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REFLEXIONES SOBRE EL ABORTO, EL INFANTICIDIO Y LA EUTANASIA EN PETER SINGER
3 Ibíd., p. 159.
4 Ibíd., p. 161.
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Con un lenguaje poco técnico, más propio del debate político que
del análisis filósofo, comienza Singer esta investigación enunciando las
posiciones que llama conservadora y liberal. El principal argumento con-
tra el aborto (es la posición llamada conservadora) se expresa en el siguien-
te silogismo: 1. premisa mayor: es malo matar a un ser humano inocen-
te; 2. premisa menor: un feto humano es un ser humano inocente; 3.
conclusión: luego es malo matar a un feto humano.
Según nuestro autor, tanto conservadores como liberales concuerdan
en la premisa mayor. Sin embargo, los segundos impugnan la premisa
menor, dado que, en su opinión, el feto humano no es un ser humano.
Por tanto, en lo esencial la polémica sobre el aborto se limita a deter-
minar si el feto es o no un ser humano; más en concreto, en la deter-
minación de cuándo comienza la vida humana. Ahora bien, como reco-
noce el propio Singer, bajo este aspecto «es difícil minar la posición con-
servadora», dada la continuidad interrumpida entre el óvulo fecundado
y el niño recién nacido. El conservador, seguro de la superioridad de su
tesis, desafía al liberal a que señale en qué estadio de este proceso gra-
dual se produce el paso de una vida no humana a una vida humana que
pudiera ser utilizado como límite moral para la justificación del aborto.
En el caso de no encontrarse un límite de discontinuidad, habría de
adoptarse una de las dos siguientes opciones: o bien elevar el estatuto
del embrión al del niño (lo que implica la posición de condena rotun-
da del aborto) o bien rebajar el estatuto del niño al del embrión (lo que
implicaría la aceptación del infanticidio y la derogación de la premisa
mayor). Ante este callejón sin salida los partidarios del aborto vacilan y
buscan otro tipo de argumentos (indirectos), que veremos después.
Pero ahora analicemos brevemente los intentos realizados por los
defensores del aborto para demostrar la discontinuidad entre la vida no
humana y la vida humana del embrión, lo que desmentiría nuestra pre-
misa menor, y, consiguientemente, la ilicitud del aborto. El intento de
esta demostración se reduce a determinar un momento en el cual se halle
un límite moralmente significativo para la diferenciación entre el óvulo
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de 1973.
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nal era poco convincente. La Corte suprema sostenía que el Estado tie-
ne un interés legítimo en la protección de la vida potencial y que dicho
interés se convertía en apremiante cuando el feto alcanzaba «la capacidad
para una vida significativa fuera del útero materno», o lo que es igual,
alcanzado el momento de la viabilidad. Como bien replica Singer, el
defecto en la motivación de la sentencia estaba en que omitía la indica-
ción de por qué la capacidad para vivir fuera del útero materno debería
marcar una diferencia en la protección jurídica de la vida potencial, pues
tan vida humana potencial es la del feto viable como la del no viable 7.
Por otro lado, adoptar como criterio para la demarcación temporal
de la licitud del aborto la viabilidad del feto abocaría a soluciones para-
dójicas. La viabilidad del feto en nuestros días depende mucho más
del desarrollo de la técnica de la pediatría que de la capacidad del feto
de sobrevivir por sí mismo fuera de su ámbito natural. Establecer de
tal modo el momento de la viabilidad como límite de la licitud del
aborto conduciría a absurdos como autorizar el aborto en lugares téc-
nicamente atrasados (donde el feto no resultaría viable) y rechazarlo
en lugares donde hay técnicas de pediatría avanzada (donde es viable).
Igualmente conduciría a enjuiciar hoy como lícitos abortos realizados
en el pasado (cuando no se disponía de tales técnicas), pero a tenerlos
por ilícitos hoy. Como puede verse, el criterio de la viabilidad no es
menos extrínseco que el del nacimiento. Allí era el lugar del feto; aquí
es el estado de la técnica pediátrica el que determinaría la licitud o no
de un aborto.
3. La movilidad. Ni el nacimiento ni la viabilidad comportan una
diferencia en el proceso de desarrollo del embrión y del feto que pueda
tener relevancia moral en la cuestión sobre la licitud del aborto. Menos
aún parece serlo el momento de la movilidad del feto en el seno de la
madre, sobre todo porque se trata del movimiento que la madre puede
percibir y no del movimiento mismo del embrión o del feto. El feto está
vivo y se mueve antes de que la madre perciba sus movimientos. De
7 Cf. SINGER, P., «Quitar la vida: el embrión y el feto», en Una vida ética: escri-
tos, o.c., p. 180.
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cen de la calidad mínima para merecer ser vividas, por medio de la euta-
nasia: he aquí tres casos en que es correcto matar a un ser humano.
Ya sabemos, por otro lado, dónde se esconde la falacia de la que se ha
valido Singer para llegar a esta conclusión: en separar los dos aspectos pre-
sentes en el ser humano, como son el aspecto biológico y el aspecto moral
(o personal). Como dice el propio Singer, «una vez que se disecciona el
término [“ser humano”] de esta forma, la debilidad de la premisa mayor
se hace patente». «Si “ser humano” es tomado como equivalente a “perso-
na”, la segunda premisa del argumento es falsa 11, pues no se puede plau-
siblemente aducir que un feto es racional o autoconsciente. Si, por otro
lado, definimos al “ser humano” simplemente como miembro de la espe-
cie Homo sapiens, entonces […] la primera premisa es falsa» 12.
Ahora bien, si lo que es falso es la premisa mayor (es decir, el principio
según el cual «es malo matar a cualquier ser humano inocente») y no la
menor, la discusión sobre el aborto tomado aisladamente no tiene sentido.
La cuestión conduce de inmediato al infanticidio y a la eutanasia.
4. ABORTO E INFANTICIDIO
13 Ibíd., p. 194.
14 Cf. ibíd., p. 196: «Merece la pena considerar otra posibilidad: que debe
haber al menos algunas circunstancias en las que un derecho legal completo a la
vida surge, no con el nacimiento, sino sólo transcurrido un plazo corto después
de aquél, tal vez un mes».
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15 Cf. ibíd., p. 197: «Así, el infanticidio se puede equiparar con el aborto sólo
cuando aquellos más próximos al niño no quieren que viva».
16 Ibíd., p. 197.
17 Ibíd., p. 197.
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5. INFANTICIDIO Y EUTANASIA
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