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Hugo Becerra Dominguez

Título: Pobladores y vecinos de la zona de Soledad de Graciano Sánchez durante el


siglo XVII.
(Nueve Ensayos históricos.)

Índice

Introducción.

1.- Un lugar entre el cerro de San Pedro y el barrio de Tlaxcalilla, San Luis Potosí.

2.- Panorama de la región de los ranchos.

3.- Una recua de mulas a la Ciudad de México.

4.- Zona de El Jaralito y Pozo de Luna.

5.- Paisaje lingüístico y humano.

6.- Zona de ranchos de Nuestra Señora de la Soledad en 1676.

7.- Nombrar un lugar. paisaje natural, clima, geografía, medio ambiente.

8.- Zona Norte: Tinaja y La Joya de Sustaita

9.- Relación entre cultura de los pobladores y vecinos de región de Soledad de


Graciano Sánchez en los siglo XVII-XVIII y registros de cultura (fotografías, literatura,
crónicas, entrevistas, cartografía y audios) provenientes de la misma región en los
siglos XIX, XX y XXI.

Conclusiones
Ensayo 1:

Un lugar entre el cerro de San Pedro y el barrio de Tlaxcalilla, San Luis Potosí.
(Fragmento)

El humo de un fogón se dispersa por las salidas de un jacal-cocina con techo de


palma en un rancho en el que hay corrales, una carreta y otros dos jacales que se usan
para dormir. Es noviembre temporada de frío y de recolección de tunas. Santos Jacobo dice
que cuando no hallaban dónde poner los cucharones con los que cocinaban, los clavaban
en la cubierta de palma. Se ríe cuando levanta la mano para explicar cómo se deshacían
del utensilio de madera.
La escena no puede desarrollarse en las minas de Cerro de San Pedro, imposible para una
zona en la que se ha prohibido la estancia de persona alguna que no sea trabajador de las
minas. El control de quién habita las minas de San Pedro y cuales son las características
que deben de tener queda claro en esta órden de 1622 :

“que a cada minero... no se admitiera ni uno más de los indios con que pudiera poblar y estos que
pudiesen trabajar… no fuesen mancos, sino que pudiesen acabar sus tequios… que no hubiera en el real
personas vagabundas sin oficio ni ocupación conocida, ni pudieran estar en cuadrillas de mineros, arrimados a
ningún mayordomo, aunque dijesen ser parientes de él o de los mineros”.

Además comprar un jacal -para dormitorio de trabajadores- en Cerro de San Pedro en 1608
costaba 100 pesos de oro común. Una tienda de piedra labrada -no grande- en el real de
minas podía costar hasta mil pesos. Un trabajador en el contexto de las minas llegaba a
ganar a finales del siglo XVI, desde medio real de plata -la octava parte de un peso de oro
común- al día, hasta seis pesos de oro al mes ya en 1630. De otros trabajadores que se
negaban a cobrar salario porque les bastaba con el mineral que se les permitía sacar gratis
de los cerros en costales con tierra (proceso conocido como sacar mineral en pepenas y
xiquipiles), no hay datos contables.
La posesión del rancho mencionado sí se ha derivado de las ganancias en el trabajo de las
minas -ganancias de pepenas y de salario por servicios-, pero es el rancho en donde habita
una familia que ha diversificado sus actividades, y al trabajo de ir y venir de Cerro de San
Pedro cargando con sus mulas agua, carbón y metales han añadido el de la ganadería de
cabras, la siembra de una milpa pequeña con maíz, frijol, calabaza, chile y unos cuantos
magueyes y la recolección de alimentos, como nopales y las tunas, verdes, rojas, amarillas
y anaranjadas que están listas para cortarse.
Por su dependencia a la industria minera, pero su imposibilidad de existir en el cerro de las
minas, ubicaremos la imagen de este rancho en algún lugar de los 15 kilómetros que hay
entre las minas de Cerro de San Pedro y el barrio de nahuahablantes de Tlaxcalilla en las
orillas del pueblo de San Luis Potosí. Todavía no se le conoce como Soledad; cuando en
documentos históricos se refieren a este tipo de ranchos los llaman ranchos de las minas
-de arrieros, de mulas, de carboneras- o ranchos de Tlaxcalilla.
Cuando españoles e indio-mestizos insultan a los que consideran indios los llaman “perros,
cabrones, borrachos, cornudos, incapaces, pendencieros, montoneros, asesinos,
salteadores”. En el caso del barrio de Tlaxcalilla los indios son peores porque a todo lo
anterior se suma el hecho de que no trabajan en las minas. Tal privilegio -tramitado en 1591
por autoridades tlaxcaltecas y frailes franciscano y ahora regulado por el gobierno virreinal
de México- ni siquiera se debe a la ayuda que sus pasados prestaron al ejército de Hernán
Cortés. Eso ha quedado borrado cien años atrás. Estos indios del barrio de Tlaxcalilla -a
extramuros de la ciudad de San Luis Potosí- que todo lo hablan en náhuatl, no trabajan en
las minas porque no quieren y porque no se les puede llevar a la fuerza tan fácilmente
porque inmediatamente se quejan y un funcionario que lleva el título de juez protector de los
indios, argumenta por escrito que los indios tlaxcaltecas no deben ser molestados, que hay
una ley que dice que como fueron obligados a pasar de su natal Tlaxcala a poblar en San
Luis en 1591 -para mesoamericanizar, es decir enseñar la vida sedentaria agrícola a indios
nómadas- se les deben respetar el derecho a no ser esclavizados, que en Nueva España
-siguiendo una costumbre mesoamericana- se preservó para los indios aliados y los no
conquistados.
Pero si en las minas los trabajadores son golpeados, insultados, fracturados, sufren
accidentes, las manos se les engrasan, conviven con presidiarios.
-¿Quién va a querer trabajar ahí?
-Cientos de personas, que diario llegan al real de minas, indios y no indios.
Alto y redondo -como pan de azúcar- parecido al cerro rico de Potosí en Bolivia pero no tan
alto, es el cerro de San Pedro en San Luis Potosí. Al sur de este cerro -tan cerca que con
una piedra se puede alcanzar- hay otro de la misma forma y altura, que fue bautizado como
el cerro de Las Ánimas. En 1610 todavía no se labra porque sus metales son más duros y
los mineros no tienen recursos económicos para invertir en el trabajo que implicaría
sacarlos.
Entre los dos cerros -a su derecha si vemos en primer plano el cerro de las Ánimas y en
segundo el de San Pedro- hay una quebrada toda poblada con más de 50 tiendas de
mercaderes y más de 20 panaderías y otros tratantes que la habitan, “engolosinados en la
riqueza de los metales de los cerros”. Esta población se llama Real de minas de Cerro de
San Pedro Potosí… (Fragmento)
Ensayo 2:

Panorama de la región de los ranchos. ​(Fragmento)

Durante el siglo XVII son identificables cinco grupos de poblados en la región de lo


que actualmente conocemos como municipio de Soledad de Graciano Sánchez:

1.- En el suroeste del municipio haciendas mineras cercanas al Río Santiago. Entre
Tlaxcalilla y la actual cabecera municipal de Soledad.
2.- En el sur del municipio los poblados de La Virgen (actual cabecera municipal de
Soledad), Santa María y el rancho de Pedro de Baena, siguiendo por el sur hacia la actual
población de Los Gómez y la región de Pozos y La Pila ya en el municipio de San Luis
Potosí.
3.- Franja central poniente: Jaralito, zona de Pozo de Luna y Rancho Nuevo.
4.- Franja central oriente: La Concha, y las zonas de los poblados que en el siglo XVIII ya
aparecen con los nombres de Laguna Seca, Santana y Palma de la Cruz
5.- Norte: Tinaja y la Joya.

El río Santiago o de Tlaxcalilla, fue durante el siglo XVII, una zona de encuentro para
pobladores que desempeñaban sus labores en la zona. Cercanas a este río que atraviesa
parte de los actuales municipios de San Luis Potosí y Soledad se encontraban las
haciendas mineras de Gabriel Ortiz de Fuenmayor, de Leonor Bravo y de Juan Toribio.
Alrededor de estas haciendas o en su interior habitaban sus trabajadores, quienes tenían
como vecinos (incluso familiares) a los habitantes de los barrios de Tlaxcalilla, Santiago y el
pueblo de San Luis, con los barrios del Montecillo, San Sebastián y San Miguelito.
La zona de la actual cabecera municipal de Soledad, al estar en el centro de la región que
estamos delimitando se encuentra rodeada de los primeros cuatro grupos de poblados que
se enlistan arriba. A finales del siglo XVII, la zona estaba constituida por seis o siete
ranchos en donde habitaban entre 200 y 300 personas. Al sur de esta región se encontraba
el Rancho Viejo de los Chichimecas, el Rancho de los Tarascos, el pueblo de San Francisco
de los Pozos y la hacienda de La Pila.
Las poblaciones de Milpillas, Rinconada, Estanzuela, Agua Señora, Colorada, San Juanico
y Mexquitic, se encontraban relativamente cerca de ranchos de la franja central poniente
como El Jaralito, el rancho de Juan Andrés y el rancho de Felipe Teniente.
La zona del cuarto grupo de poblados, que corresponde a la región de La Concha y Laguna
Seca tenía hacía el oriente las haciendas y ranchos de Cerro de San Pedro, Monte Caldera
y ya sobre el Camino Real a la Huasteca algunos poblados de la zona de Armadillo.
La población de Peñasco y otras poblaciones y haciendas al norte de Armadillo colindaban
con la ubicación de los ranchos de Agustín Sifuentes, la Joya de Sustaita y Tinaja…
(Fragmento)
Ensayo 3: Una recua de mulas a la Ciudad de México. ​(Fragmento)

¿De dónde podría salir una recua


de mulas cargada de metales hacia el
camino real a la Ciudad de México?
Si la caravana partió antes del año 1627,
cuando aún no había Caja Real en el
pueblo de San Luis Potosí, la carga de
mineral pudo haber salido de alguna de
las veintidos haciendas para beneficiar
mineral que enumeró el fraile Antonio
Vázquez de Espinoza, a su paso por San
Luis Potosí en 1612.
Partiremos arbitrariamente de una zona
cercana a los ranchos de Palma de la
Cruz y la Concepción que como vemos en
el camino de norte a sur trazado en el
mapa, se comunicaba con la hacienda de
S. Ana.
El metal de las minas de cerro de San
Pedro, se funde en hornos, que utilizan
carbón, nopales, palmas, sotol y ramas
como combustible, por lo tanto la
vegetación que vemos a nuestro paso
está tronchada, calcinada a medias, sin
madera, sin nopaleras. Todo ha sido
echado a los hornos. Todo yermo, seco,
pelón, chamuzcado, retorcido en el
tronadero y chilladero de las llamas. Todo
apestado a fuego, ahumado.
En nuestro camino, siempre de norte a
sur, a nuestra derecha en otros años
estarán los ranchos de la Virgen de
Nuestra Señora de la Soledad, en el
preciso camino a las minas, porque el
camino por donde vamos tiene en línea
recta hacia el oriente a las minas de Cerro
de San Pedro, aunque para llegar a ellas
no se siga una línea recta pues se sube
desde las estribaciones de su sierra por
abras, cañadas, arroyos semisecos,
cañones o pasos entre cerros. Se va por
los huecos, entre la circunferencia de
base de un cerro y otro, de manera que…
(Fragmento)
Ensayo 4:

Zona de El Jaralito y Pozo de Luna. ​(Fragmento)

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, comienza a haber registros de


pobladores indígenas en la zona que actualmente conocemos como Rancho Nuevo. En
documentos del Fondo Alcaldía Mayor del Archivo Histórico de San luis Potosí, aparecen
referencias a los ranchos del Jaralito, de Juan Andrés, de los Teniente, de Francisco
Carrión y de Juan de Rojas. Sus habitantes son identificados como indígenas, mulatos y
mestizos. Agrupados alrededor de un jefe de familia y jefe del trabajo. Dependientes de uno
o varios hacendados y mineros, tienen un ingreso regular, propiedades y cierta libertad en
sus ranchos aunque la brutal experiencia colonial que han vivido sus antepasados y que
ellos mismos experimentan marca sus vidas.
Esta zona del municipio que hemos agrupado dentro de la franja central -con registros en
documentos desde la década de 1660- tiene como núcleo principal a las familias:
Hernández, -que vive en los ranchos de Tlaxcala en un lugar al que se menciona como
Jaral, Jaralito o Jaralillo-, la familia Saldaña -conocidos después como familia Teniente,
pues tenían el encargo de dar aviso a la autoridad en San Luis sobre cualquier
acontecimiento que tuviera que ver con la justicia- y la familia de Juan Andrés, propietarios
de caballos y mulas.
En el expediente quince del 20 de mayo de 1681, aparece -en el contexto de una
investigación judicial- información sobre la región. La familia Hernández habitaba dos
jacales. La familia estuvo integrada por, Ana María de más de 70 años, su hijo Lázaro
Hernández, casado con Gregoria Ortíz, padres de Domingo, María, Jacinta y Cristina. Su
rancho se componía de dos jacales, una cocina y un baño de temazcal.
Hernández era un arriero que subía y bajaba de Cerro de San Pedro, con minerales, agua y
carbón. En un censo de 1681 se indica que en su rancho había tres mulas, un macho (o
mulo), nueve caballos y 34 cabezas de ganado cabrío. Seis años antes, en 1675 había
registrado como posesiones cuatro mulas y 16 caballos.
Diego Hernández hermano de Baltasar Hernández, habitaba -de acuerdo al censo de 1681-
un rancho contiguo con su esposa Luisa de Santiago, Ana María, Sebastián Felipe y su
esposa María Francisca.
En este grupo de jacales de El Jaralito, vivía -de acuerdo a un registro de 1675- también
Juan de Herrera, casado con Isabel de Rojas, sus cuatro hijos, cuatro nietos huérfanos y el
sirviente Nicolás García. Herrera tenía en su rancho 16 mulas, 20 caballos y 30 cabras de
leche y manifestó que se dedicaba a bajar metales a la hacienda de “su amo Diego
Lozano”… (Fragmento)
Ensayo 5:

Paisaje lingüístico y humano. ​(Fragmento)

En las minas de Cerro de San Pedro y los poblados y barrios que habitaron sus
trabajadores, se escuchaba a finales del siglo XVI y principios del XVII una mezcla de
lenguas y acentos producto de la convivencia de culturas y nacionalidades que sin
intérpretes, resultaban ininteligibles entre sí. Los cuatro principales grupos linguísticos de la
región -por su número- purépechas, nahuas, españoles y otomíes, optaron en las primeras
décadas de vida minera, por comunicarse en náhuatl y castellano, para poder entenderse.
Antes de 1600 hay registros de michoacanos de Zacualpan, Cuitzeo, Pátzcuaro, Tajimaroa
y Charapa llegados para trabajar en haciendas, ranchos y minas. No eran sacados de
comunidades indígenas libres de la experiencia colonial. Venían de tres cuartos de siglo de
encomienda y convivencia con españoles y esclavos africanos.
La familia de encomenderos Infante Samaniego, llegó a tener más de 50 pueblos indígenas
bajo su explotación en el noroeste de Michoacán. En 1538 se quejaban de la huida de
esclavos hacia la zona de Puebla, en 1598 los pueblos de Tiríndaro, Zipiajo, Azajo y
Coeneo se quisieron separar de la encomienda. La heredera, Francisca Infante Samaniego
los acusó de “indios revoltosos y pleitistas”. Al año siguiente una queja de Infante
Samaniego contra españoles de las minas de Xichú y San Luis, que se llevaban a indígenas
de su encomienda, fue enviada al virrey.
La migración de población de la provincia de Michoacán a la región de las minas de Cerro
de San Pedro no dependía de la figura colonial de indios de repartimento. Situación
contraria, por ejemplo, al caso de las minas de Guanajuato, que en 1592 recibía a indígenas
de Comanjá que estaban obligados a acudir cada semana a prestar sus servicios.
Casos documentados de llegada de población de Michoacán al valle contiguo a las minas
de San Pedro, -en los pueblos de San Luis, Santiago, barrios y ranchos- indican, por
ejemplo, que a los purépechas los iban a buscar hasta sus tierras, en donde representantes
o intermediarios de los mineros les ofrecían hasta ocho meses de sueldo adelantado para ir
a trabajar a la región de las minas.
En el Archivo Histórico de Pátzcuaro, se encuentra el caso de Ana Turari e Isabel Pagua
acusadas en 1622 de engañar y luego secuestrar a trabajadoras domésticas de residencias
de vecinos españoles, esconderlas provisionalmente en una casa y luego entregarlas en
venta a españoles que las llevaban a San Luis Potosí.
El mismo archivo contiene un documento en donde se habla de la paliza que en
Erongarícuaro recibió Francisco Gómez mayordomo de la hacienda de la familia de mineros
Arizmendi Gogorrón en 1612 por tratar de apresar a trabajadores que aparentemente
habían huido de la región de las minas de Cerro de San Pedro sin terminar su contrato y por
lo tanto con deudas.
Mineros de Cerro de San Pedro como Gabriel Ortíz de Fuenmayor o Pedro Arizmendi
Gogorrón, solicitaban y recibían de las autoridades virreinales permisos para hacer este tipo
de entradas en Michoacán para regresar a trabajadores con deuda y para realizar nuevas
contrataciones.
Hay por lo menos cinco casos más documentados de migrantes michoacanos que
procedentes de las minas regresaban a su tierra y que después por gusto u obligados
volvían a territorio potosino... (fragmento)
Ensayo 6:

Zona de ranchos de Nuestra Señora de la Soledad en 1676. ​(Fragmento).

¿Como se adquiría un pedazo de tierra en la zona de Nuestra Señora de la Soledad?

Un caso de registro de tierras en 1676 nos muestra la complejidad étnica de los


primeros pobladores de Soledad. El mulato Miguel Montes, solicitó el registro a su nombre
de un sitio y tierra para rancho que estaba entre el rancho del español Pedro Baena y del
mestizo Diego de Mata. Este último llamado rancho de Santa María, poblado en 1681 por
Melchora de los Reyes, indígena casada con Mata, sus hijos mestizos, tres indígenas más,
dos mestizos y una española.
Miguel Montes denunció el terreno por despoblado. Pronto le apareció dueño en la persona
de Bernardo Rodríguez, indígena -como la mayoría de los pobladores registrados en los
llamados ranchos de Tlaxcalilla, entre 1676 y 1681- del rancho de Nuestra Señora de la
Soledad o rancho de la Vírgen.
En 1681 la Vírgen, estaba habitado por Pedro Martín, Leonor Rodríguez, Miguel Gonzales,
María de los Santos, Juan Pascual, Inés Martina, Nicolas Moreno, Luisa de Jesús, Lorenza
de Jesús, Isabel Morales, Juan Vasques, Juan de Ariste, Manuel de la Hija, Miguel
Francisco, María Ramos, Micaela Ramos, María Magdalena. Y Magdalena de la Cruz,
Roque de la Cruz, Nicolás de la Cruz, Beatriz de la Cruz, Catalina de la Cruz y Pascuala de
la Cruz.
El censo señala que los 23 habitantes son indios. Es probable que en estos conteos no se
registrara a niños pequeños, por lo que el número de habitantes en los ranchos
mencionados podría ser superior. De cualquier manera es una cifra baja e indica que los
cientos de trabajadores que hasta fecha habían pasado por las minas de Cerro de San
Pedro y sus haciendas, no se estaban quedando a vivir exclusivamente en la región de
Soledad.
En el censo de 1861 el mulato Miguel Montes que quiso avecindarse en la zona de Soledad,
aparece habitando el rancho de Pozo de San Antonio, con su esposa Juana Péres
registrada como indígena, igual que Felipe Pérez, Elena de la Cruz, Nicoás Martín y Luisa,
además de Juana Pérez, registrada como mulata y Tomás Pérez registrado como mestizo.
Hay dos ranchos más de la zona, el de Poblasón con 27 habitantes, todos registrados como
indios con la excepción de una mulata y el rancho de Hernando Rincón, cuyo primer registro
en documentos históricos aparece en un censo de 1668. En 1681 este rancho de Hernando
Rincón, aparece habitado por el mulato Joseph Rincón y los indígenas, Nicolás Martín,
Sebastián Martín, Juana María, Catalina María, Andrés de la Cruz y Pascuala de la
Ascención. Es posible que Joseph Rincón fuera hijo del español Hernando Rincón, pues en
el censo mencionado, hay un Hernando Rincón registrado como propietario de casa en la
calle del Santuario en el pueblo de San Luis, habitando con dos españoles y siete mulatos y
mulatas más. El caso de Joseph Rincón sería un ejemplo del tipo de rancho de familias que
vienen del pueblo de San Luis y solo permanecen en el rancho temporalmente -a diferencia
de los trabajadores del rancho- para la explotación de la tierra y el trabajo en haciendas y
minas.
Una comparación entre un breve censo de 1668 y el de 1681, mucho más extenso, muestra
la continuidad en la zona de Soledad, de los ranchos del mestizo Felipe Teniente y los
españoles Hernando Rincón y Tomás Carrion. Entre estos años se observa un fenómeno de
aparición de ranchos de familias indígenas de diverso origen, que podría indicar que estos
pobladores estaban desaprendiendo a vivir en comunidad, es decir, personas de origen
mesoamericano que ya no necesitaban una comunidad -como si lo necesitaron por ejemplo
las comunidades de tarascos de Villa de Pozos o de tlaxcaltecas en Mexquitic y Tlaxcalilla o
de otomíes en Santa María del Río- para poblar permanentemente… (Fragmento)
Ensayo 7:

Nombrar un lugar. paisaje natural, clima, geografía, medio ambiente.


(fragmento)

Con una posible etimología latina en sol -de ahí a solus- la palabra Soledad, puede
significar además de la vírgen patronímica de los ranchos que se establecieron al poniente
de las minas de Cerro de San Pedro -cuando los nativos guachichiles habían sido
despojados de toda la región- la visión del carácter y esencia de un paisaje sólo.
Un luz solar intensa que en su recorrido diario abrillanta la bóveda celeste y el campo, nos
muestra todo lo que observamos con un grado mayor de transparencia y blancura. Esta otra
soledad -esencialmente solar- se siente en el cuerpo y se percibe en el olor a piel quemada,
de los brazos y el dorso de la manos.
El paisaje es un llano o sabana sin extensiones grandes de sombra para los humanos, que
desde abajo perciben el cielo, nopales, palma o izote en abundancia, lechuguilla, matorral y
pocos mezquites y huizaches. En el horizonte, hacia el oriente, las montañas en el camino a
Cerro de San Pedro son una barrera que retrasan por unos minutos la llegada del sol y al
mismo tiempo impiden que esta imágen de la Soledad se extienda hasta una orilla a la que
no se podría ir y venir en un día.
Pronto este espacio soleado, fue poblado de nombres y palabras por sus nuevos
habitantes. ​El Jaralito​, toma su nombre de matas o arbustos leñosos, de ramas delgadas y
hojas pequeñas que se ramifican desde su base. Tiene su raíz etimológica en el árabe
vulgar -el que hablaba el Arcipreste de Hita y una parte de sus lectores españoles-, xara
que significa, mata. Estas plantas “​son colonizadoras natas y aparecen con una
extraordinaria rapidez en áreas que se han quemado o en zonas labradas abandonadas”.
El rancho del Jaralito se encontraba en ​La Sabana o Sabanilla, ​palabra de origen taíno o
caribe -junto con tuna y maguey- que significa llano o valle grande. Estas palabras llegaron
al continente con los conquistadores que pasaban por el caribe.
En purépecha encontramos las palabras tareta que significa heredad, tacuche que significa
trapo y guarache. En otomí guishe que significa amargo y en náhuatl -la primer lingua franca
de las minas y valle de San Luis- nopal, mezquite, huizache, iczotl, temazcal, tenate,
xiquipil, chichihua, huipil y tequio.
Diversos puntos geográficos fueron bautizados en lenguajes indígenas, ​Tareta ​en el Valle
de San Francisco, ​El Cacalote​, la ​Sierra de Supinque​, ​El Tepozan​, ​El Tecolosuche​,
Atotonilco, ​El ​Xoconoxtlal, ​Chiquihuitillo,​ ​El Chipinque, El Pintontle​.
La palabra rancho, del latín raunire: reunir, acompaña ​gentilicios para indicar lugares como
el ​Rancho de los Tarascos, El Rancho Viejo de los Chichimecas y ​un lugar conocido como
Los Mexicanos​.
El habla se anuda al paisaje y surgen los topónimos, La​ Cañada de los Otomíes, ​La ​Cañada
de los Tarascos, El Charco del Huasteco. ​De un imponente cráter, resultado de una
explosión causada por agua subterránea que entró en contacto con lava caliente o magma
un millón de años atrás nace el término ​La Hoya. ​Su contraparte visual -quince kilómetros al
suroeste de La Joya- lo encontramos en una solitaria montaña, mole de piedra, elefante
echado, a la que nombraron ​El Peñasco. L ​ os nombres nos siguen hablando de una mezcla
de paisaje y humanos ​El Cerro de las Ánimas, La Puerta, La Compuerta, el Cerradío, El
Durazno, La Milpa de San Nicolás, Los Corralitos de Basulto, El palenque, La Parada…
(Fragmento)
Ensayo 8:

Zona Norte: Tinaja y La Joya de Sustaita


(Fragmento)

La primer referencia que encontramos a la zona que ocupa actualmente la ex


hacienda de la Tinaja -comunidad muy relacionada por su cercanía geográfica, con la
Hacienda de Peñasco- en el norte del municipio de Soledad de Graciano Sánchez, aparece
en un documento en el Archivo General de la Nación de 1620. En la información se
menciona que Pedro Muñiz dueño de carboneras en el Paraje de la Tinaja, se querelló
criminalmente de Diego Rico mayordomo de Diego Jiménez, carbonero de Armadillo, por
haber entrado a su rancho y sacado a Diego Francisco, “indio suyo, tarasco”. Muñiz señala
en la información que con esta acción, el mayordomo de Diego Jiménez provocó un gran
alboroto en chichimecas que estaban poblados por esos años en La Tinaja a los que
describe como indómitos. Del documento se desprende que integrantes de la población de
una ranchería chichimecas servía en un rancho de carboneras y la relación de la región
norte del actual municipio de Soledad con la región de Armadillo. En su declaración Muñiz
señaló que finalmente los chichimecas fueron apaciguados por su mayordomo Miguel
Sánchez.
Al norte de la Tinaja se encontraban tierras que desde la década de 1630 y hasta el siglo
XVIII aparecen asociadas al español de origen vasco Domingo de Sustaita o Sustaeta. Él
habría sido quien bautizó al cráter volcánico como La Hoya, que en diversos documentos
aparece asociado al apellido Sustaita. En la región de La Joya, Sustaita se dedicaba a la
ganadería, en una amplia región que se extendía hasta la hacienda de Peñasco.
En 1645 Sustaita, denunció que entre 40 y 50 chichimecas despojaron a sus criados de dos
vacas y unos caballos en las cercanías de sus propiedades.
Matías de Sustaita heredero de Domingo, registró en 1675 el rancho. En su declaración por
escrito informó que tenía 180 reses, sesenta bueyes y tres carretas. En 1681 en el rancho
de Matías de Sustaeta vivían su esposa Juana de Sustaeta y sus dos hijos Dominga y
Nicolás de Sustaeta, todos registrados como españoles. En otra casa de dicho rancho
vivían sus trabajadores Pedro Zacarías y su esposa María Sànchez registrados como
indígenas igual que el resto de los habitantes del rancho con excepción de un mulato y un
mestizo. En otro jacal vivían María Sánchez y su esposo Gaspar Gonzales. Otro grupo de
habitantes del rancho de Matías Sustaeta era habitado por Pascual Rodrígues casado con
Catalina de San Francisco, María Magdalena casada con Luis Sánchez, Diego Sandoval
casado con María Moreno, Maria Pardo casada con Juan de Dios y Juana Ramírez.
En una casa más se registró a María Micaela su esposo Antonio Alvarado, Juan de Salas
-anotado como mestizo-, casado con Josefa de Córdoba -mulata- y a Domingo Gutiérrez.
Por último aparece la casa de Juan de Dios, Juan de la Cruz y María Francisca su esposa.
La región al norte del río Santiago hasta la zona de La Tinaja, era conocida como la Sabana
o Sabanilla, en algún punto de este espacio el mulato Agustín de Sifuentes mantenía según
registro de 1675, un rancho en el que elaboraba quesos y desde donde llevaba leña y sotol
a los mineros. Reportó doce bueyes, 40 reses, 20 caballos y “algunas mulas para el trajín”.
Sifuentes indicó que lo ayudaban en las labores del rancho tres hijos y que tenía la licencia
del rancho en la Santa Cruz del Peñasco -actual exhacienda de Peñasco- propiedad de
Juan Francisco de Salas… (Fragmento)
Ensayo 9:

Relación entre cultura de vecinos y pobladores de la zona de Soledad de Graciano


Sánchez en los siglos XVII-XVIII y registros de cultura (fotografías, literatura,
crónicas, entrevistas, cartografía y audios) provenientes de la misma región en los
siglos XIX, XX y XXI. ​(Fragmento)

¿Es día de fiesta en El Peñasco? Si no por qué hay una empalizada -reflejada en el agua-
con banderas, marcando un camino, que llega o sale a la altura del corral o redondel en la
sección derecha de la fotografía.
No será ese el redondel del que habla el apoderado legal de Soledad, Juan García en 1758,
al explicar los que ellos consideraban eran los límites de su comunidad:

“desde la Hacienda que llaman de Miranda para la parte norte, por el camino del Peñasco, hasta el
redondel”

Lo que es un hecho es que llovió y que la gente está esperando algo. Si no por qué están
sentados en las macizas trancas del redondel -que por lo que se vé, ampliando la foto, no
amenaza ruina- o con los brazos cruzados, uno parado y otros sentados recargados a la
pared de las cuartos que franquean la empalizada. ¿Es el preludio de una peregrinación
hacia la salida del pueblo para seguir el camino a la Santa Cruz del Peñasco, que se
observa diminuta en la cima derecha de la montaña? Esto lo comprobaremos, más adelante
cuando subamos a la cruz y veamos lo que quizá es una manifestación de religiosidad y
espiritualidad católica y mesoamericana… (fragmento).

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