b e ra de lo s R e b e ld e s y c o n fed er a d o s con
lo s T u r c o s e n U n g n a . E s c r íto , p r im e r o , e n ü n g r í a A le m a n a y d e s p u é s tra d u cid o en
Ita lia n o. Y aora p u e s to en n u e s tr o Id io m a ca stella n o p o r D on P ed ro C o n ;á lc s de

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la intervención d e P olon ia, V en ecia y d e la Santa Sede, la am bi­
gu a y sospechosa actitud de L u is X I V ; to d o ello p r o d u jo una
tensión em ocional hondísim a en E uropa. E l pánico fu é universal.
M om en to p rop icio — p orqu e la ansiedad era enorm e— para pu ­
blicar m illares d e avisos sobre las incidencias de la lucha
F a b ro B rem undans era el ú nico escritor español que podía
dirigir y redactar un p eriód ico dedicado a temas tan difíciles,
con tradictorios y oscu ros. E l, p or su educación política europea
y p or el con ocim ien to — en parte— de los actores y de los esce­
narios de la contienda, podía interpretar con tino y responsabi­
lidad las confusas inform aciones. A com ien zos de enero de 1684
aparece las N u ev a s Singulares con cern ien tes a la sola Guerra
Sagrada con tra turcos, separadas de p rop ósito de las G enerales
de E u ropa, q u e s e publicarán aparte D urante m uy p o c o tiem po
se editaron separadas; pero p ron to se fu n d ieron en u n m ism o
cuerpo. E ste título cam bia co n frecu en cia hasta 1686, que tendrá
p or cabecera N oticia s gen era les d e las cosas del N o r te . Creem os
que term inó su publicación en el año 1696^".
E l redactor literario se asocia co n Sebastián de A rm endáriz,
librero, para llevar a cabo su empresa. F a b ro trabajó intensa­
mente, R eu n ió una ingente in form ación im presa. N o sólo se
ocu p ó d e los sucesos d e la gu erra con tra los otom anos, sino que,
también, p u b licó inform aciones españolas, especialm ente sobre
la guerra d e Cataluña, basadas en docum entos oficiales reser­
vados. E l p eriód ico alcanzó una gran autoridad y tu vo una amplia
tirada, siendo reprodu cidos sus n ú m e r o s — en parte— en otras

G odoy, O fic ia l m a y o r d e ¡a S e c r e ta ría d e L e n g u a s ...— E n M a d r id , en ¡a Im p re n ta


R e a l, p o r M a te o d e L la n o , 1684.
« D eben ten erse en cu e n ta las im p o rta n te s b ib lio g r a fía s d e A rp o N Y , C ow de d e :

H u n g a rica . U n g a r b e t r e f f e n d e i r a A a s la n d e g e d r n c k te B ü c h c r ttnd F l u g s e h r ift e n g esa m -


m etl n n d b esch rieg est v o n G r a f. A . A p p o n y i.— M ü n c h e n , 1903, 1927-1 928, y K a d d e b O, H .:

B ib liog ra p h ie e n r C c s e h ie h to d e r b eid en T ü r k e n b e la g e m n g c n IV ien s, 152 9 n n d 1683.


W ie n , 1873. Y el im p ortan te e stu d io de c o n ju n t o y co n o c im ie n to d e las fu e n te s ;
K lopp. O . ; T ü r k itc h c U rk n n d c d en K r i e g d e s J a h res, 168 3 b c b r e ffe n d .— 'N K n , 1888.
=» L a s p rim era s sem anas d e la p u b lica e ió n — a n te r io r a la n u e v a o r ie n ta ció n del
periód ico — d e fin a le s d e 1683 se llam aba N o tic ia s g e n e r a le s d e E u ro p a .
V abela H e r v ía s ; O p. cit.

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gacetas provinciales. A l m ism o tiem po que atendía al quehacer
diario, p rep aró la tradu cción d e un an ónim o R agguaglio H is ­
tórico, 1683 N o fu é su tra b a jo el d e m ero traductor, añadió
partes im portantes y c o rrig ió los errores del te x to original
P u blicó, además, otFri traducción referente al m ism o tema
D espués d e publicar el prim er tom o del F lo ro h istórico, desen­
v olv ió la idea y el p rogram a inicial en cu atro volúm enes más
E sta dilatada obra es una rica y valiosa enciclopedia de todos
los sucesos que se p ro d u je ro n en la contienda y una am plia ga­
lería d e retratos — literarios— d e los actores principales. E l valor
original y distintivo de esta obra estriba en que gran parte se
valió F a b ro de fuentes diplom áticas españolas

L a vid a íntima d e F a b ro se nubla y en tristece: m uere M aría


de Carrara, en M ad rid . N o pod em os precisar cuándo. P ero
en 1688 se casó d e n u e v o — y p o r p oderes— c o n M aría M ontiel
de N og u erol, natural de A ica ra z U n a tardía ilusión enciende

F a b r o m en cion a e x p re sa m e n te l a fu e n te d e que se v a l i ó ; p e ro n u n ca babía


s id o id e n tific a d a b ib lio g r á fica m e n te . Se tra ta del R acgvacU o h is tó r ic o d elta o iie r r a
trá l'A r m i C e s a r e s c O tto m a n e dal p ñ n c ip io della R cb cU io n e d e g l'U n g a r i s in o l’ anno
c ó r v e n te X6Z2- E p rin c ip a lm e n te d c ll'A s s e d io di V ie n n a c s it lib e r a s io n i... D cd ica to
a g l'IU u striss. S ig . C o n u itto r i d i N a tio n e A le m a n a n c l C o lleg io d c'N obiU d i Partna.
I n V e n e tia e t in P a rm a p e r g li H e red i d el V ig n a - M - D C . L X X X I I I .
” F a b r o d e cla ra e n e l p r ó lo g o d e s u o b r a : “ A m p lific a n d o desde la m archa de ios
E x é rc ito a d e la L i g a S a g ra d a , la v u e lta d e B a r k a n (e n q u e le d e jó s u p rim e r A u to r
A n o n y m o ) hasta la tom a d e Z e tch im , y total c o n c lu s ió n de tan h e r o y c a cam paña , en
los Q u a rtcles d e I n v ie r n o .”
F abro d e N o v i : C o u ie m o de lo s tu r c o s , m á x im o s y a r te s v io U n ta s c o n q u e
s g m a n tien e y se d e s tr u y e .-^ T r a d u jo D on F r a n c is c o F a b r o B rem m id a n , e s ta O bra,
d el Ita lia n o e n C a stella n o , y le añadid la r e fe c c ió n d el a c ie r to con que el A u to r
p r o n o s tic ó e l a ctu a l a b a tim ien to d el o r g u llo * t a f:a n o - — M a d r i d , 1693.

F lo r o h is tó r ic o d e la G u e rr a m o v id a p o r e l S u ltá n d e ¡o s T u r c o s M e h e m e t I V
c o n tr a e l A u g u s tís s im o L e o p o ld o P r im e r o .— E l a ñ o M . D C . L X X X I I I . T ra d u cid o d cl
Ita lia n o e n C a stellan o, y añ a d id o d e lo s s itc e s o s p o s te r io r e s a la lib e r a c ió n d e Vierta.
P o r F r a n c is c o F a b r o B rc m u n d a n .— M a d r id , 1684.— P u b lic ó c u a tr o tom os m á s : 1686,
1687, 168 8 y 1690- E x is t e u n a e d ic ió n coetán ea d e B a rce lo n a .
“ D e r V e r fa s s e r sch e in t n a c b d e n b esten Q u e lle n u n d m e isten tbeü s nach
B e rich te n d er ím k a ís . H eere d ie n e n d e n S p a n ie r gesch rie b e n zu h a b e n .” A ppony:
H u n g a r ic a , t. I I , p á g . 195.
C a rta d e d ote y a rra s d e D o n F r a n c is c o F a b ro y D o ñ a M a r ía M o n tie l.— A r c h iv o
d e P r o to c o lo s , M a d r id , 10 d e n o v ie m b r e d e 1688.

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a su ánim o. T ien e h ijo s . A scien d e en su carrera hasta alcanzar la
P residencia del C on sejo d e H a cie n d a ” . P o sició n brillante, pero
engañosa y de poca sustancia. D esde 1690 estaba en ferm o y ado­
lecido Lenta, lentisim am ente, desfallece en la m iseria y en la
tristeza ’ ®.

D o n F rancisco está en su estudio. E stancia pobrisim a, des­


nuda, sin una a lh a ja ; sólo libros, m u ch os libros y folios de prue­
bas. U n a aceda m elancolía invade su decaído espíritu. L o s o jo s
— ágatas húm edas y tristes— contem plan tanta m iseria y deca­
dencia. Piensa, d olorid o. L e a co n g o ja el porven ir d e sus h ijos
m enores, tan incierto. E n su testam ento h a incluido una cláusula
insólita y tiern a : “ S e p on drá tod o cu idado en su educación
y enseñanza.”
Si h em os querido co n o ce r de cerca — y p o r dentro— a este
h om bre singular, ha sid o p orqu e despertó en n osotros una viva
y cálida simpatía. E n él vem os — claro esp ejo— la tragedia íntima
y desgarradora d e los gaceteros y periodistas que, teniendo una
v id a in terior ju g o sa y talento original, perecen ante la indiferen­
cia, o el disim ulado desdén. T u v ie r o n — y tienen— un alto espíritu
y una sensibilidad acendrada. S on anulados y con streñ idos p or la
trem enda y agotadora servidum bre que im ponen los artículos dia­
rios. F ragm entos de ideas resplandecientes, origin a les; piezas
descabaladas de una obra soñada y jam ás con seguida en su ple­
nitud e in te g rid a d : es lo que queda, p erd id o, en las páginas de
los p eriódicos.
Servidum bre y grandeza admirables.

” V é a s e e l testam en to y a cita d o . A u n q u e s u n o m b re n o ap a re ce en las n o m in a s


d e presiden tes d ei cita d o C o n se jo .
™ " S e halla e n fe r m o y c o n m u ch a n e c e s id a d ... L e h a g o m e r ce d p o r esta v e z para
ayuda de su c u r a c ié n ." Ayuda de la r e in a M a r ia n a de A u s tr ia .— M a d r id , 18 de
n ov ie m b re d e 1690. D o cu m e n to p u b lica d o p o r P íb e z d e G u zh á n : O p. c it.. p á g . 60.
" VARELA H e r v ía s ; O p . c it., p á g . C V I I I . O rd e n d e C a rlo s I I , 1 ! d e septiem bre
d e 1698, p o r la cu a l se o rd e n a e l p a g o de atra sos q u e se d e b ía n a F a b r o y s u e n tre g a
a M a r ía M o n t ie l; " D o n F r a n cis c o F a b r o . q u e se h alla u a c o n las o b lig a cio n e s d e m u je r
y c u a tr o h i jo » d e p o c a ed a d sin q u e te n e r de q u é a lim e n ta rs e .” F a b r o m u r ió el 12 de
en ero de 1698.

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H IS T O R IA S D E P E R IO D IC O S A L F IL O
D E U N C IN C U E N T E N A R IO

P o r JO SE ALTABELLA

P ara una E spaña d e 21.282.960 habitantes había 2.2 8 9 publi­


caciones p eriódicas, 2 9 0 de ellas diarias, y todas de m u y diverso
carácter y d e opuestas aspiraciones, de diferente im portancia
e interés. L as estadísticas oficiales de aquella época, habiéndose
com p rob ad o que la declaración de la tirada p o r n úm ero y unidad
se falseó en evaluaciones anteriores, n o ofrecen cifras en este
aspecto. S in em bargo, la apreciación cuantitativa d e la difusión de
los p eriód icos es obtenida, a la sazón, p o r un m edio indirecto, com o
es la recaudación p or el franqueo concertado. D e los 2.268 p erió­
d icos, 560 se acogían al tim bre d e fran qu eo, cu ya recaudación
total en E spaña ascendía a 195.660,81 pesetas. L a clasificación
de aquellos p eriód icos p o r materias era a s i : políticos, 3 3 9 ; reli­
g iosos, 3 3 9 ; d e in form ación n o especializada, 2 8 3 ; d e fom ento
y defensa de intereses d e clases y profesiones, 1 5 3 ; de bellas artes,
bibliografía y literatura, 1 3 7 ; d e A c c ió n S ocia l Católica, 1 29;
de A dm in istración , 1 2 7 ; de Ciencias M édicas, 1 2 3 ; de recreos,
deportes y espectáculos, 1 2 3 ; d e instrucción pública, pedagogía
y educación, 7 8 ; d e C om ercio y N avegación, 7 7 ; d e otros asun­
tos, 423. A ten d ien d o a su orientación, más o m enos acentuada,
ios p eriód icos p olíticos — n o incluyendo los regionalistas— podían

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subclasificarse en esta fo r m a : católicos, 5 0 ; conservadores, 3 2 ;
integjistas, 9 ; tradicionalistas, 1 6 ; com unistas y sindicalistas, 1 9 ;
liberales, 5 9 ; reform istas, 2 ; republicanos, 57, y socialistas, 41.
E n aquella fecha el 53,16 p o r 100 d e la p ob la ción española era
analfabeta.
R esp ecto a antigüedad había un diario que p rocedía — aunque
lio surgiese co m o cotidiano— del siglo x v i i , la Gaceta de M adrid,
fundada en 1661, y sagazm ente estudiada en sus p rim eros pasos
p or d on E u lo g io V a rela H ervías, y o tro del siglo x v i i i , el D iario
de B arcelona, fu n dado en 1792, y cuya colección se conserva
actualmente, com pleta, en la H em eroteca M unicipal de M adrid,
p regon ando el decanato de la P rensa diaria inform ativa española.
P o r lo que se refiere a la capital d e E spaña, contaba ésta
608.793 habitantes, y en 1920 publicaba 570 p e rió d ico s ; 4 2 de
ellos eran d ia r io s ; cin co, trisem an ales; cuatro, bisem anales; 95,
sem anales; 35, decenales; 95, quincenales; 205, m ensuales; 32,
trim estrales; uno, ocasional, y 58, de otras periodicidades. L as 570
publicaciones periódicas m adrileñas ofrecían un porcen taje de
1.085 habitantes p o r p e r ió d ic o ; en relación con las dem ás ca p i­
tales españolas, su núm ero de ord en en cuanto a densidad era
de seis, y en relación c o n las dem ás provin cias ocupaba el núm ero
uno. L a recaudación p or con cep to de franqueo con certad o d e la
Prensa m adrileña ascendía a 46.940,03 pesetas anuales. A la
sazón, el 26,92 p o r 100 de la p oblación m adrileña era analfabeta.
D espués de saber cuántos eran aquellos p eriód icos, veam os
ahora cuáles eran los m ás im portantes, y hablem os de ellos y de
sus hom bres, lim itando nuestra referencia, exactam ente, hasta el
año en que se inaugura la H em eroteca M unicipal de M adrid,
es decir, el día 18 de octu bre de 1918. E s un valladar que m e he
im puesto y o m ism o, p or razones d e tiem po y en gracia a quienes
tienen la atención d e escucharm e. P o r otra parte, la fech a es
m uy significativa en la historia del period ism o español, p recisa­
mente p o r ser la H em eroteca M unicipal de M a d rid la prim era
biblioteca del m undo que em pezó a guardar solam ente p eriódicos.

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N o es esto una vanagloria patriotera, n i un ditiram bo de ocasión,
sino el ju icio del gran bibliógrafo francés R ené B illou x , quien,
en su E n cyclop éd ie C h ron ologiqu e d es A r ts Graphíques, publi­
cada en P aris en 1940, en la página 4 9 afirm a textualm ente:
“ La H em eroteca M unicipal ou B ibliothéque de jo u rn a u x de
M a d rid est le seul établissement du m onde réservé exclu sive-
m ente a u x jou rn a u x et périod iqu es.”
R especto a la centralización del tema, quiero precisar más.
L levaré la ev ocación de aquellos p eriódicos sólo hasta el m om ento
en que les da la bienvenida la H em eroteca M unicipal, aunque
cite o refiera algunos detalles posteriores. Y sólo hablaré de los
p eriód icos que aparecían en M a d rid en el m om ento de inaugu­
rarse aquélla, recordán dolos p o r rig u roso orden de antigüedad.
E n prim er lugar estaba L a E p o ca (1849-1936), diario co n ­
servador, aristocrático, propiedad, entonces, del segundo marqués
d e V aldeiglesias, d on A lfr e d o E scobar y R am írez, y d irigid o a la
sazón p o r éste, con una carga d e tradición enarbolada p or b ri­
llantes cam pañas p olítica s: la del prim er G obiern o de la U n ión
L iberal, que com p ren d ió la guerra de A frica , las luchas d e la
R evolu ción septem brina y de la R estauración, d e 1868 a 1875;
la que da cu erp o a esta última, donde destacan las plum as de
Juan P érez d e Guzm án, José F ernán dez B reinón, A rca d io R oda
y José B r is s o ; la etapa del reinado de D o n A lfo n so X I I , la
R egen cia d e D oñ a M aría Cristina y el reinado de D o n A l­
fon so X I I I . D esde los días d e Joaquín M ald on ad o M acanaz
y Jerón im o B eck e r a los de M arian o M a rfil y Salvador Caiials,
las páginas de aquel p eriód ico que entraba en palacios, salones
y E m bajadas, portad o en b an dejas d e plata, en ese año d e 1918,
esculpe, m ás que im prim e, unos 15.000 ejem plares, con feccio­
nados con prosapia y distinción. E n las radicalizadas polém icas
del tiem po, alúdenla a veces co m o la “ v ie ja c o to rro n a ” . Falta
m uy p o c o para que u n crítico literario, G óm ez d e S aquero
(A n d r e n io ), al pasar a E l S o!, sea sustituido p or un jo v e n gra­
nadino que se d octora en D erech o ese año y se trae en la ilusión

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m oza la esperanza de escribir la historia política contem poránea
d e E sp a ñ a ; M e lch o r F ernández A lm a gro.
V ien e después o tro p eriód ico a n tig u o : El D ia rio E spa­
ñ ol (18 5 2 -19 3 3 ), fu n dado co m o órg a n o de la U n ió n L iberal p or
M anuel R ancés y V illaiiueva, más tarde m arqués de Casa Laiglesia.
L u e g o lo dirigirán M a u ricio y D ion isio L ó p e z R oberts, y entre
sus redactores figurarán A lv a rez B ugallal, L orenzana, Suárez
Inclán y tantos otros. F u é asim ism o un eficaz órg a n o con ser­
vador. E n sus últim os tiem pos lo d irig ió Salvador A lm er d ’O con ,
y en el año 1918 se hallaba en m anos de A d o lfo U seleti de P onte.
T u v o este p eriód ico una etapa espléndida, durante la cual escri­
bieron en él los editoriales M a ld on a d o M acanaz, B otella, los
condes de C oello y de la R om era, y , sobre tod o, cuando Juan
A lv arez d e L orenzana pu blicó sus m em orables fon d os titulados
“ M isterios” y “ M e d item os” . A den trán d on os p o r los senderos
de la anécdota, recordarem os aquí la contestación d e Lorenzana
a su paisano y com p añ ero José M aría A lbu erne. F elicitaba éste
al prim ero, encom iándole el alcance trascendental d e sus artículos
de fon d o , los cuales, sin duda, tuvieron decisiva influencia en
los días precursores d e la rev olu ción de 186 8 ; “ ¡V a m o s , hom bre,
ya estarás c o n te n to ! — d ijo le A lb u ern e a L orenzana— . C on tus
artículos has derribado al G o b ie rn o .” A lo que el célebre p erio­
dista asturiano replicó, co n la m ayor sen cillez: “ L o s periodistas
no tenem os fuerza para derribar a los g o b ie r n o s ; si acaso, nos
lim itam os a advertirles que se van a caer ellos s o lo s .”
Casi tan veterana c o m o L a E p o c a fu é L a C orrespon d en cia
de E spaña (1848-1925), p ero p or su aspecto popular y apolítico
— “ D ia rio universal d e noticias y e co im parcial d e la o p in ió n ”
se subtituló durante m uchos años— representaba la gaceta que
estaba a bien co n todos los g ob iern os y acostaba tranquila a los
españoles con su “ g o r r o de d o rm ir” , F u é la prim era intuición
del period ism o de em presa y el prim er ejem p lo inicial de un
fabu loso n egocio p eriodístico, debido a la iniciativa del sevillano
enm adrileñizado M anuel M aría de Santa A n a , prim er marqués

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de Santa A na. F u é éste el G o rd o n Bennett y el G irardin español,
e in trod u jo entre n osotros el reporterism o, los vendedores calle­
je ro s y la publicidad m oderna. F u é el prim er p eriód ico español
que p osey ó un palacio para la n o tic ia — el palacio de A brantes,
al final de la calle M a yor, m uy recientem ente estudiado p o r José
del C orral— , y en sus últim as jorn ad as L e o p o ld o R om e o trataba
de defender, com o un baluarte cuarteado p or disensiones fam i­
liares, el e co m oribun do d e su pasada influencia n o ticie ril: p ocos
años después y a n o se oiría el g rito a p ocopado d e “ L a C o r r es ”
p o r las calles...
E l Im parcial (1867-1933) fu é al nacer un diario demócrata
independiente, su rgido en el caldo d e cultivo que precedió a la
R evolu ción septem brina — ¡ aquellos artíciilos de José E chega-
ray y aquellas defensas d e C ristino M a r to s !— para ir recogiendo
velas de un tem plado liberalism o. L o puso en m archa el institu-
cionalista E du a rd o Gasset y A rtim e, y su h ijo R afael Gasset lo
con virtió en v io lín — a petición de Silvela— para su precursora
y olvidada p olítica hidráulica, d e acento costista. D urante la R egen ­
cia fu é el p eriód ico m ás influyente de su tiem po, y sus fam osos
L im es constituyeron el depósito literario volan dero m ás cali­
ficad o, antesala rigu rosa de la R eal A ca d e m ia ; F ernanflor, O r ­
tega y M unilla, M ellado, Juan V alera, A z o r ín , C a via ... L os
com p rom isos con el P o d e r fu eron su ruina, y la fech a de su gran
crisis se in ició exactam ente al celebrar el cincuentenario, cuando
tod o, exteriorm ente, co n casa nueva en la calle del D uque de
A lb a , presagiaba una aparente resurrección. E l año 1917 se des­
g a jó de su red a cción ;m núcleo im portante d e sus m iem bros,
proa a una nueva sin g la d u ra : E l S ol, del que hablarem os en su
m om ento. E l año 1918 era director del p eriód ico el nieto del
fundador, d on R ica rd o Gasset A lzu garay. C on él entró esa ter­
cera generación periodística, tan variopinta de criterios com o
com p leja de ensam blar en la diversidad de los m iem bros fam ilia­
res, ante el esp ejo de esa ley inexorable que ex ig e renovarse
o m o rir...

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U n p eriód ico sin relieve h istórico, nacido en el m ism o año que
E l Im parcial, fu é el D ia rio d e la M a rin a (1 8 6 7-1931), hom ónim o
del que, con el m ism o titulo, lleg ó a centenario en L a H abana.
S u frió guadianas de apariciones y desapariciones. D urante unos
años fu é dem ócrata independiente, y durante otros, defensor de
las M arinas d e G uerra y M ercante y de las industrias que se
relacionan co n la navegación. E ntre sus directores tuvo, en dife­
rentes fechas, a J. T o r r ijo s , al m arino P e d ro N ovo C olson
y a A lfo n so G rijalba. S ospecham os que hacia el año 1918 era
una sencilla h o ja volandera, que sólo aparecía d e cu ando en
cuando, de rig u roso in cógn ito, a la brisa de m uy febles apoyos
económ icos.
S om b ra espléndida d e un ayer v icto rio so fu é E l G lobo (1875-
1930), prim itiva ca ja de resonancia del C astelar posibilista, quien
encontró en A lfr e d o V icen ti a un poeta capaz de hacer de A tlante
con la pesada carga, y m ás tarde, b a jo la égida de R om anones,
disponiendo de directores co m o J osé F ran cos R o d ríg u e z y B al-
dom ero A rg en te, al sop lo de los vientos del pod er, abrasaría de
inquietudes el aliento ju ven il d e dos hom bres del 9 8 : B a roja
y A z o r in . M em orables fu eron las críticas d e sus serm ones en
Sem ana Santa, dentro de la línea anticlerical de aquellos años de
efervescencia política. E n sus últim os años estuvo d irigid o p or
M agdaleno de Castro.
A n típ od a en ideología, pero coetáneo d e E l G lobo, fu é E l
S iglo F u tu ro (1 8 7 5-1936), diario tradicionalista fu n dado p o r don
C ándido N oced al y dirigid o, m ás tarde, p or su h ijo R a m ón , uno
de los polem istas m ás apasionados del period ism o c a tó lic o ; su
actitud de intransigencia p olítico-religiosa le llev ó al integrism o,
surgido com o una escisión d e l carlism o. A m antes co m o som os del
periodism o, con sus grandezas y sus m iserias, siem pre n os dolerá,
con tristeza, el com ien zo d e un editorial de don C ánd ido N ocedal,
escrito en 1867, para presentar a L a C onstancia: “ B ajam os
con pesar a este ch arco d e inm undicias que se llam a P r e n s a ...”
A tal grad o llegaron las polém icas periodísticas entre los católicos

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españoles, que, en 1908, los editores de E l S iglo F u tu ro ofrecie­
ron disolver su partido, si así con venía a la Iglesia, y c o n este
p rop ósito fu eron a consultar al P apa, h o y San P ío X , quien les
co n te stó : “ E so, ¡d e ninguna m a n e r a !; sería aguar el buen vin o
español.” E ra n tiem pos aquellos en que la tesis de S ardá y Sal-
vany, “ E l liberalism o es p e ca d o ” , agotaba sus ediciones entre la
m asa religiosa española. P o r eso, las izquierdas más intransigen­
tes, cuando aludían a E l S iglo F u tu ro, lo denostaban c o n ex p re ­
siones com o “ la v o z de la caverna” y “ la cueva m ilenaria” . T ra s
la dirección e jercid a p or d o n R a m ón N ocedal, recog ió aquella
herencia de dogm atism os bizantinos el periodista M anuel S e­
ñante, quien, en la segunda etapa del diario, rodeado, hacia 1918,
de M anuel Sánchez A sen sio y su h ijo M anuel Sánchez Cuesta
(M ira b a l), M a rín del C am po, Y á ñ ez, F abio, O lazábal, lo g ró
hacer un diario tan apologético co m o m inoritario.
A la pléyade de órgan os d e defensa d e los intereses castrenses,
tan abundantes desde la R estauración hasta el septenio del general
P rim o d e R ivera, perteneció L a C orrespon d en cia M ilitar (1877-
1932), subtitulado “ D ia rio del E jé r c ito y de la A rm a d a ” , fundado
y dirigid o, en los p rim eros años, p or E m ilio P rieto Villarreai,
culto militar, fe rv o ro so d e los ideales republicanos y fiel seguidor
de R u iz Z orrilla en el exilio. A ñ o s después, y co n carácter liberal
independiente, fu é d irigid o p o r D ie g o F ernández A rias, a quien
sucedería últim am ente E va risto R o m e ro y C orrea, b a jo la g eren ­
cia de Julio A m a d o. L o p recario de sus últim os años le obligaría
a fusionarse, en 1928, con E l E jé r c ito E spañol.
L e llega el turno cron ológ ico, aquí, a uno de los p eriódicos que
m ayor popularidad alcanzaron en su época. N o s referim os a E l
L ib era l (1879-1939). D e una escisión de E l Im parcial surgió
E l L iberal, co n redactores que deseaban un clim a más radica­
lizado para sus p á g in a s— M arian o A ra u s y F ernan jlor, a la
cabeza del g ru p o disidente— , hasta que, al paso de los años,
encontraron la tónica de un republicanism o tem plado y la guia
de d on M igu el M oya, personalidad periodística que, en el orden

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corp orativo, fu é el prim er presidente d e la A so cia ció n d e la
P rensa de M adrid, y com o tal, árbitro sereno de las contiendas
y los problem as existentes entre la d a s e periodística. Y co n fr e ­
cuencia repetía M o y a aquello d e que “ la P rensa es siem pre p e­
destal d on de otros coloca n la estatua de sus triunfos, yunque en
el que p or su m isericordia (su m ás grande p ecad o) martillean
sin cesar, para hacer m ucho ru id o, todas las vanidades y todas
las am bicion es” . E n zaga de esa etapa direccional d e M oya,
llegarían luego, co n los años del trust — q u e abarcaba E l Liberal,
E l Im parcial y H era ld o de M a d rid , am én d e los L ib era les, de
provincias, E l D e fe n s o r d e Granada y E l N o r o e s te , de G ijó n __
las plum as directoras de A lfr e d o V icen ti, E nrique G óm ez C arrillo,
M iguel M o y a , G astón d e Iriarte, E du a rd o R o s ó n .:., para continuar
en pareja, p o co después d e 1918, con capital de los B usqu éis cata­
lanes y teniendo com o m en tor a A m a d eo H u rta d o, E l L ib era l de
la mañana y el H era ld o d e M a d rid p o r la tarde, b a jo una nueva
em presa adm inistrada p o r A n to n io S a cris tá n ; S ocied ad E ditora
Universal, L e jo s quedaban y a las corresponsalías d e L uis M orote,
los cuentos de N ogales, las críticas musicales d e E du a rd o M u ñoz,
las crónicas de P e d ro de R é p id e ... Y en el M a d rid bullanguero
de la G ran Guerra, el grito de la ven dedora d e E l L ib era l tal
vez la P atro, novia d el señor V en a n cio, el “ p eriodista” que nos
evocó con singular g ra ce jo A n to n io D ía z Cañabate— ?;

S o y , s e ñ o r e s , ia c h a v a la
q u e v a v e n d ie n d o E l Liberal,
p o r q u e t i r a m u c h o s m iles
y s ie m p re g a n o b u e n Jo rn a l,
T r a ig o n o tic ia s d e to d o s los p a ís e s
y p a r te s d e la g u e r ra
q u e c a u s a n se n sa c ió n .
G o b ie rn o e n crisis,
e l c rim e n d e G ra n a d a ,
los to r o s d e e s ta t a r d e
y u n ro b o e n la e s ta c ió n .
E i L iberal, in f o r m a c ió n m u n d ia l.

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L a aparición de E l Socialista (1 8 8 6-1939), co m o semanario
fundado p or el je fe del P artido Socialista O b re r o E spañol, Pablo
Iglesias, representa la salida de la clase ob rera niarxista de la
clandestinidad y la entrada en la legalidad del m ovim iento obrero
que d ich o partido defendía, m erced a la apertura del G obierno
liberal d e Sagasta, al inaugurar el prim er turno de la R egencia.
L o s p rop ios obreros, m iem bros, en su m ayoría, de la A socia ción
G eneral del A r te de Im prim ir, actuaron de redactores en esa
publicación, a las órdenes d e Ig le sia s; M atías G óm ez Latorre,
G arcía Q u ejid o, A n to n io A tien za de la R osa, Juan José M o ra to ...
A llí nadie cobraba un céntim o, a excep ción del director, entregado
p o r entero a la organ ización d e las huestes proletarias. T o d o se
hacía p o r el id ea l... A lg u n o s intelectuales asom aban su firm a en
aquellas páginas, co m o Jaime V e ra , E du a rd o B en ot o Felipe
T rig o , U na d e las secciones más leídas d e aquel órg a n o societario
era “ L a semana bu rguesa” , ariete defensor de la lucha de clases.
D a d o que el p eriód ico era de carácter social, la divulgación de
la doctrina estaba siem pre subordinada a la inform ación, y ésta,
generalm ente, apenas contaba. D esde la acera d e enfrente — una
acera m uy ancha, en la cual cabían la P rensa conservadora, la
republicana, e incluso la anticlerical— , las reuniones, los con g re­
sos y m ítines socialistas recibían a la sazón la denom inación de
“ los bu fos r o jo s ” . C uando el sem anario fu é ensanchando la pla­
taform a de su audiencia, se con v irtió en diario, en abril d e 1913.
H abía recorrid o varios talleres m odestos hasta llegar, en 1916,
a la im prenta F ortanet, en la calle de la Libertad, 29, donde,
a la sazón, se tiraba L a E p oca , órg a n o del partido conservador.
P arad ojas de una prensa económ icam ente subdesarrollada, que
unía a tod os en la m aterialidad física de su fabricación, y Ies
separaba en la siem bra id eológica de sus antagónicos lectores...
P o r aquel año de 1918, el órg a n o del partido socialista seguía
estando d irigid o p or P a b lo Ig le s ia s ; hacia los editoriales — autén­
ticas con sign as del partido— F ra n cisco N ú ñ ez T o m á s, y eran
redactores y colaboradores A n d ré s S aborit, D aniel A ngu ian o,

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Julián B esteiro, Fabra R ib a s ... Y p or esos días, entre bastidores,
íbase fraguando ya la escisión com u n ista...
E l P a is (1887-1921) fué, en sus p rim eros años, un diario
republicano progresista, propiedad, prim eram ente, de A n to n io
Catcna, y después d e su h ijo Juan C aten a; estuvo dirigid o, suce­
sivamente, p or V alen tín M orán , R afael G uinard de la R osa, A le ­
ja n d ro L e r r o u x , Joaquín Dicenta, R ica rd o Fuente y R ob erto
C astrovido. D urante m uchos años, en sus v ie jo s sofás, suspiraron
p or R u iz Z o rrilla “ los nietos de D a n tó n ” . E n el p rim er decenio
de este siglo con ociéron se allí R ica rd o F uente y A n to n io A s e n jo ,
y quizá el p rim ero pensara en esos lares la crea ción de la H em e­
roteca M unicipal. A s e n jo fué, en sus años m ozos, ordenanza del
periód ico. U n día se p r o d u jo un in cen dio en el R a stro m adrileño,
y co m o n o hubiera en ese m om ento ningún m iem bro d e la
redacción, Fuente su girió a A n to n io A s e n jo que fuese él a hacer
la inform ación, T a n diestram ente q u ed ó el im provisado reportero
de sucesos en ese lance, que se le n om bró redactor desde entonces.
M á s tarde, con el seudónim o de N iscu ito, A n to n io A s e n jo habría
de firm ar crón icas taurinas, y en colaboración co n A n g e l T o rre s
del A la m o cosecharía m uchos aplausos, pues am bos fu eron buenos
saineteros m adrileños. E l P a ís, b a jo la dirección del austero e in ­
corruptible R o b e rto C astrovido, hacia 1918, íbase extinguiendo
com o llama d e la antañona bohem ia periodística, al su rgir oíros
órgan os republicanos m ás m odern os y de econom ía m ás segura.
O tro de los p eriód icos castrenses que proliferaron a finales
del siglo X IX , y que tuvieron cierta vida corp orativa más o m enos
lánguida, fu é E l E jé r c ito E sp a ñ ol (1 8 8 8-1928), diario d e la noche
e ilustrado, fu n dado p o r D ie g o P a ch eco y dirigid o, durante la
m ayor parte de su existencia, p o r R afael E sb ry Sánchez. N o
obstante autoproclam arse “ el p eriód ico de m ayor circu lación en
el E jé r c ito ” y anunciar en la cabecera “ tres ediciones diarias” ,
se v ió obligado a fusionarse, en 1928, con la veterana gaceta L a
C orrespon d en cia M ilitar.
A l ser desautorizado L a F e y rebelarse el partido tradicio-

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nalista h istórico con tra D o n Carlos, éste quiso p oseer un órgan o
p olítico p rop io oficial, y c o n tal fin fu n d ó E l C o rreo E spa­
ñ ol (1888-1922), labor que co rrió a ca rg o del periodista catalán
L uis M aría de L iauder. A sí, con los años, el citado p eriód ico se
con virtió en uno d e los órgan os m ás autorizados del partido
carlista, al p rin cipio, y jaim ista, después. T u v o varios directores,
desde el fu n d ador hasta M igu el Fernández P eñafíor, pasando p or
L eand ro H e rre ro (T u llo ), B enigno B olañ os (E n e a s ), Salvador
M orales y Juan V á zq u ez de M ella. E n sus páginas sobresalieron
las crón icas de E n e a s — con aquellas polém icas frente a E l Uni­
v erso , R a zón y F e y L a Unión Católica— , en las cuales se
trataban tem as tan v id riosos co m o los de la sum isión a los poderes
constituidos y las p osiciones del mal m enor. E n sus colum nas se
enseñoreó el verb o elocuente de V á zq u e z de M ella, a través de
nutridas colaboracion es doctrinales de carácter religioso, p olítico
y literario, hasta que la exaltada p osición germ anófila adoptada
p or este tribuno ch o có co n el criterio del duque d e M adrid, lo
cual ocasion ó que abandonase el diario, F rente al jainiism o, par­
tidario de los aliados, alzaríase el m ellism o, y la escisión desem ­
bocaría en la m uerte de E l C o rreo E spañ ol, b a jo la gerencia de
G ustavo Sánchez M árquez, y en el nacim iento de E l P ensam iento
E spañ ol, co m o órg a n o del gran parlam entario asturiano y b a jo
la dirección de P eñ aflor, p o c o tiem po después de 1918.
F elipe D ucazcal, el travieso y enredador em presario m adrileño
que en sus m ocedades fu é tip ó g r a fo — gan ó sus p rim eros reales
com o “ m arcad or” en L a C orrespon d en cia d e E spaña— , prom otor
de la partida de la P orra , prim ero, y je fe de O rd en P úblico,
después, y durante m uchos años H erm a n o d e la P az y la Caridad,
m urió apenas fu n dó el H era ld o d e M adrid (1 8 9 0-1939), com o
diario independiente, de corte liberal, al principio, y de frondas
republicanas, en sus últim os lustros. P arte del capital funda­
cion al lo puso el m arqués d e M urrieta, y fu eron peones técnicos
de D ucazcal R afael C om enge y E u g en io G onzález Sangrador.
Inicialniente, este p eriód ico con stituyó una aventura de elecciones

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en tiem pos del subm arino P eral, aunque años después se co n ­
solidaría co m o órg a n o del p olítico liberal d on José Canalejas,
quien h izo d e él un gran diario que, en determ inadas noches,
cu ando salía tarde, era esperado p o r las sirvientas, las cuales
aguardaban en los portales de las casas a que lo repartiesen los
vendedores. E n tre otros, dirigiéron lo José G utiérrez A bascal — el
K asabal de la crón ica d e salones— , A u g u sto Suárez d e F igu eroa
— uno de los grandes reform adores d e la co n fección periodística
de prin cip ios d e siglo— y José F ran cos R od ríg u ez. H era ld o de
M adrid pasa a integrarse en el tru st en 1906, y durante esta etapa
es d irig id o p o r B a ld om ero A rg e n te y p o r José R ocam ora. E s el
H era ld o de M ad rid el prim er p erió d ico de E spaña que tiene en
su nóm ina a una redactora, C arm en d e B u rg os Seguí, con ocid a
p or su seudónim o de C olom bin e. L a gran popularidad d el H e ­
raldo — e im popularidad tam bién, para ser exactos— p ro v o cá ­
ron la en el p rim er decenio del sig lo los rep ortajes escandalosos
y las entrevistas audaces d e A d ela rd o F ernández A rias, E l D u en ­
d e d e la Colegiata. H a cia el año 1918 el H era ld o, ya separado
del trust, sigue en las m anos profesionales d e R ocam ora, hasta
que llegue ia frív o la vivacidad d e M anuel F ontdevila, en pleno
gobiern o del General P rim o de R iv e r a ; a la sazón, el p eriód ico
está b a jo el tim ón econ óm ico d e los Busquets, y d e A m a d eo
H u rtado, co m o ninfa E geria, S e inicia para el diario, entonces,
otra época, ajen a al p ro p ó sito d e nuestra evocación.
U n órg a n o religioso de escasa difusión, p ero d e alguna in­
fluencia durante sus p rim eros años, fu é E l U n iverso (1900-1936),
fundado p o r el P a d re T om á s d e la Cám ara, fraile agustino
y O bispo de Salamanca, destacado apologista d e la Iglesia en el
últim o tercio del siglo pasado. P agada p o r el m arqués de C o­
millas, esta pequeña gaceta con fesion al tu vo p o r prim er director
al catedrático de M etafísica Juan M anuel O rtí y Lara. T a l vez
se inspiraran sus fundadores en el titulo d e L ’ U n ivers francés,
del fo g o s o L o u is V euillot, pues, dentro del m eridiano hispánico,
este m odesto p eriód ico español sostu vo agudas polém icas en la

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defensa de la enseñanza católica frente a ciertas corrientes k rau-
sistas que tildaron al p erió d ico de “ n e o ” y “ u ltram ontano” .
A la m uerte d e O rtí y Lara, quien había resucitado el seudónim o
de E l F iló so fo R ancio, v in o a suceder a éste en la dirección del
periód ico, en 1904, el p ed a g og o R u fin o B lan co y Sánchez, una
vez con vertid o ya el p erió d ico en órg a n o de la Junta Central de
A c c ió n Católica. D urante m uchos años, en las tareas d e redacción,
le ayu dó el h istoriador A n g e l Salcedo y R u iz. H a cia 1918 el
period ism o católico en E spaña había tom ado otros derroteros,
y fieles a R u fin o B lan co perm anecían José M enéndez Carabia
y F ed erico L eal. E n 1926 E l U n iverso tuvo que transform arse
en sem anario, b a jo el subtitulo de “ R evista d e A c c ió n Católica
y d e C ultura G en eral” .
A d ic to a la política liberal, y fu n dado p o r A u g u sto Suárez
de F igu eroa, el D ia rio U niversal (1 9 0 3 -19 3 8 ) fu é la última gran
creación de aquel excelente periodista, capaz d e con ceb ir y rea­
lizar los m ejores p eriód icos de su época. F u é el citado diario
un órga n o del con de de R om an ones, a la sazón d e la fra cción de
M oret, y cu y o capital fundacional d e dos m illones de pesetas
cu brieron pron to sus am igos p o lítico s ; Juan O rtueta, Juan R a ­
nero, Joaquín R u iz Jim énez y otros. L a sim ilitud externa con
el v ie jo H era ld o canalejista, y co m o éste, tam bién diario d e la
noche, le restó adictos al p rop ósito. E sto, unido a que la varia­
bilidad d e su fortuna estaba estrechamente vinculada al hecho
de que su m áxim o m entor se hallara en el p od er o en la o p o si­
ción , h izo que p ron to cam biase de director. T en ia el p eriódico
p or red a ctor-jefe a A n g e l L u q u e, y entre sus redactores fu n da­
dores fig u ró durante m uchos años M o d e sto M o y ro n . T ra s Suárez
d e F igu eroa llegó B aldom ero A rgen te. Y a éste su cedió el a lco-
yano Santiago M ataix S oler, quien ce d ió el puesto, finalmente,
a Daniel L ó p e z y L ó p e z. D esde ser rotativo pasó a tirarse en
m áquina plana, y en 1918 editábase así, m odesto y balbuciente,
después d e haberse desperdigado sus redactores p o r otras em ­
presas de m e jo r suerte, y de haber lograd o unas actas de dipu­

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tados y carteras ministeriales muchas d e sus plumas. A I cabo de
los años sólo queda en el recu erdo p o r haberse incrustado antes
en !a H istoria aquel artículo publicado el 19 de agosto d e 1914
b a jo el título de “ N eutralidades que m atan” . Ib a firm ado con
una X , p ero to d o el m undo se lo atribuyó a d on A lv a r o de
F igu eroa y T o rre s, el travieso con d e, quien p or ese m edio quiso
excitar a la opinión p ú b lic a — ferozm ente apasionada, durante la
prim era Gran Guerra, entre aliadófilos y germ anófilos— para que
E du ard o D ato rom piese la difícil neutralidad española. E l artículo
fu é escrito en Sigüenza durante u nos días d e descanso del a u tor,
mientras éste se dedicaba a su pasión favorita de cazar c o d o r ­
nices. E l eco de dicho articulo llega hasta P alacio, y el rey
D on A lfo n so X I I I llama al con d e p or teléfon o y le pide que le
explique las razones que le han im pulsado a escribir aquél.
E l con d e da amplias explicaciones, y después, en sus M em orias,
cuenta textualm ente: “ A q u e l día, 2 0 de agosto, D o n A lfo n so
se m ostró coincidente c o n mi tesis y abiertam ente inclinado a los
aliados.”
Y llega ahora el m om ento de que hablem os del diario
A B C (1 9 0 3 -1 9 ...). F u n d ad o p o r T o rcu a to L u ca d e T en a y A l-
va rez-O ssorio, co m o sem anario, se con vertirá en diario dos años
después. A ctualm ente es el decano d e los rotativos m a d rile ñ o s;
desde hace más de m edio siglo representa una institución del
periodism o español, y hoy, al cabo d e sus sesenta y cin co años,
n o hay hipérbole al afirm ar que puede considerarse el exponente
nacional m ás id ón eo a la com paración con los m e jo re s diarios
del m undo. E s difícil resum ir en un panoram a co m o el que
estam os ofreciend o toda la obra de aquel extraordin ario p e rio ­
dista. Y quizá pudiera afirm arse que, si el prim er m arqués de
L uca de T en a abrió y cerró una época en la historia d e nuestras
h oja s periódicas, ello se d eb ió a la aguda sensibilidad dem ostrada
p or él en su quehacer cread or. T u v o un buen entrenam iento
empresarial co n ia revista B la nco y N e g r o , creada en 1891, la
cual resultaría la prueba m ás palm aria del triun fo d e ese lema

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“ la letra con m on os entra” entre los grandes sectores de público,
y una dem ostración d e una clarividencia profética de la desbor­
dante cultura visual de masas en la sociedad conteraporánea.
Bastarianle sus títulos de fundador del sem anario B lanco y N e g r o
y de A B C para reputar al señor L u ca d e T en a y A lv a rez-
O ssorio co m o uno de los periodistas más extraordin arios del
siglo X X . E spíritu em prendedor, liberal, amante de su oficio
— entre sus colegas sólo apreciaba que se le diera el título de
com pañ ero— , despreció carteras ministeriales y sirvió a su Patria
con enardecida pasión. F u n d ó para sus publicaciones la entidad
P rensa E spañola, editora de A ctm lid a d es, E c o s , E l T ea tro, G ente
M en u da, G ed eón , C am peón, etc. T re s biografías hay publicadas
de este h o m b r e — gran señor d e la noticia y caballero del cuarto
poder— , que en un m om ento d e crisis de la vida española, en
pleno desgarro del 98, abrió surcos d e grandeza im presa para
España, m ontando una E m presa editora que ha id o siem pre a la
cabeza d e los perfeccionam ientos técnicos, en las A rtes Gráficas
y en los avances sociales, en el aspecto laboral, iniciando una
dinastía que actualm ente está en la cuarta generación.
E l crédito de las páginas á t A B C cre ció paralelamente a la
independencia y pon deración de sus ju icios. E l lema que el fun­
d ador dió a sus redactores fu é siem pre é s te : veracidad, interés
y rapidez. H acia el año 1918, lim ite de esta evocación , com o
ven im os reiterando, la redacción era casi la fundacional, cuyos
n om bres ofrecem os en em otivo r e c u e r d o : A n g e l M aría Castell,
d e re d a cto r-je fe ; red a ctores: F ra n cisco N avarro Ledesm a, A l­
va ro Calzado, A lfo n so R od ríg u ez Santamaría, E du a rd o M endaro,
José C am po M oren o, R ón iu lo M u ro, R o b e rto Palacio, A lfre d o
R am írez T o m é , E nrique M ariné, José M artínez R u iz (A z o r in ),
A n ton io P alom ero, L uis G abaldón (F lo r id o r ), José T rabado
(D o n S ilv e r io ), V irg ilio C olch ero y M anuel T ercero. H acían las
caricaturas X a u d a ró , S ilen o y F resn o, y eran reporteros gráficos
Cifuentes y D uque.
E n los p rim eros diecioch o meses d e su fu n dación A B C \t

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costó a su fundador 800.000 pesetas — según declaración personal
del prim er m arqués de L u ca d e T ena— . E n 1914 — dato esta­
dístico más cercan o a 1918 que poseem os— sólo el presupuesto
general d e gastos d e A B C ascendía y a a 2.398.000 pesetas.
L o s anuncios, que en un prin cip io apenas si llegaban a cien
pesetas al mes, en el citado año d e 1914 representaban una cifra
global d e unas 800.000 pesetas anuales.
E jé r c ito y A rm a d a (1 9 0 5 -19 3 2 ) fu é o tro diario, defen sor de
las clases activas y pasivas del m undo militar, fu n dado por
C lod oald o Piñal, com andante de A rtillería, que se retiró en- 1903
para dedicarse exclusivam ente al p eriodism o, habiendo sido
durante m uchos anos re d a cto r-je fe de L a C orrespon d en cia M i­
litar, donde h izo populares sus seudónim os d e T elm o C uerra
y A b d el. A su fallecim iento, o cu rrid o en 1912, el p erió d ico siguió
publicándose co m o órg a n o de op in ión militar, b a jo la dirección
de R ica rd o R u iz y B enítez d e L u g o . Elste diario, co m o lo s otros
del m ism o carácter castrense, citados con anterioridad, estaba
lim itado al área corp ora tiva d e la clase militar, en u nos años
de gran disensión parlam entaria y polém ica en torn o a la acti­
vidad — m uy discutida en el P arlam ento y en la calle— d e las
instituciones armadas. Y m uchos d e sus directores y redactores
levantaban su v o z en el Parlam ento en defensa del E jé rcito ,
llegando en ocasiones a polém icas tan violentas, que solían derivar
en cuestiones d e h on or, term inadas en duelos frecuentem ente.
D esafíos que, a decir verdad, iban ya am inorándose hacia 1918.
Justamente p o r la fecunda labor d e los periodistas m ás sensatos,
quienes, desde 1916, al crearse la A so cia ció n A ntiduelista de
Periodistas, fo rja r o n p o c o a p o co un clim a p ro p icio a la extinción
de aquella que se había con sid erad o caballeresca costum bre.
E l m otiv o m ás inm ediato d e dicha A so cia ció n fu é el duelo entre
los periodistas Juan P e d ro B arcelona y B enigno V arela, que
costó la vida al prim ero.
A quel que fu é batallador p olitico y periodista, R o d rig o
S oriano y B arroeta A ld on ia r, que en ágil salto p asó del m ás con s­

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picuo conservatism o ca n o v ista — pertenecía a una fam ilia aristo­
crática— al m ás b ra v o y desenfadado republicanism o, y d e quien
son m em orables las delicadas críticas d e arte en las pulcras
páginas d e L a E p o ca , p rim eram en te; m ás tarde, sus luchas
banderizas valencianas frente a B la sco Ibáñez, a prin cipios de
siglo, y p or últim o las pintorescas e ingeniosas interrupciones
en el C on greso, pensó en tener un órg a n o period ístico en M adrid,
y aquí fu n d ó E spañ a N u ev a (1906-1919). F u é éste un órgan o
noctu rn o, vibrante, apasionado, b oh em io y ja cob in o. T en ía direc­
tores de p aja, y en sus años de m ás fiereza quizá fuese el p e rió ­
d ico q u e batia el récord d e denuncias, p rocesos, suspensiones
e irritaciones del fiscal. S u adm inistración era un p u ro m ilagro
cotidiano, y su redacción , la algarabía tronitonante del escándalo.
Sobrábale d e ingenio lo que le faltaba d e pon deración . A llí se
hicieron célebres las caricaturas políticas de T o v a r, asaeteando
a L a C ierva con u nos pantalones a cu ad ro?, que d ich o m inistro
nunca llevó, igual que m edio siglo antes el dibujante O rte g o se
había inventado el tupé d e Sagasta en los p eriód icos sa tír ic o s;
allí se im p rovisó d e corresponsal d e guerra en M a rru ecos el
voluntario antiflam enco E u g en io N o e l; allí se reveló co m o e x ce ­
lente rep ortero de sucesos F ra n cisco S erran o A ngu ita, reco­
rrien d o p o r el M a d rid galdosiano las huellas del capitán Sánchez,
asesino d e Jalón, hazaña periodística de un period ism o que hacía
de la crón ica sangrienta alim ento p o p u la r ; allí escribía Cristóbal
de Castro sus secciones galantes d e “ N och es d e M a d rid ” o “ M u ­
jeres d e M a d rid ” ; allí hacíanse rep ortajes tan p in torescos com o
el v ia je a P arís en b u rro d e Javier B u e n o — quien m ás tarde
adoptaría el seu dónim o de A n to n io A zp eitú a — , en com pañ ía del
boh em io C arlos C ro u se lle s; allí se hacían cam pañas con tra las
vaquerías dentro de la ciudad — p o r cu ya causa se cerraron
cincuenta y tres de éstas— y con tra la T abacalera, p or cuya mala
elaboración llegaron a celebrarse diez mitines en un solo día,
y d e otras cam pañas del p erió d ico nacieron la L ig a con tra los
autom óviles y la L ig a con tra la pena de m u erte... A llí, los

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redactores m ás afortunados cobraban vein ticin co duros, pero
a d osis h om eop á tica s... E l p erió d ico tuvo d e directores a unos
“ hom bres de p a ja ” , m ártires del hambre, que p o r m ódica soldada
respondían ante los tribunales de tod o lo que escribieran los
demás. Y en la pura realidad, en la galera auténtica, exacerbada
y populachera, estaban las plum as d e Ign a cio Santillán, B lanco
Soria, A rtu ro A lva rez, L uis de T apia, A n to n io d e la V illa,
A u g u sto V iv e r o ... H a cia 1918 el p erió d ico se desinfla y tiene
ciertos con tactos sindicalistas. U n testigo presencial ha contado
cóm o, p o r aquellos días, el pensador catalán E ugen io d ’O rs
visitaba el p erió d ico y dialogaba co n algunos d e sus últim os
inspiradores. A quellas fechas están tan cargadas de tensión en
la vida social española, que un hom bre selecto co m o X e n iu s pu do
afirm ar, refiriéndose a S alvador Seguí, E l N o i d el S u cre, que
“ sentía p or él una adm iración que casi bordeaba la en vidia” .
C on un papel m arfileño y una cuidada presentación tip o­
gráfica apareció E l M u n d o (1 9 0 7-1930), fu n dado y d irigid o p or
Santiago M a ta ix. R ecordábase el éxito reporteril d e éste cuando,
co m o corresponsal del H era ld o d e M adrid, con sigu ió hablar con
el d octo r José R izal, en contrándose éste en capilla, la víspera de
ser fusilado. E n el C ongreso, M a ta ix fu é durante m u ch o tiem po
p ortavoz d e ia fra cción polaviejista. E l M u n d o fu é un p eriód ico
cuidado, que en algún m om ento tu vo cierta popularidad. E ra m o­
nárquico independiente. E n sus páginas colaboraron Julio Burell,
L uis M o ro te , Julio Cam ba y L u is A raquistáin, entre otros.
E n 1911 un con flicto d e M a ta ix co n C analejas, al en ju iciar acer­
bamente el periodista al p olítico, ocasion ó la suspensión tem poral
de E l M u n d o. M a ta ix resucita su diario con ei título de
L a T ierra. A rre cia la cam paña, haciendo alguna que otra audaz
incursión en la vida particular del je fe d el G obiern o, y desaparece
L a T ierra también, M a ta ix n o ceja . L an za o tro títu lo : E l O rb e.
N ueva suspensión, n uevo titulo, hasta que, al fin , tod o se arregla.
H acia el año 1918 A u g u sto V iv e r o dirige el p eriód ico, y en sus
páginas trabajan R afael Suárez R iv a s y José M esa de A nd rés.

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O tro diario, ya casi perdido en las brum as del recuerdo, fué
L a M añana (1909-1919), que, b a jo el subtítulo de “ P eriód ico
L iberal S ocialista” , fu n d ó L u is Silvela. D irig id o, en sus prim e­
ros tiem pos, p or M anuel B u en o, p o co s años después lo dirigiría
L uis M orete. U n gran peón de b reg a del oficio, redactor je fe del
m ism o, era A rtu ro A lva rez. D ich o p eriód ico p u b licó un día un
artículo d e P ablo Iglesias, en el cual éste llegó a afirm ar que
frente a la p olítica de M aura p od ía llegarse hasta el atentado
p erson a l... E l revuelo que causó el articulo fu é inm enso y penetró
hasta el P arlam ento. H a cia 1918 dirigía el p eriód ico Joaquín
A z n a r N avarro, y en años diferentes escribieron en él E du ardo
H a ro D elage, F ra n cisco X a v ie r C abello L apiedra, P in a, F ernán ­
dez G il, Isaac A beytú a, L u is d e A rm iñ á n , José T éllez M oren o,
Joaquín L lizo, V icto rin o T aniayo, L uis A rd ila y otros. E n sus
postreros alientos, L a M añana habíase con vertid o en un órgano
de los liberales disidentes d e R om an ones, es decir, de la fracción
acaudillada p or el m arqués de A lh ucem as, d on M anuel García
P rieto. L a m ultiform e d escom posición de los partidos históricos
se reflejaba en unas fórm ulas de prensa precarias, atom izador de
paupérrim os vuelos, apenas sin arraigo en la op in ión , leves v o c e ­
ros d e sus m en tores...
Sebastián L uque, un con verso que p or entonces acababa de
publicar un libro titulado D e la serp ien te a la V ir g e n ; Basilio
A lvarez, abad d e B eiro, b a jo cu yos manteos llameaban rebeldías
agrarias, y G uillerm o R ivas, deciden fundar un periódico. T itú ­
lase éste E l D eb a te (19 1 0 -19 3 6 ), y se subtitula “ C atólico e In d e­
pendiente” . L a h oja , pese a sus estridencias, es un g rito de co m ­
bate que no arraiga. T ien e p o r redactor je fe a L uis A n tó n del
Olniet, periodista batallador, exaltado y vibrante, que acentuará
la nota de escándalo en el p eriód ico. S ucédense en la dirección
L uque, A lv a re z y R ivas, pero las deudas aumentan, los chan­
tajes m en u d ea n ..., y , p o r últim o, a los p o co s meses, los her­
m anos M ataix se quedan con el diario, com o prenda de las
obligaciones reconocidas p or los fundadores. Y M a ta ix, a su vez,

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revende E l D eb a te a un g ru p o de católicos d e V izcaya. L a
nueva etapa del p eriód ico relega a la anterior a la pura p re­
historia.
L o s nuevos propietarios de E l D e b a te quieren que quede clara
y definida esta segunda etapa, para lo cual publican un editorial
titulado “ A banderas desplegadas y alta la v isera ” , U n jo v e n
abogado del E stado, A n g e l H errera O r i a — h o y Cardenal H e rre ­
ra— , se h izo ca rg o de la dirección de E l D e b a te el I d e noviem bre
de 1911, sin antes “ haber visto un p erió d ico m ás que a la hora
del desayuno” , según e x p resión del p rop io interesado. E l diario,
en sus m anos, inició una ascensión lenta, pero constante. D o n
A n g e l H errera fu é el h om bre que plasm ó en realidad la v ie ja
esperanza de un im portante rotativo ca tólico español. B a jo su
tutela e inspiración su rgió m ás tarde L a E ditoria l Católica,
em presa que cola b oró con eficiencia en la m odernización técnica
de la P rensa española. E l entonces jo v e n periodista envió a varios
de sus colaboradores al ex tra n jero para que estudiasen los m éto­
dos de in form ación m ás adelantados; entre esos colaborad ores se
encontraban F ra n cisco d e L uis, M anuel G raña, V icen te G á lle g o ...
B asó el diario toda su ejecu toria periodística en tres principios
fundam entales; inform ar, orientar y deleitar. H a cia el año 1918,
el p eriód ico, en un peregrin aje constante de redacciones e im pren­
tas, se tiraba y a en taller p rop io, en la calle de la Colegiata — sede
que fu é del trust— , iniciándose así una serie d e d om icilios que
culm inarán, al fin, en el gran co m p le jo industrial d e la calle de
M ateo Inurria. Q u ien “ quiso hacer del catolicism o español un
catolicism o e u rop eo” — en frase del Cardenal R ib eri— , se rod eó
de colaboradores a fin e s : M edin a T o g o r e s, R otllan, P ard o, C a­
rrasco, M arian o G ullón, S iso C avero, G il R o b le s ... A l crear E l
D eb a te, diario fundacional de la L a E ditorial Católica, H errera
a con sejó siem pre a sus seg u id ores: “ C uidado con aplicar los
grandes adjetivos a sustantivos que n o respondan bien a su propio
con cepto, p orqu e entonces es el a d jetiv o el que quedará desacre­
ditado. Y cuando ese a d je tiv o es nada m enos que “ ca tó lico ” , el

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sustantivo al que se aplique, debe tener entera y verdadera sus-
tantividad.”
U n a de las prim eras influencias del capital catalán en M adrid,
p or los canales periodísticos, la con stituyó la fu n dación de L o
Tribuna (1 91 2 -19 2 4 ) p or Salvador C ánovas Cervantes, p erio­
dista com petente, em presario enterado, despierto, p ero en quien
más de una v ez se ce b ó el ingenio ajen o, enzarzándose feroces
polém icas ad hom inem . D esde hacer un ju e g o de palabras con
sus apellidos, p or el cual se le llamaba N i-n i, hasta afirm ar que
cuando se dice de alguien que “ es más b ru to que una tabla” , era
él la “ tabla” . E l p eriód ico, de salida, tuvo gran é x ito, co n una
velada artística cuya m áxim a atracción fu é C onsuelo B ello (L a
F a m a rin a ). E ra L a T ribu na un diario con servad or, con ap oyo en
las esferas barcelon esas,' co m o hem os d ich o, d e M ilá y Cam ps
y los M iró . A ñ o s después, el arrendam iento d e los consum os de
B arcelona seria usufructuado p or estos em presarios. L a redacción
estaba constituida p or E nrique L ó p e z A la rcó n , autor d e L a T i­
sa n a ; E nrique de M esa, el poeta d e la S ie rra ; el crítico de arte
L u is G il F illol, el erudito A stran a M arín , el filó lo g o Julio C eja-
dor, el crítico taurino A le ja n d ro P é re z L u gín , el caricaturista
L uis B a ga ría ... A llí se reveló este gran escritor y am igo que
es T om á s B o r r á s — m i cordial y q u erido presentador d e esta
noche— , y en él se d ió una oportunidad periodística a R am ón
G óm ez de la Serna. L a redacción de L a T ribuna se form ó, en
parte, co n los náufragos de otras redacciones, E spaña N u eva
y L a Mañana. Y com o ocu rre en m uchas redacciones, ante esa
perm anente antinom ia de “ red a ctor-cola b ora d or” , estaban deli­
m itados los cam pos entre A tenas y B e o c ia ; en unos, p o r la vani­
dad de la firm a ; en otros, p o r el resentim iento del anonim ato
g acetillero... D e esto sabe tanto B orrá s, que m ás de una v ez lo
ha refleja d o en esas vividas y vividas m em orias m adrileñas que
viene publicando desde hace u nos años.
Cánovas Cervantes en vió a Julio Camba de corresponsal al
extran jero, p ero quiso que d e ello se enterase toda E spaña, del

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R e y abajü. C on tal p rop ósito en vió a P érez L u g ín para que cele­
brara una entrevista c o n D o n A lfo n so X I I I , con m otivo de la
aparición del prim er núm ero de L a Tribuna. Interesóse el M o ­
narca p o r co n o ce r el n om bre de todos los colaboradores. A l
llegar al d e Cam ba, el R e y e x c la m ó ; “ ¡H o m b re , C am ba! Y ¿q u é
sueldo le dais a C a m b a ?” L u g ín , lleno de orgu llo, resp on d ió:
“ Quinientas pesetas mensuales, M a je sta d .” Y según refirió des­
pués P érez L u gín , parece que el R e y , en brom a, declaró estar
dispuesto a cam biarse con é l ; y a en serio, el S oberan o m anifestó
seguidam ente que le alegraba saber que los periodistas españoles
empezaban a cob ra r sueldos decorosos.
L a P atria (1 9 1 4-1930), con el p om p oso subtítulo de “ D ia rio
N acion a l” , fu é un tipico p eriód ico sapo. N o sería discreto, ni
m erece la pena, p or otra parte, hablar de él, si n o es para exp li­
car la definición profesional d e sapo. L lam ábase así, en el antiguo
argot periodístico, a la publicación d e v id a precaria y tirada res­
tringida, que, aprovech ando la cabecera del titulo que un día
estuvo acreditado, sale tiem po después para cu brir unas necesi­
dades económ icas subalternas, co m o subvenciones, anuncios, etc.
E n el siglo pasado y a prin cipios de éste, en u n sistema de dis­
paratada bohem ia, ante el cual la legislación de P rensa n o tenía
com petencia para intervenir, hacíanse bastantes p eriód icos d e este
género, aprovechando la com p osición d e otros y reservando la
cabecera del que, desde sus tiem pos de prosperidad, tenía asig­
nadas ciertas subvenciones económ icas periódicas, bien en form a
de anuncios o de suscripciones. A sí pu do v erse a ciertos p erió­
dicos que un dia g oza ron d e prestigio en la op in ión , o que fu eron
órgan os de destacada influencia política, arrastrar una vid a lán­
guida y de periodicidad irregular. M u ch as veces, el afán d e resu­
citar de buena fe un titulo fam oso en una segunda, tercera o in ­
clu so cuarta etapa, con ducía a sus editores a crear un nuevo
sapo p e rio d istico ; en algunas coyunturas lústóricas, en las cuales
operaba la propaganda p o lític a — p o r ejem p lo, durante la P r i­
mera Guerra M undial (1 9 1 4 -19 1 8 ) y en E spaña— , y c o m o con ­

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secuencia de la mism a, había subvenciones fáciles p or parte de
los bandos beligerantes; co n ello vióse vivaquear a num erosos
periódicos sapos. P o r extensión, se ha dad o el nom bre de sapo
a aquel p eriód ico que a un pobre aspecto técn ico une una corta
circu lación y mala acogida popular.
P ara defender a D a to y atacar a M aura, el arriscado Luis
A n tó n del O lm et fu n da u n diario, E l Parlam entario (1914-1920).
Subtitúlase éste, “ E n sa y o de un P e rió d ico N a cio n a l” . Desem peña
la gerencia G arcía Carraffa. A su lado, fielm ente, está Basilio
A lvarez, de red actor-jefe. Se acusa al p eriód ico d e protección
gubernam ental, y las luchas entre L a T ribu na y E l Parlam entario
desem bocan en duelos. A n tó n del O lm et se bate constantemente.
L a gu erra europea exacerba la germ an ofobia del director y p ro ­
v oca a éste a hacer unas semblanzas, lindantes con el libelo, de­
dicadas a los escritores y person ajes germ anófilos. L u e g o las
recogerá en un libro, b a jo el título d e L o s bacheros. E xp resa ju i­
cios m ordaces, virulentos, que llegan a la injuria. E n la redacción
están L eón N a v a rro L arriba, F ra n cisco R am os de Castro, M a ­
nuel Casanova, T o r r e s B ernal. Julio Zarraluqui y otros. A lgú n
erudito, co m o el b ib liófilo Justo G arcía Sorian o, redacta artícu­
los literarios. L o s m on os y las caricaturas las firm a, frecuente­
m ente, A d riá n A lm o g u e ra ... A l acabar la conflagración mundial,
el p eriód ico cam bia de dirección, S e declara diario republicano.
L o dirige E du a rd o B a rriob ero H errán , y B asilio A lv a re z pasa
a la gerencia. Siguen, con violencia creciente, las secciones “ Z a r­
p a zos” , “ R ip io s ” , “ N otas del día” ... P o co s años más tarde,
en 1923, en el saloncillo del teatro E slava, L uis A n tó n del Olm et,
el gran vehem ente, acabaría trágicam ente su vida b a jo los
disparos d e o tro periodista y escritor, A lfo n so V id a l y Planas. E l
suceso fu é m uy son ado en su época, dada la popularidad de sus
protagonistas.
C om o consecuencia de una con feren cia pronunciada p or M a ­
nuel D elgad o B arreto, en el hotel R itz, d e M adrid, b a jo el título
“ L a P rensa com o instrum ento de G obiern o, co m o órg a n o de

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op in ión y elem ento d e cultura” — acto presid ido p or d on A n ton io
M aura— , la m arquesa d e A rg u elles o freció su colaboración e co ­
nóm ica para que se fundase un rotativo. Y este órg a n o se tituló
L a A c c ió n (1 9 1 6-1923), diario de la noche, cu yo lem a decía a sí:
“ E ste p eriód ico, sin relación co n los gru pos políticos, tiene por
ú n ico program a decir la v e rd a d .” L a A cc ió n , capitaneado por
D elgad o B arreto, fu é m aurista p o r los cu atro costados. U n o de
los seudónim os em pleados p o r aquel vibrante periodista canario
fu é el de E l D u q u e d e G. A n tes había usado el de T a f en L a
C orrespon d en cia de España, cuando fu é red a ctor-jefe de ésta.
E n las páginas de L a A c c ió n cola b ora ron A gu stín R . Bonnat,
A n g e l G onzález d e M en doza, Juan M . M ata, P ascual T a rrero,
Juan D elga d o B a rreto, el crítico teatral A lb e rto M arín A lcalde,
L uis d e G a lin sog a ... E l p eriód ico h izo grandes cam pañas contra
el ju e g o . C on la m uerte d e L a A cc ió n , causada p o r inanición
económ ica, D elga d o B arreto v ió sucum bir igualm ente su sema­
nario com bativo y satírico, titulado E l M en tid ero , d on de hizo
popular entre el m aurism o batallador de la época a aquel cas­
tizóte p erson a je de su in ven ción que fu é “ D o n F é lix del M a m ­
p o rro y de la S on risa ” , d ib u ja d o p or C ereceda. E l o tro carica­
turista de L a A c c ió n se llam ó R egu era y firm aba A reu g u er.
C on el ú n ico p rop ósito d e defender la causa alemana durante
la G ran G uerra, el m arqués de P o la v ie ja fu n d ó un diario titulado
L a N a ción (1 9 1 6 -19 1 8 ), que no v iv ió , naturalmente, m ás allá del
arm isticio. E stableció el p erió d ico su redacción en u nos salones
del que fu é teatro A p o lo , en la calle de A lcalá, E je rcía funciones
de subdirector Juan P u jo l, que era quien, realm ente, llevaba el
periód ico. D e red a ctor-jefe se hallaba A r tu r o A lv a rez, el cual
pasó a éste desde L a M añana. P o c o después le sustituyó en este
carg o F ra n cisco S errano A n g u ita . D e la redacción form aron
parte Jesús J. G abaldón, Juan S p ottorn o y T o p e t e — quien, años
después, pop u larizó su seudónim o d e Gil de E scalante, com o
cronista d e sociedad, en A 5 C — , J osé L eb rón , G utiérrez de
M igu el, el dibujante F ra n cisco L ó p e z -R u b io , F é lix A gu ilera

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y otros. A ñ o s m ás tarde, Juan P u jo l resucitaría L a Ib eria (1918)
c o n los m ism os prop ósitos d e exaltación teutónica, pero este
p eriód ico sólo duró unos meses, desde su aparición hasta el 6 de
m ayo d e 1918. A q u e l título célebre de L a Iberia, d e m ediados
del siglo X IX , baluarte del progresism o histórico de P e d ro C alvo
A sensio, C arlos R u b io y P rá x e d e s M a teo Sagasta, casi se había
desvanecido en los últim os años de la R egen cia d e D o ñ a M aría
Cristina. Y su grito, hasta el prim er tercio del siglo actual, sólo
se oía en los días del sorteo navideño d e la L otería N a c io n a l:
“ ¡ L a Iberia, con la lista grande d e la lo t e r ía !” H a cia los
años 1930, vendíase aquella Ib eria p o r cin co cén tim os...
E l m ism o afán de aprovechar v ie jo s títulos d e diarios, que un
dia tuvieron fam a y que todavía sonaban co m o u n eco de nostal­
gias pretéritas, h izo resucitar E l D ía (19 1 6 -19 2 0 ), al servicio de
la causa aliadófila. N ada tenía que ver éste co n el que fu n dó el
marqués de R iscal, en 1880, que, entre o tro s m éritos técnicos,
tuvo el d e ser el prim er diario español tirado en ro ta tiv a ; cierto
que una rotativa antañona, contem poránea d e su inventor, el
francés H ip ólito M arin on i. E l D ía a que nos referim os era una
resurrección vespertina, b a jo la gerencia de F ernan d o M elga ­
r e jo y la dirección d e F ra n cisco G óm ez H id a lg o, tras el cual,
en la som bra política, estaba el v e rb o dem ócrata de N iceto
A lca lá Z am ora. G óm ez F lidalgo dim itió en 1918. D e redactor-
je fe se hallaba el burgalés A lb erto M a rín A lca ld e, quien siguió
durante algún tiem po en el diario.
C om o rama desgajada del v ie jo tron co de E l Im parcial,
y precisam ente cu ando éste, al cum plir su cincuentenario, sufría
la crisis m ás dura de su existencia, n ació E l S o l (1917-1939).
F u é éste no sólo uno d e los rotativos que más influencia e je r­
cieron en la vid a intelectual, política y social española d el prim er
tercio del siglo actual, sino tam bién uno de los órgan os d e in fo r­
m ación nacional más trascendentes en toda la historia d e la
P rensa española. C analizó toda una corrien te de op in ión liberal,
heredada del espíritu d e la Institución L ib re de E nseñanza

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y ensam blada en el intelectualism o que o fre ció solvente plata­
form a a prestigiosas figuras de la gen eración del 98. F u é alma
empresarial de E l S o l N ico lá s M aría d e U rg o iti y A ch ú ca rro,
quien, tras crear una potente industria papelera en nuestro país,
en 1901, sigu ió organ izan do otras más relacionadas con el m undo
de la inform ación — el libro, el p eriód ico, la revista, la radio, el
cin e ...— y que tuvieron en E l S o l una de sus iniciativas más
felices. C reador de riqueza y h om bre de acción , U rg o iti se
r o d e ó de un g ru p o de financieros, escritores y periodistas que
secundaron y plasm aron su em peño. E ntre los capitalistas hay
que recordar al con de d e A resti y a d on S erapio H u ic i; entre
los escritores, a O rtega y Gasset, M ig u e l de U nam uno, A n ton io
M achado, P érez de A y a la ..., y tantos y tantos más.
F é lix L o re n zo (H e lió filo ), con sus “ Charlas al S o l” , y las
caricaturas estilizadas d e B agaría, “ enriquecieron la historia
episódica d e la censura” , según co n fe só el p ro p io je fe de este
servicio, d on C eledonio de la Iglesia, en un lib ro de m em orias
dedicadas a su función.
A s i co m o el estado llano de E l S o l se nutrió en gran parte
de algunas plumas de E l Im parcial, el g ru p o m ás distinguido
de sus colaboradores — el O lim po, que decían hum orísticam ente
sus adversarios— p roced ía fundam entalm ente d el plante! id e o ló ­
g ico del sem anario d e la vid a nacional E spaña. E sta revista
representó para E l S o l co m o u n ensayo general co n to d o puesto,
y este rotativo p rop u gn ó co m o base de su p rogram a una total
renovación en la vid a del país.
E n el nacim iento de E l S o l se cruzaban sim bólicam ente dos
generaciones d e period istas; el zaragozan o M arian o de Cavia,
con sus sesenta y dos años, co m o colum nista m ás prestigioso
del n uevo p eriód ico, y el navarro M anuel A zn a r, co m o secre­
tario de su C on sejo de A dm in istración , a los veintitrés años de
edad. A M ariano de C avia encargó U rg o iti la redacción del ed i­
torial del diario, b a jo el título “ E n p eríod o de renovación. E l
S o l viene a servir a su patria.” E n septiem bre d e 1918, A zn ar

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L a redacción de La E poca, a finales de siglo

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Ayuntamiento de Madrid
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L a redacción de E t G lobo, en 1896

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L a fach ad a á t A B C y Blanco y N eg r o , v ista desde ci pasco
de la C astellana

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se in corpora a la dirección d e E l S ol, después de regresar de
los frentes franceses e italianos, y d e celebrar una entrevista
con Clem enceau. U n año m ás tarde, un reportero p regu ntó al
entonces p recoz y y a gran period ista : “ ¿ N o le gusta y a ser
d ire cto r?” A lo que el ru bio y recio jo v e n bidasotarra respon ­
d ió : “ M e m olesta profundam ente. M i gran pasión es fundar
p eriódicos, pero para que otros los d irijan . D esde los diecinueve
años a los veinticuatro, y o he fu n dado tres diarios, que han sido
otros tantos éxitos. M i ideal es hacer un gran diario m ió .”

* * *

A q u el periodism o de los felices veinte veía agonizar la belle


époqu e. Jugaba a las cin co esquinas d e un M a d rid pequeño
— las C ortes, el Senado, P alacio, T e lé fo n o s y T elég ra fos— , y en
el orden cultural bullía, ora sesudo, o ra ingenioso, p o r el A ten eo,
los v ie jo s cafés, casinos y círcu los, haciendo paradas en los
saloncillos teatrales y en las tertulias taurinas. Naturalm ente, los
prim ates d e los partidos p olíticos tenían tertulia a la que acudían,
juntam ente co n los segu idores del je fe , los reporteros políticos
adeptos. A los tres grandes temas de ayer — política, toros y su­
cesos— llegaba la preocupación d e la política internacional y bal­
bucía la futura pasión p or el fú tbol. E l reporterism o em pezó su
época dorada.
H abía varias A gen cia s de n o tic ia s; Fabra, d e inform ación
internacional, dependiente de la H a v a s francesa, a cu yo frente
estaba, en 1918, M anuel E steban N ú ñ e z ; trabajaban con él
L uis A m a to y el francés B ig o te a u ; M encheta, cu ya dirección,
huérfana del fundador, F rancisco P eris M encheta, desempeñaba
el herm ano d e éste, S alvador, en com pañía d e los h ijo s del
m ism o, L uis y V icen te P eris M e n ch e ta ; A g e n cia M adrileña,
que com andaban igualm ente los h ijo s del fundador, M ariano P er-
pén, los herm anos José y M anuel P erpén H e r r e r a ; P rensa A s o ­

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ciada, de carácter católico, en la que trabajaban, p or entonces,
Sánchez A sen sio y M igu el P e ñ a flo r... L o s periodistas pasaron
del ch iscón de T e lé g ra fo s de San R ica rd o a! Salón d e T e lé ­
fon os, d e la acera izquierda de la calle de A lcalá, turbión d e noti­
cias sensacionales, de bulos extraordinarios, de p isoton es audaces
y d e brom as chasqueantes. E ntre los que cantaban conferencias
a provincias, aquel centro resultaba un agora m ayor, visitada, a
veces, p o r los políticos, en dias d e crisis expectante. E ra la fo r ja
y el eco d e una op in ión pública hecha a través d e conferencias
breves y que irradiaban a tod os los p eriódicos d e España. Y en la
som bra gregaria de sus galeras — pupitres, auriculares, m icró ­
fon os, cuartillas y calcos— , unos hom bres que, en las horas de
asueto, se ju gaban a las cartas hasta las pestañas...
H asta que adquirieron m ayoría d e edad los tres grandes rota ­
tivos del prim er tercio del sig lo x i x — A B C, E l D eb a te y E l
S ol— , las redacciones, aparte del entusiasm o y algún que otro
dinero, tenían unas plantillas bastante elementales. H abia dos
o tres redactores p o lítico s ; dos de su cesos; uno para la Casa
R eal o para las inform aciones societa ria s— según el m atiz del
órgan o d e que se tratase— ; un cron ista taurino, en ocasiones
p u ro cola b ora d or espontáneo o sencillo redactor co n aficiones
tau róm a ca s; u n o para las crón icas de so c ie d a d ; uno para la tri­
buna del C ongreso, que a veces cubría tribuna y p a sillos; otro,
para B olsa, y otro , para el A y u n ta m ie n to ; un editorialista; un
re d a cto r-je fe ; un adm inistrador y u n director. L as críticas tea­
trales, de arte, de m úsica y de literatura las solían desempeñar
colaboradores o algú n redactor m ás o m enos com petente, m uy
afecto a estas tareas intelectuales. P rodigábanse los vales para
toros, teatros y las invitaciones a los banquetes; u nos y otras
se repartían am igablem ente entre los re d a cto re s; en ocasiones
excepcionales, y co m o prem io a su perseverante trabajo gratuito,
algunos m eritorios solían lograrlas también.
P recisam ente en ese m ism o año d e 1918 falleció M elch or
Cantin, uno de los periodistas m odestos que m ás se distinguieron

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en la tarea de representar a su p eriód ico en banquetes y veladas,
y al cual recuerda h oy la anécdota periodística p o r aquella p op u ­
lar cuarteta, en la que se cita tam bién a su colega E nrique T r o m ­
peta, quien com partía tales quehaceres:

Y a sistie ro n a l festín,
que fué u n a fie sta com pleta,
p o r E l Im parcial, C a n tín ;
por E l L iberal, T ro m p e ta.

L a vida corp ora tiva de los periodistas m adrileños estaba


centrada, en aquella fecha d e 1918, en la A so cia ció n de la Prensa
d e M ad rid , cu yos presidente y secretario eran, respectivamente,
M iguel M oy a y A n to n io R od ríg u ez L á za ro. L a entidad tenía por
sede social un m od esto piso d e la calle d e Carretas, 12, y estaba
integrada p o r 629 m iem bros, 54 d e los cuales eran fundadores.
R ecib ía unos ingresos de 196.135,94 pesetas, y soportaba unos
gastos d e 191.789,88 pesetas. L o s periodistas m adrileños d e ese
año sufrían un déficit. E n el siguiente ejercicio, lo enjugaron.
E l periodism o m adrileño — y el español, en general— iba a to ­
m ar otros derroteros. P e ro la semilla fecunda de ese gra n p erio­
dista que fu é Julio B u r e ll— el d e C risto, en P o m o s — no habla
caíd o en su rco estéril. S ien d o m inistro d e In stru cción Pública
y Bellas A rtes, propu so B urell un créd ito para fundar una
“ H em eroteca o alm acén de p e rió d ico s” . E n la cartera ministerial
le sustituyó A m a lio Jim eno, y éste fu é quien firm ó en la Gaceta
de M ad rid del 18 de noviem bre d e 1911 el decreto fundacional,
aprovechando un créd ito solicitado p or su predecesor, Julio Burell.
A c o g ió años después la idea el A yuntam iento de M adrid, y aquí
estam os, en p u ro festejo de San Isidro, con m em oran do el cin ­
cuentenario de esta insigne institución.

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LOS CUATRO DE LA HEM EROTECA

P o r TOM AS BORRAS

L o s C uatro d e ¡a H em e r o te c a he puesto com o rótulo a estas


palabras, en recu erd o d e aquellos “ Q u in ce d e la F a m a ” de la isla
del G a llo ; los que se atreven a pasar la linea que traza F rancisco
P izarro y acom eten la aventura bienaventurada d e crear un em po­
rio n u evo. Cuatro han sido, en realidad, los que p or los m edios
que explicaré com ienzan esa colección que n o cesa, d epósito de
lo m uerto para lo v iv o, la m ás herm osa jo y a con que cuenta el
M u nicipio d e M ad rid , ofrecid a a E spaña y al m undo.
P ues d e la H em eroteca puede decirse lo del p oeta p o r la
p rim a vera : la H em eroteca ha nacido, nadie sabe cóm o ha sido.
E l recu erdo d e los cuatro que en ella pusieron sus afortunadas
m anos dará razón de los m edios y del logro.
E l p rim ero de la H em eroteca se llama F ra n cisco R uano.
E s éste un caballero d e quien ya hice la sem blanza en un libro, y
n o v o y a repetirm e. A u n q u e sí quiero aludir a su talante, obra
y dificultades del tiem po en que trabajaba p o r M adrid. Creia yo
que era santanderino, y el señor B aztán, ilustre autor d e tantas
páginas instructivas del M a d rid con tem porán eo, m e in form ó de
que R u an o era m adrileño. E n efecto, n ació ju n to a San Isidro,
en la “ c a ” T o le d o , el año 1864, A q u í estudió jurisprudencia
y todas esas cosas que se necesitan para hacer oposiciones. F ué

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periodista en la flo r d e su juventud, E l L ib era l da razón en sus
páginas. In g re só el año 1886 en el A yuntam iento, después de
oficia r d e pasante de d on F ra n cisco P i y M argall. A p oco era
je fe del N eg ocia d o d e H acienda. E sto dem uestra sus sobresa­
lientes aptitudes. P orq u e n o se llega asi co m o así, a los veintidós
años, a je fe de tan im portante sección, sin sobrados ciencia
y talento.
O cu rre el a ñ o 1 8 9 3 — y esto sí que es cu rioso— que en una
d e las que llam arem os cu rvas d e depresión del Ayuntam iento,
C ánovas, presidente del C o n se jo , envía a D a to, su subsecretario,
a inspeccionar la Casa d e la V illa. E l A lca ld e, d o n A lb e rto B osch,
ingeniero insigne, tan fa m oso p o r su lucha con tra la epidem ia de
cólera, dim ite, y tom a el bastón d e m ando el m arqués d e Cubas
p o r orden d e V illa verd e, m inistro de la C obern ación . E l cual
marqués de Cubas, a los p o co s días de presentarse, decapita nada
m enos que trece altos jefes. L o que siem bra el pán ico en las o fi­
cinas. C om o consecuencia, ningún em pleado se atreve a ocupar
la Secretaria, rechazada la oferta co n terror. T a n sólo u n o aceptó,
en cuanto se lo propusieron. Y detalle exp resivo, le votaron los
con cejales to d o s. A s í llegó F ra n cisco R u a n o a ser el factótum
del A yu n tam ien to, a los vein tiocho años. E l episodio lo ha c o n ­
tado F ran cos R od ríg u ez.
H e dicho factótum , p orq u e el A yuntam iento, en aquellos años,
y bastantes después, aunque se le allegaban alcalde tras alcalde,
siem pre estaba acéfalo. E n los treinta y seis años que m an ejó
R uan o los asuntos de la capital, con o ció cuarenta y dos alcaldes.
L a política de fines del x i x y principios del x x sujetaba a esca­
lafón a los aspirantes a jerarcas. Cada uno, después de adquirir
la categoría de yerno o con cu rrir a la tertulia d e un preboste
suficientes años, era encasillado para c o n c e ja l; de este entonces
m odesto cadetazgo, ascendía a alevín de diputado c u n e r o ; se
desarrollaba, y ya en el C on greso p odía trepar a director gen e­
ral. E ste era el m om ento en que encargaba al sastre la indispen­
sable levita. Siguiente escalón, el de subsecretario o alcalde de

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M ad rid . Y si había charlam entado algún discurso que otro , se
le reconocía com o ministrabíe, ex p resiv o n eologism o. P o r tanto,
una de las antesalas del suspirado m inisterio era la A lcaldía de
estas V illa y Casa. L o s profesionales d e la política y del p erió­
dico llamaban a la credencial de alcalde “ de trám ite” ; quiere
decirse, estación del obligado itinerario hacia la poltrona, meta
del procer.
R u an o, secretario, pu do sacar la siguiente cu en ta : cuarenta
y dos alcaldes en sus treinta y seis años de servicio, salen a más
d e un alcalde p or año, en la p rop orción . A lg ú n año, co m o el 1907
y tam bién el 1917, hubo tres alcaldes. T a n sólo cuatro d e los
cuarenta y dos con servaron el ca rg o m ás de la anualidad. Seis
repitieron. C o m o asom broso, cítase el caso del con d e d e V a lle-
llano, que alcaldeó cuatro años seguidos.
P o r m uy buena fe y tantos deseos d e hacer algo im portante
con que entraran los célebres alcaldes, n o residían en la Casa
sino apenas lo p reciso para h ojea r los expedientes de urgencia.
Sería, pues, m ilagroso que el A yuntam iento subsistiera en su
función, que m archara la m áquina p or lo m enos en lo rutinario,
si co m o contram aestre n o dirigiera dentro una persona fija apta
para dar órdenes, encarrilar las cosas y atender, con mil o jo s
y m anos, la com plicadísim a lanzadera del telar. Esta persona
capitán de barco de incógnito— fu é durante casi cuarenta años
don F ra n cisco R u a n o y C arriedo. U n actuante alcalde de M adrid,
permanente.
E l cual d on F rancisco, si dam os de lado lo adm inistrativo, lo
de más em brollo y bulto, y n os ceñ im os a lo cultural, se las arre­
glaba para plantar instituciones y fom entar el m érito científico,
literario y educacional de M a d rid sin ru id o, sin apenas advertirlo
los centenares de ediles, representantes casi tod os d e los grem ios
y preocu pados en demasía de sus m aterialidades. E ra el A y u n ­
tam iento un M a d rid en cog o llo del que lo espiritual sufría pena
de cenicienta. D e m ostra ción : la suma m unicipal se dividía en
las C om isiones que e n u m ero: prim era, G ob ern a ción ; segunda,

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H a cie n d a ; tercera, P olicía U rb a n a ; cuarta, F o m e n to ; quinta,
B eneficencia y S a n id a d ; sexta, E nsanche. Y se acabó. H asta la
E nseñanza se incluía en la Junta d e F om en to co m o renglón
accesorio.
C ualquier tema, p royecto, idea, p ropósito, n o tenía encuadre
si era referid o a la fina sensibilidad, a la ilustración, al a rte; ni
había falsilla para su tram itación, P ero allí estaba R uano, el le­
trado, el bibliófilo, el periodista, el hom bre con alma, el e x p lo ­
rador decidido. Q u ien enterado hasta lo infinitesimal de la relo­
jería d e las oficinas, d e los intríngulis del laberinto, del casillero
d e las posibilidades, estudiándolo tod o, dom inador del panorama,
tiraba d e la nave hacia buen puerto co m o los sirgadores, hacía
llegar a la m eta lo interesante, realizado, y con sencillez ex p li­
caba y ponía ante el alcalde-relám pago, para su garabato, o tra­
taba en con versación suasoria o autoritaria co n los ediles, lo
que después d e semilla se con vertía en bosque de A cadem os.
A s í la H em eroteca. A s í su nacim iento, que nadie sabe cóm o
fué, porque ni siquiera “ n a ció ” , sino que un dia “ estu v o” . V a ya
la h istorilla: hay una B iblioteca M unicipal semiabandonada,
y R uan o le facilita reglam ento y da personalidad y bulto. E n ella
se alojan ciertos m a n ojos de p eriódicos, los que buenam ente han
caíd o allí, procedentes d e M eson ero, P eñasco y José M aría de
H ita. H e registrado el B oletín M u nicipal de los años 1916 a 1919,
y he v isto el cu adro de servicios a los lectores y el de entrada
de im presos. S e citan los p eriódicos, m uy p ocos, hasta 1918.
L u e g o el epígrafe desaparece. A h í está el quid,
S u cede que R ica rd o Fuente ha obtenido una plaza en el A y u n ­
tam iento, reju giu m literarorum . E n seguida R u a n o le v a em pu­
ja n d o hasta asegurarle en la B iblioteca. Y aquí entra el segundo
de la fam a. P ero antes he d e anotar lo que M a d rid le debe (en
lo cultural) a don F rancisco R uano. L e debe la B iblioteca en su
actual e s tilo ; le debe el despacho de M e s o n e r o ; le debe que no
haya sido arrasado el edificio del antiguo H o s p ic io ; allí m etió la
B iblioteca y el M u seo, asim ism o fundado p or él. L e debe M adrid

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el A rch iv o en sus prop orcion es, instalación, m érito exh ibido
y abu nd an cia; le debe los trabajos sobre P rehistoria y otro M useo,
el que lu ego se instaló en la Fuente del B e r r o ; le debe la R evista
d e A r ch iv o s y B ib lio teca s; le debe la reform a radical del teatro
E spañol, tal co m o lo visitam os. Y la B iblioteca circulante. Y las
B ibliotecas d e los jardines, que han sucum bido a la desidia. Y la
E scuela de Cerám ica, encom endada a don F rancisco A lcántara,
padre d e su sucesor en la E scuela, el querido com pañero, nuestro
llorado Jacinto. L e debe los rótulos de azu lejos de las calles de
sabor p retérito; la B iblioteca M usical, A rch iv o y E scuela, fun­
dada, b a jo su am paro, p or don V íc to r E spin ós, que h oy regenta
su h ija Juanita. Y le debe la H em eroteca.
Y la casa de la H em eroteca. Y la casa am pliadora d e esa casa.
Y podría deberle m ás regalos si sus propuestas, añadidas a las
que enum ero, hallaran e co crem atístico en los alcaldes y ediles.
P o r ejem plo, quiso proclam ar unas Ordenanzas d e la Plaza
M a y o r para devolverle su fisonom ía y evitar su d esfigu ra m ien to;
ob ra que luego realizaron el con de de M ayalde y el señor Soler
y D íaz-G u ija rro. P ro p u so adquirir otra casa, el esquinazo de la
calle M a y or y la plaza d e la V illa , espécim en del R om anticism o,
pero pegote en un ám bito donde se encuadran estilos del x v
al X V I I . Y quiso cerrar co n verjas, una v ez rectificado el postizo,
la plaza de la V illa , y to d o el que ahora llamamos B a rrio H is tó ­
rico, para alhaja arqueológica de M a d rid y curiosidad y lección
de visitantes. T am bién p rop u so adquirir otra casa m ás, la que
linda con el teatro E spañol, esquina a la calle de Fernández
y G onzález. A llí fundaría el M u seo y B iblioteca deí T eatro,
tom ando en cuenta que M a d rid es el m eridiano del T ea tro del
H abla, quizá si y sin quizá, el m ás extenso y profu n d o del m undo.
Intentó R uan o fundar el Instituto B ib liográ fico. A sim ism o p r o ­
puso a las religiosas jerón im as d e las Carboneras, el convento
lindante con la H em eroteca, fu n dado p or la condesa de Castellar
en el 700, adquirirles la parte conventual, con servando la iglesia
con entrada p or la plaza del C onde de M iranda, con o b jeto de

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am pliar de n uevo la H em eroteca, d ado que las hem erotecas son
com o el mar, al que aum entan los caudalosos rios de los dias
y ello sin fin. L e s iba a construir a las m on ja s o tro con vento en
un punto a su elección, y de ese m od o tam bién se conservaría el
estilo de esa fachada de la plaza de la V illa , sin tem or a cualquier
posible disparate arquitectónico, L as m on ja s no aceptaron.
N o había iniciativa tocante a la belleza, al M adrid realzado
p o r alguna prenda riquísim a, que no encontrara en R u a n o valedor
em p u jad o a la acción realizadora. E ra proverbial. Q u ien tenía lo
que C avia llamaba entonces una “ id eica” , recibía esta respuesta
del que le escu ch aba: “ D íselo a R u an o. E l lo ha d e con seg u ir.”
C om o co n sig u ió la H em eroteca. A u n q u e antes d e explicar el
trance es fo r z o s o presentar al segundo de la H e m e ro te ca : a R i­
cardo Fuente.
H e sido am igo de Fuente, no tanto com o lo fui d e A n ton io
A s e n jo , y v i en Fuente un h om bre d ividido en dos. U n o de ellos
se parecía a A natole France, n o sólo p or aspecto y fisonom ía,
sino p or escepticism o bu rlón y alegrem ente corro siv o . Fuente
era articulista trem ebundo, d e los que encendían la sangre o del
seguidor, im pulsado a la violencia, o del padecedor d e su latigazo.
E ra boh em io sin p rogram a vita!, desordenado, despectivo para la
n orm a ; en fin, sacado p o r el patrón revolu cion ario. D irig ió los
p eriód icos lerrouxistas en la época en que a L e rro u x no le había
salido barriga burguesa y atizaba a sus m esnadas a emplear la
tea y la dinamita sin creer él m ism o que le obedecieran. S e fué
R ica rd o Fuente a P arís, y allí alternó co n los person ajes dem ole­
dores del siglo, tanto co m o co n la fauna d e los cafés d e tertulias
renegadoras de las A rtes cultivadas, según costu m bre m onótona.
S e batió p o r la R epú b lica y batalló contra esto, aquello, lo otro
y lo d e m ás allá con em puje ju v en il y albedrio de barricada. E ra,
asim ism o, un con o ce d o r d e superficies, n o de almas, fem en in a s;
hubiera p od id o redactar un tratado sem ejante a alguno de los
libros para leídos en secreto del A retin o, d e M argarita de N a ­
varra o de nuestros Feliciano de S ilva o de F ernando de R o ja s,

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caso d e p rop on erse trasladar a la p rosa las lecciones que nos
regalaba a los am igotes co n sabrosos ejem plos d e p rop ia ex p e­
riencia, E staba al m argen d e la sociedad idealmente, esperaba esa
A u ro ra con m ayúscula que tod os los desesperados, tod os los des-
lieredados, todos los soñadores u tópicos, tod os los rebeldes adoran
en sus im aginaciones. E ste era en m itad y en apariencia R icardo
Fuente.
L a otra mitad, la real, era la del caballero cu lto y estudioso, la
del que ayu dó a B en ot a construir ese m onum ento que se deno­
m ina D iccion ario de las Id ea s A fin e s. E ra el enam orado de su
esposa y de sus h ijos. E ra el bibliófilo fanático — todos los biblió­
filos lo son— que sin cansarse acariciaba el libro co n las m anos
y con los o jo s . Fuente, catedrático de una asignatura; la V id a ,
era sabio del v iv ir, pues daba más im portancia a la amistad, al
d iálogo y a la cultura socrática que al dinero, la fam a o el poder.
S in cero, abierto p o r todas sus ventanas, se le veía p or dentro,
alm a clara y sin esquinas ni rincones recatados.
T rabajaba, aunque presum ía de no trabajar, y cotejaba obras
de largo aliento para las que allegaba, paciente, notas y acota­
cion es extraídas de venerables in folios. C um plidor de su obliga­
ción , com o no le daba im portancia a lo que hacía, despistaba al
observad or ligero, sospechando de que Fuente “ n o daba g o lp e ” .
E ra fecundo en ideas creadoras, que no cultivaba d e sp u é s; era
suave d e trato, amable y d e una cortesía d e gran señor, que le
aupaba sobre los interlocutores co n sus maneras elegantes y
llanas.
Y , en fin, ese hom bre, esos dos hom bres en un hom bre, se
hacía querer, nunca tem er, adm irar y, sobre todo, buscar. Su
religión civil era la peripatética, tom ar del b ra zo al am igo para
conversar de lo a rasero hum ano. Y si el coloq u io era en habita­
ción acogedora, hundido en muelle sillón, al d iá log o n o le ponia
fin, y lo que hubiera d e resolverse interrum piéndole, que lo
rematara quien quisiera, a Fuente le daba ig u a l: lo p rim ero era
lo prim ero, usar la inteligencia, la ciencia y el in g e n io ; que no

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hay placer m ayor ni ocu p ación m ás necesaria para el que posee
la sabiduría del m u ch o con ocer y del p o c o con ceder a las am bicio­
nes p o r las que los dem ás se despepitan.
Y o le llamaba fauno jo v ia l y él se reía. Constante re id or p o r ­
que los seres lim pios se ríen m ucho y sonríen siem pre, sobre
tod o si su carácter se m ezcla al estoicism o; y Fuente pertenecía
a la escuela d e E picteto. H abía nacido el año 1866, en M adrid,
y m u rió en 1925. A l extinguirse E l Radical, que dirigía, proba­
blem ente R uan o le co lo c ó en el A yuntam iento, inventando para
él un ca rg o d e retum bante le tr e r o : Jefe d e E stu dios P eriod ís­
ticos o algo asi, cam elo sin contenido. F uente, que tenia el
periodism o en ia sangre — y el que n o lo m ezcla a su sangre no
lo es, sino oficinista d e periódico— , quizá p or recuerdo de
un p rop ósito pú blico de Julio Burell, o del p royecto de A m a lio
Jim eno, que n o se realizó p o r existir en la B iblioteca N acional
un sección de p e r ió d ico s ; quizá p o r su propia idea al advertir la
carencia, o p or ju stificar su ca rgo, el caso es que Fuente pensó
que en M a d rid era necesaria una H em eroteca. "Lo que n o fué,
h ay que hacerlo constar, un plagio. P u es H em erotecas, enton­
ces, no las había en parte alguna. T a n sólo coleccion es en las
B ibliotecas N acion ales de R o m a y W a sh in gton , co m o en la de
M adrid. H em eroteca, n om bre d escon ocid o, que prop u so, en 1911,
un erudito francés, m onsieur M artin, y que tan sólo en su pureza
M ad rid realizó. H em era , d ía ; theka, depósito, ligazón griega. E l
dato quizá lo aprendió en P arís R ica rd o Fuente. E n 1930 aún
n o había sino la de M a d rid y otra en E uropa.
Sea com o fuere, se explica to d o , co m o al final del acto tercero.
S e explica p or qué la H em eroteca M unicipal d e M a d rid apare­
c ió co m o la prim avera sin p od er descubrir nadie, ni los más
sagaces, có m o había sido. L a serie m e parece que se encadenó
a s i; Fuente, em pleado en menesteres d e lib r o s ; Fuente que le
p ropon e a R u a n o la fu n d a ció n ; R u a n o que tiene el hilo del labe­
rinto m unicipal en la m ano, calcula que va a ser im posible lograr
créditos para una institución p or tod o lo alto, que considerarían

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inexplicable. ¡U n alm acén d e p e rió d ico s! R u a n o que p rop on e en
juntas reducidas abrir una cosa así co m o los sabrosos gabinetes
d e lectura del x i x , este del A yuntam iento, y gratuito, en fa v o r de
los pobres. A ce p ta d o co n escepticism o, el alcalde, marqués de
A lm od óv a r del V alle, le da paso. P o r cierto que este alcalde,
en 1916, con fiesa en una entrevista a un p e r ió d ic o — acabo de
leerlo— que no sabe có m o arreglar el h orrible laberinto d e la
circulación, la cual n o hay m anera d e encarrilar. F íjen se en la
fech a : 1916. M en os de dos mil autom óviles en la calle.
Y pasan dos años. Y n o se hace nada. S o s p e c h a : que R uano
n o tiene ni un céntim o para dedicarlo a la original propuesta
que se c o ló p or el tam iz d e la in d iferen cia; que han de espe­
rar las cosas de la cultura. Y llega a la A lca ld ía G arrido
Juaristi, abogad o del E stado. Y R u a n o puede m andar limpiar
un salón de la T e rce ra Casa Consistorial, la Casa de la Car­
nicería, en la Plaza M a y o r, y pon er u nos estantes y unas mesas
y sillas viejas. N adie le da im portancia al asunto. ¡ Cosas de
R uano! Y de la Prensa, co n la que nadie quiere enfrentarse.
A los novecientos volúm enes que se llevan del A r c h iv o y de
la B iblioteca se agregan los regalos de L u ca d e T ena, el marqués
d e Santa A n a (el de L a C o r r e s ), su y ern o Serrán, D elgado
Barreto, O ria, redactor de E l P a ís, el p ro p io R uan o y la co le c­
ción que poseía R ica rd o Fuente.
Q u e n o se asuste nadie, que no se entere nadie para evitar
que se culpe al A yuntam iento d e dilapidar el din ero en absurdos.
N o se trata sino del desglose d e parte d e la Biblioteca M unicipal,
que se instala en otra dependencia. E s un trám ite corriente.
La prim avera ha ven ido. Guardadla el secreto. Ha venido
el 18 de octu bre d e 1918. Y espera a sus posibles cultivadores
en un departam ento novel pobrem ente instalado.
P o r cuanto les refiero, no rebusquen ustedes en algún diario
de aquellas feclias alusiones a la inauguración. Y o lo he hecho
y p u edo certificar que en n inguno d e aquellos meses se ocupa
del acontecim iento que a ese m ism o p eriód ico y a los demás

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tanto in teresaba: nada m enos que la fu n dación de una Casa
eterna para posar los p eriódicos y que se perpetúen viviendo.
N ada. N i una gacetilla. ¿ P o r q u é? P o r el m isterio oficial de
que R uan o rod eó la genial creación. E s un “ A rch iv o de p erió­
d ico s ” del Instituto de Investigaciones H istóricas, eso donde
está m etido R ica rd o Fuente. ¿ Fuente ? Cuidado. A callar, co n ­
signa en la Casa de la Villa,
Sin em bargo, tu vo suerte la H em eroteca, pues adem ás de
su intencionante, R ica rd o Fuente, y d e su gran padrino, F ra n ­
cisco R uano, irrum pió en su actividad, en calidad de m otor
acelerado, A n to n io A s e n jo .
A m able figura, pedacito de M ad rid , indispensable personaje,
si se quiere co n o ce r la biografía castiza d e este pu eblo entre
fines del x i x y casi m ediados del x x , potente trabajador, encen­
d id o d e entusiasm o p o r la institución que ahora se hace cin ­
cuentona.
A s e n jo era un dim inutivo, era A se n jito . P equeño ele estatura,
gigan tesco de voluntad, atacado también del viru s periodístico
y de ese o tro m icrob io, antes inseparable de los m ejores p erio­
distas, que se co n o ce con el n om bre d e bacilus bibliograjicus.
Sus com ienzos en la vida se desarrollan a orillas del M anzanares,
quiere decirse que n ació en fam ilia hum ildísim a. N o va a más
aula que al coleg io. E s un autodidacto, un talento que se des­
arrolla p o r observación y estudio particular. A s e n jo , adm irable
lección, se hace a sí mism o.
N o sé qué fu é en el T e a tro d e pequeñín (d ig o pequeñín de
edad). D esde lu ego, n o c ó m ic o ; quizá secretario d e algún actor,
o algo así. A le g re y de una capacidad sorprendente para dom inar
p or sim pático el ám bito en que vive a los diecinueve años, entra
en E l P a ís ; C astrovido le am p ara; hace las reseñas de los to r o s ;
firm a N iscu ito, y N iscu ito le llamarán sus íntim os camaradas.
E n seguida estrena cositas ligeras, y asciende en el p eriód ico, va
a relatar los sucesos. E n la plaza d e las Salesas, ju n to a los
Juzgados y Tribunales, alquilan, los que llamaba la gente “ chicos

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d e la P ren sa ” , un entresuelito. E n él, adem ás de reunirse para
facilitar su m isión inform ativa, instalan un M useo. ¡ Q u é M u seo 1
T o d a s las armas recogidas en los crím enes, tod os los recuerdos
materiales d e los robos, asesinatos y atentados, ahorcam ientos
y pruebas materiales d e delito. E n el g ru p o d e redactores de
sticesos está, en representación de L a E p oca , A n g e l T o rre s del
A la m o. E ntre T o rre s y N iscu ito se enlaza una amistad que no
rom p ió ni la m uerte. Colaboran para el T e a tro y para los cuadros
d e m adrileñería barriobajera, que dan a los diarios — los m ejores
a L a V o z — interesantes viñetas de! M a d rid de redichez m ano-
lesea. H e registrado los ficheros de la S ociedad de A u tores y he
con ta d o ciento veintidós obras estrenadas en los M adriles suyos,
algunas con grande é x ito, escritas co m o si d ijéra m os “ a dos
in gen ios” p or los popularisim os, entonces, saineteros. A ñádase
la labor en los diarios, agregúese la que A s e n jo realizó en la
H em eroteca, donde v o lc ó entera su vida, d on de se m etió a fon do,
y se obtendrá la cantidad de valoración co m o talento, y de perse­
verancia, co m o d e noble tesón, del enorm e pequeño A n ton io.
P ues si a R uan o se debe ¡a realización de la H em eroteca,
a F uente la idea y las prim icias, a A n to ñ ito , N iscu ito , todos
som os deudores a éste d e lo que guarda ahora en su p rop orción
m ás im portante, que es la antigua. A s e n jo se dedicó a registrar los
fard os que iban al papelote, v oca b lo que califica el desecho, im ­
p reso o lim pio, destinado al m olin o de las fábricas d e hacer
cartón, A s e n jo iba a las traperías y com praba m ontones y resmas
que página a página registraba. A s e n jito se entenclia co n los
libreros de lance y les daba unas m onedas p o r los p eriódicos
arrum bados, pues los libreros de v ie jo llamaban cla vos a los
paquetes d e p eriód icos que n o tenían entonces com prador, y por
eso los m edio regalaban a cualquier precio co n tal que se los
llevasen. A se n jito , am igo de los que son libreros, coleccionistas
y •bibliófilos, les interesó en el porven ir de la H em eroteca. Y ellos
le daban el sop lo de dónde podía sorprender piezas im portantes.
D e ese m odo, p or don M e lch o r G arcía, de buena m em oria, el

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de la calle del D esengaño, siipo d e la existencia d e un B ru si
que h oy está en nuestros estantes. E sa colección del D ia rio de
B arcelona tiene entre sus páginas un enchuletado d e proclam as,
avisos en octavillas, estampas, bandos, etc., que son, en realidad,
la historia diaria de B arcelona y de Cataluña entera durante un
siglo. A s e n jo , al enterarse, acu dió al A n g e l de la Guarda d e la
cultura madrileña. R u an o, co m o siem pre, le atendió, y a B a r­
celona fu é A s e n jo para arrancar a un librero el fam oso entero
B rusi, decano de los diarios españoles después d e la G aceta, p or
una suma insignificante si se com para con su valor. C uando le
d ijeron a d on F ra n cisco C am bó có m o era d e cu rioso y com pleto
ese ejem plar del D ia rio de B arcelona, y v in o a com p robar su
m érito, ofrecía p o r él tres millones.
A ese su vehem ente afán d e A s e n jito se debió la otra hazaña
de su ansia p or enriquecer la H em eroteca. S u po que el C ongreso
poseía cierta im ponente suma d e P rensa y se estuvo en su
biblioteca, en la del C ongreso, rebuscando, papeleteando, hacién­
dose “ el lon g u is” , co m o diría él, nada m enos que d o s años.
A los dos años era am igo m uy estim ado de los je fe s políticos
y adm inistrativos. E l final de la honrosa intriga es que se llevó
— n o se asusten— diez mil quinientos volúm enes de un casón de
la calle de S egovia, d on de el excelentísim o señor C ongreso d e los
D iputados am ontonaba el periodism o de un sig lo español, y del
m ism o siglo e x tra n jero. ¿ P o r qué n o hay laureadas para los
soldados civiles?
A s e n jo era tam bién coleccionista de otros tem as, tendencia
de tod o amante del L ib ro . A d q u irió de o tro fa m oso librero,
F ran cisco Beltrán, el de la calle del P rín cipe, una serie parem io-
lógica que es la m e jo r de E spaña. E stá en la B iblioteca M u ni­
cipal. P orq u e A s e n jo n o acaparaba para él, sino para su querido,
su hondam ente q u erido M ad rid . Y F ra n cisco R uan o buscaba
un epígrafe de un apartado de un con cepto d e una sección d e un
capitulo para dotar con adquisiciones a su tam bién am ado M adrid,
si se lo pedían Fuente y A s e n jo . Y ahí está, du eño M adrid de

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ello, el resultado d e la com binación d e R u an o, hábil adm inis­
trador, y F uente y A s e n jo , bien adiestrados lebreles d e fa ra de
letra impresa.
T am bién coleccion ó A s e n jo diccionarios. N o sé adon de ha­
brán id o a parar los que ya contaba. E scrib ió libros y folletos
acerca d e la H em eroteca, llevó a la E x p o sició n Iberoam ericana
d e Sevilla un co n ju n to que cau só adm irativa sorpresa. Y a C o ­
lonia otro que fu é m em orable, al dem ostrar que la m e jo r H em e­
roteca del m undo, entonces, era la de M ad rid , sobre tod o p or
sus fo n d o s anteriores al x x . A s e n jo se puso tan contento que
no sé có m o no creció.
H abía n acido el año 1879 y m u rió en 1940. F u é director, des­
pués d e segundo de Fuente, p or traslado a la H em eroteca desde
un em pleíllo, que de seguro le d ió tam bién R u an o, para ayudar
a otros v ie jo s em pleados que asim ism o R u a n o co n d u jo desde
oscuras oficinas a la T ercera Casa C on sistoria l; cu ando en una
m odesta habitación repasaban diarios los que tenían frío en la
calle o les faltaba dinero. Que así, y a lo d ije , em pezó la
H em eroteca, co n pú blico de pobretes. A llí estaban A le ja n d ro
Larrubiera, M an olo Iglesias, tam bién period ista; allí V íc to r E s ­
pinós, que levantó ese o tro m onum ento al M a d rid cu lto ya alu­
dido, el M u seo y A r ch iv o d e la M úsica. A llí, en fin, estaba
M a n olo R osón .
A s e n jo , de aquellos fon d os d el A rcliiv o y la B iblioteca M u ni­
cipal, unos novecientos volúm enes, alcanzó a coleccion ar co m ­
pletos o en parte más de diez mil p eriódicos m adrileños y otros
más, m uchos, nacionales y d e países extra n jeros. Y eso lo hacía
N iscuito, el gigante m ás pequeño del m undo, cuando dirigía
C om edias y C om ediantes, estupenda revista de teatros, que él
fu n d ó : cuando redactaba artículos, estrenaba cuatro com edias al
año con su am igo del alma, y con é.l daba también a los diarios
y revistas cu ad ros sainetescos dign os de d on R a m ón o de don
T om á s, aquel de la C ruz, este L u ceñ o, sus patriarcas. Caso
m em orable fu é que cuando m u rió R ica rd o Fuente, los escritores,

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a una, solicitam os la dirección de la H em eroteca para A se n jo ,
y el A yu n tam ien to n os h izo caso, y los con ceja les, unánim es, le
votaron. D escu b ro en este instante que cu ando A n to ñ ito deseaba
una m ejora , p rop on ía una com pra o necesitaba cosa difícil para
“ s u ” H em eroteca, y n o retiro el p osesivo, acudía a sus am igos,
que lo éram os de la H em eroteca también. Y nosotros, sin alu­
dirle, arm ábam os un tim biriinbi en nuestros p eriód icos acerca
d e lo que A s e n jito pretendía, éram os lo que se denom ina ahora
“ g ru p o d e p re sió n ” en fa v or de un cen tro ya trascendental. Y ahí
está la obra, y n o nos arrep en tim os; y o desde luego, no, de
haberla apoyado. L a H em eroteca a m í s o lo m e debe quizá diez
o m ás acom etidas d e catapulta.
L o s ficheros que A s e n jo preparó, com en zó, h iz o ; co m o los
catálogos, separaciones d e estampas, biografías y m il detalles,
ig n oro si se habrán extraviado, seguirán allí, o si se p roseg u i­
rán. S on muestra del cu idadoso interés ix>r servir, lem a de su
vida, servir a los com pañeros, servir a los p eriódicos, servir al
M u nicipio, servir a la cultura, servir al pueblo.
N o os extrañará, p or la ligerísim a evocación de su espíritu
de trabajo y de servicio que, cuando la C ruzada, A s e n jo sufriera
un trauma en la m edula de su ser íntim o. E staba p o r ahí, en
rebusca d e alguna buena com pra, cu ando com en zó la lucha. Y o
fui un día a Salamanca, en 1937, y en seguida le busqué hasta
encontrarle, al enterarm e de que era allí un refugiado. V i que
seguía siendo el A s e n jo hem erotecario infatigable del M a d rid en
sus alegrías, fatigas entonces. E n cuanto pu do llegar a la procer
capital castellana, no sé có m o lig ó co n M illán A stray, nom brado
p o r el G eneralísim o Jefe de P rensa y Propaganda. L e con venció
d e que era urgente, p reciso, indispensable, hacer una H em eroteca.
A M illán parecióle d e perlas la idea, y en Salam anca se quedó
A se n jo reuniendo los p eriódicos d e la zona. ¿ F e liz ? N o . L lo ro so .
Lloraba, le he visto llorar, y le he con sola d o, pensando qué pasaría
con la H em eroteca de la plaza de la V illa . S u único consuelo e r a :
“ ¡A llí está R o s ó n !” Y al pensar en R o só n secaba sus lágrim as.

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E ra justa la esperanza, y se realizó. P o r lo que vam os a hablar
un poqu ito del cuarto de la H em eroteca.
M an olo R osón , h ijo de iieriodista, era periodista. C om o verán
ustedes, en esto d e la H em eroteca entre periodista m adrileños
anda el ju e g o . M a n olo R o só n era redactor de E l L ib era l al
com enzar el A lzam iento, al final era su director. Y así com o
A sen jito habia figu ra d o de segundo d e Fuente, R o só n era el
segundo d e A s e n jo . S u obra, que m erece nuestra gratitud em o­
cionada, fu é defender la H em eroteca a riesgo m ortal. L o s que
recuerden có m o fu é la agonía de M a d rid de 1936 a 1939, apre­
ciarán que la frase es exacta. S e ju ga b a cualquiera la vida ai
oponerse a los u ka ses de los m andones sin ley y sin freno. L a
fuga de todos los que podían escaparse, la ausencia d e los que
pudieron esconderse, d e jó a M an olo R o só n solo a rte la respon ­
sabilidad. Iba tirando, iba escondiendo, pues tem ía que el edi­
ficio acabara en in cen dio o hundim iento si la gu erra lo m ordía
con su furia, R escataba en cajas lo m e jo r del tesoro, metía las
ca ja s en el sótano. Caían proyectiles alrededor, había saqueos...
R o s ó n vigilaba, apuntalándose en su puesto de director d e E l
L iberal, invulnerable p or su ca rg o de periodista de nota, encarado
a las patrullas de m agnates de la hoz, la co z y el m artillo. P asa­
ban rápidos, m ás rápidos aún que en la M onarquía, los alcaldes.
L e dejaban en paz. C oleccionaba R osón , eso sí, co n ce lo ardoroso
los p eriód icos de la zona escarlata, com o A s e n jo , p or su parte,
coleccionaba los de la zona azulosa. ¿ N o es adm irable la conducta
de los dos, los dos pensando p o r su lado en el ben eficio y acre­
cim iento d e su H em eroteca entrañable? U n día del año 3 7 le
llegó a R osón la orden fa ta l: enviar fuera de E spaña las piezas
maestras de la y a universalm ente fam osa colección. E ra el pre­
texto. M an olo, el cuarto de la H em eroteca, aleccionado en la
conducta de R u an o, de Fuente y de A s e n jo , puso a cara y cruz
su propia existencia. E ra testigo d e que co n orden oficial se habían
llevado de E spaña el o r o y la plata del B anco, el con ten ido d e las
cajas particulares de éste y de los otros B ancos, los depósitos

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de los M on tes d e P iedad, el M u seo del P rad o, el m onetario del
A rq u eoló g ico , crím enes con tra E sp a ñ a ; co m o querer sacar parte
d e la B iblioteca N acional, lo m ás valioso, el tristemente célebre
com unista Jesús H ernández, m inistro de Instrucción Pública,
que m andaba em paquetarlo y enviarlo a R usia, delicado obse­
quio. Salían d e E spaña tam bién las riquezas d e las ig lesia s... L a
lista d e d e sp o jo s sería interm inable. U n g ru p o de verdaderos
artistas, de intelectuales, form a ron la Junta del T e s o r o A r tís ­
tico para rebuscar en los saqueos de ed ificios oficiales y d e casas
particulares obras plásticas o libros bellos, y alm acenarlos en
el M u seo del P ra d o y en la B iblioteca N acional en espera d e la
solución de la guerra. M a d rid , víctim a de una locura d e des­
trucción, de incendio, de n ih ilism o... y d e “ ex p rop ia cion es” ; así
llamaban a los exp olios. E n este caos — n o se olviden los asesi­
natos— negarse a los ord eñ os de los patrulleros de fusil ame­
trallador era supinam ente heroico.
Y M an olo R o s ó n lo fué. Julián B esteiro, su ap oy o. N o es
de extrañar que B esteiro ayudara a burlar el ro b o de personas
y entidades. H a y un antecedente elocuentísim o. C uando presidía
una tarde las C ortes Constituyentes, co m o el calor agobiase, uno
de los diputados le in te r r o g ó :
— S eñ or presidente, ¿p o d e m o s quitarnos las chaquetas?
— Cada uno la suya, sí — respondió, rápido. B esteiro.
T a l era su con cep to de ciertos jerifa ltes... y del ambiente
general. B esteiro, al que se debe tanta estim ación, era enem igo,
pues, de aquella barbarie desatada.
— ¡R e sista u sted! ¡D é la r g a s I— aconsejaba en sus repetidas
cuitas a R osón ,
P ues fu eron cuitas, en plural. P rim ero co lo c ó un cartelón
ostentoso en la H em e ro te ca : “ E ste edificio es del pu eblo y está
en nuestro tesoro n acion al.” E n seguida ayu dó co m o pu do a las
p obres “ C arboneras” a salir de estam pía y a vestirlas com o
m ujeres n o religiosas. D espués pidió doce cajas o arm arios de
hierro. “ ¿P a ra qué las q u ie re s?” , le preguntaban los ayunta-

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m enteros. “ P o r si hay un in c e n d io — les respondía— . Y a han
caíd o obuses en la fach ada.” A b r ía la H em eroteca p o r la mañana.
D espués acopiaba en los sótanos las piezas im portantes. S e d e­
fendía, los p eriód icos le llegaban o los com praba. A yu d á ron le en
eso los alcaldes con órdenes de envío. ¡ Y se publicaban tan
p o co s!
A quella prim era orden, fatal para la H em eroteca, in d ica b a :
“ H a y que mandar a la E-xposición de P a ris (que lo era en 1937,
si recordáis bien, d e A rte s D ecorativas), lo m ás granado d e las
coleccion es, lo más im portante.” R o s ó n acu dió a B esteiro, B es­
teiro al que era alcalde. R o só n se n egó co n razones que n o eran
razones para la desobediencia. S alió del paso. E l año 38, otra
vez la exigencia, D ebían ir a L on d res nuestras preciosidades.
U n señor R ed on d o, que n o sé lo que era, quizá alcalde del
alcalde, su com isario p olitico, algo supinísim o en rango, le llam ó
en vista d e sus oficios disculpatorios. En su cara le d ijo R o só n
que no, que la H em eroteca n o p od ía v iajar en aquellos años sin
garantías. D e n u evo B esteiro se interpuso. Y llegó el año 39.
L o s soldados rescatadores dejaban para lo últim o a M adrid.
L e llam ó H en ch e, alcalde a la sazón, y le d ijo que había recibido
una ord en de W en cesla o R oces, m inistro d e In stru cción Pública,
para que sin excusa alguna hiciera el paquete de lo más codiciado
e im portante d e la H em eroteca, que era p reciso, sin rem isión ni
dilaciones, enviarlo a un sitio ignorado. R o só n se fu é a V alencia
a v e r al tal R o c e s ; n o recibió a R o s ó n , y el d irector fo rz o so de
la H em eroteca le transm itió un o fic io más, negándose. S u argu­
mento era inocente y “ a p to ” para la c á r c e l: “ E sto n o es n uestro.”
E n M ad rid , de n u evo le llama H en ch e. A vanzaba el año 39.
H en ch e le dice que ahora la orden es del m inistro de la G ober­
nación, y que la negativa es ju gá rselo. S e refería al pescuezo.
E l tal m inistro se llamaba P aulin o M artínez. ¿ L e s suena a us­
ted es? B esteiro a co n se jó a R o só n en su habitual consulta de
terrores lo d e siem pre, m ás ju stific a d o : " E s t o se acaba. Resista
co m o pueda. E s cosa d e p o co . A guante. E scúrrase. R esista .”

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H en ch e, la verdad sea dicha, en las dos ocasiones en que inter­
vin o tam bién ayu dó a R o só n a enmascarar la rotunda negativa.
P e ro la verd ad es que hasta el 3 0 de m arzo circulaban por
M a d rid los m ism os pelotones d e e jecu ción , y esperaban carnaza
las mismas checas que en n oviem bre del 36, el mes más fatídico
de M adrid, incluido m ayo del 1808.
P o r tal a rro ja d o m érito R o s ó n es el cu arto de la H em eroteca
en m í sentir. P ues sin él, h oy la H em eroteca sería d epósito de
p eriódicos, p ero también jo y e ro sin jo y a s : las que n o hay en
ninguna parte ni p od rá haberlas nunca. I-as que lu cim os n osotros
gracias a R uano, a Fuente, a A s e n jo , a R osón , el superviviente.
A los acreedores de nuestra deuda, pues nos han engrandecido.

P ara tenninar, quiero decirles a ustedes que estas notas alu­


sivas a la H em eroteca hubieran sid o o neblinosas o refritadas sin
la coin ciden cia de haber presen ciado y o, en persona, el desarrollo
de la historilla. P ues el m ism o A s e n jo , y lu ego, al cum plirse el
cu arto de siglo d e la fundación, su director d e entonces, señor
V arela H ervías, el erudito y acrecentador de la mism a, y el h oy
je fe en el cincuentenario, el maestro d e todos, F ed erico Carlos
Sainz d e R obles, han pu blicado interesantísim as páginas con ­
tando el suceso y describiendo el catálogo y la situación al dia.
P o r lo que sin aportar algún dato n u evo, co m o ha sido m i p r o ­
pósito, pareciera esta conferencia reiteración ociosa. N o lo será,
en m anera alguna, contarles a ustedes que en la H em eroteca,
desde la m uerte de A se n jito , p o r obra de V a rela y su valedor
en el C o n ce jo , T om á s G istáu, que fu é su R u an o, el edificio
a cog ió los sepulcros d e R am írez de M a d rid y d e su esposa, doña
Beatriz, la Latina, así co m o la escalera del en mal hora destruido
convento de la calle de T o le d o , y el despacho del “ setentón” .
Y después, en esa m ansión encantadora, últim o vestigio d e la

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casa toledana en M ad rid , que uno envidia, rin cón que enam ora,
el m icrofilm , los frescos pom peyanos d e G u ijo , los cuidados o rd e­
nadores, la perfección del servicio, la sim patía a cogedora, hacen
de la H em eroteca lugar que sale en lenguas d e alabanza d e los
ex tra n jeros que la visitan, al consultar a Sainz d e R obles, virgilio
de aquel circu lo d e la investigación. H a y que señalar que en
los últim os tiem pos la concurrencia ha cam biado. D e aquellos
que se metian en la H em eroteca para pedir lo s diarios de la
fecha, am parándose en la calefacción o distrayendo así sus ocios,
se ha pasado n o a lectores, que n o los hay ya, sino a investi­
gadores. D a placer asom arse a la sala donde cientos d e personas,
m uchachas letradas incluidas, trabajan afanosas, cóm od a y fam i­
liarmente a co g id a s; y orgu llo da que de la H em eroteca salgan
las tesinas y las tesis universitarias, y los datos para las b io ­
grafías, y las H istoria s solem nes, así co m o las com probaciones
de la polém ica, o el dato aclarador seguro. E l aficion ado ha
desaparecido d e la H em eroteca, queda el profesional del libro,
del p eriód ico y de la ciencia histórica y literaria.
H a y en este m om ento tres H em erotecas en M adrid. Q u e en
tod o som os si n o diferentes, c o m o dicen los carteles d e p rop a ­
ganda, si bastante raritos. E ste es un asunto ex cesiv o que liqui­
dará el porvenir. Y el p orven ir quizá resida en los trabajos del
quinto de la H em eroteca. ¿ Q u ién es el que sucede a los cuatro
anteriores, pues los dos que dirigen desde el ano 40, V arela
y Sainz d e R obles, n o han visto ante si coyu ntura para cam biar
el ru m bo de la in stitu ción ? E l quinto de la H em eroteca puede
ser don C arlos A ria s N avarro. L o será. Q u e D io s n o m e des­
mienta. Sabéis que entre sus iniciativas, pues de un capitán de
contiendas p o r M a d rid se trata, una de ellas es el rescate del
cuartel del C onde D uque. C osa justa, pues lo p a g ó en solar y en
ducados, buen dinero, el pueblo, el A yuntam iento. N uestro
A lcald e desea que nos sea restituido el cuartel del C on d e Duque,
con su sorprendente portada barroca, una d e las m ejores m ues­
tras de ese estilo, para allí instalar tod os los centros culturales

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de esta C asa: A rch iv o , B iblioteca, M u seo, H em eroteca. E l p r o ­
yecto es sensacional. Si lo saco a colación es para pedir a San
Isidro y a su ángel logra d or que M ad rid , que tiene su protección
especial, sea auxiliada en la iniciativa d e nuestro A lcalde. Y que
d on C arlos A ria s N a v a rro sea, p or ello, el quinto d e la H em e­
roteca. A sim ism o, sin m iedo y sin tacha, co m o los cu atro ante­
riores, y co n tanta fortuna. Su cesores d e los de la isla del Gallo
en el em puje para una em p resa: ésta, la d e la H em eroteca.
A la que ca lificó R o b e rto C astrovido, insigne m adrileñ ista— allí
va el p irop o— , de “ honra y esp ejo de M a d rid ” .

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BREVE H ISTO R IA

LA HEM EROTECA M U N IC IP A L DE M A D R ID

(1 9 1 8 - 1968)

P o r FEDERICO CARLOS SAINZ DE ROBLES

E ra alcalde de M a d rid el excelentísim o señor d on M artín


R osales, duque d e A lm od ó v a r del V a lle ; secretario gene­
ral del C o n ce jo d on F ra n cisco R u a n o C arriedo y d irector d e la
B iblioteca M unicipal d on R ica rd o F uente A sen sio. E l 25 de
agosto d e 1916 d ich o señ or alcalde presidente presentó ai C on­
c e jo p len o del A yu n tam ien to una m o ció n para la fundación d e la
H em eroteca M unicipal. L a m o ció n qu edó aprobada p o r unani­
m idad. ¡ A h ! , y algo m ás r a r o : sin discusión,
D urante dos años, d e octubre de 1916 a octubre de 1918,
fu eron realizadas las obras necesarias en varias salas d e la T ercera
Casa C onsistorial o de la C arnicería — en la Plaza M a y or— , para
que en ellas pudieran aposentarse con d e co ro los p rim eros fon d os
periodísticos, tod os ellos im portantísim os, que procedían de la
B iblioteca M unicipal (entonces en la plaza del D o s d e M ayo)
y del A r c h iv o de V illa (en la Segunda Casa Consistorial, o de
la P anadería), de la Plaza M ayor. E n total. 9 0 0 volúm enes repar­
tidos en doscientos títulos, españoles y extran jeros.

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( I E ra alcalde de M a d rid don L uis G a rrid o Juaristi, secre­
tario general del A yu n tam ien to d on F ra n cisco R uan o
C arriedo y d irector d e la B iblioteca M unicipal y d e la flamante
H em eroteca el notable periodista don R ica rd o F uente A sensio.
S in la m enor solem nidad, la H em eroteca qu ed ó inaugurada
el 18 de octu bre d e 1918. L a m ayor parte d e los diarios m ad ri­
leños n i dieron la noticia d e tan adm irable acto, precisam ente
legítim o y m á x im o org u llo d e la p rofesión periodística. S ó lo diez
días después, el 2 8 de octubre, el gran p oeta sevillano y arch ivero
bibliotecario d on M anuel M a c h a d o — que se haria ca rg o p o co
después de la dirección d e la B iblioteca M unicipal— escribió en
E l L iberal, d e M a d rid , un artículo laudatorio d e la H em eroteca
(lu ego reco g id o en su libro D ía p o r día d e mi ca len d a rio), del que
co p io algunos p á rra fo s : " S e inauguró el sábado ia H em eroteca
M unicipal. P e riód icos, diarios, sem anarios, revistas, diccionarios,
libros, manuales, g u ía s... S e a b rió el sábado, y h o y lunes m e dice
R ica rd o Fuente, el d o cto bibliotecario m unicipal, que el pú blico
d e lectores llena el am plio local d e bote en bote y que hay que
echar gente fuera p o r falta de espacio.
” Y e s o — a ñ a d e a le g r e m e n t e — q u e a lg u n o s está n le y e n d o
de pie,
” T o d o lo que se dice d e la indiferencia d e nuestro pueblo, de
su falta de lectura, d e su desam or al estudio, es una m entira más
o m enos ingenua. L o que aquí se advierte p o r todas partes es un
ansia, una verdadera sed de cultura. H a y , pues, que alabar las
nobles iniciativas de nuestro A yu n tam ien to para favorecerlas.
Y que el ejem plo cunda. Y a es algo eso d e ver a E spaña en pie
y leyen d o.”
E n aquel año de su apertura al pú blico lector, la H em eroteca
recibía setenta y cin co diarios y revistas en cu rso. P ero don
R ica rd o Fuente A sensio, au xiliado p or el inagotable entusiasm o
y ei celo ejem plar de otros periodistas y a ilustres, A n to n io A se n jo
y M anuel R osón , bien pron to con sigu ieron quintuplicar el núm e­
ro de las publicaciones recibidas. T a l éxito pareció con m over a los

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sucesivos C on ce jo s m unicipales; los cuales, estim ulados, además,
p o r la decisiva protección a la H em eroteca de d on F rancisco
R uano, votaron cantidades m odestas, aun para aquellos tiem pos,
en p ro del enriquecim iento d e aquélla, tanto en sus fon d os com o
en sus instalaciones. Y n o m ucho después éstas ya eran in su fi­
cientes para aquéllas. E n la prim avera d e 1922 qu edó instalada
— la parte histórica y más valiosa de la H em eroteca— en ia n ob i­
lísima y bella casa del siglo x v i i , con detalles aún m ás rem otos,
de la plaza de la V illa, 3.

(0 0 S e reorga n izó, en su am pliación, la H em eroteca, que


^ ^ com prendía varias Secciones independientes entre s í :
D irección , Publicaciones madrileñas, P ublicaciones de provincias
y Publicaciones del extra n jero. E l pú blico lector qu edó atendido
en dos salones, el m ás am plio, para la lectura d e los periódicos
en cu rso de, publicación, en la P laza M a y o r ; el m ás recogido
y recoleto, para los investigadores, en la plaza de la V illa . Este
últim o salón co n balcones a un seductor patio ajardinado, her­
m ano m en or del ja rd in cillo d e la casa de L op e. V a ria s com pras
im portantes a particulares y libreros de lance aum entaron el valor
h istórico de la H em eroteca.

nnO I Q í ü A la m uerte d e d on R ica rd o F uente A sensio,


U uü UÜU acaecida en 1925, le sustituyó en la dirección de
la H em eroteca el tam bién gran periodista y excelente sainetero
de costum bres matritenses d on A n to n io A s e n jo . C uya labor,
entre 1924 y Í940, resultó, en verdad, im presionante. H asta el
punto de serle a d ju d ica d o co n justicia el titulo de gran im pulsor,
ord en a dor y divu lgador d e los valores extraordinarios — y cre­
cientes año tras año— de esta dependencia m unicipal, org u llo de
la cultura de M ad rid . A n to n io A s e n jo lle v ó — 1928— a la E x p o ­
sición de la Prensa, celebrada en C olonia, setecientos un títulos
(fechas, 1661-1906), casi todas las publicaciones madrileñas, cau­
sando viva adm iración entre expositores, eruditos y curiosos de

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cuantos países con cu rrieron a dicha E xp osición , L as vicisitudes
de esta efem érides las narró A n to n io A s e n jo en su M em oria
y C atálogo d e las pu blicacion es p eriód ica s niadrilei'ias p resen ­
tadas p o r la H em ero teca M u nicipal d e M a d rid en la E x p o sició n
d e P ren sa de C olonia. P o r esta publicación se sabe que, en 1928,
en la H em eroteca se guardaban 36.650 volúm enes corresp on ­
dientes a 5.023 publicaciones. E n 1929 A n to n io A s e n jo organ izó,
en Sevilla, una nueva exh ibición de los más ricos y cu riosos
p eriód icos d e la H em eroteca. Y la crón ica de esta efem érides
qu ed ó im presa en In d ice de las publicaciones periódicas, antiguas
y m odernas, editadas en lenguas ibéricas, q u e /í<7«rfln en e l P a b e ­
llón d e P ren s a Iberoam ericana d e ¡a E x p o sició n d e S evilla (1929).
Q u edaron expuestos ciento setenta y nueve títulos aparecidos
entre 1661-1875. Y el In d ice tuvo co m o com plem ento precioso una
M em oria publicada con m o tiv o d e la p resen tación , en ¡a E x p o ­
sición Iberoam ericana d e S evilla, d e algunas publicaciones hispa­
noam ericanas que s e con servan actualm ente en la H em ero teca de
M adrid. U n a novedad en esta M e m o r ia : el prim er intento, nm y
interesante y dign o, d e presentar una bibliografía d e la Prensa
española. E n 1926 A n to n io A s e n jo se había apuntado o tro é x ito :
la adquisición de la serie com pleta del D ia rio d e B arcelon a (el
fam oso B r u s i), fundado el 2 de octubre d e 1792. D e esta co le c­
ción ha escrito d on E u lo g io V arela, tercer director de la H em e­
ro te ca : “ S i la serie en si es p reciosa, esta que poseem os viene
realzada co n una colección — del m ás alto valor histórico— de
papeles varios p olíticos e im presos diversos sobre las circu n s­
tancias del m om ento presente, que, co m o com plem ento d ocu ­
mental, la con vierte en p erió d ico -a rch iv o .” A n to n io A s e n jo
escribió el folleto D ia rio de B a rcelon a (1 7 9 2-1929), M o n o g ra ­
fía bibliográfica d el decano actual de la P ren s a periód ica es­
pañola.
T a l fama alcanzó, dentro y fuera d e Esi)aña, la H em eroteca
d e M a d rid entre los años 1925-1936, que sobre ella llovieron los
don ativos de particulares y las suscripciones gratuitas d e diarios

— lio —

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y revistas. P ara el periodism o español es un orgu llo que sus
órgan os de exp resión se coleccionen y mimen en este centro de
cultura m odelo.

V arela H erv ía s señala el crecim iento de sus fo n d o s :

1929................................ 40.000 v o lú m e n e s, 6.000 títu lo s


1930 (a b ril) ............ 41.000 — 6.000 —
1931 ( e n e r o ) .......... 42.000 — 6.000 —
1933 (d ic ie m b re ) ... 50.000 -- 9.000 --
1935 ............................ 60.000 — 9.500 —

Y co m o el inm ueble de la plaza d e la V illa qu edó insuficiente


co m o depósito, en 1933, pegado a la espalda de la noble casa
del siglo X V I I , fu é levantado un edificio de seis plantas co n cara
a la calle del C o d o. M as com o en 1933 y en 1934 llegaron a la
H em eroteca “ num erosas series procedentes del C ongreso de los
D iputados (10.620 volú m en es), a finales del segundo d e aquellos
años quedaron habilitados co m o depósitos enorm es los sótanos
de la llam ada Casa de C isiieros, separada de la H em eroteca por
la calleja del C ordón . E sta enorm e adquisición y su colocación
en los enorm es depósitos quedó reseñada p o r A n to n io A s e n jo
en su R ela ción de las publicaciones periód icas propiedad deí
C o n g reso d e lo s D ip uta dos que s e custodian en d epósito en ¡a
H em ero teca M u nicipal d e M adrid (1935). L a preocu pación ob se­
siva del excelente periodista director fu é que la H em eroteca
alcanzase el rango científico que sus fon d os m erecían, preocu p a­
ción que quedó reflejada en otros interesantes e im portantes
trabajos su y o s: C atálogo d e las publicaciones periód icas m adri­
leñas ex isten te s en la H e m ero teca M unicipal de M a d rid (1 6 6 1 -
1 9 3 0 ) y L a P r e n s a m adrileña a través d e los sig lo s (A p u n te s
para su historia desde el año 1661 al año 1 9 3 5 ). L a organiza­
ción prim itiva d e este cen tro no tu vo m odificaciones de im por­
tancia en estos a ñ o s ; p ero fu eron iniciados trabajos m uy eficaces
acerca de la icon ografía nacional, de la icon ografía extranjera

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y de las in fon iiacion es sobre M ad rid . T o d o s estos materiales
extraídos d e la P rensa y pasado a sendos ficheros.
E n 1932 y en 1935 fu eron im presas p or las A rte s Gráficas
M unicipales las dos ediciones del R eg la m en to para el S ervicio
d e la H em ero teca , aprobada la últim a edición en diciem bre
de 1934. C onsta d e d oce páginas y d e veinticinco artículos. Y por
él nos enteram os de la noticia d a d a : que los lectores d e diarios
y revistas en cu rso eran atendidos en la ... ¡plaza de la C o n s­
titu ción ! Q u e co n este n om bre había con firm ad o el A yu n ta ­
m iento republicano a la P laza M a y o r en 1931. (A c la r o : que el
d e “ C on stitu ción ” no era n om bre extrañ o para la herm osa
plaza, pues que lo había llevado durante los efervescentes años
liberales de 1820-1823, y cu ando nuestra prim era R epública,
en 1872.)

U n a feliz casualidad h izo que A n to n io A s e n jo es­


tuviese en Salamanca al estallar la gu erra civil
española (1 9 3 6 -19 3 9 ). Y escribo feliz casualidad, p orqu e así A se n -
jo , siem pre obsesionado con los fon d os de su querida H em e ro ­
teca, se d ed icó p len am en te— p o r estar m uy p or encim a de la
últim a edad m ilitar— a recoger y coleccion ar toda la P rensa
publicada en la llam ada zon a nacional, y a establecer en B urgos,
tras arduas gestiones, una H em eroteca dependiente del M in is­
terio del Interior, p ero, desde m u y p o c o después, y a en relación
sostenida con el A yuntam iento de M a d rid reu nido en la España
del Generalísim o F ranco.
Y otra casualidad, no m enos feliz, valió para que a M anuel
R o só n , periodista inteligentísim o y aún m uy jo v e n , secretario
de la H em eroteca M unicipal d e M ad rid , cola b ora d or incansable
y eficientísim o d e A n to n io A s e n jo , le cogiese la guerra en M a ­
drid. D on de, con n o m enor entusiasm o que A s e n jo en zona n acio­
nal, se dedicó a seguir recog ien d o y coleccion ando toda la P rensa
aparecida en la llamada zona r o ja , y preparando de ella un m inu­
cioso catálogo que aún perm anece inédito. P e r o para M anuel

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R o só n la em presa resultó m ás difícil que para A n to n io A s e n jo ;
aun cuando R o s ó n , ju sto es consignarlo, en contró todas las posi­
bles p rotección y colaboración en ios A yuntam ientos m adrileños
que se sucedieron en aquellos calam itosos años.
P ara plantear el tem a co n claridad y en sus p recisos límites,
quiero reprodu cir algunos párrafos de la carta a m i dirigida, fecha
22 de enero d e 1968, p or el q u erido am igo R osón , ú nico super­
viviente h oy de la m em orable y herm osa em presa que fu é
— y sigue siendo— la fundación, prehistoria, edad antigua y edad
m edia d e nuestra H em eroteca. H e aquí tales p á rra fo s: “ P ero tal
vez, lo que para m í tiene m ás v a lo r — entrañable valor— es la
copia de la docum entación relativa a la defensa que hice de deter­
m inados fon dos, los m ás valiosos, de la H em eroteca para que no
fueran enviados a la E xp osición Internacional d e N ueva Y o r k ,
en 1939. S e da el caso cu rioso de que m e n egué dos veces a la
salida de dicho material, sin que fueran atendidas las razones
que entonces expuse para que n o saliera un solo ejem plar de
M adrid. A nteriorm en te había guardado en cajas de madera, p r o ­
tegidas p o r sacos terreros, el fabu loso tesoro period ístico que
contenían los arm arios blindados. T o d o ello q u ed ó conveniente­
mente depositado en los sótanos. C reo que sabes que cayeron siete
obuses en la casa nueva y la techum bre de la v ieja , en su facliada
de 1a plaza de la V illa ... Y a en las E xp osicion es de P aris (1937)
y L on d res (1 9 3 8 ) intentaron llevar a esos certám enes muestras
periodísticas de nuestra querida H em eroteca, y salí del paso,
verbalinente, ante los alcaldes señor Talanquer, que sustituyó
a don P e d ro R ic o , accidentalm ente, y d on Cayetano R edon d o.
E n 1938 era alcalde el señor H en ch e de la Plata, que se portó
m uy bien cuando el determ inado traslado d e nuestros fon dos
a N ueva Y o r k , en 1939. P e ro en esta ocasión los tiros eran m uy
certeros, y tanto Paulino M artín, m inistro de la G obernación,
co m o W en cesla o R oces, que lo era de Instrucción Pública, aca­
baron p o r im poner su criterio. D e tod os m od os, y siguiendo los
con sejos de don Julián B esteiro, a quien consulté el caso, estuve

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rem oloneando desde los dos últim os m eses d e 1938 hasta enero
de 1939. Y el p ro p io R o ce s había nom brado a un am igo suyo
com unista para que m e atosigara en la preparación del e n v ío ...”
Cuanto m e escribe M anuel R o s ó n es toda la verdad, sólo la
verdad y nada más que la verdad, según he p od id o com p robar
con docum entos irrebatibles. E m pezaré p or dem ostrar el interés
especial p o r con servar y acrecentar los fon dos de la H em eroteca.
L a prim era defensa de sus fabulosos fon d os y el reconocim iento
oficial d e su v a lo r im par apareció el sábado 6 d e m arzo de 1937
en el B oletín O ficial de la Junta d e D efen sa d e M adrid, que paso
a c o p ia r ;

“ E s gala y org u llo de la capital de la R epú blica la H em e­


roteca M unicipal, organ ism o adm irable que, d irigid o p or personal
com petentísim o, presta excelentes servicios a la cultura. Cuidar
d e instituciones de esta clase es deber elemental d e quien gobierne
M adrid, y con sideran do el gran va lor que tiene la Prensa, co m o
m aterial para el cu ltivo de la H isto ria y lo conveniente que para
ésta es que n o se pierdan ninguna d e las m últiples publicaciones
periódicas que han visto la luz durante el p eríod o revolucionario
y que han de ser fuentes históricas el día de m añana; en uso
d e las facultades que ten go conferidas co m o presidente de la
Junta D elegada d e D efensa de M a d rid , y a propuesta del delegado
d e P ropaganda y Prensa, ven g o a dispon er lo sig u ien te:

P rim ero. T o d o s los p eriód icos y revistas que se editen en la


capital d e la R epú b lica están ob ligados a rem itir dos ejem plares
a la H em eroteca M unicipal para nutrir las coleccion es de la misma.
Segundo. L a s publicaciones de las clases indicadas que hayan
visto la luz a partir del 18 de ju lio de 1936 rem itirán también
dos ejem plares de cada uno d e los núm eros publicados.

M ad rid , a 5 de m arzo de 1937.— E l Presidente de la Junta,


J osé M iaja.

E l D elegad o de P ropaganda y Prensa, J. C arreña E spa ñ a .”

Ayuntamiento de Madrid
E l segundo reconocim iento oficial de ia E spaña republicana
al valor de los fon d os de la H em eroteca apareció en el núm e­
ro 284, del 11 de octubre de 1937, de la Gaceta de ¡a R epública,
y dice a s í:

‘ ‘ S ien do la H em eroteca M unicipal de M a d rid la prim era c o ­


lección d e publicaciones periódicas de E spaña y una de las más
im portantes del m u n d o ; atendiendo, asim ism o, al gran interés
social e liistórico que entraña el con servar un testim onio de todas
las publicaciones qije están vien do la luz en la E spaña republi­
cana,
E ste M in isterio dispone lo siguiente;

T o d o s los p eriódicos y revistas que se publiquen en territorio


republicano deberán rem itir dos ejem plares de cada uno de los
núm eros que aparezcan a la H em eroteca M unicipal de M adrid.
A sim ism o deberán ser enviados a esta H em eroteca dos e je m ­
plares d e cuantas publicaciones vean la luz en form a de hojas,
proclam as, m anifiestos, folletos, etc., relacionados con la lucha
del pueblo español, salvo aquellos que entren en la categoría
específica del libro.

V alencia. 8 de octu bre de 1937.— P . D „ W . R o c e s .”

Estas dos disposiciones oficiales valieron para que M anuel


R osón rem olon ea se sabiam ente, para asi evitar el en vío d e los
más im portantes ejem plares de la H em eroteca a la E xp osición
Internacional de Paris, celebrada a fines d e 1937. E l G obierno
republicano, tajante, dispuso la participación d e la H em eroteca
en aquella E xp osición , L e urgía dem ostrar que la cultura era
uno de los deberes d e h on or cu m plidos con m ayor eficacia.
E n la H em eroteca se conserva cop ia d e la adi-ertencia declarada
p or M anuel R o s ó n : “ L o s p eriód icos gu ardados en las cajas lo
fu eron en previsión de posibles accidentes de guerra. A n tes se

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encontraban en arm arios d e h ie r r o ; p ero se cre y ó m ás seguro
bajarlos a lo s sótanos, to d o ello m ientras esta zon a era bom bar­
deada. S e hace esta advertencia p orqu e al recibirse la orden de
In stru cción P ública en el sentido de enviar a P arís los ñ u s
raros ejem plares, se aprovech ó lo que ya estaba en las cajas
y a cu bierto d e cualquier riesgo. A s i, pues, aparecerán publica­
ciones du plicadas; o tr a s — poquísim as— sin sellar, algunas con
papeletas entre sus páginas, y que n o pu dieron distribuirse
p o r la urgencia que im ponían las circunstancias. H a y también
varias que n o son p eriód icos, p e r o q u e se guardan p o r su rareza.
T o d o ello consta d e m o d o ex a cto en la relación redactada com o
inventario. R ela ción que deberá estar guardada en l u p r segu ro
p or ser el ú nico docu m en to que registra el con ten ido d e las

ca ja s.” . .,
E n efecto, la mentada relación d e las publicaciones que iban
a ser enviadas a P a rís se con serva en la H e m e r o te ca : en tota!,
trece grandes ca ja s con 2.144 títulos d e diarios y revistas im ­
presas entre 1661 y 1900. y otras tres ca ja s c o n ejem plares
sueltos de periód icos, igualm ente m uy raros y valiosos.
L as incidencias bélicas, increm entadas p or aquellas fechas,
h icieron que las autoridades gubernam entales olvidaran sus
órdenes. M anuel R o s ó n ap rov ech ó aquel o lv id o para detener el
en vío y preparar la coartada p o r si surgían m ás tarde repri­
mendas a capítulo cerrad o. Q u e n o surgieron. Y algo sem ejante
acon teció en 1938, c o n m otiv o d e la E x p o sició n de P rensa en
L on d res Casi calcadas las disposicion es oficiales y las suaves
y disfrazadas resistencias d e la dirección d e la H em eroteca M u ­

nicipal. ■ . .
P e r o “ la c o s a ” p in tó p eor cu ando se trato de llevar nuestro
tesoro a la E x p o sició n de N u eva Y o r k , que iba a celebrarse
a p rim eros d e 1939. E l 6 d e diciem bre d e 1938 el alcalde de
M ad rid , señor H en ch e de la Plata, recibió la term inante conui-
n icación del m inistro de la G obernación, que era don P aiilm o

M a r tin ;

Ayuntamiento de Madrid
“ H a y un sello en seco, que d ic e : M in isterio de la G ober­
nación.— O rd en P ú blico.— N ú m ero 2.373.

E xcn io. S r . : H abiendo acord ad o la C om isión interministerial


nom brada para organizar la instalación de E spaña en la E x p o s i­
ción U niversal de N ueva Y o r k 1939 ia conveniencia de que en
ella figure una selección de los ejem plares m ás interesantes de
los p eriód icos coloniales y d e los relacionados co n A m érica, n ieg o
a V . E . tenga a bien autorizar el en vío, dando para ello orden
al D irector de la H em eroteca M unicipal de M adrid, para que,
d e acuerdo con don A n g e l F errán procedan a dicha selección.
B arcelona, 2 d e diciem bre d e 1938.— E l m inistro d e la G ob er­
nación (firm a ilegible).— E x c m o . Sr. A lca ld e d e M adrid.

M adrid, 6 de diciem bre de 1938.— P ase a in form e del Jefe


de la H em eroteca M unicipal.— F ir m a d o : / . M a r co s .”

Y el je fe de la H em eroteca - -qu e lo era M anuel R o só n — in-


form ó a s í :

“ E n cum plim iento del anterior decreto, el que suscribe tiene


el h on or d e m anifestar a V . I. que en esta H em eroteca existen
efectivam ente raros ejem plares de publicaciones de A m érica
y Filipinas, algunas de las cuales deben considerarse co m o las
prim eras m uestras del period ism o en aquellos países. E n la
actualidad todas ellas, en previsión d e accidentes que pudieran
derivarse de los bom bardeos que sufre M a d rid (en el edificio de
la H em eroteca han estallado siete proyectiles d e artillería) se
encuentran, en cum plim iento de lo orden ado, a cu bierto de cual­
quier contingencia en lugar que S. E . el señor alcalde y V . I. no
ignoran. E llo hace materialm ente im practicable cualquier mani­
pulación que afectaría forzosam ente a otras muchas publicaciones
valiosísim as tam bién, que fu eron salvadas en su dia. A u n en el
caso d e que para la concurrencia d e esta H em eroteca a la E x p o ­
sición Internacional d e N u eva Y o r k se dieran garantías sobre el

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transporte, perm anencia y devolu ción d e este tesoro periodistico,
el que suscribe considera aventurada la rem isión de cualquier
ejem plar d e los que se interesan, varios d e los cuales pueden ser
considerados co m o únicos.
P o r to d o lo expuesto, estim o que aun recon ocien d o y agrade­
cien do el alto h on or que para el C o n sejo M unicipal y para esta
Institución d e cultura representa tan grata invitación, d ib c decli­
narse ésta, desisticndose, p o r tanto, d e efectuar en vío al certa-
tamen m encionado. [L o subrayado cárguese a mi cuenta.]
V . I., co m o siem pre, resolverá lo m ás conveniente.

M ad rid , 7 de diciem bre de 1938.”

C on fecha 9 de diciem bre la A lcaldía d e M adrid en vió al


m inistro de la G obern ación copia del dictamen del je fe d e la
H em eroteca. (L a com u n icación se guarda en esta dependencia.
Y n o la co p io p or no alargar esta breve reseña.) P ero el 31 de
diciem bre del m ism o año, el m inistro de la G obern ación insistió
en su deseo com u n icán dolo al señor alcalde. D e esta com u n ica­
ció n r e c o jo la parte más im portante:

“ ...A i presentarnos en este con cu rso, contam os con elementos


suficientes para que nuestra concurrencia sea lu cid a ... F á cil es
a V . I. com p ren d er tod o el va lor que habia de tener a tal o b je to
la exp osición d e una m anifestación tan im portante co m o la de
la creación de la P rensa en A m érica. Y a se contaba al hacer
esta solicitud a ese A yu n tam ien to con q u e habría dificultades para
realizar la selección que se s u g ie re ; p ero el o b je tiv o es d e tal
interés que bien m erece un sacrificio. E n cuanto al riesgo que
las obras puedan correr, del m ism o M a d rid van a expedirse otras
de va lor inestimable, tom ándose para su en vió, con serva ción en
el certam en y reintegración a sus lugares de origen, las garantías
m ás a b solu ta s...”

D e esta com unicación p asó razón la A lcaldía, para el inform e

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corresix)ndiente, a la Jefatura d e la H e m e ro te ca ... ¡ 13 d e enero
de 1939! T re s días después, el je fe d e la H em eroteca vuelve
a inform ar con igual firm eza :

“ ...N u eva m en te y consciente del valor que para esta institu­


ción cultural representan esos p eriódicos, m e perm ito expresar
respetuosam ente a la Superioridad de su rem isión en las presen­
tes circu n stan cias... el indudable r ie s g o ...”

E ! m ism o dia, M anuel R o só n m antuvo una con versación con


el señor alcalde, de la que cop io los fundam entales p á r r a fo s :

“ E n vista de la nueva com unicación del señor m inistro, sólo


p od ría aducirse co m o razón insuperable la de que co n m otivo
d e las presentes circunstancias sería m uy peligroso ensayar el
en vío a B arcelona, V alen cia u otro puerto d e embarque.
O tra solu ció n : dem orar las respuestas y con feccion ar un m i­
nucioso catálogo.
O t r a : que M anuel R o só n se desplazase a B arcelona para tra­
tar directam ente con el C om ité de la E xp osición .
O tra, la más efectiv a : m anifestar al G obiern o que la H em e­
roteca con cu rriría a N u eva Y o r k sólo a base d e que su tesoro
fuera personalm ente vigilado p or su actual director, única per­
sona que en estos m om entos puede expresar el va lor y la -sig n i­
ficación de los materiales.
E n caso d o lo ro so de que la guerra adquiriese rum bos alar­
mantes, ¿q u é garantías p od ría ofre ce r la persona que tuviera en
su p od er los libros, sin estar allegado a la H em eroteca ni con ocer
sus fo n d o s ? E s p reciso in sistir: los alcaldes pasan, los fu n cion a­
rios quedan y éstos pueden ser en su día responsables de cual­
quier debilidad de aqu éllos.”

A sí, M anuel R o s ó n sólo adm itiría la ord en p o r escrito (¡ gran


valor le eclió R osón , en aquel m om ento, a su decisión tajan te!),
quien insistió en que el traslado debería hacerse en buque extran ­
je ro , y, a ser posible, d e guerra. Y que una vez term inado el

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certam en, los libros tendrían que quedar depositados en nuestra
E m bajad a en W ash in gton .
E l alcalde estuvo con form e co n las soluciones del señor R osón .
A l día sig u ien te— 17 d e enero— se reunió la C om isión d e G ob er­
nación. siendo aprobado p o r seis v o to s con tra seis el envío de
los p eriód icos a N ueva Y o r k . E l representante d e la m inoria
sindicalista, d on A n g el A lv a rez, defendió el punto de vista de
la Jefatura d e la H em eroteca, V ota ron a favor del e n v ío : socia­
listas, U . G . T . y com u n istas; y en c o n tra : C . N . T ., F . A . I..
y republicanos.
E l viernes 2 0 de enero, d on M anuel R o s ó n se entrevistó con
don Julián B esteiro, que siem pre tuvo para la H em eroteca sin­
gulares deferencias, y d e la que fu é m uy asiduo lector. S e m ostró
apesadum brado del acuerdo m unicipal d e en vío, y recom en d ó al
señor R o s ó n “ que en lo posible siguiera defendiendo los p erió­
d ico s ” .
E l 21 de enero los representantes de la U n ió n Republicana
en el C o n ce jo enviaron al presidente del C o n se jo de M inistros,
m inistros d e C om unicaciones, de In stru cción P ública y de G ob er­
nación y presidente d e las C ortes el siguiente telegra m a :

“ A n te acuerdo C o n se jo m unicipal sesión de hoy, adoptado


p o r diecioch o v o to s con tra quince, en vió valiosísim os ejem plares
de la H em eroteca M unicipal, protestam os enérgicam ente de no
existir seguridades absolutas retorn o de los m ism os.”

A l telegram a se adhirieron la Izqu ierda R epublicana y el


P artid o Sindicalista. E l casi inm ediato desenlace d e la guerra de
E spaña determ inó la salvación d e los tesoros de esta H em eroteca.

Q I Z n i n Ü O A la m uerte de d on A n to n io A s e n jo , la H em ero-
UUU UUU Q ie r p o de A rch iveros-B ib lioteca rios
M unicipales. Y entre el 2 8 de m arzo de 1939 y el m iércoles 13 de
octu bre d e 1943, los servicios d e la H em eroteca quedaron inte­

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rrum pidos. D el diario M adrid, m iércoles 13 de octubre de 1943,
copiam os esta breve n o ta :

“ I-a C om isión de C ultura ha ordenado que la H em eroteca


reanude sus servicios públicos. Las horas de lectura serán durante
los dias laborables, de nueve y media a trece y m edia.”

D irección de la H em eroteca fu é encom endada a d on E u lo ­


g io V arela H ervías, quien, adem ás, desde 1945 asum ió la Jefatura
del C uerpo de A rch iv eros-B ib lioteca rios M unicipales. E n este
p eriod o los donativos fu eron m uchos y m uy im portantes. C on
m otivo del C L aniversario del D ia rio d e B a rcelon a (2 de octubre
d e 1792) se celeb ró en noviem bre una amplia E x p o sició n , que
recogió el panoram a general de la P rensa española (1700-1942).
E l A yu n tam ien to de M a d rid y la D elegación N acional de Prensa
prestaron su colaboración generosam ente. T am bién se debatió el
interés d e fundar el M u seo del P eriod ism o E spañol. L a organi­
zación y el funcionam iento de la H em eroteca quedaron sujetos
al siguiente e sq u em a :

D I R E C C IO N

S E C C IÓ N H IS T Ó R IC A S E C R E T A R ÍA Y A D M IN IS T R A C IÓ N

H is to ria d e la In d ic e s
P r e n s a y B ib lio ­
g r a fía .

CATALOGO G EN ERA L

P erió d ico s R e v is ta s E n c u a d e rn a c ió n

L a dirección d e d on E u lo g io V arela ha sido larga, Durante


ella realizó obras im portantes. E ntre e lla s : instalación del M useo
M eson ero R om an os, instalación del S ervicio de M icrofilm , insta­
lación, luego d e restaurados, de la escalera y de los sepulcros

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m agníficos que pertenecieron al hospital de la L a tin a : orden a­
ción del d epósito d e la Casa de C isneros, copia y nueva redacción
del fich ero central, exposiciones d e la P rensa en V alen cia (1947),
bibliográfica de A z o r in (1 9 4 7 ), aportación al C on greso Interna­
cional d e B ibliotecarios H ispanoam ericanos, E x p o sició n general
de la P rensa E spañ ola (1941), A dqu isicion es artísticas: retrato
de M eson ero R om a n os, d e R e v illa ; mascarilla d e don M anuel
M a c h a d o — o b ra d e Juan C ristóbal— y varios lx>degones, un
tema religioso d e L ucas Jordán , un cuadrito de Bassano, todos
ellos procedentes del S erv icio N acional de R e cu p e ra ció n ; rela­
cion es, para el S ervicio de M icrofilm , con los cen tros de In fo r ­
m ación y D ocu m en tación en el e x tra n je ro ...
D urante la larga dirección del señor V arela H ervías, un
cuarto de siglo, se adquirieron coleccion es im portantísim as: A c ta
E ru d itoru m (L eip zig , 1682-1739), Noz'a A c ta E riid itoru m (L e ip ­
zig, 1732-1761), A tk en ia n G a zelle (L on d res, 1691-1692'), F ra ser
M a ga zin e (L on d res, 1839-1848), C alleria di M in erva (V e n e -
zia, 1696-1700), Journal de Savans (P a rís, 1665-1741), M ercu rio
H istórico P o lítico (M a d rid , 1740-1821), N oticia s recibidas de
E u rop a p o r e l C o rreo d e E u rop a y p o r vía dcl J aneyro (B uenos
A ires, 1781), E x tr a c to d e las noticias recibidas de E u ro p a por
vía d e P o rtu g a l (B u en os A ires, I7 8 I), M ercu rio V e lo z y veríd ico
d e los su ceso s principales d e E u rop a p o r m edio d el C o rreo de
F la n d es (Z a ra g oza , 1696-1697), R ed a cto r G en eral (C ádiz, 1811-
1814), N o u v elles de A m sterd a m (1 7 2 5 -1 7 2 8 )...
E l señor V a rela celeb ró el X X V aniversario de la H e m e ro ­
teca, y en ia con m em oración intervinieron A z o r in y G regorio
M arañón, E sta efem érides se recog e en el folleto H em ero teca
M u nicipal d e M a d rid (M a d rid , A rtes G ráficas M unicipales, 1945),
en el que se recogen los artículos d e aquellos dos notables escri­
tores, una breve H isto ria d e la H e m ero teca (silenciados los
años 1936-1939 en la zona r o ja de M a d rid ), p or E u lo g io V a rela ;
M ateriales para una B ibliografía de la H isto ria d e la P ren sa
H ispánica, y com o apéndices c u r io s o s : R ela ción o C aseta de

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algu n os su ceso s particulares assi p olíticos com o m ilitares (M a ­
drid, I 6 6 I ) ; F e ijo o : Fábulas G acetales (del tom o I I del T heatro
C rítico U niversal. M adrid, 1 7 2 6 -1 7 4 0 ); B r e v e historia d e! p erio­
dism o literario (p ró lo g o del D ia rio d e las litera tos d e E sp a ñ a ...,
M adrid, A n to n io M arin , 1737).
E l 4 d e m ayo d e 1967 fué ju b ila d o don E u lo g io V arela H e r ­
vías. Y le sustituyó co m o director ( I V ) de la H em eroteca M u n i­
cipal quien redacta esta brevísim a historia de aquel extraordinario
cen tro de cultura. Y m e im porta declarar que apenas tom é p ose­
sión de mi ca rg o se m e presentaron urgentísim os problem as que
resolver. L o s principales de e llo s : la limpieza, las luces, el control
de lectura, la falta de personal subalterno y de b eca rios... L a
H em eroteca era una jo y a inverosím il m etida en un estuche p ob re-
tón y sucio. En los sótanos y salas depósitos se acumulaban
miles de k ilos d e papelote p olvoriento, roíd o, p eligro inminente
de fu ego voraz, L o s lectores habían de leer ios difíciles tipos de
im prenta periodística a la luz central de unas lámparas co n m u ­
chas de sus bom billas fundidas y sentados en unos sillones con
los muelles rotos y los asientos hundidos. L o s ficheros eran
consultados p or centenares d e lectores sin el carnet exigido,
cuyas firm as ilegibles im pedían la averiguación d e cualquier
infracción com etida co n los p eriódicos. L a instalación eléctrica
de algunos de los depósitos estaba “ m ontada al a ir e " , en cables
v ie jo s y con las llaves más viejas, igualm ente p eligro terrible de
ign ición súbita y catastrófica. F u eron elim inados más d e veinte
mil kilos d e papelote inm undo. L o s depósitos y salas tienen la
instalación eléctrica en con d icion es que descartan el riesgo de
fuego, y sobre las mesas de lectura hay instalados fle x o s in d ivi­
duales que perm iten al lector colocarse la luz propicia a su gusto.
H a sido com p ra d o n uevo fich ero m etálico para sustituir las v ie jí­
simas ca ja s de cartón en que estaba instalado el utilizado p or los
funcionarios. H an sid o pintados el portal, el vestíbulo, la escalera
])rincipal, el zaguán alto. D e la sala pom peyana lian sido elimi­
nadas la chim enea absurda y una puerta inútil, quedando a rm o­

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nizada la pintura total. T o d o s los suelos han sido barnizados.
E n el lienzo m ayor de la gran escalera ha sido colocad a la gran
pintura del adm irable pintor tinerfeño José A gitiar, L a A p o ­
calipsis, que estuvo antes colocad a en la escalera principal d e la
P rim era Casa C onsistorial. H an sido coloca d os anchos pasos de
alfom bra en las salas de lectura y pom peyana. T o d a s las carpe­
tas de los p eriódicos incom pletos fueron rotuladas de nuevo, de
m od o co rrecto, para m ayor facilidad de su servicio. H abiendo
sid o puesta al servicio d e la H em eroteca una brigadilla de lim ­
pieza, los num erosos depósitos de la calle del C o d o y de la plaza
de la V illa presentan un constante estado d e pulcritud. L o s sillo­
nes de los lectores han sido tapizados d e nuevo. L im pieza. Luz.
O rd en . Y ya, lo dem ás, irá llegando " ¡x )r añadidura” .
C on la autorización debida, decidí que, a partir del 1 de
enero d e 1968, la H em eroteca M unicipal se dedicara — com o es
su m isión lógica— a coleccion ar los diarios y revistas publicados
en M a d r id ; e so si, en un coleccion ism o exhaustivo que antes no
se cuidaba co n tanto celo, hasta el punto d e haberse iniciado el
ingreso de cuarenta y seis revistas, antes n o recibidas, y de media
docena d e nuevos diarios. P e r o para que la H em eroteca n o pierda
su extraordin ario valor h istórico, también seguirán ingresando
en ella aquellos d ia r io s — n o más d e quince— que tienen d eci­
siva influencia provin cial y una m agnífica solera periodística.
A s í : D ia rio d e B arcelon a y L a Vanguardia, A B C . á t S e v illa ;
D iario d e Cádis, L a s P rovin cia s, d e V a le n c ia ; E l N o r te d e Cas­
tilla, de V a lla d o lid ; H era ld o d e A ra g ó n , E l P en sa m ien to N a ­
va rro, E l P u eb lo V a sco, de San S ebastián ; E l C o rreo E spañol,
de B ilb a o ; E i P u eb lo G allego y E l F a ro de V ig o ; E l C om ercio,
de G ijó n ... Piensa esta dirección que corresp on d e a ia H em ero­
teca N acional recibir y coleccion ar los restantes diarios, revistas,
boletines, en núm ero de varios centenares, que antes se recibían
en la H em eroteca M unicipal, y para los que ya, en ésta, n o hay
espacio material.
D esde que tom é posesión de esta d irección, en m ayo de 1967,

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hasta octu bre d e 1968, han sid o encuadernados d oce m il v olú ­
menes d e los más im portantes diarios y revistas. P ara esta
enorm e labor he contado con la colaboración incondicional y el
den odado esfu erzo de d on F rancisco M atallanos, gerente d e A rtes
G ráficas M unicipales y decidido entusiasta de la H em eroteca.
A quien deseo m anifestar mi gratitud grande en letra impresa.
P ero, sinceridad o b lig a ; co n tod o mi tesón, co n tod o m i es­
forzad o esfuerzo, bien p oco hubiera lograd o “ abandonado a mis
propias iniciativas y fu erzas” . M i suerte ha sid o haber en con ­
trado tantos y — dos o tres de ellos— tan decisivos colaboradores.
P o r ello quiero d eja r constancia, p or justicia, aquí, de algunos
d e ellos, “ con vistas” a los posibles olvid os del futuro. Y que me
sirva la m ención para unirse a la correspon dien te acción de
gracias.
E l prim ero d e estos nom bres, el del excelentísim o señor don
C arlos A ria s N a va rro, alcalde de M ad rid , conscientísinio adm i­
rador de la H em eroteca, que constantem ente m e anim ó en mis
esfuerzos y que jam ás m e n egó petición alguna que beneficiase
a tan fabu loso arch ivo im preso de la cultura. E l segundo nom bre,
el del ilustrísim o señor d on Juan José F ern á n d ez-V ilia y D orb e,
secretario general del A yuntam iento, siem pre dispuesto a dar la
aprobación a mis innumerables demandas.
L u eg o, los nom bres d e don L u is Sánchez A gesta , con cejal
delegado de C u ltu ra ; de don A n ton io A parisi M o ch o lí, delegado
d e E du cación, mis estupendos am igos, de cu y o s labios, siempre
con la sonrisa para m í, jam ás m e llegó un n o, y sí m uchas frases
d e aliento y acciones d e auténtica practicidad.
L u eg o, el n om bre d e don P ed ro H u rta d o, el aparejador
artista, que se con v irtió en in m ejorable escen ógrafo d e una H em e­
roteca “ a escala actual y de a rte” . L u eg o, los nom bres d e don
M anuel Cabranes, co n se rje m ayor, y d on A n to n io G ago, sub-
con serje, quienes, p or estar “ m ás encim a del toro de m i lid ia ” ,
me evitaron m uchos percances y m e prop orcion aron m uchos
m otivos de lucimiento.

Ayuntamiento de Madrid
L u eg o, los nom bres de cuantos funcionarios y subalternos
están adscritos a la H em eroteca, desde su secretario hasta los
m ozos de la lim pieza, pasando p o r los becarios y contratados.
E n tod os ellos encontré lealtad y esfu erzo n o regateado, caras
alegres.
A todos, a tod os, qu iero d eja r constancia d e mi profundo
afecto y agradecim iento. P orq u e el hom bre pasa y la obra ahí
queda. Y el hom bre que pasa, co n em oción soy y o, y la obra que
queda es la H em eroteca M unicipal, legítim o orgu llo del A y u n ­
tam iento de M ad rid , una de las m ejores, si n o la m e jo r , de sus
joyas.

M ad rid , octu bre d e 1968.

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