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Editorial: Mineropía1

Un reciente informe del diario “Gestión” (que recoge data elaborada por el Instituto del
Perú) demuestra cómo los crecientes conflictos en torno de la actividad minera ponen en
riesgo 20 megaproyectos del sector, que comprenden desde ampliaciones hasta minas que
están ya en plena construcción. El informe calcula que la suma de inversiones que estarían
en peligro de desaparecer supera los US$24 mil millones.
Esta es una manera sin duda válida, pero a nuestro entender incompleta, de calcular lo que
significan los proyectos mineros para la economía del país. Y no nos referimos acá a su
apabullante aporte fiscal (un tercio del ingreso total por Impuesto a la Renta que recibe el
Estado), que las instancias regionales y locales, con algunas –muy pocas– excepciones, son
incapaces de invertir inteligentemente. Nos referimos a la multitud de empresas de sectores
diferentes al minero que, sin embargo, subsisten gracias a este: transportistas,
metalmecánicas, portuarias, aduaneras, constructoras, alimenticias, hoteleras, automotrices,
de mantenimiento, de ingenieros, etc. Cada una de ellas, junto con los empleos que genera
y los tributos que paga, corre la misma suerte que las mineras que la mantienen –y que en
innumerables casos justificaron su misma creación. Medir, pues, el peso de la pérdida para
la economía y el bienestar nacional de la frustración de uno o más proyectos mineros sin
tomar en cuenta el peso de todas las actividades no mineras que dichos proyectos alimentan
equivale a calcular lo que se pierde si se cae al río una locomotora ignorando por entero el
valor en los vagones que arrastra detrás.
En otras palabras, al menos para estos efectos, la economía es como la ecología: acabada
una especie, acabadas todas las que se alimentan de ella. Y en el Perú lo que se alimenta de
la minería es muchísimo más de lo que sus voluntaristas enemigos (y muchas otras
personas y autoridades simplemente desinformadas) están dispuestos a reconocer –o,
siquiera, a conocer.
Un ejemplo concreto. Hasta los noventa el país casi no tenía una industria metalmecánica.
Con el desarrollo de la minería, sin embargo, se ha ido desarrollando una que, solo el año
pasado, exportó US$700 millones en equipos. Demás está decir que todos los ingresos y
puestos de trabajo que genera esta industria los genera la minería. Ese es el tipo de dato que
debería de tomar en cuenta, por ejemplo, el presidente Humala, antes de repetir en
Alemania que la minería crea “poco empleo” y desenganchar así, tan alegremente, la
locomotora de los vagones.
Pero veámoslo más panorámicamente. Un estudio realizado para la Red Latinoamericana
de Política Comercial, por ejemplo, calcula que durante el 2008 únicamente la minería de
oro y cobre adquirió bienes y servicios en el territorio nacional por un monto aproximado a
los US$7 mil millones (lo que representaba un aumento del 15% respecto del año anterior).
Si bien es cierto dicho monto fue captado principalmente por Lima, la participación local y
regional en el mismo había aumentado en 41% y 11%, respectivamente, en comparación
con el 2007, alcanzando los S/.1.402 millones, para el caso local, y S/.2.504 millones, para
el regional.

1
El Comercio, Editorial, 14 de junio 2012
Y la cadena no termina ahí. Todos los ingresos que perciben de la minería cada uno de
estos proveedores suyos son luego utilizados, entre otras cosas, para volver a adquirir
nuevos insumos, repartir utilidades y pagar sueldos. Estos dos últimos, por su parte, cuando
no son reinvertidos directamente, son a su vez consumidos en más bienes y servicios, o
ahorrados en bancos para luego convertirse en futuros préstamos de nuevos
emprendimientos (mineros o no).
Así se explica que un estudio de Macroconsult mostrase, a manera de ejercicio, que una
extinción de la minería en el país se traduciría en una contracción del PBI per cápita de
28,1%, una pérdida de recursos fiscales de casi 40% y un aumento de la pobreza hasta casi
50% de la población.
En momentos en que tenemos que tomar tantas decisiones importantes con respecto a la
minería es esencial que los peruanos tengamos una idea completa de lo que nos jugamos en
ella. Esto, para que no nos ocurra que confundamos la punta con el iceberg y pensemos que
el barco del desarrollo puede pasarle exitosamente por encima, cuando hay varias toneladas
de hielo esperándolo debajo de la superficie.

ooo

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