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Una mujer le dijo a su esposo Anup que su hermano Bata había intentado llevarla
a la fuerza a la cama. Y como una furiosa tempestad, las palabras cargadas de su
esposa, gatillaron la ira de Anup, se movilizó para la acción y cogió una lanza
para ir a matar a su hermano.
Entonces me enteré que Saxo Gramático, según la tradición, indica que está
enterrado aquí en la catedral de Roskilde. Aunque de nuevo hay aquí teorías
negligentes o dudosas. La inscripción se instaló en una renovación de la catedral
el año 1728. Quizá el obispo valoraba las tumbas de escritores famosos como
centros turísticos y quizá reconstruyó una idea falsa pero poderosa y rentable
para las arcas de la iglesia: iniciar el culto oficial a Saxo Gramático. (Recuerdo
que la tumba de Shakespeare en la iglesia Holy Trinity en Stratford on Avon
recibe la visita de 200 mil personas cada año.) Excavaciones en Roskilde de 1891
encontraron una tumba de ladrillo que contenía el esqueleto de un hombre muy
alto. Se sugiere entonces que estos son los restos de Saxo y esta su tumba,
reafirmando el deseo del obispo.
Aunque hay historiadores que no aceptan el necesario ánimo mistificador de
ciertos gestos. Por ejemplo, el historiador danés Arthur Fangs dedicó parte de su
vida en desmitificar esto que es una fe. En 1945, el estudioso afirma que dos
veces, en 1833 y en 1858, la tumba en la piedra estrecha fue estudiada, pero sin
resultado; aparece destruida por funerales más jóvenes.
¿Está enterrado aquí Saxo Gramático?
Digamos que sí. O digamos que no. Y lo que sí es seguro es que la popular
historia de Shakespeare tiene su base en una leyenda nórdica y en la maravillosa
versión escrita del danés Hvad, de seudónimo Saxo Gramático.
Leo a Gramático y reconozco a un semejante, como en una fotografía, a pesar de
la distancia de diez siglos y de la geografía que nos separa de él. La prosa es una
forma, pero sobre todo una actitud, una cierta manera de observar, de contar y de
reflexionar. La obra de Saxo Gramático es una obra completa e interesante. Pero,
curiosamente, esta versión del escritor danés es poco conocida.
He agradecido a Saxo Gramático, el primer escritor danés, por dar a conocer esta
historia que me obsesiona. No sé mucho de Saxo Gramático. Pero lo que sí sé es
que Saxo Gramático escribió, desde el año 1185, en latín, 16 libros en la Gesta
Danorum o Historia Danesa. En el libro tercero y cuarto aparece la leyenda de
Amleth, príncipe de Dinamarca, sobre una cruel y sangrienta operación de
vendetta, con muchos muertos y sangre regada por el camino.
La historia la leo también como una historia de promoción o arribismo social.
Gervendill es el gobernador de Jutlandia y tiene dos hijos, Horvendill y Feng.
Horvendill logra casarse con la hija del rey de Dinamarca, Gertrudis. De ese
modo, por compromiso civil, Horvendill asciende socialmente a la familia real,
el puesto más alto del poder. Ellos tienen un hijo, Amleth. Es decir, son ricos,
jóvenes, bellos, famosos y felices. Probablemente son muy divertidos. Son la
punta ideal de la pirámide del jet-set.
Eso genera envidia, a cualquiera.
Y eso desencadena la tragedia. Aparecen los verdes celos en su hermano Feng
que ha quedado rezagado, resentido socialmente. Entonces, Feng aplica una
extraordinaria y macabra guía del arribista social, o del político corrupto. Aquel
que es capaz de matar y mata por colocarse a la cabeza del reino. Sujeto de la
ambición y el apetito de mandar. Es capaz de asesinar y efectivamente, asesina a
su hermano y seduce a su cuñada. Es capaz de perseguir a su sobrino, una
eventual competencia, para saciar sus deseos de poder.
La trama es patibularia, qué duda cabe: Feng, el tío de Amleth, asesina a su
hermano. Peor aún, el tío de Amleth, un morboso y un impúdico, el tío conducido
por el deseo incestuoso y arribista, se casa con su madre Gertrudis.
Amleth, a diferencia del Hamlet de Shakespeare, lo sabe todo. Sabe que su tío
mató a su padre. Y él, a diferencia del Hamlet de Shakespeare, Amleth nunca
duda y prepara meticulosamente la vendetta. Mezcla la pulsión de la pasión y el
odio con refinada y exquisita inteligencia vengativa.
La diferencia de carácter entre Hamlet y Amleth es significativa. Dubitativo y
perplejo el Hamlet, resoluto y decidido el Amleth.
Sostiene el crítico norteamericano Harold Bloom que Hamlet es un ser más
moderno o mejor persona o más civilizado, solo porque duda. Sostiene Bloom
como un desmedido hooligans, en el libro Shakespeare: la invención de lo
humano (1998), la superioridad estética de Hamlet. Amleth, por otro lado, le
parece tosco. Sostiene Bloom polémicamente que Amleth es proto literatura,
porque no duda. Amleth no estaría completo. Como si lo nuevo, por ser nuevo, es
mejor. O que la trama es superior al estilo.
No diré -como escribió el joven T.S.Eliot en 1920- que Hamlet “es, ciertamente,
un fracaso artístico.” Pero Bloom también exagera fanáticamente y descalifica el
Amleth de Saxo Gramático, como una “tosca fuente” de Hamlet de Shakespeare.
Casi como si su obra no existiera, como si fuese algo difuso que se pierde en el
tiempo. No le reconoce la deuda de estilo y de trama.
Por seguridad personal, Amleth se finge loco, mientras urde el desquite absoluto
y establece prioridades. Fingir locura es propio, tan propio de ciertos personajes
de la literatura.
Aquí vamos: Amleth se ha prometido a sí mismo que el canalla no dormirá en
paz. Ojo por ojo, diente por diente. La inveterada Ley de Talión es una pulsión
recia. La dura ley ya estaba incluida en el código babilónico de Hammurabi, 17
siglos antes de la era cristiana y fue establecida en el Éxodo de la Biblia. “Si
resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por
mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por
golpe” (Ex 21,24).
Por intermedio de la venganza, una cierta justicia es restablecida.
Como muchas de las historias de vendetta, de pulsiones violentas que hacen
avanzar la trama, Amleth, príncipe de Dinamarca, es una historia delirante y
perturbadora.
Efectivamente, no sé mucho de Saxo Grammaticus. Hijo y nieto de guerreros,
según Borges. Pero algo sé quizá del ambiente físico en que vivían esos pueblos
antiguos, pues viví muchos años en esa región. Una región helada, señor Jesús,
qué fría, aún húmeda en el estío. La primera vez que yo llegué al aeropuerto de
Kastrup, hace ya muchos años, a la espera de un avión, insistí en visitar la ciudad
de Copenhague. Gran error de juventud. Era enero y el frío era tan descarado y
gélido para mis ropas de invierno chileno, que me tuve que refugiar en una
cafetería. Me parecía que la gente fingía como si todo fuese normal, como si el
hielo y las negras nubes fuesen normales. Entonces recuerdo que me pregunté
¿Qué he hecho para merecer esto? Lo había olvidado. Décadas después volví de
nuevo allí en verano y, madre mía, quizá lo había olvidado: llovió todos los días
del mes. Imagínense esa región entre Elsinor, Lund, Copenhague y Roskilde hace
mil años. ¡Era ruda para vivir! Es lo más plausible.
La vida de esos pueblos era severa, por el frío, está claro, y porque era una época
donde trabajar era trabajar. Pero no se crea que Saxo Gramático era un marginal,
un vagabundo o un vikingo tatuado que lo pasaba mal. No. Saxo Gramático, el
autor que creó o imaginó Dinamarca, era cura, y la obra la escribió a petición del
arzobispo de Lund, un tal Absalón.
Seguramente Saxo Gramático era un clérigo católico muy especial pues sabía que
el bien y el mal son relativos. Como los grandes escritores, conocía bien los
impulsos, las coqueterías o las vanidades de la mente o de la psique humana.
Sabía que algunos seres son capaces de cualquier crimen para llegar a la cúspide
de la realeza y después no se arrepienten. No. Al contrario, un político que llega a
la cumbre con crímenes y argucias es un experto encubridor del pasado. Sabe
falsear lo acaecido, sabe encubrir las huellas de sus fechorías debajo de la
alfombra después de haber obrado mal. Y se inventa o imagina un pasado
seductor.
Su elocuente obra demuestra que Saxo Gramático estaba al servicio del arte, más
que a ciertos deberes ideológicos o didácticos de aburrida corrección política.
Saxo Gramático era un escritor diligente e imaginativo, no un monaguillo que ora
para recordar ciertos sueños o propuestas ideales.
Se dice que en latín había leído a Cicerón, Virgilio y Valerio Maximun. Saxo
Gramático tenía un estilo literario primordial, de avance rápido, cortante y
punzante, una narrativa rupturista y transgresora que iba contra lo establecido y
las verdades confortables. Provocación y ruptura. No queda piedra sobre piedra.
Así, con el paso del tiempo, con los ires y venires, de viajes y lecturas, yo he
llegado al convencimiento que Saxo Gramático era un escritor vanguardista, un
escritor punk o nietzscheano. Saxo Gramático fue creador de su propio estilo
vigoroso, un talante no dogmático. También he descubierto que los artistas que
me gustan a mí, son anarquistas, son pedantes, no confían en nadie, ni menos en
la blandura de la bondad y la compasión, pues quieren consumar su profesión con
precisión y rigor quirúrgico.
En varias partes el personaje Amleth, como un rockero iracundo, dice su verdad
cruda, sin modales. Pero los siempre cómodos no le creen y lo toman como
broma, los siempre satisfechos no quieren escuchar la verdad. Lo toman como un
loco, aunque sospechan que, en el fondo, Amleth era un maldito, en el sentido
más literario posible. Tal como su tío fue brutal y directo, Amleth es brutal y es
directo: trata a su madre de infame y prostituta y no duda, nunca duda en planear
la decapitación de su ahora poderoso tío tirano que se hizo del poder mediante el
crimen y el engaño. Le pareció saludable matar al sátrapa usurpador.
El personaje es rencoroso, sí. Pero indócil. Amleth dispone a los lectores a la
valentía. Construye realidad, moviliza. Hay quienes son violados o destripados y
ahí se quedan. Hay jóvenes que se quedan rumiando en la pieza materna hasta
viejos, y prefieren ver las cosas inclinados en su Iphone. Quizá, a esos la vida
real les parece eterna y aburrida. Hay otros jóvenes, como Amleth, que salen de
inmediato al vértigo de la acción y la aventura. A Amleth la pulsión le lleva, le
eleva, le arrastra. Es versátil, ágil, agresivo. Amleth vive un lance, una lucha
contra un delirio. A él la vida le parece corta. Odia que todos en la corte sean
unos simples utilitarios o bufones del sátrapa. ¿De qué otro modo se puede actuar
contra un ladino?
Temáticamente, creo ahora que Saxo Gramático era lo que ahora llamamos
un entertainer, un artista de la violencia y la truculencia en un mundo en
descomposición, o al menos en desorden, en permanente caos, y que con solo
leer la trama uno se horroriza. Como las sagas nórdicas, como en toda gran
literatura, Amleth es un personaje central muy sabio y perspicaz. Pero es también
una verdadera historia de entretención. Saxo Gramático podría ser hoy un
guionista de un film de desquite de los directores Quentin Tarantino, de Park
Chan-Wook o de Stanley Kubrick. O para una serie de Netflix.
La obra de Saxo Gramático parece la obra de un loco trágico, un maniático. Pero
no. El escritor Gramático era, a fin de cuentas, un perspicaz, su historia de
Amleth es humor más negro que el carbón, sobre una sabia obsesión vengativa y
de justicia.
He tratado de resolver mi obsesión por un cuento sobre la disputa entre dos
hermanos, un cuento que me inquieta desde joven. Y he dado la vuelta. Todos
tenemos un destino. Quizá, este era mi destino: perseguir la huella del cuento
más viejo y más terrible y más doloroso de la literatura: qué corra la sangre,
matar a un hermano por una mujer y ¡ack! por las ansias de fama y de poder.
Y la correspondiente vendetta.
Si no hay justicia, habrá venganza.
Lo demás es silencio.
***