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Cuentos de princesas
Cuentos de princesas

365 Cuentos de princesas

Tapa dura sin

sobrecubierta (Cartoné)

En este fantástico libro encontrarás 170 x 240 mm

183 x 247 mm
un cuento de princesas para cada día del año. 183 x 247 mm

Explora el fondo marino con Ariel, cocina con Tiana, ayuda


a los animales con Blancanieves, sobrevuela Ágrabah con Jasmine, 29mm (lomo

plano)
sueña con Cenicienta y descubre el castillo de la Bestia con Bella.

Cuentos
Lucha junto a Mulán y Mérida, pasea por el bosque junto a Aurora,

vive aventuras con Rapunzel y conoce los secretos de Pocahontas.

365
365 historias llenas de magia y diversión.

de

princesas

metalizado color

dorado en título.

www.planetadelibrosinfantilyjuvenil.com PVP 12,95 € 10218693


www.disney.es
© 2018 Disney Enterprises, Inc.
Todos los derechos reservados 9 788416 917655
25/01/2018

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365 Cuentos
de
princesas

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© 2018 Disney Enterprises, Inc.
Todos los derechos reservados

La película Tiana y el sapo copyright © 2009 Disney. Inspirada parcialmente en el libro The Frog and the Princess,
de E. D. Baker; copyright © 2002 Bloomsbury Publishing, Inc.

Publicado en España por Editorial Planeta, S. A., 2018


Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)
www.planetadelibrosinfantilyjuvenil.com
www.planetadelibros.com
Primera edición: junio de 2018
ISBN: 978-84-16917-65-5
Depósito legal: B. 10.243-2018
Impreso en España

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión
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¡Ariel expone
sus cuadros!
A riel y Flounder nadaban por la zona
prohibida cuando, de repente, vieron
un barco… ¡encallado en el fondo del mar!
Después de unos minutos pensando, die-
ron con el lugar perfecto para montar la ga-
lería de Ariel: ¡el barco hundido en el fon- 1
—¡Seguro que se hundió ayer, durante la do del mar! Tras colocar los cuadros en su

ENERO
fuerte tormenta! —exclamó Ariel—. Venga, sitio, Ariel y Flounder invitaron a todas las
Flounder, vamos a explorarlo. sirenas del reino, quienes acudieron a admi-
Los dos aventureros entraron por una de rar la exposición de la princesa. Pero, justo
las ventanitas redondas del barco, que esta- cuando las ruinas del barco estaban reple-
ba abierta. No tardaron mucho en encontrar tas de gente, la embarcación empezó a subir
un camarote que estaba a rebosar de cuadros hacia la superficie. Todas las sirenas, asus-
preciosos. Maravillada, Ariel se los llevó a su tadas, se marcharon a toda velocidad: ¡los
escondite secreto y los colgó en los muros de humanos estaban utilizando unos ganchos
la cueva. para sacar el barco y así poder repararlo en
—Con estos cuadros tan bonitos… —dijo el puerto!
Ariel— ¡ya tengo mi propia galería de arte! —¡No! ¡Se están llevando mi galería de
—¿Qué es una galería? —le preguntó arte! —gritó Ariel.
Flounder. Por desgracia, nadie pudo hacer nada
—Es un lugar donde se exponen pinturas para evitarlo.
y los humanos van allí a verlos y admirarlos Al día siguiente, la sirenita estaba en su
—le respondió la joven princesa a su amigo. cueva, muy triste, cuando llegó su amigo
Después, con aire pensativo, la sirenita aña- Flounder.
dió—: Me encantaría pintar mis propios cua- —Ariel, ven, rápido —dijo su amigo
dros y que la gente viniese a contemplarlos… Flounder—. Tengo que enseñarte una cosa
—Estoy seguro de que se te daría de mara- en el puerto.
villar pintar —le contestó Flounder—. ¡Ven- Llena de curiosidad, Ariel siguió a su
ga, vamos a ver a nuestros amigos los pulpos! amigo hasta la superficie. Allí arriba, mira-
Son los que más saben de tinta y de colores. ron a través de una de las ventanitas del bar-
Dicho y hecho, los dos amigos se dirigie- co que estaban reparando. Ariel descubrió,
ron a ver a los pulpos, quienes recibieron a llena de orgullo, que sus cuadros seguían
la pequeña princesa con gran alegría. Ariel colgados de las paredes del barco… y ¡que
pronto descubrió que tenía un gran talento un montón de personas se acercaban a la
para la pintura y enseguida tuvo acabada nave para verlos y disfrutar de ellos!
una colección entera de cuadros hermosos. —¿Lo ves? —le dijo Flounder, entre ri-
—Tendrías que exponerlos —dijo Flounder. sas—. Han expuesto los cua-
—Ya —le contestó la princesa—. Pero ¿dón- dros… Y ¡para mí, es la ga-
de? No puedo guardarlos en mi cueva secreta. lería más bonita de todas!

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1. Había una vez una joven
llamada Blancanieves
2 H abía una vez, en un reino muy lejano,
una joven princesa con la piel blanca
como la nieve, el pelo negro como el carbón
vase a la bella muchacha al bosque… y ¡que
la matase! Él obedeció las órdenes de su rei-
na pero, cuando llegó el momento de alzar
ENERO

y los labios rojos como las fresas. Se llama- el cuchillo y acabar con Blancanieves, no
ba Blancanieves y tenía una madrastra muy pudo hacerle daño a la princesa.
malvada, la reina, quien estaba celosa de la —Corre, escóndete —le gritó el caza-
belleza de su hijastra. Tantos celos le tenía dor—. ¡La reina quiere acabar contigo, co-
que, para que la joven pareciese más fea, la rre, huye!
obligaba a vestir con harapos y a trabajar Aterrorizada, Blancanieves echó a correr
como sirvienta en el castillo. Cada día, la hacia el bosque. En la oscuridad, Blanca-
dulce Blancanieves cumplía con sus obliga- nieves se asustaba hasta de los árboles que
ciones con una energía inagotable. Mientras la rodeaban. Sin saber adónde ir, se desplo-
limpiaba el suelo del castillo, soñaba con la mó sobre la hierba, agotada. Comenzó a
llegada del príncipe encantador que había llorar a lágrima viva y varios animales se le
visto cerca del pozo de agua, esperando que, acercaron para consolarla. La princesa les
un día, la llevara a vivir en paz en su gran preguntó:
palacio… Mientras tanto, la reina malvada, —Necesitó encontrar un refugio para pa-
para quedarse tranquila, cada mañana le sar la noche. ¿Conocéis algún lugar donde
preguntaba a su espejo mágico: pudiera quedarme?
—Espejito, espejito, ¿quién es la más her- Sin dudar ni un segundo, los animales
mosa del reino? guiaron a la princesa a una cabañita adora-
Y el espejo le contestaba: ble en el centro de un gran claro. Blancanie-
—No hay mujer más hermosa que vos en ves llamó a la puerta y, como nadie contestó,
todo el reino, mi reina. entró en la casita. La princesa abrió los ojos
Pero, un día, la respuesta cambió: como platos y se quedó asombrada ante lo
—Vuestra belleza es conocida por todos, que vio: todo era diminuto y, además…,
majestad. Pero hay una joven doncella que, ¡parecía que nunca hubieran limpiado la
si bien va vestida con harapos, sus feas ropas casa! Entonces, la princesa cogió una esco-
no pueden esconder su hermosura. Por des- ba y, con la ayuda de los animales, ordenó y
gracia, es más bella que vos, majestad. limpió la cabaña, mientras se imaginaba la
—¡Blancanieves! —comprendió la reina alegría qué sentirían sus habitantes cuando
de repente. regresasen a su hogar…
Cegada por la ira, la malvada madrastra
le ordenó al cazador del castillo que se lle-

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Escucha a tu
corazón
E l sol resplandecía en el cielo. Era un día
precioso, y Pocahontas, acompañada de
sus dos amigos, Miko el mapache y Flit el
Pocahontas aguzó el oído, pero con el
ruido de la lluvia y el viento apenas pudo oír
nada. Miko no dejaba de soltar pequeños
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ENERO
colibrí, decidió que quería subir una mon- gritos de angustia y el pequeño mapache se
taña. De repente, mientras ascendían, des- aferró a Pocahontas.
cubrieron que el camino se separaba en dos. —¡Debo escuchar a mi corazón! —gritó ella.
—Miko, ¿qué camino elegimos? —pre- Entonces los oyó. Los espíritus le habla-
guntó la princesa. El mapache señaló el ca- ron. Le dijeron que tenían que subir un poco
mino más llano y Pocahontas se echó a reír. más, que no debían detenerse. Allí arriba, la
—¡Mejor vamos por el otro! —le con- joven y sus amigos encontrarían un refugio.
testó, señalando el sendero más estrecho y —Un esfuerzo más, ¡vamos! —animó Po-
empinado. cahontas a sus dos amigos, haciéndose oír
Los tres amigos siguieron subiendo y por encima del estruendo de la lluvia y del
subiendo, y el camino se hacía cada vez viento—. ¡Sólo tenemos que subir un poco
más estrecho y más empinado y peligroso. más! ¡Allí hay un refugio!
Miko estaba nervioso, y hasta Flit parecía Tal y como les dijeron los espíritus no
angustiado. El viento comenzó a soplar y tardaron en descubrir una abertura en una
Pocahontas recuperó el aliento. Las nubes gran roca; la atravesaron y llegaron a una
ensombrecieron el cielo y empezaron a caer pequeña cueva. ¡Qué calor hacía allí dentro!
pequeñas gotas de lluvia. Los tres amigos excursionistas se resguar-
—¡Vamos! —gritó Pocahontas, y echó a daron de la lluvia y se quedaron allí, con el
correr—. No podemos quedarnos aquí, y sonido del agua y del viento de fondo.
el camino está mojado y resbala demasiado Por fin la tormenta se apaciguó y el sol
como para dar marcha atrás. ¡Debemos se- volvió a brillar.
guir subiendo! —¡Venga! —dijo Pocahontas a sus ami-
Aunque Pocahontas no lo demostraba, gos—. ¡Vamos a ver cómo es la cima de la
al ver cómo la cascada de agua provocada montaña!
por la lluvia caía por la pendiente, comenzó Subieron las últimas curvas del sendero
a sentir miedo. No podían dar un paso sin y llegaron hasta el límite de una gran lla-
resbalarse, y cada vez hacía más frío. nura. A lo lejos podían ver el bosque y, un
Entonces, la princesa se acordó de lo que poco más allá, el mar resplandecía bajo el
le había dicho la abuela Sauce. cielo azul.
—Tengo que escuchar a los espíritus que nos —¡Mirad! —exclamó Pocahontas—. ¿No
rodean. Seguro que nos ayudan y nos guían. os parecen unas vistas maravillosas?

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1. La historia de la
Bella y la Bestia
4 H abía una vez, en un maravilloso cas-
tillo apartado en un bosque, un prín-
cipe. A pesar de las grandes riquezas que
ven llamada Bella. La muchacha se pasaba
el día soñando despierta, leyendo e imagi-
nándose una vida llena de aventuras y ro-
ENERO

poseía, era muy egoísta. Sin embargo, una mances. Su padre se llamaba Maurice y era
noche de invierno, una mendiga le pidió un inventor un poco raro, y un día cogió a
que la hospedara esa noche a cambio de una su caballo Philippe y se marchó a la feria a
rosa. El príncipe, repugnado por el aspecto presentar su último invento. Por desgracia,
de la anciana, le ordenó que se marchase de se perdió en el bosque y allí unos lobos lo
inmediato. Entonces, la mendiga le explicó atacaron. Philippe consiguió huir de los lo-
que no debía juzgar a las personas por su bos y, al final, él y el hombre encontraron
apariencia y que la verdadera belleza residía refugio en un gran castillo: ¡el de la Bestia!
en el fondo del corazón. Pero el hombre no Pero al dueño de la mansión no le gustaban
cambió de parecer y le repitió que se mar- las visitas. Cuando descubrió que Mauri-
chase. De repente, la anciana se transformó ce estaba en su castillo, lo encerró en una
en una hechicera poderosa. Como castigo fría mazmorra. Al día siguiente, Philippe
por su desprecio, lo transformó en una bes- encontró el camino de vuelta al pueblo y
tia monstruosa y lanzó un hechizo sobre el huyó en busca de Bella. La hermosa joven
castillo y sobre los criados que servían al enseguida se dio cuenta de que su padre es-
príncipe. Antes de partir, le explicó que la taba en apuros y le pidió a su corcel que la
rosa estaba encantada y que debía enamo- llevase hasta él. Aunque el caballo estaba
rarse de una doncella y ganarse el amor de aterrorizado, la guio en las profundidades
ésta antes de que cayera el último pétalo. Si del bosque, y no tardaron mucho en lle-
no lo conseguía, permanecería condenado a gar. Demostrando lo valiente que era, la
seguir siendo una bestia para siempre… muchacha cruzó las puertas enormes de la
Mientras tanto, no muy lejos del castillo, mansión. Pero, justo cuando encontró a su
en un tranquilo pueblo, vivía una jo- padre…, ¡la Bestia apareció ante ellos! Be-
lla, a cambio de la libertad de su querido
padre, le propuso a la Bestia un intercam-
bio: ella ocuparía su lugar y se quedaría
con él en el castillo. La Bestia aceptó el tra-
to y permitió que Maurice se marchase de
vuelta al pueblo. Sin saberlo, Bella estaba a
punto de vivir la aventura más extraordi-
naria de toda su vida…

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2. Había una vez una joven
llamada Blancanieves
P ara salvarse de la envidia de la reina, la
princesa Blancanieves se refugió en una
agradable cabaña en el bosque. Mientras
de los enanitos. Cuando los siete enanitos se
marcharon a trabajar a la mina de diamantes,
la malvada bruja fue a ver a Blancanieves y se
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ENERO
esperaba el regreso de los habitantes de su hizo pasar por una dulce viejecita.
nuevo hogar, la joven juntó las siete cami- —¡Muerde esta rica manzana y tu deseo
tas que encontró, se recostó sobre ellas y se más anhelado se volverá realidad! —le ex-
quedó dormida. Cuando despertó, Blanca- plicó la bruja, con una sonrisa en el rostro.
nieves se sorprendió al descubrir que había Sin una pizca de desconfianza, la princesa
ido a parar a la casa de los siete enanitos: Sa- hizo lo que la bruja le había dicho… y ¡cayó
bio, Tímido, Dormilón, Mocoso, Bonachón, rendida en un profundo sueño de muerte!
Mudito y Gruñón. Los enanitos también se La malvada reina comenzó a reírse de la
quedaron pasmados cuando, tras volver de pobre princesa y, antes de huir hacia el bos-
la mina de diamantes, ¡se encontraron con que, gritó victoriosa:
una bella princesa dormida en su habita- —¡Sólo un primer beso de amor verdade-
ción! Gruñón quería echarla, pero la prin- ro podrá resucitarla!
cesa Blancanieves les suplicó: Los animales del bosque corrieron a bus-
—Por favor, os lo pido, dejad que me que- car a los siete enanitos, pero cuando éstos
de. Si no, mi madrastra, la reina, me matará. llegaron a la cabaña ya era demasiado tar-
Los siete enanitos decidieron proteger a la de. Destrozados por el dolor, tumbaron a
princesa, y, para darles las gracias, la joven la princesa en un ataúd hecho de cristal, en
Blancanieves les preparó una cena deliciosa. mitad de un claro, y velaron su sueño con la
No obstante, les puso como condición que, an- esperanza de que un día despertase. Sin em-
tes de sentarse a cenar, tenían que lavarse muy bargo, el príncipe azul pasaba por allí y re-
bien las manos. Bailaron y cantaron hasta casi conoció a la joven de la que se había enamo-
la medianoche, ¡se lo pasaron en grande! Por rado en el castillo. Emocionado, le dio un
desgracia, en el castillo, la malvada madras- tierno beso y… ¡Blancanieves se despertó!
tra se enteró por casualidad de que la prince-
sa Blancanieves se escondía en la casa de los
siete enanitos. Furiosa porque el cazador no
había matado a su hijastra, la reina se ence-
rró en su laboratorio secreto. Allí usó la magia
negra para convertirse en una anciana; enve-
nenó una sabrosa manzana y, por la mañana,
emprendió el camino para llegar a la cabaña

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2. La historia de la
Bella y la Bestia
6 D esde ese momento, Bella vivió en el cas-
tillo de la Bestia. Los primeros días fue-
ron muy difíciles para la joven, pues el dueño
pueblo estaban a punto de atacar el castillo de
la Bestia. Los pueblerinos se habían enterado
de la existencia de la Bestia y, guiados por el
ENERO

de la mansión solía estar de muy mal humor. miedo, querían echarlo de la zona y enviar-
Pero, por fortuna para Bella, los objetos en- lo bien lejos de allí. Bella intentó explicarles
cantados que también habitaban el castillo que la Bestia, a pesar de su aterrador aspec-
la acogieron con mucha amabilidad. Con el to, podía ser encantador y muy atento. Pero
tiempo, y siguiendo los consejos de sus sir- los aldeanos no veían más allá de sus propios
vientes, la Bestia se esforzó mucho por con- miedos, y no hicieron caso a las palabras de
trolar sus ataques de ira. Entonces, Bella y la la muchacha. Encendieron las antorchas, co-
Bestia, dos seres totalmente opuestos, poco a gieron las armas y se dirigieron al castillo a
poco comenzaron a conocerse y el cariño en- través del sombrío bosque.
tre ellos fue creciendo con el paso de los días. «Tengo que darme prisa —pensó Bella—.
Durante una hermosa mañana de invierno, la ¡Tengo que avisar a mis amigos!»
Bestia, mientras observaba cómo Bella juga- Bella partió veloz de vuelta hacia el casti-
ba en la nieve con los objetos encantados, de llo. Sin embargo, cuando llegó ya era dema-
repente sintió, en el fondo de su corazón, que siado tarde, pues la Bestia, a pesar de haber
el cariño había dado paso al amor verdade- demostrado gran valentía en la lucha, estaba
ro. No obstante, la joven Bella, aunque estaba gravemente herido y yacía en el suelo. Bella
contenta con sus amigos, estaba muy triste se arrodilló a su lado y le confesó su amor
porque no podía ver a su padre: lo echaba mientras lo estrechaba entre sus brazos. De
muchísimo de menos. Preocupado, la Bestia repente, la Bestia se elevó en el aire, envuel-
liberó a Bella para demostrarle sus sentimien- to en un resplandor mágico; las heridas de su
tos. Pero, cuando la muchacha se reencontró cuerpo se cerraron, sus colmillos y sus garras
con su padre, apenas tuvo tiempo de alegrar- desaparecieron, y la Bestia se transformó en
se, pues se enteró de que los habitantes del un hermoso joven: ¡el amor verdadero entre
los dos muchachos había roto el hechizo! El
príncipe recuperó su aspecto antes de que la
rosa mágica se hubiese marchitado, y los obje-
tos encantados volvieron también a su forma
humana. Desde ese día, el sonido de las risas
y las fiestas inundó cada rincón del castillo…,
y pronto tuvo lugar la fiesta más feliz de todas:
¡la del compromiso de Bella y el príncipe! 

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Un beso de
cuento de hadas
H abía una vez hace mucho tiempo, en la
ciudad de Nueva Orleans…, dos niñas
se divertían juntas antes de la hora de cenar.
—¡Bien! —exclamó Charlotte—. ¡Por fa-
vor, cuéntalo otra vez, otra vez!
—Lo siento, Charlotte, pero ya es tarde
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ENERO
Una de ellas, Tiana, estaba de visita en casa —le contestó la madre con dulzura—. Ya es
de la otra, Charlotte. Tiana acompañaba a hora de que nos marchemos a casa.
su madre, quien era la modista de la rica fa- Mientras su madre recogía sus cosas,
milia de Charlotte. Por eso, ¡la habitación de Tiana le confesó a Charlotte:
la pequeña de la familia era impresionante! —Da igual, yo… ¡jamás de los jamases
Allí se podía encontrar todo lo que uno pu- besaría a un sapo pringoso! ¡Qué asco!
diese soñar. Daba igual las veces que Tiana Ante las palabras de su amiga, Charlot-
fuese a visitar a su amiga, siempre le fascina- te cogió una marioneta que tenía forma de
ba la habitación de Charlotte… sapo y se lo puso encima a su gato de an-
Esa noche, la madre de Tiana estaba ha- gora. El pequeño animal se quejó e inten-
ciéndole un vestido a Charlotte mientras tó escapar de las garras de su dueña, pero
les contaba un cuento. Un cuento de ha- Charlotte se lo acercó a la cara a Tiana a la
das… ¡Los favoritos de Charlotte! fuerza:
—Y la bella princesa, conmovida por —Venga, va, bésalo, ¡es tu príncipe azul!
las súplicas de la pobre criatura, se inclinó —¡Puaj! ¡Nunca!
hacia ella y… —¿No? —dijo sorprendida Charlotte—.
—¡Ésta es mi parte favorita! —le susurró Pues yo, sí: ¡besaría a cientos de sapos si
Charlotte a Tiana. con eso pudiese casarme con un príncipe y
—Acercó sus labios a los de la criatura convertirme en una preciosa princesa!
y… Después de decir eso, le plantó un gran
«¡Sí, vamos, princesa, hazlo!», deseó por beso a su gato en la nariz. El pobre animal,
dentro Charlotte, cautivada por la historia. aterrorizado, ¡dio un salto y se enganchó al
«No, ¡no lo hagas!», pensó Tiana, al con- techo de la habitación!
trario de su amiga, con ganas de vomitar. —¡El sapo le tiene asco a la princesa! —ex-
La madre de Tiana terminó el cuento clamó Tiana—. ¡Tendrás que practicar tus
con una sonrisa en el rostro: besos de cuento de hadas, Charlotte!
—¡Mua! La princesa le dio un beso al pe- Y las dos amigas se tiraron al suelo, sin
gajoso sapo, que se convirtió en un prínci- poder dejar de reír. 
pe azul al instante. ¡Se casaron y vivieron
felices y comieron perdices!

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¡A por todas!
8 M ulán estaba en la cocina, ocupada
removiendo una olla de sopa para la
cena, bastante triste. Sentada a la mesa,
Su abuela también dio un gran suspiro y
continuó separando el arroz.
—¡Tienes toda la razón! Un grano de arroz,
ENERO

la abuela Fa separaba los granos de arroz. como este que tengo entre las manos, es muy
En la cocina reinaba el silencio, pues las dos pequeño y carece de valor. —Entonces alzó
estaban sumidas en sus pensamientos, des- la mano y dejó caer el grano dentro del cuen-
pués de las últimas noticias que les habían co que acababa de llenar—. Todos estos gra-
dado: Fa Zhou, el padre de Mulán, tendría nos pueden alimentar a un gran número de
que unirse al ejército chino para proteger personas. El emperador necesita un ejército
al imperio de la invasión de los hunos. Un formado por muchos, muchos hombres, para
hombre de cada familia tenía que estar a poder frenar el ataque de los invasores.
disposición del emperador. Como Mulán Mulán sacudió la cabeza con un gesto de
no tenía hermanos, su padre había sido el tristeza; estaba segura de que se echaría a
elegido. No obstante, aunque en el pasado llorar en cuanto intentara hablar. Era joven
Fa Zhou había sido un gran soldado, ya no y testaruda y le costaba aceptar el gran sacri-
era tan joven ni tan fuerte como para volver ficio que su padre estaba a punto de hacer.
a enfrentarse a los enemigos en el campo La abuela Fa estaba tan triste como Mulán,
de batalla. pero la anciana entendía que era inútil lu-
Mulán estaba desesperada: si su padre se char contra esa clase de sucesos. Se levantó
unía al ejército, seguramente no volvería a y se marchó de la cocina sin decir nada más.
verlo jamás. Mulán siguió removiendo la sopa, aun-
—¿Por qué tiene que irse mi padre a la que no fuese necesario. Cerca de la olla en-
guerra? —le preguntó a su abuela—. Si no contró un cuenco lleno de una especia de
va, sólo será un soldado menos, ¡el empera- color rojo. Cogió el pequeño bol y lo obser-
dor ni se enterará! En cambio, si se muere…, vó con gran atención.
¡será una gran pérdida para nuestra familia! —Un grano de arroz es pequeño y carece
—siguió Mulán, suspirando. de valor… —dijo la joven—. Y, sin embargo,
una pizquita de esta especia puede cambiar
el sabor de toda la sopa.
Del mismo modo, una única persona
puede cambiar las cosas…
Mulán echó el contenido del recipiente en
la olla.
—¡A por todas! —exclamó la joven, son-
riendo.

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1. Había una vez una
princesa llamada Yasmín
H abía una vez, en el lejano reino de
Ágrabah, una princesa que estaba har-
ta de estar encerrada en su palacio. Yasmín,
su voluntad. Por desgracia, la joven no cono-
cía las costumbres de las personas corrientes
y, al ver a un niño hambriento en el bazar, co-
9

ENERO
la hija del sultán, soñaba con vivir una vida gió una manzana de un puesto y se la ofreció,
de aventuras y de libertad. sin pensar que primero tenía que pagarla.
—¡Ni siquiera puedo dar un paseo sola por —No lo sabía, no tengo dinero —se discul-
la ciudad! —le dijo esa mañana a Rajá, su que- pó la princesa ante el vendedor, que no de-
rido tigre de compañía. Suspiró y añadió—: jaba de gritar: «¡A la ladrona! ¡Encerradla!».
Lo peor es que la ley me obliga a casarme an- ¡El tendero llamó a los guardias! Por pura
tes de mi próximo cumpleaños, que será en casualidad, Aladdín pasaba por allí. Se llevó
un par de días. Pero ¡no amo a ninguno de a la joven a su escondite para que estuviese a
los pretendientes que han venido a pedir mi salvo. Estuvieron hablando durante un rato
mano! Yo… ¡no me quiero casar con un hom- y descubrieron que los dos tenían los mis-
bre al que no quiera de verdad, ni con alguien mos sueños y se gustaban mucho… cuando,
que no sueñe con vivir aventuras y ser libre! de repente, ¡los soldados de la guardia des-
Al mismo tiempo, en el bazar de Ágrabah, cubrieron el refugio de Aladdín!
un muchacho pobre llamado Aladdín corría Entonces, Yasmín se quitó el disfraz y
hacia su refugio, por los techos de los edifi- confesó:
cios de la ciudad, escapando de los soldados —Soy yo, la princesa Yasmín, y este chico
del sultán. Había robado un mendrugo para es mi amigo, ¡así que dejadlo en paz!
alimentar a dos niños que estaban ham- —No podemos hacerlo, seguimos las ór-
brientos. Pero, por suerte, ¡los soldados no denes de Yafar, el visir real.
encontraron su escondrijo! Los soldados se llevaron al calabozo a
—¿Sabes, Abú? —le dijo Aladdín a su pe- Alad­dín, quien no acababa de creerse que
queño amigo el mono, señalando el palacio él, un humilde mendigo, acabara de enamo-
que se divisaba a lo lejos—, algún día sere- rarse de la princesa Yasmín…
mos ricos. Y ¡por fin podremos hacer todo
lo que queramos!
Pero por aquel entonces, Aladdín no sa-
bía que ser rico no siempre era lo mismo que
ser feliz. ¡Yasmín era la mejor prueba de ello!
Disfrazada de criada, la princesa había deci-
dido huir del palacio, pues prefería vivir bajo
la luz de las estrellas que casarse en contra de

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Una cocinera
de primera
10 A unque era muy pequeña, Tiana quería
hacer la cena. Su padre era un cocinero
de primera y la niña quería demostrarle lo
ron hasta su habitación. La pequeña señaló
una estrella en el cielo, que brillaba más que
las demás.
ENERO

que era capaz de hacer. —Al parecer, si le pides algo a la estrella


—¿Qué vas a prepararnos, cielo? —le pre- con todas tus fuerzas, te concede tus mayo-
guntó su madre. res deseos.
—¡Gumbo! —le contestó la pequeña. —Pues, venga, pide un deseo —le acon-
Ese estofado exótico era la especialidad sejó su padre—. Pero no lo olvides: la estre-
de su padre. ¡Hasta tenía una olla especial lla sólo te ayudará a convertir tus sueños en
para prepararlo! Y allí estaba la pequeña realidad. ¡Todo lo demás es cosa tuya!
Tiana, subida a un taburete, esforzándose Entonces, Tiana miró la foto que su pa-
por revolver, condimentar, dejar reducir y… dre le había enseñado. Era una imagen de
¡a probarlo! un bonito restaurante; ése era el sueño de
—Vamos a ver…. —le dijo su padre y se su padre: abrir un restaurante en la antigua
llevó la cuchara a la boca. azucarera. Y bueno, también era el sueño
No se tragó el estofado enseguida, sino de Tiana, y la pequeña estaba dispuesta a
que lo saboreó y dejó que se disolviese con- trabajar y a esforzarse mucho para conse-
tra el paladar… guirlo algún día… ¡con la ayuda de la es-
«¡Ay, no! —pensó Tiana, nerviosa—. Se- trella!
guro que está fatal.» —Eres una cocinera de primera, mi cielo
Pero entonces su padre se echó a reír y —le dijo su padre—. Por eso, nuestro res-
le dijo: taurante se va a llamar «Restaurante Tiana»
—¡Qué delicia! ¡Es el mejor gumbo que y ¡les ofreceremos tu gumbo casero a nues-
he probado en toda mi vida! tros clientes!
Le sirvió una cuchara a su madre para «Sí, conseguiré hacer nuestro sueño rea-
que lo probase y… ¡estuvo de acuerdo! lidad», prometió la pequeña Tiana al acos-
—¡Tienes un don, Tiana! Esto no hay que tarse esa noche.
explicarlo…, ¡hay que compartirlo! Y se durmió enseguida, tranquila, segura
Enseguida, la familia al completo invitó a de que era lo bastante valiente como para lo-
todo el vecindario a degustar el estofado de grar todo aquello que se propusiese.
la pequeña Tiana en el jardín de casa. Todos
charlaban alegres, se abrazaban y se reían.
¡Recordarían siempre esa noche improvisa-
da de diversión! Cuando llegó la hora de irse
a la cama, los padres de Tiana la acompaña-

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2. Había una vez una
princesa llamada Yasmín
A laddín y la princesa Yasmín acababan
de enamorarse cuando Yafar, el malva-
do visir real, capturó a Aladdín y quiso obli-
cio, pero antes de desaparecer vislumbró la
lámpara mágica que Aladdín guardaba en
su turbante…
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ENERO
garle a ir en busca de una lámpara mágica, —¡Ya lo entiendo! ¡El príncipe Alí Aba-
que se encontraba en la Cueva de las Mara- bua es en realidad Aladdín! —adivinó el
villas. Allí, Aladdín encontró una alfombra malvado visir.
voladora que lo condujo hasta la lámpara. Él Esa misma noche volvió al palacio y… ¡le
la frotó y, por casualidad, hizo salir al genio robó la lámpara a Aladdín! Frotó el dorado
azul que la habitaba y quien le ofreció tres objeto y el Genio salió para concederle tres
deseos. deseos.
—Mi tercer deseo será liberarte de esta —¡Quiero convertirme en el gran sultán!
lámpara —le prometió Aladdín, gentil—. —exclamó Yafar con una risa malvada.
Pero mi primer deseo será convertirme en Después, deseó ser el hechicero más po-
un príncipe para poder casarme con Yasmín. deroso de todo el reino, para poder enviar
¡Dicho y hecho! Poco después, Aladdín a Aladdín al exilio y convertir a la prince-
regresó al palacio del sultán bajo la identi- sa Yasmín y a su padre en esclavos. Pero ¡a
dad del príncipe «Alí Ababua». Aladdín todavía le quedaba un as bajo la
Yafar, que había hipnotizado al sultán manga! Se montó en su alfombra y engañó
para que le permitiese casarse con su hija a Yafar: le dijo que un genio siempre sería
Yasmín, estaba bastante enfadado después mucho más poderoso que un hechicero.
de que ella, enamorada de un misterioso Entonces, Yafar utilizó su tercer deseo para
príncipe que la había llevado a dar un pa- convertirse en un genio. Así, se vio encerra-
seo en alfombra mágica, ¡hubiese aceptado do dentro de la lámpara mágica, ocupando
casarse con el príncipe Alí Ababua! El visir el lugar del Genio, a quien Aladdín había
real planeó el secuestro del príncipe Alí y liberado ¡tal y como le había prometido!
ordenó que lo lanzasen al mar. Pero Alad- El sultán, impresionado por las hazañas de
dín utilizó su segundo deseo para no aho- Aladdín, estableció una nueva ley en el reino
garse y corrió hacia el palacio, para salvar a de Ágrabah: a partir de ese día, la princesa
la princesa Yasmín. podría casarse con quien quisiera, ya fuese
Cuando llegó, exclamó: un príncipe de sangre azul o un campesino.
—¡Yafar es un traidor! ¡Ha hipnotizado Como era de esperar, Yasmín eligió a Alad-
al sultán con su bastón con forma de cobra! dín como su futuro esposo y vivieron felices
Aladdín rompió el bastón del visir, quien por siempre con el sultán, el tigre Rajá y el
huyó y se escondió de los guardias del pala- mono Abú en el gran palacio real.

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El carnaval del
fondo del mar
12 C omo todos los años, en el reino del rey
Tritón se celebraba el carnaval marino
y todo el mundo acudía a bailar y a diver-
—¡Tranquila, no te preocupes! —la tran-
quilizó la sirenita—. Vamos a buscar refuer-
zos, ¡aguanta!
ENERO

tirse. Además, ¡había un desfile y un gran Flounder y la sirenita se cruzaron con


concurso de carrozas! A Ariel le encantaba la enorme carroza de las sirenas. La carro-
ese desfile. ¡Siempre se lo pasaba en grande! za se movía con tanta fuerza que a Ariel se
—¡Ariel, mira! —la llamaron sus herma- le ocurrió una idea: engancharla con unas
nas cuando pasó por delante de su carroza resistentes algas a la roca, para arrastrarla
hecha con una concha de nácar—. ¿Crees y liberar a la medusa. A las sirenas les pare-
que podremos ganar el primer premio del ció un plan genial y les echaron una mano
concurso? a Ariel y a Flounder. Antes de darse cuenta,
—¡Claro, todos podemos ganarlo! —res- ¡habían salvado a la medusa!
pondió Ariel con amabilidad. —¿Cómo puedo agradecértelo, Ariel?
Pero, en el fondo, la joven princesa pensa- —preguntó la medusa a la sirenita.
ba que la carroza de sus hermanas no era lo —¡Ven conmigo al concurso de carrozas!
bastante original como para ganar el premio. —contestó Ariel, con un dejo de misterio en
—Falta poco para que empiece el concur- la voz.
so y todavía no se me ha ocurrido nada que Unos minutos después, justo cuando el rey
me guste —murmuró la sirenita—. A lo me- Tritón y el cangrejo Sebastián se habían pre-
jor Flounder puede ayudarme. parado para conceder el premio a la carro-
Ariel nadó a toda velocidad hasta la casa za más bonita, aparecieron Ariel y Flounder
de su amigo y juntos pensaron en la carroza montados sobre una fantástica carroza-me-
perfecta. De repente, oyeron unos gritos de dusa. Estaban sentados sobre los tentáculos
socorro: de su nueva amiga, quien los llevaba flotando
—¡Hay alguien detrás de esa gran roca! por la corriente, con mucha elegancia.
—le dijo Ariel a Flounder. —¡Qué maravilla! —exclamó el rey Tri-
Los dos amigos nadaron hasta allí y des- tón—. ¡Ariel y Flounder, habéis ganado el
cubrieron una medusa gigante a la que se le concurso de carrozas del carnaval del fondo
había quedado atascado un tentáculo deba- del mar!
jo de la gran roca. La sirenita recibió el premio y los aplau-
—Por favor, ¡ayudadme! —gimió la po- sos del resto de concursantes. Después, ex-
bre—. Estaba durmiendo en la arena cuando clamó entre risas:
una ola hizo que la roca se cayese sobre mi —¡El año que viene me va a costar mucho
tentáculo. Pesa demasiado, ¡no puedo salir! superar la carroza de este año!

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1. Había una vez una joven
llamada Cenicienta
H abía una vez un rico viudo que adora-
ba a su única hija, Cenicienta. Tanto la
quería que, temiendo que notase la falta de
del reino, pues esperaba encontrar entre ellas
a su futura esposa. Drizella y Anastasia daban
saltos de alegría ante la idea de ser las elegidas.
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ENERO
una presencia femenina en su vida, un día Entonces, Cenicienta les dijo:
el hombre decidió volver a casarse. Se casó —En ese caso…, ¿yo también puedo ir?
con una mujer viuda, madre de dos niñas: Las hermanastras se rieron de la pobre
Drizella y Anastasia. Cenicienta, y su madrastra le contestó:
Las nuevas hermanastras eran malas, crue- —Por supuesto, Cenicienta. Pero antes
les y tontas, mientras que Cenicienta era ama- tienes que acabar todas tus tareas… y en-
ble, dulce e inteligente. El tiempo pasaba y las contrar un vestido adecuado para la ocasión.
hermanastras estaban cada día más celosas de Tras las palabras de su madre, Drizella
Cenicienta. Pero Cenicienta perdió a su padre, y Anastasia le pusieron el doble de tareas a
y su vida cambió por completo. La malvada Cenicienta para impedir que la bella joven
madrastra comenzó a humillarla, obligándola pudiese estar lista para ir al baile.
a dormir en el desván y a ser su criada. Ce- —¡Esto no es justo! —exclamaron los ra-
nicienta trabajaba a todas horas en su propia toncitos, indignados—. ¡Vamos a ayudar a
casa: ella sola limpiaba, lavaba la ropa, cocina- nuestra amiga!
ba, cosía y planchaba. Por las mañanas era la Así, mientras la joven limpiaba y pulía el
primera en levantarse y, por la noches, la últi- suelo, los ratoncitos le confeccionaron un
ma en acostarse. No obstante, a pesar de sus precioso vestido de seda rosa.
desgracias, la joven siempre estaba contenta: —¡Vaya, gracias! —exclamó Cenicienta
podía ver el lado bueno de todas las cosas. Le esa noche al ver la maravillosa sorpresa que
encantaban la primavera, las flores y el canto le habían preparado sus amigos—. Con este
de los pajaritos, quienes eran sus mejores ami- vestido, ¡ya puedo ir al baile!
gos, junto con los ratoncitos. Todas las ma- Pero se le olvidaba un detalle: la maldad
ñanas, en el desván, los pájaros y los ratones de sus crueles hermanastras…
estaban allí para darle los buenos días cuando
se despertaba. Cenicienta canturreaba con
ellos y les contaba algunos de sus sueños más
secretos…, pero no todos, ¡no fuese a ser que
jamás se cumpliesen! Pero, esa mañana, llegó
a la casa un mensajero del rey: les anunció que
el príncipe iba a celebrar un baile esa noche y
que invitaba a todas las muchachas casaderas

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Buñuelos sorpresa
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Q ué suerte! El dueño del restaurante
donde trabajaba Tiana como cama-
rera acababa de confiarle una misión muy
Al día siguiente, el viernes, Tiana se des-
pertó al alba y comenzó a trabajar. Durante la
mañana cocinó veinte buñuelos y se dio cuen-
ENERO

importante a la joven: cocinar cien buñue- ta de que no le iba a dar tiempo a cocinar sola
los para la próxima feria. los cien buñuelos para el día siguiente… No le
—Tus buñuelos de manzana son los me- quedaba otra opción: tenía que pedirle ayuda
jores de toda la ciudad, querida —dijo su a su amiga Charlotte. Sólo había un proble-
jefe—. ¿Crees que podrás cocinar tantos ma…: ¡a Charlotte se le daba fatal la pastelería!
para el sábado por la mañana? Pero Tiana le enseñó a cocinar la masa de los
La joven dudó un poco antes de aceptar el buñuelos, y su amiga le echó una mano en la
encargo. Se sentía halagada por la confianza cocina. Sin embargo, al poco rato, Charlotte se
que mostraba su jefe por ella pero, al mismo quedó sin mermelada de manzana. La joven
tiempo, ¡estaba aterrorizada por el tamaño no le dijo nada a Tiana, husmeó por la cocina
de semejante desafío! Era jueves por la tarde y se las apañó para terminar su parte de los
e iba a ser bastante difícil conseguir llegar a buñuelos. El sábado por la mañana, Tiana le
tiempo… entregó a su jefe los buñuelos para el evento.
Tiana le comentó, con timidez: Al principio, todo el mundo se relamía con
—Me encantaría vender mis buñuelos en los buñuelos de la joven pero, de repente, apa-
la feria. Sería muy buena publicidad… recieron varios buñuelos rellenos de lechuga,
—Además, es una oportunidad de oro si pimiento picante, paté y ¡hasta de anchoas!
deseas abrir tu propio restaurante —recalcó —Tiana, ¿qué significa todo esto? —la re-
su jefe. gañó su jefe.
Tiana se lo pensó un minuto. En la vida, —Eh… —balbuceó la joven, avergonzada.
para conseguir tus sueños, hay que tener el No podía chivarse de que había sido su
valor para aprovechar las oportunidades amiga. Entonces se le ocurrió una idea y le
cuando se presentan ante ti. «Y siempre contestó con una gran sonrisa:
aparecen cuando menos te lo esperas», solía —¡Son mis buñuelos sorpresa! La perso-
decirle su padre. Entonces Tiana suspiró y na que encuentre el más asqueroso de to-
exclamó, con mucho valor: dos, podrá comer el lunes veinte buñuelos
—¡De acuerdo! de manzana totalmente gratis.
No hace falta decir que, a partir de ese
momento, todos los asistentes estaban im-
pacientes por probar los asquerosos buñue-
los de Charlotte.

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2. Había una vez una joven
llamada Cenicienta
C enicienta irradiaba felicidad: los rato-
nes le habían confeccionado un vestido
para que pudiese ir al baile del príncipe. Pero
de que el hechizo se desvaneciese, perdiendo
uno de los preciosos zapatitos de cristal por
el camino. El príncipe lo recogió del suelo y
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ENERO
cuando la vieron tan guapa y arreglada, sus decidió que se casaría con la joven misterio-
hermanastras, Drizella y Anastasia, le des- sa a la que le cupiese el delicado zapato. Su
trozaron el vestido. Cenicienta, entre lágri- padre, el rey, ordenó al gran duque que reco-
mas, corrió a refugiarse al jardín de la casa. rriera todo el reino y encontrara a la joven en
Lloraba tanto que no se percató de la llegada cuestión. Al final, el gran duque se presentó
de su Hada Madrina… en la casa de lady Trémaine, la madrastra
—Vamos, Cenicienta, deja de llorar y de Cenicienta. La malvada mujer le abrió la
seca tus lágrimas. ¡Irás al baile! puerta y le indicó que le probase el zapato
¡Bibidi, bobidi, bu! Con un golpecito de a Drizella y a Anastasia. Asimismo, al sos-
su varita mágica, el Hada Madrina convir- pechar que su hijastra era la enamorada del
tió una calabaza en un hermoso carruaje y príncipe, corrió a encerrarla en el granero.
después transformó el vestido roto de Ceni- Pero Gus y Jaq, los leales ratoncitos, consi-
cienta en un lujoso vestido azul cielo, aña- guieron liberar a su amiga Cenicienta, quien
diendo unos delicados zapatitos de cristal. pudo por fin encontrarse con el gran duque.
—Pero, recuerda —la advirtió el Hada Muerta de rabia, lady Trémaine le puso la
Madrina—: ¡El hechizo se romperá a me- zancadilla al gran duque y a éste se le cayó el
dianoche! zapatito de cristal, que se rompió en mil pe-
—¡Muchas gracias, Hada Madrina! —ex- dacitos. Pero, entonces, Cenicienta sacó del
clamó la joven Cenicienta, y se montó en su bolsillo de su delantal el otro zapato de cris-
precioso carruaje—. ¡Cochero, rápido, al cas- tal, que había conserva-
tillo del príncipe! do después del baile.
Cuando Cenicienta entró en el salón don- El gran duque se
de se celebraba el baile, todo el mundo se fijó apresuró a pro-
en su gran belleza. Aunque tan arreglada barle el zapato
como iba, nadie la reconoció. Entonces el a Cenicienta: ¡le
príncipe la invitó a bailar con él bajo la luz quedaba perfecto!
de la luna y los jóvenes se enamoraron el uno Y, así, el príncipe se
del otro casi al instante. Estaban a punto de casó con Cenicien-
besarse cuando… ¡sonó la primera campa- ta, quien pasó de
nada de medianoche en el carrillón del cas- ser una sirvienta a la
tillo! Cenicienta se marchó corriendo antes princesa del reino.

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Por turnos
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Q ué hermosa mañana! El sol brillaba en
el cielo y Blancanieves estaba prepa-
rando un té de jazmín, unas tortitas y mer-
—¡Ése es mi calcetín! ¡Devuélveme mi
gorro! ¡Esto me queda grande!
Como era de esperar, los siete enanitos
ENERO

melada de pera para desayunar. Cuando tardaron una eternidad en vestirse. Cuando
terminó de cocinar, llamó a los siete enani- por fin salieron de la habitación, se abalan-
tos por la escalera: zaron como locos hacia la escalera. Todos
—¡Arriba todo el mundo! ¡El desayuno querían llegar a la cocina antes que el resto.
está en la mesa! Al final, ¡acabaron todos rodando escaleras
El estómago de Gruñón rugió de ham- abajo hasta el felpudo de la entrada! Nada
bre; y el de Tímido, y ¡el de Sabio también! cambió cuando llegaron a la mesa. Se pelea-
—Yo me ducho primero —dijeron los ban por ver quién se servía antes que el res-
tres al mismo tiempo, con prisas por bajar to: derramaron el té, manchando los platos,
a desayunar. las tortitas se cayeron al suelo y la ventana se
Los tres enanitos corrieron hacia el cubo manchó con mermelada de pera.
lleno de agua con jabón… ¡que se les esca- —Limpiad todo esto mientras preparo otra
pó de las manos y fue a parar a la cabeza de cosa para desayunar —suspiró Blancanieves.
Mudito! Al mismo tiempo, Bonachón y Mo- Por suerte, todavía quedaba pan del día
coso se estaban peleando delante del espejo. anterior y mermelada de ciruelas. Ella mis-
Los dos querían desenredarse la barba antes ma se encargó de repartir las tostadas y, al
que el otro, y el peine acabó perdido en una fin, todos pudieron desayunar con tranqui-
gran maraña de nudos. Un fuerte estornudo lidad. Pero, cuando llegó la hora de partir al
de Mocoso logró separar las barbas de los trabajo, los siete enanitos quisieron salir to-
dos enanitos… y estornudó con tanta fuerza dos al mismo tiempo de la casa… y ¡se que-
que Bonachón se chocó contra el montón de daron atascados en el marco de la puerta!
ropa limpia, que se enmarañó en un abrir y —¿Por qué no pasáis por turnos? —dijo
cerrar de ojos. abrumada Blancanieves.
—¡Qué buena idea, princesa! —contestó
Sabio—. Pero ¿quién va a pasar primero?
—¡Yo! ¡Yo! —gritaron todos a la vez.
Entonces, Blancanieves cogió su cesta y
salió la primera.
—¡Ya está bien de tanta pelea! —dijo, en-
tre risas—. A partir de hoy, yo seré siempre
la primera… y vosotros, ¡los segundos, to-
dos empatados!

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