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Los Fundamentos de la
Mayordomía

2
Por Angel M. Rodríguez

Hacia una Teología de:


La Mayordomía
El Diezmo y
Las Ofrendas

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4
LOS FUNDAMENTOS DE LA
MAYORDOMIA

Hacia una Teología de:

La Mayordomía -- El Diezmo y -- Las Ofrendas

Publicado por
Departamento de Mayordomía
División Interamericana de los Adventistas del Séptimo Día
Miami, Florida, USA

5
Escrito por Angel Manuel Rodríguez, ThD
Instituto de Investigaciones Bíblicas
Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
Traducido por Azucena de TreIyer

1994 Usado con permiso del Departamento de Mayordomía


Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día
12501 Old Columbia Pike
Silver Spring, MD 20904, USA

6
CONTENIDO

Prefacio ....................................................................................................................................... v

Hacia una Teología de la Mayordomía ................................................................................ M-1


Preguntas de Discusión sobre Mayordomía .............................................................. M-22
Notas ........................................................................................................................ M-23

La Mayordomía y la Teología del Diezmo ........................................................................... D-1


Preguntas de Discusión sobre del Diezmo ............................................................... D-23
Notas ........................................................................................................................ D-24

La Mayordomía y la Teología de las Ofrendas .................................................................... O-1


Preguntas de Discusión sobre las Ofrendas .............................................................. O-28
Notas ......................................................................................................................... O-29

Lista de Materiales de Mayordomía

7
PREFACIO

Fue en preparación para la histórica reunión cumbre de Mayordomía y Consulta de Mayordomía,


del 20 al 23 de marzo de 1994, en Cohuta Springs, Georgia, EE.UU., que se pidió al Dr. Angel
Manuel Rodríguez, Director Asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación
General, preparar dos documentos --uno sobre la teología del Diezmo y el otro sobre la teología
de las Ofrendas.

El Dr. Rodríguez ha estado desde hace varios años profundamente interesado en el tema de la
Mayordomía, que incluye a los diezmos y a las ofrendas. A pesar de su ocupado horario, el Dr.
Rodríguez, dejó de lado sus responsabilidades regulares y dedicó varias semanas a esta
importante tarea de Mayordomía. Las presentaciones en Cohuta Springs fueron sobresalientes.
Los administradores de la iglesia y los directores de Mayordomía escucharon con interés a este
“primer intento” por presentar una teología de las diezmos y de las ofrendas.

A la clausura de esta Cima y Consulta de Mayordomía, se pidió al Dr. Rodríguez que preparase
las versiones finales de los documentos citados más arriba, tan rápido como fuese posible, y
también que desarrollase otro documento sobre la teología de la Mayordomía. Los líderes de la
Iglesia y los directores de Mayordomía recomiendan la impresión y distribución de estos tres
documentos.

Este es un breve trasfondo del desarrollo y publicación de Fundamentos de Mayordomía, que


contiene los tres documentos de las presentaciones arriba mencionadas del Dr. Rodríguez.

Siendo que se está dando mayor énfasis a la Mayordomía en muchos países, es la oración del Dr.
Rodríguez y del personal del Departamento de Mayordomía de la Asociación General, que la
vida espiritual personal de los lectores sea enriquecida, su pensamiento estimulado, y que pueda
obtener una nueva apreciación de estos temas importantes que describen la única relación entre
Dios y el hombre. Al final de cada sección principal, usted encontrará preguntas a considerar
que han sido designadas para dirigir los temas claves en discusiones de mayor profundidad.

Departamento de Mayordomía, Asociación General

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HACIA UNA TEOLOGIA DE LA MAYORDOMIA

I. Introducción

II. Aspectos de la naturaleza de Dios

A. Dios “era”

B. Dios es el Creador

C. Dios es amor

III. Aspectos de la naturaleza humana

A. Los seres humanos como criaturas

B. Los seres humanos son hechos a la imagen de Dios

C. Los seres humanos y el dominio sobre el mundo

IV. Caída y pecado

A. La libertad humana

B. El pecado como rebelión: Pretendiendo se dueño

C. El pecado como egoísmo y esclavitud

V. Salvación y mayordomía

A. Cristo: Imagen de Dios y mayordomo

B. Restaurando a los mayordomos

C. Restauración de la imagen de Dios

D. La mayordomía de la creación y el apocalipticismo

VI. Resumen

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HACIA UNA TEOLOGIA DE LA MAYORDOMIA

I. INTRODUCCIÓN

Los seres humanos son criaturas inquisitivas involucradas en una constante


búsqueda de significado. Esta búsqueda obsesionada de significado no es simplemente
un intento por entender la unidad funcional y estructural del universo, sino una inquietud
angustiante por descubrir el propósito de su existencia. Muy pocas cosas tienden a
estimular tanto el interés de los seres humanos, como su insaciable curiosidad por
encontrar la razón de su existencia.
La teología bíblica nos informa que nuestro origen se encuentra en un acto divino
de creación y que fuimos puestos en este planeta por un amante Creador. El le da pleno
sentido a nuestra vida al permitirnos --entre otras-- colaborar con él en la administración
del planeta. El concepto bíblico de la mayordomía es, en esencia, un intento por
esclarecer el propósito de nuestra vida al proveernos un auto entendimiento basado en
una relación personal con el Creador y Redentor de la raza humana.
En este documento examinaremos el significado teológico de este concepto y el
lugar de ese auto entendimiento dentro de la teología bíblica. ¿Cuáles son las raíces
teológicas que nutren el concepto de la mayordomía? ¿Cómo se relaciona la mayordomía
con la perspectiva bíblica de Dios y de la redención a través de Cristo? Exploraremos las
raíces teológicas que proveyeron el vientre en el cual se concibió y preservó esta
perspectiva y entendimiento de la existencia humana.
Hay por lo menos cuatro líneas principales de análisis que deben buscarse en la
investigación del fundamento teológico de la mayordomía. Ellas son: (1) la naturaleza de
Dios; (2) la naturaleza de los seres humanos; (3) la caída y el pecado; y (4) la salvación.
Las examinaremos brevemente desde la perspectiva de la mayordomía.

II. ASPECTOS DE LA NATURALEZA DE DIOS

La naturaleza de Dios está oculta en misterio. Tanto filósofos como teólogos han
tratado de penetrar este misterio con muy poco o nada de éxito. La revelación que hizo
Dios de sí mismo en las Escrituras arrojó cierta luz a nuestro entendimiento de su
naturaleza, pero ésta continúa y continuará estando más allá de nuestra plena
comprensión. Demos una mirada desde la perspectiva de la mayordomía, a algunos
aspectos de la revelación que Dios hizo de sí mismo.

A. Dios era
Cuando la Bíblica nos lleva al mismo origen y comienzo del universo, se hacen
varias declaraciones teológicas implícitas o explícitas. Una de las más importantes es que
Dios “era”. Esto está implícito en Génesis 1:1: “En el principio Dios creó”. El era antes
de haber creado. En Juan 1:1 se establece este concepto explícitamente: “En el principio

10
era la Palabra”. Antes que ninguna cosa fuese traída a la existencia, Dios ya era.
Este “era” divino significa primero, que Dios es eterno. Nunca hubo un tiempo
en el cual Dios vino a la existencia. Si preguntamos qué había antes del comienzo, la
respuesta que nos provee el registro bíblico es “Dios”. Si él estaba “allí” antes que
ninguna otra cosa fuese traída a la existencia, entonces es imposible postular una fuente
por medio de la cual Dios vino a la existencia. No hay ninguna indicación en la Escritura
que nos sugiera que Dios “era” debido a que algo hizo que fuese. La Biblia no habla de
un comienzo antes del comienzo. El hecho de que Dios “era” apunta a su naturaleza
eterna: El siempre “fue”.
Segundo, el “era” de Dios significa que él es auto suficiente. Siendo que antes
del principio no había nada sino Dios, el es, por consiguiente, suficiente en sí mismo.
Nunca se necesitó una fuente de energía para alimentar al ser divino a no ser él mismo.
Con respecto a Dios, la auto suficiencia significa que él existe por sí mismo.
Coincidimos con quienes argumentan que Dios es existencia en sí misma. Vida no es
algo que él posee, sino que lo él es.
La auto suficiencia significa que Dios es totalmente libre y autónomo. Fuera de
él no hay nada ni nadie a quien Dios deba someterse. El es su propia ley. Nadie puede
imponerle obligaciones ni forzarlo a actuar en determinada manera. No necesita nada de
nadie pues es suficiente en sí mismo. Juan se refiere a Dios como al “Señor Dios que es,
y que era, y que ha de venir” (Apoc. 1:8; cf. 1:4).
Esa característica de Dios que acabamos de describir y que lo define con relación
a la creación como el que “era” constituye probablemente una de las declaraciones más
profundas que encontramos en la Escritura acerca de Dios, debido a que es la única que
nos lo describe en sí mismo, antes que ninguna cosa fuese traída a la existencia. Una
comprensión adecuada de la mayordomía debe basarse en la convicción de que Dios es
eterno y suficiente en sí mismo y que nuestra administración de lo que nos confió no
tiene en absoluto el propósito de enriquecerlo. La mayordomía ofrece la oportunidad de
entrar en compañerismo con este Dios misterioso que ha existido desde la eternidad.

B. Dios es el Creador
Dios se nos presentó a sí mismo en las Escrituras como el Creador (Génesis 1:1).
Si sabemos que en el principio él era, se debe a que se nos informó que él era el Creador.
Dios como Creador es “el concepto más fundamental que podemos tener de Dios. Esto
es, la creación es esa actividad de Dios por medio de la cual definimos lo que queremos
decir con la palabra ‘Dios.’”1

1. El Creador es incomparable
Dios como Creador significa que no hay nadie como él en el universo. El
es esencialmente diferente a su creación. Es el no tiene comienzo u origen, pero
los seres creados tienen un comienzo; El auto existe, pero las criaturas tienen una
existencia derivada que depende del balance ecológico apropiado, del agua, luz
solar, oxígeno, etc. Dios es enteramente autónomo, pero las criaturas dependen

1 Langdon Gilkey, Maker of Heaven and Earth (Garden City, NY: Doubleday, 1959), 83.

11
de él para su subsistencia. Las criaturas son finitas; sólo Dios es infinito en sí
mismo.
Isaías confrontó a su pueblo con una pregunta retórica, penetrante que
provino de los labios del Señor: “¿A quién me asemejaréis y me igualaréis? ¿A
quién me compararéis, para que sea semejante?” (46:5). Estas preguntas se
dirigen a gente tentada por la idolatría. El Señor parece estar desafiando a su
pueblo: “¿Han encontrado ustedes a otro ser semejante a mí en el universo
creado? Si ése es el caso, estoy listo a ser comparado con ese ser”. Entonces
agrega: “acordaos de las cosas pasadas, las cosas antiguas. Yo soy Dios, y no hay
otro Dios. Nada hay semejante a mí” (Isaías 46:9). De la “especie” divina hay un
sólo “ejemplar”. Nadie procedente del mundo creado puede ocupar el lugar de
Dios o pretender igualdad con él. El es “un Ser supremo incomparablemente
único”.2

2. El Creador es transcendente
Dios como Creador significa que trasciende el universo creado; no es parte
de él. Según Gén. 1, Dios creó por Su palabra. La creación mediante la palabra
hablada nos señala a Dios como a un ser trascendental que media su actividad
creadora mediante la palabra mientras permanece fuera de la creación. Es, por
consiguiente, absurdo buscar a Dios en el mundo creado. La creación de la nada
niega la validez del panteísmo. El universo creado no está permeado por lo
divino. El Dios Creador no puede ser circunscrito por aquello que creó.
Salomón reconoció este hecho durante la dedicación del templo. Durante su
oración dijo: “Sin embargo, ¿habitará ciertamente Dios en la tierra? Los cielos,
los cielos de los cielos, no te pueden contener” (1 Reyes 8:27).

3. El Creador es inmanente
Dios como Creador significa que él esté dispuesto a entrar en el mundo
creado. Los eruditos han destacado que mientras Génesis 1 presenta a Dios como
siendo trascendente, Génesis 2 lo presenta como inmanente. En Génesis 2 se
describe a Dios como estando presente dentro de la creación, en plena interacción
con Adán y Eva.
La inmanencia de Dios es indispensable para la preservación de la
creación. Pues ésta depende directamente de su cuidado e interés por ella. Es,
por consiguiente, indispensable para Dios permanecer dentro del mundo creado
una vez que su actividad creadora se completa. El descanso divino en el séptimo
día muestra precisamente lo que este hecho significa (Génesis 2:2,3).
Génesis hace claro que la creación pertenece a la esfera del espacio y del
tiempo. Dios trasciende esa esfera. Sin embargo, él elige entrar dentro de esa

2C. J. Labuchagne, The Incomparability of Yahweh in the Old Testament (Leiden: E. J. Brill 1966), 74.
Debemos señalar que en el Antiguo Testamento “la característica dominante que hace que Yahweh sea
incomparable en su intervención milagrosa en la historia como Dios redentor” (Ibid, 91). También lo es su
actividad como Creador (Ibid, 108, 109; cf Isaiah 40: 18, 25).

12
esfera, al mundo de sus criaturas. Para ello creó una fracción de tiempo dentro de
la cual él se hace a sí mismo accesible a su creación. Por supuesto, Dios
permaneció como el Ser Trascendente. Su inmanencia no niega su trascendencia.
Dios condesciende a entrar dentro de su creación, haciendo claro que no iba a
abandonarla.

4. El Creador es propietario
Dios como Creador significa que el universo y todo lo que hay en él le
pertenece. El es el Soberano del universo, y asigna tareas específicas a todo
elemento de la creación (véase Génesis 1:14, 26, 29; 2:15, 16). Su derecho como
propietario del mundo se basa en su actividad creadora. El salmista escribió: “Del
Eterno es la tierra y su plenitud, el mundo y los que habitan en él; porque él la
fundó sobre los mares, y la afirmó sobre las aguas” (Sal 24:1-2). Dios declara:
“Porque mía es toda la bestia del bosque, y los millares de animales en los
collados. Conozco todas las aves de los montes, y todos los animales del campo
son míos” (Sal 50:10-11). Dios no es sólo propietario de la materia de este
mundo y de los seres vivientes que lo pueblan, sino que su propiedad es cósmica:
“Tuyos los cielos, tuya también la tierra. El mundo y su plenitud, tú lo fundaste”
(89:11). El salmista sabe que “el universo está en las manos de Yahvé. Es a él
como gobernante que le pertenece el mundo”.3
El concepto de Dios como Creador es indispensable en la formulación de
una teología de la mayordomía. La incomparabilidad de Dios, su singularidad,
lo identifica como Aquel a quien únicamente somos responsables como
mayordomos. El universo no está controlado por fuerzas opuestas a las que
estamos obligados a servir. Hay solamente un Creador y exige nuestra lealtad
exclusiva.
La trascendencia de Dios es un rechazo a todo intento por basar nuestra
práctica de la mayordomía en ideas panteístas. El mundo natural no es una
extensión o manifestación de lo divino. El panteísmo no puede proveer un
fundamento teológico para la mayordomía del mundo pues las Escrituras lo
rechazan como posible alternativa.
La inmanencia de Dios testifica al hecho de que la creación necesita
constantemente del cuidado e interés de Dios para que funcione armoniosamente.
El Creador es también el Sustentador del mundo. La presencia condescendiente
de Dios en el mundo da lugar a que los seres humanos participen con él en la
administración y preservación de la creación (Gén. 2:15).
El hecho de que Dios es el Dueño debiera recordarnos constantemente los
límites de nuestra función en el mundo. Es este aspecto el que define, tal vez
mejor que ningún otro, la naturaleza de un mayordomo. El mayordomo nunca es
el propietario, sino administrador.

C. Dios es amor

3 Hans’Joachim Kraus, Psalms 1-59: A Commentary (Minneapolis: Augsburgh, 1988), 313.

13
El amor parece usarse en la Biblia para definir o describir la esencia de Dios. La
declaración de Juan, “Dios es amor” (1 Juan 4:7-8), es una de las descripciones más
importantes de la naturaleza divina en la Escritura. El apóstol hizo esta aseveración en el
contexto de la muerte sacrificial de Cristo. Según él, la obra de Cristo revela la misma
esencia de Dios: “El es amor”. Este amor consiste en darse a sí mismo de una manera
completamente desinteresada (Juan 3:16). No hay nada fuera de Dios que pueda moverlo
o forzarlo a amar. Este amor “no se basa ni en una necesidad que tenga la persona amada
ni en un deseo provocado por algún rasgo atractivo de lo amado”. 4 Fue este
entendimiento del amor de Dios que condujo a Pablo a decir: “Dios demuestra su amor
hacia nosotros en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom 5:8).
Dios es amor significa que cada uno de sus actos se originan y están motivados
por su amor. La elección (Deut 7:7, 8), al igual que la redención están fundamentados en
su amor (Isa 43:4; 63:9). El no solamente ama a su pueblo (Deut 33:3), sino también al
extranjero (10:18). La revelación del amor de Dios alcanza su más profunda dimensión
de significado en la encarnación, ministerio, muerte y resurrección de Jesús. Su amor por
los pecadores no está motivado por la miseria de su condición pecaminosa, sino por el
hecho de que Dios es amor y es este gran hecho lo que lo mueve a amar a los pecadores a
pesar de su pecado.5 A fin de que el amor de Dios pueda expresarse, se necesita otra
persona. El amor ocurre entre seres que reciben, dan y responden. Esto levanta la
pregunta importante acerca de la naturaleza del amor de Dios antes de la creación. El
amor desinteresado es una posibilidad sólo si hay otra persona a quien pueda
expresárselo. Antes de la creación, cuando Dios “era”, él estaba sólo. ¿Era entonces su
amor egoísta? ¿Fue alterada la naturaleza de Dios después que creó criaturas inteligentes
capaces de recibir y dar amor? Como respuesta a esas preguntas los teólogos cristianos
han dado un resonante no. La Biblia habla de un sólo Dios que es amor. El amor
desinteresado, por consiguiente, pertenece a la naturaleza eterna de Dios. Su naturaleza
no ha experimentado cambio. El es lo que siempre ha sido: “Amor”.
Los teólogos cristianos han argüido correctamente que el amor desinteresado
encontró expresión eterna dentro de Dios mismo en el misterio de la Trinidad. Las
relaciones entre el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo fueron condicionadas por la esencia
del amor desinteresado que era común a cada uno de ellos (Juan 14:31; 5:20). 6 El amor
desinteresado requiere un encuentro de personas diferentes y esto es exactamente lo que
encontramos en el misterio del Dios triuno. Por toda la eternidad el Padre amó al Hijo y
al Espíritu, el Hijo amó al Padre y al Espíritu, y el Espíritu amó al Padre y al Hijo.7

4J. P. Baker, “Love”, in New Dictionary of Theology, S. B. Ferguson; D. F. Wright; and J. I. Packer, eds
(Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1988), 399.

5Véase a Nygren, Agape and Eros (Philadelphia: Westminster, 1958), 77.

6Sobre el amor dentro de la Deidad puede consultar a H. W. Hoehner, “Love”, en Evangelical Dictionary
of Theology, Walter A. Alwell, ed. (Grand Rapids; MI: Baker, 1984), 657.

7Esta línea de razonamiento fue originada por Agustín, véase Karl Burger, “Love”, en The New Schaff-

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Este mismo Dios amante trajo el universo a la existencia. Su amor eterno lo
movió a crear. “La obra de la creación fue una manifestación de su amor”. 8 La creación
es buena porque fue traída a la existencia por un Dios de amor (Gén. 1:31). La realidad
suprema es personal y desinteresada.
Un entendimiento claro del amor de Dios protege la mayordomía de caer en un
estilo legalístico. Un mayordomo fiel no es alguien que busca motivar a Dios para que lo
ame. El amor de Dios es eterno y define la forma natural en que Dios se siente y actúa
hacia su creación. La mayordomía encuentra su fuerza y modelo motivante en el amor
desinteresado y cuidadoso de Dios.

III. ASPECTOS DE LA NATURALEZA HUMANA

Probablemente sea correcto sugerir que los seres humanos son las criaturas más
intrigantes y misteriosas del universo conocido. Nosotros, a diferencia de todo otro ser
creado en este planeta, somos capaces de percibirnos a nosotros mismos como
maravillosos y fascinantes. El misterio de nuestra presencia en el universo se vuelve
totalmente impenetrable si ignoramos la información que se nos proveyó acerca de
nuestro origen mediante la revelación especial de Dios en la Escritura. Debemos revisar
alguna de esa información.

A. Los seres humanos son criaturas


Génesis 1:27 declara: “Creó Dios al hombre... hombre y mujer los creó”. Esta es
una declaración de suprema importancia en la formulación de una antropología bíblica.
Los seres humanos son seres creados; somos parte del mundo creado. Esto significa,
primero, que tenemos un comienzo. No somos eternos, no pertenecemos a lo divino.
Nuestro modo de existencia es esencialmente diferente a la de Dios. El siempre “era”,
pero nosotros vinimos a la existencia. Nuestra función dentro del universo es la de un ser
creado.
Segundo, los seres humanos son finitos. Su existencia es derivada y carece en sí
misma de autosuficiencia. No podemos producir nuestra propia fuente de existencia para
preservarnos a nosotros mismos. Siendo que fuimos traídos a la existencia, podemos
también regresar a la nada; nuestra existencia puede llegar a un fin. Sin embargo,
aunque la preservación de nuestra existencia está en última instancia más allá de nosotros
mismos, se espera que trabajemos con el Creador en la preservación de nuestras vidas.
Somos, por lo tanto, mayordomos de la vida.
Tercero, considerar a los seres humanos como criaturas significa que existen
dentro del tiempo y del espacio. Estos dos elementos están indicados en la historia de la
creación. Adán y Eva fueron creados en el sexto día, durante una fracción de tiempo
particular. Ellos fueron condicionados por el tiempo desde el mismo principio. Fueron

Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, S. M. Jackson, ed (Grand Rapids, MI: Baker, reimpresión
1977), vol. 7, 49.

8E. G. White, Testimonies, vol. 5, 739.

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traídos a la existencia dentro de un lugar en particular --esto es, en el jardín. Obviamente,
el espacio es realmente el resto del mundo creado. Su hogar era la flora y la fauna.
Nuestra existencia corre peligro si se arruina el espacio en donde vivimos. La
mayordomía de la creación es, pues, de importancia vital.
Los seres humanos viven dentro del tiempo. Los eventos y las acciones se
suceden unos a otros; lo que era pertenece al pasado, y es imposible volver a vivirlo.
Sólo el presente es, y éste dura únicamente fracciones de segundos, porque se transmuta
constantemente en el pasado. Tenemos siempre el futuro, lo que aún no es. Siendo que
hay un tiempo futuro, los seres humanos viven en esperanza, enfrentando constantemente
el desafío del desarrollo propio. El tiempo es, por lo tanto, uno de los aspectos más
importantes del universo creado. El tiempo nos forma, nos cambia y modifica. La
manera como lo usamos determina en gran medida quiénes llegamos a ser. La
administración correcta del tiempo es indudablemente una de nuestras más serias
responsabilidades. Vivir dentro del tiempo y del espacio no es una limitación sino más
bien el modo de nuestra existencia y nos provee la libertad de movernos dentro de ese
continuo de manera que podemos llegar a ser lo que escogemos ser.
Finalmente, ser un ser una criatura significa que no somos el resultado de fuerzas
impersonales dentro del mundo creado, sino el resultado de un acto creativo de amor.
Nuestra existencia es una manifestación del amor desinteresado de Dios, un acto de
gracia. Fuimos creados por Dios porque en su amor vio que esto era bueno. El amor
divino, la gracia y la libertad trajeron a la existencia una criatura inteligente que era parte
del mundo creado y sin embargo diferente. Esta criatura era capaz de recibir y devolver
amor.

B. Los seres humanos fueron hechos a la imagen de Dios


La singularidad de la raza humana se localiza en el hecho de que fuimos creados a
la imagen de Dios (Gén. 1:27). La creación de Adán y Eva no sigue el mismo patrón
usado por Dios en la creación del resto del mundo. El habló y el mundo natural vino a la
existencia. En este caso en particular, el hablar precede a la existencia. En el caso de
Adán y Eva, la palabra hablada no está presente. La voz de Dios se dirigió a ellos sólo
después de su creación (Gén. 1:29-30; 2:16). Fueron identificados por Dios como objetos
de su hablar. Esto significa que los seres humanos son criaturas con quienes Dios se
puede relacionar, a quienes él puede dirigirse como personas. Sólo ellos dentro del
mundo creado, pueden relacionarse con Dios en términos personales. Este aspecto de la
naturaleza humana hace posible que seamos compañeros con Dios en la mayordomía.
Por siglos los teólogos han discutido el significado de la imagen de Dios en los
seres humanos. A pesar de que se han dado diferentes sugerencias, hoy parece haber un
acuerdo general en creer que la imagen de Dios no es algo que nosotros tenemos, sino
algo que nosotros somos.9 La imagen de Dios en nosotros no está localizada en un

9Para una excelente discusión sobre la doctrina bíblica del hombre y el significado de la imagen de Dios,
consultar a G. C. Berkouwer, Man: The Image of God (Grand Rapids, MI: Eedermans, 1962), 67'118.
Entre los estudiantes Adventistas que han abordado este tema están V. N. Olsen, Man, the Image of God
(Hagerstown, MD: Review and Herald, 1988); y M. Veloso, El Hombre: Una Persona Viviente (Santiago

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aspecto de nuestra personalidad, sino en la totalidad de nuestro ser. En la creación la
imagen de Dios se reflejó en cada aspecto de Adán y Eva. Exploraremos algunos de esos
aspectos desde el un punto de vista bíblico de la naturaleza humana.

1. Un ser físico
Lo primero que notamos en cuanto a un ser humano es que es una
estructura física que puede ser percibido por los ojos y tocado por otros. Si la
persona completa fue creada a la imagen de Dios, el cuerpo físico debiera también
expresarlo: “En el principio, el hombre fue creado a la semejanza de Dios, no sólo
en carácter, sino en forma y rasgo”.10
El mismo hecho de que Dios nos haya creado como entidades físicas
indica que el cuerpo humano es bueno y esto rechaza el dualismo antropológico
griego que niega el valor del cuerpo humano. La preservación del cuerpo es una
responsabilidad tanto de Dios como de las personas. El proveyó todo lo que Adán
y Eva necesitaban para preservar sus cuerpos en perfecta condición y les asignó
una dieta específica que se esperaba que ellos consumieran (Gén. 1:29).

La mayordomía de nuestros cuerpos está basada en el hecho de que Dios


nos creó como seres físicos. Nuestros cuerpos no son algo que tenemos sino algo
que somos.11 Nuestro cuerpo y lo que somos son inseparables. Dios espera que
los administremos para su gloria (1 Cor. 6:20).

2. Un ser espiritual
Los seres humanos son más que materia pues tienen la capacidad de
escuchar a Dios y de responderle. Aparentemente, ninguna otra criatura en este
planeta parece tener esa habilidad. Existe un lenguaje común entre Dios y los
seres humanos que les hace posible entrar en compañerismo y establecer una
relación significativa. Los seres humanos son esencialmente personas religiosas.
Llegamos a entendernos a nosotros mismos particularmente en términos de
nuestra relación con Dios. La primera relación que Adán y Eva establecieron fue
con su Creador. Cuando Adán fue creado, Eva no estaba presente y cuando ella
fue creada, él no estaba presente. La primera imagen que cada uno de ellos captó
fue la del Creador. Cualquiera otra relación estuvo determinada por esa primera,
y aparte de ella no hubieran podido ser capaces de entenderse a sí mismos o al
resto de la creación.
Pero el encuentro entre Dios y los seres humanos no iba a quedar
restringido al momento de la creación. Ellos necesitaban a Dios para su
subsistencia y para la satisfacción de la necesidad de una relación personal con él.

de Chile: Editorial Universitaria, 1990), 79-89.

10E. G. White, El Conflicto de los Siglos (Mountain View, CA: Pacific Press, 1911), 644, 645.

11Véase John A. T. Robinson, The Body (London: SCM Press, 1952), 14.

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Así, el Dios trascendental decidió permanecer con ellos en tiempo y espacio.
Nuestra mayordomía de la vida espiritual se origina en la disposición bondadosa
de Dios de querer morar con nosotros.
3. Un ser intelectual
Dios dio a Adán y Eva habilidades racionales a través de las cuales
pudiesen llegar a un entendimiento más profundo de Dios, de ellos mismos y del
mundo creado. Por medio de una razón completamente santificada, los seres
humanos serían capacitados para controlar sus emociones y pasiones, para
aprender y desarrollar toda clase de destrezas.
En el Jardín del Edén, Dios asignó a Adán una tarea que requería el uso de
sus capacidades intelectuales (Gén. 2:15). Específicamente, Dios le pidió a Adán
que pusiese nombres a los animales (2:19-20). En la Biblia el nombre es muy
importante debido a que es un reflejo del carácter de la persona que lo lleva. El
dar nombres a los animales implicaba que Adán observase y analizase su
comportamiento con el propósito de darles un nombre adecuado. Este era un
estudio científico de la naturaleza. El estaba explorando la creación de Dios,
sistematizándola, y entendiendo su orden y armonía. Estaba poniendo al servicio
de Dios y de la naturaleza, las destrezas y talentos que Dios le había dado. Es allí
donde debe colocarse la base teológica para la mayordomía de nuestros talentos.
Dios nos dotó con la capacidad de desarrollar destrezas y de adquirir nuevo
conocimiento y estos deben ser puestos a su servicio.

4. Un ser social
La existencia humana carece de significado en aislamiento total. Nuestra
capacidad de socializar con otros es una manifestación del hecho de que fuimos
creados a la imagen de Dios. Se ha sugerido que Génesis 1:27 señala a ese
aspecto de la imagen de Dios en nosotros. “Creó Dios al hombre a su propia
imagen, a imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó”. “Hombre” es una
pluralidad de personas, una unidad formada por una mujer y un hombre. Algunos
eruditos han encontrado en esta pluralidad una manifestación de la imagen de
Dios. Varón y hembra son la imagen porque ellos juntos son uno. 12 Una
pluralidad define al “hombre” y a Dios. La idea básica es que la imagen de Dios
en el hombre incluye una pluralidad que permite relaciones interhumanas de una
manera “semejante” a lo que la pluralidad en Dios hace posible las relaciones
intratrinitarias. Los seres humanos, como Dios, son seres de relación puesto que
el verdadero amor siempre necesita otra persona para expresarse.
Además de nuestra relación con Dios, una de las interacciones sociales
más importantes tiene lugar dentro de la estructura de la familia. Dios instruyó a
Adán y Eva sobre esta relación fundamental, al describirles la naturaleza del
matrimonio. El matrimonio tiene un propósito unitivo (Gén 2:24) y creativo
(1:28). La unidad en el amor puede alcanzar su más plena dimensión dentro del

12Véase K. Barth, Church Dogmatics: The doctrines of Creation, vol. 3:1 (Edinburgh: T&T Clark, 1958),
195-201.

18
matrimonio. Al mismo tiempo Dios dio a los seres humanos el privilegio de
colaborar con él en la perpetuación de la raza humana. Este es el resultado de
nuestra naturaleza social y, en especial, de la interacción y entrega de amor entre
el hombre y la mujer. Es de esa relación familiar positiva que surge la posibilidad
de desarrollar nuevas relaciones significativas con otras personas.
Como seres sociales, somos particularmente responsables por la
mayordomía de nuestra influencia social en el hogar, en la iglesia y en la
sociedad. Tratar a otros con respeto, consideración y amor es una prueba de la
mayordomía de nuestra interacción social. Los valores y principios que surgen de
nuestra entrega al Señor deben tener un impacto directo y positivo en nuestra
interacción social.

C. Los seres humanos y el dominio sobre el mundo


De acuerdo a Génesis 1:28, Adán y Eva tenían que subyugar la tierra y tener
dominio sobre la fauna. Así fue definida su relación con el resto de la creación.
Indudablemente en esa tarea la imagen de Dios se revelaba de una manera especial. Dios
les ha dado a los seres humanos poder y autoridad: “Cada ser humano, creado a la imagen
de Dios, está dotado de una facultad semejante a la del Creador: la individualidad, la
facultad de pensar y hacer”.13
En el Antiguo Testamento se usa el verbo “tener dominio” para designar el poder
del rey sobre sus súbditos.14 En Génesis se le otorga ese poder al ser humano pero se lo
limita al mundo animal.15 Se nos encarga “regir la naturaleza como un rey benevolente,
actuando como un representante de Dios sobre ella y por lo tanto, tratándola de la misma
manera que la trataría el Dios que la creó”.16 El hecho de que los seres humanos fuesen
vegetarianos indica que la destrucción de la vida animal no estaba contemplada en el
otorgamiento del dominio sobre ella.17 Este era un dominio positivo, que tenía que ver
con “lograr el bienestar de cada una de las otras criaturas y ver que se realizara a plenitud
el potencial de cada una de ellas”.18
El verbo “subyugar” la tierra debiera entendérselo en el contexto de Génesis 2:5,
15, como cuidando de la tierra. La idea de usar ese poder para explotar la naturaleza está
eliminada por el contexto en el cual el concepto de una creación buena debe entenderse

13E. G. White, Educación, 15.

14Véase D. Jobling, “Dominion Over Creation”, en The Interpreter’s Dictionary of the Bible:
Supplementary Volume, K. Creim, ed (Nashville, TN: Abingdon, 1976), 247.

15Véase H. W. Wolff, Anthropology of the Old Testament (Philadelphia: Fortress, 1974), 163.

16G. J. Wenham, Gésis 1-15 (Waco, TX: Word, 1987), 33.

17Cf Jobling, “Dominion”, 247.

18W. Brueggemann, Génesis (Atlanta: John Knox, 1982), 32.

19
en términos de su perfecta armonía y unidad. Los seres humanos no debían trastornar el
orden establecido por Dios sino respetarlo y preservarlo.
El dominio de los seres humanos sobre la naturaleza revela una función
importante de la humanidad hecha a imagen de Dios: Son representantes de Dios dentro
del mundo creado. Se nos ha dicho que el hombre “fue ubicado, como el representante
de Dios, sobre los órdenes inferiores de seres. Ellos no pueden entender o reconocer la
soberanía de Dios. Aún así, fueron hechos capaces de amar y servir al hombre”. 19 Dios
delegó a Adán y Eva, como sus representantes, la responsabilidad de administrar el resto
de la creación. Los instituyó como mayordomos del mundo.20
El mandato a tener dominio sobre el mundo revela algo acerca de la naturaleza de
la creación. Presupone un entendimiento no mitológico de la naturaleza. Las antiguas
mitologías cuentan a menudo de árboles, ríos, animales y tierras divinos. Al ser
confrontados por todos estos elementos de la naturaleza, los seres humanos no debían
explorarlos, sino someterse a ellos. Tales ideas están ausentes del texto bíblico: “No hay
ni tierra divina, ni bestias divinas, ni constelaciones divinas, ni ninguna otra esfera
esencialmente inaccesible al hombre”.21 No hay nada superior a la humanidad en el
orden creado.
El dominio humano sobre la creación implica que la naturaleza es finita y
dependiente del cuidado de los seres humanos. Este elemento de dependencia parece
pertenecer a la misma naturaleza de la creación. La dependencia es, por supuesto, mutua.
La naturaleza depende de personas amantes para revelar su fructificación, grandeza y
bondad. A la misma vez la existencia humana misma esta relacionada intrínsecamente
con la naturaleza. Dios determinó que la existencia de ambos --la naturaleza y el
hombre-- fuese mutuamente dependiente, aunque en última instancia ambos dependiesen
de él.
Concluimos que desde la perspectiva de Dios, los seres humanos son
mayordomos del mundo natural. Esto es posible debido a que no hay nada divino en la
naturaleza. Este concepto tiene gran valor para todos los que se interesen en asuntos
ecológicos. Nuestra preocupación para el bienestar del planeta no debe basarse en su
presumida santidad, sino en el hecho de que Dios estableció personas para que fuesen
mayordomos del mundo.

IV. CAÍDA Y PECADO

A veces nos es difícil concebir, o aún imaginar, una época en la historia de este
planeta cuando hubo perfecta armonía sobre la tierra. La intención divina fue que los
seres humanos, unidos a Dios en un cometido indiviso, continuasen teniendo dominio

19
19 E. G. White, Patriarcas y Profetas, 45.

20
20 Cf Wolff, Anthropology, 162.

21Ibid.

20
sobre el planeta, explorándolo y preservándolo en toda su belleza y grandeza. Resulta
claro que la mayordomía pertenece a la intención y el designio original de Dios para la
misión de la raza humana sobre nuestro planeta. Esta servía para definir la
responsabilidad fundamental de la familia humana hacia Dios y hacia el orden creado.
Pero la intrusión del pecado trastornó el plan divino.

A. Libertad humana
En teología cristiana, los conceptos de pecado y libertad están estrechamente
relacionados. La narración bíblica de la caída respalda esta conclusión. El relato de la
creación presupone que los seres humanos fueron creados como agentes libres. En este
contexto libertad significa probablemente que ellos tenían la capacidad de llegar a ser
aquello que Dios se propuso que ellos fuesen. Esta era la libertad de poder auto
realizarse, de llevar a cabo su potencial humana como criaturas de Dios. Por
consiguiente, la libertad humana era una realidad únicamente si los seres humanos
mantenían una relación armoniosa con Dios. Es a este tipo de libertad a la que se refiere
Génesis 2:16-17: “Y Dios el Eterno mandó al hombre: ‘Puedes comer de todo árbol del
huerto, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que
comas de él, morirás’”.
Estos dos versículos definen la verdadera naturaleza de la libertad y establece sus
límites. Tenemos un mandato positivo seguido por una limitación. Adán y Eva están
libres de comer de todo árbol del jardín y satisfacer de esta manera su necesidad de
alimento. El Señor hizo provisión para todas sus necesidades básicas, y en la medida en
que se escuchase su mandato, la vida sería preservada. La prohibición, “del árbol del
conocimiento del bien y del mal no comerás”, los puso al tanto, en cierto sentido, de la
extensión de su libertad. Tenían la libertad de rechazar el compañerismo con Dios. Adán
y Eva eran libres de decir “no” a Dios y a la vida que de él provenía.22
Sin esta posibilidad, Adán y Eva no hubiesen sido libres sino prisioneros en este
planeta. Habían sido creados para vivir en este mundo sin ninguna alternativa o vía de
escape. Dios los trajo a la existencia sin consultarlos, sin darles la libertad de decidir si
querían existir. (Obviamente, tal cosa hubiera sido imposible, pues la libertad de elección
implica existencia y conciencia). Dios simplemente los trajo a la existencia y entonces
les dio la libertad de decir sí o no a Dios y a la vida. La intención real de Dios es que los
seres humanos escojan la vida y el compañerismo con él. De allí el mandato negativo.
Su propósito era preservar a Adán y Eva vivos al ellos elegir el don de la vida. Su
libertad se vio así probada: “Podían obedecer y vivir, o desobedecer y perecer”. 23 Era su

22Claus Westerman, Génesis 1-11: A Commentary (Minneapolis; Augsburgh, 1984), 224, escribe: “La
prohibición que limita al hombre lo rodea de amenazas. La limitación se expresa en la ley, y aquí en la
oración: ‘El día que de él comieres ciertamente morirás’. Esta no es, de hecho, una amenaza de muerte,
sino más bien una clara expresión del límite que acompaña a la libertad confiada a la humanidad en el
mandamiento. Al decir no a Dios -y ésto es lo que la libertad permite- sería en última instancia decir no a
la vida; pues la vida viene de Dios”.

23E. G. White, Patriarcas y Profetas, 53.

21
responsabilidad decidir si volver a la nada o disfrutar de una vida sin fin y de libertad en
armonía, obediencia, y confianza total en el Creador.
El nombre del árbol cuyo fruto Adán y Eva no debían comer es interesante:
“árbol del conocimiento del bien y del mal”. Se han dado muchas sugerencias con
respecto al significado de esta frase24 aunque debería interpretársela probablemente a la
luz de Génesis 3:22: “Dios el Eterno dijo: ‘Ahora el hombre es como uno de nosotros,
conocedor del bien y del mal’”. El conocimiento del bien y del mal es un tipo de
conocimiento que pertenece exclusivamente a Dios. La frase no designa la habilidad de
conocer todas las cosa porque los seres humanos nunca fueron creados con la posibilidad
de llegar a ser omniscientes. Lo que la frase enfatiza es la posibilidad de que los seres
humanos decidan por sí mismos lo que ellos consideren ser lo mejor para ellos. 25
Pareciera ser una frase usada para expresar la idea de una autonomía moral absoluta y la
capacidad de tomar decisiones creyendo que no se tiene que rendir cuentas a nadie. Dios
les dijo a Adán y Eva que tener esa experiencia equivaldría a rechazarlo a él y elegir la
muerte. El árbol era, por consiguiente, un símbolo de auto determinación y de
independencia total que conduciría inexorablemente a la muerte, puesto que sería un
rechazo del don de la vida. En esencia, ésta sería una rebelión absoluta contra Dios.

B. El pecado como rebelión: Pretendiendo se dueño


La serpiente, al ser el animal más astuto del jardín, llegó a ser el instrumento del
mal (Gén 3:1). Esto es algo sorprendente, puesto que se trata de una de las criaturas
buenas de Dios (1:31). Resulta interesante observar que durante la escena del juicio
descripta en Génesis 3:9-14, Dios pidió a Adán y Eva explicar su comportamiento y dar
razones del mismo pero no dirigió pregunta alguna a la serpiente. No hubo diálogo entre
Dios y la serpiente debido a que no había nada que explicar; el pecado es inexplicable,
irracional. El pecado puede únicamente ser condenado y eso fue exactamente lo que
Dios hizo.
La serpiente, durante su conversación con Eva, la confrontó con la posibilidad de
un nuevo auto entendimiento y de una nueva concepción del mundo. El mensaje fue
apelante y persuasivo. La serpiente se introdujo a sí misma con una pregunta que motivó
a Eva a reaccionar. Dios fue mal citado y Eva decidió defenderlo, pero en el proceso ella
se volvió vulnerable. La serpiente se volvió más agresiva y abiertamente contradijo la
declaración de Dios sobre el resultado de comer del árbol del conocimiento del bien y del
mal (3:4-5).
Según la serpiente, la muerte no era una amenaza a la criatura debido a que la
criatura no podía morir. La criatura podía sólo evolucionar y pasar de un nivel inferior de
existencia a otro más elevado. Al comer del fruto del árbol, arguyó, se abrirían tanto a
Eva como a su esposo nuevas perspectivas de su auto entendimiento. Ella estaría un

24Sobre una discusión de las diferentes opciones véase Westermann, Génesis 1-11, 242-48.

25Victor P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1-17 (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1990), 166,
escribe: “Lo que se le prohibe al hombres es el poder de decidir por sí mismo lo que le conviene y lo que no
le conviene. Esta es una decisión que Dios no ha delegado a los terrenales”.

22
escalón más cerca de lo divino; de hecho, sería como Dios, conociendo el bien y el mal.
“Sí”, dijo la serpiente, “tú puedes tener completa determinación propia, puedes ser tu
propio amo, puedes ser la fuente de tu propia vida”.
La serpiente procedió a poner en tela de juicio la bondad de Dios al sugerir que
Dios estaba limitando el pleno gozo de la vida de Adán y Eva requiriéndoles depender de
él. Ellos podían alcanzar esas nuevas dimensiones de existencia mediante la autonomía e
independencia de Dios. Todo lo que tenían que hacer era rechazar su papel de
mayordomos de Dios y llegar a ser los dueños de la vida.
Eva quería crecer, desarrollarse a sí misma, y lograr plenamente su potencial. Fue
el Señor quien puso el deseo por la sabiduría en su corazón. Pero tanto ella como su
esposo usaron incorrectamente su libertad y sobrepasaron sus límites. Ambos rechazaron
su posición de mayordomos de Dios para transformarse en propietarios. Comieron del
fruto del árbol, no porque estuviesen rechazando el don de Dios de la vida, sino porque
querían apropiarse de ella y gozarla en total independencia de Dios. Fueron engañados
por la serpiente porque lo que les ofreció era irreal. De hecho, ellos eligieron la muerte y
no la vida. Al comer del fruto, la humanidad perdió su mayordomía del mundo.

C. El pecado como egoísmo y esclavitud


La decisión de Adán y Eva fue un acto de rebelión que acarreó desorden y
confusión en el mundo, afectando la armonía de la creación. Después de su pecado, lo
primero que experimentaron fue vergüenza el uno frente al otro. Se vieron a sí mismos
como extraños y, por consiguiente, su vida social no fue de ahí en más la misma. El
deterioro espiritual interno se reflejó en el rechazo del otro.
Nos percatamos del otro principalmente mediante el cuerpo. La vida y la
interacción social son imposibles fuera del cuerpo. El sentirse avergonzados el uno
frente al otro significa que las relaciones interpersonales no son armoniosas. Adán y Eva
querían plena autonomía, independencia de Dios, pero no se dieron cuenta que tal deseo
los llevaría a independizarse el uno del otro. El egoísmo había nacido en sus corazones y
desde entonces éste caracterizaría a la raza humana.
Es interesante que aunque reclamaron independencia de Dios, Adán y Eva
debieron rendirle cuentas por sus acciones. Se escondieron del Señor debido a que se
habían vuelto mayordomos infieles. El Señor los juzgó y los encontró culpables (Génesis
3:8-19). El Señor siempre considera a los seres humanos como mayordomos debido a
que ése fue el cargo que les dio. Una naturaleza corrupta y egoísta no justificaría el
rechazo de esa función.
Debido a su pecado, Adán y Eva se volvieron esclavos del pecado. Pablo indicó
que los seres humanos se vuelven esclavos de aquel a quien eligen obedecer (Rom 6:16).
La raza humana eligió servir al pecado y fue esclavizada por él (6:17), permaneciendo
bajo su poder y llevada cautiva a la ley del pecado (7:14,23). Los seres humanos no
pueden someterse a la ley de Dios; es imposible para ellos agradar a Dios (Rom 8:7-8).
Hay una incapacidad fundamental en ellos de servir a Dios. La naturaleza humana se
corrompió en su mismo centro, acarreando con ello una hostilidad natural contra Dios
(8:7), debilitándose al punto de quedar con una tendencia natural hacia el pecado. Esta
naturaleza, poseída por el pecado, controló a la raza humana (8:9). Debido a la esclavitud

23
del pecado, fue imposible para los seres humanos ser fieles mayordomos de Dios.
El pecado, como una rebelión contra Dios, no sólo trajo consigo egoísmo y
esclavitud, sino que también afectó la imagen de Dios en la humanidad: “Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3:23). Uno de los
resultados del pecado fue que nuestras naturaleza espiritual y moral se corrompió. De
hecho, ningún aspecto del ser humano quedó sin ser afectado por el pecado. Aún así, la
imagen no fue totalmente borrada (cf. Gén. 9:6). 26 Es verdad que los seres humanos han
“malogrado la imagen de Dios” en sus almas al seguir un camino de vida corrupto, 27 pero
“trazos” de ella aún “permanecen en cada alma”. 28 La corrupción de la imagen significa
también que la naturaleza misma fue “sometida a frustración..., esclavitud.., decaimiento”
(Rom 8:20-21).
El papel de los seres humanos como mayordomos de Dios se vio drásticamente
afectado por el pecado. El pecado, como rebelión contra Dios, caracterizó a los seres
humanos que se proclamaron entonces dueños de todo y en particular de sus propias
vidas, la que intentaron preservar mediante sus propios esfuerzos. De ahí que se
volvieron esclavos del pecado e incapaces de ser lo que el Señor había intentado que
fuesen. La restauración de los seres humanos a su estado original como mayordomos de
Dios requeriría un plan que abordase los aspectos de rebelión, egoísmo, esclavitud, y la
restauración de la imagen de Dios.

V. SALVACIÓN Y MAYORDOMÍA

Hemos observado que en el Antiguo Testamento la mayordomía se origina con la


creación y el don de la vida. Dios trajo a la existencia una vida inteligente humana y le
asignó el papel de representarlo en este mundo. La mayordomía en el Nuevo Testamento
encuentra su base en el don de Dios de la salvación mediante Cristo. En ambos casos, el
dador es el Señor y el que recibe y administra es el mayordomo del Señor que fue creado
y recreado por y en Cristo.

A. Cristo: Imagen de Dios y mayordomo fiel


Para liberar al planeta del poder del pecado, Dios necesitaba un mayordomo fiel,
alguien que lo representara adecuadamente como su imagen en un mundo separado de él.
Esto ocurrió en Cristo Jesús.
Varios pasajes en el Nuevo Testamento se refieren a Jesús como siendo la imagen
de Dios. Uno de los más significativos está en Colosenses 1:15: “Cristo es la imagen del
Dios invisible, el primogénito de toda la creación”. Este pasaje alude a Génesis 2:16, en
donde Adán y Eva se describen como siendo la imagen de Dios que lo representó ante el

26E. G. White, “E. G. White Comments: Romans”, en el SDA Bible Commentary, vol. 6, 1078.

27E. G. White, Testimonies, vol. 4, 294.


28
28 E. G. White, Ministry of Healing, 163.

24
orden inferior de la creación. 29 Ahora, es Cristo quien se describe como la imagen de
Dios. Se usa el título “Primogénito de toda la Creación” para señalar su supremacía
como representante de Dios. Enfatiza su carácter único como agente de la creación y
como Señor sobre ella.30 En el contexto de Colosenses la representación de Dios en
Cristo es, en verdad, una revelación de Dios a sus criaturas. Este pensamiento está
claramente expresado en 2 Cor. 2:2, en donde la expresión “imagen de Dios” enfatiza la
función de Cristo como el revelador de la gloria de Dios. El llevó la imagen de Dios no
como algo que se le dio, sino como algo que él era en esencia. Cristo era plenamente
Dios, “el resplandor de su gloria y la representación exacta de su ser, el que sostiene
todas las cosas con su poderosa palabra” (Heb 1:3).
Este hombre Jesús, la imagen de Dios, es el verdadero mayordomo de Dios. Juan
declara: “El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus manos” (3:35). El
poner todo en las manos de alguien significa darle poder y autoridad sobre todo. 31 En
otros lugares Jesús testificó: “Todas las cosas me han sido dadas por mi Padre” (Mat
11:27; Luc 10:22). El Padre le confió a Jesús responsabilidades que debía cumplir como
fiel mayordomo e Hijo. La relación se centró en el amor mutuo. La referencia en esos
pasajes es principalmente a la obra de Jesús como Salvador. Esta era la tarea más
importante jamás asignada por Dios a ninguno de sus mayordomos; Dios la asignó a su
propio Hijo.
Cristo, como un mayordomo de Dios, está administrando para Dios el plan de
salvación. Era el plan de Dios reunir todo en y mediante Cristo. El plan fue “puesto en
marcha” por Cristo mismo (Ef 1:10). “Poner en marcha” es la traducción del griego eis
oikonomian = lit., “para la administración”. El término oikonomia es el vocablo griego
usualmente traducido por “mayordomía, administración”. Pablo, en Efesios, parece estar
sugiriendo que Cristo “es el mayordomo mediante quien Dios está efectuando su plan
para el mundo --un plan que está en proceso y que culminará cuando los tiempos hayan
alcanzado su cumplimiento (lit., “en la plenitud del tiempo)”. 32 Cristo, como
mayordomo, está a cargo de “la casa de Dios”, la iglesia (Heb 3:6); pero está también
trayendo la reconciliación al universo (Col 1:20).
Jesús se sometió a sí mismo al Padre y siguió obedientemente sus instrucciones
con respecto a cómo poner en marcha el plan de salvación (cf. Juan 17:2,4). Era un fiel
mayordomo que permaneció leal a Dios donde Adan y Eva fallaron. Mientras Adan y

29Cf Peter Pokorny, Colossians: A Commentary (Peabody, MA: Hendrickson, 1991), 74.

30Véase Eduard Lohse, Colossians and Philemon (Philadelphia: Fortress, 1991), 48, 49.
31
31 Véase Rudolf Schnackenburg, The Gospel According to John, vol. 1 (New York: Seabury Press,
1968), 388.

32Arthur Patzia, Ephesians, Colossians, Philemon (Peabody, MA: Hendrickson, 1984), 155. Marcus
Barth, Ephesians 1-3 (Garden City, NY: Doubleday, 1974), 76, traduce la primera parte de Efesios como
“que él tendría que administrar los días del cumplimiento”. De acuerdo con él, ese verso describe a Cristo
como un mayordomo de Dios (86-89).

25
Eva buscaron independencia de Dios tratando de ser iguales a Dios, Cristo “estando en la
misma naturaleza de Dios, no consideró la igualdad con Dios algo a lo cual aferrarse,
sino que se anonadó a sí mismo, tomando la misma naturaleza de un siervo, y se hizo
semejante a los hombres. Y al tomar la condición de hombre, se humilló a sí mismo, y se
hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filip 2:6-8).
Cristo es un mayordomo único porque, para preservar la vida de aquellos que
confiaron en él, dio su vida por ellos (Rom 5:6). Dio todo lo que tenía para preservar la
raza humana, asumiendo responsabilidad por ella como mayordomo de Dios. No se
esperaba esto de ningún otro mayordomo de Dios. Cuando Moisés se ofreció a sí mismo
para morir en lugar de Israel, Dios rechazó su oferta (Ex 32:31, 33). Esta tarea le fue
asignada en forma exclusiva al Dios-hombre, Jesucristo, el Hijo de Dios. El, quien era
rico, “se hizo pobre para que vosotros fueseis enriquecidos con su pobreza” (2 Cor 8:9).
En Filipenses Pablo se refiere a esa misma experiencia declarando que Cristo “se
anonadó a sí mismo” (2:7). Cristo se despojó a sí mismo de su derecho a usar su
divinidad y en su lugar se sometió a sí mismo a la voluntad de su Padre. 33 Este era su
papel en la vida y como tal cumplió su responsabilidad como mayordomo de Dios.

B. Restaurando a los mayordomos


Un cristiano es una persona que ha reconocido y aceptado que Cristo es la misma
imagen de Dios y está ahora dispuesto a ser conformado a esa imagen. Pero antes que
esto pudiese ocurrir, la separación causada por el pecado debía ser removida. El hombre
debe ser restaurado, hacer paz con Dios, aceptar su propia función en el mundo, dejar de
luchar en forma egoísta para preservarse a sí mismo, y ser redimido del poder del pecado
que le imposibilita ser un fiel mayordomo de Dios. Todo esto es posible mediante Cristo
quien nos reconcilió con Dios, hizo posible nuestra justificación por la fe, y nos redimió
del poder del pecado.
El espíritu de rebelión que está localizado en el centro de nuestra naturaleza caída
puede ser vencido únicamente mediante la obra de Cristo que hizo posible nuestra
reconciliación con Dios. La reconciliación es una manifestación del amor auto
sacrificado de Dios (Rom 5:8-10) pues en Cristo, Dios estaba reconciliando el mundo
consigo mismo (2 Cor 5:19). Esto parece querer decir que por causa de la obra de Cristo,
Dios puso a un lado su ira contra nosotros como pecadores, haciendo posible nuestra
reconciliación con él.34 Al tomar la iniciativa Dios reveló su amor, despojándonos de
nuestro espíritu de rebelión y llamándonos a reconciliarnos con él (5:20). Esto es posible
debido a que Cristo, “quien no cometió pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor 5:21).

33M. Lattke, “Kenoo make empty, destroy”, en Exegetical Dictionary of the New Testament, vol. 2, Horst
Balz and Gerard Schneider, eds (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1991), 282, escribió con respecto a Cristo
en 2 Cor 8:9, “que la cláusula habla acerca de la humildad que se da a sí misma y del empobrecimiento de
la autonegación en la manera divina de ser”.

34Véase Angel Manuel Rodríguez, “Salvation by Sacrificial Substitution”, Journal of the Adventist
Theological Society, vol. 1 (1992), 65-68.

26
En la cruz Dios mostró que no hay razón para estar en guerra con él, puesto que él
siempre nos amó. La reconciliación es el reconocimiento y la aceptación de nuestro lugar
en el universo y nuestro rechazo de toda idea o intento por usurpar la autoridad de Dios o
derecho como propietario. Pablo introduce su discusión sobre el significado de la
reconciliación en Colosenses, diciendo: “Por él fueron creadas todas las cosas, las que
están en los cielos, y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean
dominios, sean principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él”
(1:16). Dios efectuó la creación mediante Cristo y por consiguiente, todo pertenece al
Salvador. Aún más, él es el único que preserva unido el universo (1:17). Más aún, fue él
quien tomó nuestro lugar, muriendo en la cruz por nuestra rebelión, haciendo posible
nuestra reconciliación con Dios (2 Cor 5:14-15, 21; Ef 2:3-5). La reconciliación implica
el reconocimiento de que Dios es el dueño del universo, y de nuestro papel como
mayordomos del Señor. Quienes han sido reconciliados no debieran “vivir para sí, sino
para aquel que murió, y resucitó por ellos” (2 Cor 5:15).
Cuando vivimos para nosotros mismos manifestamos obviamente un egoísmo que
hace prácticamente imposible que seamos verdaderos mayordomos de Dios. Desde que
Adán y Eva cayeron en pecado, los seres humanos han estado intentando constantemente
preservar sus vidas mediante sus propios esfuerzos. Esta dimensión del pecado fue
confrontada por Cristo. El egoísmo nos hace administradores inefectivos de las
bendiciones de Dios debido a que no importa lo que recibamos de Dios, lo apropiamos
para nosotros mismos a fin de asegurarnos que seremos capaces de disfrutar la vida en
este planeta por nosotros mismos. Un egoísmo tal no se preocupa por otros porque
estamos totalmente obsesionados con el pensamiento y la preocupación de nuestra propia
preservación.
La solución para esta condición humana pecaminosa se encuentra en la muerte
sacrificial de Cristo sobre la cruz, que hizo posible para nosotros el ser justificados por fe
en él (Rom 3:21-26). La justificación significa que hemos sido absueltos en la corte
divina debido a que Cristo tomó nuestro lugar, muriendo por nosotros. No debemos
preocuparnos más por la preservación de nuestra vida, porque de eso se ocupa Dios. A
través de Cristo Dios nos dio vida libremente como un don de gracia (5:18). Antes de
venir a Cristo estábamos espiritualmente muertos en nuestros delitos y pecados (Ef 2:1).
Pero a través de Cristo Dios nos dio vida mediante la revelación de su gracia: “Porque
por gracia habéis sido salvados por la fe. Y esto no proviene de vosotros, sino que es el
don de Dios” (2:8).
La muerte sacrificial de Cristo mostró que el amor desinteresado de Dios derrota
el mal. Cristo dio su vida para preservar nuestra vida, mostrando claramente que la vida
se preserva cuando se rinde a Dios en una relación de amor y confianza (Mat 16:25).
Fuera de Cristo no hay vida en nosotros (Juan 6:53; 10:10). Es únicamente mediante la
justificación por la fe que tenemos vida (Rom 5:18). Por consiguiente, el centro de
nuestras vidas no es más el yo sino Cristo y vivimos para él y para su gloria (Rom 6:10-
11). Pablo describe en un lenguaje muy vívido el destronamiento del yo en su vida
mediante la obra de Cristo en la cruz, diciendo: “Con Cristo estoy crucificado, y ya no
vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en

27
el Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2:20).
Finalmente, nuestra libertad del esclavizante poder del pecado es real debido a
que Dios, en Cristo, nos redimió del pecado. Jesús declaró: “Porque el Hijo del Hombre
tampoco vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos”
(Mar 10:45). El pecado nos esclavizó, nos volvió incapaces de servir a Dios y a los
demás (Rom 6:6), y nos destinó a una muerte eterna (6:23). En la cruz fuimos liberados
del poder del pecado y de la muerte: “Así, por cuanto los hijos participan de carne y
sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, a saber, al diablo. Y librar a los que por el temor de la muerte
estaban por toda la vida sujetos a servidumbre” (Heb 2:14-15). Dios en Cristo pagó el
precio de nuestra redención con “la sangre preciosa de Cristo, la de un cordero sin
mancha ni defecto” (1 Ped 1:19).
Aquellos que creen en Cristo, le pertenecen. Pablo escribió a los Corintios: “No
sois vuestros. Puesto que habéis sido comprados por precio, glorificad a Dios en vuestro
cuerpo” (1 Cor 6:19-20). La redención significa que no estamos más bajo el poder del
pecado debido a que nuestras vidas fueron “rescatadas” por Dios mediante Cristo.
Nuestras vidas no son nuestras pero Dios nos ha dado la libertad de administrarlas
correctamente para que lleguemos a ser lo que él se propuso originalmente que
fuésemos, es decir, sus mayordomos. Esto es posible mediante el don del Espíritu que
Dios da a quienes creen en Cristo. Ellos “no viven conforme a la naturaleza pecaminosa,
sino conforme al Espíritu” (Rom 8Ñ4). Tales personas no tienen sus mentes puestas en
“las cosas de la carne” (8:5), pues viven según el Espíritu (8:9).
Una teología de la mayordomía se basa no sólo en el concepto de la creación y del
propósito que Dios tuvo para con nosotros, sino también en la salvación mediante Cristo
que hace posible, a pesar del pecado, que lleguemos a ser lo que Dios quiso que
fuésemos. A través del poder del evangelio Dios deshizo el daño causado por el pecado
(Rom 1:16-17). Mediante la reconciliación en Cristo nuestra rebelión contra Dios llega a
su fin y reconocemos a Dios como Creador, Sostenedor, Preservador, y Propietario del
universo. Una vez más hemos encontrado nuestro propio lugar en el plan de Dios, el de
un siervo de un Dios amante y no el de un propietario ilegal del mundo y de nuestras
vidas. Mediante la justificación por la fe nuestra preocupación ciega por autopreservar
nuestras vidas llega a su fin, al reconocer que en Cristo nuestras vidas han sido
preservadas gratuitamente por un Dios de amor. El egoísmo expiró en la cruz por la
revelación del amor de Dios que se sacrifica a sí mismo. La redención nos restauró la
libertad del poder del pecado, haciendo posible mediante el poder gobernante del
Espíritu, que llegásemos a ser fieles mayordomos del Señor. Alcanzamos el más alto
nivel de autorealización en el servicio desinteresado a Dios y a los demás.

C. Restauración de la imagen de Dios


Es a través de la obra de Cristo y del poder del Espíritu que la imagen de Dios es
restaurada en nosotros. Siempre fue el propósito de Dios que los pecadores arrepentidos
“fuesen conformados a la imagen de su Hijo”, llegando a ser sus hermanos (Rom 8:29).
El verbo conformar se refiere a la santificación como “una conformidad progresiva a
Cristo, quien es el eikon [imagen] de Dios, y asi a una renovación progresiva del creyente

28
a la semejanza de Dios”.35 Esto está claramente indicado en 2 Cor 3:18 en donde se nos
describe como “siendo transformados a su semejanza con una gloria siempre creciente”.
El nuevo yo del creyente “está siendo renovado en el conocimiento a la imagen de su
Creador” (Col 3:10). La restauración plena de la imagen de Cristo en nosotros se
consumará en la Segunda Venida de Cristo (1 Cor 15:49). Pero lo que es más importante
para nosotros es que la imagen está siendo restablecida en nosotros ahora en Cristo, y que
por consiguiente, estamos siendo restaurados a nuestra función original como
mayordomos de Dios.
La responsabilidad más importante del mayordomo cristiano en el Nuevo
Testamento es la “administración” correcta de la gracia de Dios, es decir la proclamación
del evangelio (1 Cor 9:17; Ef 3:2, 9), o de “las cosas secretas de Dios” que se nos revelan
en Cristo (1 Cor 4:1). Semejante a Cristo, participamos en la administración del plan
divino de salvación (Col 1:25). Esto incluye no sólo la proclamación de las buenas
nuevas, sino también el que nosotros vivamos a la altura de los requisitos santificadores
que proclamamos.
Además, somos también mayordomos de los dones de Dios. En cierto sentido
esto es parte de la administración de la gracia de Dios debido a que Su gracia se
manifiesta dentro de la iglesia especialmente en el otorgamiento de los dones a cada
creyente (1 Ped 4:10). En este contexto, la mayordomía se caracteriza por una
disposición a servir a otros. Cuando Pedro extiende el llamado a la comunidad cristiana a
administrar fielmente los dones que Dios da, está sugiriendo que somos mayordomos de
todo lo que tenemos debido a que todo nos ha sido dado por Dios. Toda posesión
cristiana debe ser administrada para la gloria de Dios. Esto incluiría todo lo que Dios nos
dio en la creación incluyendo nuestros cuerpos (1 Cor 6:19-29) y recursos financieros
(véase siguientes dos capítulos). El cristiano que esta persuadido de que todo fue creado
y redimido por Dios mediante Cristo y, por consiguiente, que cada cosa pertenece al
Señor, nunca se percibirá a sí mismo como propietario, sino siempre como mayordomo
de Dios y de Cristo.

D. La mayordomía de la creación y el apocalipticismo


El énfasis del Nuevo Testamento sobre la escatología apocalíptica que anuncia la
destrucción de los malvados y la conflagración del mundo (ef 2 Ped 3:8-10), puede
sugerir que nuestra responsabilidad como mayordomos de Dios no incluye una
preocupación definida por el mundo natural. ¿Por qué cuidar lo que será destruido por
Dios en el escatón?
Semejante conclusión sería un serio y terrible error. Debiéramos observar que el
Nuevo Testamento describe a Dios como estando seriamente interesado en el mundo
natural. El alimenta los pájaros del aire, que no pueden sembrar ni cosechar (Mat 6:26),
cuida la vida del pajarillo (10:29), y viste la hierba del campo de hermosura (6:28-30).
En ningún lugar de la Biblia se describe el mundo natural como siendo esencialmente
malo. Al contrario, es bueno debido a que Dios lo trajo a la existencia. La preocupación

35C. E. B. Cranfiend, The Epistle to the Romans, vol. 1 (Edinburgh: T&T Clark, 1975), 432.

29
de Dios por el mundo natural es un ejemplo para sus mayordomos. Ellos deben tratar con
respeto y cuidado lo que pertenece a su Señor. Sólo los malvados destruyen la tierra, y el
Señor, a su debido tiempo, los destruirá a ellos (Apoc 11:18).
La conflagración apocalíptica del mundo natural debe ser entendida como un acto
de redención que conduce a la renovación de la creación y no a su extinción. Es un punto
de transición de un mundo infectado por el pecado y el mal a otro liberado de todo ello.
No se trata de una negación de la naturaleza sino de una reafirmación de su bondad. Se
puede contrastar la experiencia de la naturaleza con la de los poderes malvados que serán
totalmente destruídos, extinguidos del universo de Dios, sin ninguna posibilidad de
recreación. Serán condenados como siendo esencialmente malos. No así con el mundo
natural. La conflagración final es su liberación.
Pablo, en Rom 8:19-22, personifica el mundo natural e indica que, debido a su
solidaridad con los seres humanos, ha sido afectado por su experiencia en dos maneras.
Primero, ha sido “infectado” por el pecado que los seres humanos trajeron al mundo. Ha
sido sometido a frustración pero “no por su propia elección” (v.20). En consecuencia, la
naturaleza es amoral, aunque está atrapada en las secuelas del pecado humano. Se
encuentra ahora en un estado de servidumbre y decaimiento (v. 19). Segundo, la
naturaleza vive en la esperanza del cumplimiento de la promesa de la redención futura
que será experimentada por los seres humanos en el escatón. Cristo vino trayendo
libertad a todos los que creyesen en él y la naturaleza, junto con ellos, mira hacia la
consumación de esa libertad. La naturaleza no aguarda expectante una participación
futura en la destrucción eterna de los malvados, sino más bien “la libertad gloriosa de los
hijos de Dios” (v.21). Para Pablo, la condición presente de la naturaleza es transitoria, la
que tendrá un fin (histórico) “en la liberación de la creación a la libertad que aguarda a
los hijos de Dios”.36
La esperanza apocalíptica incluye también al mundo natural. La liberación del
pueblo de Dios incluye la liberación del mundo natural. Esta perspectiva positiva de la
naturaleza es una fuerza motivante para el mayordomo cristiano que lo lleva a cuidar el
mundo natural y a actuar con responsabilidad delante de Dios al preservarlo y protegerlo.
Sus destinos están misteriosamente entretejidos.

VI. RESUMEN

Nuestra exploración del significado teológico de la mayordomía comenzó con una


discusión sobre la naturaleza de Dios. Antes que cualquier cosa viniese a la existencia,
Dios ya era. Esto significa que Dios es eterno y autosuficiente. Nuestra función como
mayordomos no tiene el propósito de enriquecerlo o proveer para sus necesidades, puesto
que Dios es autosuficiente. La mayordomía es el privilegio de ser copartícipes del

36H. Balz, “Mataiotes vanidad, negación, transitoriedad”, en Exegical Dictionary of the New Testament,
vol. 2, 397. Para una discusión de la estrecha conexión entre los seres humanos y la naturaleza de acuerdo
a la Biblia y su significado para la sociedad moderna, véase Frank Moore Cross, “The Redemption of
Nature”, Princeton Seminary Bulletin, vol. 10 (1989), 94-104.

30
misterioso y sublime Dios. Como Creador él es Unico, Incomparable, Trascendente,
Inmanente y Propietario. Es a este único Dios a quien debemos rendir cuentas como
mayordomos. Su trascendencia evita que la mayordomía persiva la naturaleza como
siendo divina, mientras que su inmanencia muestra su preocupación por la creación y
hace posible que seamos sus mayordomos. Dios el Creador es el Propietario que nos
recuerda que nunca debiéramos declararnos dueños. Dios se describe también como
“amor”. La mayordomía se malogra si se la entiende como el intento del mayordomo de
obtener el amor de Dios. Dios nos ama porque es amor. Su amor se vuelve un modelo
que debe ser seguido por el mayordomo que administra los dones de Dios.
Nuestra discusión de la naturaleza humana nos enseña que somos criaturas de
Dios. En la preservación de nuestras vidas, trabajamos juntos con Dios. Somos
mayordomos de nuestras vidas. Siendo que vivimos dentro del tiempo y del espacio
somos también mayordomos de nuestro tiempo y de nuestro ambiente. Fuimos creados a
la imagen de Dios. Esta imagen es la que somos y debe encontrar expresión en todo
aspecto de nuestro ser. Somos, por consiguiente, mayordomos de nuestros cuerpos, de
nuestra vida espiritual, de nuestras capacidades mentales e intelectuales, y de nuestro ser
social. Al haber sido creados a la imagen de Dios, recibimos también dominio sobre la
naturaleza. Fuimos hechos responsables de administrarla para el Señor como sus
representantes.
La doctrina bíblica del pecado destaca el hecho de que nuestra función como
mayordomos de Dios fue seriamente trastornada por el pecado. Dios envió a su Hijo a un
mundo alejado de él, para que fuese el verdadero mayordomo, su “imagen” en este
mundo de pecado. Cristo llegó a ser el mayordomo del plan de salvación. Para preservar
la vida de aquellos que confiasen en él, dio su propia vida por ellos. Su muerte sacrificial
nos reconcilió con Dios, e hizo posible que nuestra rebelión contra el Creador llegase a su
fin. El Creador es una vez más reconocido como el verdadero y único Propietario del
universo y de nuestras vidas. Nuestra preocupación egoísta por preservar nuestras vidas
llega a su fin cuando aceptamos la muerte de Cristo como el medio de nuestra
justificación. Dios en Cristo es el que preserva nuestras vidas de tal forma que podamos
confiar en él y poner a un lado nuestro egoísmo. La libertad del poder esclavizante del
pecado es una realidad porque en la cruz Cristo nos redimió de ese poder. Le
pertenecemos por redención. Ahora, mediante el poder santificador del Espíritu podemos
ser transformados a la imagen del Hijo de Dios; podemos ser reinstalados como
mayordomos de Dios.
Una de nuestras responsabilidades primarias como mayordomos de Dios es la
mayordomía del evangelio, el que incluye predicarlo y someter nuestras vidas a él. Pero
también somos mayordomos de todos los dones de Dios. Somos en especial
mayordomos de la naturaleza. La escatología apocalíptica no debiera disminuir nuestra
preocupación por el mundo natural. Vivimos anticipando la consumación de nuestra
libertad de la presencia del pecado y la restauración del mundo natural.

31
HACIA UNA TEOLOGIA DE LA MAYORDOMIA
Preguntas de Discusión sobre la mayordomía

1. ¿Cuál es su reacción general hacia el intento de establecer una “teología de la


mayordomía”?

¿Está de acuerdo con las cuatro líneas principales de análisis para el fundamento teológico de la
mayordomía? ¿Qué sugerencias tiene? (¡Esto es apenas un comienzo! Agradeceremos sus
respuestas/reacciones/ideas).

2. ¿Qué relación tiene la expresión “Dios era” con los fundamentos bíblicos de la
mayordomía?

3. Discuta las diferencias esenciales entre Dios el Creador y sus seres creados.

4. ¿Qué motivó la elección por parte de Dios de la humanidad?

5. ¿Qué características únicas poseen los humanos por el hecho de haber sido creados a la
“imagen de Dios?”

6. Explique cómo las palabras “ejerzan dominio” describen el poder y la autoridad dada a
los seres humanos por Dios.

7. Discuta cómo los conceptos de pecado y libertad se interconectan estrechamente en la


teología y la historia sagrada.

8. Debido a la rebelión de Adán y Eva contra Dios, ¿qué características pecaminosas heredó
la raza humana?

9. ¿Cuál es la relación entre la mayordomía y la doctrina de la salvación en Cristo?

10. Discuta si es una preocupación legítima de los mayordomos de Dios el interesarse en el


cuidado del mundo natural.

11. ¿Se incluye el mundo natural en la esperanza apocalíptica?

12. Describa la mayordomía bíblica en sus propias palabras.

Los materiales adicionales que siguen sobre diezmar y los tópicos relacionados han sido
producidos por el Departamento de Mayordomía de la Asociación General durante 1991-1994:
Principios de Vida, Sistema Financiero de los Adventistas del Séptimo Día; Momentos de
Diezmar; Mayordomía y Planeamiento de Estrategias.

32
NOTAS

33
LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA
DEL DIEZMO

I. Introducción

II. El diezmo en el Antiguo Testamento

A. Génesis 14: el diezmo de Abraham

B. Génesis 28:10-22: el diezmo de Jacob

C. La legislación del diezmo

1. Levítico 27:30-33
2. Números 18:21-32
3. Deuteronomio 12:6, 11, 17; 14:22-29; 26:12-15

D. Otros pasajes del Antiguo Testamento

1. 2 Crónicas 3:4-6, 12
2. Amós 4:4
3. Nehemías 10:38-39; 12:44; 35:5, 12
4. Malaquías 3:8-10

III. El diezmo en el Nuevo Testamento

IV. Resumen y conclusiones

34
LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA
DEL DIEZMO

I. INTRODUCCIÓN

Este estudio examinará la evidencia bíblica que describe el sistema del diezmo, en
un intento por explorar sus características esenciales y el contenido teológico. Los
eruditos bíblicos han mostrado poco interés en el estudio del sistema del diezmo Israelita.
La mayoría de los estudios sobre este tema se han llevado a cabo bajo preocupaciones
histórico- críticas (e.g. la reconstrucción del desarrollo histórico del sistema y la datación
de las diferentes fuentes) más que bajo un interés teológico. 37 Nosotros vamos a abordar
el texto en su forma canónica, prestando particular atención a su motivación teológica.
Es un hecho bien conocido que el diezmo no es una práctica exclusiva israelita.
Los registros de la ciudad de Ugarit (Siglo 14 AC), por ejemplo indican que sus
residentes pagaban el diezmo al templo, lo que era una especie de impuesto, y que el rey
también recibía un impuesto real (un diezmo del pueblo.)38
Los documentos neobabilónicos del siglo 6to. A.C, revelan que el diezmo era una
práctica común en Babilonia. Se daba el diezmo al templo y se esperaba que el mismo
rey diezmase. Se recogía el diezmo de todos los bienes, incluyendo la cebada, los dátiles,
el sésamo, el lino, el aceite, el ajo, la lana, las ropas, el ganado vacuno, las ovejas, los
pájaros, y productos de plata y el oro. 39 El diezmo era también conocido y practicado
entre los Persas, Griegos y Romanos.40
Los historiadores no conocen el origen de esta práctica tan difundida. La Biblia
no lo discute, y cuando se menciona el diezmo por primera vez, parece haber sido ya una

37 Para una evaluación de esos estudios véase Menahem Herman, Tithe as a Gift: The Institution in the
Pentateuch and in Light of Mauso’s Presentation Theory (San Francisco, CA: Mellen Research University
Press, 1991), 7-37.

38Véase Jacob Milgrom, Numbers: The JPS Torah Commentary (New York: Jewish Publication Society,
1990), 432. Véase también Gary A. Anderson Sacrifices and Offerings in Ancient Israel (Atlanta, GA
Scholars Press, 1987), 78-80. Debemos mencionar que un diezmo (impuesto) no religioso, real, era
conocido en Israel (véase 1 Sam 8:10-17; Anderson, Ibid, 81, 82).

39Jacob Milgrom, Cult and Conscience (Leiden: E. J. Brill, 1876), 58. La discusión de Milgrom está
basada en un estudio preparado por M. A. Dandamayev, “Charmowaja Desjatina W. Pozdnej Babilonii”,
Vestnik Dreney Istorii, (1965), 14-34. Véase también M. A. Dandamayev, “State and temple in Babilonia
in the First Millennium BC”, en State and Temple Economy in the Ancient Near East, E Lipinsky, ed
(Leuven: Department Orientalistic, 1979), 593, 94.

40 Consultar J. A. MacCulloh, “Tithes”, Encyclopedia of Religion and Ethics, editado por James Hasting,
vol. 12 (Edingburgh: T & T Clark, m.d.), 347; W. H. D. Rouse, “Tithes (Greek)”, Ibid, 350, 51; y también
G. Hawthorne, “Tithe”, New International Dictionary of New Testament Theology, editado por Colin
Brown, vol. 3 (Grand Rapids, MI: Zondervan Publisher, 1978), 851.

35
práctica común.
Sin embargo, sabemos que “el sistema del diezmo se remonta más allá de los días
de Moisés... Aún tan atrás como a los días de Adán. 41 El sistema, según se revela en el
Antiguo Testamento, es “de origen divino”,42 fue dado por Dios al hombre. El diezmo
parece estar asociado a la humanidad en su estado caído.
En lo que sigue, vamos a examinar los pasajes bíblicos que discuten el tema del
diezmo o lo mencionan. Enfatizaremos las ideas teológicas que están asociadas al mismo
y a su propósito. Luego integraremos las ideas y conceptos a fin de ofreser un cuadro
amplio del entendimiento y la práctica bíblica del diezmo.

II. EL DIEZMO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

A. Génesis 14: El diezmo de Abraham.


Génesis 14 es un capítulo único en la historia patriarcal que nos permite
familiarizarnos con un importante aspecto de la vida de Abraham como líder militar.
Había entre sus siervos un grupo bien entrenado de soldados. No obstante, el propósito
de Génesis 14 no es describir las habilidades de liderazgo de Abraham en tiempos de
guerra, sino revelar una dimensión más importante de su carácter y de aquellos que se
mencionan en el relato. A través de sus acciones y actitudes, se revelaron los propósitos
y motivaciones de sus corazones, de tal forma que podemos percibir un contraste
marcado entre Abraham y Melquisedec por un lado, y los reyes por el otro.
Las diferencias entre esos dos grupos se determinó por su entrega o falta de
entrega al Señor Altísimo. Los que no le sirvieron al Señor se describen como codiciosos
y centrados en sí mismos, como completamente poseídos y controlados por sus corazones
egoístas, sin reconocer otra autoridad que la propia. No hay lugar en sus corazones para
la gratitud y mucho menos para el reconocimiento de sus limitaciones como criaturas del
Señor.
Abraham y Melquisedec exhiben un espíritu muy desinteresado en el relato.
Ambos tienen algo importante en común: adoran al Señor Altísimo y lo reconocen como
el Creador de los cielos y la tierra. Es dentro de esta posición teológica que se introduce
el diezmo en la historia.
Génesis 14 trata acerca de propiedades, y de la pérdida y recuperación de bienes.
Por doce años las ciudades de la llanura habían estado bajo el control político de
Kedarlaomer. Su política expansionista y ansia de poder lo condujo a conquistar esas
ciudades, forzando al pueblo a pagarle altos impuestos anuales. El rey se estaba
enriqueciendo a sí mismo al desposeer a otros de sus bienes, y en el proceso estaba
alimentando su corazón egoísta.
Después de doce años de opresión, los habitantes de las ciudades decidieron
rebelarse, pero fueron fácilmente derrotados. El rey Kedarlaomer y sus aliados los

41 E. G. White, SDA Bible Commentary, vol. 1, 1093 (Testimonies, vol. 3, p. 393).

42E. G. White, Testimonies, vol. 3, p. 388.

36
atacaron y los subyugaron, tomando alimento y bienes del rey de Sodoma y de Lot.
Algunas personas, incluyendo a Lot, fueron tomados prisioneros.
Se informó a Abraham de estos eventos, y éste decidió intervenir para liberar a
Lot. Atacó y derrotó a los reyes, liberando a los prisioneros, y rescatando todos los
bienes que habían sido tomados de Lot y del rey de Sodoma. Mientras regresaba, los
reyes de Sodoma y Salem salieron a recibirlo. Abraham dio los diezmos del botín a
Melquisedec, y al rey de Sodoma todo lo que le habían sido quitado.
Se menciona aquí la práctica de diezmar de una manera casi casual, lo que sugiere
que el diezmo era ya parte de la vida y experiencia religiosa de Abraham. Esta era
ciertamente no la primera vez que devolvía su diezmo al siervo de Dios. A medida que
leemos la historia, nos damos cuenta que se traen a colación varios elementos importantes
con respecto a la práctica del diezmo.

1. El diezmo está basado en los ingresos


Al haber derrotado al enemigo, los despojos de la guerra le pertenecían a
Abraham, incluyendo lo que le habían quitado a Lot, al rey de Sodoma, y aún los
prisioneros. Abraham podría haber salido de esta experiencia grandemente
enriquecido. Sin embargo, su decisión de ir a la guerra no había sido motivada
por una preocupación egoísta sino más bien por el deseo de salvar a Lot.

El espíritu desinteresado de Abraham se manifiesta en el relato en dos


formas. Primero, devolvió al rey de Sodoma lo que Kedarlaomer le había
quitado. Antes de ir a la guerra, Abraham había prometido a Dios que si él tenía
éxito, devolvería al rey de Sodoma todo lo que era de él pues no estaba interesado
directa o indirectamente en beneficiarse personalmente de esa experiencia.
Segundo, Abraham demostró su espíritu desinteresado al dar un diezmo de
todo al rey de Salem. El pasaje establece claramente que “dio el diezmo de todo”
(14:20). Es realmente difícil saber lo que se incluye en esa frase. Parecería
correcto, sin embargo, concluir que no diezmó los bienes del rey de Sodoma.
Aparentemente nunca consideró esos bienes como suyos. Si éste fue el caso,
devolvió entonces los diezmos del botín de guerra que consideró suyo. Esto
constituía un nuevo ingreso para él. Obsérvese que el verbo usado es “dar”
(natan). El diezmo no era suyo, y lo devolvió al Señor.

2. El recipiente del diezmo


El relato revela quién debía recibir el diezmo. Melquisedec no era sólo
un rey, sino también sacerdote del Señor. El y Abraham adoraban al Señor
Altísimo (identificado como Yahvé por Abraham). Había entre los Cananeos
quienes adoraban al verdadero Dios, y Melquisedec era uno de ellos.
Mientras Abraham volvía victorioso del conflicto, Melquisedec salió a
darle la bienvenida e hizo provisión para él. Le preparó un banquete real a
Abraham, y lo bendijo. Melquisedec había sido elegido por Dios para cumplir la
función de sacerdote y para ser el mediador de la bendición de Dios.
Inmediatamente después de la bendición, Abraham le dio los diezmos. Fue en su

37
papel de sacerdote que Melquisedec recibió los diezmos, y sobre esa misma base
Abraham se los dio.
El diezmo se devuelve a un instrumento señalado por Dios para servirle
tanto a él como a su pueblo. Al darle los diezmos a este sacerdote, Abraham
reconoció implícitamente la santidad del diezmo. Lo devolvió a aquel a quien
Dios había elegido para ser su instrumento santo. Sólo él podía manejar las cosas
sagradas.

3. Base teológica para el diezmo


El relato provee algunos conceptos teológicos que arrojan alguna luz sobre
el significado del diezmo. Estos conceptos, que yacen en la base de la práctica
del diezmo, sugieren que el diezmo no es un fenómeno aislado en una experiencia
religiosa, sino que pertenece a una comprensión teológica particular del mundo
que nos rodea y de nuestro papel dentro del mismo.

a. Dios es el Creador
Esta idea es tan importante que se menciona dos veces en el relato.
Melquisedec y Abraham se refieren a Dios como al “creador de los cielos
y la tierra”. El Dios invocado en la bendición es el Creador. La palabra
hebrea traducida “Creador” (qanah), proviene de una raíz que significa
“adquirir, poseer”. Alguien puede poseer algo al hacerlo, crearlo, o
adquirirlo. En este relato, el término qanah parece expresar las ideas de
creación y posesión. Todo en los cielos y en la tierra pertenece al Señor
puesto que él lo creó. El derecho de Dios como propietario se basa en su
actividad creadora.
Esto sugiere que hay una sola realidad suprema y que no se espera
que respondamos a diferentes poderes espirituales, sino sólo al Creador.
No debemos dividir nuestra lealtad entre señores diferentes, porque hay
sólo un Señor que trajo a la existencia toda cosa que existe.
Sin el concepto bíblico de creación, el diezmo carece de un
significado sólido. Abraham diezmó porque su Dios era el Creador de los
cielos y la tierra. Reconoció que Dios era propietario mediante la
confesión de su boca (“Señor, Dios Altísimo, Creador de los cielos y la
tierra” [Génesis 14:22]) y mediante sus acciones (al devolver el diezmo a
Melquisedec).

b. Dios es quien bendice


Como ya lo dijéramos, Melquisedec cumplió su responsabilidad
sacerdotal al bendecir a Abraham. Teológicamente, la bendición precede
al diezmo. Sin esta bendición preliminar, diezmar genuinamente es
imposible. Las bendiciones de Dios son siempre una expresión de su amor
y preocupación por nosotros. El diezmo es un reconocimiento de la
bondad del Señor y, por consiguiente, siempre es una respuesta y nunca un
preludio.

38
Abraham estaba plenamente consciente del hecho de que Aquel
que lo había enriquecido era el Señor. Se había convencido personalmente
su seguridad financiera no dependía del poder de nadie, sino de las
bendiciones del Señor. Cuando el rey de Sodoma le dijo (en un tono casi
demandante), “Dame la gente y guarda los bienes”, la reacción de
Abraham no se hizo esperar. “No aceptaré nada” (véase Gén. 14:21-23).
Melquisedec salió al encuentro de Abraham para compartir alimento y
bendición; el rey de Sodoma vino requiriendo que por lo menos, le fuesen
devueltas parte de sus propiedades. Técnicamente, los bienes del rey de
Sodoma le pertenecían a Abraham. Pero Abraham le devolvió todo por
dos razones. Ya hemos ya mencionado la primera: Abraham pronunció un
juramento ante del Señor comprometiéndose a devolver todo lo que
pertenecía al rey. En segundo lugar, Abraham no quiso que el rey dijese:
“Yo enriquecí a Abraham”. De esta forma, Abraham estaba protegiendo
el honor de Dios.
El patriarca sabía que su riqueza era el resultado de las bendiciones
de Dios, y no estaba dispuesto a permitir que nadie debilitase o
distorsionase esa convicción. Rechazó la riqueza antes que recibirla
arrojando una sombra sobre la bondad de Dios. La implicación es que la
preocupación primaria de Abraham no era su propio bienestar material o
económico, sino su relación con el Señor. Allí se originaba su disposición
a diezmar.

c. Dios preserva la vida humana


El relato sugiere que el diezmo está motivado teológicamente. En
este caso específico, el diezmo de Abraham era “un reconocimiento de que
el Dios Altísimo le había dado la victoria” (v. 20).43 El sacerdote, en la
bendición, alabó a Dios por derrotar a los enemigos al entregarlos en las
manos de Abraham. No se niega el papel de Abraham, pero se acredita la
victoria a Dios.
El diezmo se basa no sólo en el hecho de que Dios bendijo a
Abraham, sino también en que lo preservó al derrotar a los enemigos. La
implicación es que la vida es tan frágil que no puede preservarse
plenamente por los esfuerzos humanos. Hay fuerzas que amenazan la vida
humana y sólo Dios puede en forma apropiada y efectiva derrotarlas. Esta
convicción fue tan dinámica que se incorporó en el acto de Abraham al
diezmar. De allí que el diezmo expresa el hecho de que la vida no es
nuestra sino que pertenece siempre al Señor (no simplemente porque nos
creó, sino porque nos preserva en un mundo de pecado y de muerte).
Según Génesis 14, el diezmo es un rechazo al egoísmo. Este poder
esclavizante gobierna sobre todos los que no están familiarizados con el

43E. E. Carpenter, “Tithe”, International Standard Bible Encyclopedia, vol. 4 (Grand Rapids, MI: W. B.
Eerdmans, 1988), 862.

39
Señor, y los conduce a explotar y destruir a otros en la búsqueda de
riqueza. Abraham dio el diezmo porque había rechazado el egoísmo como
la fuerza dominante en su vida.
En un nivel más profundo, la práctica de Abraham de diezmar se
basó en la convicción sólida de que Dios es el Creador y Propietario de
todo en el universo --el único que bendice y preserva la vida. La
experiencia de Abraham deja en claro que el Señor eligió a personas
específicas para mediar la transferencia del diezmo del adorador a su Dios.
Un sacerdote lo recibió en este caso como también en otros casos
registrados en el Antiguo Testamento. Abraham devolvió su diezmo a uno
de los instrumentos designados por Dios.

B. Génesis 28:10-22: el diezmo de Jacob


La segunda referencia al diezmo en la Biblia se encuentra en Génesis 28:22, en
donde leemos que Jacob salió de su hogar dirigiéndose hacia Harán para preservar su
vida. Entre Beerseba y Harán tuvo una experiencia con el Señor que lo sostuvo a lo largo
del resto de su vida. El Señor se apareció a Jacob en un sueño, revelándose a sí mismo
como un Dios amoroso y protector, dispuesto a bendecir, guiar, y proteger al patriarca.
En respuesta a esta revelación divina, Jacob hizo un voto en el que prometía devolver el
diezmo de todo lo que Dios le diese. El contexto de esa promesa provee una serie de
conceptos básicos y significativos que nos ayudarán a descubrir un número de ideas
teológicas que se relacionan con el diezmo.

1. La Entrega de Jacob a Dios


Justo antes de que Jacob prometiera diezmar dijo: “Entonces el Señor será
mi Dios” (28:21). Durante el sueño, el Señor le prometió a Jacob, movido por su
gracia y amor, darle un número de cosas. El Señor se reveló a sí mismo como el
Dios de Abraham e Isaac, aunque su intención real era llegar a ser también el Dios
de Jacob (v. 13). Pero ahora le tocaba a Jacob tomar esa decisión, y él se decidió
por el Señor.
La entrega al Señor en una relación de amor, precede al diezmar debido a
que el diezmo está inseparablemente conectado con el Señor pues le pertenece. El
diezmo se basa en un reconocimiento de la intervención providencial de Dios en
la vida de una persona. Sin esta previa experiencia y entrega el diezmo carece de
propósito, se vuelve irrelevante y pierde su sentido.

2. El interés de Dios por Jacob


En el sueño, Dios se describió a sí mismo como Aquel que proveería para
las necesidades de Jacob. Las promesas específicas revelaron de una manera
clara lo que el Señor iba a darle al patriarca.

a. Descendientes (véase Gén. 28:14)


Jacob viajaba sólo pero en el futuro esto cambiaría. Sus
descendientes, dijo el Señor, “serán como el polvo de la tierra”. Las

40
promesas hechas a Abraham se cumplirían por medio él. La implicación
parece ser que la procreación humana está en las manos del Señor, no bajo
el control exclusivo de la ley de la reproducción humana.

b. Protección (véase Gén. 28:15)


La promesa de protección implicaba que Jacob viviría en un
ambiente hostil y que no sería capaz de preservar su vida sólo. Dios le
prometió lo que él necesitaba: conducción divina. Así se enfatizan los
límites del poder humano y la necesidad de confiar en un poder
sobrehumano. La preservación de la vida descansa en última instancia en
las manos del Señor.
c. Tierra (véase Gén. 28:13)
La tierra era uno de los más importantes dones que el Señor dio a
su pueblo. La tierra les proveía identidad y era, en gran medida, una
fuente de riqueza y seguridad financiera. Esta promesa implicaba que la
tierra pertenecía al Señor, no al pueblo, y que era Dios quien proveía
seguridad financiera.

d. Bienes (véase Gén. 28:20)


Dios prometió a Jacob que le proveería de pan y ropa. Esto tiene
que haberle otorgado paz mental al viajero solitario. Mediante estas
promesas, el Señor se reveló a Jacob como Aquel que es el mismo centro
de la seguridad humana, la fuente suprema y única de bendiciones
verdaderas. El posee todo y lo distribuye a cada persona según su amante
voluntad. Dios es el Propietario, pero tiene una disposición natural a
proveer para otros. Nótese cómo esta idea se acentúa en la manera en que
se organizan las frases de la promesa: el sujeto es siempre el Señor.

“Yo te daré a ti la tierra”.


“Yo seré contigo”.
“Yo velaré por ti”.
“Yo te volveré a traer a esta tierra”.
“Yo no te abandonaré”.
“Yo haré lo que prometí”.

Dios se describe a sí mismo como Aquel que poseía el poder que


necesitaba Jacob para realizarse a sí mismo, y llegar a ser lo que debía ser.
Este era el poder de la presencia amante de Dios en su vida. Fue entonces
Jacob dijo: “De todo lo que me des, te daré a ti el diezmo” (28:22). Se dio
cuenta de que todo lo que pudiese obtener en el futuro sería siempre un
regalo de Dios. Nunca poseería ninguna cosa a no ser lo que el Señor le
diese. Para él, el diezmo sería una expresión de gratitud, un
reconocimiento de que no era dueño de nada.

41
3. Jacob hace un voto
Un voto era un acto solemne por el cual uno determinaba tomar en serio a
Dios, encomendándose a su palabra. Era una manera de expresar fe en el Señor.
En su voto, Jacob no negoció con Dios ni intentó sobornarlo. “El Señor le había
prometido ya prosperidad, y este voto era el fruto de un corazón lleno de gratitud
por la seguridad del amor y la misericordia de Dios”.44
A través del voto, Jacob se apropió de las promesas de Dios. De hecho, su
“voto cuadra con las promesas”.45 Todo lo que el patriarca menciona en su voto --
el cuidado protector de Dios, el alimento y la ropa, su regreso salvo a la tierra--
Dios ya se lo había prometido. Estamos en lo cierto cuando concluimos que
mediante el voto, Jacob tomó en serio a Dios, y aceptó su ofrecimiento de gracia.
La promesa de diezmar es parte del voto. Pero, si el diezmo pertenece al Señor,
¿por qué entonces hacer un voto prometiendo devolvérselo? Se pueden dar varias
razones:

a. Al hacer un voto, Jacob reconoció que el diezmo pertenece al


Señor. De otra manera, podría haber sido tentado a considerarlo
simplemente como parte de sus entradas, y devolviéndolo a Dios
solamente cuando le placiese. En cierto sentido, este voto era un
testimonio de la santidad del diezmo.

b. Al hacer un voto, Jacob expresó en su libre albedrío la decisión de


devolver el diezmo al Señor. Dios no lo había forzado a diezmar. Los
votos en la Biblia son siempre actos voluntarios que se basan en la obra
del Espíritu en el corazón del individuo. El voto de Jacob significaba que
había elegido voluntariamente devolver al Señor lo que era suyo.

c. Al hacer un voto, Jacob aceptaba el desafío de Dios a confiar en él


o a probarlo (cf. Mal 3:10). Dios le hizo promesas específicas esperando
que Jacob las aceptase y creyese. Esto requería de Jacob que entrase en
una relación de confianza y de intimidad con el Señor.

Un voto es el acto más solemne por el cual una persona expresa


confianza en el Señor. En cierto sentido, se trata de una fe que crece en
madurez. En el caso de Jacob, el diezmo era una expresión de su entrega
de fe al Señor. Su voto deja en claro que las bendiciones de Dios preceden
al diezmo y que, por consiguiente, el diezmo no es una manera de obtener
el favor de Dios.

4. Jacob adoró

44 E. G. White, Patriarchs and Prophets, 187.

45Walter Brueggemann, Génesis (Atlanta: John Knox, 1982), 248.

42
Se menciona el diezmo en esta historia en un contexto de culto. Jacob se
confrontó con la presencia radiante de Dios y adoró. La adoración es justamente
eso --una respuesta reverente a la presencia de Dios. El lugar en donde tuvo el
sueño llegó a ser el lugar de adoración, una casa del Señor. El diezmo es un
elemento en el acto de adoración.
Una lectura de los versículos 21 y 22 del capítulo 28, indica que el voto de
Jacob incluyó tres componentes básicos: (a) entrega al Señor (“el Señor será mi
Dios”); (b) adoración a Dios (el lugar llegó a ser “un centro de culto”); (c) el
diezmo (basado en lo que Dios le dio). El diezmo tiene sentido sólo dentro de
este fundamento teológico.
Un elemento aún más importante en este relato es el hecho de que el
diezmo está precedido por una revelación de Dios quien se revela como un ser
amante, siempre dispuesto a bendecir y preservar la vida de su siervo. Jacob
descubrió que toda bendición espiritual y material se encuentra en el Señor, quien
posee una disposición natural a bendecir abundantemente.

Según este relato, sería probablemente correcto concluir que el diezmo se


basa en una ética de imitación. Dios es el Gran Dador y Jacob lo imitó cuando
diezmó. En cierto sentido, esto es semejante al mandamiento del sábado. El
descanso en el día de sábado se basa en el hecho de que Dios descansó en ese día.
Al cumplir el mandamiento, lo imitamos.
Esta ética tales de imitación es posible únicamente después que la persona
acepta a Dios como su Señor personal. Esta incluye un rendimiento completo de
la vida individual y de las posesiones al Señor. El diezmo perpetúa esa
experiencia en la vida de la persona. Si está presente un voto, se debe a que la
relación con el Señor es formal y la entrega permanente. Como un acto de culto,
el diezmo renueva nuestra disposición a rendir nuestra vida a la Fuente de todas
las bendiciones, reafirmando nuestra entrega incondicional a Dios. En este
sentido, el diezmo es una representación concreta de pacto.

C. La legislación del diezmo


El Señor incorporó el diezmo en la ley de la alianza israelita, haciéndolo parte de
la experiencia religiosa del pueblo como nación. Varias leyes en el Pentateuco abordan
la práctica del diezmo. El intento de esas regulaciones era definir lo que debía ser
diezmado, explicar el proceso que debía seguirse al diezmar, definir el uso del diezmo, y
establecer la función teológica y social del diezmo. Procederemos a examinar esa
legislación.

1. Levítico 27:30-33
Levítico 27 trata con dones dedicatorios --esto es, dones prometidos al
Señor mediante un voto o al consagrárselos a él. Esos dones incluyen ofrendas
votivas de personas fijadas en cantidades de plata (v. 1-8); animales prometidos
como ofrendas (v. 9-13); consagración de propiedad o tierra (v. 14-24); y leyes de
exterminio (v. 28-29). El capítulo también incluye leyes que regulan la redención

43
del primogénito y del diezmo (v. 26-27, 30-33).46
El capítulo tiene como propósito básico definir las principales fuentes de
ingresos para los servicios del santuario y de los sacerdotes. 47 Dar fondos para el
santuario era una parte extremadamente importante del sistema israelita de culto
debido a que por su medio el pueblo mostraba su gozo y gratitud a Dios por
tenerlo morando entre ellos.
Aunque el diezmo no era una ofrenda voluntaria, se lo incluyó entre las
ofrendas dedicatorias debido a que eran también una fuente de ingreso para el
clero. Además, las ofrendas dedicatorias eran redimibles y, hasta cierto punto,
también lo era el diezmo. Por consiguiente, era lógico incluir el diezmo en la
discusión de las ofrendas dedicatorias. Esta legislación específica del diezmo
establece varios hechos significativos.

a. El diezmo está basado en una convicción teológica


El diezmo pertenece al Señor y por consiguiente es santo; no llega
a ser santo mediante un voto o un acto consagratorio. Es simplemente
santo por su misma naturaleza; pertenece al Señor. Nadie sino Dios tiene
derecho al mismo. Ninguno puede consagrarlo al Señor puesto que el
diezmo nunca es parte de una propiedad personal.
En cierto sentido, el diezmo es semejante al sábado. Ambos son
santos al Señor (Qodesh laYHWH; Ex 16:23; Lev 27:30), pues Dios los
invistió con santidad. Ambos pueden ser una prueba de lealtad al Señor y
al pacto debido a que el Señor los puso a nuestra disposición aunque
ninguno de los dos son nuestros. Podemos desacralizarlos al usarlos en
forma profana.

b. El diezmo está basado en el aumento de bienes


La legislación requiere diezmar todo el producto de la tierra:
granos y frutos. También se aplica al incremento del “ganado y el rebaño”
(Lev 1:10).48 Este incremento de frutos y animales es el resultado de las
bendiciones de Dios a su pueblo (Lev 26:3-5). Con el diezmo Israel
reconoce que todo lo que tienen proviene del Señor y le pertenece a él.
Este reconocimiento yace en el mismo corazón del pacto. El diezmo se

46 Sobre la estructura general del capítulo consultar a G. J. Wenham, The Book of Leviticus
(Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1979), 336, 37.

47 Baruch A. Levine, Leviticus: The JPS Torah Commentary (New York: Jewish Publication
Society, 1989), 192.

48 B. Beck, “Baqar”, Theological Dictionary of the Old Testament, vol. 2 (Grand Rapids MI: W.
B. Eerdmans, 1975), 210.

44
transforma en un constante testimonio del pacto y de la lealtad del pueblo
al mismo.49
c. La redención del diezmo
El diezmo de la cosecha del del campo puede redimirse mediante
un equivalente que lo substituye (probablemente en plata), más un recargo
del veinte por ciento. No se redime el diezmo del ganado y del rebaño.
La redención del diezmo que se menciona aquí no debe confurdírse
con la práctica errónea de retener el diezmo con la intención de traerlo
más tarde y agregarle un veinte por ciento. Lo que esta legislación
establece es que siendo que se paga el diezmo en especie “podría haber
casos en los cuales un hombre necesitase trigo para sembrar, y podría
pagar mejor en moneda que con grano de trigo. Bajo esas condiciones,
podía redimir el diezmo mediante una estimación del trigo y pagar esa
suma más un quinto”.50 No hay indicación en Levítico 27 de que el
diezmo pueda ser retenido.

d. No se debe manipular el diezmo


Se ordena a la persona a traer el diezmo al Señor. Esta legislación
rechaza todo intento de manipular el sistema en un esfuerzo por obtener
alguna ganancia personal. Los israelitas no debían controlar ni influenciar
bajo ningún concepto la selección del diezmo del ganado y del rebaño.
Cada décimo animal que pasaba bajo la vara del pastor pertenecía al
Señor. Se esperaba que la persona no mirara “si el animal es bueno o
malo, ni lo cambiará” (Lev 27:33). No se debía en absoluto controlar la
calidad del animal.
Levítico 27 define el diezmo como santo al Señor. También asocia
el diezmo con los dones dados al santuario como fondos para el santuario
y el clero. Esta es probablemente una de las razones para redimirlo;
mediante su redención, se proveía al santuario con dinero en efectivo
(plata). Esta legislación no establece claramente cómo debía usarse el
diezmo en el santuario. Se pone el énfasis en la naturaleza del diezmo y
en la responsabilidad de la persona de traerlo al Señor.

2. Números 18:21-32
Números 18 describe la responsabilidad de los sacerdotes y levitas como
guardianes del santuario. La guardia del santuario y la ministración de las

49 Herman, Tithe, 60, enfatiza este aspecto del diezmo. Este autor va demasiado lejos cuando argumenta
que “las ordenanzas del diezmo de Levítico describen una reciprocidad sistemática bajo el pacto por el que
los bienes tangibles se cambian por laprotección divina” (Ibid). Con este argumento comercializa el
diezmo. La razón básica que se da en Levítico para diezmar, es que el diezmo es santo. Por
supuesto esto presupone las bendiciones de Dios, pero no determina ni forza a Dios a bendecir su pueblo.

50 SDA Bible Commentary, vol. 1, 818.

45
necesidades del pueblo requerían un servicio de tiempo completo. La tribu de
Leví no tuvo herencia entre el resto de Israel; el Señor fue su herencia. Dios era
el que proveía para sus necesidades. El principal propósito de Núm 18 es el de
establecer “los medios por los cuales las órdenes del clero... deben mantenerse”.51
El Señor asignó a Aarón los dones que el pueblo traía a Dios. Estos
incluían una porción de las ofrendas santísimas (v. 9-10) y santas (v. 11-19).
Aarón también se beneficiaba del diezmo (v. 25-32). 52 El ingreso de los levitas
era el diezmo que los israelitas devolvían al Señor (v. 21-24). Se discute el
diezmo aquí en el contexto del santuario y se lo vincula directamente con la obra
de los sacerdotes y levitas.

a. La naturaleza del diezmo


Números 18 no se refiere al diezmo explícitamente como a un algo
santo al Señor. Probablemente se incluye el diezmo en la frase “las cosas
santas de los israelitas” (v. 32), o tal vez se hace allí referencia en forma
exclusiva al diezmo, pero esto no es muy seguro. Sin embargo, se
describe el diezmo como lo que los israelitas “presentan como una ofrenda
al Señor” (v. 24). El verbo traducido “presentar” (rum) significa “poner
aparte, (seleccionar y) presentar”. “Una ofrenda” (terumah) parece
referirse a algo que se designa (pone aparte) como una ofrenda fuera del
santuario y que posteriormente se trae al santuario y se lo ofrece al
Señor.53 Si esta interpretación es correcta, entonces el diezmo era una
ofrenda que se ponía aparte en el hogar y más tarde se la tría al Señor al
santuario.
Al describir el diezmo como una ofrenda, se está indicando su
santidad. El hecho de que es una ofrenda no significa que era voluntaria;
el Señor lo requería de su pueblo.54 Esta legislación no define lo que debía
ser diezmado. Hay una mención incidental de “grano” y “vino” (v. 27),
pero el texto no limita el diezmo sólo a esos ingredientes (véase v. 28-29).

b. El uso del diezmo


El diezmo pertenece al Señor pero él se lo asignó a los levitas (v.
21). Esta decisión se basaba en el hecho de que los levitas no recibieron
ninguna herencia entre los israelitas y, por consiguiente, no tenían otro

51 Philip J. Budd, Numbers, 148-54.

52Véase Milgrom, Números, 148-54.

53 J. Milgrom sugiere esta interpretación en “Heave Offering”, Interpreter’s Dictionary of the Bible
Supplementary Volume (Nashville, TN: Abingdon, 1976) 391.

54 Milgrom, entre otros, ha defendido la naturaleza mandatoria del diezmo en Números 18 (Numbers,
433).

46
medio de subsistencia. Su función era ministrar en el santuario y proteger
su santidad. El Señor les dio el diezmo como compensación (v. 21;
heleph) o recompensa (v. 31; sakar) por su obra en el santuario.
Obsérvese que con el diezmo, los israelitas no pagaban a los levitas
por sus servicios. El pueblo estaba devolviendo el diezmo al Señor en
forma de ofrenda. Era el Señor quien decidía cómo usarlo y él decidió
darlo a los levitas.
El significado de este procedimiento yace en el hecho de que la
calidad de los servicios rendidos por los levitas a los israelitas no afectaba
en ninguna manera la práctica del pueblo de diezmar. Ellos devolvían su
diezmo al Señor y el Señor lo daba a los levitas. Esta idea se repite tres
veces en el capítulo (v. 21, 24-25).
Este mismo enfoque se usó también con respecto al diezmo que se
asignó a los sacerdotes (v. 28-29). Se ordenó a los levitas presentar un
diezmo del diezmo devuelto al Señor, pero fue el Señor quien determinó
como debía usárselo. El diezmo de los levitas era para el Señor, y no era
un pago hecho a los sacerdotes por sus servicios: “Presentaréis un décimo
del diezmo como ofrenda al Señor” (v. 25). El sostenimiento de los
sacerdotes no estaban en las manos de los levitas, sino del Señor. Se
seleccionaba este diezmo de la mejor porción del diezmo de los israelitas
(v. 29), evitándose de esta forma todo intento de los levitas de manipular
el proceso.
Según Núm. 18, el Señor asignó el diezmo a los levitas y
sacerdotes como compensación por el trabajo de tiempo completo que
efectuaban en el santuario a favor del pueblo de Israel. Se traía el diezmo
al Señor, y no a los levitas y sacerdotes como un pago por sul ministerio.
De hecho, nunca aparece el diezmo como pago por servicios recibidos.

3. Deut. 12:6, 11, 17; 14:22-29; 26:12-15


Deut 12 trata de la importancia de adorar a Dios en el santuario central
--un lugar elegido por el Señor. Se esperaba que los israelitas trajesen a este
santuario sus sacrificios, ofrendas y diezmos (v. 6, 11). En 12:17 encontramos
instrucciones que se relacionan con el uso del diezmo que no encontramos en otra
legislación. Se ordenaba a los israelitas a no comer el diezmo en sus propias
ciudades sino a llevarlo al santuario central. Ellos junto a toda su familiapodían
comer del diezo en la presencia del Señor (v. 18).
La legislación que se registra en 14:22-27 desarrolla aún más esas ideas.
Deut 14 trata de “lo que se puede o no se puede comer”. 55 Se menciona el diezmo
del grano, del vino nuevo, y del aceite entre los alimentos que podían comerse (v.
22-23). Se requería de los israelitas que llevasen este diezmo al santuario y lo
comiesen en la presencia del Señor. Si el santuario central estaba demasiado

55 Peter C. Craigie, Deuteronomy (Grand Rapids, MI: W.B. Eerdmans, 1976), 229.

47
distante, se le permitía al pueblo intercambiar el diezmo por plata. Una vez que
llegaban al santuario, compraban lo que quisiesen con la plata. “Tú y tu casa lo
comerán allí en la presencia del Señor y se regocijarán” (v. 26). Al hacer esto, no
debían ignorar a los levitas --debían compartir el alimento con ellos.
Es obvio que hay diferencias significativas entre esta legislación y las que
encontramos en Levítico y Números. Las diferencias más importantes son:

a. En Deuteronomio se imponía el diezmo sólo del grano, del vino y


del aceite, mientras que en la otra legislación debía diezmarse todo el
producto de la tierra y el incremento del ganado y rebaño.

b. El diezmo discutido en Deuteronomio era requerido por el Señor,


le pertenecía a la familia que lo traía al santuario. Levítico y Números
describen un diezmo que pertenecía exclusivamente a Dios, y que Dios lo
dio a los levitas y sacerdotes.

c. El diezmo en Deuteronomio era usado por los israelitas en una


comida de compañerismo familiar que se comía en el santuario central.
Las otras legislaciones no dan lugar a esto. Limitaban la comida del
diezmo a los levitas, a los sacerdotes y a sus respectivas familias.

Parece inescapable la conclusión de que estamos tratando aquí con


dos clases diferentes de diezmo. No es posible establecer un paralelo
entre lo que tenemos en Deuteronomio y las legislaciónes de Levítico y
Números.56 Las tradiciones rabínicas llamaban al diezmo que se registra
en Levítico “el primer diezmo” y al de Deuteronomio “el segundo
diezmo”.
Para complicar la situación aún más, Deut 14:18-29 y 26:12-15
mencionan un diezmo que se daba en el tercer año. Este diezmo provenía
del producto de la tierra y se esperaba que se lo guardase en las ciudades.
Tenía como propósito que “los levitas... y los extranjeros, los huérfanos y
las viudas que viviesen en sus ciudades pudiesen venir y comer y saciarse”
(14:29).
¿Se trata aquí de un tercer diezmo? Algunos lo han interpretado
como siendo un tercer diezmo, pero otros han argüido que esta legislación
describe un uso diferente del segundo diezmo que se efectuaba cada tres
años. Esta última interpretación parece correcta. Por dos años se traía el
segundo diezmo al santuario y los israelitas lo comían allí. Pero “cada
tercer año... este segundo diezmo se lo usaba en el hogar, al proveer para

56 La interpretación prevaleciente entre los eruditos que niegan la autoría Mosaica del Pentateuco es que
en Deuteronomio estamos tratando con una fuente escrita después del exilio, que refleja la naturaleza y
propósito del diezmo durante este período. Argumentan que la legislación que aparece en Levítico regula
el uso del diezmo durante el exilio o poco antes del exilio. Véase Herman, Tithe, 7-37.

48
los levitas y el pobre”.57
Este segundo diezmo se basaba también en la convicción de que
Dios era quien bendecía a Israel (12:6-7). Sin embargo, su propósito era
enseñar reverencia al Señor (14:22) y proveer para los necesitados (26:12).
Este diezmo parece haber sido un diezmo de “caridad” dentro de la
teocracia israelita.

D. Otros pasajes del Antiguo Testamento


Hay varios otros lugares en el Antiguo Testamento en donde se menciona el
diezmo. Los examinaremos para explorar su contribución a la naturaleza y teología del
diezmo.

1. 2 Crón 31:4-6, 12: Se menciona el diezmo aquí en el contexto de una


reforma religiosa que promulgó Ezequías. Bajo su liderazgo se purificó el templo
y se lo rededicó (2 Crón 29), se celebró la pascua (2 Crón 30), y el rey hizo un
llamado al pueblo para que hiciesen provisión para el servicio de los sacerdotes y
levitas, trayendo sus primicias y diezmos al templo (2 Crón 31). Bajo Acaz -- rey
de Judá que lo precedió-- se habían cerrado las puertas del templo, clausurándose
así los servicios de adoración. En esa apostasía nacional el pueblo dejó de traer su
diezmo al templo. Lo que 2 Crón 31 establece acerca del diezmo es breve y está
en armonía con lo que encontramos en Levítico y Números.

a. Se solicitó el diezmo de todo producto de la tierra y del incremento


del ganado y del rebaño (v. 5-6).

b Se describió el diezmo como “ofrenda” (terumah). Este es el


mismo término que se usa en Números para referirse al diezmo y sugiere
que el diezmo se debe entregar al Señor.

c. Se usó el diezmo para proveer para las necesidades de los levitas y


sacerdotes con el propósito de que “se consagrasen a sí mismos a la Ley
del Señor” (v. 4).

d. Las bendiciones del Señor precedieron al diezmo y, por


consiguiente, se reconocía que todo lo que el pueblo daba se lo había dado
el Señor (v. 10).

Posiblemente el nuevo elemento en este relato con respecto al


diezmo se da en su contexto. La apostasía había conducido
inexorablemente al rechazo del diezmo. Acaz concluyó que quien lo
bendecía no era el Señor sino los dioses de Harán (2 Crón 28:23) y, por

57 E. G. White, Patriarchs and Prophets, 530.

49
consiguiente, él y el pueblo de Judá dejaron de dar sus diezmos al Señor.

2. Amós 4:4. Había dos centros de culto en el reino del norte --uno estaba en
Betel, y el otro en Gilgal. Indudablemente, estos eran centros de idolatría, pero en
sus sermones el ataque principal de Amós se dirigió contra el pecado de la
religión formalista --el desempeño de actividades religiosas que no producían
ningún impacto en la conducta diaria de las personas. El pueblo y sus líderes
habían separado la religión de la moralidad y la justicia.
Amós describió el celo religioso del pueblo como pecaminoso, y los invitó
sarcásticamente a continuar llevando a cabo sus rituales para aumentar su
pecaminosidad: “Id a Betel y pecad; ir a Gilgal y pecad aún más. Traed vuestros
sacrificios cada mañana, y vuestros diezmos cada tres días”.58
Amós declaró que cuanto más asistía el pueblo “a los sitios de culto y más
celosos se volvían en llevar a cabo los múltiples ritos, más seguían ofendiendo y
transgrediendo”.59 La religión sin ética, moralidad y justicia es un acto de
rebelión contra el Señor. La “substitución de las ofrendas del culto por la justicia
hacia los oprimidos” es un acto pecaminoso. 60 El celo religioso no es
necesariamente una manifestación de verdadera piedad.
Amós dijo que el diezmo pierde su sentido si no va a acompañado por una
experiencia religiosa que tenga un impacto de envergadura en el comportamiento
social de los que lo dan, y que manifieste un interés genuino por los demás. Una
vida religiosa formal o legalística roba al diezmo su significado intrínseco.

3. Neh 10:38-39; 12:44; 13:5, 12. Nehemías 10:38-39 forma parte de una
ceremonia de renovación del pacto. La pequeña comunidad de judíos que regresó
a Jerusalén se reunió con los líderes para leer la Ley de Moisés (Neh 8), para
confesar sus pecados (Neh 9), y renovar el pacto con el Señor (Neh 10). Se
menciona el diezmo entre las estipulaciones del pacto. Durante la ceremonia, los
judíos se comprometieron a traer el diezmo al Señor. Los levitas, acompañados
por los sacerdotes, fueron a las ciudades a recoger el diezmo del pueblo y a
llevarlo a los depósitos del templo.61

58El tercer día mencionado en este versículo puede referirse al tercer día después que la gente llegó al
centro de culto; pero esto no era necesariamente cierto. También podría ser que las prácticas del diezmo en
el reino del norte diferían de las de Judá. Véase Hans Walter Wolff, Joel and Amos (Philadelphia: Fortress
Press, 1977), 219.

59 Shalom M. Paul, Amos, (Minneapolis: Fortress Press, 1991), 139.

60 Wolff, Joel and Amos, 219.

61 No sabemos el procedimiento que se seguía en la distribución de los diezmos a los levitas. Nehemías
10:37, 38 deja la impresión de que durante el período pos-exílico el único diezmo que se traía al templo era
el levítico para los sacerdotes, y que el diezmo en sí se lo guardaba en los pueblos donde los levitas recidían
a din de que pudieran obtener lo que necesitaran. Sin embargo, esos dos versículos no son muy claros pues

50
Esta legislación sigue estrechamente la instrucción que se encuentra en
Números. El diezmo era para los levitas, y ellos a su vez dieron un diezmo del
mismo a los sacerdotes (10:38). Se especifica que se juntaba un diezmo de la
cosecha del grano (v. 39), pero esto no excluía necesariamente un diezmo del
incremento del ganado y del rebaño, puesto que el pueblo quería hacer lo que “la
ley requería” (12:44).
A la referencia del diezmo en 10:38-39 se sumó el compromiso del pueblo
de preservar los servicios del templo: “No abandonaremos la casa de nuestro
Dios” (v. 39). Al dar su diezmo, mostraron su preocupación por el templo, el
lugar de habitación divina. Ellos querían continuar beneficiándose de las
bendiciones del perdón de la gracia de Dios mediante el ministerio intercesor de
los sacerdotes.
Más tarde, Nehemías apartó a un grupo de levitas para que se encargase de
los depósitos del templo y para recoger el diezmo en las ciudades (Neh 12:44). El
sistema que estableció Nehemías fue funcional y conquistó el apoyo de los judíos.
Es en este punto del relato que se agrega un detalle importante: “Judá se
complacía con el ministerio de los sacerdotes y levitas” (v. 44). Nótese que la
razón del pueblo para diezmar no era que estaban complacidos con el ministerio
de los sacerdotes. Diezmaron debido a que, según la ley, eso era lo que el Señor
esperaba de ellos. Tanto ellos como los sacerdotes y levitas estaban cumpliendo
con la voluntad de Dios y el resultado fue gozo en el Señor. Por supuesto, esto no
quería decir que los judíos no estaban interesados en lo que estaba sucediendo en
el templo.
Después de 12 años en Jerusalén, Nehemías volvió a Persia (432 AC).
Poco después de su partida, la condición espiritual del pueblo comenzó a
deteriorarse. Los sacerdotes perdieron de vista su alto llamado. Eliazar, el
sacerdote a cargo de los depósitos del diezmo, permitió a Tobías, un amonita,
residir en uno de los depósitos continuos al templo, y de esta manera lo profanó
(13:4-5). En esa época tampoco el sábado estaba siendo guardado en forma
correcta (13:15); el pueblo dejó de dar el diezmo (13:10); los levitas abandonaron

parecieran estar en tensión con un par de otros pasajes en Nehemías. En 12:44 ciertas personas
seleccionadas traían a los almacenes del templo “las porciones requeridas por la ley a los sacerdotes y
levitas”. Estas “porciones” podrían haber incluido el diezmo, según se sugiere en 12:47. (Los israelitas
“ponían aparte la porción para los otros levitas [además de las que pertenecían a los cantores y a los
porteros], y los levitas también apartaban una porción para los descendientes de Aarón”). Nehemías 13:5
dice que “el diezmo del grano, de vino y del aceite, que se ordenaba dar a los levitas, a los cantores, y a los
porteros; y la ofrenda de los sacerdotes”, se guardaban en los almacenes del templo. Véase también
Malaquías 3:10. Es muy posible que Nehemías 10:38 esté simplemente indicando que se había instruido a
los levitas a traer sus propios diezmos (el diezmo del diezmo) al templo, pero que a la gente se le permitía
traer sus diezmos a un lugar central en sus propios pueblos. Los otros pasajes indicarían entonces que, en
realidad, todo el diezmo iba al templo para ser guardado. Habiendo dicho eso, uno también podría pensar
que algo del diezmo levítico, por ejemplo el diezmo del ganado y del rebaño y quizá de algunos productos
de la tierra, se guardaba en lugares centrales por todo el país (e.g. las ciudades levíticas) para uso de los
levitas cuando lo necesitasen. Quizás los diezmos que se guardaban en el templo eran los diezmos del
trigo, del nuevo vino y del aceite.

51
sus puestos en el templo y se fueron a trabajar al campo (13:10).
Nehemías volvió inesperadamente a Jerusalén y se enteró de la caída
espiritual del pueblo y de sus líderes. Su primer acto fue echar a Tobías del
templo y reconsagrar el lugar. Lo siguiente fue llamar a los levitas para que
volviesen al templo y pidió al pueblo que trajesen sus diezmos al Señor.
La infidelidad del pueblo en traer los diezmos estabainfluenciada por lo
que estaba ocurriendo en el templo bajo el liderazgo de los sacerdotes. 62 El hecho
de que se estaba profanando el templo y que se usaban mal las ofrendas “tendía a
desalentar la liberalidad del pueblo. Habían perdido su celo y fervor, y estaban
reacios en el pago de sus diezmos. La tesorería de la casa del Señor se había
empobrecido”.63 Las reformas de Nehemías “inspiraron confianza al pueblo y
todo Judá trajo los diezmos” al Señor.64
¿Era correcta la actitud del pueblo? ¿Se justificaba el que retuviesen el
diezmo o dejasen de diezmar debido a la corrupción de los sacerdotes?
Ciertamente no. Nehemías no justificó la actitud del pueblo, sino que les recordó
su compromiso con el templo (10:39). Convocó a los “oficiales” o líderes del
pueblo. Estos no pertenecían al sacerdocio. El término “oficiales” (seganim)
designaba a los “oficiales menores, tales como líderes de las villas”. 65 Al dirigirse
a esos líderes que representaban al pueblo y reprenderlos, Nehemías estaba
reprendiendo al pueblo por no devolver sus diezmos a la casa de Señor. El verbo
hebreo traducido “reprender” es un término legal muy fuerte (rib). Significa
“disputar, reñir (en público, con palabras, quejas, declaraciones, reproches)”. 66 El
Señor esperaba que tanto los sacerdotes como el pueblo cumpliesen con sus
respectivas responsabilidades.67
Este fracaso de parte de los sacerdotes y levitas tenía que ser corregido.
Nehemías eligió cuatro hombres confiables para que se hiciesen cargo de los
depósitos y responsables también de “distribuir la provisión a sus hermanos”
(13:13). La reforma restauró la confianza del pueblo y en sus líderes.
En el libro de Nehemías se especifica que el diezmo impone una

62 Véase H. G. M. Williamson, Ezra, Nehemiah (Waco, TX: Word Books, 1985), 387.

63 E. G. White, Prophets and Kings, 670.

64 Ibid.

65 D. J. Clines, Ezra, Nehemiah, Esther (Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1984), 120.

66William L. Holladay, Concise Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament (Grand Rapids, MI:
W. B. Eerdmans, 1971), 338.

67 Raymond A. Bowman escribió, “Era de suponerse que el levita tenía la obligación de


servir, así como el laico la de contribuir” (“The Book of Nehemiah”, Interpreter’s Bible, vol. 3 [Nashville,
TN: Abingdon Press, 1971]), 810.

52
responsabilidad no sólo sobre el dador, sino también sobre el recipiente. Dios
espera que los que administran el diezmo lo usen en forma adecuada. Aunque el
comportamiento impropio de aquellos a quienes Dios elige para dirigir a su
pueblo puede descorazonar al laicado, eso no justifica de ninguna manera el no
devolver el diezmo al Señor.

4. Malaquías 3:8-10. En este pasaje bien conocido, se interpreta la negación a


diezmar como una apropiación ilícita de la propiedad de Dios --un robo. Aquellos
que en Israel no diezmaban o que daban un diezmo parcial (la frase “traer el
diezmo entero” [v. 10] puede ser interpretada de ambas maneras), privaba a Dios
de lo que era suyo.
Esta era una acusación muy seria. La apropiación indebida de lo que
pertenecía al Señor era un crimen serio en Israel y por todo el antiguo Cercano
Oriente. Este pasaje establece fuera de toda duda razonable que el diezmo no es
parte de los ingresos de una persona. Es cierto que nos llega en forma de
ingresos, pero nunca es nuestro. Considerarlo simplemente como una entrada
personal para usarlo como queremos, es robar a Dios.
Hemos visto ya que Dios usaba el diezmo para proveer alimento a los
sacerdotes y levitas. Lo mismo se enfatiza aquí en el ver. 10. Si el pueblo usaba
incorrectamente el diezmo, los sacerdotes y levitas sufrían, pero el acto
pecaminoso del pueblo era cometido contra el Señor. Era a Dios, no a los levitas,
a quien se le quitaba lo que era suyo.
En un nivel más profundo, el problema se volvía aún más serio. Al no
traer sus diezmos al Señor, el pueblo hacía una afirmación religiosa importante
pues negaba el cuidado providencial y amoroso de Dios hacia ellos. Le quitaban
el honor y la gloria que se merece como Aquel que los preserva o guarda.
Malaquías cita esta falta de fe en el Señor:
“Vosotros habéis dicho: ‘Es inútil servir a Dios. ¿Qué ganamos con
cumplir con sus requerimientos...”? (3:14). Acusaron a Dios de no cumplir con
su parte en el pacto, pero el Señor respondió: “Vosotros me estáis robando”.
Para las personas que no estaban plenamente consagradas al Señor
diezmar era en verdad hecho un desafío. Ellos confían sólo en ellos mismos para
su propia subsistencia. En esta situación en particular, la condición financiera del
pueblo era precaria y consideraban que el diezmo era innecesario. Fue a tales
personas a las que el Señor dijo: “Probadme en esto” (v. 10). Este era un llamado
a actuar por fe haciendo lo que debían hacer, creyendo en las bendiciones
prometidas por Dios (v. 10-12). El Señor esperaba que en el proceso su fe
creciese al punto de confiar completamente en él, reconociendo que su seguridad
financiera se encontraba únicamente en él.
Este llamado divino a la fe carece de sentido sin una experiencia de
conversión. Se introduce la invitación a dejar de robar a Dios por un llamado a la
conversión: “Tornaos a mi” (v. 7). El diezmo genuino es posible sólo para
quienes se vuelven al Señor con fe --confiando en él.

53
Para entender aún mejor la acusación de Malaquías contra los israelitas
con respecto al diezmo, debemos poner el pasaje en su contexto histórico y
religioso. Se cree generalmente que Malaquías profetizó durante la época de
Esdras y Nehemías. Siendo que en Malaquías y en Nehemías 13, se describe la
condición espiritual del pueblo y de sus líderes de la misma manera, cierto
número de eruditos ha concluído que Malaquías profetizó durante la época en que
Nehemías regresó a Persia (432 AC o poco después). 68 Como vimos, éste era un
período de gran deterioro espiritual en Jerusalén. En sus dos discursos contra el
sacerdocio Malaquías describió la situación en más detalle que Nehemías. Uno
de los sermones se registra en 1:6-14, y el otro en 2:1-9.
El primer ataque contra el sacerdocio se basó en su falta de respeto al
Señor (1:6). Ellos le traían sacrificios contaminados, las víctimas del sacrificio
tenían defecto físico (1:8) y estaban enfermos (1:13). Ni siquiera un gobernador
aceptaría tales dones (v.8). Se condenó también a los sacerdotes porque
consideraban su obra como siendo una carga pesada y, por consiguiente, no
estaban siguiendo los procedimientos adecuados (v. 12).
El segundo pasaje amonesta a los sacerdotes a escuchar al Señor (v. 2:1).
Habían dejado de instruir al pueblo en forma adecuada y habían también violado
su llamado al sacerdocio (v. 2:7-8). Ellos mantenían una forma externa y corrupta
de culto.
Somos tentados a preguntar: “¿Merecía tal clase de gente recibir el
diezmo”? Pero el profeta no hizo esa pregunta. Dios encomendó a los sacerdotes
responsabilidades específicas y ellos fueron juzgados en base a esas
responsabilidades y su ejecución correcta. Se esperaba que el pueblo cumpliese
con lo que el Señor les ordenara, y Dios no estuvo dispuesto a excusar la
violación de la ley del diezmo basándose en el fracaso del sacerdocio. Esto
explica la razón por la que Malaquías fue capaz, por un lado, de condenar el
pecado de los sacerdotes, y por el otro, de requerir al pueblo que trajese sus
diezmos al templo.
Malaquías reafirmó lo que el resto del Antiguo Testamento enseña acerca
de la naturaleza y propósito del diezmo. El diezmo pertenece al Señor. El Señor
lo usaba para proveer para las necesidades de los sacerdotes y levitas, y nadie
tenía derecho a quedarse con él. Retener el diezmo equivalía a robar a Dios y por
lo tanto era un pecado cometido contra el Señor, no contra el templo o el
sacerdocio. De ahí que el Señor requería el diezmo a pesar del deterioro
espiritual de aquellos que se beneficiaban del mismo. A su debido tiempo el
Señor los llamaría a rendirle cuentas.

III. EL DIEZMO EN EL NUEVO TESTAMENTO

68 Véase, entre otros, SDA Bible Commentary, vol. 4, 1121; Ralph L. Smith, Micah-Malachi (Waco, TX:
Word Books, 1984), 298; Elizabeth Achtemeier, Nahum-Malachi (Atlanta: John Knox Press, 1986), 171;
Pieter A. Verhoef, The Books of Haggai and Malachi (Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans, 1987), 158.

54
El Nuevo Testamento tiene muy poco que decir en cuanto al diezmo, pero lo que
dice es significativo para los cristianos. No hay un mandamiento explícito para diezmar
en el Nuevo Testamento, pero tampoco hay un rechazo al sistema.
La discusión más larga del diezmo en el Nuevo Testamento se encuentra en Heb
7:1-10. El autor analiza el encuentro entre Abraham y Melquisedec, y establece algunos
puntos teológicos significativos en su argumento. El hecho de que Abraham devolvió su
diezmo a Melquisedec se presenta como clara evidencia de la superioridad del sacerdocio
de Melquisedec sobre el Aarónico. El pasaje presupone que el diezmo es una práctica
divinamente ordenada. No hay rechazo del diezmo, sino más bien un reconocimiento
implícito de su valor y significado.
Las otras referencias al diezmo se encuentran en los evangelios. Jesús lo
menciona en Luc 18:12 en el contexto de la parábola del fariseo y del recolector de
impuestos. Ambos iban al templo a orar; el fariseo con un espíritu de justicia propia, el
recolector de impuestos con humildad, implorando la misericordia divina. El fariseo
mencionó dar un diezmo de todo lo que recibía como evidencia de su gran piedad.
Jesús condenó la justicia propia del fariseo. Cuando los actos religiosos se usan
para glorificación propia, pierden su valor y se transforman en formalidades vacías. El
fariseo usaba el diezmo como una forma de obtener la misericordia de Dios. Según
Jesús, éste no es el propósito del diezmo. La misericordia de Dios es un don gratuito que
se recibe por fe y en humildad. El fariseo usaba el diezmo incorrectamente en su
experiencia religiosa.
Se menciona el diezmo también en Mat 22:23 y en su paralelo en Luc 11:42.
Jesús condenó a los fariseos por ser extremadamente cuidadosos en diezmar pero
negligentes en la “justicia y el amor de Dios” (11:42). O, como lo expresa Mateo,
“descuidaban lo más importante de la ley --justicia, misericordia y fidelidad” (22:23).
Jesús está repitiendo el mensaje de Amós: el celo religioso y la práctica de la justicia, la
misericordia, y el amor deben mantenerse unidos. Entonces agregó: “Esto era necesario
hacer sin dejar de hacer lo otro [diezmar]”. Jesús está aquí apoyando claramente la
práctica del diezmo;69 aunque al aprobar el diezmo, “lo juzga insuficiente en sí mismo”.70
Jesús nunca condenó el diezmar sino su mal uso. Lo definió en calidad de lo que
realmente es: una respuesta a la gracia transformadora de Dios.
Pablo no mencionó el diezmo en sus epístolas. Sin embargo, trató el tema de
proveer para quienes predicasen el evangelio. “¿No sabéis que los que sirven en el
templo comen del templo, y que los que sirven al altar comparten lo que se ofrece en el
altar”? “Del mismo modo, el Señor mandó que los que predican el evangelio vivan del
evangelio” (1 Cor 9:13).
Pablo se está refiriendo principalmente al sistema del diezmo en el Antiguo
Testamento. El estableció un paralelo entre los sacerdotes y levitas y los que

69Leiland Wilson, “The Old Testamento and Tithe”, Baker’s Dictionary of Practical Theology (Grand
Rapids, MI: Baker’s Book House, 1967), 357.

70 Achtemeier, Malachi, 192.

55
proclamaban el evangelio. El argumento es que a los obreros del evangelio se les debía
proveer para el sostén de la misma manera que se hacía en el sistema sacerdotal. Lo que
es especialmente importante es que Pablo describió esto como un mandato directo del
Señor a la iglesia. El apóstol le dijo a la iglesia que con relación al diezmo (de acuerdo al
Señor), “no debemos hacer menos que lo que la ley judía requiere”. 71 De esta forma él
respaldó implícitamente el diezmo cristiano.
Para el cristiano, el diezmo no es meramente una práctica del Antiguo Testamento
con ninguna relevancia para los creyentes, sino una parte de la comprensión cristiana de
la verdadera mayordomía. De hecho “la práctica del diezmo cristiano proviene de la
tradición hebrea y es allí en donde descubrimos su riqueza de significado”.72
Sobre el tema del diezmo, el Nuevo Testamento muestra conformidad con el
principio del Antiguo Testamento de devolver a Dios un diezmo de todo lo que ganamos
y nos recuerda su propósito y significado. El Nuevo Testamento condena el diezmo
cuando se lo practica como una manifestación de justicia propia, y desafía al creyente a
practicar también la justicia, la misericordia y el amor. El propósito básico del diezmo
sigue siendo el mismo: el Señor lo usa para proveer a las necesidades de los que dedican
sus vidas a la proclamación del evangelio. El significado teológico del diezmo en el
Antiguo Testamento yace en el mismo fundamento de la práctica cristiana del diezmo.

IV. RESUMEN Y CONCLUSIONES

El fundamento teológico del diezmo que provee el Antiguo Testamento lo


convierte en una práctica enriquecedora para la vida del creyente. El primer elemento en
este fundamento es la percepción y comprensión de Dios como Creador de los cielos y la
tierra. En el contexto del diezmo, esta declaración no tiene como propósito enfatizar el
poder majestuoso de Dios sino su señorío sobre todo el universo. El cosmos le pertenece
a una Persona, la que lo trajo a la existencia. Toda criatura que reclama de alguna forma
ser dueño está usurpando el derecho de Dios.
El segundo aspecto de la persona y obra de Dios que provee una base teológica
para el diezmo se encuentra en su cuidado providencial, su conducción y amor hacia
nosotros. El Creador no abandonó sus criaturas a las fuerzas del mal. En un mundo
hostil de pecado y muerte, Dios continúa siendo el Propietario que resiste el mal y
preserva nuestras vida. Este cuidado providencial presupone la obra de redención de
Dios mediante la cual somos restaurados a un compañerismo pleno con él y con Cristo.
El mal fue derrotado por Cristo y ahora podemos participar en su victoria. La vida nos
fue preservada mediante el Hijo, y es también a través de él que recibimos las
bendiciones de Dios y que son suplidas todas nuestras necesidades. Todo pertenece a
Dios, no sólo por creación, sino también por redención. Su poder providencial continúa
preservando el universo. No hay aspecto de la vida humana, ninguna necesidad que

71 Wilson, “tithe”, 357. Para más sobre 1 Corintios 9:13, véase el siguiente capítulo.

72 Ibid.

56
podamos tener, que Dios no pueda suplirla para nosotros.
La naturaleza del diezmo puede ser resumida en una frase: Este es santo. La
santidad apunta hacia lo que es único, diferente, y que por consiguiente pertenece al
Santo. No hay nadie como Dios en el universo porque él es el Creador. Siendo que el
diezmo es santo, no podemos retenerlo sino que debemos devolverlo a Dios. Desde un
punto de vista humano, el diezmo parece formar parte de nuestros ingresos, algo ganado
por nuestro trabajo y esfuerzo. Pero la fundación teológica se vuelve aquí relevante al
recordarnos que todo lo que tenemos viene del Señor. Somos responsables de
administrar todos los dones que nos dio, excepto el diezmo, pues es exclusivamente suyo
y debe serle devuelto. El diezmo fue investido de santidad por Dios.
El diezmo tiene varios propósitos importantes. En primer lugar, mediante el
diezmo Dios le permitía a su pueblo (no sólo a los sacerdotes), manejar lo santo, lo que le
pertenecía a él. En cierto sentido ésta es una democratización de una función sacerdotal.
Cuando tratamos con lo santo, se nos reta a ser santos. El llamado de Dios a los
creyentes se basa parcialmente en una ética de imitación. El dijo a su pueblo: “Sed
santos porque yo, el Señor, soy santo” (Lev 20:26). El diezmo contribuye hacia ese
objetivo glorioso debido a que en nuestro dar estamos imitando a Dios. En el proceso, el
yo es subyugado y el amor de Dios llena el corazón humano.
En segundo lugar, siendo que el diezmo es santo, llega a ser una prueba de lealtad
para cada persona. Es una prueba debido a que establece límites a nuestra libertad al
señalarnos que dependemos de Dios. No todo aquello a lo que tenemos acceso es
nuestro. Como ya indicamos, el diezmo es una prueba debido a que parece formar parte
de nuestro ingreso y, por consiguiente, podemos tentarnos a quedarnos con él, violando
asi su santidad. En cierto sentido el diezmo es análogo al árbol del conocimiento del bien
y del mal en el Jardín del Edén. Adán y Eva tenían libre acceso a comer de todos los
árboles del jardín, excepto uno. Ese árbol llegó a ser una prueba de su lealtad a Dios.
En tercer lugar, el diezmo nos recuerda nuestro pacto con el Señor, nuestra
rendición total e incondicional a su amante voluntad. En la relación pactual, Dios llega a
ser nuestro Dios y nosotros llegamos a ser su pueblo; lo reconocemos como nuestro
Salvador y como el que nos bendice. En esa relación, humildemente reconocemos que
todo lo que tenemos le pertenece y que suplirá nuestras necesidades espirituales y
económicas. El diezmo es un símbolo o recuerdo de esa entrega total al Señor. Cuando
alargamos nuestra mano y reverentemente depositamos nuestro diezmo en el plato de la
ofrenda durante el servicio de culto, estamos dando al Señor una fracción de nuestra vida
como prueba de nuestra total consagración a él.
Podemos fácilmente concluir que el diezmo es un testimonio de nuestra relación
de confianza y amor con nuestro Señor y Salvador. Esto se deduce del hecho de que en
la Biblia la gente dejó de diezmar cuando su relación con el Señor se violentó por la
apostasía.
Finalmente, Dios, y no el ser humano, le asignó al diezmo un propósito adicional.
Mediante el diezmo, Dios proveyó para las necesidades de aquellos a quienes llamó para
ser sus ministros. Dios es el único que determina la manera en que el diezmo debe ser
usado. Esto tiene implicaciones serias para quienes fielmente devuelven los diezmos al

57
Señor. Nunca debiéramos concluir que el diezmo es un pago hecho por los servicios
recibidos de un ministro. Esto abriría inmediatamente la puerta a su comercialización.
Bajo tal circunstancia, la persona puede sentirse libre de usar el diezmo “para pagar” sólo
a los ministros cuyos servicios eran lo que se quería o esperaba recibir. De ser así,
estaríamos usando el diezmo para controlar la calidad del producto que deseamos. Esto
iría contra el mismo corazón, naturaleza y propósito del diezmo. El diezmo debe
devolverse siempre al Señor porque es santo y es él quien lo inviste de santidad o
determina cómo debe ser usado--nunca nosotros.
Por consiguiente, no se justifica nunca el cesar de dar el diezmo por el hecho de
que los ministros de Dios, ya sea en realidad o en apariencia, no cumplen adecuadamente
su función. Cuando el pueblo de Dios asumió esa actitud, Dios lo reprendió fuertemente,
lo acusó de robarle. Aún la retención del diezmo con el propósito de reformar la iglesia
se vuelve una violación al propósito de Dios con respecto al diezmo. No es nuestra
prerrogativa determinar cómo y para qué debe usárselo.
Habiendo dicho esto, debemos señalar que los ministros de Dios tienen una
solemne responsabilidad como recipientes de los diezmos. El Señor espera de ellos que
cumplan con sus responsabilidades de manera eficiente, proveyendo para las necesidades
de la iglesia y la proclamación del evangelio. El plan de Dios para su iglesia es que tanto
los miembros de la iglesia como sus ministros cumplan respectivamente sus deberes en
forma adecuada. Todo debe ser hecho, en la medida posible, con el interés de mantener
a todo “Judá” complacido con el ministerio de sus líderes espirituales.

58
LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA DEL DIEZMO

Preguntas de Discusión sobre el diezmo en el Antiguo Testamento

1. ¿Qué analogía se puede derivar del hecho de que la bendición de Melquisedec precedió al
diezmo de Abraham? (véase Gén. 14).

2. ¿Qué expresó Jacob en su voto al Señor? (véase Gén. 28:10-22).

3. ¿Cuál es el propósito de la legislación del diezmo que se expresa en Lev 27:30-33?

4. ¿Cuál es el significado del verbo rum (traducido “presentar”) en Núm 18:31-32, y dela
palabra terumah (traducido “ofrenda”)?

5. Discuta las diferencias significativas entre la legislación del diezmo que se encuentra en
Deuteronomio, y la legislación del diezmo que se encuentra en Levítico y Números.
¿Qué conclusión puede extraerse de estas diferencias?

6. Discuta el significado del diezmo como parte de la renovación del pacto en la época de
Nehemías (véase Neh 10:38-39; 12:44; 13:5, 12).

7. ¿Qué declaraciones religiosas importantes estuvo haciendo el pueblo, según Malaquías, al


no traer sus diezmos al Señor?

Preguntas de Discusión sobre el diezmo en el Nuevo Testamento

1. De la discusión más extensa acerca del diezmo en el Nuevo Testamento (Heb 7:1-10), ¿a
qué conclusión se puede llegar con respecto al sacerdocio de Melquisedc?

2. Discuta el fundamento teológico del diezmo que proveen el Antiguo y Nuevo


Testamentos.

3. ¿Qué propósitos espirituales importantes podemos encontrar en el sistema del diezmo?

Los materiales adicionales que siguen sobre diezmar y los tópicos relacionados, han sido
producidos por el Departamento de Mayordomía de la Asociación General durante 1991-1994:
Principios de Vida, Sistema Financiero de los Adventistas del Séptimo Día; Momentos de
Diezmar; Mayordomía y Planeamiento de Estrategias.

59
NOTAS

60
LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA
DE LAS OFRENDAS

I. Introducción

II. Las ofrendas en el Antiguo Testamento

A. Las ofrendas de sacrificios expiatorios

B. Los sacrificios como ofrendas

1. Las ofrendas quemadas (holocaustos)


2. Las ofrendas de paz

C. Otras ofrendas

D. Ofrendas especiales

III. Las ofrendas en el Nuevo Testamento

A. Jesús y las ofrendas

1. Las ofrendas y el culto


2. Las ofrendas y las relaciones interpersonales
3. Las ofrendas y la entrega al Señor
4. Las ofrendas y la verdadera benevolencia
5. Las ofrendas y el ministerio cristiano

B. Pablo y las ofrendas

1. La renuencia de Pablo al aceptar ofrendas


2. Pablo como recipiente de ofrendas
3. Pablo y la colecta

C. Las ofrendas en los Hechos

1. Las ofrendas por los pobres


2. Ofrendas especiales

IV. Resumen y conclusiones

61
LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA DE LAS OFRENDAS

I. INTRODUCCIÓN

El estudio de las religiones antiguas sugiere que en la interacción entre los seres
humanos y el ser divino, la ofrenda que se llevaba a los dioses era un aspecto constitutivo
de la devoción personal. A lo largo del antiguo Cercano Oriente los seres humanos
llevaban diferentes tipos de ofrendas a los dioses, buscando sus bendiciones, protección,
perdón y dirección. En la mayoría de los casos se visualizaban las ofrendas como medios
de suplir las necesidades de los dioses con el propósito de ganar o mantener su favor. 73
Esta preocupación intensa de presentar ofrendas materiales a los dioses era universal.
La religión bíblica no es una excepción en esta área de práctica cultual. De
hecho, las ofrendas juegan un papel importante en los servicios del santuario del Antiguo
Testamento y en el culto cristiano del Nuevo Testamento. Exploraremos en este artículo
la riqueza de los materiales bíblicos sobre este tema. En algunos casos prestaremos
atención a la terminología empleada para referirse a las ofrendas, pero nuestro interés
principal se centrará en los tipos diferentes de ofrendas que se mencionan en la Biblia.
Exploraremos las principales ideas teológicas o religiosas que se asocian a esas ofrendas
con el propósito de sintetizar los elementos fundamentales de la teología y la práctica de
las ofrendas en la Biblia.

II. LAS OFRENDAS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El Antiguo Testamento menciona ofrendas mucho más a menudo que el diezmo.


En un libro que se interesa en el culto al único y verdadero Dios, las ofrendas tienen un
lugar y función bien distintivo. El culto y las ofrendas son prácticamente inseparables en
el Antiguo Testamento. En lo que sigue discutiremos los diferentes tipos de ofrendas que
se mencionan en el Antiguo Testamento.

A. Las ofrendas de sacrificios expiatorios


La expiación y las ofrendas sacrificiales aparecen entrelazadas en el sistema de
culto del Antiguo Testamento. Las ofrendas expiatorias por excelencia eran las ofrendas
por el pecado (Lev. 4) y por la culpa (Lev. 5), llamadas “ofrendas” en Núm.. 5:9 y 18). El
término hebreo que se usa allí es terûmah, un sustantivo que proviene probablemente de
la raíz verbal rûm = “ser alto,” la que en una de sus formas verbales significa “donar,
poner aparte.” Designa un don o una ofrenda que se pone aparte para el Señor fuera del
santuario, y que luego se trae al templo y se la entrega a Dios.74

73Sobre la religión de Babilonia véase a Helmer Ringgren, Religion of the Ancient Near East
(Philadelphia: Westminster, 1973), 81, 81, 109-20; y sobre Egipto consúltese a Siegfried Morenz,
Egyptian Religion (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1973), 87, 88, 94-99.

74Esto es sugerido por Jacob Milgrom, Leviticus 1-16 (New York: Doubleday, 1991), 474. Para una

62
El poder expiatorio de esas ofrendas no se localizaba en la víctima sacrificial
misma sino en Dios quien, por Su gracia, le asignaba esa función (Lev. 17:11). En otras
palabras, la eficacia expiatoria se encontraba en la disposición de Dios de perdonar los
pecados de Su pueblo (véase Lev. 4:26,31).
Las ofrendas sacrificiales expiatorias parecieran haber tenido una función
limitada. De hecho, su única función era señalar a Dios como el único que podía expiar
el pecado. El Antiguo Testamento mismo testifica sobre la ineficacia de las ofrendas
expiatorias para otorgar perdón, y al mismo tiempo identifica el único medio efectivo de
la expiación. David reconoció que su pecado no podía ser removido mediante las
ofrendas sacrificiales (Sal. 51:16). Su única esperanza era consistía en descansar en la
compasión y el “amor misericordioso” de Dios (v. 1-2). Con relación a la redención de la
vida humana, ningún sacrificio de animales es suficientemente costoso para lograrla:
“Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate.
Porque la redención de su vida es de gran precio, y no bastará para que viva para siempre,
y nunca vea la sepultura” (Sal. 49:7-9).
Es imposible para los seres humanos traer una ofrenda al Señor que sea
suficientemente costosa como para rescatarse a sí mismos. Dios es el único que podía
proveer esa ofrenda, y lo hizo. Isaías previó la obra futura del Mesías quien, aunque
rechazado por su pueblo, era la ofrenda expiatoria que Dios proveyó para la redención de
los mortales. El Señor hizo “su vida una ofrenda por la culpa” (Isa. 53:10); él llevó el
pecado de muchos y fue contado con los transgresores (v. 12) para declararlos justos
(v.11).
Lo que ninguna ofrenda humana podía cumplir, la ofrenda divina lo logró. Este
tema se desarrolla mucho más en el Nuevo Testamento, donde se nos informa la
imposibilidad de la sangre de las víctimas de sacrificios de quitar el pecado de los
adoradores (Heb. 10:4). Sólo mediante la sangre de Cristo es esto posible (10:14).
Pablo afirma que Dios “lo presentó como un sacrificio de expiación, mediante la fe en su
sangre” (Rom. 3:25). Cristo mismo interpretó su misión como la de quien da “su vida
como rescate por muchos” (Mar. 10:45).
La importancia de esta comprensión de las ofrendas expiatorias es fundamental
para una teología bíblica de las ofrendas. En primer lugar, se describe a Dios aquí como
dispuesto a dar, como un “ofrendante”. Esto provee una plataforma teológica para la
dadivosidad de los seres humanos. La dadivosidad humana debe seguir el modelo de la
dadivosidad divina. Comparado con cuánto Dios da, su pueblo le da muy poco. 75 Es
importante que entendamos que si Dios espera que le traigamos una ofrenda es porque

discusión de la etimología del sustantivo véase a Gary A Anderson, Sacrifices and Offerings in Ancient
Israel (Atlanta, GA: Scholars Press, 1987), 137-44.

75Esta es la conclusión a la que llega C J Labuschahne después de estudiar el uso del verbo hebreo nathan
= “dar”, en el Antiguo Testamento, y notar cuán a menudo Dios aparece como sujeto y los seres humanos
como predicado, y cuán raramente se dice que los seres humanos dan algo a Dios. Véase su artículo “Ntn,”
en Theologisches Handworterbuch zum Alten Testament, editado por E Jenni y C Westermann (München:
Chr Kaiser Verlag, 1971-76), vol 2, 138-141 [Desde aquí en adelante cuotado como THAT]).

63
él mismo dio una ofrenda a favor nuestro.
En segundo lugar, ninguna de nuestras ofrendas tiene una función expiatoria. No
poseemos cosa alguna que podamos traer a Dios a fin de hacernos aceptables delante de
él, y no necesitamos hacer tal cosa porque Dios proveyó la única ofrenda a través de la
cual se ha logrado la expiación. Nuestras ofrendas nunca deben ser intento nuestro por
ganar la simpatía, el amor o el perdón de Dios. Esa es la función exclusiva e indisputable
de la ofrenda de Dios en Cristo por nosotros. Nuestra motivación para dar nunca debiera
ser el acumular meritorios delante del Señor. De hecho, lo que hace aceptable nuestras
ofrendas es la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios que santifica nuestro dar.

B. Los sacrificios como ofrendas


Aparte de las ofrendas por el pecado y la culpa, hay otras ofrendas sacrificiales
que, además de la función expiatoria, tienen también otros propósitos teológicos y
religiosos. Dos de ellas son de interés especial para nuestro estudio, a saber las ofrendas
quemadas (holocausto: Lev. 1) y de paz (Lev. 3). Trataremos aquí únicamente el aspecto
no expiatorio de esas ofrendas.

1. Las ofrendas quemadas (holocaustos: Lev. 1:3-17)


Ninguna parte de esta ofrenda se daba al sacerdote o al que la traía para
ofrecerla; la víctima sacrificial se quemaba enteramente sobre el altar, en una
entrega total al Señor (Lev. 1:9). Los eruditos han detectado en este sacrificio una
expresión ritual de disposición de los adoradores a entregar o reconsagrar sus
vidas enteras a Dios. El, como su Señor, tenía derecho total sobre ellos, y esta
ofrenda era un acto simbólico de una entrega completa a Dios.76
En hebreo se hace referencia a la ofrenda quemada como siendo un
qurban = “ofrenda”, del verbo qarah = “venir cerca”, “acercarse”. Este es un
término genérico que se usaba para designar los sacrificios y ofrendas que los
israelitas traían al Señor (véase Lev. 22:18; Núm. 7:3, 12-17; 15:4; 31:50). Podía
traducirse como “ lo que se trae cerca, se presenta, se ofrece”. 77 Una ofrenda es,
por consiguiente, algo que se transfiere de muestra esfera a la del Señor; al traerla
cerca de él llega a ser suya.
De interés particular para nosotros es el hecho de que se aceptaban
diferentes animales como víctimas sacrificiales para el holocausto. Se
enumeraban los animales en base a su valor financiero. El de más valor se
menciona primero, un becerro, al que seguían la oveja y el macho cabrío (véase
Lev. 1:3,10). Aún los pájaros, una paloma, o una tórtola se podían ofrecer (v. 14).
Aquí podemos hacer dos comentarios. En primer lugar, una ofrenda es
algo costoso para el adorador; se priva de un animal costoso y útil al darlo al

76 Véase John E Hartley, Leviticus (Dallas, TX: Word, 1992), 24: y A Noordtzij, Leviticus (Grand Rapids,
MI: Zondervan, 1982) 30-31.

77Milgrom, Leviticus, 145.

64
Señor.78 David entendió este principio y rechazó la idea de dar al Señor una
víctima que no fuese suya (2 Sam. 24:24). En segundo lugar, Dios no espera que
todos dén la misma cantidad. Al nombrar las víctimas sacrificiales desde los más
costosos a los menos costosos, se da a entender que cada cual podía traer algo al
Señor. El Señor esperaba que algunos trajesen un becerro y otros una oveja o un
macho cabrío, según su condición financiera. El más pobre podía traer un pájaro
(véase Lev. 5:7; 12:8).79 La implicación teológica es que Dios considera
especialmente la disposición interior del dador, y que el deseo de adorarlo es más
importante que el valor monetario de la ofrenda.80 La experiencia interna de uno
se expresaría al traer al Señor lo mejor que puede ofrecer.
Además de la función expiatoria de este sacrificio, se dan otras dos
razones para traerlo al Señor. Lev. 22:17-20 describe una ofrenda votiva y una
voluntaria. La ofrenda votiva se traía al cumplirse un voto. Una persona
presentaba una petición al Señor y solemnemente prometía dar una ofrenda votiva
después de recibir respuesta a la oración. 81 La ocasión en que se traía esta
ofrenda era gozo y la persona expresaba su gratitud al Señor por haber
respondido a sus oraciones (véase Sal. 61:8; Nah. 1:15). 82 El holocausto podía
también ser voluntario. Era traído al Señor “por devoción, no por obligación o
debido a una promesa”;83 era una expresión de amor a Dios.
Basados en los comentarios anteriores, podemos concluir que una ofrenda
es una expresión tangible de la entrega plena de una persona al Señor, traída con
gratitud y amor. Debía traérsela al centro de culto y ser entregada a los que Dios
designó para recibirla. Se esperaba que se trajese la mejor que se podía ofrecer
según los recursos financieros de cada cual.

2. Las ofrendas de paz (Lev. 3:1-17)


La ofrenda de paz se distinguía del holocausto en varias formas. La
víctima sacrificial podía ser una hembra del ganado o del rebaño. Las hembras
eran más caras. Se devolvía la mayor parte de la carne de la víctima al adorador

78Véase G J Wenham, The Book of Leviticus (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1979), 51.

79Véase Noordtzij, Leviticus, 40.

80Compare G A F Knight, Leviticus (Philadelphia: Westminster, 1981), 17.

81Véase T W Cartledge, “Vow”, en The International Standard Bible Encyclopedia (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1986), Vol. 4, 998 (de aquí en adelante cuotado como ISBE).

82Véase Leonard H Coppes, “Nâdar make a vow”, en Theological Word Book of the Old Testament,
editado por R Laird Harris (Chicago, IL: Moody, 1980), Vol. 2, 1309 (de aquí en adelante será citado como
TWOT).

83Roland de Vaux, Ancient Israel: Religious Institutions (New York: McGraw-Hill, 1961), vol. 2, 417.

65
para que la comiese en compañía de su familia y amigos (Lev. 7:11-21). Cuando
se traía el holocausto, la persona no se beneficiaba materialmente, pero en el caso
de la ofrenda de paz sí se beneficiaba. Esto permitía que un grupo de personas
viniese juntos a adorar a Dios.
Hay tres tipos de ofrendas de paz: la votiva, la voluntaria, y la de gratitud
(Lev. 7:12,16). Todos ellas eran en verdad ofrendas voluntarias. Podían traerse
para cumplir un voto o como un acto de devoción personal a Dios, semejante al
holocausto. El elemento nuevo es el aspecto de gratitud. El hebreo tôdah =
“gratitud” se usa en la Biblia para expresar las ideas de alabanza, gratitud y
confesión.84 Se presentaba la ofrenda después de experimentar liberación de
algún peligro. Era el “resultado de un deseo espontáneo de expresar públicamente
gratitud personal por las bendiciones que se habían disfrutado ya ”.85 La ocasión
debía ser gozosa (Deut. 27:7; Sal. 95:2).86
Se introducen aquí un par de elementos nuevos que esclarecen el
significado de las ofrendas en el Antiguo Testamento. En primer lugar, esta
ofrenda podía ser de beneficio para los que la ofrecían. Como observamos, se
devolvía la mayor parte al dador para facilitar la adoración colectiva con los
miembros de la familia y los amigos. Todos comparten o participan de la ofrenda
que uno de ellos traía. En segundo lugar, la ofrenda podía ser un vehículo para
expresar gratitud y alabanza a Dios por sus bendiciones y por su poder liberador
del mal. Era en esencia una expresión de gratitud al Dios de la alianza.

C. Otras ofrendas
Varias otras ofrendas se mencionan en el Antiguo Testamento. La “ofrenda de
cereal” se la llama en hebreo minchah y significa “un don, tributo”. En Levítico, éste es
un término técnico que se usaba para designar una ofrenda cereal hecha de harina fina
cocinada o cruda y mezclada en aceite (Lev. 2:1-10). Se la traía al Señor, pero él le daba
la mayor parte al sacerdote oficiante.
El término minchah en el Antiguo Testamento designa un regalo hecho a un
superior que era reconocido como señor o gobernante de la persona que traía el regalo
(véase Jueces 3:15; 2 Sam. 8:2,6). Al traer a Dios un minchah = “ofrenda de cereal”, los
israelitas declaraban en lenguaje ritual que Yahvé era el Señor del pacto y ellos sus
súbditos.87 El hecho de que se trataba de una ofrenda de grano puede sugerir que se

84Véase G Mayer, “Ydh”, en Theological Dictionary of the Old Testament, vol. 5, editado por G J
Botterweck y Helmer Ringgren (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1974), 428 (de aquí en adelante será citado
como TDOT).

85Noordtzij, Leviticus, 83

86Véase Ralph H Alexander, “Yâdâh confess, praise, give thanks,” TWOT, vol. 1, 365.

87Wenham, Leviticus, 69.

66
reconocían que los frutos de la tierra eran resultado de las bendiciones del Señor. 88
Nótese, sin embargo, que lo que se traía no era el grano sino la harina. Mediante su
trabajo el israelita transformaba el grano en harina. Dios y los seres humanos trabajaban
juntos, y al traer esta ofrenda se reconocía no sólo la obra de Dios a favor de ellos sino
que a la misma vez le consagraban trabajo al Señor.89
A los israleitas se requería traer al Señor las primicias o primeros frutos de la
tierra (Lev. 23:9-11; Núm. 18:12-13; Deut. 18:4; 26:1-11). Esta ofrenda era
esencialmente una ofrenda de gratitud al Señor usada para el sostén del sacerdocio (Deut.
18:3-5).90 El hecho de que se la llamaba primicias sugiere que era lo mejor de la cosecha
(Núm. 18:12; Exo. 23:19). También indica que Dios estaba primero en la vida del
adorador. Los israelitas no daban de lo que les sobraba. 91 Antes que comenzaran a
disfrutar de la cosecha separaban las primicias para el Señor (Lev. 23:14).92
Esta ofrenda era un reconocimiento del hecho de que la fertilidad de la tierra
estaba en las manos del Señor y que él era “la fuente de la generosidad” 93 y el propietario
de la tierra (Deut. 26:10).94 El énfasis teológico de esta ofrenda está puesto en la bondad
del Señor que prometió la tierra y sus frutos al pueblo, y cumplió sus promesas (Deut.
26:3, 8-10).95 Alegremente celebraban los israelitas la fidelidad de Dios que se
manifestaba en el don de la tierra y en la bendición de la cosecha (Lev. 23:11). 96 En este
contexto es de especial importancia una referencia a la redención de Egipto, porque ésta
precedió el regalo de la tierra que Dios le dará al pueblo, y fue el fundamento sobre el

88 Hartley, Leviticus, 30, después de notar que la porción de esta ofrenda quemada en el altar es llamado
“memorial”, sugiere que el término “da a entender la idea de que la pesona que da esta ofrenda está
recordando la gracia de Dios al darle su comida diaria”.

89Véase Knight, Leviticus, 18; y R K Harrison, Leviticus (Downers Grove, IL: InterVarsit Press, 1980),
50.

90Véase Richard O Rigsby, “First Fruits,” en Anchor Bible Dictionary, vol. 2, editado por David N
Freedman (New York: Doubleday, 1992), 797 (de aquí en adelante será citado como ABD).

91Roland B Allen, “Numbers,” en The Expositor’s Bible Commentary, vol. 2, editado por Frank E
Gaebelein (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1990), escribe: “Aquí es donde solemos fayar. A menudo nos
encontramos dando de lo que nos sobra. Cuando nada sobra, no le damos nada al Señor. Otros encuentran
que cuando dan a Dios lo primero y lo mejor, les queda un sobrante” (853).

92En Núm. 15:18-21 se menciona una ofrenda de la primera porción de la masa.

93Baruch A Levine, Number 1-20, (New York:Doubleday, 1993), 446

94Noordtzij, Leviticus,233.

95 Véase J A Thompson, Deuteronomy (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1974), 254.

96Véase Peter C Craigie, The Book of Deuteronomy, (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1976), 320.

67
cual se basaron las ofrendas que el pueblo traía a Dios (Deut. 26:8-10).
La ocasión cuando se traía esta ofrenda al templo se caracterizaba por el gozo
(Deut. 26:11). Era una experiencia colectiva de gozo en la que el pueblo, los levitas, y
los extranjeros que moraban entre ellos estaban involucrados celebrando el hecho de Dios
les dio todos esos dones. Esta ofrenda era la expresión exterior de una fe profunda en el
Señor y de sentimientos de gratitud.97
Se requería también una ofrenda de los despojos de la guerra (Núm. 31:29,41,52).
Se usan varios términos para designar esta ofrenda. Se la llama mekes = “obligaciones
cúlticas o impuesto” (. 28,37, 41), terûmah = “don” (v. 29,52), y qorban = “lo que se trae
cerca” (v. 50). Al compartir los despojos de la guerra con los sacerdotes y levitas, los
israelitas reconocían que era Dios quien les había dado la victoria sobre sus enemigos.
Por consiguiente, la ofrenda era una expresión de gratitud por la victoria.98
Las tres ofrendas que hemos discutido en esta sección refuerzan lo que ya
habíamos encontrado con respecto al contexto y significado de las ofrendas en la Biblia,
y agregan algunos elementos nuevos. Adoración, gozo, gratitud, y agradecimiento
caracterizan a todas las ofrendas, aunque algunas fuesen requeridas. Se reconoce a Dios
como el único que bendice y protege a su pueblo, las obras de ellos y a la tierra.
Mediante estas ofrendas se alaba a Dios como al Señor de Israel a quien se le debe traer
lo primero y mejor de la cosecha. Se lo proclamaba como propietario de la tierra que
cumplía las promesas que había hecho a su pueblo al bendecirlos con la tierra y la
cosecha.

D. Ofrendas especiales
Una ofrenda especial era una que se traía al Señor con un propósito específico. El
mejor ejemplo de este tipo de ofrenda en el Antiguo Testamento es la que se recogió para
edificar el tabernáculo. El Señor la requirió de cada uno (Exo. 25:2), y aún así, debía ser
una ofrenda voluntaria (36:3). La dávida debía expresar la gratitud interior en la que el
centro de la personalidad del individuo estaba involucrado. Sólo aquellos cuyos
“corazones eran impulsados” (nadab = “urgir, dar voluntariamente”) a dar debían traer
esa ofrenda (Exo. 25:2; 35:5). Se expresa también la disposición interna en la frase
“cuyos corazones se levantaron” (Exo. 25:21) o “cuyo espíritu se movió” (v. 29). La
petición del Señor debía encontrar una respuesta positiva en el corazón del pueblo, y la
encontró. En consecuencia, trajeron como ofrenda oro, plata, bronce, piedras preciosas,
hilo, lino fino, pieles de animales, madera, aceite de olivo y especias (Exo. 25:2-7). Cada
uno, hombres y mujeres, trajeron algo de sus posesiones (Exo. 35:5); de hecho, trajeron
más de lo que se necesitaba (Exo. 36:6-7). Esta ofrenda especial se llama terumah, un

97Aquí se debería hacer mención de la ley de los primogénitos de seres humanos y animales, según la cual
todo primogénito pertenece al Señor (Exo. 22:29,30). Esta no era una ofrenda sino un requerimiento legal
del Señor (Lev. 27:26). El primogénito pertenecía al Señor y al devolvérselo los israelitas recordaban su
redención de Egipto y su elección como primogénito de Dios (Núm. 3:13; 34:20; Lev. 27:26,27).
Consúltese a M Tsevat, “Bechôr”, TDOT, vol. 2,126.

98Véase Philip J. Budd, Numbers, (Waco, TX: Word, 1984), 332,33.

68
don dedicado a Dios y traído luego al Señor. Se llevaban todas las ofrendas a un lugar
central y se las entregaba a Moisés quien debía distribuirlas y administrarlas para el
proyecto anunciado.
Cuando el primer grupo de exiliados estuvo listo para regresar a Jerusalén en el
539 AC, sus vecinos les proveyeron dones, ofrendas voluntarias, para que se usasen en la
reconstrucción del templo (Esd. 1:6). En el 457 AC, Esdras volvió con otro grupo de
cautivos. Esta vez el rey, sus consejeros y oficiales, y los judíos dieron una donación
(terûmah = “ofrenda”) para sostener los servicios del templo (8:25). Esdras guardó
registro cuidadoso de esta ofrenda (8:26-30).
Cuando el templo necesitase reparaciones, se recogía del pueblo una ofrenda con
ese propósito. En 2 Crón. 24:6,9 se llama mas’eth a una ofrenda tal. Este substantivo se
deriva del verbo nasa’ que significa “levantar, llevar”, sugiriendo que el sustantivo
designa una ofrenda como “algo que se lleva a alguien,” en este caso al Señor. 99 En la
época del rey Joas, cuando el templo estaba siendo reparado, se colocó un cofre fuera del
templo para recoger esta ofrenda. La Biblia declara que el pueblo traía gozosamente esta
ofrenda voluntaria (2 Crón. 24:10).100
El Señor requirió una ofrenda especial durante la dedicación del altar y del
santuario (Núm. 7). Cada tribu enviaba sus ofrendas (qorban, v. 3) a través de sus
representantes. Estas consistían en sacrificios de animales, utensilios de oro y plata,
harina e incienso, todo lo cual era necesario para comenzar los servicios del santuario. 101
Los israelitas eran responsables de proveer suficientes recursos para que se efectuaran los
servicios del santuario, y cumplieron esa responsabilidad por medio de sus ofrendas.
Tres veces al año los israelitas peregrinaban a Jerusalén para celebrar las fiestas
de los Panes Azimos, de las Semanas y de los Tabernáculos (Deut. 16:16). En cada una
de esas ocaciones se esperaba que trajesen al Señor una ofrenda llamada mattanah = “un
don”, del verbo natan = “dar”, que designa entre otras cosas un obsequio dado por un
padre a su hijo (véase Gén. 25:6) y el regalo del sacerdocio a Aarón (Núm. 18:7;
compárese v. 6 y 29). Era muy a menudo un obsequio motivado por una disposición
buena y bondadosa de una persona hacia otra (compárese Est. 9:22).
En el contexto de estas tres ofrendas Deut. 16:16-17 hace varias declaraciones
importantes. La primera: “Ninguna persona aparecerá delante del Señor con las manos
vacías” (v. 16). Las ofrendas ocupan un lugar en el culto colectivo. Cuando el pueblo
venía delante de Dios debía traer algo como testimonio de la recepción de sus
bendiciones. Estas debían ser ofrendas voluntarias (v. 10), que expresasen el gozo por el
cuidado y la protección divinas. El segundo principio: “Cada uno ofrecerá su don en
proporción a la bendición que el Eterno tu Dios le haya dado” (v. 17). Una traducción
literal de la última parte de esta frase sería: “como la bendición del Señor tu Dios que él

99 Walter C Kaiserm “Nâsâ”, TWOT, vol. 2, 602.

100Esta ofrenda puede haber sido instituida por Moisés. Véase 2 Crón. 24:9 y Exo. 30:11-16; 38:25,26;
cf. Neh. 10:32.

101Véase Levine, Numbers, 247, 256.

69
te dio”. La cantidad de la ofrenda diferiría de persona a persona debido a que se basaría
en el principio de la proporcionalidad--la cantidad reflejaba cuánto el Señor había
bendecido a la persona. El tercer elemento: “. . .que él te dio” (véase v. 17), indica que la
dávida divina está primero y hace posible la dávida humana. El texto implica que Dios
da sus bendiciones a cada uno y que cuando una persona viene delante de él, siempre
tendrá una razon y algo que dar al Señor (compárese Eze. 46:5, 11).
Es interesante notar que las ofrendas especiales que acabamos de discutir, así
como las otras ofrendas, eran requeridas por Dios, y no obstante, debían ser expresiones
voluntarias de gozo y gratitud. Pareciera como si Dios estuviese usando el sistema de
ofrendas para enseñar a los israelitas cómo expresarle gozo, gratitud, y muchos otros
sentimientos de devoción. Sorprendentemente, el Señor interpretó la negligencia en
traerle ofrendas como un acto de robo (Mal. 3:6-8). Esto se debió probablemente al
principio de que si Dios bendecía al pueblo, él tenía derecho a un don de gratitud por el
cual el pueblo lo reconociese como su Señor. De esta manera los protegía de caer en el
pecado odioso de la idolatría. El privarlo de las ofrendas sería equivalente a rechazar su
señorío sobe ellos, y atribuir las bendiciones recibidas a algún otro poder. Aquellos para
quienes Yahvé era el único Dios estaban dispuestos sencillamente a traerle sus ofrendas.
Una ofrenda presupone un entrega total y personal fuerte. Debiera por consiguiente, no
sorprendernos encontrar una conexión entre una reforma espiritual y el incremento de las
ofrendas (2 Crón. 31:1, 10-14).
El Antiguo Testamento señala hacia una época en la que los reyes y los poderosos
traerían sus dones u ofrendas al Señor (véase Sal. 68:29; 76:11; Isa. 18:7). El término
hebreo de esta ofrenda es shay = “regalo, presente”, y designa una ofrenda dada por el
poderoso y rico a Aquel que se identifica como Señor universal y victorioso en la
guerra.102
Las ofrendas especiales que hemos discutido parecen enfatizar de una manera
especial la importancia de la disposición interior de la persona que le impulsa a dar una
ofrenda voluntaria. Esta disposición, acompañada de sentimientos de gozo, gratitud,
agredecimiento y adoración, toma un cuerpo visible en la ofrenda que se le entrega al
Señor. En este acto se reconoce y proclama a Dios como Señor de las vidas de quienes lo
adoran y como el Propietario de la tierra y de sus frutos. David resumió bien este
concepto cuando escribió: “Porque, ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que
pudiésemos ofrecer de nuestra voluntad cosas semejantes, siendo todo tuyo? Lo que
hemos recibido de tu mano, eso te damos” (1 Crón. 29:14).103

III. LAS OFRENDAS EN EL NUEVO TESTAMENTO

Hay muy pocas referencias a ofrendas en el Nuevo Testamento, aunque se usa

102Véase Anderson, Sacrifices, 34-35.

103Sobre la función del segundo diezmo como medio de ayuda a los pobres dentro de la teocracia israelita,
véase nuestro trabajo “La Mayordomía y la Teología del Diezmo”.

70
extensamente el verbo “dar” (dídomi). Lo que es particularmente impresionante es que
alrededor del 25 por ciento de las veces en que se usa el verbo didomi, Dios es el
sujeto.104 El nos da nuestro pan cotidiano (Luc. 11:3), la lluvia, la cosecha, el alimento
(Hech 14:17), la vida y todo lo que necesitamos (Hech. 17:25. Nos da arrepentimiento
(Hech. 11:18), victoria (1 Cor. 15:57), gracia (1 Ped. 5:5), amor (1 Juan 3:1), sabiduría
(Sant.1:5), el Espíritu Santo (Juan 3:34; Hech. 5:32), los dones espirituales (1 Cor. 12:7-
10), una herencia (Hech. 20:32), el reino (Luc. 12:32), y la vida eterna (1 Juan 5:4). De
una manera muy especial y única Dios dio su Hijo (Juan 3:16), el Pan de Vida (6:32),
quien a su vez dio su propia vida en rescate (Mat. 20:28; 1Tim. 2:6), al entregarse a sí
mismo “por nuestros pecados” (Gál. 1:4).
El Nuevo Testamento describe a Dios y a Cristo como los Grandes Dadores que
enriquecen a los seres humanos mediante su bondadosa gracia. Debido a eso Cristo
puede desafiar sus seguidores a dar libremente debido a que ellos recibieron libremente
(Mat. 10:8). El propósito de la dadivosidad cristiana no es suplir las necesidades de Dios
puesto que Dios no necesita nada (Hech. 17:25). Nuestro don nos hace más semejantes a
nuestro Señor.

A. Jesús y las ofrendas


Jesús instruyó a sus seguidores con respecto a la naturaleza y espíritu del
verdadero dador. Los evangelios proveen varios incidentes en la vida de Cristo donde
este tema importante es discutido. Los hemos agrupado aquí bajo diferentes subtítulos.

1. Ofrendas y la grandeza de Jesús


Cuando Cristo nació, un grupo inesperado de personas le trajo una
ofrenda. Ciertos extranjeros vinieron del oriente para verlo y le dieron dones de
oro, incienso y mirra (Mat. 2:1-11). Estos “hombres sabios” pertenecían a una
clase oriental de gente bien educada, rica y de influencia llamados mágoi =
“magos”. En general se los conocía como expertos en astrología y en la
interpretación de sueños.105 Mateo entendió que eran hombres instruidos quienes
podían identificar las señales del nacimiento de Jesús y al haberlo hecho, salieron
a buscarlo.106 Habían entrado en contacto con las Escrituras hebreas y creían en
las profecías mesiánicas que allí se encontraban (véase Núm. 24:17).
Los magos no vinieron a Jesús con las manos vacías, sino que trajeron con
ellos dones para el nuevo rey. El término doron = “regalo, ofrenda”, es el
equivalente griego del término hebreo qorban, que en el Antiguo Testamento se
refiere a los dones y ofrendas sacrificiales (véase Heb. 5:1). En este caso en

104Véase W Popkes, “Didômi give”, en Exegical Dictionary of the Old Testament, vol. 1, editado por
Horst Balz y Gerhard Schnider (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1990), 321 (de aquí en adelante será citado
como EDNT ).

105Véase W W Buehler, “Wise Men (NT)”, ISBE, vol. 4, 1084.

106Véase H Balz, “Magos”, EDNT vol. 2, 371.

71
particular los tres reyes trajeron ofrendas para honrar al Niño. Habían venido,
según su propias palabras, “para adorarlo” (Mat. 2:2). El acto de adoración podía
ser entendido como “significando homenaje y sumisión” al rey mesiánico. 107 Pero
en el contexto de Mateo “Jesús es la manifestación de la presencia de Dios (Mat.
1:23), el Hijo de Dios (2:15) en un sentido único, y así alguien que puede ser
adorado”.108
En este pasaje, se asocia la ofrenda o don costoso con los conceptos de
adoración, homenaje y sumisión. Tales dones son expresiones tangibles de esos
sentimientos y actitudes. Mediante sus ofrendas los magos estaban reconociendo
la grandeza y superioridad de este gran Rey de Israel.

2. Las ofrendas y las relaciones interpersonales


Jesús, así como los profetas del Antiguo Testamento, no separó la
devoción religiosa que se expresa mediante las ofrendas de la ética correcta en la
interacción social. Una ofrenda reflejaba no sólo un estado de paz con Dios sino
también con la comunidad de la cual uno forma parte. El vivir en armonía con
otros era casi un prerequisito al dar una ofrenda. Esto parece ser lo que Jesús
tenía en mente al decir: “Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar, te acuerdas que
tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y ve a
reconciliarte primero con tu hermano. Entonces vuelve y ofrece tu ofrenda” (Mat.
5:23-24). Una ofrenda pierde su valor como una expresión de amor y gratitud a
Dios si proviene de un corazón en guerra con otros. Las dimensiones verticales y
horizontales de nuestra experiencia religiosa si intersectan en el acto de adoración
mediante la ofrenda.
Otro aspecto de este vínculo entre las ofrendas y cómo nos relacionamos
con otros aparece en la crítica de Jesús a la práctica judía del Corbán (Mar. 7:10-
12). Una persona podía consagrar al Señor sus posesiones haciéndolas
inaccesibles a cualquier otro miembro de la familia. Al argüir que sería una
violación del voto usar los recurzos para aliviar las necesidades de la familia se
estaba en realidad descuidando a los padres,109 y violando uno de los
mandamientos. El principio ejemplificado aquí parece ser el de la responsabilidad
del mayordomo de proveer para las necesidades de sus padres. En otras palabras,
debiéramos equilibrar nuestra dádiva a Dios con nuestra responsabilidad para con
nuestras familias, puesto que el cuidado de ellos y el suplir sus necesidades son
parte de nuestra experiencia cristiana.

107Donald A Hagner, Matthew 1-13 (Dallas, TX: Word, 1993), 28.

108Ibid, 28. Véase Ulrich Luz, Matthew 1-7: A Continental Commentary (Minneapolis: Fortress Press,
1989), 137.

109Véase C Brown, “Korban”, en The New International Dictionary of New Testament Theology, vol. 2,
editado por Colin Brown (Grand Rapids, MI: Zondervan 1976), 43 (de aquí en adelante será citado como
NIDNTT).

72
3. Ofrendas y entrega al Señor
El dar una ofrenda a Dios no es en forma automática, un reflejo de nuestra
entrega indivisa al Señor. La viuda pobre trajo una ofrenda voluntaria al templo
posiblemente como una expresión de gratitud y amor a Dios (Luc. 21:1-4). El
rico también trajo ofrendas voluntarias. Jesús comparó y evaluó su dádiva y
consideró la ofrenda de la viuda como una verdadera ofrenda. Sus ojos
percibieron que el rico daba “de lo que le sobraba; pero la viuda dio de lo que ella
ni siquiera tenía”.110 Ambos dieron para el sostén de los servicios del templo,
pero para el rico, una ofrenda tal era una formalidad religiosa que podía
satisfacerla con un mínimo, una muestra, no de lo que podía dar, sino de lo que
estaba dispuesto a dar. No era una expresión genuina de entrega personal a Dios.
Esto reafirma un principio que se encuentra en el Antiguo Testamento y en
otros lugares del Nuevo Testamento: no es la cantidad dada sino la calidad del
entrega al Señor lo que hace aceptable la ofrenda delante de Dios. La viuda
quería dar una ofrenda y trajo lo único que tenía, dos monedas de poco valor,
confiando que Dios proveería para ella. Su dádiva se basaba en una decisión; de
hecho, se basaba en una lucha de fe en la que prevalecieron su gratitud y amor por
Dios. Esta fe provenía de las profundidades de su ser. Para el rico, el dar no tenía
ningún significado profundo, y era una experiencia trivial, una formalidad en la
cual la fe en Dios estaba inactiva.

4. Las ofrendas y la verdadera benevolencia


Lo que acabamos de decir sugiere que la verdadera benevolencia es más
que compartir o dar. Tiene que ver con la condición interior de la persona, la
fuerza espiritual de su amor a Dios. Este entendimiento excluye el egoísmo del
acto de dar. El buscar reconocimiento propio mediante nuestras ofrendas es
totalmente incompatible con la verdadera benevolencia. Jesús declaró claramente
que debemos dar sin esperar recompensa alguna de otros y que, por consiguiente,
nuestra dávida debe ser silenciosa y secreta (Mat. :1-4). El nos prohíbe llamar la
atención a nuestra benevolencia111 puesto que es una “transacción” privada entre
el individuo y Dios. Jesús rechaza el egoísmo como motivación para dar porque
corrompe la ofrenda. La benevolencia no se realiza ante otros; tiene lugar
“delante de Dios quien... la hará pública, la recompensará, y castigará las obras
secretas en el juicio final”.112 La dádiva debe provenir de un corazón que está
dispuesto a dar y debe llegar a ser una respuesta natural de amor a Dios y fe en él
(Luc 6:30). No es menos que una expresión de negación propia hecha por el amor

110John Nolland, Luke 18:35-24:53 (Dallas, TX: Word, 1993) 979,

111Véase Robert H Mounce, Matthew (Peabody, MA: Hendrickson, 1985), 53.

112Luz, Matthew, 357, 58.

73
al Reino de Dios.113 Cuando se da una ofrenda con este espíritu, se transforma en
un reflejo, en la esfera humana, de la dadivosidad inconmensurable de Dios
(véase Mat 10:8; 8:4).

5. Las ofrendas y el ministerio cristiano


Jesús dijo a los discípulos que es una responsabilidad de la comunidad de
los creyentes proveer para sus necesidades: “el obrero es digno de su alimento”
(Mat 10:10). El término traducido “obrero” es ergátes, que se usa en el griego
secular para designar a una persona que trabaja por pago. 114 En algunos casos se
usa en el Nuevo Testamento para referirse a los apóstoles y maestros (véase 2 Tim
2:15). Digno parece reforzar la idea de que la persona debía recibir un pago
apropiado.115 Mateo llama el pago trophé (literalmente “alimento”), que en este
contexto podría traducirse como “sostén”116 o “salario”. El pasaje paralelo en Luc
10:7 usa la palabra misthos = “salario, pago”. Es de esta declaración de Jesús que
la iglesia deriva su autoridad para apoyar el ministerio evangélico mediante las
ofrendas de los miembros de iglesia.
Las enseñanzas de Jesús sobre las ofrendas ponen el énfasis principal en la
motivación para dar. El culto ofrece la oportunidad de dar ofrendas de homenaje
y sumisión, a través de las cuales se reconoce el Señorío de Cristo. Nuestro dar
es, por consiguiente, una expresión de nuestra entrega plena a Jesús basada en fe y
confianza en él, en una decisión del corazón y no en una formalidad. Cuando
damos no estamos motivados por un deseo de reconocimiento propio puesto que
el egoísmo y la ofrenda aceptable son incompatibles. Nuestros dones y ofrendas
debieran provenir de un corazón lleno de gratitud y amor cuya principal
preocupación es la promoción del reino de Dios. Tales personas están en paz con
los demás y proveen para las necesidades de sus familias. Las ofrendas deben
usarse en la iglesia para promover su misión.

B. Pablo y las ofrendas


En el Nuevo Testamento Pablo, más que ningún otro escritor, es el que discute la
teología de las ofrendas. Lo hace en tres contextos principales. El primero es el que
tiene que ver con su reticencia personal en aceptar ofrendas. En el segundo revela su
reacción a las ofrendas que le enviaron y que él ni pidió ni esperaba. Y el tercero tiene
que ver con los pasajes relativos a la colecta para los pobres de Jerusalén.

113Véase E. Earle Ellis, The Gospel of Luke (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1966), 115; y Norval
Geldenu}huys, Commentary on the Gospel of Luke (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1951), 212.

114R. Heiligenthal, “Ergátés”, EDNT vol. 2, 49.

115Véase P. Trummer, “Axios”, EDNT vol. 1, 113.

116Este es el significado que aparece en los documentos griegos; véase James Hope Moulton y George
Milligan, The Vocabulary of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1930), 643.

74
1. La renuencia de Pablo para aceptar ofrendas
Pablo rechazó su derecho al soporte financiero de su ministerio de parte de
los miembros de iglesia. Escribiendo a los tesalonicenses enfatizó el hecho de
que él trabajaba para ganarse el sustento y no aceptaba ofrendas de ellos. Declaró
específicamente: hicimos esta obra día y noche “no porque no tuviésemos
derecho” de tal ayuda, “sino para daros un ejemplo que imitar” (2 Tes 3:9). Pablo
justifica su decisión en el deseo de establecer un ejemplo para los que no están
dispuestos a trabajar para ganar su sostén. 117 Otra razón que lo llevó a buscar su
propio sostén financiero fue para demostrar que no era avaricioso (1 Tes 2:6-9;
compárese con Hech 20: 33-35).118 A veces Pablo sentía que el aceptar dinero
podía volverse un obstáculo en la predicación del evangelio, lo que da a entender,
probablemente, que no quería dar la impresión de que se estaba aprovechando de
la iglesia (véase 2 Cor 11:9; 12:14-18).119
Sin embargo, Pablo sabía que tenía derecho al soporte financiero de la
iglesia (2 Tes 3:9). En 1 Tes 2:6 dice a la iglesia: “Como apóstoles de Cristo
podríamos haberos sido una carga”. Defiende este derecho en términos
enfáticamente en 1 Cor 9:1-18. Arguye que como apóstol tiene los mismos
derechos que tienen los apóstoles, derechos que los corintios han reconocido en el
caso de otros apóstoles.120 El emplea varias ilustraciones basadas en el sentido
común para justificar su derecho apostólico para el sostén de las iglesias: el
servicio militar de sostén propio es prácticamente inimaginable; un granjero tiene
la libertad de comer de las uvas que plantó; y un pastor tiene el derecho de
beneficiarse de la leche de su rebaño (v. 7).
Pablo apela también a la autoridad del Antiguo Testamento citando Deut
25:4 y concluyendo que “si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es
gran cosa que cosechemos de vosotros lo material? Si otros tienen este derecho
entre vosotros, ¿no lo tenemos aún más nosotros”? (1 Cor 9:11-12). A esto

117Ernest Best, The First and Second Epistles to the Thessalonians (New York: Harper and Row, 1972),
p. 337, quien argumenta que Pablo no está aquí justificando su renuncia al pago como misionero sino la
necesidad que tienen los miembros de iglesia de trabajo manual. Si él, que como misionero tenía derecho al
mantenimiento económico, había decidido trabajar en otro oficio para vivir, los tesalonisenses que no
tienen derecho a ser sotenidos por la iglesia necesitan con mucha más razón trabajar.

118Véase David J. Williams, 1ra y 2da Tesalonicenses (Peabody, MA: Hendrickson, 1992). El escribe:
“Es probable que muchos supiesen que Pablo había recibido ofrendas de Filipos. Eso puede haber llevado
a algunos a concluir que ahora había venido a Tesalónica con la esperanza de recibir más ofrendas (cf. Fil
4:15 pp)... Pablo presenta a Dios como testigo... de que la codicia no tiene ninguna parte en su servicio
misionero”.

119 J. M. Evert, “Financial Support”, en Dictionary of Paul and His Letters, editado por Gerald F.
Hawthorne y Ralph Martin (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1993), 296 considera varias razones
por las que Pablo rechazó la manutención (de aquí en adelante será citado como DPL).

120Véase Hans Conzelmann, 1ra Corintios, (Philadelphia: Fortress Press, 1975), 152.

75
agrega un argumento que toma de los servicios del santuario: Los levitas eran
sostenidos por el diezmo, y los sacerdotes por el diezmo del diezmo y ciertas
partes de las ofrendas de sacrificios que se llevaban al altar (v. 13). Pablo usa la
ley del Antiguo Testamento acerca del diezmo como modelo de dadivosidad
cristiana.121 Según Pablo, la regulación del Antiguo Testamento contaba con el
apoyo de Jesús mismo: “De la misma manera, el Señor ha ordenado que los que
predican el evangelio vivan del evangelio 2 (v. 14). La frase “de la misma
manera” establece que la regla del Antiguo Testamento es válida no sólo para los
judíos sino también para los cristianos.122 El Señor mandó a la iglesia aplicar la
misma regla para sostener el ministerio de la iglesia. El verbo “mandar” es una
traducción de diatásso que significa “ordenar”, “proclamar un edicto””. 123
Designa una declaración oficial y normativa, en este caso del Señor.
El rechazo de Pablo en aceptar ofrendas no era un rechazo de la práctica
bíblica que el Señor apoyó y que había llegado a ser una práctica aceptada en la
iglesia para el sostén del ministerio evangélico (véase 1 Ped 5:2). Pablo estaba
simplemente usando su libertad para proclamar el evangelio sin ocasionarle gastos
a los corintios a fin de proteger la integridad de su ministerio apostólico.

2. Pablo como recipiente de las ofrendas


No todas las iglesias gentiles aceptaron la decisión de Pablo de trabajar en
la proclamación del evangelio sin recibir pago. A pesar de su reticencia, las
iglesias en Macedonia lo apoyaron mientras estaba en Corinto (2 Cor 11:9). Es en
Filip 4:10-19 que Pablo analiza el impacto y significado de la generosidad de los
macedonios.
Mientras estaba en prisión Pablo recibió la visita de Epafrodito, un
mensajero de las iglesias de Macedonia quien trajera con él una ofrenda de las
iglesias para Pablo. En la epístola a los filipenses, Pablo discute el significado de
esta ofrenda y establece varias cosas importantes. Primero, la ofrenda de
Macedonia era una expresión de preocupación o interés por Pablo como
predicador del evangelio (Filip 4:10). El verbo froneo que se traduce “estar
preocupado” es difícil de traducir en castellano. Combina las ideas de pensar y
simpatizar y designa un vínculo emocional124 que une el intelecto y la voluntad.125

121Véase nuestro trabajo, “La mayordomía y la teología del diezmo”.

122Con Conzelmann, 1ra Corintios, 157.

123Véase Gerard Delling, “Diatásso”, en Theological Dictionary of the New Testamento, vol. 8, editado
por Gerard Kittle y Gerard Friedrich (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1972), 34, 35 (de aquí en adelante será
citado como TDNT).

124Véase Gerar F. Hawthorne, Philippians (Waco, TX: Word), 22.

125Véase J. Goetzmann, “Phronesis”, NIDNTT, vol. 2, 617.

76
No significa simplemente pensar acerca de alguien sino estar sinceramente
interesado y dispuesto a hacer algo por esa persona. Este tipo de preocupación
busca la oportunidad para expresarse en forma tangible. La ofrenda de los
macedonios no era el resultado de un arranque emocional, sino que se basaba en
un análisis racional, en el reconocimiento de una necesidad real de alguien a quien
se estaba unido emocional y espiritualmente, y con cuya misión podían
identificarse. Ellos se preocupaban por Pablo en pensamiento y acción, y la
ofrenda era la prueba de esta profunda preocupación. 126 Esto sugeriría que la
ofrenda debía ser la expresión de una preocupación seria y de interés en el
bienestar de la iglesia y en el cumplimiento de su misión.
Segundo, mediante esta ofrenda los macedonios participaron de las
aflicciones de Pablo (Filip 4:14). Las aflicciones son las pruebas que Pablo
experimentaba en la predicación del evangelio. El verbo sunkoinoneo esta
relacionado con el sustantivo koinonía = “compañerismo, participación”, y
significa “Participar, compartir con alguien”. La idea básica del verbo y el
sustantivo es “tener algo en común con alguien”, haciendo posible que ambos
tengan comunión y compañerismo.127 Los macedonios participaban en las
pruebas de Pablo, haciéndolas suyas, y privándose a sí mismos de algo para dar
una ofrenda. Pablo participó del bienestar de ellos al recibir sus ofrendas. De
esta forma se unieron en propósito y experiencia. Las ofrendas llegaron a ser un
enlace de simpatía y amor entre los creyentes. El ministerio de Pablo llegó a ser
el ministerio de ellos también. 128 Los macedonios se volvieron copartícipes de
Pablo en “su encarcelamiento y sufrimiento, aunque estaban a muchas millas de
él. En su genuino y profundo sentido de preocupación que se expresaba en una
acción constructiva en favor del apóstol, y por consiguiente, en favor del
evangelio, habían tomado sobre sí algo de su carga”.129
Tercero, se acreditó la ofrenda de los macedonios a la cuenta de ellos
(Filip 4:17). Es significativo notar que para Pablo, el valor de esta ofrenda no se
encontraba en el hecho de que suplía una necesidad que él tenía, sino más bien en
el beneficio que contenía para los macedonios mismos.130 El crédito, provecho,
fruto, en la cuenta de ellos estaba creciendo, incrementándose. Pablo estáusando
terminología comercial para describir la bendición espiritual que recibían quienes
daban. La inversión material produce grandes dividendos espirituales en las vidas

126Véase Georg Bertram, “Phren”, TDNT, vol. 9, 233.

127Véase P. T. O’Brien, “Fellowship, Communion, Sharing”, DPL, 293.

128Ibid, 294.

129Hawthorne, Phillippians, 202.

130Véase F. F. Bruce, Phillippians (Peabody, MA: Hendrickson, 1983), 154.

77
de los dadores.131
Cuarto, el don que dieron los macedonios a Pablo era un don aceptable al
Señor (Filp 4:18). El verdadero recipiente de esta ofrenda era Dios, no Pablo.
Pablo expresa esta idea al referirse a la ofrenda en el lenguaje del sacrificio: es un
incienso fragante, un sacrificio aceptable y agradable a Dios. La ofrenda ha sido
removida, por así decirlo, de la esfera de la benevolencia secular a una
interpretación de significado espiritual pues ésta no sólo los une a Pablo sino que
también sirve para fortalecer la relación de los creyentes con Dios. Aquí se
establece un principio importante: “lo que se haga por el siervo se hace en
realidad para el señor; lo que se da a un hijo de Dios se lo da en realidad a Dios
mismo” (compárese Mat 10:40-42).132 El sostén del ministerio evangélico y de la
misión de la iglesia mediante las ofrendas es siempre una experiencia espiritual.
Quinto, la ofrenda de los macedonios testifica que Dios suple las
necesidades del dador (Filip 4:19). Las iglesias en Macedonia no eran ricas en
posesiones materiales (2 Cor 8:2); aún así, dieron. Filip 4:19 parece ser tanto una
oración como una declaración, una expresión de confianza en el cuidado de Dios
por su pueblo.133 Aquellos que dan ofrendas no se preocupan demasiado por sus
propias necesidades, porque el amor de Dios es suficientemente poderoso para
sostenerlos. Al referirse a Dios como el dador, Pablo está indicando que es ahí
donde debe localizarse la verdadera motivación para la dadivosidad humana.
Dios provee para las necesidades de los macedonios y luego los usa para suplir las
necesidades de Pablo.
Pablo aceptó con renuencia esta ofrenda y procedió a informar a los
macedonios que la había recibido: “He recibido pleno pago y aún más” (v. 18).
Usa aquí otro término del mundo de las transacciones de negocios. El verbo
apecho = “he recibido” significa “he recibido en pleno”, y funciona como un
recibo. En la época del Nuevo Testamento este verbo se escribía sobre un recibo
para indicar que se había pagado en su totalidad la cantidad indicada. 134 Aquí, en
el v. 18, “Pablo presenta lo que equivale a un recibo por la ofrenda que la iglesia
de Filipos le envió”.135 Esto implica que los que dan una ofrenda debieran ser
informados de que ésta fue recibida, registrada, y que fue usada con el fin
indicado. Surge aquí el elemento de responsabilidad de parte de los que reciben
las ofrendas. Ellos deben dar cuentas por el dinero que se les confía.
La ofrenda de los macedonios era una manifestación de un verdadero

131Hawthorne, Phillippians, 206.

132Ibid, 206, 07.

133Con Ralph P. Martin, Phillippians (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1976), 168.

134Véase Moulton and Milligan, Greek, 57, 58.

135A. Horstmann, “Apecho”; EDNT, vol. 1, 121.

78
interés por Pablo y su ministerio apostólico. Fue este interés por él lo que los
unió a Pablo en sus pruebas y en el cumplimiento de su misión y el que también
enriqueció sus vidas espirituales porque la ofrenda era principalmente para Dios y
no para Pablo. Su dádiva fue precedida por la dádiva de Dios y preocupación por
ellos. Pablo guardó registros adecuados de su ofrenda y les envió un recibo.

3. Pablo y la colecta: una ofrenda especial


La teología de Pablo acerca de las ofrendas aflora de manera particular en
su discusión e interpretación de la colecta que juntó entre las iglesias gentiles para
la iglesia de Jerusalén.136 Esta ofrenda especial fue tan importante que la
menciona en varias de sus epístolas (Rom 15:25-28; 1 Cor 16:1-4; y 2 Cor 8-9).
Para esclarecer su significado y relevancia teológica, examinaremos los conceptos
y principios que Pablo vinculó a esta ofrenda.

a. Motivación para dar


Además de la necesidad obvia de la iglesia de Jerusalén, Pablo
hace una serie de declaraciones que parecen proveer una motivación
teológica para participar en la colecta.

(1) El don de la gracia de Dios


En 2 Cor 8:1 Pablo le señala a los corintios la gracia que
Dios diera a las iglesias de Macedonia y que las llevó a contribuir
en la colecta. Esto podría interpretárselo como significando que la
gracia de Dios obró en ellos creando una disposición a dar,137 o que
la gracia salvífica de Dios llegó a las iglesias como un don
mediante la proclamación del evangelio. En este último caso, el
hecho de que Dios dio a su Hijo como un acto de gracia para la
salvación de los macedonios, motivó la dádiva.138 Pero ambas
ideas concuerdan con el contexto. Los macedonios dieron una
ofrenda porque la gracia de Dios se manifestó en Cristo como un
don de salvación y esa misma gracia estaba obrando en sus
corazones.139

(2) El ejemplo de Cristo


En 2 Cor 8:9 Pablo sintetiza el contenido de un mensaje

136Para un resumen de la discusión entre los especialistas sobre los detalles históricos y teológicos
vinculados con la colección, referimos al lector a S. McKnight, “Collection for the Saints”, DPL, 143-147.
Ofrece una importante información bibliográfica.

137Véase Victor P. Furnish, 2da Corintios (New York: Doubleday, 1984), 399, 413.

138Véase Hans Dieter Betz, 2da Corintios 8-9 (Philadelphia: Fortress, 1985), 42.

139Véase Ralph P. Martin, 2da Corintios (Waco, TX: Word, 1986), 252, 53.

79
que desarrolló en Filip 2:6-11: “Porque ya conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre,
siendo rico; para que vosotros fueseis enriquecidos con su
pobreza”. La disposición de Cristo de entregar todo por la iglesia
fue una revelación sublime de amor que debía motivar a los
corintios a dar una ofrenda para los pobres de Jerusalén.140

(3) Las bendiciones de Dios


Pablo les recuerda a los corintios que la abundante gracia
de Dios puede proveer para ellos lo que necesitan a fin de
capacitarlos para dar (2 Cor 9:8-11). Nótese que la dádiva divina
se origina en la gracia de Dios y no es una reacción de Dios ante la
ofrenda de los corintios; Dios no está endeudado con ellos. 141 Sus
bendiciones son actos de gracia para los corintios que les provee a
ellos la oportunidad de compartir lo que ya recibieron
gratuitamente del Señor.
La bendición divina, dice Pablo, resulta en autarkeia =
“abundacia”: Dios proveerá a todas vuestras necesidades (v. 8). 142
Pablo asocia la abundancia con la riqueza económica. Pero esta
abundancia es para él un don de Dios y no, como se ha creído en
algunas escuelas contemporáneas de filosofía, el resultado de una
disciplina personal estricta e independiente de Dios y que se basa
en un intento por vivir en armonía con la razón. 143 En Filip. 4:12-
13 él afirma una independencia de circunstancias externas , es
decir una auto suficiencia basada en su confianza o dependencia
en el poder fortalecedor de Dios.144 Pablo entiende también
suficiencia propia como ser capacitado por Dios “para relacionarse
en forma más efectivamente con otra gente, no para separarse de
los demás”,145 ayudándoles cuando lo necesiten. Pablo parece
considerar la suficiencia propia financiera como alcanzable, porque
la riqueza y la gracia de Dios no se excluyen necesariamente.

140Betz, 2da Corintios, 61.

141Con Furnish, 2da Corintios, 447.

142 Betz, 2da Corintios, 110.

143Véase Furnish, 2da Corintios, 448; G. Kittel, “Autarkei”, TDNT vol. 1, 466; B. Siede, “Arkeo”,
NIDNTT vol. 3, 727.

144P. T. O’Brian, “Mysticism”, DPL, 625.

145Furnish, 2da Corintios, 448.

80
Según él “la riqueza debiera vérsela como un don de la
beneficencia de Dios más que como el resultado de un logro
puramente humano”.146 La ofrenda de los corintios debía estar
motivada por la convicción de que es Dios quien les provee lo
necesario para que lo compartan con otros. De esta manera, se
alienta a los corintios a vencer el egoísmo.

b. Planificación
La participación en la colecta no era un acto accidental sino bien
planeado. Pablo menciona al menos tres elementos importantes en la
organización de la ofrenda.

(1) Basada en los ingresos personales


Pablo no requiere una cantidad específica de dinero de cada
miembro de iglesia sino que establece un principio bíblico que
debía ser usado por todos al decidir cuánto dar: “según vuestros
medios” (2 Cor 8:11). El criterio a usarse se basa en lo que la
persona tiene (v. 12), esto es, de acuerdo a como el Señor lo
prosperó (1 Cor 16:2). Esta decisión es obviamente un privada y
personal.

(2) Separarla en el hogar


La idea de separa en el hogar la cantidad que debe
ofrecerse es sugerida en 1 Cor 16:2: “Cada primer día de la semana
cada uno de vosotros debe poner aparte una suma de dinero...” La
frase “cada uno de vosotros” podría traducírsela “cada uno de
vosotros por sí mismo”, y sugiere algo hecho en privado en el
hogar. Determinar y poner aparte la ofrenda era un asunto de
familia.147 En el Antiguo Testamento, se ponían las ofrendas
aparte o se las consagraban en el hogar y más tarde se las llevaba al
templo. Esto es lo que Pablo parece estar sugiriendo.

(3) Dar la a instrumentos nombrados


Pablo estaba consciente de cuán importante era para los
miembros de iglesia saber y estar seguros de que la colecta sería
manejada en forma adecuada. Un error accidental en el manejo de
las ofrendas dañaría su reputación como líder espiritual, y daría
crédito a las acusaciones que los falsos apóstoles levantaban contra
él. Por consiguiente, envió a Corintio a Tito, su delegado

146Betz, 2da Corintios, 110.

147William F. Ore y James A. Walther, 1ra Corintios (New York: Doubleday, 1976), 356, sugieren que la
ofrenda era proporcional y sustancial y que separarla era una actividad de la familia.

81
apostólico, acompañado por dos hermanos que eran bien
respetados en las iglesias, para recoger las ofrendas (2 Cor 8:17-
23; 8:3). Uno de los hermanos fue elegido o nombrado por las
iglesias para acompañar a Tito. Representaba a otras iglesias que
participaban en la colecta (8:19). La palabra griega cheirotonein =
“elegir”, significa originalmente “elegir por una muestra de
manos”, y sugiere cómo fue elegida esa persona. 148 El segundo
hermano puede haber sido elegido por Pablo o por las iglesias
(véase v. 22). Esta persona había sido probada y demostrado ser
confiable.
Fue a estas tres personas confiables y bien calificadas, que
se dieron las ofrendas. Ellos representaban al apóstol y a las
iglesias, lo que sugería que no se estaba dando la ofrenda a Pablo
sino a la iglesia.
La ofrenda global sería llevada a Jerusalén por personas
aprobadas por la iglesia, personas a quienes Pablo daría cartas de
presentación (1 Cor 16:3). Todo esto fue hecho para evitar
cualquier critica y para hacer lo que era correcto no simplemente
delante del Señor, sino también ante los ojos del pueblo (2 Cor
8:20-21).
La logística de la colecta tuvo varios propósitos. Los
miembros de la iglesia conocían a quién debían dar la ofrenda.
Además, los que la recogían debían estar dispuestos a rendir
cuentas por la tarea asignada. Pablo fue cuidadoso en hacer claro
que la ofrenda no debía ser usada incorrectamente o dedicada a un
fin diferente al asignado. El como líder de iglesia era responsable
por la colecta.

c. Actitud hacia dádiva


La colecta fue una ofrenda voluntaria, pero Pablo esperaba que
fuese dada con el espíritu adecuado. El hizo un esfuerzo especial para
clarificar el significado y la importancia de esta ofrenda.

(1) Dar es un privilegio


Aparentemente Pablo no pidió a los macedonios que
participasen en la colecta porque eran pobres. No obstante, para
sorpresa de Pablo, ellos rogaron e insistieron en “el privilegio de
compartir en el servicio de los santos” (2 Cor 8:4). El término
griego traducido “privilegio” es charis, que se traduce usualmente
por “gracia”, y que aquí significa “ación de gracia”, esto es hacer
algo que es considerado un privilegio. 149 Para el cristiano es un
privilegio poder realizar una acción de gracia hacia otros. Los

148Véase Furnish, 2da Corintios, 422; y Betz, 2da Corintios, 74, 75.

82
macedonios habían recibido la gracia de Dios (2 Cor 8:1), y ahora
consideraban un privilegio permitir que la gracia se manifestase
mediante ellos ayudando a otros.

(2) Dando voluntariamente


Los macedonios dieron sus ofrendas “sobre sus fuerzas” (2
Cor 8:3). Pablo no les pidió dar; ellos dieron de su propia
iniciativa. El término griego authaíretos=, traducido “sobre sus
fuerzas”, significa “espontáneamente”. La ofrenda se basaba en
una decisión voluntaria del corazón (2 Cor 9:7). Dar de corazón
significa que no se da la ofrenda renuentemente o bajo compulsión.
El término lupe = “tristeza”, usado en 2 Cor 9:7, se lo traduce en el
Nuevo Testamento por “herida, dolor”. Aquí se refiere a los que
consideran el dar como doloroso para ellos, pero que no se atreven
a decir que no. Dan de mala gana. El término anágke = “por
necesidad”, significa actuar bajo el control o influencia de alguien
o algo y no de nuestra propia voluntad. Niega el elemento de
libertad en el sujeto de la acción. La compulsión podría ser el
resultado de la presión del grupo o del líder, haciendo sentir a la
persona que no tiene otra alternativa excepto la de dar. Pablo
contrasta el dar de mala gana o bajo compulsión con la actitud de
gozo que debiera caracterizar al dador (2 Cor 9:7). Es esta
disposición interior positiva y no la cantidad dada la que hace la
ofrenda aceptable delante de Dios (2 Cor 8:12).

(3) Dar generosamente


Las bendiciones abundantes de Dios debieran impulsar a
los cristianos a dar generosamente (2 Cor 9:11, 13). El término
griego aplotes = “generosidad” es significativo pero difícil de
rendirlo en castellano. La traducción común es “simplicidad,
sinceridad”.
Es difícil traducir el término porque contiene una
variedad de significados que se expresan en castellano en maneras
diferentes. En 2 Cor 8:2, se usa el término para describir a los
macedonios como gente de “simplicidad, sinceridad, rectitud,
franqueza”, tanto como “generosidad y liberalidad”. Juntos estos
términos expresan el ideal antiguo de la vida simple. Según esta
idea cultural, se esperaba que la gente que vivía una vida simple
mostrase generosidad en su vida y en su hospitalidad.150
Para Pablo, la vida simple y generosa del cristiano es una

149Con Martin, 2da Corintios, 254.

150Betz, 2da Corintios, 44, 45.

83
imitación de la actitud de su Señor (2 Cor 8:9). Esta generosidad
se expresa a veces al dar más de lo que uno es capaz de dar (8:3),
pero Pablo espera que los corintios den sólo de acuerdo a sus
medios. Aún así, debían tratar de sobresalir en su generosidad,
abundando en la gracia de dar (8:7).

(4) Dar y auto darse


Pablo fue impresionado por la participación inesperada de
los macedonios en la colecta y lo atribuyó a la disposición
desinteresada que les caracterizaba y al hecho de que “se dieron a
sí mismos primeramente al Señor y entonces a nosotros” (2 Cor
8:5). Toda ofrenda es, en cierto sentido, la ofrenda de la persona
en una consagración a Dios y al servicio de su iglesia (“a
nosotros”). De allí que una ofrenda es la expresión tangible, la
“encarnación”, de una disposición del corazón, de nuestra
disposición a rendir y consagrar nuestras vidas al Señor.

d. Propósito de la colecta
El primer propósito, y el más obvio, de la colecta era el de suplir
las necesidades materiales de la iglesia de Jerusalén (Rom 15:26; 2 Cor
9:12). Pero éste no era un simple acto de benevolencia social. Pablo se
refiere a la colecta como “un servicio” (leitourgia), y aunque el término se
usa en la literatura griega para designar un servicio llevado a cabo a
expensas de uno mismo, en un sentido no religioso, el contexto de 2 Cor
9:12 muestra que Pablo lo usó en sentido religioso, significando “servicio,
culto”. La ofrenda que se daba para suplir las necesidades de la iglesia de
Jerusalén era un acto de adoración al Señor.151
El segundo propósito de la colecta era el de fortalecer la unidad de
la iglesia y dar expresión a esa unidad en forma objetiva. Era “una
expresión tangible de la unidad de los judíos con los gentiles”. 152 Los
judíos compartieron sus bendiciones espirituales con los gentiles, y ahora
los gentiles compartían sus bendiciones materiales con los judíos (Rom
15:27). Había sólo una iglesia, la universal, que se caracterizaba por un
espíritu de verdadero compañerismo en Cristo. Pablo percibió que era
necesario para la iglesia mundial expresar su unidad en mensaje y misión,
y encontró en esta ofrenda un canal por el cual esta unidad podía lograrse.
Las bendiciones materiales y espirituales de las iglesias pertenecían, por
así decirlo, a la Iglesia de Cristo.
El tercer propósito de la colecta era el de promover igualdad
financiera (2 Cor 8:13-15). Esta es la igualdad que se produce por el

151Véase H. Balz, “Leitourgía”, EDNT vol. 2, 34, 49.

152Everts, “Financial”, 299.

84
“equilibrio entre la escasez y la abundancia que debe existir entre las
iglesias”.153 El concepto subyacente es el de asociación o compañerismo,
koinonia, sugerido en Hech 2:44-45.154 Es importante observar que Pablo
basa su argumento en un pasaje del Antiguo Testamento: “El que juntó
mucho, no tuvo de más; y el que poco no tuvo de menos” (2 Cor 8:15; vea
Ex 16:18). El llamado a la igualdad se basa en la comprensión de que es
Dios quien provee lo necesario. Al compartir sus bendiciones, los
creyentes trabajan con Dios en la creación de la igualdad financiera de la
iglesia. Los que tenían mucho debían compartir con aquellos que tenían
menos “para que haya igualdad” (2 Cor 8:14). La distribución equitativa
de la riqueza puede ser imposible en el mundo, pero debe ser una realidad
dentro de la iglesia.
El cuarto propósito de la colecta era el de expresar el amor
cristiano. La participación en la colecta era una prueba de la sinceridad
del amor de los corintios (2 Cor 8:8; compárese con el v. 24). Esto está
estrechamente relacionado con la unidad de la iglesia debido a que el amor
une a la iglesia con Cristo. La ofrenda le da la oportunidad al amor de ir
más allá de la esfera de un concepto o idea, a la arena de la conducta
cristiana como principio activo. Los corintios habían prometido
participar en la colecta, pero no habían cumplido con su promesa. Ahora
Pablo los desafía a demostrar su amor en acción (2 Cor 9:1-5).
El quinto propósito de la colecta era el de alabar a Dios. Pablo dijo
que la ofrenda estaba “abundando en muchas expresiones de gracias a
Dio” (2 Cor 9:12).155 Siendo que bendeciría a los creyentes en Jerusalén,
la ofrenda era motivo de alabanza a Dios (v. 13). El propósito primordial
de toda ofrenda debiera ser glorificar a Dios porque por medio de nuestras
ofrendas confesamos que Dios es quien proveyó los medios y creó la
disposición a dar en el corazón humano. La generosidad redundará en
actos de agradecimiento a Dios (v. 11).
Pablo motivó a los corintios a dar ofrendas al recordarles la gracia
de Dios, la que recibieron gratuitamente, señalándoles el sacrificio de
Cristo, y asegurándoles el constante amor de Dios que se manifiesta en las
bendiciones que recibían cada día. Para Pablo, dar era un privilegio porque
la gracia de Dios estaba usando a los que daban. Esto quiere decir que una
ofrenda debe ser dada de corazón y constituirse en una experiencia gozosa.
Debe ser generosa y de una manera muy especial, debe ser un acto de auto
entrega. Una ofrenda, según Pablo, era un medio de suplir las necesidades

153T. Holtz, “Isos”, EDNT vol. 2, 202.

154Furnish, 2da Corintios, 419.

155Véase Martin, 2da Corintios, 293.

85
de la iglesia, pero también contribuía a la unidad de la iglesia y a la
igualdad financiera. Mediante la colecta, se expresaba el amor cristiano y
se alababa a Dios. La ofrenda Debía basarse en la situación financiera de
la familia, separarse en casa, para luego darse en el momento señalado a
los instrumentos designados por la iglesia. Se esperaba un manejo
adecuado de los fondos de aquellos que dirigían la colecta.

C. Ofrendas en Hechos
El libro de los Hechos menciona algunos problemas financieros que debió
confrontar la iglesia apostólica a medida que se desarrollaba y crecía hasta ser un
movimiento mundial. Aunque los Hechos no dicen mucho acerca de las ofrendas, sería
útil para nuestro propósito, examinar los pasajes pertinentes. Esos pasajes muestran un
interés particular en las ofrendas a favor de los pobres en la iglesia.

1. Ofrendas para los pobres


Según Hech 2:44 los miembros de la iglesia apostólica tenían “todas las
cosas en común”, esto es, sus posesiones estaban al servicio de la iglesia y de su
misión. Esto no debe entenderse como que debían vender todo lo que tenían y
darlo a la iglesia. Lo que se dice es que a medida que surgían necesidades ellos
vendían algunas de sus propiedades para proveer para las necesidades de los
demás (Hech 4:34-35).156 Por consiguiente, esta práctica no era un rechazo al
derecho a propiedad privada sino más bien su reconocimiento balanceado por la
disposición a servir a otros.157 Esto era necesario porque en esa época un número
de nuevos conversos eran pobres. Esta práctica era probablemente una
continuación de la vida comunitaria fraternal de Jesús y sus discípulos (compárese
Luc 8:3; Juan 12:4-6; 13:6-9).158
Hay dos ejemplos específicos que ilustran la práctica que se seguía la
iglesia. Bernabé tenía una propiedad y decidió venderla y traer el dinero a la
iglesia para proveer para las necesidades de los pobres (Hech 4:36-37). Vendió la
propiedad y trajo el dinero a los discípulos. El segundo ejemplo es el de Ananías
y Safira (5:1-11). Hicieron una promesa similar, pero después de vender la
propiedad decidieron retener secretamente una parte del dinero. No obstante,
querían dar la impresión de que estaban trayendo a los apóstoles la cantidad
completa.
La experiencia de Ananías y Safira revela varios aspectos importantes
acerca de este tipo de ofrenda. En primer lugar, la donación no era un simple acto
de benevolencia social, sino una ofrenda que se traía al Señor. Quien finalmente
recibía la ofrenda era el Espíritu Santo. Esto explica la razón por la que Pedro les

156Véase David J. Williams, Hechos (Peabody, MA: Hendrickson, 1985), 93, 94.

157Véase French L. Arrington, The Acts of the Apostles (Peabody, MA: Hendrickson, 1988), 54.

158F. G. Untergassmair, “Koinos common”, EDNT vol. 2, 302.

86
dijo: “Habéis mentido al Espíritu Santo” (Hech 5:3). En segundo lugar, la
ofrenda era voluntaria; de ninguna manera se forzaba a alguien a vender una
propiedad. Aparentemente, después de vender la propiedad, Ananías y Safira
podían ser honestos con los apóstoles quedarse con el dinero (Hech 5:4). 159 En
tercer lugar, una vez más somos testigos del hecho de que la motivación es de
valor primario en la ofrenda. En el caso de Ananías y Safira, la determinación
que habían hecho con respecto a su propiedad, estaba motivada “por el deseo de
ganar la reputación de ser generosos, y no por una preocupación genuina por los
necesitados que había entre ellos”. 160 Su egoísmo, que se manifestaba en una
preocupación ingobernable por mantener su seguridad financiera, los condujo a
violar un compromiso hecho con Señor. Esta pareja rechazó el Espíritu Santo,
quien guía a los creyentes y a la iglesia, y a su vez el Espíritu los rechazó a ellos
también. Finalmente, este incidente muestra que es correcto e importante hacer
promesas al Señor, pero es igualmente importante cumplir tales promesas.
El procedimiento seguido en la colecta y distribución o uso de la ofrenda
era simple. Los creyentes decidían por sí mismos vender una parte de la
propiedad y prometían dar todo el dinero, o tal vez una parte del mismo a la
iglesia. Se daba el dinero a los apóstoles, quienes se hacían responsables por
administrarlo (Hech 4:37). Este puede haber sido el sistema que la iglesia
estableció y que los creyentes siguieron.
A medida que la iglesia crecía, era más evidente que los apóstoles no
podían manejar las finanzas de la iglesia y al mismo tiempo proclamar el
evangelio a tiempo completo. Pronto descubrieron que era imposible hacer bien
ambas cosas. El problema se agudizó cuando un grupo se quejó de que algunas
viudas estaban siendo descuidadas en la distribución del pan (Hech 6:1-6). Esto
los llevó a una revisión de los procesos administrativos, de tal forma que los
apóstoles se reunieron con los discípulos de la iglesia (miembros de iglesia) y
juntos aprobaron un nuevo plan. Como resultado, se eligieron siete hombres que
se encargasen de la distribución del pan. En el proceso de selección buscaron
personas que estuviesen “llenas del Espíritu y de sabiduría” (Hech 6:3). En otras
palabras, se requirieron dos calificaciones importantes. En primer lugar, eran
líderes espirituales consagrados al Señor y poseídos por el Espíritu; y en segundo
lugar, se esperaba de ellos que tuviesen algún conocimiento sobre asuntos
administrativos, particularmente en el manejo de los fondos. 161 La combinación
de estos dos elementos muestra que la administración de las finanzas de la iglesia
no tiene que ver con una teneduría de libros de índole secular, sino que es un
asunto profundo y esencialmente espiritual.

159Véase Williams, Hechos, 97.

160Arrington, Hechos, 57.

161Con Williams, Hechos, 118.

87
En el fundamento de la ofrenda que estamos considerando se encuentran
algunos conceptos teológicos importantes. Siendo que se han discutido la
mayoría de esos conceptos en el contexto de otras ofrendas, las mencionaremos
aquí sólo en forma breve. La ofrenda reflejaba una abundancia de la gracia de
Dios en los corazones de los creyentes pues se la vincula con la declaración de
que todos los creyentes “disfrutaban de abundante gracia” (Hech 4:32). El
evangelio modificó radicalmente su concepto de la mayordomía. Ellos sabían
quién era el verdadero Propietario. Finalmente, así como ocurrió con la colecta
paulina, la ofrenda era un testimonio de la unidad de la iglesia; todos eran “de un
mismo corazón y pensar” (Hech 4:32). Tenían un Señor, una fe, un bautismo, y
un Dios (compárese Efe 4:4-5) --eran unos en Cristo, lo que se demostraba “en su
prontitud para satisfacer las necesidades de los demás”. 162 Se expresa la unidad
espiritual en manifestaciones tangibles de amor, y en este caso en particular la
ofrenda cumplía con ese papel.

2. Ofrendas especiales
Hech 11:27-30 refiere una ofrenda especial que envió la iglesia de
Antioquía a Jerusalén. Esta era otra ofrenda voluntaria. El profeta Agabo predijo
la venida de una hambruna severa en el imperio romano, y esto impulsó a la
iglesia “a proveer ayuda para los hermanos que vivían en Judea” (Hech 11:29).
Este era un fondo especial que debía usarse en la emergencia inminente. Cada
uno dio lo que podía dar, y se entregó la ofrenda a Bernabé y a Pablo para que la
llevasen a la iglesia de Jerusalén. La ofrenda “estuvo motivada por el amor de
Cristo, expresaba la solidaridad del compañerismo cristiano, y mostraba que Dios
había recibido a los gentiles en la iglesia. La congregación en Antioquía no se
consideró a sí misma como una entidad aislada de la iglesia madre en Jerusalén.
Se consideró natural enviar ayuda a otra parte del cuerpo que estaba teniendo
dificultades”.163 Esta ofrenda parece haberle provisto a Pablo un antecedente y
modelo teológico para su colecta posterior a favor de la iglesia de Jerusalén.
Hechos nos dicen que los miembros de la iglesia ponían sus posesiones al
servicio de la iglesia. Esto se basaba en el entendimiento de que Dios era el real
dueño de lo que tenían. Su disposición a dar era el resultado de la obra de la
gracia de Dios en sus corazones. Aquellos cuyas ofrendas estaban motivadas por
el egoísmo, eran rechazados. Se daba la ofrenda a Dios, aunque era recibida por
instrumentos humanos, los apóstoles. Se ponía la administración de los fondos en
las manos de personas capaces que conocían cómo manejar el dinero, y eran a su
vez gigantes espirituales en la iglesia.

IV. RESUMEN Y CONCLUSIONES

162Ibid, 92.

163Arrington, Hechos, 121.

88
Hemos examinado una buena cantidad de material bíblico sobre el tema de las
ofrendas y es tiempo ahora de que sinteticemos nuestras conclusiones. Prácticamente
cada pasaje que estudiamos tiene algo que contribuir a una mejor comprensión del
significado de las ofrendas. En la mayoría de los casos detectamos un número de temas
subyacentes que aparecen bastante a menudo en la discusión.
El fundamento teológico de la práctica de traer ofrendas al Señor parece estar
formado por tres conceptos teológicos principales que se encuentran interrelacionados.
El primero es soteriológico, es decir, la disposición una constante y amante de Dios de
por salvar a los seres humanos del poder del pecado. La salvación es una revelación de la
gracia de Dios y nos llega como un don inmerecido que debe aceptarse por la fe en
Cristo. La revelación que Dios hizo de sí mismo dejó en claro que él es el Más Grande
Dador del universo. En el Antiguo Testamento la disposición de Dios para salvar se
manifestó de una manera particular en el Éxodo cuando el Señor redimió a su pueblo del
poder esclavizante de Egipto. En el Nuevo Testamento, la salvación de Dios alcanzó su
suprema manifestación en el don de su Hijo como el único medio de salvación. El Padre
y el Hijo pusieron la gracia al alcance de todos los que por fe en Cristo aceptasen ese don.
Dios proveyó la ofrenda que ninguna otra persona podía proveer. La dádiva humana es
un pálido reflejo de la dádiva divina.
El segundo elemento en el fundamento teológico es la fidelidad de Dios a sus
promesas, la constancia de su palabra. En el Ser Divino no hay inconsistencia ni en
palabra ni en hechos. El prometió morar con los seres humanos, proveyéndoles de
identidad y supliendo sus necesidades, y cumplió con sus promesas. El Señor es
confiable y responsable. Sus criaturas pueden esperar y confiar en él. Hay una
constancia en el carácter divino que lo hace digno nuestra confianza. El es fiel a sí
mismo, a su propio carácter.

El tercer elemento en el fundamento teológico es el Señorío de Dios. El Dios que


nos salvó libremente y que es fiel a sus promesas es también nuestro Señor. Entró en una
relación de pacto con nosotros al aceptarnos como pueblo suyo, y nosotros le aceptamos
como el Señor del pacto. Su Señorío no se restringe a la esfera espiritual, sino que
incluye de una manera más concreta el reconocimiento de que todo lo que tenemos es
suyo porque él nos lo dio. El Señorío divino significa que él es el Dueño, pero que está
dispuesto a dar en forma natural de lo que es suyo a su pueblo. Por consiguiente, lo que
su pueblo posee le llega como un don o bendición del Señor del pacto.
Además de otros elementos, los tres fundamentos teológicos que hemos discutido
proveen para nosotros la motivación para dar. Los seres humanos son llamados e
impulsados a dar porque la gracia de Dios se reveló en el don gratuito de la salvación
mediante Cristo. El cristiano posee el ejemplo sublime de Dios y de su Hijo como
modelos de benevolencia. Nuestra dádiva debe ser moldeada por el dar divino. Creados
a la imagen de Dios, los seres humanos deben imitar la disposición divina a dar. Siendo
que Dios da libremente, los seres humanos debieran dar libremente también.
Los cristianos están motivados a dar porque Dios, quien guarda sus promesas, está

89
constantemente bendiciendo y protegiendo a su pueblo. Esas bendiciones nos llegan en
diferentes maneras, pero Dios está siempre bendiciéndonos. Dios, por consiguiente, no
es una persona que dio en el pasado y que ahora no da más. Es a través de su dar
providencial que está preservando su creación. El hecho de que está constantemente
dando nos provee un modelo y una razón para dar a los seres humanos. De allí que nadie
debiera venir a adorarlo con las manos vacías.
El reconocimiento del Señorío de Dios debiera ser un factor motivante para que
demos. Probablemente, los que se perciben a sí mismos como dueños no darán por amor.
El reconocimiento del hecho de que hay un Señor que gobierna el universo y es dueño de
lo que hay en él, yace en la base de la benevolencia. Dios quiere usarnos en la
administración y distribución adecuada de sus bienes. Bajo este trasfondo teológico, no
podemos vernos sino como mayordomos suyos que gozosamente usan lo que él les dio
para promover su plan.
Otra motivación para dar se encuentra en el reconocimiento de que Dios está
obrando la salvación de la humanidad a través de su iglesia. Trajo la iglesia y el
ministerio evangélico a la existencia para continuar revelando su gloria al mundo. Los
miembros de la iglesia apostólica encontraron su más grande gozo en la promoción de la
causa de Dios mediante sus ofrendas. Nada era más importante para los creyentes que la
proclamación del evangelio, y consideraban un privilegio ser instrumentos de Dios en esa
tarea. Contarle a otros que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo
era tan significativo para ellos que a veces algunos cristianos dieron ofrendas que iban
más allá de sus recursos.
En síntesis, podemos decir que el amor a Dios es lo que motiva a los cristianos a
dar ofrendas, un amor desinteresado cuyo foco de atención es Dios y los seres humanos.
El dar motivados por una sed de reconocimiento propio está fuera de lugar en la vida
cristiana. Jesús instó a los creyentes a dar calladamente, en forma silenciosa, esperando
su recompensa de Dios. El egoísmo mancha la ofrenda y la vuelve inaceptable para Dios.
Tampoco debía darse una ofrenda para obtener o ganar simpatía, amor o reconocimiento
delante de Dios. Es sólo por medio de la ofrenda sacrificial de Cristo que somos
aceptados por Dios.
Este último comentario nos conduce lógicamente a una definición de lo que es
una ofrenda aceptable. Aparecen varios elementos en la Biblia que nos ayudan a definir
este término. En primer lugar, una ofrenda aceptable es una expresión de nuestra auto
entrega a Dios. En nuestras dádivas, debiéramos darnos a Dios, renovando nuestra
entrega a él. Una ofrenda es una experiencia profundamente religiosa porque revela una
vida enteramente entregada al Señor.
En segundo lugar, una ofrenda aceptable testifica que Dios está primero en la vida
del creyente. Siendo que Dios ha sido reconocido como Señor, se le lleva el mejor y más
costoso don de acuerdo a los recursos de la persona. La ofrenda llega a ser un acto de
homenaje y sumisión a Aquel que nos redimió y que es ahora nuestro Señor. Al poner
aparte la ofrenda antes de usarla o invertirla en otra cosa, estamos diciendo al Señor y a
nosotros mismos: “Señor, tú eres el primero en nuestras vidas”.
En tercer lugar, una ofrenda aceptable expresa fe en el cuidado providencial de

90
Dios por nosotros. Tal ofrenda proviene de un corazón que confía en un Dios personal
que suple nuestras verdaderas necesidades. Cuando se da una ofrenda de lo que sobra,
tiende a volverse una formalidad, un acto ritual carente de devoción. La fe en Dios está
siempre buscando la manera de expresarse, de volverse significativa. Nuestras ofrendas
nos proveen un canal por medio del cual podemos expresar nuestra fe en un contexto de
adoración.
En cuarto lugar, una ofrenda aceptable es la manifestación visible, el cuerpo que
toma, la gratitud, el agradecimiento, el gozo y el amor del adorador. Estas son todas
respuestas de la experiencia del amor redentivo y providencial de Dios. En el
pensamiento bíblico el ser interior revela su naturaleza y propósito mediante acciones.
Las respuestas positivas al amor de Dios se expresan de diferentes maneras en las vidas
de los creyentes. Una de ellas es una ofrenda tangible que va acompañada de una
confesión de reconocimiento al Señor por su bondad. Una ofrenda es la forma concreta
que toman nuestros sentimientos y actitudes interiores hacia el amor de Dios en el acto
de adoración.
En quinto lugar, una ofrenda aceptable es voluntaria. No debe traérsela al Señor
bajo compulsión o renuentemente, sino voluntariamente. El hecho de que el Señor espera
y requiere de nosotros que demos ofrendas no debiera hacernos concluir de que ésta es
otra carga para el creyente. Dios quiere que experimentemos el gozo de dar que
enriquece nuestras vidas.
En sexto lugar, una ofrenda aceptable refleja nuestra entrega al mensaje y la
misión de la iglesia. Siendo que creemos que Dios está usando a su iglesia para
proclamar el evangelio y preparar el mundo para la Segunda Venida de Cristo,
debiéramos estar dispuestos a poner nuestros recursos al servicio del plan de Dios para la
humanidad. Esto quiere decir que al dar nuestras ofrendas a la iglesia estamos de hecho
dándolas a Dios para promover y desarrollar el último aspecto del plan de salvación. No
puede encontrarse sobre la tierra una causa más grande a la cual podamos consagrar los
recursos que hemos recibido del Señor.
En séptimo lugar, una ofrenda aceptable proviene de un corazón que está en paz
con Dios y con los demás. El acto de adoración presupone que la religión y la ética no
deben ser compartamentalizadas o separadas la una de la otra. El tratar a otros
bondadosamente es un deber tan religioso como traer una ofrenda a Dios. Revelamos en
forma particular nuestro interés por otros al proveer para las necesidades de nuestros
familiares. El celo por Dios y su causa nunca debieran conducir a los cristianos a dar
ofrendas al Señor que resulten en el descuido de las necesidades de sus familias. El hacer
provisión para nuestras familias forma parte también de nuestro deber cristiano.
Finalmente, una ofrenda aceptable, aunque espontánea, es al mismo tiempo
sistemática. Se espera que planeemos nuestra dádiva de acuerdo a nuestros ingresos. La
cantidad a ser dada debe ser separada en el hogar, con la familia, y entonces traída a la
iglesia para darla al Señor. Esto nos protege de dar únicamente motivados por las
emociones.
Nuestro último punto nos lleva a pensar en la logística seguida en el sistema
bíblico de ofrendas. La Biblia provee cierta orientacion con relación a la recolección y

91
manejo de las ofrendas. Mencionamos ya que la cantidad se basa en las bendiciones
recibidas del Señor y que debe ser puesta aparte en el hogar. Además, Dios y la iglesia
señalaron instrumentos específicos (personas) para recibir las ofrendas. estas debían ser
entregadas sólo a personas reconocidas por la comunidad de creyentes como siendo
dignas de recibirlas y de administrarlas. El lugar para traerlas era el templo o iglesia en
donde se juntaba el pueblo para adorar colectivamente al Señor. Hay evidencia que
indica que se guardaban registros adecuados y que se usaban las ofrendas para propósitos
asignados.
En segundo lugar, las ofrendas tenían el propósito de fortalecer la unidad de la
iglesia. Mediante sus ofrendas, los creyentes mostraban tener un mismo espíritu,
mensaje y propósito. Al apoyar de un proyecto local, la iglesia mundial encontró la
oportunidad de expresar su unidad. Las cargas y pruebas de una congregación llegaron a
ser la carga de toda la iglesia. Los creyentes a través del mundo se identificaron con las
necesidades y pruebas de los que trabajaban en lugares específicos.
En tercer lugar, las ofrendas tenían por objeto crear igualdad financiera en la
iglesia. Los que tenían mucho compartían con los que tenían poco. Las bendiciones de
Dios pueden diferir de persona a persona, pero él espera que aquellos que han recibido
mucho lo asistan en crear una distribución equilibrada de la riqueza. Tal igualdad tomará
en consideración tanto las necesidades locales como las mundiales.
En cuarto lugar, las ofrendas tenían el propósito de motivar al pueblo a alabar a
Dios. Mediante nuestras ofrendas se nutre el espíritu de gratitud dentro de la comunidad
de los creyentes, y se alaba a Dios por la benevolencia de sus instrumentos. Las ofrendas
debieran estimular a otros a alabar a Dios quien por su gracia creó un espíritu de
liberalidad en los corazones de los dadores.
Deberíamos dar una breve mirada al sistema de ofrendas desde la perspectiva
divina. ¿Qué es lo que Dios estaba tratando de lograr en el creyente mediante el
requerimiento de las ofrendas? Hay un gran beneficio espiritual para los que traen sus
ofrendas al Señor. La Biblia sugiere que Dios usaba el sistema de ofrendas para enseñar
a su pueblo cómo expresarle su amor y gratitud. El que nos llamó para amarle tanto a él
como a nuestros semejantes, estableció, entre otros medios, el sistema de ofrendas como
un vehículo por el cual actualizamos ese amor. De esta manera se vence el egoísmo en
nuestras vidas.
Otra razón por la que Dios requirió las ofrendas fue para guardar a su pueblo de la
idolatría. Las ofrendas les recordaban que Yahvé era el verdadero Propietario de todo y
quien los bendecía. La tierra no pertenecía a Baal ni era Baal quien la hacía fructífera;
era el Señor Yahvé. Se rechazaba la idolatría cada vez que se traía una ofrenda al Señor.
Finalmente, Dios requería ofrendas de su pueblo para fortalecer su relación con él.
Este es en cierto sentido el otro lado del punto previo. Cada ofrenda le daba al pueblo de
Dios la oportunidad de reconsagrarse a su Señor. Así se renovaba la relación que se
había establecido con él mediante su glorioso acto de redención, y los lazos de amor se
fortalecían en un acto de devoción personal.

92
LA MAYORDOMIA Y LA TEOLOGIA DE LAS OFRENDAS
Preguntas de Discusión sobre las ofrendas en el Antiguo Testamento

1. Discuta el propósito verdadero de las “ofrendas expiatorias”.

2. ¿Qué lecciones podemos extraer del hecho de que los animales que se usaban como “ofrendas son
mensionados de acuerdo a su valor financiero?

3. ¿Qué se expresaba al presentar una “ofrenda de cereal?”

4. ¿Qué principios divinos se extraen de las ofrendas de las primicias de la tierra?

5. ¿Qué tres principios se ilustraban en la “ofrenda especial” que se requería a los israelitas traer tres veces al
año?

Preguntas de Discusión sobre las ofrendas en el Nuevo Testamento


1. Discuta las implicaciones de la declaración: “El buscar reconocimiento propio mediante nuestras ofrendas
es totalmente incompatible con la verdadera benevolencia”.

2. ¿Qué había detrás de la decisión de Pablo de renunciar a su derecho al sostén financiero para su ministerio?

3. Discuta Fil. 4:10-19. A pesar de la reticencia de Pablo, ¿por qué insistieron las iglesias de Macedonia en
sostener su ministerio?

4. Haga una lista de los principios espirituales de la teología de Pablo sobre las ofrendas, según se menciona
en Rom 15:25-28; 1 Cor 16:1-4; y en 2 Cor 8 y 9.

5. ¿Qué lecciones se pueden aprender de la insistencia de Pablo en relación con personas bien calificadas y
confiables para llevar las ofrendas de los corintios a Jerusalén?

6. ¿Qué percepción tenían los miembros de iglesia de sus propiedades personales de acuerdo a Hechos 4:32?

7. ¿Cuáles son los tres conceptos teológicos principales que proveen el fundamento para el sistema bíblico de
ofrendasr?

8. Defina una “ofrenda aceptable a Dios.”

9. ¿Qué propósitos específicos menciona la Biblia para traer una ofrenda al Señor?

Los materiales adicionales que siguen sobre diezmar y los tópicos relacionados han sido producidos por el
Departamento de Mayordomía de la Asociación General durante 1991-1994: Principios de Vida, Sistema
Financiero de los Adventistas del Séptimo Día; Momentos de Diezmar; Mayordomía y Planeación Estratégica.

93
NOTAS

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