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A lo largo de la historia humana, las máscaras han sido utilizadas con propósitos muy diferenciados, de acuerdo con la cultura

y la religión de las personas que


han adoptado este objeto. Por lo general, permiten el acceso a universos regidos por la imaginación o las dimensiones espirituales invisibles. Los narradores a
menudo suponen el uso de máscaras para dar más vida a sus narraciones, mientras que muchos de los eventos de la propia naturaleza que no se podían explicar
eran comprendidos a través del recurso de estas herramientas de ilusión e imaginación. Las máscaras tuvieron un papel activo en muchas civilizaciones. En el
ámbito religioso, jugaron un rol espiritual como instrumentos esenciales para rituales sagrados. Así fue en África, cuando eran elaboradas de manera artesanal,
con rasgos distorsionados, proporcionalmente más grandes de lo normal, hechos de cobre, madera o marfil; en el Antiguo Egipto, utilizaron las máscaras hechas
con piedras preciosas sobre momias listas para ser enterradas; entre los indígenas americanos, habitantes del noroeste de los actuales Estados Unidos, así como
los Hopi y los Zuni, usaron las máscaras en ceremonias para llorar a los seres queridos que habían perdido. Los indígenas brasileños llevaron máscaras en sus
ceremonias que simbolizaban animales, aves e insectos; en Asia, eran asumidas tanto en ritos espirituales como en la ejecución de enlaces matrimoniales; en
varios tribus primitivos, los indios más viejos usaban las máscaras en ceremonias de curación para expulsar entidades negativas con el propósito de unir parejas
en matrimonio o en los rituales de transición, momentos de cambios marcados por el paso de la infancia para el mundo de los adultos. Las máscaras también
tenían rasgos simbólicos, como se ve en las tribus de esquimales que viven en Alaska. Ellos creían en la doble vida de todo ser humano, de un lado humana, de
otro animal. De esta forma, las máscaras también eran producidas con una función duplicada; en algunas fiestas se levantaba la más externa, revelando la otra
máscara hasta entonces oculta. En el mundo occidental, los griegos antiguos fueron pioneros en el uso de máscaras con la adopción de las fiestas dionisíacas,
perpetradas en honor de Dionisos, un dios responsable de los rituales del vino y la fertilidad. En estos momentos de festejo, todo el mundo bailaba, cantaba y
realizaban orgías evocando la presencia de dios a través del uso de la máscara. Grecia también es la cuna del teatro, modalidad artística que recurría
constantemente al encantamiento de las máscaras. Actualmente este hábito se perpetua en Japón bajo diversos géneros teatrales. Con la caída del Imperio
Romano, los primeros cristianos prácticamente prohibieron el uso de máscaras, teniendo en cuenta que eran instrumentos de paganismo. En América, las
máscaras desembarcaron junto con los europeos y de allí se transfirieron, tanto como juguetes infantiles como para bailes y otras fiestas. Ya en Venecia, en el
siglo XVIII, las máscaras se convirtieron en objetos de uso cotidiano por todos y cada uno de sus habitantes, revelando únicamente nariz y ojos. Pronto fueron
prohibidos debido a la dificultad de las fuentes policiales para la identificación de criminales que proliferaron durante la época. Actualmente se utilizan en las
fiestas tradicionales y fechas especiales como Halloween, el famoso Día de las Brujas y en el Carnaval. Las máscaras también se utilizan en determinadas
prácticas profesionales como manera de protección, como en los apicultores para protegerse del ataque de las abajes. En ciertas modalidades deportivas
también existe el uso de máscaras, como la esgrima.

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