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Staff
Moderadora
nElshIA

Traducción
Abby Galines Crys nElshIA
Agus 901 Kuami Sonia_Argeneau
Annelyn Kyda Valalele
Axcia magdys83 Pachi15 3
a_mac Malu_12 Niki26
bluedelacour Meme Pistols Jane

Corrección
Nony_mo cgrande89
Maria_clio88 Mimi90
patriiiluciii Francatemartu
MissEvans
Recopilación & Diseño
Francatemartu
Índice
Sinopsis Capítulo 13
Prólogo Capítulo 14
Capítulo 1 Capítulo 15
Capítulo 2 Capítulo 16
Capítulo 3 Capítulo 17
Capítulo 4 Capítulo 18
Capítulo 5 Capítulo 19 4
Capítulo 6 Capítulo 20
Capítulo 7 Capítulo 21
Capítulo 8 Capítulo 22
Capítulo 9 Capítulo 23
Capítulo 10 Epílogo
Capítulo 11 Biografía del Autor
Capítulo 12
Sinopsis
P
ara recuperar la vida, uno debe enfrentar primero la muerte...

Un hombre despojado de su libertad, sus principios... su vida.


Acondicionado en cautiverio para mutilar, matar y masacrar, el
prisionero 818 se convierte en un luchador sin remordimientos, inigualable e imparable
en el ring. La violencia es todo lo que conoce. La muerte y la brutalidad son los amos de
su destino.
Después de años de encarcelamiento en un infierno bajo tierra, solo un
pensamiento ocupa su mente: venganza... una venganza sangrienta, lenta y violenta.
Venganza contra el hombre que mintió.
Venganza contra el hombre que lo perjudicó.
5
Venganza contra el hombre que lo condenó y lo convirtió en esto: una máquina de
matar alimentada por la rabia. Un monstruo vació de humanidad; un monstruo lleno de
odio.
Y nadie se interpondrá en el camino de conseguir lo que quiere.

Una mujer despojada de su libertad, sus principios... su vida.


Kisa Volkova es la única hija de Kirill “El Silenciador” Volkov, jefe de los jefes de
las infames "Tríadas" de Rusia Bratva de Nueva York. Su vida está protegida. En
realidad, es una prisión virtual. El salvaje trato de los rivales de su padre y su juego
subterráneo codiciado y lucrativo en el ring, El Dungeon, garantiza demasiados enemigos
al acecho en su puerta.
Ella sueña con ser libre.
Kisa sólo ha conocido la crueldad y la pérdida en su corta vida. Como gerente de
empresa de los combates a muerte de su padre, sólo dolor y la pena llenan sus días. Su
padre el jefe de la mafia, en su mundo, gobierna absolutamente. Y su prometido, Alik
Durov, no es mejor; campeón de la Mazmorra cinco veces, es un asesino a sangre fría, el
hijo atesorado del mejor amigo de su padre, y su muy propio y muy resentido guardia
personal. Sin igual en fuerza y posición social, Alik controla todas las facetas de la vida
de Kisa, domina cada uno de sus movimientos; la mantiene hundida y muerta por dentro...
entonces, una noche lo cambia todo.
Mientras trabajaba para su iglesia, el único respiro en su constante vigilancia, Kisa
tropieza en las calles con un hombre sin hogar tatuado, con cicatrices, pero
increíblemente hermoso. Había algo en él que despierta sentimientos profundamente
dentro de ella; deseos conocidos sin embargo imposiblemente prohibidos. Él no habla. No
se comunica con nadie. Es un hombre más allá de la salvación, y un hombre al que debe
olvidar rápidamente... por el bien de ambos.
Pero cuando semanas más tarde, de la nada y, para su completa sorpresa, es
anunciado como el peleador de reemplazo en The Dungeon, Kisa sabe que está en un
montón de problemas. Él es musculoso, desgarrado y letalmente implacable con sus
adversarios, dejando miedo a su paso y la mirada de muerte en sus ojos.
Kisa se obsesiona con él. Lo anhela. Ansía su toque. Debe poseer a este misterioso
hombre... este hombre al que llaman Raze.

Romance oscuro Contemporáneo. Contiene situaciones explícitas sexuales,


violencia excesiva, temas delicados y tabú preocupantes, lenguaje ofensivo y temas 6
maduros. Recomendado para mayores de 18 años en adelante.
Prólogo

S
u corazón latía como un tambor, rápido, duro y fuerte.
Su aliento soplaba fuerte como una tormenta de viento, su pecho
contrayéndose con sus jadeos severos.
El miedo se filtraba de sus huesos, de cada célula de su ser, con las
manos temblando como una hoja y el sudor cayendo de su piel caliente.
—Bienvenido al infierno, muchacho.
Estas cuatro palabras saludaron a Muchacho mientras fue impulsado
brutalmente en un sótano húmedo por un guardia de constitución enorme.
Todo era negro; del negro más negro. Los guardias vestían de negro, las
paredes del camión que lo había llevado hasta allí eran negras, el cielo
afuera era negro y la habitación sin ventanas en la que ahora estaban,
negra. El aire estancado era húmedo y espeso, la temperatura del cuarto, 7
ardiente. El hedor de la grasa resbaladiza, el sudor, y algo más pútrido
quemó las fosas nasales de Muchacho haciéndole tener arcadas y sus pies
se pegaron en el suelo sucio.
Demonios, pensó Muchacho, considerando las palabras del guardia.
Era un infierno viviente.
Entonces el guardia lo empujó de nuevo, esta vez hacia abajo por una
escalera empinada y resbaladiza, luces opacas se hundían en las paredes.
Los altos muros de ladrillo eran de un color amarillento dorado y
ventiladores viejos gemían en el fondo tratando en vano de enfriar el aire
demasiado caliente. Tuberías elevadas goteaban constantemente las aguas
negras en el piso de concreto y las ratas y otras alimañas pululaban
alrededor de sus pies.
El lugar era un agujero de mierda.
De nuevo, una mano pesada empujó la espalda de Muchacho,
empujándolo por un pasillo estrecho. Con cada paso, Muchacho podía
escuchar su respiración hacer un eco audible en sus oídos. Con cada paso,
podía sentir su corazón golpeando más duro en el pecho a un ritmo casi
violento. Y con cada paso, podía oír cada vez con más fuerza una cacofonía
estridente viniendo directamente de enfrente, justo detrás de una puerta que
parecía de hierro. La gente estaba gritando y burlándose, acompañado por
el sonido inconfundible del sonido metálico de metal contra metal.
Los ojos de Muchacho estaban muy abiertos mientras miraba a la
puerta, sus fosas nasales dilatadas por el terror. Nada en este lugar gritaba
“seguro”; de hecho, con cada nuevo giro todo lo que sentía era puro terror.
El guardia se extendió alrededor de Muchacho; en voz alta y lentamente
llamó dos veces a la puerta de hierro, cada golpe sonando como ruido sordo
en su pecho, como un cañón. Las cerraduras se desbloquearon, llaves
tintinearon y, finalmente, la puerta de hierro se abrió con un chirrido.
Los ojos de Muchacho se abrieron con incredulidad mientras absorbía
la escena. Los hombres adultos estaban por todas partes en la sala
sobrepoblada. No había ni una pulgada libre, cuerpos sudorosos tirando y
empujando entre sí de pared gruesa a pared gruesa. Los hombres estaban
bebiendo vodka, intercambiando dinero, las manos ondeando en emoción
mientras que todos ellos estaban viendo hacia al frente, su atención puesta
en algo justo por delante.
—Muévete, muchacho —ordenó el guardia. Muchacho arrastró los pies,
renuente a dar el paso a través del umbral del “infierno”. No podía moverse.
Estaba congelado en el sitio, sus piernas temblaban y su cabeza giraba
mareada.
Agarrando la piel del cuello de Muchacho, el guardia apretó su 8
asimiento, haciendo que Muchacho hiciera una mueca de dolor mientras era
encaminado agresivamente a través de la multitud gritando. Los hombres
adultos se detuvieron y midieron a Muchacho, algunos con aprobación, la
mayoría desestimándolo. Todos ellos se convirtieron en un borrón para
Muchacho, la vista y los olores demasiado para procesar.
Muchacho se sintió desfallecer. Sus pulmones ardían con la velocidad
de sus respiraciones cortas. Los dedos del muchacho temblaban en sintonía
con su miedo, pero sacudió su cabeza, despejando sus pensamientos
temerosos como su padre le había enseñado a hacer y se las arregló para
mantener su cabeza en alto, mirando a los ojos al propietario de cada
mirada curiosa.
A medida que la multitud se abría lentamente, Muchacho se
sorprendió por la escena frente a él, una enorme jaula de acero fijada de
piso a techo, la parte superior envuelta con alambre de púas afilado.
Destellos de movimiento venían desde dentro. Gruñidos doloridos y chorros
de sangre se escapaban de la jaula, salpicando su uniforme gris a la altura
del pecho y su cara desnuda. Esta vez ninguna respiración salió de sus
pulmones en absoluto. Estaba congelado; entumecido en el lugar en estado
de shock, el olor metálico de la sangre invadiendo su nariz.
Muchacho no daba crédito a sus ojos. No pudo digerir la vista que lo
saludó: el dolor, la carne cortada, los gritos, la sangre... tanto dolor y sangre.
De repente, una oleada de aliento pútrido explotó junto a su oreja.
Muchacho se estremeció mientras inhalaba el hedor nauseabundo de
comida rancia y el acre del humo del tabaco.
—Mira, muchacho. Ese serás tú en la jaula en poco tiempo.
Muchacho contuvo la respiración hasta que su pecho no pudo más.
Exhaló bruscamente, resistiendo el impulso de toser o gritar.
A Muchacho le habían enseñado desde muy joven a nunca mostrar
emoción. Su padre lo castigaría si se atrevía a quejarse, sin mencionar a
llorar. Se negó a comenzar aquí y ahora. Muchacho resolvió mantener la
compostura, lúgubre, y estoica... cualquier cosa que tuviera que hacer para
salir de este... este, cualquier infierno que fuera.
Un desgarro fuerte sonó en la jaula, el sonido cortando por su espalda
y llevando el vómito a su boca. Mientras un enorme espectador
abruptamente se movió fuera del camino sonriendo en la celebración, todo
quedó claro. Los combatientes de la jaula eran niños... niños que no parecían
mayores que él.
Y ellos estaban luchando... hasta la muerte...
Los ojos incrédulos de Muchacho se movían alrededor de la jaula. 9
Armas de todo tipo se alineaban en la jaula: cuchillos, cadenas, martillos,
hachas, por nombrar solo unos pocos.
Uno de los jóvenes combatientes se tambaleó hacia atrás, agarrándose
el estómago, mientras su oponente lo rodeaba como un animal, los ojos
desbordando locura mientras se concentraba en su presa. Era evidente
quién era el más fuerte de los dos jóvenes combatientes, el atacante
agarraba un cuchillo de hoja larga, que goteaba sangre.
Cuando la presa se tambaleó girando para hacer frente a la multitud,
se aferró a la malla de alambre grueso que envolvía a la jaula. Solo entonces
Muchacho pudo ver que el estómago de la presa había sido cortado, la
sangre y las tripas desbordándose de la herida abierta.
Las náuseas se abrieron paso hasta la garganta de Muchacho
mientras observaba al combatiente mortalmente herido caer de rodillas en
agonía. El estómago de Muchacho se apretó en una intensidad dolorosa y,
de repente, vomitó sobre el piso ya sucio. Limpiándose la boca con la manga
de su uniforme gris, Muchacho se enderezó, solo para ver al joven
combatiente perdedor expirar su último aliento.
La multitud demasiado llena de hombres entró en erupción, una
mezcla de gritos de éxito o gemidos de consternación, mientras fajos de
dinero intercambiaron rápidamente de manos. La lucha terminó. El ruido en
el sótano se intensificó y los hombres se centraron en sus victorias e
ignoraron al vencedor en el centro de la jaula.
Pero Muchacho no apartó la mirada. No podía apartar la mirada, sus
ojos estaban pegados a la vista.
Vio como el vencedor, cubierto de sangre y las tripas de su oponente, se
puso de rodillas, toda la energía drenada de su cuerpo demasiado
voluminoso. Tenía los ojos enrojecidos, su cuerpo temblando.
Muchacho observó cómo el vencedor se puso tenso de rabia, inclinó la
cabeza hacia atrás y gritó de dolor al ser testigo de la sangre de su víctima,
su vida, desbordándose hacia el exterior.
Observó mientras el vencedor dejó caer su cuchillo ensangrentado
mientras un adormecimiento que todo lo consume se apoderó de su cuerpo.
Y Muchacho vio cómo la mirada sin vida del vencedor cayó para
encontrar la suya, revelando cómo el futuro de Muchacho se desarrollaría.
Ese mismo aliento rancio sopló una vez más allá de la mejilla de
Muchacho y escuchó:
—A partir de ahora, se te conocerá como el peleador 818, y si quieres
vivir, aprenderás cómo luchar y cómo sobrevivir aquí, en el infierno. 10
Y 818 lo hizo.
Con el paso del tiempo, 818 no tuvo rival.
818 se convirtió en la muerte.
Un.
Jodido.
Implacable.
Asesino.
Uno
Kisa

En la actualidad…

oder, Myshka1, tu coño es tan jodidamente apretado…

—J Clavada a la cama, las manos fuertes de mi prometido


me empujan hacia abajo por mis hombros mientras él
arremetía dentro de mí, su polla golpeando mi coño con
una fuerza increíble, sus fuertes caderas encerrándome en
el lugar.
Traté de moverme. Empujé duro contra su pecho, pero él no cedería, ni
siquiera una pulgada. 11
Siempre era así cuando él me tomaba —duro, rudo, fuerte… totalmente
fuera de mi control.
Los ojos azules de Alik se encienden con fuego mientras yo luchaba
contra él, resplandeciendo por mi resistencia, la agresión que él esperaba
que yo emanara cada vez que me tomaba en su cama —una agresión que él
amaba, una agresión que anhelaba.
Le gustaba follar. Nunca hacer el amor. Solo follar, duro, siempre y
cuando él tuviera el control.
Su mano derecha se movió de mi hombro y se envolvió alrededor de la
parte frontal de mi cuello, no demasiado apretado como para detener mi
respiración, pero lo suficiente para mantenerme en el lugar mientras
arañaba su espalda y hombros con mis manos con manicura francesa.
Subí mis caderas, pero sus gruesos muslos me clavaron hacia abajo
aún más, su polla implacable y golpeando contra mi punto G, forzándome a
chillar de placer. Alik rio de mi esfuerzo fallido de quitarlo, su boca ahora a
una pulgada de mi rostro.
—Solo inténtalo, Myshka. Solo intenta moverte… Jodidamente me
perteneces —gruñó en mi oreja, y su polla se sacudió en mi canal,

1
Myshka: Pequeño ratón.
haciéndome gritar y morder la piel de su hombro, sacando una gota de
sangre. Los dedos de Alik apretaron mi garganta, restringiendo mis gemidos.
Su aliento sopló más duro. Su mandíbula cincelada se tensó, sus ojos
quemando en los míos—. Vente, Myshka. ¡Vente! —ordenó. Empujando en mí
tres veces más, casi creando hematomas en mi clítoris con su mano
mientras él lo hacía, me rompí, apretando su polla tan fuerte —aunque yo
quisiera o no.
Odiaba que él conociera tan bien mi cuerpo. Odiaba que supiera cómo
encenderme, hacerme gritar, hacerme chillar. Cuando me venía, Alik lo veía
como un testimonio de mi amor por él. Yo solo lo veía como otra manera de
ser usada para que así él pudiera ejercer su poder sobre mí.
Con su mano moviéndose de mi hombro y envolviendo mi cabello, Alik
tiró duro de las hebras largas de marrón claro, su ojos entrecerrándose y su
boca colgando abierta. Luego con un rugido ensordecedor, se vino, llenando
mi coño. Mi pecho se movía mientras mis duros pezones se rozaban contra
su sólido, fornido, pecho.
—Kisa… ¡mierda! —gruñó Alik y arremetió lentamente dentro de mí,
haciendo movimientos envolventes hacia afuera, músculos duros
flexionándose y tensándose por todo su gran cuerpo. 12
Sin liberar su agarre en mi cuello y cabello, aplastó sus labios en los
míos, su lengua forzándose dentro de mi boca, me sometí, como siempre,
gimiendo, como él lo querría, a medida que la parte inferior de su torso
trabajaba contra mi clítoris sensible.
Alik se retrajo y diversión destelló a través de su cara de rasgos
afilados.
—Myshka, ¿siempre maullando como una pequeña gatita, eh? —Su
boca bajó a mi oreja y su lengua lamió a lo largo de la parte externa de
ella—. ¿Amas que te folle duro? ¿Te encanta que cause moretones en tu
hendidura?
Alik liberó mi cuello, solo para bajar y apretar mi seno, jalando del
pezón erguido. Siseé y chillé, haciendo que su sonrisa se ampliara.
—Amo follarte también, Myshka —murmuró. Entonces abruptamente,
Alik sacó su pene aún duro de mí, dejándome acostada en su amplia cama
en su apartamento lujoso en Brooklyn, tratando de recuperar mi aliento. Él
cruzó la habitación, su definido, alto cuerpo como la perfección andante, y
pasó su mano sobre su cabello oscuro corto.
Alik agarró una toalla del closet y la envolvió alrededor de su cintura
definida. Me levanté de la cama y lo observé.
Alik había cambiado tanto desde que éramos niños. Su cuerpo grande
de luchador era voluminoso. Su piel ligeramente bronceada. Su rostro
cincelado, aristocrático, hasta apuesto. Él era Alik Durov —el hombre que
decidió hacerme suya cuando solo éramos un par de niños Bratva2 tratando
de vadear a través de las pruebas y tribulaciones de una ruda vida de mafia.
El niño que nunca miré como a algo más que un amigo, hasta que me obligó
a verlo como algo más.
Crecimos juntos. Su padre y el mío eran dos de los tres Reyes “Rojos”
Bratva de Nueva York. Mi padre, Kirill Volkov, era el Pakhan, el jefe mayor, el
que gobernaba los rusos clandestinos aquí en Nueva York. El padre de Alik,
Abram Durov, era el ejecutor, el siguiente en la línea al asiento más alto, el
que lidiaría con el lado más oscuro de la mafia, las cosas violentas, la
venganza, las matanzas, la intimidación. Él era sádico, implacable y cruel…
De tal palo, tal astilla.
Por años, Alik me quiso. Desde la niñez, siempre me quiso cerca.
Siempre estaba enojado, peleando y metiéndose en problemas. Me decía que
escuchaba voces en su cabeza, voces que le decían que hiriera a las
personas, pero cuando estaba a mi alrededor, él estaba calmado, las voces se
iban. 13
Sentía lastima por Alik. Siempre la sentí. Tener a Abran como padre
sería como vivir con el propio demonio. Pero yo había tenido a alguien más,
un niño al que amaba completamente, adoraba… nací con el único propósito
de amarlo. Luego una tragedia nos separó cuando yo era una adolescente.
En cuestión de días, Alik hizo su movida y, en cambio, me hizo suya.
Hemos estado juntos desde entonces.
Como príncipe y princesa de la mafia, toda la sociedad rusa de Nueva
York nos veía como la pareja “perfecta”. Alik no lo tendría de otra forma. Él
estaba obsesionado conmigo. Monitoreaba cada movida mía. Yo era su
Myshka, su pequeño ratón.
Y yo no me atrevía a mirar a otro lado. Alik mataría a quien sea que se
interpusiera entre nosotros. Y esto no era una amenaza; era lo que Alik
hacía.
Él mataba.
Su lugar en la vida era matar.

2
Bratva: de la mafia rusa.
Era un luchador —un luchador de combate a muerte— pero yo sabía
que él asesinaba para la Bratva fuera de la jaula también, mataba a aquellos
que los Reyes Rojos realmente querían hacer sufrir.
Alik “El Carnicero” Durov era el cinco veces campeón indiscutible de El
Calabozo. A los veinticinco, casi veintiséis años de edad, era el hombre más
temido de Nueva York.
Yo no podría dejarlo nunca, jamás. No podría ni siquiera si quisiera. En
la vida Bratva, los hombres guiaban y sus mujeres seguían, obedientemente,
su camino. Era la esencia de la vida Bratva, una que te convenía muy bien si
la jugabas por lo seguro.
Sentimientos sensibles y nociones de “amor verdadero” no importaban
en esta vida. Era una sociedad clandestina basada en el respeto y apoyo
extremo a la “familia”.
Alik miró hacia mí y sus ojos claros se encendieron de nuevo con
necesidad. Acarició su dura polla bajo la toalla roja Versace envuelta
alrededor de su cintura. Lentamente, sacudió su cabeza, sus pensamientos
claramente en guerra con sus necesidades.
—Tengo que ducharme, Myshka. Tengo que salir en diez. Serge vendrá 14
para llevarte a casa. No puedo estar profundamente en tu húmedo coño de
nuevo aunque lo quisiera. —Sus ojos se suavizaron—. Y tú sabes que quiero,
¿cierto? Nunca puedo tener suficiente de ti, nena.
Frunciendo el ceño, yo gentilmente pregunté:
—Así que, ¿no vamos a cenar? Tenemos una cita, ¿recuerdas? —Traté
de actuar decepcionada. Pero todo lo que sentí fue alivio. Alivio de que no lo
enojaría de alguna manera en público por alguna cosa arbitraria que él veía
como errónea, lo cual sería garantía de ser follada demasiado duro como
castigo.
Alik se pavoneó hacia mí, sus abdominales marcados, con cicatrices,
apretándose con el movimiento, y agarró mi barbilla, arrastrando mi cabeza
para nivelarla con la suya, malditamente asegurándose de que nuestros ojos
se encontrasen.
—Tengo un negocio, Myshka.
—¿Dónde? ¿Y por cuánto tiempo? —pregunté, inmediatamente
deseando no haberlo hecho, a medida que el rostro de Alik se volvía piedra.
Su agarre en mi barbilla se fortaleció para asegurar que entendí que
había sobrepasado mis límites. Mi mandíbula dolió y me estremecí por la
presión sorda y el dolor.
Alik chasqueó la lengua, sacudió su cabeza lentamente, luego dijo:
—Los negocios son los negocios. Toma tanto tiempo como lo haga.
Ocurre donde ocurre.
Bajé mis ojos en sumisión e intenté asentir con entendimiento, pero mi
movimiento previsto fue inhibido por su mano inflexible. Alik suspiró
largamente. La siguiente cosa que supe, mi boca estaba enganchada a la
suya, sus dientes mordiendo mi labio, causándome gemir. Él apartó sus
labios un segundo después.
—¡Mierda! No puedo mantenerme enojado contigo, Myshka. Eres tan
jodidamente hermosa.
Cautelosamente levanté mi mano temblorosa para acariciar la mejilla
de Alik.
—Te amo, Alik —susurré, lágrimas llenando mis ojos. Él era todo lo que
tenía. Era mi único futuro. Y sí lo amaba en una manera… él me necesitaba. Y
yo quería pertenecer a alguien. Quería ser amada.
Los ojos de Alik se suavizaron, pero solo por una fracción. Él no podía
demostrar ninguna debilidad. Pero yo sabía que él amaba escuchar esas
palabras de mis labios. Ellas calmaban al monstruo en su interior.
Presionando otro duro, rudo, beso en mis labios, se puso de pie y 15
caminó hacia el baño.
Con el corazón latiendo y conteniendo los nervios, pregunté:
—¿Puedo dar caridad con el Padre Kruschev esta noche? Él distribuirá
paquetes de ayuda a los que no tienen hogar.
Alik se detuvo. Se volteó para verme, una sonrisa condescendiente en su
rostro, y bromeó:
—Diviértete, mi pequeña buena Myshka. ¡Ve a servir a Dios! Ve a
rescatar a la escoria de las calles. —Su risa condescendiente lo siguió al
baño, pero ignoré la humillación y la brusca despedida. Simplemente me
sentí respirar… normalmente.
En la iglesia, mi padre y prometido no enviaban a sus hombres a
vigilarme. Nadie se atrevería a meterse con la Bratva en su iglesia sagrada.
Era el único lugar donde me sentía verdaderamente libre. El único lugar que
podía vivir en mi cabeza con mi pasado, con los recuerdos que tanto
apreciaba.
Levantándome de la inmensa cama, contemplé mi reflejo en el espejo
adornado chapado en oro. Difícilmente reconocía a la chica ante mí. Ella se
perdió en algún momento durante los años, escondiéndose, corriendo por su
vida. Sus ojos azules estaban muertos, su usual piel bronceada, pálida, y su
largo cabello marrón claro, lacio.
Era una cáscara de la chica que una vez fui.
Pequeños moretones ya se estaban formando en mi cuello. Esto
significaba que estaría usando cuellos de tortuga por los siguientes días, en
verano. Desde mi adolescencia, los cuellos de tortuga habían sido algo
principal en mi vestuario —una necesidad después de ser “propiedad” de
Alik—, y aprendí demasiado rápido sus brutales prácticas sexuales y
grandes expectativas de mí como su novia.
Vistiéndome velozmente, pasé mis dedos a través de mi cabello,
asegurándome de que me viera presentable. Alik no le gustaría si no me veía
perfecta.
Moviéndome a la sala de estar, me senté en la silla antigua de la
bisabuela de Alik, la cual se remontaba a la Revolución. Allí, esperé
obedientemente para decir adiós.
Examiné los mayormente muebles opulentos del siglo XX en la
habitación. Este lugar gritaba estatus y riqueza. Mi estómago se apretó con
temor. En menos de doce meses, esta se convertiría en mi casa. Sería reina
de este ático, encerrada en una celda de lujo zarista. La convención Bratva
demandaba que no podía vivir con Alik hasta que estuviéramos casados.
Ordenado directamente por mi padre profundamente tradicional de ruso 16
ortodoxo. Agradecía a Dios cada día por ese hecho.
Mi padre aprobó el matrimonio. Encajaba con nuestro estilo de vida. Él
no veía el lado malo de Alik, y si lo hacía, lo ignoraba. Solo veía al hombre
fuerte y despiadado en el cual se había moldeado Alik para ser como su
padre. Para mi padre, el lado severo y violento de Alik probaba que él era el
soldado perfecto de la Bratva, el hombre perfecto para tomar las riendas y
ser un buen líder para su hija. Mi mamá murió cuando yo tenía quince. Mi
papá se había destrozado, y Alik se convirtió en mi muleta, el chico que me
cuidaba cuando todo se había ido al infierno. Papá lo amaba por eso.
Me aferré a la idea de que aún tenía un año hasta que estuviéramos
casados, lo cual me ofrecía momentos pasajeros de libertad, antes de, por
supuesto, adoptar el manto de la perfecta esposa Bratva para el único
heredero de la Bratva. Alik, mucho antes, controlaría todos los rusos
clandestinos, una posición por la cual él tenía sed, algo para lo que había
sido preparado toda su vida.
Escuchando la ducha apagarse, no tomó un minuto para que Alik
gritara mi nombre y se disparara a través de la puerta doble de la sala de
estar para buscarme.
Su rostro tenso se aflojó a la vez que me vio sentada, obedientemente
esperando, en la silla de su abuela. Su cabeza se ladeó mientras sus ojos se
entrecerraron.
—Por un minuto, pensé que te habías ido antes que te diera mi permiso.
Por un minuto, pensé que me habías desafiado, Myshka… Por un minuto,
pensé que te habías vuelto jodidamente loca.
Poniéndome de pie, coloqué una sonrisa. Caminé para quedarme de pie
ante él y deslicé mi dedo lentamente por su pecho.
—Jamás, nene —ronroneé para apaciguarlo—. Nunca te desafiaría.
Nunca lo he hecho y nunca lo haré.
Alik envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me acercó a su
pecho húmedo, el impacto robándome el aliento. Me sostuvo en el lugar por
la parte trasera de mi cabeza.
—Serás la esposa perfecta, Kisa. Te he querido en mi cama, durmiendo
a mi lado, por demasiado maldito tiempo. Odio enviarte de vuelta con tu
padre cada noche, no ser capaz de follarte por horas, atarte a la cama,
haciéndote gritar, haciendo que te inclines ante cada orden mía. Follarte
hasta que no puedas caminar. He querido ser tu dueño completamente, 17
poseerte, liberarte del agarre del Pakhan y tenerte bajo mi control entero…
por demasiado maldito tiempo.
—Pronto, nene —lo calmé.
Alik liberó su agarre de mi cabello, sus duros ojos azules perdiendo su
ira por el momento más breve.
—Sí —contestó él. Abofeteándome duro en el trasero, presionó un duro,
poseedor, beso en mis labios hinchados. Alik rápidamente se separó y,
caminando de vuelta a su alcoba, gritó sobre su hombro—: Serge está abajo.
Él te llevará a la iglesia. —Me relajé pero me tensé cuando ordenó—: Solo
después de que te cambies. No te atrevas a salir viéndote así. ¡Seriamente
perderé mi mierda si lo haces!
—No lo haré. Te amo, nene. Siempre —espeté. Esto detuvo a Alik en sus
pasos.
Se volteó, tiro de su mejilla un destello de una sonrisa de suficiencia
subiendo su labio superior, y dijo:
—Myshka, también te amo.
Mis hombros se hundieron con alivio por su muestra de afecto. Me
calmé. Era durante estos momentos tiernos que echaba un vistazo a la
pequeña cantidad de humanidad en Alik. Estos eran los momentos que
atesoraba. Aun de niños, Alik era tenso, siempre enojado, siempre queriendo
infligir dolor en los otros; frecuentemente lo hacía a otros niños. Su papá lo
crió para ser de esta forma. Yo lo entendía; era como los hombres Bratva
tenían que ser criados. Pero años de pelear y matar en El Calabozo lo habían
endurecido hasta el punto donde el lado más amable de su personalidad se
hizo más y más débil, el lado oscuro firme y seguramente borrando
cualquier luz que quedaba. En esta vida Bratva, y con lo que Alik hacía para
ganarse la vida, era esencial que él fuera de esta forma. Sin embargo, yo
deseaba que su lado más suave se quedara un poco más.
Era estúpido de mi parte y para los otros, inexplicable. Pero amaba a
Alik a mi propia manera, bueno, tanto como mi corazón roto permitía.
Quería que él tuviera paz. Estaba tan atormentado… Tan oscuro en su
interior que solo quería ayudar a hacerlo más fácil.
Perdida en la luz de Alik, su hermosa sonrisa, mi corazón se elevaba,
flotando en una amorosa esperanza de que viera algo de bien en él, que
finalmente lograría llegarle, pero mi ensueño pronto se disipó cuando, como
siempre, su breve momento de gentileza fue abrumado por severidad.
El insano deseo de Alik de poseerme vino en frente mientras él advertía:
—Si alguien te ve esta noche o siquiera te habla, me dices. Y actúa
apropiadamente. No hables con los hombres… solo con el Padre Kruschev. No 18
quiero que mi mujer se vea como una prostituta.
Asentí obedientemente. Sus ojos se entrecerraron mientras absorbían
mi cuerpo.
—Usa algo que cubra todo de ti. No quiero tener que matar a algún
idiota por mirar tus tetas. Tienes que pensar en estas cosas, Myshka. Cuando
seas mi esposa, cuando te posea completamente, no habrá errores. Te
pondré en forma lo suficientemente pronto. Serás un ejemplo para todas las
esposas Bratva.
—Está bien, nene —susurré con miedo.
Alik pasó sus dientes por su labio inferior, ojos plomizos, su polla
endureciéndose y creando un bulto bajo su toalla.
—Sal de aquí, Kisa, antes que te folle contra esa pared y haga que tu
papá se enoje aún más conmigo por llegar tarde.
Con esa despedida, me volteé en mis talones y hui por las escaleras al
Lincoln Navigator3 negro. Serge, el conductor, y el Byki, guardaespaldas,
más confiable de mi papá me miraron por el retrovisor y educadamente
preguntaron:

3
Lincoln Navigator: vehículo SUV.
—¿Hacia dónde, señorita Volkova?
Amaba a Serge. Era como un tío para mí. Él me había estado llevando a
todos lados y protegiéndome toda mi vida. Nunca se había casado ni tenido
hijos. Creo que él me veía como una hija de alguna manera. Podía decirle lo
que sea y él nunca le diría a otra alma. Era un hombre viejo ahora, en sus
setenta, pero sabía que él sería mi papá hasta que muriera.
—A casa para cambiarme, luego a la iglesia, por favor —respondí.
Serge me contempló por una fracción demasiado larga por el retrovisor.
Podía decir que él estaba preocupado. Por supuesto que no se atrevería a
decirlo en voz alta, pero sabía que a él no le gustaba Alik y que yo estaba
preocupada por mi deber, mi destino, por ser la esposa de Alik. Su miedo
silencioso por mí parecía crecer cada día.
Estibando su preocupación, Serge salió al siempre rebosante tráfico de
Brooklyn. Observé las luces brillantes a través de la ventana polarizada.
Al menos por esta noche, en la iglesia, probaría unas pocas horas de mi
muy codiciada libertad.

19
Dos
Kisa

isa, estarás distribuyendo los paquetes en la calle esta

—K
noche, ¿bien?
Le sonreí con entusiasmo al Padre Kruschev, pero
por dentro, mi estómago cayó. Odiaba distribuir comida
en las calles, prefería servirlas desde la seguridad del
camión. Estaba demasiado húmedo afuera. Odiaba caminar por los oscuros
callejones y estrechas calles de Brooklyn que estaban llenos con personas
sin hogar, los cuales no todos tenían buenas intenciones.
El camión de comida se detuvo, y me trasladé junto a Pavel, un viejo,
pequeño y gordo hombre de nuestra iglesia.
—Parece que estaremos trabajando juntos esta noche, Pav. 20
El rostro pálido y arrugado de Pavel me sonrió cálidamente.
—El Señor te proporcionará su gratitud, Kisa. Después de todo estás
haciendo su trabajo. Estás haciendo algo bueno. Algo honorable. Es bueno
para ti.
Luché contra el impulso de rodar mis ojos y decirle que mi vida era tan
jodida que no creía que al Señor le diera una maldita importancia. En
cambio, me quedé en falso acuerdo. Pavel destacó las palabras “bueno” y
“honorable” debido a mi papá. Las palabras “bueno” y Kirill “El silenciador”
Volkov, normalmente no estaban juntas en una misma frase. Pavel había
estado por mucho tiempo y fue testigo, muchas veces, de la destrucción de
los Pakhan y lo que los Bratva les habían hecho a sus enemigos.
Pero así como la gente le temía a mi papá, yo lo amaba. Siempre he
querido lo mejor para él. Me aseguré de asistir a la iglesia y dar ayuda,
porqué: a) mi papá me ordenó hacerlo, para apaciguar al Padre Kruschev –
mi papá estaba muy preocupado por la brutalidad del negocio de mi familia
y su efecto en nuestras almas. Y b) si hay un Dios, yo necesitaba acumular
algunas buenas acciones en nombre de mi familia, para negociar con
nuestros respectivos días de juicio. Según mis cálculos, mientras estaba
parada ahora, nuestra balanza estaba fuertemente desequilibrada en el lado
del mal, y estábamos completamente condenados, mirando un largo tramo
en las llamas del infierno.
Llámame optimista, pero esperaba que estos pequeños actos semanales
de caridad nos llevaran a un paso más cerca de no ser totalmente
insalvables y con la etiqueta de “malvados pecadores” hasta la eternidad.
Además, disfrutaba realmente ayudar a los necesitados. No solo me daba un
respiro de la vigilancia de veinticuatro-siete4 por matones de mi papá, y el
ojo vigilante de Alik, sino que también servía para recordar que, aunque
estaba atrapada en una vida que no quería, nunca me quedé sin comida,
vivía en las mejores casas, vestía la mejor ropa... fui bendecida en esta vida
con cosas materiales, y me sentía bien ayudando a cambiar la vida de otra
persona.
—¡Está bien, estamos listos para comenzar! —gritó el padre Kruschev.
Todos los voluntarios desabrochamos nuestros cinturones. Suspirando,
cerré la cremallera de mis altos, flojos, y delgados pantalones.
Me levanté y me dirigí a la pequeña cocina en la parte trasera del
camión. El padre Kruschev me dio mi primera ronda de paquetes y me
sonrió en agradecimiento.
21
—Quédate con tu grupo esta noche, Kisa. Personas peligrosas salen
cuando este tipo de calor llega a la ciudad.
Devolviéndole una comprensiva sonrisa, giré y me bajé de la
camioneta, a otra calurosa noche de verano.
El primer camión ya había entrado y mi mejor amiga, Talia, caminó
hacia mí. Ella era hija única de Ivan Tolstoi —el tercer jefe de la Bratva. La vi
caminar hacia mí, toda alta, con su cabello rubio y ojos marrones claros.
Tuve que sonreír al ver sus tacones de diez centímetros. Incluso
distribuyendo comida y mantas a los desamparados no era una excusa para
no ponerse sus botas Gucci de cuero hasta la rodilla.
—¡Kisa! Pensé que te estabas dando esta noche para salir con Alik, ¿o te
ha dejado cuerda por un rato?
Me encogí ante el comentario pesado de Talia, tratando de actuar
indiferente.
—Él tenía asuntos que atender con nuestros padres, así que yo decidí
venir aquí esta noche. El padre Kruschev me preguntó en la iglesia el
domingo si podía ayudar. —Hice un gesto hacia el paquete en mis manos—.
Así que aquí estoy.

4
24/7: Veinticuatro horas los siete días de la semana.
Los ojos de Talia se suavizaron y me jaló hacia su pecho, tratando de no
aplastar mi paquete de comida y mantas. Me estremecí mientras su hombro
se presionó contra el gran hematoma en mi brazo de la semana pasada
cuando había disgustado a Alik en una negociación. Yo había estado
hablando con un socio masculino de su padre “demasiado tiempo” y me
había advertido de su “descontento” con un apretón tan fuerte como un
tornillo y murmurándome duras palabras en mi oído, pero contuve mi
reacción y acepté el dolor. Nunca cuestionaría a Alik; mi vida no valdría la
pena con esa lucha.
Cuando Talia se alejó, me miró a los ojos con escepticismo y preguntó:
—¿Estás bien con eso, Kisa? Siempre luces un poco distante cuando
hablamos de Alik. ¿Nervios por la boda? ¿O es algo más? —Sus ojos
marrones escanearon mi atuendo—. ¿Y qué demonios llevas puesto? ¡Es
como un horno aquí y estás vestida para la nieve!
Le lancé mi sonrisa de seis mil dólares y sacudí mi mano enfrente de
mi rostro.
—Tengo frio, así que me abrigué. Creo que podría enfermarme o algo
así. Dar caridad no es un maldito desfile, por cierto, Talia. Y yo estoy bien,
solo un poco triste por no pasar la noche con Alik. En cambio, aquí estoy 22
otra vez. —Rodé mis ojos—. Por pecados de mi familia...
Ni una vez los ojos de Talia dejaron los míos, pero eventualmente, los
dejó ir y entrelazó su brazo el mío.
—¡Por todos los pecados de nuestras familias! Bueno, entonces
terminemos con esto para que podamos ir a un bar y emborracharnos. El
padre Kruschev me ha puesto en otro equipo. Él sabe que hablamos
demasiado y descuidamos nuestros deberes si estamos juntas. Terminemos
rápido y vayámonos de aquí pronto. ¡Necesito alcohol!
—Ya veremos —le contesté, sabiendo que estaría declinando la
invitación de Talia. Alik enloquecería si pensara que estoy saliéndome de las
reglas. Pensaría que estaba lidiando con los hombres. Y con Talia, de todas
las personas. Alik la odiaba, creía que era una puta por vivir una vida
normal. También odiaba a su hermano por lo que él era para mí, y él odiaba
que ella mantuviera viva su memoria. Lo último que mi papá y Bratva
necesitaba era que Alik vuelva a matar a otra persona. Una vez que el
temperamento de Alik cambia, no hay nada que pudiera detener su furioso
asesino interno. Mi padre era rápido obteniendo favores en el sistema
judicial de Nueva York para impedir que lo encerraran
Pavel me llamó y, dándole un beso a Talia, aceleré mi paso hacia la
banda de voluntarios y comencé a intentar salvar algunas almas perdidas.
—Dios te bendiga, hija... Que Dios te bendiga... Siempre preocupándote
por ayudarme…
Le sonreí al viejo mientras él buscaba en su paquete, inmediatamente
comiendo el sándwich de jamón que estaba firmemente envuelto en un
plástico. Ha estado aquí en este lugar durante años. Bueno, me corrijo, por lo
menos en los tres años que había estado sirviendo a la iglesia. Pav dijo que
este viejo probablemente había estado viviendo en estas calles durante al
menos tres décadas. Siempre oculto aquí en este pequeño callejón, como un
miedoso ratón, asustado de salir de su agujero. Yo me había alejado de mi
grupo contra las órdenes, pero no podía dejarlo sin su paquete de alimentos.
Algo sobre este viejo me impulsó a salvarlo. Siempre parecía tan… roto, tan
triste.
Me identificaba.
—¿Kisa? Kisa, ¿dónde estás? —Una voz distante atrajo mi atención.
Inmediatamente la reconocí como la de Pavel.
Echando un vistazo para ver al viejo hombre, sonreí cuando noté que 23
estaba arropado en una manta caliente y enterrado bajo una masa de cajas
escondidas de la vista.
—¿Kisa? —Rodando los ojos, gemí cuando la frenética voz de Talia se
unió a la de Pavel.
Grandioso.
Mirando hacia el grupo reunido de voluntarios al final del largo
callejón, comencé a ir hacia ellos, cuando de repente, un hombre desaliñado,
barbudo, salió de las tinieblas, haciéndome tropezar al suelo con un pie
deliberadamente extendido.
Sin tiempo a gritar, golpeé el suelo, mis palmas raspando contra el duro
asfalto. De repente, el peso de mi atacante se presionó en mi espalda cuando
intentó arrebatarme mi bolso. Apestaba a alcohol y su olor corporal era
rancio. Luché contra una arcada. No lo reconocí como uno de los indigentes
que frecuentaba este callejón. ¡Y absolutamente no tenía idea con qué clase
de hija él malditamente se estaba metiendo!
—¡No! ¡Suéltame! ¡Ayuda! —intenté gritar, pero el peso del hombre en mi
espalda robó mi voz en el callejón vacío. Los voluntarios, no me habían visto
siendo atacada, demasiado lejos de la vista en la oscuridad para ser testigo
del crimen.
Mi atacante seguía tomando mi brazo, haciéndome ver estrellas. Intenté
liberar el brazo que estaba debajo de mi estómago, para dejar mi cartera,
pero estaba atrapada.
Entonces abruptamente se detuvo mientras sentía una hojilla afilada
acariciar al lado de mi cuello.
—Entrega tu bolso, perra, o te cortaré la maldita garganta —ordenó la
voz baja, pero yo no podía soltar mi brazo. El miedo se extendió por todo mí
ser.
La cuchilla presionándose más profundo en mi cuello y cerré los ojos,
esperando lo peor. De repente, oí un profundo rugido y mi atacante fue
arrastrado lejos de mí, su protesta fue silenciada con un sonido de crujido
que se hacía eco en las imponentes paredes del callejón.
Frenéticamente arrastrándome hacia adelante para escapar del ruido,
me puse de rodillas y me senté sobre mi trasero... e inmediatamente dejé de
respirar a la escena del crimen delante de mí.
Mi atacante fue atrapado contra la pared mientras un gran hombre
encapuchado golpeó su rostro y su estómago con puños. No podía quitar mis
ojos. El hombre encapuchado era implacable, cada golpe lanzado con 24
precisión, el pecho moviéndose con emoción y sus pies de lado a lado
mientras él dificultaba la salida de su agresión. Él estaba disfrutando de la
lucha... estaba centrado en la violencia...
Reconocí las señales de Alik cuando destroza a sus víctimas en la jaula.
Moviéndome hacia la pared del callejón, usé el ladrillo húmedo para
levantarme a mis inestables pies y levanté mi cabeza para ver al hombre
encapuchado... quien ahora tenía las manos sobre la mandíbula de mi
atacante.
Cuando me di cuenta de lo que iba a hacer, me moví rápidamente hacia
adelante y le grité “¡no!” Pero con un fuerte tirón de sus grandes manos, un
fuerte chasquido rebotó en las paredes. El cuerpo sin vida de mi atacante se
dejó caer al suelo a mis pies —con el cuello roto.
Me quedé mirando el cuerpo inmóvil. La muerte generalmente no me
desconcertaba. En mi vida había visto muchos muertos, más que la mayoría
de los funerarios verían en toda su carrera, pero la facilidad con la cual el
hombre encapuchado había matado me llenó de miedo y temor. Era obvio
que mató antes; los primerizos no eran tan tranquilos en la matanza.
Mis ojos se desviaron hacia el asesino encapuchado, quien era todavía
más inquietante. Se enfrentó a su víctima, los puños apretados a sus lados,
su pecho rítmicamente subiendo y bajando en la sudadera que se aferraba a
su torso musculoso pesadamente.
Estaba cerca de mí. Tan cerca que podía sentir el calor que irradiaba
olas de su cuerpo. Mi respiración era difícil y quería salir de aquí. Pero no
podía moverme, atrapados en éxtasis hipnótico mientras miraba al extraño
hombre que se vislumbraba amenazadoramente delante de mí.
Tomó un paso hacia adelante, mi cuerpo se estaba preparando para el
ataque, y luego dio otro paso más cerca. Mi espalda contra la pared
mientras me alejaba por miedo, y el hombre encapuchado tomó un paso
final hasta que estaba casi al ras contra mi pecho.
Mis ojos se abrieron mientras miraba su oscura forma y mi aliento se
ralentizo por la cercanía. El hombre encapuchado nunca se movió, se quedó
todavía ante mí como una estatua.
Era enorme; ancho y alto. Solo la parte inferior de su cara estaba a la
vista —sus labios carnosos, su barbilla fuerte... la cima desnuda de su pecho
ancho, tatuajes demoníacos cubriendo sus altos pectorales perfectamente
definidos.
Su cabeza se levantó y más de su rostro apareció a la vista. Mi corazón
comenzó a latir más fuerte mientras esperaba para ver su cara, pero el
material de su capucha colgaba hacia abajo, bloqueando sus ojos.
25
Vi mientras los dientes del hombre pasaban por su labio inferior.
Reuniendo una pizca de valentía y claramente desafiando todas las reglas
de Alik, cautelosamente me acerqué hacia adelante y espeté:
—Tú… tú me salvaste.
Mis manos estaban temblando, y mis piernas y voz, débiles, y tan
peligroso como este hombre parecía, su cuerpo estaba muy tenso y rígido,
mi temor se desvaneció. Parecía, como si parados aquí enfrentándonos cara
a cara, él quería estudiarme, estar más cerca de mí.
La mandíbula del hombre encapuchado se apretó y su cabeza se inclinó
hacia un lado, como si estuviera contemplando lo que dije. No podía dejar de
mirarlo, su aura animal, salvaje, pero, sin embargo, de alguna manera... no
lo era. No lo podía explicar.
Mientras me acercaba despacio, su aroma me llenó por el viento cálido.
Era intoxicante, prado fresco, como si hubiese estado al aire libre durante
meses, al igual que el olor de la primera nevada que se colocaba en el pasto
frío en Central Park. Cortando el hedor del callejón sucio como un cuchillo
cortando mantequilla, enviando escalofríos por mi columna vertebral.
—¿Tienes... tienes un nombre? —pregunté, mi voz ganando fuerza.
La gran figura del hombre encapuchado de repente se enderezó, como
si un montón de electricidad hubiese sacudido a través de su cuerpo. Por
primera vez escuché su respiración pesada en la tranquila calle. Estaba sin
aliento, aspirando aire como si lo hubiesen golpeado en el pecho. Estaba sin
aliento a mi parecer.
Tomó un paso atrás, y luego otro y otro hasta que se trasladó junto a mi
atacante en el suelo. Me acerqué por los bordes, para captar su atención,
pero nunca levantó su capucha.
Su cabeza siempre hacia abajo. No mostró sus ojos.
El hombre encapuchado, dobló y volcó el cadáver de mi atacante con su
pie. Pateó el cuerpo en un rincón del oscuro callejón como si él estuviera
pateando una lata de cervezas vacías. Luego empezó a alejarse.
Mi corazón se hundió y empujé mi mano, señalando que se detuviera.
—¡No! Por favor, solo quiero darte las gracias por haberme salvado. Ese
hombre... creí que iba a matarme. Me salvaste la vida...
Pero mis palabras no tuvieron ningún efecto. El hombre encapuchado
siguió, sus puños apretados una vez más. Entonces él corrió lejos en el lado
opuesto del callejón.
—¡Espera! —grité, pero solo pude ver su atuendo oscuro, desapareciendo
en las sombras. 26
Una mano fría de repente se apoderó de mí. Grité en estado de shock,
girando para ver a Talia, su rostro pálido y sus ojos marrones abiertos.
—Kisa... ¿Qué pasó? —susurró, su voz urgente.
Luego el choque del ataque que había resistido, retrasándose por mirar
al hombre encapuchado, al instante aumentó a través de mi cuerpo y mis
lágrimas cayeron desde mis ojos.
—Fui... fui atacada… —lloré y Talia me envolvió en sus brazos.
—¡Mierda! ¿Quién era ese hombre huyendo?
—No lo sé. Pero me salvó la vida. —Me alejé y miré a Kisa—. Ma… mató a
ese hombre para salvar mi vida.
—¡Mierda! —siseó Talia de nuevo—. Voy a llamar a uno de los hombres
de papá para deshacerse del cuerpo.
Eso detuvo mis lágrimas.
—No pueden decirle a mi papá o Alik. Se van a volver locos si se
enteran que me alejé del grupo para ir por mi cuenta.
Talia me miró como si estuviera loca, pero a regañadientes asintió.
—Está bien. Conozco a alguien que podrá mantener esto en secreto. No
les diré que tuviste algo que ver con ello.
—Gracias —dije con alivio.
Talia acarició mi arruinado cabello.
—¿Puedes caminar? ¿Estás bien?
—Solo alterada —contesté—. Voy a estar bien, Tal. No quiero que papá o
Alik se enteren sobre esto.
En cuestión de segundos, Talia me llevaba por el callejón, alejándome
de la escena del crimen.
Eché un vistazo hacia la dirección por donde el hombre se había
alejado, dejé que Talia me llevara a la camioneta, todos los pensamientos de
la víctima en el piso del callejón salieron de mi mente.
El padre Kruschev me miraba en reproche, negando en reprimenda.
Subiendo al camión, los voluntarios esperando claramente molestos por
mi tardanza, me desplomé en un asiento vacante en la ventana, mi frente
golpeando el vidrio caliente.
Talia se sentó a mi lado y se apoderó de mi mano en apoyo, pero seguí
mirando por la ventana mientras el camión lentamente rodó hasta la
carretera. 27
Mi atención cayó perezosamente sobre las filas y filas de hombres y
mujeres escondiéndose bajo sus refugios improvisados para pasar la noche.
Me estremecí ante la idea de lo que pasó, la gravedad del ataque, de la
matanza que empezará en la casa.
Mi corazón lleno de compasión con los desamparados y su lamentable
situación. Entonces, por el rabillo del ojo, vi una larga, no, una enorme figura
oscura sentada al final de la calle. Una gran figura oscura luciendo una
sudadera gris con capucha que tiraba sobre su rostro, sentada con las
piernas cruzadas, y la cabeza hacia abajo. Una figura masculina enorme y
oscura con un tarro de cristal grande en sus manos. Mis palmas presionadas
contra la ventana mientras nos movíamos. Mis ojos instaron a buscar para
ver su rostro. Un transeúnte pasó por delante de él y dejó caer dinero en su
tarro.
Me congelé cuando comprendí.
¿El hombre que me salvó... el hombre que acababa de salvar mi vida
era... un desamparado?
¿El hombre que luchó como un animal liberado en una jaula, un
asesino... estaba mendigando en la calle?
Le debo mi vida a un misterioso hombre sin hogar en la calle.
Un hombre sin hogar que luchó como un asesino.
Tres
818

Un mes atrás…

A
rmas disparándose.
Choques.
Gritos.
Disparo tras disparo y el tumulto de gritos golpeaba a través del
techo de piedra mientras yo caminaba por la pequeña área de mi celda
húmeda. Por encima de mí estaba una estampida, el relámpago de cientos
de pies; los prisioneros estaban moviéndose. ¡Y aquí estaba yo atrapado en
esta jodida celda! 28
Necesito salir. ¡Debo salir! grité dentro de mi cabeza mientras deslizaba
mi mano sobre las barras de metal manteniéndome atrapado dentro.
Golpeando contra la puerta de mí celda, mi hombro derecho chocó
contra el metal. Ni siquiera tembló. Envolviendo mis manos apretadamente
alrededor de las barras sobre la “ventana”, escaneé el pasillo con poca luz,
sus bombillas parpadeantes meciéndose de ida y vuelta por todo el
movimiento de arriba. Este nivel de la prisión, el Gulag5 como era conocido
por los reclusos, estaba reservado para nosotros los campeones, los más
valorados de los luchadores mortales. Los malditos asesinos, los homicidas,
los monstruos que ellos habían creado para solamente querer sentir rabia y
derramar sangre. Fuimos encerrados en las entrañas de este hueco de
mierda, sin oportunidad de escapar. Nuestras celdas estaban demasiado
separadas para siquiera ver a otro luchador excepto cuando estábamos
entrenando.
Mi respiración de volvió irregular. Bramando con la frustración, halé de
las barras de acero, las articulaciones de mi brazo crujiendo con la enorme
presión bajo la cual los puse. Mis músculos abultados, creados por drogas,

5
Gulag: es un acrónimo del sistema correccional ruso o de una forma más corta (y en
español) la Dirección General de Campos de Trabajo, que no era más que los campos
Comunistas de educación dentro y fuera de la URSS.
tensos por el esfuerzo. Rugí un último grito cuando ellos se rehusaron a
ceder.
El disparo que me acababan de dar estaba haciendo que mi piel se
pusiera de gallina y estaba evocando la necesidad de pelear. Estaba
programado para una pelea más tarde esta noche. Sentí rabia, nada más
que rabia.
Necesitaba matar. Era la única forma de parar la rabia.
El primer disparo había sonado acerca de treinta minutos atrás, supuse.
No lo sabía; el tiempo no tenía sentido en el Gulag.
Podía escuchar a los otros luchadores gritando, vociferando que fueran
liberados, podía escuchar el chirrido de las puertas de las celdas siendo
arrancadas hasta abrirlas, los gritos de hombres muriendo.
Yo estaba jodidamente encolerizado.
Quería sangre.
¡Y necesitaba pelear!
Mi sangre hirvió bajo mi carne, ardiente, abrasadora, preparándome
para una lucha hasta la muerte. Para hacer lo que hacía mejor —mutilar, 29
masacrar… matar.
Rugiendo, liberé las barras de la celda y una vez más comencé a
caminar por la misma. Mis ojos, aún en la oscuridad, enfocados en la pared
y el nombre gravado en la piedra. Alik Durov. Debajo de él había una
dirección. Brooklyn, Nueva York. Debajo de eso, un motivo. Venganza. Por
último, había una clara instrucción. Matar.
No tenía recuerdo de haberlo escrito, ningún recuerdo de mi vida antes
de este lugar. No sabía si tan siquiera había tenido una vida fuera de estas
paredes de piedra. Mi cerebro se había apagado, bloqueando lo que sea
menos la necesidad de matar, borrando cualquier conocimiento de quien
solía ser, de dónde venía, y el porqué estaba en este agujero de mierda. Pero
una cosa era certera. Yo había escrito ese nombre, esa dirección, ese motivo
y esa instrucción. Cuando observaba esas letras irregulares talladas
permanentemente en la pared en mi línea de vista, rabia consumía cada
célula en mi cuerpo y sabía, sin lugar a dudas, que tenía que hacer lo que
ordenaba la escritura.
Pero tenía que salir de este lugar primero.
El sonido de las puertas del pasillo golpeándose hasta abrirse hizo eco
en las paredes. Me apresuré hacia las barras para ver qué demonios estaba
ocurriendo. Mi piel estaba picando con la necesidad de estar libre, para
unirme a la pelea… para obtener mi venganza.
El tintineo de las puertas de las celdas abriéndose hizo que mi corazón
latiera más rápido. Mis nudillos crujieron con la intensidad de mi agarre en
las barras.
—¡Sáquenme de esta mierda! —gruñí mientras oía pasos
aproximándose a mi celda. Mi mejilla presionaba duro contra el frío metal
mientras yo me estiraba para ver quien estaba viniendo, mis manos
moviendo la puerta de la celda hasta que sangre comenzó a rebosar de la
piel de mis manos que constantemente se abría.
—¡Ve! ¡Ve! —ordenó una voz masculina a un prisionero, y escuché a un
hombre corriendo—. Ellos han sido subyugados. Dirígete a la compuerta del
este.
Ellos han sido subyugados. Al escuchar esas palabras dichas en voz
alta, lo perdí. Fuego salvaje pulsó a través de mis venas. Corriendo hacia la
parte trasera de mi celda, arremetí contra la puerta, mi hombro dislocándose
con la fuerza.
Apoderándome de mi mano derecha, coloqué mi hombro de vuelta en
su lugar.
—¡MALDITAMENTE SÁQUENME! —grité, mi voz sonando tan filosa 30
como una navajas.
La luz encima de mi celda parpadeó hasta apagarse, sumiéndome en la
oscuridad, pero no importaba. Podía escuchar todo, había aprendido a
aceptar la oscuridad. Ruidos sordos en el suelo de piedra llegaron hacia mí.
Mis rugidos y gritos aumentaron.
Repentinamente, los pasos se detuvieron y pude oír el sonido de
respiraciones pesadas fuera de mi celda.
—Sáquenme. De. Esta. Mierda —advertí. Atrapé un parpadeo nervioso de
movimiento a mi derecha.
Dos hombres.
Dos hombres se estaban acobardando de enfrentarme cara a cara.
—Es él —susurró uno de ellos con su mandíbula marcada con
molestia—. Es 818.
—No te lo diré nuevamente. Sáquenme de esta mierda, o cuando los
encuentre, romperé sus piernas —amenacé en una voz baja, mientras que
las barras chirriaron más alto con el poder pulsante de mi ira.
Los hombres aún no se movían. Podía oler su miedo y solo me enojaba
aún más.
—¡Sáquenlo! —ordenó una voz desde atrás y, repentinamente, el rostro
familiar de 362 vino a la vista –mi mayor rival, pero el hombre al cual yo le
hablaba y respetaba más.
362 agarró una llave y abrió mi puerta, su amplio pecho desnudo,
pantalones de chándal negros cubriendo sus piernas y su largo cabello
negro colgando por su espalda. Abrió la puerta y se paró cara a cara
conmigo en la entrada. Sus ojos marrones quemaron en los míos mientras
que mi pecho bombeó con adrenalina. Entonces él sonrió y me golpeó en el
brazo, riéndose. Negando con mi cabeza, me encaré con los dos hombres que
bloqueaban mi camino y luego sonreí. Podía matar a los dos débiles idiotas
en segundos. Romper sus cuellos antes de que siquiera pudieran
jodidamente pestañear.
El olor de orina llenó mis fosas nasales a medida que los dos hombres
se quedaron de pie congelados, ojos amplios fijados en mí. Entonces la
tensión del momento fue rota cuando un disparo corrió desde arriba.
362 retrocedió.
—Saldremos por la compuerta del este. Los guardias han sido
subyugados, pero pronto enviarán más. Somos los últimos en ser liberados.
Ningún gilipollas se atrevía a venir aquí abajo aparte de esos dos. No tenía 31
idea de que era por ti y por mí.
362 trotó de vuelta por la escalera, dejándome perplejo en la entrada de
mi celda. Miré a la línea invisible que me separaba del pasillo y, cuando
miré hacia abajo, mis manos estaban temblando.
Mis manos estaban temblando…
Nunca había dejado mi celda por mi propia decisión antes. Nunca
había estado fuera de esta habitación excepto para pelear, ser torturado o
entrenado.
Pasé mis manos sobre la masa de cicatrices, por ser torturado, a lo
largo de mi cuerpo, aun sintiendo el dolor que había sido infligido cuando
traté de recordar mi pasado. Las varillas de metal que los guardias usarían
para darme choques eléctricos, las que te hacían sentir como si estuvieras
muriendo hasta que perdieras la conciencia. El dolor que se sentía como
fuego rabiando a través de mi cuerpo cada vez que trataba de recordar algo
de mi vida antes de este lugar.
Escuchando gritos y lo que sonaba como un pleito arriba, apreté mis
puños y corrí de vuelta a mi celda, rasgando mis manoplas con púas del
gancho en la pared.
Agachándome hacia el tubo de tierra que mantenía en el piso, metí mis
dos dedos y corrí el oscuro, casi negro, lodo bajo cada uno de mis ojos. A los
guardias le gustaba, pensaban que me hacía ver más perverso, así que ellos
recolectaban la tierra para mí. Ellos decían que me hacía ver más como un
animal que como un hombre en la jaula.
Deslizándome las armas de mi elección, pasé mis dedos sobre la
escritura tallada en la pared y recité mi mantra.

Alik Durov.
Brooklyn, Nueva York.
Venganza.
Matar.

Escuchando el sonido familiar de los pasos pesados de los guardias en


la escalera, arrojé la capucha de mi sudadera sobre mi cabeza, enrollé las
mangas para liberar mis manoplas y, apretando mis dientes con una sola
intención en la mente, corrí con toda mi fuerza contra tres guardias viniendo
tras de mí.
Años de vida en la jaula, peleando hasta la muerte para el 32
entretenimiento de enfermos bastardos, aseguró que mis golpes fueran
rápidos y efectivos. Yo era un campeón reinante. Era la apuesta segura… era
una maquina… era la muerte.
Mi puño de pinchos perforó el pecho del primer guardia, su corazón y
pulmones se abrieron, asegurando una muerte rápida. Un golpe a la cabeza
al segundo guardia lo hizo caer muerto al suelo. El tercer guardia se volteó
en sus talones cuando me reconoció. Debería. Este maldito me había
golpeado, torturado. Era su momento de sentir dolor.
Él había corrido solo cuatro pasos cuando agarré sus hombros, envolví
mi pie alrededor de sus pantorrillas y lo doblé hacia atrás hasta que su
espina se partió en dos. Dejando caer su cadáver, corrí siete tramos de
escaleras hacia arriba, sin un solo aliento.
Venganza.
Matar.
Venganza.
Mutilar.
Alik Durov.
Brooklyn, Nueva York.
Matar.
Esos eran los únicos pensamientos ocupando mi mente mientras
caminaba a través de los estrechos pasillo, esquivando cuerpos bajo mis
pies, siguiendo la oleada de peleadores de todas las edades… hasta pequeños
chicos asustados, traídos recientemente a este infierno.
Empujé gente fuera del camino dirigiéndose hacia afuera, mis
pulmones quemando a medida que hacían frente con la sensación
desconocida de aire fresco. Me tropecé mientras la brisa helada de la noche
golpeó la piel de mi rostro y oxigeno llenó mis pulmones.
Aire fresco.
No había estado afuera hace… no sabía cuánto tiempo. Años, pensé.
Años atrapado en una celda sin un vistazo de la luz del día, respirando aire
estancado, una mezcla de humedad, moho y sangre…
Y muerte.
La muerte tenía un olor único, un sabor único. Lo había respirado cada
día y noche, lo había probado por tanto tiempo que encontré difícil respirar
la limpieza fresca del aire libre.
Viendo a los otros luchadores correr libres y por fuera de la compuerta
del este, un guardia desparramado en el piso atrapó mi ojo, una herida de 33
puñalada en su estómago. 362 estaba huyendo con sed de sangre en sus
ojos, su daga sai6 en su mano —su arma de elección en nuestra jaula Gulag.
362 me observó acercarme.
—¡Somos libres, 818! —gritó, su cara se iluminó con emoción y sus
palabras parecían hacer eco en mis orejas, mi mente no permitiéndome
creerlo.
—¿A… ahora qué? —pregunté, mirando alrededor del patio lleno con
cuerpos muertos, el suelo ahogándose en sangre, las sirenas del Gulag
chillando y los prisioneros corriendo hacia la seguridad de los bosques
cercanos.
362 dejó caer sus hombros tensos y se movió ante mí.
—Esto es, 818. Es por lo que hemos estado esperando tanto tiempo. Por
lo que hemos sobrevivido. —Sus ojos se alumbraron y dijo—: Es hora de que
busquemos nuestra venganza.

6
Sai (en Chino: 釵): es una arma de origen asiático pero preservada en su manejo en
okinawense. Se cree que fue una herramienta agrícola que se convirtió en arma, pero
también se afirma que evolucionó desde un principio como un arma. Su forma básica es la
de una daga sin filo pero con una aguda punta, con dos largas protecciones laterales
('guarda manos' o tsuba en Japonés) también puntiagudas, unidas a la empuñadura.
V-E-N-G-A-N-Z-A… Deletreé cada letra en mi cabeza, sintiendo la ira
apoderarse de mí. Mi mente repentinamente se puso al tanto con mi corazón
diciéndome que mi oportunidad finalmente había llegado. Después de años
de matar y convertirme en el monstruo que los guardias habían querido que
fuera, iba a obtener mi venganza.
—¿A dónde vas? —le pregunté a 362.
—Al oeste —respondió sombríamente—. Mi venganza yace en el oeste.
362 había sido el que me había hecho escribir el nombre de Durov en la
pared de mi celda, no recordaba que él hubiera hecho eso, pero me dijo que
lo había hecho cuando llegó. Él también tenía un nombre en su pared. Esos
escritos nos conducían. Nos daban un pasado donde no había uno en
nuestras cabezas. Nos daban una razón para vivir.
Nos quedamos de pie allí, encontrando la mirada del otro, cuando 362
presionó su mano en mi brazo, agarrando mi bíceps apretadamente.
—Ve a matar al que te condenó, 818. Estás listo. Has estado listo para
este día por demasiado tiempo.
Reflejando su acción, mi mano golpeó su brazo.
—Tú también. 34
362 dejó caer su mano pero miró hacia arriba para decir.
—Afortunadamente nos encontraremos de nuevo, 818. Si no, consigue
de vuelta la vida que perdiste y te veré en la próxima.
Con un asentimiento, se volteó en sus talones y corrió por la gran
compuerta de metal. Cayendo a la basura del guardia, agarré en un puño su
camisa, mi ira resplandeciendo cuando vi el reconocimiento destellar en su
rostro.
Él necesitaba estar asustado. Iba a destripar al maldito por
mantenerme en este infierno, por hacerme daño cuando era un niño, por
hacerme cosas cuando era un niño…
—¡No… no me hieras! —lloró y mi labio se curvó con disgusto.
Sacudiendo su delgado cuerpo hasta que sus dientes castañeteaban,
demandé:
—¿Cuál es el camino hacia Nueva York?
El guardia palideció y mis puños se apretaron, amenazando con
asfixiarlo.
—¿En qué dirección?
La boca del guardia se abrió y cerró, pero él no podía hablar por mi
agarre. Solté mi agarre justo lo suficiente para dejar que el imbécil hablara.
—Este. Nueva York está al este.
El sonido de camiones acercándose en la distancia me impulsó a
inclinarme hacia abajo y preguntar:
—¿Y dónde demonios estamos?
El guardia comenzó a perder el conocimiento, y por la piscina de
sangre en el suelo, brotando de su estómago, sabía que solo era cuestión de
segundos hasta que él se desmayara.
—¡Malditamente responde! —gruñí—. ¿Dónde demonios estamos?
—Al… Alaska —contestó.
Lo arrojé al piso, habiendo terminado con el bastardo ahora que había
obtenido lo que necesitaba. Los camiones se acercaron al Gulag y supe que
solo tenía unos pocos minutos para irme antes de que más guardias
llegaran y cerraran este lugar.
Alik Durov.
Brooklyn, Nueva York. 35
Venganza.
Matar.
Me recordé mi propósito, me levanté en mis pies cuando el guardia se
rio y mis ojos se dispararon directamente hacia él.
—Nosotros… nosotros te hicimos lo que eres… —susurró, sangre
goteando de su boca—. Nosotros te hicimos fuerte… sin rivalidad… un
campeón… —divagó, tosiendo y balbuceando, ahogándose en su propia
sangre.
Vi rojo.
Indignado por sus palabras, levanté ambos puños, las púas afiladas de
mis manoplas encarando hacia abajo, y con un rugido lleno de ira, empujé
las púas directo en su pecho. La boca del guardia cayó abierta mientras dejó
salir un grito silencioso, y empujando todo mi peso musculoso en su pecho,
gruñí en su rostro y lentamente torcí los picos de mis manoplas. Victoria
aumentó a través de mi cuerpo a medida que sus ojos sobresalieron,
luchando por aliento, él dio arcadas por última vez. Fui testigo de la vida
dejando sus ojos, nada más quedando que una ciega mirada de muerte.
Jadeando con la victoria de la muerte —para lo cual fui entrenado, todo
para lo cual fui creado, todo para lo cual me habían entrenado para hacer—
lentamente me levanté en mis pies, luego salí corriendo.
En minutos, rompí a través de la línea de árboles hacia el denso bosque,
dirigiéndome hacia el este.
Y no me detendría hasta que alcanzara mi destino. No pararía hasta
que matara a alguien…
Alik Durov.
Brooklyn, Nueva York.
Venganza.
Matar.

36
Cuatro
818

D
espués de un mes de colarme en los barcos de pesca hacia el
continente, robando comida, y colándome en los trenes de carga
que cruzaban el país, llegué a la ciudad de Nueva York.
No estaba preparado para lo que me esperaba: las luces
brillantes, una bulliciosa ciudad llena de una marea de gente en
constante movimiento, todo lo contrario a lo que siempre había conocido. Y
aunque parezca raro, todo se sentía cómodo y familiar. El olor de humo
espeso, los vapores de tabaco y licor y los sonidos de los autos rápidos con
sus bocinas pitando a todo volumen.
Tropezando en un callejón trasero en el límite de Brooklyn, un agudo 37
dolor se disparó en mi cabeza. Apreté con fuerza ambas sienes. Imágenes
incoherentes aparecieron en mi cabeza. Un corro de niños jugando, un
pequeño grupo de hombres mayores besando a tres chicos en la cabeza,
sonriendo orgullosamente, mientras eran presentados a una gran reunión
de personas. Mi cabeza se sentía como si fuera a explotar y esa sensación de
ira contenida recorriéndome las venas me envolvió, mientras los recuerdos
trataron de abrirse paso. Desde hacía un mes no había tenido ninguna dosis,
nada de las drogas que los guardias bombeaban a diario para mantenerme
grande, fuerte, enojado. Y más y más imagines desconocidas estaban
llenando mi cabeza.
Las visiones se disolvieron tan pronto como llegaron y me encontré
acurrucado contra una pared húmeda y dura, con el sudor empapando mi
piel. A continuación, el entumecimiento que había sentido toda mi vida
peleando se acomodó de vuelta en su lugar.
Repasé el nombre y dirección en mi mente. En cuestión de segundos,
estaba trotando por las calles desconocidas, de alguna manera sabiendo
exactamente a dónde ir. Mis pies me estaban llevando a una zona con
grandes casas de piedra, autos caros y gente bien vestida.
Al entrar en una calle en particular, una sensación de emoción fluyó
por mi cuerpo. Rápidamente, busqué los números de las casas... hasta que
me encontré fuera de un bloque de apartamentos de lujo. De alguna manera
estaba seguro que era la dirección que quería.
Los guardias de seguridad caminaban de una forma amenazante frente
a la entrada de paredes de vidrio. Me escabullí de nuevo en la boca de un
callejón cercano, mezclándome con las sombras, y los ojos fijos en la puerta.
Esperé durante horas, horas gastadas merodeando alrededor del
edificio, buscando una forma de entrar. Pero era impenetrable, demasiado
protegido. Luego, cuando amaneció, un gran hombre de pelo oscuro con el
pelo rapado, viéndose como si estuviera en sus veintitantos años, salió del
edificio, pavoneando su figura corpulenta con si fuera el dueño del puto
mundo. Cada pelo en la parte de atrás de mi cuello se estremeció, seguido
por la rabia encendiéndose en mi estómago.
Sólo hizo falta una mirada para saber que estaba viendo a Alik Durov,
el puto cabrón que iba a matar. Todo en él; desde su rostro, eslavo y la
cabeza afeitada, hasta su cuerpo corpulento gritaban riqueza y arrogancia.
Detesté al hijo de puta al verlo. Disfrutaría con esta matanza. Prolongaría el
dolor del hijo de puta.
Unos segundos más tarde, un gran auto negro se detuvo frente al
edificio. El cretino, Durov, entró en el lado del conductor y se fue por la calle. 38
Como un rayo, empecé a correr, pegado a la orilla todavía a oscuras del
camino. Traté de mantener el ritmo con el auto, pero sabía que ni siquiera a
mi ritmo más rápido podría seguirlo.
Dos manzanas más abajo, el auto quedó atrapado en el tráfico pesado.
Cruzando la calle concurrida, las bocinas me pitaron, pero tenía un único
propósito en mente. Enfrentar a este pendejo a solas, en alguna parte.
El auto giró a la derecha y lo seguí durante tres cuadras a un
estacionamiento desierto. Un estacionamiento desierto al lado de un gran
almacén. Un almacén del que Durov se estacionó enfrente y, lentamente,
salió del auto.
Buscando en los bolsillos, me puse mi manopla7 y apreté mis puños,
disfrutando de su tacto frío en mi piel. Me quedé mirando la espalda de
Durov, imaginando dónde hundir la hoja. Su cráneo, para poder ver su
sangre derramarse como un géiser, la parte superior de su cuello, para
encararlo y así ser testigo de la vida abandonando sus ojos, sus riñones
para que pueda ver su cuerpo morir lentamente, los órganos internos
apagándose uno por uno, o directamente a su corazón, rápido, eficaz, mortal.

7
Manopla: es un arma que versiona el puño americano y el cuchillo. El más común es un
cuchillo cuya empuñadura tiene forma de puño americano.
Moviéndome sigilosamente alrededor del perímetro del terreno, me fui
acercando, deteniéndome sólo para quitarme el polvo de los ojos, dejando
que mi intuición escogiese la forma en que lo asesinase. De repente, una
puerta lateral se abrió de golpe, un hombre mayor, de cara dura paso por
ella.
—¡Durov! Trae tu culo aquí. ¡Llegas tarde!
Durov.
Era Alik Durov.
Mi objetivo... mi matanza.
Durov se rió del hombre y, en cuestión de segundos, estaba en el
edificio. Enojado por la oportunidad perdida, me aseguré de que no estaba
siendo vigilado. Entonces corrí por el asfalto caliente, asegurándome que la
capucha cubría mi cabeza y escondía mi cara. Algo acerca de este escenario
se sentía como si ya hubiese estado aquí antes. Como si no hubiera pasado
toda la vida atrapado en ese infierno Gulag, matando para sobrevivir,
desgarrando carne y quitando vidas. No, algo, algo en mi instinto me dijo
que Brooklyn, Nueva York, significaba algo para mí, como si algo sobre mi
pasado quisiese salir a flote. 39
Rodeando el almacén, encontré una pequeña ventana. Agachándome
en el suelo, mi pecho pegado al suelo sucio, eché un vistazo dentro y mi
sangre comenzó a bombear por la vista.
Un gimnasio de entrenamiento... Durov caminó hasta una bolsa y
comenzó a lanzar golpes.
Estaba entrenando para pelear.
Pelea.
Yo estaba hecho para pelear.
Es todo lo que sé hacer.
Mis ojos se ensancharon, la anticipación corriendo por mis venas.
Conocía este sistema. Había vivido de esto durante años y años. Y la jaula...
cada enlace de metal, cada muelle en la duela, cada pulgada de alambre de
púas era mi casa. Cada mancha de sangre en esa superficie blanca me había
hecho el hombre, el monstruo, que era hoy. Pero lo que realmente hizo mi
corazón acelerase, fue la fila de las armas alineadas en la pared. Las
cadenas, dagas y cuchillas me dijeron todo lo que necesitaba saber: las
peleas en este lugar eran a muerte.
Eran peleas a muerte.
Llamaba a todo en lo que me había convertido, un asesino a sangre fría,
un luchador. Y al parecer, Alik Durov también era un luchador a muerte.
Mientras mis fosas nasales se expandían, mis manos empezaron a
temblar con urgencia, por la adrenalina, con la venganza ya planeada.
Levantándome, caminé hacia la entrada, el olor a sudor y sangre
llenando mi nariz. Calmándome al instante.
—¿Quién mierda eres tú y qué es lo que quieres? —Mi atención se
disparó a un hombre bajo y rechoncho sentado en un pequeño escritorio.
Había sacado una pistola y apuntando a la cabeza. Mantuve mi
capucha baja, protegiéndome los ojos. Nunca miraría a nadie a los ojos. Algo
muy dentro de mí nunca me dejó.
Sus ojos se abrieron de miedo cuando di un paso adelante, sin
perturbarme la pistola.
—Quiero pelear. Quiero la jaula. Quiero matar —gruñí con una voz
retumbante y profunda.
Vi cómo me evaluaba enojado, no me sorprendió. Era alto, fornido,
tatuado, con cicatrices... jodidamente muerto por dentro.
40
No tengo nada que perder. No temo a nada, ni siquiera a la muerte. La
muerte sería un final bienvenido para la vida que había vivido. Pero antes de
mi fin, me llevaría a Alik Durov conmigo... y por fin saber el por qué.
—¿Tienes un patrocinador?
No dije nada y el pendejo tomó mi silencio por un no.
Poniéndose de pie, mantuvo el arma apuntando a mi cabeza. Sacó un
celular y llamó a alguien. Reconocí el dispositivo; los guardias estaban
siempre gritando en las malditas cosas, privándome del sueño. Era evidente
que alguien respondió y un gruñido agudo sonó por el altavoz.
—¿Yiv? Te necesito en el frente.
Cortó el teléfono de golpe, pero nunca me moví, ni una vez. Quería que
este hijo de puta se asustara lo suficiente para dejarme entrar. Tenía que
luchar. Necesitaba matar.
—¿Qué jodidos problemas hay a esta hora de mierda? —se quejó un
acento brusco y grave, luego un tipo grande de mediana edad se dejó ver.
Tan pronto como me vio, sus ojos se estrecharon y cruzó sus brazos
voluminosos sobre el pecho.
—¿Quién diablos eres? —espetó.
—Tu jodido sueño húmedo en la jaula y la peor pesadilla de tus
luchadores —respondí fríamente, llevando mis puños contra el pecho y
tronando mis nudillos. El sonido de cada chasquido se hizo eco en las
paredes desnudas.
El imbécil que sostenía el arma y Yiv se miraron el uno al otro. Yiv
empujó el arma de la mano del hombre y dio un paso al frente.
—¿Has luchado en una jaula?
—Sí.
Su labio se curvó.
—Este no es ningún insignificante ring de mierda de la MMA o WWE,
¿lo entiendes? Las apuestas son más altas. Los precios se pagan con sangre...
con pedazos de carne. Esto es The Dungeon. —Mi silencio le animó a dar un
paso adelante, analizándome—. ¿Eres ruso?
Su pregunta me tomó por sorpresa. Jodidamente no lo sabía. Mi
número era 818. Me crié en el Gulag. Fui entrenado para matar. Había
masacrado más de seiscientos oponentes. Es todo lo que había de mí. Sin
historia, sin nombre, sin familia.
Sólo entumecimiento. 41
El tipo me dijo algo, sólo que esta vez fue en otro idioma.
—Dije ¿Eres un ruso de mierda?
Había hablado en un idioma diferente al de los guardias, pero de
alguna manera lo entendí. ¿Estaba hablando ruso? ¿Cómo diablos sabía yo
ruso?
Sin pensarlo, le contesté que sí en el mismo idioma, y la cara del chico
se iluminó.
—No tienes un patrocinador, lo que significa que tendrías que ser
admitido.
—¿Qué tengo que hacer? —le pregunté, el extraño idioma brotando de
mis labios.
Mi cuerpo se tensó con el hecho de que puede ser que logre una manera
de entrar en este infierno, este jodido cielo en la Tierra para mí.
—Tienes que pagar. Es la única manera de entrar. Tenemos un
entrenador que acaba de perder a un luchador, pero te costará.
—¿Cuánto? —demandé.
Yiv señaló con el pulgar hacia el tipo, que me entregó una hoja de papel
con un número escrito.
Mientras Yiv se alejaba, le gritó:
—Consigue ese dinero y estas dentro. El entrenamiento ya ha
comenzado para el resto de los hombres. The Dungeon comienza en dos
semanas. Es un evento de tres noches de combate a muerte. Los
supervivientes luchan en la final. Tú ganas y ganas a lo grande. Tienes
hasta entonces para conseguirlo.
The Dungeon.
Dos semanas.
Venganza.
Alik Durov.
Matar.
Iba a hacer cualquier cosa para conseguir el dinero.
Golpeando las puertas abiertas, aferré el papel, lo guardé en mi bolsillo
y traté de pensar en qué hacer a continuación. Entonces vi a un montón de
hombres durmiendo en la calle con sombreros extendidos delante de ellos,
pidiendo dinero a los transeúntes.
En fracción de segundos, fui en esa dirección, agarrando el tarro de una 42
vela de alguna casa. Tirando la vela al suelo, dejándola a mi paso, encontré
un lugar en la calle, me senté, jalé de mi capucha más sobre mi cabeza y
puse mi tarro en el suelo.
Dos semanas.
Tenía dos semanas para conseguir el dinero en efectivo.
Haría cualquier cosa para conseguir entrar en esa jaula y despedazar a
Durov.
Cinco
Kisa

stás bien, señorita? —Serge preguntó mientras me

—¿E
llevaba por las despiertas calles de Brooklyn hacia los
muelles.
Saqué mi mirada por fuera de la ventana y asentí,
ofreciendo a Serge una sonrisa de apaciguamiento.
—Es sólo un día duro. Eso es todo.
La expresión de Serge se convirtió en simpática en el espejo retrovisor.
—El cumpleaños de Luka Tolstoi —dijo, y por un momento perdí el
aliento sólo de escuchar esas palabras en voz alta. 43
Miré hacia abajo a mis dedos inquietos y asentí. Siempre me dolía
pensar en Luka. Hace veintiséis años, los tres jefes Bratva estaban todos
casados y cada uno tenía un hijo. Luka nació primero, luego Alik sólo unos
meses más tarde. Mi hermano Rodion y yo seguimos un año más tarde,
éramos gemelos. Y, por último, un año después de eso, Talia nació, la
hermana de Luka.
Todos crecimos juntos, los herederos del movimiento clandestino ruso
de Nueva York. Jugamos juntos, pasamos días juntos en la escuela, o nos
escondíamos juntos en secreto cuando una amenaza para nuestra mafiya
fue hecha por un rival. Fue durante estos años que me obsesioné con Luka
Tolstoi. Mi hermano Rodion, Alik y él eran cercanos, los tres herederos
masculinos del gobierno Bratva. Rodion estaba destinado a conducir, Alik
era el segundo de él y Luka el tercer y último heredero.
Luka y yo compartimos algo especial. Desde niños pequeños, éramos
los mejores amigos. Luego, a medida que pasaban los años, supe que me
había enamorado de él. Puede que solo fuese una niña, pero lo amaba por
completo. Corazón aplastado de amor.
Mamá siempre decía que las estrellas se alinearon cuando nacimos,
que Dios nos hizo un emparejamiento. Desde la primera vez que nos vimos,
Luka me tomó en sus brazos y juró su protección sobre mí a mi madre.
Mamá solía decir que lo atrapó mirando mi cuna sólo horas después de que
yo naciera. Luego, cuando le preguntó qué estaba haciendo, él le preguntó si
podía tenerme. Mi mamá bromeó y le dijo que sería mi elección cuando
tuviese la edad suficiente para gatear, y desde el momento en que tuve la
edad suficiente para gatear, mi mamá me dijo que sólo gatee hacia un niño...
Luka Tolstoi.
Había accedido a dejar que me tuviese. Después de todo, Dios nos había
creado para emparejarnos.
Luka tenía una sonrisa amable y unos hermosos ojos de color marrón
oscuro. Pero fue la parte superior izquierda del iris de Luka manchado con
un pequeño toque de azul que hizo que nuestras madres pensasen que
estábamos destinados a ser. Mamá dijo que Dios puso un pedazo de mi ojo
dentro del suyo por lo que siempre sabríamos que compartimos una sola
alma. Luka era mi protector. Me encantó la forma en que siempre me abrazó,
me hacía sentir segura, especialmente de Alik.
Alik estaba celoso de que Luka tuviese mi corazón.
Cuando los tres muchachos llegaron a la adolescencia, todo se fue a la
mierda. En una fatídica noche, perdí a Rodion y a Luka, dejando a Alik el
único heredero. Fue entonces cuando inmediatamente jugó la reclamación
sobre mí. 44
Aún ahora, a los veinticinco años, echaba de menos a Luka como si
hubiera muerto ayer. El dolor era todavía tan crudo como el día en que me
habían dicho que se había ido para siempre. Una parte de mí nunca creyó
que hizo lo que se le acusaba. No podía pensar en que era el responsable de
la muerte de mi hermano.
—Mantenga la cabeza en alto, señorita, y el día pasará como cualquier
otro —dijo Serge sabiamente. Acostando mi cabeza contra el cuero, cerré los
ojos.
Estaba harta de tanta pérdida... tanta muerte.
Diez minutos más tarde, después de un viaje en silencio, entré en el
gimnasio con la falda negra de mi traje de negocios firmemente en su lugar,
y me dirigí a mi oficina. Pasé por la habitación ocupada por hombres sin
camisa entrenando, con sacos de boxeo y levantamiento de pesas. Busqué en
la habitación. Un cierto par de ojos posesivos azul claro se entrecerraron en
los míos y una lenta sonrisa determinada curvó en un conjunto familiar de
labios.
Yiv, el entrenador de Alik, lo empujaba duro en un renegado, cada uno
de sus músculos apretados y llenos de esfuerzo con la técnica. Lanzando las
pesas de veinte kilos al suelo, el ruido sordo haciendo eco alrededor del
gimnasio y sacando a los combatientes de sus programas, los ojos de Alik
estallaron con necesidad y tronó hacia mí. No, me acechó hasta que entré en
mi oficina. Dejando caer los archivos personales de los combatientes en la
mesa, Alik irrumpió en la oficina, cerrando la puerta y las persianas.
—Myshka. —Alik gruñó con voz de grava, mientras su mirada
hambrienta me comió. Su piel enrojecida brillaba con el sudor de la
intensidad de su entrenamiento, sus músculos del muslo sobresaliendo
debajo de sus pantalones cortos—. Jodidamente te extrañé anoche, Myshka.
No me gusta dormir solo.
Mi estómago se revolvió con aprensión. Siempre tuve miedo de Alik
cuando estaba en uno de esos estados de ánimo. Siempre era posesivo, que
era justo como él era, pero bombeado por el entrenamiento que impulsaba
su violencia interior y sus venas llenas con el coctel diario de creatina,
batidos de proteínas y píldoras de testosterona de los luchadores del
Dungeon, Alik quería cogerme, poseerme... y tan duro y tan áspero como
fuese posible.
El gran cuerpo de Alik se adelantó y me acobardó. Su mano se extendió
y en un segundo, arrancó los botones de mi chaqueta y me subió la falda, mi
culo ahora en equilibrio sobre el borde de la mesa.
—¿Por qué estás tan triste, Myshka? —preguntó Alik fríamente mientras 45
mis manos comenzaron a temblar. Cada año. Cada año en este día tengo que
soportar uno de sus “folla duro”. Sabía que estaba triste porque era el
cumpleaños de Luka, y el ataque de celos arraigado en cada fibra de su ser
siempre se manifestaba en este día.
—Alik, bebé. Por Favor. No estoy triste. —Traté de calmarlo, pero sentí su
polla endurecerse y frotarse contra mi coño.
Los dedos de Alik se sumergieron en mi ropa interior y comenzaron a
girar contra mi clítoris mientras la otra mano me quitó el sujetador, con su
boca inmediatamente chupando mi pecho, sólo quitándola para sisear—:
Eres una mentirosa de mierda. Estás pensando en ese coño asesino. —Su
labio se curvó con disgusto y me mordió en el pecho, haciéndome gritar de
dolor. Sonrió y dijo—: No te preocupes. Joderé la tristeza fuera de ti. Te
recuerdo que me perteneces.
Llegaba a ser bastante agresivo cada vez que habíamos estado
separados, aunque fuese sólo durante varias horas, pero en este día tenía
que tumbarme y tomar cualquier castigo que considerase conveniente.
Los dientes de Alik volvieron otra vez a mi pezón. Luego arrancó su
boca.
—Me vuelvo loco cuando no estás cerca de mí, cuando no sé todo lo que
estás pensando. Me vuelvo loco preguntándome lo que estás haciendo, que
hijo de puta te está mirando, imaginando tu coño, jodiendo este dulce coño.
Alik embistió sus dedos en mi canal, haciendo que lanzase mi cabeza
hacia atrás y soltase un gemido largo estrangulado. Su polla dura fue
liberada repentinamente de sus pantalones cortos. Tomando mis muñecas,
me empujó sobre la mesa y se estrelló dentro de mí con un gruñido gutural.
Empezó a golpear en mí, mostrando los dientes en el placer, los ojos
ardiendo con agresión.
Levantando su mano izquierda mientras tocaba mi clítoris con la otra,
me agarró la cara y se cernió sobre mí.
—No me llamaste anoche, Myshka. La jodiste. ¿Viste a algún hijo de
puta noche? ¿Hablaste con alguien? Anoche no podía dejar de pensar en ti
en las calles, los hombres volviéndose más duros por lo que es mío.
¿Olvidaste que tienes un hombre en casa, un hombre que posee cada pieza
de este cuerpo?
Mi corazón volteándose mientras me imaginaba al hombre que me
había defendido. El gran hombre sin hogar empuñando un frasco, el hombre
con el que había soñado anoche, al que no podía sacar de mi cabeza. El 46
hombre en el que había pensado mientras me quedaba dormida...
olvidándome de llamar a Alik en el proceso. Un grave error de mi parte.
La mirada de Alik se endureció y sus ojos se estrecharon en sospecha.
Podía sentir mi mentira. Lo sabía, pero no, ¿cómo iba a saber? Tenía que
tranquilizarlo para calmar sus preocupaciones. Tenía que hacerle creer que
era todo acerca de él. Sólo él y yo... no Luka y definitivamente no un salvador
con capucha.
—No, cariño —le susurré, mis ojos balanceándose hacia atrás cuando la
presión de mi orgasmo se acercó construyéndose entre mis piernas—. Sólo
tú. Siempre sólo tú. Te pertenezco. Me tendrás para siempre pronto. —Mi voz
era frenética mientras le rogué, esforzándome por pensar en algo que
pudiera calmar su ataque de celos.
Un siseo enloquecido pero satisfecho se deslizó a través de sus labios,
sus embestidas ganando velocidad.
—Te poseo, Kisa. Nunca habrá nadie más para ti que yo. Soy el jodido
dueño de estas tetas. —Apretó la rolliza carne, arrancando un grito de mi
garganta—. De este culo —continuó mientras deslizaba su mano debajo de
mi culo y empujó su dedo dentro. Agarré sus hombros y clavé las uñas en
profundidad por la sensación no deseada. Alik de repente se calmó y apretó
su mano con más fuerza en mis mejillas hasta que el dolor hizo lágrimas en
mis ojos—. Y de este coño, este apretado y húmedo coño... ¿Quién es el dueño,
Myshka? ¿Quién. Es. El. Dueño?
Quieta, todas las acciones suspendidas por esta pregunta cargada de
amenaza. La polla de Alik acechaba en mi entrada. Sus dedos construyeron
una presión casi insoportable en mi mandíbula, su mirada
inquebrantablemente pesada, hasta que dije:
—Tú, Alik. Tú eres el dueño.
Su expresión severa se suavizó, permitiendo que el Alik más suave se
muestre un breve momento antes de estrellarse contra mi coño, el dedo
buscando mi clítoris implacable en su movimiento. Mis piernas se tensaron,
mi espalda se arqueó y me vine, mi canal asfixiando la polla de Alik. Odiaba
que supiese cómo hacer que mi cuerpo reaccionase a su toque. No quería tal
placer cuando era así, pero sabía que luchar contra lo inevitable era inútil.
Las embestidas de Alik se enfurecieron y se apoderó de mis muslos con
tanta fuerza que definitivamente dejaría un moretón.
—Joder, Myshka... ¡JODER! —gritó y se derramó en mí. Sus ojos estaban
enloquecidos de posesión... de posesión inerte.
Alik dio un beso de consumación a mis labios temblorosos y 47
abruptamente se retiró de mí, enderezando sus pantalones cortos de
entrenamiento como si nada hubiera sucedido.
—Vístete. Nuestros padres estarán aquí pronto —Alik ordenó fríamente.
Presa del pánico, salté de la mesa, me puse mi falda y até mi camisa cuando
un doble golpe fuerte sonó en la puerta.
Mi padre. Conocía ese doble golpe distintivo.
Alik sonrió y se dejó caer casualmente en una silla mientras nerviosa,
enderezaba mi pelo largo y castaño. Un par de segundos después, la puerta
se abrió y mi padre la atravesó, seguido por Abram Durov, el padre de Alik.
Ivan Tolstoi, padre de Talia y de Luka, llegó el último. Era el más tranquilo
del grupo, guardado para sí mismo. Siempre pensé que era debido a la
vergüenza que llevaba por Luka. El que su hijo matase al hijo del Pakhan,
muriendo luego también, era como una sentencia en sí misma. Ivan era el
hombre de finanzas, el que manejaba el dinero de la mafia. Tenía poco que
ver con The Dungeon. Manejó los libros de su oficina en el hogar junto con
Talia, asistió a los partidos por deber. Pero rara vez llegó al gimnasio, en
realidad nunca se interesó por los luchadores. De hecho, me sorprendió
incluso que se mostrase hoy.
Alik se levantó y saludó a cada uno de los infames jefes Bratva con un
triple beso. Luego la mirada de mi padre “Kirill El Silencioso Volkov” cayó
sobre mí y una amplia sonrisa se dibujó en sus labios.
—¡Kisa! —saludó. Sonriendo a la cara feliz de mi padre, anduve
alrededor de la mesa y me puse en su pecho.
—Papa8 —saludé en respuesta, luego me traslade a saludar a Abram y
finalmente a Ivan, cuyo abrazo siempre me apretó un poquito demasiado
con fuerza y durante sólo ese segundo demasiado largo. Siempre me había
gustado Ivan como un padre. Era un hombre amable, la conciencia, la calma
de los jefes Rojos; Luka había sido igual de carácter.
Pero Abram no, siempre había algo sobre el hombre. Trajo la violencia
a la Bratva. No perdonó a nadie, se aseguró que de que sus sucios actos se
hiciesen. Alik estaba enojado la mayor parte del tiempo debido a su
incapacidad de hacer nada bien para complacer a su padre. Todos éramos
conscientes de que la ira de Alik venía de la violencia ejercida por Abram a
Alik cuando era un niño.
—Por favor, siéntense, Papas —dije señalando a las sillas. Todo el
Bratva, mi familia, tomaron sus asientos mientras me movía detrás de mi
escritorio para tomar la mía. Alik puso su silla junto a mí.
—Entonces —dijo mi padre cuando se volvió hacia mí—. ¿Cómo nos
vemos para esta temporada?
48
Alik sonrió. Pasó la mano por mi espalda para descansar su agarre en
la parte de atrás de mi cuello. Fue un movimiento posesivo, un movimiento
para hacer valer su dominio, todo para demostrar su valía a los Bratva.
—Bien, Papa. Todos los entrenadores tienen combatientes, excepto…
—¿En quién mierda piensas? —Alik me interrumpió y rió. Abram, el
padre de Alik, sonrió en respuesta cuando Alik añadió—: ¡El jodido Georgian
Albatross! Perdió a otro de sus chicos en la primera pelea de calentamiento.
El cabrón consiguió ser degollado por el hombre de Sav en el inicio de la
primera ronda. Te lo estoy diciendo, el gilipollas esta maldito. Cinco
temporadas perdiendo en la primera ronda. Ningún cabrón luchará por él
este año.
—Debe tener un luchador —dijo Ivan con calma—. The Dungeon debe
tener todas las peleas programadas. Tenemos demasiado en juego este año
para que Viktor meta la pata. Lo ingresos más grandes que hemos tenido
alguna vez. Sólo nos hacemos cada vez más grandes y más grandes, lo que
significa mejores luchadores, más combatientes.
—Trabajaremos en ello —le dije. Ivan y mi Papa me dieron una amplia
sonrisa. Papa se inclinó hacia delante y dio unas palmaditas en mi mano—.

8
Papa: Padre en ruso.
Tienes este lugar funcionando como un barco bien engrasado, Kisa. Sé que
vas a lograr que se haga.
Llamaron a la puerta y Yiv, nuestro entrenador en jefe, entró. Aunque
era el entrenador personal de Alik, fue responsable de todos los nuevos
luchadores que pasaron por la puerta del calabozo.
—Yiv, estábamos discutiendo de Albatross —dijo Abram con aire de
suficiencia. Yiv pasó una mano por el rostro cansado.
—Sí. Ya perdió el hombre de este año y su patrocinador ha salido.
Montón de mierda de dinero también —explicó Yiv.
—¿Tenemos alguna perspectiva de repuesto? —preguntó Ivan, todo
negocios. The Dungeon, el círculo subterráneo de juego de los Bratva, era su
principal fuente de ingresos. Tenían varias fuentes, principalmente el tráfico
de drogas y el tráfico de armas, pero este lugar era la fuente de ingresos.
Había demasiado en juego como para estropearlo. The Dungeon se
ejecutaba durante todo el año, combatientes de bajo nivel y peleas callejeras
más sucias que cualquier otra cosa, pero por tres noches cada año, The
Dungeon celebró su campeonato. Tres noches de nada más que la muerte, el
dinero y sólo un ganador.
49
Yiv negó con la cabeza, luego se detuvo y dijo:
—Un tipo se dejó caer esta mañana. Dijo que quería luchar en la jaula.
Gran hijo de puta también. Ruso. Parecía un puto loco.
Papa volvió la cabeza para enfrentar a Yiv.
—¿Cómo sabía que estábamos aquí? No es un Federal encubierto,
¿verdad?
Yiv se encogió de hombros y palideció ligeramente ante el tono
cabreado de mi Papa.
—No tengo idea. Pero ese tipo parecía sin alma, muerto por dentro. Mi
instinto me dice que sólo quería matar a algunos jodidos por diversión.
—¿Y? —Abram empujó—: ¿Te fías de él o tenemos que traer a alguien
de fuera? Nos estamos quedando sin tiempo.
Yiv se acercó a la puerta.
—Le dije que lo tendrían que comprar. Se fue, pero estoy bastante
seguro de que volverá. Algo en su voz muerta me dijo que necesitaba estar
en esa jaula. Probablemente algún asesino en serie que quiere derramar
sangre sin ser encerrado.
—¿Al igual que todos nosotros, los combatientes The Dungeon, quieres
decir? —Alik bromeó, haciendo reír a todos los hombres en la habitación,
bueno, todos menos a Ivan. Mi sangre se heló. Alik era un asesino directo,
que no mentía. Y si no tenía esta vida bajo tierra como una salida, estaba
bastante segura de que tendría que matar. Era la parte de él que más temía.
La parte de Alik que tenía que tomar la vida de otra persona para mantener
la cordura.
Papa se puso de pie, al igual que Ivan y Abram. Papa se dirigió a Alik.
—Eres necesario esta noche otra vez. Tenemos negocios con los chinos.
Necesitamos suavizar alguna mierda después de que destripaste a uno de
sus soldados por mirar mal a mi chica.
Toda la sangre drenó de mi rostro y me volví hacia Alik.
—¿Has matado a alguien por sólo mirarme?
Alik se encogió de hombros como si no hubiera hecho nada malo.
—Lo atrapé mirándote desde el otro lado de la calle cuando nos fuimos
a cenar. Recordé su rostro. Cuando lo vi en el acuerdo de la semana pasada,
decidí que quería ver sus intestinos en el suelo a sus pies.
Cerré los ojos y traté de respirar lentamente por la nariz, parando la
náusea subiendo por mi garganta. Cuando los abrí de nuevo, Alik estaba
mirando felizmente su mano en la nuca de mi cuello, sin ninguna 50
preocupación en el mundo.
—Estoy ocupado esta noche —dijo Alik a mi padre, pero no podía dejar
de sentirme enferma.
Alik tenía cero remordimientos.
No tenía ningún sentido de lo correcto y lo incorrecto, sin brújula moral
o conciencia. Me aterrorizaba a veces.
El puño de mi padre golpeó sobre la mesa.
—Vas a estar allí esta noche. ¡No faltarás el respeto a las órdenes de tu
Pakhan! Puedes ser un luchador campeón, Alik, el más letal que tenemos,
pero enójame y jodidamente te destriparé.
Papa rara vez mostraba enojo. Si lo hacía, los que estaban en el extremo
receptor no vivían para lamentarlo. Alik estaba en una posición única. Era el
único heredero superviviente de la Bratva. Tenía que mantener la
respiración.
Alik se tensó ante la ira de mi padre.
—Necesito ver a Kisa esta noche. ¡Lo necesito!
Los ojos de mi Papa se estrecharon. La sala quedó en silencio.
—Te vienes, Alik. Eso es definitivo.
La mano de Alik de repente me agarró del cuello, y casi gemí por el
dolor que su agarre me trajo.
—Entonces se queda en mi casa esta noche —exigió.
Cerré los ojos. Una vez más, traté de respirar lentamente por la nariz en
un esfuerzo monumental para mantener la calma. Papa no lo permitiría, no
podía permitirlo. Alik enloquecería y terminaría debajo de él en este
escritorio otra vez, hasta que apagase su furia.
Los ojos de Papa se dilataron y su boca se apretó en una delgada línea.
—No están casados todavía, Alik. Ella se queda en mi casa. ¡No vas a
hacer una puta de una Volkov!
Alik comenzó a temblar de rabia. Puse una mano en su muslo, tratando
de calmarlo. Pero cuando saltó de su asiento, con los puños en flexión y su
rostro enrojecido de ira, sabía que había quemado todos sus fusibles.
—Estoy follando con ella —gritó Alik—: ¡Hemos estado comprometidos
desde hace dos años y ya es hora de que viva conmigo! ¡Nos has hecho
esperar demasiado tiempo!
La respuesta silenciosa de mi padre me dijo cómo de enfadado le había
puesto Alik con su falta de respeto. Abram se lanzó hacia adelante antes de 51
que mi Papa tuviese la oportunidad, y con la mano ahuecada, golpeó a Alik
en el labio, extrayéndole sangre.
—¡Suficiente! Muestra un poco de respeto de mierda, muchacho, o voy a
hacer algo más que cortar tu puto labio —Abram silbó, avergonzado por el
arrebato de su hijo.
Alik apretó los dientes, sin decir nada en respuesta. Nunca diría nada a
su padre. Alik era el títere de su padre.
Me puse de pie, con las piernas temblando y aclaré la garganta. Alik me
miró fijamente. Dirigiendo una mirada de apaciguamiento a Papa, me
acerqué a Alik y, tomando un pañuelo de mi escritorio, lo presioné en sus
labios. No se inmutó cuando apreté el pañuelo en su corte, pero sus locos
ojos posesivos perforaron en los míos.
—Vete con nuestros padres esta noche, Alik. Voy a estar bien sola.
Alik apartó la mano y empuñó mi pelo.
—¿Qué vas a hacer... sola?
Bajando los ojos, ignorando su sospecha, me encogí de hombros.
—Ir a la iglesia.
La mano de Alik torció mi pelo, pero no levanté los ojos. Sabía la razón
por la que iba. Después de todos estos años, era increíble cómo mi conexión
de la infancia con Luka conducía a Alik a la locura.
—¡Alik! Va a la iglesia. Vendrás con nosotros y cuidarás de esta familia.
Es tu deber —Abram había mandado.
Alik gruñó con ira, prensó un beso en mi cabeza y salió
precipitadamente de la habitación. Oí a los hombres siguiéndolo por la
puerta para comprobar a sus combatientes. Cuando levanté la vista, Ivan se
cernía en la salida, mirándome con una mirada comprensiva.
—Talia y mi esposa también estarán en la iglesia esta noche, Kisa.
Estarán felices de verte ahí.
Asentí y le ofrecí una pequeña sonrisa.
—Esperaba que estuviesen, Papa Ivan. Voy a... voy a estar feliz de
verlas... Me alegra que hayas venido hoy. Me encanta verte a ti también... yo...
—Mi voz se apagó, mi garganta obstruyéndose de emoción.
Por un momento, vi crudo dolor reflejado en sus ojos, pero se fue sin
decir una palabra y me dejé caer en el asiento detrás de mi escritorio.
Lo primero es lo primero, tenía que organizar a los combatientes y 52
asegurarme de que el negocio del Dungeon se hiciese. Entonces iría a la
iglesia y lloraría al muchacho que se suponía que tenía que odiar... pero
nunca hallaba mi corazón cómo hacerlo.
Seis
Kisa

S
erge me dejó afuera de nuestra Iglesia Ortodoxa Rusa. Di un paso
hacia la noche sofocante, con un sombrero negro, camisa de
manga larga y una falda medio larga que me bordeaba
firmemente, como se acostumbra tradicionalmente. Corrí
rápidamente por las escaleras, hacia las grandes puertas,
entrando con el sonido de los himnos de canto del coro desde su sala de
ensayos de arriba. La gran iglesia estaba oscura, solamente iluminada por
la suave luz de las velas. Como siempre, cuando entraba en este lugar,
levantaba la mirada hacia las pinturas en el techo, imágenes de los santos,
de María sosteniendo a Jesús.
53
Una mano presionó suavemente mi hombro. Mirando hacia mi
izquierda, me encuentro con la amable sonrisa del padre Kruschev.
—Padre —saludo y presiono un beso el dorso de su mano.
—¿Te unirás a nosotros en el camión de comida esta noche, hija?
Tenemos pocos voluntarios y podríamos utilizar tu servicio —preguntó
esperanzado.
Mi corazón comenzó a latir con el pensamiento de mi defensor sentado
en la calle, sosteniendo el frasco. Antes de que tuviera tiempo para
considerar las consecuencias de mis actos, asentí en concordancia.
—Excelente —dijo el padre Kruschev, haciéndome señas para encender
una vela. Pasé por delante y agregó—: Me complace verte tan dedicada a
ayudar a los necesitados, Kisa. Eso purificará tu alma.
Le di una sonrisa tensa pero me escabullí tan rápido como pude. No
estaba tratando de salvar mi alma esta noche o tratando de ayudar a los
necesitados. Estaba sirviendo a mi propio deseo egoísta, un deseo… no, una
urgente necesidad de volver a ver a ese hombre, para ver su cara, para
preguntarle quién era... por qué estaba en la calle.
Tomando una vela larga, encendí la mecha con otra y ofrecí una
oración silenciosa a mi Luka. Para que siempre pueda descansar en paz.
Caminado hacia el final de la banca, me persigné ante el crucifijo
sombríamente colgado en la pared. Juntando mis manos, cerré los ojos.
Sintiendo como si mi pecho se pudiera quebrarse, me transporté al
pasado…

Doce años antes…

El verano en Nueva York era asfixiante, mucha humedad para soportar.


Estaba sobre una toalla mientras el sol calentaba la playa de Brighton.
Siempre habíamos venido aquí para el verano. Los Reyes de la Bratva
descendieron en este pequeño pedazo de cielo ruso desde nuestras casas en
el centro de Brooklyn. Papa y sus “asociados” pasarían los meses de verano
“discutiendo y atendiendo asuntos” mientras que los niños y las madres la
pasarían holgazaneando, tumbados en la arena y comiendo helado.
Me gustaba el verano. Era una época en la que podía alejarme de 54
nuestra rígida vida en Brooklyn, un tiempo para que “los herederos” no
fueran llamados para aprender su oficio, un momento en el que Rodion,
Luka y Alik podían relajarse... un momento en que podía salir con Luka
durante todo el día.
Cerré los ojos, sonreí ante ese pensamiento mientras me empapaba de
sol en mi lugar apartado. De repente, una sombra cayó sobre mí, trayendo
un breve momento de frescor a mi piel hirviendo.
Abriendo los ojos y tapando el sol con una mano, mi estómago se
hundió cuando vi a Alik sonriéndome, sus pantalones cortos colgando en
sus caderas.
No dije nada, solo me acomodé sobre mis codos mientras se
desplomaba a mi lado en la toalla, su muslo frotándose contra el mío.
Los ojos estrechos siempre ásperos de Alik recorrieron mi cuerpo, ya no
sentía el calor del sol. En cambio corrió escalofríos por mi columna vertebral
mientras el dedo de Alik suavemente pasaba por mi brazo. Sus fosas nasales
se ensancharon, me quedé helada con miedo. Alik siempre me hizo sentir
intranquila. Sus ojos me vigilaban por donde caminaba. Golpeaba a
cualquier niño que se aparecía en mi camino. Los amenazaba y les decía
que era su chica... Bueno, a todos excepto a uno. El único que realmente era
mío, aquel cuyos ojos mostraban un pedazo de mi alma.
—¿Qué haces, Myshka? —preguntó Alik. Me atraganté con su nombre
de mascota para mí, su pequeño ratón. Me llamó de esa manera por años, lo
que puedo recordar de todas maneras.
Miré al alrededor para ver quién estaba cerca, pero no había nadie a la
vista. La mano de Alik repentinamente se envolvió en la parte posterior de
mi cuello y me quedé boquiabierta en estado de shock.
—Dije —Alik pronunciado con una voz enojada con los dientes
apretados—, ¿qué estás haciendo? No me ignores. No me gusta que me
ignoren.
Observé a Alik tronar los dedos de su mano derecha. También
vislumbré un gran moretón morado en su muslo, escondido bajo sus
pantalones. Mirándolo con sorpresa. ¿Qué le había sucedido? Parecía
terrible.
Alik notó lo que estaba viendo. Rápidamente cubrió su contusión, su
mandíbula se apretó en rabia. Alik dio la vuelta a su cabeza
momentáneamente, maldije internamente. Debe haber sido su padre. Sabía
que lo lastimaba. Escuché los gritos provenientes de su habitación mientras
visitábamos su casa, luego fui testigo de los moretones de Alik, la cojera y
los ocasionales huesos rotos después de “encontrarse” con su padre cuando 55
había hecho algo malo.
Alik siempre estaba enojado, nunca sentía otra cosa más que odio...
excepto hacia mí. Algo cambiaba cuando yo estaba cerca. Nunca estaba
tranquilo, pero una suavidad se cruzaba por sus ojos cuando me miraba.
—Yo... yo estaba acostada tomando un poco de sol —dije suavemente y
el fuerte control que tenía sobre mi cuello aflojó, pero no lo soltó. Alik tenía
catorce años, pero su increíble fuerza era muy parecida a la de un hombre
adulto.
Dejó caer su mano.
—Me voy a acostar contigo. —No me atreví a cuestionarlo, así que le
ofrecí una sonrisa tímida y descansé sobre la toalla.
Permanecí inmóvil, entonces salté cuando sentí a Alik comenzar a
trazar los bordes de mi parte superior del bikini.
—Alik, ¿qué estás haciendo? —le pregunté, tratando de alejar su mano.
La mano de Alik atrapó mi mano en un puño.
—Quítala, Myshka. Te estoy tocando.
—Pero…
—¡Cállate! Harás lo que diga —gruñó Alik. Hice lo que dijo, demasiado
asustada como para alejarlo cuando empezó a trazar los bordes del
triángulo del corpiño. Alik murmuró—. Tan bonita. —Mientras las lágrimas
se construían en mis ojos.
Mis manos comenzaron a temblar, pero sólo cerré los ojos y deje que
Alik me tocara, sintiendo sus labios presionarse sobre mi estómago. Quería
pedir ayuda, pero no pude. Tan estúpido como sonaba, a menudo sentía
pena por Alik. No quería que fuera más golpeado por su padre. Mis quejas
harían justamente eso. Físicamente, no podía luchar contra Alik y
ciertamente no quería enojarlo más, así que lo permití. Después de todo, no
sería la primera vez.
—Mmm... —Alik gimió cuando lamió mi piel, su dedo se arrastraba
hasta el borde del fondo de mi bikini. Los dedos de Alik pasaron a lo largo
del material, robando todo el aliento de mis pulmones.
—Alik, no, por favor —me las arreglé para decir, pero fui interrumpida
cuando una voz gritó.
—¡¿Qué demonios estás haciendo, Alik?!
Aliviada, busqué y encontré a Luka Tolstoi dirigiéndose hacia nosotros, 56
con una expresión furiosa en su hermoso rostro.
—¡Vete a la mierda, Tolstoi! —Alik siseó mientras agarraba mis
muñecas con más fuerte. Los ojos de Luka se abrieron por la acción. Cuando
gemí en voz alta, Luka agarró a Alik por el cabello y lo arrastró a sus pies.
Luka golpeó a Alik en el rostro. Alik tropezó, llevando sus dedos a su labio
roto. Le sonrió fríamente a Luka, una perturbadora sonrisa ensangrentada.
Luka se agachó y me levantó junto a él, protegiéndome de la vista de
Alik.
—Vete —ordenó. Me di vuelta para salir corriendo, echando una mirada
hacia atrás para ver a Alik verme huir. Tenía una expresión enojada en su
cara.
No me quedé para verlos pelear. Esto pasaba mucho. Alik intentaría
aprovecharse de mí, Luka sería mi campeón. Se pelearían, Alik recibiría una
paliza de su padre, o peor, del mío. Entonces la vida continuaría normal por
unos días, hasta que Alik lo hiciera de nuevo.
Corrí hasta que llegué a mi caleta favorita. Nadie ha venido aquí. Me
desplomé contra la roca donde siempre me sentaba, siempre con Luka.
Extasiada por las olas rompiendo en la orilla, no oí a Luka acercarse.
Salté mientras levanté la mirada para verlo observándome mientras se
inclinaba contra una roca.
—Luka —dije sin aliento—. ¡Me asustaste!
Luka suspiró y corrió su mano por su rostro, moviéndose alrededor de
la roca para sentarse a mi lado en la arena. No dijimos nada al principio,
Luka estaba también demasiado concentrado en el choque de las olas sobre
la arena.
Sus dedos rozaron contra mis dedos. Luego se envolvieron alrededor de
mi mano levantándola a sus labios. Mi corazón se agitó como las alas de un
colibrí.
Volviéndose hacia mí, Luka empujó una hebra suelta de mi cabello
castaño detrás de mi oreja, luego me acercó para envolver su brazo libre
alrededor de mi cuello. Me relajé contra su cuerpo caliente y envolví mi
brazo alrededor de su cintura tonificada. Había crecido mucho últimamente.
Se estaba poniendo tan grande y tan guapo que mi corazón apenas podía
soportarlo.
Luka suspiró ruidosamente, su cálido aliento soplando en mi cabello.
—Tienes que mantenerte lejos de Alik, Kisa. Está obsesionado contigo y
es peligroso. —Me tensé en los brazos de Luka y lo sentí tirarme más cerca
aún—. No debería decirte esto, pero el Papa de Alik está entrenándolo para 57
ser un luchador, un ejecutor. Es difícil para él, puedo verlo convertirse en
adicto a la violencia. Le encanta, Kisa. Aléjate de él.
Luka apretó más fuerte, respondí.
―Estaba acostada tomando sol. Talia salió de compras con tu mamá.
Tú y Rodion fueron a comer con Papa. No creí que estuviera en peligro. Alik
sólo está enamorado de mí. No me lastimaría.
Suspirando, Luka presiona un beso sobre mi cabeza, me desplomé más
cerca contra su cuerpo caliente.
—No me gusta. No soporto la manera en la que te mira —dijo Luka
fríamente.
Lentamente inclinándome hacia atrás, miro a los ojos marrones de
Luka, el izquierdo con una mancha azul en el iris, haciéndolo tan
maravillosamente único.
—¿Cómo me mira? —le pregunté tentativamente.
—Como si fuera tu dueño. Como si le pertenecieras. Cuando estás cerca,
no se concentra en nadie más que en ti.
—¿Y por qué te molesta eso? —pregunté tímidamente, tratando de
tragar los nervios en mi garganta.
La hermosa mirada de Luka encontró la mía y sus labios se separaron
con una exhalación breve.
—Porque me perteneces, Kisa. Siempre será así. —El rostro de Luka se
suavizó y apuntó a mi ojo, luego a su ojo izquierdo—. Eres una parte de mí,
¿recuerdas? Dios puso un pedazo de ti dentro de mí cuando nacimos, todo el
mundo sabe que estamos destinados.
Sentí mi piel ardiendo, pero sabía que no tenía nada que ver con la
temperatura caliente del sol de la tarde. Tenía que ver con Luka. Luka y ese
cuento que su mamá y mi mamá que siempre nos decían.
Lo amaba. Siempre lo amé. Siempre lo amaría. Luka, mi Luka. Yo tenía
sólo trece años y él sólo catorce años, pero era mucho más que mi mejor
amigo... Era mi mundo entero.
—Luka... —susurré, mi alma derretida por sus palabras. Y sus labios se
curvaron en una sonrisa.
—Kisa... —imitó. Entonces su mirada cayó en mis labios y mi corazón
corrió a una velocidad casi imposible—. Quiero besarte —dijo, todo el humor
cayendo de su bello rostro.
—Pero yo... yo nunca he sido besada antes… —le dije, un rubor en mis 58
mejillas besadas por el sol.
Luka inclinó su cabeza y me dio una sonrisa torcida.
—Yo tampoco.
Mis ojos se ampliaron y alivio derritió mi pecho.
—¿No? —pregunté en estado de shock.
—¿A quién más habría besado?
Me encogí de hombros.
—No lo sé, tienes un montón de chicas en la iglesia siguiéndote.
Luka se rió y negó. Apretando mis hombros, se agachó y dijo con voz
áspera.
—Pero ninguna de ellas eres tú. —Luka señaló su ojo otra vez—.
Estamos destinados. ¿Por qué querría a alguien más? Nadie eres tú. Largo
cabello castaño, ojos azules y tu hermosa piel bronceada.
Baje mis ojos, presioné mis dedos en la arena, amando la suavidad de
los granos calientes bajo mis pies. Cuando levanté mis largas pestañas, miré
a los ojos de Luka y murmuré.
—Está bien...
Luka se tensó y me miró tan seriamente que mi estómago empezó a
hacer piruetas. Su mano había liberado la mía pero tomó suavemente mi
mejilla, mis manos temblando ligeramente.
—¿Estás lista? —dijo, lamiéndose los labios.
Me tragué los nervios mientras se inclinaba a sólo una pulgada de mi
boca, confesé:
—Espero no arruinarlo.
—No lo creo posible —dijo mientras se inclinaba hacia adelante y
presionaba sus labios contra los míos. Todo parecía ir tranquilo a nuestro
alrededor y mis ojos se cerraron por su propia voluntad. Los labios de Luka
eran tan suaves y, como las piezas de un rompecabezas, encajaban
perfectamente contra los míos. No había ningún movimiento de lenguas, sin
caricias frenéticas de labios, sólo dos bocas jóvenes e inocentes que se
sienten mutuamente en un toque íntimo por primera vez.
Finalmente alejándose, Luka tenía una expresión de shock, haciendo
que mi corazón latiera más lento. Pero cuando su hinchada boca se curvó en
una sonrisa feliz y enamorada, supe que la mía reflejaba lo mismo.
Los pesados brazos de Luka me acercaron a su pecho y miraba el agua 59
brillante en perfecto contentamiento.
—Como dije... estamos destinados —confirmó Luka, creo que para sí
mismo. Justo en ese momento supe que le había dado mi alma a este chico...
Sabía que no habría nadie más que podía tomar su lugar.

—¿Kisa? —dijo una voz femenina con un fuerte acento a mi derecha.


Sentándome en las bancas de madera, enjuague las lágrimas de la memoria
de mi infancia sagrada, mamá Tolstoi quedó a la vista. También estaba
vestida de negro, el color tradicional de luto. No había transcurrido un día
desde hace doce años en que la mamá de Luka no haya vestido de negro.
Levantándome, sonreí a mamá Tolstoi y la abracé.
—¿Cómo estás, mamá?
Sus ojos marrones, los mismos ojos de Luka, empezaron a mirar a
Cristo en la Cruz, se encogió de hombros.
—Hoy es un día muy duro, mi niña.
Mi estómago cayó y asentí, incapaz de hablar a través de las
amenazadoras lágrimas. Talia se unió a nosotras en el banco, y vi sus ojos
bordeados de rojo. Apenas pudo reunirse con mi mirada. Hoy ha sido
nuestra pesadilla mutua.
—Habría cumplido veintiséis hoy —añadió mamá Tolstoi. Las lágrimas
que retenía, finalmente cayeron lentamente por mi rostro.
Mamá Tolstoi extendió su mano y tomó la mía.
—Ustedes dos se habrían casado y quizás hubiera sido una abuela
ahora—. Con ojos vidriosos agregó—: te habría amado toda su vida. Te
hubieras visto tan hermosa el día de tu boda y mi Luka luciría tan guapo en
esmoquin. Tu mamá hubiera sonreído desde el cielo ese día, Kisa. Su corazón
hubiera estado tan completo porqué los dos se comprometerían el uno al
otro bajo los ojos de Dios.
La imagen que mamá Tolstoi reprodujo, bien podría haber sido una
daga en mi corazón. Apretó mis manos para obtener mi atención después de
mirar lejos, muy molesta por lo que dijo.
Miré fijamente sus ojos marrones tensos cuando agarró fuertemente
mis manos y dijo:
—Él no lo haría, Kisa. No habría matado a tu Rodion. Mi hijo, tu
destinado amor, no habría tomado la vida de su mejor amigo. Fue 60
agraviado. En el fondo sabes esto.
Inclinando mi cabeza, vinieron las lágrimas gruesas y rápidas. Creía en
sus palabras, pero todavía recuerdo los ojos de Rodion llenos con la nueva
presencia de la muerte, a Alik apuñalado en el hospital.
—Mamá, ven —dijo Talia, interrumpiendo la súplica de su madre a su
hijo perdido. Talia se trasladó a su alrededor de su madre para presionar un
beso en mi mejilla. Envolviendo su brazo sobre los hombros de su mamá,
Talia la llevó fuera de la iglesia, dejándome sola en la expansiva sala, todos
los ojos de los Santos mirándome, mirando tristemente en mi desesperación.
—¿Kisa? —dijo el padre Kruschev y lancé mi mirada a la parte trasera
de la sala—. ¿Estás bien para unirte a nosotros en el camión?
Con un suspiro de alivio de que el padre Kruschev me había encontrado
algo que hacer, caminé a la parte trasera de la iglesia. Me volví una vez más
a mirar hacia el altar y murmuré.
—Que Dios bendiga tu alma, Luka... Te amo, lyubov moya9, mi amor... Sé
que fui hecha para ti también… estamos destinados... eras parte de mi
corazón...

9
lyubov moya: “Mi amor” en ruso.
Siete
Kisa

isa, quédate en el camión. Estuviste en la calle la noche

—K
anterior. Permanece en la seguridad de la camioneta esta
noche —dijo el Padre Kruschev mientras me
desabrochaba el cinturón. El pánico comenzó a fluir por
todo mi cuerpo.
—No pasa nada, Padre, prefiero estar fuera. Necesito aire fresco.
El Padre Kruschev me dio una sonrisa simpática. Él creía que era por el
cumpleaños de Luka. Confieso que, en parte, así era, pero no podía mentirme
a mí misma. Tuve que admitir que yo quería ver a ese hombre, a mi
defensor. 61
Quien era un sin techo... Cerré los ojos y me sacudí.
¡Estoy perdiendo la maldita cabeza!
Cerrando la cremallera de la chaqueta de cuero que me había puesto
sobre el vestido negro, salí a la calle. Hacía calor, pero sin la chaqueta, Alik
pensaría que estaba mostrando demasiada piel. Pavel me lanzó una sonrisa
cansada.
—¿Volverás con nosotros esta noche, Kisa?
Me encogí de hombros y ayudé a uno de los otros voluntarios
descargar los paquetes de ayuda a la calle. Cuando todo el mundo se fijó,
recogí mis paquetes y me dirigí hacia el este, hacía donde había visto al
hombre sentado en la calle.
Pasando a tres personas sin hogar, dos hombres y una mujer, hice un
trabajo rápido dispensando los paquetes de ayuda y me dirigí hacia la
esquina de la cuadra siguiente, rogando por que estuviera aquél hombre allí
sentado.
Tomando una respiración profunda, giré a la siguiente calle y, en la
esquina más alejada y más oscura, vi una sombra grande y un frasco de
cristal brillando desde la farola cercana.
Mi corazón empezó a latir como si hubiera corrido el maldito maratón
de Nueva York, y comprobando que no había señales de peligro cercano, me
moví silenciosamente a través de la calle, para pararme justo en frente del
hombre, su sudadera gris oscura bien puesta, la capucha bajada hasta los
ojos, su cuerpo tan inmóvil como una piedra. El frasco en sus manos tenía
monedas y notas al azar en él, pero solo estaba lleno hasta la mitad.
Al igual que ayer por la noche, eso me llamó la atención de inmediato.
Esta vez su posición estática me permitió evaluar realmente su marco. Era
grande. Tal vez doscientas veinte libras, se veía atlético, ligeramente más
voluminoso que Alik. Sus pantalones de entrenamiento negros estaban
cubiertos de suciedad, y de cerca, me di cuenta de que sus manos estaban
dañadas, piel áspera rota, cubiertas de sangre seca.
—¿Hol... hola? —Me las arreglé para preguntar, me temblaba la voz
como una hoja en una tormenta.
Él no se movió. Parecía que apenas respiraba.
Quería que mirara hacia arriba. Deseaba retirar el material gris grueso
de la capucha y que me mirara. Tenía que poner una cara a mi salvador de
la otra noche. Algo en mi interior me empujaba a establecer una conexión,
para obtener un nombre... Una visual, algo. 62
Pero él no se movió.
Mirando por encima de mi hombro, vi que la calle estaba tranquila, y
poco a poco me agaché, mirando con recelo al hombre todo el tiempo. Él no
se inmutó. Durante un tiempo, me pregunté si era sordo. Cualquier ruido que
hiciera no parecía notarlo.
—¿Discúlpame? ¿Estás bien? —le dije, conteniendo la respiración
mientras esperaba a que mirara hacia arriba y me respondiera. Nada. Me
acerqué más—. Estoy con la iglesia. Me salvaste anoche. ¿Te acuerdas?
¿Necesitas algo? ¿Más comida, mantas? ¿Podrías por favor hablar conmigo?
Todavía nada.
Absolutamente nada.
Su sudadera gris cerrada por la cremallera, ocultaba lo que supuse era
un amplio pecho. Sus hombros eran enormes, sus músculos visibles a través
del espesor del material. Tenía las piernas cruzadas y agarraba la parte
superior del frasco Mason, que descansaba en el suelo.
El corazón me latía muy rápido, me sudaban las manos, y me encontré
tirando hacia atrás de la capucha.
El material se deslizó como si estuviera desenvolviendo un regalo de
Navidad. No, no era eso seguro. Yo había observado a este hombre en
acción. Mató a un hombre sin remordimientos. Tocarlo sería como meter la
mano en la jaula de un animal salvaje. No tenía ni idea de si era una
amenaza para mí o no.
Lo primero que vi fue que tenía el cabello corto, de color arena sucio,
seguido por el rostro cincelado más hermoso que jamás había visto. Una
frente amplia, definidas mejillas europeas, una fuerte mandíbula, labios
perfectamente completos, y rastrojos de barba cubrían su piel dorada.
Mantenía los ojos cabizbajos, como si ni siquiera hubiera sentido que
había retirado su capucha. La única indicación de que él se había dado
cuenta, era el ligero endurecimiento de sus dedos en ese frasco que sostenía.
Mi respiración se aceleró, y lo único que podía hacer era mirar. Estaba
muda y prendada de su aspecto, su desaliñado y rudo aspecto. Mi estómago
se apretó, mis manos comenzaron a temblar, y mi coño empezó a palpitar.
Él era perfecto, salvaje, duro, crudo. Absoluta perfección que revuelve
corazones.
—¿No... necesitas algo? —Le pregunté de nuevo, tenía un nudo en la
garganta, mi voz apenas un susurro—. Por favor, habla conmigo —le rogué,
sintiendo toda la esperanza drenarse de mis extremidades—. Quiero darte 63
las gracias por salvarme.
Una vez más, no hubo respuesta, y me di cuenta que no iba a conseguir
nada de este hombre. Estudié su rostro. Él parecía estar en sus veinticinco
años, pero con la suciedad y la sangre seca que cubrían su rostro, en
realidad, podría ser mayor.
Me encontré desesperada por saber su historia. ¿Por qué estaba aquí?
¿Quién es? Pero su silencio me superó. Tomé una inhalación en un intento
por calmarme. No sabía por qué era tan importante para mí. Pero yo tenía
que saber por qué estaba recogiendo dinero. ¿Para qué era? ¿Realmente
necesitaba ayuda?
Permanecí arrodillada por un minuto, escuchando su profunda
respiración. Entonces suspiré y puse el paquete de alimentos y mantas a sus
pies.
—Yo... Será mejor que vaya —anuncié, y poco a poco, me puse de pie.
Estaba a punto de darme la vuelta cuando el hombre se aclaró la garganta,
y me quedé helada.
—Dddero. —Fue todo lo que oí, tenía una voz ronca, profunda, e
ininteligible.
Me volví hacia él. Todavía se mantenía cabizbajo.
—¿Qué? —le pregunté con urgencia, y me agaché hasta que mis
rodillas tocaron el suelo, rezando para que volvería a hablar.
Sus dedos agarraron la jarra y la inclinó hacia arriba, en mi dirección.
—Dinero —gruñó.
Me sacudí visiblemente, por el profundo timbre de voz salvaje. Era
primitivo, animal. Me golpeé el pecho con una mano, mientras luchaba por
respirar. Bajé mis ojos para intentar encontrarme con los suyos, pero él bajó
su barbilla hasta que casi tocó su definido y amplio pecho. Él podía sentir
que intentaba hacer contacto visual, sin embargo, no me dejaba verlo.
Tomando una inspiración, que llenaron mis pulmones del aire húmedo
de la noche, sentí su dolor, y le pregunté:
—¿Dinero? ¿Necesitas dinero? —Un gruñido me dijo que era cierto, y
me incliné más—. ¿Cuánto?
No pasó nada durante unos segundos, antes de que una de sus ásperas
manos soltara la jarra y la metió en el bolsillo, para sacar un pedazo de
papel hecho jirones. Me lo ofreció para que lo tomara. Extendí la mano para
tomar la chatarra. Cuando mi dedo rozó su dedo caliente, una corriente
como un rayo de electricidad tiró a través de mi cuerpo. Casi salté de nuevo 64
ante la sensación. Él debe de haberlo sentido también, ya que apenas nos
habíamos tocado y retiró la mano, guardándosela en el bolsillo.
Con manos temblorosas, desplegué el papel arrugado y vi un número:
diez mil. Fijé mi vista en el hombre, sus labios estaban fruncidos por
completo.
—¿Diez mil dólares? —le susurré, pero no dijo nada—. ¿Diez mil
dólares? —le dije más fuerte, traicionando mi incredulidad—. ¿Para qué
necesitas esa cantidad de dinero?
Apretó lentamente la mano que tenía libre en un puño, y de la piel
dañada comenzaron a filtrarse gotas de sangre. Me sobrecogí por el miedo,
mientras veía las gotas caer al suelo seco por el sol.
—Venganza —gruñó.
Me sorprendí por la gravedad de su tono, tenía la voz áspera, lo que
hizo que se encendieran chispas en el fondo de mi estómago
—¿Venganza? —susurré confundida, luchando por mantener los
nervios de mi voz.
La mano que mantenía cerrada en un puño se aflojó, y volvió a sujetar
el frasco.
—Venganza... venganza contra el hombre que mintió.
Poco a poco me puse de pie, sin saber qué hacer, sin saber si era
correcto financiar su... venganza. Quería empujarlo por más, pero él volvió a
ser una estatua. Miré hacia abajo, al dinero en el frasco. Tenía alrededor de
cincuenta dólares, en todo caso. Nunca iba a obtener esa cantidad de dinero
aquí en las calles.
Era inútil. Lo que estaba haciendo era desesperanzador.
Me pasé la mano por el pelo y casi reí. ¿Qué demonios estaba
haciendo? ¿Estaba contemplando seriamente darle diez mil dólares? ¿Por
venganza? Hasta ahora, el pensamiento debería haberme enviado corriendo
por las colinas, pero yo era una princesa de la Bratva, la única hija de la
Pakhan. La venganza era lo que ponía un plato de comida en la mesa de mi
familia, era lo que aseguraba que todos viviéramos para ver otro día. La
venganza era la forma de vida de mi familia, el legado de mi familia.
Y diez mil dólares no eran nada para la familia de Kirill Volkov.
Podría conseguir esa cantidad de dinero esta noche, de la caja fuerte
del gimnasio. Nadie más que yo sabía que el dinero estaba allí. Infiernos,
nadie lo echaría de menos. Era la donación de Navidad del gimnasio a la
iglesia. Pero yo tenía un dilema. Era caridad y estaba destinado a la iglesia;
sin embargo, estaba bastante convencida de que dar el dinero a un solo 65
hombre empeñado en vengarse, aunque no era la idea del Señor sobre dar
limosna, era suficiente caridad. Este misterioso hombre había salvado mi
vida. Él mató a mi atacante para salvar mi vida.
Era dinero de sangre, el pago de un pecado contra la carne. ¿Qué eran
diez mil dólares en comparación con eso? Agachándome, coloqué la hoja de
papel en la parte superior de su frasco y prometí:
—Vuelvo más tarde, esta noche.
Volviendo sobre mis talones, corrí de vuelta al camión y, desde mi
celular, llamé a Serge para que me recogiera.
Llegó diez minutos más tarde, y me excusé con el Padre Kruschev. Salté
en el asiento trasero del auto, Serge se volvió hacia mí, la preocupación
grabada en su rostro.
—Srta. Kisa, ¿qué pasa? ¿Ha pasado algo?
Sacudiendo la cabeza, le pregunté:
—Serge, necesito un favor. Por favor, ¿me puedes llevar al gimnasio, y
luego, de vuelta aquí? —Lo miré a través de mis pestañas, la culpa de esta
solicitud me pesaba en el corazón—. Pero necesito que no le digas a Papa ni
a Alik.
Serge me miró entrecerrando los ojos ligeramente.
—¿Está en problemas, señorita? —Negué con la cabeza—. ¿Esto va en
contra de algo que se le ordenó hacer? —Serge dijo empujando por más.
—No —susurré—. Es algo que quiero hacer por alguien... Algo para
pagar una deuda. Pero Alik no estaría de acuerdo. Él pensaría que he
traicionado sus órdenes.
Serge dejó escapar un largo suspiro, pero, dejando caer la cabeza, se dio
la vuelta y se abrochó el cinturón de seguridad.
—Espero que no me esté mintiendo, señorita Volkov —dijo, y yo exhalé
una bocanada que había estado reteniendo.
—No lo estoy, Serge. Lo juro.
Serge me dio una breve inclinación de cabeza, y en silencio nos sacó a
la calle. Un rato después, llegamos al gimnasio. Serge me esperó mientras yo
entraba, y corrí a mi oficina. Rápidamente, abrí la caja fuerte escondida en
la pared, saqué el dinero y lo metí en mi bolso.
Después de cerrar la puerta de mi oficina, Serge me miró con recelo,
pero pasé por su lado sin decir una palabra. Obedientemente, él me siguió
fuera, hacia el auto.
En otros veinte minutos, estábamos de nuevo en la calle donde el 66
camión de alimentos se había detenido, solo que esta vez el lugar estaba
desierto. El camión de la iglesia se había ido, y la mayoría de las personas
sin hogar estaban durmiendo bajo sus mantas.
Fui a abrir la puerta, agarrando mi bolso, cuando Serge abrió la puerta
y salió a la acera.
—¿Serge? ¿Qué estás haciendo? —le pregunté en pánico.
Serge cruzó los viejos, pero todavía fornidos brazos, sobre su pecho, el
traje negro que llevaba se veía demasiado apretado.
—Señorita Volkova, puede que haya accedido a escoltarla al gimnasio y
volver aquí, a pesar de que no estaba en la lista aprobada del Sr. Volkov o
Alik, pero no hay manera de que la deje caminar sola por estas calles a estas
horas de la noche.
Di un paso adelante, con una mirada suplicante.
—Por favor, Serge. Tengo que darle a un hombre sin hogar el dinero y
debo hacerlo sola.
Serge sacudió la cabeza con exasperación y siguió adelante,
agarrándome suavemente por el bíceps.
—Kisa, ¿qué diablos está pasando?
Bajé la vista.
—Yo... Yo... —Expiré fuertemente, y me encontré con los ojos de Serge—.
Serge, fui atacada ayer por la noche mientras ayudaba a la iglesia. Estaba
en un callejón, sola, donde me dijeron que no fuera, fui a entregar un
paquete de comida a uno de los regulares, cuando un tipo trató de robarme
el bolso y me puso una navaja en la garganta. Él... él me iba a matar.
Serge se puso de un color pálido, buscando a nuestro alrededor.
—¿Quién? ¿Quién coño atacó a un Volkov? ¡Lo voy a matar!
—¡No! —le susurré y sacudí el brazo de Serge—. Eso es lo que estoy
tratando de decir. Otro hombre sin hogar salió en mi defensa. Infiernos,
Serge, terminó matando a mi atacante. Yo... Yo le debo mi vida, y él necesita
dinero. Quiero ayudarlo a cambio de salvarme.
—¡Joder, Kisa! —Serge gimió. Podía oír cuán molesto estaba por su
acento apretado—. ¿Por qué demonios no se lo dijo a su padre cuando llegó
a casa?
—No podía, Serge. Alik lo hubiera descubierto. Él no entendería que el
hombre me salvó. Podría pensar que había algo más. Mataría al hombre que
me salvó la vida, por celos. Sabes que me prohíbe hablar con los hombres. —
Me detuve y dejé salir una exhalación—. Lo sabes, Serge. Ya sabes cómo es 67
él.
Serge comprobó que el área estaba libre.
—Vamos. Tienes diez minutos.
Fui hacia donde el hombre había estado sentado. Al girar la esquina,
me sentí aliviada al ver que no se había movido. Seguía con la capucha
bajada, y su mano todavía estaba envuelta alrededor de la jarra Mason.
—No —le susurré a Serge. Sus ojos siguieron la dirección que yo
señalaba con el dedo, y se echó hacia atrás en estado de shock cuando vio al
mendigo.
—¿Ese hombre? ¡Cristo, Kisa! —exclamó.
Sin darle una respuesta, continué caminando por la calle, haciendo un
gesto a Serge para que retrocediera un poco. Así lo hizo, a regañadientes.
Con cautela, me acerqué al hombre, dejé que mis talones sonaran en el
asfalto, para que me oyera acercándome. Me arrodillé ante él, exactamente
como antes, vi sus manos tensas. Era como si estuviera esperando a que le
golpearan... O como si se preparara para luchar.
—Está bien… soy yo, de nuevo... la de antes —le dije, y me di cuenta de lo
estúpido que debía sonar. Era patética. ¡Yo era patética haciendo esto!
El hombre no dijo nada, no es que yo esperara que lo hiciera. Así que
abrí mi bolso, y empecé a sacar el dinero en efectivo, presionándolo en su
frasco.
Vi cómo levantaba un poco la cabeza, mirándome llenar su frasco
hasta el borde. En un instante, él se acercó y agarró con fuerza mi mano. Yo
no reaccioné, por miedo a que Serge viniera corriendo. Sentí que me
ruborizaba por el toque de su mano áspera, dejé la última parte del dinero
en el frasco y le escuché respirar pesadamente.
—Todo está ahí, todo lo que necesitas —dije en voz baja. De repente, el
sonido de un disparo resonó en la distancia. Me hizo saltar y levantar la
cabeza para mirar a Serge.
—¡Mierda! ¡Quédate aquí! —Serge ordenó, y volvió la esquina para
comprobar qué pasaba, sacó su Beretta de la chaqueta, sujetándola
firmemente en la mano.
Mi atención se trasladó al hombre de nuevo, cuya mano había liberado
la mía. Estaba poniendo la tapa en el frasco mientras se ponía en pie. Tan
pronto como estuvo de pie, me puse delante de él y traté de ver sus ojos. Pero
inclinó la cabeza de nuevo, yo quería gritar de frustración.
68
Metiéndose el frasco bajo el brazo, retrocedió. Yo sabía que él estaba a
punto de irse y desaparecer en la noche. Pero en un momento de
desesperación, extendí la mano y le agarré de la manga de la sudadera,
tirando de él hasta que se detuvo. Arrancó su brazo hacia atrás y se dirigió
hacia adelante, haciendo que tropezara hacia atrás por miedo. Mi espalda se
estrelló contra la pared lisa, y oí un bajo, pero amenazante gruñido salir de
su boca, por lo que estaba claro que no debería haberlo tocado. Por un
momento fugaz, temí que me fuera a golpear.
Levanté mis manos para protegerme, y estrelló su ancho pecho contra
mis palmas, sentí los duros y definidos músculos bajo su camiseta, mientras
se empujaba hacia adelante, me empezaron a temblar las manos. Podía
sentir el latido de su corazón golpeando contra mi palma, estaba enfadado,
echando humo. Cada parte de mí temblaba de miedo, estábamos iluminados
por una luz de la calle, situada por encima de nosotros y que parpadeaba, lo
que me permitía ver sus dientes apretados.
—¡Espera! Lo siento —dije rápidamente. El cuerpo del hombre se
congeló—. Yo... Yo solo quería ver tu cara... Antes de que te fueras. Quería ver
al hombre que me salvó.
La capucha oscura, lentamente se hizo a un lado, y su pecho subía y
bajaba cada vez más rápido. Él no quería que yo viera sus ojos. Eso me hizo
sentir más curiosidad. Manteniendo el frasco bajo su brazo izquierdo, él dejó
de empujar en contra de mis manos. Aprovechando la oportunidad, extendí
la mano con cautela, y torpemente, retiré la capucha.
Mis ojos estaban fijos en su rostro, ya que fue lo primero que pude ver,
esa fuerte mandíbula, ese pelo rebelde de arena rubia, sus oscuras mejillas,
pómulos altos sin afeitar, y ...
Esperé con ansiedad que levantara la cabeza por completo, para
finalmente ver sus ojos. Lo hizo con lentitud meticulosa: pestañas largas y
oscuras, abatido, como si estuviera luchando contra sus instintos, como la
gravedad que mantenía sus ojos bajos. Hasta que, con las fosas nasales
dilatadas y su aliento soplando fuerte, perdió la batalla por mantener su
anonimato, y levantó los párpados para revelar unos iris oscuros debajo, y
su dura mirada de repente aburrida ante mis ojos...
Entonces todo se detuvo: el tiempo, la capacidad de respirar... mi mundo
entero.
Ahogando en un grito de asombro, llevé la mano a mi boca, y mis
piernas se derrumbaron. En un minuto, mi culo golpeó el suelo fuertemente,
y escalofríos recorrieron mi espina dorsal.
El rostro del hombre estaba en blanco mientras se alzaba sobre mí, 69
sabiendo que me había derribado con su mirada. Él era rudo, severo, y
estaba mirándome como un asesino antes de destrozar a su víctima, un
depredador antes de devorar a su presa. No había emoción en su expresión,
sin compasión por mí, ahora que estaba sentada en la acera, ni siquiera por
la generosa donación. Él era tan frío como el invierno ártico... Pero era un
monstruo hermoso, y no tenía idea de por qué me desesperaba.
Al oír a alguien que se acercaba dándole patadas a una lata, el hombre
volvió a ponerse la capucha, su disfraz y, en un momento, corrió hacia la
oscuridad.
No podía respirar. Esos ojos... Esos ojos quedaron impresos en mi
cerebro, eran los soldados de mi alma. Estaba tan impactada por lo que
acababa de ver, que había perdido la voz.
Ojos marrones... Un par de ricos ojos de color chocolate, el iris izquierdo
manchado con un destello de azul... El azul exacto de mis ojos... Es como...
No... ¿Cómo puede ser?
Murió... Él había muerto hace más de doce años.
Ese hombre era un monstruo, un asesino, carente de emoción, con poca
capacidad para comunicarse. Luka, Luka... era mi mejor amigo, mi amor, un
niño Bratva... Murió... pero... ¿Pero...?
—¡Kisa! —La voz de Serge, penetró en mi estado de pánico. De pronto
apareció ante mí, levantándome del suelo—. ¿Qué demonios? —espetó antes
de llevarme de vuelta al auto, colocándome en el asiento trasero—. ¡Mierda!
Él me preguntó varias veces qué estaba mal, pero no sabía qué decir,
qué creer... Mi mente seguía analizando lo que acababa de presenciar.
Ojos marrones... Ricos ojos color chocolate, el iris izquierdo manchado
con un destello de azul... El mismo color de mis ojos.
—¡Kisa! —Serge llamó desde el asiento del conductor, mientras me
llevaba a casa—. ¿Qué pasó? ¿Te hicieron daño? —Negué con la cabeza en
respuesta a sus preguntas, cada vez más frenéticas, agarrando con manos
temblorosas el cinturón de seguridad—. ¡Mierda! Entonces, ¿qué? —Serge
empujó—. ¿Dónde está el hombre? ¿Por qué lloras? ¿Por qué estas
temblando?
Encontré mi mirada con la de Serge, todavía demasiado ocupada
repitiendo la escena en mi cabeza como para verlo realmente.
No podía ser Luka... Era imposible... Está muerto...
Mi corazón explotó como un cañón. Serge dio un puñetazo pesado en el
volante y me amenazó: 70
—¡Kisa! ¡O me dices lo que está mal, o iré a decirle a su padre que ha
tomado dinero del gimnasio y se lo entregó a un hombre, de la calle sin
hogar, como si fuera Navidad!
El silencio llenó el Lincoln. Inspiré profundamente, envolví mis brazos
alrededor de mi cintura, y le susurré:
—Yo... Creo que he visto un fantasma...
Ocho
818

—¿A
sí que estás dispuesto a matar o está listo para ser
asesinado?
Mientras estaba sentado en el banco en el cuarto
de atrás, las voces de cientos de hombres gritando sus
apuestas más allá de la puerta hicieron que mis manos
temblaran nerviosas. 362 estaba sentado frente a mí, riendo con una sonrisa
de comemierda mientras envolvía su mano en un sucio vendaje deportivo
blanco.
Este hombre había estado en mi culo desde que llegué hace un mes. Era
tres años mayor que yo, uno de los mejores luchadores en su división aquí 71
en el Gulag, pero de inmediato me vio como una amenaza. Tres años más
joven que él, y emparejaba con su tamaño. Durante algunas semanas, el
director me llevó a un gimnasio, me hizo entrenar en técnicas de lucha,
diciéndome que tendría mi primera lucha pronto. Todos los días, me
despertaba, entrenaba, comía y dormía. Tenía una rutina, pero mis sueños
estaban plagados con el chico que había visto en el ring. Con su mirada
muerta en sus ojos, las tripas de su oponente sobre la lona. Sabía que iba a
ser yo pronto, obligado a matar o a morir.
362 me miró esperando mi respuesta.
—Voy a matar a quien coño se meta en el ring conmigo —le prometí. La
sonrisa de 362 sólo se hizo más ancha con mi tono cabreado. Centré mi
atención en el suelo de baldosas blancas, animándome interiormente por
todo lo que había trabajado. Mis piernas rebotaron cuando el ruido de la
jaula se hizo más fuerte, y sabía que la lucha actual estaba llegando a su fin.
Mi piel se retorcía por la descarga que había estado recibiendo todos los
días. Mis músculos estaban creciendo, doliendo en todo momento. Estaba
sudando constantemente y estaba agitado veinticuatro-siete, la cosa más
pequeña haciéndome enojar.
—Te convertirás en adicto, ya sabes —dijo 362, y mis ojos se estrellaron
con los suyos, la rabia ardiente corriendo por mis venas. Su largo cabello
negro le bajaba por la espalda, e hizo un gesto con la barbilla en dirección a
la puerta que conducía a la jaula—. Allí afuera, todos los hombres apostando
en tu fuerza, en tu voluntad de sobrevivir. Te convertirás en un adicto.
Vivirás para la matanza... vivirás para ver la fuerza de la vida drenar de los
ojos de tus oponentes. En esa jaula, somos tanto dioses como monstruos.
Mi boca se apretó y todos mis músculos se tensaron.
—Nunca —escupí de vuelta, mi voz sonando más profunda, más áspera.
362 simplemente se rió.
—Esta es tu primera pelea. No tienes ni idea de cómo te vas a sentir —se
burló.
Apretando los puños, dije rotundamente:
—Voy a hacer lo que tengo que hacer para salir de aquí. Eso es todo. No
soy como tú. No me va a gustar.
362 saltó en sus pies y se acercó a mí. Me levanté, el frío hormigón bajo
mis pies, y nos encontramos cara a cara. Yo era ruso; algún pedazo
georgiano de mierda no iba a ser mejor que yo.
—¿No eres como yo? —interrogó 362. Apreté la mandíbula y miré en
sus malditos ojos muertos. Sonrió con satisfacción, luego dio un paso más 72
hacia adelante hasta que sus pies tocaron los míos—. Vas a terminar
exactamente como yo. Vas a morir por dentro. Vas a derramar tanta sangre
que será lo único que verás. Al principio, lo odiarás, pero con cada muerte,
vas a necesitarlo más y más, como una puta droga. Vas a cambiar. Quien
eres ahora ya no existirá. Te olvidarás de quien fuiste. Te olvidarás de
cualquier persona que alguna vez amaste. —El labio de 362 se curvó en una
seca sonrisa satisfecha, pero luego su rostro se quedó en blanco—. He estado
aquí por años. —Su cabeza se inclinó hacia delante hasta que su boca estaba
en mi oído, pero me contuve—. Y no tengo ni puta idea de quién era antes de
que me trajeran a este infierno. Y con el tiempo, tú tampoco lo sabrás.
Mi respiración se hizo difícil, pero entonces 362 retrocedió. Antes de que
lo hubiera visto levantar un brazo, desplazó un puñetazo en mi estómago,
mis piernas se sacudieron mientras caía al suelo.
—Disfruta de tu primera lucha... He visto a tu oponente. No deberías
morir esta noche, siempre y cuando mantengas los ojos alerta y no te
marees.
Saliva escurrió por mi mejilla cuando me levanté del suelo y tropecé
con mis pies. Un auge repentino de ovaciones estridentes brotó de la jaula.
Mi corazón empezó a correr. El arma en el sótano sonó.
La lucha actual había terminado.
Uno de los combatientes había muerto.
El otro ahora sabía lo que era matar.
Y ahora era mi turno.
Sonaron pasos fuera del pasillo, los cerrojos fueron destrabados, y la
puerta de acero se abrió de golpe, un guardia apareció delante de mí.
—Fuera —ordenó.
Echando un vistazo a la cabina trasera en el vestuario, vi a 362
practicar con un sai, su elección de arma. La lámina delgada giraba
alrededor de sus dedos mientras me miraba salir, su cara sin traicionar
ninguna emoción.
El guardia sonrió con satisfacción mientras me dirigía hacia él y le
tendí las manos para que las esposara. Mi estómago se tensó cuando él me
miró; mi piel se extendió con repugnancia.
Una vez que mis muñecas estaban esposadas, el guardia me arrastró
por el húmedo pasillo, tirándome hacia abajo por un conjunto de escaleras
empinadas hasta la puerta abierta y entré en la turba de hombres que
rodeaban la jaula.
Mi respiración retumbaba en mis oídos mientras me acercaba a la
metálica jaula octagonal donde el alcaide del Gulag esperaba. Algunos de 73
los puestos alrededor del exterior de la jaula eran atendidos por guardias
que tomaban el dinero de los espectadores.
El guardia en mi espalda me empujó hacia adelante. Luego abrió mis
esposas. El alcaide me agarró por el cuello y me tiró hacia una mesa llena
de armas.
—Elige —exigió.
Nerviosamente, miré a lo que me ofrecían: espadas, hachas, sai,
cadenas... y al final, un par de knuckledusters10 de plata.
—¡Escoge! —se mofó el alcaide—. ¡No tenemos todo el puto día!
Dispuesto, agarré las manoplas de púas, deslizándolas en mis manos
húmedas, la sensación del acero contra mi piel tan extraña.
El guardia me agarró del brazo y me giró para mirar a la multitud,
señaló el número que habían tatuado en mi pecho, 818. Decenas de ojos se
centraron en mí, y el dinero comenzó a cambiar de manos.
El guardia me hizo quedar de pie durante mucho tiempo, como un
animal en un show. Inspeccioné las caras desconocidas de la multitud, con
el corazón retumbando en mi pecho, las palmas sudando, y el miedo a la
muerte inminente casi paralizando mis piernas. Un disparo sonó y, de
10
knuckledusters: novillera, puños de hierro, puños americanos, etc.
pronto, el guardia me empujó en el octágono claustrofóbico. Un chico de mi
edad agarró un hacha; él estaba siendo empujado al octágono desde el lado
opuesto.
Mis ojos estaban clavados en los suyos. Era de mi estatura, pero más
delgado. Él también llevaba sólo cortos pantalones negros, con el número
591 tatuado en su pecho.
Mientras se tropezaba en la jaula, orina corría por sus piernas. Pude ver
por el temblor del hacha en su mano derecha que estaba aterrorizado.
Las puertas de la jaula se cerraron de golpe. El alcaide parado afuera
golpeó la pared de la jaula, el sonido repiqueteando como un trueno.
—Sólo uno de ustedes saldrá con vida. No jodan alrededor. No habrá
rondas. Sin intervalos. Solo muerte.
Mis ojos se abrieron mientras escuchaba sus palabras, pero sabía que
esto era para lo que yo estaba aquí. Tenía que matar a este chico si quería
sobrevivir.
El muchacho me miró; por la forma en que se paró, yo sabía que él no
podía luchar. Pero mi papá me había enseñado desde pequeño a cuidar de
mí mismo. Sabía cómo luchar. Sabía cómo infligir dolor... Sabía cómo matar. 74
Una pistola sonó, y la platea estalló. Los hombres martillaban la jaula
como animales hambrientos; gritaban cosas que no podía distinguir.
El alcaide bramó para que comenzara la pelea y adrenalina llenó mis
músculos. Mi oponente se quedó paralizado en el lugar, sus ojos recorriendo
la multitud enferma con miedo.
Mi pulso latía rápido, el sordo estruendo resonando en mis oídos,
ahogando el rugido de los espectadores.
—¡Muévanse! —gritó el alcaide. Él había perdido su mierda. Nuestros
dos guardias se colocaron en las puertas detrás de nosotros, con rifles
apuntados directamente a nuestras cabezas. El instinto de conservación
preservó; me moví al centro del ring, mi oponente recibió un golpe en la
cabeza por su guardia. El muchacho se tambaleó hacia delante, chocando
contra mi pecho. El volumen de la multitud se levantó dramáticamente a
medida que nuestros cuerpos se chocaron. Aprovechando mi postura más
firme, alcé mi mano derecha y golpeé el muchacho en la mandíbula. La
sangre le regó la cara. Aturdido, el chico se cayó, de espaldas contra el suelo.
Viendo mi oportunidad, me senté a horcajadas sobre su cintura y lo golpeé
de nuevo en la cara. Sorpresa registrada en la cara del muchacho cuando un
golpe tras otro llovió sobre él. Los dientes cayeron al suelo y su carne se
rasgó bajo los bordes con puntas de mis puños de hierro.
—Por favor... —susurró el chico, su voz tranquila sonando como una
sirena en medio de la locura más allá de la jaula—, no me mates... no quiero
morir... tengo miedo...
Mi estómago se retorció al escuchar sus súplicas y mis hombros se
hundieron. Estaba exhausto y sin aliento. Echando un vistazo alrededor del
sucio lugar débilmente alumbrado, me quedé absorto mirando el estallido, la
multitud sedienta de sangre, y mi estómago retrocedió con disgusto.
Hombres adultos. Hombres adultos animando a chicos a despedazar el uno
al otro, a desgarrarse hasta la muerte.
Limpiándome una gota de sudor de la frente con el dorso de mi mano
vendada, me aparté del lloriqueo de 591 y me tambaleé a mis pies. Los
guardias levantaron sus armas a mi movimiento. Golpeé la malla metálica
de la jaula, que gimió como si le doliera.
—¿Qué estás haciendo, muchacho? —preguntó uno de los guardias.
Todo parecía ir más despacio, mi pulso latiendo demasiado lento.
El alcaide rodeó la jaula hasta que su cara enojada estaba a
centímetros de la mía en el otro lado del metal.
—¡Vuelve y acaba con él! 75
Náuseas crecieron en mi garganta mientras miraba a la expresión dura
de mi guardia. Debía tener unos cincuenta años y estaba construido como
un tanque. El cañón de su arma apuntaba directamente a mi frente.
—Tienes cinco segundos para volver allí y matar a ese coño, o les
dispararé a los dos.
Oí una amenaza similar siendo emitida desde el lado opuesto de la
jaula. Al oír un grito, me volví justo a tiempo para ver a 591 cargando contra
mí con su hacha en alto. Aunque sorprendido por este movimiento, la
esquivé y me lancé al suelo, justo a tiempo para ver a 591 chocar contra el
metal de la jaula, el hacha golpeando con fuerza contra los eslabones de
acero.
Giró para enfrentarme, con los ojos enloquecidos, la blancura de los
dientes apretados brillando a través de la boca ensangrentada. 591 jadeó
como un animal rabioso. Entonces supe lo que tenía que hacer.
Mi respuesta fue patearlo, enviando una oleada de energía a través de
todo mi cuerpo. Cuando 591 cargó contra mí, me dejé caer y envolví una
pierna alrededor de su pantorrilla. 591 perdió el equilibrio. Al caer al suelo,
sin pausa, salté sobre su espalda. Levanté mis puños americanos, púas
apuntando hacia abajo, y con un golpe rápido y un rugido ensordecedor,
alojé las cuchillas en la parte inferior de su cráneo. Inmediatamente, el
cuerpo de 591 se aflojó debajo de mí.
Una pistola disparó y la multitud rugió cuando la sangre comenzó a
borbotear de la herida de 591 en el piso de concreto. Conmocionado, no me
podía mover. Mirando hacia abajo, vi que mi arma seguía incrustada en su
cráneo. Arranqué las cuchillas, y vómito volcó de mi boca mientras trozos de
hueso y carne vinieron incrustados en ellas.
Uno me agarró del cuello con rudeza, arrastrándome a mis pies. Un pie
calzado fuertemente empujó a 591; su cadáver dio una vuelta. Los ojos sin
vida de 591 miraban hacia mí, desgarrando mi corazón culpable. Había
matado. Había tomado la vida de una persona.
Tambaleándome hacia adelante con la ayuda de un empujón en la
espalda, me arrastraron de nuevo a través de la multitud de hombres, esta
vez intercambiando dinero en efectivo. Mi guardia me arrojó en el suelo del
vestuario en la parte posterior del sótano.
La puerta de acero crujió cuando la cerró de golpe. Me afané en tomar
respiraciones largas y profundas mientras luchaba con el pozo de dolor en
mi estómago. Un par de pies desnudos entraran a la vista. Cuando alcé los
ojos, 362 se alzaba sobre mí, estirando sus músculos y agarrando su sai
favorito con ambas manos.
—Bloquéalo —ordenó. 76
De mala gana, levanté mi cabeza y me senté sobre mis talones,
cerrando los ojos a la vista de la sangre salpicada en mi piel. Cuando los
abrí de nuevo, la atención de 362 estaba fija en la puerta de acero, pero
lanzó una mirada en mi dirección y añadió:
─Tienes que bloquear la matanza. Bloquea cualquier cosa que te
detenga de sobrevivir.
Negué con la cabeza lentamente, apreté los puños, y vomité cuando un
pedazo de hueso se cayó de la manopla y resonó en el suelo.
─Bloquea todo. Sobrevive. Aguanta las palizas. Toma las dosis. Toma la
tortura, las descargas eléctricas para hacerte olvidar tu pasado. Deja que te
conviertan. Déjalos joder tu cabeza. Deja que te conviertan en un monstruo.
Deja que te vuelvan salvaje. ─362 hizo una pausa y añadió─: Y todo lo
demás que los guardias quieran lanzar en tu camino cuando entren en tu
celda en el medio de la noche. Esa es la única manera de sobrevivir en el
Gulag. La única manera de mantenerse con vida.
La puerta de acero se abrió de nuevo. Rodando el cuello, 362 giró sobre
sus talones y se apoderó de su sai negra favorita con más fuerza. De repente,
una nube de oscuridad enmascaró su rostro. Era una expresión vacía,
peligrosa, que hizo que escalofríos corrieran por mi espalda. 362 entró en el
pasillo, sin esposas en las muñecas, ningún guardia obligándolo a entrar en
la jaula. Me quedé aturdido en la puerta. Entonces oí a la multitud estallar
en vítores. Ellos lo amaban. Esos hombres de mierda amaban a 362.
Arrastrándome en mis pies, me acerqué al espejo mugriento en la caja
pestilente que teníamos como baño, y que apestaba a mierda y orina, al
igual que el resto de este maldito infierno. Limpié el vidrio, una mancha de
sangre de mis vendas empapadas dejando su marca.
Mientras miraba mi reflejo, no pude encontrar al chico que siempre
había visto. En su lugar, pensé en mis padres, pero sus imágenes estaban
distorsionadas, así que no podía imaginar sus caras. El pánico corrió por
mis huesos mientras trataba de recordar sus rasgos. Pero no sirvió de nada.
Mi memoria no me lo permitió. A continuación, pensé en… él, mi amigo
tendido en el suelo, su vida tomada por una daga en el corazón. Pero no
podía imaginar su rostro. No podía recordar ni siquiera vagamente cómo
lucía. Con las manos agarrando los lados de mi cabeza, apreté los ojos
cerrados, con los recuerdos escapándose de manera constante de mi mente.
Las drogas. Las drogas me estaban haciendo olvidar. Estaban jodiendo
con mi mente. Cada día recordaba menos.
─¡No! ─grité. Lanzando un puñetazo, rompí el borde del espejo, un
fragmento de cristales estrellándose en el concreto. ¡No podía verlos! ¡No 77
podía imaginar sus caras!
Concentrándome con fuerza, traté de imaginármela... mi Solnyshko 11...
pero ella apareció borrosa. Todo lo que podía recordar era un rostro sin
rasgos llorando y ojos sin color mirándome con decepción. La visión hizo
que mi interior se retorciera con miedo... Y entonces lo vi. Al que me puso
aquí. El mentiroso. No tenía rostro, nada que recordar, excepto su nombre
ahora desplazándose a través de mi mente, Alik Durov. Él era la razón por la
que estaba aquí, en este agujero de mierda. Me aferré a ese nombre, incluso
mientras todo lo demás era drenado de mi memoria.
Era como las puertas cerradas de golpe, sus entradas para siempre
selladas. Mi cerebro empezó a cerrar el paso a mi pasado, cerrar el paso a
todos en mi pasado, cerrar el paso a la emoción, cerrar el paso a cualquier
sentimiento de culpa por haber matado a 591.
─Bloquea todo. Sobrevive ─me dije.
La orden de 362 corrió por mi mente, tensando los músculos, mientras
el niño en el espejo se llenó sin pausa de entumecimiento. El muchacho en el
espejo se convirtió rápidamente en 818 del Gulag: localización desconocida.

11
Solnyshko: Solecito en ruso.
Lo bloqueé todo. Tomé las palizas, las drogas, la tortura... y todo lo
demás que lanzaron hacia mí.
Hice todo lo que se me ordenó hacer.
Y sobreviví

Tomando una bocanada del aire pegajoso de Brooklyn, me desperté


sobresaltado, el cuerpo empapado en sudor mientras dormía detrás de un
contenedor de basura, todavía agarrado fuertemente al bote de dinero en
efectivo que aferrada en mi pecho.
Mi sueño corrió por mi mente, las imágenes aporreando mi cabeza.
Desabrochando mi sudadera, pasé los dedos por encima de mi pecho y tracé
los números tatuados. 818. Mis ojos apretados firmemente. Vi al chico
todavía mirándose en el espejo.
Un dolor atravesó mi cráneo mientras traté de recordar, las drogas
ahora disminuyendo su efecto.
¡ARGG! 78
Venganza, pensé. Olvida el sueño de mierda y obtén tu venganza.
Cerrando la cremallera de mi sudadera, eché un vistazo a un cielo oscuro
pero ligero.
Era por la mañana.
Saltando a mis pies, me acerqué por detrás del contenedor de basura,
chasqueando la rigidez en mi cuello, y me centré en el gimnasio cercano al
muelle. Había una luz encendida en el interior, autos entrando en el
estacionamiento subterráneo al lado del edificio.
Con la sangre calentándose en mis venas, tiré de la capucha sobre la
cabeza, pisoteando sobre el asfalto y abrí las puertas. El débil cabrón de
antes estaba detrás de su escritorio. Se cagó de nuevo, poniendo la misma
arma sobre mí otra vez. Me dirigí furioso al escritorio sin ni siquiera
pestañear.
El cañón de la pistola se presionó contra mi pecho mientras estrellé el
tarro de dinero en efectivo en la madera. Los ojos del cabrón bajaron al
tarro, luego de vuelta a mí. Deslizando del taburete su culo gordo mientras
se enderezaba, golpeó una puerta lateral.
—¡Yiv!
Mis ojos apáticos, mi mandíbula apretada, y mis palmas aún aferradas
al tarro. La puerta lateral se abrió de repente. Yiv la atravesó, un ceño
enojado dirigido al hombre detrás del mostrador.
—¿Qué? —escupió Yiv, luego me vio de pie en el mostrador. Su
expresión cambió en un instante, y vaciló por un minuto antes de
preguntar—. ¿Tienes el dinero?
Empujé el tarro delante de mí y le di un solo movimiento de cabeza. Yiv
dio un paso adelante y, sin contar el dinero en efectivo, empujó el tarro al
otro tipo.
—Llévalo a la oficina del jefe.
El tipo desapareció y Yiv levantó el mostrador. Inclinó la barbilla,
señalándome para irnos. Seguí a Yiv, saboreando el sonido de los sacos de
golpeo siendo aporreados y los gruñidos de los hombres entrenando. Mi piel
se erizó con la necesidad de entrenar, la necesidad que me impulsaba a
volver a construir a mi cuerpo en el arma afilada en que se había
convertido, para mantener mi enfoque y matar.
El acero de mis afiladas manoplas pesaba un poco más en mi bolsillo,
recordando la tarea que tenía que realizar, las peleas que aún tenía que 79
ganar.
Yiv me llevó a una habitación llena de una docena de hombres, pero
mis ojos buscaron a sólo uno... y allí estaba él, en el centro exacto, su cuerpo
lleno de entrenamiento en la escalera de salmón12. Sus puños estaban
envueltos alrededor de una barra de metal y utilizó la fuerza de la parte
superior del cuerpo para subir los peldaños tan eficazmente como nadie que
hubiera visto.
Me aseguré que mi capucha estuviera hacia abajo sobre mi cabeza.
—Tienes un entrenador, el uso del gimnasio todos los días, y apareces
cada vez que nosotros jodidamente te digamos. Comes aquí, tomas lo que
demonios sea que queramos bombear en ti y no te quejas —dijo Yiv,
guiándome a una habitación en la parte de atrás.
Echó un vistazo hacia mí, percatándose de mi atención en Durov, y
sonrió, señalando en su dirección.

12
La escalera de Salmon. El principal objetivo del entrenamiento con este implemento es
proporcionar un amplio abanico de patrones de movimiento. Mediante la repetición estos
movimientos se automatizan de manera que el cuerpo responderá antes a los estímulos que
se le apliquen.
—Ese es mi luchador, Alik “El Carnicero” Durov. Él es al que todo el
mundo quiere vencer. Cinco veces campeón. El tipo es el maldito rey en esa
jaula. Ese bastardo perverso nunca morirá.
Mis fosas nasales se dilataron con rabia mientras Durov cayó al suelo.
Tomando una daga, se volvió hacia un cerdo muerto colgado de las vigas
boca abajo en un gancho. Sólo tomó un par de lanzamientos perfectamente
precisos para Durov el cortar el cerdo por la mitad. Él dio un paso atrás, con
el pecho agitado y los ojos iluminados con ese fuego adictivo de la violencia,
su espada chorreando sangre a sus pies.
Ese hijo de puta morirá, pensé.
Como si sintiera mi furia, mi odio hacia el hombre que había jurado
destruir, la mirada psicótica de Durov trató de encontrarse con la mía, pero
mi capucha cubría mis ojos. Sus ojos se estrecharon mientras me miraba.
Una mano agarrando mi hombro me hizo reaccionar. Agarré la
muñeca con la mano derecha, giré, y estrellé al atacante contra la pared, con
su brazo casi rompiéndose cuando lo apreté en su espalda.
—¡Oye! ¡Es Yiv! —dijo con voz apagada. Era el entrenador, así que lo
solté y di un paso atrás. Yiv se volvió y paso sus ojos hacia arriba y abajo de 80
mi cuerpo. Sacudiendo su brazo, declaró—: Eres rápido. Bien. Tendrás que
ser rápido aquí en The Dungeon.
Ni siquiera emití una respuesta, y Yiv continuó por el pasillo. Todavía
sintiendo los ojos de Durov en mí, miré hacia atrás y estaba apoyando los
brazos en la escalera, mirándome.
Mírame, pensé. Ve al hombre que va masacrarte.
Yiv me llevó a una habitación en la parte de atrás, donde un hombre
borracho estaba recostado en una silla, sosteniendo una botella de vodka en
la mano. Yiv maldijo y pateó la pierna del borracho durmiendo.
—¡Levántate, joder!
El borracho resopló y se despertó, sus ojos legañosos inmediatamente
aterrizando en mí.
—¿Qué? —preguntó con una voz con acento muy marcado.
Yiv se adelantó y lo puso de golpe de pie, la botella medio vacía de
vodka estrellándose en el suelo. Yiv se volvió hacia mí, los ojos desenfocados
del borracho se encontraron con los míos, y Yiv señaló el entrenador.
—Viktor, tienes un luchador.
El entrenador, Viktor, pareció escuchar esto. Dejando de lado a Yiv,
Viktor se puso de pie justo en frente de mí. Mi labio se curvó mientras el
hombre más viejo agarró mis brazos musculosos, caminando a mi alrededor
para comprobar que estaba en buena forma.
Los ojos de Viktor estrecharon.
—¿Tu nombre?
Me quedé mirando fijamente al suelo.
—No tengo nombre.
Yiv retrocedió hasta la puerta de salida y pude oír su risa
condescendiente de mierda.
—Tienes una semana y media de entrenamiento hasta la contienda. Te
reportas cada mañana y no te vas hasta que digamos que puedes. Te
inscribiste en esto. Ahora te poseemos. Perteneces a The Dungeon. Te vas, te
matamos. Hablas de este lugar, te matamos.
—Entendido —contesté.
Yiv rió de nuevo y miró a Viktor, luego a mí.
—Nunca ha tenido un luchador que logre pasar más allá de la primera
ronda.
Abriendo la cremallera de mi sudadera, manteniendo mis ojos velados, 81
vi en mi visión periférica la sonrisa de Yiv mientras absorbía mi cuerpo
rasgado, con cicatrices y tatuajes.
—Nunca ha tenido un luchador como yo antes. Traigo muerte.
Yiv, por un breve momento, se veía preocupado, entonces
inmediatamente se dirigió hacia la puerta. Oyendo a Viktor resoplar detrás
de mí, me giré, empuñando su camisa, y lo embestí contra la pared. Su rostro
enrojeció mientras trataba de decir algo.
—¿Qué…?
—Escúchame y escúchame bien. Ni de coña te necesito. Voy a ganar
esto solo. Voy a matar a Durov solo.
Los ojos de Viktor repente se iluminaron.
—¿Quieres a Durov?
—Es la única razón por la que estoy aquí —gruñí.
Viktor trató de sonreír, pero lo dejé caer al suelo. Metí la mano en los
bolsillos de mi sudadera, saqué mis manoplas y las empujé en mis dedos;
inmediatamente me tranquilicé. Estas armas eran una parte de mí.
Viktor se puso de pie, con los ojos enormes mientras miraba a mi pecho,
el color drenándose de sus mejillas.
—¿C… cuál d… dijiste que era tu n… nombre? —tartamudeó. Me quité la
sudadera, mantuve mis ojos hacia abajo, y vi un estante lleno de
suministros. Caminando por la habitación, cogí el frasco llamado “Ojo
Negro”, mojé mis dedos en la grasa y unté el negro debajo de mis ojos.
Estirando mis brazos, sintiendo los ejercicios familiares aflojando mis
miembros, repetí:
—No tengo nombre.
—¿Sin nombre? ¿Cómo te han nombrado? —preguntó Viktor detrás de
mí.
818, pensé, pero no me atreví a decir el número en voz alta. Atrapando
mi reflejo en los espejos alineados contra la pared, vi el tatuaje grabado por
la fuerza en mi espalda por los guardias. Cayendo al suelo, empecé con unas
pocas repeticiones de flexiones.
Cuando los pies de Viktor aparecieron en mi vista, me detuve
brevemente para decir:
—Raze. El único nombre por el que he sido llamado es Raze. Porque
arraso13 con cualquier hijo de puta que se meta en mi camino.
82

13
Raze: en español, demoler, derrumbar, arrasar.
Nueve
Kisa

obornaste a los federales? ¿Se apuntan los grandes

—¿S
apostantes a las tres noches? —le pregunté a Talia a
través de mi celular, mientras salía del asiento trasero
del auto y me dirigía del interior del gimnasio de
entrenamiento hacia mi oficina.
—Sí y sí. Todo está preparado —dijo irritada. Talia era igual de
competente que yo en la organización de luchas nocturnas—. Nos sigue
faltando un luchador. ¿Qué hacemos con eso?
Me pellizqué mi nariz mientras me dejaba caer detrás de mi escritorio.
—Hoy me encargaré de eso. Yiv mencionó una incorporación, algún 83
gran loco misterioso que se mostró interesado, así que lo intentaré y seguiré
con este.
Talia ayudaba a Ivan con las finanzas, los patrocinadores y los
hombres que perseguían las deudas pendientes. Nunca asistía a las peleas.
Después de perder a su hermano hace años, no soportaba estar cerca de la
violencia y muerte.
—Bien —dijo Talia aliviada—. Ahora que todo está planeado, ¿cómo te
sientes después de la otra noche? Parecías callada anoche en la iglesia,
demasiado callada pensé.
Mi estómago se tensó ante sus palabras y suspiré, trazando los nudos
de la madera en mi escritorio con mi dedo.
—Estoy bien, Talia. Sabes por qué estaba callada. Tú también lo estabas.
Esa fecha... es demasiado duro... —hice una pausa y luego añadí—: Siento
como si mi corazón se rompiese más y más cada año. La gente dice que el
tiempo ayuda a sanar, pero es una tontería. El tiempo sólo hace que lo
extrañe más y ese dolor en el estómago, que ha estado aquí durante años,
sólo se hace más fuerte.
El profundo suspiro de Talia hizo eco en el teléfono.
—Lo sé. Odio ese día, cada año. Mamá nunca deja de llorar y papá
nunca ayuda, se esconde en su despacho. Siempre es un puto desastre y
todos me buscan para que lo arregle de alguna manera, como si pudiera
cambiar lo que hizo. Como si pudiera traer de vuelta de los muertos.
—Sí —afirmé, sin saber qué más decir.
Al otro lado de la línea no se escuchaba nada.
—¿Estás bien, Tal? —pregunté.
Podría jurar que escuché una inhalación, un desliz de emoción de mi
amiga normalmente fría como el hielo, pero Talia iluminó su voz
rápidamente a través de la línea.
—Siempre estoy bien, Kisa, siempre. Me conoces. Tengo la piel gruesa de
Rusia. Así que… —comentó, cambiando la conversación, como si nunca
hubiésemos hablado de ello—. ¿Has vuelto a ver al vagabundo que te
defendió? Sé que fuiste otra vez con el Padre Kruschev, ayer por la noche. —
Talia hablaba en voz baja, como si alguien pudiese estar escuchando
nuestra discusión y ella tratase de impedirlo.
Giré la cabeza, asegurándome de que la puerta estaba cerrada del
ocupado gimnasio. En ese momento, Talia entendió mi silencio.
—¿Qué pasó? —preguntó, con lo que parecía ser una pizca de emoción
en su voz—. ¡Conozco tus pausas de silencio, Kisa! 84
Tomando una respiración profunda, espeté:
—Lo vi de nuevo, ayer por la noche.
—¡Kisa! —reprendió Talia—. ¡No lo hiciste! Si Alik lo descubre... ¡Joder, va
a volverse loco!
Apreté los ojos en pánico y admití:
—Y le di diez mil...
Estaba segura de que una planta rodadora atravesó la oficina durante
el silencio de Talia a otro lado de la línea.
—¿Talia? —dije, sin saber si había colgado.
—Kisa... ¿qué demonios?
—Me salvó la vida. Me dijo que necesitaba los diez mil. No es nada para
nosotros, Talia. Lo sabes. Así que le di el dinero.
—¿Simplemente se los diste? ¿Sin preguntas? —preguntó Talia,
incrédula—. ¡Probablemente eran para drogas! —exclamó.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, rechazando su declaración.
—No…
—¿No? ¿Entonces sabes para qué lo quería? —me interrumpió.
—Dijo que era para... —Tragué saliva, sabiendo que sonaría
malditamente mal.
—¿Qué? —presionó.
Tomé una respiración profunda y continué:
—Venganza... —Dejé que esa palabra colgara en el aire. Incluso a
distancia, pude sentir la angustia de Talia; su preocupación por mi
seguridad y, posiblemente, mi cordura.
—¿Venganza? —murmuró—. ¿Contra quién, por el amor de Dios?
—No sé —susurré, sintiéndome tonta—. Pero yo...
—Pero tú, ¿qué?
—Le creí. Sentí que lo necesitaba. Simplemente hay algo sobre el chico
que me fascina. No puedo explicarlo. Me siento... atraída por él...
—Kisa! ¿Qué pasa contigo y este tipo? ¡Actúas como una loca!
¿Cómo podría explicarlo? ¿Cómo puede alguien explicar lo
inexplicable?
La imagen de él quitándose la capucha y revelando sus ojos, se había
repetido sin cesar en mi mente. Mi boca se abrió para decirle Talia que tenía 85
los mismos ojos que...
Pero me contuve. No podía hablar del hermano muerto de Talia. No
podía decirle que este hombre tenía los mismos ojos... ojos que hacían juego
con los míos. Incluso busqué la enfermedad esta mañana temprano, cuando
no podía dormir… heterocromía14. Era una anomalía común del ojo. Pero sus
ojos eran del color exacto de Luka, pero la ubicación de su anomalía, esa
mancha de mi azul en el iris superior izquierdo...
¡Cristo! ¡Tal vez estaba volviéndome loca! Las presiones de vivir esta
vida me estaban rompiendo.
—¿Kisa? —La voz de Talia era más suave ahora—. ¿Esto por lo de
casarte con Alik? ¿Actúas así porque los planes están empezando a
convertirse en realidad? ¿Estás segura de que es lo que quieres?
Una risa nerviosa burbujeó en mi garganta mientras la voz de Talia se
iba apagando y, extrañamente, mis ojos se llenaron de lágrimas.
—No tengo otra opción, Talia. Sabes que es verdad. Es el matrimonio
perfecto, uno que mi padre y todo el Bratva se asegurarán de que suceda. Es
sólo que...

14
Heterocromía: Anomalía en los ojos, en la que los iris son de distinto color, total o
parcialmente.
—¿Qué? —preguntó Talia.
Una lágrima salada se deslizó por mi mejilla. Me la limpié,
regañándome a mí misma
—Siempre soñé que me casaría con...
—Luka —respondió Talia con simpatía.
—Lo sé. Soy estúpida. Tengo veinticinco y actúo como una niña.
—No —dijo Talia en voz baja—, sólo tienes el corazón roto. A veces,
nunca se curan. Pero...
Me mordí el labio inferior para impedir sollozar en voz alta.
—¿Qué? —susurré.
—A veces, cuando un corazón se rompe, deja entrar la luz.
—Tal. —Lloré en silencio, permitiendo que, esta vez, mis lágrimas
fluyan.
—Mira, Kisa, sé lo que sentías por mi hermano. —Sollozó, y continuó—:
Él también te amaba. Era como si sólo estuviesen en el mundo del otro.
Nadie más existía. Era extraño para personas tan jóvenes.
86
Mi corazón se desplomó de nuevo.
—Pero tengo que dejarlo ir. Tengo que casarme con Alik. Eso es lo que
estás diciendo, ¿verdad?
—¡No! Quiero decir, sí. Quiero decir... —Talia se aclaró la garganta—.
Tienes que seguir adelante, para tu propia felicidad; pero no es ningún
secreto que no me gusta Alik. Es demasiado posesivo contigo, Kisa. Él... él me
asusta. Estoy asustada, por ti.
Mi cuerpo se tensó, sintiendo la necesidad de defender Alik, de
protegerlo.
—Pero me necesita, Tal. No lo superaría si no me tiene. Imagínate de lo
que sería capaz si no estuviese cerca para calmarlo.
—Sabes lo jodido que suena, ¿no? —respondió Talia abatida.
—Pero no lo hace menos cierto. Esto es todo lo que conozco desde hace
tanto tiempo. Ya no sé cómo estar sin él.
Talia suspiró.
—Está bien, Kisa. Eres lo suficientemente mayor como para tomar tu
propia decisión.
Asentí, aunque no podía verme.
—Bien, bien, tengo que seguir trabajando. Los Chechenos van a acudir
esta temporada. Eso significa mucho dinero, Kisa, lo que quiere decir que no
puede haber cagadas. Mantenme informada sobre el nuevo luchador.
Tenemos poco tiempo. Papa está preocupado.
—Lo haré. Hablamos más tarde, Tal.
Colgué el teléfono y me recosté en la silla. Llamaron a mi puerta.
—¡Pase! —grité.
Yiv asomó la cabeza por la puerta.
—Señorita Volkova, tenemos a la gran incorporación. Está entrenando
con Viktor ahora.
Una enorme sensación de alivio me atravesó cuerpo y agarre mi
pluma.
—¡Gracias a Dios! ¿Tenemos un nombre?
Yiv se encogió de hombros.
—Viktor dijo que se hace llamar Raze.
Mis ojos se levantaron del papel y le fruncí el ceño a Yiv.
87
—¿Raze?
—Dijo que no tenía un nombre. Sólo se llama así mismo Raze. —Yiv
abrió la puerta—. Está en las pesas ahora si quieres hablar con él.
Asentí y lo agregué a la lista, en el nivel más bajo. Los novatos, sin la
aprobación de mi padre, hacían las primeras rondas, las luchas por menos
dinero. No era raro que los luchadores no tuvieran nombre, a veces preferían
utilizar un alias. Las únicas personas lo suficientemente locas como para
luchar hasta la muerte eran los homicidas, asesinos en serie, aquellos que
tenían que saldar una deuda con sus patrocinadores o los que estaban
realmente jodidos. Estaba seguro de que Alik entraba en algunas de estas
categorías... lo que, en sí mismo, era un pensamiento inquietante.
Sintiendo que necesitaba un paseo, decidí a ir a ver a este nuevo
luchador. Abriendo la puerta, pasé por la pequeña y privada sala de pesas
donde entrenaban los luchadores. Estaba orgullosa de la calidad de los
concursantes de este año. Los hombres eran más despiadados y brutales que
cualquiera de los que había sido capaz de conseguir en los últimos años.
La reputación del Campeonato Dungeon crecía año tras año en el
oscuro mundo de los cuadriláteros de apuestas ilegales. El Dungeon tenía
más prestigio que nunca, lo que equivalía a más dinero. El hecho de que los
Byki de mi padre estuviesen aquí día y noche, hasta que el gimnasio
cerraba, rodeando las paredes del gimnasio, empuñando sus AK; lo decía
todo sobre el estado mental de la cosecha de luchadores de este año. Papa
no quería cualquier pre-pelea realizándose, no más muertes tempranas, lo
que sucedía cada año. Y definitivamente no quería que yo estuviera en
peligro y viendo lo que algunos participantes habían hecho en el pasado,
bueno, era una posibilidad real.
Con la cabeza agachada, por culpa de las miradas lascivas de los
luchadores, me dirigí a la habitación de atrás, donde el novato estaba
entrenando. Al oír el sonido característico de gruñidos y el metal contra
metal de pesos resonando, entré. Fui recibida con la visión dominante de la
espalda de un gran hombre, llena de cicatrices y quemaduras, marcas de
color rojo y piel blanca levantada. Tenía un enorme tatuaje a través de sus
grandes omóplatos, que decía: RAZE.
El nuevo luchador estaba levantando pesas, sus músculos rasgados y
cortados tensándose y flexionándose. Estaba en muy buenas condiciones.
Un añadido perfecto para el Dungeon.
Viktor me vio caminar. Se apartó del luchador, anotando sus
repeticiones en un portapapeles, para saludarme.
—Señorita Volkova —dijo Viktor, poniéndose a mi lado mientras yo
seguía mirando al tal Raze. 88
El luchador no paró de levantar las pesas, y yo no deje de mirar. Traté
de abrir la boca para decirle algo a Viktor sobre el progreso del luchador,
sus estadísticas, si sería bueno en la jaula, qué arma había elegido; pero me
quedé muda viéndolo levantar un peso tan increíble con una intensidad
feroz. Mis muslos se tensaron cuando sentí la humedad entre mis piernas.
Aclaré la garganta y me pasé una mano por la frente. No tenía ni idea
de qué me pasaba últimamente, pero desear a otro hombre no era... normal.
Me estaba convirtiendo en una puta.
Viktor me dio un codazo y me tendió el portapapeles para que lo leyera.
Mientras estudiaba las estadísticas de Raze, me quedé estupefacta. Miré a
Viktor, quien levantó las cejas y asintió. Sólo había otro luchador que
trabajase tan duro… Alik.
Examiné sus tatuajes y cicatrices, que cubrían toda la espalda de este
hombre. Me estremecí con algunas de las imágenes: sonrientes payasos
malvados, lo que sólo puede ser descrito como letras satánicas y
demoníacas en la palabra RAZE. Simplemente su nombre tatuado me decía
la clase de hombre que era: letal, implacable, un asesino nato. Pero fue el
tatuaje que estaba debajo el que me fascinó: lo que parecía ser cientos y
cientos de marcas de conteos cubrían la parte inferior de su espalda,
continuaban por los costados y, supuse, por encima de su estómago.
Tragué saliva cuando especulé sobre su significado. Muertes. Eran las
personas que había matado.
Una extraña sensación se deslizó en mi estómago al pensar en ello por
primera vez. Era alguien que podía rivalizar con Alik. Alik era tan fuerte e
infalible en la jaula. Nunca había pensado que pudiese perder un combate,
la posibilidad ni siquiera se me pasó por la mente. Pero este tipo, al menos
según el papel, en realidad podría ser un verdadero contrincante.
Tenía que contárselo a Papa. Raze no pertenecía a las posiciones
inferiores. Si luchaba tan bien como ejercitaba, debía ser un luchador
principal. Sería bueno si pudiéramos tener una idea acerca de su pasado, la
historia detrás de su nombre.
—Raze? —lo llamó Viktor mientras anotaba algo en mi libreta y
escuche el ruido de una pesa cayendo al piso—. Necesitas conocer a la
señorita Kisa Volkova. Maneja las cosas por aquí, en nombre de su padre.
Maneja todo el espectáculo.
Raze se volvió hacia mí, se sentía como si soplase un viento del norte.
Atrajo mi atención. Garabateando la última nota sobre el papel, alcé la
mirada; para ver un hombre musculoso, destrozado y roto, de pie, goteando
sudor salado en el suelo. Sus ojos estaban abatidos, tenía grasa de color 89
negro debajo de cada uno, para camuflarlos. Pero al igual que un hechizo,
deseando que levantase la mirada; elevó la cabeza y me encontré mirando a
un par de ojos marrones, el iris izquierdo manchado con un toque de azul...
mi azul, el color de mis ojos...
—¿T… tú? —susurré mientras lo miraba absorta.
Era él. ¡Él! Con su metro noventa y cinco de altura y sus cien
kilogramos. Su piel bronceada cubierta de cicatrices, marcas y tatuajes
sádicos. Vi el destello de reconocimiento en sus ojos; pero en un segundo, su
mirada estaba entumecida de nuevo, como si me estuviera bloqueando,
como estuviera bloqueando todo, excepto la rabia que mantenía oculta. Me
quedé sin aliento mientras sus abdominales y pectorales se tensaron bajo
mi escrutinio, sus abultados muslos apretados ante mi atención y sus
hombros bailaban mientras su mandíbula se tensaba cuanto más lo miraba.
¿Y su cara? Por fin, pude estudiar su rostro a la luz, y Dios mío... era
hermoso. Sin querer, mis labios se abrieron de deseo y un silbido silencioso
se escapó. El rostro severo de Raze estaba cubierto por una incipiente barba
oscura. Tres grandes cicatrices estropeaban su piel curtida, una en su
mejilla, otra en ángulo por su frente y la última bajo su ojo izquierdo. Pero
no lo hacía menos atractivo. No, Raze no podría ser descrito como atractivo.
Áspero, crudo, oscuro, peligroso, intimidante... todo lo contrario a atractivo.
Pero, aun así, no podía apartar la mirada de él.
Y esos ojos marrones con un toque de azul miraban tan fervientemente
mi pecho, un pecho que jadeaba un poco demasiado duro, revelando el
efecto que causaba a mi cuerpo traidor. Mis pezones se pusieron erectos,
demasiado sensibles contra el material de mi blusa. El roce de la tela envió
sacudidas de placer hacia mi clítoris y tuve que reprimir el impulso de llevar
mi mano a mi coño, o de palmear la carne de mis pechos.
Entonces, un pensamiento se abrió paso en mi trance, a través del
hechizo infernal en el que me encontraba. Le había dado diez mil. Fue quien
pagó para entrar. Le había dado el dinero para que lograse su venganza… y
había comprado un lugar en mi Dungeon.
—Viktor, déjanos solos —pedí con demasiada dureza, mi demanda
encontrándose con el silencio.
Me quedé mirando a Raze, que me devolvió la mirada, la tensión era
palpable entre nosotros.
—Viktor, vete —ordené nuevamente.
—Señorita. Kisa…
—¡Viktor! ¡Vete! —grité.
Oí a Viktor suspirar y salir de la sala de entrenamiento, dando un 90
portazo.
El corazón me latía como un tambor en el pecho, tan fuerte que temía
que Raze pudiera oírlo desde los pocos metros que nos separaban. Su
imponente complexión era intimidante, su escalofriante mirada fría, tuve
que reprimir el impulso de pensar en Luka.
Este hombre no es Luka.
Mirándolo fijamente, pregunté:
—¿Por qué estás aquí?
Los ojos de Raze se dilataron y sus labios se apretaron, pero no hubo
respuesta.
Ira corría por mis venas y acercándome más, observando su musculoso
pecho tenso, espeté:
—¿Por qué?
Un gruñido salió de su garganta y se acercó a mí. Hasta que todo lo que
olía era el fresco olor de la nieve de su piel, mezclado con el olor del
entrenamiento.
Di un grito ahogado cuando la enorme figura de Raze se cernió sobre
mí, haciéndome tropezar hacia atrás hasta que mis hombros chocaron
contra la pared. Encontré mi mirada con la suya y contuve la respiración.
Sus ojos castaños se oscurecieron mientras me miraba y su rostro se puso
rojo.
—Raze…
—Venganza. —Los músculos y venas de sus hombros se abultaron en
sintonía con su respuesta.
—¿Contra quién? —susurré, mirando una pequeña gota de sudor correr
desde el fondo de su garganta hacia su pecho, antes de volver a centrar mis
ojos en su boca. Sus labios estaban llenos, el arco de su cupido bien definido.
La palma de Raze se estampó contra la pared por encima de mí,
enjaulándome; y agachó aún más la cabeza, mis pechos agitados por la
proximidad. Aspiró profundamente, bebiendo mi olor. Su rostro se sonrojó y,
por un momento, sus ojos se cerraron, un ceño fruncido apareció en su
frente.
Raze comenzó a temblar, sus músculos retorciéndose, y pude ver una
tormenta en su expresión mordaz cuando sus ojos se abrieron de golpe.
—¡Contra el hombre que mintió. Que me traicionó. Que me condenó. Y
me convirtió en esto! —Se echó hacia atrás, golpeándose el pecho.
Raze se acercó a la bolsa de boxeo y le dio un puñetazo con tanta 91
fuerza, que la pesada cadena del techo tembló. Raze empezó un ritmo más
corto, de ida y vuelta, ida y vuelta, y me quedé inmóvil contra la pared, sólo
mirándolo.
—¿En qué? ¿En qué te convirtió? —pregunté con cautela e
inmediatamente lamenté la pregunta cuando Raze parecía exudar
resentimiento. Escalofríos corrieron por mi espalda.
Raze se detuvo en seco y pasó sus manos vendadas por su cara. Al
instante, prestándome atención, me dijo:
—Este asesino. Este monstruo que necesita sangre, que tiene que matar,
mutilar, masacrar.
Mis manos temblaban ahora, mi mirada fija en las marcas de conteo.
Raze, obviamente, notó mi mirada. Moviéndose hacia la banca, recogió una
manopla de acero; parecía muy usada, sin embargo, las hojas afiladas
brillaban bajo las luces fluorescentes. Un gemido escapó de mi boca.
Raze fue en mi dirección, deslizando la manopla en su mano y me puso
en su mira. El miedo me congeló en el lugar. Traté de ahogar un grito. Raze
no se detuvo hasta que estaba casi encima de mí, con los puños apretados a
los lados. Con la derecha cubierta de acero, señaló su abdomen, que estaba
cubierto de desiguales y desordenadas marcas de conteo.
—Mis matanzas —anunció fríamente, su voz sonaba como si hubiera
tragado vidrios rotos.
El miedo que albergaba muy dentro, se intensificó. Me concentré en su
boca y su cara, no vi nada más que rabia. Era como si todas las emociones, a
excepción del odio, hubiesen sido expulsadas. No había ningún rastro
evidente de humanidad en sus ojos... pero esos ojos... ¡esos ojos!
—Más de seiscientos —añadió Raze de repente, arrastrándome de
vuelta a el aquí y el ahora.
Seguí el rastro de su mano y me di cuenta de lo que había dicho.
—¿Seiscientos? —di un grito ahogado.
El labio de Raze se levantó en una sonrisa sin humor. Apretó la mano
que sostenía la manopla y oí como estallaban los nudillos cuando se inclinó.
—Más.
Los pies de Raze avanzaron de nuevo, levantó la manopla y la llevo
hacia mi mejilla. No podía respirar, ya que el metal se desvió más cerca de
mi piel. Para después ver a Raze arrastrarlo por su pecho desnudo y
abdominales por el conteo de tres marcas.
92
Goleando la manopla contra su piel, la sangre comenzó a gotear y la
arrastró hacia abajo, creando una desagradable línea desigual. En todo el
tiempo, no quitó sus ojos marrones de los míos. Tenía ganas de llorar. Quería
que dejara de hacerse daño. Quería mirar esos ojos y fingir que estaba aquí
con Luka. Mi amable, hermoso Luka, ojos marrones con una mancha azul
que hacía juego con los míos.
Pero este hombre, este Raze, estaba jodido. Demasiado jodido.
No era mi Luka, no importa lo mucho que lo deseara.
Al soltar la manopla de su torso, Raze dirigió su mano en mi dirección y
me estremecí. Levanté una mano, la que sujetaba mi libreta y bolígrafo, para
protegerme la cara. Me quitó el bolígrafo. Raze colocó el plástico entre sus
dientes y lo partió por la mitad, escupiendo fragmentos en el suelo. La tinta
empezó a gotear sobre su piel. Guiando la pluma rota hacia el nuevo corte,
Raze hizo una incisión a lo largo del tajo y frotó la tinta sobre la herida
abierta.
—¡Raze! —chille.
Luché contra el impulso de quitarle la pluma de las manos. Pero Raze
pronto la soltó y, bajando su boca a mi oreja, dijo:
—Otra matanza... tu matanza, en la que asesiné por ti.
Mientras tragaba mi sorpresa, Raze retrocedió. Echó la manopla de
nuevo a la banca y, regresando a su lugar anterior, levantó las pesas y
continuó con su rutina.
Golpeando mi pecho, trabajé en mi respiración. ¿Qué demonios había
pasado? ¿Quién era este hombre?
Agarrando mi portapapeles, justo cuando estaba a punto de salir, una
pregunta salió de mis labios.
—Exactamente, ¿de quién quieres vengarte?
Raze paró, sólo por momentos, y, sin mirarme, pronunció:
—Durov. Alik Durov de Brooklyn, Nueva York. Venganza. Matar.
Escalofríos recorrieron mi espalada cuando silbó ese nombre como si
estuviera escupiendo veneno. Huí de la habitación, ignorando a Viktor, que
estaba apoyado contra la pared a las afueras, y cerré la puerta de mi oficina.
Girando la llave de la cerradura, me aseguré de que nadie pudiera entrar.
Metí la mano en mi escritorio, tomé mi celular y llamé a Talia...
mandándome directamente al correo de voz.
Cuando el pitido sonó, grite:
93
—¡Talia! Llámame. Es urgente. Tenemos que hablar.
Cerrando mi celular de golpe, me senté detrás de mi escritorio, mi
mente empezando a reproducir lo que acababa de suceder. Raze era un
perturbado. Frío. Sin sentimientos... Y me atraía loca e irrevocablemente. Su
olor a nieve fresca, su rostro de aspecto duro y salvaje, su cuerpo desgarrado
y cortado... sus músculos, sus tatuajes... la forma en que gruñía cuando
hablaba, pero...
Eran los ojos. Estaba perdiendo la cabeza por esos ojos.
Y quería vengarse de mi novio. Conociendo a Alik, podría ser por
numerosas cosas. Alik había construido un ejército de enemigos en los
últimos años.
¿Y si él mataba a Alik? ¿Y si este año Alik perdía?
Esperé a que la tristeza o el dolor aparecieran, pero sólo me sentía
entumecida.
—¡Por el amor de Dios, Kisa! —me reprendí a mí misma, sintiéndome
excitada al pensar en Raze, en los imposibles.
Sin embargo, todavía me encontraba abriendo el primer cajón de mi
escritorio. Excavando bajo los archivos, mi mano encontró un borde frío de
metal. Asegurándome de que las persianas estuvieran cerradas, saqué el
viejo marco sin brillo y me quedé mirando la imagen en el interior, pasando
mis manos sobre el cristal.
La imagen era perfecta: dos niños, una niña, un niño y una playa de
verano. El brazo del niño sobre los hombros de la niña mientras sonreían a
la cámara. Los ojos de ella eran de color azul claro, los ojos del niño del más
rico marrón, pero el iris izquierdo estaba manchado con la luz azul de la
niña.
Hacían juego.
Dios los hizo así para que pudieran reconocer que estaban destinados
el uno al otro cuando nacieron, por lo que siempre se encontrarían entre sí,
sin importar donde estaban en la Tierra.
Miré hacia arriba y me quedé mirando la puerta, imaginando esos
mismos ojos en el asesino de otra habitación de mi gimnasio... ¿Raze?
¿Luka? Una sensación de calor se apoderó de mí ante la posibilidad. Pero no,
seguramente era...
¿Imposible?
Era imposible... ¿no?
Mi celular sonó. ¡Talia! 94
Hojeando mi celular abierto, suspiré y dije:
—Talia... creo que la cagué.
Diez
Raze

M
is músculos dolían con el peso de las mancuernas, la
adrenalina todavía bombeando a través de mis venas.
Uno…
Esos ojos.
Dos…
Esa sonrisa.
Tres…
Ese rostro.
95
Cuatro…
Esas tetas.
Cinco…
Lanzando las mancuernas pesadas en el suelo, pisoteé en la banca, me
deslicé en mis manoplas, y me dirigí al poste encuadernado de cuero.
Trabajé en mis golpes, esa jodida sensación eufórica de los pinchos cortando
en el poste tomando el control.
Visualicé un torso, un rostro, el jodido rostro de culo engreído de Alik
Durov; pero esa mujer, jefa de The Dungeon, su olor me envolvió, tirando de
mi intento de concentración. Finalmente, me detuve y me apoyé en el poste.
Negué con la cabeza mientras destellos de imágenes se agolpaban en mi
mente. Arena, clima caluroso, mis labios tocando los de otra persona. Pero
no podía distinguir los rostros, no podía recordar… Joder, ¡no quiero
recordar!
Tenía una meta. Una oportunidad de matar a Durov en mis términos,
en mi arena.
Dando un paso hacia atrás, levanté mis puños, pero el rostro de
Volkova otra vez estaba allí, en mi mente, sin moverse de mi jodida mente.
Mi polla se endureció. Me estaba volviendo loco con la necesidad de
correrme.
Esa mujer.
Desde que la había visto ser atacada, tenía que actuar. Tenía que
salvarla. Un instinto, un presentimiento me obligó a romper el cuello de esa
perra.
¿Y operaba el ring? ¡Ella jodidamente operaba a ese ring de muerte!
Gemí. Esos pezones, esas tetas firmes empujando contra su blusa.
Echando mi cabeza hacia atrás, apreté mis ojos cerrados. Nunca había
tenido a una mujer. Nunca me hundí en el agujero de una mujer. Nunca
besé los labios de una mujer. Pero esos labios, quería envolverlos alrededor
de mi polla.
Lucha. ¡Concéntrate en la puta pelea! Seguí diciéndome, pero mi polla
estaba palpitando, adolorida. El tatuaje nuevo, la señal de mi asesinato
reciente, pulsaba. Había matado por ella. Derramé sangre por ella… una
extraña, una desconocida.
Un rugido de frustración se construyó en mi garganta. Retrocediendo
mi puño, me sumergí en el poste, el cual se balanceó por la fuerza de mi
golpe. El cuero desgarrado y la madera debajo hecha astillas.
Arrancando mis manolas de acero, irrumpí en el baño y me encerré en 96
un urinario. Me apoyé contra la pared y arranqué mis pantaloncillos cortos
hacia abajo. Agarrando mi polla dura, empecé a bombear con fuerza,
jadeando ante la sensación.
Cerré mis ojos. El rostro de Volkova estaba allí, sus labios rosas
entreabiertos, sus ojos azules mirándome, sus pezones endurecidos, sus
muslos apretándose y su calor elevándose en su jodido hermoso rostro.
Gruñí mientras trabajaba con más fuerza en mí, las caderas
meciéndose adelante y atrás mientras me imaginaba inclinándola,
rasgando sus bragas, y hundiendo mi polla dura como una roca en su culo.
Era cálido y húmedo y estranguló mi polla como a un tornillo.
Suspiré ante la construcción de calor alzándose en mi polla. Mis bolas
se apretaron y, cerrando de golpe un puño contra la pared del urinario, me
corrí duro, el pecho sudando, la respiración jadeando rápido.
Abrí los ojos, me estabilicé y limpié mi corrida caliente con mi mano.
Dejé el urinario y me di cuenta de que Viktor merodeaba cerca del saco de
boxeo, una mirada curiosa en su rostro.
Caminando hacia la banca de pesas, me senté a horcajadas y me
recosté, agarrando las pesas. Viktor se aclaró la garganta.
Ignorando al comemierda, subí la barra y las pesas pesadas del atril
para empezar mis repeticiones.
Alguien, probablemente Yiv, golpeó la puerta y ordenó:
—Raze, aquí ahora.
Colocando el peso de nuevo en el atril, me puse de pie y caminé hacia el
gimnasio más amplio, mi mirada se estrechó y cayó al suelo. Allí vi a todos
los combatientes muriéndose por sacar sangre, como animales feroces
siendo contenidos por correas, de pie junto a los entrenadores, observando.
Entonces mi sangre se congeló cuando Durov se abrió paso entre la
multitud, sus ojos entrecerrados reparados en mí.
Me mantuve firme, luchando con la necesidad arrolladora de correr
hacia adelante y romper su cuello. Pero quería que su muerte fuera eterna,
realmente lenta, humillante. Durov chasqueó su cuello de un lado al otro.
Todavía no tenía recuerdos de cómo me había mentido, cómo me había
condenado al Gulag, pero no me importaba una mierda. Lo recordaría en su
momento. Cada fibra de mi ser me dijo que este capullo debía morir.
Alik se pavoneó deteniéndose justo frente a mí, sus pies descalzos
llegando a verse. Mantuve mi barbilla abajo mientras estudiaba cada
movimiento con mi visión periférica. Él estaba construido para la lucha de
combate a muerte. Pero yo estaba jodido. 97
—¿Eres Raze? —preguntó, y podía escuchar una sonrisa de suficiencia
tirando en sus labios.
Seguí mirando al suelo, mi silencio haciéndole dar un paso hacia
adelante.
—¿Qué te pasa, no puedes mirar al campeón? ¿El hombre que puede
matar a toda la mierda en esta competencia? —No reacciono, aunque mi
sangre hierve en mi interior—. Entra en la puta jaula —ordenó entonces Alik.
Uno de los entrenadores abrió la puerta de acero hacia el octágono y, sin
dudarlo, entré.
Me puse de pie en el centro y me preparé para un oponente. Alik movió
su barbilla en la dirección del combatiente oscuro a su derecha, un luchador
dos veces de mi tamaño, pero esto no me perturba.
—Entra con él.
El entrenador del peleador señaló la puerta y me mantuve inmóvil, mis
ojos permaneciendo fijos en el suelo, incluso mientras sentía la presencia del
luchador llenar la jaula.
—El Turco, campeón underground de China —dijo Alik—, vamos a ver lo
que tienes. El primer hombre en noquear, gana.
Apreté mis manos en puños justo cuando el Turco cargó, sus pies
grandes y pesados balanceándose en el suelo de la jaula. Incliné mi cabeza
para enfrentarlo, inmóvil, observando sus movimientos lentos con los ojos
apretados, mi mirada dividiéndose en su débil e inexperto ataque.
El Turco cargó contra mí y levantó su puño para golpear.
Agachándome, golpeé su riñón, entonces golpeé su mentón antes de que
incluso tuviera una oportunidad de reaccionar. Dándome la vuelta, me alejé
lentamente, los ojos de nuevo fijos en el suelo, mientras escuchaba al Turco
caer en el suelo, inconsciente.
Los otros combatientes se pusieron inquietos, una multitud de gritos
psicópatas, ansiosos de competir conmigo. Levanté la vista, seguro de que
Alik no podía ver mis ojos debajo de la grasa negra desde aquí.
Los ojos de Alik estallaron con ira. Se giró a un luchador de cabello
rubio y gritó:
—Eres el siguiente.
El rubio entró en la jaula mientras el entrenador del Turco sacaba su
culo noqueado. El rubio no me dio tiempo de prepararme. Corrió hacia mí
con toda su fuerza. Cuando estaba a punto de derribarme, giré rápidamente.
Agarrando su cuello, utilicé su impulso para estrellar su cráneo grueso en el
metal rígido de la jaula. Entonces me obligué de nuevo a embestir su nariz 98
con mi rodilla. El tipo se desplomó en el piso con un charco de sangre ya
formándose.
Erguido, limpié la sangre de mis manos en mi torso. Capturé un vistazo
de Durov echando chispas en el lugar. Vi su mirada dispararse a su
izquierda. Seguí su línea de visión y mi mirada se posó en Volkova, que
había salido de su oficina. Su rostro, delatando conmoción, captó la escena.
Después sus grandes ojos azules se encontraron con los míos, una vez más
los fijé en el empuje que pulsaba entre nosotros.
El movimiento de un lado capturó mi atención de nuevo a Durov, quien
estaba corriendo a toda velocidad hacia la jaula. Mis músculos se apretaron
mientras me preparaba para su ataque. De repente, una ovación ruidosa
desde el fondo de la sala paró en seco a Durov.
Un hombre canoso se adelantó. Llevaba un largo abrigo negro y un
traje, sus ojos entusiasmados en ningún momento apartándose de mí. Durov
palideció cuando el hombre dio un paso adelante. Me miraba fijamente,
apretando los dientes con frustración y con las venas de su pecho bailando
bajo su carne.
También me quería muerto.
Jodidamente perfecto.
—Alik, no te atrevas a pensar en meterte en esa jaula —dijo el hombre,
después miró a Volkova y mi sangre empezó a bombear—. Kisa, ven —
ordenó.
Kisa…
Kisa inclinó su rostro ruborizado, se acercó y se quedó a su lado.
—¿La negociación? —preguntó, sus ojos fríos bebiendo en mi forma
inmóvil. Sus ojos se entrecerraron mientras se enfocaba en el número 818
tatuado sobre mi pecho. Dejé caer mi barbilla, evitando el contacto visual.
—S… sí —tartamudeó Kisa.
Durov rugió y golpeó la pared más cercana, evidentemente perdiendo
su mierda. El hombre ni siquiera se estremeció, demasiado ocupado
formando una sonrisa en su rostro afilado. Este tipo exudaba poder; tenía
que ser el encargado, el jefe, el Pakhan Viktor había hablado de mierda sin
parar. El hombre más poderoso en Nueva York, despiadado, con quien no se
jodía.
—Va a estar en la lista titular —ordenó a Kisa. Asintió en acuerdo.
—¡Como la mierda que lo está! —retumbó Alik cuando se enfrentó al
Pakhan, su torso apretado con esfuerzo. Una quietud nerviosa se asentó en 99
el gimnasio mientras Alik echaba chispas en el lugar. Tan rápido como un
rayo, el Pakhan agarró la cara de Alik entre sus manos y lo empujó contra la
pared de malla de la jaula. Alik se estrelló en el metal, el cual tintineó y
gimió ante la fuerza del impacto.
—Me vas a mostrar un poco de puto respeto o me obligarás a levantar
mi mano y taladrarla en tu cráneo. —El Pakhan no levantó la voz,
manteniéndose frío y tranquilo.
Siempre había encontrado que los silenciosos son los oponentes más
peligrosos.
—¿Lo. Entiendes? Ésta es mi jaula, mi negocio, y aprenderás
jodidamente a obedecerme.
Alik asintió y el Pakhan dio un paso hacia atrás. Ajustó su abrigo como
si nada hubiera pasado, sus ojos azules fijos en mí.
—Baja aquí —exigió.
Abrí la puerta de acero de la jaula y me acerqué a él. Sus ojos
evaluando cada paso hasta que me puse de pie delante de él, dejando caer la
cabeza. El Pakhan me rodeó, sus manos probando mis músculos como si
fuera una tajada de carne, y asintió en aprobación.
—Me gustó lo que vi en la jaula. Serás el titular, y me vas a hacer un
montón de dinero. —Giró hacia los tres hombres grandes que lo rodeaban,
pero no antes de agacharse para besar a Kisa—. Hablaremos más tarde.
—Sí, Papa —dijo obedientemente. Después él lanzó una mirada oscura a
Durov, quien todavía tenía que moverse de su posición en la jaula.
En cuestión de segundos, el Pakhan abandonó con arrogancia el
gimnasio, y Yiv gritó para que todos volvieran a entrenar. Pero podía oler a
Kisa de nuevo, su dulce olor llenando mi nariz y endureciendo mi polla. Ella
tampoco se había movido, sus ojos azules mirando a los míos. Podía sentir
su calor. Su calor. Su tirón en mí. Parpadeé mis ojos hacia ella sólo por un
momento.
—¡No la mires de nuevo o voy a tallar tus ojos en tu cráneo! —amenazó
Durov cuando pasaba junto a mí.
Durov se detuvo al lado de Kisa y agarró su cuello, Kisa gritó ante su
movimiento. Cada cuerda de músculo se tensó cuando la tiró en su pecho,
retorciendo su cabello y tirando su cabeza hacia atrás mientras tomaba su
boca en la suya, lágrimas de terror cayendo de sus ojos.
Una imagen de una jovencita siendo retenida, llorando, daba vueltas en 100
mi mente, y un chico lanzando un puñetazo a otro, protegiéndola, siguió,
pero se evaporó cuando Alik apartó la boca de Kisa y la arrastró a su oficina
por el cabello, Kisa disculpándose con él en cada paso del camino hasta que
se cerró la puerta de la oficina.
Mi estómago se apretó mientras se apoderaba de mí un ataque de celos.
Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no irrumpir en la oficina y
rasgar a Durov de los labios de Kisa. Incapaz de quitar mi mirada de la
puerta de la oficina, escuché gritar a Kisa mientras era golpeada contra la
ventana de cristal, las persianas separándose lo suficiente para ver a Durov
desgarrando sus pantalones cortos hacia abajo, lamiendo la palma de su
mano, ahuecándose entre sus piernas. Cuando los ojos de Durov se
encontraron con los míos, brillaba una posesión enloquecida, y embistió su
polla en Kisa, agarrando sus mejillas, justo como el Pakhan lo había hecho
con él.
Manejé el odio venenoso que infundía en mi cuerpo, apenas. Algo
dentro de mí se rompió. La imagen del muchacho golpeando a otro empezó
a sentirse demasiado real. Di un paso adelante, con la intención de arrancar
la puta cabeza de Durov, cuando una mano aterrizó en mi brazo y me
detuvo en seco.
Levantando la vista hacia los dedos regordetes envueltos alrededor de
mi muñeca, vi el rostro asustado de Viktor mirándome.
Arrancando su mano de mi piel, lo empujé atrás hasta que se tropezó.
Pasé encima de él y espeté:
—¡No te atrevas a tocarme otra puta vez!
Viktor tendió las palmas de sus manos en sumisión y, cambiando de un
pie a otro, señaló nerviosamente para que lo siga a la sala de entrenamiento
privada. Sin lanzar una mirada de nuevo a la oficina, seguí a Viktor,
caminando por el espacio de la sala de entrenamiento mientras cerraba la
puerta.
—Te voy a decir algo importante antes de que consigas matarte. Alik
Durov es el heredero de la Bratva, y Kisa Volkova es su prometida, la única
hija del Pakhan.
Las palabras de Viktor sólo avivaron mi ira. Durov era dueño de Kisa.
Era suya. No me gustó escuchar eso. Joder, me sentí jodidamente loco al
escuchar ese hecho.
La quería. No tenía ninguna razón, no tenía idea de quién era la mujer
o por qué me sentía atraído por ella… por qué estaba jodiendo mi
entrenamiento, pero la quería.
Quería a la polla de Durov fuera de ella con una intensidad feroz. Me 101
estaba volviendo jodidamente loco ante el pensamiento, el breve vistazo de
ese gilipollas follándola. Su culo me pertenecía; no podía haber otra
explicación. Su dulce aroma, su hermoso rostro… sus ojos azules me
llamaban para protegerla.
Un dolor abrazador y candente cortó a través de mi cabeza, haciendo
que mis ojos se cierren de golpe. Mientras trataba de respirar a través del
dolor punzante de la cabeza, su intensidad me obligó a arrodillarme.
Tienes que alejarte de Alik. Está obsesionado contigo y es peligroso.
Arena.
Sol.
Un chico.
Una chica.
Sentimientos.
Sentimientos extraños se agarraron de mis entrañas, haciéndome
sentir, perforando la sensibilidad.
¿Recuerdos…?
—¡Raze! ¡RAZE! ¿Puedes jodidamente escucharme?
Parpadeando duro, mi visión regresó lentamente y me quedé sin
aliento. Viktor se había dejado caer en una rodilla delante de mí.
—¿Estás bien, hijo?
Respirando ininterrumpidamente a través del ahora dolor decreciente,
succioné una respiración profunda y siseé:
—¡No soy tu maldito hijo!
—Mira —Viktor susurró con exasperación—. Mantente alejado de Kisa.
Mantente alejado de Durov hasta que te encuentres en la jaula con él. No
jodas con la Bratva Volkova. A todos los rodea la muerte.
Exhalando lentamente, expresé:
—Yo soy la muerte.
Miré a Viktor desde el rabillo de mi ojo y palideció. Después su mirada
cayó sobre el número en mi pecho. Mis pectorales se apretaron como si la
tinta estuviera quemando mi piel. Mi cabeza se inclinó hacia un lado
mientras veía a Viktor tragar saliva.
—¿Qué? —espeté y agarré la camisa de Viktor.
—¿De dónde vienes? —preguntó con un borde nervioso en su voz. 102
—De muy lejos —dije, recordando el lugar que la guardia me había
dicho que estaba basado el Gulag.
Gotas de sudor corrían por la cabeza de Viktor y bajó sus ojos. Mi labio
se curvó ante este patético hombre débil con el que había tenido que cargar
y me puse de pie. En cuestión de minutos, estaba enfrente del espejo, el poder
presionando, mientras Viktor descorchaba una botella de vodka detrás de
mí, se desplomó en una silla, y bebió hasta quedarse dormido. Con cada
pulsación de ciento trece kilogramos de peso, escuché a Kisa llorando
mientras Durov la follaba, veía la sonrisa de suficiencia de Durov mientras
se estrellaba contra ella, lamiendo su palma para que lo viera.
Horas más tarde, cuando todos se habían ido del gimnasio y las luces
se apagaron, me arrastré de donde había estado escondido en el baño y me
agaché en la colchoneta de entrenamiento en mi sala de entrenamiento
privada. Este gimnasio ahora sería mi hogar, hasta que Durov estuviera
muerto.
Mientras cerraba los ojos, el rostro de Kisa apareció a la vista, y la voz
de un jovencito empezó a resonar en mi mente…
Tienes que mantenerte lejos de Alik, Kisa. Está obsesionado contigo y es
peligroso…
Mis ojos se abrieron bruscamente y una imagen rota se fijó en su lugar.
¿Kisa? El chico en mi memoria había dicho Kisa.

103
Once
Kisa

L
a Mazmorra estaba llena. Los hombres, sedientos por hacer
apuestas altas, se derramaban en el túnel que conducía al
húmedo almacén subterráneo en los muelles de Brooklyn. Este
lugar estaba bien oculto de las personas normales que les
gustaba pensar que nada siniestro sucedía en frente de sus
narices. Personas que creían que las peleas organizadas hasta la muerte
eran ficción, fantasías de la televisión. Eran felices en su ignorancia de mi
realidad.
Pero la gente de aquí, ahora, eran criminales, la escoria de la sociedad.
Venía aquí cada día de cada semana, pero las próximas tres noches en La 104
Mazmorra eran para los combatientes de primera calidad, los hombres que
daban un espectáculo y morían. Lo daban todo, derramaban sangre y daban
su último aliento en este lugar.
La Mazmorra era lo que los Bratva conocíamos mejor. Esta era la
mayor banda de apuestas ilegales en la Costa Este.
Mientras que los Byki15 se alineaban en las afueras del sótano,
manteniendo el control, la jaula era el centro del escenario. Me quedé en la
trastienda, oyendo el ruido sordo de pies en el antiguo suelo de piedra. El
entusiasmo por la sangre derramada, la muerte, flotaba en el aire.
Los reyes rojos, mi padre e Iván, estaban en su cabina privada en la
parte trasera, ocultos a la vista, pero capaces de supervisar su empresa y ver
su dinero rodar. Abram debía estar con Alik. Siempre se mantenía cerca,
empujándolo, mandándolo, luego observando a su títere del otro lado de la
jaula.
Había ocho peleas esta noche, las últimas implicaban a Raze, después a
Alik. Ambos eran combatientes que luchaban fuerte, titulares. Esperaba
completamente que ambos ganaran, pero aquí en La Mazmorra, nada era
una apuesta segura. Alik era experimentado y lleno de confianza, ¿y Raze?
Bueno, Raze era un completo desconocido, pero el lugar estaba a tope con la

15
Byki: Guardaespaldas.
anticipación de verlo pelear. Papa le había dicho a Iván de su habilidad en la
jaula, e Iván lo había divulgado hasta el cansancio.
Raze había entrenado toda la semana, mi padre se convirtió en un
puesto fijo en el gimnasio para vigilarlo. Se estaba convirtiendo rápidamente
en el favorito de Papa. Ese hecho solo sirvió para poner a Alik aún más
furioso, más inestable, más posesivo. Abram no estaba contento con la
competencia recién llegada a su hijo tampoco.
¿Y yo? Me había vuelto completamente obsesionada con Raze. Lo veía
entrenar a través de las persianas de la ventana de mi oficina cuando Alik
no estaba en el gimnasio para atraparme. Mi cuerpo se prendía fuego
simplemente al ver su torso desnudo flexionándose y flexionándose
mientras levantaba pesas o peleaba en la jaula o corría en la cinta. Mi
corazón latía con fuerza y muchas veces me quedaba mareada. Tal era la
atracción que tenía hacia este hombre.
Todos mis pensamientos eran superados por él. Raze siempre era el
primero en el gimnasio y el último en salir por la noche. Era como si ni
siquiera se fuera. Tenía una meta: convertirse en el mejor luchador que
tuviéramos. Y para hacer las cosas aún peor, me miraba cuando nadie
observaba. Los hombres hablaban de Raze. De la forma en que nunca veía a 105
nadie a los ojos. De la ferocidad con la que entrenaba. Pero cuando pasaba
cerca, cuando tenía que hablar con los entrenadores, me miraba con esos
ojos marrones manchados de azul, siguiendo cada uno de mis movimientos,
como si solo me viera a mí. Sus músculos se tensaban cuando estaba cerca.
Sus fosas nasales estallan mientras inhalaba mi olor. Pero nunca hablaba.
Nunca se comunicaba. Solo observaba...
Siempre a mí, lo que provocaba que la piel de gallina se extendiera
como un reguero de pólvora en mi piel, evocando agitaciones familiares de
nervios y emoción en mi estómago que no había sentido desde que estaba
en mi adolescencia.
—Cinco minutos —dije bruscamente cuando llamé a la puerta del
primer luchador. El entrenador gritó que me había oído y caminé por el
pasillo hacia la habitación de Alik. Me necesitaba allí antes de cada pelea.
Había dicho que si no me tenía cerca, perdería la mente, no podría
concentrarse y no podría ganar. Dijo que necesitaba saber dónde estaba
para que pudiera mantenerme a salvo. La verdad era que no podía soportar
verme alrededor de otros hombres y La Mazmorra estaba llena de ellos. Era
más fácil ceder, hacer lo que decía y no estresarlo, lo cual podría afectar su
próxima pelea.
Me necesitaba. Era así de sencillo.
Mientras me acercaba a la puerta de Alik, un destello de movimiento
me llamó la atención. Vi a Viktor salir del cuarto de Raze más adelante. Me
detuve súbitamente. Raze estaría allí, solo. Era su primera pelea, y quería
que le fuera bien. Un retorcijón desgarrador de mi intestino casi me puso de
rodillas cuando lo imaginé perdiendo esta noche. Un dolor tan grave que me
dejó sin aliento.
¿Por qué estaba tan atraída por él? No lo conocía. Nada en él tenía
sentido para mí. Era salvaje e indómito, severo y animal. Sabía que no era
Luka, no podía ser mi Luka, pero un sentimiento muy dentro de mí decía que
siguiera presionando para averiguarlo.
Por supuesto que era irracional. Por supuesto que era una estupidez.
Por supuesto que era imposible. Pero cuando tu corazón está tan
profundamente involucrado, la lógica vuela por la ventana.
Miré el reloj y noté que era temprano; Alik no me esperaría hasta
dentro de cinco minutos más.
Cinco minutos.
Podría tener cinco minutos con Raze.
Asegurarme de que estuviera preparado para esta noche. Al menos esa 106
fue la mentira que me dije para excusar mi comportamiento errático y
peligroso.
Todavía no había visto a Raze hoy y mi pecho dolía a causa de ello.
Viktor lo había traído aquí del gimnasio. Alik me había encarcelado en su
habitación todo el día, follándome una y otra y otra vez. Una vez, me había
follado tan duro que mis muslos se habían lastimado y mi garganta estaba
dolorida de tanto llorar.
Alik me había hecho sangrar. Se estrellaba contra mí con tanta fuerza
que me hizo sangrar...
―¿Quieres follarlo, Kisa? ¿Crees que es mejor que yo, al igual que tu
papá? ¿Quieres follar al marica de Raze? ―había preguntado Alik,
empujando dentro de mí hasta que lágrimas de dolor salpicaron mis
mejillas.
―No ―había dicho llorando―. Nene, no. Estás viendo cosas.
Imaginando cosas que no son ciertas.
La boca de Alik cayó a mi oído y sus dedos se clavaron en mis mejillas,
obligándome a mirarlo a los ojos llenos de rabia.
―Él te mira, ¿sabías eso? No encuentra los ojos de nadie, como el puto
cobarde que es, pero te mira a ti. ¿Lo ves también? ¿Crees que puedes follarlo
y dejarme? ―dijo rugiendo. Mordió mi hombro mientras yo negaba con la
cabeza, tratando de decir que no.
Alik se metió dentro de mí en un frenesí, dejé que las lágrimas más
silenciosas cayeran.
―No vas a librarte de mí, Kisa. Soy tu dueño. ¡De cada centímetro de ti!
Estarás conmigo hasta el final.
Temblando por la memoria, aun sintiendo el dolor entre mis piernas,
actué por instinto y seguí a mi corazón en lugar de mi cabeza. Me dirigí
hacia la puerta de Raze. Una mano nerviosa se estiró para agarrar el pomo
de la puerta. Furtivamente, lancé una mirada más al pasillo vacío, abrí la
puerta y corrí al interior, bloqueando la puerta mientras lo hacía.
Cerré los ojos, la espalda apoyada contra la madera. Exhalé con alivio
porque Alik no me hubiera atrapado. Entonces sentí una presencia oscura,
dominante...
Raze.
Mis párpados se abrieron para encontrarme frente con su ahora
familiar amplio, tatuado pecho y torso lleno de cicatrices. Un olor a almizcle
asaltó mis fosas nasales, lo que provocó que mi coño se tensara 107
necesitadamente.
Seguí su piel bronceada con cicatrices hacia arriba, sobre pectorales
gruesos, hombros imposiblemente altos, a lo largo de una mandíbula
cuadrada, hasta un par de ardientes ojos marrones.
Ya estaba conectado a la lucha.
Bombeado con adrenalina.
—Raze... —susurré, pero las palabras se atascaron en mi garganta
mientras se apoyaba cerca, su nariz casi tocando la delicada piel entre mi
hombro y cuello. Raze levantó los brazos por encima de mi cabeza. Luego
inhaló, largo y lento. Mis ojos se estremecieron cerrándose y mis manos
encontraron la piel caliente de Raze, mis dedos dibujando círculos perezosos
alrededor de sus pezones, sintiendo un perno caliente correr hasta el ápice
de mis muslos.
Me estaba oliendo, un estruendo profundo en su pecho mientras
inhalaba mi perfume floral. La atención que me estaba dando era casi
primitiva... Neolítica. Era como si a Raze lo hubieran despojado de sus
modales, arrancado de la Edad de Piedra y despojado de cualquier límite.
Y nunca había estado tan cautivada, hipnotizada por nadie en toda mi
vida.
La nariz caliente de Raze se movió a un lado, su aliento cálido como
fantasma en mi rostro. La punta de su nariz volvió a mi oreja antes de que
sus labios carnosos se arrastraran por encima de mi lóbulo. Escalofríos de
placer me recorrieron la espina dorsal y cada célula de mi cuerpo.
Nunca me había sentido así antes. Nunca había sentido esta lujuria
abrumadora, este nivel consumidor de atracción instantánea... esta
necesidad cruda e insaciable de estar con un hombre. Era peligroso. Era
inquietante. Estaba prohibido. Y a pesar de que estaba mal, se sentía tan
perfectamente bien.
Moviendo mi cabello suelto, castaño y largo, con su afilada exhalación,
Raze dijo con voz áspera:
—No perteneces aquí. ¿Por qué estás aquí?
Como si un balde de agua helada hubiera sido arrojado sobre mi
cabeza, me sacudí tan rápidamente que la parte posterior de mi cráneo
golpeó la puerta de madera. Raze se retiró, pero solo una pulgada,
negándose a darme espacio para respirar. Se entretuvo en mi espacio
personal, desconcertándome increíblemente.
Su oscura mirada era fría, solo hecha más severa por el Ojo Negro 108
manchado debajo de sus ojos, aunque no había fuego en sus pupilas cuando
me miró. No estaba afectado por mí. Tal vez... solo tal vez sentía esta
poderosa conexión extraña conmigo también.
—Yo... vine a ver si estabas listo para tu primera pelea —le dije
nerviosamente.
Una pequeña contracción en su mejilla y el ligero estrechamiento de
sus ojos me dijo que mi pregunta no era bienvenida.
—Siempre. Siempre estoy listo. Siempre listo para matar.
Me armé de valor para mirar fijamente a sus ojos. Sabía que era
imposible, pero esos ojos eran tan, tan familiares, como si los hubiera
conocido toda mi vida. Mi mente se llenó de confusión, con esperanza, con
duda, con una necesidad irresistible de aprender más acerca de este hombre.
—Dime tu nombre real —le espeté.
El rostro de Raze instantáneamente se quedó en blanco, todo
sentimiento drenándose de sus rasgos. Dio un paso atrás y de inmediato
sentí su pérdida, fría sin el calor ardiente de su cuerpo.
Apartándome de la puerta, le dije:
—Raze, por favor. Eso me ha estado volviendo loca. Es estúpido... pero
necesito saber tu nombre. Me recuerdas... siento como si te conociera…
La cabeza de Raze se movió bruscamente y dijo:
—Ocho uno ocho.
Mi atención se redujo al gran tatuaje en su pecho. Confundida, tracé los
números con los ojos... 818.
—¿Ocho uno ocho? —le pregunté en voz baja, pero Raze oyó claramente
mi sutil susurro y se dirigió hacia mí.
Agarrando mis manos, tomó mi dedo índice. Mis ojos azules se fijaron
en sus ojos marrones y comenzó a trazar su gran tatuaje de 818 con
nuestras manos unidas. Me quedé sin aliento, mi corazón latiendo como un
tambor, como si estuviera tratando de liberarse y fundirse con el suyo.
El aire alrededor de nosotros era eléctrico, todas mis sinapsis
disparándose como balas. El ruido ambiental de la primera pelea se deslizó
en el silencio mientras mi carne encontraba la suya. La mirada de Raze se
volvió vidriosa, como si se hubiera sumido en otro mundo. Luego se inclinó y
su nariz estuvo de vuelta en mi pelo, inhalando mi olor, su mejilla sin afeitar
rozando mi garganta.
Con las manos todavía en su pecho, mis senos clamaron necesitados.
—Raze... —murmuré, sintiéndome en llamas con la lujuria, fuera de mi 109
cabeza gracias a mis exaltadas hormonas. No entendía este tirón. No
entendía por qué deseaba tanto, tan fuerte a Raze. Tan fuerte que casi no
podía resistir.
Raze inhaló profundamente y dijo:
—Todo en lo que puedo pensar cuando inhalo tu aroma es en arena... y
s… sol... y mar... —Negó con la cabeza y su rostro se torció con incredulidad,
un indicio momentáneo de vulnerabilidad en su expresión—. Pero nunca he
visto una playa, nunca sentí la arena bajo mis pies ni olí el mar... —Sus cejas
bajaron.
Cada fibra de mi cuerpo se congeló. Todo el aire escapó de mis
pulmones. Una tensión asfixiante se construyó en mi pecho mientras veía el
rostro de Raze pasar rápidamente a través de una gama de emociones. Me
quedé inmóvil.
¿Era la esperanza o la incredulidad asentándose en mi corazón?
Imposible.
Imposible.
Imposible, traté de decirme a mí misma, pero...
La arena, el sol y el mar... Luka, yo... Brighton Beach... ¡Dios! La playa, la
playa, el aire salado, el olor de la arena... Siempre me recordaba a Luka. Él
siempre me decía que le recordaba a mí... a nuestra caleta, a nuestro primer
beso...
Mis rodillas empezaron a temblar y retrocedí, solo para estirarme y
agarrar las mejillas de Raze, su enorme cuerpo se convirtió en piedra
mientras miraba a esos familiares e hipnóticos ojos chocolate.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué me dices eso? ¿A mí?
Los ojos de Raze se estrecharon y echó hacia atrás la cabeza, mis
manos se deslizaron de su rostro como hojas cayendo de los árboles en el
otoño. Esa misma actitud fría se apoderó una vez más de su rostro, el frío
que siempre llevaba, cualquier rastro de vulnerabilidad se fue. Raze comenzó
a pasearse por la sala como un animal salvaje encerrado en una jaula, como
un gato salvaje en cautiverio. Su cuerpo parecía ocupar todo el espacio de la
habitación y pude sentir su confusión, su agitación, crepitar en el aire que
nos rodeaba.
Sus ojos estaban fuertemente cerrados y su cabeza se movía
repetidamente como si estuviera luchando contra algo en su cabeza. Los
músculos de su cuello se tensaron como cables con el esfuerzo, ¿o era el
dolor?
110
¡Señor! Parecía estar sufriendo.
—No estoy aquí por ti, por recuerdos que no quiero. ¡Estoy aquí por
venganza! —gruñó, su lado más suave se fue, el asesino helado y aterrador
en su lugar—. Soy 818 y estoy aquí por mi venganza. Contra el hombre que
me mintió. Contra el hombre que me convirtió en esto.
Las palmas de sus manos se empujaron contra sus ojos y sacudió la
cabeza. Sus manos cayeron solo para volverse puños a sus costados. Luego
soltó un bramido frustrado.
La cabeza me daba vueltas.
¿Por qué pensaba en la playa? ¿Por qué sus ojos eran exactamente los
mismos que los suyos? ¿Por qué olía arena, sol y mar cuando estaba a mi
alrededor?
Sin pensarlo bien, salté hacia adelante y mantuve la cara áspera de
Raze entre mis manos. Busqué en sus rasgos afilados cualquier señal de
reconocimiento, pero bajo el espeso rastrojo de sus mejillas y su rostro lleno
de cicatrices y degradado, no pude encontrar ninguna.
—¿Cuántos años tienes? —le pregunté, conteniendo la respiración.
Raze se quedó quieto, las cejas fruncidas, como si su mente estuviera
envuelta en una espesa niebla.
—Yo... no lo sé. —Mi corazón gritó ante la mirada perdida en el rostro.
Su mirada parecía en pánico, incluso con miedo.
Me recordó a un niño pequeño en ese breve momento. En ese momento,
mi corazón se quebró y quería darle comodidad. Yo, una mujer, con ganas
de darle consuelo a este bruto y descomunal asesino. Pero ¿y si era Luka? ¿Y
si lo imposible se había hecho posible? El cuerpo de Luka nunca fue devuelto
a su familia para ser identificado, para ser enterrado...
Mi corazón empezó a correr más rápido a medida que todo tipo de
posibilidades giraban alrededor de mi cabeza. Y cuando la cabeza de Raze se
inclinó hacia un lado con confusión y frunció los labios, mi corazón casi
estalló frenéticamente...
―¡Luka, déjame en paz! ―le dije, cruzando los brazos sobre el pecho,
Luka reía detrás de mí, sus brazos envolviéndose alrededor de mis hombros
desde atrás.
—No seas así, Kisa. Rodion y yo solo estábamos bromeando.
—¡Tú y mi hermano se estaban metiendo conmigo! ¡Cuando están
juntos, son una pesadilla!
Luka me hizo girar en sus brazos, sus impresionantes, hermosos ojos 111
concentrándose en los míos. Su sonrisa se desvaneció, su cabeza inclinada
hacia un lado de esa manera adorable, y sus gruesos labios fruncidos.
—¿Me perdonas, Solnyshko?
Me encantaba cuando su cabeza se inclinaba hacia un lado y sus
gruesos labios se fruncían. Solo lo hacía cuando estaba arrepentido o
inmensamente confuso. Lo hacía lucir tan hermoso. Mi corazón se derretía
cuando me miraba de esa manera.
Suspirando en derrota, me levanté de puntillas y apreté mi boca contra
la suya.
—Te perdono, Luka. Siempre te perdonaré...
La puerta se abrió de golpe, rasgándome lejos de mi recuerdo de la
infancia. Al instante dejé caer mis manos como si la piel de Raze estuviera
en llamas. La mirada sorprendida de Viktor se encontró con la mía, mientras
observaba el encuentro íntimo. Inmediatamente salté hacia atrás y
rápidamente acomodé mi pelo.
—¿Señorita Volkova? —preguntó Viktor. Corriendo junto a nuestro
entrenador georgiano residente, salí al pasillo justo cuando la puerta de Alik
se abría y mi furioso prometido caminaba a través de ella.
Mi cuerpo se tensó con miedo. Los ojos posesivos de Alik rápidamente
buscaron los míos. Estaba irracionalmente preocupada por lo que vería en
mi expresión. La comprensión de que Raze podría ser mi Luka. Alik odiaba a
Luka. De repente se me ocurrió que él no había mostrado ninguna emoción
cuando Rodion y Luka murieron. Sabía que era porque estaba contento de
que ahora me tuviera para sí mismo, que Luka ya no estuviera en el camino
de conseguir lo que quería poseer.
Los labios de Alik se apretaron y el hueso de su mandíbula crujió con
ira mientras caminaba hacia donde yo estaba, sus pesadas manos
agarrando mis bíceps. Me atrajo hacia su pecho húmedo.
—¿Dónde diablos has estado? —gruñó, la mano en mi bíceps izquierdo
moviéndose inevitablemente hacia arriba para agarrar la parte de atrás de
mi cuello.
—Yo... estaba trabajando —le dije rápidamente. Para evadir su sospecha,
aplasté mi palma en su mejilla—. Pero ahora estoy aquí, nene. —Me
tranquilicé al sentir su agarre aflojarse y su profundo suspiro de alivio—.
Estoy aquí para ayudarte a ganar esta pelea.
Alik presionó su frente sudorosa contra la mía y me metió en la
habitación de espera que siempre utilizaba aquí en La Mazmorra. Una vez
que la puerta se cerró, me forzó contra la pared, sus manos moviéndose
sobre mi cuerpo. Noté botella tras botella de píldoras de creatina, esteroides 112
y testosterona.
Mientras su dedo se hundía en mi hendidura, cerré los ojos y me dejé ir
a la deriva en un barco de recuerdos... la mano libre de Alik subiéndome el
vestido y comenzando a follarme contra la puerta.
Me imaginé en una playa. Arena. Sol y mar... he imaginé a mi Luka
besando mis labios... mi Luka mirándome con la cabeza inclinada hacia un
lado y sus gruesos labios fruncidos. Entonces me imaginé el duro rostro de
Raze. Raze, con quien me estaba obsesionando. Me imaginé cómo se vería el
rostro de Luka con rastrojo y cicatrices, desgastado por las dificultades
arrojadas en su camino... y una parte de mí esperaba con entusiasmo, pero
tontamente, que mi Luka pudiera ser el peleador en el otro cuarto...
Que Luka pudiera ser Raze...
Doce
Raze

ué demonios fue eso? —siseó Viktor, parado en el

—¿Q
centro de la habitación, la cabeza me daba vueltas por
los flashbacks…Una cálida playa soleada, un niño y
una niña besándose… Una niña enojada con el niño,
pero perdonándolo con una sonrisa.
La pregunta de Kisa sobre mi nombre y edad apuñalaron mi cerebro.
Pero nada, nada se manifestó; ninguna respuesta emergió para contestar las
preguntas que ella hizo. Siempre había estado adormecido. Había aprendido
a ser siempre un luchador de Gulag, quien tenía una necesidad abrasadora
de venganza. Había aprendido a no pensar nunca en mi nombre. Había 113
aprendido a no pensar nunca en mi edad, de dónde venía. Había aprendido
a aceptar que solo… Era…
¡Joder!
—¡Raze! —espetó Viktor. Por primera vez, el estruendo de su familiar
acento me dejó paralizado.
Miré a los ojos del borracho, y di varias zancadas, hasta cernirme sobre
él. Incliné la cabeza hacia un lado mientras estudiaba su rostro. Viktor era
bastante corpulento, alto, su acento era similar a…
El 818 tatuado en mi pecho se sentía como si estuviera ardiendo, y dije:
—No eres ruso. Todos a aquí son rusos, excepto tú… Tú suenas diferente.
Viktor palideció y miró mi tatuaje, y después volvió su mirada a mi
cara. Sacudió la cabeza y contestó:
—No. No soy ruso.
Dando un paso incluso más cerca, oliendo el resquemor del alcohol en
su aliento, apreté los dientes y demandé:
—¿De dónde eres? Y no mientas.
Viktor tragó duro, una expresión derrotada escondida en su rostro.
—Georgia.
—Hablas como ellos —gruñí, pensando en los guardias. Los guardias
del Gulag, quienes me golpeaban, denigraban, desarmaban pieza por pieza…
Quienes iban a mi celda por la noche…
—Viktor se dejó caer en la silla detrás de él.
—Eso es porque yo era uno de ellos —susurró. Ardí en rabia. Una
tormenta, un jodido huracán de violencia se formó dentro de mí.
—¿Eras un guardia? —siseé a través de los dientes apretados, me dolí el
cuello de la tensión muscular.
—No era un guardia, era un transportador. Pero asistía a las peleas en
los Gulags. Incluso ayudé a entrenar a algunos de los luchadores.
—¿Gulags? —repetí, el shock en mi voz—. ¿Hay más de uno?
Viktor asintió y suspiró.
—Hay muchos. Son lugares donde las almas son olvidadas, lugares
donde los jóvenes desaparecen de la faz de la tierra, lugares donde se
volvieron nada más que monstruos de lucha.
—¿Y yo? —pregunté con los dientes aún apretados—. ¿Me conoces?
Viktor sacudió la cabeza. 114
—No, no personalmente. Nunca te he visto pelear. Pero el tatuaje en tu
pecho proviene del único ring en el que se hacen apuestas: georgiano. Tu
tatuaje me dice que vienes de un Gulag georgiano. Lo supe en el instante en
que te vi. Tienes la misma mirada muerta en los ojos que todos los presos
tienen. La mirada que permanece en ellos después de arrancarle su
humanidad.
—Soy de Alaska. Mi Gulag está en Alaska —presioné.
Viktor levantó la mirada hacia mí y dijo:
—Fui ahí solo una vez. Llevaba a los luchadores a donde necesitaban ir,
entregaba a los luchadores en la puerta del Gulag. No tuve opción hasta que
pagué la deuda de mi familia. Entonces, ellos me cogieron como entrenador.
Pasé años entrenado luchadores para la jaula del Gulag, hasta que el
Pakhan me compró, y vine a entrenar luchadores a tiempo completo, aquí en
Nueva York, para la Bratva.
Entrecerré los ojos.
—¿Tenías éxito en el Gulag? ¿Tus luchadores ganaban?
Viktor asintió.
—Sí. Ellos ganaban. Mis luchadores eran invencibles hasta que me
trajeron aquí. Me hubieran matado si fallaba.
—¿Y habías oído de mí? 818… ¿Raze? Los guardias me llamaban Raze
porque arrasaba con todos los que ponían en mi camino. El alcaide me forzó
a hacerme el tatuaje en la espalda, para los espectadores.
Viktor me miró durante un segundo demasiado largo, diciéndome todo
lo que necesitaba saber.
—Todos en el Gulag habían oído hablar de Raze. —Sus ojos cayeron, y
me apuntó en el pecho—. De… Ti. Todos creían que eras el hijo de puta más
malo de todas las jaulas de la muerte.
Inclinándome, lo arrastré a sus pies, sus ojos borrachos perdiendo
enfoque. No me importaba una mierda lo que él había hecho en el pasado.
Podía entrenar campeones. Todo lo que necesitaba era que me llevara a la
final… Contra Durov.
—Entonces me entrenarás. Me entrenarás para matar a Durov.
Viktor apartó la mirada, algo extraño en su rostro.
—No puedo crear más muerte. No puedo lidiar con cuántos niños
convertí para esos jodidos enfermos. No puedo lidiar con cuántos niños
provoqué que mataran, entrenando adolescentes para ser monstruos. Estoy
jodidamente roto por eso. 115
Lo sacudí, y su cuello se bamboleó hacia atrás. Haciendo que su visión
se encontrara con mis ojos otra vez.
—No me importa una mierda tu conciencia. No nos acobardamos de
esta vida. Nosotros matamos. Y tú agregarás una muerte más a tus
ensangrentadas manos: la de Durov. No voy a detenerme hasta que esté
sangrando por la garganta. No pararé hasta que respire su último aliento,
sabiendo que soy yo quien lo mandó al infierno. Entonces, puedes beber
hasta que tu hígado se pudra. No me importa una mierda. Pero me
entrenarás. Me harás ganar.
—¿Por qué? ¿Por qué es Durov tan importante? ¿Cuál es su historia
contigo, si has estado en un Gulag toda tu vida? —El rostro de Viktor tenía
una expresión extraña. ¿Estaba conteniéndose de decir algo? Pero entonces
apartó la mirada y la expresión se había ido—. No es que me esté quejando.
El hijo de puta es malo. La manera en la que trata a Kisa es asquerosa. Pero,
¿por qué demonios es tan importante para ti matarlo?
Mi mente se nubló, siempre lo hacía cuando pensaba muy duro en
vengarme de Durov. De alguna manera el nombre de Durov estaba en mi
conciencia, un faro rojo brillando, diciéndome que él tenía que morir.
—No sé por qué o cómo lo hizo. Todo lo que tengo grabado, es la
necesidad de vengarme de Alik Durov. Pero sí sé que me quitó todo. Puedo
sentirlo, puedo darme cuenta de eso. Simplemente, sé que tiene que morir. Y
tengo que ganar. Nada más que eso me importa.
Viktor bajó la barbilla, y mientras lo suelto en el suelo, se pasa la mano
sobre el rostro.
—Está bien. Te entrenaré. Pero eres el último. Joder, tal vez serás mi
redención. Puede que finalmente arregle lo que ayudé a hacer mal todos
estos años.
No me importaba de qué mierda estaba hablando, contra qué demonios
peleaba. Solo era un idiota borracho. Pero venceré a Durov aunque sea lo
último que haga. Y Viktor va a conseguir llevarme ahí.
Un fuerte golpe sonó en la puerta, una voz llamó.
—¡Raze! ¡Sigues tú!
Viktor enderezó los hombros mientras me ponía mis manoplas,
rodando el cuello para aflojar los músculos. Respiré la esencia persistente de
Kisa, y eso me dio la fuerza, el golpe de adrenalina para despertar mis
músculos.
Viktor abrió la puerta y salimos, caminando rápidamente por el túnel,
como un jodido tornado acercándose, arrasando con todo a su paso. Podía 116
oír las pisadas haciendo eco en las frías paredes. El túnel era oscuro, pero
pronto una luz apareció, mostrándome la boca de La Mazmorra. La
Mazmorra me ayudaría a llevar a cabo mi venganza.
Viktor se volvió para mirarme mientras nos acercábamos.
—Tu oponente es nuevo, inexperto, La Víbora Chechena. Es un asesino
sádico, escogido por los chechenos para pelear, a cambio de protección
contra los federales. La Víbora usa una cadena afilada, así que agáchate y
golpea su torso, sus órganos vitales, cuando se aleje para balancear la
cadena. Apunta para una rápida matanza. Sin espectáculo. Hazlo rápido y
simple. El shock y el asombro, aturdirá a la multitud.
»Haz que los otros luchadores teman de tu eficiencia. Haciendo eso, el
combate durará menos de un minuto, y te habrás convertido en el oponente
a vencer. La nueva estrella del Bratva, y un potencial oponente para Durov.
Solo tienes un par de peleas que ganar antes de llegar a la final. Mantén eso
en mente, porque Durov siempre llegará a la final.
Absorbí lo que dijo Viktor, tomando notas, guardando la información.
Troné los nudillos y mi cuello, preparándome para la pelea. Una nerviosa
emoción surgió a través de mis piernas y mi estómago, haciéndome rebotar
sobre los dedos de mis pies, alistándome para la sensación adictiva del puño
golpeando la carne, por entrar en el ring y derramar sangre. Mi pulso se
aceleró mientras visualizaba mi primer golpe, el spray de la sangre de mi
oponente en mi pecho, y el crujir de su hueso debajo de mis pies.
Voy a matar a este animal, lo masacraré y lo cortaré como carne.
Viktor me dio una palmada en la cara, y mis ojos abultados
encontraron los suyos.
—Tú eres Raze. Estás muerto. ¡Vamos a jodidamente ARRASAR EL
INFIERNO!
Gruñendo a través de los dientes, mis vendas apretadas, y con un
enfoque determinado, caminé dando zancadas por el camino hacia la jaula,
subiendo rápidamente las escaleras que daban a la arena. El animal que fui
enviado a matar, se paseaba en el otro lado. Supe con una mirada que este
idiota mataba por patadas, peleando en las calles, sin entrenamiento en
peleas a muerte.
Las señales del soplón, de su jodida mente estaban ahí: el tic del cuello,
la sonrisa engreída en su boca, la contracción de sus músculos. Su cuerpo
necesitaba matar, necesitaba sentir la ráfaga que solo se produce cuando
detienes el corazón de alguien. Pero ésta jaula era mi puto dominio, todo lo
que siempre conocí. Lo que este jodido sádico, que probablemente mataba 117
mujeres y niños en la barcada, no sabía era que yo había matado bastardos
mucho más jodidos que él.
Mataba porque tenía que hacerlo. No tenía otra opción. Ya estaba
muerto, no era más que un número desprovisto de moral, de libertad y de
vida. Yo era un animal condicionado a infligir dolor sin remordimiento. Y no
podías matar a alguien que no tenía alma.
La puerta de la jaula se azotó cerrándose, atrapándonos dentro, el
cerrojo deslizándose en su lugar. La niebla roja que usaba para vencer a mis
oponentes se apoderó de mi cuerpo. El monstruo que guardaba dentro de mí
había sido liberado.
La Víbora Chechena envolvió la cadena alrededor de su puño, la triple
bola de clavos balanceándose en círculos.
Me sonrió, mostrándome sus dientes brillantes de oro. Caminé de un
lado al otro en mi lado de la jaula, esperando que dispararan la pistola, así
podía terminar con la vida de este hijo de puta. Unos segundos después, un
miembro del Bratva caminó hacia el lado de la jaula. No perdí la
concentración en la Víbora, mi objetivo. Nunca quito mis ojos del muerto
viviente.
La pistola se disparó.
La multitud estalló, gritando al tope de sus pulmones. La Víbora saltó
hacia delante, balanceando su cadena favorita sobre su cabeza. Como
predijo Viktor, la Víbora mostraba su falta de habilidad cuando se
apresuraba a entrar en el primer golpe.
Me agaché mientras la bola de clavos se movía sobre mi cabeza. Usé
que tuviera el brazo levantado en mi ventaja, balanceé mi primer puño,
perforando mis cuchillos profundamente en el riñón de la Víbora. Entonces,
con mi puño izquierdo, rápidamente perforé un pulmón. Seguí avanzando,
sin mirar atrás. Miré las bocas de la multitud caer abiertas, sorprendidos por
mi velocidad. Entonces oí el más dulce sonido de todos. El enfermo idiota,
que había masacrado, cayó al piso, mis golpes lo habían llevado a sus
rodillas.
Girando la cabeza, puños afilados se aferraron a mis costados, como
esperaba, vi a mi oponente sobre sus rodillas, con la cabeza agachada, la
cadena junto a él. Saltando para pararme enfrente de él, arranqué la cadena
de su mano, planté mi pie en su pecho, y lo pateé hasta que cayó sobre su
espalda, sangre derramándose de sus heridas mientras jadeaba por aire.
Mientras sus opacos ojos me miraban, balanceé la cadena y lancé la punta
de clavos directa a su cara, enviándolo al infierno con su propia arma. Su 118
cara se había ido, ya no era visible, ni siquiera para el diablo.
Mientras aplastaba su cráneo, los espectadores enloquecieron y el
disparo de la victoria sonó. Soltando la cadena ensangrentada en el suelo,
solté un rugido de victoria y caminé alrededor del ring, rozando mis
manoplas a lo largo de la malla metálica, esperando a que la puerta se
abriera. Cuando estaba a medio camino, a mitad de la vuelta, algo me hizo
levantar la vista, algún tirón magnético. Nunca levantaba la mirada, nunca
mostraba mis ojos a nadie excepto al hombre que estaba a punto de matar.
Pero esta vez, no me pude resistir; por encima de la caja y de la multitud, el
rostro de Kisa apareció en mi visión. Sus palmas estaban presionadas contra
el vidrio protector. Su cara estaba inundada de alivio, una pequeña sonrisa
apareció en sus labios, y felices lágrimas brillaban en sus ojos.
Apenas podía apartar mis ojos de ella. Pero cuando la puerta de la jaula
se abrió, salí rápidamente, demasiada agresión todavía viajando a través de
mi cuerpo como para permanecer quieto, mucho odio por los hijos de puta
enfermos en la multitud, como para aceptar su falsa adulación.
Un camino se despejó mientras pasaba rápidamente a través de la
multitud. Como presas saliendo despavoridas de su depredador, el instinto
les decía que se movieran, que se alejaran todo lo que pudieran del peligro.
Viktor dio un paso junto a mí. Mientras me aproximaba a la boca del túnel
que nos dirigía de vuelta a la sala de espera, Durov se atravesó en mi
camino, una mirada enojada en su rostro. Él era el siguiente en pelear, una
vez que la jaula hubiera sido limpiada. Sin detenerme, lo aparté de mi
camino con el hombro, y una risa salió de su jodida boca.
Seguí caminando, necesitando quemar mi exceso de agresividad,
cuando se burló:
—¿Sabes qué 818? Todavía puedo sentir su coño goteando en mi boca.
Acabo de follarla duro, realmente duro.
Como si me hubieran dado un tirón de una correa que tuviera
alrededor del cuello, me paré de golpe. Un fuego ardiente se enrollaba en mi
estómago, un arrebato protector surgió apretándome, mientras pensaba en
Kisa. Inhalando profundamente, traté de calmar mi ira, pero no funcionó.
Nada jodidamente funcionaba. Esa mujer estaba aplastando mis defensas,
rompiendo las paredes que no quería que cayeran.
Viktor se movió frente a mí, fuera de la vista de Alik, y aconsejó:
—Sigue caminando. No le des la satisfacción.
Asentí, pero no pude detener mi ira, cuando el dolor me cegó y un
recuerdo me golpeó fuerte.
119

—Aléjate jodidamente de ella, Durov —ordenó el chico.


La expresión de Durov se volvió de piedra.
—Ella es mía. ¡Me pertenece!
—Ella no te quiere. —El chico se paró más cerca y, bajando su voz, dijo—
: Durov, ella es mía, y te mataré si la tocas otra vez.
Durov sonrió fríamente.
—La tendré algún día, y no habrá nada que puedas hacer al respecto.
No podía dejarla sola en ese bikini. Tenía que tocarla. Quiero follarla.
Sin pensarlo, el chico lanzó su puño hacia atrás encendido de ira, y lo
envió directamente a la psicótica cara de Durov, noqueándolo de la fuerza
que con que le dio.
—¡Estás loco! ¡Estás jodidamente loco de la cabeza!
Durov sonrió, como si no hubiera sentido el golpe.
—Tal vez, pero ella va a ser mía. La quiero. La necesito. Ella me calma, y
haré lo que sea para apropiarme de ella y tenerla toda para mí, y
jodidamente lejos de ti…
El recuerdo parpadeó en mi mente, tomándome con la guardia baja.
Mientras giraba la cabeza para mirar hacia Durov con los ojos
entrecerrados, vi la misma expresión fría en su rostro… La misma del
recuerdo. Había tenido un recuerdo del Durov adolescente…
Durov sonrió con la misma psicótica sonrisa.
—Ella me pertenece, pendejo. Siempre ha sido así. Si te acercas a ella, o
si te encuentro mirándola otra vez, te mataré.
Temblando, a punto de perder el control de mi ira, le susurré a Viktor:
—Llévame al gimnasio. Necesito entrenar, trabajar esta ira, ¡o voy a
matarlo aquí y ahora!
Viktor no cuestionó mi demanda. Lo seguí por el túnel, lejos del jodido
muerto viviente de Durov. Sonreí engreídamente, sabiendo que sus días
estaban contados y pronto estaría escupiendo sobre su frío cuerpo.
Entonces mi mente se deslizó a Kisa, y la mirada de alivio en su cara,
con las palmas presionadas contra el cristal. La pequeña sonrisa cálida
tirando de sus labios, esas lágrimas de alivio en sus ojos. Y por primera vez
en… desde siempre, algo más aparte de ira dolía en mi pecho.
Era un sentimiento desconocido y extraño, pero cuando pensaba en la 120
cara de Kisa, la sentía familiar.
Se sentía… correcto.
Trece
Kisa

eberías haberlo visto, Talia. Destruyó el Chechen en

—D
segundos. Fue increíble. Era lo único de lo que hablaba la
gente.
—¿Y Alik? —preguntó Talia, y suspiré.
—Fue tan cruel y dinámico como siempre. Luchó contra el Turk.
Jugueteó con él por lo que pareció una eternidad, destripándolo pieza por
pieza con su daga. A la multitud le encantó, Abram le sonreía a su hijo con
orgullo a un lado de la jaula, pero no pude mirar. Fue demasiado. Odio
cuando los mata lentamente, con tanta violencia.
121
Talia se quedó en silencio, y luego dijo:
—¿Pero pudiste ver a Raze matar a alguien?
Mirando la foto de Luka y de mí de cuando éramos niños, aferrada en
mis manos, entrecerré mis ojos, estudiando su rostro, su hermoso rostro.
—¿Kisa?
—Sí —susurré—. Lo pude ver. No jugó con su oponente, a pesar de que
escuché que él era un asesino enfermo de las calles y probablemente se lo
merecía. No alargó la matanza. No se paseó por la jaula, dando vueltas por
la gloria de la multitud. Salió de la jaula y luego, cuando fui a las salas para
ver si se encontraba bien, él y Viktor ya habían abandonado el edificio. Ni
siquiera sé dónde se encuentra. Supongo que se queda con Viktor. Es tan
solitario, privado.
Pasaron segundos antes de que Talia dijera:
—Te has enamorado completamente de él, ¿no?
Abrí la boca para discutir, pero la cerré de nuevo, negándome a
mentirle a mi mejor amiga. Quería decirle a Talia lo que pensaba de Raze,
que tenía estrechas similitudes con Luka. Que soñé que era Luka, regresando
de donde sea que hubiera desaparecido, de entre los muertos. Pero sabía que
no podía expresar estas palabras sin pruebas. Esta era su hermana. Lloró
por él, mantuvo unida a su familia cuando se fue… murió.
—Me he enamorado de Raze —admití y escuché suspirar a Talia con
temor.
—Ten cuidado, Kisa. Estás patinando sobre hielo delgado. No puedes
enamorarte de alguien que no pertenece al Bratva, fuera de esta familia —
advirtió Talia con severidad.
Por supuesto, sabía que me advertiría sobre lo que haría Alik si
sospechara que algo pasaba.
—Lo haré —contesté, mi celular comenzando a sonar con otra llamada
entrante—. Tal, me tengo que ir. Tengo otra llamada… es Alik —dije, de
repente sintiéndome agotada.
—Bueno, será mejor que le contestes. Ya me odia. No quiero darle más
razones. Hablamos pronto —prometió Talia, y apreté el botón para escuchar
la música a todo volumen a través del altavoz.
—¿Alik? —grité, sosteniendo el teléfono lejos de mi oído.
—¿Myshka? —gritó sobre la música—. Sólo llamaba para comprobar
que estuvieras en casa y en la cama.
Mi estómago se tensó y la ira me hizo hervir. Alik no comprobaba mi
seguridad. Se aseguraba de que estuviera de regreso en mi versión de la 122
jaula, obedeciendo sus reglas, aceptando su control sobre mí, mientras él
salía a jugar, enterrando su polla en cualquiera con un coño húmedo.
—Estoy en casa. Me voy a la cama —respondí secamente.
—Bien. No te vayas —ordenó severamente. Cerré los ojos, tratando de
controlar mi ira, cuando una voz femenina sedujo a Alik para ir a un cuarto
trasero con ella.
—¿Dónde estás, Alik? —pregunté con fingida cortesía.
Un silencio sepulcral me saludó hasta que la música se desvaneció y el
sonido de una puerta cerrándose llegó a través del altavoz.
—Estoy fuera. No importa jodidamente dónde —dijo Alik oscuramente—
. Estoy haciendo negocios del Bratva. Me encuentro con los asociados.
—¿Estás en El Triángulo? —supuse. El club de tetas que poseía el
Bratva, que su padre manejaba. Después que Alik luchaba, tenía que follar.
Normalmente, era yo la que tenía que sufrir contra la pared del fondo en The
Dugeon, pero esta vez terminamos tarde porque Alik había destripado a su
presa. Papa me ordenó ir directamente a casa, cortesía de Serge, y por
supuesto, no me dejaría quedarme en el lugar de Alik durante la noche, no
hasta que estuviéramos casados, así que Alik llevó su polla a las putas. Sabía
que con esas mujeres él realmente mostraba sus verdaderos colores.
Escuché que algunas terminaron en tal estado que habían sido
hospitalizadas. Talia oyó rumores de que a algunas de las mujeres a las que
folló, una vez que desaparecían en la habitación privada con mi prometido,
nunca se les volvía a ver o escuchar de ellas.
Tan jodido como sonaba, me alegré de que sacara sus fantasías
enfermizas con ellas y no conmigo. Sin embargo, extrañamente, sabía que
tan arruinado como estaba Alik, nunca me lastimaría… no a menos que
tratara de liberarme de él. Mi vida era más segura si actuaba el papel de la
perfecta esposa Bratva. Lo más lamentable era que mi padre estuviera tan
orgulloso de mí por tomar ese honorable manto.
—Cierra la puta boca, Myshka. Estoy fuera, sacándome la lucha de
encima. Si tu papá no hubiera alejado tu húmedo coño de mí, ahora estarías
debajo de mí. A pesar de que su polla arrugada está aquí en el club conmigo,
dejándose chupar por putas de tu edad. Sabes que necesito follar, pero estas
putas no son como tú, nunca, nunca mi Myshka. Sólo son putas, nada más
que bolsas de esperma. Pienso en ti todo el tiempo que estoy dentro de ellas,
imaginando que te corres debajo de mí, arañando mi espalda. ¿Qué piensas?
¿Eso te hace sentir mejor? Solo quédate en la casa y te veré mañana.
Siempre y cuando te quedes en el interior, no tendremos problemas. ¿Sí?
—Sí —susurré en respuesta, sintiéndome enferma del estómago. 123
—Te amo, Myshka —dijo Alik, su tono duro descongelándose unos
pocos grados.
—También te amo —contesté. Era rutina, sonando más como una
esposa sumisa que una novia cariñosa perdidamente enamorada de su
verdadero amor.
El celular se apagó, y salté de la cama, con la mano en mi frente
mientras la desesperación me inundaba. Odiaba esta maldita vida, atrapada
en una jaula por papá y la obsesión psicótica de Alik. Tenía veinticinco años,
por el amor de Cristo, sin embargo, estaba encerrada como una virginal
chica de quince años.
A veces odiaba mi vida.
El Byki estaría en la planta baja, protegiendo la fortaleza del Pakhan, en
realidad impidiéndome salir por la puerta principal, pero sólo tenía que
hacerlo. Necesitaba aire fresco. Y nunca había desobedecido las reglas, así
que incluso contemplar escabullirme me hacía romper en sudores fríos.
Agarrando la chaqueta de mi armario, me la puse y me dirigí a la
ventana. Abriéndola con cuidado, me acerqué a las escaleras de incendios.
De puntillas por las escaleras metálicas, salté a la acera. Comprobando que
nadie me hubiera visto, comencé a caminar en las sombras, levantando la
vista ocasionalmente hacia el cielo nocturno, imaginando los ojos de Raze
encontrando los míos cuando ganó la pelea, mi alivio por su victoria era
evidente en mi cara.
Él me miró. Me encontró en el mar de hombres apostando.
¡Señor! ¡No podía sacarlo de mi cabeza! Me estaba volviendo loca
preguntándome si este misterioso hombre sin hogar podría ser mi Luka.
El sonido de un auto estacionando a mi lado me hizo girar. Los faros
destellaron y me cegaron. Retrocedí, de repente temerosa de quién podría
estar tras de mí. Entonces la cara familiar de Serge apareció a la vista, la
ventana abierta y los ojos clavados en los míos.
—¡Serge! —dije, sin aliento y conmocionada.
—Señorita Volkova, ¿qué hace fuera de la casa? Sabe que no está
permitido —me reprendió Serge, y luego todo lo que sentí fue enojo.
—Serge, necesitaba aire fresco. Mi prometido y mi papá están fuera en
un bar de tetas. Alik probablemente follando a una larga línea de putas
mientras estoy atrapada dentro de mi habitación como una niña traviesa.
Me dijo que no me moviera o se molestaría, y así no es como una buena
esposa de un jefe del Bratva debería actuar. Así que necesitaba un poco de
aire fresco, ¿de acuerdo? Tengo veinticinco años, manejo una red 124
multimillonaria de apuestas compuesta por asesinos y psicópatas, ¡y sólo
quería tomar un maldito paseo por mi cuenta por una vez en mi vida!
El rostro de Serge se suavizó mientras jadeaba, mi aliento perdido por
el esfuerzo, y estacionó el auto, saliendo de la puerta del conductor.
—No puedes estar aquí fuera, Kisa. Es demasiado peligroso. Muchos
hombres quieren vengarse de tu papá, Alik, Abram, Ivan… ¡demonios, tienes
para elegir! Sé que te sientes atrapada. No soy estúpido. He estado contigo
desde que eras pequeña, pero no puedo desobedecer órdenes o me matarán
a mí.
Dejé caer mi cabeza, sintiéndome culpable por mi diatriba, insistí:
—No voy a regresar todavía, Serge. Me estoy asfixiando bajo sus reglas.
Me estoy ahogando… —Las lágrimas llenaron mis ojos y traté en vano de
alejarlas, pero me encontré murmurando—: Me siento miserable.
Serge suspiró y dio un paso hacia delante, tirándome hacia su pecho
para darme un abrazo.
—Entonces te llevaré a alguna parte. De esa manera sabré que estás a
salvo y puedes tener un poco de libertad.
Inclinando la cabeza hacia atrás para mirar la luna brillante, le eché
un vistazo a Serge.
—Muy bien, gracias. Por favor, llévame al gimnasio. Bien podría
ejercitarme un poco si no puedo dormir.
El rostro de Serge se relajó y abrió la puerta trasera para mí, asintiendo
con aprobación. Se metió de vuelta en el asiento del conductor, y aceleró por
las calles de Brooklyn. Le sonreí a los grupos de mujeres tropezando de los
bares con sus amigos, sin ninguna preocupación en el mundo, y las parejas
envueltas en los brazos del otro, juntos, disfrutando de la compañía del otro,
probablemente dirigiéndose a sus casas para hacer el amor.
Estaba feliz por esas personas, pero lo que sentía era aplastante
decepción. Nunca sería yo. Nunca se me permitiría salir con amigos. Nunca,
nunca podría tener una relación amorosa con Alik. Los celos y la posesión
no es amor. Ya sabía eso. Él siempre me controlaría. Estaba tan desesperada
por escapar de mi destino que me imaginaba que un luchador sin hogar era
el único chico al que alguna vez amé.
Sería una prisionera hasta morir… la vida de una reina del Bratva.
Decidiendo cerrar los ojos a cualquier otra vista que me causara dolor,
descansé mi cabeza en el asiento y me quedé así hasta que llegamos al
gimnasio.
125
Cuando abrí la puerta trasera, Serge trató de seguirme dentro del
gimnasio.
—No, Serge, por favor. Quiero estar sola —supliqué.
Serge se detuvo en seco.
—Señorita Volkova, sabe que no la puedo dejar. Está prohibido.
—Lo sé. ¿Puedes sólo esperarme aquí hasta que esté lista para ir a casa,
por favor? Por favor… necesito un poco de tiempo a solas.
Serge me miró, y mi estómago se tensó, pensando que iba a decir que
no, cuando con un suspiro, sacudió la cabeza.
—Te esperaré en el auto. Si me necesitas, llama —dijo, regresando a la
cabina y agitando su celular para mostrarme que lo iba a mantener cerca.
Dándole una sonrisa agradecida, abrí la puerta lateral y entré en el vacío
almacén convertido en gimnasio, encendiendo la menor cantidad de luces.
Me dirigí a mi lugar de soledad, mi oficina.
Al acercarme a la puerta de la oficina, noté un ligero resplandor
procedente de debajo de una de las puertas de la sala de entrenamiento en
la parte trasera del gimnasio. Fruncí el ceño. No se suponía que nadie
estuviera aquí. El gimnasio se cerró y bloqueó una vez que todos los
luchadores se habían ido a The Dungeon más temprano.
Alguien se encontraba aquí.
Sintiendo una sensación de miedo correr por mi espalda, me apresuré a
mi oficina y, comprobando por encima de mi hombro, abrí una pesada
puerta para sacar mi Beretta. Papá insistió en que podía acceder a uno de
estos chicos malos dondequiera que iba, por toda nuestra casa y en varios
lugares secretos aquí en el trabajo.
Mi respiración era superficial cuando el miedo se apoderó de mí.
Caminé despacio y en silencio hacia la habitación trasera que emitía la luz.
En vez de preocuparme demasiado en estabilizar mis extremidades
temblorosas, tomé una pequeña nota de dónde estaba y qué sala de
entrenamiento era.
De pie en la puerta, me armé de valor y respiré hondo antes de poner la
mano en el pomo y girarlo lentamente. La puerta se abrió.
Levantando mi arma, atravesé la puerta. La primera cosa que noté fue
una estera en el suelo y una manta gruesa formando lo que parecía ser una
cama improvisada.
¿Alguien dormía aquí?
¿Quién…?
Tomándome con la guardia baja, una mano cubrió mi boca. Intenté 126
gritar cuando fui desarmada rápidamente y una mano implacable me
retuvo. Un cálido aliento cayó en mis oídos y un abismo de miedo se abrió
en mi estómago.
Pude sentir los latidos en el pecho del atacante presionado en mi
espalda. Todo en lo que podía pensar era que mi padre no lo soportaría si
me moría. Había perdido a mi hermano, mi madre, y ahora estaba segura de
que iba a morir aquí también, hasta que mi atacante gruñó:
—Deja de luchar.
Todos los vellos en mi nuca se levantaron y mis músculos se
congelaron, obedeciendo sus órdenes.
—Muy bien —gruñó—. No grites y quitaré mi mano.
Asentí con torpeza, aún atrapada en su agarre. Mientras trataba de
relajar mis músculos, su mano dejó lentamente mi boca. Su enorme cuerpo
retrocedió para estar a ras de mi espalda.
Insegura de si mis pies funcionarían, comencé a girar, oyendo la
respiración profunda detrás de mí. El tenue resplandor del cuarto de baño
contiguo era la única luz en la habitación oscura, la sombra del hombre
oscureciendo el viejo muro.
Conteniendo el aliento, me di la vuelta y de inmediato jadeé cuando
encontré a Raze mirándome. Vestido sólo con unos bóxers negros, sus largos
músculos tensos mientras me miraba con esos hipnóticos ojos marrones.
—¿Raze? —susurré, mis piernas ahora sintiéndose como gelatina.
Raze me miró y sus fosas nasales aletearon, sus mejillas rojas cuando
el calor subió a su rostro.
—Kisa… —dijo con voz ronca, casi como si estuviera adolorido.
Tan pronto como mi nombre salió de sus labios, sentí un hormigueo en
mi estómago, mis pechos dolían, y la humedad se agrupó entre mis piernas.
Raze encendió cada parte de mi cuerpo, como si estuviera en llamas.
Acercándome al borde, sintiendo las olas de calor de su cuerpo, su
aroma fresco me golpeó, y un gemido escapó de mis labios. Un estruendo
sonó en el pecho de Raze. Mi necesidad por tocarlo, por sentirlo, creció a un
nivel increíblemente alto. Por la manera en que apretó los puños a sus
costados, rechinó los dientes, y esos ojos hambrientos, sabía que él también
me deseaba… desesperadamente.
—Raze… —susurré cuando los dedos de mis pies encontraron los suyos,
e inconscientemente, levanté un dedo para pasarlo por su mejilla sin afeitar. 127
No había ni un rasguño en su cuerpo por la lucha de esta noche—. ¿Por qué
estás aquí?
Los ojos de Raze se cerraron ante mi tacto. Bajando la vista, lo vi
endurecerse bajo sus bóxers negros, el material tensándose por su tamaño.
Mi mano siguió bajando, escalofríos arruinando la piel de Raze por mi tacto,
sus labios llenos se separaron para soltar un lento siseo por su boca.
En este momento, no pensaba en Alik, mi padre, mi deber como
Volkova, o incluso en las consecuencias de tocar así a Raze. La necesidad de
liberarme de mi sofocante vida era lo que me hacía seguir adelante,
volviéndome imprudente en mis decisiones.
Todo lo que podía pensar era en lo hermoso que era Raze. Cuan fuerte e
intrépido, cuan salvaje, cuan tosco. Era indomable. No tenía ninguna gracia
social, carecía de conocimientos sobre cómo ser una persona normal. Era
brusco y agresivo, pero sus ojos expresivos, cuando me miraban, me hacían
sentir segura, me hacían ver que había alguien más allí... alguien a quien mi
alma correspondía. Me dio fe en que no era el monstruo que parecía.
—Duermo aquí —respondió finalmente. Su cuerpo permaneció tan
inmóvil como una estatua mientras continuaba maravillándome con sus
músculos, absorbiendo sus tatuajes demoniacos, preguntándome por qué
tenía tales imágenes funestas permanentemente grabadas en su piel.
Mi dedo se detuvo en su exploración y mis ojos miraron hacia él.
—¿Te quedas aquí?
—No tengo otro lugar a donde ir —respondió con brusquedad. Y con
eso, el dolor cortó a través de mi pecho como si mi corazón se hubiera
partido en dos.
Raze hundió su cabeza para escapar de mi mirada compasiva.
Levanté mi dedo y alcé su barbilla. Me quedé en silencio hasta que sus
ojos encontraron los míos, y pregunté
—¿De dónde vienes?
La emoción desapareció de su expresión y susurró:
—Del infierno.
Mi atención fue atraída a los demonios en su pecho, el número, luego su
recuento... y finalmente a la más reciente incorporación marcada sobre su
piel, su muerte de esta noche.
El aire parecía latir a nuestro alrededor mientras una fuerza
inexplicable nos empujaba juntos. El cuello de Raze se tensó, cada vena y
tendón sobresalía. Estaba físicamente conteniéndose por mí. 128
Yo estaba luchando la atracción, tensando mis muslos mientras me
retorcía, tratando de aliviar la presión construyéndose en mi centro. Pero
cuando mis manos se posaron en el pecho de Raze, su piel caliente casi
escaldando las palmas de mis manos, se inclinó, colocando su nariz en el
hueco de mi cuello.
Gemí mientras él inhalaba y gruñía:
—Te deseo.
Dos palabras. Dos simples palabras se convirtieron en mi perdición.
Dichas de manera brusca, dominante y sin embargo, sonó como poesía para
mi alma.
Sin darme tiempo para pensar, Raze agarró mis brazos y me llevó hacia
atrás hasta que mi trasero golpeó la pared. Estaba jadeando contra mi
cuello. Liberando un gemido hambriento, mis manos aferraron su pelo
desordenado color arena, e incliné la cabeza hacia atrás, dándole más
acceso. Mientras su muslo firme se deslizó entre mis piernas, su polla dura
se rozó con mi palpitante clítoris.
—¡Raze! —grité mientras el placer tomó el control, y tiré de los gruesos
mechones de su cabello.
Raze dejó escapar un sonido como el gruñido de un animal salvaje.
Echó hacia atrás la cabeza, sus inseguros ojos marrones mirando los míos
azules, y preguntó nerviosamente:
—¿Puedo tenerte?
Mi corazón latía tan rápido por la gravedad de deseo en su rostro que
pensé que iba a desmayarme, o que mi calor me rompería en mil pedazos.
Raze apretó sus ojos cerrados mientras sus brazos se envolvieron
alrededor de mí, sosteniéndome tan cerca, como si estuviera asustado de que
trataría de huir.
—¿Puedo tenerte? Quiero tenerte... Necesito tenerte —susurró, su voz
profunda y gutural y áspera, tensa como una cuerda tirante a punto de
romperse.
Dejando que cualquier preocupación persistente huyera de mi mente,
lancé mis brazos alrededor de sus hombros perfectamente esculpidos y,
rozando mi boca junto a su oreja, le susurré:
—Puedes tenerme, Raze. Puedes tener todo de mí.
Raze se quedó inmóvil, pasaron largos segundos, pero luego sentí el
lamido lento y húmedo de su lengua a lo largo del lado de mi cuello, y saltó 129
a la acción.
Sus brazos me soltaron. De repente, mi blusa fue desgarrada por las
costuras, los botones esparciéndose sobre el suelo. El rostro de Raze era
determinado, y perdido en su lujuria.
Mis pechos estaban endurecidos debajo de mi sujetador, doloridos por
ser tocados. Enfocando sus ojos marrones en mi pecho agitado, Raze arrancó
el sujetador, dejando expuestos mis pechos desnudos, y su boca
inmediatamente se enganchó sobre un pezón endurecido. Su lengua lamió
furiosamente mi carne y mis ojos rodaron hacia atrás ante la sensación.
Casi me corrí sólo por la sensación de su boca caliente en mi piel.
—Raze... —murmuré, apretando sus músculos en mis manos, cada vez
más excitada por la piel áspera y llena de cicatrices bajo mis palmas.
La garganta de Raze dejó escapar gruñidos descontrolados y salvajes.
Sus manos bajaron y se deshicieron de mis pantalones. Con el material
rasgado en dos, los arrojó al suelo. Me quedé solo en mi tanga negra de tiras,
mis brazos todavía aferrando los bíceps firmemente construidos de Raze. Dio
un paso atrás y sus grandes ojos me absorbieron de pies a cabeza, su polla
ahora tan dura que casi destrozó sus bóxers. Aún paralizado en mis pechos
expuestos, Raze metió la mano en sus bóxers y empezó a deslizarla hacia
arriba y abajo por su polla en lo que tenía que ser la mejor tortura en la
Tierra.
—Raze... te necesito. Permíteme tenerte también —gemí mientras
amasaba mis pechos, pellizcando mis pezones mientras veía a este hombre
usualmente controlado deshacerse lentamente.
Gruñendo algo que no pude distinguir, Raze bajó sus bóxers,
exponiendo a la vista su polla larga y gruesa. Casi me desmayé de lo fuerte
y salvaje que parecía, a punto de tomarme... o en sus palabras, tenerme.
—Raze, por favor —rogué una vez más, y, esta vez, algo dentro de él se
rompió. Lanzándose hacia delante, las manos de Raze fueron directamente a
mi tanga, sus piernas se doblaron, y rompió el pequeño trozo de cuerda de
mi cuerpo. Ahora estaba totalmente desnuda.
Sus manos callosas acariciaron mis muslos, cerca de mis caderas, mi
cintura, antes de moverse y acunar mis pechos. Vi sus ojos encenderse por la
necesidad, y deslicé mi mano derecha hacia abajo por sus abdominales
cuadrados y la envolví alrededor de la amplia circunferencia de su polla.
Raze echó atrás la cabeza y siseó mientras sus dedos pellizcaron mi pezón, y
lentamente empecé a acariciar mi mano hacia arriba y abajo, amando
observarlo desmoronarse. 130
La mano izquierda de Raze se estrelló en la pared detrás de mí, sus
caderas meciéndose hacia adelante y hacia atrás con el movimiento de mi
mano. Tenía los ojos cerrados y la boca abierta; se veía imponente, y me
encontré suplicando
—Bésame.
Raze repentinamente se quedó inmóvil y sus ojos se abrieron de golpe,
la mancha de azul pareció brillar como el mar más claro contra el lienzo
oscuro del marrón.
Mis cejas se fruncieron por su reacción extraña, y se echó hacia atrás
unos pasos, mi cuerpo desnudo ahora sintiendo frío.
—¿Raze? —pregunté, y él empezó a caminar de ida y vuelta delante de
mí, con el rostro girado y con signos de pánico—. ¿Raze? —Empujé de nuevo,
y sus ojos se deslizaron a los míos, y luego se alejaron de nuevo. Sentí
nuestra conexión deslizarse. No tenía idea de lo que había hecho.
Sintiendo un escalofrío asentarse sobre mi piel desnuda, me volví para
cubrir mis pechos con las manos, cuando Raze lanzó un gemido dolorido y
vino hacia mí de nuevo, su pecho y sus caderas presionándome contra la
pared y sus grandes palmas en mis mejillas. Sus ojos se enfocaron en mis
labios, y estaba jadeando con fuerza, pero mi corazón cayó cuando vi el
nerviosismo en sus ojos.
Mis manos ahuecaron sus mejillas y Raze me miró.
—¿Raze? —pregunté—: ¿Alguna vez has besado a alguien antes?
Una sensación de incertidumbre y tal vez de vergüenza envolvió su
rostro.
—Yo... no lo sé —dijo en voz baja—. No me acuerdo.
Las lágrimas pinchaban en mis ojos. ¿Qué demonios le había pasado?
¿Y de dónde diablos había salido?
—Está bien —dije y empecé a inclinarme. Raze se puso rígido por la
acción. Era como una estatua mientras mis labios se cernían sólo a una
pulgada de los suyos, y susurraba—: ¿Puedo tenerte? —Mi corazón latía
frenéticamente.
Los hombros de Raze se relajaron, y aproveché la oportunidad para
presionar mis labios contra los suyos. Mi corazón se hinchó de inmediato y
una sensación de almas fusionándose me llenó tanto que era casi
insoportable.
Las manos de Raze sobre mis mejillas, en un primer momento
inmóviles, apretaron su agarre, y sus labios lentamente comenzaron a
trabajar contra los míos. Eso fue todo lo que tomó. Un toque, un beso, y algo 131
dentro de él se rompió y su boca poseyó la mía con su lengua entrando en
mi boca, controlándola.
Sintiendo una humedad entre mis muslos, gemí y comencé a molerme
contra su muslo, y luego me giré cerca hasta que su polla estuvo contra mi
coño. Traté de separar mis labios de su boca, pero los de Raze parecían
fusionados a los míos. Él no me dejaría ir. Me poseyó con el beso,
teniéndome, teniéndome completamente.
Mi mano bajó entre nosotros y ahuequé sus bolas, masajeándolas en la
palma de mi mano. Raze soltó un rugido en mi boca, y sus caderas
comenzaron a empujar en mi mano, su polla deslizándose a lo largo de los
pliegues empapados de mi coño.
Arreglándomelas para separar mi boca, exigí:
—Fóllame, Raze... Fóllame.
Y eso fue todo lo que tomó. En segundos, Raze me había volteado e
inclinado sobre el banco más cercano con mi mejilla pegada a la madera
dura. Ni siquiera pensé en la protección. Tan estúpido como era, realmente
no me importaba. Estaba tomando la píldora, y en este momento, era
suficiente.
Algo en mi interior me dijo que simplemente confiara en él.
Sentí sus dedos en las mejillas de mi culo, pero me había atrapado en el
lugar, y gemí por su tanto brusco. Luego, sus dedos estaban repentinamente
deslizándose por la raja de mi culo, y cada parte de mí se tensó.
—¡Raze! —dije alarmada cuando su dedo se introdujo en el agujero
apretado, y traté de levantarme. Su mano firme me mantuvo en el lugar y el
pánico reemplazó la pasión mientras luchaba contra esta intrusión no
deseada. El dedo pronto se retiró, pero cuando miré hacia atrás y lo vi
empuñar su polla y dirigirse al mismo lugar, comencé a luchar por
levantarme del banco mientras la punta se presionó al ras contra el único
lugar al que no quería que él llegara.
—¡Raze! ¡Alto! —ordené.
La mandíbula de Raze se apretó con los ojos fijos en los míos.
—¡No ahí! —rogué, observando sus cejas juntarse por la confusión. Mi
miedo esta vez fue reemplazado con tristeza cuando me di cuenta que no
entendía por qué estaba protestando.
Luchando contra el creciente nudo en mi garganta, dije:
—Más abajo. —Vi a Raze mirar hacia abajo, a mi coño, y la confusión
nubló su rostro—. Más abajo, fóllame en el otro agujero. —Lo guié, una 132
verdad devastadora cada vez más evidente en mi mente.
Raze... ¿de dónde diablos vienes?
—No entiendo —dijo Raze con voz áspera, su rostro y su cuerpo tenso
atormentados por la confusión.
Inclinándome hacia atrás, tomé su polla en mi mano y lo deslicé a lo
largo de mi coño. Cuando estaba en la entrada y los muslos gruesos
descansaron en la parte trasera de los míos, dije:
—Ahora empuja dentro. Fóllame ahí.
La mirada de Raze se centró de nuevo en su polla invasora.
Extendiéndose para agarrar mis caderas, comenzó a empujar hacia
adelante, la punta deslizándose en mi entrada. Entonces, de repente se
quedó quieto, y me relajé, apreciando la sensación, justo al momento en que
Raze enterró sus dedos en mis caderas en un agarre casi agonizante y se
impulsó hacia adelante, estrellándose contra mi canal hasta que estaba
totalmente arraigado hasta la empuñadura.
—¡Raze! —grité mientras rugió, y pude sentir sus manos temblando
mientras su pecho se encontró con mi espalda y jadeó su aliento caliente en
mi cabello.
—Joder —gimió, y sus caderas comenzaron a mecerse hacia atrás y
adelante, su polla tan grande que rozó contra mi punto G, y mis ojos se
cerraron mientras saboreaba la sensación de tenerlo dentro de mí. Podía
sentirlo en todas partes: dentro de mi cuerpo, en mi corazón... en mi alma.
—Kisa... ─gimió Raze mientras su mano acarició mi cabello despejando
mi espalda y sus cálidos labios se presionaron en la piel de mi nuca,
haciéndome temblar. Sus labios se arrastraron por mi columna, haciéndome
gemir incontrolablemente, y luego su lengua comenzó a lamer mi piel
húmeda—. Me acuerdo de esto —dijo mientras sus caderas se volvieron más
exigentes, su polla hundiéndose más profundo dentro de mí, todo sentido
dejando mi mente—. Recuerdo algo. Se sentía tan bien. Se siente tan bien...
contigo... sólo contigo...
Las lágrimas empañaron mis ojos, e imaginé mi primera vez... con Luka.
Éramos demasiado jóvenes, demasiado inexpertos, pero ese recuerdo era mi
mundo. Me sentí como si estuviera haciendo el amor con Luka de nuevo.
Todo sobre la forma en que me estaba acariciando, me hizo pensar en Luka.
Sintiendo a Raze comenzar a construir el orgasmo, quería ir con él.
Necesitaba encontrar la liberación al mismo tiempo. Alcanzando detrás de
mí, tomé su mano y la llevé alrededor de mi cintura y puse sus dedos sobre
mi clítoris.
—Haz círculos con tus dedos aquí. Quiero correrme contigo. Acaricia mi 133
clítoris y haz que nos corramos juntos —instruí.
Un gemido retumbó de Raze mientras mi canal se apretó alrededor de
su polla, estimulando mi orgasmo aún más.
La longitud de Raze pareció crecer más grande mientras empujaba
dentro de mí más rápido, el hombre brutal y feroz en su forma de hacer el
amor, salvaje y primitivo, concentrándose sólo en nuestro placer.
Esa explosión de deliciosa tensión comenzó a arder en la parte inferior
de mi columna vertebral y el aumento repentino de calor se extendió a mi
clítoris. Sentí los muslos de Raze tensarse contra mis piernas mientras sus
dedos se volvieron frenéticos y sus embestidas se hicieron más fuertes, más
largas, más duras y más bruscas.
—Kisa —dijo en voz baja mientras la piel sudorosa de su torso se
estrellaba con mi espalda. Abrí la boca para responder, pero no podía
hablar. Cuando golpeó dentro de mí por última vez, quieto y bramando su
liberación, golpeé sobre el borde con él, el placer indescriptible haciéndome
ver luces.
Con los brazos de Raze envueltos con fuerza alrededor de mi estómago,
sus rodillas golpearon el suelo, lo que le hizo sentarse, llevándome con él. Me
senté en su regazo con su polla saciada todavía sacudiéndose dentro de mí.
Mientras los minutos pasaban en silencio, su respiración se regularizó,
acaricié lo largo de sus antebrazos tonificados, atesorando la cercanía,
atesorando el sexo más significativo de mi vida.
Mientras la punta de mis dedos bailaba sobre su brazo, un ruido sordo
retumbó en su pecho, y sonreí. Le gustaba mi toque. Luego, Raze movió sus
piernas, y levantándose, manteniéndome encerrada en sus brazos, me llevó
a su cama improvisada y nos recostó. Me mantuvo segura en la fortaleza de
sus brazos; no podía soportar el dejarme ir. Tan posesivo como este
movimiento era, me encantó cada segundo del mismo. Nunca me había
sentido más completa de lo que lo hice en su abrazo, pegada a su pecho.
Levantando su mano áspera y llena de cicatrices, presioné mis labios
en la piel, disfrutando de su calidez en mi espalda.
Al oír un suspiro asombrado deslizarse de la boca de Raze, me tensé y
entonces mi mundo se dividió por la tristeza cuando susurró:
—Yo... no sabía que era así. —Su voz profunda y ronca estaba llena de
pena y vergüenza. Incapaz de soportar el dolor de mi corazón, me di la
vuelta en sus brazos y la mirada desolada en sus ojos me cortó tan profundo
como cualquier daga podría.
134
Bajó la mirada, y mi corazón latió más rápidamente mientras
acariciaba mis dedos sobre su mejilla.
—Dime lo que te pasó... por favor. Quiero saber.
El rostro de Raze se convirtió en piedra mientras lo observé luchar con
diferentes emociones. Luego sacudió la cabeza, con sus ojos marrones
oscureciéndose.
—Yo... yo estaba en el Gulag.
Lentamente apoyándome en mi codo, acaricié de nuevo las hebras
desordenadas de la cabeza de Raze mientras su dedo índice cayó sobre mi
pecho y comenzó a hacer círculos en mi pezón, su lengua deslizándose a lo
largo de sus labios.
—¿Gulag? —cuestioné, tratando de mantener la concentración—. ¿No es
eso una especie de prisión de guerra de la antigua Rusia?
Raze asintió y su dedo empezó a temblar.
—Era una prisión. La llamamos el Gulag, debido a sus condiciones de
mierda. Una en la que te mantienen enjaulado hasta que te obligan a luchar
hasta la muerte.
La ira contorsionó su rostro maravillosamente masculino, y me incliné
para presionar un beso en sus labios. El temblor se detuvo inmediatamente y
un gemido quedo atrapado en su garganta.
Retrocediendo, sus pupilas se dilataron, robándome el aliento. Se
parecía tanto a Luka en ese momento que encontré difícil hacer frente a la
posibilidad.
Porque si Raze era mi Luka, estaba a punto de escuchar lo que le había
sucedido hace todos esos años en los que creíamos que había muerto.
Cuando se nos dijo que había sido quemado… Cuando había sido arrebatado
de mi vida, sin ninguna explicación, cortando mi alma por la mitad.
—¿Por qué estabas allí?
Las cejas de Raze estaban fruncidas y pude ver que estaba
esforzándose para recordar. Cuando una oscura mirada se cruzó por su
cara, su boca se apretó y dijo:
—No me acuerdo. No recuerdo nada sino la muerte, la violencia, el
dolor y…
Mi respiración se cortó cuando pensé en cómo había ido a tomarme.
Iba a...
Acercándome más a Raze, hasta que nos tocamos piel con piel, enredé
mis dedos en su cabello y le pregunte:
—¿Por qué ibas a tomarme por detrás… de esta forma? ¿Has… has…? — 135
Dejé de hablar, incapaz de hacer la evidente pregunta. Tenía que haber una
explicación, pero no estaba segura de que estaba dispuesta a escuchar.
Los marrones ojos de Raze se ensancharon y hundió su barbilla,
ocultando su cabeza de la vista. Era un hombre tan enigmático y robusto,
pero en este caso, su rostro estaba ensombrecido como una tormenta. Su
posición se convirtió en fetal.
—Raze… —dije, atragantándome con una repentina avalancha de
tristeza mientras él lentamente levantó la cabeza.
—Recuerdo la primera vez que uno de ellos entró en la celda. Era
grande y yo acababa de ser golpeado con un bate. No me podía mover, pero
lo observaba caminar hacia mí, desabrochando su cinturón y bajando su
cremallera. Recuerdo haber sido empujado sobre mi estómago. A
continuación, recuerdo el dolor. Dolor como nada que había sentido antes.
Después, todo lo que puedo recordar es bloquearlo todo. Bloquear a estos
putos cada vez que entraron en mi celda, hasta que fui demasiado grande
para que ellos me controlaran, demasiado grande y peligroso para que me
follaran.
Sin que se diera cuenta, su mano había agarrado la mía y estaba
apretando como si estuviera dándole fuerza para continuar, como si así
sacaría el valor y la fuerza para hablarme de estas horribles violaciones.
Apenas podía ver a través del torrente de lágrimas cayendo por mis mejillas,
tratando de pensar en maneras de hacer todo mejor para él.
—Raze, oh, Dios mío. —Lloré y apoyé mi frente en la suya, devastada
porque esa hubiese sido una parte de su vida en el Gulag.
No dijo nada, pero el agarre de su mano no se aflojó. Creo que era la
primera vez en muchos años que había sido consolado. Por supuesto, yo
había oído hablar de las condiciones de las cárceles clandestinas rusas, pero
lo que había oído no se podía comparar con lo que Raze había revelado.
—¿Qué edad tenías? —pregunté, salpicando besos en sus mejillas frías
y sin afeitar.
Raze agarro mi pelo en sus manos y dijo:
—Yo… no lo sé. Es difícil saber mi edad. Ninguno de nosotros ha tenido
alguna vez cumpleaños.
Recuperando algo de compostura, no queriendo ahogarlo con mis
sospechas, continué:
—¿Y te hicieron luchar? ¿Hasta la muerte? ¿Como un niño?
Raze asintió una vez, su mirada quedándose en blanco, llevándolo a 136
algún lugar.
—Sí. Dirigen un ring de apuestas. Como este.
Náuseas se formaron en mi estómago cuando comparó The Dungeon
con el Gulag. Al menos tenía la tranquilidad de saber que no
encarcelábamos ni abusábamos de niños, obligándoles a luchar hasta la
muerte.
—Raze, no sé qué decir. Estoy devastada por ti —dije, sintiéndome
inadecuada… no, patética.
Raze me agarró de la nuca, me empujó hacia abajo y tímidamente me
besó. Inmediatamente me perdí en su familiar beso.
Raze se separó y me miró.
—Hubo una fuga. Algunos combatientes consiguieron librarse y
asesinaron a los guardias nocturnos. Siempre hubo menos guardias por la
noche. El resto de los prisioneros hicieron disturbios y comenzaron a huir.
—¿Cómo conseguiste liberarte?
El labio de Raze se curvo en una sonrisita.
—362.
—¿362 ? —pregunté, confundida.
—362. Otro luchador, el único con el que alguna vez hablaba. —El tono
de su voz había cambiado.
—Era tu amigo —supuse.
La media sonrisa de Raze cambió a una expresión impasible.
—¿Amigo? —preguntó como si estuviera saboreando el sonido de la
palabra en su lengua.
Mi corazón se lastimó un poco más. No tenía idea de lo que era un
amigo.
—Sí, tu amigo. Hablaste y pasaste tiempo con él. Confiaste en él… ¿Te
gustaba?
—Entrenaba con él. Me ayudó a adaptarme a la vida en el Gulag. Me
enseñó cómo bloquear las cosas. Nunca peleamos. Nosotros éramos los dos
mejores luchadores del Gulag. Cuando el motín ocurrió, me liberó. La
mayoría de los otros no se hubieran atrevido a acercarse a mí. Me tenían
demasiado miedo. Pero él no.
Una sonrisa estiró mis labios y le pregunté:
—¿Y dónde está él ahora? ¿Han llegado juntos a Nueva York? 137
Sacudió la cabeza.
—No sé adónde se fue. A algún lugar al oeste. Todos simplemente
escapamos.
Raze me miraba y miraba. Pensé que lo había empujado demasiado
lejos por una noche. El color se drenó de sus mejillas y su cuerpo se hundió.
Sintiendo calor en mi pecho con su devota atención, dejé un beso en su
frente.
La expresión de Raze se suavizó. Sus dedos aterrizaron en mi cuello y
vagaron hasta mi pecho. Cerré los ojos, queriendo su toque una vez más.
—Quiero tocarte —dijo. Sus dedos pararon y me miró a los ojos.
Levantando mi mano, rocé mi dedo sobre su ojo izquierdo, el que tenía
manchas de azul.
Mordiéndome el labio, me armé de valentía para preguntar:
—¿Has notado que tu ojo izquierdo tiene una mancha azul entre el
marrón?
Raze me estudió y su mano se levantó para tocar sus ojos, sus cejas
bajando. Retuve mi aliento, a la espera de lo que tenía que decir. Y, después,
esperanza floreció en mí cuando su cabeza se inclinó hacia un lado en
confusión y sus labios llenos se fruncieron.
—Somos parejos —dijo con voz ronca y ampliando sus ojos, observando
el color de mis ojos—. Tu azul es del mismo color que el de mi ojo izquierdo.
Mi labio inferior tembló. Ya no podía aguantar el sollozo asfixiando mi
garganta. Raze no tendría ni idea de por qué estaba llorando. Cómo podría
saber que el hecho de decir esas dos palabras, “somos parejos”, podría, en
tándem, inspirar tan altas esperanzas y tan profundo dolor dentro de mí.
Este era Luka. Este tenía que ser Luka. De esto estaba cada vez más y
más convencida. Ya no se sentía como una obsesiva fantasía, una
adolescente locamente enamorada esperando que este dañado y crudo
hombre fue creado sólo para mí. Confiaba más y más en que esto era real,
verdadero, tangible, una colisión de almas vinculadas por Dios.
Este hombre, este torturado y aterrador hombre gigante parecía ser mi
parejo. Mamá parecía haber tenido razón todo este tiempo; incluso perdido,
parecía que habíamos encontrado el camino de regreso el uno al otro. Pero
si este era mi Luka, estaba roto. No tenía memoria. No me atreví a empujar
demasiado pronto, demasiado lejos, por temor a asustarlo.
Tomando su mano todavía descansando cerca de mi ojo, abrí la palma
y dejé un beso en su centro.
138
—Somos parejos —susurré.
Los labios de Raze se estiraron en una sonrisa. Esa sonrisa, el breve
parpadeo de felicidad en su rostro, era mi perdición.
Mi Dios, era hermoso.
Desplazando la mano de Raze a mi pecho, su expresión pasó de
felicidad a lujuria. Sus dedos apretaron mi carne y cerré los ojos y gemí.
—Me gusta tocarte —murmuró Raze.
Después, coloqué mi mano en el hombro de Raze y lo empujé sobre su
espalda. Me dejó controlar la situación y sabía que era por su inexperiencia.
Hacía el momento un poco más especial para mí. Confiaba en mí lo
suficiente como para dejarme llevar el mando. Monté sus caderas y, de
inmediato, sentí su polla endurecerse y empujar contra mi culo.
Nuestras miradas se encontraron y electricidad vibró entre nosotros.
Las caderas de Raze empezaron a subir, buscando mi entrada. Inclinándome
hacia adelante, coloqué mis manos sobre su pecho y lentamente me empalé
en su longitud. Ni una sola vez quite mis ojos de su rostro; me empapé en
cada oleada de placer cuando se disparó a través de mí.
Cuando gemí al tomarlo completamente en mi interior, empecé a
moverme suavemente hacia arriba y hacia abajo. Raze cerró los ojos, sus
manos sosteniendo mi cadera.
—Abre los ojos —susurré, pero Raze sacudió la cabeza, su frente
arrugada con concentración.
Mis cejas fruncieron por la confusión, una punzada de inseguridad
propagándose a través de mí, hasta que Raze jadeó y dijo:
—Estoy cerrando mis ojos para que pueda sentir estar dentro de ti. —
Puso su mano sobre su corazón y dijo con voz grave—: He visto demasiadas
cosas malas con estos ojos. Esto, lo voy a sentir en mi corazón.
Lágrimas cayeron de mis ojos con sus hermosas, pero desgarradoras
palabras, y descansando mis senos en su pecho, dejé suaves besos en su
cuello mientras trabajaba mis caderas más rápido. Más gruñidos de placer
salieron de su garganta. La mano de Raze se deslizó alrededor de mi cintura
hasta mi espalda, y mi respiración salió más rápido, mientras me sentía
llegando al orgasmo, sus satisfechos gruñidos diciéndome que estaba cerca
también. Lamiendo y mordiendo su garganta, llevé mis labios a su boca y
Raze inmediatamente me devolvió el beso, nuestras lenguas húmedas,
calientes y desafiantes, mientras temblores corrían arriba y abajo por mi
columna vertebral. Me corrí tan rápido y tan poderosamente que aparté mi
boca de la de Raze y grité de placer.
El largo gemido de Raze pronto se unió al mío y sentí su calor 139
inundando mi vientre, sus manos sosteniendo mis caderas para sacar cada
momento de placer.
Luchando para conseguir mi aliento, descansé satisfecha en los brazos
de Raze.
—Kisa… —susurró, enrollando mi nombre en su lengua y me congelé,
rezando para que dijera algo más. Te conozco. Te recuerdo. Eres la chica que
estuve destinado a amar, mi regalo de Dios, mi solnyshko. Pero no lo hizo. En
su lugar, respiró profundamente y dijo—: ¿Por qué me siento como si te
conociera de toda la vida?
Y en ese momento lo supe...
Mi corazón explotó como una supernova de luz. Saboreé este momento
y una sonrisa estiró mi boca. Puede que no recordara nada específico, pero
profundo en su mente trágicamente dañada, en la mente bloqueando su
pasado para protegerle del presente, mi Luka… mi Raze… me conocía. Sentía
esa conexión que siempre nos mantuvo cerca.
—Kisa-Anna —murmuró mientras rastrillaba hipnóticamente sus dedos
a través de mi cabello.
Aspiré una bocanada de aire, y Raze claramente lo sintió, sintió mi
impactada reacción. Sus manos se pararon en seco.
Levantando la cabeza, confundida miré a sus ojos y pregunté:
—¿Por qué me llamas Kisa-Anna?
Raze abrió la boca para hablar, pero lentamente la cerró otra vez.
—No sé… —Sus ojos se apretaron cerrados y pasó la mano por su
cabeza como si tuviera una migraña.
—¿Raze? —pregunté.
Parpadeó, después parpadeó otra vez.
—No sé por qué te he llamado así… pero creo que… creo que ese es tu
nombre. Se siente correcto.
Asintiendo a través de mis lágrimas, dije:
—Sí. Realmente se siente correcto.
Descansé mi cabeza en el pecho de Raze y cerré mis ojos, saboreando
su contacto mientras pudiera. Pero sabía que tenía que irme, y después no
sabía cuánto tiempo pasaría en sus brazos, renuentemente me aparté de su
cuerpo, mirando hacia abajo para ver su rostro… un rostro que parecía…
¿herido?
—No puedo tenerte, ¿no es así? —preguntó, devastación en su voz. 140
—Yo… yo… Es complicado —balbuceé, y comencé a recoger mi arruinada
ropa, tratando de vestirme lo mejor que pude con los trozos de material
hechos jirones, rezando para que mi larga chaqueta de verano me cubriera.
—Es por Durov, ¿no? —insistió, el salvaje, desenfrenado lado
reafirmándose.
—Es un hombre peligroso, Raze.
Raze se puso de pie y agarró mi muñeca, impidiendo que me pusiera
mi pantalón.
—Yo también.
—Lo sé, Raze. Lo sé. Pero no entiendes. Estamos comprometidos. Hay
expectativas —expliqué, mientras seguía vistiéndome. Emociones y
pensamientos contradictorios nublaron mi mente. Preguntas brotaron.
¿Podría explicarle todo lo que sabía a Raze? ¿Me atrevería a decirle acerca
de su conexión con el Bratva? ¿Cómo podría hacerle recordar lo que le
sucedió a mi hermano, si él lo había matado? ¿Y cómo podría yo salir
alguna vez de las controladoras manos de Alik?
—Pero te quiero. ¿Vas a volver mañana? Te necesito. Quiero tocarte otra
vez. No puedo soportar pensar en ti con él.
Estaba vestida de la mejor forma que pude conseguir, los dedos de Raze
entrelazados con los míos, y cuando levanté la vista, me miraba con
concentración profunda, sus ojos vagando de un lado a otro, como si
estuviera tratando de recordar algo. Estaba hecha polvo en el momento en
que su cabeza se inclinó a un lado y los labios se fruncieron.
Este era sin duda mi Luka.
Tenía que averiguar algo.
—Volveré aquí mañana por la noche —dije. Los tensionados hombros
de Raze se hundieron con alivio—. Pero mañana cuando te entrenes, no
puedes decirle a Alik que hemos estado juntos. No puede descubrirnos.
Raze se tensó nuevamente.
—Él no me preocupa.
Toqué su mejilla y dije:
—Lo sé. Pero realmente tenemos que mantener esto en secreto.
Raze sopló un molesto suspiro a través de sus fosas nasales, pero
asintió en acuerdo. Equilibrándome de puntillas, presioné un beso en sus
labios plenos, una vez más admirando su musculoso cuerpo desnudo. A 141
regañadientes, salí de la habitación, manteniendo su mirada hasta que cerré
la puerta al amor perdido de mi vida.
Mi cabeza estaba girando, mi estómago lleno de miedo y emoción.
Saliendo del gimnasio, atrapé la mirada cuestionadora de Serge
mientras me metía en el auto, pero lo ignoré, todavía sintiendo los post-
efectos de Raze dentro de mí.
Sonreí para mis adentros.
Kisa-Anna… Sólo Luka alguna vez me llamó por ese nombre.
Había encontrado a mi amor de nuevo.
Sólo tenía que hacerle recordar quién era yo para él… antes de que el
Gulag le cambiara. Antes que fuera arrancado de mi vida.
Catorce
Raze

—V
en conmigo —anima el niño a la chica.
Entrando a hurtadillas en el dormitorio de ella,
en la planta baja de la mansión de su padre.
Comprobó que ninguno de los Byki estuviese lo
suficientemente cerca para atraparlo.
—¿A dónde vamos? —preguntó la chica adormilada.
Gateando fuera de su cama y poniéndose una sudadera sobre su polo
de color rosa y pantalón corto, aceptó la mano tendida del muchacho. Él
estaba colgando de la ventana. Iba vestido todo de negro, como un ladrón.
La chica no pudo evitar reírse. 142
El muchacho inclinó la cabeza hacia un lado, hizo una mueca y
preguntó:
—¿De qué te ríes, Solnyshko?
—De ti —bromeó. Pero tomó la mano de todos modos mientras se
derretía bajo su sonrisa.
La puerta de su habitación se abrió. El niño y la niña se paralizaron por
el miedo y el hermano de la chica entró en la habitación.
—¿Qué es todo ese ruido, Kisa? —preguntó su hermano, limpiando el
sueño de sus ojos antes de bajar la mano y fijarse en la pareja saliendo por
la ventana. No se sorprendió al ver las caras de culpabilidad de su hermana
gemela y su mejor amigo. El hermano puso los ojos en blanco y negó con la
cabeza—. ¿A dónde diablos vas a estas horas de la noche con Kisa?
El muchacho miró a su mejor amigo y se encogió de hombros.
—¿Afuera? ¿Por aire fresco? ¿Te vale cualquiera de ellos?
—¿A la una de la madrugada?
El muchacho se encogió de hombros otra vez. Entonces el hermano
cruzó los brazos sobre su pecho y levantó la ceja. El chico entró en la
habitación y se enfrentó con el hermano.
—Rodion, ¡vamos, hombre! ¡No seas un idiota! Quiero pasar tiempo con
Kisa lejos de nuestros padres.
Rodion señaló a Kisa.
—¡Es mi hermana a la que estás tratando de corromper!
—Y mi novia —replicó el muchacho—. Nunca haría nada para
lastimarla. Lo sabes. Nos casaremos algún día.
—Por favor, Rodion, te lo deberemos —suplicó Kisa escondida detrás de
la postura protectora del chico.
Rodion miró a su hermana, después al niño y otra vez a ella. Entonces
su hermano negó con la cabeza.
—¡Está bien, márchense! Necesito dormir.
Comenzó a salir de la habitación, despidiéndolos con un gesto, pero
miró hacia atrás y dijo:
—No la dejes embarazada o Papa te cortará las pelotas. Tiene trece
años y aún no es tu esposa.
El chico le puso los ojos en blanco a su mejor amigo. Pero la cara de
Kisa se volvió de un rojo brillante y lanzó un bolígrafo de su escritorio a su 143
hermano. Quien se rió burlonamente en respuesta.
Rodion salió de la habitación, el chico sabía que iba a cubrirlos. Luego
se volvió hacia la muchacha y, tomándola de la mano, la condujo por la
ventana abierta.
—¿A dónde vamos? —susurró mientras la llevaba hacia abajo, hacia la
playa.
Una vez que estuvieron fuera de la vista de la casa, le pasó un brazo
alrededor de los hombros y la acercó a su lado.
—A nuestra cala. ¿Dónde más, Solnyshko?
Kisa pasó un brazo alrededor de su cintura. A los pocos minutos,
estaban en la cala privada y el chico les llevó a su lugar favorito. Quitándose
la camiseta, la extendió sobre la arena y, sentándose, tiró suavemente de
Kisa para sentarla entre sus piernas y envolvió sus brazos alrededor de su
cintura.
El niño y su Kisa observaban las olas en silencio, la brillante luna,
enorme contra el agua oscura. Kisa soñadora miró al chico y sonrió. Estaban
solos en una playa y era perfecto.
Los ojos azules de Kisa estaban empañados mientras miraba al chico.
Él supo entonces, lo mucho que lo amaba. Le parecía tan hermosa. No tenía
un solo recuerdo en el que ella no estuviese. Incluso cuando eran niños
pequeños, siempre estaban juntos y siempre la había mantenido cerca,
protegiéndola, cuidándola. No había nadie más. Incluso entonces, a los
catorce años, no le atraían otras chicas. Amaba a esta chica. Sabía qué era
para él, tenía una corazonada. Juntos, creía que eran perfectos.
Pertenecían a la misma vida criminal. El chico sabía que cuando
pasaran los años y sus obligaciones entraran en juego, lo apoyaría. Nunca
cuestionaría su línea de trabajo o decisiones, cuando la Bratva lo llamara
para liderar el submundo ruso de Nueva York.
Kisa no se inmutaba por la muerte y el peligro.
El chico sonrió para sí y pensó en el cuento que su madre siempre le
contaba mientras se hacía mayor. Que Dios los creó para ser pareja, en todo
lo posible, la mancha de azul en su ojo izquierdo reflejaba perfectamente el
azul de la niña.
Bajando la cabeza, el chico apretó sus labios contra los suyos. Kisa
gimió en su boca, mientras que elevaba la mano y la deslizaba alrededor del
cuello del chico. El beso se hizo más profundo. Se separó para tumbarla en la
arena y tenderse encima, sintiendo su cálido cuerpo debajo del suyo.
No tardaron mucho en perder el control y el muchacho se separó de la 144
boca de Kisa, que jadeaba. Sus labios estaban hinchados. Sus manos se
agarraron del cuello y trató de tirar de él hacia abajo.
—Kisa-Anna —dijo y le dio un beso a un lado de su cuello—. Tenemos
que parar. No puedo... No podemos... Tengo que parar... Tenemos que
detenernos.
Los ojos azules de Kisa se oscurecieron. Giró su cabeza hacia un lado,
mirando a la luna. El muchacho apoyó la cabeza en su hombro, tratando de
controlarse, respirando a través del hormigueo que sentía en el estómago.
Ella puso las manos en sus mejillas, lo empujó hasta que levantó la
cabeza y la miró a los ojos.
—Por favor —susurró—, quiero hacer esto contigo.
Los ojos del muchacho se abrieron y su corazón latió más rápido en su
pecho.
—Kisa, ¿estás... estás segura?
Kisa asintió tímidamente.
—¿Puedo tenerte? —preguntó.
Sintió que su corazón explotó en el pecho, el niño dijo:
—Sí. —Y presionó sus labios con los de ella.
Más tarde esa noche, Kisa yacía en los brazos calientes del muchacho,
quien no podía dejar de besar su cara.
—Te amo, Kisa —confesó.
Se volvió hacia él y bajó los ojos, vencida por la timidez.
—Yo también te amo. Me alegro de que fueses el primero.
—Y el último —prometió el chico.
La envolvió fuertemente en sus brazos. Ambos estaban desnudos bajo
la cobertura modesta de su sudadera.
—No puedo imaginar algún día compartir esto con nadie... nunca —
aseguró Kisa y suspiró.
No podía estar más de acuerdo.
Eran jóvenes y enamorados...
Pero el chico sabía, sin lugar a dudas, que era la única chica que
significaba algo para él.
Estaban hechos el uno para el otro.

145

Luchando para recuperar el aliento, mis ojos se abrieron de golpe y me


quedé mirando las vigas de acero del techo. Estaba empapado en sudor. Mi
mente agitada y empañada por este sueño, un sueño que se sentía muy real.
Una chica.
Un muchacho.
Una playa.
Besándose...
¡Espera!
Kisa estaba en él, apenas una adolescente, follando a un chico en una
playa. Esperé una oleada de celos, una ola de ira que atravesara mi cuerpo
con el pensamiento de alguien más tocándola, pero no vino... El muchacho
me recordaba a alguien. Pero no podía pensar... era alguien que no podía
ubicar. No lo reconocía.
El chico estaba feliz. Amaba a Kisa.
Y Kisa, como siempre, se veía hermosa. Sonriendo al niño y diciéndole
que también lo amaba.
Respiraba pesadamente a través de la nariz, mi corazón latía con
fuerza, como si esas palabras fueran para mí. Mi pecho comenzó a doler y
mis manos comenzaron a temblar.
Pero no me lo dijo a mí. Le dijo a un chico en una playa que lo amaba...
no a mí. No a Raze, el monstruo, el asesino...
Me hizo pensar en lo que mi vida había sido antes del Gulag.
¿Cómo era a esa edad?
No sabía nada acerca de dónde venía. No sabía nada de mi familia.
Tantos acontecimientos desde que había llegado a Brooklyn me habían
confundido. Destellos de sueños. Atisbos de imágenes.
¿Eran recuerdos reales intentando abrirse paso en mi consciencia?
Mis sueños eran tan reales que me desperté con un recuerdo claro de
todos los detalles. No podía recordar haber tenido esos sueños antes de
conocer a Kisa y ella estaba en todos y cada uno.
Ella me parecía tan real, tan importante.
O tal vez, estaba tan desesperado por tenerla que tenía que imaginar
alguna conexión. Tan desesperado por importarle a alguien, que quería 146
significar algo para ella también
Entonces la ira y la rabia quemaron en mi pecho mientras me la
imaginé con Durov. Kisa era mía. Sentí que era mía. Sabía que me
pertenecía. La quería. Quería que fuese mía, no compartirla con ese maldito
psicópata.
Durov era un bastardo asesino insensible. Había visto esa mirada en
sus ojos, en los ojos de tantos combatientes. Y la forma en que miraba a Kisa,
sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que también la matara. La
golpearía o ella le desobedecería y, en vez de perderla, la mataría para
asegurarse de que nunca lo abandonase.
Algo me dijo que no era la primera vez que la había protegido de él. A
continuación, un enorme agujero se abrió en mis entrañas cuando pensaba
en él casándose con ella, que por mi culpa la hizo su posesión... que, de
alguna manera, le fallé.
Tenía que matarlo.
Era la única manera de que pudiera salvarla de él. Quería atravesar su
negro corazón en la jaula.
Apretando los ojos, traté de recordar algo, cualquier cosa, de mi pasado.
Pero ese mismo viejo dolor se deslizó en mi cabeza y, frustrado, poco a poco
volví a abrirlos. Me froté la mano sobre la nariz, recordando el sueño. Podía
oler el mar y sentir la arena en la que el niño y Kisa habían descansado.
Había estado allí, pero no podía conectar el recuerdo con nada real.
Y en el sueño, Kisa tenía un hermano... un hermano que la amaba y el
niño era su mejor amigo. Nunca había oído a Kisa hablar de un hermano
antes. No era un luchador. Nunca lo había visto en el gimnasio.
¡Mierda! Tal vez era sólo un jodido sueño confuso después de todo.
El sonido de la puerta principal abriéndose me hizo ponerme en pie. Me
puse mis pantalones de entrenamiento, apartando la colchoneta y la manta
fina que aún olía a Kisa. Mi mente inmediatamente se dirigió a anoche.
Kisa. Mi Kisa-Anna... debajo de mí, húmeda y caliente y gritando mi
nombre.
Amaba follarla, amaba estar en su interior, acariciando su cabello
castaño y besando su cara. Quería que fuese toda mía, que me perteneciera.
Nunca antes había tenido a nadie que se preocupara por mí. Pero la quería
ahora... sólo a ella. Y oler su perfume en esa manta, me incentivó a matar a
Durov.
Pero el recuerdo de la noche anterior con Kisa-Anna montándome
como lo hizo, trajo un sentimiento enfermo a mi estómago. Me hizo 147
enfrentarme a algo que nunca antes había encarado. El Gulag, los guardias...
lo que me habían hecho durante años, tomándome como lo hicieron... No
sabía que había otra manera de follar. Y casi había tomado a Kisa de esa
manera. La hubiera lastimado. Todavía podía saborear su pánico en mi
boca.
Yendo hacia la bolsa de boxeo, estampé fuertemente mi puño contra el
cuero desgastado y traté de desquitarme la vergüenza, la culpa... mi puta
vergüenza. Podría haberle hecho daño. No podía soportar la idea. Estaba tan
envuelto en liberar mi furia que no vi a Viktor entrar por la puerta, hasta que
se puso delante de mí.
Entonces todo lo que vi fue una niebla roja.
Lanzándome hacia mi entrenador, agarre un puñado de su camiseta en
mis manos y lo empujé hasta que su espalda golpeó la pared. Los ojos de
Viktor traicionaron su sorpresa, su rostro se volvió una sombra profunda de
rojo.
—¿Lo hiciste también, maldito enfermo? —pregunté con fuerza,
gruñendo mientras mi sangre hervía.
—¿Hacer qué? — afirmó Viktor de forma entrecortada.
Inclinándome, gruñí amenazadoramente.
—Joder a los niños pequeños en el Gulag. ¿Acaso los sujetabas y los
jodias también?
La cara roja de Viktor palideció y sacudió la cabeza.
—No...
—¡MENTIROSO! —grité, levantándolo para golpear rápidamente su
espalda contra la pared.
—No... —Viktor se quedó sin aliento y, al ver sus ojos abriéndose, lo solté
y retrocedí. Di un paso cuando Viktor cayó al suelo, frotándose la garganta.
—Raze, lo juro, nunca hice eso... Nunca haría eso.
Lo miré con disgusto.
—¿Pero lo sabías? ¿Sabías que follaban a niños pequeños?
Viktor dejó caer su cabeza. En todo caso, parecía encorvarse mientras
se desplomaba aún más.
—Sí.
—¿Y no hiciste nada para detenerlo?
—¿Qué podía hacer? He estado pagando la deuda de mi familia desde 148
que era un adolescente. Primero a los georgianos, ahora a los rusos. Mi papá
era un jugador y nos jodió completamente. Era lo más bajo de lo bajo. No
tenía el poder en esos lugares. No soy de la mafia. Soy un indispensable y
desechable.
Corrí hacia Viktor, disfrutando al escuchar su gemido en voz alta
mientras me acercaba y golpeé el espejo por encima de su cabeza,
rompiendo el vidrio, que cayó sobre su cabeza.
—¿Sí? ¿Sin poder? ¡Yo tampoco cuando me vi obligado a soportar a un
guardia meter su polla por mi culo!
Me calmé cuando esas palabras salieron de mi boca y escalofríos se
deslizaron por mi espina dorsal. No tenía ni idea de que, lo que los guardias
hicieron estuvo mal. De hecho, nunca había pensado que algo de lo que
ocurrió en Gulag estaba mal. Era la vida. Era lo que ocurría día tras día.
¿Por qué de pronto sé que estaba mal? ¿Por qué algo dentro de mí de
repente estaba diciendo que había sido violado? ¡Mierda! Últimamente, estoy
sintiendo demasiado, incapaz de bloquearlo todo. Tengo que mantenerlo
bloqueado. Tengo que matar. Luchar. Conseguir mi venganza.
Mi cabeza me dolía, un dolor agudo me atravesó el cráneo y, de repente,
una escena familiar se reprodujo en mi mente.
Era el primer guardia que conocí, el primero que me violó, me golpeó,
me entrenó. No se trataba de él violándome o golpeándome con el bate de
béisbol. Me empujaba por las escaleras, hasta el sótano del Gulag para
mostrarme mi futuro. Para mostrarme a dos jóvenes en una jaula, uno
cortándole el estómago al otro.
—Bienvenido al infierno, muchacho.
Cerré los ojos, el corazón me palpitaba, mis sienes punzaban y traté de
aferrarme al recuerdo.
Mis ojos se abrieron de golpe y me encontré de nuevo conmocionado.
Ese era yo... Ese chico era yo. Había sido secuestrado de alguna parte. ¿Mi
casa? No podía recordarlo, pero recuerdo haber sido noqueado y atado.
Viajamos por lo que parecieron días. Entonces me desperté en una celda y
fui inmediatamente arrojado al sótano.
Vi manchas delante de mis ojos y luego sentí una mano abofeteando mi
mejilla.
—Raze. Sal de allí, hijo. ¡Raze!
Parpadeé con furia, mi visión se aclaró y Viktor estaba frente a mí, con
rostro ¿apenado...? ¿Preocupado? Quería alejarlo de mí, pero aún no podía 149
moverme. Estaba paralizado.
Viktor se sentó y me miró fijamente. Extendiendo sus manos, dijo:
—Raze, escúchame. Lo he visto con cientos de luchadores que han
dejado los gulags, o cualquiera de los otros combates a muerte que las
mafias tienen en prisiones subterráneas. Están por todas partes, hijo. Cientos
de niños jodidos como tú, sólo sabiendo cómo matar, sin sentir. Te jodieron
de muchas maneras y te torturaron durante años, hicieron que no recuerdes
nada excepto la necesidad de matar. Has bloqueado tu pasado para hacer
frente a lo que te hicieron. Entonces, cuando huyes y ya no te dan drogas,
detonantes joden con tu mente, comienzas a recuperar los recuerdos y
recordar cosas de tu pasado. Y no puedes manejar la situación.
Mis cejas se fruncieron, pero mis piernas y brazos aún no se movían.
Viktor se aclaró la garganta y se movió hacia delante, levantando su mano
lentamente, finalmente poniéndola en mi hombro.
—Simplemente deja entrar los recuerdos. No luches contra ellos. No te
presiones para recordar. Si algo es familiar, déjalo volver. Es la mejor
manera o terminarás matándote a ti mismo.
Un sentimiento de temor se instaló en mi estómago.
—No sé si quiero recordar. Vine aquí por una cosa y sólo una cosa.
Venganza. No he venido aquí para recordar. —Dejé caer la cabeza, mirando
fijamente a los conteos tatuados de mis enemigos, mi número 818, dije—:
¿Qué pasa si no me gusta lo que era...? ¿Y si me lleva al límite?
Viktor se desplomó sobre su culo y se pasó una mano por la cara.
—¿No es mejor que el monstruo frío que te convertiste en el Gulag?
¿Que lo que eres en la jaula del Dungeon? Y después de matar a Durov,
¿entonces qué? ¿A dónde vas, entonces? ¿Otro cuadrilátero de lucha a
muerte? Hay cientos en el país. Podrías seguir matando, ganar dinero hasta
que te maten... —Viktor respiró hondo—. O podrías vivir, hijo. Podrías vivir...
recuperar tu vida.
Negué.
No había pensado en eso antes. Sólo tenía un objetivo: matar a Durov.
—Puedo ayudarte a derrotar a Durov, pero necesitas ayudarte a ti
mismo, ayudarte a recordar el pasado. Ahora eres un animal, una máquina
que sólo puede matar. Pero fuiste más, eres más que eso.
Mis ojos estaban fijos en el suelo mientras mi cabeza se sentía
entumecido, demasiado aturdida como para pensar; pero entonces una
pregunta de la boca de Viktor pasó a través de esa bruma.
—¿Por qué Durov, Raze? ¿Por qué Durov? 150
Mi pecho se apretó y mis manos empezaron a temblar mientras un
recuerdo apareció en mi mente.
Tres chicos. Tres muchachos en las cataratas. En unas vacaciones
familiares. Dos de ellos mejores amigos. El tercero tenía un cuchillo. El
tercero apuñaló a uno de los otros... Entonces... ¿entonces qué?
Energía llenó mis miembros otra vez, a medida que me frustraba con el
recuerdo que no me mostraba lo que necesitaba saber.
¿Por qué Durov? ¿Quiénes eran los chicos? ¿Quién fue apuñalado?
¿Estaba allí? ¿Era yo uno de los chicos?
Quería saber qué significaba. Quería saber qué me hizo olvidar, al
menos olvidar todo excepto el nombre del marica a quien tenía que matar.
Alik Durov.
Brooklyn, Nueva York.
Venganza.
Matar.
Sonidos de los luchadores comenzando a entrenar se filtraron en mi
sala de entrenamiento. Viktor se puso de pie y me tendió la mano.
—Levántate, Raze. Entrena. Y no dejes que tu pasado te retenga. En
cambio, utilízalo para alimentarte. Esta es tu oportunidad de recuperar tu
vida. ¡Consigue tu venganza! ¡Luego recupera tu vida! —Viktor miró hacia la
puerta, y luego a mí otra vez—. Luego puedes conseguir a la chica. Cuando
Durov esté muerto, podrás conseguir a la chica.
Mi ira se desvaneció cuando pensé en Kisa. Era mi bálsamo, mi calma.
Mi Kisa-Anna.
Sostuve la mirada de Viktor por un tiempo, sólo respirando, centrando
mi atención, aferrándome al fuego en mi interior y luego le di una breve
inclinación de cabeza. El tipo estaba tan jodido como yo. Podía verlo en sus
ojos. Pero me entendía. No me agradaba, pero me entendía. Nadie más
podía.
Cuando me puse en pie, Viktor me hizo señas para que lo siguiera a la
zona principal del gimnasio para usar las cuerdas. Mientras entraba en el
espacio de entrenamiento, las puertas principales se abrieron desde el
estacionamiento subterráneo y Durov entró... su mano agarrando el cuello
de mi Kisa. Su expresión estaba en blanco y sus ojos desenfocados.
Negué físicamente al verla bajo el control de ese hijo de puta.
151
Viktor se quedó cerca.
—Ignóralo. Controla tu ira. Mata primero, vive luego. Entonces
consigues a la chica.
Traté de frenar mi rabia agarrando las cuerdas y levantándolas para
que Viktor cuente; pero Alik se detuvo en el gimnasio, directamente en mi
línea de visión y presionó sus labios contra los de Kisa. La batalla más dura
que he tenido que luchar era conmigo mismo para no ir hacia el pendejo y
alejar a mi mujer de sus brazos.
Kisa dejó que sucediera, pero su cuerpo estaba rígido e inmóvil.
Cualquiera con ojos podía ver lo asustada que estaba. Pero probablemente
eso es lo que quería, que estuviera demasiado asustada como para dejarlo.
Quería decapitarlo con un cuchillo ciego. Pero ella me había dicho que
actuara normal, para que no nos alejaran, así que malditamente actué
normal.
Sumergiendo la nariz en mi hombro, inhalé profundamente y todavía
podía olerla en mi piel, sus manos agarrando mis hombros mientras se
venía. Ese olor me impidió matar a Durov. Me aferré al hecho de que ella me
iba a ver esta noche después de la pelea... y para mañana por la noche, él
estaría muerto y ella iba a ser mía.
Durov soltó a Kisa y ella se escabulló a su oficina sin mirar atrás. Se
veía hermosa en su traje negro y su cabello largo y castaño recogido.
Entonces Alik estaba repentinamente en mi cara, Yiv justamente a su
espalda, listo para él, para entrenar. Mantuve mi cabeza baja.
—Escuché que peleas contra Goliath esta noche. —Podía ver en mi
visión periférica, cómo en su cara se extendía una sonrisa comemierda—. Mi
padre pagó su incorporación de último momento. Ya sabes, para darle a la
gente un verdadero espectáculo. Para probar realmente de lo que estás
hecho.
Sus ojos cayeron a mi régimen de entrenamiento, el que no había
detenido, mientras su sonrisa crecía aún más. Se echó a reír.
—Parece que vas a ser sacrificado esta noche, Raze. Ese hijo de puta va
a matarte. No puedo decir que malditamente lo siento. —Se inclinó y
susurró—: Y cuando gane, voy a arrastrar a Kisa de nuevo a la sala de
espera y follarla por el culo. Lo odia, trata de luchar contra mí... pero sólo me
pone más duro.
Luchando contra la explosión de rabia dentro de mí, dejé pasar su
comentario y mantuve mi atención, pero sentía el pánico de Viktor a mi
lado. No estaba asustado por la pelea de esta noche. Nunca había tenido
miedo en la jaula. Era mi dominio, mi hogar.
152
Durov se fue de mi vista y lancé una mirada hacia la oficina de Kisa,
sólo para impulsarme aún más en mi entrenamiento cuando la vi mirando a
través de las persianas, observándome.
Decidí revitalizar mis músculos y no me importó un carajo quién era
este Goliat. Lo iba a arrasar de una puta vez.
Sólo otro tatuaje más para añadir a mi cuenta personal en mi torso y
una persona menos en mi camino de tener a Kisa como mía.
Quince
Raze

E
l pisoteo de cientos de pies sacudió la estructura de las paredes
de la habitación de retención en el sótano del Calabozo
mientras la lucha de Durov tenía lugar. Estaba saltando la
cuerda, calentando mi cuerpo para mi pelea, cuando un enorme
clamor me hizo mirar hacia la puerta. Salté más duro,
esperando a que Viktor viniera y me dijera que había ganado.
No tuve que esperar mucho tiempo.
Minutos después, Viktor vino, sus ojos hacia abajo.
—Durov ganó. —Fue todo lo que dijo, pero por el tinte verde en su rostro,
pude ver que Durov había hecho más que matar. Había jugado y jugado con
153
su oponente una vez más. Probablemente le rebanó con su daga, pero de una
manera que le impidió respirar hasta el último golpe.
Durov fue “El Carnicero” después de todo.
Viktor se acercó al cuenco en el borde de la habitación y se echó agua
en la cara, luego se paró frente a mí.
—Di un vistazo a Goliath. Conseguí algunas estadísticas.
Mantuve mis ojos en Viktor, pero no paré mi calentamiento.
—Es de Georgia, nuevo esta temporada para lo clandestino. Pero nunca
ha perdido un partido. Es despiadado, tiene debilidades mínimas. Tiene
cerca de diez kilos más que tú y alrededor de diez centímetros de altura.
Formé una imagen de Goliath en mi mente, visualizando derribarlo.
—¿Arma? —pregunté.
—Un sai negro —respondió Viktor.
Dejé de saltar.
Congelándome, le pregunté:
—¿Es del Gulag?
Viktor asintió.
—Sí. Vi uno de los entrenadores de uno de los gulags de la Costa Oeste.
Es uno de sus boxeadores. Ellos lo han traído. Lo ingresaron en los concursos
clandestinos de todo el país. —Viktor me entregó una botella de agua e hizo
un gesto para que bebiera—. Vas a tener que ser inteligente con éste, Raze. Es
rápido. Invicto. Tú también. Pero esta noche, uno de ustedes va a estar
muerto.
Un golpe llamó a la puerta, y las conocidas palabras:
—¡Tu turno! —se gritaron a través de la madera.
Me quité la camiseta y me puse mis puños americanos, unté bajo mis
ojos con Negro de Ojos, dejando la rabia caliente llenar mis músculos
mientras me preparaba para la lucha por delante.
Oí el ruido de la multitud crecer más fuerte, diciéndome que Goliath
había entrado en la jaula. Viktor abrió la puerta y me llevó hacia el oscuro
pasillo. Vislumbré a Durov en su sala de espera, un hombre mayor dándole
una palmada en el pecho cubierto de sangre, felicitándolo. Se parecía a él.
Simplemente supe que el gilipollas era su padre. Se veía tan jodidamente
malvado como Durov.
El pasillo estaba húmedo, lleno del olor a muerte y rastros de sangre de 154
los combatientes anteriores. Podía escuchar mi respiración en los oídos
incluso por encima del rugido de la multitud, y luego escuché algo más... el
llamado de mi nombre.
—¡Raze!
Miré a un lado a la apertura a otro pasillo. Kisa se quedó en las
sombras. Viktor se detuvo y levantó la ceja. Sin hacerle caso, corrí hacia un
lado y de inmediato levanté a Kisa en mis brazos y la empujé contra la
pared.
Los ojos azules de Kisa se nublaron a medida que mi pecho presionó
contra el suyo, y me incliné hacia delante para pasar mi nariz por su mejilla.
—Kisa... —murmuré mientras las manos de Kisa jugaron con mi pelo.
Sus palmas se deslizaron por mis mejillas, y tirando de mi boca a la
suya, apretó sus labios con los míos. Gruñendo en su boca húmeda, empujé
mi lengua dentro hasta que se encontró con la de ella. Las tetas de Kisa se
endurecieron contra mi piel desnuda.
Sus manos se presionaron más duro en mis mejillas y arrancó su boca
de la mía, apartándola jadeando. Sus dedos acariciaron mis mejillas y mi
polla se endureció, mis caderas empujando contra las de ella.
—Raze... tenía que verte —susurró.
Mis fosas nasales se abrieron a medida que olí su aroma, con ganas de
tenerlo en mi lengua.
—Te deseo —dije, y vi lágrimas llenar sus ojos. No sabía lo que estaba
mal. Todo lo que podía hacer era mirar con confusión.
La expresión de Kisa de repente cambió y me sonrió, pasando su dedo
por mi cuello.
—Me encanta cuando haces eso, inclinar la cabeza hacia un lado,
quiero decir.
Mi ceño fruncido, sin entender lo que quería decir, pero lo ignoré para
preguntar:
—¿Por qué lloras?
Kisa envolvió sus brazos alrededor de mi cuello y metió la nariz.
—Te acabo de obtener de vuelta cuando pensaba que era imposible y ni
siquiera lo sabes todavía.
Me sentí aún más confuso. Entonces la jalé hacia mí para que me
enfrentara y, a través de sus lágrimas, susurró:
—He visto contra quién lucharás. 155
Me tensé.
—¿Y?
—Es enorme, Raze. Pregunté por ahí acerca de él, y nunca ha perdido
una pelea. Siempre se sale con su presa.
—Yo también —dije firmemente, sin disfrutar de su falta de fe en mi
habilidad. Era un asesino. Invicto.
—Lo sé, pero... —Tragó saliva, mirándome fijamente a los ojos,
inclinándose para besar el de la izquierda—. Estoy aterrorizada de perderte
esta noche. Abram lo trajo justo frente a mi nariz. Tiene miedo, Raze. Sé que
es debido a que realmente pudieras vencer a Alik en la final.
Mi corazón se volvió en acero mientras sus palabras encendieron mi
determinación para vencer a Goliath. Para joder a Alik y su padre.
Presionando mi frente con la suya, le prometí:
—Voy a ganar.
Un sollozo escapó de su boca, pero lo atrapé mientras presioné mis
labios a los de ella.
—Por favor —habló en contra de mi boca—. Tengo mucho que decirte.
Tanto que quiero que sepas. Necesitas sobrevivir.
—Voy a ganar, Kisa-Anna —dije con voz áspera de nuevo, sintiendo su
miedo por mí pulsando a través de su cuerpo delgado. Pero lo que ella no
sabía era que prosperaba en el miedo. Me empujaba aún más.
No perderé... no cuando tenía a Kisa en mi mente y su vida para
salvarla de Durov.
—Ganarás —dijo Kisa con un suspiro de alivio.
Una tos sonó detrás de nosotros.
Viktor se acercó más, asombro grabado en su rostro, y dijo:
—Raze, tenemos que ir. Te necesitan en la jaula.
Presioné otro beso en los labios de Kisa, tomé su dedo y lo pasé por mi
estómago.
—Habrá otra cuenta aquí esta noche... y luego voy a volver a tenerte.
Cuando vengas a mí.
Kisa trató de sonreír, pero pude ver los nervios rastrillar su cuerpo. Di
un paso atrás en el pasillo y golpeé hacia el túnel, directo hacia la multitud,
los hombres retrocediendo para dejarme pasar. Tenía la jaula en mi vista,
lleno de sed de sangre y la necesidad de matar. Vi a mi oponente ya 156
rodeando el ring, pero no le presté atención a él. Mi única preocupación era
por Kisa... sobrevivir para Kisa. Sobrevivir para proteger y cuidar a Kisa.
Subí corriendo las escaleras y llegué a la puerta de acero.
—¡Déjame entrar! —grité, golpeando la puerta. Un guardia se acercó por
detrás de mí y liberó el bloqueo. De inmediato salté a la jaula, apretando los
puños.
Luego miré hacia arriba...
Y mi estómago cayó.
¿362?
362 estaba tatuado en el pecho de Goliath.
A medida que la puerta se cerró de golpe, mi oponente levantó la vista.
Vi el flash de reconocimiento por su rostro. Se quedó quieto. Me quedé quieto.
Y el arma disparó un tiro, diciéndonos que la contienda había comenzado.
Ninguno de los dos se movió, demasiado ocupados mirando el uno al
otro.
Él era tu amigo... Las palabras de Kisa de ayer por la noche pasaban por
mi mente.
—¿Amigo?
—Sí, tu amigo. Hablabas con él, pasaste tiempo con él. Confiaste en él...
¿Te gustaba él?
—Entrené con él. Me ayudó a adaptarme a la vida en el Gulag. Me
enseñó cómo bloquear las cosas. Nunca lucharíamos. Éramos los dos
mejores peleadores del Gulag. Cuando el motín ocurrió, bajó y me liberó.
Mi corazón latía más rápido que nunca mientras miraba a 362...
¿Goliath? Kisa dijo que había sido mi amigo, y mirándolo ahora mismo con
el sai en la mano, por primera vez en la jaula no podía forzar a mis piernas a
moverse.
No me atrevía a luchar…

—818, ven. Haremos pesas —362 llamó desde el otro lado del gimnasio.
Con cautela me reuní con él en la banca de presión y me puse detrás para
verlo mientras yacía en el banquillo.
—Vas a entrenar conmigo. Tienes lo que se necesita para sobrevivir. 157
Entrenar con esos idiotas que lloriquean con los cuales fuiste traído hará
que te maten. Son débiles. Asustados... No pertenecen en la jaula.
—¿No tienes miedo de luchar contra mí? —le pregunté.
362 sonrió.
—Soy más viejo. No va a suceder. Y cuando te haces mayor también, si
te conviertes en un campeón como yo, nunca nos pondrán en contra el uno
con el otro. Perderían mucho dinero si lo hicieran.
Asentí y vi su primera prensa.
—Entonces voy a entrenar contigo.
362 sonrió y comenzó a levantar sus pesas como si no pesaran nada.
—Quédate conmigo, chico, y juntos vamos a salir de este infierno vivos.
—¿Por qué yo? —le pregunté.
362 se detuvo y me miró.
—Porque puedo ver que no hiciste por lo que fuiste traído aquí. Está por
toda tu cara, en tus ojos. Eres inocente como yo, pero eres fuerte, puedes
luchar, puedes sobrevivir... como yo. La mayoría de los niños aquí morirán
dentro de las primeras semanas, si no, al final de su primer año. Pero
nosotros, sobreviviremos.
—Quieres salir para vengarte del que te puso aquí —dije a sabiendas,
porque me sentía exactamente de la misma manera.
—Lo hago. Y voy a tener ese día, al igual que tú. Entrena conmigo,
prepárate conmigo, y vamos a obtener nuestra venganza.
362 regresó a sus pesas y entrenamos juntos durante años, hasta que
llegamos a ser los campeones que previó.
Sobrevivimos para conseguir nuestra venganza.

Pero ahora mi venganza fue bloqueada por mi amigo, mi hermano del


Gulag.
362 caminó hasta el centro de la jaula, y mis piernas me llevaron hacia
adelante también. Mis puños apretados, señalando las cuchillas hacia
adelante en caso de que atacara, pero pude ver en los ojos oscuros de 362
que no iba a atacar.
Cuando estábamos cara a cara, su pecho subía y bajaba rápidamente, y 158
maldijo en voz baja. Su rostro era de dolor, contorsionado.
—818 —dijo en voz baja.
—362 —le dije a cambio.
Bajó la cabeza.
—¿Esta es tu venganza? ¿Este es tu camino hacia el hombre que mintió,
que te condenó, que te convirtió en uno de nosotros?
Asentí.
—¿Y tú? —le pregunté, empezando a oír la agitación de la multitud, el
malestar porque no habíamos empezado a pelear.
—Me atraparon dos horas después desde el Gulag. Corrí, pero me
agarraron de nuevo. Me han hecho luchar por ellos. Viajar por todo el país,
haciéndome luchar hasta la muerte. Entonces anoche, me enviaron aquí.
Para finalizar al luchador que acaba de caminar en el ring conmigo. Me
dijeron que te hiciera sufrir. Que lo hiciera lento.
Me quedé helado.
—Durov —gruñí.
362 entrecerró los ojos.
—¿El que te ha enviado al Gulag?
No le respondí. No recordaba los detalles todavía, pero Durov fue
responsable de alguna manera.
Los guardias comenzaron a rodear la jaula, fusiles listos. 362 se acercó
aún más.
—Si gano esta noche, voy a ser liberado. Finalmente obtendré mi
venganza.
Cerrando los ojos, comprendí lo que estaba diciendo. Los dos queríamos
venganza. Y sólo uno de nosotros iba a salir de esta jaula con vida.
Abrí los ojos y 362 tendió la mano. Su rostro, por un breve momento
mostró su pesar, y durante ese momento, dejé escapar una pizca de
compasión por mi... amigo.
Tomando su mano en la mía, asentí y dije:
—Estoy muy agradecido por tu amistad.
362 sonrió. Siempre sonreía.
—Hazme esta promesa. Si eres el ganador esta noche, obtendrás tu
venganza... por los dos.
Le apreté la mano y le dije: 159
—Sólo si tú haces la misma promesa.
362 sumergió su cabeza en reconocimiento. Nuestras manos se
separaron; todo sentimiento, toda compasión, cayó y la adrenalina se
apoderó.
Dimos un paso atrás. Los guardias se relajaron. Sólo un rifle se planteó
de nuevo, para disparar el tiro de señalización de la reanudación de la
lucha.
Conocía a este luchador, cómo se movía, cómo pensaba, sus puntos
débiles, sus puntos fuertes. Pero también me conocía. Por primera vez en la
historia, sentí una punzada de miedo. Este hombre me podía vencer. Cuando
empezamos a dar vueltas entre sí, lo sabía por la mirada en la cara de 362
que estaba pensando lo mismo.
362 de repente se tambaleó hacia delante y golpeó mi brazo con su sai,
la cuchilla cortando en mi piel. Pero no salió ileso, porque mientras retiró su
sai, le traspasé con un golpe de refilón a su muslo. 362 retrocedió a medida
que cortó cerca del músculo.
Sentí la sangre corriendo por mi brazo. 362 de repente arremetió hacia
mí, arrastrándonos a ambos al suelo. La multitud se volvió loca, sus puños
golpeando en los enlaces metálicos de la cerca. 362 y yo lidiamos en el
suelo, ambos luchando por el dominio, ambos igualados.
Pero 362 era más grande y se las arregló para fijarme. Su rostro se
tensó y su expresión se enfrió a medida que su sai descendió hacia mi cara.
El volumen de la multitud aumentó a su punto culminante.
Traté de empujarlo de vuelta, pero la fuerza de 362 era inigualable y su
tamaño sin par. Cada uno de mis músculos se tensó. Podía sentir mis venas
palpitando en mi cuello y tensarse, pero el sai vino cada vez más cerca de mi
garganta. Esto sería una matanza. 362 atravesaría mi garganta y estaría
muerto.
Mi cabeza inclinada hacia atrás mientras empujaba más duro aún en
contra de los brazos de 362 moviéndose hacia debajo. Vi a Viktor en el lado
de la jaula, gritándome que viviera, que consiguiera mi venganza.
Pero más allá de Viktor, y en la entrada al pasillo, estaba mi Kisa... y
Durov estaba detrás de ella, inmovilizándola contra su pecho, obligándola a
verme pelear mientras las lágrimas llenaban sus ojos. Durov me miraba con
una mueca en su cara psicótica. Era todo lo que necesitaba para alimentar
por completo mi defensa.
Kisa intentó girar su cabeza cuando sentí la punta de la sai presionar
contra mi piel, pero Durov agarró su mejilla en la mano y tiró de su atención
indispuesta hacia mí, su boca apretada ladrando algo en su oído. 160
Sus ojos azules se llenaron de terror mientras me observaba. Y al igual
que un cable excesivamente tenso tirado demasiado apretado, estallé.
Rugiendo de frustración, rodé mis caderas, tumbé la sai de 362 de su mano,
y le di la vuelta en su espalda.
No vi nada excepto rojo mientras me senté a horcajadas sobre su
cintura y ensarté un primer puño aplanado en su cuello. Sentía más que
rabia a medida que mi segundo puño aplanado ensartó su sien. Sentí nada
excepto resuelta determinación de masacrar a Durov mientras levantaba los
puños y, señalándolos hacia abajo, los sumergí en el pecho de 362, el
resuello de su último aliento asaltando mis oídos, desgarrándome de mi ira.
362 sangraba como un río, mi piel cubierta con su sangre. Sus ojos
brillaron hacia mí. Noté aprobación en su mirada mientras mis manos
cayeron a mis costados, un dolor de constricción en mi pecho.
—Venganza... —362 pronunció, ahogándose en la sangre lavándose de
vuelta en su garganta—. Hazle pagar... —Entonces 362 se había ido, su pecho
aquietándose. La multitud estalló. Pero lo único que podía hacer era mirar a
362 que yacía muerto en el suelo de la jaula. No podía mover los brazos y
las piernas, un dolor agudo muerto en mi pecho.
La puerta de acero se abrió y Viktor corrió hacia adentro. Se agachó
ante mí.
—Raze. Hijo, tenemos que movernos.
Miré a Viktor, luego hacia abajo a 362 debajo de mí.
—Lo conocía —le dije, mi voz quebrada.
Viktor asintió y puso su mano en mi hombro.
—Lo sé, hijo. Lo supe en el momento en que vi su tatuaje y su reacción a
medida que entraste en la jaula.
—Era mi amigo... —Me las arreglé para dejar escapar, el término
desconocido y agridulce en los labios. Viktor se apoderó de mi bíceps y me
ayudó a ponerme de pie—. Tenemos que irnos, hijo.
Viktor y yo caminamos hacia fuera de la jaula y abajo a través de la
multitud. Manos abofetearon mi espalda en felicitaciones, me quedé con los
ojos bajos y empecé a moverme más rápido hasta que estaba en el pasillo.
Entonces me encontré corriendo a mi cuarto de espera. Una vez dentro, me
fui directamente al baño y vomité en el inodoro, mi cuerpo rompiendo en
sudores fríos.
Viktor estaba en la puerta, maldiciendo por lo bajo. No sabía qué coño
me estaba pasando.
161
Me dejé caer en el suelo al ver manchas de sangre en las baldosas
sucias. Viktor mojó dos pañuelos y presionó uno en el brazo y el otro en la
garganta.
No me estremecí.
—Necesitas puntos de sutura, hijo. Esa sai te dio en buenos lugares.
—Entonces hazlo —dije aturdido.
Nunca había sentido esto... este... sufrimiento antes. Este dolor... ¿esta
culpa? ¿Fue culpa? Siempre bloqueé las muertes. Esos hombres que enfrenté
fueron sólo los animales para la masacre, y yo era el hombre que trajo la
muerte. No había ningún pensamiento. Sólo el instinto y el deber al Gulag
llevándome hacia adelante.
Pero esta vez... sentí todo: el remordimiento, la vergüenza, la
devastación... me sentí como la muerte. Sentí la muerte por dentro también.
—¿Dónde estás viviendo, hijo? —Viktor preguntó mientras sacaba una
aguja e hilo del gabinete de metal por encima de la cuenca. Empezó a
remendar mi brazo. No sentí la aguja perforando mi piel. No sentí el hilo
tirando juntos mi carne derramada.
—En el gimnasio.
Viktor se detuvo y sacudió la cabeza.
—Maldita sea, hijo. Sólo... demonios.
Después de que mi corte estuvo cosido, Viktor me obligó a ducharme y
me llevó de vuelta al gimnasio. Cuando se hubo ido, cerré los ojos mientras
yacía en mi colchoneta delgada. Todo lo que podía ver era sangre, sangre
por todas partes. Y 362 mirándome a medida que la vida se drenaba de sus
ojos.
Nunca había sentido remordimiento, arrepentimiento, pero en este
momento, me estaba ahogando en él.

162
Dieciséis
Kisa

or qué te estoy llevando otra vez al gimnasio, Kisa? —

—¿P
preguntó, Serge en cuanto lo encontré en la acera poco
después de que Alik me dejó en casa de mi papá. Mi
papá ya estaba fuera entreteniendo a la mafia
georgiana, que había traído a Goliath esta noche y Alik
estaba en camino a unirse a ellos, así que sabía que tenía toda la noche
libre.
Siempre era así cuando el campeonato estaba en marcha. Los jefes de
la mafia tenían que hacer negocios en todas las vías. Pero esta noche
parecía diferente, mi estómago se encogió por los nervios, como si algo malo 163
estuviera a punto de pasar. Sabía que era una mezcla de las dos, el extraño
humor de Alik y la reacción extraña de Raze después de ganar su lucha esta
noche.
Alik había estado furioso cuando Raze había ganado. Tan furioso que
ni siquiera había utilizado mi cuerpo tras la pelea, como era su habitual
MO16. Apenas me dejó en casa y fríamente me mando dentro.
Alik tenía miedo. Nunca lo había visto temeroso antes. Pero al ver a
Raze darle una paliza a Goliath esta noche, con tan increíble habilidad y
fuerza física, lo había llevado a un estado que nunca había visto en él antes:
introvertido, silencioso, pensativo.
Asustaba más que su agresión. No sabía cómo tratar con un
inexpresivo Alik. Un distante y poco posesivo Alik.
Pero en este momento, traté de alejar todos los pensamientos de Alik de
mi cabeza. Necesitaba ver a Raze. Alik me había obligado a ver su pelea,
tratando de afirmar su dominio sobre mí. Y, Dios mío, Raze casi había
muerto. Pero después algo andaba mal con él. No se veía satisfecho por su
victoria. No podía levantarse, como si estuviera horrorizado, mirando
fijamente a Goliath con una devastada expresión. Viktor tuvo que levantarlo

16
MO: Modus operandi.
de sus rodillas para sacarlo de la jaula, sosteniéndolo mientras caminaba
por el pasillo. Y lo peor, no pude ir con él. En su lugar, tuve que ir con Alik.
Estaba molesta con Alik por esto. Por una vez, estaba completamente
molesta con él.
Miré a Serge, el rostro herido de Raze se destacó en mi mente.
—Por favor, Serge… —supliqué. Se quedó estoico frente de mí, antes de
abrir la puerta de atrás del Lincoln y hacerme una señal para que subiera.
Me deslicé en el asiento trasero y Serge se puso tras el volante.
Se dio la vuelta.
—¿Kisa? ¿Qué está pasando? Saliendo a hurtadillas así nos está
poniendo en peligro. No lo voy a hacer, a menos que empieces a darme
algunas respuestas.
Miré la acera de alado y me pregunté qué hacer. Miré a Serge otra vez y
mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Kisa, ¿estás en problemas? —preguntó, pero sacudí mi cabeza—.
¿Estás… has estado viéndote con alguien más? ¿A la espalda del señor
Durov? ¿Te estás encontrando con él, en el gimnasio?
164
—No es así, Serge. —Trago y limpio las lágrimas de mis ojos—. Es algo
más que simplemente ver a alguien.
La cara de Serge palidece.
—¡Kisa! ¿Estás viéndote con alguien más? ¿Tienes algún deseo de
morir? El señor Durov te matará si se da cuenta. Este hombre es inestable la
gran parte del tiempo, ¿pero tú? Él está más allá de la demencia. —Su
mirada cayó pero, después se centró en mí—. ¿Quién es?
—No me creerás si te lo dijera. Apenas puedo creerlo yo misma.
—Kisa, lo que dices no tiene sentido.
Mi estómago se torció con las palabras que estaba a punto de decir, el
secreto que estaba a punto de confesar. Serge se sentó más cerca y le
susurre:
—No me creerás si te lo digo.
—Pruébame —dijo secamente.
—Es… es… Luka…
Serge me miró y me miró como si fuera una idiota.
—¿Luka? —preguntó—. ¿Luka Tolstoi?
—Sí —le contesté con un hilito de voz y agarré el bolso de mi regazo.
Estaba lleno de fotos y recuerdos de nuestra infancia. Esta noche iba a tratar
y de hacerle recordar. Esta noche quería que me recordara… a nosotros…
todo.
Solo quería a mi Luka de vuelta… al menos quería tanto cuanto
quedaba de él. Después de todo, quisiera tener cualquier parte de Luka, me
quedaría con cualquier trocito pequeñito de lo que quedaba de él.
—¿Estás siendo infiel con Luka Tolstoi? —dijo Serge secamente,
confusión entrelazada con su acento ruso.
Asentí y me miró como si me hubiera vuelto loca.
—Kisa, el señor Tolstoi murió hace varios años en un accidente. Su
cuerpo ardió completamente. ¿Qué está pasando realmente? ¿A quién estás
tratando de proteger?
—Raze…
—¿El nuevo luchador? —interrumpió Serge—. ¿Qué demonios tiene que
ver con Luka?
—Es Luka, Serge. Raze es Luka.
—Kisa, no sé qué…
—Fue enviado lejos a una prisión clandestina después de que Rodion 165
fue asesinado, sacado de la red y se vio obligado a convertirse en un
luchador. Sé que suena increíble, pero sucedió. No tiene ningún recuerdo de
quién es, de dónde viene, o quiénes somos todos para él. Fue torturado y
maltratado. Es como un animal, solo luchando y sobreviviendo, sin
humanidad, pero los destellos fugaces que capto cuando me mira… —tragué
duro y dije—: Cuando está conmigo…
—Kisa, todo esto es…
—Sus ojos son los mismos que los de Luka, marrón con una mancha de
color azul en su iris izquierdo. Sus ademanes son los mismos. Inclina la
cabeza y frunce sus labios, sus labios carnosos, que son exactamente de la
misma forma… y tiene esos sueños, sueños vividos. Son recuerdos, Serge, no
solo sueños. Estoy segura de eso. Al estar de vuelta en Brooklyn, está
recordando más y más. Es Luka. Ha vuelto a mí. —Miré a los ojos
asombrados de Serge y dije—: Y necesita mi ayuda. Tengo que hacerle
recordar. Necesito saber qué es lo que pasó hace tantos años. Todos lo
necesitamos. Solo que hay tanto dolor. Tantas preguntas sin respuestas que
se han barrido debajo de la alfombra.
Serge permaneció en silencio, sabía que no me creía. No me importaba,
porque yo sabía la verdad y dependía de mí salvar a Raze. Dependía de mí
hacerle entender que sus pies habían encontrado su camino de regreso a
casa.
—Simplemente llévame al gimnasio, Serge. Y por favor, espera porque
necesito que nos lleves a Brighton Beach un poco más tarde.
Serge intentó discutir, pero giré mi cabeza y la incliné contra la
ventana, poniendo fin a la conversación.

Entré en el gimnasio y me dirigí a la sala de entrenamiento de Raze.


Todo el lugar estaba prácticamente oscuro, excepto por una sola luz que
colgaba del techo. Raze estaba sentado contra la pared del fondo, con la
cabeza gacha y el torso cubierto de negro y rojo. Sus piernas estaban
estiradas frente a él. Nunca había visto a alguien que acabara de ganar un
encuentro verse tan derrotado.
—¿Raze? —dije con pánico y corrí hacia él.
Cayendo sobre mis rodillas, agarré una toalla cercana y la presioné
contra la larga marca más reciente en conteo de su torso, dos veces más
larga, dos veces más profunda y dos más agresiva que sus otros tatuajes.
166
—Raze, ¿qué has hecho? —pregunté y traté de mirarlo a los ojos caídos.
No habló, ni siquiera se inmutó cuando apliqué presión sobre su torso
rasgado. Estaba sentado agarrando un lápiz roto y navaja ensangrentada
en sus manos.
Mientras comprobaba el resto de su cuerpo desgarrado y lleno de
cicatrices, noté un enorme corte cosido en su brazo y puntos de sutura en la
parte inferior de su garganta.
Recordé el momento exacto en la pelea cuando las había conseguido, el
momento en que pensé que iba a ser apartado de mí. Solo pensar que eso
sucediera me hacía desesperarme más por mostrarle quién era. Lucharía
contra Alik mañana por la noche, los dos habían progresado hasta el final, y
mañana por la noche, perdería a uno de los únicos dos hombres que habían
significado algo para mí. Pero sabía a quién quería, a quien siempre quise y
ahora mismo, estaba acostado en este piso duro como si su mundo acabara
de ser destrozado.
Luka tenía que volver a mí. Finalmente, después de todos estos años en
cautiverio, necesitaba ser liberado. Necesitaba saber que era amado.
—Raze, por favor, mírame —pedí con voz suave, conteniendo las
lágrimas, Raze levantó lentamente la cabeza. Tenía los ojos enrojecidos y
tenía la más inquietante y devastadora expresión de su rostro. Mi corazón se
retorció al verlo. Extendí la mano y la puse en su mejilla.
—Lyubov moya, ¿qué es todo esto? ¿Fue la pelea de esta noche? ¿Fue
porque te lesionaste? ¿Debido a que fue una pelea pareja?
Tomé la mano de Raze de su costado, la hoja de afeitar cayó al suelo.
Puso su áspera palma ensangrentada en mi mano que aún estaba en su
mejilla y me congelé.
—Maté a mi único amigo —dijo con voz áspera, sus dedos se
envolvieron alrededor de los míos. Su agarre era tan fuerte... transmitiendo
su confusión emocional interna.
Mi respiración se quedó atrapada en mi garganta y mis pensamientos
se dirigieron inmediatamente a Rodion. ¿Recordaba? ¿Recordaba aquella
noche? ¿Hablaba de mi hermano? ¿Había recordado su pasado?
Mi mano comenzó a temblar ante la gravedad de lo que esto podría
significar.
—¿Qué amigo? ¿De qué estás hablando, lyubov moya? —pregunté,
tratando de mantener los nervios temblorosos de mi voz.
La mirada de Raze se volvió distante y respondió:
—362.
167
Parpadeé ante su respuesta e inmediatamente pensé de nuevo a
nuestra conversación de anoche.
—¿362? ¿Del Gulag?
Raze asintió lentamente y su agarre en mi mano se tensó.
—Goliath...
De repente, todo tuvo sentido. No fue la muerte de Rodion la que
recordó; fue el hombre de esta noche, el Goliath de Georgia.
—El hombre que mataste esta noche era…
—Mi amigo.
Mi labio inferior tembló al ver a este hombre fuerte, indomable y duro
reducido a un cuerpo descomunal de músculo lleno con nada más que culpa
y remordimiento.
—Raze... Lo siento mucho —lo tranquilicé.
—La mafia georgiana lo recapturó cuando nos escapamos. Me dijo que
si ganaba esta noche, le otorgarían su libertad. Y una vez libre, podría
vengarse de las personas que lo enviaron al Gulag. Después de todos esos
años sobreviviendo, enseñándome cómo sobrevivir... Él era inocente. Se
merecía esa venganza, pero...
Los párpados de Raze revolotearon y me incliné para darle un beso en
la frente, la mejilla y al dorso de su mano en la mía.
—Pero, ¿qué?
—Pero también lo soy... —susurró y mi sangre se enfrió en mis venas.
—¿Qué eres? —Empujé.
Sus ojos se abrieron como si algo en su mente claramente diera en el
blanco. Su torso se tensó como en estado de shock.
—Soy inocente —susurró, claramente incapaz de hablar más alto—.
Kisa... soy inocente. No hice las cosas por las que me encarcelaron. No hice
las cosas de las que me acusaron. —La mano de Raze ahora abarcaba la mía
totalmente y bajó la mirada hacia nuestros dedos entrelazados—. Estás
temblando, Kisa-Anna. ¿Por qué tiemblas?
Un sollozo escapó de mi garganta y solté mi agarre sobre la toalla para
colocarla sobre mi boca. Las lágrimas de alivio brotaron de mis ojos. No lo
había hecho. Luka no había matado a mi hermano. Era inocente. Siempre
supe que era inocente.
—¿Kisa? No entiendo por qué estás llorando. —La cabeza de Raze
estaba inclinada hacia un lado y me sumergí en su pecho, respirando el 168
aroma embriagador que era todo suyo, sin importarme si mi ropa se
manchaba con sangre y tinta.
Los brazos fuertes y reconfortantes de Raze se envolvieron alrededor de
mi espalda y me sostuvieron.
—Shh, Solnyshko —susurró, mi llanto se detuvo y levanté la cabeza
para mirarlo a los ojos.
—Solnyshko? —cuestiono, Raze alzó la mirada, pensando antes de
mirarme nuevamente.
—Esto significa pequeño sol —Raze, de hecho, dijo—. En ruso, creo. —
Entonces su frente se arrugó y sus cejas cayeron como si no entendiera por
qué sabía esa información—. Me llamaste “mi amor” —dijo de repente,
mirándome, estudiándome como si fuera un problema que trataba de
resolver. Asentí y luché para evitar que mi labio inferior temblara—. Lyubov
moya —dijo, repitiendo las palabras lentamente, pronunciando cada sílaba
antes de que sus ojos se abrieran—. Significa “mi amor” en ruso. Me llamaste
“tu amor”.
—Lo hice... lyubov moya —contesté y me aparté de su abrazo, capté su
inhalación conmocionada y entrecortada, pero lo dejé pensar en mi vieja
expresión de cariño por él.
Secándome rápidamente los ojos, entonces rodeé con mi dedo su nuevo
tatuaje.
—¿Por qué es mucho más largo que el resto? ¿Mucho más pronunciado
que los demás? De verdad dañaste tu piel.
—Debido a la muerte de 362, era honorable cuando los demás no lo
eran. Murió con orgullo. Murió como un luchador debe. —Raze pasó sus
dedos sobre su cicatriz y añadió—: Murió antes de obtener su venganza. Lo
engañaron para que se vengara de los que lo traicionaron. Pero nunca se
rindió hasta el final. Su reconocimiento en mi piel necesita destacarse
porque él, como un luchador y un amigo, se destacó en mi vida.
Mi corazón se rompió al oírlo hablar, me di cuenta que sin importar lo
lejos que profundizara en mi imaginación, ni en mi peor pesadilla, nunca
entendería completamente lo que le pasó en el Gulag. Era un niño. Un niño
obligado a ser un asesino y en ese infierno, había encontrado a alguien para
cuidar... y se había visto obligado a matar a su amigo a sangre fría.
El dolor me hacía sentir mal del estómago. No podía dejar de estar
agradecida porque 362 estuviera muerto y que todavía tuviera a mi Raze.
—Pensé… Por un momento pensé que iba a matarte… —mi voz se apagó, 169
se me atoró en la garganta solo por el pensar en perder a mi alma gemela
dos veces en mi vida. Ningún corazón podría soportar eso.
—Me estaba ganando —confesó Raze. Jadeo y Raze se inclina hacia
adelante para correr con sus dedos en mi cuello—. Pero entonces vi como
Durov te obligaba a verme morir y eso me impulso. Me dio la fuerza para
luchar y vencer a mi amigo. —La mirada de Raze cayó a mis labios—. Tengo
que protegerte, Kisa-Anna. Creo que fui hecho para protegerte. —Su rostro se
estrujó como si estuviera tratando realmente duro de recordar algo y
agregó—: Tuve que protegerte de Durov… otra vez.
Los latidos de mi corazón ahogaban el ruido del aire acondicionado
que zumbaba en el gimnasio principal.
—¿Otra vez? —pregunté, sus ojos se arrugaron con confusión.
—Sí. Creo… Creo que te he protegido antes de él… —tomó mi mano, Raze
me jaló hacia delante, buscando en mi rostro y preguntó—: ¿Lo he hecho?
¿Te he protegido antes de él?
Asentí, los nervios robando mi voz.
Raze tragó saliva, su nuez de Adán subió y bajo, dijo con voz ronca:
—¿Lo hice? ¿Te conozco de antes?
Ahogando un sollozo, que amenazaba con salir, con el dorso de mi
mano, lloré.
—Sí. Sí, lo hiciste. Me conocías muy bien.
El musculoso pecho desnudo de Raze comenzó a subir y a bajar. Las
líneas que enmarcaban sus ojos se arrugaron. Estaba tratando de recordar,
pero por su aliento contenido y exhalaciones frustradas, sabía que no podía.
Algo estaba bloqueándolo, impidiéndole abrazar su pasado totalmente.
Me liberé del agarre de Raze, metí la mano en mi bolso y saqué el viejo
portarretrato de plata con los dos niños sonriéndole a la cámara, se lo
entregué a Raze, quien miró la imagen con curiosidad.
Era como un hombre de las cavernas que por primera vez veía los
tesoros del mundo moderno, sin saber qué hacer con el extraño mundo al
que había sido empujado de repente.
—He visto a esta niña en mis sueños.
—Sí —le susurré y cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás.
—Y también a este niño. También lo conozco.
—Sí —eso era todo lo que podía responder, le rogaba a Dios que le diera
el don de la memoria a Raze. Si se acordaba de quiénes eran esos dos niños,
quién era él, que todavía me quiera… y en alguna parte muy en el fondo, una
parte oculta de él, se diera cuenta de que me amaba tanto como yo siempre 170
lo he amado.
—Esta niña… —dijo Raze, bajando la fotografía y arrastrándose hacia
mí, sus esculpidos hombros rodando por el movimiento, sus marcados
abdominales flexionándose. Una vez frente a mí, Raze señaló a mis ojos,
inclinando su cabeza hacia un lado. Su boca se cernía justo delante de la
mía, su cálido y tentador aliento me hizo cerrar los ojos.
—¡No! —ordenó, mis ojos se abrieron de golpe. Raze colocó el
portarretrato a un lado de mi cara. Una expresión de conocimiento se
apoderó de sus afilados y hermosos rasgos—. Tú… Tú eres la niña de esta
foto.
Sentí que las lágrimas corrían por mis mejillas y asentí, incapaz de
hablar. Se sentó de nuevo, mirándome como si me viera por primera vez.
—Eres la chica de mis sueños.
—Sí, Raze, sí —respondí entusiasmada.
Exhaló un largo suspiro como si acabara de correr una maratón y se
dejó caer contra la pared nuevamente, agarrando el marco contra su pecho,
solo mirándome.
Sostuve su mirada, deseando que recordara más, pero cuando una
lagrima corrió por su mejilla sin afeitar, tomó todo de mí no desmoronarme.
Me tambaleé hacia adelante y me lancé a sus brazos.
—¡Lyubov moya! Por favor… no —le susurré, envolví mis brazos
alrededor de su cuello y me senté a horcajadas sobre sus caderas, sintiendo
su corazón palpitando en su pecho contra el mío—. Está bien. Vamos a
recordar quién eres. Lo recordarás con el tiempo. Lo prometo.
Su cuerpo se estremeció y su nariz se hundió en el hueco entre mi
cuello y mi hombro, me devolvió el abrazo, tan fuerte que era difícil respirar.
Nos quedamos en silencio, estábamos sentados y reconfortándonos el
uno al otro, cuando pregunto:
—¿Soy… soy ese niño en la foto? ¿El que te sostiene?
Me calmó y muy lentamente me hago hacia atrás para mirarlo de
frente. Los ojos de Raze se habían oscurecido, brillando con preguntas, y
cuando nuestras miradas se encontraron, respondí:
—Sí. Creo que eres el niño en esa foto. Al principio no lo sabía, pero
ahora estoy segura. Eres tú…
Raze no demostró ninguna reacción, pero su mano abruptamente
acunó mi mejilla y su cabeza se inclinó hacia un lado.
171
Nos quedamos así por minutos y minutos, hasta que sus labios se
separaron y una ráfaga de aliento me golpeo la cara, y susurró:
—Mi Kisa-Anna… Mi solnyshko… Dios puso un pedazo de tus ojos azules
en los míos, así sabríamos que estábamos destinados…
Como una presa rompiéndose, la emoción de alivio se derramó en de mí
como un rio en medio de un huracán, sollozaba y lloraba:
—Luka… mi Luka… —Antes de presionar mis labios contra este hombre,
saboreando la esencia del niño para el que me habían creado y destinado a
amar. Amando al hombre perdido que ahora estaba entre mis brazos.
Raze se congeló contra mi boca y me separé para ver sus ojos
brillantes, con la mirada perdida.
—¿Luka? —preguntó, solo que sus ojos estaban amplios y succionó
aire—. ¿Luka… me llamaba Luka… mi nombre era Luka?
—Sí. —Sonreí y repartí besos por todo su rostro.
Sus manos apretaron los gruesos mechones de mi cabello castaño.
—Kisa-Anna, mi Kisa-Anna —continuó murmurándolo una y otra vez,
estaba segura de que nunca me cansaría de que mi nombre brotara de sus
perfectos labios carnosos.
—¡Sí! Sí, Luka. ¡Soy tuya! Fui hecha para ti.
Nos quedamos agarrados en los brazos del otro por lo habían podido
ser años, cuando finalmente me retiré, le di un largo beso dulce, y dije:
—¿Quieres venir conmigo a alguna parte? Quiero llevarte a un lugar…
un lugar especial.
Raze inclinó la cabeza hacia un lado pero, sin lugar a dudas, respondió:
—A donde sea. Confío en ti.
Él confiaba en mí…
Me puse de pie, tomé la mano de Raze, lo llevé al baño y, mojando un
trapo, limpié el área alrededor de su nuevo tatuaje y puse gasas sobre sus
nuevas cicatrices.
Raze se puso una sudadera y pantalones de chándal. No pude evitar
sonreír cuando me di cuenta de que era la misma sudadera con capucha
gris con la que lo vi por primera vez, me tendió la mano.
Raze se cubrió la cabeza con la capucha, supuse que era instintivo para
él ocultarse ya que íbamos a estar afuera, se adelantó tomando con cautela
mi mano extendida. Envolví mis dedos alrededor de los suyos y les dio un
apretón.
172
Los ojos marrones de Raze atraparon los míos desde debajo de su
capucha, sin decir ni una sola palabra me llevó fuera, su enorme forma
achicando la mía.
Mientras nos deslizábamos por la puerta trasera, vi el que Lincoln
estaba esperando, Serge salió del auto, su cuerpo alto, amplio y tenso como
si estuviera preparado para los problemas.
Raze se detuvo y me empujó detrás de él, como si Serge fuera una
amenaza. Tiré de su mano y Raze gruñó:
—Quédate detrás.
Me abrí camino alrededor de Raze y empujé su sólido pecho con mi
mano hasta que sus ojos bajaron a los míos.
—Es un amigo, Raze. Al igual que 362 lo era para ti. Él es mi amigo. —
Eché un vistazo hacia atrás a Serge y sabía que podía oír todo lo que decía
en esta silenciosa zona de estacionamiento, pero sabía que podía confiar en
él—. Solías conocerlo también. Solía ser como un tío para ti.
La cabeza de Raze se inclinó hacia un lado y pude ver como bajo la
sombra de la capucha sus ojos escudriñaban a Serge. Levanté mi mano, la
puse sobre su mejilla y susurré:
—Déjate recordar, Luka.
Los ojos de Raze voltearon de golpe para ver los míos ante la mención
de su antiguo nombre, y volvió a mirar a Serge. Vi el momento en que su
memoria regresó. Sus músculos tensos se relajaron y una exhalación
trabajosa salió de su boca.
—Serge —susurró bajamente—. Serge —Raze rodó el nombre en su
lengua, al mirar de nuevo a Serge, su rostro palideció y me miró en estado
de shock. Sabía que había comenzado a creerme.
Tomando la mano de Raze una vez más, nos acercamos a Serge, quien
no podía apartar los ojos de mi luchador, mi amor perdido hace tantos años.
Serge estaba en silencio.
Mirando a Raze, dije:
—Raze, baja tu capucha.
Raze no se movió durante unos segundos, pero finalmente levantó la
mano y echó hacia atrás la capucha, con los ojos entrecerrados miró
fijamente a Serge.
Los ojos de Serge estaban evaluando mientras miraba de cerca a Raze.
—¿Sergei? —dijo Raze, y Serge palideció aún más por el uso de su 173
nombre completo. Me miró con incredulidad, justo cuando Raze dijo—: Me…
Me acuerdo de ti. —Raze agarró mi mano y se la llevó a los labios, la acción
casi me hace caer de rodillas por la felicidad—. ¿Nos llevabas a Kisa y a mí a
la escuela… y a la playa?
—Sí —respondió Serge, oí la obstrucción en su garganta y vi como las
lágrimas se acumulaban en sus ojos—. ¡Cristo! ¡Eres tú! Te ves diferente,
pero… sí eres tú.
—Te dije que lo encontré. Que había regresado a nosotros —dije y Serge
sacudió la cabeza asombrado.
—Pensamos que habías muerto. Nos dijeron que habías muerto en un
accidente.
Sentí a Raze tensarse y me entró el pánico. Nunca le había hablado
sobre la muerte o su aparente muerte. Nunca le había dicho nada de su
familia, de Talia, de Ivan, de su madre, quien aún hoy en día no podía
superar la pérdida de su hijo. Raze tampoco ha mencionado ningún
recuerdo sobre su familia, así que no quería presionarlo. No podía soportar
perderlo de nuevo si todo se hacía demasiado difícil y huía.
—¿Qué accidente? ¿Qué muerte? —preguntó Raze tensamente, podía
ver el dolor grabado en su rostro. Era como si le doliera físicamente recordar
su vida antes de que se convirtiera en luchador.
Las cejas de Serge descendieron y sutilmente negué con la cabeza,
diciéndole sin palabras que no fuera más allá.
Me puse de puntillas y presioné mis labios en los de Raze y le pregunté:
—¿Irías a un lugar conmigo ahora? Serge nos llevará.
Raze se echó hacia atrás y, sin dudarlo, respondió:
—Sí.
Serge se ocupó de abrir las puertas traseras del Lincoln y subimos.
Raze estaba tenso sentado en el auto y le acaricié el brazo.
—¿Estás bien, lyubov moya?
Raze se aclaró la garganta y se removió en el asiento. Colocando su
mano en mi rodilla, la apretó.
—Los autos me ponen nervioso. Yo… yo no he estado en muchos, y no
me gusta no tener el control.
Levantando su pesado brazo, lo puse sobre mis hombros y abracé su
cintura. El pulgar de Raze acarició mi brazo y suspiré. Nunca me había
sentido así. Incluso cuando era niña, y estaba enamorada de Luka al nivel
que estaba, no era lo suficiente mayor para entender que los sentimientos 174
pueden profundizarse aún más con el paso de los años. No podía creer que el
perder a tu alma gemela y luego tenerlo de regreso a tu vida haría que la
palabra “alivio” fuera demasiado simple para la emoción que sentía, porque
la realidad de tener tu corazón nuevamente era demasiado indescriptible
para las palabras.
Levanté la mirada, vi a Serge dándonos una mirada extraña, y una
expresión feliz llenó su rostro. Siempre había amado a Luka y, en verdad,
siempre había odiado a Alik. Sabía que era por la forma en que él me veía a
salvo en los brazos de Raze. Estaba feliz. Sabía que Serge se preocupaba por
cómo sería mi vida al lado de Alik. Y mañana por la noche, mi verdadero
amor y mi prometido iban a luchar hasta la muerte. Casi no podía respirar
de solo pensarlo, así que elegí bloquearlo de mi mente y centrarme en
disfrutar estar con la otra mitad de mi alma en este momento, en este mismo
segundo. Solo vivir el momento.
Raze me acercó más a su lado y recorrió con su nariz mi cabello.
—Solíamos sentarnos así, ¿no es cierto? Tú bajo la protección de mi
brazo, a salvo.
Sonreí contra su abdomen.
—Siempre.
—Creo que recuerdo eso.
—Bien, lyubov moya. Eso es realmente bueno.

175
Diecisiete
Raze

T
an pronto como la puerta del vehículo se abrió, el olor familiar
del mar me golpeó, causando que lo recuerdos guardados me
asaltaran.
Un chico.
Una chica.
La playa.
Una tarde noche de verano.
Besándose… Algo más... Algo grande... Algo que cambia la vida... Algo
que hacía que me doliera el pecho... Algo que sentía que era correcto.
176
Kisa tomó una manta a cuadros roja en sus manos, tirándome de la
memoria mientras Serge abrió la puerta.
—Quiero mostrarte un sitio, Raze —dijo ella, y salí del auto. Cerré los
ojos al oír el sonido de las olas del mar, a medida que olía la sal en el aire.
Una calma se apoderó de mi cuerpo, mientras las olas del mar se
estrellaban contra la costa. Escuchar la voz de las personas en la distancia,
riendo y pasando un buen rato, de alguna manera me hacía sentir como en
casa, por primera vez en la historia. Traté de permitirme disfrutar de esto.
Nunca había disfrutado... De nada, estaba demasiado preocupado con la
lucha, matar, entrenar... Con la venganza, como para dejarme simplemente,
ser.
Inclinando la cabeza hacia atrás, inhalé profundamente y dejé que el
aire húmedo de la noche llenara mis pulmones, exhalé cuando Kisa tomó mi
mano entre las suyas y comenzó a tirar de mí hacia la arena tibia.
—Te esperaré aquí —Serge gritó desde atrás, y miré hacia él, para verlo
meterse en el automóvil. Me lanzó una sonrisa mientras cerraba la puerta, y
le di una breve inclinación de cabeza a cambio.
Kisa y yo no hablamos mientras nuestros pies tocaron la arena. No
hablamos a medida que ella me llevó a lo largo del borde de la orilla, solo se
detuvo para que pudiera quitarme mis zapatillas. Tan pronto como la arena
granulada tocó mis pies descalzos, suspiré y miré hacia el agua oscura, la
luna colgando bajo y brillante.
Me hizo pensar en el sueño, aquél en el que el niño había estado
haciendo el amor con Kisa en la playa. Mis ojos se dirigieron a Kisa que
miraba hacia el océano, y el corazón comenzó a golpearme en el pecho, tan
fuerte y duro que estaba seguro de que ella lo oiría. Pero seguía mirando
hacia la noche, y yo seguía... Recordando. Estaba recordando...
Ellos eran jóvenes, muy jóvenes, cuando habían estado juntos, pero
había significado tanto. Estaban nerviosos, demasiado nerviosos, pero
cuando el chico estaba dentro de ella, su coño tan estrecho y húmedo, que le
quitó el aliento.
Ella había estado tan nerviosa a medida que el muchacho la tomó en la
arena, haciéndola suya, algo cambiando dentro de él mientras se vinieron
juntos, sintiendo como la última pieza de su alma había encajado en su
lugar, y lo único que quedaba eran ellos, como uno solo.
—Es mi lugar favorito en la Tierra —Kisa susurró repentinamente,
rompiendo el silencio de la noche. Me hice a un lado hasta estar detrás de
ella, mis brazos rodeándole los hombros, descansando mi barbilla en su
cabeza. 177
—¿Vienes mucho por aquí? —pregunté, al ver los grandes barcos en la
distancia, navegando a través del horizonte.
Kisa se puso tensa, y luego dijo en voz baja:
—No he vuelto aquí en doce años. —Fruncí el ceño con confusión, pero
antes de que pudiera preguntar por qué, ella se volvió en mis brazos y tomó
mi mano—. Es de esta manera.
Siguiendo su ejemplo, le pregunté:
—¿Qué lo es?
El hermoso rostro de Kisa de repente se veía feliz y se recostó en mi
costado, su olor golpeándome la nariz, manteniéndome tranquilo. No me
gusta estar en un lugar público. No me gustan los espacios abiertos. Había
estado enjaulado demasiado tiempo, tanto tiempo que la libertad y los
espacios abiertos me hacían sentir incómodo.
—Nuestra cueva.
Caminamos por un tiempo antes de subir sobre unas rocas y, escondido
de la vista, había un pequeño parche bloqueado de arena. Kisa esnifó a mi
lado.
—No ha cambiado en lo absoluto —susurró, y saltó de la roca, sobre la
arena.
Mirando hacia atrás, sus ojos azules brillaban, su vestido largo negro se
aferró a sus curvas de reloj de arena, jodidamente hermosas, y su largo
cabello castaño se movía con el ligero viento pegajoso que soplaba.
—Kisa-Anna... —dije con voz áspera. Salté hacia abajo también, pero me
detuve de repente, mientras algo grande volvió a mí. Algo que creo que sabía
desde la noche en que la había salvado. No sabía cómo sentirme realmente,
cómo dejarlo entrar, hasta ahora. Abrí los ojos mientras miraba a mi
mujer—. Yo la tuve... —dije en voz baja, para mí mismo, los recuerdos de
nosotros juntos inundándome—. La tuve. Era mía... —repetí, mientras
pensaba en nosotros en esta playa, en esta cueva, en el vehículo de Serge, en
el muelle.
Estiré el cuello y miré por encima de las rocas, para ver un largo muelle
que brillaba por las luces, y mi corazón retumbó como un trueno en una
tormenta eléctrica.
Kisa puso la manta en un claro de arena cerca de las rocas, y salté a su
lado. En cuestión de segundos, la había levantado en mis brazos. Sus ojos
azules se encontraron con los míos, sorprendida, mientras se aferraba con
las manos a mis bíceps.
Mis ojos se clavaron en los de ella, y le dije sin aliento: 178
—Te tuve. Te tenía desde el día en que naciste. Le pedí a tu mamá por ti
y ella dijo que sí.
El rostro de Kisa se llenó de una gama de emociones: felicidad, tristeza
y… ¿Esperanza? No sé, pero asintió y sus ojos se empañaron, humedad
amenazando con caer.
Caí sobre mis rodillas, los recuerdos eran tan fuertes, que no podía
soportarlo, posé a Kisa en la manta y me cerní sobre ella. La calidez llenó mi
pecho, mientras el sol había mudado su casa dentro de mí. Antes solo sentía
frío. La celda estaba fría. Matar era frío... Yo siempre estaba frío; pero en este
momento, estaba caliente... Me sentía vivo. No estaba muerto por dentro.
Me miró a los ojos y vi la felicidad en su mirada.
—Raze... —murmuró, acariciando los mechones de mi pelo, pero yo no
podía hablar.
Siempre habíamos estado juntos. Ella y yo, desde su nacimiento,
siempre estábamos juntos.
Instando la mano de Kisa en mi pelo, enrosqué mis dedos con los de
ella, y estudié sus delgados dedos con las uñas pintadas de color rosa; en
contraste con mis manos cortadas y cicatrices, marcas de años de lucha, los
puños americanos habían estropeado la piel.
Cuando nos sentamos en el sofá, Kisa sacó un libro para leer, y miré
cómo sus ojos pasaban por las frases, una sonrisa emocionada en sus labios.
—¿Cuánto tiempo crees que nuestros padres estarán ahí? —Le
pregunté, queriendo que ella me mirara, que me prestara atención a mí, no
al maldito libro.
Kisa me miró por encima del libro y se encogió de hombros.
—No lo sé. Papá siempre tarda mucho tiempo cuando está haciendo
negocios.
Asentí, pero nunca quité mis ojos de su rostro. Kisa bajó la cabeza y se
sonrojó. Yo tenía nueve años ahora, ella tenía ocho años, y no podía dejar de
mirarla a la cara cada vez que la veía. Ella era tan bonita.
Kisa comenzó a leer de nuevo, y me acerqué más a ella, hasta que
nuestros brazos se rozaron. Me miró de reojo y comenzó a morderse el labio.
Traté de recostarme contra el sofá, pero no podía dejar de ver a Kisa-
Anna. Me empezó a temblar la mano, quería extenderla y tocarle. Ella era mi
mejor amiga, y los mejores amigos se deben tocar, pensé.
179
Sin pensarlo bien, me acerqué y tomé su mano en la mía, envolviendo
nuestros dedos alrededor de los del otro.
Kisa abrió la boca y dijo:
—Luka, ¿qué estás haciendo?
Me encogí de hombros.
—Sosteniendo tu mano.
—¿Por qué? —susurró Kisa, mirando mi pulgar acariciando su piel. Ella
era tan suave.
—Porque tengo que hacerlo —respondí honestamente. Ella parecía
haber dejado de respirar durante varios minutos antes de exhalar, sus
largas pestañas revoloteando cuando me miró.
—Está bien —susurró, y algo tibio se propagó en mi pecho y hasta mi
estómago—. Yo... Me gusta.
Sonreí y Kisa se sonrojó de nuevo.
—A mí también. Voy a tomar tu mano todo el tiempo ahora. Nunca te
voy a soltar.
—No quiero que lo hagas nunca —dijo con timidez, y tiré de ella para
que descansara contra el sofá, su costado escondido junto al mío, nuestras
manos todavía unidas.
—Lee para mí —dije, y cerré los ojos.
Kisa respiró hondo y comenzó su historia desde el principio.
—Ellos siempre estuvieron destinados a estar juntos, un niño y una
niña. Dos corazones divididos en dos, enviados a tierras lejanas, cada uno
por su cuenta. Porque Dios quería ver si el amor verdadero puede ser
probado. Quería ver si dos mitades de una sola alma podían encontrarse
otra vez, incluso en contra de las probabilidades. Años pasarían, ambos
serían perjudicados, ambos estarían tristes, pero un día, cuando menos lo
esperaban, podrían tropezar en el camino del otro. La pregunta es: ¿iban a
reconocer el alma del otro? ¿Encontrarán su camino de regreso al amor...?

—Nos tomaríamos de las manos —dije, enfocando mi visión de nuevo,


como si no tuviera control de los recuerdos que me inundaban en cascada—.
Me leerías. Yo tomaría tu mano y tú leerías para mí.
Kisa asintió frenéticamente, y las lágrimas se deslizaron por el lateral
de los ojos, sobre la manta. Pasó su mano izquierda por mi pelo y cerré mis 180
ojos con fuerza, más imágenes casi ahogándome...
—Me encanta tu pelo, Luka... Luce como oro, y se siente como seda. —
Había dicho la versión más joven de Kisa, mientras yacía sobre la hierba en
un parque.
—Mmm... No te detengas. Me encanta cuando juegas con mi pelo.
Jadeé ante las imágenes en mi cabeza, y me concentré en la sensación
de su mano en la mía.
—Acariciabas mi pelo en el parque —dije, mi voz cada vez mayor, tanto
en volumen como en velocidad, a medida que los recuerdos volvían.
—Sí. —Kisa sollozó. Le temblaba el labio inferior, pero sus ojos azules
brillaban como si quisiera más y más—. Sí, lo hacía.

—Kisa, rápido, sígueme. ¡El padre Kruschev no está mirando! —Tomé la


mano de Kisa y salimos corriendo de la iglesia, hacia los escalones, donde
atraje a Kisa a mi regazo y tiré de ella para darle un beso.
—Mmm... Luka. —Kisa gimió, y se agarró del cuello de mi camisa.
—Jodidamente odio la iglesia, es aburrida —susurré contra su boca, y
Kisa se apartó, riéndose de mi confesión.
—¡No puedes decir eso! ¡Dios está mirando! —dijo Kisa entre dientes, y
metí mi cabeza en su cuello, respirando de ella.
—No, él me ha hecho un regalo, tú. Obviamente, me ama lo suficiente
como para darme un pase libre, para escaparme del servicio y besar a mi
chica.
Kisa me atrajo hacia ella, y pude ver lo mucho que significaba para ella
en su mirada.
—Luka... —Se interrumpió, y presionó sus labios contra los míos—.
Entonces a mí también me ama, porque supo que solo podré quererte a ti.

—Iglesia —dije atragantándome, mis brazos, en tensión, me sostienen


por encima de Kisa, ahora comenzando a temblar—. Nosotros en los
escalones. 181
—¡Sí! Sí, Raze! Más, por favor recuerda más —rogó Kisa, y yo cerré los
ojos otra vez.

—Luka... —Kisa susurró, y yo no pude dejar de sonreír.


—Kisa —dije de vuelta, y luego, mirando sus labios húmedos, espeté:
—Quiero besarte ahora.
—Pero nunca... Nunca me han besado antes —dijo Kisa sonrojándose, y
perdí el aliento ante lo hermosa que era, dándole una sonrisa.
—A mí tampoco.
La sorpresa se extendió en su rostro.
—¿En serio?
—¿A quién más podría haber besado? —le dije molesto, de que ella
pensara que me podría llegar a importar cualquier otra chica.
Ella se encogió de hombros.
—No lo sé. Tienes un montón de chicas en la iglesia que te siguen.
Me reí y sacudí la cabeza. Apretando sus hombros, me incliné, y con voz
áspera dije:
—Pero ninguna de ellas es tú. —Señalé a mi ojo izquierdo, el que tenía
una mancha de color azul en el iris—. Encajamos juntos. ¿Por qué querría a
alguien más? Solo hay una chica hecha para mí.

—Nos besamos —recordé, y mirando hacia abajo, pasé la mano por la


arena—. Aquí —dije en estado de shock—. Nos dimos nuestro primer beso
aquí, en este lugar.
La feliz risa de Kisa se mezcló con su llanto, y me llevó hasta sus labios.
Su boca, húmeda y salada por las lágrimas. Enroscó sus manos en mi pelo, y
acuné su rostro, no queriendo dejarla ir, cuando sus muslos rodearon mi
cintura.
Apartando sus labios una pulgada de los míos, me preguntó:
—¿Qué otra cosa, Raze? ¿Qué más hicimos aquí? ¿Puedes... puedes 182
recordar? Por favor... permítete recordar...

Inclinando la cabeza, apreté mis labios contra los suyos y ella gimió en
mi boca, elevó su mano para deslizarla por la parte trasera de mi cuello.
El beso se hizo más profundo, y me aparté para posicionar a Kisa sobre
la arena. Me arrastré encima de ella, sintiendo su cuerpo caliente debajo del
mío.
No pasó mucho tiempo antes de que perdiera el control, y me separé de
la boca de Kisa con un jadeo. Sus labios estaban hinchados y sus manos se
apoderaron de mi cuello, tratando de tirar de mí hacia abajo.
—Kisa-Anna —dije, y le di un beso a un lado del cuello—. Tenemos que
parar. No puedo... No puedo... Tengo que parar...
Sus ojos azules cayeron, y volvió la cabeza hacia un lado, mirando a la
luna. Apoyé la cabeza en su hombro, tratando de ponerme bajo control,
respirando por la sensación de hormigueo en el estómago.
Las manos de Kisa descansaban sobre mis mejillas, y empujó mi cara
hasta que levanté la cabeza y la miré a los ojos.
—Luka —susurró—, quiero hacer esto contigo.
Abrí los ojos, y sentí que el corazón me empezaba a latir con fuerza en
el pecho.
—Kisa, ¿estás... estás segura?
Kisa asintió tímidamente.
—¿Puedo tenerte? —preguntó.
Sintiendo que el corazón me iba a estallaren el pecho, dije:
—Sí. —Y apreté mis labios contra los de ella.
Más tarde, esa noche, Kisa estaba en mis brazos cálidos, y no pude
evitar besar su rostro.
—Te amo, Kisa —confesé, y ella se volvió hacia mí y apartó la vista, con
repentina timidez.
—Yo también te amo. Me alegro de que fueras mi primero.
—Y el último —le prometí, y la envolví fuerte entre mis brazos, ambos
desnudos bajo la cobertura modesta de mi sudadera.
—No me puedo imaginar algún día compartir esto con nadie... Nunca... 183
—dijo Kisa en un suspiro.
No podría estar más de acuerdo.

Un gemido dolido escapó de mi boca y mi estómago se apretó, mi polla


endureciéndose mientras Kisa yacía debajo de mí, sus pezones comenzando
a empujar a través de su vestido. Bajé mi boca y lamí a lo largo del brote,
sobre el material, mis caderas moliéndose contra su coño caliente mientras
se arqueaba bajo mi tacto.
—Raze... —Kisa murmuró. Y cogí la parte inferior de su vestido, tiré de él
por sus piernas hasta la cintura. Sus bragas eran pequeñas y negras, y un
gruñido posesivo escapó de mis labios cuando me incliné hacia delante y
lamí sus costuras, inhalando el olor de almizcle al que era adicto.
La necesidad de probarla se apoderó de mi control en cuestión de
segundos, las bragas de Kisa esparcidas en la arena detrás de nosotros. Su
coño quedó a la vista, solo un pequeño parche de vellos en su pubis y en los
labios empapados.
Extendiendo la mano, pasé mi dedo por su coño, y las caderas de Kisa
se sacudieron; cerrando los ojos, soltó un largo gemido. Sentándome, me
arranqué la sudadera, de repente tenía calor. Kisa observó cada uno de mis
movimientos, sus ojos azules brillando con necesidad.
Mi polla palpitaba como un poste de acero, pero cuando Kisa dejó que
sus piernas se abrieran aún más y palmeó sus tetas, me incliné hacia
delante, pasando mis labios sobre la parte interna de su muslo. Seguí mi
instinto y lamí a lo largo de su abertura con mi lengua.
Tan pronto como el sabor salado llenó mi boca, necesité más. Empecé a
lamerla, a beberla. Las manos de Kisa tiraron de los mechones de mi cabello.
Esto solo me hizo perderme aún más. Usando mi fuerza, coloqué mis manos
sobre sus muslos internos y los aparté tanto como pude, abriéndola tan
ampliamente para tomarla como quisiera.
La mano de Kisa se soltó de mi agarre y aterrizó en su coño, la miré
conteniendo el aliento mientras se tocaba a sí misma. Líquido pre-seminal
goteaba de la punta de mi polla y me dolían las bolas por la necesidad de
marcar a mi mujer, de tenerla de nuevo... pero esta vez sabiendo que éramos
el uno para el otro, que ella era para mí.
Los dedos de Kisa comenzaron a acariciar su clítoris hinchado, y mis
fosas nasales se abrieron viendo cómo su boca caía abierta y se lamía el
labio inferior con la lengua. 184
—Tócame aquí, Raze. Lámeme. Chúpame aquí, en mi clítoris. Hazme
correrme en tu boca.
Mi corazón latía con tanta fuerza ante sus palabras, que pensé que
escaparía de mi pecho. Me incliné hacia delante, bajando la boca, apartando
su mano del camino para poder hacer lo que pedía.
Era la primera vez que había probado su coño. Su olor me llevó al
límite. Usando mis pulgares para separar sus labios, giré la punta de mi
lengua sobre su clítoris. Kisa gimió y se sacudió tan pronto como entró en
contacto. Mi lengua se volvió frenética, lamiendo su clítoris una y otra vez, y
las piernas de Kisa comenzaron a temblar, me arañaba los hombros con sus
uñas.
—Raze... lyubov moya... Se siente... Se siente... ¡Ahh!
Kisa gritó cuando mis labios se envolvieron alrededor de su clítoris,
chupando, y mi dedo empujó dentro de su agujero goteante, bombeando de
ida y vuelta.
Mis sentidos estaban volviéndose locos. El almizcle de su coño, el sabor
de sus jugos, la sensación húmeda de su canal, y los ruidos saliendo de su
boca. Chupando aún más duro y empujando un segundo dedo dentro de ella,
Kisa se puso rígida y, clavando las uñas en mi piel tan fuertemente que
sabía que me había hecho sangre, Kisa se corrió con fuerza, gritando en la
noche tranquila. Retardando mis movimientos y sacando los dedos de su
coño, tracé sus labios con mi lengua mientras Kisa jadeaba y comenzaba a
acariciar mi cabello.
Levantando la cabeza, subí por el hermoso cuerpo de Kisa y vi sus ojos
entornados y su cara enrojecida.
Ella me miró a los ojos, y pasó el dorso de su mano por mi mejilla.
—¿Recuerdas, lyubov moya? ¿Recuerdas algo más?
Cerrando los ojos, me lamí los labios, los abrí de nuevo, para asentir y
estirarme hacia abajo, liberando mi polla de mis pantalones de chándal.
Estaba jodidamente duro, y tenía que estar dentro de Kisa. Necesitaba oírla
exclamar mi nombre.
Arrastrándome por encima de su cuerpo, le retiré los tirantes del
vestido por los hombros, sus pechos saltando a la vista, sus pezones rosados
y duros, esperando mi boca. Inclinándome, chupé el derecho en mi boca,
ahuecando la carne en mi mano, para liberarlo a regañadientes y hacer lo
mismo con el izquierdo.
—Lyubov moya, te necesito dentro de mí —gimió Kisa, moviendo su
mano para envolverla alrededor de mi polla, y comenzó a acariciarla de un 185
lado a otro. Tambaleándome de nuevo sobre mis talones, eché la cabeza
hacia atrás y siseé a través de los dientes. Mis bolas estaban apretadas
mientras me trabajaba una y otra vez, pero cuando sentí una lengua mojada
lamer la punta de mi polla, mis ojos se abrieron de golpe y todos los
músculos de mi cuerpo se tensaron.
Un gruñido bajo retumbó en mi pecho mientras miraba hacia abajo,
para ver a Kisa a cuatro patas, su culo apretado en el aire, y sus labios
carnosos envueltos alrededor de mi polla.
—Kisa... —gemí, mi voz baja y grave—. Joder, se siente bien...
Kisa gimió, su espalda se arqueó, y movió la cabeza hacia adelante,
tomando tanto de mi polla en su boca caliente como pudo, la punta
golpeando la parte posterior de su garganta. El calor comenzó a construirse
en mis rodillas y viajó hasta mis muslos, sabía que si Kisa seguía
comiéndome la polla, iba a correrme.
Cerrando los ojos con fuerza, combatí la necesidad de que mi mujer se
tragara mi semen; y me las arreglé para empujar su cabeza y sus labios
carnosos, rojos y brillantes; y esos ojos azules centellantes, mientras me
miraba con la expresión más hermosa en su cara.
Incapaz de hablar, la empujé hacia atrás hasta que estuvo
completamente sobre la manta, y cerré los ojos, viéndome a mí mismo
claramente en esta posición hace años. Sintiéndome nervioso e inexperto,
pero tan conectado a Kisa debajo de mí que me temblaban los brazos
mientras entraba en ella, rompiendo a través de su virginidad.
—Nene, mírame. Mantén los ojos abiertos mientras me haces el amor.
No más mal, solo el bien entre nosotros —susurró Kisa, y yo hice lo que me
pidió. Usando la fuerza de mis brazos para cernirme sobre su pequeño
cuerpo en forma; y la de mis muslos para impulsarme entre sus piernas,
hasta que la punta de mi polla golpeó su caliente hendidura.
Las manos de Kisa acariciaron cada centímetro de mi espalda, mis
brazos tensos, mi cuello, hombros y pelo. Su toque casi me deshizo, y cuando
miré hacia ella, todo parecía caer en su lugar. Esta era mi mujer, mi Kisa-
Anna, la otra mitad de mi alma.
Bajándome a mí mismo hasta que me apoyé en los codos, rocé su
mejilla con mi nariz, inhalando su aroma y retirando su cabello, detuve mi
lengua en su oreja.
—Recuerdo tomarte aquí en esta playa. Recuerdo que fue nuestra
primera vez. Éramos niños, ¿tal vez adolescentes? No lo sé. Pero te saqué de
tu casa y te traje aquí, a nuestra cueva. Nos besamos, y resultó en más...
Entonces, me preguntaste si podías tenerme… —La cara de Kisa estaba 186
ahogada en lágrimas, e incliné la cabeza hacia un lado, secándole las
mejillas con la mano—. Y yo te dije que sí.
—Raze —exclamó, y su respiración se quedó atrapada. Sintiendo que
algo no estaba bien, me quedé helado. La expresión de Kisa cambió de feliz a
preocupada—. ¿Raze? ¿Qué está mal?
Mientras decía mi nombre, sabía que era eso.
Raze... Raze, Raze, Raze...
La mano de Kisa pasó por mi pelo.
—Raze —murmuró de nuevo, y de repente la agarré por las muñecas,
manteniéndola quieta, sus ojos azules ensanchándose con shock—. Raze,
¿qué…?
—¡No! —dije con los dientes apretados—. ¡No me llames así!
El rostro de Kisa perdió su color.
—¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué?
—Po… porque no es mi nombre. No soy el preso 818. No soy... No soy
Raze... —Sentí como una opresión en el pecho, como si no pudiera respirar, y
dejé ir la muñeca de Kisa para frotar mi esternón.
—Ra… —Kisa se detuvo, y atrapó mi mano con la suya, luego
llevándosela a los labios para besarla—. ¿Por qué te llamaste así?
Me quedé mirando hacia el mar y mis ojos perdieron el foco, demasiado
concentrado en recordar.
—Después de haber luchado contra él… —resoplé, riendo sin humor—.
Mataba, no había quién me detuviese. Me ponía cada vez mejor, y cuanto
más grande y más rápido era el oponente que traían para enfrentarme, más
vicioso me volvía. Con mis puños americanos, soy imparable. Los guardias
bromeaban con que arrasaba a mis oponentes. Se corrió la voz, y entonces el
director me obligó a tatuarme el nombre en la espalda, para complacer a la
multitud, que gritaba cuando entré en la jaula.
Parpadeé hasta que mi visión se deslizó de vuelta en su lugar. Entonces
miré a mi Kisa de nuevo.
—Así que oír esa palabra no suena bien de tus labios. Tú no me tratas
como los guardias, como esos hombres. 187
—No, y nunca voy a hacerlo... Fuiste la víctima, pero ya no más, nene.
Doblando mis brazos por encima de la cabeza de Kisa, manteniéndola
cerca, le dije:
—Quiero que me llames por mi nombre... Mi verdadero nombre.
La expresión de Kisa finalmente cambió de preocupación a
comprensión, y con lágrimas una vez más llenando sus ojos, asintió.
—Tú... Quieres que te llame... Luka —susurró a sabiendas, y oír ese
nombre deslizarse de sus labios cuando la tenía entre mis brazos, casi me
deshizo.
Mi pene se endureció aún más, pero no era suficiente.
—Dilo otra vez —exigí, y Kisa tragó saliva. Elevó las caderas, sus muslos
apretándose alrededor de mi cintura, y condujo mi polla hacia su coño.
Cuando mi punta se empujó en su entrada, las manos de Kisa se
envolvieron alrededor de mi cuello, y bajó mi oído a su boca. Ambos
gemimos, y hundí mi polla centímetro a centímetro.
Kisa me detuvo con un apretón de sus muslos. Su cálido aliento sopló
junto a mi oreja.
—Luka —gimió—, haz el amor conmigo... Mi Luka.
Como si una puerta se hubiera abierto, rugí en voz alta y usé toda mi
fuerza para empujar hacia adelante, golpeándome en Kisa hasta llenarla por
completo, hasta que ella gritó mi nombre. Luka. Hasta que lo gritó una y otra
vez.
Luka, Luka, Luka...
Esta vez la hice mía, sin pensamientos, solo sintiendo. Por primera vez
en la historia, realmente estaba sintiendo cosas. Sentía que se me cerraba la
garganta por todo lo que estaba sintiendo. Lo había bloqueado todo durante
tanto tiempo, adormecido durante tanto tiempo, que no sabía qué hacer con
ello; así que me centré en estar dentro de mi mujer, en los gemidos y
quejidos que salían de su boca, mientras me presionaba contra su clítoris
hinchado con mi polla, rozando ese lugar dentro de ella que la hacía
volverse loca.
Sus pezones duros rozaron mi pecho húmedo, y cada vez que me
empujaba hacia adelante, Kisa se quedaba sin aliento por la fricción, por el
sentimiento de mi polla llenándola, diciéndole que ella me pertenecía.
—Luka, mi Luka —gemía en mi oído. Y cada sílaba de su boca me
encendía más y más, haciendo que mis caderas empujaran más y más
rápido—. Has vuelto a mí... 188
—Kisa —dije con voz tensa, sintiendo mis bolas apretarse casi hasta el
punto del dolor—. Voy a correrme, Solnyshko...
Clavó las uñas en mis hombros, y su respiración tartamudeó.
—Cerca... Muy cerca, Luka... Fóllame duro... Duro, Luka, ¡más duro!
Con toda la fuerza que tenía y con todo el poder que podía poner en mis
muslos, embestí hacia adelante, mi piel golpeándose contra el coño de Kisa,
el sonido de nosotros unidos empujándome por el borde.
Mi polla se hinchó, mi boca se abrió, y al oír a Kisa gritar por su
orgasmo, extendí la mano y la hundí en la arena caliente, debajo de su
cabeza, mientras la llenaba de mi semen y su coño estrangulaba mi polla.
Apoyé la frente en el pelo revuelto de Kisa.
Estaba recuperando el aliento, minuto a minuto, tratando de hacerle
frente a este nuevo ritmo, cuando Kisa susurró:
—Te amo, Luka. En todos estos años sin ti, nunca dejé de hacerlo.
Cada fibra de mi cuerpo se congeló.
—¿Amor? —pregunté, frunciendo el ceño—. ¿Qué... qué es eso?
Los muslos de Kisa se aflojaron alrededor de mi cintura, y me empujó
en el pecho hasta que la miré a los ojos.
—Amor, lyubov moya. ¿No recuerdas lo que es eso? —Su voz sonaba
triste, como si yo le hubiera hecho daño de alguna manera.
No quería hacerle daño. La idea de hacerle daño, me hacía daño.
Dejé caer mi cabeza con vergüenza.
—No... Realmente no entiendo lo que significa. He oído esa palabra, pero
no tiene ningún sentido para mí.
La mano de Kisa se extendió y tomó la mía, llevándola sobre su pecho,
su corazón latiendo contra mi palma. Mi corazón empezó a hacer un ruido
sordo también.
—El amor es una emoción, Luka. Una compartida entre dos personas.
Dos personas que no pueden dejar de pensar en la otra. Dos personas que
piensan en la otra cada día, cada segundo, día y noche. Dos personas que
quieren pasar el resto de sus vidas juntos. —Ella hizo una pausa para
presionar sus labios en los míos, y luego se retiró—. Dos personas que hacen
el amor, tal como lo hicimos ahora, y saben que sus almas son la pareja
perfecta, solo la una para la otra.
Una lágrima rodó por la mejilla de Kisa, e inclinándome hacia delante,
la besé. Retirándome, incliné la cabeza hacia un lado para mirar la hermosa 189
cara de Kisa.
—Entonces... ¿Entonces te amo?
Kisa se quedó inmóvil por un momento, y luego me sorprendió
envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello, hundiendo la cara en mi
pecho.
—Espero que lo hagas, Luka. Ruego que todavía me ames también. —Y
sentí la humedad de sus ojos en mi piel.
La sujeté contra mi pecho y nos rodé hacia un lado, para poder mirarla
a la cara. No creía llegar a cansarme nunca de su cara. Kisa sorbió, pero
luchó por poner una sonrisa nerviosa en su rostro.
Apoyé la cabeza en mi bíceps y señalé hacia mi pecho.
—Así que este... dolor que he tenido en mi pecho desde que te vi... ¿Es
amor? Cuando te veo en mis sueños, y te quiero, ¿es porque te amo?
—Luka... ¿Es eso cierto? —susurró, la esperanza en su voz tranquila.
Asentí, y ella enganchó su dedo índice alrededor del mío. Miré nuestros
dedos unidos y, por alguna razón, no podía apartar la mirada.
—Siempre te he amado, Luka, y siempre soñé con que volverías a mí.
Sabía que era imposible, pero siempre rogaba porque de alguna manera,
milagrosamente, lo hicieras.
—Mi… —Me aclaré la garganta, tratando de poner en palabras lo que
estaba atrapado allí.
Kisa contuvo la respiración y nuestros dedos entrelazados se apretaron.
—Mi... Algo dentro de mí, aquí. —Le señalé a mi corazón—. Aquí. —
Señalé a mi estómago—. Y aquí. —Señalé a mi mente—. Me dice que debo
tenerte. Que debes pertenecerme. Que me perteneces, y que yo te pertenezco.
—Y ahí —dijo Kisa, señalando a mi ojo.
—¿Aquí? —dije, señalando a mi ojo también.
Kisa asintió y sonrió.
—Esa mancha azul en tu ojo, dice que lo haces.
Se me aceleró el pulso y por una vez, mi sangre parecía estar
bombeando a través de mis venas, no estancada. Finalmente llevándome de
vuelta a la vida.
—¿Por qué, Kisa? —pregunté—. ¿Por qué es así entre nosotros?
Kisa bajó los ojos, sin decir nada durante un rato, pero luego sonrió
tímidamente y murmuró:
—De lo que sea que estén hechas nuestras almas... 190
—La tuya y la mía son iguales —terminé, las palabras viniendo de parte
de la memoria que mantenía bloqueada. Mis cejas bajaron y vi la cara
felicidad en Kisa—. ¿Qué... qué es eso? ¿Por qué lo sé?
—Es Cumbres Borrascosas, un libro que te leía antes de que te llevaran.
Es una línea de eso, una que mi mamá solía decir, y que se aplicaba a
nosotros. Nos gustaba.
—¿Dónde está tu mamá?
Kisa soltó un suspiro tembloroso y sus ojos brillaron.
—Ella murió, Luka. Murió cuando yo tenía quince años.
Muerte. Estaba en todas partes.
Ninguno de los dos dijo nada durante un tiempo, pero a medida que
avanzaba la noche, atraje a Kisa contra mi pecho.
—¿Kisa? —le dije.
—¿Mmm? —murmuró adormilada contra mi pecho.
—Voy a matar a Durov mañana por la noche.
Kisa se puso rígida, y yo contuve la respiración. Ella nunca hablaba de
lo que sentía por él, solo me decía que él no podía vivir sin ella, y que la
necesitaba. Pero yo también la necesitaba; y la diferencia entre Alik y yo, era
que ella me necesitaba a su lado, para mantenerla a salvo.
—Lo sé —dijo Kisa finalmente en un susurro, pero podía escuchar el
dolor en su voz. Un flashback de cuando yo era un niño vino de repente a mí,
y mi cuerpo se irguió, Kisa cayendo a la arena.
Agarré mis sienes mientras la memoria pasaba rápidamente, el dolor
penetrante en mi cráneo, casi demasiado fuerte como para soportarlo...

—¡Lo mataste, Alik! —grité, cubierto de la sangre de mi mejor amigo


mientras Rodion se ponía frío entre mis brazos.
Alik tendió el cuchillo con el que lo había apuñalado, con ojos salvajes
y una sonrisa loca dibujada en sus labios.
—No, Luka, yo no lo mate. —Vi cómo Alik clavaba el cuchillo en su
propio estómago, y lo dejaba caer al suelo—. ¡Tú lo hiciste! Ustedes
discutieron. Pelearon, sacaste un cuchillo y lo mataste. 191
—¿Qué... qué coño estás diciendo? ¡Estás loco! —grité, pero Alik ya
estaba gritando pidiendo ayuda.
—Se ha ido —dijo Alik, mirando hacia mí y agarrándose el estómago.
Su sangre se derramó cuando señaló al cuerpo de Rodion—. No más
heredero Volkova. Hice exactamente lo que mi papá mandó. Ahora, un día,
yo seré el Pakhan. Rodion era demasiado débil para manejarlo, demasiado
agradable. Yo nací para ser despiadado, para matar a cualquiera en mi
camino.
Mi sangre se volvió hielo cuando me di cuenta de que había matado a
Rodion por poder. Su padre había ordenado matarlo, para que su hijo fuera
el próximo en la línea.
¡Jesucristo!
—¿Y yo? —susurré, aturdido—. ¿Por qué coño te deshaces de mí?
Oí que se acercaban pasos, y escuché las voces de nuestros padres
gritando nuestros nombres. Alik gritó, dejándose caer de nuevo en el suelo,
pero no antes de que sonreír y decirme.
—Porque necesitaba alguien a quien culpar, y quería que fueras tú.
Negué con confusión.
—¿Qué…?
—Ella siempre ha sido para mí, no para ti. La necesito. Es la única que
me calma. Es la única que detiene las voces en mi cabeza que me dicen que
debo lastimar a la gente. Y el que ella esté obsesionada contigo, me impide
hacerla mía.
Me detuve de nuevo mientras lo que había dicho se registraba en mi
mente.
Kisa.
Había matado a Rodion por el poder, y me inculpaba a mí por... ¿Kisa?
Antes de darme cuenta, estaba encima de él, ignorando la sangre que
brotaba de su estómago, dándole puñetazos en la cara.
—¡No vas a hacerle daño, jodido enfermo! ¡Vas a dejarla en paz! ¡Estás
loco! ¡Deberías estar encerrado!
Alik me sonrió cuando le golpeé en el rostro, como si no estuviera
sintiendo los golpes. Yo seguía en shock, y él deslizó la daga en mi mano.
Un hombre irrumpió a través de los árboles, y al ver a su hijo muerto en
el suelo, se dejó caer de rodillas. Todo lo que podía hacer era ver cómo
trataba de traerlo de vuelta a la vida, y luego gritaba al aire cuando el RCP17
no funcionó. 192
Otro hombre se acercó con el siguiente.
Los hombres me vieron sobre Alik, mis puños cubiertos con sangre, la
boca apretada con ira. Me puse de pie y tropecé de nuevo, hasta que mi culo
golpeó el suelo. Mis piernas no se movían mientras asimilaba la escena. No
podía hablar. No podía hablar para explicarme... Mi mejor amigo había
muerto.
Uno de los hombres se precipitó hacia delante y corrió hacia Alik en el
suelo; y entonces noté que los ojos de los hombres se movían de mí, hacia mi
costado.
Volví la cabeza lentamente, miré hacia abajo a lo que estaban todos
mirando fijamente y vi la daga ensangrentada bajo mi mano ahuecada.
Abrí la boca para tratar de explicar lo que había pasado, pero cuando lo
hice, el papá de Rodion se puso de pie, la sangre cubriendo su abrigo, el
movimiento llamando mi atención.
—Luka, ¿qué has hecho?

17
RCP: Reanimación Cardiopulmonar.
—¡Luka! ¡Luka! —La voz con pánico de Kisa cortó a través de la noche—.
Respira, respira... No estás respirando. Trata de calmarte. —Encontré el rostro
de Kisa, su mano acariciando mi cabello hacia atrás. Finalmente capaz de
moverme, levanté mi mano y tomé la suya en la mía—. ¿Qué pasa, lyubov
moya? ¿Qué recuerdas? —preguntó Kisa, y podía oír los nervios en su voz—.
Me estás asustando.
—D… Durov —tartamudeé—. Durov mató a Rodion, se apuñaló a sí
mismo, y luego me echó toda la culpa a mí.

193
Dieciocho
Raze

L
a mano de Kisa comenzó a temblar mientras sostenía la mía y
vi su rostro pálido, la realidad de ese hecho golpeando en mi
interior justo cuando la presa que bloqueaba mi pasado se
rompió y los recuerdos llegaron inundándolo todo, cegándome.
—Rodion —susurré, sintiendo como si hubiera recibido un
puñetazo en el riñón—. Rodion era mi mejor amigo, ¿no? Éramos como
hermanos. ¿Sí? Es eso…
Vi lágrimas caer de los ojos de Kisa. Mis ojos se abrieron ampliamente
mientras imaginaba las características de Rodion: pelo castaño claro, ojos
azules. Soñé con él algunas veces. Era el chico en mis sueños. Sus rasgos 194
siempre aparecían borrosos, y no fui capaz de descifrar su identidad. Pero
ahora podía imaginarlo con una claridad cristalina. Lo conocía. Yo…
Mierda...
Miré a Kisa de nuevo. Se desplomó sobre mí, con la espalda temblando
por la fuerza de sus lágrimas. Y luego, en mi mente, ella y Rodion estaban
juntos: en la iglesia, en la playa, alrededor de una mesa, al lado de su padre...
Levanté la mano y la presioné en su espalda. Tragué saliva.
—Él... Rodion era tu hermano, ¿no? Joder, Kisa, Rodion era tu sangre.
Un sollozo escapó de la boca de Kisa y se dejó caer en la arena.
Arrastrándome hacia adelante, cubrí a Kisa con mi cuerpo, mis brazos
alrededor de su cintura. Se recostó en mis brazos y lloró con más fuerza, sus
manos agarraron mis muslos mientras yo trataba de respirar a través de los
recuerdos de mi pasado golpeándome con la fuerza de un camión.
—Kisa —murmuré—. Durov lo mató... Él lo mató...
Otro fuerte sollozo fue arrancado de su garganta y comenzó a temblar.
Irguiéndose con las manos en mis muslos, levantó la cabeza. Su hermoso
rostro estaba rojo y mojado con sus lágrimas.
—¡No! Siempre he pensado que su muerte ha haber sido un accidente.
Un malentendido. Alguna otra explicación. Yo… Yo… —Levantándose, agarró
mis bíceps, su expresión desesperada—. ¿Por qué? ¿Por qué Alik lo mató?
¿Qué le había hecho Rodion? ¡No lo entiendo! ¡Eran amigos!
Apreté los ojos cerrados, conteniendo la respiración como si pudiera
forzar los recuerdos.
—Por favor recuerda. Por favor, recuerda —rogó Kisa.
Él no es más el heredero de Volkova. Hice lo que mandó mi papá.
Arrastrando un jadeo, miré a Kisa y, de repente, vi el rostro de un
hombre en mi cabeza. Era alto, oscuro, más viejo, un jodido brillo maligno en
sus ojos. Al igual que los guardias, pensé. Tenía esa sádica, controladora
mirada en sus ojos que los guardias siempre llevaban.
—Su papá —dije, y Kisa sólo podía parpadear—. Su papá le dijo que
acabara con el heredero... así él sería el próximo en la línea. Así podría
liderar cuando tuviera la edad suficiente.
—No —dijo Kisa, sacudiendo la cabeza—. ¡No! Abram no haría eso.
¡Amaba a Rodion!
—Alik apuñaló a Rodion porque su padre le dijo que lo hiciera. ¡Eso es
lo que dijo Alik!
195
Kisa sacudió la cabeza más rápido.
—¡No, no, no, no! —Se tambaleó sobre sus pies y envolvió sus brazos
alrededor de su cintura. Sus pies se detuvieron de repente en la arena y
preguntó—: ¿Y Alik? ¿Po… por qué Alik se apuñaló a sí mismo y te culpó?
¿Por qué te alejó de mí también?
Cada músculo uno de mis músculos se congeló y mi corazón
retumbaba en mi pecho. Kisa vio mi reacción y sus brazos cayeron a sus
costados.
—¿Qué? —preguntó, su voz mezclada con temor, miedo... ansiedad.
Sintiendo una repentina oleada de proteccionismo, me tambaleé hacia
delante y aplasté mi boca contra la de ella, Kisa gimió de sorpresa. Sus
manos golpearon mis pectorales duros, pero su boca se movía contra la mía
como si no se pudiera resistir a lo que teníamos, a la chispa que había entre
nosotros.
Echándome hacia atrás sin aliento, presioné mi frente contra la suya,
agarrando fuertemente su cuello.
—Luka... por favor… Dime —suplicó, su voz apenas un susurro.
Inhalando una respiración entrecortada, cerré los ojos y respondí con
honestidad:
—Por tu culpa. —Abrí los ojos, y Kisa retrocedió, su mirada buscando la
mía. Sacudió la cabeza, las lágrimas derramándose por sus mejillas—.
Necesitaba a alguien a quien culpar y él te quería, Kisa-Anna. Te quería lejos
de mí.
—¡No! —Kisa me dio la espalda y se agarró a una roca cercana. Su
cabeza se sacudió de ida y vuelta, lo único que podía hacer era quedarme
ahí, mirándola, cada músculo tensándose con lo desconocido... sin saber
cómo estar con ella... cómo hacerla sentir mejor.
Me quedé allí, mudo y viéndola romperse. Pero cuando un grito
dolorido fue arrancado de su garganta y cayó de rodillas, mis pies
parecieron moverse por su propia voluntad, caí detrás de ella, envolviendo
mis brazos alrededor de su pequeño cuerpo.
—Él... él tiene problemas. Siempre ha estado preocupado con las voces
en su cabeza. Lo instan a lastimar a la gente. Me necesitaba, incluso
entonces, me necesitaba para detener los impulsos —susurró—. Siempre ha
sido tan posesivo conmigo. Pero nunca pensé... No podría haber imaginado...
—La respiración de Kisa se atascó y comenzó a girar en mis brazos. Me
quedé inmóvil, inseguro de lo que estaba haciendo, cuando se metió en mi
regazo y puso su cabeza en mi hombro. Luché por respirar tranquilamente, 196
sus acciones haciendo algo cálido en mi interior, su toque y su cercanía
derritiendo el grueso hielo en mi sangre.
Los ojos inyectados en sangre de Kisa trazaron los demonios gráficos
tatuados en mi pecho, un regalo de los guardias que querían que me viera
malvado para la multitud del Gulag. Su aliento acarició mi pecho, enviando
escalofríos por mi espina dorsal.
—No puedo... no puedo aceptar que te echó la culpa a ti, mi hermoso
Luka, mi mejor amigo, la otra mitad de mi alma... por mi culpa... porque él me
quería...
Contuvo una respiración temblorosa y su mano cayó, trazando mi
estómago de ida y vuelta.
—Que se lastimara a sí mismo tan... tan... brutalmente para crear una
impresionante mentira en contra de ti.
Cerré los ojos, tratando de no perder el control sobre mi rabia ante el
pensamiento de Durov y lo que había hecho.
Pero eso fue enviado al infierno cuando Kisa dijo:
—Ni siquiera me dejó lamentar tu muerte. Tan solo se apresuró en
tomarme para él. Sólo tenía trece años. Pero era suya. Mi padre no se quejó,
estaba perdido, y luego un par de años más tarde mi madre murió de un
ataque cardíaco, el dolor de perder a mi hermano era demasiado y no pudo
soportarlo. La única hija de papá estaba ahora con el único heredero, era el
resultado perfecto para una situación tan horrible. Y yo estaba tan
entumecida por el dolor de perder a toda la gente que amaba, que nunca
luché contra él. De hecho, me alegraba que alguien estuviera ahí para mí.
Kisa levantó la cabeza y apretó tres besos en mi mandíbula rígida.
—Te había perdido... No me importaba mucho nada después de eso...
hasta que me salvaste en el callejón y mi corazón empezó a latir de nuevo. —
Contuvo el aliento—. Ni siquiera me había dado cuenta de que se había
parado.
Sin saber cómo responder, la apreté con más fuerza.
—¿Luka? —preguntó. Gruñí una respuesta—. ¿A dónde fuiste? ¿Qué
pasó?
Entrecerré los ojos y me concentré en mi pasado.
—Tu padre nos llevó a Alik y a mí a su oficina. —Mis cejas cayeron, mi
cabeza dolía—. Alguien suplicó por mi vida. Otro hombre estaba en la
habitación con nosotros, creo, pero no puedo distinguir su cara.
Kisa se puso rígida en mis brazos.
197
—¿No sabes quién es ese hombre? ¿Qué aspecto tiene?
El hombre era mayor y tal vez tenía el pelo claro, pero eso fue todo lo
que pude ver. Traté de seguir adelante mientras aún tenía el recuerdo en mi
mente. Tenía miedo de que si me concentraba demasiado en el hombre
tratando de salvar mi vida, todos mis recuerdos podrían derrumbarse.
—Le rogó a tu padre que no me matara, pero el papá de Durov me
quería muerto. Yo… —Mi corazón comenzó a bombear con fuerza y pude
sentir mi sangre corriendo por mis venas—. Recuerdo que sentí miedo, pero
no podía abrir la boca. El padre de Durov estaba tan enojado que me
intimidaba... Su mirada feroz me había robado la voz. Me hizo un gesto de
que me mataría si hablaba. Estaba mudo por la sorpresa. El hombre que
trató de defenderme comenzó a discutir con él, y... y sacaron las armas.
Apreté los ojos cerrados y negué, partes de la memoria se volvían
borrosas.
—La siguiente cosa que supe es que tu padre me decía que no habría
policías involucrados en mi crimen, en el asesinato de Rodion, pero que iba a
ser enviado a la patria, a Rusia, a un contacto que tenía allí. Me dijo que iba
a ser castigado. Me dijo que iba a estar en una prisión para niños, haciendo
trabajo manual en una granja en el campo ruso... Me dijo que nunca iba a
volver a Brooklyn.
Kisa se acercó, casi fusionándose con mi pecho, como si quisiera
meterse en mi piel.
—Dios mío, Luka... Recuerdo que te llevaron lejos. Me llevaron a casa... y
todo lo que recuerdo es estar entumecida, tumbada en la cama. —Kisa me
miró y puso su palma sobre mi piel—. ¿Qué pasó después? Porque... porque
después de que te fueras y no supiera a dónde te habían llevado, nos dijeron
que estabas muerto.
El olor a humo me quemaba la nariz. Los sonidos chirriantes de los
neumáticos patinando hasta detenerse. Había un autobús...
—Estaba en un autobús. Hacía frío afuera. Noche. Recuerdo no ser
capaz de ver a través del cristal porque las ventanas estaban tan
empañadas. Había cuatro, tal vez cinco de nosotros siendo llevados a alguna
parte. Nadie hablaba. Nos sentamos por separado. Pero podía sentir que
todos estábamos asustados. Todos éramos jóvenes... ¿adolescentes? Algunos
podrían haber sido aún más jóvenes. Algunos habían sido vendidos por sus
familias para trabajar en las granjas.
Miré fijamente las luces en el muelle, casi sintiéndome agotado por lo
mucho que había recordado esta noche. Pero las luces eran borrosas y, de
repente, pude ver algo más en mi mente. Las luces... el chirrido de 198
neumáticos...
—El autobús se salió fuera de la carretera —dije con brusquedad, mi
voz transmitiendo el recuerdo que estaba teniendo en ese instante—. Los
faros de una furgoneta nos cegaron por un camino oscuro. Hubo una fuerte
explosión y el conductor del autobús se desvió y rodamos hasta una zanja.
»Todos gritábamos, pero el conductor no se movía. Recuerdo trepar
sobre los asientos, escuchando a otros chicos lamentándose de sus heridas,
y me arrastré hasta el conductor. Pero cuando llegué a él, pude ver la
sangre. Pude ver un agujero en su cabeza... un agujero que sabía que no
obtuvo del accidente.
Apreté los talones de las manos en mis ojos, el dolor por tantos
recuerdos viniendo demasiado fuerte.
—¿Luka? —susurró Kisa y empezó a frotar mi espalda—. No... no te
esfuerces demasiado. Está bien, lyubov moya. Está bien. No te apresures.
Todo esto es demasiado para ti en tan corto espacio de tiempo.
La ira hervía en mi estómago, y empecé a sacudirme violentamente, mi
rabia interior casi demasiado para soportar.
—No —espeté secamente, mi voz sonaba mortal incluso para mí. Kisa
saltó y la oí contener su aliento por mi repentino cambio de ánimo—.
Necesito... recordar —forcé.
—¿Luka? —preguntó Kisa y, poco a poco, empezó a retroceder de mi
regazo—. Es necesario que te calmes. Te estás poniendo rojo. ¡Tu piel arde!
Inclinando hacia atrás la cabeza, rugí hacia el cielo de la noche,
liberando toda la confusión, la ira y la frustración que me habían estado
bombardeando en los últimos días.
—¡Luka! —lloraba Kisa, y podía oír su inhalación, sollozando mientras
se movía de mi regazo y se escabulló hacia atrás en las rocas.
—Al conductor le habían disparado, y los hombres irrumpieron en el
autobús... georgianos... georgianos asaltaron el autobús —comencé
balanceándome sobre mis rodillas, mientras la escena se reproducía—. Nos
golpearon, nos obligaron a ir a la parte trasera del autobús... —Respiré
profundo, mi aliento entrecortado, y miré a Kisa, que ahora se encontraba
vestida y presionada contra las rocas como si estuviera frente a un
monstruo.
Lo estaba. Yo era un jodido monstruo enfermo y frío. Esto fue lo que me
habían hecho... lo que les habían ordenado hacerme…
—Sabían mi nombre —escupí—. Esos hombres… preguntaron por mí,
por mi nombre. —Parpadeé, pero el recuerdo de mi nombre completo no 199
vino—. Luka —dije y me golpeé en el lado de mi cabeza con mi puño—. Luka…
Luka... ¡ARGH!
¡No podía recordar mi apellido!
—Tolstoi —pronunció una voz suave contra la brisa—. Luka Jakob
Tolstoi... ese era tu nombre completo. Ese es tu nombre completo.
Mis hombros se hundieron, incliné mi cabeza hacia un lado mientras
era testigo de la expresión en el rostro de Kisa, transformándose de miedo a
tristeza.
Sintiendo mis piernas temblar, caí a cuatro patas, con las manos en
puños sobre la arena.
—Luka —chilló Kisa, la oí saltar a mi lado, su mano apoyada
tentativamente en mi espalda.
—Habían sido enviados por mí —dije con voz áspera, toda la energía se
derramaba de mi cuerpo en la arena debajo de mí—. Joder... todavía puedo
sentirlo. Al igual que una jodida daga, Kisa, una daga.
—¿Cómo? —preguntó con cautela, sus dedos corriendo por mi espina
dorsal—. ¿Por qué fueron enviados por ti? ¿Cómo lo sabes?
—Luka Tolstoi. Te vienes con nosotros —dijo el hombre con la pistola.
—¿Dónde? ¿A dónde voy? —pregunté, pero no obtuve respuesta.
—Al jodido infierno, chico. Te vas fuera. Alguien nos pagó un montón de
dinero para hacerte desaparecer. —El tipo señaló a los otros chicos siendo
arrastrados fuera del autobús—. Todos ustedes se irán.
—¿Por qué? —pregunté—. ¿Quién ordenó esto?
Sonrió y se encogió de hombros.
—Jodiste a la familia equivocada, muchacho.
Todo lo que sentí fue pavor ante sus palabras.
—¿Durov? ¿Fue Durov?
El hombre pareció sorprendido, pero luego se echó a reír.
—Bueno, al menos sabrás a quién culpar de lo que está por venir.
Abram se aseguró de que nunca jamás volvieras a Brooklyn.

200
Me tambaleé hasta sentarme y miré fijamente a Kisa.
—Abram... Abram Durov...
—¿Qué? ¿Qué más recuerdas?
—Organizó todo para que los georgianos interceptaran el autobús. Lo
vació y lo quemó. Ellos lo llenaron de adolescentes muertos del Gulag, así
había cuerpos quemados. Pero fue Abram. Ordenó que me llevaran.
Los ojos de Kisa brillaban, pero su rostro estaba más tranquilo ahora,
entumecido.
—Tenía que proteger a Alik —dijo, asintiendo—. Necesitaba que te
desaparecieses para que nadie supiera que Alik mató a Rodion.
Mis dientes se apretaron y bajé la cabeza, respirando larga y
profundamente.
—Nunca esperaron que sobreviviera. Pensaron que moriría en la jaula.
Los dos nos quedamos en silencio por un rato, pero luego Kisa se puso
de pie y me tendió la mano. Miré a sus ojos y vi sólo fuerza.
—Pero lo hiciste, Luka. Sobreviviste. Y... —Respiró hondo y enderezó los
hombros. La resolución instalándose en su interior. Lo pude ver en su
rostro—. Necesitamos volver al gimnasio. Mañana tienes que luchar para
ganar.
Observé a mi Kisa-Anna y la ira huyó de mi cuerpo.
Tenía que ganar esta pelea.
Tenía que recuperar mi vida o vivir para siempre en la oscuridad.
Deslizando mi mano en la de Kisa y viendo sus ojos brillando con
lágrimas, me puse de pie y tiré de ella en mi pecho. Su mirada se encontró
con la mía, y pasé mis dedos por su largo cabello castaño.
Sus ojos se cerraron.
—Tienes que ganar la lucha, Luka. Debe hacerse justicia. Es la forma en
que vivimos. Sangre por sangre. Tienes que hacerlo por ti, por nosotros... pero
quiero que ganes por Rodion. Debe ser vengado.
Inclinándome, presioné mi frente contra la suya, sólo por un minuto.
Finalmente me aparté, recogí mi ropa y me la puse. Cerrando la cremallera
de mi sudadera, me quité la capucha y finalmente enfrenté a mi Kisa. Estaba
mirando al suelo, pero levantó la mirada y una sonrisa triste se dibujó en
sus labios.
Caminé hacia ella y la jalé a mi pecho, una vez más, inhalando su
aroma.
201
—¿Todavía me querrás después de matar a Durov?
Kisa se congeló, pero comenzó a asentir contra mi pecho.
—Sí, lyubov moya —dijo casi en silencio—. He estado con Alik durante
tanto tiempo. Me necesita para vivir, no podría estar sin mí.
Kisa se apartó de mi pecho, pero no levantó la vista. Sus manos jugaban
con el cordel de mi sudadera.
—Siempre he sabido que era... diferente, peligroso. Siempre supe que él
no era como todos los demás... pero aguantaba porque, bueno, era todo lo
que había conocido durante tanto tiempo, y sabía que me mataría si trataba
de dejarlo. No iba a sobrevivir sin mí a su lado. Se desataría, llegaría a ser
demasiado oscuro, demasiado desenfrenado. —Kisa respiró profundo
mientras mi corazón dolía al escuchar el tono de su voz—. Pero no sabía que
te había alejado de mí, que alejó a mi hermano de mí. Le había preguntado
sobre ese día tanto al principio y me juró que tú habías matado a Rodion.
Ahora todo lo que siempre he creído acaba de venirse abajo.
—¿Y tu padre? ¿Qué va a hacer? —pregunté, sintiendo una oleada de
posesividad sobre Kisa. Celoso de que Durov había tenido todos estos años.
Eso la había hecho creer que la necesitaba tanto que nunca podría estar con
nadie más.
Ella era mía. No suya. Nunca suya... ¡MÍA!
Kisa desvió la mirada, pareciendo perdida en sus pensamientos.
—Cuando papá se entere de lo que Alik le hizo a su hijo, su heredero, su
orgullo y alegría, y luego se entere de quién eres tú, de que eres inocente,
querrá a Alik muerto también.
—¿Lo hará? —pregunté confundido.
Kisa me encaró, su cabeza inclinada hacia un lado.
—Luka... ¿recuerdas si tenías familia aquí en Brooklyn? ¿Sabes cómo
me conoces? ¿Por qué crecimos juntos? ¿Por qué conocías a Rodion y Alik?
Mis manos empezaron a sudar y mi dolor de cabeza creció con fuerza
de nuevo. Mis ojos estaban fuertemente cerrados y mi estómago se apretó,
mi respiración se detuvo en mi garganta.
—¡Luka! ¡Luka! —dijo, y solté un largo suspiro mientras mis ojos volvían
a abrirse. Mi frente sudaba y me sentí como si hubiese estado golpeando un
saco durante tres horas seguidas.
—No trates de recordar en este momento —instruyó Kisa, me centré en
sus ojos, en la mano que descansaba en mi mejilla—. No. Estás cansado. Has
pasado por mucho esta noche. El color se ha ido de tu rostro.
202
Los dedos de Kisa acariciaron mi mejilla sin afeitar y la sensación era
hipnótica. Respiré con el ritmo de sus caricias hasta que mi corazón
comenzó a desacelerarse.
—Bien, lyubov moya —tranquilizó Kisa.
Una vez que me había calmado, asentí, diciéndole que estaba bien.
La pregunta de Kisa apuñaló mi mente. ¿Una familia? ¿Gente que... me
amaba? Ni siquiera lo podía imaginar. Otra punzada de dolor torturó mi
mente, pero sabía que tenía que bloquearlo. Bloquear todo, excepto la lucha
contra Durov.
Finalmente conseguiría mi venganza.
—Tenemos que irnos —dijo Kisa a regañadientes, y tomando su mano
extendida, caminamos de regreso por la arena hacia Serge, subiendo en el
auto que nos esperaba.
Un rato después, llegamos al gimnasio y Kisa me besó en los labios.
—Te veré mañana, Luka —susurró—. Voy a tratar de llegar a ti antes de
la pelea.
Asintiendo con brusquedad, abrí la puerta del auto, pero me detuve
para mirar por encima del hombro, pensando en lo realmente hermosa que
Kisa era.
—Yo… —Me aclaré la garganta, inclinando la cabeza hacia un lado, y
dije—: Yo... te... amo.
Las palabras se sentían extrañas viniendo de mis labios, pero cuando
los ojos de Kisa se empezaron a llenar de lágrimas y su boca se extendió en
una enorme sonrisa acuosa, sabía que estas tres palabras eran ciertas.
Amor. Una nueva, aunque de alguna manera familiar, emoción para
mí.
Kisa se movió sobre el asiento y aplastó sus labios contra los míos.
Mientras se retiraba, susurró:
—También te amo. Mucho. Muchísimo.
Asintiendo de nuevo, oculté la sensación de calidez llenando mi cuerpo.
Me tomó por sorpresa. No sabía cómo lidiar con este tipo de cosas.
—Mañana —dije, acariciando mi pulgar en su rostro suave. Me levanté.
—Mañana —dijo Kisa en respuesta.
Serge inclinó su sombrero hacia mí desde la puerta del conductor.
Retrocedí hacia las sombras del gimnasio, una vez más con la
oscuridad. 203
Con cada paso que daba a mi sala de entrenamiento, gritaba
mentalmente las palabras:
Durov.
Nueva York.
Venganza.
Matar.
Mañana por la noche, finalmente conseguiría mi venganza
Diecinueve
Kisa

stá bien, señorita? —preguntó Serge, mirando mi cara

—¿E
en blanco a través del espejo retrovisor.
Seguí mirando por la ventana, una gran variedad
de emociones me recorrían como llamas ardientes.
Alik había matado a mi hermano. Alik, el hombre que
me había controlado y poseído todos estos años, el hombre al que había
dedicado mi vida a servir. Y había culpado a Luka, mi Luka, por la muerte de
Rodion... ¡Dios! ¿Sólo para poder tenerme?
El pensamiento me hizo sentir enferma. Atormentada por la culpa.
Desesperada y un millón de emociones más. 204
Y mañana por la noche; mis dos amores, uno puro aún roto y otro tan
oscuro que, ahora me daba cuenta, no conocía en absoluto, lucharían a
muerte.
Mañana por la noche perdería a uno.
Sabía lo que mi corazón quería, no, necesitaba, que sobreviviera… Luka.
Siempre había sido Luka.
Alik merecía morir.
—¿Señorita? —Serge insistió de nuevo y miré sus ojos preocupados—.
¿Qué ha pasado? Conozco esa mirada, devastación. Sólo la he visto una vez
antes... y fue cuando nos dijeron que el señor Tolstoi murió en ese accidente.
Sentí las lágrimas correr por mi cara, sorbí por la nariz y me limpié las
mejillas.
—Serge... Acabo de encontrar al asesino de Rodion. Yo... yo... —Mi voz se
apagó, incapaz de terminar la frase, el dolor era insoportable.
Me di cuenta de que nos habíamos detenido a un lado de la casa de mi
papá, para estacionar a la sombra de la oscura calle, fuera de la vista.
Cuando el auto se detuvo, Serge se giró en su asiento.
—¿El señor Alik?
Mis ojos se abrieron y el pulso me latía en las sienes.
—¿Tú... lo sabías? ¿Durante todo este tiempo?
Serge negó.
—No, señorita. No lo sabía. Pero, bueno, lo observé durante toda su vida.
Lo vi crecer, de niño a hombre, algo nunca estuvo bien con él. Como si
estuviera perturbado, en el fondo de su alma.
Tragué saliva, escuchando todo lo que salía de la boca de Serge. Y tenía
razón. Alik siempre había sido diferente. Volviéndose violento, fuera de
control, de su posesión para mí... de sus asesinatos. Muertes que tenía que
hacer o se dirigía a las calles o las mafias rivales a sacar su rabia. Los
Bratva decidieron, hace cinco años, que debía luchar en la mazmorra
durante el Campeonato. Mi papá quería que tuviera una salida para su
rabia, que no causara problemas con los rivales y que, además, pudiese
obtener beneficios.
—Cuando la noticia de la muerte de Rodion se le comunicó al personal,
no podía creer que Luka hiciera una cosa así. Era un buen muchacho, un
buen chico Bratva; severo y rudo, pero no demasiado frío. Pero sobre todo,
era leal a su familia. Amaba a su familia. Su papá le había criado bien. A 205
diferencia del señor Abram, que crió a ese chico suyo para ser un asesino.
Después de que su madre se fugó cuando era un bebé, educó a ese chico sin
ningún afecto. —Los ojos de Serge parecieron perder el enfoque y negó con
la cabeza—. Hay algo en sus ojos... algo que nunca me ha gustado. —Serge se
movió incómodo en su asiento—. Recuerdo encontrarlo de niño, matando a
un gato, no, torturándolo. Vio que lo observaba con horror y sonrió. Me
sonrió, Kisa. Entonces supe que algo siniestro corría en la sangre de ese
chico. Le gustó matar a ese gato. Le gustó escucharlo sufrir.
—¡Oh Dios, Alik! —grité—. ¿Qué pasa con él? ¿Qué hay en su interior
que lo hace de esa manera?
Serge se pasó la mano por la cabeza en señal de angustia.
—Y el día que nos dijeron que Luka había muerto, señorita Kisa... Todo
el mundo lloraba. A pesar de que creían que había matado a su gemelo,
estaban tristes por él. Pero Alik, estaba frío, calculador y, me atrevería a
decir, ¿feliz? Abram no mostró ninguna reacción. Algo de todo ese día nunca
me pareció bien.
—Serge —grité, finalmente cediendo al sollozo ahogando mi garganta—.
¡No sé qué hacer!
Serge puso su mano en mi rodilla.
—El señor Luka ha vuelto, Kisa. No sé de dónde y no necesito saberlo,
eso no es asunto mío. Pero puedo ver que ya no es el Luka que se fue. Ahora
es más oscuro, atormentado. Su memoria está hecha pedazos. Señor, la
confusión en su rostro esta noche cuando me vio, fue enorme. Pero no pasó
un día desde el momento en que naciste, que ese chico no te cuidó, te
protegió. E incluso ahora, con su mente deformada, a causa del infierno que
ha atravesado; no permitirá que el señor Alik deje esa jaula con vida
mañana por la noche. De eso estoy seguro. Matará al señor Alik para
protegerte. Se ha ganado el derecho a esta venganza. Se ha ganado el
derecho a retomar su lugar entre los Bratva y conocer a su familia y de
dónde viene.
—No los recuerda, Serge. Nadie de su familia. Papá Iván, Talia, su
mamá, a nadie.
—Lo hará con el tiempo. Pero en este momento, tiene un objetivo. Sólo
una cosa ocupa su mente... corregir lo que el señor Alik hizo mal.
—¡Dios! ¿Cómo diablos ha terminado todo así? —enfaticé, limpiando
mis lágrimas—. ¡Tanta muerte, tanto dolor! Todo por culpa de la avaricia y
los celos.
Serge sonrió con tristeza. 206
—Esta vida de mafia nunca es un camino fácil. Ha habido mucha
muerte, mucho dolor. Pero el Señor ha traído de vuelta a tu amor, Kisa. A
pesar del dolor, ha ocurrido un milagro.
Mi estómago se arremolinó con pavor.
—Pero... ¿y si Luka no puede superar todo lo que pasó? ¿Qué sucederá
cuando recuerde todo? ¿Será demasiado?
—Te tendrá, Kisa. Viste su alma, pero no reconociste su rostro. Y él te
conocía, incluso cuando sus recuerdos no estaban allí. Eres su luz, su guía de
regreso a esta vida.
—Me mostró sus ojos —susurré y las cejas de Serge se fruncieron.
Tomando una respiración profunda, le expliqué—. Desde el día en que lo
conocí, me he dado cuenta de que mantiene sus ojos hacia abajo; su
capucha sobre la cara, como si en algún lugar de su subconsciente supiera
que sus distintivos ojos pueden ser reconocibles. Pero me dejó verlos. Me
mostró esos ojos casi de inmediato. Y, tan pronto como los vi, vi a mi Luka.
Los ojos grises de Serge brillaron y bajó la cabeza, sólo para levantarla
de nuevo.
—Entonces te conocía demasiado. Incluso si no te recordaba, su alma lo
hizo. Ese chico siempre estuvo perdidamente enamorado de ti. Nunca había
visto nada como ustedes dos niños. Un amor tan fuerte que era como si
hubieran estado juntos durante un milenio.
Mi corazón se hinchó ante palabras de Serge. Me incliné hacia delante
para darle un beso en la mejilla; pero cuando lo hice, la puerta del pasajero
se abrió. Alik entró, sus ojos rojos de rabia y puso una pistola en la cabeza
de Serge.
—Conduce —ordenó con una voz terrorífica gutural.
Instintivamente empecé a temblar. El miedo se apoderó de mi voz y de
cualquier movimiento que mi mente quiso hacer.
—Alik... cariño —murmuré. Tratando de sonar natural, sin miedo.
La espalda de Alik se puso rígida.
—¡Cállate! —vociferó. Su tono mortal, con los ojos inyectados en sangre
y rojos. Apretó el cañón del arma más fuerte contra la sien de Serge—.
Llévanos a mi apartamento en el muelle —ordenó Alik. Serge se arriesgó a
mirar hacia atrás en el espejo. Alik retiró su arma y golpeó a Serge con el
cañón, inclinándose hacia adelante—. ¡Dije que nos llevaras a mi
apartamento en el maldito muelle!
Grité cuando la sangre corrió por la cara de Serge, pero puso el auto en 207
marcha y recorrimos las calles, pegados a las sombras.
—Alik, ¿por favor? ¿Qué apartamento del muelle? —susurré.
Vi su mandíbula contraerse y el enrojecimiento correr hasta su cuello.
Pude ver físicamente su ira engullir su pálida piel.
—Tengo un apartamento en el muelle, Kisa. Lo he tenido por años. Allí
hago lo que quiero.
Di un grito ahogado cuando supuse a qué se refería.
—¿Y qué es? —pregunté con miedo.
Se volvió y me sonrió, pero sus ojos ardían. Parecía no haber dormido
en días.
—Lo que sea que elija hacer para no destrozar a la gente.
Alik vio mi expresión, la cual sabía traicionaba a mi miedo abyecto. Mi
sangre se le heló. Se inclinó hacia delante mientras el auto tomaba
velocidad.
—La jodiste, Myshka. Sé lo que ha pasado y con quién.
Aspiré una bocanada aterrorizada.
—Alik…
El pie de Alik se levantó y se estrelló contra el salpicadero, con un grito
furioso.
—¡Dije que cerraras la puta boca!
Me encogí en el asiento, Alik jadeó, su pecho subiendo y bajando. Lo
observaba como un halcón, movía nerviosamente la cabeza y sus pies
golpeteaban con impaciencia.
No podía llorar, no podía mostrar ninguna reacción. Estaba tan
aterrorizada. Nunca antes, había estado en el extremo receptor de este Alik.
Nunca lo desafié o le hice daño... hasta ahora.
Sabía de Raze y de mí.
Y no estaba segura de que fuera a salir de esto con vida.

Los muelles no estaban muy lejos de The Dungeon, pero sí lo


suficientemente lejos para que nadie supiese que Alik vino aquí. No era un
apartamento en sí, más bien, la choza de un pescador reformada. 208
Serge detuvo el auto y, por un momento, todos nos sentamos en un
tenso silencio.
Bajando la pistola, Alik se volvió a Serge.
—Quédate jodidamente aquí.
Serge me miró en el asiento de atrás y sacudió la cabeza tristemente.
—No puedo hacer eso, señor Alik.
Alik rió y alzó su Beretta, meciendo la pistola en su mano.
—Vas a hacer lo que diga, jodido viejo.
Serge se enderezó en su asiento y vi a Alik sonreír. Conocía esa sonrisa.
Esa sonrisa sádica. Y odiaba que fuese dirigida hacia Serge. Mi amable y
viejo Serge.
—No, Serge. Por favor, simplemente haz lo que dice —le supliqué.
Los ojos de Serge se mantuvieron firmes, con resolución.
—No puedo, señorita Kisa. Nunca podría vivir conmigo mismo si dejo
que le pase algo. Es... es como la hija que nunca tuve.
Una lágrima rodó por mi mejilla cuando comencé a suplicarle, pero
Alik no me dio la oportunidad mientras apuntaba con su arma la sien de
Serge. Abrí la boca para gritar, pero Serge encontró mis ojos en el espejo y
sacudió la cabeza. Se estaba despidiendo. Un segundo después, Alik apretó el
gatillo. Serge se desplomó hacia delante, muerto. Y esta vez sí, grité.
Al instante, Alik saltó del auto y abrió la puerta de atrás.
—Sal de una jodida vez —ordenó. Y con mi corazón luchando para
vencer el pesar de la conmoción por la muerte violenta de Serge, me moví
hacia la puerta. Pero Alik gimió, se inclinó para agarrarme del brazo y tiró
de mí—. ¡Joder, muévete!
Gritando una vez más, Alik me arrastró hacia el apartamento, abrió la
puerta y me empujó dentro.
Parpadeé y parpadeé, tratando de asimilar la habitación. Era escasa,
sólo con muebles necesarios. Un sofá andrajoso, una pequeña cocina y una
cama. Mi estómago rodó cuando vi que las sábanas estaban en mal estado,
condones utilizados en la mesita de noche... pero eso no era lo que me había
hecho retroceder alarmada. No. Ese honor fue otorgado a un hueco en el
lado izquierdo del espacio abierto. Un espacio vacío cubierto de láminas de
plástico... láminas de plástico manchadas de sangre.
—Alik —susurré—. ¿Qué es este lugar?
Sentí el cálido cuerpo de Alik a mi espalda, recogió mi cabello y lo 209
empujó por encima de mi hombro izquierdo. Su boca se movió a mi oído.
—Mi santuario. Dónde puedo ser el hombre que soy. No el que me veo
obligado a ser fuera.
—Y... ¿y qué hombre es ese? —pregunté, no queriendo oír la respuesta
en realidad.
Presionó beso tras beso a lo largo de mi cuello, enviando escalofríos por
mi espina dorsal. Cada parte de mí estaba tensa. No entendía por qué no me
gritaba. Este Alik tranquilo era demasiado inquietante.
—Libre —respondió, haciéndome saltar.
Mis ojos se dirigieron a la cama sin hacer, me sentí enferma.
—¿Follas mujeres aquí?
Los labios de Alik se congelaron y, en cuestión de segundos, fui girada
por su fuerte apretón en mis bíceps y me estrelló contra la pared más
cercana. Su dura mirada penetró en la mía, fría e insensible.
—No son tú, Myshka. Eran putas. Eres mi mujer, toda mi jodida vida. —
La oscuridad nubló los ojos rojos enloquecidos de Alik y se inclinó tan cerca,
que la parte trasera de mi cabeza golpeó contra la dura pared—. Al menos lo
eras. Hasta que me traicionaste. Abriste tus jodidas piernas de puta.
La voz de Alik era tranquila, demasiado tranquila, su suavidad
embaucadora. Su cabeza se movió y su mandíbula se apretó, mientras
levantaba la Beretta y la pasaba por mi mejilla. De repente, se veía roto,
completamente devastado.
—¿Cómo pudiste, Myshka? ¿Cómo pudiste follarte a ese marica, nena?
¿Cómo pudiste permitirle tener lo que es mío?
—Alik… —Traté de hablar, pero Alik movió la pistola sobre mis labios,
sacudiendo la cabeza mientras su otra mano arrancaba mi vestido y
acunaba bruscamente mi coño.
—Shh, Myshka —susurró—. Me traicionaste. Abriste tus piernas para el
hijo de puta de Raze. Me hiciste enojar. Contigo, Myshka. Me has hecho daño.
La única que me puede mantener calmado, la única que me entiende.
Negué, mi respiración era demasiado rápida.
—¡No! Alik! —protesté. Y levanté mi mano temblorosa tentativamente
para descansar en su mejilla.
Tan pronto como mi palma se reunió con su piel, cerró los ojos y tomó
una respiración profunda, su cabeza acariciando mi carne.
—Bebé —susurré. Necesitaba mantenerlo calmado. Mientras mi corazón 210
tronaba hasta el punto en que pensé que dejaría de funcionar por
agotamiento—. Lo sé... Sé lo que hiciste... a Rodion… a Luka…
La cabeza de Alik se tensó en mi palma y su mirada se clavó en la mía,
el blanco de sus ojos brillaba de manera extraña. Luego, con los ojos
entrecerrados, dijo:
—¿De qué carajos estás hablando?
Lágrimas nublaron mi visión y mi labio inferior tembló.
—Lo sé... Sé que fuiste quien mató a Rodion... sé que tu papá te ordenó
matarlo, para así poder ser el heredero del Pakhan.
Las fosas nasales de Alik se dilataron y frunció los labios en una
apretada línea.
—¿En serio? ¿Lo averiguaste? —preguntó. Sus pensamientos ilegibles
por su tono indiferente.
Tragando, le dije:
—E inculpaste a Luka, te apuñalaste en el estómago... y tu papá fingió la
muerte de Luka.
Vi el estremecimiento en los ojos de Alik y mi corazón dio un vuelco.
No sabía que Luka no estuvo en ese accidente...
¡Dios mío! Él creía que estaba muerto. Eso significaba...
No sabía que Raze era Luka.
No sabía que había estado durmiendo con Raze porque era Luka.
Alik rápidamente recuperó la compostura.
—Luka murió, Kisa.
—¿Pero mataste a Rodion? ¿Inculpaste a Luka? —Sorbí y me sequé las
lágrimas de la mejilla—. Te apuñalaste para asegurarte de que todo el
mundo creyera que Luka había perdido el control y había matado a Rodion.
—Me encontré con su mirada y dije—: ¿Todo porque me querías para ti?
La expresión severa de Alik se ablandó y me miró de nuevo con esa
adoración inquietantemente posesiva, levantando su mano desarmada de
mi coño para acomodarme el cabello.
—Eres mía, nena. Lo sabes. Y Luka estaba en mi camino. Siempre estaba
allí, tocándote... tocando lo que sabía era mío.
Contuve la respiración y cerré los ojos con fuerza. Sentí el cálido aliento
de Alik través de mi piel y el cañón de su arma moviéndose por mi cuello,
llegando hasta mis pechos. 211
—Rodion necesitaba morir, Kisa. Nunca habría sido un Pakhan. No era
lo suficientemente fuerte. Yo sí. Y sabía que tenía que tenerte a mi lado. Ha
hecho que la Bratva sea más temida que cualquier otra mafia en la costa
este.
Dejé caer mi brazo a un lado, quitando mi mano de su rostro. Mi
hermano, Luka... Alik no tenía ningún remordimiento. Estaba orgulloso de lo
que había hecho.
—Estás loco —susurré. Sentía la garganta demasiado apretada como
para respirar el aire que tanto necesita—. Sólo que nunca antes me había
dado cuenta.
Alik sonrió pero retrocedió, apuntando su pistola en frente de él,
moviendo su objetivo de mi cabeza a mi corazón y viceversa.
—¿Loco, nena? —enfatizó Alik fríamente. Dio un paso hacia adelante,
mi cuerpo llenándose de pavor—. No has visto nada. Porque, Myshka, hasta
ahora, siempre has sido mi ratoncita. Mi maldita luz, el latido de mi corazón.
La única cosa que podría amar tanto como matar.
Alik se acercó más aún, pasó la mano por mi brazo y luego,
brutalmente, me agarró del brazo, apretando hasta que grité de dolor. El
rostro de Alik estaba justo frente al mío, su expresión en blanco.
—Eso fue hasta que me traicionaste y te follaste a ese imbécil. —Mis
ojos se abrieron y asintió—. ¿Pensaste que la gente no iba a darse cuenta de
que habías desaparecido? Anoche el Byki informó de que tu habitación
estaba vacía, así que te seguí esta noche, Myshka. Te seguí directo a ese
bastardo de Raze... y luego, de entre todos los lugares, a la playa de Brighton.
—Apretó la mandíbula—. Malditamente odio ese lugar.
El agarre de Alik se apretó aún más y lágrimas corrieron por mis
mejillas. Su rostro mostraba cada matiz de dolor y rabia que sentía. Su boca
se movió hasta mi oído derecho.
—Te vi follártelo. Te vi besarlo. Te vi jodidamente abrazarlo, ¡te vi
acariciarle el pelo!
—Alik… —gimoteé.
Pero justo cuando lo hice, Alik dio un paso atrás y el dorso de su mano
conectó con mi cara. Perdiendo el equilibrio, por la fuerza y la sorpresa, me
dejé caer al suelo. Alik paseó delante de mí, golpeándose la cabeza con las
palmas de las manos.
—¿Por qué? ¿POR QUÉ? —gritó. Se giró hacia mí, con la cabeza
inclinada hacia un lado—. Kisa, bebé, mi Myshka, ¿por qué me obligas a 212
hacer esto?
La voz de Alik era suave, de disculpa, completamente opuesta a la de
hace un momento. Volteé la cabeza para mirarlo, mi mejilla palpitante por el
golpe. Alik se agachó y acarició mi frente con la misma mano firme con la
que me había golpeado.
—Te vi follándolo, Kisa. Follaste a otro chico y, ahora, voy a hacerte
pagar. Ese coño tuyo, es mío.
Negué, lágrimas derramándose por mi cara.
—No, Alik, por favor... No lo entiendes.
Suspirando, Alik miró hacia otro lado y cuando volvió a mirarme,
empecé a hablar, pero Alik me agarró del cabello y me puso en pie.
—¡Alik! —chillé. Pero no se detuvo, sólo tiró de mí hasta que me arrastró
hasta los pies de la gran cama—. Alik, por favor —supliqué—. ¡Lo amo! Lo... lo
amo.
Alik se congeló y me acercó a él, tirándome del cabello.
—¿Qué dijiste? ¿Puedes repetirlo?
—Yo... yo...
Alik me tiró del cabello con más fuerza, hasta el punto que pensé que
me lo arrancaría de la cabeza.
—¡Repítelo! —ordenó.
Y lloré. Pero luego unas olas de entumecimiento me llenaron y, mirando
a Alik directamente a los ojos, declaré:
—Lo amo. Es mi alma gemela. Lo amo... lo amo... —Alik palideció y se
echó hacia atrás, como si le hubiera hecho daño físicamente. Podía ver el
dolor en su rostro—. Alik…
Otro golpe me lanzó sobre la cama. Esta vez no grité, simplemente
aterricé en el colchón y sentí la sangre de mi labio correr por mi barbilla.
—¿Tu alma gemela? ¡Acabas de malditamente conocerlo! —rugió Alik.
Se pasó las manos por su pelo corto y luego me lanzó un puñetazo
directo al estómago. Tosí y escupí cuando el golpe me robó el aliento. Alik
rugió de nuevo. Inclinándose, tenía lágrimas en los ojos.
—Kisa —susurró, pasando un dedo por mi mejilla—. No quiero hacerte
daño, pero una buena esposa Bratva no folla con otros. Me obligas a hacerte
esto. Necesitas aprender una lección, Myshka. Me has traicionado, pero...
Alik suspiró y presionó besos por toda mi cara. Mi cuerpo estaba
encorvado, tratando de encontrar la capacidad de respirar.
213
—Pero te necesito. Pero... —Su cuerpo se tensó de nuevo—. No puedo
soportar la maldita idea de ti con él, bebé. No puedo sacar de mi cabeza la
idea de que ti montando su polla.
Alik inclinó su cabeza hacia atrás y gruñó con frustración. Mirando al
frente, una vez más, me empujó sobre el colchón y se metió en la cama.
—Necesito follarte —afirmó—. Necesito mostrarte a quien malditamente
perteneces.
Mi corazón se hundió cuando pronunció esas palabras.
—No... Por favor, Alik... Por favor...
Pero no me escuchó, no le importaba. Alik abrió la bragueta de sus
pantalones y se quitó la camisa. Una vez desnudo, tomó mi vestido. Quité las
manos de mi estómago para apartar las suyas, pero Alik agarró mis
muñecas con una mano y me golpeó en la mejilla con la otra. En cuestión de
segundos, actuó como si nada hubiese sucedido.
Me resistí, peleé durante todo el tiempo que pude, teniendo a mi Luka
en mente. No quería que Alik me tomara y me liberara de la sensación de
Luka. No quería que me tocara.
Mató a mi hermano.
Incriminó a mi Luka.
Alik se inclinó, sus dientes al descubierto y me apretó la muñeca hasta
que escuché un crujido. Estaba segura de que me la había roto. Manchas
bailaban delante de mis ojos con el dolor punzante. Rasgó mi vestido,
pasando su nariz por mi cuello, casi con ternura. Luego su mano envolvió mi
garganta. Los ojos de Alik se llenaron de lágrimas cuando me miró. Mi vista
se aclaraba y se desenfocaba, mientras su agarre en mi garganta me
cortaba el oxígeno.
—Myshka, eres mía —dijo mientras empujaba mis muslos y se colocaba
en mi entrada—. Necesito que seas mía.
A medida que estrelló su polla en mi interior, retiró su mano de mi
garganta, permitiéndome luchar por respirar, y su mano se apoderó
fuertemente de mis caderas. Me tomó con rudeza, embistiendo,
asegurándose de que supiera que él tenía el control... que él y sólo él, me
poseía. Mientras se conducía en mí más rápido, Alik se inclinó hacia delante.
Mis ojos incapaces de enfocarse a causa de los golpes en mi cara, la asfixia
de mi garganta y el asalto sexual.
—Mañana mataré a ese hijo de puta, Myshka. Lo eliminaré. Para así
sacarlo de tu mente. Luego no habrá más maldita espera. Nos casaremos al
día siguiente y aprenderás cuál es tu lugar, de una vez por todas. ¿Me 214
escuchas?
Mi cabeza estaba volteada hacia un lado, mis ojos tratando de no
centrarse en nada de alrededor. De repente, la mano de Alik agarró mis
mejillas, obligándome a mirarlo. Otro golpe marcando mi mejilla con dolor.
Y negó, mientras sus caderas se estrellaban contra mi coño.
—Dije si malditamente me habías escuchado.
Traté de hablar; pero mis mejillas estaban entumecidas, mis labios
demasiado inflamados como para moverse. En cambio, un ruido
desesperado escapó a través de mis labios. Alik me sonrió, aceptándolo
como mi respuesta.
—Joder, te amo, nena —susurró. Cerrando los ojos y mordiéndose los
labios, sin conseguir ninguna respuesta de mi parte—. Tu coño es tan
jodidamente apretado... tan jodidamente mío.
Se quedó quieto, su cuello tensándose mientas se venía y se dejó caer
encima de mí. Permanecí tumbada, desconectada y desorientada, mientras
Alik se movía por la habitación como si no hubiera pasado nada. Pero sentí
todo cuando se arrastró sobre mi cuerpo maltratado y se deslizó en mí una
vez más. Se sentía como si el castigo no fuese a terminar. Y cuando Alik rodó
agotado a mi lado y me envolvió en sus brazos, dejé caer una lágrima. La
gota salada picando mis heridas abiertas, hasta que no pude aguantar más
y me deslicé en la oscuridad.
Un golpe en mi cara me despertó. Mi cabeza golpeada prácticamente
me cegaba y mi cuerpo me dolía tanto que, inmediatamente, vomité a un
lado de la cama. Probé a darme la vuelta. De abrir mis pesados ojos; pero
mis párpados no funcionaban plenamente, sólo podía abrirlos en pequeñas
rendijas. Traté de mover las piernas, pero tampoco funcionaban. Intentaba
concentrarme, luchando por recordar lo que había pasado. Cuando, de
repente, fui volteada sobre mi frente, mi cuerpo gritando por la acción.
Alik se cernía sobre mí.
—Despierta, bebé.
Mis ojos se abrieron, tratando de obedecer sus órdenes. Mi respiración
salía entrecortada a través de mi muy magullada garganta.
—Bien, Myshka. Estás aprendiendo —elogió, con voz orgullosa.
Sentí a Alik empujarse en mí por detrás y solté un grito sordo, por el
dolor ardiente entre mis piernas. La fuerza de mis lágrimas cortó mi
garganta como hojas de afeitar.
Dolor. 215
Todo lo que sentía era dolor mientras me tomaba de nuevo, destellos de
luz rompiendo a través de las ventanas.
¿La luz del día? ¿Cuánto tiempo había estado aquí? ¿De esta manera?
Alik se empujaba hacia adelante como un hombre poseído, su lección
para someterme y para que nunca lo desafiase de nuevo. Cuanto más se
metía en mí, más perdía mi visión. Cuando Alik gritó mi nombre, corriéndose
en mí, exhaló con alivio y giró mi cabeza para poner un fuerte beso en mis
labios.
Gemí cuando sus labios chocaron contra los míos y me dedicó otra
sonrisa dulce antes de bajarse de la cama. Observé a través de mis ojos
doloridos mientras Alik se vestía, como si yo no estuviese aquí recostada con
dolor, incapaz de moverme... todo provocado por su mano.
Minutos más tarde, Alik se giró hacia mí y avanzó, arrodillándose cerca
de mi cabeza ladeada, a un costado del colchón. Suspiró y sacudió su
cabeza, pasando sus dedos por mi cabello enmarañado.
—Eres la causante de esto, Myshka. Pero ya sabes lo que pasará si
intentas joder conmigo otra vez. —Los ojos de Alik se estrecharon y se
inclinó más cerca y susurró en mi oído—: Por otra parte, si haces esto de
nuevo, no siempre voy a ser capaz de confiar en ti, nena. Así que tendré que
malditamente matarte... y me mataría a mí también. Entonces estaríamos
juntos... por siempre.
Mi corazón latía y me rompí en pedazos, mientras besaba mi frente y se
ponía en pie. Levantando una bolsa de entrenamiento por encima del
hombro, Alik me miró y dijo:
—Voy a matar a este hijo de puta... lentamente... hacerle pagar a ese
bastardo por follar a mi mujer. —Se rió, claramente divertido—. No tenía idea
de con quién estaba jodiendo, ¿verdad? Me llaman “El Carnicero” por una
razón.
Quería llorar, rogar y no dejar que se fuera. Pero no podía moverme...
apenas podía llorar.
—Cuando regrese, después de la pelea, con su sangre fresca en mis
manos. Iremos a Las Vegas y nos casaremos, Myshka. De una vez por todas.
Estoy cansado de esperar.
Con eso, Alik se fue, encerrándome en esta choza.
Todo lo que podía hacer era llorar y permanecer inmóvil. Hasta que
perdí la pelea y me rendí ante el sueño.
216
Veinte
Raze

ienes esto, Raze —dijo Victor mientras me levantaba del

—T
suelo, calentando mis músculos, la pelea solo a unos
minutos de comenzar. Había entrenado todo el día.
Bloqueado todo de mi mente a excepción de una cosa…
matar a Durov.
Podía escuchar el rugido de la multitud; sonaba más grande que
noches anteriores. Era el final, la última pelea hasta la muerte, The Dungeon
Championship
Raze contra El Carnicero.
—Tiene fuerza y experiencia, pero tú también. Tiene velocidad y
217
habilidad, pero tú eres más avanzado. Es incomparable con una daga, pero
nadie te supera con tus puños americanos con púas. Está loco, pero Raze… —
Viktor se detuvo frente a mí mientras saltaba y comenzaba a luchar contra
el saco de boxeo. Viktor se estiró y sostuvo el saco, forzándome a levantar la
vista—. Pero tú estás aquí por venganza. Nada siquiera se acerca a eso.
Gruñí en acuerdo, mis músculos encendiéndose con sus palabras. Lo
único que haría esto mejor era Kisa. Dijo que vendría y me vería antes de la
pelea, pero por ahora no había aparecido.
—¿Kisa? —le pregunté a Viktor mientras golpeaba el cuero de la bolsa
con mis puños vendados.
Se encogió de hombros y negó:
—Aún no está aquí. Ni siquiera está con Durov.
Eso hizo que me detuviera. Kisa siempre estaba en el gimnasio cuando
entrenábamos. Siempre estaba con Durov antes de una pelea. ¿Dónde
demonios podría estar?
Una bofetada en mi mejilla me sacó de ello y gruñí cuando Viktor retiró
su mano.
—Concéntrate, Raze. Es esto, esta es tu oportunidad. Es a vida o muerte
allí afuera, saca a Kisa de tu cabeza.
—Lo sé —gruñí, su bofetada empujándome de vuelta a un mundo de ira.
—Bien —dijo Viktor—, porque hay más además de ti que quieren que
Durov se vaya.
Miré a Viktor, sus ojos lechosos clavados en los míos.
—Ha hecho muchos enemigos, Raze. Esas personas allí afuera son como
lobos hambrientos. Eres el primer contrincante real que Alik ha tenido. Solo
ha jugado con los otros como un tigre juega con su comida, pero contigo,
todos sabemos que podrías ser quien lo matara. —Viktor se acercó y puso
una mano en mi hombro—. Puedes ser el que mate al heredero Bratva. Hay
más que solo apostadores aquí esta noche, hijo. Los Chinos, La Mafia Italiana
y los Checos quieren ver si los Bratva serán dejados vulnerables por tu
victoria.
La confusión nubló mi mente. Sabía que incluso con Durov muerto aún
habría un heredero, pero no podía imaginarme quién.
Un golpe en la puerta me dijo que era el momento. Es momento de
derribar a Durov.
Rodando mi cuello de un lado a otro, aflojé mis hombros y caminé
hacia la banca para tomar mis nudillos de metal. Las deslicé en su lugar, el 218
frio metal sintiéndose como una extensión de mí.
El rugido de la multitud aumentó, mis pies meciéndose de un lado a
otro. Cerré mis ojos y visualicé ganar. Visualicé a Durov debajo de mí,
llevándose la peor parte de mis golpes fatales. Visualicé el momento en que
sus ojos perdían la vida y su negro corazón se detenía.
—¿Estás listo, Raze?
Parpadeé para recuperar mi foco en el aquí y ahora. Viktor estaba de
pie frente a mí.
Asentí.
Estaba más que malditamente listo para terminar con la vida de Durov.
Estuve listo durante doce años. Estos eran doce años de retraso.
La puerta de acero se abrió y seguí a Viktor por el frío pasillo, viscoso y
lleno de humedad. Podía escuchar que el volumen de la multitud había
aumentado desde las peleas anteriores, diciéndome cuan emocionados
estaban por esta final de campeonato. Podía decir por el polvo cayendo de
las paredes de piedra del pasillo que había más espectadores aquí que
nunca antes, sus pisotones vibrando a lo largo del pasillo.
Mi piel quemó con adrenalina mientras me movía de un lado a otro de
puntillas, vestido con mis pantalones cortos de pelea, la parte baja de mis
ojos pintada y mi corazón bombeando venganza a través de cada vena.
Las luces del The Dungeon llenaron repentinamente la boca del pasillo
y me detuve en la entrada, solo empapándome de la muchedumbre más
grande que había visto. La multitud, llena de criminales, espectadores,
apostadores y peor, gritó en mi dirección. No pude entender lo que estaban
gritando, mi concentración centrándose en la caja fuertemente iluminada
con Durov de pie en el centro del octágono, su imagen ahogando todo lo
demás.
Con el pecho pesado, podía escuchar el eco de mi respiración en mis
oídos, sintiendo mi corazón latiendo muy rápido en mi pecho. Cada musculo
en mi cuerpo se retorció de emoción. Los entrené duro para esto, cada pelea
en la que había luchado fue en preparación para este momento. Froté mis
palmas sobre mi estómago, sobre mis marcas de asesinatos.
Cada muerte fue en preparación para este momento.
Mi palma pasó sobre la muerte de anoche. Goliath… 362… mi amigo… y
mis ojos se cerraron.
Levantando los ojos hacia las vigas, los cerré brevemente, enviándole
una promesa a 362, donde sea que estuviera. Obtendré mi venganza por ti
también… hermano.
219
El chocar de metal contra metal atrajo mi atención. Durov tenía sus
ojos enloquecidos fijos en mí, paseándose por el borde de la caja como un
psicótico, su cuerpo musculoso chorreando de sudor, sus fosas nasales
ensanchándose y su daga arrastrándose a lo largo de los bordes de la caja.
Mis labios se curvaron sobre mis dientes con ira, con sed de sangre por
este hijo de puta que me había robado mi vida. Una mano me dio una
palmada en el hombro y mirando hacia la izquierda por la esquina de mi
ojo, Viktor estaba mirándome.
—Tu hora ha llegado, Raze. Tómalo. Sella tu destino.
Tomando una respiración profunda y empapándome en sus palabras,
mis piernas comenzaron a moverse por el camino de hormigón, cientos de
manos golpeando mi espalda; pero solo tenía un objetivo, y justo ahora
estaba haciendo sonar su cuello, girando su daga en sus manos, sus ojos
ardiendo de furia.
Byki vio mi enfoque, abriendo la puerta de la caja y entré, lanzándome
por Durov. Sus ojos brillaron con emoción por mi ataque, su cuello
abultándose mientras se preparaba para mi ataque.
No hubo tiempo para que el arma se disparara.
Sin tiempo para presentaciones. Esto era personal, esto eran dos
monstruos enfurecidos peleando a muerte.
Usando mi velocidad y mi tamaño más grande como ventaja, envolví
mis brazos alrededor de la cintura de Durov y lo lancé al suelo; una ola de
adrenalina llenándome cuando su espalda golpeó el duro piso de la caja. Los
brazos de Durov eran hierro alrededor de mi espalda, forzando un forcejeo
en el suelo, ambos luchando por el dominio.
Ganando la lucha, me levanté, golpeando mi puño con pinchos en su
hombro. Mi hoja atravesó su piel, pero el maldito continuó viniendo como si
nunca lo hubiese golpeado. Levantando sus piernas, me forzó sobre mi
espalda, mi mano perdiendo el agarre sobre sus hombros llenos de sudor. En
un segundo, Alik había levantado su daga y lanzado hacia abajo, pero me
las arreglé para rodar en el último segundo, su hoja de acero golpeando el
suelo.
Usando mis pies, lo pateé en la espalda, lanzando mi cuerpo sobre él,
golpeando sus muñecas sobre su cabeza. La mirada loca de Durov encontró
la mía y pude ver el odio en sus ojos… mis recuerdos diciéndome que tuve
esa mirada de él varias veces antes.
Alik luchó con todo lo que tenía, pero mi agarre era muy fuerte y su
hombro debilitado estaba chorreando sangre de donde lo había cortado con
mi hoja. Bajé la mirada hacia Durov y apreté sus muñecas, sus dientes se 220
apretaron tanto que escuché un fuerte crujido viniendo de sus molares.
Inclinándome hacia adelante, escupí:
—Voy a malditamente matarte, Durov.
Contuvo su respiración, y su rostro se volvió rojo brillante; la evidencia
de su rabia.
—Finalmente conseguiré mi venganza.
—¿Tu venganza? —preguntó, todas las venas sobresaliendo de su piel—.
¿Tu puta venganza?
Mi mandíbula se apretó y me acerqué aún más. Alik estaba
observándome, intentando arrancar sus brazos de mi agarre. Pero no iba a
dejar ir a este maldito.
—Mírame —ordené.
El hombro bueno de Alik se levantó hasta el punto de que casi se salió
de su articulación, pero golpeé mi cabeza contra la suya, su cabeza cayendo
de vuelta al piso. Durov me miró y supe que el maldito estaba imaginando
como asesinarme. Pero esta pelea no iría a ningún lado hasta que supiera a
quién estaba enfrentando, o al menos, la sombra del chico que una vez
arruinó.
—¡Dije que malditamente me miraras! —grité, los ojos de Durov
entrecerrándose y buscando en cada parte de mi rostro—. Mira cada
centímetro de mi rostro, Alik. ¿Me reconoces? ¿Ves a alguien que una vez
conociste? ¿Alguien a quien arruinaste completamente?
Los ojos de Durov estaban frenéticos mientras se movían de un lado a
otro, sus dedos adormecidos apretándose alrededor de la daga.
—¿De qué mierda estás hablando? —dijo entre dientes, levantando su
cadera, luchando por quitarme de encima.
Levantando sus muñecas, golpeé sus manos otra vez en el suelo, su
mejilla torciéndose ligeramente de dolor.
—Entonces déjame que te recuerde. Estábamos tú, Rodion y yo en las
cataratas. —Alik se quedó quieto en mis manos, sus piernas dejaron de
patear—. Estábamos haciendo tonterías, no haciendo nada cuando tú, como
el jodido loco que eres, te pusiste de pie abruptamente, sacaste un cuchillo y
malditamente apuñalaste a tu amigo en el corazón… —Girando mis muñecas
hacia dentro, mis hojas comenzaron a clavarse en sus muñecas, el temblor
de sus manos mostrando el dolor.
Sus ojos estaban fijos en los míos y pude verlo intentando descifrar 221
como sabía esta información. Mis ojos brillaron cuando la sangre comenzó a
gotear de sus muñecas.
—Entonces te apuñalaste en el estómago. —Levanté mi rodilla y embestí
su cicatriz aún prominente—. Y luego culpaste a… —Los ojos de Alik se
ampliaron cuando me detuve, y supe que había visto mi ojo izquierdo… el
que solía molestarlo cuando éramos solo unos niños… el que tenía una
mancha azul del color de Kisa.
Bajé mi boca y dije:
—Yo… Luka.
El cuerpo de Alik se paralizó y comenzó a convulsionar. Pero no era de
miedo, no, este bastardo estaba convulsionando de rabia, su rostro
contorsionándose para mostrar al puto demonio que estaba dejando suelto.
—Ves, tu padre tuvo que cubrir tu pequeña mierda. Me atacaste. Porque
tenía la única cosa en el mundo que tu loco culo quería: Kisa. Cuando me
dirigía hacia Motherland, por algún maldito trabajo de campo que el padre
de Kisa me ordenó, tu padre organizó que siguiera un camino diferente.
Verás, fui enviado a una prisión Georgiana, el Gulag, lo llamábamos… una
cubierta para un maldito anillo de la muerte. —Señalé a la multitud con mi
barbilla—. Al igual que esto.
Alik seguía congelado como el hielo mientras hablaba, pero podía ver
su pulso latiendo salvajemente en su cuello.
—Me llenaron de drogas, me torturaron, me llenaron con tanta mierda
que no sabía quién demonios era, me golpearon hasta que olivé todo,
excepto cómo matar… hasta que volví aquí y supe una cosa, la única cosa
que ocupó mi mente… matarte.
Lo miré. Me miró, hasta que empujó mis brazos, su cuerpo usando una
fuerza como jamás había peleado. Su cuerpo se sacudió, retorció y entonces
se volvió jodidamente loco.
—¡Follaste a Kisa! —gritó Alik, saliva volando de su boca, sus brazos y
piernas sacudiéndose como el jodido hijo de puta que era—. ¡Follaste a mi
mujer! ¡TÚ! ¡Debí haber matado a la perra traidora cuando tuve la
oportunidad!
La sangre se drenó de mi rostro cuando sus palabras finalmente se
hundieron en mi mente. Cada centímetro de mí se tensó, soltado la mano de
Durov y rodando a un lado, arrastrándolo a mis pies por su cabello y
golpeándolo contra las paredes de la jaula. La multitud explotó, los
espectadores acercándose rápidamente, golpeando su mano contra el metal
de la jaula, gritándome que lo matara. 222
Durov, el maldito, solo sonrió y pasó sus dedos bajo mi nariz.
—Huele estos, Luka. Estuvieron en la vagina de esa puta —sus ojos se
iluminaron y dijo—: cuando golpeé la mierda fuera de ella por follarte… —sus
ojos enfurecieron—. Cuando tomé a la perra una y otra vez no podía
malditamente ni moverse, hasta que se desmayó de dolor… por follarte a ti.
Intenté respirar, pero no podía inhalar. Kisa. Mierda. ¿Qué le había
hecho?
—Sí, maldito. Te vi anoche follando a mi mujer, así que le enseñé una
maldita lección. Si hubiera sabido que eras tú, Luka maldito Tolstoi, hubiera
cortado su garganta en esa maldita cueva que ustedes aman tan
malditamente tanto.
Retrocediendo del lado de la jaula, apreté mis puños y Alik sonrió,
sacudiendo sus hombros.
—¿Entonces haremos esta mierda, Luka? —dijo, curvando su labio
como si le divirtiera que hubiese estado atrapado en el infierno por su culpa
doce malditos años.
—Esto termina esta noche.
Alik sonrió.
La multitud enloqueció.
Y ambos corrimos directo hacia el otro, con la muerte en los ojos, mi
puño hundiéndose directo en su estómago, la hoja primero.

223
Veintiuno
Kisa

T
enía la boca seca.
Mi lengua era como papel de lija y mis labios estaban
hinchados y cortados.
Traté de abrir un ojo, el párpado era como plomo. Miré la
extraña habitación. Estaba oscuro. Mi respiración se aceleró cuando traté de
recordar dónde estaba. Y entonces mis ojos aterrizaron en un espacio
despejado al otro lado de la habitación. Un lugar despejado cubierto con un
plástico… residuos de sangre salpicaban las paredes.
Mi mente corrió.
224
La playa.
Raze… mi Luka.
Recordándolo.
El gimnasio.
Serge…
¡Serge!
Un sollozo lleno de dolor se escapó de mi boca cuando recordé la noche
anterior.
¡Alik!
¡No!
Alik nos había descubierto a Raze y a mí. Había amenazado a Serge y
Serge… no, Serge murió tratando de protegerme. Mi dulce, protector Serge…
Las lágrimas caían fuertemente de mis ojos, la tristeza me abrumaba.
Me obligué a levantarme de la cama. Cada parte de mí dolía, mi vestido
enrollado en la cintura, mi piel cubierta con sangre y moretones… Me había
golpeado casi hasta la muerte.
De repente sentí náuseas, me apresuré al borde de la cama y vomité por
todo el suelo, mi cabeza latía como un tambor.
Apenas podía ver algo.
Un tic-tac incesante me provocó una mueca de dolor, los pequeños
pitidos destrozaban mi cerebro. Lentamente giré la cabeza a la izquierda,
solo para ver un reloj viejo en una mesita maltratada. Miré al frente, vi la
hora, sabiendo lo que significaba para mí.
Traté de enfocar mi atención en lo que era, bajé la mejilla a las sábanas
sucias. Vi la segunda manecilla moverse, mis párpados cerrándose con cada
tic cuando, de repente, The Dungeon me vino a la cabeza y me quedé quieta.
¡El campeonato de The Dungeon!
Mi pecho se volvió pensado mientras miraba el tiempo. ¡Alik y Luka
estaban a punto de pelear!
Obligándome a levantarme, me costó mucho calmar mi respiración por
el dolor, me las arreglé para ponerme de pie. Cuando lo conseguí, lloraba por
el dolor insoportable, lentamente arreglé mi vestido, vi mis zapatos y mi
chaqueta arrojados descuidadamente en el suelo.
Fue una lucha, pero cuando hice todo, fui a la puerta, apoyándome con
una mano en la pared para guiar mis pasos y mantenerme en pie.
No tenía ni idea de dónde estaba. Sabía que estaba cerca de los muelles, 225
pero no sabía el lugar exacto.
Por suerte la puerta estaba cerrada por dentro. Alik obviamente pensó
que no sería capaz de moverme después de su castigo o de lo contrario me
habría encerrado. Pero necesitaba llegar al The Dungeon. No tenía elección.
Abrí la puerta principal, el calor, la brisa salada inmediatamente me
golpeó el rostro y grité cuando hizo que picaran mis heridas. Agachando la
cabeza, seguí caminando hacia delante, orando por encontrar un teléfono.
Caminé y caminé por lo que se sintió como una eternidad, mi cuerpo estaba
cansado, la parte superior de mis muslos quemaba con cada paso.
Esa sensación casi me hizo llorar otra vez… Alik me había violado, me
golpeó. Mi prometido casi me mata.
Todos estos años defendiéndolo, sometiéndome a él cuando yo, cuando
todos, sabíamos que Alik estaba perturbado… Alik era un asesino psicópata.
El hecho de que era el gran heredero de la Bratva rusa ya no podía disfrazar
esa verdad.
Y cuándo mi papá me viera así, si Luka no lo había matado en la jaula,
mi papá lo haría y ahora estaba resolviendo eso.
Mientras Alik viva, nunca seré libre.
—¿Señorita? ¿Señorita? ¿Está bien?
Levanté la cabeza hacia un lado para ver a un hombre mayor
caminando hacia mí. Se veía como un pescador o un trabajador de los
muelles o algo.
—¿Señorita, está bien? —me preguntó otra vez. Entonces su rostro
palideció cuando me vio―. ¡Jesucristo! ¿Qué demonios le pasó?
—¿Tiene un teléfono? —pregunté, mi voz apenas era audible debido a
mi garganta gravemente herida.
—¡Señorita, tengo que conseguirle una ambulancia!
—¡No! —discutí—. Solo… ¿Tiene un teléfono que me preste?
El hombre asintió y sacó su celular, entregándomelo.
—Señorita, no me siento bien sin pedirle ayuda.
—Esta será mi ayuda —dije y marqué débilmente el número de Talia.
Respondió al tercer tono.
—¿Hola?
—¿Talia? —dije tan fuerte como podía.
—¿Hola? ¿Kisa? ¿Eres tú? Apenas puedo oírte. 226
—Soy yo —contesté—. Tienes que venir a buscarme.
Se detuvo.
—¿Por qué no estás en la pelea? ¡Está a punto de empezar!
—Talia, por favor. Necesito que vengas por mí y me lleves… ahora, por
favor…
—Vale. Vale. ¿Dónde estás? —preguntó, podía escucharla moverse, las
llaves sonaban en su mano.
Me giré hacia el hombre.
—¿Dónde estamos?
Me dijo la dirección y se la repetí a Talia.
—Kisa, ¿qué demonios estás haciendo ahí?
Presionando la mano en mi frente, dije:
—Voy a explicarte todo cuando llegues. —Mi estómago se hizo un nudo
por los nervios—. Te… tengo algo grande que decirte. Pero tienes que darte
prisa.
—Estoy de camino.
Un rato después, faros resplandecieron en el camino hacia el muelle, los
destellos brillantes eran cegadores. Levanté la mano a mi rostro y vi al
hombre que me había ayudado saludar a Talia.
El auto se detuvo y Talia abrió la puerta, se dirigió directamente hacia
mí, su mano cubriendo su boca.
—Kisa… —susurró, atrapé a sus ojos marrones brillando, llenos de
lágrimas—. ¿Qué te pasó? —dijo y trato de estirar su brazo, pero lo regresó
con miedo de que pudiera lastimarme.
Me enderecé del contenedor y Talia me agarró en sus brazos cuándo
luché para caminar.
—Alik… Alik me hizo… esto —dije sin aliento mientras trataba de
caminar al auto de Talia.
Se paró.
—¿Alik? —Sus ojos se abrieron—. ¡Mierda! Sabía que no estaba bien,
pero nunca pensé que alguna vez te haría daño.
—¡Talia, por favor, tenemos que ir! Te… te explicaré todo en el auto. 227
Talia me llevó más allá del hombre mayor, descansé mi mano en su
brazo, y dije:
—Gracias.
Talia me ayudó a sentarme en el asiento del pasajero, y me desplomé
contra el cuero caliente. Se sentía como el paraíso contra mi cuerpo
exhausto.
En segundos, mi mejor amiga subió al auto, bajo la luz interior del auto,
la vi mirando verdaderamente mis heridas. No había visto mi reflejo, pero
podía sentir lo mal que estaba, cuán mal debía de verme.
—Kisa —Talia dijo en voz baja y un sollozo se le escapó. Levanté la
mano para ponerla sobre su rodilla. Como si esa acción la despertara,
encendió el auto y empezó a alejarse de los muelles—. Te llevaré con el Dr.
Chazov. Después voy a llamar a Papa Kirill para decirle lo que Alik te hizo.
¡Destripará a ese hijo de puta!
—¡No! —protesté. Talia me miró como si estuviera loca—. Necesitamos ir
a la pelea. Al Campeonato The Dungeon.
—¡Kisa! ¿Perdiste la maldita cabeza? No te ves bien, cariño. Estoy
preocupada de que tengas heridas internas. ¡Tu rostro… tu muñeca! ¡Mierda,
Kisa, creo que está rota!
—Talia, necesito ir allá. —Miré a mi mejor amiga y suspiré—. Ambas
necesitamos ir allá.
Las cejas de Talia bajaron con confusión.
—Kisa… sabes que no puedo ir a esas cosas. Toda esa muerte… no
puedo… nunca he sido capaz de enfrentarlo después de Luka. —Ambas nos
sentamos en silencio hasta que Talia preguntó—: ¿Por qué se quebró Alik?
¿Qué demonios pasó?
Miré por la ventana al almacén de The Dungeon viéndolo en la
distancia.
—He… he estado durmiendo con Raze.
El auto se giró de forma brusca cuando Talia jadeó en shock.
—Kisa —dijo con incredibilidad—. ¿En qué estabas pensando? ¡Nunca
traicionas a tu hombre en esta vida! ¡Especialmente a Alik!
Las lágrimas brotaron de mis ojos.
—Raze no es cualquier hombre.
—¡Es un asesino, Kisa! ¡Un asesino que sacaste de las calles y los pusiste
en The Dungeon! ¿Qué demonios me estoy perdiendo? ¡Lo has conocido 228
desde hace un par de semanas!
—Talia, por favor. Ven conmigo esta noche y te lo explicaré todo.
Talia suspiró y se estiró para poner su mano encima de la mía.
—Está bien, cariño. Solo… —Sus manos empezaron a temblar—. Eres
todo lo que me queda para recordarlo… para mantener la memoria de mi
hermano… —Talia se interrumpió, incapaz de terminar su frase, y casi me
desmoroné. Quería decirle ahora que fue con Luka con quien estuve, pero
necesitaba verlo por sí misma. Necesitaba decírselo a todos juntos.
Giré mi cabeza para enfrentarla y volteé mi mano.
Talia la apretó.
—Entra por la puerta trasera, Tal. Ve por el camino de atrás, así no
tendremos que enfrentar al público.
Asintiendo, Talia me ayudó a caminar por la parte trasera del The
Dungeon. Max, el Byki principal de mi papá, se sorprendió mientras
permanecía de pie vigilando la puerta cuando vio acercándonos.
—¡Señorita Volkova! ¿Qué demonios le ha pasado? ¿Sabe el Sr. Durov
que le ha pasado esto? —me preguntó sorprendido, llegando para ayudar a
Talia a cargar mi peso.
—Max, por favor ayúdame a llegar al palco de mi papá —contesté,
erizándome porque Alik era su primera preocupación.
Alik era temido. Temido por todos.
Max miró a Talia, y asintió en acuerdo. Me ayudaron a ir por el
estrecho pasillo, los hombres de mi papá se levantaron de nuevo,
consternados por mi estado.
El repentino rugido de la multitud me hizo tropezar y miré a Max.
—¿Cuánto tiempo llevaba la pelea?
—Cerca de cinco minutos, señorita.
Mi corazón empezó a latir nuevamente y miré por las escaleras al palco
privado de mi padre.
—Rápido, tengo que hablar con mi papá. —Miré a Max—. ¿Quién está
con él?
—Solo tu padre y el Sr. Tolstoi, señorita.
Exhalé con alivio. Max y Talia me ayudaron a subir las escaleras. Tan
pronto como llegamos a la cima, Talia abrió la puerta y me ayudó a entrar.
Papa e Ivan estaban viendo la pelea, toda la multitud visible a través de 229
la gran venta de cristal a prueba de balas.
—¿Papa? —dije tranquilamente, mi papá me miró con una sonrisa en
su rostro debido a la pelea. Pero tan pronto como sus ojos azules se fijaron
en mí, toda la felicidad se drenó de su rostro. Mi papá saltó de su silla y
corrió hacia mí, Ivan hizo lo mismo. Me llevaron a un asiento, el rostro de
mi papá enrojecido por la ira.
—¿Quién te hizo esto? —preguntó secamente—. Necesitamos
conseguirte un médico.
—No me escuchaba. Insistió en venir aquí. Y… fue… Alik —Talia contestó
detrás de mí—. La golpeo y trató de esconderla en una cabaña que posee en
los muelles.
—¡ALIK! —mi papá gritó, corrió y miró por la ventana.
Me incliné hacia delante y me asomé a la ventana también. El suelo
estaba manchado con sangre, Alik y Luka se balanceaban alrededor,
luchando por el dominio.
—¿Quién va ganando? —pregunté, mi padre miró de la jaula a mí.
—Kisa…
—¿Quién? —presioné.
—Raze tenía ventaja sobre Alik, pero ahora, está todo parejo —Ivan
respondió y me presioné la mano en la cabeza.
Mi corazón se aceleró por lo que iba a hacer.
—¿Abram está junto a la jaula con Yiv?
Mi papá me miró como si estuviera loca.
—Sí, por supuesto. ¡Kisa! Necesitas empezar a hablar. ¿Por qué te hizo
eso? ¡Es hombre muerto!
Tomando una respiración profunda, sin apartar los ojos de la jaula, vi a
mi Luka enfrentar a Alik. Tratando de no llorar, dije:
—Tengo que decir algo. —Miré a Talia e Ivan—. Sobre… sobre Luka.
Ivan palideció y los ojos de Talia se lanzaron hacia su padre. El dolor
destelló inmediatamente por sus rostros. Luego Talia se arrodilló y palpó mi
cabeza.
—Kisa, ¿te duele la cabeza? ¿Estás confundida? Estás preocupándome.
—¡No! —respondí, pero luego agarré la mano de Talia. Mis ojos se
llenaron de lágrimas y mi corazón se paró con los rápidos pisoteos de la
multitud. 230
—¿Entonces qué, Kisa? —dijo Ivan, con un tono suave—. ¿Qué hay sobre
mi hijo?
—No lo hizo —solté de forma abrupta e inmediatamente sentí la
atmósfera de la habitación cambiar. Miré a los tres pares de ojos. Todos me
miraban como si me hubiera vuelto loca. Cerré los ojos, imaginé la cara de
Luka y dije—: necesito decirles algo. Por favor no me interrumpan. Necesito
sacar esto.
Ivan, Talia y mi papá asintieron.
—Luka no mató a Rodion hace tantos años. Alik le tendió una trampa.
Estaban en las cataratas. Algo pasó y Alik apuñaló a Rodion y luego se
apuñaló a sí mismo para hacer que pareciera que Luka era culpable.
Atrapé a Talia tomando una fuerte respiración, pero mantuve mis ojos
cerrados.
—Abram le había dicho a Alik que tenía que matar a Rodion así sería el
siguiente en la línea, porque Rodion no era lo suficientemente fuerte para
ser el líder cuando fueran mayores. Y Alik planeó culpar a Luka porque… —
Aclaré mi garganta y sentí que el pozo de culpabilidad en mí se extendía—.
Porque me quería para él… y creía que nunca lo elegiría si Luka estaba
alrededor. Tenía razón. Nunca habría dejado a Luka por nada. Todos lo
saben.
»Abram no planeó que Alik perjudicara a Luka. ¿Por qué lo haría? Alik
era el siguiente en la línea debido a la posición de Abram en el Bratva, pero
tenía que proteger a su hijo. No podría dejarles saber lo que Alik había
hecho. Eso pondría en peligro todo lo que había planeado… planeado bajo
sus narices.
La habitación estaba todavía en silencio, así que continué:
—Cuándo Papa envió lejos a Luka, Abram le ordenó a la Mafia
Georgiana que interceptara el transporte. Quemaron el autobús, pusieron
cuerpos en el lugar de los chicos que iban hacia Rusia y a ellos se los
llevaron a Alaska en su lugar.
—¿Qué… qué hay en Alaska? —la pequeña voz de Talia preguntó.
Tratando de calmar el temblor de mi labio inferior, dije:
—Una prisión subterránea llamada El Gulag, manejada por los
georgianos. Un lugar para apostar como este, dónde sus prisioneros son
obligados a luchar hasta la muerte. Los torturan, los obligan a tomar drogas,
los hacen crecer hasta un tamaño aterrador. Los convierten en asesinos, los
drogan y torturan tan horriblemente que bloquean su pasado y cualquier
recuerdo que tuvieran antes de EL Gulag. Cualquier recuerdo. Todos los 231
recuerdos.
Las lágrimas inundaron mis mejillas y mi pecho se volvió estrecho.
—¿Y qué le paso a mi hijo? —preguntó Ivan. Finalmente abrí los ojos—.
¿Murió? ¿Murió en el ring de El Gulag? ¿Mi hijo murió? —La voz de Ivan se
agrietó y cuando vi a Talia, parecía entumecida por la sorpresa, su mano
fría sobre la mía.
—No —susurré—. Se convirtió en un campeón, inigualable… Sobrevivió,
Ivan. Hubo una fuga y huyó, sin tener ningún recuerdo a excepción de
Nueva York… Sabía que tenía que volver a Brooklyn. —Inhalé, mirándolos
mientras Luka y Alik daban vueltas el uno sobre el otro en la jaula, rezando
porque Luka saliera victorioso—. Y su necesidad de vengarse de Alik.
Mi padre quitó mi cabello de mi rostro.
—¿Cómo sabes todo esto, Kisa?¿Quién te lo dijo? ¿Cómo puedes estar
segura de que todo eso es verdad? Esta acusación contra Abram es grave.
Sabes que eso significa la muerte por su traición si estás en lo cierto, Kisa.
Asentí.
—Sé que es verdad… porque… —Calmé mis nervios, tomé una respiración
profunda y confesé—: Porque Luka me encontró otra vez. Nos encontramos
el uno al otro otra vez y él mismo me lo dijo.
Talia se levantó abruptamente.
—¿Él… él está aquí? ¿En Nueva York? ¿Mi hermano está de vuelta?
Asentí.
—No… no lo creo… ¿Por qué no vino a nosotros? ¿Por qué no nos lo
contaste antes? —gritó.
Otra lágrima cayó.
—No se acuerda de ti, Tal. Apenas se acuerda de mí, solo de fragmentos
del pasado. Solo recordó todo lo que Alik le hizo cuando estaba conmigo
anoche. Pero cuando dejé a Luka en el gimnasio. Alik nos había seguido. —
Miré a mi papá—. Es por eso que me atacó, papá. —Bajé la mirada—. Le fui
infiel a Alik con Luka y Alik lo descubrió. Me castigó. Dijo que lo traicioné,
pero no tenía ni idea de que fue con Luka. Ni siquiera sabe que Luka está
vivo, que está de vuelta. Abram nunca le dijo que no murió.
Mi padre se levantó y lanzó su cabeza hacia atrás con ira.
Ivan dio un paso adelante con urgencia.
—¿Kisa? ¿Dónde está mi hijo? ¿Dónde está Luka ahora? ¡Necesito verlo!
Me puse de pie tan rápido como pude y presioné la mano que no estaba
herida contra el cristal. 232
—Está en la jaula. —Los ojos de Ivan se iluminaron con confusión, todo
el mundo se movió hacia el cristal—. Ivan, Luka es Raze, nuestro nuevo
luchador… y está consiguiendo su venganza finalmente.
—¡No! —Talia lloró.
Mi papá se movió rápidamente y lo escuché ordenarle a Max:
—En cuanto la lucha se acabe, no importa el resultado, agarren a
Abram.
—No se parece en nada a como siempre imaginé que sería —dijo Ivan y
pude ver el agua brillando en sus ojos—. Es tan grande, lleno de cicatrices…
todos esos tatuajes. Se… se ve como un animal en esa jaula, un asesino.
—Lo lastimaron, Ivan, durante años en ese Gulag. Lo hirieron. Pero Luka
todavía está ahí. Todavía está en su interior. Solo tenemos que traerlo de
vuelta.
Los sollozos de Talia se volvieron gruesos y rápidos.
—¿Qué pasa si no gana? ¿Qué pasa si Alik realmente lo mata esta vez?
Ivan puso sus brazos alrededor de los hombros de Talia.
—Tiene que hacerlo, Talia. Dios no sería tan cruel para hacernos
perderlo dos veces.
Veintidós
Raze

F
ui acuchillado, apuñalado y estaba sangrando.
Pero también lo estaba Durov. Estaba más acuchillado,
más apuñalado y sangrando más que yo.
Cada trocito de mi cuerpo sufría de agotamiento, pero
Alik se estaba quedando rezagado. Su cuerpo estaba mucho peor que el mío,
y con la cuchillada en las entrañas de mi primer ataque, perdía mucha
sangre, por lo que no iba a durar mucho más.
—¡Vamos! —siseó—. Vamos a terminar esta mierda. —Las palabras de
Alik sonaron distorsionadas. Miré su rostro y me sentí entumecido.
—¡Alik, contrólate de una puta vez! —Miré hacia el lateral de la jaula, al 233
hombre que estaba gritando y al instante tuve un flashback.
El padre de Alik: Abram Durov
Con el labio torcido de ira, miré hacia la multitud, a los hombres que
aclamaban que matara a Durov. Todos sabían que tenía la sartén por el
mango. Querían que derramara sangre.
Y entonces un movimiento llamó mi atención, e inmediatamente mi
mirada se topó con una mujer que permanecía detrás de una enorme
cristalera. Estaba gravemente golpeada. No podía apartar mis ojos de ella,
algo me hacía mirarla fijamente… Y acto seguido mi corazón se hundió.
Kisa.
Girando la cabeza para mirar a Alik, que había seguido mi mirada, se
sorprendió cuando vio que Kisa estaba de pie tras el cristal.
Sin pausa, corrí hacia Alik y arrastré sus piernas con mis pies. Cayó al
suelo, pero utilizó el movimiento para incrustar a su daga en mi muslo.
Rugiendo de dolor, me volví, levantando su cuerpo, retorciendo mi
pierna a su alrededor y encerrándolo con una llave asfixiante,
incapacitándolo para atacar con sus brazos.
—¿Le hiciste eso a ella? —gruñí, y vi a Alik sonreír mientras miraba
hacia abajo. Apreté mi agarre, haciendo enrojecer cada vez más su rostro.
—Voy a hacer que pague —amenazó—. Cuando te mate, ella lo sufrirá.
Voy a destrozarla. —Y eso fue suficiente para provocarme. Había amenazado
a mi Kisa.
Y estaba preparado.
Para acabar con todo.
Usando mis piernas para girar a Alik, me puse a horcajadas sobre él,
neutralizándolo, y dejé que la agresividad que había estado cumulando
durante años llenara mis músculos. Alik levantó su puñal y hundió la hoja
en mi pantorrilla, pero apreté los puños y empecé a golpearle en la cara, las
púas de mis puños de hierro cortaron su piel, destrozando sus rasgos.
Gritando de rabia, no pude detenerme, impulsado aún más por el
volumen de la multitud sedienta de sangre. Golpeaban la maya de la jaula,
probando su fuerza. Abram estaba gritando para que la pelea acabara, pero
me sentí atrapado por la sed de sangre. La respiración de Alik se ralentizó,
su cuerpo se sacudió, y mis puños se congelaron en el aire, mientras lo
observaba morir debajo de mí.
Esperaba alivio. Esperaba sentirme completo de nuevo… Pero viéndolo
tomar su último aliento, no sentí nada… Absolutamente nada. 234
—Hazlo —susurró Alik. Sus ojos, aunque se estaban apagando, seguían
provocándome, parecía enloquecido, como siempre habían estado.
Echando un vistazo a Kisa en la ventana, pude ver las lágrimas
rodando por sus mejillas y supe que tenía que salvarla. Tenía que protegerla.
Era mía. Y quería tenerla de nuevo.
Quería ser yo otra vez.
Apretando mis puños, los levanté por encima de mi cabeza, girándolos
hacia adentro y, con un grito final, dirigí mis afilados puños a su pecho… Y
directamente en su corazón.
Alik gorjeó con su propia sangre, sus ojos ardían de ira, hasta que se
calmaron y quedaron vidriosos.
Durov estaba muerto.
Retiré mis puños, y dejé caer los hombros, tenía el corazón acelerado y
estaba sin aliento.
La multitud estalló, el volumen era casi ensordecedor. La jaula empezó
a mecerse y vi a Byki empujando a través de la multitud, abriéndose camino,
disparando al aire como advertencia y golpeando a los hombres con su
arma.
El lugar estaba eufórico, la atmósfera cargada con el entusiasmo de la
multitud. Había matado al vigente campeón.
Mucho dinero se había perdido.
Y no sentí nada de eso, solo me quedé allí, mirando su cadáver. La
victoria segura había sido sacrificada.
El cuerpo todavía caliente de Durov seguía sangrando, mientras los
recuerdos inundaron mi mente como un torrente. Yo cuando era pequeño,
Rodion... Y Kisa... Mi Kisa. Siempre conmigo, acariciando mi pelo, besándome,
leyéndome...
De repente, la puerta de la jaula se abrió de golpe y Abram pasó dentro,
dejándose caer de rodillas para mirar a su hijo muerto en el suelo, con el
shock y el dolor grabados en su cara. Repentinamente, otro hombre se abrió
camino a través de la multitud.
Saltando desde el cuerpo de Alik, conseguí ponerme en pie, con las
piernas separadas y los puños apretados, me preparé para recibir el castigo
por matar su primer luchador… El heredero Bratva. Lucharía para poder salir
de aquí si debía hacerlo, los mataría a todos. Y me llevaría a Kisa conmigo.
Un hombre con el cabello largo y canoso entró en la jaula, dos Byki le 235
siguieron, dirigiéndose a toda prisa hacia Abram y levantándolo del suelo.
Abram estaba demasiado entumecido para luchar, mientras seguía mirando
a su hijo muerto en el suelo de la jaula.
Mientras lo miraba, parecía muerto también.
El hombre de pelo gris se me acercó, evaluándome con sus ojos. Cada
músculo en mi cuerpo se tensó para atacar, bajé la cabeza y apreté mis
dedos, reagrupándolos de nuevo en puños.
El hombre extendió sus manos, apaciguándome, y la confusión me hizo
estremecer. Ladeé la cabeza y estreché los ojos.
El hombre me estudió. Estaba goteando sangre y malditamente listo
para pelear con cualquiera que se entremetiera entre Kisa y yo, cuando de
repente, cayó de rodillas, llorando.
Giré la cabeza totalmente desconcertado.
—¡Papa! —Otra mujer gritó, incapaz de apartar la mano de su boca, con
las lágrimas inundando su rostro; se arrodilló al lado del hombre y ambos
levantaron la vista, mirándome.
La temperatura de mi cuerpo aumentó, y sentí cada gota de sudor en
mi frente. No podía dejar de mirar a la chica rubia y el hombre canoso, me
palpitaba el pecho y el dolor aumentaba en la parte posterior de mi cabeza.
Echando una mirada alrededor del The Dungeon, pude ver al Byki
despejando la multitud, empujándolos hacia el pasillo, obligándolos a
abandonar el sótano húmedo. Un hombre, de pie en la parte posterior llamó
mi atención: Viktor. Le lancé un guiño conciso, como un gracias, y con una
elevación de su sombrero, desapareció entre la multitud.
Por primera vez el hombre parecía… ¿feliz?
Dos personas empezaron a acercarse lentamente a la jaula, y mi
corazón se hundió cuando vi que uno de ellos era Kisa.
—Kisa —susurré, cuando su padre, el Pakhan, la ayudó a subir las
escaleras de la jaula. Kisa se tambaleó, su rostro totalmente morado, la
visión me hacía temblar de rabia. Las lágrimas caían por su rostro, pero sus
ojos nunca dejaron los míos—. ¡Kisa! —grité, y fui a acercarme a ella, cuando
el hombre de rodillas estiró su mano.
—¡Espera! —Me llamó, sujetando mi brazo entre sus manos.
Gruñendo, arranqué mi brazo de vuelta y levanté los puños para
golpearlo.
—¡No! —gritó Kisa y se tambaleó sobre mí, presionándose en mi pecho—
. ¡Detente! ¡Por favor, Luka, detente! 236
Haciendo una pausa, miré los ojos hinchados de Kisa y ella sacudió la
cabeza. Algo me dijo que confiara en ella, y bajé mi puño. Quitándome los
puños de hierro y lanzándolos al suelo, pasé un dedo bajo su mejilla.
—Él… te hizo daño —declaré, con voz rota.
Kisa se acarició en mi palma, tan ligeramente, que su piel casi ni tocó
mi piel. Estaba sufriendo. Esto me hizo sentir más rabia.
—Ya se acabó, Luka —susurró Kisa, y tiró de mí más cerca con una
mano, la otra mano se aferraba a su cintura, con la muñeca aparentemente
flácida.
—¿Te rompió la muñeca?
Kisa asintió, con lágrimas corriendo por sus mejillas, pero repitió:
—Ahora ya se acabó. Él se ha ido. Soy libre… Eres libre… —Su voz se
rompió, y sabía que era demasiado para ella. Pero trató de sonreírme—. Lo
hiciste, cariño. Tienes tu venganza.
Exhalé y al instante me sentí agotado, pero cuando mis ojos captaron el
movimiento del suelo, envolví mi brazo alrededor de Kisa y la puse de
espaldas contra mí para protegerla. Me agazapé y me preparé para
cualquier peligro.
El hombre de cabello gris se puso de pie junto a la otra mujer,
levantando las manos, y Kisa se apoderó de mi brazo.
—Luka. Escúchame.
Mis ojos se lanzaron alrededor de la jaula, evaluando, tomando nota de
quién estaba aquí: el padre de Kisa, Abram, el Byki, el hombre de cabello gris
y la mujer… Y todos estaban mirándome como si hubieran visto un
fantasma. Mirándome a los ojos. E inmediatamente bajé la cabeza.
Kisa se movió a mi alrededor, e intenté empujarla a mi espalda.
—No, Luka. Cariño, por favor mírame. —Dudé, pero finalmente mi
atención osciló hacia ella y sus brillantes ojos—. Nadie aquí va a hacerte
daño. —Pasó la yema del dedo bajo mi ojo izquierdo—. Puedes verlos. Te
pueden ver. Pueden ver el verdadero tú. Estás a salvo.
Observé de nuevo los rostros en la jaula, y mis ojos se mantuvieron fijos
en el hombre con el pelo gris y la mujer con ojos marrones. Mi sien palpitó
de dolor mientras los miraba. Pero luché contra ello. Tomé el consejo de
Viktor y traté de permitir que fluyera todo lo que tenía que pasar.
—Luka, necesito que recuerdes algo —dijo Kisa suavemente. Su tono era
extraño, como si estuviera preparándome para algo grande. 237
Fruncí el ceño y miré los ojos azules de Kisa, mi estómago tensándose.
—No puedo —contesté—. No puedo recordar nada más. Y lo he
intentado. —Kisa asintió entendiendo, haciendo un gesto de dolor al
moverse—. Estás herida.
—No se trata de mí ahora mismo. Lyubov moya, necesito que recuerdes.
—¿Qué? ¿Qué debo recordar? —pregunté, sintiéndome nervioso,
parpadeando mientras el dolor en mis sienes aumentaba.
—A ti. De dónde vienes. Quién son tus padres… tu familia… —Kisa atrapó
con su mano la mía y la apretó.
El hombre canoso se aclaró la garganta y me miró otra vez. Cerré los
ojos, intentando penetrar en mi mente bloqueada, pero solo me causó más
dolor.
¡Qué hago con el maldito dolor!
—No… ¡No recuerdo, solnyshko! —grité, cuando el hombre de cabello
gris dio un paso adelante y la mujer rubia lloraba francamente.
—¿Puedes… recordarme, hijo?
Miré a Kisa, cuyo agarre había apretado en mi mano, y asintió
mirándome para alentarme. Me aferré a Kisa como un salvavidas y mi pulso
comenzó a correr.
El hombre de cabello gris no quitó sus ojos de los míos. Y las imágenes
bailaron delante de mis ojos. Los abrí ampliamente y revisé el rostro del
hombre. Era él… Era él.
Yo era joven, un adolescente, y estaba en un auto con un hombre. Nos
dirigíamos a una reunión. Fue mi primer encuentro con el Bratva.
—Era una parte del Bratva —susurré, y miré a Kisa. Ella asintió y apretó
sus labios rotos sobre el corte de mi mano. Su toque me tranquilizó.
—Sigue adelante, Luka. Sigue adelante. —Asentí y apreté los ojos,
cerrándolos de nuevo.
—Era pequeño. Era Navidad. Había un árbol, los regalos. Y estaba
sentado en un sofá, y un hombre me dio un regalo. Un hombre con ojos
marrones y cabello claro... Un hombre con la cara del hombre de cabello
gris.
—Feliz Navidad, hijo —dijo el hombre.
—Gracias, papá —contesté.
Jadeé. Me faltaba el aliento y tropecé de nuevo, pegando mi espalda a
un lado de la jaula. Miré fijamente al hombre de cabello gris que parecía no
poder respirar. 238
El hombre se adelantó otra vez.
—¿Luka? Crees… ¿Recuer…?
—¿Eres… mi padre? —pregunté, y el alivio se reflejó en la cara del
hombre. Asintió con un movimiento de cabeza, incapaz de hablar—. Eres mi
padre. Ivan Tolstoi —dije de nuevo, y me tensé cuando levantó una mano,
colocándola sobre mi hombro.
—Mi hijo —dijo con voz áspera, lágrimas cayendo por su rostro—. Mi
Luka... Has vuelto a nosotros.
Mi corazón latía erráticamente, y me encontré avanzando, cuando mi
padre me tomó entre sus brazos. Me quedé helado al principio, negándome a
dejar marchar a Kisa, pero más y más recuerdos regresaban, y me encontré
abrumado en sus brazos.
Yo era enorme comparado con él, pero me sentí como un niño de nuevo,
en sus brazos.
Un sollozo por encima de su hombro me hizo mirar para arriba, y vi a
la mujer rubia mirando hacia mi padre y a mí, con una expresión de
felicidad en su rostro. La imagen de una chica joven sentada a mi lado en la
mesa, pinchándome molestamente con su tenedor en la pierna apareció en
mi cabeza. La anterior escena de navidad se incrementó, y la vi sentada en
el árbol junto a mí, con su brazo alrededor de mi cintura.
Mi padre debió de haber sentido mi escalofrío, porque se volvió y me
vio mirando a la mujer. La mano de Kisa se resbaló de la mía. Caminé hacia
delante y vi que la mujer estaba temblando.
—Eres mi hermana —declaré, y la mujer asintió tímidamente—. Tal…
Tal… —Apreté los ojos e intenté recordar su nombre.
Una mano se envolvió alrededor de la mía, y la mujer dijo:
—Talia. Soy tu hermana Talia.
—Talia —dije, el nombre me sonó familiar inmediatamente—. Mi…
hermana.
Talia lloró y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura. Me tensé al
contacto, luchando con el impulso de apartarla y atacar. No sabía qué hacer.
—Estás vivo —sollozó—. Regresaste. Recuperé a mi hermano.
Echando una ojeada a Kisa, pude verla abrazar a su padre. Estaba feliz
por mí, con su mirada azul brillante.
Talia se echó hacia atrás, y regresé con Kisa, ofreciéndole mi mano. 239
—Kisa —dije, necesitando desesperadamente su cercanía. Era
demasiado. Mi mente y mi cuerpo estaban exhaustos, y ella era la única a
quien realmente conocía. Pero cuando le tendí la mano, el Pakhan… Kirill...
Su nombre era Kirill, la tomó y tiró de mí hacia adelante.
Preparé mi cuerpo otra vez, pero me dijo:
—Nunca lo supe, Luka. No lo sabía… Creí que habías matado a mi hijo, y
tendré que cargar con ese pecado el resto de mi vida. Estaba tan entristecido,
que no sospeché de Abram o de Alik. Abram era mi hermano en esta vida,
nunca hubiera sospechado que él haría tal cosa. Eras inocente y pagaste por
un crimen que no cometiste. —Kirill miró a Kisa—. Y mi acción te separó de
ella. Mi esposa se estaría revolviendo en su tumba si supiera que los separé
a los dos innecesariamente. —Dejó caer la cabeza—. Y que la entregué a un
hombre inmoral… Un hombre enfermo… Un asesino.
Miré al Pakhan y pude ver la sinceridad en sus ojos.
—¡Papa! —Kisa lloró, pero Kirill levantó su mano.
—Es la verdad. —Kirill miró por encima de mi cabeza, en dirección a
Abram, y sacó su pistola. Caminó hacia mi padre y le entregó el arma.
—Es tu venganza para matarlo, Ivan.
Mi padre enderezó sus hombros, una mirada fría extendiéndose por su
cara. Metió la mano en su bolsillo y sacó su arma, entregándosela a Kirill.
—Ambos debemos matarlo. Él ordenó a Alik que matara a Rodion.
Un cierto sentido de familiaridad me llenó. Estos eran hombres Bratva.
Eran hombres a los que no se les debía joder. Ésta era mi familia… Aquí era
a donde yo pertenecía.
Mi padre caminó hacia Abram, Kirill le siguió detrás. Abram todavía
estaba mirando a su hijo muerto en el suelo. Mi padre se quitó su abrigo,
vistiendo un traje negro debajo, y de un golpe, le dio un revés a Abram en la
cara. Abram ni siquiera pareció notarlo.
Kirill y mi padre alzaron sus armas, sin decir ninguna palabra. Después
de unos tensos segundos, los dos dispararon en el pecho a Abram, que se
desplomó en el suelo junto su hijo muerto.
Kisa se envolvió en mis brazos y la besé en la cabeza, abrazándola
fuertemente. Mi padre vino hacia mí y preguntó:
—¿Luka, recuerdas a tu madre?
Mi corazón latía ferozmente, y mis músculos se tensaron, pero ahora
que la llave a mi pasado estaba abierta, el rostro de una mujer morena 240
asomó en la superficie, y exhalé como si acabara de correr durante horas.
Kisa apretó mi cintura y levantó la cabeza.
—Ella estará muy feliz. Nunca dejó de creer que fueras inocente. Sabía
que no podías hacerlo. Siempre creyó en tu inocencia.
De repente, mis nervios me atormentaron, me agaché y presioné mi
frente contra Kisa.
—Pero ya no soy el Luka que ella conocía. Soy un monstruo, un asesino.
Esta versión de su hijo no es inocente.
—Eres nuestro Luka. Eres nuestro hijo —dijo mi padre severamente a mi
lado.
—Kisa, tenemos que ir a casa para que el Dr. Chazov te pueda ver —dijo
Kirill moviéndose detrás de Kisa—. Necesitas un yeso en la muñeca.
Necesitas puntos, y medicación.
Kisa, a regañadientes, asintió y puso su mano en mi mejilla. No me
había dado cuenta de lo pálida que estaba, como si sufriera.
—Estarás bien, Luka. Después iré a casa de tus padres. Tú también
necesitas ver a un médico. Estás herido, sangrando.
—No —dije agresivamente—. Voy contigo. Veré a tu médico.
—Luka…
—¡No! Kisa, solnyshko. Iré contigo. —Me incliné para susurrar en su
oído—. Te necesito conmigo. Solo contigo me siento en casa. No... No conozco
a estas personas como a ti. Eres mi presente, ellos todavía son mi pasado. —
La miré impotente—. No puedo estar sin ti. Te necesito. —Tragué y luché por
respirar, cuando admití—: estoy aterrorizado… Tengo miedo de todos.
Los ojos de Kisa se entristecieron, y supe que todos alrededor me
habían oído. Kisa tomó mi mano y se volvió hacia mi padre y Talia, mientras
mantuve mi cabeza baja.
—Iré a ver al doctor con Luka, después nos reuniremos con ustedes. Así
tendrán tiempo para preparar a mamá Tolstoi.
Mantuve mis ojos bajos como un cobarde. Pero había sentido más en
los últimos cinco minutos que en toda mi vida, y era demasiado.
Una mano se posó sobre mi bíceps, y miré para ver a mi padre.
—Está bien, Luka. Ve con Kisa a que te curen. Nos veremos después…
Hijo.
Asentí, sintiendo esa palabra instalarse en mi corazón, y envolví mi
mano sobre los hombros de Kisa, que apoyó su espalda en mí, llevándola
fuera de la jaula. 241
En la sala de espera no hablamos, pero podía sentirla mirándome. Me
puse mi vieja sudadera gris, la que había usado desde el Gulag, y seguí a
Kisa hacia una puerta trasera, vigilando muy de cerca la otra mitad de mi
corazón. Por primera vez, manteniendo mi capucha echada hacia atrás.
Veintitrés
Kisa

stás listo, lyubov moya?

—¿E Me volví hacía Luka, que todavía estaba en


estado de shock, mirando con ansiedad al edificio de
piedra rojiza de su padre y su madre.
Apreté su mano y Luka finalmente bajó la mirada hacia mí. Parpadeó,
después parpadeó de nuevo. Una mirada completamente perdida cubría su
rostro.
—No sé —contestó con voz ronca—. Estoy recordando tantas cosas, pero
nada de esto tiene sentido. Tengo escenas retrospectivas de recuerdos rotos.
242
Ninguno de ellos está en orden. Sólo atisbos de como solía ser mi vida.
Señaló al edificio que era un hogar tanto para mí como para él.
—Me gusta esta casa. Recuerdo estar sentado en estos escalones
contigo. Recuerdo haber estado en mi cuarto, creo... contigo. —Luka se movió
hasta quedar frente a mí y levantó mi mano, la que no tenía escayolada, y la
apretó contra su pecho—. En cada recuerdo que tengo, pareces estar en él.
Su cabeza estaba gacha, incapaz de mirarme a los ojos. Se me hizo un
nudo en la garganta al ver lo asustado y perdido que parecía ahora mismo.
Hacia sólo unas horas que había matado al hombre que arruinó su vida.
Creo que al quedarse sin el objetivo que lo condujo durante tanto tiempo, no
tenía ni idea de qué hacer después.
El rabioso asesino de la jaula había desaparecido, apareciendo un chico
perdido ocupando su lugar.
Avancé y levanté su cabeza con mi dedo bajo su barbilla. Cuando la
mirada de Luka se encontró con la mía, esos ojos castaños con una mirada
vidriosa sobre los míos azules, mi corazón se disparó.
—Eso es porque nunca estuvimos separados. Desde que éramos niños,
éramos inseparables. Siempre ha sido así. Hemos encontrado una manera
de volver a estar juntos, mi amor.
Los ojos de Luka se clavaron en los míos, con un destello de posesión en
su resplandor.
—Y siempre será así —dijo con firmeza—. No voy a perderte otra vez.
Las lágrimas llenaron mis ojos.
—Y siempre será así.
La puerta de la casa de sus padres se abrió y papá Ivan salió hacia la
escalera. Levanté mi mano escayolada e Ivan me sonrió con tristeza.
Luka se había detenido, mostrando cada pedacito de su aprehensión en
sus ojos expresivos.
—Vamos, cariño —susurré, sólo para que él me oyera.
Tiré de la mano de Luka y lo conduje hacia la casa. Se había bañado en
mi casa después de que el doctor Chazov nos viera a los dos, ahora ambos
estábamos curados. Uno de los hombres de mi padre le había traído unos
vaqueros y una camisa blanca.
Se veía tan impresionante que casi no podía soportarlo. Sus enormes
músculos se exhibían a través de la tela de sus vaqueros y camisa,
definiendo sus formas. Su pelo rubio estaba desordenado de la forma más 243
atractiva.
Lo quería más que nunca.
Luka se apoderó de mi mano, sujetándola con firmeza mientras
ascendíamos los escalones. Ivan me abrazó, luego torpemente abrazó a su
hijo, y no podía detener las lágrimas que caían de mis ojos.
—Tu madre está desesperada por verte de nuevo, hijo. Ella… —la voz de
Ivan se rompió—. No lo creerá hasta que te tenga en sus brazos. Se está
subiendo por las paredes de la emoción.
Ivan nos llevó por el vestíbulo, y pude sentir la pulsante tensión de
Luka, su mano rígida en la mía. Con un tirón de mi brazo, me arrastró hacia
su pecho, casi como si me estuviera utilizando como escudo mientras
entrábamos en la sala de estar. Talia estaba sentada en una silla, rebotando
su pierna nerviosamente y mordiendo la uña de su pulgar.
Mamá Tolstoi caminaba frenéticamente delante de la chimenea de
mármol, y cuando nos vio entrar en la sala, se paralizó y miró.
Sentí a Luka tensarse detrás de mí, y cuando miré para arriba, sus ojos
estaban cerrados, la cabeza inclinada hacia un lado, y sus labios carnosos
cortados estaban fruncidos.
La recordaba. Ahora sabía cuál era su expresión cuando un recuerdo se
manifestaba. Mi pecho se llenó de felicidad. Recordaba a su madre.
Un sollozo escapó de la boca de mamá Tolstoi y se estiró detrás de ella
para aferrarse a la repisa se la chimenea y mantenerse derecha.
—¿Luka? ¿Luka… eres tú…?
La mano de Luka se cayó de la mía y caminó alrededor de mí.
—¿M… mamá?
La madre de Luka se precipitó hacia adelante al oírle hablar y mantuvo
sus brazos extendidos.
—Luka. Eres tú… mi hijo… mi niño…
—Sí —exhaló Luka, y su madre envolvió sus brazos alrededor de su
cintura, enmarcando con su diminuto cuerpo el enorme y muy musculado
de él.
—Has venido a casa —lloró—. Has regresado a casa con nosotros…
Sabía que estabas allí fuera. Podía sentir en mi corazón que todavía estabas
vivo. —Se retiró y colocó su mano en su mejilla sin afeitar, poniéndose de
puntillas para poder hacerlo—. Mi hijo… mi hijo…
Sintiéndome como una intrusa en la sala, salí de nuevo al vestíbulo
mientras madre e hijo se reunían y atravesé la cocina y salí al patio trasero. 244
En cuanto el aire fresco golpeó mi rostro, me sentí inmediatamente bien.
Dirigiéndome hacia un banco blanco en el pequeño patio, me desplomé
en él y cerré mis ojos, respirando larga y profundamente.
No podía creer todo lo que había sucedido. Todo parecía tan irreal.
Como un sueño del que estaba despertando.
Sintiendo la gravedad de todo lo que había pasado últimamente –
descubrir que Luka estaba vivo, que Alik era el responsable, el dolor que
Luka había sentido a través de los años y ahora Alik estaba muerto y Luka
de nuevo en mis brazos– todo lo que podía hacer era procesar la mezcla de
sentimientos de tristeza y alegría.
Bajando mi cabeza entre mis manos, para olvidarlo todo, mis
emociones salieron a través de mis lágrimas.
—¿Kisa?
Sobresaltada, levanté mi cabeza, limpiando frenéticamente mi rostro
magullado con mi mano buena y me tragué mis sollozos.
—Talia, me asustaste —dije, aclarando mi garganta mientras se sentaba
junto a mí, con su mirada en el cielo nocturno.
Sin decir una palabra, Talia extendió su mano y sostuvo la mía. Cerré
los ojos, respirando el aire de verano de Brooklyn, cuando ella susurró:
—Gracias.
Abriendo los ojos, miré a la cara de Talia y me di cuenta de que estaba
cambiada, más relajada. Mi pecho se oprimió cuando me percaté de que,
durante años, desde que Luka había “muerto”, esta era la primera vez que
ella parecía verdaderamente cómoda.
¿Cómo no había notado antes?
—Tal…
—Nunca habría creído si me hubieras dicho que sospechabas que…
Raze… era mi hermano. No lo habría creído ni por un segundo. Incluso si lo
hubiera visto con mis propios ojos, no lo habría reconocido. Es tan grande,
tan agresivo. —Talia inhaló—. Kisa, no habría reconocido a mi hermano.
—Él cambió, Tal. No parece el mismo —dije, tratando de consolarla—. Y
siempre usaba una sudadera con la capucha sobre sus ojos. Creo que de
alguna manera sabía que la gente lo reconocería cuando vieran su ojo
izquierdo. Aunque no supiera por qué. No tiene ni idea. Tiene que aprender a
vivir de nuevo. —Apreté la mano de Talia—. Nadie lo habría reconocido.
Se volvió hacia mí.
—Nadie más que tú. Te sentiste atraída por él desde la noche que te 245
salvó en ese callejón. Lo perseguiste y te diste cuenta de quién era. Lo trajiste
de vuelta. Nunca te rendiste. Viste a través de su corpulencia, los tatuajes y
las cicatrices. Viste que era él.
Abrí mi boca para contestar, pero no podía hablar, mis emociones
estaban demasiado a flor de piel. Así que nos quedamos sentadas allí,
respirando adecuadamente por primera vez en años.
—Lo salvaste —susurró entonces y sujetándonos de la mano
simplemente nos quedamos así un poco más, y supe que toda nuestra vida
había cambiado para mejor esta noche.
Después de un rato, me levanté del banco y entré en la casa. Mamá
Tolstoi estaba en la cocina. En cuanto entré, sus ojos cayeron sobre mi
cuerpo golpeado y mi cojera
—Kisa… hija mía —dijo en voz baja, ofreciéndome su mano para que la
cogiera, antes de envolverme en sus brazos.
—Está bien, mamá. Todo estará bien ahora.
Tiró de mí hacía su pecho y murmuró:
—Dios puso una parte del alma de mi hijo dentro de ti para que cuando
él perdiera su rumbo, pudiera seguir tus pasos y encontrara la manera de
regresar. Eres la otra la mitad de su alma. Eres su salvadora… eres la que nos
ha salvado a todos.
Luchando para mantener atrás más lágrimas, me retiré y presioné un
beso en su mejilla. No había palabras.
—Tu madre estará regocijándose en el cielo.
—Mamá… —dije, luchando con el nudo en mi garganta.
—Shh… todo está bien ahora. No hay necesidad de llenarlo con palabras
o explicaciones. Todo está como debe ser. El pasado, pasado está. Hay que
seguir el camino recién iluminado hacia el futuro. Mi hijo ha vuelto, el
hombre que se lo llevó está muerto y lo amas con cada parte de tu ser. ¿Qué
más podría desear?
Bebiendo esas palabras, sonreí de pura alegría y pregunté:
—¿Dónde…?
—En su antigua habitación —me interrumpió mamá Tolstoi.
Todavía sonriendo, puse otro beso en su mejilla y atravesé la sala y las
escaleras, oyendo a mamá Tolstoi cantar por primera vez en años.
Papá Ivan estaba en el escritorio de su oficina, y casi por un momento, 246
pude fingir que los últimos doce años no habían pasado. Él estaba al
teléfono y fruncí el ceño cuando le oí discutir del Gulag… discutiendo sobre el
número 362.
—Quiero saber su nombre, de dónde era y los nombres de los hombres
que lo metieron en ese lugar. —Había una voz en el otro extremo del
teléfono, pero se detuvo cuando Ivan golpeó la mesa y dijo—: ¡Pagaré lo que
sea que tenga que pagar, no importa el dinero, esto es por mi hijo! Encuentra
a los hombres responsables y mátalos.
Cerré mis ojos durante un momento y el dolor llenó mi estómago. Luka
se estaba vengando por 362, su amigo… de los hombres que lo acusaron
falsamente.
Luka quería hacer esto por su único amigo. Casi me rompió.
Abriendo la puerta de la antigua habitación de Luka, entré para verlo
desplomado en su vieja cama estrecha, con su cabeza inclinada hacia abajo.
Parecía enorme sentado en su descolorido edredón azul. Mi estómago dio un
vuelco. Era surrealista verlo ahora, más mayor, en este cuarto.
—¿Luka?
Luka levantó su cabeza y sus ojos marrones estaban brillando.
Cerrando la puerta detrás de mí, caminé hasta la cama. Fui a sentarme al
lado de él, pero antes de que pudiera, Luka cuidadosamente me recogió en
sus grandes brazos y me sentó en su regazo, metiendo la cabeza en mi
cuello, respirando mi aroma.
Me hizo sonreír como este era un rasgo que él no había perdido.
Acaricié su pelo y presioné un largo beso en su cabeza.
—¿Estás bien, cariño?
Movió la cabeza indicando que “no”, y lo abracé más fuerte. No podía
imaginar la agitación por la que estaba pasando ahora mismo. El shock de
estar de vuelta aquí. La conmoción al darse cuenta de que no estaba solo en
el mundo. Todo lo contrario, de hecho.
Era amado. Era condenadamente muy amado.
—Todo va ir bien, lo sabes —lo tranquilicé.
Luka levantó su cabeza y sus ojos marrones se encontraron con los
míos.
—No sé qué hacer ahora. He pasado tanto tiempo con una meta, una
dirección, y ahora está hecho. —Sus cejas bajaron—. ¿Y ahora qué,
solnyshko? ¿Qué debo hacer ahora? ¿Qué pasa si no puedo hacer otra cosa
que matar? 247
Ahuequé sus mejillas y puse mi frente contra la suya.
—Aprenderás a vivir de nuevo. Y estaré contigo a cada a paso del
camino.
Los ojos de Luka se llenaron de lágrimas y una sola gota cayó por su
cara con cicatrices… y posiblemente era lo más desgarrador que jamás había
visto.
—Cariño, no llores —dije, con mi garganta obstruida—. Todo está bien.
Te amo, te amo mucho.
Los ojos de Luka encontraron los míos, con sus largas pestañas oscuras
empapadas. Levantó una mano para ponerla sobre la mía en su mejilla.
—Soy libre… finalmente soy libre… no puedo… no puedo…
Con el corazón explotando en mi pecho al ver el alivio en su cara,
sostuve a mi compañero del alma tan fuerte como pude contra mi pecho.
Moviendo mi boca a su oreja, le pregunté:
—¿Puedo tenerte?
Luka se calmó por un momento. Luego sentí cómo una década de dolor
y de pérdida huyó de su cuerpo.
—Puedes tenerme, solnyshko. Puedes tener todo de mí. Siempre lo has
tenido y siempre lo tendrás.
Epílogo
Seis meses después…

—L
yubov moya… —gemí cuando Luka se movió dentro de
mí. Arañé fuerte su espalda, inclinando mi cabeza
cuando me besó y mordió mi garganta.
—Solnyshko —gimió Luka, acelerando sus
caderas, con su polla como el acero, se hinchó dentro
de mí cuando estábamos cerca del clímax.
Nuestra respiración se aceleró, y mis manos se trasladaron a tomar
puños de su cabello. Luka estiró sus brazos y agarró del cabecero de hierro
de la cama empujando con fuerza dentro de mí, haciéndome perder el
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control.
—¡Cariño! —grité, sintiendo mi orgasmo acercarse, apretando mis
piernas alrededor de su cintura. La cabeza de Luka se levantó para
presionar su boca en la mía. Nuestras lenguas se enfrentaron al instante,
salvaje y erráticamente.
—Kisa… Kisa… —Luka rugió, mientras abandonaba mis labios cuando su
cuello se tensó, sus músculos se estiraron cuando se corrió, llevándome
sobre el borde con él.
Luka se sacudió dentro de mí, luego se derrumbó en mi pecho, la
humedad de su piel de horas y horas de hacer el amor.
Ayer nos casamos.
Finalmente. En nuestra iglesia de la infancia, por el Padre Kruschev.
Era oficialmente la esposa de Luka, y no había nadie más feliz en la
Tierra que yo ahora mismo, justo en este momento.
Pasé mi mano a través del rubio cabello desordenado de Luka cuando
tomó aliento. Levantando la cabeza, Luka presionó un largo y perezoso beso
en mis labios y dijo:
—Te amo, solnyshko.
Deslizando mi dedo por su mejilla, contesté:
—Yo también te amo.
Sonriendo tímidamente, Luka, tras seis meses de no pasar un día
separados, todavía encontraba imposible de acostumbrarse a su libertad y
se sentía indigno de mi amor incondicional por él.
Los recuerdos de su pasado en el Gulag le daban pesadillas y se
despertaba con sudores fríos, y las caras de los cientos de hombres y niños
que se vio obligado a matar atormentando a su sueño. Las pesadillas se
pusieron tan malas, que Luka se negó a dormir las primeras noches. No
podía soportar verlo así, por lo que me desafié a mi padre e ignoré la
tradición ortodoxa. La noche siguiente dormí junto a Luka en la cama de su
infancia, y no se despertó ni una sola vez.
Necesitaba dormir.
Y yo mantuve sus pesadillas lejos.
No nos habíamos pasado ni un día separados desde entonces.
Moviendo su cara para mirarme de nuevo, me aseguré de que nuestros
ojos se encontraran y dije:
—Siempre te he querido y siempre te amaré, toda mi vida.
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Luka me premió con una sonrisa deslumbrante y me besó en mi cuello,
mi pecho y hasta mi vientre, donde me salpicó de besos.
Mirándome con esperanza en sus ojos, preguntó:
—¿Crees que puedes estar embarazada?
Riéndome, me aferré a sus brazos y lo tiré de vuelta sobre mí.
—Nos casamos ayer, Luka.
Su cara cayó con una expresión seria.
—Quiero un hijo contigo.
—Lo sé, lyubov moya. Y va a pasar. Nada me llevará lejos de ti otra vez.
—Pasé mi dedo sobre su anillo de boda—. Ahora estamos casados. Juntos
para siempre, ¿recuerdas?
Él exhaló a través de su nariz y asintió, cayó a mi lado y puso su
cabeza sobre mi pecho desnudo. Acarició con su cabeza mi pecho, y sonreí,
sabiendo lo que significaba esa pequeña acción.
Empecé a recorrer mis dedos por el rubio cabello desordenado de Luka,
adorando la sensación de los brazos apretados alrededor de mí. A él le
encantaba que acariciara su cabello. Decía que lo hacía sentir como si
nunca hubieran pasado los últimos doce años.
Me rompía el corazón porque ya no era el Luka de nuestra infancia.
Estaba dañado.
Hastiado.
Atormentado por su pasado.
Permanentemente cambiado... pero era el hombre que amaba ahora, el
hombre que siempre fue mi protector. Ahora incluso lo era más. Y aunque la
vida era dura para él ahora, conmigo, él estaba en paz.
Ambos estábamos en paz.
—Léeme —murmuró Luka, completamente relajado en mis brazos.
Sonriendo, acerqué la mano a nuestro viejo libro favorito que aunque estaba
desgastado y envejecido de años de uso. Nunca lo había tirado.
Quizá siempre supe que lo necesitaría de nuevo algún día.
—¿Estás listo, lyubov moya? —pregunté.
—Mmm… —murmuró en contestación—. Léeme. —Se acercó y tomó de la
mano libre en la suya.
Le sonreí.
Era increíblemente muy feliz mientras estábamos aquí en nuestra
nueva cama, en nuestro nuevo hogar, nuestro nuevo edificio, tres puertas 250
más abajo de la casa de sus padres.
—Ellos siempre estuvieron destinados a estar juntos, un niño y una
niña. Dos corazones divididos en dos, enviados a tierras lejanas, cada uno
por su cuenta. Porque Dios quería ver si el amor verdadero puede ser
probado. Quería ver si dos mitades de una sola alma podían encontrarse
otra vez, incluso en contra de las probabilidades. Años pasarían, ambos
serían perjudicados, ambos estarían tristes, pero un día, cuando menos lo
esperaban, podrían tropezar en el camino del otro. La pregunta es: ¿iban a
reconocer el alma del otro? ¿Encontrarán su camino de regreso al amor...?
Mirando hacia abajo a Luka, cerrando los ojos cuando recorrió con su
dedo mi vientre, con una pequeña sonrisa de satisfacción en sus labios,
sabía que rezaba para que estuviera embarazada.
Yo también lo estaba.
—Tú reconociste la mía —murmuró soñoliento, abriendo sus ojos
despacio. Detuve la lectura y bajé el libro—. Reconociste mi alma cuando
estaba perdido.
Comenzando a lagrimear, contesté:
—Lo hice, cariño.
—Y me trajiste de vuelta contigo —terminó y presionó un beso en mi
estómago
Sacudí mi cabeza.
—Ahora es donde te equivocas.
Luka levantó su cabeza, ladeándola y frunció sus labios con confusión.
Mi corazón dio un salto con la acción, y soltando su mano, acaricié con mi
pulgar a lo largo de la barba incipiente en sus mejillas. Tomando su mano
de nuevo, la apreté contra mi corazón.
—No pude traerte de vuelta porque nunca te fuiste. No de aquí. —Di
unos golpecitos en mi pecho dónde estaba mi corazón.
Luka sonrió y bajó su cabeza. Cerrando los ojos, tomó mi mano y la
puso de nuevo en su cabello, tocándome con el codo para acariciarlo.
Mi corazón se derritió cuando mis dedos comenzaron a moverse hacia
adelante y hacia atrás a través de los rubios filamentos sedosos. Recogí el
libro y empecé donde lo dejé...
—Su historia de amor empezó el día en que ella nació…

251
Fin
Biografía de la autora
Tillie Cole oriunda de Teesside, un
pequeño pueblo del nordeste de Inglaterra.
Creció en una granja con su madre inglesa,
padre escocés, una hermana maya y una
multitud de animales recogidos. En cuanto
pudo, Tillie dejó sus raíces rurales por las
brillantes luces de la gran ciudad.
Después de graduarse en la
Universidad de Newcastle, Tillie siguió a su
marido jugador de Rugby profesional
alrededor del mundo durante una década,
convirtiéndose en profesora de ciencias
sociales y disfrutó enseñando a estudiantes
de secundaria durante siete años. 252
Tillie vive actualmente en Calgary,
Canadá dónde finalmente puede escribir (sin
la amenaza de que su marido sea
transferido), adentrándose en mundos
imaginarios y las fabulosas mentes de sus
personajes.
Tillie escribe comedia romántica y novelas nuevos adultos y
felizmente comparte su amor por los hombres-alfa masculinos
(principalmente musculosos y tatuados) y personajes femeninos fuertes con
sus lectores.
Cuando no está escribiendo, Tillie disfruta en la pista de baile
(preferentemente a Lady Gaga), mirando películas (preferiblemente algo con
Tom Hardy o Will Ferral, ¡por muy diversas razones!), escuchando música o
pasar tiempo con amigos y familiares.
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