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Es un momento muy difícil para el país, hoy la población nos mira con expectativa pero a la vez

con mucha preocupación... Es innegable que atravesamos una crisis", dijo Merino al asumir el
cargo.
Merino, empresario y miembro del partido Acción Popular de centro derecha, se desempeñará
como presidente interino hasta julio, luego de las elecciones ya programadas para el 11 de abril.
Mientras, miles de manifestantes salieron a las calles a protestar por la destitución de Vizcarra
en Lima, la capital, asegurando que Merino no los representa,
Muchos criticaron la actuación de los legisladores que destituyeron a Vizcarra pues piensan que
ahora el país debe centrarse en solucionar la grave crisis económica y sanitaria que enfrenta.
Con casi 1 millón de contagiados con el virus y más de 35 mil fallecidos, Perú es el país con más
muertes per cápita por coronavirus del mundo.
En los últimos 4 años Perú ha tenido 3 presidentes y los últimos 6 mandatarios se han visto
envueltos en escándalos de corrupción.
En este video te damos 3 claves que explican por qué han caído tantos presidentes.

a aprobación del Gobierno del presidente Humala desciende en las encuestas, y esta noticia se
convierte en el titular del fin de semana. El oficialismo, nervioso, se entrampa en una serie de
escaramuzas con los líderes principales de los partidos políticos con representación en el
Congreso. Cada semana aparecen nuevos sondeos de opinión, y la tendencia es la misma: las
autoridades pierden popularidad. Los medios de comunicación más poderosos no desperdician
la ocasión para recordárselo. La oposición —particularmente el APRA y el fujimorismo—
aprovecha bien las circunstancias para ejercer presión sobre el Gobierno, tomando en cuenta el
difícil predicamento de sus caudillos históricos. Esta situación ha sumido a la administración de
Humala en una posición de desorientación política.
Hace algunas semanas, la Presidencia del Consejo de Ministros convocó a los representantes
de diversas agrupaciones políticas a participar en un proceso de diálogo con el objetivo de
discutir y generar consensos en torno a la dirección de las políticas de Estado en temas de
interés común. En un inicio, esta convocatoria fue interpretada como una estrategia del Gobierno
para calmar las aguas turbias del conflicto político. Los partidos, a su vez, han asumido su
participación en este diálogo nacional como una suerte de concesión al Gobierno en momentos
en los que Fujimori, García y Toledo afrontan nuevos procesos o investigaciones por casos de
corrupción; ellos ya han amenazado con dejar las conversaciones si consideran que sus líderes
están siendo objeto de maltrato. La cuestión fundamental, el diseño de la política pública —el
debate político propiamente dicho— parece estar fuera de la agenda de los partidos de
oposición, y probablemente no ocupa un lugar central ni en la del propio Gobierno. En principio,
la idea de convocar un diálogo plural en torno a las grandes políticas de Estado es interesante si
no pierde este carácter institucional. Solo el tiempo develará su auténtico carácter y
consecuencias para el futuro de los peruanos.
La política peruana está sumergida en una espiral de crisis permanente, con episodios de
colisiones entre poderes que se repiten, aunque los elencos cambien. La volatilidad de los
actores, la vorágine de reformas normativas y los efectos de la crisis pandémica, hacen difícil la
tarea de seguir analíticamente los eventos políticos de un país sin estructuras partidarias. En
esta serie de cuatro columnas el autor explica cómo funciona una arena política fluida posterior
al colapso del sistema partidario peruano, intentando responder estas preguntas: ¿En qué se
basa la racionalidad de gobernar sin partido ni bancada parlamentaria? ¿Con qué criterios
legislan congresistas sin vínculos estables con la sociedad? ¿Qué representación política tiene la
incertidumbre y el cortoplacismo? ¿Cómo son elecciones con organizaciones políticas efímeras,
desconectadas de la sociedad y candidaturas improvisadas?
El presidente Martín Vizcarra -quien gobierna Perú desde marzo de 2018, después de haber sido
vicepresidente de la República desde 2016- no ha tenido pretensiones de construir un proyecto
político ni regional ni nacional. Tampoco, de forjarse una bancada parlamentaria -ya sea
heredada o propia- a pesar del acceso al poder regional y luego nacional; y de sus inéditos
niveles de popularidad: alcanzó el 80% de aprobación nacional durante los primeros meses de la
pandemia.[1]
No se trata de desidia ni de torpeza, sino de cálculo político. Hay que recordar que Vizcarra
asume el poder luego del descalabro del establishment político, provocado por los escándalos de
corrupción del Caso Lava Jato, cuyas investigaciones judiciales aún en curso llevaron a los
principales líderes políticos de los partidos que gobernaron Perú entre el 2001 y 2018 a la cárcel,
al suicidio (Alan García) o a estar procesados.

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