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2. Caracterización histórico-conceptual

2.1. Definición de Conflicto armado.


Antes de abordar el tema del conflicto armado en Colombia y particularmente en el
departamento del Meta, es necesario revisar qué se entiende por el término
“Conflicto armado”. De acuerdo con el Comité Internacional de la Cruz Roja, un
conflicto armado hace referencia a
(...) enfrentamientos armados prolongados que ocurren entre fuerzas
armadas gubernamentales y las fuerzas de uno o más grupos
armados, o entre estos grupos, que surgen en el territorio de un
Estado. El enfrentamiento armado debe alcanzar un nivel mínimo de
intensidad y las partes que participan en el conflicto deben poseer
una organización mínima. (2008, págs., 3,4)
Según H. P. Gasser, teniendo en cuenta la doctrina internacional:
Los conflictos armados no internacionales son enfrentamientos
armados que tienen lugar en el territorio de un Estado entre el
Gobierno, por una parte, y grupos armados insurrectos, por otra. […]
Otro caso es el derrumbe de toda autoridad gubernamental en un
país, que tenga como consecuencia el hecho de que varios grupos
se enfrenten entre ellos por el poder.(como se cita en Comité
Internacional de la Cruz Roja, 2008, pag,5)

En cuanto al contexto colombiano, el conflicto armado en Colombia, según


Valenzuela (2016) se puede definir de la siguiente manera:
Se trata de un conflicto armado interno (inmerso en un potencial
conflicto regional complejo), irregular, prolongado, con raíces
ideológicas, de baja intensidad (o en tránsito hacia un conflicto de
mediana intensidad), del cual las principales víctimas son la
población civil y cuyo combustible principal son las drogas ilícitas.
(pag,26)

La Corte Constitucional en sentencia C-291 de 2007 determinó unos criterios para


identificar cuando se puede hablar de la existencia de un conflicto armado interno:
La determinación de la existencia de un conflicto armado debe
realizarse no en abstracto, sino en atención a las características de
cada caso particular. Para efectos de establecer en casos concretos
si un determinado conflicto ha trascendido el umbral de gravedad
2

necesario para ser clasificado como un conflicto armado interno, la


jurisprudencia internacional ha recurrido principalmente a dos
criterios: (i) la intensidad del conflicto, y (ii) el nivel de organización
de las partes (Corte constitucional, C-291 de 2007)
Posteriormente la Corte Constitucional en la sentencia C-781 de 2012 hizo una
valoración de la dinámica en que se presenta un conflicto armado en Colombia, y
lo explica de la siguiente manera:
las organizaciones armadas comparten y disputan territorios
similares, ejercen control territorial sobre determinadas zonas,
establecen relaciones de confrontación, o de cooperación
dependiendo de los intereses en juego, participan de prácticas
delictivas análogas para la financiación de sus actividades, así como
de métodos, armamentos y estrategias de combate o de intimidación
a la población, generando tanto enfrentamientos armados como
situaciones de violencia generalizada de gran intensidad, en donde
son frecuentes las violaciones de las normas internacionales de
Derechos Humanos y de Derecho Internacional Humanitario. (corte
constitucional, C-781 de 2012)

2.2. Generalidades del conflicto armado en Colombia


El conflicto armado en Colombia tiene sus orígenes en las décadas de 1920 a
1960, con una intensificación entre la décadas de 1940 y 1950 que desembocó en
la conformación de las FARC1, el ELN2 y el EPL3 en el año de 1964. Según los
historiadores, el detonante principal del conflicto fue el acceso a la tierra y por
tanto la lucha armada se focalizó en zonas rurales de varios departamentos del
país (Tolima, Huila, Cauca, Valle, Meta, Cundinamarca, Caquetá y Vichada)
siendo la población campesina el principal protagonista (Giraldo-Moreno, 2015).
Desde 1920 la titulación de baldíos a nivel nacional se efectuó a través de
ocupación de tierras para actividades extensivas por parte de grandes
terratenientes, trayendo como consecuencia la concentración de las tierras en
manos de unos pocos individuos, lo cual a su vez impidió la colonización
campesina de nuevas áreas del país. Esta carencia de tierra para que el
campesinado pudiera cultivar alimentos y vivir de manera autónoma se traducía en
la dependencia forzosa de las grandes haciendas, donde las condiciones laborales
eran precarias e incluso inhumanas. Esta situación impactó gran parte de la
población a nivel nacional que en esa época era mayoritariamente rural. Según el
censo de 1938 el porcentaje de población rural llegaba al 70.9%; en el censo de

1
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
2
Ejército de Liberación Nacional
3
Ejército Popular de Liberación
3

1951 llegaba al 61.1% y en el de 1964 era de 47.2% (Giraldo-Moreno, 2015, p.


11).

A partir de la década de 1930 la concentración de la tierra se profundiza: “entre


1931 y 1945 se privatizan 60.000 hectáreas en promedio por año, y entre 1946 y
1959, 150.000” (Giraldo-Moreno, 2015, p. 13). Durante las décadas del 40 y 50 el
país experimenta la llamada época de “la violencia” que, si bien estuvo marcada
por conflictos ideológico-políticos entre facciones liberales y conservadoras, en
sus raíces estaba la lucha por la tierra.

Hacía 1960 los índices de concentración de la propiedad de la tierra se disparan


dando paso a una lucha armada por el acceso a la misma. Según el DANE en
1960 las fincas de menos de 10 hectáreas comprendían el 76.5% del total de
fincas y ocupaban un área del 8.8% de la superficie agropecuaria del país,
mientras las mayores de 50 hectáreas representaban el 6.9% del total de fincas y
ocupaban el 75.8% de la superficie agropecuaria. En este contexto, el 20 de julio
de 1964 en Marquetalia, un grupo de campesinos se levanta en armas contra los
operativos militares que trataron de aniquilar su resistencia organizada, dando
origen a la Guerrilla de las FARC-EP (Giraldo-Moreno, 2015, p.14).

Posteriormente, con la toma de la población santandeareana de Simacota, el 7 de


enero de 1965, se dio a conocer públicamente otra estructura insurgente: el
Ejército de Liberación Nacional. Simultáneamente en los departamentos de
Córdoba, Sucre y Antioquia se venían preparando otros grupos armados, que se
formalizaron en 1967 como Ejército Popular de Liberación (Giraldo-Moreno, 2015).

Así, desde mediados de los años 60, en Colombia se configura una guerra interna
donde diversas estructuras insurgentes van copando territorios
predominantemente rurales en los departamentos de Tolima, Huila,
Cundinamarca, Cauca, Valle, Meta, Caquetá, Guaviare, Vichada, los
departamentos de la Costa Caribe, Antioquia, los Santanderes, Boyacá, Arauca y
Casanare (Giraldo-Moreno, 2015).

Posteriormente, a partir la década de los años 80 en adelante, el conflicto armado


interno muta y la lucha por la tierra se convierte en un proceso complejo en el que
grupos armados (paramilitares, guerrilla y narcotráfico) se enfrentan con el Estado
(excepto en el caso del paramilitarismo), derivando en la lucha por el territorio, el
control de la población, la captura de las entidades públicas locales y regionales,
el acceso al poder político, la captura de rentas de todo tipo y el involucramiento
en el negocio del narcotráfico de todos los grupos al margen de la ley (Machado,
2011).

Los grupos paramilitares, cuya estructura no era nueva -pues los grupos de
autodefensa obtuvieron reconocimiento oficial con la promulgación del Decreto
3398 de 1965- eran financiados por grandes terratenientes y el Estado colombiano
(Machado, A., y Amaya, 1990). Durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo,
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dicho acuerdo fue ratificado con la Ley 48 de 1968. Esta ley reglamentaba “la
formación de grupos de civiles armados bajo el control de las fuerzas armadas,
que en muchos casos les proporcionaban las armas¨ (Machado, A., y Amaya,
1990, p.171). Tanto paramilitares como grupos de autodefensa, tuvieron el mismo
modus operandi: contaron con apoyo estatal y surgieron como respuesta a la
imposibilidad del estado de acabar con los grupos de guerrilla. No obstante, estos
grupos al margen de la ley establecieron nexos y fueron financiados por
narcotraficantes, agudizando el conflicto a partir de la década de los 80.

Entre los años 1980 y 2000 en Colombia se vivió una época marcada por el cruce
de violencia, de un lado la guerra contra las drogas que enfrentó al Estado con los
carteles del narcotráfico, que terminó con la muerte de varios candidatos
presidenciales como Luis Carlos Galán, o miembros del estado como Rodrigo Lara
y por otro lado la confrontación entre paramilitares y guerrillas que ahora se
financiaban también en base a los cultivos ilícitos. Todo esto se traduciría en la
complejidad del conflicto armado interno que ha vivido Colombia hasta hoy día.

Conflicto armado en el Meta

Las características topográficas de algunas microrregiones del departamento del


Meta, la presencia de centros urbanos o su cercanía a otros de gran importancia y
su historia de levantamientos armados dieron gran relevancia al departamento
como territorio de concentración guerrillera. De igual forma, los grupos armados
ilegales han encontrado en esta región el territorio ideal para sus acciones
armadas y el control de corredores estratégicos para el tránsito de armas, drogas
y cobro de impuestos a comerciantes, productores y propietarios (Gutiérrez, 2014).

Desde mediados del siglo XIX, el Meta ha sido un territorio de colonización


campesina donde la disputa por el acceso a la tierra y a otros recursos naturales
ha sido álgida, pues la colonización en forma de gran propiedad ganadera ha
marginado la colonización campesina e indígena. En este sentido, una gran parte
de las tierras más fértiles del Piedemonte llanero quedaron en manos de
terratenientes, quienes se las apropiaron a través de artimañas para ser
favorecidos de las disposiciones legales, las decisiones del Estado o los gobiernos
locales de turno, mediante procedimientos de compra-venta en condiciones de
desventaja para una de las partes o por las limitaciones de recursos (capital,
tecnología, crédito, trabajo) de los pequeños productores. Así, la conflictividad en
este territorio ha tenido su eje central en el acceso a la tierra y la incompatibilidad
social y económica entre el modelo de desarrollo basado en la gran propiedad y el
modelo de desarrollo campesino. A esta conflictividad se agregan las disputas por
la tierra entre colonos “blancos” y comunidades indígenas en el extremo oriental
(microrregión del Río Meta) o sur (Duda-Guayabero) (Gutiérrez, 2014).

En este departamento las formas organizativas y las movilizaciones de colonos y


campesinos tuvieron un rápido auge durante la década del 70 (por influencia de la
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ANUC4) pero la violencia de los años 80 desarticuló este proceso. De otra parte,
desde esta época, la influencia en la región de los grupos armados al margen de
la ley ha sido variada: muy fuerte en el caso de los paramilitares en algunos
municipios (San Martín, Cubarral, El Dorado, Puerto López, Granada) y muy débil
o sectorizada por las guerrillas, en zonas distantes de otros municipios (Uribe,
Mesetas, Puerto Rico, La Macarena, Vista Hermosa), en especial, zonas
productoras de coca (Gutiérrez, 2014).

Hacia la década del 80, luego de los acuerdos de paz entre el Gobierno y las Farc-
Ep (1985), surge una ola de violencia en la región y la guerrilla se expande hacia
la zona del Ariari y el Duda-Guayabero, hasta mediados de los 90. Durante estas
décadas, específicamente de 1985 a 2002, en Puerto López y Puerto Gaitán se
fortalecen los grupos paramilitares, marginando a la guerrilla y a los movimientos
de izquierda hacia las zonas de colonización más lejanas como El Castillo, San
Juan de Arama y Vista Hermosa (Gutiérrez, 2014).

Para la década del 90, el Meta estaba dividido territorialmente en dos segmentos:
uno arriba del Ariari, donde gobernaba el Estado y otro al sur de este río donde la
guerrilla controlaba la mayor parte de las actividades económicas y sociales de la
población. En 1997 ocurre la primera masacre en Mapiripán, perpetrada por las
Autodefensas Unidas de Colombia lideradas por Salvatore Mancuso y Carlos
Castaño (Gutiérrez, 2014).

Entre 1999 y 2002 se crea la zona de despeje en cuatro municipios del Sur-
occidente del Meta, hecho que de cierta forma reconoce el poder alcanzado por
las FARC-EP, frente al gobierno. Este reconocimiento implicó negociar en medio
de la guerra y pasar por alto la opinión de los habitantes de estos municipios.
Estos dos hechos tendrían hondas repercusiones sociales y políticas en los años
venideros dentro del departamento, pues esta zona se convirtió en un fuerte foco
de violencia y conflicto armado, ya que, fueron frecuentes las ejecuciones
extrajudiciales e incursiones paramilitares, aumentando el desplazamiento de
población civil. El Bloque Centauros de las AUC arreció la obstrucción económica
contra los cinco municipios despejados, amenazó a productores y comerciantes,
realizó atentados contra las redes de energía, mantuvo retenes en las zonas
aledañas de estos municipios y ejecutó civiles (Gutiérrez, 2014).

Para 2002, la negociación en la zona de despeje y la violencia en sus alrededores


estaban desestabilizando al departamento y el orden regional amenazaba con
colapsar. De manera que, el 20 de febrero de 2002, el entonces presidente Andrés
Pastrana, abolió la zona de despeje, lo cual dio paso a una nueva etapa del
conflicto pues la guerrilla comenzó una escalada de sabotaje y se enfrentó al
Ejército nacional en distintas zonas (Gutiérrez, 2014)

4
Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia
6

Entre 2002 y 2006, se incrementaron los homicidios y el desplazamiento de civiles


durante una retoma del territorio que no fue solo efectuada por las Fuerzas
Armadas. La guerrilla establece restricciones a la movilidad de civiles en zonas
rurales y prohíbe a los cultivadores de coca venderla a grupos paramilitares. En
cuanto al paramilitarismo, dicho fenómeno se mantuvo después de la
desmovilización de algunas facciones e incluso, en los años siguientes (2006-
2010) emergen varios capos paramilitares como alias “Cuchillo” y Daniel “El Loco”
Barrera, quienes mantuvieron alianzas temporales y se enfrentaron a alias “Don
Mario”, dándose una lucha de carteles en el departamento (Gutiérrez, 2014, p. 27).

Los homicidios en el Meta, así como el desplazamiento forzado intermunicipal e


interurbano coinciden con los ciclos de la violencia. Entre 1997 y 2013 el
departamento recibió 184.012 desplazados, expulsó 179.404 personas y registró
8.886 homicidios. De igual forma, el conflicto en la región provocó violaciones
sistemáticas a los derechos humanos y al DIH: desde 1990 a 2011 se registraron
102 muertes resultantes de acciones armadas y 40 civiles muertos en combates;
entre 1981 a 2012 se reportaron 458 víctimas en 73 masacres, realizadas en su
mayoría por grupos paramilitares, seguidos de la fuerza pública y la guerrilla de las
FARC-EP (Gutiérrez, 2014, p. 32).

Particularmente el municipio de Puerto López, al estar ubicado en la zona llanera


de la región oriental del departamento, el proceso de concentración de tierras ha
sido intenso pues enormes extensiones de tierra han sido utilizadas históricamente
para la ganadería. Durante la década del 80 y 90, los narcotraficantes y
paramilitares intensificaron este proceso de adquisición y despojo de tierras en el
municipio, a la vez que organizaron sus respectivos ejércitos para que las
cuidaran. Entre 2003 y 2004, las Autodefensas Campesinas del Casanare (ACC)
lideradas por ‘Martín Llanos’ controlaron el municipio de Puerto López luego de
librar sanguinarios enfrentamientos contra el bloque Centauros. No obstante, en
el municipio hicieron también presencia el Bloque Libertadores del Vichada, al
mando de Martín Farfán Díaz González, alias ‘Pijarvey’, y las Autodefensas
Campesinas del Meta y Vichada (ACMV), comandadas por José Baldomero
Linares, alias ‘Guillermo Torres’. Estos grupos estuvieron vinculados durante los
80 con las autodefensas de los empresarios de las esmeraldas, conocidos como
los ‘Carranceros’, aunque posteriormente incursionaron en el tráfico y
comercialización de drogas (FIP, 2013, p. 18).

Entre el 2000 y el 2012, la población de Puerto López se vio afectada por acciones
como: combates, secuestros, asesinatos y extorsiones. Todo esto como resultado
de los continuos enfrentamientos entre los grupos paramilitares que se disputaban
el control del municipio y el tráfico de la coca. El pico más alto de homicidos se dio
durante el año 2005, año en el cual se produjo un notable incremento en un 215%,
al pasar de 40 a 127 hpch5 (ACNUR, 2007, p. 7)
5
Hpch (Homicidios por cada cien mil habitantes)
7

En cuanto al caso del municipio de Villavicencio, hay varias características que lo


hicieron blanco de la guerrilla y grupos al margen de la ley. Villavicencio es la
capital del Meta, concentra el 50% de la población del departamento y hace parte
de la subregión más poblada, el piedemonte llanero, conformado por: Acacias,
Villavicencio, Castilla La Nueva, Cumaral, El Calvario, Guamal, Restrepo, San
Carlos de Guaroa y San Juanito. Esta región se localiza a 89,9 Km al sur de
Bogotá y hasta 2003 fue apetecida tanto por las FARC como por el Bloque
Centauros de las AUC por ser paso obligado para entrar a Cundinamarca y
Bogotá (FIP, 2013, p. 5). Otros grupos que tuvieron acciones en este municipio
fueron La banda los Macacos, el Bloque Meta, y el Bloque libertadores del
Vichada. Este último logró controlar por un tiempo este corredor estratégico para
el tráfico y comercialización de drogas. Las acciones de estos grupos en el
municipio se concentraron principalmente en: reclutamiento forzado de niños a
través de milicianos, secuestros, homicidios y extorsión. Durante 2004 hubo 3
homicidios colectivos en Villavicencio (ACNUR, 2007) y en 2011, se registraron
148 homicidios (FIP, 2013, p. 25). Durante 2012 el 56% de los casos de extorsión
se concentraron en este municipio (FIP, 2013, p. 28)

En cuanto a la dinámica de los secuestros, durante 1998 y 2000 comerciantes de


toda la región fueron víctimas de este delito en la ciudad de Villavicencio, ya que
este municipio comunica al centro del país con el suroriente y es polo de atracción
para los municipios de Granada, San José del Guaviare y el departamento de
Arauca (ACNUR, 2007). Por otra parte, Villavicencio y el Meta en general, a lo
largo del conflicto armado, ha recibido población proveniente de los
departamentos de Guaviare, Casanare, Arauca, Vichada y Cundinamarca. Sólo en
el periodo de 2005 a 2006, Villavicencio recibió un total de 22.337 personas
desplazadas (ACNUR, 2007, p. 11).

2.3. Definición de Víctima

Según la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución del 29 de


Noviembre de 1985, donde adopta la Declaración de los Principios Básicos de
Justicia para las Víctimas de Delito y del Abuso de Poder, define a las que
víctimas como: “aquellas personas que, individual o colectivamente han sufrido
perjuicio incluyendo daño físico o mental, sufrimiento emocional, pérdida
económica o deterioro substancial de sus derechos fundamentales por medio de
actos u omisiones en infracción de las leyes penales operantes en los Estados
Miembros, incluyendo aquéllas que establecen prescripciones relativas al abuso
del poder” (OHCOHR, 2017 p. 1). Según esta declaración, “en la expresión
"víctima" se incluye, además, en su caso, a los familiares o personas a cargo que
tengan relación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan
sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la
victimización” (OHCOHR, 2017 p.1).
8

En el contexto Colombiano, mediante la sentencia C-781 de 2012, la Corte


Constitucional estipula que dentro del marco del conflicto armado Se consideran
víctimas “aquellas personas que individual o colectivamente hayan sufrido un daño
por hechos ocurridos a partir del 1º de enero de 1985, como consecuencia de
infracciones al Derecho Internacional Humanitario o de violaciones graves y
manifiestas a las normas internacionales de Derechos Humanos, ocurridas con
ocasión del conflicto armado interno” (Corte Constitucional, 2012, p. 1 ).

Para la corte constitucional se considera víctima de violación de derechos


humanos en términos generales a “aquella persona, con presidencia de su
nacionalidad, que ha sufrido un daño en el disfrute de un derecho subjetivo
reconocido en un determinado tratado internacional, imputable, por acción u
omisión, a un Estado Parte en el mismo” (C-250 de 2012). Pero en lo que
concierne al presente documento se hará referencia a las víctimas del conflicto
armado interno, por eso la ley 1448 de 2011 precisó el concepto en el artículo 3º,
pero lo delimitó en el tiempo hasta el 1º de enero año 1985 y por violaciones a los
derechos humanos y el DIH ya sea de manera directa o indirecta, lo que quiere
decir que son víctimas con condición susceptibles de reparación económica a
partir de esa fecha y simbólica con anterioridad a esa fecha.
Adicionalmente, hay que tener en cuenta la vulnerabilidad más apremiante de los
niños en el conflicto por problemáticas como el reclutamiento forzado, o de las
mujeres debido al alto grado de violencia sexual durante los conflictos armados, tal
como lo muestra este informe de Amnistía Internacional:
Los efectos de los conflictos sobre la salud son considerables para
todas las personas involucradas, pero lo son aún más para las
mujeres y los niños. Un informe reciente de Amnistía Internacional
sobre Burundi señalaba:
Los últimos diez años de inseguridad han pasado factura a la salud
de la población de varias formas: problemas físicos causados por
heridas relacionadas con la guerra; deterioro de la salud como
consecuencia de la limitación del acceso a los campos de labranza y
a los mercados […]; vulnerabilidad frente a las enfermedades
agravada por el hecho de dormir a la intemperie, a menudo con frío y
lluvia, los desplazamientos reiterados, la fatiga, la desnutrición [...];
destrucción de centros de salud e inaccesibilidad a los servicios
médicos a causa de la inseguridad; saqueo de almacenes de
productos farmacéuticos, y violencia sexual generalizada, con la
consiguiente transmisión del VIH/sida y otras enfermedades(2010, p.
9).
El conflicto además también ha sido un exterminador de la diferencia, ya se
mencionó anteriormente la problemática referente al exterminio de las diferentes
9

culturas que quedan estancadas en medio del conflicto armado, ahora es


momento de mencionar a las minorías pertenecientes a las comunidades LGBTI
“el conflicto armado ha sabido aprovechar los problemas sociales irresueltos de
esta sociedad para sus fines, entre ellos, la discriminación por orientación sexual o
identidad de género” (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2015, p. 71). Aunque
en muchos casos muchos miembros de la comunidad LGBTI han sido víctimas por
hechos no relacionados a su condición sexual, es esta la que en la mayoría de los
casos los hace más vulnerables, debido a los conceptos morales impuestos en
medio del conflicto:
Los hechos victimizantes contra personas que se apartan de la
norma heterosexual no han sido acciones aisladas dentro del
conflicto armado colombiano, sino que hacen parte de las lógicas de
control y regulación de los cuerpos y la sexualidad en medio de la
imposición de determinados órdenes morales a través de distintas
modalidades de violencia contra estas personas y las comunidades a
las que pertenecen. (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2015,
pág., 129)

Referencias

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la Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.

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10

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