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tecnología y sociedad en América Latina
INTRODUCCIÓN
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1. METODOLOGÍA
Este artículo es el producto del análisis de la información obtenida
en mi trabajo de campo (2017-2018). Sin embargo, mi relación con la
RSLC se remonta al año 2015, cuando comencé a trabajar con el nodo
centro (desde Bogotá) como voluntaria. Esta experiencia fue funda-
mental en la escritura de este artículo, pues me permitió conocer de
primera mano los procesos organizativos de la red y comprender el
contexto político que sus miembros enfrentan desde las distintas acti-
vidades que realizan.
La RSLC es una red de carácter nacional que incluye “aliados” o
“miembros” de siete regiones distintas del país. Tiene una estructura
descentralizada de guardianes de semillas, colectivos agroecológicos
y comunidades autodenominadas campesinas, indígenas y afro-des-
cendientes. En su proceso de formación ha sido fundamental el apoyo
tanto de organizaciones populares como de organizaciones sin ánimo
de lucro (ONGs). También se han unido agricultores urbanos y grupos
de investigación afiliados a universidades colombianas públicas y pri-
vadas. Estos grupos pertenecen, en su mayoría, a áreas de las ciencias
sociales tales como la ciencia política, la antropología, la sociología
y el derecho. Poca relación existe con grupos de investigación de las
ciencias naturales. De hecho, algunos investigadores han sido hostiles
al trabajo de la red, pues lo consideran opuesto a los intereses del país
y al desarrollo de lo que ellos entienden como ciencia (ver por ejem-
plo entrevista con el profesor de la Universidad Nacional Alejandro
Chaparro y el director de Grupo Semillas, Germán Vélez en la emisora
Javeriana Estéreo, noviembre 2018).
La RSLC tiene tres ejes de trabajo: la conservación y recupera-
ción de las semillas a partir de la formación e investigación propia;
la comunicación de la problemática de las semillas y de las accio-
nes de resistencia, y la incidencia jurídico-política. En este escrito me
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2. DISCUSIÓN
Aunque conformadas oficialmente hace aproximadamente diez años,
la mayoría de las redes de semillas en América Latina existen en el
continente desde hace siglos, pues las semillas han sido conservadas,
circuladas, sembradas, y modificadas genéticamente por distintos
grupos a través de los años para garantizar la supervivencia de las
comunidades agrícolas (Phillips, 2013). Sin embargo, en los últimos
treinta años el mundo de las semillas ha sufrido transformaciones
trascendentales que han impactado profundamente las semillas mis-
mas, a quienes viven de y con ellas, y a quienes acumulan capital a
partir de ellas (Kloppenburg, 2004).
Después del desarrollo de semillas híbridas basado en técnicas
de mejoramiento convencional, la primera gran transformación en el
mundo de las semillas es el desarrollo de tecnologías de ingeniería que
han permitido modificar genéticamente las semillas en el laboratorio.
Con ello, estas se han convertido en un objeto más del mercado, se
han descentrado las prácticas relacionadas con semillas de las ma-
nos campesinas (desplazándolas hacia el mundo tecnocientífico), y se
han modificado las formas de siembra y de intercambio de semillas
(Correa et al., 1999).
La segunda transformación tiene que ver con la creación de le-
yes de certificación y comercialización, y de propiedad intelectual
(PI), que pretenden regular y estandarizar el mercado de las semillas
(Kloppenburg, 2004; Kinchy, 2012; Fitting, 2011). El uso de este tipo
de tecnología y la implementación de los RPI ha producido la amplia-
ción del tipo de semillas existentes en los mercados y en los territorios.
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3. LA COSECHA EPISTÉMICA
En Colombia, los RPI sobre semillas se introducen con la firma del
primer Convenio de la Unión para la Protección de las Obtenciones
Vegetales (UPOV) en 1978. Dicho convenio propone el primer gesto
explícito de orden mundial que da prevalencia de valor al conocimien-
to tecnocientífico dentro de la economía capitalista y lo distingue en
términos de innovación de otros conocimientos no asociados a la in-
dustria biotecnológica. Casi treinta años después, en 1991, Colombia
ratifica una nueva versión del tratado, la cual incorpora la figura de
la patente al tiempo que restringe los derechos de les agricultores de
guardar las mejores semillas de la cosecha con el fin de volverlas a
sembrar. Años después de la firma de la UPOV 91, el gobierno co-
lombiano emite leyes de certificación y comercialización de semillas,
las cuales limitan la producción y circulación de semillas no certifi-
cadas en los mercados. Con esto, se excluye implícitamente el libre
movimiento de semillas nativas y criollas. Ejemplos de ese aparato
regulatorio son la resolución 3168 de 2015 (la versión disfrazada de la
970 que causó tanto revuelo en Colombia), generada por el Instituto
Colombiano Agropecuario (ICA) y las normas de bioseguridad acogi-
das en la firma del Protocolo de Cartagena (decreto 4.525 de 2005).5
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del Pacífico y del Caribe, las cuales, aunque comparten saberes comu-
nes sobre ciertas semillas (por ejemplo, la de cilantro cimarrón), tam-
bién difieren en la forma en la que las siembran y/o las conservan, y en
la relación que tienen, como comunidad, con estas. En lo que respecta
a las comunidades urbanas o semi-urbanas que se han unido a la red
y que participan activamente de los momentos de siembra y cosecha
de semillas y conocimientos, hay por ejemplo colectivos de jóvenes en
el centro del país que se han unido para alquilar fincas en perímetros
semi-urbanos para conservar semillas in situ y experimentar con mo-
delos agroalimentarios. Estos jóvenes, cuyas familias muchas veces
provienen del campo, son estudiantes de universidades públicas o de-
sertores del sistema universitario. Les que aún son estudiantes, hacen
uso de los instrumentos o lugares que prestan sus instituciones para
discutir, experimentar y/o medir las cualidades de variedades de semi-
llas criollas y nativas (por ejemplo, nivel de humedad o porcentaje de
germinación). También construyen redes de conocimiento con fami-
lias campesinas vecinas de sus terrenos y realizan exploraciones del
territorio para familiarizarse con la flora y la fauna. Algunos colecti-
vos han tenido también iniciativas artísticas, realizando exposiciones
en galerías locales en las que se le hace homenaje a ciertas semillas,
como la del maíz. Para ello, los mismos miembros del colectivo usan
semillas que no germinarán para convertirlas en materia prima de sus
creaciones.
Comunidades académicas, como la representada por profesores y
estudiantes (de universidades tanto nacionales como extranjeras) e in-
vestigadores de ONG tales como el Grupo Semillas (con más de veinte
años de trayectoria nacional e internacional) también participan acti-
vamente en la cosecha epistémica, incluso cuando, en muchos casos,
no tienen la oportunidad de participar directamente en la cosecha de
las semillas y de sus frutos. Participan, sin embargo, en el proceso de
cosecha de saberes que hace que esas semillas germinen, o mueran,
según sea el caso. Muchos, entrenados bajo la influencia del pensa-
miento social latinoamericano, encarnado en figuras como Orlando
Fals Borda (1972), han desarrollado metodologías de trabajo con las
comunidades que facilitan los procesos de recolección de conocimien-
tos y semillas a nivel colectivo e individual. Algunos ejemplos incluyen
la realización de mapas comunitarios de identificación de especies de
semillas nativas en los territorios, o la escritura mancomunada de ca-
tálogos de clasificación de semillas y sus respectivos usos. También son
los que se han encargado de finalizar ciertos materiales, tales como las
cartillas o panfletos informativos que circulan en marchas, mercados
agroalimentarios urbanos, y eventos académicos y políticos relevantes.
Asimismo, cuentan algunas personas, sus conocimientos “también se
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6 Hago aquí un uso transgresivo del término acuñado por Haas (2008). Este autor
desarrolló este concepto para hablar de las redes, de las comunidades de profesiona-
les (considerados expertos) que, legitimadas por su estatus epistémico, incidían en
la formulación de políticas públicas. Yo lo uso para mostrar que, por fuera de esos
expertos, existe un universo de comunidades que comparten el conocimiento, lo usan
y lo transforman con objetivos políticos comunes y visiones de mundo que resuenan
entre sí.
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Del ICA nos habían venido a dar una capacitación. Cuando vieron
nuestro terreno lleno de vida, nos dijeron que había que limpiarlo
para poder cultivar bien. Entonces pues nosotros estábamos hacien-
do todo el trabajo de recuperación de semillas, pero en un terreno
que habíamos dañado por seguir lo que dijeron ellos. Entonces mu-
chas semillas se nos estaban muriendo, o quedaban bien malitas.
Pero cuando vinimos aquí, y comenzamos a compartir experiencias
nos dimos cuenta de que estábamos cometiendo un error. Así que
organizamos para que unos compañeros del suroccidente nos mos-
traran a todos cómo recuperar nuestra selvita. Y cuando llegaron no
solo nos ayudaron para que las semillas estuvieran mejor, con más
espacio y más comunidad con otras plantas, sino que además nos
trajeron unas semillas de ají excelentes que nos han ayudado mucho
con los preparados que estamos haciendo para las plagas. (Patricia,
entrevista 2017)
La idea es que nos formemos los unos a los otros. La mujer al hombre,
el hombre a mujer, los mayores a los jóvenes, los jóvenes a los mayores,
y todos a los niños […] Lograr motivar a la juventud para continúe con
esto y al mismo tiempo tratar de hacernos recordar para ver si nos
proyectamos como comunidad. (José, 2017)
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10 “Bacano/a” es una expresión que se usa en Colombia para decir que alguien o
algo es agradable, placentero.
11 Al respecto quiero señalar que en mi investigación es claro que en cada región
tiene unas dinámicas particulares, y en tanto tal La Minga no es siempre ni el espacio
y ni la manera en la que los conocimientos circulan y se desarrollan. No obstante,
considero que es una práctica muy significativa para muchas de las comunidades
con la que he tenido contacto, y que su carácter de práctica ancestral que contiene
también la contemporaneidad indígena y campesina es de destacar.
12 Recientemente autores como Arturo Escobar (2010) han utilizado la figura de la
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4. CONCLUSIÓN
Comprender las praxis epistémicas de les guardianes de semillas es
importante porque nos llama a re-pensar lo que, desde campos como
los estudios CTS en América Latina, comprendemos por la relación
entre afectividad, conocimiento y política, por un lado, y justicia so-
cial (que es también epistémica), por el otro. Dentro de los campos
que requieren más investigación se encuentra el estudio de las relacio-
nes de poder que atraviesan estas dinámicas y las distintas formas en
las que las interrumpen e impulsan. Esto es de especial importancia
porque el conocimiento que transita entre les guardianes está también
codificado por conflictos de clase, procesos de racialización, y dinámi-
cas de género patriarcales que moldean de determinadas maneras los
mundos epistémicos creados. A su vez, el estudio de las relaciones de
poder es importante porque permitiría ver si y bajo qué circunstancias
las oleadas de conocimiento articulado por ONG aliadas terminan, al
menos por momentos, reproduciendo dinámicas de dominación so-
cial y supresión epistémica propias del modelo extractivista colonial.
Como lo he señalado ya en otros lugares (Hernández & Moore,
2019), el análisis del papel que la afectividad juega en la cosecha epis-
témica es crítico a la hora de comprender también cómo y bajo qué
circunstancias las personas campesinas, a pesar de la violencia a la
que han sido sometidas por parte de los distintos actores involucra-
dos en el conflicto armado colombiano, han continuado su camino
de construcción y reconstrucción sociomaterial de relaciones. Esto es
justamente lo que impulsa el trabajo político de cuidado de semillas,
territorios, tejidos sociales y afectividades que son centrales para la
existencia y la dignidad humana.
Sin embargo, y a pesar de la fuerza que la RSLC ha tomado
en los últimos años y de su reconocimiento a nivel nacional e in-
ternacional, las condiciones de posibilidad para que sus prácticas
liberatorias se expandan y se fortalezcan no son las mejores. Las
organizaciones sociales enfrentan en Colombia un escenario de in-
certidumbre en una coyuntura política (que pareciese más bien la
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