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,Esquivel Nieves José Itzcoatl

Seminario de titulación II

Revisión de la bibliografía sobre los estudios del escritor Armando Ramírez

A pesar de la relativa popularidad del escritor mexicano, son pocos los estudios que se han

llevado a cabo sobre Armando Ramírez y su obra, pero no es de extrañar considerando su

reciente fallecimiento. Su obra aún es nueva en algún sentido, y quizás, de buscar

repercusiones de esta, quizás sea mejor hacerlo en el ámbito periodístico.

A parte de eso, es importante mencionar que las novelas más estudiadas del autor son Chin

Chin el teporocho y Violación en Polanco.

La tesis Aproximaciones a la categoría de narrativa lumpen: el caso de Armando Ramírez

es posiblemente el texto más extenso e importante escrito sobre el autor y está fechada en

2018. Tiene una marcada tendencia marxista que le permitió al autor encontrar una de las

claves para entender a Armando Ramírez: dado que es poco probable que una persona

lumpen o en la terrible situación del protagonista de Chin Chin el teporocho pueda escribir

un relato de tal magnitud, el estilo de la narración no debe interpretarse como voluntad de

retratar la realidad, sino de establecer un punto de vista desde donde la realidad se percibe.

Por eso, para describir la obra de Armando Ramírez debería evitarse la tentación de usar la

palabra “realismo”, ya que no es una obra realista en el sentido del “naturalismo”. Por otro

lado, y sobre todo en la introducción a su trabajo, el autor de la tesis creyó conveniente

establecer una sólida definición de la palabra “lumpen”, de hondas raíces marxistas, para

para poder hablar de una “literatura lumpen”. El término, por lo tanto, no posee mayor

dificultad para su uso, al igual que las ideas que el autor de la tesis utilizó para sustentarlo:
no hay ninguna razón para no reutilizar el término ni para decir que no estamos de acuerdo

con las ideas del autor, porque, en realidad, no está descubriendo el hilo negro y se pierde

en una maraña ideológica de cuya coherencia se pueden extraer intereses estereotipados e

ideas supuestamente radicales que, además de las oscuras referencias a la literatura basada

en Marx, no dejan de estar, ni mucho menos, impresionantemente cerca de un texto tan

elemental como El laberinto de la soledad. Por ello, a pesar del disgusto que estas palabras

puedan sugerir, en realidad, estamos muy de acuerdo con él, sobre todo en el sentido de que

es más bien trivial estar de acuerdo con Paz. Por supuesto, el autor de la tesis está muy lejos

de las ideas de Paz por lo menos en el planteamiento ideológico que sustenta su relato.

Pero, si su relato no proviene de Paz, ¿de dónde proviene? Y esta es la parte deveras

lamentable de la tesis, pues en su construcción histórica de la clase lumpen (que para este

punto ya presenta serias confusiones con el proletariado clásico) se remonta al momento de

la Conquista misma y resuelve su planteamiento de la manera más estereotipada, parcial y

desinformada posible. La idea, por supuesto, puede ser legítima, pero lo escandaloso es el

hecho de que el autor haya considerado necesario expresar así su simpatía por el Imperio

Azteca y de un plumazo, pretenda imponer esa opinión trillada y estereotípica como base

de una economía que repercute por los siglos de los siglos.

Otro problema de legitimidad de la tesis es la parte cuasi propagandística de la misma. El

ultimo apartado del trabajo se titula “Una vez visibles, resistir y contestar” y, nuevamente,

hay que decir que estamos totalmente de acuerdo en el sentido de que cosas como la

dignidad o la libertad son clichés ideológicos importantes y como tal no se los negaríamos a

nadie. Pero, obligadamente, deberíamos contestar que la “batalla” por la particularidad es

una batalla ganada de antemano, y por lo tanto, perdida. Recordamos el ensayo de Enrique
Serna (otro texto elemental) en el que reflexiona acerca de el naco mexicano para sugerir

una idea diferente: de haber una “batalla” (y no creemos que la haya) esta debe ser por lo

universal y no por lo particular. Pero no. De ahí, la absurda imagen que el autor de la tesis

tiene de lo que él llama “la academia” con Salvador Elizondo como estandarte, quien nunca

ganó nada por sus novelas. Además de que al final de la tesis, no se entiende por qué

“aproximaciones” ni por qué “caso”.

Otra tesis disponible al público es La violencia en la narrativa de Armando Ramírez: Chin

Chin el teporocho y Violación en Polanco. Las ideas del autor de esta son de corte social y

de interés antropológico. Francamente, no es muy interesante. Solo señalar que el autor de

esta tesis acertó en las páginas previas al cuerpo de su trabajo con la cita que sugerimos de

Paz: “Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado…” etc.

El texto más viejo escrito sobre Armando Ramírez es, de hecho, un artículo de lingüística,

Dialectología de la Ciudad de México de Valentina Pabello de Mickey, en el que además

de contar todos los verbos escritos por Armando Ramírez en sus dos ya mencionadas

novelas, ofrece algunas hipótesis sobre su uso (estilístico, imaginamos). También cita

algunos ejemplos de verbos o usos de verbos que le ayudan a caracterizar el dialecto del

español de la Ciudad de México. Tal vez debido a la fecha en que fue escrito el artículo o a

la falta de estudios dialectológicos que señala la autora, la mayoría de los ejemplos que cita

como “novedosos” o “neologismos” de hecho pueden consultarse actualmente en el

diccionario. Algunos otros casos como el posible uso novedoso del verbo “ser” (“Ese

español es bien ojos”) podrían ser objeto de estudio.


Un tema de investigación

No sabemos hasta qué punto un trabajo lingüístico pueda tener como corpus al puñado de

novelas escritas por Armando Ramírez. Aunque el artículo de Pabello es un auténtico

pionero en los estudios sobre nuestro autor, su enfoque quizás no es el más adecuado o por

lo menos no el más actual en cuanto a estudios dialectológicos. Un enfoque tradicional

parece ser el mejor para escribir acerca de este autor.

Dado su muy reciente fallecimiento, no es de extrañar la poca cantidad de trabajos

académicos sobre su obra. La prensa resulta de gran interés al plantear un acercamiento

crítico a su obra. Después de todo, la televisión fue el medio de comunicación que gozó de

mayor alcance y vigor en la época en que Armando Ramírez estuvo activo como periodista

y escritor. En cierto sentido, su obra literaria se vio opacada por su labor periodística y

reporteril, aunque dentro de los detalles biográficos que habría que apuntar en un trabajo

académico al respecto, se debe señalar que sus libros le permitieron ponerse a la vista de las

masas y hacer del periodismo su medio de vida. Tampoco hay que descartar a la televisión

por su mala fama, cuando se puede pensar en ella como un archivo de los sucesos

contemporáneos que nos permite encontrarnos con sus protagonistas. Sostenemos que la

entrevista, incluso la televisada, es de interés literario, aunque no se la encuentre en formato

impreso.

En el programa de televisión En línea directa, el 17 de marzo de 2019 fue transmitida una

entrevista realizada por el analista Ezra Shabot a Armando Ramírez en la que el escritor

tuvo oportunidad de expresar muchas de las ideas sociales y culturales que le dieron forma

a sus novelas. Para él era de gran importancia la promoción de las expresiones culturales

del barrio de Tepito y posteriormente, de otras zonas de la Ciudad de México. Estaba muy
interesado en la identidad cultural y el sentido de colectividad que abrigaba a las personas

de estos barrios en un ambiente de solidaridad y en su obra se puede percibir el choque

cultural que significaron los cambios económicos y topológicos en las comunidades de la

capital. Para Armando Ramírez, la desaparición de las vecindades (como la que habita el

protagonista de Chin Chin el Teporocho) para abrirle paso a edificios departamentales

volvió más huraño el temperamento de los capitalinos y propició el aumento de la

violencia.

Para vincular a Armando Ramírez con el canon literario, categoría a la que no nos

oponemos de ningún modo, hay que mencionar a narradores y periodistas tales como

Carlos Monsiváis y Ricardo Garibay, influencias directas de Armando Ramírez por su obra

y labor de difusión cultural. A estos, añadiríamos el nombre de Nazul Aramayo, autor del

cuento Navideath en San Pedro, cuyas intenciones estéticas se inclinan a la utilización del

lenguaje soez para narrar escenas de la vida popular. Esta definición es provisoria y

superficial.

La narrativa de Armando Ramírez refleja la vitalidad del habla cotidiana, el lenguaje en su

constante transformación y en su plena capacidad creadora, por lo menos dentro de lo

estrictamente literario:

[…] El habla de Tepito es literaria, tan literaria como la imaginación en el albur. El albur

puede ser muy grosero, pero también super poético. La picardía en el lenguaje del tepiteño

aportó “chairo” y “fifí”. Quien se vestía bien y era presumido era “fifí”. Y “chairo” viene

del argot de las carnicerías: la chaira se usaba para sacar filo al cuc3q7dfhillo. A algún güey
se le ocurrió relacionarla con la masturbación y de ahí brincó al lenguaje popular. Cómo no

voy a querer y darle lustre al habla popular si de ahí provengo.1

Además del habla popular, en Chin Chin el teporocho se puede reconocer un estilo de

narración semejante a la oralidad, a la manera en que la gente se cuenta historias. A esto

hay que añadirle la importancia que Armando Ramírez le da a la representación de la

realidad. Pero ¿a qué realidad se refiere? O mejor dicho, considerando que, aunque los

argumentos de sus novelas (en el sentido de fábula) a pesar de tener esa apariencia de relato

oral y de estar escritas en un lenguaje coloquial y soez, rayan lo exagerado, lo grotesco y lo

escatológico en impulsos estéticos que de ninguna manera pueden considerarse

costumbristas, ¿qué parte de la ficción puede considerarse real? Aunque los escenarios de la

ciudad son casi otro personaje dentro de la narración, su presencia no pretende ser

panorámica ni su descripción exhaustiva a la manera de la crónica periodística. La ciudad,

con sus vicisitudes económicas y sus problemas de toda índole, es un trasfondo.

La pista acerca de lo que Armando Ramírez consideró lo suficientemente real como para

incluirlo en sus novelas, la revela la forma. Ya se ha hablado acerca de los escritores que

fueron sus contemporáneos y de la oralidad que determina el barroquismo de su estilo. Pero

hay más a nivel del lenguaje. Por un lado, está el habla popular, con su léxico, sus rodeos

gramaticales y sus usos variopintos y modernos. Por otro lado, algo tan simple como la

utilización de un narrador en primera persona sugiere un posicionamiento subjetivo dentro

del universo de la ficción que Armando Ramírez utilizó para transmitir su realidad. Aquí

aprovechamos para decir que Armando Ramírez ostentaba dos actitudes diferentes con

respecto a los géneros literarios que determinaron cómo se desenvolvió en su labor de


1
Héctor, González. Armando Ramírez: “El habla de Tepito es literaria”. Milenio, 16 de marzo de 2019.
narrador y de periodista. El Ramírez cronista, el de Bye bye Tenochtitlán, el que aparecía en

televisión contando la historia de los edificios y parajes de la ciudad, era el periodista de

ojo objetivo, perseguidor de historias y anécdotas de la vida cotidiana. Pero el Ramírez de

Chin Chin el Teporocho, de Pantaletas, de Pu, más metido dentro de su propia cabeza que

en las calles de la ciudad, impone forzosamente una distancia crítica con sus temas que le

permite no solamente observar lo que es evidente, sino también representarlo como tal a

través de su ficción.

Si para el periodista del siglo XIX lo real se representaba y criticaba a través de la crónica

de costumbres, para el novelista del XX hace falta la intimidad de los subjetivo, una

distancia crítica que a Armando Ramírez le permitió funcionar como un chilango ejemplar

y en toda regla. Y esta es otra ventaja que Armando Ramírez encontró en el género

novelístico sobre la crónica periodística: la experiencia intima del trasfondo,

particularmente el económico. Siguiendo con la comparación anterior, un cronista de

costumbres del XIX como José Tomás de Cuéllar no se cansaba de denunciar el atraso y la

insalubridad de prácticas como la venta de comida al aire libre. En una época en la que se

comenzaban a plantear los objetivos económicos y políticos del liberalismo, Cuéllar no ve

en esas prácticas mas que una rémora ancestral que se interponía entre la Capital y la utopía

de orden y progreso. Algo más de un siglo después, Armando Ramírez, activo durante el

llamado “período neoliberal”, ve en cosas como los puestos de tacos de barbacoa de perro,

el comercio ambulante, el narcotráfico y la prostitución, la consecuencia necesaria del libre

mercado en constante oposición al excesivo burocratismo del estado. Las implicaciones de

esta comparación podrían dar lugar a una amplia discusión que no pretendemos abarcar en

este texto. Sin embargo, no se puede negar el hecho de que las novelas Armando Ramírez
guardan en sí un comentario económico a menudo alejado de los convencionalismos que se

vuelve más complejo con cada nueva novela. Para Ramírez, el origen cultural de las

colonias de la Ciudad de México está directamente relacionado con las actividades que

realizan sus habitantes para ganarse la vida, principalmente el comercio.

La búsqueda que sus personajes hacen de un modelo a seguir paternal y patriótico (Benito

Juárez, en el caso del héroe de Pantaletas) corresponde a las verdaderas aspiraciones

existenciales y a las costumbres económicas que persiguen. Se trata, por lo tanto, de

novelas profundamente imbuidas por las necesidades que impone el ambiente económico:

Armando Ramírez llama a Juárez un self made man indígena al más puro estilo de Ayn

Rand, que gracias al estudio y a su talento pudo surgir de la nada, y el espíritu emprendedor

del Maciosare, el tepiteño protagonista de la novela, encuentra en esta disyuntiva su

conflicto con los valores maternos que le impulsaron en su juventud a estudiar sociología,

profesión que no le deja ningún dinero.

Así pues, las novelas de Armando Ramírez son menos material de protesta social, como

quiere ver el autor de Aproximaciones… y más un lugar de aprehensión estética del espíritu

del barrio que, según el propio autor, ya no tiene toda la vigencia que a él le hubiera

gustado. Los usos económicos que imperan entre los capitalinos y particularmente entre los

tepiteños, revelan su actitud ante la vida y le dan gran importancia a los valores económicos

de la clase trabajadora, en constante conflicto con sus propias aspiraciones, creencias y

fetiches identitarios. En estas novelas, los personajes aprenden a encontrarse a sí mismos en

la Historia cuando están dispuestos a cuestionar sus valores ante el aparato económico.

Con esto en mente, el tema de investigación que proponemos es La expresión popular en la

narrativa de Armando Ramírez. De esta manera, investigaremos la ficcionalización que


efectuó Ramírez de la oralidad al escribir sus novelas y haremos un análisis literario

enfocado en las expresiones y maneras de hablar recogidas en dichas novelas.

Trabajos consultados
Hernández Gómez, Javier Áxel. Aproximaciones a la categoría de literatura lumpen: el caso de
Armando Ramírez. CDMX: UNAM, 2018.

Pabello de Mickey, Valentina. «Dialectología del habla de la Ciudad de México.» La palabra y el


hombre (1990): 109-126.

Ramírez, Armando. Armando Ramírez: “El habla de Tepito es literaria” Héctor González. 16 de
Marzo de 2019.

Rodríguez León, Daniel Nicolás. La violencia en la narrativa de Armando Ramírez: Chin Chin el
teporocho y Violación en Polanco. CDMX: UNAM, 2002.

Viveros Lavielle, Jorge Ernesto. La oralidad en la narrativa de Juan Rulfo. CDMX: UNAM, 2006.

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