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CONTINUACION
del
HORIZONTE
GERARDO SEGUEL
CONTINUACION
DEL
HORIZONTE
1944
OBRAS D E GERARDO S E Q U E L
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PRIMERA PARTE
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DEFENSA DE LA JUVENTUD
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ELEGIA A MADRID
¡Madrid, Madrid!
madre de tantos siglos y regiones, con tu rostro frecuente,
de pronto amaneciste para un alto y torrentoso combate,
para oleajes de porfiado acero a toda hora;
de pronto amaneciste junto a vientos desconocidos,
para días sin más horizonte que el furor de los cañones
y sin otro cielo que el que reparten los fusiles.
Madrid: pero no has cambiado tu ruta sostenida
desde los aires más antiguos, donde ya crecías,
hasta los cimientos de tus muertos actuales;
desde el acero silencioso de donde naciste para todos,
liasta la flor solemne de Dolores Ibarruri.
¡Háblame, Madrid!
porque yo recuerdo tu cielo que muchas veces venia
desde la gloriosa Sierra Guadarrama
donde nacía tu notable cabellera.
No es lo mismo, es cierto,
el frondoso bramar de los cañones
y la dura autoridad de los disparos en la noche,
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esa noche que antes sólo parecía preocupada de sí misma.
No. No es lo mismo una voz herida
en su trayecto acostumbrado,
arrancada del aire que ella habia escogido;
el amor con sus formas destruidas cuando ya había
encontrado su morada entre dos palabras admirables,
o la atmósfera llena de viudas recientes,
como si una sementera se vistiese del más extenso luto.
Mientras tanto aquí está Chile mirando,
aquí está aún el cielo dedicado solamente a vivir;
aquí tengo una morada que a veces me rodea entera,
todo, todo lo doy para que crezca un día t u victoria;
te ofrezco también un río nuevo, fácil y apasionado,
hijo de las supremas selvas de mi tierra,
aunque no de tan honrosa actitud como el tuyo;
tengro además para ti el único minuto de mi felicidad
tengo también un recuerdo que se cree siempre victorioso,
tengo una lluvia y un viento del mismo color ausente.
Sobre tus manos de piedra y sangre, Madrid,
sangre sobre sangre tantas veces repetidas,
ciudad de Madrid, los deposito arrodillado
para consagrar el tiempo a tu regreso,
para buscar el día cuando ordenes
el rumbo descubierto por tu alma.
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SEGU NDA PARTE
PAISAJE DESPIERTO
I
Aún me duelen las supremas llovías del sur de Chile,
esas lluvias, arraigadas allá en mi vida infantil,
que ni siquiera la actitud de los vientos lograba dividir:
lluvia repetida angustia sobre angustia siempre,
atendida y puesta a prueba durante meses sin agotar su destino liquido,
lenta y dura penetrando hasta en el sueño a través del techo,
corriendo hacia, las piedras o por entre las tierras resignadas.
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La lluvia se buscaba a sí misma como aprendiendo a ser sin interrumpirse,
flameando como llamaradas grises, a la manera de un humo eterno
sobre algunos cerros escogidos para eso desde la eternidad,
andando sonámbula, aturdida, no se si también pensando en algo,
a pequeños pasos balbucientes por veredas de barro constante,
a pasos infantiles en^re el verde de la hierba entumecida.
Así se reunía la lluvia, aquella eterna lluvia de mi vida,
brotando en ramajes ligeramente construidos a cierta altura,
vagando orientada como un río o como el quedarse de uní largo,
abundando rudamente como la más valiente consecha líquida
sobre las viejas paredes, las más pobres y más adoloridas...;
y la tierra delgada y tímida iba hacia ella para verla llover.
II
Entre elíos están las casas con sus muros puestos a prueba:
arrugados algunos, amigos de la obscuridad, otros cancelados ya,
otros en plena madurez, pero siempre perseguidos por el tiempo,
agrietados como pedazos de suelo codiciados por las lluvias,
otros en actitud de ramas verticales y con pájaros detenidos:
¡Páginas recibidas por el día, la noche, el frío y el calor!
Todos ellos están junto a algún camino sepultado, que aún cree
en su aptitud para todavía trabajar en favor de los demás:
Allí quedaron practicando una fertilidad diferente,
más dura, más constante, más presente y más indivisible,
aunque no con menos audacia, ansias y compañías
que antes de construir ese duro reino estacionado;
Allí quedaron más reunidos, más acostumbrados a sí mismos,
ron líxs vuelo distinto, con deseos menos ágiles, menos casuales,
menos fugitivos, más veloces y mucho más hostilizados,
pero no por eso más tristes que afuera,
ni menos dedicados a amanacer en cada mañana suya.
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y sólo con enormes y duros siglos superpuestos,
para ir hasta,la residencia de la muerte obscura.
Por eso muchos de ellos no logran vivir sino cuando
las piedras, siempre vengativas, los derrotan para siempre...
y sólo entonces los envían, con un poco de júbilo naciente,
hacia su antigua patria, es decir hacia la vida original
de verde, de rojo, de azul y de blanco en que vivimos aquí.
¡Ven con ese doble afán de madreselva que tienes cuando piensas,
en esa batalla constante con el día, a cargo de numerosas hojas!
¡Ven a golpes de color ya bien criado como en las flores,
más que como cristal, como sonido en penetrante viaje!
¡Ven ahora que me marcho por este cauce del ruido oculto,
ahora que nadie despierto me rodea si no es esta pared que mira!
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¡Ten y trae tu cuerpo, que abandonas a mis manos en aumento,
cuando tus ojos se ocultan en sí mismos sin pensar en nada,
cuando, como bajo la tierra, marchamos igual al agua eterna
o como vertiente de color, como sueño probado,
como obscuridad casi entera sumergida!
¡Ven con el día de hoy alrededor de tu cuerpo desplegado,
con esa noticia que balbucea en tu mano dedicada a mi cabello,
con todo aquello que está sumiso a tu presencia diaria:
con los océanos detenidos en tí, con tu estatura completa,
con esa lluvia de color no apaciguado de tu cabellera
y la luz dispersa que se acosre a tu rostro cuando andas!
REFUGIADA EN LA P R I M A V F R «
FUEGO DEFINITIVO
UNA PIEDRA,
es decir ana especie de humo inmóvil,
retardado y sin pensar en nadie,
con su pecho anido largamente a la tierra
y nn profundo sabor guardado en sf mismo.
UN ARBOL,
tejido lentamente por varias primaveras,
custodiado por días tristes o felices,
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proclamando sos hojas verdaderas
siempre dispuestas a volar en pequeños triunfos.
UN RIO,
más de luz que de aguas apoyadas en el suelo,
más de plantas que de piedras invencibles,
más del cielo que del afán de la tierra.
UNA FLOB,
algo asi como tú en su modo de mirar hacia arriba
y parecida a gota de agua para poder morir.
UN AMOR,
con teda mi densa juventud,
aunque a veces escondida entre los hombres;
con amplios lenguajes dispersos por la tierra;
eon prisiones de eterno frío, donde muchas veces
apenas cabía otro nombre que el dolor;
con alegrías tejidas por tenaces brillos sucesivos,
con los grandes países y las últimas ciudades
recogidas a mi paso por el mundo.
UN PUEBLO,
formado pasQ a paso mirando, formado
por las ¿piedra«,
por los árboles,
por los ríos,
por las flores
y Por el amor;
también por una acentuada sangre que sufre,
por sudores repetidos hasta más allá de la muerte
y por una esperanza tan llena da si misma
como una mano,
como una esfera
o algún niño jugando.
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Así trabajaron todos
formando un idioma on todas direcciones, «reand*
la hora que mejor transita por la primavera,
an júbilo valerosa,
un amor para luchar
j un fuego legítimo
que no se rendirá ni ante el espado!
GERARDO SEGDEL
San Hago de Chile — 194«.