«El camino de la renunciación completa es gozosamente aceptado por
quienes desean ver a Dios y nada más que a Dios. Él se revela a
aquellos que viven el credo del renunciante: “Dios es mi vida. Dios es mi amor. Dios es el templo que induce a mi corazón a la adoración permanente. Dios es mi Meta. Ningún deber puede ser realizado sin el poder que tomamos prestado de Él, por lo que mi deber supremo es encontrar a Dios”».