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Cristina Marra

Rabelais, la risa y lo carnavalesco según Bajtin.

En el comienzo de su ensayo sobre Rabelais, Bajtin explica, que a pesar de la importancia


que se le ha reconocido y la admiración que ha provocado en autores como Victor Hugo,
Chateaubriand y otros, Rabelais no ha sido comprendido realmente. Es verdad que es un autor
difícil, dice Bajtin, y si no encontramos que haya una relación de su obra, con otras realizadas por
autores importantes en los últimos cuatro siglos, se debe a que, es la literatura escrita durante estos
siglos la que se haya aislada de la cultura folclórica antigua: las imágenes rabelesianas están
perfectamente ubicadas dentro de la evolución milenaria de la cultura popular” (Bajtin, 1990: 9).
Según Bajtin, para comprender a Rabelais no solamente hay que realizar un estudio profundo de la
historia de la literatura cómica popular y del folclore, sino también es preciso pensar de una forma
diferente a la que estamos acostumbrados, ya que su literatura está estrechamente vinculada a una
concepción del mundo de la que nos encontramos muy alejados. Para poder comprenderlo debemos
cambiar radicalmente la forma habitual de concebir el arte y la literatura, pero sobre todo realizar un
hondo estudio, como nunca se ha hecho, dice Bajtin, de la literatura cómica y del folklore durante la
Edad Media y El Renacimiento. La risa popular en sus distintas formas ha sido considerada desde la
época del Romanticismo como de escaso valor y por este motivo ha sido poco estudiada. Muchas
veces incluso, nos llegan ideas deformadas sobre ella, provenientes de una visión burguesa del arte
y las formas a la que le era imposible comprender su verdadera esencia. “La concepción estrecha
del carácter popular y del folclore nacida en la época pre-romántica y rematada especialmente por
Herder y los románticos excluyen casi por completo la cultura específica de la plaza pública y
también el humor popular en toda la riqueza de sus manifestaciones( Bajtin, 1990; 9). Sin embargo,
lejos de lo que se creía en aquella época, el papel de la risa durante la Edad Media fue muy
importante, ya que la vida social era concebida y representada de forma dual, es decir, se encontraba
la cultura oficial con una forma de ver el mundo, con sus estructuras y formas determinadas y al
mismo tiempo, la cultura popular y el mundo de la parodia que se reía de aquel y lo ridiculizaba, ya
que poseía una visión totalmente diferente de la vida.
Las formas mediante las cuales la risa se manifestaba eran diversas; fiestas públicas carnavalescas;
ritos cómicos; literatura paródica; bufones, enanos, payasos, gigantes y monstruos en sus distintas
formas. Pero a pesar de su variedad se pueden delimitar para su estudio tres grandes grupos:
1- Formas y rituales del espectáculo (festejos carnavalescos y obras cómicas representadas en la

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plaza pública);
2- Obras cómicas verbales, ( incluso las parodias), tanto escritas como orales, en latín o en lengua
vulgar;
3- Diversas formas y tipos del vocabulario familiar y grosero, (insultos, juramentos, lemas
populares).
En este pequeño trabajo, me referiré especialmente al primero, aunque los tres se encontraban muy
relacionados entre si. Dentro de los rituales del espectáculo, los cuales eran realizados en fechas
determinadas y en los que participaba toda la comunidad en mayor o menor medida, se encontraban
“las fiestas de carnaval que duraban varios días, “la fiesta de los bobos” y “la fiesta del asno”; pero
también en las conmemoraciones religiosas, agrícolas y hasta en las ceremonias oficiales, había una
parte del festejo que tenía características carnavalescas. En las fiestas religiosas se mezclaba la
revelación de los secretos místicos con el regocijo carnavalesco, junto a enanos y bufones; algo
similar sucedía en las ceremonias oficiales en las que los tontos y bufones parodiaban los actos
serios burlándose de ellos. Todos estos cultos cómicos tenían una diferencia de principio, dirá
Bajtin, “con las formas del culto y ceremonias oficiales serias de la Iglesia y el Estado feudal.
Ofrecían una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas, totalmente diferente,
deliberadamente no oficial, exterior a la Iglesia o al Estado” (Bajtin, 1990; 11).
Este carácter dual de la cultura, lo serio y lo cómico como manifestaciones de la expresión de los
hombres, no surgieron en la Edad Media, sino que se hallaban presentes en los ritos de los pueblos
primitivos. Sin embargo en ellos no existía uno que tuviera más prestigio o poder que el otro, como
sucedió posteriormente. A medida que las clases sociales se separan, también lo hacen las
expresiones de lo serio y lo cómico, resultando éste, expresión de las clases bajas de la población.
Es interesante pensar esto en relación a la concepción histórica del tiempo de las culturas primitivas,
explicado por Bajtin. En estos pueblos, la idea del tiempo estaba regida por los trabajos agrícolas
colectivos, el tiempo social, el de la vida cotidiana, el de las fiestas y el de los ritos, era el mismo
tiempo del ciclo de los días y de las noches, del transcurso de las estaciones, de los tiempos de
crecimiento de las plantas y las épocas de cosecha. Es el tiempo del crecimiento productivo, de
creación de las cosas, de aumento, no de destrucción. La muerte no es concebida separada de la vida
o como fin de ésta, sino como parte de un ciclo, en el que la muerte significa el nacimiento de una
nueva vida. “La desaparición, la muerte, se perciben como siembra, a la que siguen los brotes que
multiplican lo que se ha sembrado y son luego recolectados. El curso del tiempo no significa solo
crecimiento cuantitativo, sino también cualitativo” ( Bajtin, 1937-1938; 359). Este es un tiempo
cíclico, que aunque mira hacia el futuro, está caracterizado por la repetitividad de las cosas.

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Tiene un carácter unitario en el cual la naturaleza y la comunidad no están separadas, las
categorías que los hombres usan para interpretarse, son las mismas con las que interpretan a
aquella. Durante esta época, el apareamiento y la muerte, la tumba y el seno fecundado de la mujer,
la bebida y la comida, los ciclos de las estaciones y de los días, se encontraban en la serie de las
cosas que correspondían al crecimiento y la fertilidad. En esta serie todos sus elementos tienen igual
valor y todos los acontecimientos de la vida, tanto los de los hombres como los de la naturaleza eran
de igual importancia. A medida que se estratifican las clases sociales los elementos de esta serie
comienzan a separarse en diferentes esferas, de la producción, del consumo, y del culto. Al mismo
tiempo que algunas de ellas, como la comida, la bebida, el sexo y la muerte, comienzan a tener un
carácter privado.
A medida que el tiempo avanzó fue separándose cada vez más la relación del hombre con las cosas,
perdiéndose poco a poco el carácter público de la vida. Fue surgiendo entre los hombres el
sentimiento de separación y soledad, volviéndose éste cada vez mas hacia si mismo. Por tal motivo,
las formas de la risa durante la Edad Media están muy alejadas de lo que era la risa ritual de las
culturas primitivas. Los espectáculos carnavalescos durante esta época, si bien tenían características
semejantes a las obras teatrales, no pertenecían al arte, sino que se encontraban en el límite entre
este y la vida. Contenían características semejantes en su forma de expresión y manifestación con
las artes escénicas, sin embargo para comprenderlos, se debía tener un conocimiento de la vida y de
las situaciones que sucedían en ella a las que aludían constantemente. En las fiestas carnavalescas
se jugaba con la vida misma, no había en ella separación entre actores y espectadores, ya que era
una fiesta en la que todos participaban por igual y todos reían de todos. El espacio de la fiesta
carnavalesca era un espacio sin fronteras en el que se podía escapar de las reglas de la vida
cotidiana. Su característica principal era la libertad, la igualdad y la risa, con la que se festejaba el
renacimiento y la renovación de la vida. Durante los días que duraba la fiesta se vivía una forma de
vida ideal que era proyectada sobre mejores principios que los de la vida cotidiana. Hasta los
bufones y tontos, representantes de estas fiestas, eran seres que se encontraban en la frontera entre
la vida y el arte, entre lo real y lo ideal. Estos personajes que ya existían desde la antigüedad, son
seres que parecen ser de otro mundo, su relación que mantienen con la realidad no es directa, sino
que, o parecen no comprenderla como en el caso del tonto, o parecen ver el reverso de todas las
situaciones. Su lenguaje y apariencia nunca son directos, no son lo que parecen ni dicen realmente
lo que se escucha literalmente de sus bocas. Su finalidad está directamente encaminada a restablecer
“el carácter público de la figura humana, ya que la existencia de dichas figuras como tales, se
manifiesta, hacia el exterior; [...] lo exponen todo por decirlo así, en la plaza” ( Bajtin,

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1937-1938; 311).
A diferencia de lo que eran las fiestas oficiales, que intentaban mantener el orden establecido, las
jerarquías y la inmovilidad de las cosas; la fiesta carnavalesca era la abolición de todas esas
jerarquías. Al jugar con todas las figuras de poder, al traer a los reyes, los héroes o los dioses al
mismo terreno que los hombres comunes. Al tener estos las mismas debilidades y necesidades que
cualquier mortal, se restituía durante esos días la unión primordial perdida y se vivía en un mundo
en el que todo convivía con todo, como en la época primitiva en la que no existía la separación aún.
En esta representación de la vida, otra realidad se vislumbraba como posible, éste es el fin
primordial de toda fiesta. “Las festividades siempre han tenido un contenido esencial, un sentido
profundo, han expresado siempre una concepción del mundo” ( Bajtin, 1990; 14). El motivo
primordial de la fiesta en todos los tiempos tuvo que ver con el espíritu y los ideales, no con los
medios, si la fiesta en si misma no encarna objetivos superiores, entonces no hay clima de fiesta,
dice Bajtin. Según el, la fiesta en todas sus manifestaciones históricas estuvo relacionada de forma
profunda con el tiempo natural, biológico e histórico. Para Bajtin las fiestas son manifestaciones de
tiempos de crisis, ligadas a los ciclos de la vida, la muerte y la resurrección.
Es importante también, observar como fue evolucionando en el tiempo el lenguaje carnavalesco,
siempre ligado a la idea propia del carnaval como renovación y manifestación de la cosmovisión
unitaria del pueblo. Así el lenguaje carnavalesco expresa de forma lírica la relatividad de las
verdades, la dinámica de las cosas, la inversión de las jerarquías, lo inesperado de la vida, que
transmuta lo alto en lo bajo, como es el caso por ejemplo de la rueda de la fortuna. Para esto usa la
lógica de las cosas al revés o contradictorias, caracterizándose por distintas formas de inversiones,
degradaciones y profanaciones, para demostrar la posibilidad de un segundo mundo o un mundo al
revés.

Bibliografía.

Bajtin, M. La cultura en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais,


Madrid: Alianza Editorial,. 1990
Bajtin, M. Teoría y estética de la novela (selección), Madrid: Altea, Taurus, Alfaguara, 1989.

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