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GERARDO SEGUEL

CONTINUACION
del
HORIZONTE
GERARDO SEGUEL

CONTINUACION
DEL

HORIZONTE

1944
OBRAS D E GERARDO S E Q U E L

192S - SINFONIA (poema).


1924 - HOMBRE DE OTOÑO (poemas).
1927 - 2 CAMPANARIOS A LA ORILLA DEL CIELO
{poema).
1929 - FISONOMIA DEL MUNDO INFANTIL (ensayo).
1931 - PAISES DE MEMORIA (poemas, inédito).
1936 - HORIZONTE DESPIERTO (poemas).
1940 . ALONSO DE ERCILLA (ensayo).
1940 - PEDRO DE OÑA (ensayo).
1940 - FRANCISCO NUÑEZ DE PINEDA Y RASCU-
ÑAN (ensayo).

1944 - CONTINUACION DEL HORIZONTE (poemas)


- HORIZONTE FINAL (poemas, inédito).
- JOSE RASCUÑAN T SUS CAMARADAS (nove,
la, inédito).
PROLOGO DEL AUTOR

AMOR PARA LUCHAR

Dime con amplias letras sutiles, desde el cielo,


a donde van tos ojos viviendo sumergidos;
dime aquella altura de valiente espacie en vuelo
en donde están ausentes tus labios sorprendidos.

Te he buscado entre tantos dolores ya perdides,


en angustias actuales y en buenos camaradas,
entre llantos de niños, de presos y de herido«,
en colores posibles y esperanzas probadas,
al fondo de delgadas palabras que decías
y entre rocas de fuerte sustancia duradera.
¡Vinieras con las ágiles aguas de este día,
llegando plenamente como una enredadera!

Te pediré qHe vengas, en esta noche dura,


rodeada de sonrisas con el verde y el cielo,
que amanezcas Junto a mi y a las flores maduras,
rodeándome la vida tu rostro en blando vuelo.

Volando entre estas almas escogidas, el viento


transporta hasta tu cielo mi llamado ¿profundo...
¡Ven con toda tu alma ya hecha en fuego y pensamiento
y edificada con todas las palabras del mundo!

Esperando estoy de noche el regresar del dia,


mirando el aire extenso por donde has de venir,
la nube que allí se abre como ventana fría
formada con distancias destinadas a sufrir.

Estoy también con muertos y sus vidas sembradas


en Ranquil, en Madrid, en París y en Stalingrado:
invasión de colores y manos dedicadas
a buscar bajo tierra el amor ya sin cuidado.

Les conoci con formas ardientes prosperando,


alentando sembrados que marchan Junto al día,
eonocí como amaban y sufrían luchando
al darnos este idioma que vive y que porfía.
Yo se que tú los oyes en cielo, tierra y mar,
amando su existencia con amor hecho de amor:
así trabajas mi alma ayudándome a luchar
a la vex que cultivas en tn pecho una flor.

Vogando con mi alma en latitud tan retirada,


to invoco, esposa mía, aire eterno y luz postrer»,
sabiendo que con eielo, con lucha o llamarada,
siempre eres el aire, esposa, luz y compañera.

5
PRIMERA PARTE

Los derechos se tuercen, y oprimidos


del poderoso, callan.—FRANCISCO
N U Ñ E Z DE PINEDA T BASCU-
LAN.

HACIA ADENTRO DEL VERDADERO DIA

Hacia adentro de tf voy, oh abundante día,


apenas cosechado por mi alma extendida,
hacia tu firme corazón descendiente de otros días
igualmente verdaderos, igualmente erigidos,
preferidos entre tantos otros testimonios de luz,
reunidos entre riquísimos habitantes del aire permanente.
7
¡Oh día, gran trabajador,
insaciable procedimiento laminoso,
acógeme a tu ser y en tu inmenso tamaño reunido y despierto!
¡Oh manantial de nombres de tan ardiente espesura!
¡Cuantiosos todos al modo constante de la tierra,
igual que la solemne abundancia del cielo,
como el supremo poderío de los mares:
desde las más brillantes victorias del pasado
hasta Stalin, presidiendo con su gloria el horizonte I
¡Oh profundo día preocupado de tus caldeadas espumas?
A través de tus espacios, meditados uno a uno, con calor,
por vidas ya formadas en tantos vuelos torrentosos
y por muertes consagradas
a una hondura sin otras igualdades,
vengo hacia ti, ¡oh huésped de enérgicas vertientes!

¿Quiénes son ellos, los ceñidos de tan altiva identidad


y a la altura de qué color ya fueron transferidos?

Los he buscado con calor y ansioso afán interminable,


por entre los duros hechos gloriosos superpuestos,
de una a otra primavera aprisionada entre la historia,
para reunir ante la eterna mirada del pueblo, aquí presente,
esa familia eterna y su ardiente corazón ya sin obstáculos:
desde Pedro de Oña, con versos, con indios
y copihues mirando,
hasta el viejo Recabarren,
de norte a sur de Chile, para siempre.
Están aquí todos, fértiles, seguros y posibles;
además, hay rumores sellados por un viejo dolor

Hay en tí —¡Oh día definitivo, poderoso corazón presente!


merced a tu fuego, a tu sangre interminable
y a tus resueltas profundidades—
gritos contaminados con el alma de todos,
silencios consagrados solamente al espacio
y alegrías en marcha hacia sabores propios.
Todos para un mañana fundado a toda claridad,
para los sueños cuya conducta es necesaria
y también para el amor a pleno amor atendido.
8
No obstante, todavía hay angustias a perpetuas honduras,
y yo, allá adentro, recuerdo aún mi antigua soledad
»lue buscaba alguna zona que tratara de la luz.
Cavando en el dolor, en los encuentros y las despedidas,
seguí, pero la noche (la más nocturna de todas seguramente)
hasta en sus entrañas colmadas de tinieblas detenidas,
hasta en el tan resuelto origen de su cauce
formado de silencios, flotando por la vida,
aumentando el pensamiento;
seguí hasta esos extensos y porfiados viñedos que sólo dan
obscuridad a toda hora y a todo espacio detenido.
Buscaba el cielo; quiero decir el aire, una mujer, un sueño.
Lo quería con sus más ocultas espumas
y rumores predilectos
que eran, por cierto, los menos evasivos tal vez;
incluso en las mismas raíces de las lluvias hostiles,
encontré nacientes rumores esperándome...
Penetrando en los mares furibundos,
en su ruda experiencia,
(•« sus amplias, solemnes y logradas profundidades,
buscaba una paz de perenne follaje, una forma mejor,
una forma más acentuada y resuelta para mi ser.
Allí tampoco estaba, sino una parte de la verdad del día,
el residuo de sus deberes
acarreados por el cansancio de servir.

Amada mía: siguiendo, por ejemplo, tu rostro eterno,


«pe es tu verdadero nombre para siempre,
penetré hasta los más estrechos subsuelos del idioma
v en el dolor de sombras súbitamente invasoras,
también en la alegría frágil y de experiencias tan fugitivas.

A veces las palabras, con un hervor especial,


con rostro único,
logrando ui* transitorio y flotante vivir especial,
ac-oyían, saliendo, mi paso de hondo vuelo en sí mismo
y mi constante eer disperso en resplandores todavía.
4

Alguien me decía firmemente al oído


y a este atento corazón aquí presente todavía:
"Ved aquellos hombres de duras fuerzas tan dispersas,
ved aquellas grandes substancias derrotadas,
aunque protegidas por un denso fulgor impaciente".
Poro yo sólo veía numerosas vidas ardiendo para andar
y fieles hasta en su modo torrencial de quemarse:
las vi correr, correr la tierra tan profundamente...
"Ved cómo los campos no agitan, sino un color agonizante—
me decían mostrándome una parte
atropellada de la geografía
de mi patria y de otros atentos corazones del mundo—
Ved las hermosas ciudades heridas en plena madurez y
países ya ancianos, como España, por ejemplo, interrumpidos
por tan grandes e inesperadas congojas".
Pero yo pude ver que hasta en su material acosado había
algo de la justicia que buscaba, persona tras persona;
vi alegrías cercadas luchando por vivir;
aún los muertos clamaban por adquirir un destino mayor;
vi un color rojo, feliz, aunque perseguido por la tierra,
era el mismo acentuado color de los hombres mejores;
vi tantos esfuerzos, sin vida segura todavía,
dispuestos a nacer, a proceder más extensamente
y a vivir cada palabra suya de acuerdo con la vida.

Entonces, en aquellas sombras, más bien procedimientos,


heridos por tan ásperas tinieblas adversarias,
busqué su más profundo color, su simiente invencible,
sus fines esenciales, su substancia suprema,
para encontrarme hombre tras hombre,
para los sueños, cuya conducta es necesaria,
y también para el amor a pleno amor atendido.

10
DEFENSA DE LA JUVENTUD

¡Oh, camaradas que amáis los esfuerzos del tiempo,


que ruidosamente crece hacia espacios mayores
y a este mundo que marcha entre países ya despiertos
a escondidas naciones aún balbucientes,
tierras que ayer n<o más abandonaran
el secreto de las aguas,
campos que apenas hoy se levantan del sueño
y trigales atentos al aire, alimentando en él
su color soberano, su conducta apegada al suelo.
Asi nuestra juventud propaga sn obstinada marea,
labrada en la alegría y en el dolor sin riberas.

i Oh metales victoriosos de pasión sin reposo!


Ha sido necesaria la densa presencia de la muerte
para que forjáramos tu ilimitado poderío;
ha sido necesario que el día trabajara sin descanso,
a plena dulzura o a todo dolor, con pasión sin igual,
para edificar, una a una, tus jornadas hoy maduras!
lian sido, para tí, juventud, para tu rango escogido,
la sólida luz que luchara durante tantas almas
hasta formar su glorioso edificio transparente,
las selvas de años convertidos en ecos sin reposo,
amplios destinos y vidas siempre orientadas hacia nosotros,
acaso sueños recogidos entre muchos otros
y altivos dolores que aparejaron tu existencia.

Fueron necesarios otros cielos, que ardieron hace tiempo,


para que puedan prosperar vuestros pasos en la tierra,
para hoy escoger una primavera y en ella amar,
amar con toda nuestra presencia ya hecha y
dedicada a la alegría y también al dolor.
11
Juventud labrada en las más ricas y abundantes distancias-
por t;, allá lejos, tantos héroes han escogido la muerte
y reposan bajo flores que no se duermen jamás,
cultivando de este modo su bandera eternamente;
por tí un campesino baja penosamente desde la aurora,
y regresa del crepúsculo a su choza en la lluvia,
mientras la noche consume todos sus aspectos..'.;
por tí España ha penetrado en las estancias de la muerte
y alimenta sin descanso una gloria extensa y profunda.
(Tantos niños nacidos para cultivar un Idioma
lloran ahora desde el corasen azul del cielo
o bajo una atmósfera marchita y arrepentida,
sujetos por sí mismos al espacio iracundo;
tantas viudas que ahondan el luto que recibieren!).
Por tí Rusia edificó su amplio rojo único;
por tí tanto heroísmo repetido pasión sobre pasión;
sor tí Chile crece junto a sus muertos gloriosos
habitando la orilla de un mar en su vasta faena!

Juventud labrada en la esperanza, sin otras dimensiones,


que la tierra siempre entregada a sus deberes:.
hemos vivido tantos rudos años esperándote;
hemos creído que amanecías profundamente
en la virtud de una fecha recién apagada,
en un amor de dichosas olas ardientes,
entre atentas jornadas de olvido, _
a orillas de la lluvia desnuda que nos mira,
en el destino de una noche tenazmente amurallada
o en el maduro corazón del día equidistante.
As! hemos esperado tu rostro en cada surco,
te hemos buscado desde niños, aún ausentes de la tierra.
Iloy ya te reconocemos noblemente situada
palpamos tu sangre afanosa, tu modo de ser
y en el oleaje tuyo que lucha en nuestras vidas,
te encontramos eterna transitando por las vidas
de todos los que lucharon hasta llegar a nosotros,
en los combatientes que pasan por nuestro sueño,
en cada bandera regocijada por su destino glorioso,
12
en aquella mujer coya belleza amanece siempre para tí,
e n cada palabra remota que busca su camino,
en las flores que la tierra llama día a día.
incluso en la muerte que algunos recibieron
para que otros encuentren tus triunfantes alturas,
en los que preparan un cielo donde crezcas eternamente,
en los que extienden la tierra
para que maduren tus cantos,
en aquellos que trabajan un idioma feliz para la humanidad.

íOh juventud labrada por la sangre


de numerosos siglos vivos aún:
llegamos hasta tí para cultivar tu importante magnitud,
para alcanzar tu rápido color, tu actitud oyente
y a propagar el poderío de tu espacioso clima!
Te llevaremos hasta las horas más distantes aún,
hasta el último cíelo, el más ausente del mundo,
hasta los que en todas partes sucumben resueltamente,
harta las gozosas banderas que combaten en tu nombre.
Trabajarás en la simiente de esta luz que hoy heredamos,
participando de tu recuerdo o de tu sombra escogida,
y luego buscarás otros ojos más seguros para tí,
otras manos más presurosas para tu heroísmo,
«tro pulso para tu sangre eternamente alegre,
«•tras voces donde brotar en jornadas constantes,
¡oh, juventud, con tus manos de duro fuego vencedor!

13
ELEGIA A MADRID

¡Madrid, Madrid!
madre de tantos siglos y regiones, con tu rostro frecuente,
de pronto amaneciste para un alto y torrentoso combate,
para oleajes de porfiado acero a toda hora;
de pronto amaneciste junto a vientos desconocidos,
para días sin más horizonte que el furor de los cañones
y sin otro cielo que el que reparten los fusiles.
Madrid: pero no has cambiado tu ruta sostenida
desde los aires más antiguos, donde ya crecías,
hasta los cimientos de tus muertos actuales;
desde el acero silencioso de donde naciste para todos,
liasta la flor solemne de Dolores Ibarruri.

¡Oh!, dime, tu, Madrid, con tu voz más repetida:


¿Cómo permaneciste entre tantas
viviendas heridas de muerte,
después de ese pecho tuyo dibujado
noche y día por terribles combates.
¡Tantos jardines, jóvenes aún, privados de su primavera
y torres para el sol que interrumpieron su mandato;
tantas calles ávidas de marchar hacia otros tiempos,
huyeron perseguidas por violentos minutos de fuego;
árboles que ahora en vano recuerdan su color predilecto
para seguir el gris endurecido de las piedras sin destino
que siempre arrastra la guerra entre sus ruidos;
niños amparados solamente por una que (otra ¡palabra,
pequeños que aún esperaban un juguete desde lejos,
olvidaron incluso su delgada suerte, de repente;
doncellas que sólo ayer eran algo así como la espuma,
eco, voz o mirada, visita o parte especial del cielo,
murieron y hoy solamente viven convertidas
en luto, gloria y gemido.

¡Háblame, Madrid!
porque yo recuerdo tu cielo que muchas veces venia
desde la gloriosa Sierra Guadarrama
donde nacía tu notable cabellera.
No es lo mismo, es cierto,
el frondoso bramar de los cañones
y la dura autoridad de los disparos en la noche,
14
esa noche que antes sólo parecía preocupada de sí misma.
No. No es lo mismo una voz herida
en su trayecto acostumbrado,
arrancada del aire que ella habia escogido;
el amor con sus formas destruidas cuando ya había
encontrado su morada entre dos palabras admirables,
o la atmósfera llena de viudas recientes,
como si una sementera se vistiese del más extenso luto.
Mientras tanto aquí está Chile mirando,
aquí está aún el cielo dedicado solamente a vivir;
aquí tengo una morada que a veces me rodea entera,
todo, todo lo doy para que crezca un día t u victoria;
te ofrezco también un río nuevo, fácil y apasionado,
hijo de las supremas selvas de mi tierra,
aunque no de tan honrosa actitud como el tuyo;
tengro además para ti el único minuto de mi felicidad
tengo también un recuerdo que se cree siempre victorioso,
tengo una lluvia y un viento del mismo color ausente.
Sobre tus manos de piedra y sangre, Madrid,
sangre sobre sangre tantas veces repetidas,
ciudad de Madrid, los deposito arrodillado
para consagrar el tiempo a tu regreso,
para buscar el día cuando ordenes
el rumbo descubierto por tu alma.

CON SOLDADOS SOVIETICOS MUERTOS

Dentro del aire posterior a la muerte,


frecuentando otros rumores y el idioma final,
dentro de un clima difícilmente existente,
profunda simiente de soldados profundos,
estáis confiados a otros mares más altos,
solamente en bosques transparentes sin cesar.
fim embargo regresáis para hablar con nosotros,
hegáis rodeados aún por el duro campo de batalla
y mirando especialmente vuestra propia sangre abierta:
sangre sobre sangre tensamente roja para siempre
o resplandor desnudo, eternamente desnudo,
todavía equidistante entre el cielo y la tierra,
par más que apacentado en sin igual eternidad.

Así, en regreso constante regresáis volviendo


al verde extendido de la tierra que amais;
preferidos por ella ardiendo,
sois aire ileso, aunque derribado ya,
metales en constante cauce de gloria
por dentro de otros aires no vencidos jamás!

Asi os esperamos noche y día:


no en lágrimas, sino en vínculo dichoso;
así nos llega vuestra muerte derramándose,
luchando por vivir en que altas horas del día,
combatiendo siempre al borde de la tierra o del viento,
de los cielos o de este viejo mar que os da la mano.
En olas, en noches, en sangre abierta hacia el mundo,
regresáis a través de este verano, conversando
por medio de palabras ya ungidas en patria
y en hogar para vosotros y nosotros.

Os creen muertos, olvidados y desnudos,


convertidos en luto eternamente ya,
detenidos en el dolor, habituados a la derrota
y sometidos a la destrucción,
aquellos que también creyeron muerta a España
y se lanzaron contra su sangre permanente,
los que chocaron con vuestro más tenso fulgor,
con vuestras voces marchando a la batalla,
con la preciosa conducta de vuestro corazón
y un agudo color noche y día vigilante.

Sois nuestros hermanos mayores.


Pareceis pacientes en vuestra nueva actitud
16
y sin embargo fuisteis promovidos a fuegos torrenciales,
ungidos ríos de aguas centrales y dilatadas.
Por eso os rogamos que nos miréis con amor y llamarada,
cuando las tinieblas quieren renovar su mordedura.
¡Venid con vuestro paso regido por tambores inmortales,
con la fecha inmensa de vuestro valiente corazón.

Mirad también cuando amanezca el viejo rostro español,


cuando columnas de nuevos fuegos marchen al asalto
y cuando la sangre ya muerta regrese hacia el combate,
cuando las manos moribundas retornen empuñadas,
cuando las llamas extinguidas vuelvan más maduras
y en plena juventud al servicio del mundo.

17
SEGU NDA PARTE

Chile, fértil provincia, y señalada


En la Región Antártica famosa,

ALONSO DE ERCILLA Y ZUSIGA

PAISAJE DESPIERTO

I
Aún me duelen las supremas llovías del sur de Chile,
esas lluvias, arraigadas allá en mi vida infantil,
que ni siquiera la actitud de los vientos lograba dividir:
lluvia repetida angustia sobre angustia siempre,
atendida y puesta a prueba durante meses sin agotar su destino liquido,
lenta y dura penetrando hasta en el sueño a través del techo,
corriendo hacia, las piedras o por entre las tierras resignadas.
19
La lluvia se buscaba a sí misma como aprendiendo a ser sin interrumpirse,
flameando como llamaradas grises, a la manera de un humo eterno
sobre algunos cerros escogidos para eso desde la eternidad,
andando sonámbula, aturdida, no se si también pensando en algo,
a pequeños pasos balbucientes por veredas de barro constante,
a pasos infantiles en^re el verde de la hierba entumecida.
Así se reunía la lluvia, aquella eterna lluvia de mi vida,
brotando en ramajes ligeramente construidos a cierta altura,
vagando orientada como un río o como el quedarse de uní largo,
abundando rudamente como la más valiente consecha líquida
sobre las viejas paredes, las más pobres y más adoloridas...;
y la tierra delgada y tímida iba hacia ella para verla llover.

II

Fuera de la lluvia había colores también;


de todas dimensiones y modos de andar por el mundo:
ágiles algunos, como peces, otaros lentos, dormidos o paciendo,
sólidamente arraigados a una pradera flotando a la deriva
por una escogida ocasión del espacio, como un sueño abandonado,
revistiendo a una piedra, amando intensamente a una flor
o sacudidos como si fueran llamas maestras en poder del viento.

Asilo de colores de todas dimensiones y modos de andar:


los recuerdo callados para ser más poderosos;
otros balbucientes como aprendiendo a caminar;
los he visto comunicar en secreto su destino a una casa nueva
o a un árbol que apenas se orientaba entre los diversos aires;
otros convulsos en torrentes discutiendo con sus demás amigos
sobre las lentas montañas, con motivo de algún gran atardecer.

Asilo de colores en temperaturas desiguales:


los he visto :Violentos, cálidos o helados
y de todas las formas otorgadas al calor;
en cascadas de oro ardiente cayendo sobre el último horizonte,
dentro de fuegos que devoraban de raíz una selva entera, otros
tan fríos como casi ausentes entre las aguas de cada día austral;
pero todos ellos ansiosos de residir y morir allá en el sur.
20
ni

Entre elíos están las casas con sus muros puestos a prueba:
arrugados algunos, amigos de la obscuridad, otros cancelados ya,
otros en plena madurez, pero siempre perseguidos por el tiempo,
agrietados como pedazos de suelo codiciados por las lluvias,
otros en actitud de ramas verticales y con pájaros detenidos:
¡Páginas recibidas por el día, la noche, el frío y el calor!

¡Oh la vida de aquellos muros, que me parecen venidos del campo!


Cada uno tenía un rostro elaborado según su destino,
fácil o difícil, pero siempre orientado hacia
algo en que pensar durante todo el día y la noche;
había casas en actitud de andar, otras fundadas para correr,
otras abrazadas, no se si a un árbol o a un pedazo del día,
y otras dedicadas a su alrededor poblado de hierbas sujetas.

Así era en aquellos tiempos de mi infancia


rodeada por el hambre, perseguida por las lluvias
y las piedras dirigidas por ese hondo clima austral;
así era en el sitio de aquellos tiempos en que mi madre
todavía lloraba en la tierra y me amaba sin cesar
apoyada para ello por las débiles flores invernales.
Así está despierto aquel pedazo acentuado de mi alma.

HISTORIA DE LOS MINERALES Y VIDA DE LOS MINEROS

Fui hasta esa noche apretada y tenax—


sin cielo alguno en que ella disminuya—
hacia la grandiosa opulencia de la tierra,
a la historia de los minerales chilenos,
formada en profundas hazañas de piedra y de sueño.
Y penetré hasta ellos con mis manos sumergidas, esperando.

Allí estaba la noche detenida entre violentos siglos acumulados


en el nunca apaciguado corazón de nuestras viejas montañas,
donde, amparada por la sombra, crece, sin cesar jamás,
la espesa lumbre de los minerales,
y esforzándose maduran todos:
el oro a pequeños pasos brillantes,
el cobre en varias duras medidas desígnales,
en intachable silencio la plata
y el carbón practicando un sueño ansioso de arder como nosotros.
Bersos habitantes se acumulan allí aumentando
el furor escondido entre tinieblas especiales;
siglos endurecidos y en sosiego, viven hablando
solamente de las bien templadas profundidades
donde Chile ha criado sus rotundos metales,
amamantándolos con estruendos ya apaciguados.

Allí conversamos plenamente de corazón a corazón.

Como sólo un muerto muy activo lo hubiera podido,


visité a aquellos rudos habitantes
entre sus rocas recién divididas,
palpé a aquellos hijos mayores de tan profundos
y viejos calores ya aplacados y sometidos,
visité a aquellas .frases de fuego agotado y prisionero,
también las selvas inmóviles bajo sus toldos de piedras completas.
Allí conversamos plenamente de corazón a corazón,
sobre el aire reunido afuera,
del destino y del cielo libremente extendido.

Antes de ser escondidas cadenas ufanas, porfiados animales,


antes de ser torrentes prisioneros, olas inmóviles teñidas
o duros rebaños detenidos cuerpo a cuerpo allí
22
y agraviados para siempre, estas substancias hoy sepultadas,
fueron valerosas cascadas que desarrollaban una alegría propia
y en torno a su vida crecían presurosas las arcillas.

Asi nació delgadamente la jubilosa presencia del oro


y la del cobre como un rayo de sol oculto para dormir mejor,
igualmente los célebres yacimientos de colores ardientes y felices
Todos ellos maduraron durante miles de años de peligros
y unieron su soberanía, metal tras metal, en sueño« acosados,
aunque sin intemperie conocida:
e! oro casi sin mirar a nadie
y el silencio más castigado aún,
la población de plata asomando su mirar
y la sombra densamente continuada...
Todos pensando cada vez más duramente
y cada noche con mayor firmeza,
con gestos más simultáneos,
«ra una mirada más fuerte y famosa.

Allí está en pié la edad de cada uno de estos seres


e intacto el áspero comportamiento antiguo de todos:
hay aguas sollozando como en su primera infancia
y rumores conservados con su forma original,
aunque ciegos y sin saber como fugarse para conocer
las amplias virtudes del aire reunido afuera;
hay árboles también amortajados, no reemplazados jamás,
es decir sin un verde orientado hacia nosotros.
pero sí con el gris que no sabe de relaciones
con el cielo propagado junto nuestros cuerpos.
Hubo inclusive inviernos que allí quedaron deteiüdos
en una fecha de su destino hoy prisionera;
hay también una parte endurecida del mar
con lo más insistente de sus algas y de sus espumas—
ya casi en forma de peces veloces, aunque eternos—
que allá quedó mirando sus riberas cotidianas
y conviviendo con algunas costas de distinto rostro;
hay ruidos petrificados como marchando hacia adelante,
pero sin el menor conocimiento sobre el azul del cielo libre.

Todos ellos están junto a algún camino sepultado, que aún cree
en su aptitud para todavía trabajar en favor de los demás:
Allí quedaron practicando una fertilidad diferente,
más dura, más constante, más presente y más indivisible,
aunque no con menos audacia, ansias y compañías
que antes de construir ese duro reino estacionado;
Allí quedaron más reunidos, más acostumbrados a sí mismos,
ron líxs vuelo distinto, con deseos menos ágiles, menos casuales,
menos fugitivos, más veloces y mucho más hostilizados,
pero no por eso más tristes que afuera,
ni menos dedicados a amanacer en cada mañana suya.

Solamente las nieves no quisieron sacrificar con ellos


alto y blanco privilegio, su mirar intachable,
;'u lejana propiedad azul;
sólo ellas conservaron su rostro no caído,
limpiando siempre su ilimitado color incomparable,
s-in otra intención que la de correr,
en suave peregrinaje de hojas blancas,
s.in ningún contacto con el dolor escondido de las minas,
con la sola plenitud de su túnica o emblema de silencio.

El cíelo tampoco quiso contaminarse en esas batallas


que, entre sustancias cada vez más enterradas,
se pronunciaban allí siglo tras siglo dominados,
y se fugó cada día más arriba para conservar sus visitas
a. los bosques, su vecindad con los ríos y los lagos
y para regresar al mar donde parece que mora
ík muy serias profundidades,
lejos, por cierto, del ya endurecido rostro de los mineros.
3

Pero hasta allí acuden, cada día del año,


esos hombres ya casi convertidos en obscuridades seguidas,
transformándose ellos mismos en pequeñas noches ambulantes:
son los mineros, seres con una indivisible luz interior.
Fueron formados entre la hierba, mitad de la lluvia
y mitad de la tierra, presentes aquí entre nosotros;
fueron criados por diversos aires blancos seguidos,
por primaveras e inviernos alternados en torno a sus vidas,
crecidos jornada tras jornada de aire, de tiempo y luz,
triunfando dolor tras dolor y manejando una dulce esperanza.

Todo, todo lo dejaron afuera para ir


silenciosamente hacia ese lugar sin estaciones del año

24
y sólo con enormes y duros siglos superpuestos,
para ir hasta,la residencia de la muerte obscura.
Por eso muchos de ellos no logran vivir sino cuando
las piedras, siempre vengativas, los derrotan para siempre...
y sólo entonces los envían, con un poco de júbilo naciente,
hacia su antigua patria, es decir hacia la vida original
de verde, de rojo, de azul y de blanco en que vivimos aquí.

;Oh distantes hermanes encarcelados tan adentro,


obscuros ángeles escondidos bajo selvas de piedra,
hijos de hombres, pero cobardemente expulsados de la lux;
gracsas a vuestra decisión de acero desconocido aún,
otros estamos afuera y tenemos algo del privilegio azul del cielo.
Resucitáis las brillantes vidas anterradas hace siglos,
mientras allí mismo y bajo los más áridos cielos de piedra
las vais reemplazando con las vuestras que mueren!

HISTORIA DE LOS RIOS Y OTRAS AGUAS CHILENAS

He visitado de nuevo a mis ríos con su cuerpo en viaje eterno


(me parezco más a ellos ahora en su modo de correr y de pensar);
he convivido con aquellos secretos veloces que acarrean
hasta el hogar de las piedras, hasta los árboles, el aire
y hasta que penetran en el alba profunda de los mares.

Todos ellos beben su sabor, su ruidoso sueño y su larga música


del blanco y delgado milagro de las nieves andinas.
He visitado la porfiada historia de cada una de sus aguas
desde cuando Almagro visitó la, tosca aún, elección de sus contornos.
Otros han recibido después su tributo de aguas reemplazadas
y palabra por palabra, han recorrido su destino transparente.

Aguas, gloriosas aguas, líquidas viajeras


desde la blanca vigilancia de la nieve,
ocupada allá en la frontera de los vientos,
hasta los hondos subsuelos acuáticos donde
reside la profunda soberanía del mar.
Aguas amanecidas a veces entre altísimos
sucesos de cielos honrados por los astros,
bajo la tutela de un color porfiadamente axul,
en distantes batallas del firmamento,
entre los acentos frenéticos de los relámpago*,
otras veces —lentas siempre—
en el obediente rocío añadido a la mañana,
en el gesto eterno de piedras cordilleranas
y entre el idioma silencioso de nuestros minerales.

Otras aguas hay rodeadas con nombre y todo,


con su presencia contenida, aprisionada,
aguas vigiladas por un mismo cielo y defendidas
por augustos cerros callados. Son los lagos:
el Llanquihue, el Raneo, el Villarrica, el Puyehue
y otras poderosas estacionas líquidas,
situaciones resplandecientes,
asidas por ese verde disperso del sur de Chile,
aguas no arrugadas sino en la piel,
sino en el nombre allí extendido.

Aguas convertidas en azote cuando llueven sin reserva


sobre los mercados, los tranvías, las escuelas,
las piedras, las casas más pobres y los pobres niños,
en arrogante tropel de metal sin aposento
o en remansos de niebla poblando las esquinas
y también en forma de personas esperando
una señal para saltar sobre los seres distraídos;
manchadas por la pobreza en las acequias; aguas
enlazadas a su brillo favorito en las lagunas,
agregadas a la hierba, confundidas con una rosa
o desterradas para siempre a las poderosas
tinieblas ambulantes en el fondo del mar.

¡Cuanto las conozco paso a paso!


¡Cuanto las he sufrido enteras desde niño!
Y sin embargo las amo igual que a las selvas mías,
como a la escuela donde también sufría,
amo su barro casi personal, su moral sin otro distintivo
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que lo lento de su paso agraviado y agraviando
a toda cosa y hasta al poco cielo que se merece;

En esta tarde, amplia de cielo, tierra y mar,


en esta tarde con amor, con flores y con libros,
invoco vuestras fibras teñidas por m! tierra
y por las pisadas de las piedras rudamente vestidas.

Amo vuestro afán de bajar,


vuestras labores eternas,
ese proceder tan fugitivo,
vuestra libertad en busca
de un suave color para viajar.

LLAMADO A LAS PLANTAS

Buenos días, hijas de cada «olor,


de cada rasgo del amor,
de cada trozo del viento,
de cada verso del agua,
¡Buenos días amigas del alma!
de cada vertiente del cielo.
Venid con vuestro lento modo de andar,
con vuestro verde mirar atento a las almas,
con vuestro constante modo vertical;
venid desde las vagas selvas del cielo
y desde las hierbas que abrigan » la tierra.

Os necesito, amigas mías,


aguas verdes casi siempre permanentes,
que no Hueven sino en otoño cuando ya tienen su segundo color,
cuando abandonan su costumbre vertical
y ruedas como aprendiendo a volar.
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Necesito su modo de caü'.ar en el aire,
esa voz que sólo ellas crían:
entre las nobles araucarias de alta frente,
entre los robles extendidos de alto a abajo,
entre los dedos de las quilas que luchan hacia arriba.
entre el rojo vigilante de los copihues;
abrazadas a los crepúsculos mejores,
a las paredes de mi casa, a los cuadros queridos
y a las páginas de mis libros mayores.

Necesito nuestra manera eterna de vivir,


de sufrir y de esperar mirando el tiempo,
de reunir una parte del cielo y de luchar
abrazada a su débil porción de eternidad.
TERCERA PARTE

Y dijo Jehová Dios: no es bueno eme el


hombre esté solo: LA BIBLIA.

DEFENSA DEL AMOK

Dulce amapola sostenida por la luz.


por ese osado rango de acacia
o de festín de flores,
de pensamiento en ascenso indomable.
¡Ven con esa forma pensativa a la manera de un vestido lejano!
¡Acércate más con esos pasos tuyos parecidos a ciertas lüojes,
con que inundas el tiempo y recorres mis mayores sueños!

¡Ven con ese doble afán de madreselva que tienes cuando piensas,
en esa batalla constante con el día, a cargo de numerosas hojas!
¡Ven a golpes de color ya bien criado como en las flores,
más que como cristal, como sonido en penetrante viaje!
¡Ven ahora que me marcho por este cauce del ruido oculto,
ahora que nadie despierto me rodea si no es esta pared que mira!
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¡Ten y trae tu cuerpo, que abandonas a mis manos en aumento,
cuando tus ojos se ocultan en sí mismos sin pensar en nada,
cuando, como bajo la tierra, marchamos igual al agua eterna
o como vertiente de color, como sueño probado,
como obscuridad casi entera sumergida!
¡Ven con el día de hoy alrededor de tu cuerpo desplegado,
con esa noticia que balbucea en tu mano dedicada a mi cabello,
con todo aquello que está sumiso a tu presencia diaria:
con los océanos detenidos en tí, con tu estatura completa,
con esa lluvia de color no apaciguado de tu cabellera
y la luz dispersa que se acosre a tu rostro cuando andas!

¡Ven, pues, oh señal escogida, color situado para siempre aquí,


paso de ángeles o flores, luz de la hierba, emblema eterno!
¡Ven con nn día más en torno a tu cuerpo vencedor
para depositarlo entre mis brazos de abismos!

Para recibirte ocuparía algún siglo dormido,


que yace aún en mi existencia,
un trozo virgen del cielo o una rama que es lo mismo,
y también el silencio entero a la manera de un traje az*
¡Ven con el follaje propio de tii rostro, de tu corazón
y de tu mirada perpetua llena de vastos y dulces compañeros!

REFUGIADA EN LA P R I M A V F R «

¿A dónde estás ahora dedicada?


¿En qué nueva revelación, en que carácter
o en qué parte de la primavera?
¿En qué lentitud amaestrada por alguna obscuridad
o en qué campanadas que aún recuerdan la noche en que nacieron?
¿Estás acaso retenida en el aroma de una madera antigua,
en el sabor de un mineral que no despierta al aire todavía?
¡Quien sabe si reuniendo una porción de la lluvia;
acaso te vistes, a esta hora, con lo mejor de las flores:
acaso buscas aún un porvenir de hoja o llamarada!
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Dime también en qué lumbre exclusiva
y en qué nuevo mensaje de agua, tierra y fuego,
amparas, a propósito, tu rostro desde lejos.
Dime que regresas desde un verso en que trabajas para mi
a la manera de un porfiado aroma en viaje;
di que vuelves ataviada de fechas superiores.
¡Oh, vertiente cultivada por el día—
como, acaso te llamarán mañana—,
deja otra vez amanecer tu brillo
de asidua noticia ya formada!

PARA SIEMPRE CONTIGO

Me detengo en este recio trance aquí presente:


por ti me detengo en este amplio eaudal de gentes
donde, resignados apenas, se buscan los instantes
despojados ya de su escondida juventud.

Son horas audaces:


nacidas p a r a ' e l canto,
promovidas para el amor,
para el horizonte
o para un grito de fuego.

Son muchos ya los genuinos instantes sentenciados al nacer.


¿A quiénes preguntaré por ese gran aspecto de olas?
A ti, que llegaste un día permitiendo a la primavera
ostentar, sin quebrantos, su nombre verdadero,
a ti, que un día naciste para siempre.

Te preguntarla por el cielo,


por un clima muy alto
y en vigilancia constante,
donde un Intrépido fulgor
enérgico camina de abismos en abismos.
Te preguntaría por la distancia,
por la altura como tal, por el vuelo,
por un color efectivamente ausente,
por otro color que se acerca paso a paso,
por un sonido en peligro terrible...

Forque tú perteneces profundamente a todo tiempo,


tienes en él tus cimientos preferidos,
tu forma atenta a cada momento
y defendida por tus manos perennes,
tus manos del año entero,
y ese ademán de luz, sin nombre todavía,
que llevas como invencible dueña.
Perteneces también a la tierra con alegría y todo,
al verde dulcemente cautivo en una planta,
a la lluvia que germina desde su extenso vuelo
y a la ciudad en que vienes a cada instante hacia mí.

Yo, en cambio, te hablaría, siempre ardiendo,


de un aire ungido de dura voluntad,
de un color sin descanso, donde hábito,
es decir de ese rojo tenaz que así nos mira
desde el rostro de numerosas banderas;
hay una palabra que ya empieza a vivir su tamaño verdadero
y de una canto valiente que ha mirado la sangre repetida
de~ valerosas almas que cayeron en el m u n d o . . .

Mira: también en tus manos desbordantes hay personas


episodios maduros que regresan de la tierra
y otros que avanzan fuertemente hacia el mundo,
hay criaturas que buscan ciertos hechos
para poder crecer hacia nosotros,
hay un día emigrado desde el fuego activo
y una luz que se defiende de otras vidas.

Por eso te busqué tan fuertemente:


entre las cálidas palabras redimidas
en gestos ya dueños totalmente de su ser,
en dolores y alegrías repetidos tantas veces,
por escombros sin ningún otro destino,
por arboledas sólo en humo permitidas,
por el sueño ya habituado a densos fuegos,
por las mejores esperanzas de los hombres
y en las cosas reunidas cuando p a s a s . , .
3*
E P I L O G O

Su cuerpo dejarán, no su cuidado;


Serán ceniza, más tendrán sentido;
Polvo serán, más polvo enamorado.
FRANCISCO DE QUEVEDO.

FUEGO DEFINITIVO
UNA PIEDRA,
es decir ana especie de humo inmóvil,
retardado y sin pensar en nadie,
con su pecho anido largamente a la tierra
y nn profundo sabor guardado en sf mismo.

UN ARBOL,
tejido lentamente por varias primaveras,
custodiado por días tristes o felices,
33
proclamando sos hojas verdaderas
siempre dispuestas a volar en pequeños triunfos.

UN RIO,
más de luz que de aguas apoyadas en el suelo,
más de plantas que de piedras invencibles,
más del cielo que del afán de la tierra.

UNA FLOB,
algo asi como tú en su modo de mirar hacia arriba
y parecida a gota de agua para poder morir.

UN AMOR,
con teda mi densa juventud,
aunque a veces escondida entre los hombres;
con amplios lenguajes dispersos por la tierra;
eon prisiones de eterno frío, donde muchas veces
apenas cabía otro nombre que el dolor;
con alegrías tejidas por tenaces brillos sucesivos,
con los grandes países y las últimas ciudades
recogidas a mi paso por el mundo.

UN PUEBLO,
formado pasQ a paso mirando, formado
por las ¿piedra«,
por los árboles,
por los ríos,
por las flores
y Por el amor;
también por una acentuada sangre que sufre,
por sudores repetidos hasta más allá de la muerte
y por una esperanza tan llena da si misma
como una mano,
como una esfera
o algún niño jugando.
34
Así trabajaron todos
formando un idioma on todas direcciones, «reand*
la hora que mejor transita por la primavera,
an júbilo valerosa,
un amor para luchar
j un fuego legítimo
que no se rendirá ni ante el espado!

GERARDO SEGDEL
San Hago de Chile — 194«.

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Inscripción No. 10630

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