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Universidad Austral de Chile

Facultad de Medicina
Escuela de Psicología

Los test de Inteligencia y su capacidad real de evaluar un constructo como es la inteligencia

Presentado por:
Ana Bustamante y María José Calderara

Profesor responsable:
Yasna Roldán V.

Valdivia, 05 de octubre del 2018


Introducción

En los últimos siglos el concepto de inteligencia ha sido causa de gran controversia dentro de la
ciencia y la psicología, en lo que refiere tanto a su definición como a su medición. Incluso antes
de que comenzará a estudiarse científicamente, ya existía en la sociedad una noción y valoración
acerca del constructo de inteligencia como una capacidad positiva en un individuo, que le
permitiría alcanzar grandes logros académicos y laborales. Desde esta vertiente es que, desde
principios del siglo XX con la aparición los primeros test de inteligencia aquellos encargados de
dar una cuantificación a la capacidad intelectual de un individuo (Gonzales, 2007), es que
millones de personas alrededor del mundo se han sometido a estas determinadas evaluaciones con
la finalidad de categorizar su inteligencia. Pero ¿Cuánta fiabilidad presentan dichas medidas? y a
su vez ¿Qué consecuencias socioculturales emergen de la aplicación de pruebas que encasillan
numéricamente las aptitudes de un individuo?

Los test de inteligencia se han ido consolidando a través del tiempo como evaluaciones infalibles
respecto a la estandarización de las capacidades humanas, pero a pesar de que cada vez existen
más herramientas que permiten a la comunidad científica afinar la comprensión acerca del
intelecto humano, estos aún no han sido capaces de formular algo más que hipótesis
interpretativas en cuanto a la existencia de una estrecha correlación entre el coeficiente
intelectual de un individuo y su rendimiento laboral o académico. Una medición por sí sola no
significa que unas personas sean más inteligentes que otras, sino que tan solo son más aptas en
algo especifico. Así como hay personas que poseen una mejor memoria de trabajo, existen otras
que presentan mejor capacidad de planificación o de predicción. Entonces la gran interrogante
aquí es ¿Qué nos hace inteligentes? Y ¿Cómo es que las pretensiones de la ciencia han logrado
localizar a este concepto dentro de una evaluación?
El concepto de inteligencia y su construcción sociohistórica
El interés por el estudio de las habilidades intelectuales del ser humano encontró sus primeros
intentos formales a principios del siglo XX con el psicólogo Alfred Binet (1857-1911) quien a
través de una serie de tareas problema dio medición a las capacidades cognitivas de algunos
estudiantes en Francia, motivado por identificar a niños con retraso mental. Impuso el término de
edad mental, afirmando que la inteligencia se incrementa con el desarrollo, y de la mano con sus
trabajos en 1905 junto a su colega Theodore Simon, introdujo un gran determinante para la
psicología de la evaluación que fue la publicación de la escala Binet - Simon (Gonzáles, 2007).
El concepto de inteligencia a partir de este hecho se ha rodeado de contradicciones y de diversas
interpretaciones, logrando pretensiones de ser un término impreciso y abstracto. Sin embargo, la
gran valoración que encontró en la ciencia y la sociedad han permitido que en vez de convertirse
en un concepto abandonado se posicionase lejos como un constructo dominante en las
investigaciones científicas.

La palabra inteligencia se encuentra frecuentemente presente hoy en día, no solo en los círculos
científicos, sino que además de amplia manera en la vida diaria de las personas. Así, a pesar de la
complejidad conceptual que hace que esta palabra no pueda ser reducida a una simple definición,
en lenguaje cotidiano y precisando de manera formal este concepto, tal como declara Ardilla
(2011) inteligencia es un conjunto de habilidades cognitivas y conductuales que permiten a un
individuo una eficiente adaptación al medio, incluyendo la capacidad resolutiva de problemas, de
planificación y abstracción, la comprensión de ideas complejas y la capacidad de aprender de las
experiencias previas. Poniendo énfasis en que se trata de una habilidad cognitiva general más que
particular o específica, y refiriéndose a que la inteligencia no es un estándar fijo en la vida de una
persona, sino que tendría tendencias al desarrollo y a la evolución.

A lo largo de la historia este término se ha utilizado para justificar jerarquías sociales


presentándolas como inevitables para el surgimiento de la sociedad. (Gould, 1988). El
Darwinismo social y el tan marcado contexto positivista de la época serían de cierta manera
algunos de los posibles aspectos a considerar como una justificación científica para diversas
ideologías. Por un lado, no cabe duda de que la idea de la teoría de la evolución fue de gran
evocación en la idea de la inteligencia como un constructo social. Tal como lo menciona Ovejero
(2004) “esa guerra sin cuartel de todos contra todos, los “mejores”, los más aptos (es decir, los
más fuertes y/o inteligentes por su propia naturaleza) serán los que vencerán y ascenderán en la
escala social” (p.161). La jerarquización política y social, cabe desde tiempos inmemorables
dentro de un constructo del mas capaz, al más incapaz socialmente.

En épocas recientes, llama la atención como es que históricamente las estandarizaciones de los
test de inteligencia han servido para defender científicamente posiciones ideológicas, como
afirma Ovejero (2004) específicamente “en tres momentos cruciales: en los años veinte, en los
años sesenta y en los años noventa” (p. 160). En primer lugar, el nacionalismo instaurado en la
sociedad estadounidense en los años veinte tras la primera guerra mundial, fomentó un gran
rechazo a la población europea que huyendo de las miserias de la guerra buscaban refugio en este
país. En consecuencia, una de las soluciones que presentó este país para el freno a la entrada de
inmigrantes, fue la de impedir el ingreso a aquellos que obtuvieran bajo puntuación en los test de
inteligencia (Destacando que las preguntas establecidas en estas pruebas trataban sobre cultura
estadounidense). De la misma manera sucedió en los sesenta con los negros, probando mediante
estos test su inferioridad con relación a la raza blanca, y en los noventa con la población pobre,
que se afirmó que vivía de dicha manera por su baja calidad intelectual. (Ovejero, 2004).

Como se evalúa la inteligencia: La importancia del contexto


El concepto “test”, como afirma Lotito (2015) “se utiliza en psicología para designar [a] todas
aquellas pruebas que tienen como objetivo examinar las cualidades, rasgos, características
psíquicas y competencias en los individuos (p. 80). Estos test para ser aplicados deben presentar
una gran validez y por sobre todo fiabilidad para considerarse un medidor objetivo, viéndose por
fiabilidad a aquella prueba que se precise estable en cuanto a la puntación que establece, y
afirmando por validez al grado en que el test está midiendo aquello que pretende medir
(Gonzales, 2007). Pero dicha validez y fiabilidad depende de diversos factores contextuales que
afectarían los resultados presentes en las pruebas establecidas. En la evaluación de la inteligencia,
los test e incluso el mismo examinador ejercen diversos tipos de influencia sobre los resultados
obtenidos por el sujeto evaluado.
Algunos de los efectos que pueden influir en los resultados de los test de inteligencia son
descritos por Gonzáles (2007), el cual sostiene que estos efectos pueden ser fundamentalmente
tres: Los efectos de la situación, refiriéndose a todo lo que contenga el entorno del sujeto
evaluado. Los efectos del examinador, que hace alusión a aquella influencia que ejerce este sobre
el individuo a examinar. Y, por último, las distorsiones o estilos de respuesta, en donde destacan
otras dos variables; la simulación y la deseabilidad social. La simulación, por un lado, es aquel
intento por tras el objetivo de una baja laboral, falsear respuestas o intentarlo. Por último, la
deseabilidad social es aquella que infiere que existe una tendencia por obtener respuestas de
acuerdo con los estándares sociales impuestos con anterioridad en el sujeto. Cabe destacar que
estas variables expuestas no se tienen en cuenta en la mayoría de los casos por estos test,
poniendo en duda su fiabilidad y valoración. La importancia del contexto social en el cual se
desenvuelve el individuo no radica solamente en un pequeño porcentaje a influir sobre la
inteligencia. Por ejemplo, la rapidez para resolver problemas puede ser mejor evaluado en unas
culturas que en otras.

¿inteligencia o inteligencias?

Generalmente cuando se relaciona la palabra inteligencia con alguna cualidad presente en un


individuo, se hace alusión al esquema tradicional que abarca este concepto. Sin embargo, dentro
de la psicología cognitiva autores como Howard Gardner han demostrado la existencia de al
menos en dichos estudios, ocho tipos diferentes de inteligencia conocidas como las inteligencias
múltiples, formándose cada una de ellas en un nivel de desarrollo particular de un individuo
(Macías, 2002). La sociedad esta llena de personas que presentan cualidades únicas en ellas,
aportando de manera personal e incluso especial, distintas formas de expresarse y de
comportarse. Para ello el proceso de aprendizaje para cada tipo de inteligencia debería ser único
en intentar comprenderla y valorarla, sin embargo, los test de inteligencia han entorpecido este
proceso otorgándole gran valor a los números y poco a aquello “diferente”, como lo creativo.
Entonces, ¿Cómo se puede expresar libremente la palabra inteligencia sin conocer a que hace
referencia?
Conclusión

La inteligencia ha sido tan investigada como debatida, por todas las características tan
controversiales que presenta en relación tanto con su definición como con su medición asentada
en datos cuantitativos. En principio este concepto se utilizó para dictaminar ciertas capacidades
académicas de los niños, aportando en gran medida a la psicología de la evaluación como
disciplina. Sin embargo, posteriormente estos test fueron presentando de manera desmesurada un
declive, aportando cada vez más argumentos en contra de su realización. Uno de dichos
argumentos se especifica en el patrón tan mediático que desataron las evaluaciones cognitivas a
la hora de servir como base para posiciones ideológicas. En consecuencia, formaron un patrón
mediático de cómo se categorizaba a las personas en relación con sus capacidades intelectuales.

La estandarización de los test de inteligencia implica diversos factores a tomarse en cuenta


debido a su vez a esta gran variabilidad de puntos de vista existentes que avalan y desacreditan
estas prácticas en los individuos. Por ende, resulta problemático dentro de este gran dualismo de
la ciencia encontrar una postura erráticamente correcta, pues en muchos casos los prejuicios
sociales se ven reflejados en las mismas investigaciones realizadas por la comunidad científica.
Así, con elementos demostrados cabe destacar que la psicología en si como disciplina a realizado
grandes aportes positivos a la sociedad, difiriendo en este caso en la errada visión que impuso el
constructo positivista de la época, quien impulso esta medida de hacer cuantificable aquello que
no debía serlo.
Referencias bibliográficas

Ardilla, R. (2011). Inteligencia. ¿Qué sabemos y que nos falta por investigar? Revista de la
academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales 35 (134). 98-103.

Gould, S. (1988). La poligenia norteamericana y la craneometría antes de Darwin: los negros y


los indios como especies separadas e inferiores. En Gould, La falsa medida del hombre
(pp: 13-55). Buenos aires: Sud América.

Gonzáles, F. (2007). Desarrollo histórico y los fundamentos teóricos y metodológicos que dan
origen a la aparición de los test. En Gonzáles, Instrumentos de evaluación psicológica
(pp: 3-20). Habana: Ciencias médicas.

Gonzáles, F. (2007). Conceptos básicos para la asignatura. En Gonzáles, Instrumentos de


evaluación psicológica (pp: 21-29). Habana: Ciencias médicas.

Lotito, F. (2015). Test psicológicos y entrevistas: usos y aplicaciones claves en el proceso de


selección e integración de personas a las empresas. Revista Academia & Negocios 1 (2).
79-90.

Ovejero, A. (2004). Los test de inteligencia: Algunas consecuencias de su aplicación. Tabanque.


18.153-168.

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