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El rol de la mujer en El año del desierto

Por Maia Mauriño

Desde algún país europeo, la narradora de El año del desiertomira mapas y recuerda su país. María
esuna de las pocas sobrevivientes del avance de “La Interperie” sobre la Argentina. Es éste el marco
que abre la novela, un presente post-catastrófico en el que el país ya no existe, es solo una línea en
el horizonte, un desierto. No es una típica narrativa post-apocalíptica porque no se trata de narrar en
un mundo nuevo, imaginado en el futuro, sino de narrar la completa desaparición. Lo que se cuenta
a través de las peripecias de la protagonista es el desarrollo del caos, el desenvolvimiento de la
catástrofe. Además, el futuro en el que está enmarcado el relato no tiene características muy
diversas de nuestro presente, ni del presente de publicación de la novela (2005). De hecho, si
hacemos la lectura ineludible de ver la crisis del 2001 en el inicio de la catástrofe, el “futuro” en el
que la Argentina ya no existe sería simplemente el 2002.

La trama deEl año del desiertoes el relato de María, su testimonio de los últimos doce meses en el
país. Doce meses que son, nos damos cuenta a poco de iniciar la lectura, una condensación
regresiva de la historia argentina desde la crisis del 2001 hasta la fundación de Buenos Aires. Pedro
Mairal utiliza los mecanismos narrativos de la regresión temporal y social y de la aceleración
(Bonacic, 2015) para narrar de forma dramática la destrucción y desaparición de una sociedad
completa, de un país entero.

Considero la novela dentro de la narrativa de ciencia ficción. Me interesa enmarcarla porque


entiendo que es un género significativo en cuanto a su capacidad de hacernos reflexionar sobre el
presente; como describeJameson (2009), “La ciencia ficción representa y posibilita un «método»
estructuralmente único para aprehender el presente como historia, y esto con independencia del
«pesimismo» o el «optimismo» del imaginario mundo futuro que constituye el pretexto para dicha
desfamiliarización.”(p. 343).

Asimismo,quiero pensarla en la tradición literaria de la distopía. La distopia como género es leída


por la crítica en general como una critica al presente de escritura o como una advertencia acerca de
las potenciales consecuencias de ese mismo presente: “Its function is to warn readers about the
possible outcomes of our present world and entails an extrapolation of key features of contemporary
society.” (Baccolini, 2003, p.114).
Como señala Darko Suvin (2003), “The intertext of “simple” dystopia has been and remains more
or less radical anti-capitalism” (p.189). Postular que hay una crítica al capitalismo es bastante
amplio, sobre todo para quienes, desde el marxismo, consideramos que el sistema excede el plano
económico. Me gustaríaparticularizar el análisis enel eje de género, la especificidad del patriarcado
como un sistema de dominación dentro del capitalismo. Me parece interesante analizar en particular
la cuestión de género y el patriarcado en el texto en relación a la ciencia ficción y la distopía: ¿Se
nos advierte algo acerca del rol de la mujer? ¿Acerca de las posibles consecuencias sociales de ésto?
¿se puede leer algún tipo de crítica a la sociedad presente en este sentido? Lo pienso en esta distopia
en particular porque el relato nos llega a partir de las vivencias y el discurso de una mujer y, al ser
una regresión a través de nuestra historia, muestra también el lugar que ocupa la mujer en la
sociedad en distintos momentos históricos.En este sentido, parto de la observación que realiza
Silvia Federici en El calibán y la bruja:

“Debería agregar que Marx nunca podría haber supuesto que el capitalismo allanaba el camino hacia la
liberación humana si hubiera mirado su historia desde el punto de vista de las mujeres. Esta historia enseña
que, aun cuando los hombres alcanzaron un cierto grado formal de libertad, las mujeres siempre fueron
tratadas como seres socialmente inferiores, explotadas de un modo similar a formas de esclavitud.” (p. 21)

La opresión de la mujerha sido una de las bases del funcionamiento del capitalismo desde sus
inicios. Considero al patriarcado como un sistema cultural, social, simbólico que sostiene y
reproduce relaciones de dominación de varones sobre mujeres. En cuanto a su relación con el
sistema económico, sigo los postulados de Federici (2004),quien explica que “La reproducción de la
fuerza de trabajo requiere un abanico mucho más amplio de actividades que el mero consumo de
mercancías, puesto que los alimentos deben prepararse para ser consumidos, la ropa tiene que ser
lavada y hay que cuidar y reparar los cuerpos humanos.” (p. 157). O sea, el trabajo doméstico y de
reproducción que realizan las mujeres es el que permite la reproducción de fuerza de trabajo y que
el sistema se sostenga, porque además son tareas que no están reconocidas como trabajo (no son
pagas) y hacen a la acumulación capitalista. Es responsabilidad entonces, también nuestra, de la
crítica, visibilizar ésto, darle la mayor entidad posible también en el plano discursivo, en el orden
simbólico.Multiplicar las reflexiones sobre las mujeres y el patriarcado es una tarea más que
necesaria en nuestro presente argentino.

Comenzaré analizando los cambios históricos que figuran en la novela en relación al patriarcado en
nuestro país. En una segunda parte, trabajaré la relación de la mujer con el mundo del trabajo. Por
último, intentaré ver cómo funciona lo anterior en relación al marco de la novela y, por lo tanto,
cuál es la función social de la novela en sí.
“El sometimiento femenino está en la base de una formidable
construcción simbólica a lo largo de las épocas”
Dora Barrancos

Como señalé al inicio, la novela está construida con hechos que estructuran la historia y la identidad
argentina. En general, el mecanismo narrativo avanza hacia el pasado de una forma bastante lineal
dejando entrever, con “guiños” más o menos obvios, el momento histórico con el que se va
correspondiendo el desarrollo de la ficción. El relato no mezcla hechos históricos aislados y de
forma desordenada a lo largo de su trama sino que hay un trabajo bastante minucioso por parte del
autor en seleccionar hechos reales fácilmente reconocibles por los lectores (al menos los argentinos)
y agruparlos1. Esto permite que podamos ubicar distintos momentos de la historia argentina a lo
largo de la trama.

María es el hilo conductor; funciona como una actriz que, fija en el escenario (en su pensamiento y
su cuerpo)va reaccionando, adaptando sus movimientos y adaptando su discurso a los cambios de la
escenografía. Este movimiento narrativo tiene la ventaja de dejarnos vislumbrar, en las reacciones,
pensamientos y reflexiones de la protagonista, los cambios que se han producido a nivel social
desde que comenzamos a existir como nación. Nos permite así analizar la cuestión de género y el
patriarcado en distintas “escenografías”.

El primer pasaje que quiero analizar se encuentra en el capitulo 4 (“El cometa”). Esta parte de la
narrativa da varias referencias de poder pensarse alrededor de 1930 (Pacto Roca-Runciman, caída

1 Al respecto, Mairal comenta en una entrevista: “No quería tanto comprender el pasado como
acumular el tiempo. Tuve que investigar mucho sobre cómocreció Buenos Aires. Trabajé con fotos viejas,
fui al Archivo General de la Nación, y leí algunos libros de Adrián Gorelik en los que se refiere al
crecimiento y a los proyectos en conflicto en la ciudad, que están cristalizados ahora en la arquitectura.
Estudié el crecimiento de Buenos Aires para mostrar, en la novela, cómo se iba reduciendo la ciudad.”
(entrevista recuperada de https://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/espectaculos/4-1263-
2005-12-12.html)
del tranvía en el Riachuelo, incendio del “Parque Japonés”, entre otros). María se instala en “El
Panal” una especie de conventillo de San Telmo poblado de inmigrantes que trabajan en el puerto.
Durante una de las cenas compartidas en la vivienda, ellainterviene en la conversación de la mesa y
se produce un silencio, allí leemos: “Catalina miró para abajo. Me di cuenta que no se acostumbraba
que las mujeres participaran en la mesa” (Mairal, p.111). Como en las distopías más clásicas,
Mairal construye una protagonista que se indigna y a veces se opone (por lo menos en el plano del
pensamiento) a la realidad distópica que va viviendo, permitiendo, mediante el extrañamiento, dar
lugar a la mirada crítica. Así mientras Catalina “mira para abajo”, ella “se da cuenta”. Maria
Varsam (2003) explica este mecanismo usado en los textos distópicos: “Via this perception of
reality, the reader must empathize with the narrator/ protagonist in order to condemn, as the
narrator/protagonist does, those aspects of society that constitute the narrator’s oppression.” (p. 206)

Más adelante, la diferencia de género se intensifica. Frente a la llegada de más inquilinos varones,
las mujeres ya ni siquiera se sientan en la mesa sino que sirven a los hombres mientras ellos cenan.
Se especifica además cuál es el espacio de la mujer dentro del hogar y también cuáles son los temas
de conversación que le corresponden :“En la cocina podíamos hablar tranquilas. Yo escuchaba lo
que decían sobre cremas y jabones milagrosos” (Mairal, p.111). Mientras que los varones conversan
de política y anarquismo, las mujeres de belleza, cuidado, salud.

Unas páginas más adelante, la política ya no es solo algo de lo que las mujeres no hablan, una
convención social, sino que legalmente no les concierne:“Hace rato que las mujeres no votamos
más” (Mairal, p.115) explica Catalina. María vuelve a sorprenderse “Pensé que me estaba cargando.
Más tarde supe que era cierto” (Mairal, p.115)

Mairal deja en descubierto los cambios en las costumbres sociales y también en los derechos.
Respecto a estosúltimos, se hace necesario aclarar que no es solo la mujer la que pierde en este
abrupto retroceso. El otro sujeto que aparece más de una vez en torno a la pérdida de sus derechos,
de sus conquistas, es el trabajador asalariado: “Los hombres a la noche se quejaban porque los
empleadores habían ampliado la jornada laboral de ocho a once horas y querían sacar el descanso
del domingo” (Mairal, p.120). De esta forma, quedan emparentados en su subalternidad
trabajadores y mujeres (aunque, como veremos,los cambios en el mercado laboral perjudican
doblemente a quienes son trabajadores y mujeres). En el momento en que María viaja a Beccar
buscando trabajo en la fábrica donde había trabajado su padre, recibe la siguiente negativa: “hasta
hace unos días podíamos aceptar mujeres para trabajos administrativos con autorización de padre o
marido, pero ahora ha cambiado la disposicion” (Mairal, p.125). Nuevo recorte de derechos, en este
caso para trabajar. Jaqueline Vassallo describe cómo era el régimen civil de la familiaen su libro
Alfonsina Storni Literatura y feminismo en la Argentina de los años 20: “basado en la potestad
sustentada en la autoridad del padre y luego, del marido; y el deber de obediencia, primero como
hija y luego, como esposa. En definitiva, perpetuas menores de edad” (p.19). Menores de edad que
no pueden hablar de política, votar, ni trabajar sin pedir permiso.

Avanzando más atrás (o adelante) en el tiempo encontramos la opresión en el plano educativo.


Aproximadamente cien años antes de la escena del conventillo (Se habla del gobernador “Celestes”,
entre otros “guiños” históricos), María se encuentra junto a Catalina en el campo, trabajando en una
estancia donde propone reabrir la escuela y darle clases a los niños. Su patrona es clara: “Las
mujeres no podrían venir a clases. Ella les iba a enseñar bordado en la casa grande” (Mairal, p.201).
De esta forma se explicita el diferencial acceso a la educación y las dos esferas de saberes, de
conocimientos, que socialmente se asignan a mujeres y varones. A la belleza, el cuidado, la salud,
se suma el bordado.

En este mismo escenario, se muestra también la naturaleza patriarcal de las leyes. Sucede cuando la
comunidad se entera de que María y Catalina habían trabajado de prostitutas; frente a esto, solo les
queda marcharse. Lo interesante es la reflexión de la protagonista: “La nueva ley del Olvido parecía
haber obrado para los degüellos y los fusilamientos, pero no para nuestro pasado de prostitutas”
(Mairal, p.214). Nuevamente, es su reacción la que nos obliga como lectores a reflexionar acerca de
nuestro presente: la ley no es neutra.

Y, si hablamos de las leyes y el presente, es ineludible el episodio sobre el aborto. Sería maravilloso
que lo leamos hoy como leímos el pasajedel voto femenino, como otra de las leyes que hoy existen
pero se borran en este retroceso temporal que crea la ficción, pero, por más de estar ubicado
alrededor de 1930, la situación en este caso, es de igual atraso a la actual: “lo único que atiné a
aconsejarle fue que hirviera cualquier cosa que se fuera a meter, porque había visto infecciones
horribles en el hospital por abortos mal hechos” (p.117).

Este “atraso” no debería sorprender tanto si retomamos lo que planteaba al inicio acerca de la
división sexual del trabajo: al ser las mujeres las que realizan el trabajo reproductivo, el sistema, y
el Estado, necesitan controlar esos cuerpos. Como explica Federici:

“Lo que se empieza a ver con el desarrollo del capitalismo es una política que ve el cuerpo de las mujeres y
la procreación como un aspecto fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo. En ese sentido, con
el desarrollo del capitalismo, los cuerpos de las mujeres son convertidos en máquinas para la producción de
trabajadores, lo que explica por qué esas leyes tan violentas y sangrientas contra las mujeres eran instituidas
allí donde se aplicaba la pena capital para cualquier forma de aborto.”

En este punto, me parece interesante detenerme en un breve análisis de un elemento presente a lo


largo de todo el relato y que creo que se puede ver como metonimia del cuerpo femenino, y de la
mujer: el pelo. El pelo, característico del mundo femenino,históricamente ha sido un elemento
significativo, y es un elemento que se resignifica a lo largo de toda la trama.

En la primera parte, aparece relacionado a la sensualidad y a la sexualidad aunque, en un contexto


donde aumenta la violencia machista y la mujer se encuentra expuesta, su poder se transforma en un
peligro: “Me vestí con cosas largas hasta la pantorrilla y me até el pelo con un rodete” (Mairal,
p.66). En el mismo sentido, unas páginas después, un policía la cruza en la calle y le ordena que se
lo ate. Se pasa así de una decisión individual, por precaución, a una orden por parte de un agente del
Estado: el pelo suelto es visto institucionalmente como peligroso.

Su poder se evidencia también dentro de otro tipo de organización social: la tribu Ú. Cuando ya está
fuera de la ciudad, María olvida atárselo y al encontrarse con los indios, estos se asustan: “Creían
que yo era una “bruja de fuego” (así dijeron), porque llevaba el pelo suelto” (Mairal, p.247). El
pelo recupera en este contexto su poder, a un nivel casi mágico. Es interesante también que, en el
momento en que lo tiene suelto, en el momento en que tiene poder, es en el mismo momento en el
que ella vuelve a ser un poco más libre y autónoma, como veremos más adelante.

Además, en relación al pelo encontramos una de las pocas cosas que sobrevive a la catástrofe. La
novela abre con el contrapunto entre el hacer y las palabras, María hace una trenza al tiempo que
explica, que transmite por medio del lenguaje ese saber hacer. Conviene recordar que el primer
capítulo habla de una María exiliada, que está reconstruyendo su pasado. Esa trenza es parte de su
infancia, y es parte de lo que se transmite después de la catástrofe. Es lo femenino que sobrevive,
como leemos en una de sus reflexiones: “Mi pelo largo era mi pertenencia a una larga cadena de
mujeres que me volvía más fuerte (…) todas esas mujeres llegaban hasta mi propio pelo” (Mairal,
p.113).

Los cambios en relación al pelo, pensado como una metonimia del cuerpo femenino y de la mujer,
permiten ver la diferencia entre los Ú y también la supervivencia de un legado a pesar del caos.
El breve recorrido por distintos momentos históricospermite al lector reflexionar acercadel
patriarcado y la opresión de la mujer en relación a la historia. Mediante la referencia a algunos a
hechos y costumbres históricas reales, Mairal logra resumir varios ámbitos de la opresión femenina:
en el acceso a la educación, en el voto, en la diferencia de derechos, en la diferente aplicación de la
ley, en las esferas de conocimiento diferenciadas según género, en los temas de conversación. Es
una propuesta interesante, sobre todo como denuncia.

Sin embargo, es válido también preguntarnos (aunque más no sea a modo de paréntesis)dado que
estamos hablando de historia y que la protagonista es una mujer, por qué no hay más hechos que
tengan que ver con la historia de las mujeres, con sus luchas, sus figuras históricas, qué pasa con la
historia que se elije para intercalar. Está claro que no se le puede criticar a la literatura la presencia
de ciertos hechos o temas y la ausencia de otros, justamente porque es literatura (menos aún si
consideramos que esa misma historia está siendo de alguna forma criticada en la novela). No es una
crítica válida pero sí la pregunta, el visibilizar que se sigue reproduciendo la historia en torno al
varón, para aunque sea abrir un espacio a la imaginación de otras posibilidades.

Que sepa coser, que sepa bordar...

Veamos ahora qué sucede con la mujer en el mundo del trabajo. Ya mencioné algunos detalles en
cuanto a cambios de leyes, en el código civil. Me interesaría ahora analizar los trabajos que realiza
la protagonista.

Al comienzo del relato, María trabaja como secretaria en “Suarez y Baitos”, unacompañíafinanciera
ubicada en la “Torre Garay”. En este punto de la narración estamos en el momento de la
“normalidad”, en el punto cero antes que se desate completamente la catástrofe. Éste es el empleo y
la identidad que María “eligió” (si es que se puede decir que una elige verdaderamente algo en este
mundo). Es, obviamente, un tipo de empleo desempeñado típicamente por mujeres, y en el cual
algunos límites con el ámbito personal se borran: “¿Llevarle un café al jefe y charlar con él acerca
de sus problemas maritales es trabajo de secretaria o un favor personal? El que tengamos que
preocuparnos acerca de nuestra imagen en el trabajo, ¿es una condición laboral o resultado de la
vanidad femenina?” (Federici, 2013,p.145). En el caso de María, queda claro que parte del trabajo
es ser agradable también visualmente: “Lo primero que veían los clientes al salir del ascensor era mi
cara detrás del escritorio y eso me obligaba a llegar temprano, estar siempre prolija, discreta y
apenas maquillada” (Mairal, p.10). Entonces, aun en este “punto cero” donde todavía no hay rasgos
marcados de distopía, en el que la protagonista está “cómoda” y su visión no habilita ninguna crítica
social, se filtra el patriarcado, marcando el trabajo, la función típica de la mujer. Como secretaria
solo debe “ayudar” al hombre y “estar presentable”. Este “estar presentable” claramente se define
por los parámetros sociales dominantes, los mismos que definen que es particularmente importante
en las mujeres.

Hay, además, un nivel de cosificación que es “normal” para la protagonista: “Los hombres en traje
y corbata me miraban y las demás secretarias me tenían algo de envidia” (Mairal, p.10), nos cuenta.
Frente al jefe que “le estaba echando una miradita a mi jean” (Mairal, p.14) no aparece en María la
indignación o la sorpresa que mencionábamos antes, ni tampoco ante “los mozos que me miraban
de reojo porque yo tenía la musculosa mojada” (Mairal, p.16). Hay más ejemplos de este estilo. Lo
que me interesa señalar es la diferencia en la reacción de este primer momento con otros. Hay un
nivel de opresión que no se tolera (la indignación frente a la imposibilidad de hablar en la mesa, por
ejemplo) mientras que frente a la opresión más cercana a nuestro presente de lectores (en este caso
el ser cosificada, vista como un objeto), la que puede vivir una secretaria, se podría decir que casi
no hay siquiera registro de la violencia.

Una vez que el avance de la intemperie hace que sea imposible continuar con su empleo, se queda
en el departamento cuidando a su padre y toma tareas en el edificio en el que vive, donde los
vecinos se organizan comunitariamente frente al miedo de ser invadidos por quienes quedaron sin
hogar. La organización en comunidad, que en algunos puntos intenta construirse como algo distinto
en cuanto a las relaciones económicas y sociales (se hace, por ejemplo, un “fondo comunitario de
comida”), en cuanto al género reproduce lo mismo que la sociedad exterior. Así, la presidente del
consorcio del edificio de María, pasa a ser secretaria del presidente de consorcios; y en la división
de tareas comunitarias a María se le ofrece las tradicionalmente ligadas a las mujeres “Podés cuidar
chicos, o lavar ropa o seleccionar basura.” (Mairal, p.53) (siendo ésta la misma división sexual del
trabajo que se extiende a todos los habitantes del edificio). Durante este tiempo, María separa los
residuos y luego se encarga de la parte de lavandería pero son solo labores de los que es
responsable, no se los considera trabajos (la protagonista no lo hace).

El que sí va a considerar un empleo es el de enfermera, que comienza a realizar cuando lleva a su


padre al hospital. Nuevamente, un empleo típicamente femenino. En este caso, uno con un gran
componente de “tareas de cuidado”, rol históricamente asignado a las mujeres que son las que se
ocupan de los mayores y niños en la familia. Entonces, pasa de cuidar al padre a cuidar también a
otros, desconocidos. Es muy interesante pensar que siempre se ha esperado que las mujeres cuiden
de los otros, que sean las que están cerca, haciendo ese nexo más material, más concreto (distinto
del “cuidar” de los médicos, tradicionalmente más frío y alejado), y que lo hagan porque es lo
“natural” para ellas, es lo que “sienten”. En este sentido, se puede pensar enfermería como una
continuación del trabajo que ya realizamos las mujeres de forma gratuita y sin reconocimiento (y
muchas veces también aunque no lo “sintamos”). La misma protagonista tiene una reflexión al
respecto, que es una especie de “momento de claridad” dentro de la trama, en la que emite una
opinión general que funciona para pensar toda la sociedad: “Yo estaba agotada, con esa sensación
de estar reparando en vano lo que afuera los hombres destruían. Sentía que los cuerpos que lavaba y
cuidaba eran siempre el mismo cuerpo (…) para que volviera a salir y lo volvieran a mandar
destrozado.” (Mairal, p.83). Es éste, justamente, el rol de la mujer en el sistema: reparar los cuerpos
lastimados, cansados, luego de la jornada laboral y ponerlos nuevamente en condiciones de trabajar
al día siguiente. De esta forma, el sistema no solo se asegura la reproducción de la fuerza de trabajo
sino también que sea gratuito; no se hace cargo ni el patrón ni el Estado sino la mujer, a quién ni
siquiera reconocen que está cumpliendo ese trabajo. Son “siempre el mismo cuerpo” porque son los
roles sociales y es el sistema que sigue funcionando de la misma forma. Como señala Federici:

“...las actividades implicadas en la reproducción del trabajador asalariado forman parte de esa cadena de
montaje: son parte de un proceso social que determina la plusvalía. Aunque no podamos precisar una
relación directa entre lo que tiene lugar en una cocina y el valor que se genera, por ejemplo, con la venta de
un coche o de cualquier otro producto, cuando contemplamos la naturaleza social de la producción de valor,
se despliega una “fábrica social” más allá de la propia fábrica.” (2004)

El siguiente trabajo que consigue es como personal de limpieza en el “Hotel de Inmigrantes”. Las
condiciones laborales son pésimas y es un trabajo que requiere mucho esfuerzo físico: “Nunca antes
había llorado de cansancio. Cuando salimos yo estaba tan débil y me dolía tanto la espalda que
Catalina tenía que dejar de caminar y esperarme. Muy en el fondo, debajo de todo ese peso del
cuerpo, me sentía contenta por haber conseguido trabajo” (Mairal, p.109). Trabajo femenino,
extensión de los trabajos de la casa, y además aumento en el grado de explotación laboral. Como si
fuera poco, nos sentimos contentas “por haber conseguido un trabajo” que en realidad se suma al
trabajo del hogar: “-¿Te dieron el trabajo?/ -Sí. / Muy bien. Pero acá no podés andar sentada al
pedo. Si querés comer, tenés que hacer los mandados” (Mairal, p.110). En esto podemos leer
también el fracaso de la idea de una liberación femenina que vendría otorgada por el trabajo
asalariado (no doméstico); en realidad, con el trabajo por fuera de la casa, las mujeres terminan
sufriendo una doble explotación.
En el marco de este trabajo, María vuelve a tener una reflexión como la que llamé previamente ese
“momento de claridad”:“despreciaba a la humanidad por esa incapacidad de mantener limpio su
lugar, esa facilidad para manchar y arruinar cada lugar que toca, pisotear, arrugar, dejar su huella
inmunda” (Mairal, p.110). Esta vez la crítica está dirigida a la sociedad entera pero está claro
quiénes cumplen el rol de limpiar la inmundicia, arreglar lo que se arruina, planchar lo arrugado. Se
sigue específicando el contacto con la realidad del que se hace cargo la mujer para mantener la vida.
Allí trabaja junto a su amiga, Catalina, hasta que la jefa descubre que Catalina está embarazada y la
despide2.

Su siguiente trabajo es de prostituta en el “Ocean”. Se termina de profundizar la cosificación ya


mencionada en cuanto a su trabajo como secretaria, remarcada por el episodio de la aparición de su
jefe en el prostíbulo: “-¿Qué les parece el bombón que tenía de secretaria?-” (Mairal, p.166).
Finalmente se hace realidad la fantasía masculina de la secretaria, el mundo soñado del patriarcado:
“-Dale, flaca, cambiá la cara- Decía- ¿o me vas a denunciar por acoso?” (Mairal, p.166). 3

Se presenta, llanamente, el cuerpo como mercancía, la mujer como mercancía. Ya no hay


diferenciación entre la opresión en la casa y en el trabajo: durante el día,las mujeres hacen el trabajo
doméstico para el “cafisho”, limpiando, cocinando, lavando las ropas y, durante la noche, trabajan
de prostitutas, también para él. “ElObispo” tiene poder sobre todos los aspectos de la vida de las
mujeres, desde qué comer, con quién acostarse, incluso poder sobre la vida de cada una de ellas:
“La muerte de Benedicta era un mensaje de advertencia del Obispo para todas” (Mairal, p.145).

La reflexión de María la encontramos esta vez al hablar de las relaciones entre las mujeres que
trabajan en el prostíbulo, partiendo de una pelea que tuvo con Catalina: “El mundo se caía a
pedazos pero los prejuicios se mantenían intactos. Todos nos creemos normales, parados en el justo
medio, y nos duele que nos saquen de esa ilusión de neutralidad.” (Mairal, p.154). Creo que lo
interesante, más allá de la reflexión acerca de la forma en que vemos al otro, en que construimos
relaciones sociales, es que María explicita lo que está sucediendo y además explicita que los
prejuicios son parte del ser humano, así como las inmundicias que produce, y que eso no va a
cambiar. Al parecer no hay, entonces, salida más que en relación a que deje de existir esa
humanidad.

2 Este episodio propicia también la reflexión acerca de los derechos en cuanto a maternidad y el
trabajo asalariado.
3 La cosificación se completa totalmente cuando es tomada cautiva por los braucos e incluso se
enuncia, literalmente: “Yo era una cosa más que estaban levando” (Mairal, p..217)
Su último trabajo será en el campo, en la estancia “La Peregrina”: “Las señoritas pueden trabajar en
la huerta y se les dará verdura como forma de pago- Le dijo a Gabriel. Lo dijo sin mirarnos a pesar
de que estábamos delante de él” (Mairal, p.191). Allí, además de la huerta, las mujeres se encargan
de la cocina, de fabricar velas, jabón; y, cuando se van los hombres, de todas las tareas necesarias
para el funcionamiento del campo (manejar el tambo, alimentar animales, juntar leña, etc).

Todos los trabajos que asumen María y Catalina desde el inicio de la catástrofe son trabajos con un
fuerte componente material, de relación concreta con las cosas. Ya sea con otros cuerpos (Hospital
y prostíbulo), con los deshechos, las camas, los pisos (Hotel de Inmigrantes), con la naturaleza, la
alimentación (Estancia) hay un compromiso directo, un contacto con lo real. Son las actividades que
construyen y sostienen la vida y que han siempre estado, y siguen estando, en manos de mujeres 4.
Son cuidados orientados hacia el otro: “Tenía que bañarme, alimentarme y mantenerme viva. Eso
que había aprendido a hacer por los demás, ahora tenía que hacerlo conmigo.” (Mairal, p.86)

Dentro de la aventura en el campo, María vuelve a expresar una de esas reflexiones generales
acerca del funcionamiento de la sociedad:

“… cuando encierran injustamente a alguien o cuando alguien muere, entonces los demás se sorprenden
-más por el temor de que eso les pueda pasar a ellos que por el hecho de que le haya pasado al otro- y casi
inmediatamente siguen con lo suyo porque les pica, se rascan, tienen hambre, están vivos y preocupados y
necesitan muchas cosas para seguir estándolo” (Mairal, p.210).

La reflexión hace hincapié en la incapacidad de preocuparse por el otro, de empatizar con su


situación y de, por lo tanto, poder ayudarlo o pensar otro tipo de relaciones que tengan que ver con
compartir, con la comunidad. No es la actitud de ellas, quienes, como decíamos, establecen esta
conexión con el otro. En este caso, lo podemos pensar, por ejemplo, en cuanto a la propuesta de
hacer una escuela para los niños de la estancia.5

Son todos trabajos que mantienen el nexo con la vida, con lo real pero también sontrabajos que se
adscriben siempre dentro del rol social femenino que define el sistema patriarcal. En otro plano se
encuentran los hombres de El año del desierto, que salen al exterior, buscan la aventura, se mueven
de acuerdo a su voluntad. La diferencia se hace clara cuando pensamos en Alejandro y Gabriel en
relación a María y Catalina. Hay una escena que se narra al comienzo del relato entre la
4 Hoy en día, es interesante observarlo en las organizaciones sociales, por ejemplo. Quienes acuden a
reuniones, hablan en las asambleas, etc., suelen ser más varones que mujeres; mientras las que están todos
los días en los barrios, cocinando, sosteniendo los comedores comunitarios o la copa de leche son siempre
mujeres.
5 Para completar el panorama de los trabajos femeninos, Catalina y María se proponen y preparan
también para ser maestras rurales, una labor que históricamente ha sido (y para muchos sigue siendo) vista
como la prolongación del rol de madre.
protagonista y su pareja y más adelante se repite, de forma muy similar entre Catalina y Gabriel:
frente a una situación de peligro, el hombre es intrépido y la mujer tiene miedo. Así, cuando hay
una marcha contra la intemperie, María nos cuenta: “Él (Alejandro) me había querido convencer de
que lo acompañara, que no iba a pasar nada; yo lo había querido convencer de que no fuera porque
era peligroso” (Mairal, p.11). Y durante lo que parecen ser los disturbios en torno a las elecciones
legislativas de 1930: “Gabriel le dijo a su amigo que quería ir a ver qué pasaba. Quisieron
convencernos a Catalina y a mí para que fuéramos (…) Catalina se enojó, le pidió a Gabriel que se
quedara pero se fueron igual” (Mairal, p.115). Los hombres, con valentía, van en busca del caos; las
mujeres no solo temen ir sino que incluso si fueran, sería porque “las convencen”. No tienen interés,
no hay iniciativa propia en cuanto a involucrarse, a ser parte activa de los hechos. Y, por si quedara
alguna duda acerca de la imposibilidad de decisión personal, de autonomía o libertad, María lo
enuncia explícitamente cuando hacia el final del relato reflexiona acerca de las distintas
experiencias vividas: “No era tanto el miedo que tenía sino el hartazgo de estar a merced de los
hombres, así fueran cafishos, patrones, braucos, revolucionarios o caníbales. Quería poder decidir
qué hacer y qué no hacer. Todos estos hombres me estaban llevando y arreando hacía meses”
(Mairal, p.249).

Volvamos al plano del trabajo. Enfermera, empleada de limpieza, prostituta, son las funciones de la
mujer dentro del patriarcado, que mantienen el orden económico y social. Pero estos trabajos que en
la novela afronta María, algunas veces con algún tipo de pago a cambio, en realidad constituyen el
trabajo doméstico que hacen las mujeres dentro de la familia. En la organización social del trabajo,
los hombres realizan el trabajo productivo, retribuido con salario y las mujeres constituyen la fuerza
de trabajo no paga que se encarga de reproducir la fuerza del trabajo. El hecho de no recibir salario
por las tareas de cuidado, alimentación, reproducción no solo mantiene las relaciones de
dominación en el planoeconómico sino que construye un imaginario social en el que es una
obligación de la mujer hacerlo, porque se hace “por amor”. Si la pensamos a partir de la
“acumulación” de los trabajos que fue asumiendo, María es la ama de casa perfecta, hace
exactamente todo lo que se espera que una mujer haga en su hogar.

El relato funciona en cuanto a la visibilización de estos trabajos normalmente no reconocidos


cuando son al interior del hogar. Pero no son valorizados sino que son presentados como
denigrantes. Además, por fuera del área laboral la protagonista no hace más que intentar sobrevivir
y buscar a su novio. Incluso repite la genealogía familiar: “mi bisabuela había llegado al país sin un
peso, y quién sabe cómo habría sobrevivido; mi abuela había logrado ser enfermera; mamá había
sido maestra…”. Todas las generaciones en ella, sin posibilidad de cambio.
Tenemos por un lado una denuncia a las distintas formas de opresión que sufrió la mujer a lo largo
de la historia, en el país. Por el otro lado, hay una denuncia en el sentido de visibilizar todos los
trabajos que históricamente ha hecho la mujer, y que justamente se siguen invisibilizando al no
recibir a cambio un salario para que el sistema siga beneficiándose. Al ser una distopia y unir estos
hechos en el transcurso de un año, permite leer el pasado como algo que sobrevive en el presente, y
también como algo que conforma nuestra identidad. Pero, ¿hay posibilidad de identidad más allá de
a lo que la arrastran los hombres?, ¿hay alguna grieta en la distopia?

“La historia escrita, por vencedores, no pudo hacer, callar a los tambores”
Divididos

En este punto, es necesario dedicar algunas líneas al capítulo que transcurre con los indios Ú. En
éste,Mairal imagina, y describe, brevemente, otra cosmovisión que revaloriza las tareas femeninas
de reproducción:

“...en los tiempos antiguos las mujeres parían mujeres y los hombres parían hombres. Así fue siempre hasta
que un grupo de hombres descuidó a sus recién nacidos para ir de caza durante varios días. Al regresar
encontraron a sus hijos muertos. Entonces los dioses decidieron que los varones no eran capaces de gestar a
sus hijos. A partir de ese momento las mujeres debieron gestar tanto mujeres como varones. Por eso, cada
vez que nacía un varón, se les recordaba esa creencia a los hombres, reprochándoles que esa mujer había
tenído que hacer el trabajo de ellos” (Mairal, p.259)

Se le da, además, el carácter de “trabajo”a las tareas de reproducción, ausente en las descripciones
sociales anteriores (y en nuestra sociedad presente). Y lo que era considerado algo natural en la
mujer, y por lo tanto un deber, se convierte en una capacidad especial, una virtud.

En cuanto al resto de los trabajos, se plantea otra forma de división social. Por un lado,los practican
tanto hombres como mujeres, y además, son rotativos. Todos van pasando por distintos oficios,
rotando cada uno a su tiempo; “esto les funcionaba bien porque trabajaban con buen humor, sin
fastidiarse” (Mairal, p.255). Las reacciones de María, queya no se indigna ni se opone a lo que está
experimentando, indican a los lectores que hay una diferencia respecto a el resto de las
configuraciones sociales que a lo largo del relato visibilizaron la violencia y la opresión de la mujer.

Además, en la tribu se planteauna relación intergeneracional diferente que permite otra forma de
transmisión y construcción de la historia. Los ancianos no son considerados sujetos descartables a
los que la mujer se encarga de cuidar sino que son quienes poseen la sabiduría de la comunidad,
tanto los hombres como las mujeres: “Los taita guasú y las abuelas jaryi contaban sus historias a su
manera y después los hijos, siendo viejos, las contarían a su vez a su manera” (Mairal, p.260). La
relación con los saberes es también distinta: frente a la idea de “alfabetizarlos” (idea que María ya
había querido llevar a la práctica con los niños del edificio y luego con los de la estancia), ella
reflexiona: “¿Para qué enseñarles a fosilizar su conocimiento, si les iba cayendo como el agua de
generación en generación?” (260); utiliza la misma figura que había usado tiempo atrás cuando
pensaba acerca de la supervivencia en ella del linaje materno: “Así, su pelo (el de la bisabuela)
fluyó hasta el de mi abuela como un salto de agua derramada de madre a hija por el declive de las
generaciones...” (Mairal, p.112). La transmisión de conocimiento entre los indios Ú es como la
historia de las mujeres de su familia, como esa trenza que sobrevive a la catástrofe.

Lejos de la línea de cosificación que partía de su relación con el jefe en la torre y llegaba hasta ser
prostituta, en este paréntesis Ú, María adquiere poder de decisión, como lo tenían, en esta
comunidad imaginada, las mujeres en general: “Cuando un hombre le deja una ofrenda al alba a una
mujer, ella podía invitarlo a comer la ofrenda al mediodía (…) como yo no le decía nada, pensaba
que lo estaba rechazando”(Mairal, p.260)6. También adquiere poder sobre su propio cuerpo, la
posibilidad de decidir en relación al sexo: “No me forzó. Me besaba y se detenía, invitándome, con
una mezcla de timidez y valentía” (Mairal, p.261). El relato se llena de armonía y se convierte en
una pausa frente a la vorágine de la errancia, la violencia y la supervivencia que caracterizó la trama
previa; en palabras de María: “el tiempo se dejaba habitar. El pasado no dolía. Podía vivir en esa
especie de eternidad” (Mairal, p.263)

Pero, como anunciamos al inicio de este trabajo, la novela es una distopía. Lamentablemente, este
breve momento de relax de la protagonista, y del lector, será destruido, no ya por “la intemperie”
sino por el ataque de una barbarie que nos hace volver hacia el inicio de la novela, cerrando el
círculo.

Los indios hacen una excursión hacia la capital y es en las puertas de la “Torre Garay” donde
encuentran su final. Esa torre, símbolo del poder económico, del capitalismo, con su mismo jefe,
liderando la clase dominante, ahora con violencia explícita, no disfrazada, nos muestra la verdadera
cara del sistema: son caníbales. Se cierra lo que había comenzado con la crisis, se ve claramente
como el sistema come carne humana, desde la llegada de los españoles a la crisis del 2001.

6 La comprensión de la negativa contrasta también con la sociedad actual en la cual el silencio es


sinónimo de asentimiento e incluso el rechazo es muchas veces interpretado dentro del orden patriarcal como
un “en realidad quiere pero se está haciendo la difícil”.
Las preguntas que planteé al inicio se han ido respondiendo: se puede leer, en los distintos trabajos
que realiza María, una condensación de los distintos trabajos que la mujer realiza habitualmente al
interior del hogar sin recibir por ello ni reconocimiento ni salario. Asimismo, al trabajar con la
historia argentina, la novela trae al presente las distintas formas de opresión que ha sufrido la mujer,
uniendo lo que hemos sido con los que somos. Y esto, leído a la luz del final de la narrativa, de la
desaparicióndel país, puede pensarse como una crítica extensible a la sociedad presente, más aún si
le sumamos el paréntesis idealista de la tribu Ú, que plantea justamente alternativas en cuanto
algunas cuestiones de género y patriarcado.

Pero las alternativas no sobreviven. Imperialismo, capitalismo, arrasan con las vidas de las mujeres,
y de cualquiera que plantee otra lógica. El círculo se cierra con una imagen en espejo. Antes que
comience la crisis, vemos a María en la moto con Alejandro: “Yo me subía y arrancábamos y veía
nuestra imagen reflejada en los paneles espejados de la Torre Garay. Mi cara apoyada contra su
espalda. Mi pelo volando hacia atrás.” (Mairal, p.14)

Ahora, sin la tecnología motorizada, en un caballo, la volvemos a encontrar en los mismos espejos:
“Vi que nos reflejábamos en los paneles espejados. Me vi apoyada contra la espalda de Mainumbí,
mi pelo volando hacia atrás” (Mairal, p.266).

No hay salida posible: María lleva la libertad en su pelo suelto pero es llevada por varones.
BIBLIOGRAFÍACITADA

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