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Por Qué Importan Los Símbolos (Minutella y Reyes)
Por Qué Importan Los Símbolos (Minutella y Reyes)
Genealogía de la Beeldestorm
1Versión extendida del texto original Eduardo Minutella y Francisco Reyes, Nueva Sociedad, julio
de 2020. Disponible en: https://nuso.org/articulo/por-que-importan-los-simbolos/.
2 “Trump amenaza con diez años de prisión a quienes vandalicen monumentos”, EFE,
Hubert Robert, La violation des caveaux des rois dans la basilique de Saint-Denis en
octobre 1793, Museo Carnavalet, París.
3 Bronislaw Baczko (1992), “Vandalisme”, en: François Furet y Mona Ozouf (comps.),
Dictionnaire critique de la Révolution Française, t. 4, París, Flammarion. Ver asimismo la
muestra del Museo Canavalet de París: https://www.carnavalet.paris.fr/es/collections/la-
violation-des-caveaux-des-rois-dans-la-basilique-de-saint-denis-en-octobre-1793 ; y la entrada
de Charlotte Denoël, “Vandalisme revolutionnaire” en el sitio Histoire-image: https://histoire-
image.org/fr/etudes/vandalisme-revolutionnaire.
4 “Ligeti dice que el lugar de Stockhausen es 'un hospital psiquiátrico'”, Mundo Clásico,
movimientos de masas en Alemania desde las guerras napoleónicas al Tercer Reich, Siglo XXI,
Buenos Aires, p. 23.
glorificación del racismo y del colonialismo, aunque otrora representara esa etapa
reformista en lo social e institucional que fue el progressivism del cambio del siglo XIX
al XX. El monumento ecuestre, realizado en bronce por el escultor James Earle Fraser,
representa a Roosevelt flanqueado por un indígena y un afroamericano que caminan a
su lado. Conscientes del carácter polémico que adquiere una obra de tales características
en un contexto como el actual, las autoridades del museo pergeñaron en 2019 la muestra
participativa “Adressing de statue”6, en la que invitaban a los visitantes a reconstruir las
diferentes capas históricas de sentido que se desprendían de la obra.
Sin embargo, luego del asesinato de George Floyd, no son pocos los que empiezan
a ver en esos intentos solamente soluciones a medias; la iconoclastia de la hora parece
invitar a soluciones más drásticas. El crimen actuó como actuaron muchos otros a lo
largo de la historia: un acontecimiento que gatilló la eclosión de una serie de cambios
que venían superponiéndose como capas de sedimentos que –sin ser una novedad, ya
que Black Lives Matter nació como movimiento en 2013 y las luchas de los
afroamericanos son más que seculares– todavía no habían dado lugar a desplazamientos
que fueran equivalentes a la magnitud de material acumulado o a prácticas como el
derribo o pedido de remoción de estatuas.
Go west!
Hay una escena memorable en Good Bye, Lenin!, la película de Wolfgang Becker
sobre la crisis final del comunismo y la transición alemana al capitalismo. Afectada por
un infarto que la mantiene en coma por meses, el personaje de la señora Kerner sale a
caminar sin tener noticias de la desaparición de la RDA. En su paseo por las calles de una
Berlín que comenzaba a cambiar, percibe un escenario distorsionado: un paisaje
multicolor y estridente que contrasta con la monotonía cromática en la que había vivido
Resignificaciones
Según ha manifestado la historiadora colombiana Carolina Vanegas Carrasco, las
esculturas conmemorativas “No son unívocas, no significan una sola cosa. Estudiarlas
tiene que ver con entender el sentido que pretendieron darles sus comitentes y sus
primeros receptores, las discusiones que tuvieron respecto de cómo representar a ese
personaje y en qué lugar de la ciudad ubicarlo”9. Pero esas comunidades cambian con el
tiempo, por lo que esos sentidos originarios siempre resultan modificados. En algunos
casos, esa resignificación adquiere un sentido positivo, como ocurre con muchos
personajes reinterpretados como “pioneros” de valores que se forjaron en tiempos
posteriores a aquellos en los que vivieron. Así, usualmente de forma anacrónica, se los
presenta forzadamente como precursores lejanos de corrientes como el feminismo o la
ecología aunque hayan vivido en el siglo XVIII. También ocurre que la potencia simbólica
de un personaje puede diluirse en el tiempo y en ese caso, simplemente, sobreviene el
olvido. Por último, está la relectura negativa del homenajeado, justamente el tema que
nos ocupa.
Sólo por citar un ejemplo cercano para los argentinos, la figura del dos veces
presidente y cara visible tanto de la llamada “conquista al desierto” como de los
gobiernos liberal-conservadores de fines del siglo XIX e inicios del XX no puede resultar
más paradigmática de esta relectura de la historia por la emergencia de memorias que se
consideraron por mucho tiempo acalladas. Una suerte de equivalente sureño del
monumentos derriba el racismo?”, A.eRe.Te Podcast, episodio 17, 27/06/2020. Disponible en:
https://open.spotify.com/episode/51Rc4q5wHA3T4Xt2AVMKAY?si=ENt3J4mzTfmaOy3Sh92i
pw.
Roosevelt a caballo, pero en quien a su antigua celebración como abanderado de la
modernización de la nación se ha venido a superponer en los albores del siglo XXI la del
constructor a sangre y fuego del Estado, algo reflejado paradójicamente en el reverso de
los viejos billetes argentinos de 100 pesos. Otra vez, la violencia fundacional en el centro
de la escena. Es que durante casi dos décadas el escritor y divulgador Osvaldo Bayer
emprendió una verdadera campaña no exenta de visitas a la Patagonia –territorio por
excelencia del ejercicio de esa violencia estatal fundacional sobre los pueblos
originarios– a la que denominó en la lengua mapuche de los que la sufrieron como awka
liwen (Rebelde Amanecer), con el objetivo tanto de una “revisión de nuestra historia”
como de quitar del espacio público todas las estatuas ecuestres de Roca. El compilador
de Historia de la crueldad argentina. Julio A. Roca y el genocidio de los Pueblos
Originarios terminó proponiendo en 2012 un proyecto impulsado en la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires y apoyado por organismos de Derechos Humanos como Madres
de Plaza de Mayo Línea Fundadora para retirar la estatua del “conquistador del desierto”
y erigir en su sitio la de la “Mujer originaria”, según un modelo estético del artista Andrés
Cernieri similar al monumento de Ernesto “Che” Guevara en la ciudad de Rosario,
mediante la fundición de llaves y otros objetos de bronce donados por la ciudadanía10.
Poco antes, en tiempos de la celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo, el
monumento a Roca había aparecido escrito en forma de “escrache” con la frase “el
genocidio es imprescriptible”.
Ante estas intervenciones, que en el siglo XXI han ido in crescendo, los autores
más conservadores han oscilado entre el conservacionismo patrimonialista y la crítica
ideológica. Por ejemplo, el siempre polémico Roger Scruton ha interpretado la
iconoclasia como una consecuencia de lo que denominó “las guerras culturales que,
nacidas de la influencia de Gramsci, ofrecen una lucha revolucionaria de salón”. Según
el filósofo inglés, el derribo de monumentos no genera nada duradero en reemplazo de
lo caído; puede alentar revanchismos o relativismos pero, sobre todo, produce vacío y
una imposición generalizada de la corrección política11.
10 “Controvertida iniciativa impulsada por el escritor Osvaldo Bayer. Polémica por la estatua de
Julio A. Roca”, La Nación, 21/05/2004. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/polemica-por-la-estatua-de-julio-a-roca-nid603052/; y
Rocío Magnani, “Con el monumento a otro lado”, Página 12, 19/05/2012. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-194382-2012-05-19.html.
11 Scruton, Roger (2015), Pensadores de la nueva izquierda, Madrid, Rialp.
de los gobernantes no se han hecho esperar –un aspecto clave a tener en cuenta para
calibrar la potencial efectividad de este tipo de acciones, como bien lo demostró Tony
Judt en Posguerra al analizar las políticas de la memoria en Europa luego de la Shoa12–
, e incluso miembros de la realeza belga salieron a pronunciarse en tanto descendientes
del rey Leopoldo II, cuyas estatuas constituyen un objetivo predilecto de la iconoclasia
antirracista, los historiadores constituyen un gremio particularmente interesado en
intervenir en discusiones relativas a los usos del pasado, la reinterpretación de la historia
y los efectos siempre cambiantes de la superposición de memorias. En efecto, en estos
meses que coinciden con las disímiles medidas de confinamiento tomadas por los
gobiernos ante la pandemia global del Covid19, la escena pública de los medios de
comunicación y las redes sociales se ha visto surcada por la convocatoria a, y la presencia
de, quienes se consideran profesionales en el análisis del pasado y sus temporalidades
prolongadas en el presente.
Pero nada más alejado de este colectivo especializado que la unidad de opiniones.
Como suele afirmarse –pese o precisamente por los recaudos ideológicos, metodológicos
y epistemológicos de la disciplina–, todo historiador es al mismo tiempo un ciudadano
con valores y opiniones que sin dudas entran a jugar cuando emite una opinión sobre el
pasado de su sociedad. La objetividad es siempre una pretensión, un norte difícilmente
imantado en una brújula que muchas veces se asemeja a la del hilarante personaje Jack
Sparrow de la saga de filmes Piratas del Caribe. Como muestras, dos pares de botones
historiográficos.
Derribo de la estatua de Edward Colston en Bristol Reino Unido. Fuente: Keirl Gravil,
Reuters, 2020.
12Tony Judt, Posguerra. Una historia de Europa desde 1945, Barcelona, Taurus, 2007, Epílogo
“Desde la casa de los muertos. Un ensayo de memoria europea contemporánea”.
En el mes de mayo de este 2020, en plena ebullición de las escenas iconoclastas
que circularon por todo el mundo, el historiador británico Richard Evans publicó en su
columna regular para la revista de corte liberal The New Statesman un texto titulado
sintomáticamente “The history wars”. En una toma de posición anclada en el rigor
profesional no exenta de escepticismo anglosajón, el autor de una serie de libros notables
sobre el Tercer Reich se encargó primero de escindir las operaciones propias de la
historia, como disciplina profesional que realiza aportes de rigor sobre ciertos aspectos
del pasado, de la memoria colectiva, que a su entender siempre tiene que ver con los
valores morales del presente y la búsqueda de condena o reivindicación. Entendibles
como reacción a las acciones pretéritas del imperialismo colonial, la defenestración de la
estatua del esclavista Edward Colston en Bristol o el pedido de remoción de la del más
representativo Cecil Rhodes del Oriel College de Oxford (habiendo sido ya retirada una
del campus de la Universidad de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica) no dejan de abrir
preguntas. Interrogantes que no sólo tienen que ver con que, no obstante el obvio
protagonismo de estos hombres en la expansión del Imperio Británico, ambos fueron
reconocidos como filántropos en la sociedad metropolitana; sino también con el hecho
de que, en tanto los gobiernos no emprendan medidas concretas de reparación efectiva
para reducir las desigualdades, la simbología del derribo no trascenderá a su entender su
dimensión más superficial. A diferencia de otros estallidos iconoclastas, no parece estar
jugándose aquí nada parecido a un cambio de régimen. Serían las tensiones propias de
comunidades construidas en base a los estratos sociales y étnicos producto de la
descolonización y las guerras modernas13.
Una tesitura diferente es la asumida por la historiadora norteamericana Kellie
Carter Jackson, formada con el más reconocido Eric Foner y autora recientemente del
libro Force & Freedom: Black Abolitionists and the Politics of Violence. En su opinión –
como aseguró en un texto publicado en la revista The Atlantic14–, la violencia antirracista
desatada por los asesinatos George Floyd, Breonna Taylor y Ahmaud Arbery tiene una
genealogía propia en los Estados Unidos y, por lo demás, sería algo tan americano como
la celebración del 4 de Julio. ¿En qué sentido? En el país del motín de Boston que
encendió la Revolución de Independencia, el de la victoria del norte encabezado por
Lincoln contra el sur de Lee en la batalla de Gettysburg, la rebelión y la protesta negras
nunca gozaron del status o siquiera la legitimidad de haber contribuido a la democracia
estadounidense, pero siempre estuvieron allí. En esta relectura del entero pasado del país
gobernado por un hijo de inmigrantes alemanes, a su entender: “Una revolución en los
términos de hoy día significaría que estas rebeliones en todo el país llevan a que los
negros puedan acceder y ejercer la plenitud de su libertad y humanidad”.
Similar tono reivindicativo tiene la intervención de Enzo Traverso, quien en una
columna reproducida en esta revista15 afirmó que el derecho de los “bárbaros”
antirracistas a ser ciudadanos plenos de la polis implica una nueva conciencia histórica
expresada en la acción transformadora sobre el espacio urbano mediante el derribo de
estatuas. En clave benjaminiana, el autor considera que existe un tipo de lucidez histórica
13 Richard Evans, “The History Wars”, The New Statesman, 15/06/2020. Disponible en:
https://www.newstatesman.com/international/2020/06/history-wars.
14 Kellie Carter Jackson, “The Double Standard of the American Riot”, The Atlantic, 01/06/2020.
Base de la estatua de Frederick Douglass en Rochester (NY), removida en 2020. Fuente: Tina
Macintyre-Yee, Associated Press.
17 Michael Gold, “Who Tore Down This Frederick Douglass Statue?”, New Yok Times,
07/07/2020. Disponible en: https://www.nytimes.com/2020/07/07/nyregion/frederick-
douglass-statue-rochester.html.
18 Rousseau, Jean-Jacques ([1750] 2008), Discurso sobre las ciencias y las artes, en: El Contrato