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EMMANUEL KANT (1724-1804) Nacido en Koenisberg (Prusia), representa sin duda una de las mds grandes figuras de la historia de la filosofa. La gran profundidad de sus anilisis, la fuerza innovadora de su pensamiento tanto en el dominio de [a filosofia tedrica como practica (moral), aunadas a la escrupulosa sistematicidad de su filosoffa, le valieron un reconocimiento universal. Su obra se estructura en torno a tres grandes tratados criticos: La Cri- tica de la Razén Pura, la Critica del Juicio y la Critica de fa Razén Préc- tica, Esta Giltima desarrotla ampliamente las tesis de !a moral kantiana, las cuales se encuentran condensadas y expuestas en un estilo popular ‘en la Fundamentacién de la metafisica de las costumbres. TEXTO No. 30,— SOBRE LOS IMPERATIVOS Y SUS CLA- SES En las justamente célebres paginas que siguen, Kant determina 1a idea de moralidad a partir de un andlisis delcon- cepto de imperative que desemboca en la nocién especitica de! imperative categérico, e/ cual es en su filosotia el nico imperativo propiamente moral: “La representacién de un principio objetivo, en tanto que es constrictivo para una voluntad, llmase mandato (de la raz6n), y la formula del mandato llémase imperativo. Todos los imperativos exprésanse por medio de un “debe ser’ y muestran asi la relacién de una ley objetiva de la 141 Jetivas, que valen solo para esto 0 aqui de la raz6n valido Para cualquiera. ' Una voluntad perfectamente fe pene fe buena hallariase, el, sin ser un principio Pues, jetivas (del bien); pero no podria refiida por ellas a las acciones con: pos de a razdn,Himase esto ‘€5 Por si misma siempre conforme a I See Sort mio la razdnien la vohniod diving cats ede tambien fomar interés en Sonica el intersprdetco en cibn. Lo pr ‘misma; to segundo, de los principios de la tistn ene Py 142 perativos solamente formulas para expresar la relacion entre Jas leyes objetivas del querer en general y la imperfecci6n ‘subjetiva de la voluntad de tal o cual ser racional; verbigracia, de la voluntad humana. Pues bien, todos los imperativos mandan, ya hipotéti- ca, ya categéricamente, Aquéllos representan la necesidad practica de una accién posible, como medio de conseguir otra ‘cosa que se quiere (0 que es posible que se quiera). El impe- rativo categérico seria el que representase una accion por si misma, sin referencia a ningun otro fin, como objetivamente necesaria. Toda ley préctica representa una accién posible como buena y, por tanto, como necesaria para un sujeto capaz de determinarse précticamente por la razén. Resulta, pues, que todos los imperativos son formulas de la determinacién de la accién, que es necesaria segin el principio de una voluntad buena en algin modo. Ahora bien, si la accién es buena s6lo como medio para alguna otra cosa, entonces es el imperativo hipotético; pero si la accién es representada como buena en s/, e580 @S, como necesaria en una voluntad conforme en si con la raz6n, como un principio de tal voluntad, entonces es el imperativo categérico. El imperativo dice, pues, qué accién posible por mi, es buena, y representa la regla préctica en relacién con una vo- luntad que no hace una accién s6lo porque ésta sea buena, porque el sujeto no siempre sabe que es buena, y también Porque, aun cuando lo supiera, pudieran sus méximas ser con- trarias a los principios objetivos de una razén préctica. El imperativo hipotético dice solamente que la accién es buena para algin propésito posible o real. En el primer caso es un principio problemético- préctico; en el segundo ‘caso es un principio asert6rico-practico, El imperativo cat gérico que, sin referencia a propésito alguno, es decir, sin nin- gin otro fin, declara la accién objetivamente necesaria en si, tiene el valor de un principio apodictico- practico. 143 f Ee Lo que sdlo es posible mediante las fuerzas de algin ser racional, puede pensarse como propésito posible para alguna voluntad; por eso los principios de la accién, en cuanto que ésta es representada como necesaria para conseguir algin pro- Pésito posible realizable de ese modo, son en realidad en nd- mero infinito, Todas las ciencias tienen alguna parte practica, que consiste en problemas que ponen algun fin como posible Para nosotros y en imperativos que dicen cémo pueda conse- guirse tal fin. Estos pueden llamarse, en general, imperativos de la habilidad. No se trata de si el fin es racional y bueno, sino s6lo de 1o que hay que hacer para conseguirlo. Los pre- ceptos que sigue el médico para curar perfectamente al hom- bre y los que sigue el envenenador para matarlo, seguramente son de igual valor, en cuanto que cada uno de ellos sirve para realizar cumplidamente su propésito. En la primera juventud Nadie sabe qué fines podrén ofrecérsenos en la vida; por eso los padres tratan de que sus hijos aprendan muchas cosas y se cuidan de darles habilidad para el uso de los medios ttiles @ toda suerte de fines cvalesquiera, pues no pueden determiner de ninguno de éstos que no ha de ser més tarde un propésito real del educando, siendo posible que alguna vez lo tenga por tal; y este cuidado es tan grande, que los padres olvidan por lo comin de reformar y corregir el juicio de los nifios sobre el valor de las cosas que pudieran proponerse como fines. Hay, sin embargo, un fin que puede presuponerse real en todos los seres racionales (en cuanto que les convienen los imperativos, como seres dependientes que son); hay un pro- pdsito que no sdlo puede tener, sino que puede presuponerse con seguridad que todos tienen, por una necesidad natural, y éste es el propésito de la felicidad. El imperativo hipotético que representa la necesidad préctica de la accién como medio para fomentar ia felicidad es asertérico. No es licito presen- tarlo como necesario s6lo para un propésito incierto y mera- mente posible, sino para un propésito que podemos suponer de seguro y @ priori en todo hombre, porque pertenece a su 144 esencia. Ahora bien, la habilidad para elegir !os medios con- ducentes al mayor posible bienestar propio, podemos llamarla sagacidad" en sentido estricto. Asi, pues, el imperativo que se refiere a la eleccién de los medios para la propia felicidad, esto es, al precepto de la sagacidad, es hipotético; la accién no es mandada en absoluto, sino como simple medio para otro propésito, Por iiltimo, hay un imperativo que, sin poner como condicién ningin propésito a obtener por medio de cierta conducta, manda esa conducta inmediatamente. Tal imperati- vo es categorico. No se refiere a la materia de la accion y a lo que de ésta ha de suceder, sino a la forma y al principio de donde ella sucede, y lo esencialmente bueno de la accién con- siste en el énimo que a ella se lleva, sea el éxito el que fuere. Este bmperativo puede Ilamarse el de la moralidad. ; El querer segun estas tres clases de principios distin- guese también claramente por la desigualdad de la constric- cién de la voluntad, Para hacerla patente creo yo que la deno- minacién més acomodada, en el orden de esos principios, serfa decir que son, ora reglas de la habilidad, ora consejos de la sagacidad, ora mandatos (leyes) de la moralidad. Pues solo la ley lleva consigo el concepto de una necesidad incondicio- nada y objetiva, y, por tanto, universalmente valida, y los mandatos son leyes a las cuales hay que obedecer, esto es, dar cumplimiento aun en contra de la inclinacién. El consejo, si bien encierra necesidad, es ésta valida s6lo con la condicion subjetiva contingente de que este o aquel hombre cuente tal 0 cual cosa entre las que pertenecen a su felicidad; en cam! el imperativo categérico no es limitado por condicién alguna 1a palabra sagacidad © tome en dos sntdos: en un caso puede lever el nom Tyee saga mundana; on clot, ede sagacdadprvaa. La primera cla Id de unre ge ne no he ns emis poem > dz us proposition le segunda eel conocimiento que rene todos 6308 Sios pus 2 propio provecho duradore. La segunda ex proplaments Ia que da {ator a pelmera de quen es sgt en a primers atzpen, y no ela 5 unda, podria mejor deine es hab atu, pero en Total noo asa 145 ¥y puede llamarse propiamente un mandato, por ser, como es, absoluta, aunque précticamente necesario. Los primeros im. perativos podrian también llamarse técnicos (pertenecientee al arte); los segundos, pragméticos' (a la ventura o dicha), y los terceros, morales (a la conducta libre el general, esto es, 4 las costumbres) 4 Y ahora se plantea la cuestién: dcémo son posibles todos esos imperativos? Esta pregunta no desea saber cOmo pueda pensarse el cumplimiento de la accién que el impera, tivo ordena, sino cémo puede pensarse la constriccién de la voluntad que el imperative expresa en el problema, No hace falta explicar en especial cémo sea posible un imperativo de habilidad. El que quiere el fin, quiere también (en tanto que la razén tiene influjo decisivo sobre sus acciones) el medio indispensablemente necesario para alcanzarlo, si esté en su Poder. Esa proposicion es, en lo que respecta al querer, anal, tica, pues en el querer un objeto como efecto mio esté pen. sada ya mi causalidad como causa activa, es decir, el uso de los medios, y el imperativo saca ya el concepto de las accio. nes necesarias para tal fin del concepto de un querer ese fin (para determinar los medios mismos conducerites a un prope. sito hacen falta, sin dude, proposiciones sintéticas, pero que tocan, no al fundamento para hacer real el acto de la volun. tad, sino al fundamento para hacer real el objeto), Que para dividir una linea en dos partes iguales, segiin un principio se. guro, tengo que trazar desde sus extremos dos argos de circu, lo, es cosa que la matemética ensefa, sin duda por propost. ciones sintéticas; pero una vez que sé que s6lo mediante esa accién puede producirse el citado efecto, si quiero integro el efecto, quiero también la accién que es necesaria pare él, y 1/ Paréceme que tales ds cxacta de ‘ sanera mis exacta de determina la funcin propia 1a vor pragndtico, Limes, en efecto, progmdice at saneones ot ai oe grinnan prepiamente del derecho de los Estados como leyes neces ains I providence ciao e a edd ier Una hastona es peeme, tea lando nos hace sagaces, exo e, emia al mundo ebmne seal ener ‘s provecho mejor 0, al menos, tan bien como los antecesores, cee 146 ‘esto Ultimo si que es una proposicién analitica, pues es lo mismo representarme algo como efecto posible de cierta ma- era por mi y representarme a mi mismo como obrando de ‘esa manera con respecto al tal efecto. Los imperativos de la sagacidad coincidirian entera- mente con los de la habilidad y serfan, como éstos, analiticos, si fuera igualmente facil dar un concepto determinado de la felicidad. Pues aqui como alli, diriase: el que quiere e1 fin, quiere también (de conformidad con la raz6n, necesariamen- te) los Gnicos medios que estén para ello en su poder. Pero es tuna desdicha que el concepto de la felicidad sea un concepto tan indeterminado que, aun cuando todo hombre desea alcan- zarla, nunca puede decir por modo fijo y acorde consigo mis- mo lo que propiamente quiere y desea, Y la causa de ello es que todos los elementos que pertenecen al cancepto de la felicidad son empiricos, es decir, tienen que derivarse de la experiencia, y que, sin embargo para la idea de la felicidad se exige un todo absoluto, un maximum de bienestar en mi esta- do actual y en todo estado futuro. Ahora bien, es imposible que un ente, el més perspicaz posible y al mismo tiempo el més poderoso, si es finito, se haga un concepto determinado de lo que propiamente quiere en este punto. {Quiere riqueza? iCudntos cuidados, cudnta envidia, cudntas asechanzas no podré atraerse con ella!

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