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El incremento del 12% de embarazos durante la pandemia construye un nuevo escenario no visibilizado en la complejidad de la crisis que afrontará el Perú.

Este aumento se manifiesta de manera distinta en las regiones de nuestro país. Tal es el caso de la Amazonia peruana que cuenta con los índices más altos de
embarazos adolescentes. Así mismo, en Ucayali, según el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (2020) registra que “20,2%, es decir 2 de cada 10
adolescentes entre 15 y 19 años de edad son mamas o se conciben por primera como madre”. Por otro lado, hay un ligero aumento de embarazos adolescentes,
menores de 17 años, que son monitoreadas por el personal de salud en Chucuito – Puno. Esta alza de embarazos precoces se apreció entre los meses abril, mayo
y junio.

En las zonas rurales del Perú, mayormente en las regiones de la selva y sierra, aún prevalece los incrementos de embarazos precoces posicionándose como
una de las problemáticas casi imposible de solucionar en estos tiempos. Convirtiéndose en una situación repetitiva para el país, debiendo afrontar una situación
de gran vulnerabilidad y exclusión, por ser zonas apartadas este fenómeno es más alto porque la oferta de servicios sociales como educación, salud, formación
en habilidades para la vida y en el ejercicio de los derechos sexuales es limitada.

A pesar de la situación crítica por el estado de emergencia que atravesamos, el EA no ha disminuido como se apreciaba en los últimos años; al contrario, ha
presentado un aumento considerable, debido a sus principales causas. Una de ellas es la violencia sexual, la mayoría de casos de violación provienen de los
familiares de la víctima. Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2020) “desde el 16 de marzo al 31 de agosto, se atendieron 784 casos de
violación sexual de niñas y adolescentes”. También, este incremento se debe al difícil acceso a los servicios de educación sexual y reproductiva. La información
brindada por Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), señala las limitaciones al acceso de la población adolescente a los servicios de salud,
existen barreras y vacíos normativos con respecto a los casos de prevención y atención de VIH/ SIDA, embarazo, depresión y violencia. Otras causas, situadas en
años anteriores que comprendía el EA, eran las condiciones socioeconómicas como la pobreza o la falta de oportunidades y la presión del grupo.

La prevención de embarazos precoces ha sido un problema social preexistente durante años; esta se vio interrumpida por la llegada del COVID19; donde el
Estado ha planteado medidas de aislamiento social por el virus. Siendo los perjudicados los servicios de ayuda para la mujer y adolescente que quedaron
cerrados para el público, debido a las nuevas normativas para la atención de denuncias y consultas/orientaciones sobre la salud sexual y reproductiva.

En comparación de los últimos años, el aumento de embarazos entre 2019 y 2020 presenta una gran diferencia. A inicios del año 2019, se registraron 1 664
casos de violencia sexual, el 29% fueron violaciones sexuales, siendo los principales agresores, los vecinos de las víctimas (12%). A finales del mismo año, se
registraron 23 849 casos de violencia sexual, de las cuales el 33% sufrieron abusos sexuales por parte de sus vecinos. La Encuesta Demográfica y de Salud
Familiar (ENDES) da cuenta que 12 de cada 100 adolescentes peruanas estaban embarazadas en el anterior año. Hasta setiembre de este año 33 365 niñas y
adolescentes peruanas ya son madres. Solo se podrá volver independiente si decide cambiar y tener deseo de progresar en un mundo competitivo.

En tiempo de pandemia, la mayor parte de los casos de abusos sexuales en menores de edad, están relacionados con agresores que resultaron ser
integrantes del entorno familiar de la víctima; en comparación con el año anterior, los agresores estaban más relacionados con individuos particulares fuera de
su entorno familiar. Con el confinamiento social, los violadores se han excusado para estar conviviendo con las menores de manera furtiva entre las familias de
las afectadas.

El embarazo adolescente, no solo tiene efectos en la vida personal de la gestante, sino que este presenta impactos en la sociedad. En primer lugar, como
impacto a nivel personal, existe un mayor riesgo de mortalidad y morbilidad materna en las adolescentes. La investigación que realizó Planned Parenthood
Global, señala que el 24% de niñas entre 9 y 14 años, que han tenido un embarazo forzado, presentan complicaciones en el momento del parto como
hemorragias e infecciones. Comenzar la maternidad a una edad muy temprana resulta riesgoso, tanto para la vida de la mamá como para la del bebe, ya que, al
estar pasando por una emergencia sanitaria, algunos centros que daban atenciones prenatales para la gestante han cerrado. Los centros de salud están más
centrados en tratar emergencias relacionadas al COVID-19, que han dejado de lado este tipo de necesidades, sin tener en cuenta que esta también es una
problemática de vida o muerte para las adolescentes.

Además, como impacto psicológico, las madres presentan problemas emocionales, ansiedad, aislamiento y/o depresión. El embarazo adolescente incrementa
el riesgo de tener afecciones mentales tales como ansiedad o depresión, advierte vocera del Ministerio de Salud (Minsa). Una adolescente no cuenta con la
estabilidad emocional necesaria como para ser madre, mucho menos si lo va hacer por una situación traumática, siendo respectivamente por una violación. En la
mayoría de los casos, las adolescentes que tienen un embarazo a causa de un abuso, crean sentimientos de desprecio hacia el bebe; esta situación psicológica,
se ve más alterada por el hecho de que la menor estará aislada y no tan solo por las medidas de prevención ante el COVID-19, sino porque comenzará a sentir un
rechazo de parte de la sociedad. Incluso, disminuye futuras oportunidades de empleo y realización personal. El Fondo de Poblaciones Unidas(UNFPA) señalo que
los datos muestran que las mujeres que tuvieron su primer hijo en la adolescencia alcanzan menores niveles de educación, y son más propensas a estar
desempleadas o a acceder a trabajos inestable y con menores remuneraciones. Con la cuarentena aplicada a todo el País, varias empresas y microempresas
despidieron parte de sus empleados, creando así la falta de puestos de trabajo y aumentando el desempleo, haciendo aún más difícil la probabilidad de que una
madre adolescente pueda encontrar algún trabajo para solventar los gastos de ella y el bebe. Por otro lado, tenemos el impacto social, las madres adolescentes
tienden a tener un mayor número de hijos en intervalos cortos, perpetuando de esa manera la pobreza. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)
indicó que "la maternidad adolescente impacta de manera negativa en las oportunidades del crecimiento propio de la mujer, restringiendo su ejercicio de sus
derechos y coopera a la transmisión intergeneracional de la pobreza y vulnerabilidad."

La adolescencia es la etapa donde una comienza a proyectar su vida hacia el futuro; no obstante, si por alguna circunstancia se sale embarazada, ya no podrá
seguir estudiando, solo se tendrá la labor de atender a su hijo y de alguna manera sacarlo adelante, aunque no se tendrán muchas facilidades en la vida. Se
convertirán en parte de las poblaciones vulnerables, esperando que el estado los pueda apoyar, y se convertirán en individuos dependientes del estado.

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