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MORAL SOCIAL

La historia del pensamiento occidental tiene una característica propia, la misma que ha servido tanto
para su apogeo como para su propia decadencia. Esta característica es considerada como un valor que
marca el cenit de las actividades del ser humano. Así, remontándonos a la historia vemos que en
Grecia prevaleció el valor ético de la verdad y la búsqueda del bien. En Roma prevaleció el valor de la
justicia. En la edad Media el valor religioso. En el Renacimiento el valor de la verdad y las artes.
Posteriormente el valor del conocimiento. En la época actual predomina el valor utilitario, la técnica.
Cada época tiene su pleno apogeo y también su propia decadencia, precisamente porque la
predominancia de un valor distingue las diferencias entre las sociedades mismas. Cada valor que se
cultiva puede tener predominancia, pero no exclusividad. Esta es la razón por la que una sociedad entra
en una crisis generalizada. Ello invita a la ética a un mejor cultivo y entendimiento de las costumbres y
conductas humanas.
Toda ética tiene sus raíces en la filosofía pero no por ello la estructura del mensaje ético debe ser
formal, extensa y dificultosa. No obstante, es pertinente entender históricamente esta tradición y
observar de cerca cómo se ha venido desenvolviendo la ética en las sociedades.

ÉTICA Y MORAL

El término ética se deriva de la palabra griega ethos. Parece ser que el primero que usó esta palabra fue
el poeta homero, quien entendía por ethos: “lugar habitado por hombres y animales”. En este sentido
primigenio, un pensador contemporáneo, Martin Heidegger se refiere al ethos como lugar o morada, y
por ello dice que la morada o ethos del hombre es el ser. Pero la acepción más conocida y difundida
del vocablo ethos se presenta a partir de Aristóteles, ligado a un conocimiento llamado precisamente
ética. Según esta acepción, ethos significa temperamento, carácter, hábito, modo de ser. De acuerdo
con el significado etimológico, ética sería una teoría o un tratado de los hábitos y las costumbres.
Existe una relación entre la palabra ethos y la palabra mos, de donde deriva la moral. El término moral
procede del latín mos, que también significa costumbre, hábito, en el sentido de conjunto de normas o
reglas adquiridas por medio del hábito.
El vocablo ethos tiene un sentido más amplio que el que damos hoy a la palabra ética. Lo ético
comprende, las disposiciones del hombre en la vida, su carácter, sus costumbres y, naturalmente,
también lo moral. Por ello, para no caer en la amplitud y ambigüedad de la definición etimológica de la
ética, se formulará otra definición, pero ya no a partir de su etimología, sino en relación con su objeto
de estudio.
El objetivo de la ética radica en el estudio y comprensión del territorio cultural llamado moral. De
acuerdo con ello se puede afirmar que la ética es la disciplina filosófica encargada de estudiar o
reflexionar sobre la moral. Pero como la moral tiene un carácter humano y social, puede ampliarse esta
definición, diciendo: La ética es la disciplina filosófica que estudia el comportamiento moral del
hombre en sociedad. La ética es una disciplina filosófica de carácter práctico, ya que al reflexionar
sobre la vida moral, se interesa por mejorar nuestra existencia mediante la realización de lo que es
bueno.

MORAL Y MORALIDAD

Las palabras “ética” y “moral” se usan indistintamente en la vida cotidiana; sin embargo, muchos
pensadores prefieren diferenciar ambos términos. Ética significa la Teoría de la conducta correcta y
errónea; Moral, sería su práctica. Así será más correcto hablar de principios éticos que de principios
morales y de conductas morales en vez de conductas éticas. La ética tiene que ver con los valores que
una persona busca expresar en una cierta situación; la moral ve las formas en que esto se logra. La
ética da versiones panorámicas, la moral ve casos particulares. La ética está relacionada con los
principios de la conducta humana, la moral con la aplicación de estos principios a una situación
particular.
No obstante es pertinente tener en cuenta que la ética no se propone crear códigos y pautas de conducta
o recetarios morales para conducir el comportamiento concreto de los individuos en su vida social e
íntima. La ética no se reduce a una prédica moral, no es un como un consultorio cívico. La ética es una
disciplina práctica que tiene por objeto la conducta humana. Es la disciplina del orden moral de la vida
individual y social del hombre. La ética no se propone expresamente dirigir la vida humana, sino
explicar la moral
Características de las cuestiones éticas y morales
1. Nadie puede evitarlas. Es posible pasar por la vida sin hacer ninguna clase de juicio literario,
por ejemplo; pero nadie puede vivir sin juicios éticos, aun cuando no conozca el significado de
la palabra. Consciente o inconscientemente, todos tomamos cada día decisiones morales. A
menos que fuéramos ermitaños (y hasta la decisión de serlo es moral), nos encontraríamos con
otras personas, que nos podrían resultar agradables, antipáticas o indiferentes y a quienes
nuestros actos podrían hacerles bien o mal.
En el momento de actuar, estamos eligiendo una de múltiples posibilidades y esa elección es
nuestra responsabilidad. Se alegará a veces que no se tiene posibilidad de elegir, porque, por
ejemplo, se está amenazando de muerte. Pero aun en este caso, como sostiene Sartre, se puede
elegir la muerte a ceder ante la amenaza.
2. Otras personas, incluso de forma remota, están involucradas en las decisiones morales. No
existe moralidad privada. En algunos casos es absolutamente evidente: los actos de mentir,
robar, traficar en drogas, claramente envuelven a otros. Pero esto es igualmente cierto en casos
no tan evidentes; por ejemplo, el fumar, aun cuando se haga en un lugar absolutamente
privado, aumenta el riesgo a contraer cáncer y privar a la familia del sustento afectivo y
económico que se le pudiera dar e implica además que se ha otorgado al cigarrillo prioridad
sobre otras cosas. Esto determina de algún modo establecer una jerarquía de valores, lo que es
también terreno de la moral.
3. Las decisiones morales importan. Afectan las vidas, la autoestima, la felicidad de otros. Esta
característica es compartida por la ética con la investigación científica; específicamente con la
investigación médica. Importa a todos que los médicos comprendan nuestras dolencias y
puedan proporcionar los remedios correspondientes. Sin embargo, aunque es importante que
el médico prescriba una u otra forma de antibiótico para que el paciente se recupere, en ética y
moral importa todo lo que hacemos, porque todo lo que hacemos puede afectar la vida de otras
personas.
4. No es posible encontrar una solución definitiva en este campo. Lo que podemos hacer es
tratar de analizar todos los argumentos en pro y en contra respecto a una determinada actitud y
tomar una decisión; pero ello no impide que aparezca en un momento futuro un nuevo
argumento que nos obligue a cambiar de opinión.
5. El razonamiento moral busca descubrir las formas correctas de acción. Hay aquí un
razonamiento práctico que se esfuerza en descubrir la mejor acción en una situación dada. Sin
embargo, ya hemos visto que no hay una solución definitiva, y con ello se presenta una ironía:
Se tiene que actuar a pesar de no poder hacerse ningún juicio definitivo, en sentido estricto.
Así, lo único que queda, es urgir, insistir en que el debate sea conducido con consistencia
lógica, honestidad intelectual y una comprensión en lo posible completa de loa hechos
relevantes.

PROBLEMA DE LA VALORACIÓN MORAL

Lo bueno, lo justo lo bello, lo sublime, lo útil, lo verdadero lo santo, etc. son ejemplos de valores
perseguidos por el hombre a través de la historia. El hombre es un ser axiológico. No sólo se enfrenta
al mundo para conocerlo o para transformarlo, sino que también lo hace objeto de una valoración.
La importancia de los valores en la ética y, en general, en la vida humana, es decisiva. Los valores, en
cuanto directrices para la conducta, son los que dan a la vida humana, tanto individual como social, su
sentido y finalidad. No puede concebirse una vida humana, realmente humana, sin ideales, sin una
tabla de valores que la apoye. Explicar, justificar la vida implica siempre recurrir a una valoración. Se
vive constantemente haciendo, formulando valoraciones.
La valoración moral es el hecho de atribuir, adjudicar un valor a una acción humana determinada. La
valoración es una reacción humana ante un hecho o un acontecimiento. En la valoración, la voluntad
aprueba o repudia.
El problema de la valoración moral plantea una cuestión decisiva, tan importante para ella, que se ha
considerado el meollo mismo de ésta ¿Qué es lo bueno? Al tratar de responder tendrá que explicar
también en qué consiste lo malo o el vicio moral.
Qué es lo bueno, nos conduce a una serie de tentativas. Se le denomina teorías de lo bueno a los
criterios estimativos que intentan solucionar este problema: El hedonismo, eudemonismo, utilitarismo
formalismo, vitalismo y perfeccionismo. Veamos los cuatro primeros.
Hedonismo. El sumo bien consiste en el placer. Epicuro, filósofo griego, es uno de los principales
representantes de esta teoría. Sostiene que el placer y el dolor son las dos afecciones que se encuentran
en todo animal: una favorable, la otra, contraria. El placer está inherente en la naturaleza del hombre.
Es propio de la naturaleza humana el tender el logro del placer y evitar todo aquello que causa
sufrimiento, ya sea físico o espiritual.
La palabra placer tiene un fuerte matiz sensual; cuando se habla de placer, se piensa en general, en
deleites corporales, sexuales. Sin embargo, no es éste el sentido que el placer tiene en los hedonistas;
ellos no desembocan en un hedonismo extremo. Se refieren más bien a los placeres moderados,
propios de la naturaleza racional del hombre. Se dice que Epicuro inculcaba a sus discípulos el amor a
la naturaleza y las cosas bellas, enseñando que es necesario llevar una vida amable y sencilla. Sólo así
se podrá encontrar lo placentero y virtuoso.
Eudemonismo. Según esta corriente lo bueno se cifra en la felicidad; el hombre persigue de una
manera innata y espontánea la felicidad; la felicidad es lo eternamente apetecible en sí mismo.
Sócrates, Platón y Aristóteles pertenecen a esta corriente.
 Para Sócrates el principal elemento que conduce a la felicidad es el conocimiento. La
sabiduría nos lleva a la virtud, ésta a su vez no permite acceder a un Estado de plenitud y
satisfacción.
 Para Platón la felicidad también radica en la práctica de la virtud entendida como sabiduría,
solamente que ésta se logra en un reino de lo intangible, ultraterreno.
 Aristóteles considera que el último fin de la vida es la felicidad; todos los hombres encaminan
sus actos hacia la consecución de la felicidad; pero no todos saben en qué consiste ni cómo
lograrla. El vulgo piensa que la felicidad consiste en la búsqueda de placeres materiales; otros
consideran que la felicidad radica en los honores y las riquezas. Sin embargo la felicidad,
según Aristóteles, sólo puede consistir en la práctica de una vida acorde con la naturaleza
racional del hombre.

Utilitarismo. Lo bueno consiste en lo útil. Tiene tres posturas:


 Cuando se busca el bienestar individual en detrimento de la sociedad (individualismo o
egoísmo).
 Cuando se busca el bienestar de los otros en detrimento de la utilidad individual (altruismo).
 Cuando se trata de conciliar el bienestar individual con el bienestar social.

La acción buena es la que procura felicidad y satisfacción a la sociedad. La utilidad responde a una
necesidad o tendencia natural; dicha tendencia inclina al hombre a promover la felicidad de sus
semejantes. El principio de utilidad sostiene: Una acción es buena en tanto que tienda a lograr la
mayor felicidad posible para el mayor número de personas. Las acciones son justas en la proporción
con que tienen a promover la felicidad; e injustas en cuanto tienden a producir lo contrario de la
felicidad. Se entiende por felicidad el placer y ausencia de dolor.
Formalismo. El concepto de lo bueno debe residir en una ley moral a priori y universalmente válida
y necesaria. El fundamento de la obligación no debe buscarse en la naturaleza del hombre o en las
circunstancias del universo en que el hombre está puesto, sino a priori, exclusivamente en conceptos
de la razón pura. La ética debe descansar enteramente sobre una base pura o a priori. La buena
voluntad es buena en cuanto intención pura y no por los resultados o inclinaciones que ésta puede
entrañar. Obrar con arreglo a la buena voluntad equivale a actuar conforme al deber y por el deber
mismo: a hacer el bien, no por mera inclinación, sino por respeto al deber.

¿QUÉ SON LOS VALORES?


Los filósofos están de acuerdo que los valores existen, sin embargo difieren en cuanto al modo de
existir. Como consecuencia de ello surgen las siguientes corrientes: la subjetivista, la objetivista y la
relacionista.

EL SUBJETIVISMO

Esta corriente sostiene que los valores son el resultado de las reacciones individuales y colectivas. El
subjetivista se pregunta: ¿puede algo tener valor si nadie lo ha percibido? Evidentemente que no; el
valor no tiene sentido ni existencia propiamente sin que exista el sujeto. La valoración real o potencial
parece ser un elemento indispensable del valor. En última instancia, el valor es para el hombre o los
seres vivos. Resulta impensable algo que tuviera valor sin referencia a ninguna clase de sujeto.
Según el subjetivismo, los valores no existen en sí y por sí, sino que son meras creaciones de la mente,
existen solamente para mí; lo que hace a una cosa valiosa es el deseo o el interés individual. El
subjetivista piensa: El valor de un exquisito manjar, no está en él sino en mi paladar, que lo saborea y
le confiere un valor determinado.
Los subjetivistas sostienen que no puede uno ponerse de acuerdo en problemas éticos, estéticos,
políticos, donde a menudo se producen conflictos o desacuerdos de valores. Las personas
frecuentemente discrepan sobre la belleza de una pintura, una novela, una película, un partido de
futbol o sobre un acto moral.

EL OBJETIVISMO

Esta corriente se opone al subjetivismo. Sostiene que los valores dependen del objeto y no del sujeto;
lo único que hace el sujeto es captar el valor.
Esta corriente sostiene que existe una separación radical entre el valor y la realidad. Existe una
independencia de los valores respecto de los bienes en que éstos se plasman. Los valores son
absolutos, existen en sí y por sí y no necesitan de nadie para poder existir. Los valores son supra
temporales; valen aquí y allá; hoy ayer y siempre.
Sin embargo, ambas corrientes son unilaterales. El valor surge de la relación entre el sujeto y el objeto
(relacionismo); esta relación axiológica origina una cualidad estructural. Esta cualidad no se da en el
vacío, sino en una situación humana concreta. Ambas corrientes olvidan lo esencial en una valoración.
Es necesario que exista una conciencia (sujeto) y una situación concreta (objeto) para que surja una
valoración. Además, las circunstancias del momento son las que llegan a determinar la importancia y
la prioridad de un valor.

LA OBLIGATORIEDAD MORAL

El problema de la obligatoriedad moral consiste en determinar de dónde proviene el carácter


obligatorio de las normas morales; y, aclarar qué es la obligación moral, cuál es la fuente de la que
brota la conciencia del deber, qué estamos obligados a hacer.
Ética heterónoma. Sostiene que la fuerza obligatoria deriva de las normas por una autoridad exterior.
La obligación moral es impuesta desde fuera, ya sea por otros individuos o por tradiciones, costumbres
leyes ajenas o extrañas al individuo mismo.
Ética autónoma. Sostiene que la voluntad se determina a sí misma. La conducta se rige por una libre
y propia decisión del agente moral. Un comportamiento autónomo es aquel que se rige por sí mismo
con arreglo a una ley universal o imperativo categórico. La autonomía no implica solamente obrar en
concordancia con la buena voluntad, requiere de un trasfondo de libertad que le permita al hombre
elegir tanto un buen comportamiento como uno malo
La ética autónoma es la expresión más acabada del hombre moderno. La historia de la ética muestra
que de la justificación del hombre ante Dios, se pasó, gradualmente, a la justificación del hombre ante
sí mismo.
Para contestar la pregunta sobre el contenido de lo obligatorio, surgen las siguientes respuestas
llamadas teorías de la obligación moral:
Teorías deontológicas. La bondad o maldad de una acción no depende de las consecuencias sino de
una primacía del concepto de deber. Según las doctrinas deontológicas, es bueno cumplir una promesa
porque cuando se ha hecho una promesa ha quedado uno obligado a cumplirla por la misma naturaleza
del acto, sin tener en cuenta las inclinaciones o consecuencias. Se dividen en dos teorías:
 Teorías deontológicas de la norma. Sostienen que lo que se debe hacer en cada caso depende
de una norma objetiva, universalmente válida; en este caso está la ética de Kant, quien
considera que el deber es la acción cumplida únicamente en vista de la ley y por respeto a ella:
“Una acción cumplida por deber tiene su valor moral, no en la finalidad (como afirma la teoría
teleológica de la obligación) que debe lograrse con ella, sino en la máxima que la determina;
por lo tanto, su valor no depende de la realidad del objetivo de la acción; sino únicamente del
principio de la voluntad que ha determinado esta acción, sin referencia a ningún objeto de la
facultad de desear”.
 Teorías deontológicas del acto. Sostienen que, debido a lo concreto de cada situación, no
puede hablarse de normas generales, por lo cual es necesario decidir por propia cuenta,
ateniéndose a los sentimientos y convicciones, cómo debe uno obrar en cada caso.

Teorías teleológicas. Según estas teorías, la bondad o maldad de una acción depende únicamente del
efecto o consecuencia que tenga, de ahí que también se llame teorías consecuenciales. El egoísmo y el
utilitarismo son las principales expresiones de estas teorías.
 El egoísmo ético sostiene que debe buscarse siempre la propia ventaja o el propio bienestar,
haciendo siempre aquello que uno cree que proporcionará el mayor bien posible; la
satisfacción del ego es el único objetivo final de toda actividad.
 El utilitarismo, en cambio, considera que el deber estriba en hacer aquello que beneficie,
fundamentalmente, a los demás o al mayor número de personas.

ÉTICA AMBIENTAL

Es la parte de la Filosofía que considera las relaciones éticas entre los seres humanos y el ambiente
natural. Ejerce influencia sobre la gran mayoría de disciplinas como el Derecho, Sociología,
Economía, Ecología, Geografía, etc. En su campo incluye la estética de la naturaleza y otras ramas de
la investigación filosófica (Epistemología, Metafísica, Axiología, etc.)
El área académica de la ética ambiental surgió como respuesta al trabajo de muchos científicos que
denunciaban el efecto medio ambiental de los pesticidas, la explosión demográfica, la contaminación
desmedida, entre otros.
Hoy, las preocupaciones crecientes sobre el calentamiento global subrayan la aceptación general de
que la preservación del ambiente es un asunto de vital importancia. Sin embargo, los motivos por los
que uno acepta o rechaza los argumentos a favor de la preservación son un objeto de debate ético, y
esto invariablemente incluye una postura personal sobre los animales no humanos y sus derechos. La
alteración sustancial de la vegetación, la degradación de los suelos, la modificación del paisaje y la
explotación de los bosques a lo largo de milenios han sido extensas y profundas.
Muchos cambios ambientales de importancia significativa se gestaron en las sociedades
preindustriales. Sin embargo, durante los dos últimos siglos, la vertiginosa expansión de la
industrialización, de la tecnología y de las poblaciones se ha convertido en una amenaza para la
biodiversidad del planeta y de la biosfera. La posibilidad de los cambios climáticos, la contaminación
de los mares, la desertificación, la destrucción de biodiversidad y la erosión del suelo han sido
ampliamente reconocidos, así como también la apremiante exigencia de enfrentarlos por medio de la
conservación, del control demográfico, la reducción de la contaminación y el sabio uso de recursos
naturales.
La solución efectiva sobre el progresivo deterioro del ambiente natural requiere de una perspectiva
global en lo que es un vasto contexto de retos actuales para la humanidad. El abanico de cuestiones
demográficas, tecnológicas, económicas, sociales, políticas, militares, institucionales, informativas e
ideológicas enmarca la degradación del mundo natural. El problema se agudiza porque los procesos
bióticos, químicos y físicos que hacen del mundo un lugar adecuado para la vida no son bien
conocidos y el público suele ignorarlos. Eventos complejos de magnitud así no pueden analizarse del
todo o ubicarse dentro de las pautas familiares de comportamiento.
Actualmente existen numerosos grupos ecologistas que adoptan una postura que responde al nombre
de “ecología profunda”. Los principios que se proponen pueden ser resumidos en ocho grandes
puntos:
1. La vida de los seres no humanos es un valor en sí.
2. La riqueza y la diversidad de estas formas de vida son también valores en sí.
3. Los seres humanos no pueden intervenir de manera destructiva en la vida.
4. La intervención humana actual es eminentemente excesiva.
5. Por consiguiente, las reglas de juego deben ser radicalmente modificadas.
6. Esta modificación radical debe hacerse tanto a nivel de las estructuras económicas como de las
estructuras ideológicas y culturales.
7. A nivel ideológico, el cambio principal consiste en apreciar más la calidad de la vida que el
goce de los bienes materiales.
8. Las personas que acepten estos principios tienen la obligación de contribuir, directa o
indirectamente a la realización de los cambios fundamentales que aquellos implican.

¿La naturaleza en cuanto hábitat del hombre debe ser materia moral al igual que lo son las propiedades
privadas o la salud? ¿Los paradigmas éticos tradicionales están capacitados para responder a los
problemas derivados de la crisis ecológica? ¿Existen obligaciones y deberes a los que los hombres
deban adecuar sus conductas cuando se relacionan con espacios naturales, animales o plantas? Estas
son algunas preguntas que intenta responder la ética ambiental
Se reflexiona sobre cuáles deben ser las leyes que se impongan y si la naturaleza genera deberes.
Sobre si el origen de la obligación debe estar en la naturaleza como propugnan pensadores ecologistas,
en el propio hombre como afirmaría Kant o en Dios como propone la Iglesia, si los animales, plantas y
espacios naturales deben ser sujetos de derecho y en última instancia si el propio campo de reflexión
moral debe ser ampliado o nos encontramos ante un cambio de modelo de reflexión.

LA BIOÉTICA Y SU PROBLEMÁTICA

Una parte importante de la ética aplicada o práctica, que ha cobrado auge en los últimos tiempos es
conocida como bioética, término propuesto por el oncólogo estadounidense V.R. Potter en 1971. La
bioética examina todos aquellos problemas morales relacionados con el valor de la conservación de la
vida humana, animal y vegetal (conservación del medio ambiente).
La bioética es considerada como el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las
ciencias biológicas y la atención de la salud, en la medida en que esta conducta se examine a la luz de
valores y principios éticos). La importancia de esta nueva disciplina tiene que ver con sus nobles
propósitos: salvar a los seres vivos del peligro de muerte por la destrucción de su ambiente.
No obstante, la bioética parte del valor fundamental de la conservación de la vida, del derecho a vivir,
se reconoce que hay ocasiones en que se cuestiona que la vida misma sea un valor absoluto, cuando,
por ejemplo, esta implica un verdadero sufrimiento, esto nos remite al controvertido problema de la
eutanasia, por ejemplo.
La bioética se refiere a todas las cuestiones que tienen que ver con la vida, entendida ésta
fundamentalmente como ámbito de estudio de ciertas ciencias: las llamadas ciencias de la vida y de la
salud: la biología: investigación biológica, biología molecular, medio ambiente, ecología etc. La
bioética cubre muchos ámbitos siempre más vastos y que involucran nuevas disciplinas y nuevos
espacios culturales.
Es sabido que el avance en el conocimiento científico y tecnológico en el campo de la biología
molecular, de la medicina y las disciplinas afines, nos ha llevado a modificar los límites conocidos o
definidos sobre la vida y la muerte y sobre la posibilidad de intervención humana en el cuerpo.
Parece importante distinguir entre las biotecnologías genéricas o básicas (cultivo de tejidos, ingeniería
genética, mapeo genético, etc.) y biotecnologías específicas. Las primeras son técnicas con un amplio
espectro de aplicaciones, mientras la segunda es la incorporación de las anteriores en procesos o
productos específicos (por ejemplo, una variedad de algodón resistente a insectos producida por
ingeniería genética, una vacuna veterinaria por ingeniería genética).
Sin embargo, hay quienes señalan que este desarrollo involucra serios riesgos para el ambiente, las
especies y en especial para el hombre. En primer término, el desconocimiento de los posibles efectos
de un organismo genéticamente manipulado. Es verdad que el hombre con la selección de plantas y
animales ha forzado siempre de alguna forma la naturaleza, para su propio beneficio, interés. Pero lo
ha hecho con métodos tradicionales, que podían verificarse naturalmente.
El peligro que muchos señalan es que se estaría alterando el equilibrio de las estructuras genéticas
existentes las que han evolucionado a través de millones de años formando un ecosistema
infinitamente complejo e interconectado. O bien, se señala que la contaminación biológica puede ser el
mayor peligro resultante de la ingeniería genética. Nuevos organismos vivos y virus serán liberados
para reproducir, migrar y mutar. Pasarán sus nuevas características a otros organismos y nunca se
podrán recuperar o contener.

DERECHO A LA VIDA

¿Puede uno matarse a sí mismo? ¿Puede uno matar a otro? ¿Puede uno matar al enfermo incurable?
¿Puede un matar al no nato? ¿Puede uno matar en defensa propia? Desde la perspectiva de la tradición
occidental, no existe otro derecho más importante que el de la vida. Pero ¿es acaso irrenunciable un
derecho, de tal modo que no sólo nadie pueda legalmente quitárselo, sino que inclusive la persona
misma no pueda renunciar a él? Veamos algunos dilemas:
1. El suicidio. Es matarse directamente uno mismo por propia autoridad. Se entiende que nadie
debería cometer suicidio mientras la vida conserve para él alguna esperanza o alguna promesa, y
a las personas que padecen una depresión pasajera deberían impedírseles dañarse a sí mismas,
pero hay siempre algunas personas para quienes la vida se ha convertido en una carga intolerable
e irremediable. Estas personas sienten que carecen de utilidad para sí mismas y para la sociedad.
Por eso es que es mejor para ellos retirarse del escenario de la vida.
2. El asesinato. Es matar conscientemente a una persona inocente. La persona inocente es aquella
que no ha perdido su derecho a la vida. El asesinato es un matar injusto, efectuado sin autoridad
legítima.
3. La eutanasia. Matar por compasión consiste en darle una muerte sin dolor al que sufre de un mal
incurable. Sus defensores aducen que la persona se morirá de todos modos; que el propósito no es
el de invadir el derecho de la persona a su vida, sino simplemente el de substituir una muerte
dolorosa por una muerte indolora.
4. El aborto. Es la expulsión de un feto de su matriz antes de que sea viable, antes de que pueda
vivir fuera de la madre. Existe dos tipos: el aborto espontáneo, el cual no es culpa de nadie. Y, el
aborto inducido, que es provocado voluntariamente.

ÉTICA Y POLÍTICA

PROBIDAD CÍVICA Y POLÍTICA

La política siempre ha planteado cuestiones críticas sobre el alcance y autoridad de las nociones
comunes de la autoridad. Pero cuando la moral se hace presente en las acciones políticas empieza a
debilitarse el sentido de la persona como tal. Un ciudadano debe tener en cuenta su proclividad a
identificarse con alguna ideología o pensamiento. Pero es menester señalar también su proclividad a la
corrupción como consecuencia de algún cumplido político.
Muchas autoridades políticas han tenido o tienen problemas referidos a enriquecimiento ilícito,
violaciones de los derechos humanos, tráfico de influencias, defensa de asesinos, mordaza por la
verdad, indolencia ante el hambre del pueblo fraude electoral, etc. El interés por estos problemas toma
mayor relevancia cuando el responsable es un profesional.
Un individuo al ser profesional debe mostrar su condición como tal. Pero en el Perú, como en muchos
otros lugares, en mayor o menor grado o frecuencia, se advierte que el profesional es más proclive a
ser parte de lo opuesto a la moral. Aristóteles decía que el hombre por naturaleza es un animal político.
Como ciudadano político estamos lejos de ser más conscientes con nuestra realidad. Predominan las
actitudes indeseables.
Desde el punto de vista de la política institucionalizada, nuestras autoridades del Poder ejecutivo,
legislativo, judicial y electoral, profesionales de diversas ramas, con el mayor descaro o impunidad
violan los principios éticos e influyen negativamente en toda la población. Ocupar un cargo político
muchas veces conlleva a deshacerse de sus deberes legales o morales.

DIGNIDAD DE LA PERSONA

La dignidad consiste en reconocer que el hombre tiene fines propios suyos de cumplir por sí mismo.
Esta idea, de alguna manera, evoca a la teoría de Kant sin que esté necesariamente ligada a la doctrina
del filósofo. No obstante, lo que Kant expresó era ya aceptado varios siglos antes, desde el Antiguo
Testamento, adquiriendo mayor relevancia al ser el mensaje central del Evangelio. Efectivamente, la
idea de la dignidad, sin que sólo se presente en ella, es característica del cristianismo. Pero en la
antigua China y Roma (Epitecto, Séneca, Cicerón y Marco Aurelio) ya encontramos la idea de la
dignidad de la persona como una idea universal, es decir, de la igualdad esencial de todos los hombres.
No obstante, fue la escuela estoica, desarrollando el pensamiento aristotélico, la que llegó a la
conclusión de que todo hombre, por su naturaleza, es miembro de la comunidad universal del género
humano, gobernado por la razón y, además miembro de una comunidad política que es donde nace.
Esta idea es la que retoma el cristianismo.
Su proyección en el derecho
Cualquier tipo de régimen, sea social, jurídico o político deberá tener en cuenta la dignidad de la
persona pues es la única manera en la que será respetable y respetado. Por eso, la filosofía racionalista,
apoyándose en las concepciones humanistas cristianas y renacentistas postuló la dignidad de la
persona como límite al poder del Estado; con ello puso una demarcación a las doctrinas de Maquiavelo
y Montesquieu. Por su parte el humanismo laico representado fundamentalmente por Hugo Grocio,
coloca en el centro de sus sistemas el concepto de la dignidad humana, fundado sobre la idea de
libertad e igualdad de los derechos del hombre.
Bajo esta perspectiva se ha elaborado una serie de principios, de los cuales algunos tienen más
relevancia que otros. Estos principios son cuatro y se agrupan en dos clases:
Principios del respeto recíproco:
a. El querer de una persona, sus fines y sus medios que no deben quedar a merced del arbitrio
subjetivo o caprichoso de otra persona.
b. Toda exigencia jurídica de tratar al obligado como un prójimo, esto es, como a una persona
con dignidad.
Principios de la participación:
a. Nadie debe jamás ser excluido de una comunidad o de una relación jurídica por la decisión
arbitraria o mero capricho subjetivo de otra persona.
b. Todo poder jurídico de disposición concedido a una persona deberá hacerlo solo de tal modo
que el excluido subsista como un ser con fin propio, es decir, como una persona con dignidad.
La idea de la justicia, en función de la dignidad de la persona individual y de la paridad o igualdad
jurídica implica la idea de “reciprocidad”, entendiendo por esto que un sujeto al obrar respecto de
otros debe hacerlo sólo sobre la base que reconozca como legítima, en las mismas circunstancias, una
conducta igual de los otros respecto de él.
Dos corolarios de la dignidad humana son: el derecho a la vida y la libertad individual.
La vida del hombre (como hecho biológico) no sería diferente a la de las plantas o a la de los animales
de no ser por la concepción de la dignidad personal, es decir, de su concepción como un sujeto con
una misión moral. Por ello vemos que la extensión y alcance del derecho a la vida comprende un
sinnúmero de aspectos entre los que destacan:
a) El derecho de todo ser humano a que los demás individuos no atenten injustamente contra su
vida, integridad corporal o salud,
b) El derecho de todo ser humano a que el Estado proteja su vida y su integridad corporal contra
cualquier ataque de otra persona,
c) El derecho de todo ser humano a que el Estado respete su vida y su integridad corporal,
d) El derecho de todo ser humano a que la solidaridad social provea de los necesarios auxilios
para su subsistencia, entre otros.
Si el hombre es un ser con fines propios y estos fines sólo pueden ser realizados por decisión personal,
necesita estar exento de la coacción de otros individuos y de la coacción de los poderes públicos que
interfieran con la realización de estos fines.
La idea de la libertad de la persona está implícita en la de la dignidad. La libertad, desde el punto de
vista jurídico, consiste en “hallarse libre de coacciones o injerencias indebidas, públicas o privadas”
abarcando una amplia gama de posibilidades como lo son:
a) El ser dueño del propio destino (no ser esclavo),
b) Disfrutar de seguridad,
c) Libertad de conciencia,
d) La libertad para contraer, o no, matrimonio,
e) Libertad para elegir ocupación,
f) Libertad para circular,
g) Inviolabilidad de la vida privada,
h) Libertad de elección de domicilio,
i) Libertad de reunión o asociación,
j) Libertad de no ser obligado a participar en una reunión ni pertenecer a una asociación.

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