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Introducción
Una cicatriz es un parche de piel permanente que crece sobre una herida. Se forma cuando el
cuerpo se cura después de una cortadura, un raspón, una quemadura o una llaga. Las
cicatrices también pueden resultar tras una cirugía donde se corte la piel, infecciones como la
varicela o afecciones de la piel, como el acné. Las cicatrices suelen ser más gruesas, así como
más rosadas, rojas o brillantes que el resto de la piel.
PROCESO DE CICATRIZACION
Una herida de la infancia, una cirugía, un accidente de tráfico… Casi todo el mundo tiene en su
cuerpo alguna una cicatriz, resultado de un proceso natural que nuestro organismo pone en
marcha para volver a unir sus tejidos tras una lesión: conforme van sanando, el tejido cicatricial
se va formando.
La primera fase de formación de una cicatriz es la fase de coagulación, en la que las plaquetas
y los hematíes llegan a la zona afectada para formar un coágulo que detenga la hemorragia,
entre otras funciones. Es una fase que dura pocos minutos.
Posteriormente, comienza la fase inflamatoria, que dura aproximadamente entre dos y cuatro
días. En ella, se elimina el tejido muerto o dañado y se destruyen los microorganismos.
Por tanto, las cicatrices resultantes pueden ser varios tipos. Las que se curan y se presentan al
mismo nivel que la piel circundante se denominan cicatrices planas: como decíamos, pueden
ser prácticamente imperceptibles o, como mucho, debe verse una línea fina del mismo color de
la piel o un poco más roja.
En segundo lugar, la cicatriz resultante puede ser atrófica. En este caso, el área de la cicatriz
se encuentra algo hundida por debajo del nivel de la piel que rodea la lesión, debido a que la
producción de colágeno para formar las fibras no ha sido suficiente. Es el caso de las marcas
que dejan el acné o la viruela.
Pero también suceder lo contrario, que se produzca un exceso de colágeno. En este caso,
estaríamos hablando de cicatrices hipertróficas, que se caracterizan por elevaciones gruesas
del tejido que sobrepasan la superficie de la piel que rodean la lesión, aunque no los límites de
la cicatriz. Pueden llegar a producir contracturas y limitaciones de la funcionalidad si se
localizan sobre articulaciones o a lo largo de una extremidad.
También el cuarto tipo de cicatriz, las queloides, se forman por la misma causa, pero es un
caso más problemático, ya que son bastante abultadas y se suelen extender más allá de la
lesión. Además, pueden provocar comezón y ardor.
Por último, las lesiones producidas fundamentalmente por quemaduras dejan un tipo de cicatriz
que se llama contractura o cicatriz normotrófica, ya que la herida presenta unas características
por las que se da una contracción del tejido que deforma el área de piel afectada. En estos
casos, puede condicionar la funcionalidad física de la persona, ya que las estructuras afectadas
son la piel, musculatura y nervios, según el grado de quemadura.