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Reseña elaborada por: Iliana Carolina Fausto Galicia.

En el texto “La formación del espíritu científico” Bachelard (2000) hace referencia a un
análisis histórico de la evolución del pensamiento científico, hasta llegar a las proposiciones
de lo que puede ser la transformación del conocimiento científico, a partir del
reconocimiento del carácter subjetivo de las emociones para la resignificación de las ideas
fundadas tanto en lo empírico, como en las derivadas de las experiencias teóricas
académicas; que de alguna manera considera se han quedado en términos simplistas, dada
la conformidad o aceptación acrítica de modelos científicos que desde la ciencia normal o
la tradición normativa de la ciencia, se han acomodado como fuentes de interpretación
objetiva para validar el conocimiento.
En su trayecto, da cuenta de la influencia de la ciencia clásica o fase precientífica, donde
advierte un nivel de interpretación cargada de sentido común y que la asocia al primer nivel
de la ley de los tres estados: el alma pueril o mundana. En un segundo momento, refiere el
desarrollo formal de la ciencia positivista, como resultado de los estudios científicos, al que
relaciona con un nivel de conocimiento profesional en un estado de dogma. Y finalmente
refiere el nuevo modelo de transformación del conocimiento al que llama espíritu científico,
en donde prevalece la propuesta de valor al carácter afectivo de la cultura intelectual al que
categoriza como alma en trance de abstraer y de quintaesenciar.
Para Bachelard (2000) un obstáculo epistemológico, está compuesto por aquellas
situaciones de entorpecimiento y las confusiones que de alguna manera causan
estancamiento y hasta retroceso en el acto mismo de conocer. Por tal razón, éstos pueden
surgir desde dentro del sistema de pensamiento (representados a partir de las creencias o
respuestas a priori) como desde fuera, es decir, derivadas de las influencias del entorno a
través de las diversas fuentes de interacción que median en la apropiación de las
experiencias, éstas con una tendencia acrítica.
Sin embargo, también afirma que la experiencia misma toda vez que es analizada
reflexivamente de una forma concreta, puede a su vez ser fuente de reconocimiento del
error, como parte de una construcción implícita que se ha reiterado durante el paso del
tiempo; esto permite por añadidura la oportunidad para ser superado el obstáculo
epistemológico. Una vez que el ejercicio metacognitivo del error, lo eleva a un estado de
conciencia, entonces es posible la corrección de una manera también concreta.
En el entramado del discurso, se revelan algunos obstáculos epistemológicos:
El primero, es el que denomina de la experiencia primera o de la opinión, en donde sugiere
trascender del sentido común al cuestionamiento constante del propio conocimiento, con el
fin de detectar aquellas nociones o ideas que se encuentran incrustadas en la mente y
adquiridas a través de la vida cotidiana, que no han sido puestas aprueba mediante la
reflexión o se desarrollaron a través de la aplicación jerárquica de modelos metodológicos,
como respuesta objetiva de un problema que termina siendo acabado; manteniendo una
dinámica estable y sin discusión alguna. Argumenta entonces, que el conocimiento no es
espontáneo, que nada es dado y todo se construye.
Esta misma posición, donde prevalece el modelo de ciencia normal, conduce al obstáculo
de la generalización, en donde precisa la confirmar saberes bajo el mismo método que no
contradice los resultados alcanzados (en la visión tradicional positivista), al respecto

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argumenta que en esta tendencia el espíritu conservador consecutivo domina, así mismo
desvaloriza las cualidades subjetivas del objeto de conocimiento.
También refiere el obstáculo al que denomina: de la noción de lo real; es decir, frente a lo
real, lo que se cree conocer claramente ofusca lo que debiera saberse. Es una condición
en el que se mantiene un estado de contemplación que prefiere la estabilidad de las
condiciones para su reiteración. Para romper con él es necesario observarlo, analizarlo,
revisarlo, desde diferentes perspectivas de una manera dinámica en donde se comparen
experiencias que estimulen el valor y las propiedades de su heterogeneidad. En este
sentido de lo real, lo relaciona con la recopilación histórica de hechos que anteceden a la
problemática en cuestión derivadas de estudios científicos y que como ha sucedido en otros
obstáculos se conciben como modelos homogéneos de verdad probada, por lo que son
asumidos como escalas de validación.
El obstáculo verbal, está referenciado por la interpretación racional que busca explicar
hechos en un lugar exacto, en la búsqueda de las certezas, en donde las ideas son hechos;
y se corre el riesgo de que su interpretación esté errónea, aun así se incorpora a un sistema
de pensamientos validados que trascienden como verdad. Para que éste sea superado, el
epistemólogo tendrá que esforzarse en captar los conceptos científicos en efectivas síntesis
psicológicas progresivas, estableciendo respecto a cada noción, una escala de conceptos,
y mostrando la interrelación que existe entre un concepto y otro para lograr una
comprensión global, Bachelard (2000) sugiere que es la única manera de lograr superar el
obstáculo de la falsa explicación para distanciarse del pensamiento simplista.
También refiere otro tipo de obstáculos: el animista, relacionado directamente con la
tradición de las ciencias físicas y potencialmente fundado en las evidencias de carácter
objetivo. Así como el de sustancialidad, en donde reconoce que lo más difícil de superar
son las explicaciones fundadas desde una tradición filosófica o epistemológica superficial,
monótona, fácil.
Entre otros, advierte el falso rigor que bloquea el pensamiento para la comprensión de un
sistema nuevo, de donde surgen otros tres obstáculos más: el del mito de la digestión que
pudiera relacionarlo con una falsa significatividad con una orientación mayormente empírica
y acrítica; el del libido asociado posiblemente a la falsas emociones o satisfacciones
generadas por logros de un conocimiento considerado acabado, verdadero y que produce
una satisfacción de placer y comodidad en el sujeto cognoscente, y finalmente el obstáculo
de lo cuantitativo, de nuevo asociado por el peso de la tradición positivista y el afán de
justificar, validar y demostrar objetivamente los alcances de la construcción de un objeto de
conocimiento al margen del error, lo que Bachelard (2000) asocia como ilusión.

Referencia bibliográfica:
Bachelard, G. (2000). La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis
del conocimiento objetivo. Vigésima tercera edición. México: Siglo XXI.

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