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El Señor Presidente, o la fractura del superrealismo con carabinas cruzadas

ante los derechos humanos.

El lado oscuro del poder queda una vez más al descubierto frente a las muertes reales por
covid19 y no sólo por los datos dudosos que entregan los estados, ineficientes y altaneros
ante la salud pública, consagrada por el negociado del supuesto libre mercado en su
lógica neo liberal o en razón del estado en manos del partido, que da lo mismo si es de
las corrupciones de derecha o izquierda, ambos tipos de estados con sus brazos armados
de policías dejan al descubierto el rumbo en que quedan desamparados los derechos
humanos, y ya no sólo ante la salud pública, educación, vivienda, pensiones, niñez,
adultos mayores, porque por donde se mire la ciudadanía está indignada: no importa el
continente ni el país que sea, porque no se salva ni el Vaticano. De modo que intentar
sobrevivir durante los últimos dos meses del 2020, nos trae a la memoria la obra literaria
que comentaremos a continuación.
El Señor Presidente, la gran novela de Miguel Ángel Asturias Rosales, escritor,
antropólogo, periodista y diplomático guatemalteco que, tras décadas de exilio y
marginación, en 1965 ganó el Premio Lenin de la Paz de la Unión Soviética, y recibió en
1967, el Premio Nobel de Literatura. Sus obras contribuyeron notablemente al desarrollo
de la literatura latinoamericana, influyendo en la cultura occidental al destacar la
importancia de las culturas de los pueblos-nación indígenas latinoamericanos, su obra
Hombres de Maíz, refleja su compromiso y solidaridad por y con la población indígena.
Revisemos algunos conceptos literarios presentes en su obra. El Superrealismo, es un
modo de representar, más allá del realismo y/o naturalismo anterior, el lado oscuro de la
sociedad y de los hombres, en su búsqueda por las esencias y el mundo de las
conciencias, de manera que es aquello que da cuenta de las deformaciones,
despersonalizaciones, desentimentalizaciones, desobjetivaciones e incoherencias con
que los personajes revelan su realidad de ser, incorporando además la ironía y el humor
ocultos bajo un espíritu de construcción poética que lleva al delirio y a la imaginación
lúdica, caracterizando al narrador en su representación de lo real. De allí su énfasis y
preocupación en el momento de construcción a través del lenguaje, que reúne
modalidades habladas de diversos niveles, citas, grafías a fin de dar cuenta de
expresiones psicológicas presentes en los personajes que se hacen eco en el lenguaje de
la narración y en las estructuras de lenguajes asumidos en la construcción de la obra. Así
recrea una antropología poética que represente la lesa humanidad de lo humano a partir
de la miseria, de sus limitaciones y sus sueños, como también del uso del poder, la
avaricia y los argumentos “épicos” con que los personajes en su perversión, dan cuenta
de su justificación ante los tiempos o periodos históricos narrados.
En nuestra actual dosis de superrealismo: Los Estados fallidos en su amplio abandono de
deberes no se hacen responsables de sus perversas políticas para la contención de la
pandemia, un caso ejemplar es el gobierno de Chile que mediante su inacción ha llegado
deliberadamente tarde, y no por ignorancia o sólo desidia, sino por privilegiar la codicia
por sobre la vida humana, teniendo en cuenta que se emprenden las acciones bajo la

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sordera del segundo piso de La Moneda (Los billetes los guardan ellos, evadiendo
impuestos, o condonando las multas como lo hace el director del servicio, servicial como
siempre, que no protege a la república sino a los amigos de sus jefes soberanos)
cooptada por la Unión de Demócratas Independientes, cuya cara semi oculta por las
máscaras y mascaradas, vienen dejando ese sello de arrogancia que los caracteriza
como su eslogan de excelencia, y que por su mismísima excelencia, han resultado ser
otro fraude “democrático”, amparando colusiones, violaciones a los derechos humanos
(no pueden despegarse de sus tatuajes Pinochetistas) y montajes de todo tipo a fin de
que el actual sistema de democracia y mercado, o mercado de la democracia, no se les
venga al suelo a pesar de las réplicas en el terremoto de la revuelta del año recién
pasado, que ya les costó la tapa de la Constitución del 80, con el 80 % de población
aprobando la constituyente, y la insurrección de sus propios alcaldes, frente al paso a
pasito sanitario, con diputados y senadores del 10 % de sentido común frente a los fondos
de pensiones del ráscate con tus propias uñas, si es que los bancos y el retail no te tienen
endeudado, con la usura legal que ellos defienden porque van o vienen en los directorios
en las empresas depredadoras, que caracterizan las zonas de sacrificio (no son 30 años,
ni fueron 30 pesos) del territorio llamado Chile. Como podrán ver el Superrealismo es
contagioso, y lo dichos ante la UDI, valen para todos los partidos y partidarios de los
gobiernos que transitaron en la transición de la seudo democracia protegida, y que
continúan protegiendo los intereses de dichas colusiones. Por eso la calle no les cree, ni
haremos actos de fe ante los supuestos constituyentes del abuso y el desamparo.
Pero vamos a la novela, El Señor Presidente, novela escrita durante más de una década
(inicia en 1922 y termina en 1933) y que permaneció inédita hasta 1946. Está basada en
su cuento «Los mendigos políticos» que había escrito a los 18 años y que denuncia al
dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera. Para los críticos de la época, cuya mirada
europeizante los lleva a relacionarlo con el surrealismo (del cual formó parte estando en
su exilio de París, luego de haber pasado por Argentina y Chile) sin entender el uso de los
sueños bajo la mirada indígena, dicha ignorancia se mantiene hasta el día de hoy en una
larga lista de escritores y críticos literarios de la comarca latinoamericana, que no han
logrado conocer las culturas de los pueblos indígenas y la forma diferenciada que poseen,
dependiendo de los pueblos- naciones, de las expresiones de fuerzas vitales y buen vivir
que vienen desde el subconsciente, como la repetición de frases, combinada con
estructuras discontinuas que consiste en cambios abruptos de estilo y de punto de vista,
cuyo pensamiento divergente va más allá de las dicotomías y la dialéctica contrapuesta
de la bipolaridad ideológica.
La novela de Asturias, El Señor Presidente, plantea la forma en que el mal se extiende
con el poder del líder político, desde la forma en que lo protegen sus esbirros hasta la
idea de escapar de su dictadura quienes luchan por sobrevivir ante una realidad
aterradora (el símil de Pinochetismo, el sistema económico o el Covid19, podrían
recordarnos a aquéllos, que, como El señor presidente, genera tácticas que son vistas
como sádicas, ya que cree que su palabra es la ley que nadie debe de cuestionar). La
historia comienza con la muerte accidental de un alto funcionario, el coronel Parrales
Sonriente. Hecho que El presidente utiliza para deshacerse de dos hombres de su
cofradía que él implica en el asesinato. Cuestión que hace que muchos de sus cercanos
quieran huir del régimen. El consejero de confianza del dictador, a quien como lectores
conoceremos como «Cara de ángel», se enamora de Camila, la hija del general Canales.

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Uno de los implicados y al cual el presidente requiere del montaje para que aparezca
como culpable al ser baleado mientras huía. Mientras que el general es perseguido para
su ejecución, su hija está bajo arresto domiciliario por Cara de ángel, que se ve atrapado
entre su amor por Camila y su deber ante el presidente. Aunque el dictador nunca se
nombra en la obra, tiene similitudes inequívocas con las de Manuel Estrada Cabrera, en
realidad con cualquiera de los caudillos que se imponen por golpes de estado, ya sea en
extremo sangriento o como los que han ocurrido en el último tiempo en Brasil, Bolivia y
Perú, por nombrar a los golpes de estado desde las cámaras o camarillas del poder que
van en contra de sus intereses y privilegios, cuestión que no ocurrirá con el gobierno del
pato cojo de Sebastián Piñera quien representa los intereses de los dueños del dinero,
porque el sistema presidencial en Chile se acerca bastante al dictador de bolsillo, si no
tiene el contrapeso de la ciudadanía movilizada, justo cuando las otras instituciones del
estado miran para otro lado, de acuerdo a sus propios beneficios y prerrogativas.
No por nada los nichos del poder supremo utilizan a las policías como sus brazos
armados para desarmar, mediante la violencia y el miedo a las demandas ciudadanas que
no se condicen con el sistema imperante de injusticias, con leyes impuestas por el
patriarcado y la colonización homogenizante, unidimensional con esa verdad absoluta por
la administración del poder binario, o estás conmigo o contra mí, el enemigo interno que
permite atomizar las órdenes verticales, de allí el fácil acceso a la corrupción que ha
venido caracterizando a las instituciones del estado. Carabineros de Chile, es uno de los
ejemplos que trae su historia compleja desde la salida del general director Mendoza por
Stange, ante la visibilización de los montajes por crímenes y abusos a los derechos
humanos, cuestión que hoy los vuelve a poner en la vitrina de la imagen, frente a la
tortura física en los cuarteles, con miles de denuncias a través de los años, o la tortura
con gases venenosos con que se arremete como parte del ataque generalizado o
sistemático contra una población civil que reclama indignada y el generalato de las
carabinas cruzadas deberá prontamente, dar cuenta de los disparos a los ojos y no sólo
de los fraudes ocurridos en el caso Paco-Gate, y otras causas de robo generalizado
(nuevamente con generales) con los escasos sumarios que la contraloría general de la
república, ha puesto en su lista a esos altos oficiales, en retiro también, que están en la
mira de la historia de Chile y que vuelven a repetir una y otra vez con la construcción de la
realidad con pruebas falsas, como el criminal software “Antorcha” (Caso Huracán), o el
caso Catrillanca, el lanzamiento de un joven en el puente Pío Nono y los disparos a niños
en centros del SENAME.
El Señor Presidente, nos revela el estrecho margen de las dictaduras presentes en
América Latina que ha significado el cambio radical en la orientación del papel del Estado,
de un rol productor e interventor a uno de tipo subsidiario, inspirado en las doctrinas
económicas neoliberales. O en la lógica del socialismo represivo y sin contrapeso del
partido, que al igual que los sectores empresariales, sostienen el incremento en la
precariedad e inestabilidad laboral de los sectores asalariados. Y en lo cultural, toda la
represión y escasez de recursos hacia las manifestaciones artístico-culturales
consideradas contrarias a la línea oficial.
El Señor Presidente, lo sabe y se sabe interdicto en la metáfora de la literatura y la
realidad, porque el arte desde siempre pone en juego la humana dignidad, en base el

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reconocimiento de lo inherente a todos los miembros de la familia humana, y de sus
derechos iguales e inalienables como la libertad, la justicia y la paz.

Hans Schuster
Escritor

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