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Tras las noches extensas, de somnolencia anhelada, de miradas al techo, a la inescrutable y eterna

dimensión de la pared blanca, ha vuelto el sol a calentarme la piel. Nuevamente camino pensando
en algo mas que en mi desdicha, puedo ver los edificios, analizar sus ventanas, las vidas que se
esconden tras ellas, fantasearme allí, recorriendo cien vidas junto a la mujer amada, innumerables
comienzos de ensueño, de película gringa sin melodrama. Tengo un nuevo rumbo, si, LO TENGO o
por lo menos la oportunidad de buscarlo, de seguir y tratar de andar hasta donde den mis pies.

Brilla el sol, brilla de nuevo.

Sin embargo, pese a que la carne sienta y el alma ame, dentro de mi se esconde de todos, menos
de quien habla, la verdad inevitable, el surco de vacío en que se convierten mis venas al recordar.
Lo extraño todo, el caminar previo, imperfecto y espeso casi por completo, pero ese casi era
suficiente para tener en pie mi vida, que ahora sin remedio adolece de la tuya.

He de caminar, lo sé, estoy dispuesto y quizá ansioso, pero conozco de mi fortuna de escena de
cuadro barato.

Sabes que, sin ti, aunque no sea consiente de que el pecho arda, arde y mi vientre es un pozo
profundo que extiende al infinito difuso.

Sabes que la vida que he de vivir, ha adquirido sin remedio el carácter de papel doblado, cuando
un día lo fue todo y fue más allá y sin duda más que eso otro.

El sol brilla, si, calienta…de nuevo.

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