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Abusadores Sexuales Menores
Abusadores Sexuales Menores
Según una de la más conocida clasificación tipológica de los abusadores sexuales infantiles, pueden
distinguirse dos clases de ellos: los de tipo primario y los de tipo secundario. 1
Los primeros son sujetos con una orientación sexual dirigida primariamente a niños, no teniendo
apenas interés por los adultos. De carácter solitario, son los que se pueden considerar, en el sentido
estricto del término, pedófilos.
Consideran sus conductas apropiadas y las suelen planificar con antelación. Al emplear
frecuentemente distorsiones cognitivas, como las de atribuir su conducta a la seducción de los
menores o considerar que su comportamiento es una forma de educación sexual adecuada para los
niños, no presentan sentimientos de culpabilidad o de vergüenza. Por otra parte, pueden mostrar
fobia o rechazo la relación con mujeres adultas, mientras que los niños, al no exigir condiciones
completas de virilidad permiten al pedófilo realizar un acto sexual pobre e incompleto que le procura
una supuesta hipersexualidad que, sin embargo, es primaria y regresiva.
Los calificados como secundarios son personas que tienen contactos sexuales aislados con niños,
como reflejo de una situación de soledad. Su conducta habitual de relación sexual es con adultos,
normalmente de carácter heterosexual, aunque pueden aparecer alteraciones en el curso de éstas,
como la impotencia ocasional, la falta de deseo, o el conflicto con sus parejas.
Suelen percibir sus conductas de abuso sexual infantil como anómalas, y las ejecutan de forma
episódica e impulsiva, más que de un modo premeditado y persistente. Por ello no es infrecuente la
aparición posterior de intensos sentimientos de culpa y vergüenza.
Las conductas de abuso pueden ser un medio de compensar una autoestima deficiente o de dar
rienda suelta a una hostilidad que no puede liberarse por otras vías. Las situaciones de estrés y el
consumo excesivo de alcohol pueden intensificarlas o actuar como desencadenantes.
Se trata de situaciones o circunstancias que pueden favorecer que el menor sea víctima de abuso
sexual. Es decir, es una relación probabilística más que de causa-efecto, que provoca una mayor
situación de riesgo para el niño. Algunas de las más importantes son las siguientes: 2
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Abuso sexual en la infancia: víctimas y agresores. Enrique Echeburúa y Cristina Guerricaechevarría. Editorial
Ariel. 2.000.
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Una de las más consideradas tradicionalmente es la de ser niña. Es decir, víctima de sexo femenino.
Diferentes estudios coinciden en afirmar que la mayor incidencia de agresiones sexuales de este tipo
se da en niñas (2 ó 3 niñas por cada niño), especialmente en los casos de abuso sexual intrafamiliar.
Lo que puede deberse a que la mayoría de los agresores son varones predominantemente
heterosexuales.
Las edades de mayor riesgo son las comprendidas entre los 6 y los 7 años, por un lado, y los 10 y 12
por otro. La gran mayoría de abusos sexuales a menores se dan en la prepubertad, por tratarse de
una etapa vital en la que comienzan a aparecer las primeras muestras de desarrollo sexual, pero los
menores siguen siendo aún niños y pueden ser fácilmente dominados.
En cuanto a las características propias del menor, los niños con mayor riesgo de victimización son los
que tienen una menor capacidad de resistencia o de revelar la situación por la que atraviesan, como
es el caso de los que todavía no hablan o los que sufren retrasos o minusvalías físicas o psíquicas. Por
otro lado, el abandono o rechazo físico y emocional por parte de sus cuidadores les hace más
vulnerables a la manipulación de los mayores con ofrecimientos interesados de afecto y atención, a
cambio de sexo y secreto.
También están en mayor riesgo aquellos menores que se encuentran carentes de afecto familiar,
porque pueden sentirse halagados por la “atención” de que son objeto. Y, desde el punto de vista de
los adultos del grupo familiar, cuando éstos ya han roto las inhibiciones para maltratar a los niños
más fácilmente pueden hacer extensivo ese maltrato al ámbito sexual.
A todo ello pueden unirse otros factores, como la ausencia de alguno de los padres, los problemas de
la pareja, la incapacidad o enfermedad de la madre, el largo tiempo sin la presencia parental, o
familias constituidas por padres dominantes y violentos, o por madres maltratadas.
A continuación, y de manera similar a como se hizo respecto del maltrato infantil como concepto
más general, se relacionan algunos de los mitos más frecuentes sobre el abuso sexual infantil y la
realidad de los mismos.
Los abusos sexuales sobre los niños son poco En España, se cifran el porcentaje de las mujeres y
frecuentes. de los hombres que han sido objeto de algún tipo
de abuso sexual en el 23% y 15% respectivamente.
En la actualidad se producen con mayor Lo que sucede es que ahora se conocen mejor,
frecuencia. antes ni se estudiaban ni se denunciaban.
Sólo lo sufren las niñas Aproximadamente, el 35% de las víctimas del abuso
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Siguiendo también a los autores del texto anterior.
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Los indicadores.
Tal como se hizo respecto del maltrato de tipo físico, a continuación se citan algunos de los
indicadores más habitualmente presentes en la víctima del abuso sexual, tanto en el ámbito físico,
como en el comportamental, así como en el sexual (como caso específico de éste último). También
se citarán algunos referidos a los observables en los padres o cuidadores.
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FÍSICOS
COMPORTAMENTALES
- Pérdida de apetito.
- Llanto frecuente, sobre todo en relación con situaciones afectivas o eróticas.
- Miedo a estar solo, o a un determinado sexo o miembro de la familia.
- Rechazo al padre, o a la madre, de forma repentina.
- Cambios bruscos de conducta.
- Resistencia a bañarse o desnudarse.
- Aislamiento y rechazo de las relaciones sociales.
- Escasas relaciones con sus compañeros.
- Problemas escolares o rechazo a la escuela.
- Fantasías o conductas regresivas (chuparse el dedo, orinarse en la cama…)
- Tendencia al secretismo.
- Agresividad, fugas o acciones delictivas.
- Autolesiones o intentos de suicidio.
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