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Ix Cap
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más llena de dificultades éxegéticas y más colm ada de
la profunda verdad del misterio de Cristo.
Afortunadamente se va abandonando el camino de
una exégesis que tenga como punto de m ira el aconte-
cimiento centrado en sí mismo y como simple hecho
histórico. Se advierte, por el contrario, un claro retom o
a la exégesis patrística y medieval, que tanto había pro-
fundizado en el simbolismo de esta fiesta de bodas, en
la que Jesús realizó su prim er signo mesiánico.
> Todo el evangelio de San Juan es altamente teológi-
co. El misterio de Cristo no puede ser comprendido ni
expresado sin recurrir al lenguaje de los símbolos. M a-
ría está estrechamente unida a Cristo y participa con tal
profundidad en su misterio, que sus acciones han de ser
vistas a la luz de la cristología. Son iluminadoras estas
palabras de San Agustín:
«Cuando se comprenda lo que en el evangelio es ma-
nifiesto, entonces se descubrirán todos los m isterios que
se ocultan en este milagro del Señor» f
Los invitados
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invitados al banquete. Jesús, al realizar allí su prim er
signo, se convierte en el protagonista de los aconteci-
m ientos y se presenta como Esposo de las bodas me-
siánicas; él com unica a los invitados aquel gozo que
ya había experim entado «el am igo del Esposo» 3,
Juan Bautista, que poco antes lo había presentado al
pueblo de Israel.
Lo ocurrido en Caná de Galilea no sólo es el co-
mienzo de los signos mesiánicos, sino que prim aria-
mente debe considerarse como el remate de la «semana
inaugural» de la manifestación mesiánica con la que se
inicia el cuarto evangelio. En efecto, en el capítulo pri-
mero hallamos una serie de presentaciones y llamadas
que se sitúan dentro de lo que podemos llamar semana
inicial de los tiempos mesiánicos.
A l com enzar esa sem ana tiene lugar el prim er tes-
tim onio de Juan: «En m edio de vosotros está uno a
quien vosotros no co no céis...» 4. «A l día siguiente
(Juan) vio venir a Jesús y dijo: He aquí el Cordero de
D io s ...» 5. U n día después el P recursor encam ina a
sus discípulos hacia J e s ú s 6 y A ndrés, otro discípulo
y Sim ón le siguen. «A l otro día, queriendo él salir
hacia G alilea» 7, ocurre el llam am iento de Felipe. En
el quinto día h a de situarse la m aravillosa vocación
de N a ta n a e l8. A l día siguiente, el sexto, queda ya
constituido en plenitud el grupo de los discípulos, los
cuales presencian el prim er signo de Jesús y creen en
é l 10.
3
Jn 3,29.
4
Jn 1,26.
5
Jn 1,29.
6
Jn 1,35-42.
7
Jn 1,43.
8
Jn 1,45-51.
9
J n 2 ,ll.
10
Jn2,l.
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«El vino de la boda se había acabado»
El evangelista pone de relieve la carencia del vino
de bodas porque, sin duda, guarda relación especial
con el sim bolism o del m ilagro. G audencio de B res-
cia descubre un significado alegórico m uy preciso en
la constatación evangélica de que el vino se había
agotado:
«Es preciso comprenderlo de este modo: el vino que
falta no es el de estas bodas, sino el de las bodas anterio-
res. En efecto, el vino de las bodas del Espíritu Santo co-
m enzó ya a faltar a partir del momento en que los profetas
dejaron de ejercer su función en el pueblo ju d ío»11.
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dirigidas después por ella a los servidores: «Haced lo
que El os d ig a» 131
.
4
En orden a la recta interpretación de las palabras di-
rigidas por M aría a Jesús resultan interesantes las re-
flexiones que aparecen en un sinaxario de la Iglesia ar-
mena, correspondientes a la fiesta que se celebra el 8
de enero en m em oria del m ilagro de Caná. Lo que se
pone más de relieve es que M aría obró im pulsada por
la inspiración del Espíritu Santo:
«Puesto que El, según lo que dice San Lucas, “les es-
taba sujeto” y obedecía a la madre que le había dado a
luz, resulta m uy justo el que, en consecuencia de lo que
quería su madre, fuese E l después glorificado en la tierra
al iniciar sus prodigios; este primer m ilagro, en efecto,
fue el com ienzo de todos sus prodigios y de la revelación
de su gloria divina. Su madre le obligó y le dio la orden
cuando resultó que faltaba el vino, diciendo: N o tienen
vino. En esto la Santa Virgen obró inspirada por el Espí-
ritu Santo, que desde antes había establecido su morada
en e lla » 15.
13 Jn 2,5.
14 Le 2,50.
14 Testi mariani, 4,646.
16 Jn 2,4.
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que quizá se podría apoyar en un giro aram eo subya-
cente y que se expresa así: «M ujer, ¿qué m e quieres
decir con esto?». Tales intentos y otros semejantes no
tienen apoyo sólido.
Ciertamente, en la respuesta de Jesús se pone de m a-
nifiesto que en el asunto de que se trata existe una cier-
ta oposición o incom prensión entre él y su madre, aun-
que esto queda suavizado por las palabras que siguen a
continuación: «Todavía no ha llegado mi hora».
La frase interrogativa de Cristo tiene bastantes pa-
ralelos en la Biblia; a veces expresa hostilidad agresi-
va, pero en otras ocasiones m anifiesta sim plem ente
una falta de sintonía o de comprensión respecto de un
asunto determinado. Este sería el caso ocurrido en Ca-
ná entre Cristo y María: Ella no alcanza a comprender
aún cual debía ser su actitud con Jesús en la circuns-
tancia de la vida pública que él estaba iniciando. Es
preciso exam inar las diversas interpretaciones que
acerca de esto han ido apareciendo en la Iglesia, y así
quizá hallaremos más luz para comprender este pasaje.
Algunos Padres de los prim eros siglos interpretan
las palabras de Jesús como un reproche a M aría por ra-
zón de su apresuramiento inoportuno (Ireneo ) 17, o por
una cierta vanagloria (C risòstom o)18. El genio de San
Agustín intuyó que se debía avanzar por otro camino y
que el sentido de la frase de Jesús era que M aría debía
perm anecer en la penum bra durante el tiem po de su
ministerio público en Israel, hasta que llegara la «hora»
de Jesús, térm ino que en el evangelio de San Juan se
aplica especialm ente al tiempo en que había de com -
pletarse la obra redentora. Entonces sería cuando le co-
rrespondería a Ella una colaboración activa y visible,
como ya la había tenido en la encam ación. El obispo
de Hipona se expresa de esta manera:
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«Es com o si dijera a la Virgen: Tú no engendraste
aquella parte m ia que es la que obra m ilagros. Tú no en-
gendraste m i divinidad, sino m i debilidad. Por eso, cuan-
do esta debilidad esté pendiente en la cruz, com o es tuya,
pues tú la has engendrado, entonces te reconoceré com o
madre. Esto es lo que quiere decir: N o es aún llegada m i
h o ra ...» 19.
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5
Según la opinión del P. Ignacio de la Potterie y de
otros especialistas, que han realizado un detenido estu-
dio filológico de esta frase de Jesús, resulta que la
partícula «oupó» («aún no») situada después de una
pregunta confiere un sentido interrogativo a las pala-
bras siguientes, que deberían entenderse como otra
pregunta: ¿No ha llegado m i hora? Lo cual vendría a
significar que había llegado efectivamente la hora de la
m anifestación m esiánica hecha especialm ente a los
discípulos21.
Con esta interpretación adquieren pleno sentido las
siguientes palabras de la Virgen con las que indica a
los sirvientes que cumplan todo lo que Jesús les diga.
Así se pone tam bién m uy de relieve que con el prim e-
ro de los signos de Jesús la «hora» de la actuación m e-
siánica h a comenzado, aunque todavía no haya llegado
la consumación que tendrá lugar en la Pascua, después
de la definitiva subida a Jerusalén, al gustarse ya el vi-
no nuevo del Reino de Dios 22.
21 I. d e l a Po t t e r ie , o.c., p.226-227.
22 Cf. Le 22,17-18.
23 Ex 19,8.
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«Este es m i Hijo amado, escuchadle»24. M aría asume su
función de «colaboradora» de Jesús en la preparación
del «vino bueno» de las bodas mesiánicas y se inicia
como «conductora» de los seguidores de Jesús.
Debemos fijam os en que el evangelista, al referirse
a los que reciben el encargo de hacer lo que Jesús les
diga, no emplea, como otras veces, el término «douloi»
(siervos), sino el de «diakonoi» (servidores o m inis-
tros) con el que en el cuarto evangelio se suele designar
a los discípulos de Jesús. Estos servidores que obede-
cen representan al nuevo pueblo de Dios que sigue con
fidelidad a su Maestro, y M aría hace de guía en este fiel
seguimiento de Cristo.
Esta actitud de la Virgen como guía de los que si-
guen a Cristo es la que se expresa con el título griego
de «Hodigitria», o sea la que m uestra el camino y nos
hace de guía al caminar. Los iconos que se designan
con este título presentan a M aría señalando con su m a-
no a su Hijo, que es el C am ino25, al cual sostiene con
el otro brazo. U n icono m uy famoso de la «Hodigitria»
es el que se venera en el monasterio de Grottaferrata, a
unos cuarenta kilóm etros de Roma, donde se observa
el rito bizantino y la regla m onástica de San B asilio26.
San Cirilo de Alejandría, en una célebre hom ilía
predicada en el concilio de Efeso, teje una preciosa co-
rona de alabanzas a la M adre de Dios, manifestando
que a través de Ella el Señor ha realizado su obra sal-
vadora y nosotros, guiados por Ella, nos integramos en
su Reino:
«Salve, tú que encerraste en tu seno virginal a Aquel
que es inm enso e inabarcable; tú, por quien la Santa Tri-
nidad es adorada y glorificada; por quien la cruz preciosa
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es celebrada y adorada en iodo el orbe; por quien exulta
el cielo; por quien se alegran lo s ángeles y arcángeles;
por quien son puestos en fuga los dem onios; por quien el
diablo tentador cayó del cielo; por quien la criatura, caí-
da en pecado, es elevada al cielo; por quien toda la crea-
ción, sujeta a la insensatez de la idolatría, llega al cono-
cim iento de la verdad; por quien los creyentes obtienen
la gracia del bautism o y el aceite de la alegría; por quien
han sido fundamentadas las iglesias en todo el orbe de la
tierra; por quien todos los hombres son llam ados a la
conversión»2728.
El vino mesiánico
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bién en relación con el símbolo de las bodas, mediante
el cual se da a conocer cómo es el am or de Dios a su
pueblo. Cuando ha llegado ya el tiempo mesiánico, se
pone de manifiesto que ya ha sido concedido el don del
vino nuevo 29. En Caná las tinajas están llenas del agua
de la ley de M oisés, que se convierte en el «vino bue-
no» que estaba aún guardado.
El vino m esiánico h a sido concedido por la inter-
cesión de la M adre del Señor, íntim am ente unida a
Cristo en todo el m isterio de la Salvación. San Andrés
de Creta, predicando en la fiesta de la Anunciación,
exclama:
«Bendito el fruto que brotó del incontam inado ger-
m en del seno virginal, com o racimo de uva ya maduro y
prodigiosam ente ennegrecido»30.
29 Cf. Mt 9,17.
30 PG 97,900.
31 Jn 3,29.
32 Comentario al Evangelio de San Juan 9,2: PL 35,1495.
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Al manifestarse Cristo como el Esposo de la Nueva
Alianza se produce una verdadera teofanía. El Verbo
encamado se presenta como aquel que se une en m atri-
monio con el pueblo de la alianza, igual que Yahvéh
con Israel. A sí cobran pleno sentido las palabras evan-
gélicas «manifestó su gloria»33, pues la «gloria» es un
atributo que sólo compete a Dios. Esta eclosión de la
obra salvadora y de la presencia divina es cantada con
intenso lirism o en una fam osa antífona de la fiesta de
la Epifanía:
«H oy, la Iglesia se une a su Esposo celeste, porque
Cristo, en el Jordán, la ha lavado de sus crímenes: los Ma-
gos, cargados de presentes, acuden a las bodas reales, y, a
causa del agua convertida en vino, los invitados conocen
la alegría. A leluia»34.
33 Jn 2,11.
34 Liturgia de las Horas, antífona «ad Benedictas» de la fiesta de la
Epifanía.
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No podemos olvidar otro aspecto m ariológico de
importancia. M aría ha sido vista por muchos Santos
Padres como Esposa en relación con el m isterio de la
Encam ación, pero se h a prestado poca atención a esta
idea cuando se habla del milagro de Caná. El P. Ignacio
de la Potterie nos descubre a este respecto unas nuevas
e interesantes perspectivas:
«Porque si se declara, con toda razón, que Jesús es el
Esposo, ¿quién es entonces la Esposa en estas bodas sim-
bólicas? Con frecuencia se responde: es Israel. Pero Jesús
no es sim plem ente el Esposo de Israel, com o Yahveh en
el Antiguo Testamento. El es un personaje histórico y
concreto, un Esposo concreto. N o puede unirse a una Es-
posa abstracta, a una colectividad. Los esposos deben si-
tuarse ambos en un m ism o plano, trátese de un plano his-
tórico o de un plano sim bólico. S i el esposo es aquí un
hombre concreto, Jesús, entonces es necesario, para que
el tema resulte equilibrado y coherente, que una mujer
concreta intervenga en Caná com o esposa. En la visión de
Juan, esta esposa es M aría»35.
35 I. d e l a P o t t e r ie , o . c ., p . 2 4 7 .
36 Testi mariani, 4 , 5 7 2 .
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