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El cristianismo como religión

Recordamos la definición de religión que vimos en el tema anterior y la aplicamos al


cristianismo.

• Hecho humano específico. El cristianismo es un hecho histórico específico, claramente


diferenciable de otros más o menos parecidos. Surge en un momento determinado de la
his-toria de la humanidad y tiene como único y claro punto de referencia la persona y el
men-saje de Jesús de Nazaret: su vida, muerte y resurrección. La predicación cristiana siempre
se ha hecho en el «nombre del Señor Jesús» y cristiano es solamente aquel que reconoce que
«Jesús es el Señor, que murió y al que Dios ha resucitado de entre los muertos».

Este anuncio, oral en un principio, comienza a fijarse por escrito a partir del año 50 de nuestra
era. El primer escrito cristiano de los que compo-nen el Nuevo Testamento es la primera carta
de Pablo a los cristianos de Tesalónica (alrededor del año 50).

• Reconocimiento de una realidad suprema. El cristianismo reconoce esta realidad y la llama


Dios. Pero no se trata de un poder o fuerza impersonal. Dios es «Alguien» con el que el
hombre puede entrar en diálogo. Es el Dios de Jesús de Nazaret, creador de todo el universo,
que se preocupa de los hombres y actúa en ellos con su gracia. Es el Dios que resucitó a Jesús y
le elevó sobre toda criatura del cielo y de la tierra. El cristiano le llama «Padre» porque así se
dirigía Jesús a El. El cristiano reconoce a Dios en el encuentro personal con Jesús.

• Que da sentido último a la propia existencia. El cristiano existe por «gracia», porque Dios le
ha llamado al ser, por amor. De ahí que su último y definitivo destino no aparezca teñido de
sombras angustiosas sino que sea la plena realización de ese amor inicial de Dios. El hombre es
imagen de Dios y su vocación de hombre es llegar a conformarse con esa imagen. Para ello
cuenta siempre con la ayuda de Dios que le amó primero, y le sigue y seguirá amando a pesar
de todo.

• Da sentido al conjunto de la realidad. El mundo que nos rodea es obra de Dios. Él sigue
sosteniendo lo que «en el principio creó». Aquí y ahora es donde se está realizando la obra de
salvación para cada uno. Dios nos quiere en medio de su creación para dominarla y hacerla
más humana; para colaborar, en cierto modo, con su obra creadora.

• Da sentido al curso de la historia. La historia, para el cristiano, es «historia de salvación» y


ésta tiene un momento culminante: el nacimiento y la vida de Jesús entre los hombres. Pero la
«historia de la salvación» abarca toda la historia y ninguna época queda excluida de ella.
Vivimos siempre un «tiempo de gracia». De ahí la importancia de saber interpretar y leer los
«signos de los tiempos», es decir, los acontecimientos en los que Dios se revela, nos «habla» y
salva. Porque en ellos, y sobre todo en el acontecimiento de Jesús, se reconoce y vive la oferta
de salvación que Dios hace a todos los hombres.
Así pues, el cristianismo es una religión. La definición dada se refiere al mínimo exigible para
poder hablar de religión. Las religiones más desarrolladas tienen, además

• Un cuerpo de doctrina que explicita de for-ma organizada el contenido de la fe.


• Un culto que celebra y expresa con gestos, cantos, palabras y acciones lo que esa fe
sig-nifica para los creyentes.
• Una moral que regula el comportamiento de los fieles y señala las consecuencias que se
derivan de la fe.
• Una estructura organizada con diferentes funciones y ministerios que realizar hacia dentro
y hacia fuera de la Iglesia.
• Podemos hablar, por tanto, de una doctrina cristiana, de un culto cristiano, de una moral
cristiana y de una estructura de Iglesia.

Cristiano es, entonces, el que, aceptando a la persona y la doctrina de Jesús, vive como Él y
celebra su culto, en comunión con el conjunto de los fieles.

«Suponed que no sólo los individuos sino también las colectividades nacionales y sus gobiernos
se ponen a querer aplicar la "política" de amor del Evangelio: ¡Qué extraordinaria revolución
sería! Las guerras ter-minarían; los gastos de armamento (400.000 millones de dólares en 1978)
se fundirían como la nieve al sol; se dispondría de repente de sumas considerables para elevar el
nivel de vida de los pobres del mundo ente-ro; las minorías no estarían oprimidas y se cerrarían
las cámaras de tortura. Metidos en plena utopía me vais a decir: "Estás loco" y tendréis razón.
Los cristia-nos son "locos" porque creen contra toda apariencia que el amor terminará por vencer
a la muerte.»

JEAN DELUMEAU. Citado en Imágenes de la fe, núm. 134, p. 3

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