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Filosofía de la Religión

Rafael Fernández Hart, S.J.


Introducción: KANT Y SCHLEIERMACHER

Textos de Kant1
1. Propensión
Por propensión (propensio) entiendo el fundamento sujetivo de la posibilidad de una inclinación
(apetito habitual, concupiscentia) en tanto ésta es contingente para la humanidad en general. Se
distingue de una disposición en que ciertamente puede ser innata, pero se está autorizado a no
representarla (cuando es buena) como adquirida o (cuando es mala) como contraída por el hombre
mismo. Pero aquí se trata sólo de la propensión al mal propiamente tal, esto es: al mal moral; lo cual
puesto que es posible sólo como determinación del libre albedrío... (Kant: 38)

2. Mal radical
La tesis “el hombre es malo” no puede querer decir, según lo que precede, otra cosa que: el hombre se
da cuenta de la ley moral y, sin embargo, ha admitido en su máxima la desviación ocasional respecto a
ella (Kant: 41) ... Podremos, pues, llamar a esta propensión una propensión natural al mal, y, puesto
que, sin embargo, ha de ser siempre de suyo culpable, podremos llamarla a ella misma un mal radical
innato (pero no por ello menos contraído por nosotros mismos) en la naturaleza humana (Kant: 42).

3. Ley moral y amor a sí mismo


Consiguientemente, el hombre (incluso el mejor) es malo solamente por cuanto invierte el orden moral
de los motivos al acogerlos en su máxima: ciertamente acoge en ella la ley moral junto a la del amor a
sí mismo; pero dado que echa de ver que no pueden mantenerse una al lado de la otra, sino que una
tiene que ser subordinada a la otra como a su condición suprema, hace de los motivos del amor a sí
mismo y de las inclinaciones de éste la condición del seguimiento de la ley moral, cuando es más bien
esta ultima la que como condición suprema de la satisfacción de lo primero, debería ser acogida como
motivo único en la máxima universal del albedrío. Aun con esta inversión de los motivos mediante la
máxima propia, en contra del orden moral, puede, sin embargo, las acciones ocurrir de modo tan
conforme a la ley como si hubiesen surgido de principios legítimos; así ocurre cuando la Razón usa de
la unidad de las máximas en general, que es propia de la ley moral, sólo para introducir en los motivos
de la inclinación, bajo el nombre de felicidad, una unidad de las máximas que de otro modo no puede
corresponderles... pues entonces el carácter empírico es bueno, pero el carácter inteligible sigue siendo
malo. (Kant: 46).

4. Restablecimiento de la disposición al bien


El restablecimiento de la original disposición al bien en nosotros no es, por lo tanto, adquisición de un
motivo impulsor perdido que empujase al bien; pues tal motivo impulsor, que consiste en el respeto
por la ley moral, nunca hemos podido perderlo, y, si esto fuese posible, no lo recuperaríamos nunca.
Tal restablecimiento, por lo tanto, es sólo la instauración de la pureza de la ley como fundamento
supremo de todas nuestras máximas, según la cual la ley debe ser aceptada en el albedrío no solamente
ligada a otros motivos impulsores o incluso subordinada a éstos (a las inclinaciones) como
condiciones, sino en su total pureza como motivo impulsor suficiente por sí de la determinación del
albedrío. El bien original es la santidad de las máximas en seguimiento del deber propio; por donde el
hombre que acoge en su máxima esta pureza, si bien no por ello es ya santo él mismo ..., sin embargo
está en el camino de acercarse a la santidad en el progreso infinito (Kant: 55).

5. Religión dentro de los límites de la mera razón


Del título de esta obra (pues se han manifestado dudas respecto a la mira escondida bajo él) hago notar
lo siguiente: puesto que la revelación puede al menos comprender en sí también la religión racional
pura, mientras que, a la inversa, esta no puede comprender lo histórico de la primera, puedo considerar
a aquella como una esfera más amplia de la fe, que encierra en sí a la última como a una esfera más
estrecha... El filósofo ha de retenerse dentro del último de estos círculos, como mero maestro de la
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Todos los textos: La religión dentro de los límites de la mera razón, Madrid: Alianza editorial, 1991.

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Razón (a partir de meros principios a priori) y por lo tanto ha de hacer abstracción de toda
experiencia. Desde este punto de vista puedo también hacer una segunda prueba, a saber: partir de
alguna revelación tenida por tal y, haciendo abstracción de la Religión racional pura (en tanto que
constituye un sistema consistente por sí), poner la revelación, como sistema histórico, en conceptos
morales sólo fragmentariamente y ver si este sistema no remite al mismo sistema racional puro de la
Religión, que sería consistente por sí mismo –ciertamente no en una mira teorética (en lo cual debe ser
incluida también la mira técnico-práctica del método de enseñanza como tecnología), pero sí en una
mira moral-práctica– y suficiente para una Religión propiamente tal, la cual, en cuanto concepto
racional a priori (que permanece tras la eliminación de todo elemento empírico), sólo tiene lugar en
este respecto. (Prólogo a la segunda edición, p. 26 y 27).

Textos de Schleiermacher2
1. Religión cuerpo maternal
La religión fue el cuerpo maternal, en cuya sagrada oscuridad se alimentó mi vida juvenil y se preparó
para el mundo, que todavía constituía para ella una realidad no descifrada; en la religión ha respirado
mi espíritu antes de que él hubiera hallado sus objetos externos, la experiencia y la ciencia; ella me
ayudó cuando comencé a examinar la fe paterna y a purificar el corazón de los desechos del pasado;
ella permaneció en pie para mí cuando Dios y la inmortalidad se esfumaron ante los ojos vacilantes;
ella me condujo a la vida activa; ella me ha enseñado a mantenerme a mí mismo, como algo sagrado,
con mis virtudes y mis defectos, en mi existencia indivisa, y sólo mediante ella he realizado el
aprendizaje de la amistad y del amor (Schleiermacher: 11-12).

2. La esencia de la religión
En su esencia, [la religión] no es pensamiento ni acción, sino contemplación intuitiva y sentimiento.
Ella quiere contemplar intuitivamente el universo, ella quiere espiarlo píamente en las manifestaciones
y los actos que le son propios; ella quiere abandonarse, en la pasividad del niño... Ella es lo opuesto de
la metafísica y de la moral. Las dos otras no ven en el universo sino al hombre como centro de todas
las conexiones, como condición de toda existencia y causa de todo devenir. Ella quiere ver al Infinito
en el hombre no menos que en cualquier otro ser particular y finito (Primer Discurso).

3. ¿Sagrada escritura?
No tiene religión quien cree en una escritura sagrada, sino el que no necesita ninguna e incluso él
mismo sería capaz de hacer una (Discurso: 79-80).

4. Dios e inmortalidad
Esta es mi forma de pensar acerca de estos temas. Dios no es todo en la religión, sino uno de los
elementos, y el Universo es más; tampoco podéis creer en él arbitrariamente o porque lo queréis
utilizar como consuelo y ayuda, sino porque debéis. La inmortalidad no ha de constituir ningún deseo
si ella no ha sido previamente una tarea que vosotros habéis realizado. En medio de la finitud, hacerse
uno con lo Infinito y ser eterno en un instante: tal es la inmortalidad de la religión (Schleiermacher:
86).

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Todos los textos: Sobre la religión, Madrid: Tecnos, 1990.

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