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La transición energética hacia energías renovables

Por: Luis Renato Amórtegui Rodríguez (02 de octubre de 2020)

Economista de la Pontificia Universidad Javeriana con Maestría en Estrategia y


Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra, Maestría en Administración de Negocios
– MBA de la Universidad de los Andes y Maestría en Planificación y Administración del
Desarrollo Regional de la Universidad de los Andes. luis.amortegui@hotmail.com

Cuando se incorpora la variable ambiental a la definición de seguridad


energética, se vuelve pertinente la transición energética ante la contribución del
consumo de combustibles fósiles al proceso de calentamiento global, el cual a su vez
genera costos sociales y económicos a las naciones debido a sus efectos; por ello, “la
seguridad energética tanto en lo que se refiere a la garantía de su acceso, (…) como a
la calidad de las energías en términos de emisión de CO2, es considerada como un
tema estratégico y de defensa nacional. (…) Los efectos del cambio climático empiezan
a ser crecientemente considerados como un problema de seguridad nacional” (Ruiz,
2007, p. 9-10).

La transición energética según la International Renewable Energy Agency


(2020), es la transformación del sector energético global de combustibles fósiles a cero
carbonos para la segunda mitad de este siglo, tendiente a reducir las emisiones de CO2
y limitar el cambio climático; igualmente, que la efectividad de este proceso está en
función de los avances en tecnología de la información, tecnología inteligente, marcos
políticos e instrumentos de mercado.

Es importante tener en cuenta el uso diferencial de las energías en los países


dependiendo de su grado de urbanización, industrialización, ingreso per cápita,
demografía, tamaño de su economía y nivel de desarrollo, debido a la utilización de las
fuentes energéticas en los hogares, el transporte, la industria, el comercio, las oficinas y
en los servicios en general, impactando el bienestar, la productividad, los costos de
producción, el crecimiento económico y el desarrollo.

Con el fin cuantificar la evolución de la magnitud del consumo energético de los


últimos veinte años (1999 – 2019) a partir de las cifras de British Petroleum (2020), se

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observa que la demanda se duplicó (+51.7%) en este período, con un crecimiento
promedio anual del +2.1%: renovables en +13.1%, fósiles un +2.0%, la hidroeléctrica al
+1.9% anual y la nuclear disminuyó a una tasa del -0.1% anual.

Continuando con estas cifras, en 2019 las energías fósiles participaban con el
84,3% (petróleo 33,1%, carbón 27,0%, gas natural 24,2%), la hidroeléctrica con un
6,4%, las renovables con el 5,0% (eólica, geotérmica, biomasa, solar y otras) y la
nuclear con el 4,3%. Con respecto a 1999, las fósiles decrecieron en un -1,7% (petróleo
-6,6%, carbón +2,2%, gas natural +2,6%), la nuclear en un -2,3% y la hidroeléctrica en
un -0,3%, en cambio las energías renovables aumentaron en un 4,3%.

Desde el punto de vista ambiental es importante resaltar el aumento de la


participación de las energías renovables y el gas natural (más limpia de las fósiles), en
detrimento del petróleo, la nuclear y la hidroeléctrica; sin embargo, es paradójico el
aumento de la participación del carbón dentro de la matriz energética (menos limpia de
las fósiles), lo cual se relaciona con los procesos de industrialización y urbanización de
la China y la India para la generación eléctrica y como combustible.

En este orden de ideas, el desafío de los países en esta transición es la


progresión en la participación de las energías renovables en su matriz energética; cuyo
ritmo dependerá de la disponibilidad de las fuentes de estas energías, la incorporación
de tecnología y la ejecución de inversiones en el desarrollo de la infraestructura de la
cadena de suministro, lo cual dependerá de la capacidad económica de los países, del
beneficio–costo del proceso, de las eficiencias en los motores de combustión para su
descarbonización y de la disponibilidad de reservas de petróleo, gas natural y carbón.

Dado lo anterior, el futuro confirmará, contradecirá o corregirá el siguiente


argumento:

En la historia de los dos últimos siglos no ha habido sustituciones energéticas (no se remplaza la
antigua energía por la nueva) sino que la nueva fuente comienza a crecer, y llega a un porcentaje
significativo, (…). Las infraestructuras necesarias para añadir la nueva energía necesitan de
“infraestructuras” energéticas de las anteriores (De Castro, 2014).

Analizando a este autor sobre la evolución de las energías entre los años 1820 y
2000, la matriz energética mundial evolucionó de la madera de los bosques

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(biocombustible) a las energías fósiles: carbón, petróleo y gas natural, a la energía
hidroeléctrica y nuclear; identificándose, como la mayor parte de la energía primaria
actualmente está concentrada en las fósiles con un incremento progresivo en la
participación de las renovables.

Con base en las anteriores cifras, la transición será un camino largo por recorrer,
el cual requiere el incremento progresivo de la participación de las energías renovables,
debiéndose tener presente la hipótesis propuesta por De Castro: en doscientos años las
diferentes energías primarias no se han sustituido sino complementado.

Un factor clave de la transición es la disponibilidad de recursos fósiles y según la


British Petroleum (2020), en 2019 se tenían reservas de carbón para 132 años, en gas
natural de 49,8 años y 50 años de crudo, en función a los ritmos de explotación
existentes; además el desarrollo tecnológico en la cadena de valor de la industria
petrolera ha permitido incorporar de manera progresiva reservas de crudo y gas,
permitiendo extender la disponibilidad de reservas en tiempo, dentro de ellas el recobro
mejorado, la explotación off-shore (costa afuera) y el desarrollo de los yacimientos no
convencionales que han llevado a los Estados Unidos a ser nuevamente el mayor
productor de petróleo.

Por tanto, la transición hacia energías renovables puede afectar los intereses
nacionales al poner en riesgo la seguridad energética en términos de abastecimiento,
debido porque los países deben disponer de suficientes fuentes de energía primaria
para soportar el desarrollo y el crecimiento económico, sin dejar de lado las inversiones
en la adecuación de las cadenas de valor y de suministro hasta el consumidor.

Finalmente, ante la concentración por el azar de la naturaleza de las reservas y


la producción de energías fósiles, los países productores y exportadores tienen el
desafío de sembrar sus reservas de petróleo, gas natural y/o carbón en energías
renovables y en sectores productivos con capacidad para reemplazar los ingresos
fiscales en el financiamiento del gasto, la inversión pública, el servicio de la deuda y el
comercio internacional a través de una estrategia de diversificación energética y
productiva.

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REFERENCIAS

British Petroleum (2020). Statistical Review of World Energy.


https://www.bp.com/content/dam/bp/business-sites/en/global/corporate/pdfs/energy-
economics/statistical-review/bp-stats-review-2020-full-report.pdf
De Castro Carranza, Carlos (2014). Encrucijada energética y colapso de civilización.
Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas, Universidad de Valladolid.
http://www.eis.uva.es/energiasostenible/?p=2584
International Renewable Energy Agency (2020). Energy transition.
http://www.irena.org/energytransition

Ruiz Caro, Ariela (2007). La Seguridad energética de América Latina y el caribe en el


contexto mundial. Santiago de Chile, Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (CEPAL).
https://www.cepal.org/es/publicaciones/6327-la-seguridad-energetica-america-latina-caribe-
contexto-mundial

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