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la Celebración del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A), en medio de la pandemia del Coronavirus COVID-19.
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Subsidio Litúrgico para la Celebración del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A)
Diócesis de Maturín - Comisión de Liturgia
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XXXIII DOMINGO DEL
TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A)
CELEBRACIÓN DOMINICAL VIVIDA EN FAMILIA
Monición de Inicio:
Un miembro de la Familia se dirige a todos con las siguientes palabras:
Querida familia: A todos Dios nos dio cualidades y aptitudes. Son dones, “talentos” de
todo tipo para que construyamos el Reino de Dios en beneficio de toda la humanidad.
En este Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo A, la liturgia
muestra al Señor exigiendo los frutos de esos dones. Es un llamado a nuestra conciencia
–personal y comunitaria- acerca del uso de los bienes que nos fueron confiados.
Pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de siempre poner a producir nuestros
talentos para la extensión del Reino. Con el corazón abierto, participemos de este
momento de oración y escucha de su Palabra en familia.
Ritos Iniciales
Canto de Inicio Vienen con alegría
El Padre de Familia o quien presida la celebración inicia con la invocación trinitaria, signándose:
En el nombre del Padre +, del Hijo y del Espíritu Santo
R./ Amén.
Acto Penitencial
Quien preside la celebración invita al acto penitencial que, después de una breve pausa de silencio,
hacen todos juntos una fórmula de confesión general
Hermanos para iniciar dignamente nuestra celebración reconozcamos humildemente
nuestros pecados. (Momento de silencio)
Defensor de tus hermanos: Cuando no tomamos conciencia de nuestros dones y
cualidades.
R./ Señor, ten piedad.
Consuelo de los afligidos: Cuando no creemos en el valor de los pequeños gestos.
R./ Cristo, ten piedad.
Fortaleza de los débiles: Cuando muchas veces somos negligentes y perezosos.
R./ Señor, ten piedad
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Todos dicen
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y
nos lleve a la vida eterna. Amén
Seguidamente todos proclaman el Himno Litúrgico del Gloria:
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Oración
De pie. El que preside dice:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, alegrarnos siempre en tu servicio, porque la
profunda y verdadera alegría está en servirte siempre a ti, autor de todo bien.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. R./Amén.
Liturgia de la Palabra
PRIMERA LECTURA: Prv 31, 10-13. 19-20. 30-31 [Trabaja con sus hábiles manos.]
Del libro de los Proverbios:
Dichoso el hombre que encuentra una mujer hacendosa: muy superior a las
perlas es su valor.
Su marido confía en ella y, con su ayuda, él se enriquecerá; todos los días de su
vida le procurará bienes y no males.
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Adquiere lana y lino y los trabaja con sus hábiles manos.
Sabe manejar la rueca y con sus dedos mueve el huso; abre sus manos al pobre
y las tiende al desvalido.
Son engañosos los encantos y vana la hermosura; merece alabanza la mujer que
teme al Señor.
Es digna de gozar del fruto de sus trabajos y de ser alabada por todos.
Palabra de Dios. R./ Te alabamos, Señor.
SEGUNDA LECTURA: I Tes 5, 1-6 [Que el día del Señor no los sorprenda como un
ladrón.].
De la Primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses:
Hermanos: por lo que se refiere al tiempo y a las circunstancias de la venida del
Señor, no necesitan que les escribamos nada, puesto que ustedes saben perfectamente
que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo:
“¡Qué paz y qué seguridad tenemos!”, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe,
como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar.
Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque
ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y
las tinieblas.
Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos
despiertos y vivamos sobriamente.
Palabra de Dios. R./ Te alabamos, Señor.
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EVANGELIO Mt 25, 14-30 [Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a tomar parte en
la alegría de tu señor.].
Del santo Evangelio según san Mateo
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“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde
no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra”. Estas palabras del
tercer criado de la parábola reflejan bien la actitud de muchos cristianos ante Dios y
su responsabilidad en el Reino de Dios a favor de la humanidad. Para ellos, el Señor
es un amo exigente y arbitrario, que exige agobiantemente y sin medida, y nos hace
sentir esclavos uncidos a un yugo insoportable de mandatos y culpabilidad.
Sin embargo, según la Biblia, Dios no quiere esclavos, sino colaboradores libres
y responsables que se comprometen con el plan de promoción y salvación de lo
humano, con su ser y su hacer, porque, en definitiva, no se trata de un capricho suyo,
sino del propio beneficio de la humanidad.
Ya desde la imagen de Adán en el Génesis (Gen 1,26.28; 2,15), este aparece como
persona que cuida la tierra, su tierra. Y esto corresponde a la realidad y vocación más
profunda del ser humano: se hace, haciendo –porque no nace “hecho”-. Se reconoce,
tiene conciencia de su identidad, haciendo, a través de su actividad consciente y
efectiva. Se encuentra pleno, útil, realizado, haciendo. Y en su hacer, “da de sí”, es
decir: se descubre más grande que sus propios límites o miedos, y “se da”, porque al
hacer, se entrega a sí mismo en beneficio de los demás.
Ser llamado, pues, a la colaboración con Dios en la obra de la creación y la
salvación es un privilegio para el ser humano: encuentra en ello, su dignidad
(colaborador de Dios), su contribución al bien de las personas y de la creación, su
vocación y puesto en la vida.
Quien no vive así, en laboriosidad consciente, filial y fraterna, es, como dice la
segunda lectura, un “ser durmiente”, una vida vegetativa.
Los talentos son nuestras cualidades, habilidades, experiencias… pero sobre
todo, nuestra propia persona como creyentes. Por lo cual, incluso en las circunstancias
de enfermedad o disminución, cuando parece que ya no podemos aportar nada
práctico, nuestra manera de ser en fe, esperanza y amor, es una contribución esencial
y necesaria.
Esta colaboración responsable e ilusionante, a pesar de las dificultades, no
conoce el fracaso. Puede ser que no consigamos resultados visibles, pero sí frutos.
El resultado es exterior al trabajador y depende mucho de las circunstancias sobre
las que no tiene ningún control. El fruto, nace de dentro, tiene una eficacia misteriosa
y transforma, en primer lugar, al que se ha entregado personalmente, a través de su
labor, su ingenio y su tiempo. Lo ha hecho más persona y más hermano; más imagen
e un Dios “que está siempre obrando” (Jn 5, 17) en favor nuestro.
Esta llamada se dirige a todos y no solo a los que tienen grandes responsabilidades.
Es en lo gris de lo cotidiano, donde hay que invertir los talentos. Incluso cuando
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Dios parezca estar, como el señor de la parábola, tan lejos, que nos ha dejado solos e
indefensos en nuestros riesgos. Por ejemplo, en la primera lectura se nos habla de un
modelo de mujer que emplea sus talentos. No se puede quedar en referente de la esposa
y madre. Abarca a toda actividad realizada por mujeres (y también por varones): el
rasgo más importante es que “sabe hacer hogar”, con los de dentro y los de fuera.
Igualmente, el salmo nos habla de un modelo masculino (que sirve también para las
mujeres), de un hombre que ha sabido hacer familia, hogar y ciudad. Necesitamos de
hombres y mujeres así: contemplativos (“los que “temen” a Dios”), que en la acción
cotidiana van trasformando nuestro mundo en hogar con Dios en el centro, como
Dios mismo lo hace, y gracias a Dios, que nos da recursos, horizontes y ganas para
hacerlo.” Fr. Francisco José Rodríguez Fassio, OP Convento de Sto. Domingo “Scala Coeli”
(Córdoba) España
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Para que a los difuntos, especialmente por los que han fallecido a causa del
COVID-19 en todo el mundo, y particularmente en nuestro país, les concedas el
descanso eterno y a sus familiares el consuelo y la paz. Oremos: R/
Unidos como hermanos, hijos de un mismo Padre dirijámonos a Él con las
palabras que Jesús nos enseñó. Padre Nuestro
Yo creo Jesús mío que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar, te amo
sobre todas las cosas y deseo fervientemente recibirte en mi corazón, más al no
poderlo hacer sacramentalmente en este momento te pido vengas espiritualmente
a mi corazón (momento de silencio) y como si ya te hubiera recibido me uno y me
abrazo inmensamente a ti. No permitas Jesús mío que jamás me aparte de ti.
Amén
Oración final:
Padre nuestro, alma del mundo,
Dios de la tierra y Señor del universo,
que te cante la creación por las maravillas que has hecho.
Has ido dejando tu huella en las flores y en los cuerpos,
en la fuente, en el trabajo, en la técnica, en los sucesos...
Que te alabe también nuestra vida
con la palabra y el gesto;
con la responsabilidad puesta a punto
y el testimonio sincero;
con la fidelidad de cada día y el gozo del crecimiento.
Sea toda nuestra historia un paisaje para tu recreo.
Padre, nos has colmado de dones;
nos sumamos a los que impulsan tu Reino.
Gracias por el proyecto que nos confías,
enriqueciéndonos con el Evangelio.
Queremos cumplir tu voluntad.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
El Señor nos bendiga +, nos guarde de todo mal, y nos lleve a la vida eterna.
R./ Amén.
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Terminada la celebración y en ocasión a la Jornada Mundial de los Pobres, pidamos la intercesión
de María con las palabras del Papa Francisco:
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IV Jornada Mundial de los Pobres
“Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32).
«El grito silencioso de tantos pobres debe
encontrar al pueblo de Dios en primera línea,
siempre y en todas partes, para darles voz,
defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta
hipocresía y tantas promesas incumplidas,
e invitarlos a participar en la vida de la
comunidad».
Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial
de los Pobres 2020, (N 4)