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CUENTAS NACIONALES Introduccion A La Macroeconomia Argentina Parte I
CUENTAS NACIONALES Introduccion A La Macroeconomia Argentina Parte I
EN LA ARGENTINA:
UNA INTRODUCCIÓN
Primera Parte
Mario Damill
CEDES
Buenos Aires, agosto de 2004
Capítulo 1: Una visión panorámica del análisis macroeconómico .................................................................... 2
El enfoque de la macroeconomía.............................................................................................................. 2
Los agregados........................................................................................................................................... 3
Las fluctuaciones económicas .................................................................................................................. 4
El contexto externo................................................................................................................................. 15
Perturbaciones y fluctuaciones ............................................................................................................... 18
Perturbaciones, información y fluctuaciones...................................................................................... 22
Modelos .................................................................................................................................................. 26
Nota periodística:.................................................................................................................................... 28
Capítulo 2. Introducción al marco contable del análisis macroeconómico...................................................... 31
La información macroeconómica ........................................................................................................... 31
A la búsqueda de una medida de cuánto se produce............................................................................... 31
Flujos, “stocks”, períodos................................................................................................................... 31
Precios corrientes y constantes ........................................................................................................... 33
El problema de la múltiple cuenta ...................................................................................................... 34
El producto y los bienes finales.......................................................................................................... 35
El producto y el ingreso...................................................................................................................... 36
El producto "por origen"..................................................................................................................... 36
El producto según "destino" ............................................................................................................... 36
Las importaciones y el concepto de producto interno ........................................................................ 39
Producto bruto y neto ......................................................................................................................... 41
Algunas variantes a partir de la identidad básica.................................................................................... 42
Identidades y causalidad..................................................................................................................... 42
Miscelánea de cuentas nacionales .......................................................................................................... 43
El PIB y el nivel general de precios ....................................................................................................... 44
Nota sobre la medición del producto en la Argentina ........................................................................ 47
Las cuentas nacionales y la descripción de la evolución económica.................................................. 48
Hacia las explicaciones....................................................................................................................... 49
Capítulo 3. Sobre la representación de los comportamientos .......................................................................... 51
Capítulo 4. Un esquema sencillo de determinación del producto. ................................................................... 57
La introducción del sector público ......................................................................................................... 63
No es tan sencillo, sin embargo .......................................................................................................... 65
2
El enfoque de la macroeconomía
¿Qué es la macroeconomía?
No intentaremos aquí comenzar con una definición. Antes que recurrir a
fórmulas sintéticas, procuraremos acercarnos a este campo del conocimiento en
aproximaciones sucesivas, examinando sobre todo qué es lo que hacen o
hacemos los macroeconomistas.
Como primer paso describiremos, a grandes rasgos, lo que puede catalogarse
como el enfoque macroeconómico. Sería quizás conveniente empezar definiendo
a la “economía” en general, antes de considerar qué cualidades caracterizan a un
enfoque particular dentro de ella, pero no es esa una tarea simple y nos llevaría
inmediatamente a un terreno pantanoso. Suele pensarse en la economía como
una disciplina cuyo tema central es la escasez: la cuestión de cómo resuelven las
sociedades humanas el problema de asignar recursos escasos a fines
alternativos. Sucede, sin embargo, que la macroeconomía se ocupa, con bastante
frecuencia, de situaciones en las cuales la escasez no es precisamente lo que nos
quita el sueño: por ejemplo, frente a un cuadro de desocupación masiva, el trabajo
no es un recurso “escaso”; al contrario, la sociedad cuenta con una capacidad de
trabajo superior a la que el sistema productivo parece capaz de emplear. El
problema que hay que resolver no es, en ese caso, exactamente de escasez, sino
de empleo de un recurso que está siendo subutilizado. Es claro que, desde la
perspectiva de los desocupados, habrá “escasez de puestos de trabajo”, pero en
esa situación habrá también, posiblemente, máquinas ociosas; la abundancia de
trabajo suele venir acompañada por subutilización de los recursos productivos
físicos. Estos tampoco “escasean”, en tales circunstancias. Están las máquinas y
están los trabajadores, pero por alguna razón no se juntan: hay un problema de
coordinación. Problemas de ese tipo se hallan en el corazón de la macroeconomía
y son también el objeto de intensas controversias. Dejemos entonces en
suspenso, como anticipamos, la cuestión de definir la disciplina en general, y
tratemos de aproximarnos a ella a través de un atajo: caracterizando el enfoque
“macro”.
Cuando observamos un sistema económico (por lo general una economía
nacional, pero también puede tratarse de una región, de varias ,o de todo el globo)
desde esta perspectiva, procuramos establecer una visión de conjunto de ese
sistema. Esa es la idea básica. Observar el bosque y no los árboles, para decirlo
con un lugar común.
Aunque se trata de una simplificación tal vez excesiva, suele decirse que, en
líneas generales, el enfoque macroeconómico apunta a captar una totalidad, sin
perderse en los detalles de firmas individuales o mercados específicos, por
ejemplo. En otras palabras, intentamos trazar una imagen comprehensiva del
sistema, de sus características más importantes y de sus articulaciones internas (y
también externas, con el resto del mundo). Tratamos de entender su forma de
funcionamiento, sus “leyes”. Hacemos todo esto con la esperanza de comprender
los ejes centrales de su evolución y seguramente con el ánimo de evaluar la
3
calidad de su desempeño global. Ésta última tiene que ver, en lo esencial, con la
capacidad de la organización económica para generar inclusión social y bienestar.
Claro que a algunos observadores esto les interesará menos que la posibilidad de
anticipar algunos hechos de modo que les sea posible ganar dinero, pero aquí
trataremos de plantarnos en una perspectiva científica, si se quiere. Nos interesa
conocer. Y conocer es esencial para pensar qué cursos de acción son preferibles
para mejorar la calidad del desempeño de un sistema económico. Aquí arribamos
al terreno de las políticas y, en nuestro caso, de las políticas macroeconómicas.
Entendido en un sentido amplio, este campo es el de las políticas fiscales,
monetarias, cambiarias, financieras, de ingresos y otras, cuyos significados se irán
desplegando a lo largo del texto. Incluye también las cuestiones relativas al diseño
de las instituciones (fiscales, monetarias, etc.) que están involucradas en el
proceso macroeconómico.
Los agregados
1
Este y los restantes gráficos del producto y de tasas de crecimiento incluidos en este capítulo
deben entenderse como si fuesen series de “cantidades”. El significado de esto será aclarado en el
capítulo siguiente, cuando nos ocupemos de los conceptos básicos del sistema de cuentas
nacionales.
2
Además del problema ya mencionado de "sumar entes heterogéneos", hay otros. Uno muy
importante del que cabe ya alertar es que la composición del producto total cambia a lo largo del
tiempo, aunque al utilizar una medida agregada o única perdemos estos cambios de vista. Esto
hace que esa medida sea de utilidad relativa para comparaciones que abarcan períodos
prolongados. Por otro lado, cuando se examinan lapsos extensos es también corriente que se mire
el producto por habitante. Incluimos gráficos relativos al PIB por habitante un poco más adelante.
3
La fuente de los datos del PIB de la Argentina presentados en este capítulo es:
Elaboración propia a partir de datos de Cuentas Nacionales (Ministerio de Economía de la Nación)
y de: CEPAL, Recopilación de series históricas del producto y del ingreso, Buenos Aires, 1999.
LC\BUE\R.242.2, e INDEC para los datos a partir de 1993.
6
Gráfico 1
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1900 y 2003
(datos anuales, 2002=100)
140 140
120 120
100 100
80 80
60 60
40 40
20 20
0 0
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
Año
La línea del PIB sigue una trayectoria sinuosa como un río de llanura. Tal
como se vería en cualquier economía, el producto se expande en ocasiones y a
veces se contrae, oscilando entre picos y valles; atraviesa expansiones (o auges)
y recesiones (o contracciones). Esos meandros ilustran lo que llamamos
“fluctuaciones económicas”, aunque a veces se les denomina también “ciclos”,
palabra que parece menos neutra puesto que sugiere una cierta regularidad que
podría no estar garantizada. Buena parte de la tarea de los macroeconomistas
corresponde al análisis de estos problemas. ¿Por qué hay recesiones? ¿Es
posible evitarlas? ¿Es deseable hacerlo?
Examine cuidadosamente la línea de esa ilustración, tratando de asociarla con
lo que sabemos de la historia económica. Es apenas un dato entre muchas
cuestiones relevantes, pero es muy importante. Destaquemos algunos rasgos de
su evolución.
En el primer tercio del siglo XX se observan períodos de fuerte expansión,
cortados por dos notables declinaciones. La primera de ellas se extiende a lo largo
de los años de la guerra mundial iniciada en 1914 (aunque la caída del producto
comienza en 1912 y se extiende hasta 1917: fue la contracción más larga del
siglo). La segunda gran caída del PIB se asocia con la depresión desatada por el
crack de 1929 y dura tres años, hasta 1932.
7
Luego hay una extensa fase de crecimiento bastante estable del PIB, desde
mediados de los años treinta hasta mediados de los setenta, en la que se
observan sin embargo varios episodios recesivos, aunque de menor tamaño y
duración que las contracciones de la etapa anterior. Dentro de este período
sobresale la prolongada fase de crecimento sostenido (y relativamente rápido),
que va desde 1963 hasta 1975.
Posteriormente, desde mediados de los años setenta, sobreviene un período
notable, que se destaca nítidamente, por contraste, de todo lo anterior: la
economía sufre marcadas fluctuaciones sucesivas, pero en torno a una tendencia
estancada, hasta alrededor de 1990. Luego vuelve a crecer, con bastante rapidez,
para declinar violentamente entre 1998 y 2002. Afortunadamente, desde la
primera mitad de ese año la actividad económica interna ha vuelto a repuntar,
aunque en 2004, cuando escribimos esto, todavía no se ha recuperado el valor del
PIB alcanzado en 1998.
Un gráfico como el que acabamos de presentar puede resultar un poco
engañoso, sin embargo, para el ojo no entrenado. Observe que la inclinación de la
curva nos induce a pensar que el ritmo de crecimiento del PIB fue mayor, por
ejemplo, en la primera mitad de los años noventa, o en la fase 1963-75, que a
comienzos del siglo; pero tal vez no sea así. Una pequeña digresión ayudará a
entender por qué. Tomemos cualquier indicador, como el tamaño de una
población, por ejemplo, o cualquier otra variable, y supongamos que se
incrementa año a año al mismo ritmo. Por ejemplo, siguiendo una tasa
(acumulativa) de 4% anual. La gráfica correspondiente resultaría así:
Gráfico 2
Evolución de una población (o de cualquier variable)
hipotética que crece a una tasa constante (1900=100)
6000
5000
4000
3000
2000
1000
0
1900 1920 1940 1960 1980 2000
más lento al principio y más rápido al final. Es cierto que los incrementos anuales
en los primeros años son menores a los que se dan en los últimos años, pero se
comparan con niveles de la población también mucho menores. Las tasas anuales
de variación representadas en la ilustración son, como hemos dicho, iguales.
Con las cifras que presentamos en el gráfico 1 sucede algo parecido. Si el
producto creciera a tasas relativamente estables en períodos prolongados,
generaría una curva con forma exponencial. En efecto, si observamos el
comportamiento del PIB desde 1900 hasta 1975, podremos constatar que se
asemeja a una curva exponencial, aunque algo "abollada" aquí y allá. Eso indica
que, efectivamente, en promedio, las tasas de crecimiento fueron bastante
estables en ese lapso, como mostramos más adelante.
La información disponible indica que las tasas de crecimiento del producto
fueron en realidad muy elevadas a comienzos del siglo XX, por ejemplo, pero en el
gráfico parecen palidecer, por este problema visual, frente a las de los tempranos
años noventa. 4
Existe una forma de uso corriente de ajustar el gráfico para corregir este
problema visual, pero requiere la utilización de logaritmos y por eso la dejamos de
lado aquí. Emplearemos un camino más sencillo.
En un primer intento de corregir este problema de percepción podemos
presentar directamente los datos de las tasas anuales de variación del PIB, como
hacemos en el gráfico siguiente.
Gráfico 3
Tasas anuales de variación del PIB de la
Argentina (1900-2003)
25
20
15
10
-5
-10
-15
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
4
La información de la primera parte del siglo XX es ciertamente bastante menos confiable que
el resto. Los sistemas de cuentas nacionales se desarrollaron en el mundo en el período de
entreguerras, y la Argentina comenzó a realizar estimaciones sistemáticas luego de la creación del
Banco Central, en 1935. Las series del PIB se inician en 1940.
9
Sin embargo, esta ilustración resulta difícil de interpretar, porque las subas y
bajas de esas tasas son muy frecuentes y, más allá de las fuertes oscilaciones del
primer tercio del siglo, que se atenúan después, no es mucho lo que podemos
decir a simple vista. El dibujo luce como un electroencefalograma para un lego.
Para poder lograr un poco más de claridad vamos a someter a los datos del
PIB a algunas transformaciones: dejando por el momento el tema de las
fluctuaciones (al que retornaremos luego), prestaremos ahora un poco más de
atención a las tendencias, es decir, a los comportamientos en períodos largos.
Para hacerlo obtenemos, utilizando un procedimiento habitual, una “línea de
tendencia” que superponemos a la del PIB.5 Presentamos ambas curvas en el
gráfico siguiente.
Gráfico 4
Producto Interno Bruto de la Argentina
y su comportamiento de tendencia
(datos anuales, período 1960-2003,
PIB de 2002=100)
130
120
110
100
90
80
70
60
50
40
60 65 70 75 80 85 90 95 00 05
PIB Tendencia
5
Hay varias formas de obtener una tendencia a partir de una serie fluctuante. Aquí hemos
utilizado un procedimiento denominado "filtro de Hodrick-Prescott". Más allá de las cuestiones
técnicas, puede verse que se trata, en este caso, de una línea que parece trazada a mano alzada,
atravesando a la del PIB "por el medio".
10
Gráfico 5
Tasas anuales de variación del PIB tendencial
de la Argentina (1900-2003)
14
12
10
8
porcentajes
-2
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
8
En realidad el corte en 1900 no corresponde al inicio de la etapa de crecimiento orientado
hacia fuera, que había comenzado mucho antes. Las tasas de crecimiento del último cuarto del
siglo XIX, que no incluimos aquí, fueron muy altas, y elevarían considerablemente el ritmo medio
de incremento del PIB de esta larga etapa.
12
(1) 1900-1932
(2) 1933-1975
(3) 1976-2002
Para complementar lo que hemos planteado hasta aquí, agregamos ahora las
ilustraciones correspondientes a la evolución del PIB por habitante (Gráfico 6) y a
la evolución del producto y de la población tomadas por separado, en cada una de
las grandes fases históricas mencionadas.
13
Gráfico 6
Evolución del Producto Interno Bruto por habitante
de la Argentina entre 1900 y 2003
(datos anuales, 2002=100)
140
120
100
80
60
40
20
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
Gráfico 7a
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
en el primer tercio del siglo XX
(1901=100)
400
350
300
250
200
150
100
50
00 05 10 15 20 25 30
PIB Población
14
Gráfico 7b
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
entre 1932 y 1975
(1932=100)
500
400
300
200
100
0
35 40 45 50 55 60 65 70 75
PIB Población
Gráfico 7c
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
entre 1975 y 2003
(1975=100)
160
150
140
130
120
110
100
90
1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005
PIB Población
15
El contexto externo
9
El encaje o “efectivo mínimo” es una fracción de los fondos que los bancos captan como
depósitos, que deben mantener en forma líquida, es decir, que no pueden prestar. Veremos, en un
capítulo posterior, qué papel tiene el encaje en el proceso monetario y en el funcionamiento
macroeconómico.
17
presiones competitivas muy fuertes y hace que los bancos presionen procurando
desarticular las regulaciones financieras aún vigentes en distintas economías
nacionales. Se van creando también así condiciones favorables para un
progresivo desmantelamiento de los controles a las salidas y entradas de
capitales, aunque este proceso se limitaría, en un principio, a las naciones
industrializadas.
Las economías de la periferia tienen inicialmente, y por bastante tiempo, muy
limitada presencia en las transacciones en eurodólares, aunque hay algunos
casos relativamente aislados de toma de fondos en ese mercado durante los años
sesenta. Pero puede decirse que, en líneas generales, hasta comienzos de la
década siguiente, las economías de América Latina, entre otras, tienen un muy
limitado acceso al crédito externo (de fuentes privadas). El financiamiento que
podían obtener provenía primordialmente de los organismos multilaterales (FMI,
Banco Mundial, BID) y de gobiernos, con algún lugar también para cierto volumen
de crédito comercial de origen privado. Eran, en síntesis, economías relativamente
"aisladas" del resto del mundo en el plano financiero.
El contexto financiero externo cambiaría nuevamente de modo muy profundo a
comienzos de los años setenta. Dos eventos deben destacarse: en primer lugar, el
final del esquema basado en "paridades cambiarias fijas pero ajustables" que se
había acordado en Bretton Woods. A comienzos de los setenta, los Estados
Unidos, seguidos luego por el conjunto de las naciones industrializadas, ingresan
en una fase de tipos de cambio fluctuantes. Esta transformación abre un espacio
sustancial para la expansión de las transacciones financieras internacionales, al
crear las condiciones para el desarrollo de un extenso mercado donde se compra
y vende el riesgo cambiario.
En segundo lugar, en 1973 se produjo el primer shock de los precios del
petróleo. La suba sustancial de los precios del crudo tuvo un amplio conjunto de
efectos. El que queremos destacar aquí es financiero: enormes excedentes de
fondos obtenidos por las naciones exportadoras de petróleo se canalizaron hacia
el euromercado. Apareció una masa de recursos prestables gigantesca y, con ello,
el acceso al financiamiento externo, principalmente bancario, para economías
como las de Latinoamérica, que hasta entonces habían estado financieramente
aisladas, se hizo mucho más fluido. Es el comienzo de la tercera “gran etapa” de
la centuria que estamos enfocando. Concide con la llamada “nueva globalización”
financiera, y se extiende hasta nuestros días.
Esta etapa tiene, a su vez, observada desde la perspectiva de la Argentina,
tres subperíodos. Una etapa inicial de grandes ingresos de capitales y expansión
económica que concluyó en la crisis de la deuda de 1981-82, seguida por una fase
de racionamiento del crédito hasta comienzos de los años noventa. Y luego, desde
allí en adelante, una nueva fase de ingresos de capitales que culminaría con la
crisis de 2001-2002. Estos rasgos son en parte compartidos con otros países, en
especial de América Latina, aunque hay divergencias importantes, particularmente
en los años recientes.
Según se verá más adelante, los cambios en el contexto financiero externo
producidos desde mediados de los años setenta modificaron significativamente la
forma de funcionamiento de las economías de la región, de algunas más que
otras, y afectaron tanto la viabilidad cuanto la eficacia de distintas políticas o
18
Perturbaciones y fluctuaciones
10
De 2004 se incluye sólo el trimestre inicial, único dato disponible al momento de escribir este
texto.
19
Gráfico 8
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1980 y 2004:1
(datos trimestrales, promedio de 2002=100)
130
120
110
100
90
80
70
1980 1985 1990 1995 2000
Si queremos saber, sobre bases más firmes, si el producto del primer trimestre
de un año resulta "realmente" inferior al cuarto del año anterior, tenemos que
corregir de algún modo las cifras crudas, depurarlas del “efecto vacaciones”:
corregirlas por estacionalidad. Por cierto, el ejemplo del primer trimestre es muy
claro, pero cada trimestre tiene su estacionalidad característica, positiva o
negativa. Existen métodos estadísticos para depurar una serie de la estacionalidad
(es decir, para “desestacionalizarla”). Lo que esos métodos hacen, en esencia, es
“levantar” las cifras correspondientes a los períodos que tienen estacionalidad
negativa (como es el caso del primer trimestre) y “bajar” un tanto las de los
períodos con estacionalidad positiva (como, por ejemplo, el tercer trimestre). En el
gráfico que sigue presentamos de nuevo la misma serie quebrada anterior, de los
datos crudos del producto (la que aparece ahora en línea punteada),
superponiéndole la serie de trazo continuo, del PIB desestacionalizado. A los
efectos de que pueda verse con más claridad la línea del PIB corregido por
estacionalidad la presentamos nuevamente, en soledad, en el Gráfico 9b.
20
Gráfico 9a
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1
(datos trimestrales con y sin estacionalidad,
promedio de 2002=100)
130
120
110
100
90
80
70
1980 1985 1990 1995 2000
Gráfico 9b
Evolución del Producto Interno Bruto desestacionalizado
de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1
(promedio de 2002=100)
130
120
110
100
90
80
70
1980 1985 1990 1995 2000
21
11
Las cifras del PIB trimestral se publican multiplicadas por 4, es decir, “anualizadas”. De modo
que el producto de un año no lo calculamos como la suma de lo producido en cada período
intraanual, sino como el promedio de cuatro trimestres. Así, cuando decimos que el PIB de un año
varió en tanto por ciento en relación con el año anterior, estamos comparando los promedios de las
cifras publicadas del producto en ambos períodos anuales. La tasa de crecimiento del PIB de un
año no se mide “entre puntas” (diciembre contra diciembre, por ejemplo), sino entre promedios.
Esto tiene algunas consecuencias interesantes relativas a la forma de leer la información que se
publica corrientemente. Para presentar un ejemplo al respecto, vinculado con una cuestión
relevante como es el impacto de la depreciación cambiaria de 2002 en la Argentina, incluimos una
nota periodística publicada por el diario Clarín en abril de 2003, al final de este capítulo.
22
12
En términos tal vez más familiares, esa compatibilidad de planes simplemente significa que
los distintos mercados muestran ofertas y demandas que aproximadamente se igualan.
24
no sean compatibles entre sí, y por lo tanto no podrán realizarse todos de manera
simultánea. En ese caso, algunos planes (y algunos agentes) se verán frustrados.
Un estado de desequilibrio puede suponer la aparición de "racionamiento".13
Quizás en el mercado laboral se presente un exceso de oferta: hay más
trabajadores que quieren trabajar al salario vigente que puestos vacantes. En ese
caso decimos que algunos trabajadores están racionados porque no pueden
vender todo el trabajo que querrían a esos salarios. Situaciones similares pueden
presentarse en algunos mercados de bienes y de servicios.
¿Cómo se restablecerá el "orden"? En términos más concretos, la pregunta
es: ¿de qué mecanismos dispone una economía de mercado para recuperar una
situación de adecuada coordinación entre las actividades económicas individuales,
luego de un shock?¿Cuán eficaces son los mecanismos que promueven la
recuperación espontánea o automática del equilibrio?¿Cuánto podemos confiar en
ellos?
Esas preguntas han estado siempre en el corazón de los debates
macroeconómicos, aunque a veces detrás del telón. No pretendemos abordarlas
ni mucho menos intentaremos responderlas aquí. Pero seguramente vale la pena
enunciarlas desde ya, y también decir algo acerca de cuáles son los principales
caminos que se han seguido para buscar las correspondientes respuestas, con la
intención de seguir configurando una imagen inicial del campo de problemas de
los que nos ocuparemos.
Los mecanismos autorreguladores de que disponen las economías de
mercado son básicamente los mecanismos de precio. Los precios de mercado, en
efecto, tienen varias funciones, y una de ellas es la de coordinar las decisiones y
planes individuales. Volviendo a nuestro shock, esto simplemente quiere decir que
en la situación de relativo "desorden" que sigue a la perturbación, cuando
aparecen excesos de oferta en algunos mercados y posiblemente excesos de
demanda en otros, se espera que los precios se muevan en el sentido requerido
para reequilibrarlos. Es decir, para restablecer la compatibilidad entre los planes
de los agentes que operan en ambos lados (oferta y demanda) de los distintos
mercados. Sencillamente, se espera que los precios suban allí donde aparezcan
excesos de demanda, y que bajen donde la demanda sea insuficiente para
absorber la oferta.
Los economistas a los que, en los debates macroeconómicos, suele asociarse
con el calificativo de clásicos, se caracterizan porque tienden en general a suponer
que los mecanismos autorreguladores que operan vía precio son muy potentes en
las economías de mercado (al menos en ausencia de "interferencias" como
regulaciones estatales u otras trabas político-institucionales), de manera que,
cuanto mayor es el shock, mayor la consiguiente reacción espontánea en el
sentido de restablecer el equilibrio. Quienes adoptan esta perspectiva suelen
confiar, así, en la capacidad de la economía para reencontrar de manera
automática un estado ordenado si un shock las ha desplazado de esa posición. En
13
Decimos que los agentes están racionados cuando no pueden realizar sus planes, es decir,
no son capaces de concretar las transacciones que estarían dispuestos a hacer a los precios
vigentes, porque a esos precios no hallan compradores (o vendedores), es decir, no encuentran
contraparte. Este problema constituye la manifestación de un estado de desequilibrio tal como lo
entendemos aquí.
25
14
Aunque hay, por cierto, otras corrientes "no clásicas" de pensamiento, como la marxista, la
poskeynesiana, la llamada estructuralista, etc..
26
Modelos
Nota periodística:
Mario Damill
Economista del CEDES.
Tengo una buena noticia para darle (no es una primicia, pero es muy
probable que no la haya leído de este modo): comenzó el otoño y la reactivación
continúa.
El veranito se extendió al verano y ya lleva, en verdad, cuatro estaciones.
Proponer un festejo sería una frivolidad frente a los rasgos abrumadores de la
crisis social y económica que todavía nos envuelve. Pero vale la pena al menos
tomar nota del hecho. Reconocerlo. Un año.
¿Qué quiere decir eso? Ateniéndonos estrictamente a los datos disponibles,
significa que a partir del primer trimestre del año pasado, el producto bruto interno
de la Argentina comenzó a ascender sostenidamente. Las golondrinas se fueron,
volvieron, pronto partirán de nuevo, y todo indica que ese proceso, hasta aquí,
sigue adelante.
El producto bruto interno es, simplificadamente, una medida de las
cantidades de bienes y servicios que se generan dentro de nuestras fronteras, por
período. Para que la “noticia” que comentamos adquiera mayor nitidez, le
propongo que la contraste con lo que venía pasando anteriormente: el producto
empezó a contraerse a mediados de 1998 y lo hizo (casi) ininterrumpidamente
hasta comienzos de 2002. Faltaba apenas un trimestre (los datos del producto
total de la economía tienen frecuencia trimestral) para que esa depresión
completara cuatro años. Ahí, ya no estamos.
El nivel actual del PIB es, sin embargo, todavía bastante más bajo que el
máximo alcanzado a mediados de 1998 (un 15% menor, aproximadamente), lo
que dificulta, sin dudas, que percibamos el cambio de tendencia.
Segunda buena noticia: todas las cifras disponibles (de carácter sectorial,
como la producción industrial, la del sector de la construcción, y de servicios
públicos) coinciden en señalar que el ritmo de la reactivación ha sido más intenso
en el primer trimestre de 2003 (los datos agregados se publican naturalmente con
demora, marzo acaba de terminar). A lo largo del año pasado el PIB se expandió a
un ritmo (anualizado) de 3%. Ahora lo está haciendo, aparentemente, algo más
rápido, pese a la falta de crédito y a la incertidumbre política, entre otras
amenazas.
Tercera buena noticia (y prometo que será la última): en el cuarto trimestre
de 2002 aumentó a una tasa muy alta la inversión (claro, lo hizo desde niveles
extremadamente bajos, a los que había caído en la larga contracción de fin de
siglo).
Detengámonos brevemente en este punto. La reactivación comenzó
impulsada por el comportamiento del comercio exterior. En los primeros dos
29
Ahora bien, el valor “promedio” del producto de 2002 es mucho más bajo
(alrededor de 11% menor) que el del año precedente (como muestra la
comparación de las líneas punteadas). Esa es la comparación que usted quizás
leyó hace algunos días. Una comparación interanual entre promedios. Los
promedios son buenos para muchas cosas, pero es aconsejable tratarlos con
delicadeza.
Contemplando el gráfico, cualquiera puede constatar que la parte sustancial
de esa caída “entre promedios” se gestó en el segundo semestre de 2001, cuando
todavía vivíamos bajo el 1 a 1. En otros términos, esa declinación de casi 11% no
pertenece plenamente a 2002. En su mayor parte refleja hechos anteriores (esto
se conoce como arrastre estadístico, y en este caso "explica" alrededor de 60% de
la caída de la que hablamos). Lo sorprendente en relación con la depreciación
cambiaria es en realidad lo contrario de lo que sugiere el tratamiento “ready
made”: la contracción del PIB se frenó rápidamente y enseguida comenzó a
revertirse. No estamos ofreciendo aquí otra respuesta "ready made" de signo
contrario a la anterior. Menos ambiciosamente, nos remitimos a un conjunto de
datos y a una pregunta: ¿cómo es posible que, considerando la forma traumática
que adquirió la salida del régimen macroeconómico de los años noventa, y todo el
daño que ese proceso (que tuvo a la depreciación cambiaria entre uno de sus
ingredientes centrales) trajo sobre los contratos y sobre la distribución del ingreso,
la caída del producto haya cesado apenas al trimestre siguiente? No le pedimos
una respuesta (ni el FMI la tiene), pero ojalá que nos acompañe en el
reconocimiento de los hechos y en el interés por comprenderlos.
280000
270000
Millones de pesos de 1993
Promedio de 2001
260000
250000
240000
Promedio
230000 de 2002
01:1 01:2 01:3 01:4 02:1 02:2 02:3 02:4 03:1 03:2
Trimestres
31
La información macroeconómica
Comencemos con una nota de alerta: este capítulo será de lectura algo más
trabajosa que el anterior. Antes de retornar al análisis de los temas de política
económica que seguramente nos resultan más interesantes, tenemos que
construir paso a paso y pacientemente un conjunto de herramientas. Empezamos
ahora a recorrer ese camino.
En el capítulo anterior señalamos que el conjunto de relaciones que solemos
establecer entre los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico
incluye a las que son de tipo contable. Se trata de identidades, es decir, de
relaciones que siempre se cumplen. Estas constituyen frecuentemente el punto de
partida de la argumentación, lo que se debe en parte a que mucha de la
información que utilizamos se reúne y organiza en sistemas contables.
Los principales datos cuantitativos relativos a los bienes y servicios que la
sociedad produce, por ejemplo, los genera el Sistema de Cuentas Nacionales, del
que nos ocuparemos enseguida. Hay otros tres sistemas contables que nos
suministran también informaciones básicas para nuestra tarea de análisis
macroeconómico. El primero de ellos es el Sistema de Cuentas Internacionales,
cuya pieza central es el balance de pagos, que informa acerca de las
transacciones económicas entre los residentes y los no residentes en el país.
Luego contamos con las Cuentas Monetarias, con eje en los balances del Banco
Central y del resto del sistema bancario, y también con el Sistema de Cuentas
Fiscales. Utilizamos, asimismo, cifras que provienen de otras fuentes y que no se
encuentran en formato contable, como las que se refieren al comportamiento de
distintos conjuntos de precios (al consumidor, mayoristas, etc.), o al empleo, el
desempleo, las tasas de interés y otras. En este capítulo nos concentraremos en
algunas cuestiones fundamentales de las cuentas nacionales, y dejaremos por el
momento de lado las restantes cuentas, sobre las que retornaremos, una a una,
en capítulos posteriores.
Una primera cuestión que hay que dejar establecida es que una medida de
este tipo tiene que estar asociada a cierto período. ¿Las cantidades de bienes y
servicios producidas cuándo?¿Entre qué fechas? Las variables que se miden así,
32
en “tanto por período”, suelen llamarse flujos. Los flujos se diferencian de los
acervos (aunque es frecuente que utilicemos la palabra stocks, tomada del inglés,
para referirnos a lo mismo). Los stocks se pueden medir en un instante
determinado. Si hablamos de cuantos fideos produce una firma, decimos,
“produce 300 toneladas por trimestre”; eso es un flujo. Pero hoy tiene en sus
depósitos 150 toneladas acumuladas. Eso es un acervo.
Puede ilustrarse esta distinción con la imagen de una canilla abierta. El flujo
de agua que sale de la canilla es, digamos, de 20 litros por hora. Hace una hora y
media que está abierta, de modo que en la pileta (suponemos que está tapada) se
han acumulado 30 litros. Este es un acervo. Los acervos suelen originarse en la
acumulación de flujos a lo largo del tiempo. El producto generado por una
economía lo concebimos como un flujo.
Retornemos entonces a nuestro problema: construir una medida agregada de
lo que la sociedad produce.
Parece razonable empezar por reconocer que todo el tiempo se están
elaborando muchísimos bienes diferentes (y servicios; en adelante hablaremos de
“bienes”, entendiendo que nos referimos a “bienes y servicios”, para simplificar).
Asumamos que se producen “M” bienes. “M” es un número muy grande,
seguramente, pero no precisamos, a nuestros fines presentes, definir cuántos son,
por eso los describimos con una letra. Nuestro problema es, justamente para no
extraviarnos entre ese denso conjunto de M bienes diferentes, construir un
agregado.
Ahora podemos asignar a cada bien un número, desde 1 hasta M.
Utilizaremos otra letra, la N, para designar a las cantidades producidas de los
distintos bienes, de modo que N1 corresponde a las cantidades del bien que
ubicamos primero en nuestra lista, N2 corresponde a las cantidades producidas del
segundo bien, y así sucesivamente, hasta llegar a NM, el último considerado.
Tendremos entonces, por ejemplo:
P1.N1 + P2.N2 = H.
De modo que N1,2003, por ejemplo, designa a las toneladas de trigo producidas
en ese año. P1,2003 debería ser, en consecuencia, el precio medio de la tonelada
de trigo en ese período. El agregado H2003 es entonces una medida de lo que la
economía produjo en 2003. Podemos utilizarla para hacer comparaciones: ¿H2003
resultó mayor, menor o más o menos igual que H2002 (la que seguramente fue
calculada mediante una fórmula semejante a la anterior, pero sustituyendo el
subíndice 2003 por 2002, allí donde aparece)?
Si efectivamente la nueva H resultó mayor que la anterior, ¿podremos concluir
que, en algún sentido, las cantidades de bienes y servicios que la economía
produce aumentaron?
Parece evidente que no. Ese agregado no nos permite sacar una conclusión
semejante. En efecto, un problema de la medida agregada que acabamos de
concebir es que si la misma cambia, es decir, si el valor de H varía a lo largo del
tiempo, no sabremos si esas variaciones se deben a que cambiaron las
cantidades, o los precios, o alguna combinación de ambos.
cuando se utilizan en el cómputo, para cada período, los precios del mismo
período, que multiplican a las correspondientes cantidades de los distintos bienes.
Así, el H de 2003 la hemos calculado multiplicando las distintas “N” de ese año por
los precios de los bienes en el mismo 2003. La H de 2004 se calculará
multiplicando las distintas “N” de 2004 por los precios de 2004, y así por delante.
Ya construimos un agregado de lo que la economía produce, pero este nos
enfrenta, como vemos, a un nuevo problema: tenemos que ser capaces de
distinguir las variaciones de las cantidades producidas de las variaciones de los
precios de los bienes.
El procedimiento al que apelamos, de nuevo recurriendo a una convención,
para aproximarnos a una medida de las "cantidades" consiste en trabajar
utilizando en el cómputo, para todos los períodos, los mismos precios. Se trata de
los precios de algún período determinado, escogido como "base" de las
estimaciones. Actualmente, el año base de las cuentas nacionales de la Argentina
es 1993. De modo que, tomando en cuenta esto, replantearíamos el cálculo de
una medida como la “H” más o menos así:
Ahora H2003,1993 quiere decir: la suma de todos los valores de los bienes y
servicios producidos en 2003, pero calculados a precios de 1993.
Si hacemos el mismo cálculo para 2002, por ejemplo, tendremos:
Tenemos que corregir también este problema si queremos tener una medida
más ajustada de lo que la sociedad produce.
Un procedimiento razonable es el de restarle, al valor producido de cada bien,
el valor correspondiente a los "insumos intermedios" utilizados en su elaboración.
Los insumos intermedios son las materias primas que se emplean para producirlo.
Esta resta evita que contemos nuevamente, al incluir en nuestra adición el valor
del bien “pan”, por ejemplo, el valor de la harina en él contenida, que ya se ha
considerado al agregar a la cuenta el valor generado por el sector harinero.
Conviene que asociemos cada bien a un sector. El bien 1, por ejemplo, lo
produce el sector 1. En nuestro caso, es el sector triguero. Si al valor del trigo
producido (P1 . N1) le restamos el valor de los insumos intermedios utilizados en su
elaboración obtenemos el valor agregado por ese sector.
Llamaremos VINT1 al valor de los insumos intermedios empleados para
producir el bien 1, VINT2 al mismo concepto para el bien 2, y así sucesivamente.
La notación VINT1,2003,1993 quiere decir: valor de los insumos intermedios
empleados en la elaboración del bien 1, en 2003, a precios de 1993.
En nuestro esquema sencillo con sólo dos bienes tendríamos entonces las
siguientes cuentas (que planteamos aquí a precios del año base, aunque
podríamos hacerlas también a precios corrientes):
Presentamos allí la cuenta del valor agregado para los bienes (o sectores) 1 y
2, en las primeras dos líneas, y en la tercera sumamos las dos expresiones
superiores, miembro a miembro.
El valor agregado es una medida más precisa de lo que se ha producido en el
período, porque evita el problema de la múltiple cuenta. Nuestra medida anterior,
H, que es una suma de multiplicaciones que tienen la forma (Pi.Ni), se denomina
"producción", o "valor bruto de la producción". Como hemos visto, al restarle el
valor de las compras intermedias se obtiene el valor agregado.
El valor agregado de un sector se denomina también "producto" del sector, y
VATOT, el valor agregado total generado en la economía, es el "producto
agregado". Como estamos refiriéndonos a las actividades productivas que se
desarrollan en el interior de nuestras fronteras, ese concepto podemos designarlo
como producto interno.
Una alternativa al procedimiento que hemos seguido hasta aquí para obtener el
producto es la de medir únicamente, si fuese posible, el valor de los bienes que
llamamos "finales", situándonos justamente al final de la cadena productiva. Así, si
medimos el valor del pan que compramos en la panadería, por ejemplo, (y nos
36
referimos a “todo” el valor del pan, no sólo al valor agregado del sector panificador,
que en él está contenido) no será necesario sumarle luego el valor que genera el
sector harinero, puesto que ya está contenido en el del pan, y tampoco el del trigo,
por la misma razón. Podemos pensar, así, en resolver el problema de la doble o
múltiple cuenta con una estrategia diferente, eligiendo, para nuestra suma, un
subconjunto de los bienes producidos: sólo aquellos que llamamos "finales".
Y es así, en efecto, como suele definirse el producto: es el valor de los bienes y
servicios finales generados en una economía en determinado período. Ya
sabemos, sin embargo, que eso es igual al valor agregado generado en todos los
sectores productivos. Como también sabemos, estos conceptos podemos medirlos
a precios corrientes y también a precios constantes.
El producto y el ingreso
El valor agregado es, por otra parte, el ingreso que obtienen quienes participan
en el proceso productivo. Esos ingresos son esencialmente salarios y beneficios.
Salarios más beneficios (distribuidos y no distribuidos) son entonces el valor
agregado en la economía, y son también el ingreso total del sector privado. De
modo que el ingreso total es necesariamente equivalente al producto.
Por eso, en adelante, pensaremos al producto y al ingreso como sinónimos.
Consideraremos a esas dos nociones como dos formas distintas de medir el
mismo flujo de valor.
Una de las presentaciones habituales del producto nos ofrece la cifra agregada
pero también su descomposición por sectores de origen (como “Agricultura, caza,
silvicultura y pesca”, “Industrias manufactureras”, etc.). De manera que, llamando
“Y” al producto total, el mismo resulta de una cuenta como la siguiente:
Otra desagregación habitual del producto clasifica a los bienes que integran el
valor de Y según su destino (o su tipo de “uso final” dentro del período de que se
trate). Los destinos que suelen distinguirse son cuatro.
Una parte de los bienes producidos tiene destino en las familias. A este
agregado, que es un subconjunto de “Y”, lo designamos con una letra C y lo
llamamos consumo. En realidad, todos los bienes adquiridos por las familias, con
la única excepción de las viviendas (de las que hablaremos enseguida), se
37
En primer lugar, recordemos que hemos supuesto que la cuenta del producto
puede concebirse como la suma de una serie de multiplicaciones de la forma
(Pi.Ni), es decir, de productos de “precios” por “cantidades”. Sin embargo, hay
productos que la sociedad genera y que no tienen precios de mercado (asumimos
de hecho que nuestros Pi lo son). Consideremos por ejemplo los servicios de
defensa, justicia, salubridad, parte de la educación y de la salud. Muchos de ellos,
malos, buenos o regulares, el sector público los ofrece sin cargo a la población.
Pero deben considerarse en el cómputo de Y, naturalmente. ¿Cómo se lo hace?
El criterio básico aquí es el de contabilizar el valor de los bienes producidos por el
sector público tomando en cuenta el costo de producirlos. En el caso de la justicia,
por ejemplo, se mide su contribución al producto, o al valor agregado total,
tomando en cuenta lo que cuesta producir ese servicio. En ese cómputo, el
elemento principal son los salarios de magistrados y funcionarios. Entonces, se
trata también de la multiplicación de “precios por cantidades”, pero los
correspondientes precios son en realidad salarios, de distintas categorías de
trabajadores, que se multiplican por las cantidades de tiempo remuneradas (horas,
meses, según corresponda).
Contabilizado de ese modo, el valor agregado por la justicia está adicionado
en el valor de Y, por origen. Del mismo modo se procede con los servicios de
defensa, con los de administración pública y otros semejantes. Es posible que
usted recuerde el nombre de algún juez cuya “contribución al producto”, calculada
así o de otro modo, pueda quizás sospecharse dudosa. Otro tanto podría decirse
de los gastos de defensa y de varios conceptos más. Pero, en fin, se trata de
medidas imperfectas.
Ahora bien, cuando pensamos en el “uso final” de los bienes y servicios
producidos”, ese servicio, el de justicia, que integra el valor de “Y” ¿dónde está?
¿En qué destino? No está en el consumo, porque el servicio del sistema judicial no
es “adquirido” por las familias. Tampoco está en la inversión. Estará sumado en el
nuevo agregado que estamos presentado, que designaremos como “G”, y que
reúne los bienes y servicios adquiridos por el sector público. Ese agregado no
comprende sólo, en síntesis, los fideos y la harina de los planes alimentarios, y los
materiales de oficina, sino también los costos de producir defensa, seguridad,
justicia, educación pública, etc.. Se procede como si el sector público adquiriera
esos servicios, de justicia por ejemplo (lo que de algún modo hace pagando los
salarios de los jueces, etc.), y luego los distribuyera sin cargo a los habitantes. La
G que utilizamos para representar este nuevo destino de lo que se produce
proviene de “gasto” (público, en este caso), pero no se refiere a todo tipo de gasto
que el gobierno pudiere hacer. Sólo comprende los bienes y servicios que
adquiere (no incluye, por ejemplo, transferencias como las correspondientes a
pagos jubilatorios y de pensiones, seguros de desempleo, y otras erogaciones
como pagos de intereses de la deuda pública; vale la pena insistir: estamos
clasificando el valor de los bienes y servicios producidos según su destino).
Nuestra “G” tampoco contiene el gasto del sector público en bienes de capital
(como caminos, construcciones, maquinaria y equipos). Este último tipo de destino
es en realidad la inversión que viéramos más arriba. Lo que deberíamos aclarar
ahora es que la inversión total puede a su vez descomponerse en privada y
pública. Hoy en día, privatizaciones de por medio, el gasto público en inversión es
39
Y I
mismo se puede hacer con las restantes variables de gasto, incluso con las
exportaciones, porque una parte del valor de un automóvil exportado por la
Argentina, por ejemplo, contiene piezas o elementos, como el motor,
eventualmente, producidos en el exterior, que entraron previamente como
importación y luego volvieron a salir. De modo que tenemos:
C = CY + CQ
Y I = IY + IQ
G = GY + GQ
X = XY + XQ
Puesto que nos interesa el valor generado internamente, está claro que el
producto Y no coincidirá con la suma (C + I + G + X). Será igual, en realidad, a la
suma de (Cy + Iy + Gy + Xy), del diagrama anterior.
En otros términos, a la cuenta (C + I + G + X) hay que corregirla restándole los
bienes importados, para obtener el valor del producto. Ahora bien, la adición de los
valores de todos los bienes importados, (Cq + Iq + Gq + Xq), la designamos como
“Q”. Así, en definitiva, el producto interno resultará de la siguiente igualdad (que es
en realidad una identidad):
Y ≡ C + I + G + X - Q.
I = IN + D,
donde I es la inversión total, bruta, que resulta igual a la inversión neta (IN) más la
depreciación del acervo de capital preexistente (que designamos como “D”).
La inversión es una variable crucial en la determinación del crecimiento, o de la
capacidad de crecimiento de una economía, porque indica qué parte del producto
se acumula, esencialmente en la forma de nueva capacidad productiva. Pero IN es
una mejor medida de esa acumulación, ya que toma en cuenta el desgaste de la
capacidad productiva heredada. En consecuencia, cuando se discuten los
problemas del crecimiento económico, IN suele aparecer como una variable
posiblemente más relevante que I. Sin embargo, si bien eso es cierto en un plano
conceptual, en la práctica, debido a que es muy difícil obtener una medida
agregada razonable de la depreciación, es bastante habitual que IN no se calcule.
Con frecuencia sólo dispondremos de datos de I, es decir, de la inversión bruta.
Volviendo ahora al producto: en la identidad básica de cuentas nacionales
incluida más arriba se encuentra sumando, del lado derecho, la inversión bruta.
Por eso definimos a Y como el producto interno bruto (PIB). En cambio, si en esa
misma identidad sustituyésemos a I por IN tendríamos el producto interno neto
(PIN, que designaremos aquí como YN). En otros términos:
YN ≡ Y – D ≡ C + IN + G + X - Q.
42
Y + Q ≡ C + I + G + X.
Y ≡ AI + BC.
Por lo tanto,
Y - AI ≡ BC.
Identidades y causalidad
Eso puede ser cierto, pero en ocasiones no lo será. Queremos decir que no es
válido en general interpretar que un déficit en el comercio aparecerá porque los
residentes gastan más que su ingreso. Las identidades no habilitan una
interpretación causal. Ambos lados del signo ≡ tienen el mismo peso. Es decir,
cabría afirmar que:
P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003
P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003
Puede verse que las cantidades Ni de los distintos bienes son las mismas en
el numerador y en el denominador. De modo que si ese cociente tiene un valor
distinto de uno, eso se deberá a que los precios de 2003 (que son los
ponderadores en el numerador) difieren de los del año base (que aparecen en el
denominador). En efecto, esa es la fórmula de un índice de precios. El valor de
45
ese cociente será uno en el año base (o cien, si multiplicamos esa expresión por
100, como suele hacerse), y a partir de allí subirá si los precios se mueven al alza,
o bajará si descendieran. Llamemos P a ese índice de precios. Esta nueva
variable se denomina, en el Sistema de Cuentas Nacionales, Índice de Precios
Implícitos del Producto, o deflactor del PIB. En definitiva, y multiplicando por 100,
tenemos:
La notación P2003,1993 se refiere al valor del índice de precios implícitos del PIB
en 2003, con base 100 en 1993.
Llamando Y al PIB a precios constantes y YNOM al PIB a precios corrientes,
podemos escribir:
YNOM
= P,
Y
YNOM = Y .P,
YNOM
= Y,
P
W
PC
estamos deflactando el salario nominal por el precio de esa canasta básica. ¿En
qué unidades se mide el resultado? Se mide en horas de trabajo por canasta
básica. Es decir, nos dice cuántas horas de trabajo se requieren para adquirir esa
canasta. Note que se trata de una tasa de cambio entre mercancías (trabajo y los
bienes que componen esa canasta). Las unidades monetarias aparecen en
principio tanto en el numerador cuanto en el denominador, por lo que pueden
simplificarse y desaparecen. Estamos hablando, en realidad, de una medida
posible de lo que se llama el “salario real”. Si lo designamos como WR
escribiremos:
W
WR = .
PC
Decimos que esa es una medida “real” justamente porque las unidades
monetarias no intervienen en ella. Aunque podamos emplearlas para el cálculo, el
concepto del que estamos hablando es, como hemos señalado, la tasa de cambio
de horas de trabajo por bienes. Ambos entes son “no monetarios”. En economía
suele llamarse real a una variable con esas características, es decir que, como
sucede con WR, es “no monetaria”.
¿Acaso el dinero no es algo “real”? Parece que sí lo es, pero muchos
pensadores han concebido al dinero como un “velo” que apenas cubre las cosas
verdaderamente reales, sobre las cuáles los fenómenos monetarios tendrían
escasa o nula gravitación. Heredamos este uso del vocablo “real”, muy
posiblemente inadecuado, de esa visión particular del funcionamiento del sistema
económico.
Normalmente, para obtener el salario real, por ejemplo, dividimos W por el
valor del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Este índice refleja efectivamente
la evolución del costo de una canasta determinada de bienes (y servicios) de
consumo. El IPC se calcula según una fórmula que se asemeja a la que
presentamos arriba para el Índice de Precios Implícitos del PIB, pero con una
diferencia importante. Mientras que en esa fórmula hemos incluido, en el
numerador y en el denominador, las cantidades del período corriente (N1,2003 y
N2,2003, en nuestro ejemplo), las cantidades que se toman en cuenta en el cálculo
del IPC son siempre las mismas, es decir, permanecen fijas en los distintos
períodos. Se trata de determinado número de pasajes de colectivo, tantos
kilogramos de manzanas, etc., permaneciendo la composición de esa canasta fija.
El de precios implícitos es, en cambio, un índice de “canasta variable”, porque las
cantidades cambian todos los períodos. El índice de precios mayoristas (IPM) es
también de canasta fija.
47
C = Y − IBIF − G − X + Q.
Y = C + IBIF + G + X − Q + DEYVE.
Ya hemos dicho que las cuentas nacionales suministran información que nos
permite avanzar en la descripción de lo que sucede en una economía, aunque no
dan lugar, sin la incorporación de otros elementos, a la interpretación de los
hechos observables. Pero una buena descripción es un muy buen punto de partida
de un análisis aplicado. Veamos cómo podemos comenzar a organizar la
información si se nos pide que avancemos en el análisis de una economía
determinada.
Para comenzar, podríamos por ejemplo dividir por Y la ecuación que nos
presenta la desagregación del PIB por origen. Tendríamos entonces:
Y VA1 VA2 VA
1= = + + ... + M .
Y Y Y Y
Un procedimiento similar podemos seguir con la ecuación del PIB por destino.
Tendríamos en este caso lo siguiente:
Y C I G X Q
1= = + + + − .
Y Y Y Y Y Y
-4
6000
-8
4000 -12
2000
-2000
86 88 90 92 94 96 98 00
Esto puede significar que decidimos ignorar esas diferencias, o que nos
restringimos, en nuestro análisis, a un subconjunto específico de zapatos (los
mocasines con suela de cuero, quizás), en el que las diferencias tal vez sean
menores o despreciables. Si nos concentramos entonces en un solo bien, diremos
simplemente que “la demanda depende del precio”, con “precio” en singular.
Seguramente, en el texto de micro se incluirá, en esta sección, un gráfico
como el siguiente:
Pz
Dz
Qz
Pz
Pz1
Pz2
Dz
Qz1 Qz2 Qz
15
Atención: en el capítulo anterior utilizamos la “Q” para designar a las importaciones. Aquí, Qz
significa algo completamente distinto: “cantidades de (pares de) zapatos”.
53
Pz Pz Pz
Dz Dz
Dz
Qz Qz Qz
Pz
Oz
Dz
Qz
Pz
Oz
Pz1
Pz*
Dz
ejes del gráfico se miden únicamente Qz y Pz, por lo tanto, las curvas expresan
relaciones entre esas variables, dados los valores de todas las demás).
Pz
Oz
Dz
Dz'
Qz
Demos un ejemplo más de lo mismo. Si aumenta el ingreso de los
demandantes de zapatos, seguramente estos podrán demandar más pares a
cualquier precio Pz. En tal caso la curva Dz se desplazaría hacia la derecha.
Esas variables de las que decimos que están tras el telón, como el precio de
las zapatillas, son, en nuestra argumentación, variables exógenas. Una variable es
exógena en una argumentación cuando es un dato para la misma. En otros
términos, esa variable no es “explicada” en la argumentación.
Esta distinción entre variables exógenas y endógenas es muy importante y la
utilizaremos abundantemente en el futuro. Note además que un cambio en una
exógena, como la baja del precio de las zapatillas, produce luego una modificación
en los valores de equilibrio de las endógenas. Como puede verse en el gráfico
anterior, el precio de los zapatos declinará, y también bajarán las cantidades de
zapatos vendidas y compradas en equilibrio, ante una baja en el precio de las
zapatillas.
También en el análisis macroeconómico dedicaremos mucho tiempo al examen
de cómo los cambios en ciertas variables que consideramos exógenas modifican
el valor de las endógenas. Cambios en las exógenas son, por ejemplo, una vía
común para representar un shock o perturbación, retomando un tema del que
tratáramos en nuestro capítulo introductorio. Y el consecuente cambio en las
endógenas refleja el proceso de adaptación o de respuesta de la economía ante el
shock.
Con los elementos aquí expuestos, ya estamos en condiciones de
introducirnos en el análisis macroeconómico, a partir del capítulo siguiente.
57
Y = C + I.
Diagrama 4.1
I*
DA Y
C*
Diagrama 4.2
I*
DA Y
Ca
Cy
Tabla 4.1
Gasto Gasto
Producto = Consumo Consumo Inversión Variación de
Planeado Realizado
Período Ingreso Autónomo Inducido Planeada Existencias
(2) = (7) =
(1) (3) (4) (5) (6)
(3) + (4) + (5) (2) + (6)
0 100 100 10 60 30 0 100
1 100 110 10 60 40 -10 100
2 110 110 10 60 40 0 110
3 110 116 10 66 40 -6 110
4 116 116 10 66 40 0 116
5 116 119,6 10 69,6 40 -3,6 116
6 119,6 119,6 10 69,6 40 0 119,6
7 119,6 121,76 10 71,76 40 -2,16 119,6
8 121,76 121,76 10 71,76 40 0 121,76
9 121,76 123,056 10 73,056 40 -1,296 121,76
10 123,056 123,056 10 73,056 40 0 123,056
Variación total
+23,056 +23,056 +13,056 +10 +23,056
(de 0 a 10)
Asumiremos que la situación inicial es "de equilibrio". Eso quiere decir que la
DA, el gasto planeado, y el producto Y son iguales. En otros términos, que el gasto
planeado es igual al valor del producto, al que también podemos llamar "gasto
realizado". Este último es el que miden las cuentas nacionales.
Si las magnitudes planeadas y las realizadas son iguales, los planes son
"realizables", todos ellos, simultáneamente. Esta es una forma más precisa de
entender un equilibrio. Pero enseguida veremos una situación de "desequilibrio" y
tal vez eso nos ayude a perfilar mejor este concepto.
Para eso vamos ahora a complicarnos un poquito. Sigamos con cuidado el
razonamiento. En el período siguiente al inicial, el "1", indicamos un aumento en la
inversión planeada. Esta pasa de $30 a $40. Por alguna razón las firmas han
modificado sus planes de inversión. Esto es, en este contexto, una perturbación
61
17
En este ejemplo los cambios cesarán cuando Y alcance el valor de 125 pesos. El consumo
inducido será entonces de $75, Ca se mantendrá en $10 y la inversión planeada en $40. La
situación se asemejará a la inicial, en el sentido de que la demanda agregada (el gasto planeado)
y el producto (es decir, el ingreso, o el gasto realizado) serán iguales, cumpliéndose además que
Cy=0,6.Y. Es de nuevo, por ende, una situación de equilibrio. En este ejemplo el valor del
multiplicador es 2,5: un aumento de $10 generó un incremento de $25 en el producto agregado.
63
Y = C + I + G.
YD = Y − T .
Diagrama 4.3
I*
G*
DA Y
Ca
Cy
YD T t
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Extraído de: Damill, M. (1999), “Convertibilidad, capitales volátiles y estabilización. El papel
de las finanzas del gobierno”, Revista de Economía Política, volumen 19, número 1(73), San
Pablo, Brasil, enero-marzo.
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