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El 2020 era mejor, ¿hacia dónde vamos?

Cristóbal Pérez-Jerez

El 6 de enero, el día de reyes nos trajo el peor de los regalos. La evidencia de que Estados
Unidos, el portaestandarte ficticio de la democracia mostraba su peor careta. Una
manifestación enorme de seguidores de Trump, ya no camisas grises, sino con disfraces de
Halloween tomaron por asalto, con la venia de la presidencia, el emblemático edificio del
congreso de los Estados Unidos. ¿Será el episodio final del proyecto democrático mundial?, o
tendrá el pueblo gringo el suficiente valor y capacidad para reiniciar un nuevo impulso a la
democracia internacional. El 2021 empieza con grandes enigmas para la especie humana y
nubarrones para la naturaleza.

No es un secreto que los problemas subyacentes que más preocupan, aunque aparezcan
intrascendentes son: el enigma de las tendencias del covid y sus nuevas y mejoradas cepas,
que ponen en riesgo a la humanidad y sus Estados; la pugna comercial de una China
emergente, sostenida por la lucha sin cuartel entre árabes Siria, Irán, Arabia Saudita por el
control del Levante, bajo la sombra del Estado israelí, así como la presión de Turquía por
apoderarse del Caucaso y reconstruir el imperio otomano, en todos los casos ante el enigma
de sí Rusia se debilita o más bien se fortalece con todas estas intrigas; y el debilitamiento del
liderazgo de Estados Unidos, que mal que bien, sostiene un viejo sueño humano: convivir con
democracia, productividad y reconocimiento del conocimiento científico frente a lo absurdo de
las ideologías fundamentalistas.

Para los países centroamericanos este 2021 se presenta como un gran salto hacia el futuro. Las
tendencias para realizar las reformas pendientes que les permitan construir Estados
democráticos, respetuosos de los derechos humanos, con proyectos reales y acelerados para
eliminar la pobreza, la desigualdad, el analfabetismo y la desnutrición tendrán una
oportunidad sin paralelo en la historia. El problema es que no se visualiza un liderazgo claro
que pueda encabezar las reformas democráticas indispensables.

¿Qué hay que hacer en los países centroamericanos? Rediseñar la política fiscal, orientando el
10% del PIB anual hacia construir un sistema de educación de calidad para toda la población;
construir un sistema de salud universal que permita eliminar la desnutrición, atender los
problemas de salud de todos y garantizar el consumo esencial universal; establecer un
proyecto de respeto a los derechos humanos generalizado y, lo más importante, que el 50%
del territorio nacional se dedique a la protección de la naturaleza.

De lo contrario, los Estados fallidos de la región, sufrirán un deterioro social y ambiental


extremadamente doloroso, que los llevará a niveles de vida similares al país más pobre, Haití.

El reto para los centroamericanos es fatal. Los países desarrollados están cambiando
rápidamente sus mercados laborales, con el fin de permitir la estabilidad social y ambiental. La
renta básica es una necesidad discutirla e implantarla, significa que todos los mayores de edad
tienen derecho a un ingreso mensual, trabajen o no. El asunto es cómo asignarles deberes
sociales. Una sociedad con derechos pero sin deberes se convierte en una sociedad ineficiente.
Como diría Yuval Harari, en su destacado 21 lecciones para el Siglo XXI “…La fusión de la
infotecnología y la biotecnología puede hacer que muy pronto miles de millones de humanos
queden fuera del mercado de trabajo y socavar tanto la libertad como la igualdad. …Los
algoritmos de macrodatos pueden crear dictaduras digitales en las que todo el poder esté
concentrado en las manos de una élite minúscula al tiempo que la mayor parte de la gente
padezca no ya explotación, sino algo muchísimo peor: irrelevancia.”
En el caso de países muy rezagados, como los del norte de Centroamérica, no será solamente
la población oprimida la que sea irrelevante, innecesaria, serán los países en su conjunto.
México y Estados Unidos están interesados en poner el muro en la frontera Guatemala-
México, es como meter en una jaula ratonera a cuatro países y olvidarse de ellos.

Y este es un nuevo problema en la región. Como repartir el pastel de la producción anual y sus
imágenes financieras. Declarar la guerra social abierta entre monopolios de industriales,
terratenientes y exportadores, con sus aliados rentistas del gobierno (funcionarios, empleados
e intelectuales), en contra de las masas de población sin empleo, sin educación, sin ingresos.
Este caos terminaría con el fin de estas sociedades dictatoriales. O, emprender el camino de las
reformas que permitan subsistir al sistema capitalista con proyectos de protección de la
naturaleza, redistribución del ingreso y supervivencia internacional.

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