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J. Alfonso Ramos G.

San Mauro
Discípulo de San Benito

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Aunque San Mauro no es muy conocido en la
devoció n popular como otros santos, no obstante es
muy conocido en la tradició n moná stica benedictina
y considerado modelo acabado de obediencia.
Preferimos llamarlo “San Mauro de Subiaco” en
contraposició n con las leyendas, no sustentables,
que le conocen como San Mauro de Glanfeuil el cual
al parecer si existió pero no tiene relació n con el
pupilo de San Benito. Por la tradició n francesa
también se le ha llamado San Mauro de Loire o de
Anjou.

El joven discípulo de San Benito

Luego que San Benito saliera de la soledad de


la cueva donde habitó por tres añ os y del intento de
envenenamiento por parte de los monjes de
Vicovaro, agrupó en torno suyo a un nú mero cada
vez má s elevado de hombres que, en busca de la
perfecció n y la unió n con Dios. le siguieron en los
ideales moná sticos. En Subiaco se fundan doce
monasterios bajo la direcció n del santo.

Mauro nace en Roma hacia el añ o 511, de


familia noble, hijo del senador Equicio aunque
también lo han reclamado como hijo los nobles
Fondi, Gallipoli, Lavello entre otros. Siendo aú n muy
joven fue presentado por su padre a San Benito a fin
de que él se encargara de la educació n del
adolescente. Fue presentado junto con él el futuro
San Plá cido, hijo del Patricio Tertulo. San Gregorio
dice que El joven Mauro, dotado de buenas
costumbres, empezó a ayudar al maestro. Plácido en
cambio, era todavía un niño (San Gregorio Libro II
de los Diá logos cap. III). Mauro se convirtió luego, a

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pesar de su corta edad, en un monje cercano a San
Benito y aparece en varios episodios milagrosos de
la vida del Santo Patriarca segú n la narració n
gregoriana.

Ambos jó venes representan la tradició n


moná stica de los “oblatos” es decir personas que se
ofrecen o son ofrecidas a Dios en un monasterio,
practica muy comú n en la edad media. En aquellos
días la firmeza de la palabra dada y el ofrecimiento
implicaba una donació n total, aunque la hicieran sus
padres. Independiente de este tipo tan radical de
“oblaciones” se encontraron después las escuelas
monacales, cunas de santos seculares en el
medioevo.

En los milagros de San Benito

Mauro aparece en varios episodios de los


milagros de San Benito narrados en los Diá logos de
San Gregorio. Trataremos de hacer aquí una breve
condensació n de tales milagros.

En cierta ocasió n un monje era incitado por


el demonio a abandonar el oratorio de uno de los
monasterios de Subiaco durante la oració n
comunitaria. Fue el hombre de Dios al monasterio, y
cuando a la hora señalada, concluida ya la salmodia,
los monjes se ocuparon en la oración, vio cómo un
chiquillo negro arrastraba hacia fuera por el borde
del vestido a aquel monje que no podía estar en
oración. Entonces dijo secretamente a Pompeyano, el
abad del monasterio, y al monje Mauro: "¿No veis
quién es el que arrastra fuera a este monje?". "No", le
respondieron. "Oremos, pues, para que también

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vosotros podáis ver a quién sigue este monje".
Después de haber orado dos días, Mauro lo vio, pero
Pompeyano, el abad del monasterio, no pudo verlo. Al
tercer día, concluida la oración, al salir del oratorio
el hombre de Dios encontró a aquel monje fuera. Y
para curar la ceguera de su corazón le golpeó con su
bastón, y desde aquel día no volvió a sufrir más
engaño alguno de aquel chiquillo negro y perseveró
constante en la oración. Así, el antiguo enemigo,
como si él mismo hubiera recibido el golpe, no se
atrevió en adelante a esclavizar la imaginación de
aquel monje. (San Gregorio, Libro II de los Diá logos,
Cap. IV).

Cierto día Plá cido fue enviado a recoger agua


al lago cercano del monasterio, al tratar de llenar el
cá ntaro cayó al agua y la corriente lo arrasó . En ese
preciso momento Mauro se encontraba el
monasterio cuando san Benito le ordena ir al rio a
sacar al niñ o que se ahogaba: Hermano Mauro,
corre, porque aquel niño ha caído en el lago y la
corriente lo va arrastrando ya lejos. El joven Mauro
después de recibir la bendició n de San Benito corrió
a toda prisa y sin darse cuenta camino sobre las
aguas tomando a Plá cido de la cabellera y llevá ndolo
a tierra firme. Mauro al darse cuenta del milagro
atribuyó el portento a San Benito pero este lo refirió
má s que nada a su obediencia rá pida. Placido acabo
la discusió n diciendo: Yo, cuando era sacado del
agua, veía sobre mi cabeza la melota1 del abad y
estaba creído que era él quien me sacaba del agua.
(San Gregorio, Libro II de los Diá logos, cap. VII).

1
La melota es una especie de cogulla o habito monástico, tosco,
hecho a base de pieles.

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Por ú ltimo encontramos una dolorosa
experiencia de San Benito en Subiaco. El pá rroco
local, Florencio, concibió tal odio contra el santo
monje que no solo trató de envenenarlo sino que
ademá s quiso corromper a sus monjes. El hombre
de Dios ante tal situació n y buscando siempre la paz
decide dejar Subiaco y dirigirse a Montecasino,
lugar que le habían ofrecido para fundar un
monasterio. Estando dicho sacerdote en la azotea de
su casa, alegrándose con la nueva de la partida de
Benito, de pronto; permaneciendo inmóvil toda la
casa, se derrumbó la terraza donde estaba, y
aplastando al enemigo de Benito, lo mató. El
discípulo del hombre de Dios, Mauro, creyó oportuno
hacérselo saber al venerable abad Benito, que aún no
se había alejado ni diez millas del lugar, diciéndole:
"Regresa, porque el sacerdote que te perseguía ha
muerto". Al oír esto el hombre de Dios, prorrumpió en
grandes sollozos, no sólo porque su adversario había
muerto, sino porque el discípulo se había alegrado de
su desastroso fin. Y por eso impuso una penitencia al
discípulo, porque al anunciarle lo sucedido se había
atrevido a alegrarse de la muerte de su rival. (San
Gregorio, Libro II de los Diá logos, cap. VIII). San
Mauro, segú n la tradició n, quedó como responsable
de la comunidad moná stica de Subiaco.

Esto es lo que conocemos con certeza del


primer discípulo de San Benito, las demá s
narraciones, que a continuació n abordaremos, está n
sumidas en leyendas. Los monjes honran a San
Mauro el 15 de enero y en la actualidad han unido
en ese mismo día la festividad de San Plá cido, luego
de la desambiguació n histó rica de este ú ltimo al que
por añ os se confundió con uno de los miembros de

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un grupo de má rtires celebrados en octubre. La
fiesta del 15 de enero tiene su origen en las
leyendas francesas pero en la actualidad solo se ha
conservado la fecha, sin las añ adiduras legendarias
difícil de comprobar.

Leyendas de San Mauro

El libro Vida y milagros de San Mauro, escrito


en Francia por el abad Odó n de Glanfeuil, bajo el
seudó nimo de Fausto de Montecasino, menciona
que San Mauro fue enviado en el 543 por San Benito
a Galia a fin de establecer allí la vida moná stica y
trasmitir la Santa Regla. Gracias a la ayuda del rey
Teodoberto fundó el monasterio de Glanfeuil,
conocido como abadía de Saint-Maur-sur-Loire. Las
leyendas recogidas en esta narració n está n llenas de
milagros entre las que se destaca la resurrecció n de
un joven muerto que luego conto a los monjes que
gracias al Abad Mauro pudo librarse de las penas
del infierno. Se le menciona prodigo en curaciones
extraordinarias en favor de los pobres y en pugna
con el conde Gaidulfo enemigo de las fundaciones de
los monjes franceses. La tradició n francesa sostiene
que San Mauro gobernó como abad durante cerca
de 40 añ os y En el 582 se retiró como ermitañ o y
murió dos añ os después el 15 de enero del 584,
teniendo má s de setenta añ os de edad.

Patronazgo e iconografía de San Mauro

San Mauro es considerado celestial patrono


de los caldereros y de los herreros. Para las
enfermedades se le encomiendan los que padecen

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pará lisis debido a la tradició n que le menciona
sirviendo y curando a los menesterosos y lisiados.

La iconografía del santo ya sea moná stica o


devocional le representa en sus diversas facetas de
su vida. Populares son las representaciones donde
aparece junto con San Plá cido al ser recibidos por
San Benito. Igualmente en el episodio donde camina
sobre el agua y salva a Plá cido de morir ahogado.

Las esculturas le representan generalmente


como un joven abad, con cogulla moná stica,
preferentemente negra, bá culo y mitra abacial o
portando en su mano la cruz, con la cual bendice a
los enfermos, también aparece con há bito
moná stico socorriendo a pobres y enfermos.

La congregación de San Mauro

Entre las ramas benedictinas se destaca la


congregació n de San Mauro en la que se agremiaron
varios monasterios franceses conocidos como
mauristas en honor de San Mauro discípulo de San
Benito. Tal congregació n moná stica estuvo vigente
desde 1618 hasta 1790 cuando desapareció a causa
de la Revolució n Francesa. Se destacó por el nivel de
educació n sobresaliente entre sus miembros y la
producció n cultural en diversas ramas teoló gicas y
humanísticas. En 1817 algunos mauristas
intentaron restaurar la congregació n, pero el
proyecto fracasó . En 1837 bajo el Papa Gregorio XVI,
quien había sido monje benedictino camaldulense,
comienza nuevamente el auge moná stico al
fundarse la congregació n benedictina de Francia, la
cual fue declarada sucesora de las antiguas

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congregaciones de San Mauro, de Cluny y de San
Vitó n y San Hidulfo.

Reliquias de San Mauro en Extremadura.

Tras la revolució n francesa las reliquias que


se decían de San Mauro desaparecieron, pocas se
conservan en exiguos relicarios. Pero actualmente
las ú nicas reliquias que se presumen ser del
discípulo de San Benito y son tenidas por tales se
encuentran en el pequeñ o pueblo del Almendral en
Extremadura, Españ a. Su llegada a la població n se
pierde en el tiempo pero al parecer arribaron hacía
finales del siglo VIII provenientes de Francia. La
tradició n extremeñ a sostiene que el carruaje donde
se transportaban las reliquias de San Mauro,
conducidas por unos monjes que huían de Francia
se detuvo en la població n y allí se quedaron.
Actualmente son honradas anualmente el 15 de
enero y se conservan en la Iglesia de Santa María
Magdalena en la capilla a él dedicada.

Se dice que ya en 1130 la fiesta en honor al


Santo benedictino se celebraba en Almendral y el
Sínodo diocesano de 1501 manda como fiesta de
guardar el 15 de enero. En 1658 se hacen
indagaciones en torno a las reliquias pero no hay
documentos, alegá ndose fueron perdidos por un
incendio. En 1643 el obispo benedictino Dom José
de la Zerda, de la dió cesis Badajoz a la que
pertenece Almendral, traslada las reliquias a la

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catedral, entregando parte de las mismas a
Almendral, Montecasino y Marsella. En 1668 se
ordena restituir el cuerpo a la villa de Almendral
donde aú n reposa. En Badajoz aun es fiesta el 15 de
enero en honor a San Mauro. Las reliquias no han
sido examinadas bajo el rigor científico que permita
dar luces sobre la tradició n en torno a su llegada a
Almendral y la posibilidad de su validez.

Bendición de San Mauro

En el rituale monasticum así como en el


apéndice del Rituale Romanum aparece una curiosa
bendició n que se otorga a los enfermos graves con
la reliquia del lignum crucis (de la santa cruz)
invocando la intercesió n de San Mauro, cuyo
nombre lleva tal bendició n; también es conocida
como Signo de San Mauro y es apreciada por los
monjes benedictinos que aú n continú an utilizando
tal sacramental.

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La bendició n de San Mauro tiene la eficacia
por medio del poder del signo de la Santa Cruz, la
veneració n de la reliquia de la Verdadera Cruz del
Redentor, la intercesió n de la Inmaculada Virgen
María, de San Benito y de San Mauro, todo esto
unido a la plegaria de la Iglesia.

Son innumerables los hechos que atestiguan


como por la bendició n de San Mauro, al ser recibida
con fe viva, sincera contrició n y una firme confianza
en Dios, las personas se recuperan de sus males
corporales, las enfermedades son curadas y ocurren
prodigios que pueden considerarse milagrosos.

Desde que San Mauro sanó a muchas personas


desde sus dolencias corporales con el signo de la Cruz y
la bendició n con la reliquia de la verdadera Cruz de
Cristo, en muchos monasterios de la Orden de San Benito
desde tiempos inmemoriales, siguiendo el ejemplo de
este gran santo hacedor de milagros, existe la piadosa
costumbre de bendecir a los enfermos con la reliquia de
la verdadera Cruz para restaurar su salud. Pero hasta
añ os recientes, no había una fó rmula uniforme y
aprobada de bendició n de la Iglesia. Existían varias
fó rmulas antiguas y nuevas, que eran esencialmente las
mismas, pero que diferían entre sí en muchos detalles.
Algunas fó rmulas eran extremadamente largas. Ante esto
Dom Maurus Wolter OSB, Abad presidente de la
Congregació n Beuronesa, solicitó a Roma una fó rmula
aprobada y auténtica, es la que actualmente se utiliza.

Esta fó rmula fue aprobada por la Sagrada


Congregació n de Ritos y puede ser utilizada por todos los
sacerdotes y diáconos, tanto clérigos seculares como
regulares, para impartir la bendició n de San Mauro,
siempre que se use esta la fó rmula aprobada por la
Sagrada Congregació n.

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Antes de impartir la bendició n, se expone la
estauroteca con la reliquia de la verdadera Cruz de
nuestro Señ or (si se cuenta con ella) o la cruz con la
medalla de San Benito, y al menos dos velas encendidas
en una mesa o al lado derecho del altar (no debe tapar el
segrario). Se hace un acto de construcció n y se anima al
enfermo a confiar firmemente en Dios, a ofrecer sus
padecimientos y a pedir la gracia de la salud si es para
gloria de Dios por medio de los méritos y la intercesió n
de San Benito y San Mauro.

Todos rezan Tres Nuestros Padres, Ave Marías y


Gloria en honor de la Santísima Trinidad. Luego, un
sacerdote o diácono, que se ha puesto una estola roja,
con su mano derecha levanta la reliquia (o la cruz con la
medalla de San Benito) delante de la persona enferma, y
dice las siguientes oraciones:

V. Bendició n y gloria, y sabiduría, y acció n de


gracias, honor y poder y fortaleza sean a nuestro Dios
por los siglos de los siglos.

R. Amén.

V. Mi pie se ha detenido en el camino directo.

R. En la iglesia te bendeciré, oh Señ or.

Invocació n

Por la invocació n del Santísimo Nombre del


Señ or, con esa fe, con la que San Mauro, empleando las
siguientes palabras, curó a los enfermos, y en la que yo,
aunque un pecador indigno, pronuncié las mismas
palabras, restauraré tu salud. Como lo pides:

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En nombre de la Santísima e indivisa Trinidad y
apoyado por los méritos de Nuestro Santísimo Padre
Benito, te ordeno, N., que te levantes, te pares y te cures,
en el nombre del Padre y del Hijo. + y del Espíritu Santo .
R. Amén.

Antífona. "Porque Él ha soportado nuestras


enfermedades y ha llevado nuestras penas: por sus llagas
hemos sido sanados".

V. El que perdona las iniquidades de sus


criaturas.

R. Que él sane tus enfermedades.

V. Oh Señ or, escucha mi oració n.

R. Y llegué a ti mi clamor.

V. El Señ or sea ustedes.

R. Y con tu espíritu.

Oremos:

Oh Dios, el Creador, de todas las cosas, que


ordenaste que tu ú nico Hijo se hiciera carne en el seno
de la Virgen María por el poder del Espíritu Santo para la
restauració n de tu pueblo y te dignaras sanar las heridas
y las enfermedades de nuestras almas, logrando la
redenció n sobre el madero sagrado y glorioso de la Cruz
vivificante: te pedimos que también concedas, por medio
de este poderoso signo, la restauració n de la salud de tu
siervo N. Por el mismo Cristo nuestro Señ or. R. Amén.

Oremos.

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Señ or Jesucristo, que confiaste al maestro, San
Benito, el privilegio de obtener de ti todo lo que él pueda
pedir en tu nombre: por su intercesió n, puedes sanar
todas las enfermedades de este tu siervo: para que,
siendo restaurado a salud, él (ella) puede dar gracias a
Tu santo nombre.

Que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los


siglos de los siglos .

R. Amén.

BENDICION:

Por medio de la invocació n de la Inmaculada


Madre de Dios y siempre de la Virgen María, y la
intercesió n de los Santos Benito y Mauro, que el Poder +
de Dios Padre, la Sabiduría + de Dios Hijo y la Fuerza +
del Espíritu Santo te liberen de tus enfermedades. Amén.

Que se haga la santa voluntad de Dios, y que se te


haga a ti como lo desees y ores, para alabanza y honor a
la Santísima Cruz de nuestro Señ or Jesucristo.

El sacerdote luego bendice a la persona enferma


con la reliquia de la Cruz o la cruz-medalla de San Benito
diciendo:

Que la bendició n del Dios Todopoderoso, del


Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo descienda sobre ti
y permanezca contigo para siempre. R. Amén.

La persona enferma besa la reliquia o la medalla


de San Benito.

Esta bendició n, si es necesario, puede repetirse


tres veces; también se pueden celebrar tres misas

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votivas, a saber, en honor de la Pasió n, de San Mauro
Abad y por las Almas del purgatorio; de lo contrario, los
quince misterios del Rosario con las intenciones
mencionadas por la persona o por otros en nombre de la
persona.

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