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Daniela Güiza

Biografías Expandidas
Entrega 3
Vida y obra de Jaime Manzur
Biografía
Estructura: primeros años- desarrollo en Colombia- últimos años.

El nacimiento de la vocación teatral


Una de las primeras cosas que aclara Manzur en cualquier entrevista es cómo comenzó su
vida artística y de qué manera hacía eso parte de su vida cotidiana desde su infancia. Jaime
Manzur nació el 31 de julio de 1937 en la cuidad de Bata, antiguamente Guinea Española,
ahora llamada Guinea Ecuatorial. Su padre era un comerciante de textiles libanés, Salomón
Manzur, que en un viaje de visita a su hermano en Colombia conoció y se enamoró de Cecilia
Londoño Botero, quien sería la madre y gran maestra de la vida de Jaime.
Jaime es el menor de los tres hijos de esta pareja y el único que nació en Guinea Ecuatorial.
Él recoge de sus recuerdos lo que vivió en la casa de Bata con sus hermanos. David Manzur,
el hijo mayor, sabía pintar y tenía talento desde muy pequeño, lo mismo sucedía con Sara, la
hermana del medio, que tenía aptitudes para el canto, la literatura y la música. Todo esto sin
una educación previa de academia, solamente en un entorno en el que su madre se
preocupaba mucho por cultivar la cultura y el arte en sus hijos. Es bien sabido que el
ambiente familiar era culturalmente rico y no en vano, pues esto también se debe a que el
contexto social del periodo que atravesaban no era muy optimista, el entorno estaba cargado
de la incertidumbre que se vivía aún por los estragos de la gran depresión de 1929, se había
gestado una tensión nacional por el estallido de la guerra civil en España en 1936 y durante
los años venideros vivirían la tensión de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, es posible
comprender que el mundo tan hostil que los rodeaba era una motivación importante, por no
decir principal, que los haría volcarse a encontrar un refugio en el arte y la literatura, y
apasionarse por imaginar otros mundos posibles en cualquier expresión artística.

El primer acercamiento de Jaime Manzur al mundo del teatro fue a través de un teatro
escenario de cartón. Estos objetos eran teatros en pequeña escala que fabricaban algunas
editoriales para que los niños jugaran, venían con un guioón de alguna obra clásica y
personajes recortados o en una plantilla para recortar. El que Jaime recuerda era de la
editorial Seix Barral con el que llegó a la casa uno de sus hermanos. Manzur en ocasiones
menciona que Sara lo llevó primero, otras veces dice que fue David. En todo caso, veía cómo
sus hermanos mayores representaban obras que él se sentaba a contemplar. Después, cuando
tuvo cuatro años, Cecilia le regaló su primer teatro que todavía se conserva. Aquel “teatrito
de cartón”, como lo llama el maestro, lo cautivó desde muy pequeño, su madre lo veía pasar
tardes enteras mirando el escenario y solicitando de vez en cuando la ayuda de su nana para
mover los objetos en escena, cambiar los decorados o modificar la escenografía.

Fotografía: Mario Omar Fernández, 2018. Universidad de los Andes

Acerca de este gusto que fue desarrollando con el paso de los años, Manzur comenta cómo
el diseño teatral y el amor por el arte fue arraigándose en su identidad y con ello, de manera
simultánea, la discriminación que vivió durante su niñez por tener gustos diferentes. Relata
que mientras a él le gustaba el teatro, a sus compañeros de clase de la misma edad de él, les
gustaba jugar con temas de guerra o a los vaqueros y por eso jugaban sin él. Además,
cuenta Manzur que mientras sus compañeros de la infancia estaban interesados por Popeye
o el Pájaro loco, él prefería hablar de Shakespeare o Molière y aquello lo llevó a elegir
pasar más tiempo en casa, junto a su madre y al teatro de cartón. Ella tenía una gran
biblioteca y lo incentivaba a leer, especialmente la colección “El tesoro de la juventud”.
[quisiera colocar alguna foto de archivo aquí]

A sus seis años, Jaime comienza a experimentar con lo que serían sus primeros actores
inanimados. Cecilia le fabricaba títeres con cáscaras de huevo vacías, les elaboraba vestidos
con retazos de tela, cuellos para que parecieran personajes y que él pudiera usarlos en sus
juegos teatrales. Cuando ella vio que estos títeres eran frágiles y se quebraban muy rápido,
comenzó a fabricar figuras en yeso para que tuvieran una figura humana mejor definida ya
que ella también tenía habilidades para la escultura, cuenta Jaime. Estas figuras en yeso
eran muy quebradizas, por lo que su madre le hizo posteriormente algunas figuras en tela
con las que jugó por mucho más tiempo.
Con este panorama expuesto se hace evidente que el interés de este artista por las
dinámicas del teatro se había convertido en algo más que una fijación o un gusto pasajero.
Esto sería, con el tiempo, la semilla que revelaría la vocación del maestro que fue
cuidadosamente cultivada por sus seres queridos. Evidentemente, no se le pondría tanto
empeño a fabricar los mejores personajes para satisfacer el interés pasajero de un niño. Por
eso es posible decir que ya para sus primeros años de vida su comportamiento obedecía a
un interés mayor y perdurable por explorar este mundo teatral más a fondo.
Además, cuenta Jaime, que desde los siete años de edad, en Canarias, su madre lo llevaba a
los teatros a ver óperas y obras de teatro en vivo. No era común, y de hecho estaba
prohibido que los niños asistieran a estas funciones, pero tenía un permiso especial que
implicaba que su madre le diera lecciones previas de comportamiento para la función y que
conociera la trama y los personajes de cada obra antes de ir a verlas. Durante las funciones,
Cecilia ponía a prueba la memoria de Jaime y su mirada, hacía que se fijara en cada detalle
del escenario para que luego dijera cuál era la razón de cada elemento dispuesto en el
escenario.
Con el paso de los años de su infancia la vocación se fue perfilando, él mismo tomó la
iniciativa de hacer múltiples ensayos para crear la escenografía en el teatro de cartón y sus
propios personajes inanimados entre los que descubrió a las marionetas más cercanas a
como ahora las conocemos. Jaime experimentó con diferentes mezclas y materiales para
elaborar distintos tipos de personajes. Algunos de esos ensayos se perdieron en algún
cambio de domicilio o alguna habitación, otros quedaron en algún tipo de registro
actualmente olvidado. Finalmente, a sus nueve años de edad fabricó esa primera marioneta;
era en papel maché.

Habitar en Colombia
Aquellos primeros años de vida los pasó en África, después vivió un tiempo en Islas
Canarias y para 1948, a la edad de once años, viajó con su familia de regreso a Colombia,
pero para él, era la primera vez que conocería estas tierras. En Colombia comenzó a perfilar
su profesión y pasión principal comenzó a ser la danza. Jaime entró a clases de danza y se
dedicó a aprender durante años para después convertirse en maestro de estas artes. Todo
esto sin dejar de lado el amor por el teatro, no solamente marionetas, sino que llevó a otro
nivel todo aquello que compone una puesta en escena. Cuenta el maestro que solo por
diversión visitaba las casas de sus amigos de la escuela y representaba obras con marionetas
en el patio de sus casas. Su madre, Cecilia, es considerada como su maestra principal
porque no dejó de acompañarlo un solo instante y apoyaba y enseñaba todo lo que sabía en
relación con los intereses culturales de Jaime. De esta manera, Jaime Manzur se fue
perfilando como un hombre obstinado, polifacético y de múltiples pasiones.
A mediados de los años 50, Manzur se dedicó al ballet. En ese momento trabajó como
bailarín y coreógrafo en distintas compañías de danza. Entre éstas, la Escuela Nacional de
Arte Dramático, en donde pudo desarrollarse más ampliamente en su labor de pedagogo y
coreógrafo y en donde ayudó a enseñar a bailarines que luego hicieron parte de importantes
agrupaciones como por ejemplo el Ballet Bolshoi de Rusia. En esta época fue nombrado
como la primera gran figura del ballet en Colombia, un reconocimiento que habla de su
impacto e importancia en la historia y desarrollo del ballet y la danza en el país. Además,
sin ser aún mayor de edad, dirigía la Compañía de ballet de Armenia, en Quindío, lugar de
origen de su madre.
Su aporte en el campo de la danza no se limita a la enseñanza de la gracia de los
movimientos corporales, ya que su naturaleza curiosa lo llevó a investigar constantemente
sobre tradiciones, historia, obras que se representan a través de la danza, especialmente del
ballet. Así que, además de fundar su propia compañía de ballet en 1969, ya había escrito y
adaptado obras de la literatura colombiana para su representación en el escenario.
Tristemente, el registro de estas obras es escaso y solo se conservan unas cuantas reseñas
acerca de esta labor que cambió la historia de la danza en el país.
Una de estas reseñas, publicada en 1963 –de la cual tenemos conocimiento porque el
maestro la conservó como parte de los recortes que atesoraba–, da cuenta de su trayectoria
como artista creador en Colombia, en ella menciona algunas obras que apuntan a un ballet
autóctono, con historias propias.

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