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Revista Latinoamericana
39 | 2014
Brasil en la integración de América Latina
Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/polis/10610
ISSN: 0718-6568
Editor
Centro de Investigación Sociedad y Politicas Públicas (CISPO)
Referencia electrónica
Edison Orellana Ramos, « Fernando Atria Lemaitre, La Constitución Tramposa, LOM Ediciones,
Santiago, Chile, 2013, 161 p. », Polis [En línea], 39 | 2014, Publicado el 26 enero 2015, consultado el 01
mayo 2019. URL : http://journals.openedition.org/polis/10610
© Polis
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sería crear “instituciones en virtud de las cuales sea posible atribuirle otras decisiones al
pueblo” (p.38).
8 Ahora bien ¿por qué la Constitución chilena sería una Constitución tramposa? El
argumento de Atria, que tiene como punto de partida una cita de Jaime Guzmán que a
estas alturas es tristemente célebre, es que la Constitución vigente sostiene un diseño
institucional cuya finalidad es “neutralizar la agencia política del pueblo”. En otros
términos, el propósito deliberado de las principales instituciones políticas del país sería
volver irrelevante la voluntad de la ciudadanía, perpetuando así “el modelo” legado por la
dictadura.
9 La forma en que esto ocurriría sería a través de tres cerrojos y un meta cerrojo: el sistema
electoral binominal, los quórum de las leyes orgánicas constitucionales, la competencia
preventiva del Tribunal Constitucional, y finalmente los quórum de reforma
constitucional. Por ejemplo, si una coalición de gobierno contara con mayoría absoluta en
ambas cámaras (50 por ciento más 1) pese a las dificultades que le impone el sistema
electoral binominal que tiende a “empatar” en número de escaños a las dos coaliciones
principales, no podría aprobar ningún proyecto de ley que fuera materia de ley orgánica
constitucional (v.gr educación, Administración del Estado, concesiones mineras, partidos
políticos) sin el apoyo de la otra coalición, ya que el quórum de aprobación de una ley
orgánica constitucional es de 4/7 de los senadores y diputados en ejercicio. E incluso, en
el improbable caso que lograra aprobarse, la competencia preventiva del Tribunal
Constitucional podría dejar sin efecto el proyecto de ley antes de que este se convierta en
ley. Y para modificar este estado de cosas, es necesaria una reforma constitucional, cuyo
quórum en este caso es de 3/5 de los diputados y senadores en ejercicio. Así las cosas, el
efecto conjunto de estos cuatro mecanismos es que, respecto de materias de ley orgánica
constitucional, la coalición defensora del diseño institucional concebido durante el
régimen autoritario de Pinochet, tiene poder de veto, puesto que sin su consentimiento
no pueden modificarse las leyes que reglan esas materias.
10 Cabe señalar que el profesor Atria no considera parte de las “trampas” de la Constitución
vigente el sesgo neoliberal de la forma en que están regulados algunos derechos en la
Carta Fundamental, sesgo que se produciría en parte por el texto constitucional, y en
parte por la interpretación predominante que se ha hecho de ese texto. Sin embargo, para
el profesor Atria, este tipo de regulación en la Constitución es objetable no por ser
neoliberal, sino por ser un “abuso de la forma constitucional”. En otras palabras, materias
tales como las ideas específicas sobre economía que deben gobernar en la sociedad
chilena no deberían estar reguladas en la Constitución, sino en la ley. A diferencia de
otros críticos de la Constitución de 1980, el profesor Atria no es un maximalista que
pretenda una regulación detallada de derechos económicos y sociales en la Constitución.
11 El argumento de Atria sobre el carácter “tramposo” de la Constitución es impecable pero
admite un matiz relevante que modifica su alcance y arroja luz respecto de la
responsabilidad política de los gobiernos de la Concertación. Ello, porque existen materias
relevantes como salud, pensiones, régimen laboral y sistema tributario que no son
materia de ley orgánica constitucional, por lo que bastaría tener mayoría en ambas
cámaras para implementar dichas reformas, siempre que (y en esto Atria sigue teniendo
razón) a solicitud de un grupo de parlamentarios el Tribunal Constitucional no declare
inconstitucional el proyecto de ley en cuestión en uso de sus facultades preventivas. En
consecuencia, la existencia de las trampas de la Constitución no justifican la ausencia de
reformas sustantivas en materias que no son de ley orgánica constitucional cuando han
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existido mayorías en ambas cámaras del Congreso (con las dificultades que ello implica),
con la sola excepción de la competencia preventiva del Tribunal Constitucional.
12 En cuanto a la forma de superar las trampas de la Constitución, el autor cree que una
asamblea constituyente sería el mecanismo más preferible (aunque no el único posible),
dado que existiría una estrecha conexión entre la sustancia (crear una nueva Constitución
de acuerdo al criterio identificatorio indicado más arriba) y la forma (el mecanismo para
crear una nueva Constitución). Dicha conexión se manifiesta en que una nueva
Constitución será efectivamente tal si no está vinculada por reglas anteriores, si parte de
una “hoja en blanco”. Y una asamblea será “constituyente” sólo si produce como
resultado una nueva Constitución de acuerdo a esa caracterización.
13 La propuesta de Atria para implementar una asamblea constituyente consiste en que el
Presidente de la República dicte un decreto supremo dentro de su potestad reglamentaria
autónoma, llamando a un plebiscito donde se consulte a la ciudadanía si desea la creación
de una nueva Constitución a través de una asamblea constituyente. De acuerdo a la
interpretación del autor, la constitucionalidad de dicho decreto sólo puede ser revisada
por el Tribunal Constitucional, a requerimiento de alguna de las Cámaras del Congreso.
Por lo tanto, si el Presidente de la República tuviese mayoría en ambas cámaras, el
Tribunal Constitucional no tendría competencia para determinar la inconstitucionalidad
del decreto en cuestión.
14 Incluso si uno concediera esta forma de interpretar la Constitución, cuestión que se
abordará con posterioridad, cabe señalar que esta propuesta tiene el defecto práctico de
que en último término depende de la interpretación que el Tribunal Constitucional haga
de sus propias competencias para revisar la constitucionalidad de un decreto supremo
dictado por el Presidente de la República en materias de potestad reglamentaria
autónoma. Porque, incluso si el Presidente tuviese mayoría en ambas cámaras, una
minoría parlamentaria que se oponga al plebiscito podría requerir al Tribunal
Constitucional y, como en último término es este Tribunal quien interpretará si tiene o no
competencia para resolver, y dado su historial conservador, muy probablemente se
declararía competente y acogería la solicitud de declaración de inconstitucionalidad del
decreto en cuestión.
15 Por último, Atria plantea un método de interpretación constitucional que entre otras
cosas le permite llegar a la conclusión antes señalada respecto de la posibilidad de
convocar a un plebiscito respecto del llamado a una asamblea constituyente mediante un
decreto supremo. En lugar de identificar automáticamente el espíritu o finalidad de las
normas constitucionales con el ideario político de los miembros de la Comisión de
profesores de derecho constitucional afines a la dictadura cívico-militar que redactaron el
texto de la Constitución, el autor plantea que sí es posible determinar una finalidad
distinta de una norma Constitucional, en especial si ésta se relaciona con “formalidades,
definiciones competenciales y procedimientos”. Entonces, en la medida que el derecho
constitucional es propiamente derecho y no meras ideas políticas plasmadas en un texto
constitucional, es posible apartarse de los fines perseguidos por los miembros de la
Comisión Ortúzar y la Junta Militar.
16 Este método de interpretación de la parte orgánica de la Constitución tiene la ventaja de
adaptarse a los cambios que va experimentando la sociedad con el paso del tiempo en
lugar de apegarse perpetuamente a la voluntad de los autores del texto constitucional. Sin
embargo, precisamente porque Atria concibe al derecho constitucional como derecho, la
interpretación de las normas de la Constitución queda limitada por la posibilidad de
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poder reconstruir la racionalidad de la regla que se está interpretando. Desde luego, uno
podría pensar por qué no interpretar también la parte dogmática de la Constitución
(derechos fundamentales) con este método, lo cual desde luego resulta especialmente
justificado considerando que los propósitos perseguidos por quienes elaboraron la
Constitución vigente eran explícitamente antidemocráticos en el sentido de buscar
neutralizar la voluntad de la ciudadanía. Sin embargo, es necesario tener presente que en
el caso de la Constitución chilena, los derechos fundamentales se encuentran en muchos
casos hiperregulados, es decir, regulados con gran detalle (lo cual es un caso emblemático
de lo que Atria llama “abuso de la forma constitucional”), lo cual evidentemente limita en
parte tanto las posibilidades de interpretar la Constitución apartándose del programa
político de afín a la dictadura, como asimismo las materias susceptibles de regulación a
través de la ley por el Congreso Nacional.
17 En resumen, pese a ser de breve extensión, La Constitución Tramposa es un libro agudo, sin
duda producto de una reflexión de años sobre el problema constitucional chileno, y que
pese a su carácter altamente polémico (en el sentido que el autor da a esa expresión), e
independientemente de los desacuerdos conceptuales o normativos que puedan
plantearse sobre las diferentes tesis propuestas, resulta indispensable para una adecuada
comprensión de la discusión acerca del problema constitucional en Chile.
AUTOR
EDISON ORELLANA RAMOS
Santiago, Chile. Email: edisonorellanaramos@gmail.com
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