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4 claves para leer el

nuevo documento del


Vaticano sobre
formación de
sacerdotes
Por Álvaro de Juana y David Ramos
Redacción ACI Prensa
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Mons. Jorge Carlos Patrón Wong junto a seminaristas venezolanos. Foto: Twitter
/ @arzobispojorge.

En el documento titulado “El Don de la vocación presbiteral. Ratio


Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis”, la Congregación para el
Clero de la Santa Sede determinó una serie de normativas sobre la
formación de sacerdotes católicos. El Secretario para los Seminarios
de esta Congregación, Mons. Jorge Carlos Patrón Wong, compartió
con ACI Prensa 4 claves para entender este importante documento.

El documento del Vaticano, publicado el 8 de diciembre de 2016,


reemplaza al publicado en 1985.

[Puede leer: El Don de la vocación presbiteral. Ratio


Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis]

Entre otros artículos claves, El Don de la vocación presbiteral “en


coherencia con el Magisterio” determinó que “la Iglesia, respetando
profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al
Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la
homosexualidad, presentan tendencias homosexuales
profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay”.

Estas personas, indicó la normativa del Vaticano, “se encuentran,


efectivamente, en una situación que obstaculiza gravemente una
correcta relación con hombres y mujeres. De ningún modo pueden
ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la
Ordenación de personas con tendencias homosexuales
profundamente arraigadas”.

[Puede leer: Sobre los criterios de discernimiento vocacional


en relación con las personas de tendencias homosexuales
antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas]

A continuación, las 4 claves de Mons. Jorge Carlos Patrón Wong


para comprender “El Don de la vocación presbiteral”:

1. Las diferencias con el texto de 1985 y acentos del nuevo


documento

Mons. Patrón Wong explica que “la Iglesia es una institución


antiquísima”, por lo que “en la formación de sus ministros existe la
continuidad y la novedad”.

“Los documentos que rigen la formación ponen algunos acentos,


intentando responder a la realidad actual y tratando de incorporar
algunas experiencias positivas de la formación y las conclusiones de
las ciencias humanas”, señala.

Para el Prelado, “una primera diferencia es que se subraya aún


más la formación integral. Se trata de formar a todo el hombre,
de modo que los seminaristas puedan conseguir una maduración
equilibrada en diversos aspectos de su vida y de su futuro
ministerio, partiendo siempre de la formación de la persona, es
decir, del corazón, de lo profundo, de la interioridad”.

Además, indica, esta normativa “pone un acento particular sobre


el discernimiento vocacional, recomendando que se haga
continuamente durante el proceso formativo, de modo que los
seminaristas lleguen a la ordenación sacerdotal más libres y más
capaces de hacer, a su vez, un verdadero discernimiento pastoral”.

“También se pone atención al acompañamiento, haciendo ver la


necesidad de que a lo largo del proceso formativo se cultiven
profundas relaciones de confianza y transparencia entre los
formadores y los seminaristas, para que efectivamente los puedan
ayudar”.

Adicionalmente, este documento “hace ver la importancia de


la comunidad educativa del Seminario. La formación se realiza
siempre en el ámbito de la comunidad cristiana y, en el caso del
Seminario, de una comunidad educativa constituida por todas las
personas que colaboran en ella: sacerdotes formadores, profesores,
empleados, personal administrativo”.

2. Proceso de formación para los candidatos al sacerdocio

Mons. Patrón Wong destaca que esta nueva normativa “insiste


mucho en el concepto clásico de la gradualidad. Esto significa que
los valores de la vocación sacerdotal se aprenden poco a poco, en
un proceso de maduración que lleva un tiempo largo”.

“Se trata de formar a un hombre, que debe tener bien cimentada su


identidad cristiana, para después facilitar la configuración con Cristo
Siervo, Pastor, Sacerdote y Cabeza. Todo un proceso complejo que
exige una cuidadosa formación”, precisa.

En este proceso de formación, indica, “se proponen cuatro etapas,


que ya se ponían en práctica en la mayor parte de los Seminarios:
la etapa propedéutica o introductoria, la etapa discipular o filosófica,
la etapa configurativa o teológica y la etapa de pastoral o de síntesis
vocacional”.

3. Inculturación

El Secretario para los Seminarios destaca que “a lo largo de su


historia, la Iglesia se ha hecho parte de muy diversas culturas:
nació hebrea, se hizo griega y latina; y luego, balcánica, polaca,
hispana, gálica; y más adelante africana, asiática, americana”.
Para la Iglesia, explica, “la inculturación es una regla de vida. Jamás
destruye las culturas, sino que intenta que en cada una de ellas se
haga presente la persona de Jesús y se encarne el mensaje del
Evangelio”.

“La Iglesia toma con mucha seriedad las distintas culturas y aún
más cuando son poco respetadas. Por eso valora las vocaciones
indígenas y procura ofrecerles una formación adecuada. Además,
porque las personas que hablan las lenguas indígenas son cristianos
y tienen derecho a pastores que evangelicen su cultura”, subraya.

4. Los Seminarios Menores

Para Mons. Patrón Wong, “el Seminario Menor es una hermosa


institución”, pues “ofrece a los adolescentes una formación juvenil
humana y cristiana”.

“Pablo VI decía que eran lugares de trabajo, de oración y de familia,


semejantes a la familia de Nazaret. Muchísimos adolescentes
necesitarían una experiencia similar para conseguir una maduración
integral”.

El Prelado precisa que “el Seminario Menor no es una casa de


formación presbiteral. Más bien prepara a los adolescentes para
que, llegado el momento, puedan tener la experiencia vocacional
suficiente para que, si Dios quiere, puedan elegir la vida sacerdotal.
Se trata de una formación previa, o remota”.

Esta formación, añade, “también se encuentra, en alguna medida,


en la pastoral juvenil, los colegios católicos, los grupos juveniles y
los movimientos eclesiales”, pues “la Iglesia está presente de
muchas maneras entre los adolescentes, para ayudarles en su
crecimiento humano, espiritual, intelectual y apostólico”.

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