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Universidad Abierta Para

Adultos

ASIGNATURA
Historia Dominicana II

TEMA
Unidad IV

PARTICIPANTE
Felix Joel Crucey Crucey

MATRICULA
15-9044

FACILITADORA
Yomali Jiménez
1. Elaborar una tabla informativa sobe los gobiernos Rojos y
Azules, teniendo en cuenta sus períodos de gobierno, líderes,
medidas adoptadas y otros aspectos de interés.

períodos de Aspectos de
Lideres Medidas Adoptadas
Gobiernos gobierno Interés
 Anulació n del contrato Poco después se
con la Samaná Bay realizaron
Company. elecciones
presidenciales,
 Recupera la bahía de siendo ganadas el
Samaná . 27 de febrero de
 Elimino el pasaporte 1879 por Cesá reo
interno impuesto por Guillermo líder
 Horacio del Partido Rojo,
Santana.
Vá squez ya que su ú nico
 Elaboració n de una opositor, el
 (1865 - 1916)
Rojos nueva constitució n General Manuel
 Ramó n liberal. Altagracia
Cá ceres Cáceres había
 Coloca el voto directo sido asesinado
y el sufragio Universal. días antes de las
elecciones.
 Gestiona un tratado de
paz con Haití.

 Entre otras.

Azules  (1914 –1916)  Gregorio  Combatió las guerrillas Partido Azul


Luperón del Noroeste.  (Repú blica
Dominicana) El
 nombre del
 Juan Isidro
Concentró la població n partido proviene
Jiménez rural de Montecristi en de la popularidad
la ciudad, para de las peleas de
debilitar las guerrillas. gallos a fines del

   siglo XIX y
Desarrolló   un principios del XX
crecimiento sostenido en la Repú blica
en la dependencia de Dominicana, y
Estados Unidos  Bolos significa
literalmente sin
 cola. El Partido
Acepto el " Plan de Azul fue disuelto
Ajuste " para la rebaja en 1930 después
de la deuda de 40, del golpe de
millones a 17 millones. estado de Rafael


Trujillo.
Suprimió la
vicepresidencia y
elevó el periodo
presidencia a 6 añ os.

  
Propone un sistema de
Votació n Indirecta 

 Estableció una
Reforma
constitucional 


Restauró la Guardia 


Favoreció la Inversió n
Extranjera 


Autorizó legalizar las
tierras
2. Elaboración de un artículo de opinión sobre la injerencia
extranjera en la República Dominicana, en la segunda mitad del
siglo XIX y primeros años del siguiente.

La intervenció n militar de Estados Unidos en la Repú blica Dominicana que comenzó el


28 de abril de 1965 fue objeto de numerosas condenas en su momento, tanto en
América Latina como en Estados Unidos. Su propó sito fue evitar “una segunda Cuba”,
pero las autoridades norteamericanas, en especial el presidente Lyndon B. Johnson,
fueron mucho má s allá de los hechos objetivos al especular sobre la posibilidad de que
los comunistas se hicieran del poder. El imperativo de evitar esa segunda Cuba
distorsionaba su capacidad de reunir informació n veraz y analizarla.

Con el paso del tiempo, sin embargo, muchos en Washington empezaron a considerar
la intervenció n en la Repú blica Dominicana como un éxito. Su argumento era que se
habían logrado los cuatro objetivos propuestos: proteger a los ciudadanos
estadounidenses y de otros países, detener la violencia, impedir una posible toma
comunista del poder y restaurar los procesos constitucionales para bien del pueblo
dominicano. Para dichos analistas, el episodio fue una demostració n de poder de
Estados Unidos que proporcionó enseñ anzas prá cticas sobre el uso eficaz de la fuerza.
Esta opinió n acerca de la operació n dominicana pasó a ser una conclusió n a la que
Washington arribo sin el suficiente aná lisis.

Exactamente 50 añ os después de la invasió n, ha llegado el momento de refutar esa


idea tan prevaleciente.

Los costes de la intervención de 1965

Los costes de la intervenció n de 1965 no se han calculado debidamente. Los costes


humanos y materiales fueron importantes, pero fueron los costes intangibles los que
fueron especialmente elevados. La intervenció n en la Repú blica Dominicana redujo las
probabilidades de éxito de las reformas pacíficas que muchos funcionarios
estadounidenses deseaban ver en América Latina. Algunos conservadores
latinoamericanos --sobre todo en Centroamérica-- llegaron a la conclusió n de que
Estados Unidos no iba a permitir que triunfaran los movimientos reformistas. Muchos
de los latinoamericanos comprometidos con el cambio democrá tico se convencieron
de que Estados Unidos iba a oponerse incluso a esas reformas, y que por consiguiente
valdría la pena unir fuerzas con la extrema izquierda.

La intervenció n dominicana tuvo también graves consecuencias dentro de Estados


Unidos. La escandalosa falta de transparencia del gobierno de Johnson agravó la
desconfianza entre la administració n y muchos líderes de opinió n, contribuyendo a la
crisis de credibilidad que acabó inspirando la reacció n estadounidense ante Vietnam.

Donde má s serios fueron los costes intangibles fue en la Repú blica Dominicana. La
intervenció n intensificó la fragmentació n política y la dependencia de Estados Unidos,
e hizo má s difícil el desarrollo de instituciones políticas efectivas. Iró nicamente, una
de las principales contribuciones resultó de la reforma inmigratoria de ese añ o en
EEUU, cuya consecuencia fue un aumento de la inmigració n dominicana, con el
consiguiente flujo de remesas, experiencias e ideas.

La relativa facilidad para terminar la intervención

En el caso de la Repú blica Dominicana, varios aspectos singulares ayudan a explicar la


facilidad con la que Estados Unidos pudo terminar la ocupació n. Dos reconocidos
líderes políticos --Juan Bosch y Joaquín Balaguer—contribuyeron a resolver la crisis
mediante la convocatoria de nuevas elecciones. La excepcional prudencia mostrada
por el presidente provisional, Héctor García-Godoy, y el embajador estadounidense,
Ellsworth Bunker, permitieron la rá pida partida de las fuerzas norteamericanas. Si
después Estados Unidos hubiera enviado sus tropas a Haití --que no tenía
instituciones ni grupos políticos só lidos, ni figuras políticas de peso--, habría sido má s
difícil partir, como sucedería posteriormente en Irak y Afganistá n.
La experiencia dominicana indica con claridad que Estados Unidos necesita diseñ ar
métodos alternativos para perseguir sus objetivos, sobre todo ayudando a fomentar el
desarrollo político, social y econó mico de los países y territorios má s cercanos
geográ ficamente, con los cuales el país está tan estrechamente relacionado.

La enorme diferencia entre las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos má s
pró ximos y el resto de sus relaciones internacionales ha sido evidente desde hace
mucho tiempo, pero ha adquirido especial importancia durante los ú ltimos 50 añ os.
Las nociones histó ricas de soberanía significan cada vez menos, aunque se sigan
proclamando a voces.

Los problemas derivados de la creciente interacció n de Estados Unidos y sus vecinos


--trá fico de personas, drogas y armas, inmigració n, medio ambiente, salud pú blica,
turismo médico y prestaciones sociales y de sanidad transferibles, catá strofes
naturales, política policial y vigilancia de fronteras-- son retos especialmente
complejos para las dos partes. Estas difíciles cuestiones, internacionales e internas al
mismo tiempo, se complican aú n má s en los países con muy escasa capacidad estatal
--Guatemala, Honduras y Haití en particular--, con quienes se hace aú n má s necesario
mantener una estrecha cooperació n por el bien de los pueblos de ambos lados, una
necesidad que crece añ o tras añ o.

Cincuenta añ os después de la intervenció n de 1965 en la Repú blica Dominicana,


producto de la obsesió n de Washington con Fidel Castro, no solo ha llegado el
momento de tener una relació n de mutuo respeto con Cuba sino también de desafiar
otras mentalidades enquistadas y encontrar respuestas má s creativas a la persistente
interdependencia entre los países de la Cuenca del Caribe y Estados Unidos.

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