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KATJUSCIA MATTU Colonialismo Interno
KATJUSCIA MATTU Colonialismo Interno
EN ITALIA
Katjuscia Mattu
Estudiante de doctorado en Ciencia Política,
Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)
katjuscia.mattu@uab.cat
Hay quien piensa que la ciencia debe ser neutral, como si quien investiga
pudiera ignorar su subjetividad. En mi opinión, todo saber es situado, es
decir, está condicionado por la perspectiva de quien lo produce; por tanto,
se trata más bien de intentar ser personas honestas, manifestando nuestra
perspectiva y dejando que quien nos lee o escucha pueda sacar sus con-
clusiones sobre el posible sesgo de nuestro trabajo. Por esta razón, quiero
explicitar la experiencia personal que me llevó a esta investigación.
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pectiva diferente que resalta la cara oculta de su hegemonía, es decir,
el colonialismo y la lógica que subyace a las relaciones entre pueblos
o territorios, lo que Quijano (2000) llama colonialidad del poder (véase
Jiménez en esta monografía). Este marco teórico encaja con mis inquie-
tudes porque desvela la existencia de relaciones políticas asimétricas
entre grupos o regiones y, al mismo tiempo, des-cubre la subjetividad
Si ampliamos el foco de las perspectivas «científicas» a través del concepto de geopolítica del
de observación y conocimiento, identificando sus carencias y cuestionando sus asuntos
analizamos grupos y básicos. De este encuentro entre intuiciones personales y literatura surge
la interpretación de las desigualdades regionales italianas que propongo
regiones en el marco
en este artículo.
del sistema al cual
pertenecen, podemos
des-cubrir las dinámicas Introducción
que permiten los
La crisis de los últimos años pone en evidencia las profundas desigualda-
privilegios de unos/ des entre habitantes de los países que se consideran «avanzados». Las
as y las desventajas de reacciones populares a la que, parafraseando al movimiento 15-M en
otros/as España, «no es una crisis, es una estafa», denuncian el monopolio de los
recursos económicos y políticos por parte de una pequeña élite y la conse-
cuente exclusión sistemática del «99%» de la población. En realidad, para
algunos sectores esta discriminación no es ninguna novedad, piénsese en
las clases sociales más bajas, las mujeres, los y las habitantes de las perife-
rias o las personas inmigrantes procedentes de países empobrecidos.
Desigualdades y colonialismo
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a desarrollar una economía capitalista antes de la unificación nacional
y evolucionó rápidamente hasta alcanzar los niveles de otros países de
Europa septentrional; mientas que el «avance» del Sur fue frenado por
problemas endógenos relacionados con la persistencia de una estructura
social y una mentalidad feudales (Zamagni, 1993). Sin embargo, a partir
de finales del siglo xix una parte de la clase política e intelectual meri-
dional defendía que el desarrollo industrial de las regiones del Norte fue
financiado con recursos fiscales extraídos principalmente del Sur (Tanzi
et al., 2012) y que el Estado centralizado había promovido los intereses
de las clases dirigentes del Norte en detrimento de las regiones meridio-
nales y de las islas (Gramsci, 1977; Capecelatro y Carlo, 1972; Zitara,
1974). Estas perspectivas se insertan en el marco de los estudios sobre
subdesarrollo y dependencia mencionados anteriormente y se aproximan
en particular a la teoría del colonialismo interno.
Si bien son pequeñas élites las que sacan mayor provecho del colonialismo
interno, sus beneficios se extienden en cierta medida a los sectores de la
población que de alguna manera se identifican con ellas. El discurso sobre
«nosotros/as» y «ellos/as» elaborado y difundido por las élites dominan-
tes, que clasifica la población según posea o no sus propias características,
produce el dualismo entre grupos y al mismo tiempo deja cierto margen
de movilidad, ya que los sujetos colonizados que optan por la asimila-
ción o el camuflaje modificando su forma de hablar, vestir y comportarse
públicamente pueden pasar a identificarse con el sector dominante. De
esta manera, la contraposición entre las élites y las masas subordinadas
se confunde con la dicotomía entre grupos definidos según la cultura,
raza, lengua etc., y se plantea como contraste de civilizaciones (Rivera
Cusicanqui, 2010). Asimismo se postula una jerarquía entre el que se va
definiendo como grupo dominante, centro o metrópolis, y las colonias
internas. En su interpretación de modernidad, progreso y cultura nacional,
El dualismo se alimenta además de una división cultural o geográfica del La resistencia y rebelión
trabajo donde los terratenientes, propietarios y gerentes de las grandes al orden colonial no
empresas y bancos, quienes manejan grandes capitales y condicionan se apaga del todo,
la producción, los precios, los intereses y la oferta de puestos de traba-
pues los grupos
jo, tienden a ser miembros de la metrópolis, mientras los colonizados y
las colonizadas ocupan las escalas más bajas de la cadena productiva y subalternos mantienen
proporcionan mano de obra barata (Hechter, 1999). Esto permite que se prácticas sociales
reduzcan los costos de producción y los precios de los bienes producidos consuetudinarias,
en las periferias, incrementando el poder adquisitivo y/o la capacidad
elaboran estrategias
de ahorro sobre todo de quienes tienen ingresos más altos, general-
mente residentes en las metrópolis. Además, las colonias generalmente de supervivencia,
exportan materias primas o productos semiacabados e importan bienes protestan abiertamente
acabados a precios más altos; de esta forma, el excedente se transfiere y/o se organizan
al centro y se produce una descapitalización sistemática de la periferia,
políticamente
incrementando su dependencia y alimentando el círculo vicioso de la
pobreza (González Casanova, 2006).
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las personas que desobedecen con normas penales elaboradas ad hoc o
interpretadas de forma especialmente severas. A la violencia cotidiana y
relativamente sutil de la explotación económica, la dominación política,
la imposición cultural y el menosprecio social, se añade la violencia física
de la masacre, la detención, la tortura y el asesinato.
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borbónica, tachándola de feudal y autoritaria (Petrusewicz, 1998). Todo
esto contribuyó a plasmar una imagen del Sur de Italia como una socie-
dad «atrasada», esclava, ineficiente, corrupta y amoral, que necesitaba
la intervención civilizadora de un gobierno «moderno». Así, en el Sur, la
desestructuración de las prácticas y relaciones consuetudinarias debida a
la implantación de un sistema organizativo ajeno se sumaba a toda una
En el Sur, la serie de prejuicios sufridos y poco a poco incorporados por las masas, lo
desestructuración cual debilitaba gravemente el tejido social y favorecía la subordinación.
de las prácticas A través de estas dinámicas el proceso de construcción estatal inaugura el
ciclo largo del colonialismo interno, que continuará influenciando las prác-
y relaciones
ticas políticas, económicas, sociales y culturales del país hasta el día de hoy.
consuetudinarias
debida a la En las primeras décadas de historia unitaria, el carácter colonial de las
implantación de un relaciones Norte-Sur se expresaba claramente en la política fiscal y eco-
nómica. La fusión con otros estados permitió al Gobierno piamontés
sistema organizativo
diluir las deudas contraídas para financiar la modernización del Reino
ajeno se sumaba a toda de Cerdeña –reformas políticas y administrativas, carreteras, etc.– y
una serie de prejuicios las guerras de independencia contra Austria (Tanzi et al., 2012). Ello
sufridos y poco a poco representó una ventaja inmediata para las élites septentrionales en detri-
mento sobre todo de la población meridional, que contribuía a financiar
incorporados por las
unos servicios de los cuales ni siquiera disfrutaba. La imposición fiscal
masas servía además para subvencionar el despegue económico «del país»,
construyendo infraestructuras y fomentando la industrialización en las
provincias septentrionales. El hecho de que las inversiones públicas se
concentrasen en el Norte se justificaba afirmando que este, supuesta-
mente más avanzado que las otras regiones, funcionaría como un motor
que una vez puesto en marcha adecuadamente empujaría al resto del
país hacia la modernidad.
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los obstáculos socioeconómicos a la expresión efectiva de la igualdad
(artículo 3). En coherencia con este principio, el Gobierno central, en
algunos casos con la colaboración de las administraciones regionales,
elaboró planes extraordinarios para el desarrollo económico del Sur,
cuya implementación determinó la estructura económica de este territo-
rio como la conocemos hoy en día.
La política de desarrollo
del Sur no solamente En línea con la perspectiva rostowiana del Plan Marshall, con el cual la
renueva la explotación Casa Blanca financió la recuperación económica de Europa, el Gobierno
democristiano de la segunda posguerra fomentó la industrialización en
económica, sino que
polos de desarrollo, que supuestamente generarían riqueza en sus alre-
también reproduce la dedores por efecto de difusión. Pese a las demandas del campesinado y
dominación política el sector del pastoreo de mecanizar la agricultura y la ganadería y cons-
truir talleres de envasado y transformación de los productos de la tierra,
se optó en cambio por financiar la industria pesada: química, petrolera,
metalúrgica, siderúrgica y energética. Este tipo de actividades, que impli-
ca un fuerte impacto ambiental y social, requiere además de la inversión
de grandes capitales que, siendo carentes en el Sur, se importan desde
el Norte y el extranjero ofreciendo subvenciones públicas y privilegios
fiscales, es decir, una golosa oportunidad de negocio para capitalistas
forasteros (Sechi, 2002; Bevilacqua, 2005). Asimismo, la mayoría de
las materias primas no se extraen en el lugar, sino que se importan, se
someten a la fase inicial de procesamiento y se exportan en forma de
productos semiacabados, que se terminan de procesar en otros lugares
(a menudo en las fábricas del Norte), para luego volverlos a importar
como artículos acabados más caros. El desarrollo que se fomenta en
el Sur es complementario y dependiente, ajeno a la economía y a la
organización sociocultural tradicional; por tanto, es un desarrollo poco
sostenible en el tiempo y extremadamente vulnerable. También se gene-
ra una división del trabajo en el sentido de que los roles ejecutivos, de
gestión y técnicos son monopolizados por personas procedentes de las
regiones septentrionales, donde hay una más larga tradición industrial
y un mayor número de institutos de educación y formación, mientras la
población local proporciona mano de obra barata. Esta división se repro-
duce en las regiones septentrionales, destino de los y las emigrantes
meridionales, que aquí además sufren directamente todos los prejuicios
a los que se ha hecho referencia anteriormente (Sparschuh, 2014).
Conclusiones
En estas páginas se ha intentado ilustrar cómo a partir de la construcción
nacional se establecieron en Italia relaciones coloniales entre el Norte y
el Sur, siendo las desigualdades socioeconómicas su manifestación más
evidente. El Mezzogiorno fue conquistado militarmente y sometido a un
gobierno foráneo, que implantó un sistema político-legal y normas socia-
les y culturales extrañas a la sociedad local, y que cooptó y subordinó a
las élites mediante prácticas clientelares y prebendas. Para asegurar su
hegemonía, este reprimía violentamente la desobediencia y las protes-
tas populares, e imponía una jerarquía de formas de vida basada en el
menosprecio de la sociedad meridional con respecto a la cual se auto-
otorgaba una missione civilizatrice. Los desarrollos históricos sucesivos
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están profundamente marcados por la misma lógica colonial: el Estado
central, mayoritariamente dominado por las élites septentrionales, ha
seguido funcionando como instrumento de dominación y explotación
del Mezzogiorno, promoviendo medidas que favorecen el crecimiento
económico del Norte y perjudican el del Sur, y políticas civilizatorias
basadas en la homologación, que rebajan las culturas-otras respecto al
El Estado central, modelo nacional. En estas condiciones no debería sorprender que se
mayoritariamente generasen y/o enfatizasen desigualdades socioeconómicas entre los dos
dominado por las élites territorios, incluso a pesar de robustas intervenciones públicas dirigidas a
balancear la situación.
septentrionales, ha
seguido funcionando El «fracaso» de las políticas de desarrollo generalmente se atribuye a
como instrumento una serie de obstáculos supuestamente endógenos de las sociedades
de dominación y meridionales: la carencia de infraestructura y de un tejido social capaz
de absorber y reproducir los estímulos a la economía representados por
explotación del
la inversión pública y privada de los capitalistas septentrionales y extran-
Mezzogiorno jeros; una mentalidad «retrógrada» que prioriza otros valores frente a
la eficiencia productiva; la corrupción y el clientelismo generalizados y,
en algunos casos, las organizaciones mafiosas que absorben y dispersan
los recursos. Pero como los estudios sobre las divergencias regionales en
Italia no suelen tomar en consideración la relación entre los territorios
desiguales, a menudo se pierden de vista factores que pueden contribuir
notablemente a la comprensión del fenómeno, que en cambio podemos
identificar aplicando la perspectiva del colonialismo interno. La supre-
macía política de las élites septentrionales garantiza que se otorgue
sistemáticamente prioridad a sus intereses, incluso cuando en principio
se trata de beneficiar a los sectores desfavorecidos como las regiones
meridionales. En este sentido, las intervenciones extraordinarias para
el Sur no se diferencian particularmente de la tendencia general de la
política económica italiana: ignorando las características y las demandas
de la población meridional, se imponen unas medidas que favorecen la
penetración del capital septentrional y extranjero invertido en condiciones
privilegiadas en actividades complementarias a la economía del Norte del
país y del mundo, que difícilmente se articulan con el tejido productivo
existente en el territorio. Las políticas de desarrollo favorecen por tanto la
dependencia del Sur de la inversión y la demanda externa, dificultando la
formación de una estructura socioeconómica endógena duradera, como
en las colonias internacionales. Las explicaciones sobre el «atraso» del
Mezzogiorno mencionadas anteriormente, que se basan y al mismo tiem-
po reproducen la contraposición entre grupos civilizados y bárbaros típica
del discurso de las élites del siglo xix, sirven como argumento para sus-
traer la competencia de gestión a las autoridades locales, supuestamente
menos expertas y más susceptibles a la corrupción que las centrales, mien-
tras la participación popular ni se toma en consideración. De esta manera
se sigue imponiendo un modelo de desarrollo que se proclama universal
pero en realidad responde a los intereses específicos del grupo dominante
y por tanto beneficia a este más que a los sectores supuestamente des-
tinatarios de los planes de desarrollo. La lógica colonial sigue plasmando
la política nacional, la interpretación de las desigualdades regionales y las
intervenciones específicas teóricamente dirigidas a aliviarlas. Si se continúa
definiendo el desarrollo en base a las características del Norte y preten-
diendo que el Sur las incorpore, ignorando además que estas se deben en
gran medida a la subordinación y explotación de las regiones meridiona-
les, será muy difícil reducir las divergencias entre los dos territorios.
Chubb, Judith. «The Social Bases of an Urban Political Machine: The Case
of Palermo». Political Science Quarterly, vol. 96, n.º 1 (1981), p. 107-25.
Mignolo, Walter D. The Darker Side of the Renaissance. Ann Arbor: The
University of Michigan Press, 1995.
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Rivera Cusicanqui, Silvia. Violencias (re)encubiertas en Bolivia. La Paz:
Editorial Piedra Rota, 2010.
Sechi, Simone. «La Sardegna negli “anni della Rinascita”», en: Brigaglia,
Manlio; Mastino, Attilio y Ortu, Gian Giacomo. Storia della Sardegna. 5:
il Novecento. Roma-Bari: Laterza, 2002, p. 66-82.
Zitara, Nicola. L’unità d’Italia. Nascita di una colonia. Milán: Jaca Books,
1974.