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El

Nacional HISTORIA

La historia
de la Ikurriña
Marc Pons
Barcelona. Domingo, 1 de mayo de 2016.
05:20
Actualizado Jueves, 9 de junio de 2016.
18:50
Tiempo de lectura: 4 minutos

La Ikurriña, la bandera nacional vasca,


tiene un origen relativamente reciente,
comparativamente con la larga historia
de la mayoría de los símbolos
nacionales del mapa de banderas de
Europa. Pero, a diferencia de éstos,
tiene una historia convulsa de
prohibiciones, de persecuciones, de
proclamaciones y de declaraciones.
Creada en 1894, inicialmente pensada
como la bandera de Vizcaya, con el
paso del tiempo se convirtió en símbolo
del vasquismo cultural y político
en todos los territorios de lengua y
cultura vasca: Euskal Herria.
Actualmente es la bandera oficial de
Euskadi.

El origen
Corría el año 1894 y Bilbao era una
El
pequeña ciudad con una fisonomía
Nacional
muy diferente de su imagen actual.
Tenía setenta y cinco mil habitantes y la
trama urbana justo había saltado las
murallas. El emplazamiento del actual
San Mamés “catedral del fútbol” era
zona agrícola. Y la ría estaba salpicada
de pequeños pueblos de pescadores y
de mineros, que en ningún caso
superaban los quince mil habitantes. El
hierro y el carbón empezaban a ganar
protagonismo. La Revolución Industrial
estaba en marcha. Y el país se
preparaba para afrontar un proceso de
grandes transformaciones.

En aquel paisaje cobraría especial


relevancia la figura de Sabin Arana,
fundador del Partido Nacionalista
Vasco y creador de la Ikurriña. Arana
era un producto de la burguesía
bilbaína, que era la élite social y
económica del país. Euskadi, sobre todo
Vizcaya, vivía en estado de shock por la
supresión de los Fueros, un sistema de
autonomía política y fiscal que había
sobrevivido con Austrias y con
Borbones. Los gobiernos liberales de
Madrid, inspirados en el modelo
centralista francés, lo habían liquidado.
El apoyo foralista a la causa carlista
había sido la excusa recurrente.
El
Nacional

Sabin Arana, fundador del Partido Nacionalista


Vasco y creador de la Ikurriña

El diseño
Sabin Arana tuvo la habilidad de sentar
juntos los elementos más destacados de
la contestación vasca. A los
tradicionalistas rurales que habían
luchado por la causa carlista con la
divisa Dios, Patria y Fueros sumó los
burgueses urbanos decepcionados con
un proyecto de España que, con la
rebelión de Cuba, Puerto Rico y
Filipinas, se deshacía como un terrón
de azúcar dentro de una taza de café. Y
los intelectuales. La intelectualidad que
sentía que la lengua y cultura vascas
eran gradualmente proscritas y
sistemáticamente perseguidas por los
gobiernos español y francés.

El diseño tenía que reunir estas


voluntades. El Guggenheim todavía no
se había plantado en la ría. Y Arana
El
tuvo que recurrir al catálogo
Nacional
internacional de banderas. Incluso al
catálogo heráldico. La Ikurriña tiene un
diseño que recuerda a la Union Jack
británica. El sistema británico era,
para la burguesía bilbaína, un modelo
de inspiración. Y recuerda la cadena del
escudo de Navarra, símbolo del
foralismo derrotado. Incluso, la aspa de
la Ikurriña se inspira en la cruz de
San Andrés escocesa. La intelectualidad
vasca siempre ha sentido una especie
de seducción mística por Escocia.

El transcurso de la historia
Sabin Arana, que inicialmente había
El
imaginado una República de Vizcaya
Nacional
independiente, rápidamente entendió
que su proyecto podía abarcar al
conjunto de Euskal Herria. Y fue en
Pamplona, sobre una mesa de la mítica
Cafetería Iruña, donde presentó -
ante las élites locales- su propuesta de
diseño de la que tenía que ser la
bandera nacional de un Estado vasco
independiente que aspiraba a acoger
a todos los territorios que formaban
Euskal Herria. Era un 14 de julio de
1894: 105º aniversario de la Toma de la
Bastilla, inicio de la Revolución
Francesa.

Durante los primeros treinta años del


siglo XX, la Ikurriña se convirtió en el
símbolo nacional de todos los vascos.
Durante los años de la Segunda
República española los representantes
municipales de Euskadi y de Navarra
negociaron el redactado de un Estatuto
de Autonomía conjunto. Todas las
sesiones estuvieron presididas por la
Ikurriña. Después vino la Guerra Civil,
en 1936, y Navarra fue inmediatamente
ocupada por los rebeldes militares y
paramilitares. Euskadi sacó adelante el
proyecto en solitario, y la Ikurriña fue
proclamada bandera oficial del País
Vasco.
El
Nacional

El lehendakari José Antonio Aguirre durante un


discurso en San Sebastián el año 1933 / Ricardo
Martin

La persecución de la
dictadura y la recuperación
posterior de los símbolos
Durante los años oscuros de la
dictadura franquista la Ikurriña estuvo
proscrita y perseguida. A diferencia de
la Senyera catalana no estaba presente
en ningún escudo municipal. En Euskal
Herria, la Ikurriña se convirtió en un
símbolo reivindicativo que reunía a
todas las fuerzas políticas y a todos los
movimientos culturales opuestos a la
dictadura. Con independencia de su
adscripción o no a la ideología
nacionalista vasca. En Euskadi este
consenso se ha mantenido en el tiempo,
y con la recuperación del autogobierno,
en 1979, fue proclamada nuevamente
bandera oficial.

Pero en Navarra, en la década de los 70,


se abrió una guerra de banderas que
recuerda la batalla de la lengua que se
libró en el País Valencià, curiosamente,
durante el mismo periodo. La prensa
local generó un estado de opinión
El
contrario a la Ikurriña, vinculándola a
Nacional
los intereses partidistas del PNV, y se
pretextaba un perverso imperialismo
que pretendía convertir a Navarra en el
corral de Euskadi. Una estrategia que,
en definitiva, preparaba la emergencia
de una nueva clase política navarra
que, curiosamente, salió de las entrañas
del régimen franquista.

La actualidad
La Ikurriña es, como dice su significado
(Ikur quiere decir símbolo en euskera)
la bandera de la nación vasca. La
nación más vieja de Europa. Está
presente por todo Euskadi. En Navarra
y en el País Vasco francés, está presente
en las astas de muchos ayuntamientos,
que la izan con naturalidad como un
acto de afirmación. Y de la mayoría de
instituciones sociales y culturales que
forman el tejido de la sociedad. La de
un pueblo que, desde la paz, contempla
su futuro con confianza, con valentía y
con decisión: “Non gogoa, han zangoa”
(Donde van tus pensamientos, van tus
pasos).

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