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Las palabras.

No todas las palabras son iguales. En algunos ejemplos vistos en clase, comprobamos que algunas
de ellas no podían nunca aparecer solas, no podían constituir un enunciado. Tal era el caso de la
preposición “de”. En general, nos dimos cuenta de que las palabras átonas no son independientes,
sino que necesitan de la compañía de otras palabras.
Esto nos lleva a considerar el hecho de que ha de haber distintas clases de palabras. Si esto es
verdad, entonces tendrá que haber algún rasgo que las diferencie. En estos capítulos vamos a
ocuparnos de buscar esos rasgos que nos permitan discernir los distintos tipos de palabras. La
clasificación tradicional de las palabras ofrece nueve clases. Son las siguientes:
• Sustantivo.
• Adjetivo.
• Pronombre.
• Determinante.
• Verbo.
• Adverbio.
• Preposición.
• Conjunción.
• Interjección.
Describiremos cada tipo según los puntos de vista de las partes de la gramática.

El sustantivo.
Desde el punto de vista fonético, el sustantivo es siempre una palabra tónica, es decir, alguna de sus
sílabas tendrá un acento de intensidad. Esto permite que aparezcan solas y aislada en un enunciado.
Desde el punto de vista morfológico, el sustantivo acepta morfemas flexivos (de género y número),
como vemos en “niñ-o-s” / “niñ-a-s” y derivativos (prefijos y sufijos), como en “des-ilusión” y
“desilusion-ante”.
Desde el punto de vista sintáctico, el sustantivo puede ser núcleo de un sintagma nominal, que
puede ejercer la función de sujeto, principalmente, y otras, como aposición, complemento directo,
atributo, predicativo y complemento circunstancial.
Desde el punto de vista semántico, el sustantivo clasifica entidades. Para ayudarnos a comprender
esta caracterización semántica tan abstracta, podríamos decir que una palabra es un sustantivo si su
definición léxica responde a la pregunta “¿qué es un/una…?”
Es decir, “cometa” es un sustantivo porque puedo realizar la pregunta “¿qué es una cometa?”, cosa
que resulta imposible hacer con la palabra “aquí” (“¿Qué es un aquí?”), que es un adverbio y no un
sustantivo.

El adjetivo.
Desde el punto de vista fonético, el adjetivo es siempre una palabra tónica.
Desde el punto de vista morfológico, el adjetivo acepta morfemas flexivos (de género y número) y
derivativos (prefijos y sufijos) y permite morfemas de gradación (“Mi hermano es alt-ísimo”),
aunque esta a veces se realiza por medio de la modificación de otras palabras (“Mi hermano es muy
alto”.
Desde el punto de vista sintáctico, el adjetivo siempre se relaciona o se refiere a un sustantivo,
incluso aunque ambos puedan estar en sintagmas diferentes. En “La mancha negra se extendió
rápidamente”, el adjetivo “negra” se refiere a “mancha” y está en el mismo sintagma que este
sustantivo, justo a continuación de él. En cambio, en “La mancha era negra”, el mismo adjetivo se
halla ahora en el sintagma verbal, pero se refiere, igualmente, a “mancha”.
Puede, además, ser núcleo de un sintagma adjetival, que puede ejercer la función de complemento
del nombre, principalmente, y otras, como atributo y predicativo. Una característica que merece la
pena destacar, porque nos ayudará cuando tengamos que hacer análisis sintácticos, es que un
sintagma adjetival nunca será complemento circunstancial. Además, tiene la capacidad de ser
independiente, es decir, de aparecer aislado.
Desde el punto de vista semántico, el adjetivo expresa una característica del sustantivo al que
acompaña, es decir, una cualidad que lo diferencia de otros sustantivos de la misma clase. Para
ayudarnos a comprender esta caracterización semántica tan abstracta, podríamos decir que una
palabra es un adjetivo si su definición léxica responde a alguna de estas dos pregunta: “¿cómo es el/
la…?” o “¿de qué tipo es el/la…?”
Pongamos un par de ejemplos: “La mancha negra se extendió rápidamente”. “¿Cómo es la
mancha?: negra”. “Una división territorial de los países es necesario para administrarlos bien”.
“¿De qué tipo es la división?: territorial”.

El determinante.
Bajo la denominación de determinante se agrupa una serie de palabras bastante numerosa que
comparte unas características y que se diferencia por otras. Atendiendo a las diferencias, es posible
formar subclases de palabras, dentro de la categoría general de determinante.
A nosotros, ahora, lo que nos interesan no son tanto las diferencias como las similitudes
compartidas.
Desde el punto de vista fonético, hay determinantes tónicos y determinantes átonos. Los artículos y
algunos posesivos, por ejemplo, son átonos, pero los demostrativos son tónicos.
Desde el punto de vista morfológico, el determinante acepta morfemas flexivos (de género y
número), como se aprecia en “ese, esa, esos, esas”, pero no derivativos. Tampoco permite morfemas
de gradación.
Desde el punto de vista sintáctico, el determinante siempre se relaciona o se refiere a un sustantivo,
pero, a diferencia de los adjetivos, tienen que estar siempre en el mismo sintagmas que el sustantivo
al que acompañan. No puede ser núcleo de un sintagma y la función que ejercen es la de
determinante del nombre. No puede ser independiente, es decir, no puede aparecer aislado.
Desde el punto de vista semántico, el determinante determina, individualiza, o concreta al
sustantivo al que acompaña de entre los de su clase, lo sitúa en relación a los interlocutores o lo
especifica cuantitativamente.
Cuando decimos la palabra “horno” a secas, solo enunciamos la clase de objeto que tiene las
características de tales objetos. En cambio, emitir una oración donde la misma palabra está
precedida por el artículo (“El horno está encendido”) indica, automáticamente, que el emisor se está
refiriendo a un horno determinado.

El pronombre.
Lo mismo que ocurría con los determinantes se puede decir de los pronombres: hay muchas
subclases de ellos. De hecho, se puede establecer un paralelismo entre las series de determinantes y
las de pronombre, puesto que son en ambos casos las mismas básicamente, con la excepción de que
en los pronombres no hay una serie de artículos y, en su lugar, aparecen los pronombres personales.
Desde el punto de vista fonético, el pronombre puede ser tónico o átono.
Desde el punto de vista morfológico, el pronombre acepta morfemas flexivos (aunque no todos),
pero no derivativos ni de gradación.
Desde el punto de vista sintáctico, el pronombre siempre se relaciona o se refiere a algún sustantivo,
aunque este puede estar ausente absolutamente o puede estar en sintagmas o enunciados diferentes.
Se comporta como un sustituto del sustantivo al que se refiere, razón por la que está capacitado para
ser núcleo de un sintagma nominal y para ejercer las funciones propias de este. Tiene la capacidad
de ser independiente, es decir, de aparecer aislado.
Desde el punto de vista semántico, el pronombre tiene una doble faceta significativa: una parte del
significado del pronombre depende del contexto y coincide con el del sustantivo al que se refiere; la
otra parte del significado es el que expresa cada subclase de pronombres: cantidad, persona
gramatical, relación entre el sustantivo y la persona gramatical o situación del sustantivo con
respecto al emisor.

El verbo.
El verbo es la clase de palabra más compleja de todas las que tiene la lengua. Su morfología es la
más amplia; en la sintaxis, domina a las demás unidades, que están jerárquicamente bajo su
influencia; y semánticamente presenta muchos matices, como veremos a continuación.
Desde el punto de vista fonético, el verbo es siempre tónico.
Desde el punto de vista morfológico, el pronombre acepta morfemas flexivos (persona, número,
tiempo, modo y aspecto), y derivativos (prefijos y sufijos).
El morfema de persona y el de número ponen el verbo en relación con el sintagma que hace de
sujeto. Podemos identificar este por la concordancia con el verbo. Si la persona es la primera, el
sujeto del verbo es el emisor del enunciado; si se trata de la segunda persona, el sujeto es el
receptor; si, finalmente, es la tercera persona, el sujeto es una entidad diferente al emisor y al
receptor.
El hecho de que el verbo español sea capaz de indicar persona y número, permiten que el sujeto se
pueda omitir en muchas ocasiones. Veámoslo: “Viajo por placer”: el verbo indica primera persona
del singular, de modo que no es necesario especificar el sujeto, que el “yo”. Lo mismo ocurre en
“¿Venís de la playa?” se omite el sujeto “vosotros” porque el morfema verbal de número y de
persona hace ya referencia a ese pronombre personal. En realidad, solo será necesario en aquellos
casos en los que no quede claro.
El morfema de tiempo, modo y aspecto expresa tres cosas distintas. En cuanto al tiempo, sitúa la
noción léxica del verbo en un momento del tiempo desde la perspectiva del momento de la emisión
(pasado, presente o futuro). El verbo de la oración “Tu hermano estuvo aquí ayer” indica pasado
con respecto al momento de emitir el enunciado. En cambio, “Tu hermano está aquí ahora” implica
la coincidencia de lo que expresa el verbo del enunciado con el momento de la emisión del
enunciado. Finalmente, “Tu hermano vendrá a verme mañana” sitúa lo que expresa la noción
verbal en un futuro con respecto al momento en que se está emitiendo el enunciado.
El aspecto guarda una relación estrecha con el tiempo. El aspecto se refiere a si lo que expresa el
verbo se da por acabado o no acabado. Da igual que la perspectiva temporal tenga que ver con el
pasado, con el presente o con el futuro. Un ejemplo lo aclarará todo. En la oración “Tu hermano
estuvo aquí ayer antes de que vinieras”, el morfema de aspecto indica que, para el momento en que
viniste, tu hermano ya no estaba, sino que se había marchado. La noción del verbo, “estar”, se da
por concluida, por acabada. Decimos, entonces, que el aspecto es perfectivo o perfecto.
Por el contrario, en una oración como “Tu hermano estaba aquí cuando llegaste” implica que tu
hermano no se había marchado aún, sino que permanecía a tu llegada y que, por lo tanto, la noción
del verbo continuaba sucediendo, no estaba acabada, aunque nos estemos refiriendo al pasado. Se
dice, en este caso, que el aspecto es imperfectivo o imperfecto. Son todos perfectivos los tiempos
compuestos y el pretérito perfecto simple; son imperfectivos todos los tiempos simples, salvo el
pretérito perfecto simple.
En lo que concierne al modo, en español, existen tres modos verbales o maneras de expresar la
noción verbal: indicativo, subjuntivo e imperativo. En el imperativo, la manera en la que se expresa
aquello que significa el verbo es de apelación al receptor del enunciado: se transmite una orden, una
instrucción o una recomendación. Por ello, solo tiene sentido en el tiempo presente y únicamente en
las segundas personas, del singular y del plural: “Vuelve pronto después de la fiesta”. “Comed más
fruta y menos frituras”.
El indicativo constituye la manera que tiene el emisor de expresar que la noción del verbo sucedió,
sucede o sucederá sin duda alguna: “Ayer comí menestra, como todos los sábados”; “Como paella,
como todos los sábados”; “Comeré paella, como todos los sábados”.
El subjuntivo, en contraste con el indicativo, expresa la noción del verbo sin la seguridad de que
esta sucediera, suceda o pueda suceder en el futuro: “Ayer, probablemente, comiera paella” (no
estoy seguro, quizá no me acuerde bien) ; “Probablemente, coma paella” (no estoy seguro de que lo
esté comiendo sea paella, a lo mejor es arroz a banda, que se parece mucho); “El sábado me
comería una paella” (es mi deseo, pero no sé si habrá paella, no es seguro).
Desde el punto de vista sintáctico, el verbo es la parte central del enunciado oracional, de modo que
todos los sintagmas que componen un enunciado oracional cumplen una función con respecto al
verbo, que se constituye así en la parte central y fundamental del enunciado. Es núcleo de un
sintagma verbal. Tiene la capacidad de ser independiente, es decir, de aparecer aislado.
Un verbo puede ser, por sí mismo un enunciado completo, como sucede en “Ven”.
Desde el punto de vista semántico, el verbo expresa realización de hecho o potencial de algo (es
decir, que algo sucede o tiene lugar o que tiene la posibilidad de suceder o tener lugar) en el tiempo,
desde una perspectiva del momento en que se emite el enunciado.

El adverbio.
Desde el punto de vista fonético, el adverbio es siempre tónico.
Desde el punto de vista morfológico, el adverbio no acepta morfemas de ningún tipo y está definido
por su invariabilidad. A pesar de ello hay algunas excepciones: aceptan morfemas flexivos
adverbios como “cerca” (“cerquita”), “pronto” (“prontito”) o “despacio” (“despacito”), y aceptan
gradación los anteriores (“cerquísima”, “prontísimo”, “despacísimo”) y adverbios como “lejos”
(“lejísimos”) o tarde (“tardísimo”). También los adverbios acabados en “-mente”, aunque estos
hacen la gradación a partir de los adjetivos de los que proceden, como podemos ver en
“malísimamente”.
Desde el punto de vista sintáctico, el adverbio es el núcleo de un sintagma adverbial y tiene la
capacidad de ser independiente, es decir, de aparecer aislado. Tomemos como ejemplo la oración
siguiente: “Mi casa está muy lejos de aquí”. El adverbio “lejos” actúa como núcleo del sintagma.
Este hecho lo comprobamos al eliminar dicha palabra: decir “Mi casa está muy de aquí” resulta sin
sentido. “Muy” y “de aquí” dependen de “lejos” y solo cobran sentido con su presencia. Tampoco
podemos emitir “Mi casa está muy” ni “Mi casa está de aquí”.
En todos estos casos, nos damos cuenta de que falta algo fundamental. No ocurre así, sin embargo,
en “Mi casa está lejos”. Todo esto nos lleva a concluir que “muy” y “de aquí” tienen una relación de
dependencia con respecto a lejos, pero no al contrario. Luego “muy lejos de aquí” debe formar un
único sintagma cuya parte principal y necesaria (lo que llamamos núcleo) es “lejos”.
Puede cumplir con las funciones de complemento circunstancial del verbo, de complemento y
cuantificador del adjetivo o de complemento y cuantificador de otro adverbio.

Desde el punto de vista semántico, el adverbio, de forma general, matiza las circunstancias y el
contexto que expresa el enunciado.
Por ejemplo, en “Quizá nos hemos equivocado”, el adverbio “quizá” indica una circunstancia de
duda en el hecho de haber cometido una equivocación. En “Después de la fiesta, regresaron a casa
pronto”, los adverbios “después” y “pronto” enmarcan las circunstancias temporales del regreso a
casa.

La preposición.
Desde el punto de vista fonético, la preposición es siempre átona.
Desde el punto de vista morfológico, la preposición no acepta morfemas de ningún tipo.
Desde el punto de vista sintáctico, la preposición es el enlace de un sintagma preposicional con otro
sintagma, y como tal se convierte en un elemento que conecta o relaciona entre sí otras unidades de
la lengua y subordinan el término del sintagma preposicional al que preceden al núcleo del sintagma
con respecto al cual realiza una función sintagmática (de complemento). No tiene la capacidad de
ser independiente.
Desde el punto de vista semántico, la preposición expresa relación entre distintos elementos y su
significado léxico se concreta, generalmente, por el contexto.
Pongamos algunos ejemplos que expliquen lo anteriormente expuesto:
En “La casa de mi padre”, la preposición “de” pone en relación los sintagmas “la casa” y “mi
padre”. Del contexto, se deduce que “de” expresa una relación de pertenencia, es decir, deducimos
que la casa pertenece a mi padre.
Sin embargo, en otro enunciado, “La casa de madera”, no podemos pensar que la propietaria de la
casa sea la madera. La preposición expresa una relación de construcción/material, es decir, que la
casa está hecha con madera.
En “Vengo de casa”, la preposición expresa procedencia.
Pero, veamos otra preposición diferente: comparemos tres enunciados diferentes, como “Pasa por
aquí”, “El prólogo fue escrito por un premio nobel” y “Cerrado por vacaciones”. En el primer caso,
“por” expresa lugar, mientras que en el segundo significa el agente de algo y, finalmente, en el
tercero, indica “causa”.

La conjunción.
Desde el punto de vista fonético, la conjunción es siempre átona.
Desde el punto de vista morfológico, la conjunción no acepta morfemas de ningún tipo.
Desde el punto de vista sintáctico, la conjunción es el enlace entre enunciados oracionales y,
ocasionalmente alguna de ellas (las coordinantes “y” y “o”), enlace entre sintagmas o entre palabras
de un sintagma coordinados. Su función gramatical es de nexo entre las unidades que relacionan.
No tiene la capacidad de ser independiente.
Desde el punto de vista semántico, la conjunción expresa relación entre distintos elementos que
realizan una función de la misma jerarquía gramatical (coordinación) o de diferente categoría
gramatical (subordinación). Su significado es fundamentalmente gramatical. Si lo tienen léxico,
este se concreta, generalmente, por el contexto.

La interjección.
Desde el punto de vista fonético, la interjección es siempre tónica y exclamativa.
Desde el punto de vista morfológico, la interjección no acepta morfemas de ningún tipo.
Desde el punto de vista sintáctico, la interjección no forma sintagma de ningún tipo ni se incluye en
ninguno de los tipos que existen. Actúa como un inciso, como algo aparte, dentro del enunciado en
el que está y no posee ninguna función sintáctica. Tiene la capacidad de ser independiente, es decir,
de aparecer aislado.
Desde el punto de vista semántico, la interjección expresa, de forma exclamativa y de manera
general, la emoción del emisor y una llamada de atención del este hacia el receptor o los receptores.
Ejemplos de interjecciones que muestran todo lo que llevamos dicho de ellas son las siguientes:
• ¡Ah!: Sorpresa.
• ¡Ay!: Dolor.
• ¡Eh!: Llamada.
• ¡Uf!: Alivio.
• ¡Bravo!: Felicitación.
• ¡Hurra!: Alegría y satisfacción.

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