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Introducción a la Psicología Social Temas 8-14

1º Psicología Social

Grado en Psicología

UNED - España
UNED - Universidad Nacional de Educación a Distancia

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra.
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Elisa Silva Moreno Psicología Social

Tema: Análisis psicosocial del prejuicio


1. Introducción
Conocer a fondo el fenómeno del prejuicio es esencial para mejorar la
convivencia entre diferentes grupos sociales. Si bien existen numerosos tipos
de prejuicio, en este capítulo nos centraremos en el estudio del prejuicio hacia
miembros de minorías étnicas y hacia mujeres, desde el punto de vista
psicosocial.
En la actualidad, la inmigración está presente en la mayoría de las
sociedades desarrolladas, por lo que resulta obvio que aprender a convivir con
este fenómeno es algo fundamental para nuestra ciencia cotidiana. Sam y
Berry señalan que una de las consecuencias directas de la inmigración es la
emergencia de sociedades culturalmente plurales. En esta sociedad de las
personas y los grupos necesitan aprender a vivir juntos. Lógicamente, la
convivencia con personas de otra agencia ocasiona que el prejuicio, o sus
manifestaciones, surjan con más intensidad.
Asimismo, un hecho frecuente y cotidiano en la mayor parte de las
culturas consiste en dividir el mundo entre lo relacionado con hombres y lo
relacionado con las mujeres. Pertenecer a una de estas dos categorías, quiero
pero su impacto en cómo orientamos nuestras vidas, en el modo en que
tratamos las personas, o en las expectativas que tenemos sobre ellas. En este
sentido, la mayoría de las sociedades actuales presentan como rasgo
estructural la dominancia masculina. Esta estructura simétrica de las relaciones
de género, en la que los hombres ocupan una posición dominante y las

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mujeres una subordinada, condiciona numerosos aspectos de las relaciones
entre hombres y mujeres y favorece la existencia del prejuicio hacia las
mujeres, es decir, del sexismo.
2. La conceptualización del prejuicio Psicología Social
Las relaciones que se establecen entre diferentes grupos, ha ocupado
un lugar preeminente en la Psicología Social. Esto se debe a la indiscutible
orientación social que caracteriza el prejuicio, al tratarse de un fenómeno que
se origina en los procesos grupales, y que está inevitablemente unido al
contexto de las relaciones entre grupos ya que:
 Va dirigido a grupos (o a persona en cuanto miembros de un grupo
determinado).
 Tiene orientación socialmente compartida (la mayoría de las personas
de un grupo determinado coinciden las evaluaciones que realiza sobre
los miembros de otros grupos).
 Al dirigirse de unos grupos hacia otros, tiene una naturaleza claramente
intergrupal. De hecho, el tipo de relaciones intergrupales que se
establecen influyen claramente en la dirección, nivel e intensidad del
prejuicio.
La naturaleza eminentemente psicosocial del prejuicio ha propiciado el
desarrollo de múltiples líneas de investigación, y de enfoques y análisis a
diferentes niveles, lo cual dificulta poder precisar una definición.
Allport definió el prejuicio como una “antipatía u hostilidad basada en una
generalización defectuosa e inflexible”. A partir de ese momento, su concepción

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del prejuicio como una actitud general negativa hacia un grupo fue
ampliamente aceptada. Ashmore conceptualizó el prejuicio como “una actitud
negativa hacia un grupo definido socialmente y hacia cualquier persona
percibida como miembro de este grupo”. Esta autora extrajo cuatro puntos
básicos en común entre la mayoría de las definiciones psicosociales del
prejuicio formulaba hasta ese momento, se trata de:
 Un fenómeno intergrupales.
 Como una orientación negativa.
 Es algo “malo” (injusto y sobregeneralizado).
 Una actitud.
En los últimos años, algunos autores critican la visión restrictiva y parcial
se supone concebir el prejuicio como una actitud negativa generalizada hacia
un grupo, porque no permite explicar mi entender adecuadamente su
complejidad. Eagly y Diekman conciben el prejuicio, como una actitud hacia un
grupo social o a sus miembros, pero entendía está en un contexto social
determinado. De hecho, señalan que el mejor modo de entender la naturaleza
del prejuicio es tomar en consideración, simultáneamente, la estructura del
ambiente social y la estructura psicológica del perceptor. Argumentan que el
prejuicio puede producirse cuando los perceptores mantienen un estereotipo
acerca de un grupo social que es inconsistente con los atributos que se
consideran necesarios para tener éxito en ciertas clases de roles sociales.
Así, el prejuicio consiste básicamente en una devaluación de los
miembros de un grupo particular (estereotipados como ocupantes reales o
potenciales de un rol incongruente) por miembros equivalentes de otros grupos.

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra.
La condición clave que visita el prejuicio es el acceso real o potencial de
miembros de un grupo a roles sociales en los que el estereotípicamente no
encajan. Debido a este desajuste, incluso a aquellos individuos que realmente
posee las cualidades demandadas por los nuevos roles sociales se les percibe
como carentes de ellas, porque son estereotípicamente prejuzgados. De este
modo, se refuerza el estatus quo. Por tanto, desde esta perspectiva, los
miembros de grupos dominantes también pueden ser víctimas de perjuicio. Sin
embargo, en pocas ocasiones los miembros de estos grupos suelen querer
desempeñar roles de bajo estatus, tradicionalmente ocupado por grupos
discriminados. Por ello, el prejuicio se convierte en un problema social cuando
un número sustancial de miembros de un grupo aspiran a ocupar roles sociales
incongruentes con el estereotipo que se mantiene sobre ellos.
Perspectivas alternativas a la presentada y desarrolladas en las últimas
décadas también han puesto de manifiesto que el prejuicio no está
caracterizado por la existencia de actitudes negativas.
Por tanto, la investigación psicosocial realizada en los últimos años, si
bien no niega la base actitudinal del prejuicio, ha puesto de manifiesto que este
no es uniformemente hostil o negativo, sino ambivalente, específico y, sobre
todo, dependiente del contexto social, político y cultural en el que tienen lugar
las relaciones intergrupales. Asimismo, el prejuicio puede adoptar diversas
formas y manifestaciones y tener orígenes diferentes en función del grupo con
el que se interactúa.

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3. Enfoques predominantes en el estudio psicosocial del prejuicio


El prejuicio implica tal grado de complejidad que requiere contemplarlo
desde una multiplicidad de perspectivas. Debido fundamentalmente al
desarrollo de teorías y líneas de investigación diferente centradas en los
enfoques individual/interpersonal vs. grupal/intergrupal, no existe una única
teoría psicosocial que pueda ofrecernos una explicación completa del prejuicio.
Si cuando una persona se comporta de manera extremadamente
prejuiciosa atendemos aplicar su conducta haciendo referencias a su
personalidad, tildándola de “especial” o incluso patológica, estamos explicando
el prejuicio a nivel individual. En esta línea se sitúa la conocida “teoría de la
personalidad autoritaria” desarrollada por Adorno, Frenkel-Brunswick, Levinson
y Sandfor. Adorno y sus colaboradores trataron de explicar lo sucedido en la
Alemania nazi a partir de la asunción por parte de muchas personas de un tipo
de personalidad que veneraba la autoridad, y no tenía ninguna capacidad
crítica.
La teoría desarrollada por Adorno et al. postulaba que los niños que
habían sido objeto de una educación severa y conforme a los códigos morales
convencionales experimentaban sentimiento hostil y agresividad hacia sus
padres que desplazaban hacia persona que consideraban más débiles. De este
modo, estas condiciones familiares de algún tipo de personalidad caracterizada
por una excesiva deferencia o admiración hacia la autoridad, rigidez de
pensamiento y, sobre todo, una actitud de hostilidad hacia grupos minoritarios.
Rokeach, en su teoría del “dogmatismo”, puntualiza que la intolerancia y

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra.
la rigidez mental no son exclusivas de la política de extrema derecha, sino de
cualquier tipo de ideología extrema ambos enfoques han recibido importantes
críticas irónicas y metodológicas, pero la limitación fundamental es que no
conceden suficiente importancia a los factores situacionales. Las numerosas
variables del contexto determinan el prejuicio en mucha mayor medida que los
factores de personalidad. Así, como señala Brown “esta perspectiva puede ser
útil para explicar el prejuicio en su forma más extremas, pero es limitada
porque no permite aplicarlo en su manifestaciones cotidianas más comunes”.
Es decir, se trata de un fenómeno demasiado extendido y frecuente como para
reducir su análisis únicamente a procesos individuales.
Los enfoques más utilizados en el análisis de este fenómeno han sido
las concepciones del prejuicio como actitud negativa y como conflicto
intergrupal. Respecto a esta última perspectiva, cabe señalar que las mismas
teorías que se han utilizado para aplicar las relaciones intergrupales son la que
también se han aplicado en la aplicación del prejuicio.
La perspectiva que concibe el prejuicio como actitud permite abordarlo
desde el punto de vista de las cogniciones, las emociones y la conducta. Por
eso, este enfoque permite aplicar al amplio bagaje teórico y empírico
acumulado sobre el estudio de las actitudes a este ámbito de estudio.
En este sentido, si aplicamos las principales características utilizadas
para definir las actitudes al ámbito del prejuicio, la actitud prejuiciosa puede
caracterizarse:
 Un juicio que implica una evaluación.
 El objeto actitudinal son uno o varios exogrupos y sus miembros.

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 Se mantendrá de forma relativamente estable y duradera del tiempo.


 Una vez formada, influirá, mediará y guiará el comportamiento del
individuo hacia los miembros de los exogrupos.
También sería aplicable al estudio del prejuicio la tradición existente en
Psicología Social acerca de la estructura de las actitudes. Así, desde esta
aproximación, el prejuicio estaría formado por tres componentes:
i. Un componente cognitivo
ii. Un componente afectivo
iii. Un componente conductual
Según esta conceptualización, habrá un alto grado de consistencia entre
los tres componentes del prejuicio. Es decir, se supone que las personas que
tienen sentimientos negativos hacia los miembros de ciertos grupos, tendrán
también un estereotipo negativo sobre esos grupos y los discriminarían. Sin
embargo, aunque existe una cierta evidencia a favor de dicha consistencia,
ésta no aparecen todas las situaciones y circunstancias. De hecho, podemos
mantener estereotipos culturales negativos sobre ciertos grupos y, sin
embargo, no experimentar emociones negativas hacia sus miembros. O
podemos sentir emociones negativas hacia otros grupos pero no mostrar una
conducta discriminatoria.

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4. Evolución y tendencias en el estudio psicosocial del prejuicio racial: tres
corrientes
Como señala Dovidio “la naturaleza y la presión del prejuicio y el racismo
dependen de diversos procesos dinámicos”. Este autor examina cómo los
desarrollos sociales e históricos han influido en el análisis del prejuicio, ya que
éste es sensible a las normas del contexto social inmediato, a las motivaciones
y metas de un perceptor, a las acciones de la persona que lo mantiene, a
factores tanto de naturaleza individual como de corte histórico, político y
económico, así como a la orientación desde la que se contempla este
fenómeno.
Basándose en el exhaustivo análisis histórico que realiza Duckitt
propone que es posible identificar tres “corrientes” en el análisis psicosocial del
prejuicio racial, que refleja las diferentes asunciones y paradigmas que han
imperado a lo largo de los años.
La primera, entre 1920 y 1950, concibe el prejuicio como una
psicopatología, una aberración peligrosa del pensamiento normal. En esta
etapa, los estudios se centraban en medir y describir el problema y comprender
su origen. De este modo, los esfuerzos para manejar el problema se
enfrentarían en este tipo de personas, suponiendo que el resto de la sociedad
funciona con normalidad.
La segunda corriente, entre 1950 y 1990 comienza con una asunción
opuesta: el prejuicio está basado en procesos normales. En esta etapa los
estudios están destinados a conocer como los procesos normales asociados
con la socialización y las normas sociales subyacen al prejuicio y ayudan a su
transmisión. Así, en los años 70, surgen dos aproximaciones.
Una de ellas, toma una perspectiva macro del problema, es decir, tienen
cuenta todo el contexto social considerando múltiples factores que influyen en

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el prejuicio. Desde esta perspectiva destaca el desarrollo de la teoría de la


identidad social. Esta teoría puso de manifiesto el importante papel que
desempeñan la categorización y la identidad social en los procesos
subyacentes al prejuicio. Las investigaciones con el “paradigma del grupo
mínimo” demostraron que bastaba categorizar a las personas como
pertenecientes a nuestro grupo cuatro diferentes, para que se produjera
discriminación a favor de los miembros del propio grupo y, a veces, en contra
del exogrupo. Estos resultados ponían de manifiesto que el prejuicio es un
proceso normal, que permite a la persona obtener una identidad social positiva
favoreciendo a las personas de su grupo.
La otra aproximación, aborda el tema del prejuicio desde un enfoque
más micro, centrándose en procesos individuales. El desarrollo de nuevas
teorías e instrumentos de medida en la investigación sobre cognición social
enfatizaban la normalidad del prejuicio. Este enfoque considera que la
categorización social automática es un elemento central en este proceso. Esta
perspectiva cognitiva e intraindividual complementaba la aproximación
motivacional y grupal aportada por la teoría de la identidad social, reforzando
así la concepción sobre la normalidad del prejuicio.
En definitiva, para esta corriente la cuestión clave es “¿quién no es
prejuicioso realmente?” En este período surgen teorías basadas en sesgos
encubiertos y no intencionados, como el racismo simbólico o el racismo
aversivo.
El comienzo de una corriente está íntimamente relacionado con el fin de
la anterior. De hecho, esta segunda corriente comienza dentro de la primera.

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Ella demostró la conexión entre el prejuicio y las relaciones funcionales entre
grupos.
La tercera corriente comienza a mediados de la década de 1990 y
caracteriza la mayor parte de la investigación actual, enfatiza los aspectos
multidimensionales del prejuicio y se beneficia de nuevas técnicas para
estudiar procesos que antes ya se habían identificado pero no se podía medir.
Es en este periodo cuando se han desarrollado nuevas perspectivas con
actuales y metodológicas destinadas a comprender y medir las creencias y
actitudes implícitas. Todo ello permite la evaluación de diferencias en actitudes
raciales y puede ayudar a distinguir a los racistas tradicionales de los racistas
modernos o aversivos y de las personas realmente no prejuiciosas.
Además, la corriente actual investigación considera los procesos
interpersonales intergrupales en mayor medida de lo que se había hecho hasta
el momento. Es decir, mientras la investigación previa se centraba ampliamente
en la naturaleza de las actitudes de los perceptores y la relación de estas
actitudes con las decisiones y acciones que llevaban a cabo, actualmente se
consideran la respuesta y adaptaciones de las víctimas del prejuicio, así como
la consecuencia del prejuicio en las interacciones entre perceptores y las
víctimas. De este modo, ahora se comprende mejor las consecuencias de la
estigmatización como más dinámicas y complejos, y se investiga ampliamente
como los grupos de objetos de prejuicios afrontan la estigmatización y se
adaptan a ella.

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5. Modelos contemporáneos en el estudio del prejuicio


Ahora se valoran ideales democráticos, igualitarios y tolerantes, y se
rechaza e inhibe la expresión abierta de actitudes y/o comportamientos
discriminatorios por motivos de sexo, etnia cultura o religión. Sin embargo, ello
no impide que las personas eliminen de forma más sutil e indirecta, o que
mantengan sentimientos y estereotipos negativos hacia determinados grupos.
Es decir, el prejuicio directo, abierto y manifiesto ha sido sustituido por nuevas
formas de prejuicio más encubiertas. De este modo, continuamos
discriminando a grupos minoritarios, pero apelamos para ello a causas no
prejuiciosas. Así, el odio y la hostilidad manifiesta, características del prejuicio
tradicional, que conducían a la realización de conductas destructivas u hostiles
contra los miembros de los grupos “inferiores”, se transforman, en las nuevas
formas de prejuicio, en una cierta incomodidad, inseguridad e incluso miedo
que nos hace evitar el contacto con los miembros del exogrupo, negar los
sentimientos positivos hacia ellos puede experimentar ambivalencia.
A partir de los años 70, las investigaciones, se van a centrar,
fundamentalmente, en los dirigidos hacia otros grupos raciales y hacia mujeres,
pasándose la naturaleza sutil y ambivalente de las actitudes hacia sus
miembros. A raíz de dicha investigación, se han desarrollado nuevos enfoques
teóricos.
5.1. El prejuicio racial
Se han desarrollado diversas teorías que tratan de dar respuesta a la
evolución del prejuicio racial. La mayor parte de las teorías o explicaciones

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sobre las nuevas formas de prejuicio racial fueron formuladas en Estados
Unidos: racismo aversivo, racismo moderno, racismo ambivalente y modelo de
disociación. Otras propuestas, como el modelo del prejuicio sutil y manifiesto,
se han desarrollado en Europa.
5.1.1. Racismo aversivo
El modelo de racismo aversivo, se basa en el conflicto existente entre la
negación por parte de los blancos de ser prejuiciosos y los sentimientos y
creencias negativas inconscientes que mantienen hacia los afroamericanos,
transmitidas de generación en generación y potenciadas institucionalmente
durante muchos años. Estos sentimientos negativos no reflejan una hostilidad
manifiesta hacia los negros, sino que incluyen una cierta incomodidad,
inseguridad e incluso miedo. El racista aversivo muestra un favoritismo
endogrupal más que un rechazo exogrupal, lo que es más difícil de reconocer y
menos amenazante para su auto concepto de persona no prejuiciosa. Aunque
no defienda la inferioridad genética de los negros, si refleja una creencia en la
superioridad cultural de los blancos. Como la discriminación ocurre en forma de
favoritismo endogrupal, es también bastante difícil de abordar legalmente. Por
tanto, la ambivalencia que experimentan los racistas agresivos está basada en
la asistencia simultánea de sesgos raciales e inevitables y de adherencia a
principios no discriminatorios.
Por otra parte, las acciones de los racistas aversivos son más variables
e inconsistentes. Así, en ocasiones discriminan y en otras no lo hacen. Como
conscientemente reconocen y defienden valores igualitarios, y realmente
aspiran a ser “no prejuiciosos”, no discriminará en situaciones en las que

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existan normas sociales claras. Sin embargo, debido a que también poseen
sentimientos negativos, en otras ocasiones lo expresarán, pero de modo
indirecto y racional. Lo harán cuando puedan justificar o racionalizar una
respuesta negativa basándose en factores distintos a los raciales. Por tanto, en
el marco del racismo aversivo la situación es un factor crítico que afecta a la
expresión de sesgos raciales. Éstas serían sus principales características:
 Defienden un tratamiento igualitario injusto hacia todos los grupos.
 A pesar de sus buenas intenciones conscientes, inconscientemente
experimentan incomodidad hacia los negros por lo que intentan evitar
contactos interraciales.
 Cuando el contacto interracial es inevitable, experimentan ansiedad e
incomodidad, por lo que tratan de retirarse de la situación en cuanto les
es posible. Como parte de su incomodidad se debe a la preocupación
por comportarse de forma inapropiada y prejuiciosa, se adhieren
estrictamente a reglas y códigos de conducta establecidas en las
situaciones interraciales que no pueden evitar.
 De forma consciente, y cuando les sea posible controlar la adecuación
de su conducta, tratarán de no discriminar.
Los autores del modelo y otros investigadores han encontrado evidencia
a favor del racismo agresivo en diferentes momentos, con diferentes muestras,
en distintas situaciones y distintos paradigmas de investigación. El resultado es
que, aunque este tipo de racismo pueda no ser intencionado, las
consecuencias pueden ser tan dramáticas como las del racismo tradicional, es
decir, una amenaza al bienestar de los grupos minoritarios y la restricción de

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oportunidades.
¿Cuál es la diferencia entre esta forma de racismo y otras formas
contemporáneas? Desde el racismo moderno también se defienden la
existencia de un conflicto entre la negación del prejuicio personal y los
sentimientos y creencias negativas inconscientes, pero es característico de
personas que mantienen actitudes políticas conservadoras. Sin embargo, el
perfil del racista aversivo se corresponde con una persona progresista, que
mantiene abiertamente creencias no prejuiciosos, con buenas intenciones
hacia las minorías, pero que inconscientemente expresa sentimientos
negativos de una manera indirecta y justificable.
Como es fácil suponer, los racistas agresivos aparecen como personas
no prejuiciosa en las medidas de autoinforme. Afortunadamente, las técnicas
utilizadas en el campo de las actitudes para medir actitudes implícitas o no
conscientes han permitido profundizar más en el estudio de este tipo de
prejuicio. El racista aversivo emite mensajes mixtos en los contactos
interraciales, que pueden ser percibidos por las personas pertenecientes al
grupo objeto de prejuicio.
Dovidio y Gaertner sugieren diferentes estrategias para combatir el
racismo aversivo tanto a nivel individual como intergrupal. En general, los
estudios ponen de manifiesto que hacer que las personas sean conscientes de
su prejuicio es un método muy eficaz. Por su parte, a nivel grupal, y con objeto
de reducir el sesgo endogrupal, los autores defienden fundamentalmente, y
presenta el suficiente evidencia teórica y empírica a favor de su adecuación,
adoptar la estrategia de recategorización que consiste en inducir a miembros

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del grupo diferentes a imaginar que forman parte de un único grupo y no de


grupos separados.
Muchos principios del racismo aversivo son aplicables a la respuesta de
los grupos mayoritarios sobre los minoritarios en contextos en los que se
valoran los ideales igualitarios y se censura la discriminación. Por tanto, es
importante tener en cuenta el papel clave que juegan determinadas situaciones
para sacar a la luz tratamientos discriminatorios contra las minorías étnicas.
5.1.2. Racismo moderno
El racismo moderno se basa principalmente en percibir que los valores
de la ética protestante están en peligro, no en las experiencias personales
negativas con miembros del exogrupo, ni en la percepción de amenaza a los
intereses o riquezas personales. Es decir, existe una percepción de que los
afroamericanos están amenazando los valores genuinamente
estadounidenses, basados en principios de meritocracia. Así, este tipo de
racismo está caracterizado por:
 La defensa de los valores tradicionales de la ética protestante.
 La creencia de que los afroamericanos (u otros grupos minoritarios) no
respetan estos valores y se aprovechan de la “discriminación positiva”.
 La existencia de un aspecto negativo disgusto hacia los miembros de los

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grupos minoritarios, como consecuencia de largos años de racismo
institucional.
Los racistas modernos se caracterizan por:
 No considerarse racistas, ya que “sus creencias son hechos objetivos".
 Identificar el racismo con las características del prejuicio tradicional.
 Considerar que en la actualidad no existe discriminación hacia los
grupos minoritarios.
 Creer que las demandas de estos grupos son excesivas y que se les da
más de lo que merece.
Es decir, los racistas modernos comparten con los racistas antiguos
algunos sentimientos negativos hacia los grupos minoritarios, pero no asumen
estereotipos negativos tradicionales ni están de acuerdo con las medidas de
segregacionistas. El racista moderno otorga una importancia fundamental a la
transgresión de los valores anglosajones.
Con objeto de poder medir este tipo de racismo, se ha desarrollado una
escala. Algunos de los ítems que componen la escala son: “en los últimos
años, los afroamericanos han conseguido más de los que se merecen”,
“últimamente, el gobierno y los medios de comunicación muestran demasiado
respeto y consideración por los afroamericanos”. Esta escala se ha aplicado
también en áreas geográficas diferentes a los Estados Unidos, sin centrarse en
el contexto negros-blancos en el que se originó.
5.1.3. Racismo ambivalente
El concepto de racismo ambivalente insiste en el conflicto emocional que
experimentan los estadounidenses blancos al mantener dos actitudes
contradictorias fuertemente arraigadas en la sociedad americana. Así, según
Katz, los racistas ambivalentes experimentan un conflicto emocional entre
sentimientos positivos y negativos hacia grupos raciales estigmatizados. Se

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trata, por una parte, del igualitarismo, es decir, de la defensa de valores


democráticos, igualitarios y humanitarios que lleva a los americanos a
simpatizar y enfatizar con los negros por el trato injusto que han recibido a lo
largo del tiempo., Por otra, del individualismo, basado en los principios de la
ética protestante, según la cual cada uno es responsable de su propio destino.
Ello favorece que se realicen atribuciones internas de la situación desfavorable
en la que se encuentran los afroamericanos.
La existencia simultánea de estas dos actitudes opuestas genera
ambivalencia. Dicha ambivalencia puede provocar una amenaza a la
autoestima, ya que entran en contradicción el autoconcepto de personas
igualitarias y humanitarias con los sentimientos negativos experimentados
hacia las minorías por no respetar los principios individualistas. Cabe
preguntarse cuál es la diferencia entre este modelo y el de racismo aversivo.
Dicha diferencia reside en los mecanismos propuestos por cada modelo para
resolver el conflicto planteado: la ambivalencia o la incomodidad psicológica
que ésta genera.
La ambivalencia produce inestabilidad conductual: la respuesta del
individuo serán positivas o negativas dependiendo de que la actitud que se
active en una situación determinada sea favorable o desfavorable. Pero
además, los racistas ambivalentes exageraran con el fin de proteger su
autoestima. La dirección de la respuesta dependerá de la accesibilidad relativa
de sentimientos favorables o desfavorables. Es decir, del contexto social en el
que se encuentra el individuo y de la información que esté suministrando el
miembro de ese grupo minoritario. Si este muestra comportamientos positivos,

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el individuo negará los sentimientos negativos que también experimenta hacia
esa persona y dará una respuesta positiva exagerada hacia él. Y a la inversa,
si el miembro de un grupo minoritario muestra sobre todo comportamientos
negativos, el racista ambivalente negará sus sentimientos positivos hacia él y
dará una respuesta extrema de discriminación.
5.1.4. Modelo de disociación
El modelo de disociación, propuesto por Devine recurre al conflicto para
aplicar la paradoja del prejuicio. Analiza la contradicción que se genera en las
personas que mantienen actitudes no prejuiciosa entre sus respuestas basadas
en el estereotipo cultural sus creencias personales.
Según Devine, si queremos comprender el prejuicio contemporáneo es
necesario una distinción entre dos tipos de estructuras cognitivas: los
estereotipos culturales y las creencias personales.
En el modelo de disociación, los estereotipos se definen como “el
conocimiento sobre los atributos estereotípicamente asociados a un grupo
particular”. Los estereotipos están fuertemente arraigados en la persona desde
su más temprana socialización, por lo que se activan frecuentemente y de
forma automática. Por tanto, la persona con y sin prejuicios son igualmente
susceptibles a la activación automática y el uso de los estereotipos.
En contraste, las creencias personales se desarrollarán más tardíamente
que los estereotipos, como consecuencia, por ejemplo, del contacto con
miembros del exogrupo. Debido a esto, son estructuras menos accesibles
automáticamente que los estereotipos culturales.

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Como consecuencia, la respuesta por defecto, incluso en personas no


prejuiciosos, es una respuesta basada en el estereotipo cultural, que las
personas igualitarias pueden inhibir. A ello y que añadir que deben estar
suficientemente motivadas.
En definitiva, este modelo propone que las personas no prejuiciosos
experimentan un conflicto, una disociación, entre sus respuestas prejuiciosas
automáticas hacia el exogrupo y sus creencias personales no prejuicios as,
debido a que dan lugar a evaluaciones diferentes. De ahí que, según el
modelo, la respuesta eterna de prejuicio “dependen de procesos controlados e
intencionados, y la persona requieren de una decisión consciente para
comportarse de forma no prejuiciosa”.
Devine, mantiene que el objetivo de las personas no prejuiciosas
consiste en aprender el modo de inhibir la respuesta automáticas basadas en el
estereotipo y reemplazarlas por la respuesta pasada en sus creencias
personales, lo cual, probablemente, requiera considerable atención y tiempo.
Según esta autora, las formas contemporáneas de prejuicios existen, en parte,
porque las personas bajas en prejuicio no han logrado ser lo suficientemente
eficaces y eficientes a la hora de generar respuestas exentas de prejuicio y
consistentes con sus creencias no prejuiciosas.
5.1.5. Modelo de prejuicio sutil y manifiesto
Los autores del modelo realiza una distinción entre dos tipos de
prejuicio: el manifiesto y el sutil. El primero se corresponde con el prejuicio
antiguo o tradicional, y se caracteriza por el rechazo abierto del exogrupo y la

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percepción de amenaza a los recursos del endogrupo, así como por el rechazo
al contacto y a las relaciones íntimas cercanas con el exogrupo.
El prejuicio sutil se basa, en parte, en una defensa de los valores
tradicionales, junto con la percepción de que el exogrupo minoritario no los
respeta y está recibiendo favores inmerecidos. Los valores tradicionales
considerados se corresponden fundamentalmente con los ligados al éxito a
través del esfuerzo y el sacrificio personal.
Pero además, proponen que el racista sutil tiene una percepción
exagerada de las diferencias culturales entre el endogrupo mayoritario y del
exogrupo minoritario. Esto le permite justificar la situación de inferioridad social
del exogrupo. Por último, el racista sutil evita expresar emociones abiertamente
hostiles hacia los grupos minoritarios, porque sería socialmente indeseable,
pero al mismo tiempo tampoco experimenta emociones positivas hacia ese
grupo.
Meertens y Pettigrew establecen una tipología que permite clasificar a la
persona dependiendo de la puntuación obtenida en las dos escalas de prejuicio
(manifiesta y sutil). Así, quienes puntúan alto en las dos escalas se denomina
“fanáticos”; lo que no tienen una puntuación alta en la escala sutil y baja de la
manifiesta se denominan “útiles”; y los que puntúan bajo en ambas escalas,
“igualitarios”. El tipo 0 o “error”, que no debería producirse, lo constituyen
aquellas personas con un perfil inconsciente: obtiene una puntuación alta en
prejuicio manifiesto y baja en sutil.
Desde la adaptación y validación de las escalas de Prejuicio Manifiesto y
Sutil en nuestro país, se han realizado numerosos estudios aplicando dichas

Análisis psicosocial del prejuicio


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escalas como objeto de medir el prejuicio de la población española hacia


diversos colectivos. En general, los resultados revelaron la existencia de
diferencias, entre los tres tipos de sujetos de crédito por la tipología, en
numerosas variables psicosociales. Asimismo, en los diversos estudios han
encontrado resultados que aconseja la revisión de algunos de los ítems de las
escalas cuando se aplican a muestras españolas.
Gawronski, Peters, Brochu y Strack proponen un marco interactivo de
estos conceptos utilizando una perspectiva de consistencia cognitiva. El cuadro
resume las principales características de los modelos presentados.
Modelos Racismo Modelo de
Racismo aversivo Racismo moderno Prejuicio sutil
Presentación ambivalente disociación

Existencia
Explicación del

Conflicto entre la Igual que el


simultánea de
Percepción de respuesta pasada racismo moderno,
prejuicio

sesgo racial e
amenaza a los Igual que el en el estereotipo unido a percepción
inevitables y de
valores de la ética racismo aversivo cultural y la basada exagerada de las
adherencias a
protestante en la creencias diferencias endo-
principios no
personales exogrupales
discriminatorios
ante el grupo

(componente
emocionales
Reacciones

No se expresan
minoritario

activo)

Incomodidad, sentimientos
Afecto negativo
inseguridad e Ambivalencia hostiles ni tampoco
difuso
incluso miedo emociones
positivas

Favoritismo Se producirán en
Discriminación (componente conductual)

endogrupal más personas no


que rechazo prejuiciosos y no
exogrupal inhiben la
Respuesta positiva respuesta
Consideran que en Abierta por parte

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se manifiesta o negativa automáticas
cuando la la actualidad no de los fanáticos
amplificada basadas en el
estructura existe (altos de
(extremas) estereotipo y la
normativa es discriminación manifiesto). No
dependiendo de reemplaza por la
ambigua y/o se hacia los grupos existencia en los
que la actitud que pasada de sus
encuentran minoritarios, sino igualitarios (bajo en
se active en una creencias
disponibles que sus demandas ambos). Los sutiles
situación personales. La
argumentos no son excesivas y se se sitúan en
determinada sea persona prejuiciosa
raciales que les da más de lo posiciones
favorable o no experimentan
justifican, que merece intermedias
desfavorable este conflicto, ya
racionalizan o que su creencia
legitiman las personales
conductas coinciden con el
discriminatorias estereotipo cultural

5.2. El prejuicio sexista


El sexismo, o la conducta discriminatorias hacia hombres o mujeres por
el simple hecho de pertenecer a una de estas categorías, son el principal factor
que subyace a la violencia de género. Las intervenciones sobre la violencia de
género deben contemplar ineludiblemente el sexismo y la creencia que los
tengan como uno de sus principales desencadenantes.
El sexismo, es una actitud basada en la creencia sobre la supuesta
inferioridad de las mujeres como grupo. Éste tipo de sexismo no suele
expresarse abiertamente, siendo necesario como desarrollar medidas y teorías
que aporten nuevas perspectivas sobre estas actitudes y capten
adecuadamente su complejidad. Entre ellas cabe destacar la distinción
planteada por Swim, Aikin, Hall y Hunter entre “viejo sexismo” (coincidente con
la concepción tradicional) y “sexismo moderno”, caracterizado por una
oposición a las demandas feministas basadas en la creencia de que las
mujeres ya no son objeto de discriminación. Asimismo, cabe destacar la

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concepción de “neosexismo” que hace referencia al conflicto existente entre los


valores igualitarios hacia las mujeres y los sentimientos negativos que aún se
experimentan hacia ellas.
Estos modelos abordan uno de los dos rasgos definitorios del sexismo
contemporáneo, su naturaleza sutil, pero obvian su marcado carácter
ambivalente. Éste es, el aspecto que “se convirtió en su irritación intelectual
persistente” al tratar de aplicar al sexismo un análisis similar al realizado con la
teoría contemporánea sobre prejuicio racial. Así, la asistencia estereotipo más
favorables sobre las mujeres que sobre los hombres parecía confirmar que las
actitudes hostiles hacia las mujeres, propias del sexismo clásico, se habían
transformado en ambivalentes. Pero la particularidad que presenta las
relaciones entre hombres y mujeres dificultaba aplicar la teoría del prejuicio
racial al sexista. Así, se produce la paradoja de que las relaciones entre
hombres y mujeres tradicionalmente han implicado dominancia y subordinación
manteniendo relaciones íntimas y familiares. Por tanto, es perfectamente
compatible que un hombre sexista rechace las mujeres en su lugar de trabajo y
las abrace fervientemente en casa.
Glick y Fiske desarrollaron la teoría del sexismo ambivalente, capaz de
explicar la coexistencia de evaluaciones positivas hacia las mujeres con la
discriminación, devaluación y hostilidad de las que son objeto.

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5.2.1. Teoría del sexismo ambivalente
Las relaciones entre hombres y mujeres se encuentran caracterizadas
por la dependencia entre los miembros de ambas categorías. Reconocer la
coexistencia de dependencia e independencia en las relaciones entre las
personas de ambos sexos es un mérito de la teoría del sexismo ambivalente,
según la cual existen dos tipos de sexismo: hostil y benevolente.
El sexismo hostil caracteriza a las mujeres como un grupo subordinado y
legitima el control social que ejercen los hombres. El sexismo benevolente
idealiza a las mujeres como esposas, madres y objeto romántico,
presuponiendo también la inferioridad de las mujeres, al considerar que
necesitan de un hombre para que los cuide y las proteja. Es decir, en el
sexismo hostil a las mujeres se le atribuye características por las que son
criticadas, y en el sexismo benevolente característica por las que son
valoradas. Por tanto, aunque el sexismo hostil tiene una connotación
subjetivamente negativa y el sexismo benevolente una connotación
subjetivamente positiva, no debe pasarse por alto que ambas formas de
sexismo tienen como finalidad última legitiman y reforzar la posición
subordinada de las mujeres, es decir, la desigualdad de género.
Los autores del modelo han elaborado un instrumento para medir ambas
formas del sexismo, el Ambivalent Sexism Inventory.
Veamos a continuación las ideologías de género hostiles y benevolentes
que subyacen a estas dos formas de sexismo:
I. El patriarcado, o poder estructural masculino. La manifestación ideológica del
patriarcado es el paternalismo, es decir, la acústica canción de la dominancia
masculina. Esta justificación tiene un lado hostil (el paternalismo dominante) y
un lado benévolo (el paternalismo protector).

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 El paternalismo dominante consiste en la creencia de que los hombres


deberían tener más poder que las mujeres. Como consecuencia, los
hombres experimentan temor por el hecho de que las mujeres puedan
usurparles ese poder. Ese paternalismo dominante se pone de
manifiesto tanto en el ámbito público como del privado.
 El paternalismo protector hace referencia a la percepción de que los
hombres deben proteger y mantener a las mujeres que dependen de
ellos. Esta ideología se refleja las relaciones de género públicas y
privadas.
II. La diferenciación existente entre hombres y mujeres. Esta diferenciación tiene
un componente hostil (diferenciación de género competitiva) y otro benévolo
(diferenciación de género complementaria).
 La diferenciación de género competitiva consiste en la creencia
subyacente de que, como grupo, las mujeres son inferiores a los
hombres en dimensiones relacionadas con la competencia. De este
modo, los hombres realizan comparaciones de superioridad con las
mujeres que justifican su poder y aumentan su autoestima colectiva. Por
tanto, para el sexista hostil determinada característica exterior típicas de
la mujer en la sitúa en un plano inferior, razón por la cual se las percibe
como incompetentes para el ejercicio del poder.
 La diferenciación de género complementarias se basa en que los roles
convencionales de la mujeres complementan y cooperan con los de los
hombres. Esta complementariedad lleva a la creencia de que las
mujeres son el “mejor sexo”, pero sólo en los roles convencionales de su
género, en los de menor estatus.

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III. Heterosexualidad. También presenta un componente hostil y otro benévolo “el
intimidad).
 La actividad heterosexual incluye la creencia de que las mujeres son
“peligrosas y manipuladoras”, para los hombres. Es decir, a través de la
sexualidad, las mujeres tienen el poder de satisfacer a los hombres,
creando una situación poco frecuente en la que los miembros del grupo
dominantes (hombre) son independientes de los miembros del grupo
subordinado (mujeres).
 La intimidad heterosexual, comprende la creencia de que las relaciones
románticas heterosexuales son esenciales para la verdadera felicidad en
la vida de las personas de ambos sexos. En concreto, la mujeres son
concebidas como el complemento afectivo y amoroso ideal
imprescindible para los hombres y, por tanto, un recurso valioso que hay
que proteger.
Debido al reciente desarrollo de esta teoría, no se puede comprobar si
estos dos tipos de creencias opuestas y las relaciones existentes entre ellas se
han debilitado desde el auge del movimiento feminista. Pero estas creencias
ambivalentes han existido desde hace mucho tiempo, independientemente del
momento y el lugar. Según Glick y Fiske, la ambivalencia se resuelve de dos
modos. En primer lugar, dividiendo el objeto de actitud en múltiples objetos de
actitud (un tipo de mujeres) a los que evalúan de modo diferente. Así, los
sentimientos ambivalentes se resuelven dirigiendo el afecto positivo y negativo
hacia diferentes tipos de mujeres. De este modo, el psicológicamente
consistente amar algunas mujeres y experimentar desprecio hacia otras. El

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problema que genera esta opción es que no todas las mujeres encajan
fácilmente en estas categorías. Es poco probable que la división de las mujeres
tipos polarizados capte toda la esencia de la actitud negativa de los hombres a
las mujeres.
La segunda estrategia utilizada se pone en marcha cuando considera un
tipo específico de mujer. En este caso, distingue entre diferentes dimensiones
de evaluación. Así, los 600 evalúan negativamente a las mujeres no
tradicionales o poderosas, pero a la vez las respetan por ser competentes. Y, a
la inversa, a las mujeres tradicionales o subordinadas las evalúan con afecto,
pero la perciben incompetentes.
Ambas estrategias evitan la forma más incoherente de ambivalencia, es
decir, mantener actitudes conflictivas hacia el mismo tipo de mujer en una
dimensión específica. Sin embargo, como nos interactúa con estereotipos, sino
con mujeres concretas que pueden combinar características de diferentes
categorías, lo más probable es que los hombres se cita experimente
sentimientos ambivalentes hacia las mujeres en particular, especialmente hacia
aquellas con las que mantienen una vinculación afectiva.

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