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ABRE TU CORAZON A LA CURACION

¿Estás pasando por un reto de salud, querido amigo? No importa


cuán serio o sencillo pueda parecer, abre tu corazón a la
curación. ¿Un amigo o un ser querido necesitan curación? Abre
tu corazón y mantén el pensamiento más elevado de salud —
perfección— y espera que la curación se lleve a cabo.

Cuando Jesús sanó a los enfermos, Su fe nunca flaqueó; Él nunca


dudó. Por medio de Su fe, Jesús reconoció tres cualidades
esenciales en la persona que sanaba. Tomemos en consideración
estas cualidades: fe, voluntad y un corazón agradecido, a la luz
de las curaciones de Jesús.

Primero, la fe que sana es posible y es un requisito. La mujer


quien tocó el borde de su manto fue sanada porque tenía fe. Esta
mujer tenía tanta fe que Jesús le dijo: “Ten ánimo, hija; tu fe te
ha salvado” (Mateo 9:22). Sin embargo, Jesús demostró que la
curación no está limitada a quienes tienen una fe extraordinaria
e inmutable.
Jesús dijo a Sus seguidores: “Si tenéis fe como un grano de
mostaza… nada os será imposible” (Mateo 17:20). Aún si tienes la
cantidad más pequeña de fe en la vida de Dios en ti, puedes ser
sanado y puedes ser una bendición de curación para otros.

Toma la fe que tienes ahora, aún cuando sientas que es tan


pequeña como una semilla de mostaza y edifica sobre ella.
Edifica al reconocer las cosas a tu alrededor que Dios ya ha
provisto para ti. Hasta una cantidad de fe equivalente a una
semilla de mostaza, en lo profundo de tu corazón sabrá que la
curación es posible. Di a ti mismo esto hoy, cada vez que ores y
cada vez que la duda y el temor se filtren en tus pensamientos.
Mantén esta conciencia en tu corazón: Tengo fe en la vida de
Dios en mí para que haga su obra perfecta de curación.

¡Reconoce que esto es verdad! Permítete sentir la vida de Dios


en ti y tomar más conciencia de ella cada día.

Haciendo la conexión

Segundo, la voluntad es requerida de quienes vayan a ser


sanados. Cuando el hombre en la piscina de Betesda pidió a
Jesús que lo bajara a las aguas curativas, Jesús le preguntó:
“¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). Puede parecer extraño hacerle
esta pregunta a alguien quien ha estado esperando tanto tiempo
por curación. Pero cuando Jesús preguntó, el hombre se dio
cuenta repentinamente que quería ser sanado. Él hizo la
conexión necesaria con la vida de Dios en él y fue sanado.

Pregúntate ahora “¿quiero ser sanado?” y alguna parte de ti


responderá con un “¡Sí!” atronador. Tu curación ha comenzado. A
veces puedes decir que sí y sin embargo, no dar los pasos
necesarios para propiciar la curación. Por ejemplo, quizás no
estás siguiendo ideas prácticas que promueven la curación. La
voluntad de sanar quiere decir seguir la guía de Dios.

Dar gracias
Tercero, la acción de gracias es necesaria. Las palabras de
Jesús: “Padre, gracias te doy por haberme oído” (Juan 11:41),
demuestra Su énfasis en dar gracias. Jesús dio gracias antes de
resucitar a Lázaro de entre los muertos, enseñándonos a dar
gracias aún antes de que la curación física se haga evidente.

Una actitud agradecida puede no ser fácil de desarrollar cuando


un reto de salud es aparente; sin embargo, la práctica diaria de
dar gracias por la vida de Dios en ti te ayudará a alimentar el
sentimiento de gratitud. Si sabes, como lo sabía el escritor de
Proverbios, que “El corazón alegre es una buena medicina”
(Proverbios 17:22) y mantienes tu corazón alegre y lleno de
alabanza, bendices a tu cuerpo con energía sanadora.

Cuando oras, bien sea por ti mismo o por otra persona, ve la vida
de Dios en ti o en la otra persona llevando a cabo su obra
sanadora y revitalizadora. Da gracias por toda evidencia de
curación y permite que ésta se produzca.

Ten fe. Ten la voluntad. Da gracias. Al utilizar estas tres


cualidades, abres tu corazón a la curación. Ten la seguridad de
que la curación —la curación perfecta— tiene lugar ahora.

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