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ILUMINACIÓN.

10 CLAVES EN UN ILUMINADO
Cuando nos acercamos al yoga, nos damos cuenta de que el bienestar, sea físico y mental o
también espiritual, significa equilibrio. En nuestro ser se funden energías materiales e
individuales con otras espirituales y universales y nuestro desarrollo depende de un sano y
equilibrado desarrollo de cada aspecto que nos conforma.

El  yoga  nivela nuestra vitalidad al mismo tiempo que nos da paz interior.


 Nos conecta con nuestro ser físico, al mismo tiempo que nos abre a la trascendencia. Muchas
veces pasamos de un estado a su opuesto, pero cuando estamos equilibrados no estamos
ansiosos ni tampoco estamos deprimido, estamos en armonía.

Aprendemos que las energías que conforman el mundo son de tres tipos: tamásicas, rajásicas
y sátvicas. Las primeras están relacionadas con la inercia, las segundas con la actividad y las
terceras con la armonía.

A nuestro alrededor están presentes estas energías en las cualidades de las personas, en la
comida, en el prana, en los ambientes, en la música.

Cuando somos conscientes de que dentro del equilibrio de nuestra mente y de nuestro


cuerpo podemos alcanzar la salud y realización, buscamos el equilibrio interior, que nos da
valor, claridad, compasión, y decidimos nutrirnos de energías más armoniosas.

Además en cada persona duerme una poderosa fuerza que le permite conectarse con su
esencia divina. Fueron los orientales los primeros en desarrollar y dar a conocer
las claves para lograrlo.

Esta energía superior y todopoderosa, que en términos del Yoga -disciplina que busca el


desarrollo espiritual humano- llamamos kundalini, se la representa como a una serpiente
enroscada, localizada en la base de la columna vertebral.

Se dice que yace dormida, y que es capaz de elevarse hasta un centro energético ubicado en
el cráneo. Pero para que kundalini despierte y entre en actividad, es necesario saber
detectar y conducir ese poder correctamente.

A la iluminación espiritual se accede, entonces, cuando se domina completamente la


kundalini. A este estado se puede llegar por varios caminos; pero hacerlo implica el dominio
completo de la mente, las emociones, el cuerpo y la energía espiritual.
Según la revista virtual Hemisferio Derecho, los rasgos que caracterizan a quienes han
alcanzado el estado de iluminación espiritual son los siguientes:

1. Desapego material. Los seres iluminados no están aferrados -de ninguna manera- a sus
pertenencias materiales. Porque no las necesitan para ser quienes son ni para acceder a una
vida distinta gracias a ellas. Simplemente, utilizan cuanto necesitan para vivir, y pueden
llegar a prescindir de todo, sin que esto signifique ningún trastorno en sus vidas.

2. Desapego emocional. El verdadero amor implica que los seres que se aman sean
totalmente libres; por este motivo, los iluminados no están apegados a sus seres queridos. No
desean aferrarlos, controlarlos, ni considerarlos una adquisición. El amor de los iluminados
no es posesivo, celoso ni desconfiado; por el contrario, es absolutamente generoso,
respetuoso y libre. Quien alcanza un estado de iluminación no depende de otras personas
para vivir, porque tiene una vida interior lo suficientemente rica como para valerse por sí
mismo.

3. Espontaneidad. Una de las particularidades que dan cuenta de la presencia de un espíritu


iluminado es la sencillez y la espontaneidad manifiesta en todos los actos de la vida.

La iluminación es un estado que permite a las personas conectarse con su propia sabiduría
interna. Por lo tanto, posibilita actuar apelando a una certera y aguda intuición; este sexto
sentido a flor de piel, tan propio de los seres iluminados, se manifiesta sin esfuerzo, sin
necesidad de recurrir a complejos procesos mentales.

4. Maestros verdaderos. Las personas iluminadas no intentan convencer a nadie de sus


creencias. No adoctrinan, no indican a nadie lo que debe hacer, cómo debe actuar o pensar.
Respetan los tiempos y las convicciones de los demás. No son fanáticos, dogmáticos ni
autoritarios.

Los iluminados consideran que no existe una sola manera de concebir la vida, sino que
existen tantas formas como personas hay en la Tierra; y que la misión de cada una de ellas es
descubrir cuál es la suya propia.

5. Coherencia de pensamiento, sentimiento y acto. Todos los seres humanos solemos


enfermarnos -psíquica o físicamente- porque muchas veces actuamos en contra de lo que
pensamos o sentimos. La iluminación es un estado al que se llega, entre otras cosas, por
mantener una perfecta coherencia entre pensamientos, sentimientos y actos sanos.

6. Ausencia de la importancia personal. Los seres iluminados no necesitan títulos, honores ni


reconocimiento público. No hacen alarde de sus buenos actos, simplemente predican con el
ejemplo. No actúan correctamente en función de recibir halagos o cariño, es la única manera
de actuar que conocen. Además, no incentivan el culto hacia su persona, convencidos de que
lo único trascendente es el espíritu que poseen y no la forma corporal que -temporalmente-
encarnan.

7. Pureza. Los hábitos sanos son esenciales para llegar a la iluminación; el dominio completo
del cuerpo físico es el primer escalón que permite al hombre dominar absolutamente su
campo emocional y mental.

8. Concentración y observación.Para los seres iluminados no existen las metas imposibles. No


están aferrados a las dificultades, sólo son capaces de ver las soluciones.

La concentración y la profunda observación del mundo circundante es la clave para alcanzar


esta condición. La iluminación permite entender todo, comprender todo. El ser iluminado
privilegia la búsqueda de la verdad y el conocimiento, por eso no se aferra a conceptos
establecidos; investiga y comprueba todo por sí mismo.

9. Capacidades extra sensoriales. El dominio total de las capacidades físicas, emocionales y


mentales, como se ha dicho, es condición de la iluminación. El tercer ojo, la capacidad de
adelantarse al futuro o comunicarse con la mente, fluyen sin ningún esfuerzo en los
iluminados. No deben esforzarse por despertarlos, simplemente los dominan como
consecuencia de saberse y comportarse como seres espirituales.

10. Felicidad. La iluminación genera un estado de profunda felicidad. Pero no se trata de una
dicha pasajera, de un bienestar atado a las pasiones ni a los logros materiales. Se trata de un
estado permanente, profundo e inmutable, que concluye en la felicidad del espíritu.

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