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Sin embargo, una nueva crisis que se inició a mediados de la década del sesenta
(ver estanflación), agudizada por la crisis del petróleo de 1973 provocó una
reorganización radical de la economía, fundada en la intensa promoción de la
innovación tecnológica (TIC), la reforma de las políticas de desarrollo (ver
Consenso de Washington) y tentativas de desmantelar del Estado de Bienestar, que
llegó a ser visto como —en las palabras de Margaret Thatcher— un "estado niñera",
sofocador de las libertades y restringidor de la capacidad de escoger de los
individuos. Ya desde las décadas de 1970 y 1980 varios analistas y políticos
encontraron necesario o conveniente efectuar una fuerte crítica, sea desde un punto
de vista pragmático o desde un punto de vista liberal a formas socio-político y
económicas anteriores, que ellos consideraban estatizantes y en consecuencia
restrictoras tanto de las libertades individuales como del desarrollo económico y
social, proponiendo nuevas formas a fin de crear un terreno favorable para la
revitalización de las economías.
Durante este periodo destaca el rol de los organismos internacionales como OMC,
OCDE, FMI y BM que en las últimas décadas han sido retratados como impulsores de la
globalización, sin embargo, la globalización siendo un proceso civil y de mercado
más bien tiende a ser vista como un orden espontáneo independiente de los
organismos políticos, siendo discutido si las acciones de los organismos
supraestatales dificultan en vez de facilitar la globalización.14 Una organización
privada que anualmente se reúne para dar su respaldo al proceso globalizador es el
Foro Económico Mundial.
Cibercafé en Seúl
La globalización en sí misma es un proceso continuo y dinámico, que desafía las
leyes de los países en su forma de regular el funcionamiento de empresas y el
comportamiento económico de los individuos a nivel internacional que, si bien
pueden dar trabajo a la mano de obra desocupada o ser los contratados, también
pueden beneficiarse de irregularidades y debilidades subsistentes en un determinado
país. Es fácil para estas empresas simplemente trasladar sus centros de producción
a lugares en los cuales se les dé el máximo de facilidad. Es también un desafío a
los proyectos de desarrollo de los países, especialmente para aquellos que están en
vías de desarrollo, pues no solo considera cualquier intervención estatal como
hostil a los intereses de esas empresas (en la medida que tales planes implican
regulaciones y demandan impuestos y otros recursos) sino que además asevera que la
idea misma del desarrollo social como meta y objetivo gubernamental o estatal
precluye la libertad individual y distorsiona tanto la sociedad como el mercado.
(ver por ejemplo posición paretiana en: [5]}
Estas fueron las pautas de un primer momento en esta nueva relación socio-
económica. Se puede observar, como ejemplo, que los altos costes de producción en
los países desarrollados, que confluyendo con una apertura de los países del este
oriental, especialmente China e India, a los mercados de capitales y su inclusión
como miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC), resultó en el traslado
masivo de la producción industrial desde Europa y EE. UU. a esos u otros países que
ofrecían condiciones más favorables al incremento de las ganancias de esas empresas
internacionales.
El mercado mundial para las industria del entretenimiento, de las que el cine
estadounidense ha sido el mayor exponente a lo largo de todo el siglo XX, depende
de dos factores técnicos: medios de comunicación e idioma. La barrera del idioma
sigue dependiendo de la realización de doblajes y traducciones, en las industrias
de contenidos narrativos, creándose mercados sectoriales para las grandes lenguas
multinacionales como el español o el francés, además de la posición dominante del
inglés.