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UNIVERSIDAD NACIONAL DANIEL ALCIDES CARRION

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS


ESCUELA DE FORMACIÓN PROFESIONAL DE DERECHO

DERECHO PROCESAL DE TRABAJO

TEMA: PRINCIPIOS DE LA LEY


PROCESAL DEL TRABAJO N°26636

DOCTOR:

BARRERA ZUÑIGA, Rubén

ESTUDIANTES:

 CASTAÑEDA JIMENEZ, Diego Armando

 DAGA DE LA TORRE, Alan Alcides

 HUAMAN BERROSPI, LeslI Karen

 HUAMAN ROJAS, Jhonatan Alexander

 ROBLES HUAMAN, Lucero Lizeth

 SOLIS MONTES, Maria Keyht

 TORRES VALDIVIEZO, Alex Jhon

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EL PRESENTE TRABAJO ESTÁ DEDICADO A:

DIOS, por proporcionarnos el milagro más hermoso, la vida, y por la


fuerza suficiente para afrontarla día a día y así lograr nuestros
objetivos.

NUESTROS PADRES, por su amor y apoyo incondicional tanto en lo


económico y moral para conseguir nuestros principales objetivos y
así poder ser hombres de bien.

DR. BARRERA ZUÑIGA, Rubén, por brindarnos sus enseñanzas y


demostrar que es un ilustre Doctor de la Facultad de Derecho y
Ciencias

Políticas, muy comprometido con su trabajo e inculcar sus ideas para


lograr de sus estudiantes unos buenos hombres del derecho.

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INTRODUCCIÓN

Los principios y normas se interpretarán según el sentido propio de sus

palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos,

y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo

fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas. Los principios del derecho

laboral Inspiran directa o indirectamente soluciones a problemas de vacíos o

imperfecciones de las normas laborales. Promueven y encausan las normas

laborales o sirven para orientar e interpretar las existentes y resolver los casos

no previstos Líneas directrices del proceso laboral. Los Principios que deben

estar en el proceso laboral y que no están en el derecho común: La

desigualdad compensatoria, la búsqueda de la verdad real y la indisponibilidad,

Principio de veracidad o de prevalencia del fondo sobre la forma, principio

protector o de desigualdad compensatoria y criterio de conciencia en la

exégesis de la prueba y equidad en la resolución. Son fuente supletoria ante

vacío o laguna legal Inspiran al legislador y sirve de fundamento al orden

jurídico Constituyen en criterio orientador del juez o de otro operador jurídico.

Se instaura un proceso con muchos más elementos de oralidad que los

modelos procesales precedentes (DS N° 03-80-TR y Ley N° 26636). - La

oralidad es el punto de partida y fundamento para la celeridad, inmediación y

economía procesal.

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Como ya lo hemos visto, hay “principios comunes” aplicables a todas las ramas

del derecho, que son los principios generales del derecho. Pero también,

podemos hablar de los “principios propios” que se aplican a cada rama jurídica,

de donde le viene su autonomía.

JUSTIFICACIÓN E IMPORTANCIA DEL ESTUDIO

La presente investigación se hace en base a la justificación generada por la

realidad social puesto que el derecho laboral regula las relaciones que surgen

entre una empresa y sus trabajadores basándose en un principio protector, que

tiende a limitar las atribuciones del empleador a fin de proteger al más débil de

dicha relación, que viene a ser el trabajador. Sin embargo, el ordenamiento

jurídico Peruano ha tomado parte por la defensa y aplicación de la seguridad

jurídica, haciendo uso para ello de la prescripción extintiva y esto ha generado

que surja el debate sobre si su aplicación, es contraria o no al fin protección del

trabajador para así pasar por alto los principios por las cuales la Ley Procesal

de Trabajo se instituyo atacando los objetivo del derecho laboral; ya que la

aplicación de la prescripción extintiva resultaría incompatible con el principio de

irrenunciabilidad de derechos laborales y los demás principios como: gratuidad

a la justicia, concentración celeridad, inmediación y demás principios se

verían ineficaces así los garantizado por la constitución Política del Perú de

1993, en el artículo 26°, inciso 2 que prescribe, “En la relación laboral se

respetan los siguientes principios: (detallados a continuación), tiene carácter

irrenunciable de los derechos reconocidos por la constitución y la ley”, puesto

que, este principio, se basa en la imposibilidad de privarse, aun por voluntad

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propia, o negarse a efectuar los derechos que uno adquiere por las leyes

laborales, suscitando, que todo acuerdo que vulnere los derechos adquiridos

en su beneficio en una relación laboral sería nulo o inválido. La presente

investigación también manifiesta sobre los otros principios que operan

independiente frente a casos distintos no relacionado con el anterior principio y

que operan en casos particulares, como la reposición laboral, el pago de

beneficios sociales cuando estos ya se encuentren acreditados, la Ley 26636

incorpora estos principios para determinar la obligación del empleador frente a

su trabajador. La investigación proyectada resulta de gran importancia puesto

que se podrá realizar un análisis de la realidad respecto a que si la aplicación

de la figura jurídica para la defensa de los derechos del trabajador que la

misma constitución protege. Cabe resaltar que esta ley (26636) fue derogada

por la primera disposición derogatoria de la Nueva Ley Procesal del Trabajo

Ley N° 29497, y como antecedente tenemos al día 15 de julio de 2010, en que

se dio inicio a una de las reformas judiciales más importantes de nuestro país:

La reforma procesal laboral. Sin duda alguna, dicho hito marcó el inicio de un

cambio radical en la justicia laboral peruana, ya que implicó, como en la propia

exposición de motivos del proyecto de Ley 29497 se indica, “un cambio

sustancial en la concepción de la forma de hacer justicia. No se propone un

mero cambio de leyes, sino de entendimientos y modos de actuación,

principalmente por parte de los jueces y auxiliares, pero también de los

abogados y de los protagonistas de la justicia laboral: trabajadores y

empleadores”. Así mismo, conllevó a la necesaria modernización de los

órganos jurisdiccionales en materia de infraestructura, logística, tecnología,

gestión del despacho judicial, entre otros aspectos claves para su éxito, pero
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en este presente trabajo académico desarrollaremos una de las instituciones

jurídicas más importantes del proceso laboral “los principios procesales” de la

ley 26636 “Código procesal Laboral”.

PRINCIPIO DE SOCIALIZACIÓN EN EL PROCESO:

Basándonos desde la norma constitucional que menciona sobre un estado de

social de derecho debemos comprender que no solo hace énfasis a temas de

carácter político sino también aquellos de carácter social desde un punto de

vista general, donde se considera los derechos de los ciudadanos: salud,

educación, trabajo, etc., los cuales son abordados como supuesto social “se

trata del Estado de la integración social, dado que se busca conciliar los

intereses de la sociedad, desterrando los antagonismos clasistas del sistema

Industrial. Al respecto, García Pelayo sostiene que la unidad entre el Estado

social y la comunidad nacional hace posible otra característica de dicho tipo de

Estado, a saber, su capacidad para producir la integración de la sociedad

nacional, o sea, el proceso constante, renovado, de conversión de una

pluralidad en una unidad, sin perjuicio de la capacidad de autodeterminación de

las partes.

El artículo 43º de la Constitución señala categóricamente que el Perú es un

Estado Social de Derecho y bajo esa perspectiva, la expresión o traducción que

puede asumir este modelo de Estado precisamente se encuentra en

manifestaciones como el denominado Principio de Socialización del Proceso.

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Existiendo entonces un tronco común entre este principio y el Principio

Protector, es evidente que podemos hablar de un acto reflejo o de una

posibilidad de interacción entre ambos. Y creo que eso es lo que finalmente

trata de incorporarse al Proyecto de Ley Procesal que ha sido puesto a la

consideración de la opinión pública y que actualmente se viene discutiendo de

manera verdaderamente satisfactoria. El Principio de Socialización del Proceso

lleva al Juez de Trabajo a aplicar también con mayor intensidad sus facultades

inquisitivas. Por otro lado, este principio, reflejando nuevamente las normas

procesales, puede introducir a través de dichas normas, mecanismos de

equiparación y compensación igualitaria.

Los principios, cuando suele normárseles, tienden a convertirse en

mecanismos o formas rígidas que impiden muchas veces su mutación, su

flexibilidad y su dinamismo, supuestos equivalentes de posibilidad

contradictoria, tanto para el demandante como para el demandado. Es decir, a

ambas partes se les da la posibilidad de enfrentarse con iguales armas y llegar

al proceso en igualdad de condiciones.

Asimismo, existen fijadas presunciones legales relativas previstas en favor del

trabajador, derivadas naturalmente del incumplimiento de las normas por parte

del empleador o del incumplimiento de sus obligaciones procesales.

Igualmente, existen fijados mecanismos conducentes a propiciar la celeridad

del proceso laboral, piedra angular de todo el proyecto y que busca

precisamente constituir a esta celeridad como uno de sus matices principales.

Y finalmente, está prevista la facultad inquisitiva de los jueces laborales

quienes podrán impulsar el proceso haciendo uso de sus facultades

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investigadoras y suavizar las cargas probatorias impuestas a la parte más

débil.

LA SOCIALIZACIÓN LABORAL:

La socialización laboral es un proceso mediante el cual la persona asimila

valores, normas, competencias, conductas esperables, y conocimientos para

asumir un determinado rol laboral (personalidad laboral), y adopta las actitudes

precisas para participar como miembro en las actividades de una organización

(ambiente laboral)

La socialización para el trabajo sería el proceso mediante el cual el individuo se

prepara para su inserción en el mundo laboral e incluye tanto aspectos

específicos (por ejemplo, adquisición de conocimientos necesarios para el

desempeño de una profesión) como generales (por ejemplo, surgimiento de

valores laborales). Esta preparación supone no solo la adquisición de una serie

de conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes necesarias para

desempeñar su rol laboral, sino también la adquisición de un conjunto de

creencias, expectativas, valores y actitudes sobre el mundo del trabajo.

La socialización laboral abarca tanto el período que se conoce como

socialización para el trabajo, como así también la socialización en el trabajo, y

su división sólo responde a fines teóricos, ya que resulta imposible su

separación en la realidad, en este estudio mi interés se centró en el segundo

período: la socialización en el trabajo, aquella por la cual transita la persona al

momento de ingresar a trabajar en la organización. Por tanto, los autores

sostienen que el proceso de socialización laboral que se desarrolla de modo

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específico en el ámbito de una organización, y que incluye la adaptación a un

contexto cultural y normativo determinado, ha sido considerado también como

socialización organizacional. La misma consta de los siguientes momentos o

etapas:

Etapa de encuentro:

Esta etapa se inicia el primer día de trabajo y finaliza antes de concluir el primer

año de permanencia en la organización. El empleado comienza a conocer

realmente las características de la organización en la que ha comenzado a

trabajar e intenta convertirse en miembro participativo de la misma: comienza a

relacionarse con sus compañeros de trabajo y superiores, se inicia en el

aprendizaje de las tareas que configuran su nuevo puesto de trabajo, adquiere

gradualmente los valores y elementos de la cultura organizacional

sustituyendo, si es posible, las normas y valores adquiridos durante su

experiencia anterior y define paulatinamente su rol laboral. Las actividades más

frecuentes de esta etapa son: la utilización de uniformes por parte del personal,

las reuniones sociales fuera del trabajo, la asignación de un espacio físico

como lugar de trabajo, etc.

En este período, la dinámica de ajuste persona en la organización configura

una serie de elementos que hacen al proceso de adaptación del nuevo

empleado a un contexto normativo y específico, caracterizado por Prieto y

Peiró (1996) en los siguientes elementos:

 Desarrollo del contrato psicológico;

 La elaboración del sentido de la realidad laboral;

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 La búsqueda proactiva de información y feedback;

 El afrontamiento de las demandas del entorno laboral y;

 Desarrollo del rol laboral e interacción social.

Etapa de cambio y adquisición:

Constituye la última etapa del proceso de socialización laboral y es donde se

inician los cambios más duraderos. El nuevo empleado aprende eficazmente

las habilidades y destrezas requeridas en su puesto de trabajo, desempeña su

rol de la manera más adecuada posible y realiza un ajuste satisfactorio entre

sus valores y la cultura organizacional. Incrementos salariales, promociones,

manejo de información confidencial, etc., son signos de la transición de nuevo a

empleado a miembro de pleno derecho que, además, demuestra en forma

implícita la aceptación por parte de la organización de sus nuevos miembros.

Durante esta última etapa se logra una mayor claridad en el rol laboral del

nuevo empleado.

Principio de Irrenunciabilidad de Derechos:

En base a la Ley 26636 Ley de Procesal del Trabajo en su art. III del Título

Preliminar que menciona: “El juez debe velar por el respeto del carácter

irrenunciable de los derechos reconocidos por la Constitución y la Ley”

haciendo alusión al art .24 de nuestra Constitución Política de Perú que protege

el derecho al trabajo, sus remuneraciones, beneficios sociales y todo lo que

esto protege así mismo al trabajador que solo por voluntad propia puede

renunciar a tal derecho de percibir un ingreso económico cuando solo se trate

de un acuerdo privado o individual donde se manifieste su modificación o

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suspensión, solo tratándose de esta forma no nos encontraríamos frente a una

relación laboral sino aun hecho libre que no tiene manifestación laboral.

El trabajador goza de manera irrestricta de los derechos que le asigna la

Constitución y la Ley, por estar concebidos dentro de un marco de protección

dada su posición naturalmente débil en la relación laboral. La remuneración

está protegida por el principio de irrenunciabilidad de derechos, que es de

orden público. No puede el trabajador dejar de percibirla aun cuando ello pueda

obedecer a una decisión propia, tanto menos si proviene de su empleador. Está

prohibido el trabajo forzoso; todo trabajo debe ser remunerado.

El principio de irrenunciabilidad de derechos tiene por objetivo prescribir que el

trabajador renuncie a sus derechos laborales reconocidos por la Constitución y

leyes vigentes en su propio perjuicio, en aras de resguardar sus intereses en la

relación laboral. Este principio busca proteger al trabajador, al cual se le

considera la parte débil de la relación laboral, en la medida que declara la

nulidad de todo acto del trabajador que disponga de un derecho reconocido en

una norma imperativa.

El principio de irrenunciabilidad de derechos laborales busca proteger al

trabajador o ex trabajador en una relación jurídica donde el empleador o ex

empleador tiende a tener el poder, así como lo señala Toyama Miyagusuku

Jorge (2001) quien, en su artículo, El principio de irrenunciabilidad de derechos

laborales. Normativa, Jurisprudencia y Realidad, refiere que el principio de

irrenunciabilidad de derechos laborales “Se fundamenta en el carácter protector

del Derecho Laboral en la medida que presume la nulidad de todo acto del

trabajador que disponga de un derecho reconocido en una norma imperativa”


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(pág. 166). A esto debe sumarse lo manifestado por Neves Mujica, Javier

(2009), quien refiere en su libro Introducción al Derecho del Trabajo, que: “el

principio de irrenunciabilidad de derechos es justamente el que prohíbe que los

actos de disposición del titular de un derecho recaigan sobre derechos

originados en normas imperativas y sanciona con la invalidez la trasgresión de

esta regla” (pág. 127). Esto porque según el mismo autor: Neves Mujica, Javier

(2009):

“Un derecho puede nacer de una norma dispositiva o imperativa. En el primer

caso, su titular puede decidir libremente sobre él. El acto que contenga esta

decisión será de disposición. En el segundo caso, el titular del derecho no

puede abandonarlo por su voluntad. Si lo hace, su acto será de renuncia.

Mientras la disposición es válida, la renuncia no”.

Es decir, que si bien el titular de un derecho tiene libertad en sus actos, en lo

que a este se refiere, pero cuando el acto que pretenda realizar sea en base a

un derecho de origen de norma de carácter imperativo, el titular no ha permitido

realizar actos que sean contrarios a lo que disponen dichas normas, es decir,

en el caso de que un trabajador pretenda disponer de su derecho para no

aceptar los beneficios que una norma jurídica le otorga sea en forma voluntaria

o bajo presión, estaría incurriendo en una renuncia por lo tanto ese acto

deviene en inválido.

Esto se refiere que en relación a la noción de irrenunciabilidad esta es “la

imposibilidad jurídica de privarse voluntariamente de una o más ventajas

concedidas por el Derecho Laboral en beneficio propio”. De este concepto se

puede inferir que el principio de irrenunciabilidad de derechos laborales es un


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límite para el principio de autonomía de la voluntad privada, presumiendo que

este argumento se basa en la teoría de que ningún derecho es absoluto;

entonces corresponderá establecer restricciones para su acción, esto es que

teniendo en cuenta al sentido proteccionista del derecho laboral se consolida la

irrenunciabilidad como una regla de excepción al sentido autónomo que le

corresponde al trabajador como persona, tal como lo manifiesta Toyama

Miyagusuku, Jorge (2001):

el ejercicio de la autonomía privada debe ser tal que no colisione con normas

de carácter imperativo o, como señala la doctrina, de orden público -el mismo

que sólo se puede determinar en cada caso. Uno 56 de los límites del Derecho

Laboral a la autonomía privada es el principio de irrenunciabilidad

Ya que dicho principio propio del derecho civil está basado en la igualdad de

las partes en un contrato, pero este principio no puede ser aplicado en las

relaciones jurídicas presentadas en el derecho laboral porque no se da una

relación en igualdad de condiciones, por todo ello, los actos realizados por el

trabajador ante su empleador o ex empleador a fin de prescindir de aquel

beneficio otorgado por el derecho laboral, en aras de protegerlo, no generan

efectos jurídicos, es decir son nulos.

Ya que dicho principio propio del derecho civil está basado en la igualdad de

las partes en un contrato, pero este principio no puede ser aplicado en las

relaciones jurídicas presentadas en el derecho laboral porque no se da una

relación en igualdad de condiciones, por todo ello, los actos realizados por el

trabajador ante su empleador o ex empleador a fin de prescindir de aquel

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beneficio otorgado por el derecho laboral, en aras de protegerlo, no generan

efectos jurídicos, es decir son nulos.

Los efectos que tiene el principio de irrenunciabilidad sobre el ejercicio

de cada uno de los derechos laborales:

El principio de irrenunciabilidad tiene un fin protector de derechos de los

trabajadores, siendo esto la esencia del Derecho del Trabajo, puesto que

según Paredes Gerónimo, Marco Antonio (2006) en su tesis, El principio de

irrenunciabilidad en el Derecho laboral como condición indispensable para la

protección del Derecho a la Vida: Este principio se implementa con el fin de

asegurar los mínimos que establece la ley y evitar que el trabajador renuncie a

esos mínimos, ya sea por presiones, engaños o cualquier otro motivo, lo que

implica que la tutelaridad se impone aun frente a acciones del mismo

trabajador. Evidenciándose la naturaleza de orden público que caracteriza al

Derecho Laboral, y más aún si en base a esa característica y a su fin protector

hacia el trabajador se advierte su gran trascendencia, ya que como se ha

mencionado en el primer punto de este capítulo este principio se encuentra

regulado en la Constitución Política del Perú del año 1993, en el artículo 26,

inciso 2.

Sin embargo, debe tenerse en cuenta lo señalado por Pasco Cosmópolis,

Mario (2005) en su artículo denominado En torno al principio de

irrenunciabilidad donde consigna: “El principio de la irrenunciabilidad de

derechos es absoluto cuando perjudica al trabajador, y relativa solo en

beneficio de este”. Este autor se guía de la doctrina española, la que señala

que la fuerza imperativa de una norma tendría diferentes categorías y si bien


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algunas normas imperativas no permiten absolutamente ninguna modificación,

otras pese a ser imperativas sí permiten un avance sólo a favor del trabajador,

porque lo que imponen es una norma imperativa mínima. Asimismo, Mejía

Franco, Rosa (2009) citando a García, Alonso señala que: La irrenunciabilidad

de los derechos concedidos por la legislación laboral se debe a que en los

preceptos que les afectan quedan comprometidos el interés social, el orden

público y el perjuicio para terceros, lo cual nace como consecuencia de que: a)

el trabajo constituye una función social; b) en el trabajo se comprometen los

intereses personales de los trabajadores y, además, los de sus parientes, que

dependen de él económicamente; c) el principio de la solidaridad social impide,

por sí mismo, la renuncia a tales derechos; y, d) las leyes laborales son de

orden público.

De todos los conceptos antes señalados se puede inferir que si se transgrede

el principio de irrenunciabilidad con respecto a los derechos laborales, esto

tiene como consecuencia el dejar sin efecto aquellos actos que sean contrarios

a los derechos adquiridos y protegidos por el derecho laboral y la Constitución

Política, a fin de garantizar los intereses de los trabajadores y su familia,

porque al momento en que el trabajador se ve obligado directa o

indirectamente a aceptar un trato que no lo beneficie, pero sí a su empleador o

“renuncie” a su derecho, ya sea por voluntad propia o por otros factores; él no

es el único que ve perjudicada su situación económica sino que terceros como

sus familiares también se ven afectados.

Criterios sobre la irrenunciabilidad de derechos laborales:

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 Que los derechos cuya fuente de origen sea la ley o cualquier otra

norma jurídica de origen estatal, sin importar su jerarquía, son de

carácter irrenunciable para el trabajador individual, sin perjuicio de los

pactos de reducción de remuneraciones que son aceptados por el

ordenamiento jurídico conforme a la Ley 9463.

 Los derechos que tienen como fuente de origen un convenio colectivo o

un laudo arbitral, también tienen carácter irrenunciable para el trabajador

individual, pero estos sí pueden ser objeto de renuncia, disminución o

modificación por acuerdo entre la organización sindical y el empleador.

 Los derechos derivados del contrato individual de trabajo o de la

decisión unilateral del empleador pueden ser objeto de libre disposición

por el trabajador individual, que puede aceptar su modificación o incluso

su supresión.

Criterios jurisprudenciales:

“El artículo 26.º, inciso 2.º de la Constitución dispone que en la relación laboral

se debe respetar el carácter irrenunciable de los derechos reconocidos por la

Constitución y la ley. Al respecto, este mismo Colegiado ha establecido que el

principio en cuestión: Hace referencia a la regla de no revocabilidad e

irrenunciabilidad de los derechos reconocidos al trabajador por la Constitución

y la ley. Al respecto, es preciso considerar que también tienen la condición de

irrenunciables los derechos reconocidos por los tratados de Derechos

Humanos, toda vez que estos constituyen el estándar mínimo de derechos que

los Estados se obligan a garantizar a sus ciudadanos”. (STC Exp. Nº 4635-

2004PA/TC).

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“El principio de irrenunciabilidad de derechos prohíbe los actos de disposición

del trabajador, como titular de un derecho, que está sujeto al ámbito de las

normas taxativas que, por tales, son de orden público y con vocación tuitiva a la

parte más débil de la relación laboral. La norma taxativa es aquella que ordena

y dispone sin tomar en cuenta la voluntad de los sujetos de la relación laboral.

En ese ámbito, el trabajador no puede ‘despojarse’, permutar o renunciar a los

beneficios, facultades o atribuciones que le concede la norma”. (STC Exp. Nº

0008-2005-PI/TC)

“El principio de irrenunciabilidad de derechos tiene por objetivo proscribir que el

trabajador renuncie a sus derechos laborales reconocidos por la Constitución y

leyes vigentes en su propio perjuicio, en aras de resguardar sus intereses en la

relación laboral, dado que al trabajador se le considera la ‘parte débil’ de la

relación laboral”. (STC Exp. Nº 0008-2008- PI/TC)

“Este colegiado, respecto al principio de irrenunciabilidad de derechos de los

trabajadores, ha establecido que dicho principio hace referencia a la regla de

no revocabilidad e Irrenunciabilidad de los derechos reconocidos por la

Constitución y la ley en ese sentido, de conformidad con el artículo V del Título

Preliminar del Código Civil, la renuncia a dichos derechos seria nula y sin

efecto legal alguno. No obstante, la Irrenunciabilidad solo alcanza a los

derechos reconocidos por la Constitución y la ley. No cubre, pues, a aquellos

provenientes de la convención colectiva de trabajadores o la costumbre”. (STC

Exp. Nº 0529-2010-PA)

“El principio de irrenunciabilidad de derechos de los trabajadores hace

referencia a la regla de no revocabilidad e irrenunciabilidad de los derechos


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reconocidos al trabajador por la Constitución y la ley”. (STC Exp. Nº 1722-

2011-PA /TC)

“Siendo el principio de Irrenunciabilidad un principio de autoprotección

normativa, lo que proscribe es la posibilidad de una renuncia individual de un

trabajador particular a un beneficio acordado en convenio colectivo, pues ello

equivaldría que, por necesidad o presión del empleador, luego de pactarse los

beneficios en convenio colectivo, el trabajador admita o acuerde renunciar al

derecho en mención, pues de ser así, la ley sanciona con nulidad dicha

renuncia (Casación Nº 6072-2012 Del Santa)

Principio de Inmediación:

Es la exigencia de que el juzgador se haya puesto en contacto directo con las

demás personas que intervienen en el proceso, considerada también como

aquella incidencia en la valoración de pruebas (directas e indiciarias).

Este Principio se encuentra tipificado en el Título Preliminar Artículo I.- “El

proceso laboral se inspira, entre otros, en los principios de inmediación,

concentración, celeridad y veracidad” y en su inciso 1 “Las audiencias y

actuación de los medios probatorios se realizan ante el Juez, siendo

indelegables bajo sanción de nulidad.”.

Los caracteres fundamentales de la inmediación son:

 La presencia de las partes y demás sujetos procesales ante el Juez;

 La ausencia de un intermediario entre las cosas y sujetos procesales, y

el Juez; y,

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 La identidad física del Juez que estuvo en contacto directo con las

partes y quien dictará la sentencia.

DEVIS ECHANDÍA, describe hasta tres manifestaciones del Principio de

Inmediación:

1. Subjetiva. La prueba debe practicarse ante el juez que dirige el

proceso, ello trae como consecuencia que el comparendo, diligencias

investigadoras o testimoniales, inspecciones oculares, etc. se

realicen ante el mismo juez que conoce la causa.

2. Objetiva. Definida como el contacto que debe existir entre el juez y

los hechos que suceden en el proceso, de tal modo que lo conocido

por el juez no se reduzca al texto envasado en el expediente.

3. De Actividad. Debe existir proximidad entre el acto de la prueba y las

circunstancias objetivas que se presenten, esto es, la inmediación

con los medios de prueba. Ejemplo de ello, lo tendríamos en una

diligencia investigadora solicitada por el juez en el lugar donde

ocurrieron los hechos.

La inmediación obliga al juez a estar en permanente e íntima vinculación

personal y directa con los sujetos y elementos que intervienen en el proceso,

recibiendo para tal fin los alegatos de las partes y las aportaciones probatorias,

de tal manera que tenga un pleno conocimiento del proceso. Consecuencia de

este principio es que el único facultado para decidir una litis es el mismo juez

que ha conocido de ella desde su inicio.

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De lo expuesto, y siendo el proceso laboral esencialmente oral, la inmediación

adquiere mayor importancia pues será a través de la oralidad en que el juez

entrará en contacto directo con las partes. Entonces, la oralidad es un recurso

técnico por el cual se manifiesta la inmediación.

La inmediación se relaciona profundamente con la oralidad que inspira en

forma determinante al proceso laboral. La propia dinámica del proceso laboral

exige que el juez tenga un contacto directo con las partes y el objeto del

proceso, y esto sólo se consigue con la oralidad.

Es unánime la doctrina que establece que los principios procesales no

necesitan estar consagrados expresamente en nuestro ordenamiento para

tener vigencia. Sin embargo, las recientes normas procesales, la Ley Orgánica

del Poder Judicial y el Código Procesal Civil, contienen mención expresa a la

inmediación como principio elemental de la administración de justicia.

Por ejemplo, este principio, se encuentra específicamente en el artículo 6° de la

Ley orgánica del poder judicial, Principios procesales en la administración de

justicia: “Todo proceso judicial, cualquiera sea su denominación o especialidad,

debe ser sustanciado bajo los principios procesales de legalidad, inmediación,

concentración, celeridad, preclusión, igualdad de las partes, oralidad y

economía procesal, dentro de los límites de la normatividad que le sea

aplicable”, por otra parte, como ya lo habíamos mencionado, este principio

también detalla en el código procesal civil, en su artículo V inciso 1: “Las

audiencias y la actuación de medios probatorios se realizan ante el Juez,

siendo indelegables bajo sanción de nulidad. Se exceptúan las actuaciones

procesales por comisión”.


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De otro lado, teniendo en cuenta que el proceso laboral es un instrumento para

la protección de los derechos laborales (desarrollados ampliamente en el

Capítulo II de la Constitución, de los derechos sociales y económicos y en el

Preámbulo), la inmediación se constituye en el Principio rector del

procedimiento laboral.

Entonces, tenemos un esquema constitucional que brinda las garantías

necesarias para que se cumplan los requisitos mínimos del debido proceso,

estando incluida la inmediación como un Principio que integra la denominada

"base institucional del Estado", no era necesario tipificar al Principio pues,

teniendo en cuenta su naturaleza y lo establecido en la Constitución, teníamos

asegurada la vigencia del mismo.

Principio “In Dubio Pro Operario”:

A tenor del Diccionario Panhispánico del Español Jurídico, in dubio pro operario

se define como principio general del derecho de naturaleza exegética derivado

del carácter tuitivo del derecho laboral. Ordena interpretar la ley en beneficio

del trabajador en los casos de duda o conflicto normativo.

In dubio pro operario es una locución latina, que expresa el principio jurídico de

que, en caso de duda en la hermenéutica de la norma, se favorecerá al

trabajador (operario). Es un principio interpretativo de Derecho laboral, que

podría traducirse como "ante la duda a favor del operario o trabajador".

In dubio pro operario es un principio jurídico empleado en la rama del Derecho

Laboral, que significa “en caso de duda, a favor del trabajador”.

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Este principio jurídico implica que tanto el juez como el intérprete de una norma

debe, ante una duda de interpretación, optar por aquella que sea más favorable

al trabajador.

Las condiciones para poder aplicar esta regla son:

 Debe existir duda verdadera en cuanto al sentido o alcance de la norma

legal.

 La interpretación no debe ser contraria a la voluntad del trabajador. Más

que la interpretación literal debe preferirse la que tome en cuenta la ratio

legis de la norma.

Este criterio responde al sentido en sí mismo del derecho laboral, que difiere

del objetivo del derecho común, mientras que éste apunta a establecer

igualdad entre los contratantes, el derecho laboral apunta a proteger al

trabajador, por ser la parte más débil en cuanto a la negociación.

Ejemplo concreto:

Se presenta una reclamación judicial por despido, el empleador puede alegar

abandono voluntario del trabajador. También puede ocurrir que el trabajador

quiera irse de la empresa, comunicarle al empleador su renuncia, pero no dejar

constancia por escrito de ello, y luego reclamar el despido.

La empresa envía un telegrama de reintegro el mismo día de la audiencia, el

dilema es si ese telegrama es o no válido para configurar ánimo resolutorio del

reclamante. La respuesta es negativa, en tanto se entendió que de haber sido

esa la voluntad de la empresa, debió haberlo consignado expresamente en la

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audiencia. Si bien se utiliza en algunos ordenamientos, no es un principio

universal y no es respetado en todos los países.

El inciso 3) del artículo 26° de la Constitución Po lítica del Perú, establece que

en la relación laboral se respeta el principio de interpretación favorable al

trabajador (“in dubio pro operario”) en caso de duda insalvable sobre el sentido

de una norma, esto es, cuando una norma tiene diferentes interpretaciones, se

debe elegir entre ellos, el que sea más favorable para el trabajador. Asimismo,

se debe precisar que la noción de “norma” abarca a la misma Constitución, los

tratados, leyes, los reglamentos, los convenios colectivos de trabajo, los

contratos de trabajo, etcétera, de acuerdo a lo expresado en la Sentencia del

Tribunal Constitucional.

Pasco Cosmópolis, indica que la aplicación de este principio debe ajustarse a

los siguientes dos requisitos: i) existencia de una duda insalvable o

inexpugnable e ii) respeto a la ratio juris de la norma objeto de interpretación

(para tal efecto, el aplicador del derecho deberá asignarle un sentido

concordante y compatible con la razón de ésta).

¿A qué otros principios se asemeja la máxima de in dubio pro operario?

In dubio pro operario encierra un significado parecido al de los principios de in

dubio pro reo, in dubio pro administrado y favor debitoris. También tiene cierta

semejanza con el principio de equidad, pero éste último tiene una limitación

que no se aplica de cara al principio de in dubio pro operario.

Para tratadistas como Américo Plá, el “in dubio pro operario” no es sino una

regla del principio protector. Este último se puede expresar de tres formas

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diferentes; una de las cuales es la regla del “in dubio pro operario”, que es un

criterio que debe utilizar el juez o el intérprete para elegir, entre varios sentidos

posibles de una norma, aquel que sea más favorable al trabajador. Los otros

principios que se derivan del principio protector son la aplicación de la norma

más favorable y la condición más beneficiosa.

De acuerdo al principio protector, mientras que, en el derecho común, una

preocupación constante es asegurar la paridad jurídica entre los contratantes,

en el derecho laboral la preocupación central es proteger a una de las partes,

para equilibrar la desigualdad que puede acarrear la paridad del derecho

común. En las relaciones laborales, el trabajador es la parte débil frente a la

potestad del empleador. Es por eso que para atenuar esa desigualdad se han

creado las tres reglas a las que se refiere Américo Plá.

No cabe duda, que el “”in dubio pro operario”” constituye una manifestación

general de protección reconocida a favor del trabajador como una de las partes

que es la más débil en la relación de trabajo.

En la Constitución Peruana, Art. 26, inciso 3, se encuentra recogido el principio

in dubio pro operario, en los siguientes términos: En la relación laboral, entre

otros, se respeta el principio de interpretación favorable al trabajador en caso

de duda insalvable sobre el sentido de una norma. En consecuencia, en la

legislación peruana el principio es una norma jurídica y, por lo tanto, de

obligación aplicable por parte del juez o del intérprete.

La Constitución plantea el precepto en términos muy concretos. Para que se dé

la protección a favor del trabajador es indispensable la existencia de la duda

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insalvable sobre el sentido de la norma. De lo que se trata, es de la

interpretación de la norma jurídica. Es decir, la duda solo cabe en el momento

que el intérprete encuentra dos sentidos, que le crea incertidumbre, acerca de

cuál debe aplicar. Esto quiere decir, que no procede en la apreciación de la

prueba. Una cosa es la interpretación de la norma para decidir su alcance y

otra, muy distinta, la apreciación de un medio probatorio para decidir la Litis.

Es precisamente en este punto que se diferencia el “in dubio pro operario” del

“in dubio pro reo”, que se da en el derecho procesal penal. Es frecuente en la

jurisprudencia penal, en los delitos contra la libertad sexual, cuando la víctima

le atribuye responsabilidad al victimario y éste último lo niega. En este caso, el

juez exime de responsabilidad al supuesto victimario, en razón de existir duda

por la falta de prueba. El tratamiento es diferente en el derecho laboral, en un

caso similar. Así, si un trabajador acusa a su empleador de haberlo despedido

y éste niega tal afirmación, el Juez no podría darle la razón al trabajador,

porque no se trata de duda en la interpretación de la norma jurídica, sino en la

prueba del despido. Si el trabajador no prueba el despido se absuelve al

empleador. Esta es la reiterada jurisprudencia en el derecho laboral. En

conclusión, el “in dubio pro operario” es muy concreto, mientras que el “in dubio

pro reo” es mucho más amplio.

Principio de Concentración:

Principio de concentración este principio persigue que las actuaciones

procesales se realicen en el menor número de diligencias y por consiguiente el

juicio dure menos. Según el autor venezolano Mora: Este principio consiste en

que debe concentrarse en una misma audiencia, tanto la persona del juez que
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va a dirigir el debate y producir la sentencia como la comparecencia de las

partes y la evacuación de todas las pruebas en la misma audiencia o la

siguiente en caso de ser necesario, todo esto con el propósito de evitar

retardos innecesarios y a fin de garantizar por parte del juzgador un

conocimiento personal, directo y actual del debate procesal y poder obtenerse

así una sentencia inmediata y con base en la percepción que el juez haya

tenido del juicio. El principal objetivo de la concentración es lograr que el

proceso se desarrolle sin solución de continuidad, de ser posible en una sola

diligencia, que no solo reúna la mayor cantidad de actos procesales, sino que

los mismos sean también objeto de debate rápido.

Acevedo Mena, citando a Ciudad Reynaud informa sobre este principio: “Se

pretende reunir los actos procesales de una manera tal que en un breve lapso

se cumpla con la sustanciación del procedimiento, realizando la mayor cantidad

de actos procesales en una misma audiencia evitando retardos innecesarios”.

Principio de Celeridad:

De acuerdo con este principio, los procesos deben diligenciarse en el menor

tiempo posible; expidiendo los jueces sus fallos dentro de los plazos previstos

en la ley, contribuyendo de esta manera a eliminar las trabas que perjudiquen

el acceso a la tutela judicial, a través de trámites simples, plazos breves,

términos perentorios, entre otros.

Sobre este principio, Gamarra afirma lo siguiente: La celeridad es uno de los

principios básicos del derecho procesal del trabajo porque constituye el objetivo

principal que se persigue en el proceso laboral para buscar la rapidez a través

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de la simplificación de los trámites, limitación de los recursos impugnatorios,

brevedad de los plazos, limitación de las instancias, la perentoriedad de los

términos, etc. La celeridad se consigue cuando el juez cumple los términos y

plazos que señala la NLPT.

El principio de celeridad procesal se expresa a través de diversas instituciones

del proceso, por ejemplo, la perentoriedad e improrrogabilidad de los plazos.

Está manifestado a través de todo el proceso por medio de normas impeditivas

y sancionadoras de la dilación innecesaria, así como por mecanismos que

permiten el avance del proceso. La celeridad procesal no es un principio

abstracto, muy por el contrario, es el alma del servicio de justicia. Está claro

que la existencia del debido proceso se debe necesariamente a la existencia de

una justicia que no puede y no debe prolongar innecesariamente el litigio; ya

que la sociedad debe recomponer su paz a través del proceso en el más breve

plazo; y es de su interés que el conflicto de intereses o la incertidumbre jurídica

se dilucide prontamente. Esta situación De hecho, esta situación ya se

encuentra reconocida constitucionalmente en el derecho comparado y en

nuestro proyecto constitucional y resulta también una garantía protegida a nivel

supranacional.

En el terreno del derecho laboral reseñaríamos que dada la especial naturaleza

que revisten los derechos sociales, y que en la mayoría de casos tienen

carácter alimentario, impone que el proceso laboral cuente con plazos cortos y

perentorios a fin de que el proceso sea resuelto a la mayor brevedad posible,

sin que eso implique limitar o desconocer el derecho de defensa y debido

proceso que corresponde a la parte demandada.


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La legislación actual, a diferencia de la Ley N° 26636, contempla plazos más

cortos para la realización de los actos procesales entre uno y otro, lo que va de

la mano con el principio de concentración de los actos procesales desarrollado

precedentemente que asegura una mayor celeridad de los procesos. La

celeridad también se consigue haciendo del proceso uno esencialmente oral y

menos formalista, que evite dar trámite a recursos y maniobras dilatorias sobre

incidentes intrascendentes que entorpezcan el proceso.

A ello debe agregarse que la nueva ley procesal laboral busca promover

mecanismos alternativos para la conclusión del proceso, distintos a la emisión

de la sentencia, como la transacción y la conciliación, que contienen una

regulación especial en la legislación novísima incorporándose el denominado

test de disponibilidad de derecho con el cual se busca propiciar que

trabajadores y empleadores puedan arribar a acuerdos fuera o dentro del

proceso judicial, con los límites que la propia norma impone, lo que permitirá

acuerdo prontos y oportunos, coadyuvando con ello a la tan deseada celeridad

procesal.

Principio de Veracidad:

Está enfocada a que el juez alcance la verdad real y sobre la base de esta

emita su fallo; y esto no es más que una manifestación de que el proceso

laboral no es uno formalista, sino finalista; la finalidad sería conseguir la verdad

real de los hechos invocados, oportunamente, por las partes. Esto bajo el

entendido que, la sentencia que no se asiente en la realidad será una sentencia

formal, injusta; en cambio, la sentencia que se base en la realidad, será una


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sentencia injusta. Entonces, hoy en día, es indiscutible que el juez laboral tiene

una necesidad prevalente de resolver sobre la verdad real y no sobre la verdad

formal. Sin embargo, en la búsqueda de esa verdad real el juez también debe

ponderar la búsqueda de eficiencia del proceso. En ese sentido, en el nuevo

proceso laboral, ya no es plausible -como si se hacía en el proceso bajo la

vigencia de la Ley No 26636- ordenar indiscriminadamente pruebas de oficio

para obtener los datos fácticos faltantes porque las partes no lo aportaron, pues

de hacerlo -lo que está permitido por la Ley No 29497 en supuestos

excepcionales- se convertiría en una mala práctica que enviaría un mensaje

equivocado a las partes, quienes ya no se preocuparían por construir una

defensa eficiente desde el inicio del proceso, pues finalmente, saben que a lo

largo del camino van a encontrar a un juez que orientado por esa búsqueda de

la verdad real, no tendrá reparos en sustituir sus cargas probatorias. Con ello

no negamos que la prueba de oficio es necesaria en algunos casos para poder

llegar a esa verdad real tan ansiada por el sistema de justicia laboral; lo que

sostenemos es que es necesario que el juez sea cauteloso al disponerla, pues

la misma generalmente importará quebrar la unidad y concentración de la

audiencia, para citar a las partes a fin de continuarla en otra fecha, afectando

con ello la economía y celeridad procesal; por lo que su empleo debe ser en los

casos estrictamente necesarios, más aun teniendo en cuenta que, nuestro

ordenamiento procesal laboral prevé ampliamente las reglas frente a la

insatisfacción de las cargas probatorias. El reto en ese sentido, pasa por

identificar a quien corresponde la carga probatoria en cada caso concreto.

Principio de Economía Procesal:

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La doctrina procesalista ha entendido este principio en dos sentidos: uno

orientado a la reducción del gasto económico; y el otro, a la reducción del

tiempo y esfuerzo. De los dos sentidos, consideramos que la verdadera

novedad de la reforma subyace en el segundo, esto es, la reducción del tiempo

y esfuerzo, traducida en instituciones que claramente están orientadas a

suprimir trámites innecesarios. De todas las instituciones jurídicas que recoge

la NLPT y que creemos se inspiran en este principio, queremos resaltar dos: El

juzgamiento anticipado y las demandas colectivas. Respecto al juzgamiento

anticipado, la Ley No 29497 41 le ha entregado al juez, la facultad de disponer

que las partes presentes en una audiencia de conciliación, pasen -luego de

haber fracasado esta- directamente a exponer sus alegatos, con lo cual evita la

citación a una posterior audiencia de juzgamiento, así como las etapas de

confrontación de posiciones y actuación probatoria de aquella. Los supuestos

en los que procede esta gura están expresados en la siguiente fórmula legal

“que la cuestión debatida es solo de derecho, o que siendo también de hecho

no hay necesidad de actuar medio probatorio”, por lo que podrá ser aplicada

por el juzgador en cada caso concreto cuando éstos supuestos se configuren.

Información estadística del ETIINLPT, pone de manifiesto que, esta institución,

que claramente está impregnada por el principio de economía procesal, y que

en el contexto de la reforma es una de las piezas claves para coadyuvar a la

eficiencia del proceso, no tiene un uso alentador, pues existen Cortes

Superiores de Justicia que apenas alcanzan el 1% del porcentaje total de

procesos judiciales laborales. Uno de los argumentos que se ha esbozado –

además de la elevada carga procesal- para no hacer un uso más frecuente de

esta figura, es que el juzgamiento anticipado resulta contradictorio a la lógica


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de un sistema oral, en la medida que éste tiene como principal innovación, la

actuación probatoria, precisamente oral, y de aplicarlo se niega esa lógica, oral,

de un proceso. Consideramos, que dicho razonamiento debe ser repensado,

pues la oralidad no es un n en sí mismo, y hoy en día, es unánimemente

aceptado que ningún principio es absoluto, y puede estar sujeto a ponderación

si de por medio existen otros principios que, activados en determinados casos,

persiguen fines mayores. Nos explicamos. Es plenamente cierto que, hoy en

día, nuestra legislación reconoce que la oralidad es un principio fundamental

del proceso laboral, pues, como ya lo dijimos, a través de él se robustece la

garantía del debido proceso al facilitar un mayor contradictorio entre las partes

y al permitir que se efectivicen otros principios, sobre todo el de inmediación,

permitiendo de ese modo obtener información y decisiones de calidad; pero

también es cierto que, cuando el legislador diseña la estructura del proceso,

debido a la vocación de generalidad de la Ley, se suele prever trámites

pensados para los casos más complejos, así, en el caso del proceso ordinario

laboral, tenemos: demanda, contestación de demanda, audiencia de

conciliación, audiencia de juzgamiento y dentro de ella, las etapas de

confrontación de posiciones, actuación probatoria y alegatos finales. Si

manejamos un chip tradicional en la forma de hacer el proceso, entonces a-

rmaremos que, el juez, para resolver un con-icto, tendrá que realizar todos y

cada uno de esos pasos religiosamente. No obstante ello, debemos advertir

que, la realidad ha demostrado que los casos complejos son los menos, y los

sencillos son los más; los casos en los que se necesita en un alto grado la

oralidad debido a la presencia de prueba testimonial, pericial, declaración de

parte, inspección judicial, no son numerosos; en cambio los casos en los que la
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prueba se reduce a documentos son los más abundantes, por lo mismo, en

estos últimos creemos que resulta válido que el juez, por economía procesal,

decida obviar la etapa de actuación probatoria y permitir a los abogados que

efectúen la propuesta valorativa de las pruebas documentales en los alegatos

finales. De esta forma se dota al proceso de mayor sencillez y se reduce la

ocurrencia de actos procesales que de cara a casos concretos, resultarían

innecesarios. Ahora bien, creemos que el éxito de esta gura depende de que el

juez realice un estudio temprano del caso a n de identificar el grado de

complejidad del mismo y determinar si éste es pasible de un juzgamiento

anticipado. Y en esto coincidimos con Erick RIOS, cuando al referirse a los

objetivos de las reformas procesales en Latinoamérica, señala:

“Para que exista mayor acceso a la justicia, se requiere simplificar los

procedimientos y abaratar sus costos. En esta materia, los modelos procesales

modernos tienden a entregar a la judicatura la posibilidad de racionalizar la

tramitación de las causas según la complejidad del conflicto que los subyace.

Incluso aquellos procedimientos que se ven más rígidos, pero que contemplan

una audiencia preliminar y una de juicio, entregan igualmente una amplia gama

de posibilidades para que la causa pueda tener un término en la primera

audiencia.

Siendo esto así, una labor fundamental de las juezas y los jueces será la de

realizar un análisis acabado y temprano del caso para extraer su real grado de

complejidad y controversia y así determinar si el mismo puede ser resuelto en

la audiencia preliminar (adoptando para ello las medidas indispensables para

que efectivamente la audiencia preliminar sirva a dicho objetivo), ya sea por

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medio de un acuerdo o algún tipo de juzgamiento simplificado o si, por el

contrario, requerirá de una preparación propiamente tal para que así más

adelante se celebre una audiencia de juicio.” 42 (Énfasis añadido) Refi-

riéndonos a la gura de demandas colectivas, queremos traer a colación lo

desarrollado por Mario Pasco, respecto a una de las características del

conflicto laboral: La trascendencia o repercusión de la controversia. El referido

profesor señalaba que uno de los rasgos que diferencian a las controversias

laborales y las controversias civiles, es la trascendencia o la repercusión que la

controversia del trabajo puede generar en el medio social pues -diríamos

nosotros que en varios de los casos “El resultado no se agota sólo entre las

partes litigantes sino que las sobrepasa; un solo problema aparentemente

individualizado, se repite, multiplica y afecta por lo general a un número

elevado de trabajadores, lo que llevó a Ronaldo López Real a calificarlos con

mucha propiedad como macro-lesiones laborales”. 43 Continúa explicando

dicho autor que: “El juicio civil se da, usualmente, de manera aislada, como si

cada juicio fuera único; la contra parte -demandado- no integra un grupo, una

comunidad, un conjunto, sino que es una persona natural o jurídica aislada que

sólo representa y defiende sus derechos e intereses. En el proceso laboral, en

cambio, el trabajador es miembro de un grupo homogéneo, compacto. Detrás

del pleito hay a la expectativa muchos casos similares, prestos a demandar

aquello que el pionero encaró con éxito. El resultado trasciende

instantáneamente a la masa, actúa como precedente para la solución -ya no

necesariamente litigiosa- de todos los demás casos similares. Se juegan en

cada proceso conceptos que habrán de incidir en las relaciones laborales de

todos los trabajadores en situación equiparable”. Será en virtud a ese


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reconocimiento de la trascendencia o repercusión de la controversia -en

algunos casos- que nuestro legislador, en el artículo 18° de la Ley No 29497,

por economía procesal, reguló la gura de “Demanda de liquidación de derechos

individuales” mediante la cual, los prestadores de servicios pueden iniciar

procesos de liquidación del derecho reconocido cuando exista un

pronunciamiento del Tribunal Constitucional o de la Corte Suprema, con calidad

de cosa juzgada, que declare la afectación de un derecho con contenido

patrimonial y que corresponda a un grupo o categoría de prestadores de

servicios; siendo que, en dichos procesos, no procede negar el hecho

declarado lesivo en la sentencia del Tribunal Constitucional o de la Corte

Suprema, sino, sólo demostrar que el demandante no se encuentra en el

ámbito fáctico reconocido en la sentencia. Ese mismo reconocimiento de la

trascendencia o repercusión de la controversia, será la que ha permitido que

algunos Magistrados, por economía procesal, vengan implementando la buena

práctica de “Audiencias Conjuntas” 46, mediante la cual, se busca agrupar en

una sola sesión de audiencia, casos que, tramitados en expedientes distintos,

son objetivamente similares, lo cual ha permitido ahorrar recursos y liberar

espacio en la agenda electrónica para otros procesos. Ahora bien, ésta buena

práctica lleva a la siguiente reflexión: Si es posible reunir en una sola audiencia

(que es donde se concentran los actos procesales más relevantes para la

resolución del conflicto) varios casos tramitados en expedientes distintos, pero

que son objetivamente similares ¿No es más ventajoso, por economía

procesal,

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tramitar dichos casos en un solo proceso? Para nosotros, la respuesta es

positiva; pero dos son los principales factores que han saltado a la vista para

que ello no suceda en la realidad: el primero, relacionado a los honorarios

profesionales de los abogados, a quienes resulta más ventajoso tener varios

procesos a su cargo, a que tener uno solo, por lo que optan por interponer

varias demandas individuales; y el segundo, el referido al desincentivo que

tienen los jueces para conocer procesos con pretensiones acumuladas, pues

en estricto son procesos en los que, si bien cobra vigencia el principio de

economía procesal, resultan de una complejidad más elevada debido al

número de demandantes, pero cuyo esfuerzo en su estudio y resolución

-actualmente- no es reconocido, pues para su producción contará como un

único expediente. Y aquí ingresamos nuevamente al terreno de las políticas

públicas. Una buena política pública que se precie de serla, debe generar todos

los incentivos necesarios para que los actores que confluyan en ella, y que son

claves para su éxito, adecúen sus conductas, comportamientos y decisiones a

la consecución de sus objetivos. En ese sentido, partiendo del reconocimiento

que, en los conflictos laborales una de las características es la trascendencia o

repercusión de la controversia, y siendo uno de los principios del proceso

laboral reformado, la economía procesal; entonces, los incentivos deben estar

colocados para que el juez pueda hacer uso de guras económicas procesales,

como lo es la demanda colectiva. Es por ello que, el Equipo Técnico

Institucional de Implementación de la Nueva Ley Procesal del Trabajo, en su

Plan Anual de Actividades 2019, aprobado por Resolución Administrativa N°

019-2019-CE-PJ 47, liderado por el Juez Supremo Héctor Lama More y en el

cual tuve la oportunidad de participar en calidad de Secretaria Técnica, ha


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incorporado como una de sus prioridades en proyecto “Reformulación de

estándares de resolución de expedientes por complejidad del caso”, el cual

parte de la premisa que evaluar adecuadamente el desempeño de la labor

jurisdiccional implica no sólo medir la productividad en términos cuantitativos

(es decir, una sentencia, un punto para la producción), sino tener en cuenta

otras variables, como la complejidad del caso (cantidad y tipo de pretensiones,

número de demandantes, entre otros). Ello lógicamente debe venir

acompañado de un cambio de la dinámica en el cobro de honorarios

profesionales, pues, así como un proceso acumulado es más complejo para el

Juez, también lo es para el abogado, por lo que, éste debería ser un factor a

tenerse en cuenta por las partes al momento de contratar los servicios de

defensa jurídica. Cabe mencionar que existe un tercer factor que influye en el

escaso uso de esta gura, y es el criterio jurisdiccional referido a que en estos

casos es improcedente la gura de acumulación subjetiva de pretensiones, pues

en la medida que los trabajadores tienen contratos de trabajo diferentes,

entonces las pretensiones no provendrían de un mismo título, dando lugar,

además, a diferencias en cuanto a las fechas de ingresos, el monto de las

remuneraciones, los puestos de trabajo, entre otros. Al respecto, consideramos

que, las diferencias antes anotadas no constituyen razón suficiente para no

hacer uso de esta gura económica para el proceso, pues la base normativa que

habilita la misma está contenida en los artículos 92° y 94° del Código Procesal

Civil, y que resulta de aplicación supletoria al proceso laboral; nos referimos al

litisconsorcio facultativo. La primera de las mencionados precisa: “Hay

litisconsorcio cuando dos o más personas litigan de forma conjunta como

demandantes o demandados, porque tienen una misma pretensión, sus


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pretensiones son conexas o por que la sentencia a expedirse pudiera afectar a

la otra”; asimismo, la segunda señala: “Los litisconsorcios facultativos serán

considerados como litigantes independientes. Los actos de cada uno de ellos

no favorecen ni perjudican a los demás, sin que ello afecte la unidad del

proceso”. Por esta razón, consideramos que la gura de demandas colectivas,

objeto de comentario, es perfectamente viable, y dada su materialización en

virtud a los artículos 92° y 94° del CPC, podríamos denominarlas “demandas

litisconsorciales”.

Principio de Dirección e Impulso del Proceso:

El impulso de oficio o la dirección del proceso por el juez tienen en materia

laboral una particular importancia que desborda el aspecto de la rapidez para

entrar en el aspecto de la suplencia del trabajador y sobre todo en la vigilancia

del cumplimiento de las normas de orden público. El magistrado al dirigir el

proceso y conocer los planteos de ambas partes puede advertir que el actor no

ha reclamado todo a lo que tiene derecho, sea por error, por omisión, por

desconocimiento, por falta de estudio la preparación de la demanda o por lo

que fuere.

La dirección del proceso está a cargo del Juez, quien la ejerce de acuerdo a lo

dispuesto en este Código El Juez debe impulsa el proceso por sí mismo,

siendo responsable de cualquier demora ocasionada por su negligencia. Están

exceptuados del impulso de oficio los casos expresamente señalados en este

Código.

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En relación al impulso procesal por parte del juez, se dice que este es una

manifestación del principio de dirección del proceso) por tanto de la orientación

publicista. Consiste en la aptitud que tiene el juez para conducir

autónomamente el proceso vale decir sin necesidad de intervención de las

partes a la consecuencia de sus fines.

El artículo III del Título Preliminar de la NLPT establece que el juez tiene un rol

protagónico en el proceso; es decir, que corresponde al juez la dirección e

impulso del proceso. Señala Toyama Miyagusuku, en el nuevo proceso el juez

pasa a ocupar el papel estelar debido a las funciones que asume y a los

principios que rigen la actuación procesal. El rol protagónico del juez se

corresponde con el deber de impulso procesal que la NLPT le impone. Así a

partir de la entrada en vigencia de la nueva ley, es un deber del juez lograr un

trámite rápido, sin trabas ni interrupciones

Principio de Gratuidad en el Acceso a la Justicia:

La gratuidad en el acceso a la justicia es un bien, porque no parece razonable

que las personas con mejores recursos económicos deban estar en mejores

condiciones que quienes no lo poseen para obtener el amparo y

reconocimiento de sus derechos, pero el problema en el proceso laboral tiene

una significación muy superior a la que puede existir en cualquier otra materia,

es algo más que un problema de grado, es un problema de acceso o no acceso

a la justicia.

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La gratuidad de la justicia es un mecanismo para asegurar el acceso de todas

las personas a la justicia en condiciones de igualdad y, para eliminar la

discriminación que puede provocar la falta de recursos.

El inciso 16 del artículo 139° de la Constitución establece que uno de los

principios que informa el ejercicio de la función jurisdiccional es «El principio de

la gratuidad de la administración de justicia y de la defensa gratuita para las

personas de escasos recursos; y, para todos, en los casos que la ley señala».

La gratuidad procesal se presenta como una acción tuitiva por parte del estado

a favor del más débil e la relación laboral, es decir el trabajador, quien en casi

todos los casos no tiene los medios económicos suficientes para afrontar los

gastos que genera un litigio.

En la nueva ley procesal de trabajo hay evidencias de la gratuidad procesal que

busca caracterizar el nuevo proceso laboral, Una de ellas está contenida en el

artículo III del título preliminar que señala que el proceso laboral es gratuito

para el prestador de servicios, en todas sus instancias, cuando el monto total

de las prestaciones reclamadas no supere las 70 unidades de referencia

procesal o cuando su pretensión no sea cuantificable.

Otras manifestaciones de la gratuidad procesal son:

 La defensa publica a cargo del ministerio de justicia para la madre

gestante, el menor de edad y la persona con discapacidad que trabajan

Artículo III.- Fundamentos del proceso laboral:

Los jueces laborales tienen un rol protagónico en el desarrollo e impulso del

proceso. Impiden y sancionan la inconducta contraria a los deberes de

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veracidad, probidad, lealtad y buena fe de las partes, sus representantes, sus

abogados y terceros. El proceso laboral es gratuito para el prestador de

servicios, en todas las instancias, cuando el monto total de las pretensiones

reclamadas no supere las setenta (70) Unidades de Referencia Procesal

(URP).

Principios de Vinculación y de Formalidad:

Las normas procesales contenidas en este Código son de carácter imperativo,

salvo regulación permisiva en contrario (Artículo IX).

Las formalidades previstas en este Código son Imperativas. Sin embargo, el

juez adecuará su exigencia al logro de los fines del proceso. Cuando no se

señale una formalidad específica para la realización de un acto procesal, este

se reputará válido cualquiera sea la empleada.

Una vieja creencia que ha acompañado a la práctica judicial nacional es

calificar a las normas procesales como de orden público. Monroy se refiere a

ellas como normas que contienen una propuesta de conducta, que puede o no

ser realizada por una de las partes, sin que su incumplimiento afecte el sistema

jurídico o las reglas de conducta social consensualmente aceptadas. Las

normas procesales contenidas en este Código son de carácter imperativo,

ubicadas en el Derecho Público, sin que ello signifique que sean de orden

público.

La norma procesal recoge imperativos categóricos, tanto de mandatos como de

Prohibiciones, a la voluntad de los particulares, de suerte que la observancia de

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la noma no puede dejarse a la espontaneidad de los sujetos a quienes tales

imperativos se dirigen.

El Derecho Procesal está adscrito al Derecho Público -a pesar de que en el

proceso civil se discutan derechos de índole privado, por el rol que asume el

Estado en el proceso, a través de sus órganos judiciales. Estos, al ser titulares

de un poder público; no están equiparados a las partes o a los terceros, sino

que se encuentran en un plano supra ordenador con respecto a los restantes

sujetos procesales, a quienes imponen, en forma unilateral, la observancia de

determinadas conductas.

Algunos autores erradamente consideran que el carácter público o privado del

Derecho Procesal depende de la concepción general que inspire a la

legislación sobre los poderes de los jueces. Para quienes ubican al proceso

civil dentro del Derecho Público confieren a los jueces un papel preponderante

en la dirección de los procesos, mientras que aquellos que lo consideran como

una rama del Derecho Privado le asignan al juez el carácter de espectador en

el litigio.

Esta postura es errada porque la mayor o menor Intensidad de los poderes

conferidos a los jueces en la dirección del proceso constituye una circunstancia

que no afecta la posición jerárquica del juez respecto a los restantes sujetos

procesales. La limitación de los pode res judiciales, por importante que sea, no

se equipara con los que gozan las partes y ter ceros, ni mucho menos

engendra una relación de subordinación del Juez hacia las partes.

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El carácter público del Derecho Procesal, señala Palacio, prohíbe a las partes

derogar o alterar mediante pactos las normas que regulan el funcionamiento de

los órganos judiciales, así como aquellas que reglamentan los requisitos y

efectos de los actos procesales. La relación de subordinación de las partes

hacia el órgano jurisdiccional constituye uno de los elementos que califica al

proceso Judicial como de Derecho Público

Clásicamente se consideraba que las formalidades procesales tenían que ser

de obliga torio cumplimiento. Las actuaciones procesales eran tan

exageradamente ritualistas que apenas se diferenciaban de una ceremonia

religiosa; esta exageración originó los abusos y las degeneraciones del

formalismo, ya que la forma fue adquiriendo un valor esencial, por la forma

misma, con prescindencia de su objeto y de su fin.

Esta posición ha sido superada hoy en día con la influencia del sistema

publicitado en el proceso civil, atribuyendo al juez -director del proceso- la

facultad de adecuar la exigencia de la forma más apta para obtener el propósito

perseguido en el proceso: solución al conflicto y restablecer la paz social.

Concurren al proceso dos principios antagónicos para abordar la forma de los

actos procesales. Uno que propicia la liberalidad, sin embargo, no puede

contrarrestar la arbitrariedad y el caos que dicha posición genera; y otra, la

formalidad que privilegia el abuso de forma y la postergación del derecho.

Frente a estas dos posturas emerge el sistema de la "legalidad de formas" que

asegura con mayor eficacia los fines del proceso. Este sistema permite mayor

seguridad jurídica para todos los sujetos que concurren al proceso, pues solo

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se sanciona cuando su in cumplimiento viole o lesione derechos fundamentales

o su trascendencia sea imperativa para la validez del proceso.

Nuestra legislación regula las dos posiciones: la libertad de formas y la

legalidad de estas, El arbitraje privado es una expresión de la primera y la

legalidad es impuesta como regla general en el artículo 171 del CPC.

La regulación normativa de la forma implica la indicación del conjunto de

condiciones que debe reunir el acto procesal para producir un efecto jurídico.

Se vincula con la función y trascendencia de cada acto procesal en el proceso

y asegura seguridad jurídica para todos los sujetos del proceso y permite la

igualdad de los justiciables.

Jurisprudencia:

El Código Procesal contiene una norma que atañe a la conducta del juez y de

las partes. En algunos casos tiene carácter imperativo de tal manera que lodos

los actores en al proceso deben acatarlas, mientras que en otros sea que

faculta al porque la noma no trasciende la finalidad del proceso, se puede

adecuar o eximir su cumplimiento, sin incurrir en sanción de nulidad (Cas. N°

554-2000-Lima, El Peruano, 17/09/2000, p. 6277).

Principio de Doble Instancia:

El proceso tiene dos Instancias, salvo disposición legal distinta (Artículo X).

En el proceso primitivo no se concebía la pluralidad de instancias porque se

consideraba que el fallo era expresión de la divinidad, por tanto, no se admitía

que exista un órgano superior a ella capaz de revocar sus decisiones. En la

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medida que el proceso se fue incorporando al orden estatal, se fue advirtiendo

la conveniencia de proteger a las partes del error o la arbitrariedad del juez.

Modernamente la organización judicial puede presentarse, según los grados de

conocimiento, en instancia única o en instancia plural. Según Monroy, los que

han incorpora do y consolidados procesos de instancia única, son aquellos que

han logrado una considerable evolución del Derecho y del proceso, asi como

un elevado desarrollo en la solución de sus problemas básicos: por esa razón,

estando al proceso de evolución de los estudios procesales en el Perú y de

solución de sus problemas esenciales no sería oportuno por ahora concretar

legislativamente procesos de instancia única.

Por otro lado, los que asumen la posición de pluralidad de instancias la

justifican como la garantía del individuo frente al Estado, frente a las

providencias de los jueces, para que sean revisados por otros jueces de

superior jerarquía el control de la legalidad y la justicia. La legislación suele

limitar sus instancias a dos o a un máximo de tres. El deroga do Código de

Procedimientos de 1912 es una expresión de la pluralidad de instancias, al

permitir no solo que los jueces de las salas civiles de la Corte Superior

conozcan del re- curso de apelación, sino que, a través del recurso de nulidad,

se permitía intervención de las salas de la Corte Suprema. La Constitución

Política del 93 también regula la pluralidad de instancias (artículo 139 inciso 6)

a diferencia del Código Procesal Civil que lo restringe a la doble instancia.

El principio de economía procesal es el principal sustento para los partidarios

de la Instancia única pues consideran que la multiplicación de instancias, so

pretexto del control de legalidad, permite la presencia de procesos eternos y


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costosos; sin embargo, los valores jurídicos de seguridad y orden no se

encuentran en función directa con el número de instancias, y los postulados de

economía y celeridad pueden darse igualmente en ambos tipos procesales: la

instancia única y la plural.

Sobre el número de jueces que deben fallar en el mismo grado de

conocimiento, existen dos criterios: la intervención de un juez (los

unipersonales o singulares) y la intervención de varios jueces (los

pluripersonales o colegiados). En los regímenes sometidos a la doble instancia

se reserva al primer grado a los unipersonales, mientras que, al segundo grado

a los pluripersonales, en los ordenamientos procesales de instancia única,

existe la tendencia hacia los jueces pluripersonales. Nuestra legislación

procesal opta por el doble grado de conocimiento, como juez único en el

primero y múltiple en el segundo, pero con las adecuaciones de la celeridad en

el proceso.

Un aforismo íntimamente ligado a la doble instancia es el “tantum devolutum

quantum ap. Pellatum”, que implica, a decir de Calamandrei, "El nuevo examen

del juez de segundo grado se ejercita solo en cuanto las partes lo provoquen

con su gravamen; en apelación, lo mismo que en primer grado, la mirada del

juez se halla limitada, por decirlo así, por la mirilla del principio dispositivo y no

está en condiciones de ver sino lo que las partes colocan dentro del campo

visual contemplado desde esta estrecha abertura". La reforma tio in peius

también concurre al accionar del colegiado superior en grado de apelación y

consiste en atribuirle una competencia revisora restringida a los aspectos

desfavorables a la quejosa, por tanto, el superior no puede modificar lo resuelto

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por el juez inferior en sentido favorable a las pretensiones del impugnante, a

menos que su contraparte recurriera a esa parte de la resolución del inferior.

Ariano califica a las impugnaciones, en especial a la aplicación, una suerte de

"garantías de las garantías", esto es, una garantía del debido proceso mismo,

porque son el más efectivo vehículo para, por un lado, evitar el ejercicio

arbitrario del poder por par te del juez a quo y, por el otro, para permitir corregir

lo antes posible) los errores de este; sin embargo, precisa que las

impugnaciones van mucho más allá de la posibilidad de llevar una controversia,

ya resuelta en primer grado a un segundo. "El alcance garantista de las

impugnaciones no se agota en poder impugnar la resolución final del proceso

en primer grado para lograr su sustitución por otra (o su anulación), sino

también en poder impugnar todas las resoluciones que a lo largo del iter del

proceso se pueden emitir. Y es aquí donde nuestro CPC peca de cierto

antigarantismo.

En oposición a la impugnación, Priori señala que, si el error es el gran

fundamento de esta, habría también que permitir que la decisión de quien

revisa sea también revisada, pues ella, al ser emitida por un ser humano, es

también susceptible de error, y por tanto, jamás existiría decisión judicial

definitiva ni se alcanzaría la paz social en justicia. Para dicho autor, es

sumamente importante que se llegue a una decisión justa lo más rápido

posible. "Ello parece no importar, parece mucho más importante que exista

todo un complejo sistema de impugnación donde todas las resoluciones

puedan ser apeladas. Se olvida que ello recarga la tarea del juzgador. Se

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olvida que con ello no solo el proceso, sino todo el sistema procesal se vuelve

más lento, y, en consecuencia, menos fiable".

Frente a dichas posiciones decimos que, si bien la doble instancia es una

garantía contra la arbitrariedad, el error, la ignorancia o la mala fe del juez, no

se puede dejar de desconocer que las apelaciones limitan la tutela pronta y

oportuna de los derechos afectados, sin embargo, la realidad socio jurídica de

nuestro país, todavía no hace aconsejable optar por la instancia única.

Bajo una deformación del mundo jurídico, que cuestiona la pronta justicia, se

recurre a apelación, no como un mecanismo para corregir los errores de la

resolución impugnada que genera agravio- sino todo lo contrario, un medio

para dilatar la solución del conflicto. Decimos ello porque en la argumentación

para la búsqueda del error y del agravie fuerza la realidad fáctica y jurídica,

para alegar (a sabiendas) hechos contrarios a la realidad y justificar así la

apelación. El Código Procesal lo califica y sanciona como acto de temeridad o

mala fe procesal. Como señala el inciso 1 del artículo 112 del CPC, constituye

temeridad procesal, "cuando sea manifiesta la carencia de fundamento jurídico

de la demanda, contestación o medio impugnatorio". Véase el caso de la

apelación a una sentencia, que bajo el ropaje del agravio y del error, reproduce

el apelante los argumentos ya planteados a una excepción resuelta

desfavorablemente en el saneamiento, la que no fuera impugnada en su

momento; o el caso de alegar hechos contrarios a la realidad, en la apelación,

para generar confusión y dilación en el proceso.

Frente a ello decimos que, si bien la doble instancia es una garantía del debido

proceso, también es cierto que la tutela efectiva se afecta por impugnaciones


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temerarias, a las que el juez como director del proceso tiene el deber de

sancionar. Léase en ese sentido, la última parte del articulo IV del TP del CPC

que dice: "las partes, sus representantes, sus abogados y, en general, todos

los partícipes en el proceso, adecuan su conducta a los deberes de veracidad,

probidad, lealtad y buena fe. El juez tiene el deber de impedir y sancionar

cualquier conducta ilícita o dilatoria".

El Código regula en el artículo 111 del CPC la sanción pecuniaria al abogado

que ha actuado con temeridad o mala fe; sin perjuicio de ello debe remitirse.

copia de las actuaciones respectivas a la Presidencia de la Corte Superior, al

Ministerio Público y al Colegio de Abogados correspondiente, para las

sanciones a que pudiere haber lugar.

Por otro lado, debe tenerse en cuenta que el juez es responsable

disciplinariamente por conceder una apelación, que no contenga agravios que

corregir. Si bien el juez revisor de clara la nulidad y la insubsistencia del

concesorio de apelación, la afectación al principio de celeridad procesal y tutela

efectiva, es más cuestionable cuando la apelación a sus. pendido la ejecución

del acto impugnado, como sería el caso de la sentencia que ampara un

derecho, pero que su ejecución se posterga a las resultas de la apelación

concedida indebidamente por el juez inferior. Sobre el particular, léase lo

señalado en el artículo 213 de la LOPJ que dice: "Los magistrados, en el

conocimiento de los procesos o medios impugnatorios, están obligados a

aplicar las sanciones de apercibimiento o multa cuando ad vierten

irregularidades o deficiencias en la tramitación de los procesos, no siendo

necesario trámite previo. En la resolución se menciona el motivo de la sanción,

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la que es notifica: da al infractor y anotada en el registro de medidas

disciplinarias y en su legajo personal".

En conclusión, a pesar de que las impugnaciones pudieren generar dilaciones

al proceso y afectar la tutela efectiva, la doble instancia debe seguir

manteniéndose como garantía contra la posible arbitrariedad o error del juez;

sin embargo, cuando la impugnación se ejerce con manifiesta carencia de

fundamentación jurídica y se alega en hechos (a sabiendas) contrarios a la

realidad, este ejercicio temerario debe ser sancionado por quien lo hubiere

propiciado, tal como lo permite el artículo 111 del CPC.

Jurisprudencia:

Aquí vemos un ejemplo de una sentencia:

Es nula la sentencia que resuelve una pretensión parcial. Ella no puede ser

objeto de convalidación, en atención al principio de la doble instancia que

regula el articulo X del TP del CPC (Exp. N° 4797-98, Sala de Procesos

Abreviados y de Conocimiento, Ledesma Narváez, Martanolla, Jurisprudencia

Actual, Tomo 5, Gaceta Jurídico, p. 355).

Le falta de motivación en la sentencia debe ser sancionada, No puede

convalidarse por el colegiado porque se afectare la garantía constitucional de la

pluralidad de instancia, pues se argumenta las situaciones no consideradas por

las partes al apelar, que, de aclarar sus intereses, estas no podrían impugnar

para su reexamen (Exp. N° 4129-98, Sala de Procesos Abreviados y de

Conocimiento, Ledesma Narvaez, Marianella, Jurisprudencia Actual, Tomo 5,

Gaceta Jurídica, p. 351).

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Principio de Oralidad:

Oralidad: conjunto de caracteres de procedimiento en donde predomina lo

hablado sobre lo escrito. Ligado a los principios de inmediatez, concentración,

sencillez e incluso celeridad, los cuales se encuentran presentes en el

momento en que el juez recibe las declaraciones de las partes, testigos,

apreciación de los medios probatorios de manera directa, por cuanto se

desarrolla en una sola audiencia varias diligencias, permitiendo una apreciación

conjunta.

Principio de Preclusión y Eventualidad:

Sobre este punto, resulta pertinente precisar el principio de Oportunidad o

Preclusión en materia probatoria, consiste en el hecho de que diversas etapas

del proceso se desarrollan en forma sucesiva mediante la clausura definitiva de

cada una de ellas, impidiéndose el regreso a etapas procesales ya extinguidas

por no haberse observado el orden u oportunidad dada por la ley para la

realización de un acto o, por haberse ejercido ya una vez, válidamente esa

facultad. Por su parte el principio de eventualidad guarda estrecha relación con

el principio de preclusión, que consiste en que las partes deben aportar de una

sola vez todos los medios probatorios en una oportunidad, para luego pasar a

la siguiente etapa, hasta la decisión final.

Respecto a estos principios, la regla general aplicable en nuestro ordenamiento

procesal, es que las partes se encuentran obligadas a ofrecer sus pruebas en

la etapa correspondiente; sin embargo, se permite en forma excepcional la

presentación de pruebas extemporáneas, tal como lo regula los artículos 429°y

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374° del Código Procesal Civil, exigiendo entre otros requisitos, que estas

pruebas tengan relevancia jurídica, acrediten hechos nuevos surgidos

posteriormente a la etapa en la que debieron ser ofrecidos, o que quien ofrezca

esta prueba no haya podido hacerlo en su debido momento por haberle sido

imposible obtenerla o conocerla.

Asimismo, Alberto Hinostroza señala en cuanto a la oportunidad de la prueba,

que no debe exceder el plazo legal respectivo, por cuanto contribuye no sólo al

conocimiento de las partes sino también la posibilidad de contradicción de la

misma.

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CONCLUSIONES

 El principio de Socialización en el proceso se remonta a una

interpretación de la Constitución en su art. 43 donde hace alusión a un

Estado Social de derecho que no solo se enfatiza al bienestar de una

sociedad en su perspectiva colectiva que vela por los derechos

fundamentales integrados en los ciudadanos y que como estado social

encargado en protegerlos, como los derechos laborales, así mismo la

relación laboral en los centro de trabajo y frente a sus colegas, esta

socialización e importancia genero la priorización de la realidad laboral

que luego dio por origen hoy en la ley de fiscalización laboral quien

incorpora el principio de primacía de la realidad para validar los actos

producidos en relación laboral como desempeño de ciertos trabajos que

hasta hace un tiempo no podría acreditarse sin un contrato formal y que

frente otras evidencias la más resaltante era la del contrato o aquellos

casos donde el contrato establecía una determinada acción que

desempeñaría pero que en la realidad desempeñaba otra labor, con este

principio no solo se protege el carácter social del trabajo sino también

está inmerso en otros principios como la Irrenunciabilidad, beneficios

sociales, remuneraciones, etc.

 El principio de Irrenunciabilidad laboral es un derecho por el cual el

trabajador no puede desistir a sus pretensiones sean remunerativas o

judiciales y como menciona la norma no puede renunciar en base a sus

beneficios sociales, pero si puede dar el consentimiento de la reducción


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que percibirá, protegido por nuestra constitución como derecho

fundamental, nadie puede obligar al trabajador ni puede a voluntad

propia renunciar a tales derechos, por estas consideraciones. Que la

renuncia solo existiría dicha modificación o suspensión de un contrato en

casos de un contrato privado o en los casos donde la relación laboral se

convierta en una mero acto de colaboración manifestado por el

trabajador y de esta forma se podría dar la renuncia al derecho laboral,

como en la fuente que hemos citado en la doctrina vinculante sobre este

tema de la corte Suprema se ha pronunciado que no existe la renuncia a

tales derechos ni aun así se trate de la renuncia de beneficios sociales,

así sea que el trabajador haya renunciado al trabajo o haya abandonado

su centro laboral, considerándose que esta no puede ser establecida

como una medida de sanción y que los beneficios sociales le

corresponden al trabajador, que solo en acuerdo suscrito de manera

individual entre el empleador y el trabajador con claro acuerdo podrá ser

válido a tal renuncia o mediante acuerdo sindical, en vista que exista una

un reconocimiento laboral.

 Si entendemos que la Inmediación no se refiere a la forma en que se

exteriorizan las actuaciones procesales sino al hecho que éstas deben

realizarse ante el juez, teniendo presente la íntima relación existente

entre oralidad e inmediación, podemos concluir que la Inmediación sólo

encuentra su desarrollo en el juicio oral (el proceso laboral tiende a

serlo) y no en los procesos civiles, caracterizados por su forma escritura.

 La inmediación tiene estrecha vinculación con las peculiaridades del

proceso laboral, esto es, facilita la búsqueda de la verdad material en


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tanto que permite al órgano jurisdiccional entrar en contacto directo con

las partes. El principio de inmediación de que trata el derecho laboral,

aplica estrictamente al juez que conoce del proceso el cual tiene que

haber asistido al desarrollo de las pruebas de las cuales debe derivar su

convencimiento. El juez deberá conocer a las partes del proceso,

apreciar todas las condiciones, físicas, psicológicas y morales,

interrogar, requerir respuestas concretas, pedirles aclaraciones y/o

explicaciones, entre otras cosas a la cual el juez está facultado hacer.

 El “in dubio pro operario” constituye una manifestación general de

protección reconocida a favor del trabajador como una de las partes que

es la más débil en la relación de trabajo, esto sustentada por la razón de

que muchos trabajadores han sido “victimas” por así decirlo por parte de

sus empleadores, esto manifestándose de distintas formas, como

despidos, suspensiones, pactos colectivos en las cuales son

presionados para el beneficio del empleador y demás. Al comentar este

principio sostiene que el mismo es muy exacto siempre y cuando exista

una verdadera duda acerca del valor de una cláusula de un contrato

individual, o colectivo, o de la Ley, las condiciones de la aplicación de

este principio dependen de que exista una duda sobre el alcance de la

norma legal. Eso nos podría llevar a la conclusión de que la Ley ha

intentado no solo contemplar los intereses de los trabajadores, sino

armonizar los intereses obreros patronales con los de la colectividad,

teniendo en cuenta una finalidad social.

 La Nueva Ley Procesal del Trabajo, Ley N° 29497, reconoce una

variedad de principios que inspiran el proceso laboral, garantizando que


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éste se desarrolle de forma más rápida y eficaz, respetando el debido

proceso.

 Los principios de organización están dirigidos para que el juez en su

calidad de director del proceso pueda diligenciarlo de una manera

oportuna y acertada, constituyen la esencia de las acciones judiciales

dentro de un Estado social de derecho.

 El nuevo proceso laboral permite al juez tener un rol más activo y

cumplir eficazmente su función como director del proceso posibilitando,

además, una mejor preparación de los participantes en el proceso, en

especial de los abogados quienes deben expresar sus posiciones y

formular sus alegaciones en forma oral.

 Este Principio es muy importante tanto para el juzgador y las partes ya

que los principios generales del derecho tienen funciones específicas en

cualquier ordenamiento, que coinciden con las atribuciones a esta figura

en el derecho de Trabajo sin embargo cumplen una triple función:

1. INFORMADORA: Inspiran al legislador sirviendo como

ordenamiento jurídico.

2. NORMATIVA: Actúan como fuente supletoria en caso de

insuficiencia de la ley, como medio de integrar el derecho.

3. INTERPRETADORA: Operan como criterio orientador de juez o

del interprete.

 La oralidad es el punto de partida y fundamento para la celeridad,

inmediación y economía procesal.

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 Sobre este punto, resulta pertinente precisar que el principio de

oportunidad o preclusión en materia probatoria, consiste en el hecho de

que diversas etapas del proceso se desarrollan en forma sucesiva

mediante la clausura definitiva de cada una de ellas, impidiéndose el

regreso a etapas procesales ya extinguidas por no haberse observado el

orden u oportunidad dada por la ley para la realización de un acto.

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RECOMENDACIONES

 El Conocimiento de la socialización de un proceso y la irrenunciablidad

es de carácter fundamental que todo abogado y empleador debe

conocer ya que su desconocimiento genera incertidumbre, afectación

laboral, como se estableció en la doctrina emitida por la Corte Suprema

es irrenunciable y que nadie puede privarle a voluntad propia, cada

empleador debe siempre informarse sobre estos principios para no

cometer vulneraciones a los derechos de los trabajadores ni en sus

remuneraciones ni en su beneficios sociales como la asignación familiar,

bonificación por fiestas patrias, bonificación por navidad, entre otras

jamás debe verse afectado por una mala decisión o imponerlas como

medidas disciplinarias frente al incumplimiento de sus labores.

 Ya conociendo el principio de inmediación, uno de los principios básicos

del proceso laboral, una de mis recomendaciones se manifiesta

claramente en el desarrollo del proceso laboral, ya que muchas veces se

ha visto que, en distintos procesos, la falta de criterio por parte del juez,

esto claramente no se refleja en su desconocimiento a la norma, sino

por todo lo contrario, que, conociendo la norma laboral, la falta de criterio

recae sobre la pérdida de criterio moral en la cual muchos magistrados

han sido parte, me refiero a la corrupción y el desentendimiento en el

proceso en perjuicio del trabajador, ya que el juez en muchos casos no

es equitativo con éste al momento de estar en contacto con las partes y

también en la valoración de las pruebas.

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 Siendo el trabajador una parte vulnerable en la relación laboral, este

principio recae en la idea de que el trabajador siempre va a tener el

beneficio de la duda, entonces sugiero ver ambas partes para el buen

desarrollo de este principio, poniendo más énfasis al empleador, que no

siempre va a ser el “villano” en la relación laboral, más por el contrario

no olvidemos que es quien otorga la remuneración y otros beneficios al

trabajador (por prestación de servicios), en ese sentido el empleador

también debe ser reconocido, quizá no como un “in dubio pro dominus”,

pero si de una manera que sea equitativa ante un conflicto laboral

cuando haya duda por parte de la norma.

 Vemos que los Principios son preceptos que sirven de fundamento para

crear, modificar, aplicar e interpretar las normas adjetivas de trabajo, así

como para orientar la actuación de los jueces y de las partes que

participan del proceso laboral. Existen numerosas formas de clasificar

los principios del Derecho Procesal del Trabajo; sin embargo,

consideramos que lo más adecuado es clasificarlos en principios de

organización del proceso y principios fundamentales del proceso.

 Estas relaciones de trabajo cuando generan un conflicto de intereses

requieren en algunos casos recurrir a un proceso judicial en búsqueda

de justicia laboral, lo denominamos derecho procesal laboral que es una

rama del derecho del trabajo, este derecho procesal laboral implica dos

sistemas procesales escrito y oral en este caso en el Perú es el sistema

procesal oral es oralizado sin embargo sea oral o escrito los principios

que lo sustancias siguen siendo los mismos, entonces a manera de

recomendación podríamos decir que los principios cumplen una función


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muy importante en los procesos laborales ya que facilitara a los

juzgadores a tener un proceso más ágil y eficaz.

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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS
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BIBLIOGRAFÍA

Mora Díaz, Omar Alfredo, Derecho Procesal del Trabajo. Primera


edición (Caracas, 2013)

MALCA Guaylupo, Víctor, Manual del Nuevo Proceso Laboral y


Litigación Oral, Editorial. BLG ,1ra Edición p.103

VINATEA RECOBA, Luis y TOYAMA MIYAGUSUKU, Jorge,

Comentarios a la Nueva Ley Procesal del Trabajo, Lima, Gaceta

Jurídica, 2010, p. 28.  

Leopoldo Gamarra Vílchez, Doctrina y análisis sobre la Nueva Ley

Procesal del Trabajo. Primera edición, Lima: Academia de la

Magistratura, 2010), pp. 48, 49

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MONROY PALACIOS, Juan José, La traslación en el proceso civil,

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INDICE

Carátula……………………………………………………………………………… 01

Recuperado de:

https://scc.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/ab0d16804630ed4a88bbfcca3

90e0080/PRINCIPIOS_DEL_NUEVO_PROCESO_LABORAL.pdf?

MOD=AJPERES&CACHEID=ab0d16804630ed4a88bbfcca390e0080

Dedicatoria …………………………………………………………………………...02

Introducción…………………………………………………………………………. 03

Justificación e importancia del estudio…………………………………………… 04

Principio de Socialización del Proceso ……………………………………………06

Principio de Irrenunciabilidad ………………………………………………………10

Principio de Inmediación ……………………………………………………………18

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Principio “In Dubio Pro Operario”…………………………………………………. 21

Principio de Concentración …………………………………………………………25

Principio de Celeridad ………………………………………………………………26

Principio de Veracidad…………………………………………………………….. 28

Principio de Economía Procesal ………………………………………………….29

Principio de Dirección e Impulso del Proceso …………………………………..36

Principio de Gratuidad en el Acceso a la Justicia……………………………… 38

Principio de Vinculación y de Formalidad………………………………………. 39

Principio de Doble Instancia ………………………………………………………42

Principio de Oralidad ………………………………………………………………49

Principio de Preclusión y Eventualidad ………………………………………….49

Conclusiones específicas ………………………………………………………….51

Recomendaciones ………………………………………………………………….56

Bibliografía …………………………………………………………………………..59

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