¿Podemos confiar en
nuestra conciencia?
PASAJE CLAVE: 1 Timoteo 1.18-20 | LECTURAS DE APOYO: Hechos 24.16 | Romanos 1.18-32
1 Corintios 8.7-12 | 1 Timoteo 4.1-2 | 2 Timoteo 1.3 | Tito 1.15 | Hebreos 10.22-23
INTRODUCCIÓN:
“Haz lo que te dicte la conciencia”
¿Conviene vivir conforme a este conocido
refrán? En realidad algunos han arruinado sus
vidas, cuya fe había naufragado por haber
desechado la buena conciencia, tal y como
sucedió en el caso de dos varones de la iglesia
de Éfeso (1 Ti 1.18-20).
A semejanza de ellos, si desobedecemos
al Señor iremos rumbo al desastre. Pero
si es necesario, Él nos dirigirá aunque sea
con mano dura, pues amorosamente desea
que caminemos a su lado. Además, nos
beneficiamos al entender las ventajas de tener
una buena conciencia que nos permita actuar
como Él desea e impedir que sea contaminada
con ideas y prácticas que Él sabe que son
perjudiciales para nosotros.
DESARROLLO DEL SERMÓN:
¿Qué es la conciencia?
■ Es el factor moral, la capacidad interna
que nos permite discernir la diferencia
entre el bien y el mal. No obstante, no
quiere decir que toda conciencia funcione de
la misma manera ni bajo las mismas normas
universales.
■ Opera conforme haya sido programada.
En Romanos 1 tenemos un análisis detallado
de los factores que han intervenido para
programar la conciencia humana y lo afirma
como sigue:
• Los versículos 18-20 dicen que la creación
misma da testimonio de la existencia de Dios,
pero que, en general, la humanidad lo ha
rechazado. No obstante, eso no es excusa
para pecar.
• Los versículos 21-23 añaden que en lugar
de reconocer la gloria de Dios, muchos han
preferido adorar y honrar a otros aspectos de
esa misma creación.
• Los versículos 24-28 afirman tres extremos
a los cuales Dios los entregó por su rebeldía:
(1) vv. 24-25, a la inmundicia; (2) vv. 26-27, a
pasiones vergonzosas de mujeres con mujeres
y de hombres con hombres; (3) v. 28, a una
mente depravada.
• Los versículos 29-32 terminan con una larga
lista de acciones detestables y diciendo que
quienes las practican “no solo las hacen sino
que también se complacen con los que las
practican”.
Propósito de la conciencia
La Biblia no nos aconseja que actuemos
conforme a los dictados de nuestra conciencia
pues ella no tiene el propósito de guiarnos
y en realidad su condición en sí no inspira
confianza. Además, notemos que la describe en
términos tanto positivos como negativos, por lo
que puede ser tanto: buena (1 Ti 1.19); limpia
(2 Ti 1.3); irreprensible (Hch 24.6); como:
débil (1 Co 8.7); corrompida (Tit 1.15); mala
(He 10.22); e insensible (1 Ti 4.2).
La verdadera confianza en nuestra conciencia
depende de cómo ha sido programada y de
nuestro consentimiento para hacer caso de sus
advertencias. Pablo exhortó a los creyentes a
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 cuidarse de que poco a poco resultara insensible
o que llegara al extremo de quedar cauterizada
(1 Ti 4.2). Entonces, después de haber
consentido repetidamente en pecar, ya no nos
sentiríamos culpables porque la alarma se habría
silenciado y nuestra conciencia ya no sería digna
de confianza. Incluso, nuestros amigos podrían
contribuir a ese proceso de insensibilizarnos al
pecado y a hacer caso omiso de lo que sabemos
que es correcto. Si eso se convierte en realidad,
iremos directamente al fracaso.
Solo la buena conciencia nos
protege
Cuando estamos a punto de hacer algo malo,
la alarma inquietante que entra en acción en
nuestro interior es el medio por el cual el Señor
nos protege para que no tomemos decisiones
insensatas. Pero muchos desean acallar esta
señal interna a fin de “disfrutar” de la vida y
hacer sus caprichos realidad. Llegan hasta el
extremo de elegir y por fin desechar lo que
creen acerca de Dios y de la Biblia. Pero no
debemos olvidar que nuestra mayor protección
está cimentada en la Palabra de Dios, la cual,
bajo la dirección del Espíritu Santo es inalterable.
Estos dos factores pueden funcionar en
completa armonía con nuestra conciencia con
el fin de que nosotros continuemos avanzando
en la dirección correcta.
Bajo ciertas condiciones, podemos
confiar en nuestra conciencia
Pese a que con demasiada frecuencia no
podemos depender de nuestra conciencia,
existen ciertas condiciones que pueden
contribuir a que estemos seguros de que es
digna de toda nuestra confianza debido a
que ya ha sido transformada y está sujeta a la
voluntad de Dios.
■ Si el Señor Jesucristo es nuestro Señor y
Salvador.
■ Si la Palabra de Dios es la base firme de
nuestra conducta.
■ Si tenemos el anhelo sincero de obedecer a
Dios.
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■ Si nuestras decisiones han sido sometidas a
Dios en oración.
■ Si la alarma entra en acción inmediatamente
cuando consideramos llevar a cabo una acción
incorrecta o tenemos un pensamiento indebido.
■ Si al desobedecer, inmediatamente nos
sentimos culpables.
■ Si consideramos que es urgente arrepentirnos
de nuestra desobediencia.
Si estamos convencidos de que todos estos
aspectos están presentes, podemos confiar
en que los mensajes de nuestra conciencia
son evidencia de que ha sido transformada y
está alineada conforme a la voluntad de Dios.
Siempre que tengamos aunque sea la más
leve duda, sabremos que el Espíritu Santo
está indicándonos lo que debemos hacer. Él
nos ayudará a aplicar los principios bíblicos
acertados y nos dará las fuerzas necesarias
para hacer lo correcto. Si ya hemos decidido
hacer algo indebido, Él también nos ayudará a
cambiar de dirección.
CONCLUSIÓN:
Si la Palabra de Dios, el Espíritu Santo y la
conciencia actúan en armonía, tendremos un
sistema eficaz de protección y guía. Dios desea
proteger a sus hijos e impedir que destruyan
sus vidas, pero nosotros debemos escuchar sus
advertencias e implorarle que nos aparte de
cualquier cosa que no concuerde con lo que
somos en Cristo Jesús.
¿Qué tipo de conciencia tenemos nosotros?
Nuestro Padre está listo para dirigirnos y
sostenernos hasta que nuestras conciencias
estén limpias y se sientan fortalecidas. Si es
así, experimentaremos verdadera paz, gozo
y seguridad acercándonos a Él como se nos
exhorta en Hebreos 10.22-23.
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