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Un analisis de dos cuartillas individual.

Un ser socialmente responsable¿ se aprende en


el aula?

La capacidad de ser una persona socialmente responsable tiene origen primeramente en


la formación que da la familia, sin embargo, las escuelas tienen la capacidad de enfocar
su enseñanza a través de actividades formativas que primeramente hagan al alumno
interiorizar el valor de él mismo y el respeto para con ello generar que de manera
autónoma haga lo propio por la sociedad y el medio ambiente.

La responsabilidad social es una abstracción, un valor y, por tanto, una persona no es


socialmente responsable si sólo conoce intelectualmente el concepto; la responsabilidad
social se ejerce y concreta a través de una conducta moral (Navarro, 2002).

De ahí que hablamos que el trabajo que realizamos las Universidades no debe ser
limitado a un trabajo similar al que realizan las empresas, quienes como institución en
su conjunto realizan acciones en pro de la sociedad. Las Universidades debemos tener el
compromiso de ir más allá, ya que como menciona Martiñá (2003), las actitudes y
comportamientos que no se aprenden de la forma tradicional en la escuela, se aprenden
involucrando tanto la mente como el cuerpo, tanto el intelecto como las emociones,
tanto un trabajo individual como uno en equipo.

Actividades e iniciativas tanto de índole ecológico, social y humano tales como la


separación de residuos, plantación de árboles, visitas a comunidades para entrega de
artículos o capacitación, se realizan ya con mucha frecuencia en Instituciones de
Educación y son un claro ejemplo de las actividades vivenciales que Martiñá (2003)
recomienda realizar para la formación de comportamientos y actitudes; pero éstas, son
sólo una pequeña parte del trabajo.

Al ser instituciones de Educación, tenemos la oportunidad, a diferencia de las Empresas


y el Gobierno, de trabajar formando personas, es nuestro cometido, así que más allá de
ir de lo general (actividades de aprendizaje) a lo particular (para el alumno), tenemos la
capacidad de ir de lo particular a lo general; es decir, desarrollar acciones no para que
éstas formen al alumno, sino para que el alumno forme las acciones.

Y de ahí que al inicio de éste artículo hablábamos de la conducta moral, y es porque ésta
se entiende como: La acción o comportamiento voluntario ejecutado por un ser humano,
luego de una decisión en la que intervienen todos los componentes de la moralidad: la
habilidad de razonamiento general, el juicio o razonamiento moral, la toma de
perspectiva social y, los factores afectivos como la empatía y la culpa (Vigneaux, 1990)

Hablamos de encaminar al alumno para que desarrolle la capacidad de hacer acciones o


comportamientos de manera voluntaria ¡Qué gran reto para las Instituciones Educativas!

Podemos señalar que la responsabilidad social engloba la capacidad de elección, de


procurar y responder ante la sociedad por acciones u omisiones. Navarro, (2004)
menciona que ésta capacidad de respuesta está dada por los recursos con que cuenta la
persona, ya sean de índole personal, recibidos por la herencia, adquiridos por la
educación, por el propio esfuerzo o puestos a su disposición por terceros;
A diferencia, la obligación de responder está dada por convenios, pactos, contratos,
convicciones políticas, morales o religiosas. (Navarro 2004)

Según la capacidad de elección y por conducente de acción, se dice que la


responsabilidad social es alta o escasa.

La Universidad requiere entonces, tener un proyecto de formación integral que pueda


aportar al desarrollo del alumno desde el origen: el autoconocimiento y crecimiento
personal para una inclusión social positiva.

Diversos estudios han revelado que las personas que más dañan a la sociedad, al medio
ambiente o simplemente no contribuyen al crecimiento y desarrollo del entorno, son
aquellas quienes primeramente, no están augusto consigo mismos y por consiguiente, no
lo están con los demás ni con el entorno.

Si la persona es capaz de reconocer sus propios sentimientos, emociones, preferencias,


habilidades, recursos e intuiciones, será probablemente más consciente de lo que es, sus
reacciones y los efectos que causa sobre el entorno.

En 1993 la División de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS)


lanzó la Iniciativa Internacional para la Educación en Habilidades para la Vida en las
Escuelas (Life Skills Education in Schools).

Lo cual se transformó en la propuesta de desarrollar “Habilidades para la Vida” que se


enraíza en la Carta de Ottawa y persigue mejorar la capacidad de las personas para vivir
una vida más sana y gozosa, con mayor control sobre los determinantes de la salud y el
bienestar, y participando en la construcción de sociedades más justas, solidarias y
equitativas.

Dicha propuesta se estructura de tal manera que el estudiante desarrolle su


autoconocimiento y aceptación para con ello generar empatía y habilidad para
relacionarse con los demás.

La empatía supone poder ponerse en el lugar del otro, pero sin mimetizarse con él; lo
que permite comprender mejor lo que desean o necesitan y hacérselo ver con respeto.
(Roca, 2003). Y ciertamente la convivencia con respeto, en la gran base para una gran
sociedad.

Lograr respecto hacia los demás, hacia el entorno y el medio ambiente es un gran paso
ya que con ello se logra evitar las acciones destructivas, el siguiente paso, lograr las
acciones constructivas.

Y así lo marca la propuesta, con base en lo anterior el estudiante logrará desarrollarse en


la solución de problemáticas, pensamiento crítico y realización de iniciativas, de manera
racional y por propia elección.

La Universidad de Celaya trabaja formando a sus alumnos basándose en este modelo, lo


que ha dado resultado el desarrollo de un perfil profesional enfocado al crecimiento
propio, crecimiento social y emprendedor.
Algunas de las acciones que los estudiantes realizan son enfocadas a la innovación y
tecnología aplicada, como es el caso de un equipo de alumnos de Ingeniería Industrial
que desarrollo un sistema de baños ecológicos en donde es posible reutilizar el agua del
lavadero canalizándola al retrete. Dicho proyecto es ganador de la expo emprende que
se desarrolla anualmente en la Universidad.

Además, aplican sus conocimientos profesionales beneficiando a la sociedad, gracias a


ello contamos con consultorios médicos, nutricionales y psicológicos dentro de la
institución y a disposición de quien más lo necesita. Esto además de las caravanas de
apoyo legal, en salud, de vivienda, de capacitación, que se organizan semestralmente en
diversas comunidades como parte de nuestro programa de Servicio Comunitario.

Tal como menciona Navarro (2004) los beneficios de la promoción de esta modalidad
de trabajo son muchos y están especialmente relacionados con los procesos de
aprendizaje, uno de los más importantes serían:

1. aprender reciprocidad;
2. aprender a ayudar y recibir ayuda;
3. compartir recursos;
4. aceptar reglas y normas.

La escuela que vaya más allá de ser un simple medio de desarrollo académico, la
escuela debe ser un lugar donde el individuo pueda adquirir un desarrollo pleno.
Lorenzo (2000)

La familia es la primera escuela para formar a ciudadanos socialmente


responsables.

En ocasiones anteriores hemos señalado que para poder tener Empresas Socialmente
Responsables, hemos de contar primero con ciudadanos socialmente responsables.
Frente a este hecho, cabe entonces preguntarse: ¿cómo se adquiere o aprende la
responsabilidad social?

Partamos de la premisa de que la responsabilidad social es un compromiso personal, es


un valor que es ejercido en forma individual y que se refleja en todos los ámbitos de la
vida del ser humano: personal, familiar, social, laboral, etcétera. Como bien sabemos, la
conciencia ética de los valores no es hereditaria, sino que es preciso aprenderlos y
vivirlos, y las mejores etapas para la formación o educación de la conciencia moral en
las personas es la infancia y la juventud, lo que significa que esta tarea corresponde en
primer lugar a la familia, a través del ejemplo de integridad en los padres.

La familia es la primera escuela en la que se aprenden y viven los valores que van a dar
sentido y dirección a la vida del ser humano, de ahí la importancia de que los niños
tengan una vivencia positiva de dichos valores ético-sociales (honestidad, solidaridad,
espíritu de servicio, etcétera), para que posteriormente puedan extender este aprendizaje
a su entorno social.

La formación ética de las personas requiere del conocimiento del bien y del mal, así
como de la repetición de actos y el entrenamiento para emprender acciones éticamente
valiosas. Es necesario entonces practicar desde niños y en familia, de forma regular,
acciones relacionadas con la responsabilidad social, como lo pueden ser el desprenderse
de su ropa o los juguetes para otros niños de escasos recursos; separar la basura y cuidar
el agua potable; atender a sus abuelitos o personas mayores; plantar árboles y flores;
actuar con justicia y honestidad en las situaciones cotidianas, entre otras.

Sin lugar a dudas, todas estas acciones permiten a los integrantes de la familia ir
construyendo los cimientos de su formación en responsabilidad social, de manera que a
lo largo de su vida escolar y al llegar a su vida laboral, puedan ejercer con naturalidad
estos principios éticos que les fueron inculcados dentro del seno familiar, y que
seguramente desarrollarán en sus propios hijos en un futuro. Para ello, la figura y
ejemplo de los padres se vuelve fundamental en este proceso de aprendizaje;
afortunadamente, los adultos que no fueron formados bajo los principios morales, están
aprendiendo estas buenas acciones en sus lugares de trabajo, gracias a las empresas
socialmente responsables.

No es algo que implique solamente el aplicar un modelo como se hace con la


contabilidad o el utilizar cierto sistema para el proceso productivo. La Responsabilidad
Social es algo que va directamente a la persona en su forma de pensar y de relacionarse
con sus semejantes.

Lo dicho hasta ahora surgió debido a lo que me ha tocado ver en algunas universidades,
en donde se imparten clases de este tema, pero como una técnica, algo impersonal en
donde se habla de la empresa como punto de referencia para desarrollarla pero no del
factor o elemento humano que es el que la ejecuta o pone en marcha.

A manera de metáfora, se me figura como si pusiera como director de orquesta a alguien


que conoce y sabe leer el pentagrama pero no es músico y por lo tanto no siente la
melodía que pretende dirigir. ¿Los miembros de la orquesta podrían realizar una buena
ejecución? Tal vez toquen bien la melodía porque son profesionales pero: ¿será una
buena interpretación?

Creo que lo mismo sucede con la enseñanza de la Responsabilidad Social como una
materia más en la currícula de la profesión que se estudia en cualquier profesión.

Algo similar sucede con el civismo que se enseñó para algunos desde la primaria.
¿Vivimos el civismo en nuestro quehacer diario y en nuestra convivencia con el resto de
los ciudadanos?

En este sentido haciendo la misma pregunta sería: ¿Vivimos y practicamos la


Responsabilidad Social? ¿Sentimos esta responsabilidad?

Y si bien considero que se pueden enseñar prácticas y modelos para ponerla en práctica
y aplicarla, es importante previamente que el alumno perciba, sienta y tome conciencia
de dicha responsabilidad y después aprenda el cómo puede ponerla en práctica tanto en
su vida personal y profesional.

Algo similar creo que sucede con la música, primero tiene que ser alguien que le guste y
después aprender la técnica para aprender a tocar algún instrumento. Pero antes, insisto,
tiene que sentirla, disfrutarla, de lo contrario poco o nada servirá la técnica de
aprendizaje que utilice.

Igual sucede con la Responsabilidad Social, el alumno tiene que sentir primero que esa
responsabilidad permea en la escuela como un modelo de vida de la institución, que
dicho alumno es considerado como persona y que la escuela tiene el compromiso y la
responsabilidad de prepararlo de manera adecuada en la profesión que está estudiando.

Y como contrapartida que el alumno es responsable de su papel como estudiante y que


está también comprometido con la propia institución.

En cualquier caso estamos hablando de valores en la convivencia entre personas, las


que manejan la escuela, los maestros y por consiguiente del estudiante. Que cada quien
cumpla el papel que tiene: de profesor y de estudiante.

En suma la Responsabilidad Social hay que vivirla tomando en cuenta sus bondades y
las repercusiones positivas que tiene, tanto en la vida personal como la sociedad en
general.

Tal vez uno de los aspectos que menos atención ha tenido en cuanto a la promoción y
difusión de la Responsabilidad Social es el de la Educación, y principalmente entre los
jóvenes universitarios, y si bien es loable y encomiable la labor que realizan tanto
empresarios que de alguna manera la practican en sus organizaciones, como algunos
académicos en su labor docente y de investigación, es posible que falte mucho por hacer
para generar y desarrollar el concepto entre las jóvenes generaciones.

Y no me refiero solamente a la Responsabilidad Social Empresarial, sino más bien a la


Responsabilidad Social en el más amplio de los sentidos; es relativamente fácil darse
cuenta que la preparación y formación universitaria en cualquiera de sus disciplinas está
mayormente inclinada al conocimiento y manejo de técnicas, el saber manejar y operar
datos duros y muchas veces además abstractos, como son el mercado, el consumidor o
el cliente, entes sin nombre ni rasgos específicos.

Más aún cuando las llamadas “materias sociales” son calificadas en el ámbito estudiantil
como “materias de relleno”, que se piensa que no sirven para nada y es una forma que
utiliza la escuela para obtener más ingresos.

Dicha materias sociales que llevan en mucho el humanismo en general, como son por
ejemplo la ética, se les considera sin ninguna utilidad práctica ni en el corto plazo, y de
acuerdo a mucho de la mentalidad actual, no generan ingresos, es decir en pocas
palabras, su utilidad es intrascendente.

Mucho se dice que la causa de esta mentalidad poco atenta a los aspectos humanistas y
sociales se debe a los medios de comunicación, los cuales en poco o nada enaltecen con
sus personajes policiacos y súper héroes el valor de la ética por ejemplo; y aunque esto
pudiera ser cierto, es en donde precisamente hace falta la Responsabilidad Social de las
escuelas, que tienen como un aspecto importante, el formar profesiones completos, es
decir, personas con conciencia y responsabilidad social, y expertos en el dominio de una
técnica.
La escuela, como institución educativa, tiene que ser la formadora de esta conciencia
social responsable entre los jóvenes de la actualidad, que se percaten de que son parte de
una sociedad, que su identificación como individuos y todos sus logros son
precisamente dentro de una sociedad, y que ellos son también responsables de lo que
sucede dentro de ella.

Que la escuela misma es un grupo social y lo es no solamente porque en ella participan


seres humanos, sino por su interacción y convivencia, y todos los que pertenecen a ese
grupo son responsables de su desarrollo.

Estos jóvenes ahora estudiantes y futuros profesionales, son los que lograrán, si nos lo
proponemos ahora, el cambiar y cimentar el cambio esperado en la sociedad en general,
y promover el crear verdaderas empresas socialmente responsables en donde el
desarrollo humano sea el valor supremo, considerando el dinero como lo que realmente
es, un recurso económico, un medio y no un fin.

En suma, darse cuenta de que somos seres sociales, y requerimos aprender a ser
socialmente responsables.
Seguiremos platicando …

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