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Este anuncio, oral en un principio, comienza a fijarse por escrito a partir del año 50 de nuestra
era. El primer escrito cristiano de los que compo-nen el Nuevo Testamento es la primera carta
de Pablo a los cristianos de Tesalónica (alrededor del año 50).
• Que da sentido último a la propia existencia. El cristiano existe por «gracia», porque Dios le
ha llamado al ser, por amor. De ahí que su último y definitivo destino no aparezca teñido de
sombras angustiosas sino que sea la plena realización de ese amor inicial de Dios. El hombre es
imagen de Dios y su vocación de hombre es llegar a conformarse con esa imagen. Para ello
cuenta siempre con la ayuda de Dios que le amó primero, y le sigue y seguirá amando a pesar
de todo.
• Da sentido al conjunto de la realidad. El mundo que nos rodea es obra de Dios. Él sigue
sosteniendo lo que «en el principio creó». Aquí y ahora es donde se está realizando la obra de
salvación para cada uno. Dios nos quiere en medio de su creación para dominarla y hacerla
más humana; para colaborar, en cierto modo, con su obra creadora.
Cristiano es, entonces, el que, aceptando a la persona y la doctrina de Jesús, vive como Él y
celebra su culto, en comunión con el conjunto de los fieles.
«Suponed que no sólo los individuos sino también las colectividades nacionales y sus gobiernos
se ponen a querer aplicar la "política" de amor del Evangelio: ¡Qué extraordinaria revolución
sería! Las guerras ter-minarían; los gastos de armamento (400.000 millones de dólares en 1978)
se fundirían como la nieve al sol; se dispondría de repente de sumas considerables para elevar el
nivel de vida de los pobres del mundo ente-ro; las minorías no estarían oprimidas y se cerrarían
las cámaras de tortura. Metidos en plena utopía me vais a decir: "Estás loco" y tendréis razón.
Los cristia-nos son "locos" porque creen contra toda apariencia que el amor terminará por vencer
a la muerte.»