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LAS ESCUELAS PSICOLÓGICAS.

Cuando hablamos de las Escuelas Psicológicas, estamos abarcando parte importante de la historia de la
Psicología. Están conformadas por diferentes estudiosos, los cuales comparten las diferentes teorías y los
métodos para desarrollar su estudio. Entre las escuelas psicológicas más importantes encontramos:
 El Estructuralismo.
 El Funcionalismo.
 El Conductismo.
 El Psicoanálisis.
 La Gestalt.
 El Humanismo.
Les daremos una breve definición de cada una de ellas y entraremos de forma más profunda a definir el
Psicoanálisis.

1. EL ESTRUCTURALISMO.
Sus principales percusores son Wundt y Titchener. Wundt establecía que “[…] la conciencia es el resultado
de la combinación de estructuras fundamentales indivisibles que se combinan para dar como resultado los
fenómenos conscientes. De ahí el nombre de estructuralismo 1”. Wundt dedicó prácticamente todo su trabajo
científico a determinar cuáles eran esas estructuras. Sin embargo, Titchener fue quién convirtió en Ismos
(escuelas) las orientaciones sobre los contenidos de la experiencia consciente y las funciones de la conciencia.
El estructuralismo fue la primera psicología académica de carácter experimental, separada de las ciencias
próximas. Estudia la experiencia consciente, atendiendo al contenido y a la estructura de la mente y no a su
funcionamiento. El método es el experimento con la ayuda de la matemática y la introspección2.
El Estructuralismo es la Escuela Psicológica que se encarga de estudiar la estructura de la mente humana.
Wundt planteaba que la mente estaba estratificada y que su investigación partía de lo más simple a lo más
complejo. En su laboratorio, Wundt y sus estudiantes, conocieron que la mente estaba compuesta por las
Imágenes, los Sentimientos y las Sensaciones. Los estudiosos del Estructuralismo rechazan lo irreal. Su
principal foco de la obtención de la información o de resultados de la investigación es a través de diferentes
métodos científicos, métodos experimentales. Estudian al ser humano desde afuera, como un elemento físico y
no desde la conciencia.

2. FUNCIONALISMO.

El Funcionalismo es considerado como la primera escuela de Psicología en América. Se consideraba un


sistema más científico que el estructuralismo. Su principal percusor fue William James. James instaló, incluso
antes que Wundt, su laboratorio en la Universidad de Harvard en Estados Unidos. Su principal objeto de
estudio era conocer como los factores fisiológicos influían en la Psicología 3. Las teorías de James tuvieron un
impacto positivo en la Psicología. Su objeto de estudio era la vida de la mente, como funcionaba y que producía
en el Hombre. James “consideraba que la misión principal de esta disciplina consistía en entender el
comportamiento y los procesos mentales desde la perspectiva de cómo los mismos actúan con el fin de lograr el
buen funcionamiento social de la persona, o sea, su adaptación 4”. De esta teoría parte el nombre de
Funcionalismo. Al establecer que la mente del hombre evoluciona y se adapta a medida que va aprendiendo y
va habituándose, James le dio importancia a la teoría evolutiva de Charles Darwin, estudiando la adaptación del
hombre en el medio social.
Es la consecuencia lógica de la teoría de la evolución del hombre de Charles Darwin, aplicada a la adaptación
social del ser humano. Toda conducta que sea considerada fuera de lo social era olvidada y el hombre se
adaptaba a la sociedad. “El funcionalismo sostenía que es mucho más interesante estudiar los distintos recursos
que utiliza el ser humano para afrontar su medio que limitarse a analizar la estructura básica de la mente. El fin

1
Recalde, María Mercedes. Psicología (3a. ed.). Buenos Aires, AR: Ediciones del Aula Taller, 2013. ProQuest ebrary. Web. 23 August 2016. Copyright © 2013.
Ediciones del Aula Taller. All rights reserved.
2
Reflexión, meditación.
3
DAVIDOFF, Linda. Introducción a la Psicología. Tercera Edición. Editorial Mc Graw – Hill. México, 1989. Pág.
4
Recalde, María Mercedes. Psicología (3a. ed.). Buenos Aires, AR: Ediciones del Aula Taller, 2013. ProQuest ebrary. Web. 23 August 2016. Copyright © 2013.
Ediciones del Aula Taller. All rights reserved.
de la psicología debe ser comprender como la conciencia y otros procesos mentales ayudan a la los seres
humanos a adaptarse a sus experiencias5”.

3. CONDUCTISMO.
Al inicio del siglo XX, ya la psicología se veía como el estudio de los procesos mentales que pueden ser
consientes o inconsciente (psicodinámica) o como un flujo siempre cambiante (funcionalismo) (Morris y
Maito, 2011). Es entonces donde comienza a redefinirse la psicología. Es cuando John B. Watson establece que
si uno no puede ver, o medir, o contar algo, éste no podría ser objeto de estudio. Como consecuencia nace el
Conductismo6. Al ver que la conducta se podía medir (frecuencia), observar (reacciones) y estudiar (efectos o
consecuencias); la convirtió en su objeto de completo estudio. La observancia de Watson, estaba influenciada
por Iván Pavlov quien realizó un estudio experimental sobre la conducta de los perros y como podría cambiarla.
Tal como lo explicamos en las clases anteriores, relacionado con el Condicionamiento, para él era una forma
sencilla de entrenar o condicionar. Posteriormente Watson, plantea que todos los seres humanos somos
producto del condicionamiento. B. F. Skinner hace una revisión del Conductismo. Planteó que los estudios no
deben centrarse en lo que había dentro de esa “caja negra” (mente, cerebro o sistema nervioso) sino en lo que
entraba y salía de esa ella (Skinner, 1938, 1987, 1989, 1990). Su teoría se centraba en que la conducta del
hombre se puede modificar con el condicionamiento y también, intentaba conocer el proceso de las leyes de la
conducta (Morris y Maisto, 2011). Los resultados de su rigurosa investigación conductista, lo llevaron a
descubrir una nueva característica que es el refuerzo o reforzamiento 7 de la conducta. Comenzó a utilizar los
términos Recompensa para quienes hacían lo que él pedía, es decir era reforzado.
Enfatiza su objeto de estudio en la conducta humana, tomando como punto de partida el estímulo y la
respuesta del hombre ante este. El conductismo establecía que la conducta de los animales tenía que ser
estudiada en igualdad con la conducta del ser humano, debido a que “los organismos más simples son más
fáciles de investigar y comprender que los más complejos 8”. Los Conductistas comienzan a estudiar también
otros objetos inobservables y a su vez complejos, como los sentimientos o los instintos, y los relacionan como
resultado a la conducta humana.
4. LA GESTALT.
En la década de los 60’s los filósofos dejaron de ver el conductismo como una teoría y fue considerado
como una pieza más de una serie de elementos que componían el estudio de la conducta y el ser, y comenzaron
a indagar sobre que había más allá de lo que ya se había planteado, y llegaron a la conclusión que había algo
más que la conducta o la razón; y era que los seres humanos eran seres sensibles. A partir de este punto
comenzaron a indagar sobre los sentimientos del hombre y cómo estos influían en su conducta y en su ser. Es
aquí cuando surge la Teoría Gestalt. Los percusores de esta Teoría fueron Wolfgang Kholer, Kurt Koffka y
Max Wertheimer; e intentaban estudiar un “todo” del ser humano y sus percepciones. “cuando se aplica a la
percepción (todo) se refiere a nuestra tendencia de ver patrones, a distinguir un objeto de su fondo y a
completar una imagen a partir de unas cuantas señales” 9. Los percusores de ésta teoría eran simpatizantes de la
teoría funcionalista de James, y sostenían que la percepción y el pensamiento no podrían separarse. Por
ejemplo, cuando observamos un panal de abejas, vemos eso, el panal y no lo derivamos a las abejas, la miel, la
cera, etc. como factores aislados; vemos un todo que es el Panal de Abejas 10. La escuela de la Gestalt se
concentra en un todo del ser humano. Se centra en lo real, en el aquí y el ahora del Hombre. Establece que para
el hombre es muy importante conocer todo lo que se plantea, y si no lo conoce hay una fuerza que lo impulsa a
buscar el conocimiento. Aunque la Gestalt defiende el método experimental, la obtención del conocimiento se
ubica en las situaciones o vivencias del hombre. Su posición es física – idealista. Relaciona el entorno físico y
las ideas o pensamientos del hombre como un todo de su personalidad.
La Gestalt establece que “los conflictos o limitaciones psicológicas, tienen una base vivencial o emocional, la
cognición y la razón pueden ayudarnos a entender estos conflictos, pero solo entender no facilita el cambio (...“entiendo
lo que me pasa, pero me sigue pasando”). El cambio implica el entendimiento, la emoción y la conducta. Cambiar implica
sentirse y vivenciarse diferente. Por ello la psicoterapia Gestalt utiliza herramientas y técnicas vivenciales, con fantasías,
dramatización, sueños, y otros, la persona puede sentir en sí mismo la intensidad del conflicto, reconociéndolo
corporalmente, y lo que es más importante, puede llegar a reconocer desde la sensación y lo corporal la solución a este
mal estar, que suele estar en sus propias manos 11”.

5
MURILLO, Daniel; DE CASAS, Enrique; y equipo. Recuperado de
http://roble.pntic.mec.es/ipet0012/web_isidro/psi_uddidacticas/Escuelas_psicologicas_archivos/Daniel_funcionalismo.pdf
6
Escuela psicológica que solo estudia la conducta observable y mesurable. MORRIS y MAITO, 2011, Pág. 16.
7
Llamada así por Skinner.
8
DAVIDOFF, 1989.
9
MORRIS, Charles G.; MAISTO, Albert A. Introducción a la Psicología. Decimotercera Edición. PEARSON EDUCACIÓN, México, 2011. P. 18.
10
Tomado como referencia del ejemplo planteado por MORRIS, Charles G. y MAISTO, Albert A. en su texto: Introducción a la Psicología. Cuando ellos se referían a
“cuando miramos un árbol vemos justamente eso, un árbol, no una serie de hojas y ramas aisladas”. Pág. 18.
11
AMEZCUA, María Dolores.; SCHNAKE, Adriana. Características de la Psicoterapia Gestalt. Recuperado de
http://psicologiaclinicapotencialidades.blogspot.com.co/2011/02/caracteristicas-de-la-psicoterapia.html
El ser humano es observado desde todas las dimensiones de su personalidad, y no como un fragmento de ella. Todas
las vivencias que experimenta el hombre es lo que lo forman como tal.

5. EL HUMANISMO.
Su percusor es Abraham Maslow. Aportó un punto más de investigación: los sentimientos y anhelos,
como factores influyentes e importantes de la conducta humana. Es entonces cuando se define la
Psicología Humanista. Esas experiencias no verbales, como los sentimientos, los miedos, etc.,
influyen en el desarrollo y potencial humano, en sus anhelos y deseos. Los humanistas se enfocan
en diversos puntos de partida12:
 El Potencial Humano.
 La importancia del amor.
 La pertenencia.
 El autoestima.
 La autoexpresión.
 Las experiencias importantes.
 Auto realización.
Estos puntos de partida eran muy importante para poder establecer en el ser humano una salud
mental y bienestar positivos. En el “estar bien” del hombre. Esta psicología planteó su enfoque en el
positivismo del hombre, mente sana, más que en las enfermedades mentales. Como producto de
estas afirmaciones surge un tipo de psicología que va más allá de la conducta o del humanismo y
centra su enfoque en el conocimiento, en cómo la mente procesa la información y la empleamos
para resolver problemas o simplemente para nuestro entorno.

El Psicoanálisis

Su principal precursor es Sigmund Freud. Fue un innovador y descubridor del Psicoanálisis, el descubridor del
inconsciente y la sexualidad en el sentido que él mismo les dio. El Psicoanálisis nace como una reacción al
mundo descrito por Descartes y Newton.
Freud “propuso un inconsciente entendido como una cualidad dinámica de contenidos y representaciones
estrictamente mentales. No habla de registros fisiológicos, sino de representaciones mentales ligadas con
afectos y emociones.
Freud sostenía que la sociedad había sufrido tres grandes golpes u ofensas por parte de la investigación
científica:
1. La ofensa cosmológica que Copérnico infringió a la humanidad al arruinar la ilusión narcisista de que la
Tierra era el Centro del Universo.
2. La ofensa biológica con que Darwin nos hirió al poner punto y final a la fantasía de que los seres
humanos eran cualitativamente diferente a los animales.
3. Pero la ofensa más sensible es ésta, de naturaleza psicológica, la que Freud hace, al demostrar que ni
siquiera somos dueños de nuestra propia conciencia, porque dentro de nuestro equipaje psíquico existe
un inconsciente dinámico y bien repleto, que controla a aquella sin que nos demos cuenta.
12
Morris y Maistro, 2011.
Freud señala que Psicoanálisis es el nombre un método que sirve para indagar procesos anímicos inconscientes
difícilmente accesibles por otra vía; de una tecnología psicológica para tratar perturbaciones neurológicas
fundada en aquella indagación; y de una serie de intelecciones psicológicas, derivadas de aquel método y de
aquella técnica que ofrecen una teoría de la mente.
Las afirmaciones de Freud fueron las más controvertidas de la historia, pero en el fondo las personas sabían que
eran ciertas. Actualmente, no podemos hablar de la psicología sin nombrar a Freud.
El psicoanálisis nació de una necesidad médica, según lo afirma Freud. El saber psicoanalítico redefinió lo que
tendría que ser la psicología, incorporando a la misma el estudio de la personalidad, la motivación y la
psicopatología, además de reforzar el interés por los aspectos sociales y por los relativos al desarrollo.
EL PSICOANÁLISIS COMO SISTEMA TEÓRICO
Entre los años 1892 y 1900 se gesta el psicoanálisis: Freud crea el método de la libre asociación, inicia y
profundiza en su autoanálisis (que básicamente consistía en auto-interpretación de sus sueños) pone los
fundamentos de su teoría sexual de las neurosis (represión de la sexualidad infantil), considera los síntomas
como manifestaciones de conflictos intrapsíquicos y en 1896 utiliza por primera vez el término Psicoanálisis el
cual fue considerado por Freud como una nueva disciplina científica.
Freud basa su teoría en seis construcciones indiscutibles:
1. Existen los procesos mentales inconscientes.
2. Toda conducta (normal o patológica) posee una motivación y un significado (simbolismo)
3. Ninguna conducta ocurre al azar (determinismo), sino que está condicionada por factores de la
estructura mental individual, sus modos de funcionar tales como los impulsos, deseos, mecanismos de
defensa (o también de adaptación) y sus conflictos.
4. El origen de los conflictos se sitúa en la primera infancia (represión de la sexualidad) e impiden el
normal desarrollo de la personalidad. Los conflictos tienen, pues, un carácter sexual o, cuanto menos
instintivo. El pasado perdura en el presente ejerciendo un efecto reactivamente sobre la conducta.
5. La conducta patológica es esencialmente energía extraviada, mal equilibrada, la normal, por el contrario,
es el resultado del equilibrio entre los sistemas de fuerzas o de energía de la persona, los cuales, a su
vez, son producto de los impulsos instintivos. Factores cuantitativos subyacen en cualquier
manifestación conductual.
6. La conducta humana está afectada también por el intercambio del mundo real.
Con esas seis posiciones, Freud establece la teoría que explica el funcionamiento del aparato psíquico. La cual
es una teoría consecuente con la observación clínica; no olvidemos que parte del método patológico para
construir una Psicología, que, a diferencia de las contemporáneas, conduzca al otro lado de la conciencia.
El aparato psíquico: Los puntos de vista metapsicológicos
a. Dinámico. Concibe la vida psíquica como un sistema de fuerzas, de base biológica y física, de cuyo
grado de equilibrio (principio de constancia) depende la salud mental. La constancia hace que el aparato
psíquico esté sano. Califica lo inconsciente en tanto que ejerce una acción permanente, y que exige una
fuerza contraria, la cual asimismo se ejerce de modo permanente, para impedir y prohibir el acceso a la
conciencia.
b. Topográfico. Es conocido que existen dos concepciones tópicas de la organización del aparato psíquico.
a. La primera, de carácter más topográfico, dota al aparato psíquico de tres sistemas de
funcionamiento, ubicados con cierto orden en sus relaciones. Del mismo modo que hay un lugar
cerebral para la localización de ciertas actividades del psiquismo, hay correlativamente lugares
psíquicos donde se centralizan tales funciones:
i. Inconsciente. Se describe como algo vivo, lo constituyen contenidos tales como
pulsiones, acontecimientos, recuerdos, imágenes, deseos, sentimientos o emociones, y
fantasías que pueden ser dolorosos, amenazantes o provocadores de ansiedad. No hay ni
sentido del espacio ni del tiempo, ni orden, ni lógica y las contradicciones coexisten
perfectamente entre ellas (opera de acuerdo con el proceso primario) y buscan la
satisfacción inmediata del deseo y la evitación del dolor: sus leyes de funcionamiento
están regidas por la condensación y el desplazamiento. Estos contenidos actúan como
auténticos motores de todo fenómeno psíquico aunque no puedan llegar directamente a la
conciencia.
ii. Preconsciente. Permite, a diferencia del inconsciente, un acceso relativamente
fácil/posible a la conciencia del conocimiento o recuerdos no actualizados. Es la sede de
la censura que vela por impedir el acceso a la conciencia de los impulsos y contenidos del
inconsciente.
iii. Conciencia. (sistema percepción/conciencia) le corresponden, básicamente, funciones
perceptivo-motrices, lo compone todo aquello de lo que nos damos cuenta en un
momento dado, la percepción de las sensaciones externas e internas, de las sensaciones
de placer – displacer y del revivir amnésico.
b. La segunda (expuesta en el yo y el ello), de carácter estructural, nace para llenar las
insuficiencias de la primera.
c. Estructural. Consciente de que la anterior organización tópica (topográfica) Freud redescribe la
estructura de la personalidad, en agrupaciones de procesos, o capas estratificadas en el aparato psíquico.
Esta estructura está compuesta de la siguiente forma:
a. El Ello. Freud establece que el Ello tiene por contenido todo lo heredado, lo innato. Lo
constitucionalmente establecido, es decir, sobre todo, los instintos originados en la organización
somática. Son los instintos, los impulsos, los deseos y se sitúa en el inconsciente. Se encuentra en
él la energía psíquica tanto erótica o libidinosa como destructiva o agresiva. Al principio el ser
humano solo es pulsión, el recién nacido es solo ello.
Está constituido por la totalidad de los impulsos instintivos. Gran parte del Ello está formado por
elementos arcaicos, es decir, todo lo heredado, lo que ha traído el hombre genéticamente desde
su nacimiento. Todos los sectores del ello son inconscientes. No se ve afectado por el tiempo ni
perturbado por las contradicciones; ignora los juicios de valor, el bien y el mal y la moral.
Únicamente trata de satisfacer sus necesidades instintivas según el principio de placer.
Dinámicamente está compuesto por los impulsos innatos, agresivos y sexuales y por los deseos
reprimidos. Es la parte animal del ser humano.
b. El yo. Controla todas las percepciones y ejerce dominio de la acción verbal y conductual, de la
motilidad voluntaria. Está en contacto con la realidad externa e interna; y ejerce un papel
mediador entre lo interno y lo externo. Es el resultado genético de los sucesivos procesos de
identificación que una persona experimenta a lo largo de su desarrollo evolutivo. Se manifiesta,
internamente mediante la censura y la represión, externamente mediante los mecanismos de
defensa frente a la angustia. Vive, habitualmente angustiado, intentando conciliar las presiones
del ello y las exigencias del súper yo, dentro de las condiciones que impone el entorno. El YO es
lo consciente. Es el yo coherente encargado de coordinar funciones psíquicas e impulsos
internos, se encarga de manejar el cuerpo, el que recoge las percepciones, el que ordena y
coordina. Por otro lado es el encargado de reprimir a lo inconsciente los procesos psíquicos que
no aprueba. Actúa como mediador entre la persona y la realidad externa, entre el Ello y el mundo
exterior, entre el Ello y el Súper Yo, una posición entre los instintos primarios y las exigencias
del mundo exterior. Busca que las exigencias externas se pueden ajustar a los requerimientos
externos.
c. El Súper Yo. Es una instancia que juzga y critica. Se constituye por internalización de las
exigencias y prohibiciones parentales. Freud vio funciones del Súper Yo en la conciencia moral,
la autoobservación y la formación de ideales. Su papel viene a ser el juez o censor del Yo. Su
acción se manifiesta en la conciencia moral, en la autocrítica, en la prohibición y funciona en
oposición a la gratificación de los impulsos o enfrentándose a las defensas que el Yo opone a
dichos impulsos. Es una especie de censura que inspira el sentimiento neurótico de culpabilidad
y autocastigo; es la instancia represora por excelencia, el soporte de todas las prohibiciones y de
todas las obligaciones sociales y culturales. Preside también la formación de los ideales,
funciones imaginarias del Yo, cuyas complejas relaciones con él es uno de los grandes
problemas psicoanalíticos que implican a los problemas de identificación. Representa los ideales
y lo que uno aspira a ser.
d. Punto de vista genético. Permite comprender mejor los anteriores, en particular el dinámico. Freud
señala la existencia de edades de la vida, de épocas o períodos de desarrollo, con los que pronto
relacionó la neurosis. Freud planteó la evolución sexual, negando que fuera en la pubertad cuando
comenzaba la auténtica sexualidad. Mostró la sucesión temporal que existe en cuanto al acceso
(actividades) del objeto libidinal: el sujeto evoluciona sucesivamente, del autoerotismo, pasando por el
narcisismo, la elección homosexual y finalmente la elección heterosexual. Este punto de vista permite
establecer los distintos estadios o etapas del desarrollo de la personalidad:
a. Fase oral. Comprende los doce – dieciocho primeros meses. Esta primera fase libidinosa está
desarrollada con el placer del bebé en el momento de la alimentación, en la que tantos labios
como boca tienen un papel preponderante. La satisfacción ligada en un primer momento al acto
de comer, adquirirá pronto autonomía, como en el caso del mero chupeteo, y se convertirá a su
vez, el prototipo inicial de toda satisfacción.
b. Fase anal. Se extiende, aproximadamente, entre los dieciocho meses y los cuatro años. La
actividad anal adquiere unas connotaciones libidinosas. El ano se constituye en la zona erógena
(fuente corporal de excitación) por excelencia. Otra característica de esta fase es la aparición de
la polaridad actividad – pasividad, ligada a la posibilidad tanto de retener como expulsar los
excrementos.
c. Fase fálica. En este momento, las pulsiones parciales de fases precedentes se concentran en una
cierta primacía de lo genital. Es la primera organización libidinal del niño respecto al caos de las
pulsiones parciales anteriores (orales – anales), que se completará en la pubertad. De la forma
específica en que se afronten las distintas fases, dependerán las características psíquicas del
sujeto. Desde un punto de vista patológico, las perturbaciones en las distintas fases darán lugar a
fijaciones o regresiones, que se traducirán en el adulto en estados de neurosis o psicosis. Es en
esta etapa en la que aparece ese conjunto de conflictos conocido como el complejo de Edipo, por
cuanto que recuerda parcialmente aquella tragedia mítica recogida en el teatro clásico griego.
i. Complejo de Edipo. Tiene lugar de manera aproximada, entre los tres y los cinco años. El
complejo de Edipo es una de las concepciones más controvertidas del sistema freudiano y
según la forma en que el sujeto resuelve este conflicto nuclear aparecerán o no
perturbaciones neuróticas posteriores. El complejo de Edipo es un concepto que surge de
las teorías clásicas de Sigmund Freud. Este término psicoanalítico tiene su origen en una
obra de la antigua Grecia, donde Edipo, hijo del rey de Tebas, acaba por matar a su padre
y ocupar su puesto, casándose con la reina Yocasta, su madre. Freud se sirvió de esta
obra para explicar una de las primeras etapas del desarrollo psicosexual del niño, que
ocurre entre los tres y los cinco años de edad, en la cual se produce una modificación de
su conducta, de tal modo que idealiza a la madre, aflorando hacia ella un sentimiento de
amor, y mostrándose acaparador con ella, en competición con cualquier otro varón que le
quite su atención y rivalice con su cariño, normalmente el padre, quien se convierte en
objeto de sentimientos de alejamiento y odio. Los sentimientos positivos orientados hacia
la madre se expresan con mayores atenciones, con un comportamiento ejemplar,
buscando tenerla siempre contenta, y compartir más tiempo juntos, casi como un
enamorado, con expresiones como “Soy quien más te quiere en el mundo” o, dirigiéndose
al padre, “El novio de mami soy yo, no tú”, además de darla regalos hechos por él
mismo, cartas y notas con corazones, o flores que recoge en el parque de camino al cole.
Por el contrario, muestra profundos sentimientos negativos hacia el padre, que es el
competidor más directo del cariño de su madre. Estos sentimientos se expresan en forma
de enojos y rabietas, sin hacerle caso y con comportamientos de desobediencia que
buscan provocar y enfadar al padre, todo ello para expresar su desacuerdo con que le esté
quitando protagonismo delante de la madre. Este complejo, según el padre del
psicoanálisis, es universal y afecta a todos los pequeños entre los tres y cinco años de
edad, y su resolución se produce de forma natural con el paso del tiempo, despareciendo
en torno a los seis años, sin mayores consecuencias. Es por ello que con un correcto
conocimiento de esta etapa por parte de los padres se evitarán malos entendidos y
preocupaciones innecesarias.
1. Complejo de Edipo positivo. El triángulo afectivo se resuelve a favor del
progenitor del sexo opuesto, la hostilidad por tanto, será dirigida hacia el
progenitor del mismo sexo (la madre en el caso de la niña y el padre en el caso del
varón). Odio o rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo y atracción sexual
hacia el progenitor del sexo opuesto.
2. Complejo de Edipo negativo. En esta forma el progenitor del mismo sexo la
madre, en el caso de la niña y el padre en el caso del varón, se convierten en los
depositarios del complejo edípico. Amor hacia el progenitor del mismo sexo, así
como rivalidad y rechazo hacia el progenitor del sexo opuesto.
Freud, dentro de su teoría del Psicoanálisis, estableció tres principios que rigen el funcionamiento mental,
dominaban la vida mental, la conducta y las experiencias humanas, estos son:
1. El principio de placer – displacer (conocido posteriormente como el principio del placer y que domina
los procesos inconscientes) señala que toda conducta se origina de un estado de excitación molesta, y
tiende a reducir la excitación a fin de disminuir la molestia o displacer y, si se puede, producir placer. El
principio del placer puede manifestarse en los sueños y las fantasías mediante las que pueden
satisfacerse indirectamente deseos no consumados. Pero también en las neurosis: un neurótico se aleja
de la realidad porque le resulta insoportable total o parcialmente: satisfacer sus deseos placenteros es
una fuente de conflicto lo que se manifiesta en sus síntomas.
2. El principio de realidad forma pareja con el del placer en la medida que trata de imponerse sobre éste
para regular su actuación. Pretende acomodar la búsqueda de satisfacción placentera acomodándola a las
condiciones del mundeo exterior, esto es, a la realidad. Este principio facilita algunos logros evolutivos
en el desarrollo del aparato mental. La progresiva instalación de este principio permitirá la aparición del
sistema preconsciente – consciente, y facilitará que la energía pulsional esté al servicio del yo. En lo que
se refiere al aparato mental, la progresiva sustitución del principio de placer (funcionamiento en proceso
primario, a – lógico) por el principio de realidad, se manifiesta por el desarrollo de las funciones
conscientes de adaptación a la realidad: la atención, la memoria, el juicio y la acción adecuada a la
realidad (funcionamiento en proceso secundario, lógico).
3. La compulsión a la repetición. Aunque al comienzo de su obra Freud había destacado la importancia de
los procesos de repetición, el concepto de compulsión a la repetición sólo aparece claramente formulado
en 1920. Apoyándose en los datos proporcionados por los pacientes con neurosis traumáticas u otras
formas patológicas – pacientes que rememoraban reiteradamente hechos trágicos o desgraciados –
concluyó que existían necesidades de satisfacción, en repeticiones, que transcendían el principio del
placer y que se trataba de un automatismo o tendencia; de ahí el nombre de compulsión de repetición. Se
repetían experiencias fuertes o particulares, cualesquiera que fueran los efectos, favorables o nocivos, de
tal repetición. Esta repetición de hechos del pasado se produce sin recordar el prototipo y con la
impresión vivida de que los hechos acontecen con motivación exclusiva en el presente negando,
ignorando o desmintiendo el pasado.
Freud también nos hace un contexto de lo que representan los sueños en la vida psíquica. Los sueños permiten
un cumplimiento de deseos, naturalmente, de deseos inconscientes, que emergen disfrazados para superar la
censura de la consciencia. Los explica con los mismos mecanismos que los síntomas neuróticos. Gracias a su
análisis llegó al descubrimiento y conocimiento del inconsciente. Para soñar hay que dormir, cuando se duerme,
el organismo da satisfacción a su necesidad de reposo: es una reducción de la tensión, la más compleja, que un
ser vivo puede alcanzar. Genéticamente Freud la relacionó con una vuelta a la existencia prenatal. El sueño es
una actividad de la persona que tienden a despertarle. De ahí las dos célebres tesis de Freud respecto del sueño:
“el sueño es un guardián del dormir” y “el sueño es una representación de deseos”. El conocimiento de los
mecanismos de formación de los sueños proporcionan un material privilegiado para el estudio y conocimiento
de esos mismos sueños: como se sabe, los mecanismos son la condensación, el desplazamiento, la elaboración
secundaria, la sobre determinación… el estudio de esos mecanismos es lo que le llevó a defender la conclusión
de la existencia de las dos formas de funcionar antes mencionadas: el proceso primario y el secundario.

Queda claro que Freud estableció muchos parámetros del Psicoanálisis, pero ¿En qué consiste el Método
Terapéutico del Psicoanálisis? La propuesta freudiana es revolucionaria. Rechaza los procedimientos
existentes, tanto en la psiquiatría organicista (internamiento, masajes, farmacoterapia, electroterapia,
hidroterapia...), como en la de orientación psicologicista (hipnosis, catarsis hipnótica...). Propone una
explicación original de las neurosis en términos de represión de la sexualidad infantil (tras abandonar
explicaciones previas), avisa sobre el fenómeno luego llamado de substitución de síntomas (si eliminas el
síntoma sin llegar a su causa, ésta, bloqueados unos caminos, buscará otras salidas mediante nuevas
manifestaciones o síntomas).
Tenía en cuenta las diferencias individuales (por ejemplo, como había mostrado Bernheim, en
sugestionabilidad), y hacía de ellas un elemento clave, situando en primer plano las relaciones psico-terapeuta-
paciente y su evolución a lo largo del tratamiento (paradigmática la neurosis de transferencia y su resolución o
la contratransferencia).Para llevar a cabo la psicoterapia hace falta un analista que disponga de la formación
necesaria (Freud, 1926) para ejercer esta función; y que disponga de una adecuada comprensión del cuadro
psicopatológico del analizando/a. El encuadre (estructura espacio/temporal de la situación terapéutica) intenta
crear unas condiciones que faciliten la regresión patológica del paciente en el seno de las sesiones
psicoanalíticas, llevándole a hablar, observar, establecer nexos y relaciones con vivencias y recuerdos psíquicos
desconectados entre sí, iniciando así un diálogo basado en la escucha y en la interpretación. El analista dedica
su tarea a favorecer en la memoria del paciente los recuerdos y deseos olvidados y reprimidos, de modo que al
hacerlos aflorar en la regresiva situación transferencial pueda trabajar tales repeticiones. Así, el paciente
afrontará y elaborará, afectiva y conscientemente, lo que originalmente reprimió, favoreciendo así que el
complejo pierda su capacidad de actuar de forma patógena.
“Por lo que se refiere al tiempo, sigo estrictamente y sin excepción alguna el principio de adscribir a cada
paciente una hora determinada. Esta hora le pertenece por completo, es de su exclusiva propiedad y responde
económicamente de ella, aunque no la utilice. Semejante condición, generalmente admitida en nuestra buena
sociedad cuando se trata de un profesor de música o de idiomas, parecerá acaso muy dura en cuanto al médico y
hasta incorrecto desde el punto de vista profesional (...) En cuanto intentásemos seguir una conducta más
benigna, las faltas de asistencia puramente ‘casuales’ se multiplicarían de tal modo, que perderíamos sin fruto
alguno la mayor parte de nuestro tiempo. Por el contrario, manteniendo estrictamente el severo criterio
indicado, desaparecen por completo los obstáculos ‘casuales’. (...) En cambio, podemos continuar seguidamente
nuestro trabajo y eludimos la contrariedad de ver interrumpido el análisis en el momento en que prometía llegar
a ser más interesante y provechoso. Unos cuantos años de practicar el Psicoanálisis siguiendo estrictamente este
principio de exigir a cada enfermo la retribución correspondiente a la hora que se le ha señalado, la utilice o no,
nos convencen decisivamente de la importancia de la psicogenia en la vida cotidiana de los hombres, de la
frecuencia de las ‘enfermedades falsas’ y de la inexistencia del azar” (Freud, 1913/1972, tomo V, 1663-1664).
El contrato no contiene compromiso alguno sobre la terminación del tratamiento en un tiempo o número de
sesiones predeterminado.
Instrumentos terapéuticos al servicio de la interpretación
Freud estableció la necesidad de mantener un timing o, cuando menos, sostener cierto sentido de la oportunidad
partiendo del despliegue transferencial que el paciente lleve a cabo a lo largo de su análisis. Las intervenciones
del psicoanalista requieren un conocimiento cabal del paciente y un dominio del arte de interpretar. Un arte, que
se apoya en la utilización terapéutica, básicamente, de la asociación libre sobre diferentes materiales de la vida
cotidiana del paciente, orientado al desciframiento de los disfraces (simbolismo) bajo los que se oculta la
auténtica fuente (complejos) de sus problemas (Freud, 1914). La asociación libre exige cierto aprendizaje del
paciente: No es fácil para nadie decir con total libertad lo que se siente. Al comienzo de un Psicoanálisis el
analista introduce la regla fundamental: “El tratamiento consiste en que usted se acueste en este diván, se ponga
en la actitud más cómoda y serena posible y trate de decir todo lo que vaya apareciendo en su mente, con la
mayor libertad y la menor reserva, tratando de ser lo más espontáneo, libre y sincero que pueda” (Etchegoyen,
1986, 81).
Se entiende libre en el sentido de que nada es orientado, controlado o dirigido, ni tampoco es propuesto al
paciente un punto de partida. Se aplica a los sueños, para intentar hacer explícita la relación existente entre los
contenidos descritos de aquéllos (el contenido manifiesto, lo que se recuerda al despertar) y acontecimientos
(presentes o pasados) de la vida del analizado/a (contenido latente). Pero también se aplica sobre sucesos de la
vida cotidiana tan frecuentes como disfunciones de la memoria (por ejemplo, el fenómeno “de la punta de la
lengua”), deslices o lapsus del habla o de la escritura (por ejemplo, sustitución de palabras, similares auditiva o
visualmente, pero con significados bien diferentes), conductas inapropiadas o inconvenientes, o incluso el tipo
de chistes o gracias habitualmente utilizados.
“Nuestro pacto lo concertamos, pues, con los neuróticos: plena sinceridad contra estricta discreción. Este trato
impresiona como si sólo quisiéramos oficiar de confesores laicos; pero la diferencia es muy grande, pues no
deseamos averiguar solamente lo que el enfermo sabe y oculta ante los demás, sino que también ha de contarnos
lo que él mismo no sabe (...) Lo comprometemos a ajustarse a la regla fundamental del análisis, que en el futuro
habrá de regir su conducta para con nosotros. No sólo deberá comunicarnos lo que sea capaz de decir
intencionalmente y de buen grado, lo que le ofrece el mismo alivio que cualquier confesión, sino también todo
lo demás que le sea presentado por su autoobservación, cuanto le venga a la mente, por más que le sea
desagradable decirlo y aunque le parezca carente de importancia o aun insensato y absurdo” (1940/1975, tomo
IX, 3397).
Sobre esos materiales el psicoanalista interpreta. Se entiende por interpretación la intervención verbal del
analista dentro de la sesión analítica, que permita hacer manifiesto el sentido oculto, o latente, de las conductas
verbales y no verbales del paciente, de acuerdo a la operatividad en el proceso de la cura al aquí y ahora de la
sesión, y en la relación transferencial del paciente con el terapeuta. Si bien la interpretación no es la única
intervención verbal del analista, es cierto que el concepto de interpretación sintetiza, adecuadamente, el
conjunto de sus intervenciones que, siempre, deben estar encaminadas para el fin de la interpretación, esto es, la
resolución de la neurosis transferencial. Compara la labor del analista con la del arqueólogo que va poniendo al
descubierto unas ruinas arquitectónicas habitadas en épocas remotas. El conjunto de los recuerdos, sueños,
asociaciones libres y materiales aportados por el paciente, a la luz de la transferencia, permite reconstruir el
pasado del paciente de forma dinámica. Con el fin de conocer el trabajo que tiene lugar en el laboratorio de las
sesiones respecto a tales mociones pulsionales conviene revisar algunos conceptos clínico-teóricos:
a. La transferencia. Se conoce por transferencia analítica la repetición del paciente frente al analista de las
actitudes emocionales, inconscientes, amistosas, hostiles o ambivalentes, que aquel estableció en la
infancia en contacto con sus padres y las personas de su entorno. Consiste en la acción de pasar una
vivencia emocional contenida dentro de un ser humano, a otro lugar vivencial (generalmente otro ser
humano) donde ubicarse y materializarse, buscando que tal vivencia se acomode satisfactoriamente a lo
vivido anteriormente. De ahí que sea una acción móvil, ubicua y cambiante, sobre todo mientras no
encuentra su satisfacción. La necesidad de encontrar un amor (o un odio) obliga a la búsqueda constante,
sobre todo si no se ha encontrado satisfacción a la necesidad de ubicar la transferencia. Al igual que se
habla de transferencia en el campo de la economía para denominar la acción de pasar un capital
monetario de una cuenta bancaria a otra, en el campo de los afectos transferencia es la acción de
depositar un capital emotivo y afectivo necesitado de alcanzar un lugar más satisfactorio. La capacidad
de transferir existe y se da en todo ser humano, en sus relaciones sociales y afectivas. La transferencia
no es un patrimonio del Psicoanálisis. Freud lo que hizo fue descubrirla. La descubrió en las sesiones
psicoanalíticas, sorprendido de la carga emotiva y vivencial que sobre él recaía con insuficiente aviso.
Además de descubrir la relación transferencial, lo que hizo fue instrumentarla técnicamente en las
sesiones para poder superar en ellas la repetición neurótica y patológica. Las relaciones transferenciales
afectivas de un paciente, en las que se manifiesta dispersamente su patología, mediante el trabajo del
analista, se recogen y evocan en el encuadre espacio-temporal de las sesiones analíticas, convirtiéndolas
en una verdadera transferencia analítica. Freud denomina este fenómeno neurosis de transferencia y,
posterior mente, enferme-dad de la transferencia. Evocadas las relaciones transferenciales en las
sesiones, allí, mediante el trabajo interpretador del psicoanalista serán descritas, comparadas con otras
formas de relación, identificadas y clasificadas. Si el trabajo realizado entre analista y paciente tiene
éxito se irá comprobando que tales formas de relación responden siempre a unos patrones repetidos
reiteradamente que, una vez conocidos e identificados por el paciente, podrá resolver.
b. La contratransferencia. Si del lado del paciente es la transferencia lo que delimita su carga emotiva, del
lado del psicoterapeuta lo es la contratransferencia. Identifica los sentimientos que suscitan en el analista
las manifestaciones del paciente, y en particular la reacción que provoca o sugiere las vivencias
transferenciales del analizando/a. Freud utilizó el término en sus escritos técnicos advirtiendo de la
importancia de este fenómeno, que puede perturbar y poner en peligro el propio tratamiento. Si
entendemos la sesión analítica como un campo dinámico en el que van a reeditarse los conflictos
infantiles, el analista no sólo precisa conocer las posibles reacciones emocionales del paciente, es
imprescindible que reconozca sus propias reacciones emocionales, pero en particular aquellas por las
que pueda sentirse compelido debido a las mociones pulsionales del paciente. Freud que introduce el
concepto de contratransferencia hacia 1910, advierte que es indispensable que el propio psicoanalista se
haya sometido a un Psicoanálisis como una condición sine qua non en su proceso de convertirse en
terapeuta (formación).
c. La regresión. Freud explicitó este concepto para explicar la psicología de los procesos oníricos. El sueño
lo describe allí como una vuelta regresiva temporal al pasado infantil, y una regresión tópica, levantada
la censura, al inconsciente. A menudo insistió en el hecho de que el pasado permanece en nosotros de
modo permanente.
d. Resistencia y defensa. La resistencia es la actitud, la acción, las palabras que el paciente utiliza con el
psicoanalista encaminado a impedir el acceso a su inconsciente, dificultando la influencia de las
interpretaciones del analista sobre el funcionamiento dinámico de aquel. Es una defensa frente a los
descubrimientos que va aportando la psicoterapia, por cuanto que ésta va aflorando deseos ocultos e
inconscientes e inflige cierto sentimiento de vejación psicológica. En las sesiones clínicas la resistencia
se puede manifestar de múltiples maneras y opera permanentemente, en particular si se alía con los
mecanismos de defensa del yo. Toda esta acción defensiva o de resistencia tiene como finalidad reducir
o suprimir toda modificación susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia biopsicológica
de una persona. En la sesión analítica, el psicoterapeuta debe ir mostrando al paciente la presencia y la
actuación de la resistencia, toda la acción defensiva que plantea y utiliza el Yo para hacer frente a las
diferentes ansiedades que va suscitando el proceso de afloramiento a la conciencia de determinadas
representaciones, previamente no elaboradas ni afectiva ni racionalmente.
e. Recordar, repetir, elaborar. Ésta es en síntesis la tarea del tratamiento psicoanalítico. El breve artículo de
Freud de 1914 que lleva el mismo título resume la trabajosa tarea que se produce en todo análisis.
Defiende un concepto de curación distinto al criterio médico, ya que se trata del cambio de la mente, de
forma gradual y lenta, mediante la elaboración de los conflictos inconscientes. La desaparición de unos
síntomas no es significativa de haber finalizado el análisis. Lagache (1955) propone unos ítems
indicadores de que se ha abandonado el principio del placer por el de realidad y que se ha dejado “el Yo
el lugar donde estaba el Ello”. Los ítems psicológicos serían:(1) Capacidad de tolerar la frustración,
producir tensiones elevadas y reducirlas de forma satisfactoria. (2) Supresión de inhibiciones, lo que per
mite la realización de las propias posibilidades (normalización sexual, liberación de la agresividad
constructiva, funciones afectiva e imaginativa). (3) Adaptación de las aspiraciones a las propias
posibilidades personales y a la realidad. (4) Capacidad de conducirse previendo las dificultades normales
y trabajando en la realización de un plan de vida. (5) Facilitación de las relaciones con el otro. (6)
Abandono de actitudes exageradamente conformistas o destructivas, y conciliación entre las fuerzas
conservadoras y las creadoras. Este programa ideal debe adaptarse razonablemente a las posibilidades de
cada paciente, pues, para empezar, no todos llegan en igualdad de condiciones al análisis.
“A la labor por medio de la cual hacemos llegar lo reprimido a la conciencia del enfermo le hemos dado
el nombre de Psicoanálisis. ¿Por qué análisis, término que significa descomposición y disociación y hace
pensar en una semejanza con la labor que el químico realiza en su laboratorio con los cuerpos que la
Naturaleza le ofrece? Porque en realidad existe una tal analogía en cuanto a un punto importantísimo.
Los síntomas y las manifestaciones patológicas del enfermo son, como todas sus actividades anímicas,
de naturaleza compuesta. Los elementos de esta composición son, en último término, motivos o
impulsos instintivos.
Pero el enfermo no sabe nada, o sólo muy poco, de estos motivos elementales. Somos nosotros los que
le descubrimos la composición de estos complicadísimos productos psíquicos; referimos los síntomas a
las tendencias instintivas que los motivan, y le revelamos en sus síntomas la existencia de tales motivos
instintivos, que hasta entonces desconocía, como el químico que aísla el cuerpo simple, el elemento
químico, de la sal, en la cual se había mezclado con otros elementos, haciéndose irreconocible.
Igualmente, mostramos al enfermo, en sus manifestaciones anímicas no consideradas patológicas, que
tampoco era perfecta su conciencia de la motivación de las mismas, en la cual han intervenido motivos
instintivos que no ha llegado a conocer” (Freud, 1918/1974, tomo VII, 2457).

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